Los 500 años de M. Lutero: Testigo del evangelio, una tarea abierta
Así lo saben desde hace tiempo muchos teólogos y cristianos, lo mismo católicos que luteranos, cuando afirman que la tarea de Lutero sigue abierta, tanto para los católicos como para los mismos luteranos. Este año 2017 es tiempo bueno para retomarla y culminarla.
Así lo puso relieve el Papa Francisco, cuando el pasado 31 de octubre asistió en Lund, Suecia, a la conmemoración del 500 aniversario de la Reforma Luterana, ante Antje Jackelén, mujer Arzobispo de Uppsala, y ante Munib Yunan, Presidente de la Federación Mundial Luterana, que firmaron una declaración conjunta en línea de mutuo respeto y colaboración, comprometiéndose a trabajar a favor de una nueva comunión ecuménica entre católicos y luteranos.
Así lo ha resaltado sobre todo el documento conjunto, titulado DEL CONFLICTO A LA COMUNIÓN (Octubre 2016), elaborado por la Federación Luterana Mundial y el Consejo Pontificio para la Unión de los cristianos, al celebrar los 500 años de la reforma luterana.
Ese documento compara en el fondo y pone en un plano semejante a los reformadores protestantes (como Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino) y a los testigos de la fe católica (como Ignacio de Loyola, Francisco de Sales y Carlos Borromeo ¿por qué no Juan de la Cruz?), diciendo que se esforzaron por la renovación de la Iglesia. Ese documento incluye, además, dos números muy significativos sobre Lutero:
A la luz de la evidente renovación de la teología católica en el Concilio Vaticano II, los católicos pueden apreciar hoy las inquietudes reformadoras de Martín Lutero y considerarlas con más apertura de lo que era posible anteriormente (28)
Un acercamiento implícito a las preocupaciones de Lutero ha conducido a una nueva evaluación de su catolicidad, que se dio en el contexto del reconocimiento de que su intención era reformar y no dividir a la iglesia. Esto surge claramente de las afirmaciones hechas por el cardenal Johannes Willebrands y por el Papa Juan Pablo II. El redescubrimiento de estas dos características centrales de su persona y de su teología llevó a un nuevo entendimiento ecuménico de Lutero como un «testigo del evangelio» (29).
Estoy convencido de que la figura y obra de Lutero sigue siendo una cuestión pendiente para católicos y evangélicos, llamados a reescribir en comunión su historia. Lutero es un patrimonio de la Reforma universal Cristiana. Por eso quiero presentarle como un testigo del evangelio que no ha terminado aún su tarea, somos nosotros los que estamos llamados a hacerlo.
LUTERO, MARTIN (1483-1546).
Reformador alemán. Era teólogo y religioso de la Orden de San Agustín, profesor de Sagrada Escritura en la Universidad de Wittenberg, Tras un proceso de conversión y de experiencia radical del evangelio, en perspectiva de fe y de confianza plena en el Dios que perdona los pecados, inició la Reforma (que se llamará “protestante”), clavando en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, el 31 de Octubre de 1517, las 95 tesis en las que presenta su visión sobre las indulgencias, el pecado original y otros temas discutidos de la teología y de la vida cristiana.
Inició así un camino de transformaciones que desembocó de hecho en la creación, al lado de la católica (y con el deseo de sustituirla), de una “nueva iglesia” (protestante, luterana), con la pretensión de ser la continuadora verdadera de la Iglesia Apostólica. Tradujo la Biblia al alemán, para uso devocional, teológico y litúrgico y lo hizo con tal creatividad que se le considera el iniciador (incluso el creador) del moderno idioma escrito del mundo germano.
1. Las 95 tesis de Wittenberg.
En principio, ellas podían y debían haber sido discutidas por la Iglesia Universal, en sus diversos estamentos. Eran de tipo disciplinar, se oponían a la venta de indulgencias y criticaban algunos abusos del Papa y de la jerarquía católica, pero sin platear una ruptura estricta, ni la creación de una Iglesia nueva). Éste es el contenido de algunas de las tesis más significativas:
a. Sobre el Papa. Lutero apela desde el principio de su gran protesta a la “libertad” de los cristianos, que han de ser capaces de ponerse de un modo personal ante Dios, sin el intermediario de un Papa a quien muchos concebían como mediador de un perdón, que sólo puede ser exterior, no interior. Por eso rechaza el poder de perdón especial que se arroga el Papa. «El Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones. El Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá íntegramente» (núm. 5-6).
b. Sobre las indulgencias. Lutero protesta también contra la visión de una institución eclesial (de un Papa) que quiere presentarse como portador y garante de un perdón especial sobre los fieles. Como ha puesto de relieve → Campenhausen, la jerarquía eclesiástica había nacido en los siglos II-III por la necesidad de organizar y controlar el perdón de los pecadores. Quizá sin advertirlo, al criticar el poder de los papas en el plano de las indulgencias, Lutero volvió a plantear el tema clave del surgimiento y sentido de los ministerios sagrados. «Cualquier cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias. Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos los bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias» (núm. 36-37).
c. El primado de la caridad. Lutero puso en el centro de su discusión el tema de la caridad, de manera que si las controversias posteriores hubieran seguido en este plano, quizá no hubiera sido necesaria la forma en que después se desarrolló la Reforma y la Contra-Reforma católica. «Las indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas obras de caridad. Debe enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de misericordia. Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias. Porque la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor. En cambio, no lo es (no es mejor) por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la pena. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios» (núm. 41-46).
