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Año nuevo María madre: Dios está más allá del concepto de Padre y de Madre

Miércoles, 1 de enero de 2025

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AÑO NUEVO 3 MARÍA MADRE (C)

Lc 2,16-21

Hoy tenemos cuatro frentes abiertos: La circuncisión, la paz, María Madre y el tiempo. Empezaremos hablando de la circuncisión. Era el signo de pertenencia del pueblo judío. Para nosotros es imposible tomar conciencia de lo que la circuncisión significó y sigue significando para un judío. Es mucho más que un rito de iniciación. Significa la seña de identidad religiosa. Debemos desmontar el mito del “pueblo judío”. Un examen genético ha demostrado que no hay tal raza judía. Los judíos no vinieron de ninguna parte. Surgieron en la misma Palestina y se fueron aislando del resto. No tienen por padre a Abrahán ni a David. Tampoco es realista hablar de pueblo elegido.

A todos se nos llena la boca hablando de la paz, pero a nadie le interesa afrontar los retos que plantea. Todos pedimos a Dios que nos libre de la guerra, de los conflictos, de las peleas, pero no estamos dispuestos a exigir en nuestro entorno justicia y libertad, que son las condiciones de una auténtica paz. Luchar por la paz haciendo la guerra garantiza el fracaso. El concepto de guerra preventiva es perverso. El ser humano se puede defender de toda agresión sin tener que luchar contra nada ni contra nadie.

Juan XXIII, en su encíclica “Pacis in terris”, advirtió que la paz será la consecuencia de la Verdad, la Justicia, la Libertad y el amor. Esto lleva consigo tener claro que ningún ser humano es más que otro. Mientras no nos enteremos de esto, mientras haya un solo hombre, grupo o nación que se sienta superior, no podrá haber paz. Esta utopía debía ser el fundamento de toda relación humana. Hay muchas personas que intentamos ser justos, ser amables, ser comprensivos, pero con la condición de que no se ponga en duda nuestra superioridad. Esta postura tan generalizada es de auténtica hipocresía.

Unos buscamos la paz de los cementerios: ¡Que nadie se mueva! ¡Ay de aquel que se atreva a vivir! Ahí están los “vivos” de siempre, impidiendo el más ligero signo de vida a los demás. Otros nos contentamos con la paz romana: todos bajo la bota del imperio. Una paz que responde a la ley del más fuerte, sostenida con las armas. Que mueren personas inocentes, “daños colaterales”. Que quedan seres humanos destrozados, da lo mismo, lo importante es cumplir el objetivo. Paz conseguida gracias a que la inmensa mayoría no tiene capacidad de reivindicar los más elementales derechos y libertades.

La que debíamos buscar todos es la paz armonía, fruto de la Justicia. Pero el mayor enemigo de la justicia es la legalidad que unos pocos privilegiados imponemos a todos, buscando siempre nuestro provecho. ¿Qué pasaría si las leyes del comercio mundial las hicieran los países más pobres, en los que pasan hambre hasta la muerte? El primer objetivo de las grandes coaliciones entre las naciones es defender sus intereses económicos. ¿Contra quién? Es demencial. Y encima tenemos que estar oyendo todos los días que somos los buenos. ¡Qué iba a ser del mundo, si no fuera por nosotros!

María Madre. Es la fiesta más antigua de María que se conoce. Pablo VI la recuperó del olvido. Es bonito empezar el año mirando a María Madre, sobre todo si aprendemos a verla sin capisayos y abalorios. Se cree que la primera imagen que se tuvo de Dios fue la de Madre. María suple las carencias que conllevaba la idea de un Dios exclusivamente Padre. La maternidad de María es un dogma, definido en Éfeso en el 431. Es interesante constatar que ese dogma tuvo que ser aclarado y en cierto modo limitado, veinte años después por el concilio de Calcedonia (451) afirmando que María era madre de Dios “en cuanto a su humanidad“. Seguimos interpretando mal lo que el dogma quiso decir.

El dogma se definió para confirmar que el fruto del parto de María fue una única persona, contra la tesis nestoriana que afirmaba dos personas en Jesús. Fue una definición cristología, no mariológica. María no era aún motivo de la reflexión teológica. No debemos olvidar que este concilio lo promovió Nestóreo para condenar a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo y por lo tanto que María era con pleno sentido, madre de Jesús. A punto estuvo de condenarse como herejía el dogma definido.

La expresión “Theotokos” (que pare a Dios) se ha entendido mal, porque no se ha tenido en cuenta el sentido de la palabra en aquel contexto. Es ejemplo de cómo, conservando la palabra, estamos diciendo algo completamente distinto de lo que se quiso definir. En aquella época se creía que la nueva criatura procedía solo del padre. La madre no tenía otra misión que la de ser recipiente donde se desarrollaba la semilla. No se tenía ningún inconveniente en aceptar que alguien pudiera ser hijo de un dios naciendo de una mujer.

En la concepción de Jesús, no podemos mezclar lo biológico y lo divino. Se trata de dos planos de naturaleza distinta que no tienen posibilidad de interferir uno en otro. En el orden espiritual, lo biológico no tiene ninguna importancia. Hay que defender con rotundidad que lo que Jesús fue y significó, solo podía ser obra del Espíritu. Eso nadie lo pone en duda. En los relatos del nacimiento y bautismo, se ve con claridad: “Concebido por el Espíritu Santo”; “Nacido del Espíritu Santo”; “Ungido por el Espíritu Santo”; “Movido por el Espíritu Santo”; “El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada”.