2. Reforma luterana, un nuevo pensamiento.
Pero no hubo diálogo y lo que empezó siendo un pequeño conflicto de jurisdicción, en un tema lamentable, propio de aquel tiempo y fácil de corregir (un tipo de “venta” de indulgencias al servicio del tesoro papal, para la construcción de su Basílica del Vaticano), se convirtió en un enfrentamiento teológico, ideológico, social, político y eclesiástico que ha llevado a la división de la cristiandad de Europa.
A partir de un primer momento de incertidumbre, Lutero y sus seguidores fueron desarrollando su propia teología y su visión de la iglesia, poniendo de relieve la experiencia de libertad interior de los cristianos y el don de la gracia de Dios, que llama de un modo personal a cada creyente, pidiéndole su respuesta personal. En esa línea, frente a una «fe más eclesial», que parece fijada por las autoridades jerárquicas de la Iglesia Católica, Lutero habla de una «fe más personal», propia de cada creyente, que se pone en pie ante Dios para dialogar con él, que acoge la voz del Espíritu Santo y que puede interpretar por sí mismo las Escrituras y dogmas cristianos.
El cristianismo católico había desarrollado una especie de gran pensamiento objetivo, expresado en una teología escolástica que podía presentarse como valiosa en sí mismo. Pues bien, a juicio de Lutero, las estructuras sociales y sacramentales de la iglesia medieval resultaban insuficientes para expresar la radicalidad del evangelio.
Se necesitaban otras formas de expresión del evangelio, capaces de manifestar la novedad de la experiencia de Jesús, tal como la había formulado San Pablo; se necesitaba un tipo de pensamiento y de organización distinta. La iglesia católica medieval había destacado el valor de los sacramentos y la institución jerárquica y sagrada de la sociedad. Daba la impresión de que el cristianismo se identificaba con unos ritos sacramentales y con unas instituciones de tipo religioso, que los creyentes aceptaban de un modo obediente y sumiso. En contra de eso, Lutero destacó el valor individual de la vida cristiana, la fe de cada uno, por encima de las obras externas y de la institución.
En principio, Lutero no quiso separarse de la iglesia católica, sino reformarla, desde la perspectiva de Alemania, donde propagó su nueva visión del cristianismo, traduciendo para ello la Biblia al alemán y pidiendo a los cristianos que la “interpretaran”, es decir, que pensaran por sí mismos. Pero la misma radicalidad de sus propuestas y el tenor de la reacción católica, mezcladas con otros motivos culturales y políticos, hicieron que su reforma y «protesta» viniera a desembocar en el surgimiento de una nueva iglesia, con sus instituciones y su jerarquía.
3. Momentos básicos del pensamiento luterano.
La Reforma Luterana es, ante todo, un nuevo pensamiento: una forma de situarse en libertad ante el legado cristiano (expresado en la Biblia), de manera que cada creyente aparece así como responsable de su visión y comprensión del evangelio. A los católicos se les había enseñado a escuchar y a obedecer (aceptar) la síntesis impresionante de doctrina y teología cristiana, expresada en los grandes marcos conceptuales y litúrgicos de la Iglesia. Pues bien, en contra de eso, Lutero quiso que cada creyente se situara de nuevo ante el Cristo de la Escritura Cristiana, con la responsabilidad de construir (de recrear) su propio pensamiento cristiano. Entre los elementos básicos de ese nuevo pensamiento luterano pueden contarse los siguientes.
a. Libre interpretación de la Escritura, por encima de las tradiciones eclesiales. La Iglesia romana había dejado la Escritura en manos de clérigos, que la interpretaban a partir de las propias tradiciones dogmáticas, sacramentales y administrativas. En contra de eso, Lutero puso la Biblia en manos de los nuevos creyentes, que aparecen así con capacidad de leer e interpretar la palabra de Dios. De esa manera, frente al pensamiento oficial de la Iglesia se eleva el “libre pensamiento” (la libre lectura) creyente de cada cristiano. Esta entrega de la Escritura en manos de todos los fieles tendrá unas consecuencias esenciales y revolucionarias en la vida del cristianismo posterior y en el pensamiento cristiano (y secular) de la Nueva Europa, que nace precisamente a partir de la libre lectura de la Biblia.
b. Sola Fides. La Iglesia romana había destacado el valor de las obras como medio de salvación, de unas obras que a veces parecían más rituales que morales, más sacramentales que meramente civiles y que, en sentido extenso, podían ser controladas por la misma Iglesia en un plano litúrgico y aún sacramental (por medio de la confesión). Pues bien, en contra de eso, sin negar en su plano moral el valor de las obras, Lutero ha puesto de relieve la importancia de la “fe” como experiencia interior de diálogo con Dios y de unión con Jesús crucificado. Esta reivindicación del valor de la fe, unida a la libertad de conciencia, ha hecho posible el surgimiento de una nueva subjetividad cristiana, vinculada a una moral interior, propia de cada creyente. Sin esta insistencia en la fe personal no se entiende el surgimiento de la nueva cultura occidental.
c. Radicalización del espacio sacramental. La Iglesia romana había desarrollado una fuerte sacralidad sacramental, de manera que en algunos momentos podía parecer que el despliegue de la gracia evangélica quedaba dependiendo de la misma administración de los sacramentos. En contra de eso, Lutero, que no ha negado en principio el valor de lo sacramental, ha insistido en la importancia de la fe, que vincula a los creyentes. Leer más…
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