Lo que estamos celebrando es que María hace presente a Dios (Emmanuel). S. Agustín dice que María fue madre de Dios, no por su relación biológica, sino por haber aceptado el proyecto de Dios. En eso, María puede seguir siendo modelo porque todos tenemos a Dios en el centro de nuestro ser y todos tenemos que dar a luz a Dios (Eckhart). Los primeros padres llamaban a la Iglesia partera, porque su misión era ayudar a los seres humanos a alumbrar a Dios. Dios sigue dándose a todos y cada uno de los hombres. Experimentar ese don es la tarea más importante que puede llevar a cabo un ser humano.

El cuarto tema es el tiempo (Año Nuevo). El comienzo del año nos tiene que hacer pensar en el tiempo y en la eternidad. Como seres construidos de materia, formamos parte del tiempo, del devenir, de la evolución. Pero a la vez, la eternidad, de alguna manera, nos está atravesando. Si camináramos por el tiempo con los ojos bien abiertos, descubriríamos horizontes de eternidad en la misma temporalidad. El concepto de eternidad que manejamos, como algo que está más allá del tiempo, nos está jugando una mala pasada. Alcanzaremos la eternidad sumergiéndonos en la temporalidad hasta el fondo.

En el NT se manejan dos conceptos muy distintos de tiempo. Uno es “Chairos” el tiempo astronómico (la medida del movimiento), que nos permite conectar con la realidad material y sentirnos inmersos en la contingencia. El otro concepto es el “Kairos”, que sería el tiempo psicológico o espiritual. Este nos permite ir más allá de lo temporal y experimentar en cualquier momento lo trascendente, lo divino, la eternidad. Para nuestra mente cartesiana es imposible hacernos a esta idea, pero es la base de toda espiritualidad.

 

 

 

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Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Se admiraban de lo que les habían dicho los pastores.

Miércoles, 1 de enero de 2025
IMG_9168Estas narraciones de los evangelios de la infancia de san Lucas necesitan ahondamiento para sacarles todo el provecho espiritual. Son muchos más que simples anécdotas.

Los pastores son en esta narración algo más que unas figurillas del Belén. Tienen un papel preponderante: anuncian, incluso a María y a José, el sentido del nacimiento de Jesús.

Tengamos en cuenta de que ser pastor era en aquel contexto social ejercer uno de los oficios considerados malditos porque los pastores vivían al raso descuidando a sus mujeres en casa durante la noche (eso decían), no iban a los rezos de la sinagoga, eran considerados ladrones, andaban siempre con vísceras y sangre, etc. Gente sin honor, los que no cuentan. Resulta que ellos son los mensajeros del nacimiento. Tiene la cosa metralla: los menos honorables son los mensajeros.

¿Qué mensaje traen esta gente de mal vivir? Que un envuelto en pañales y puesto en un pesebre es el que puede salvar. Que un humano pobre tiene la clave de la dicha y del éxito. Que lo humano, con toda su pobreza, es el camino para dar sentido a esta vida nuestra. Que la clave está en lo humano.

Algunos cristianos espirituales tuercen el gesto cuando se les dice que la clave de todo está en si eres humano o no. Piensan que la fe es algo más grande. Pero el asunto del creer es una cuestión de humanidad. Esa es la señal: unos pañales y un pesebre. Lo humano nos salva. ¿Cómo?

· Si piensas con humanidad: que es lo mismo que si piensas con bondad. Si dentro de ti hay uno que piensa con bondad, con amabilidad, con humanidad estás en la fe de Jesús.

· Si tienes un corazón sensible: si te importan los sufrimientos ajenos, si te conmueven las lágrimas de los pobres, si te mueves en la dirección de las pobrezas estás en la fe de Jesús.

· Si brota en ti la empatía: si conectas con la persona sencilla, si escuchas con agrado, si te interesas por el otro, si ayudas en lo que está en tu mano estás en la fe de Jesús.

Los pensadores de hace siglos, del tiempo de Jesús (Plinio el Viejo) decían ya que Dios se hace visible cuando un mortal ayuda a otro mortal. La sensatez nos dice que la cuestión religiosa, por la que a veces discutimos y clasificamos a las personas, se resuelve en algo tan simple: ayuda o no ayudas, cuidas al necesitado de cuna y pañales, al humano, o no lo cuidas.

Siguiendo las buenas tradiciones, muchos de nosotros ponemos en nuestra casa un sencillo belén que nos recuerda el nacimiento de Jesús. Está muy bien. Pero el verdadero belén es este que dicen los pastores: reconoce en el humano frágil la presencia de Dios. Y si la reconoces, ayúdale si lo necesita. Siempre dando vueltas a la misma masa. ¿Pero es que hay otra?

Fidel Aizpurúa Donazar

1 de enero de 2025

Fuente Fe Adulta

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María arquetipo de una espiritualidad para nuestro tiempo.

Miércoles, 1 de enero de 2025

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(Definimos arquetipo como prototipo ideal que sirve como ejemplo o pauta para reproducirlo).

Hoy, primer día del año 2022. Empieza un año en nuestro calendario: para la fe, es una continuidad, para el planeta es una millonésima de segundo en el conjunto de los billones de años del Universo. Y aquí estamos, muy puestos en decidir quién es quién en el conjunto de nuestro planeta: Quién toma las decisiones de quién vive y quién se extingue… también en la comunidad cristiana, nuestras decisiones pueden decidir quién se conecta con el Dios Vivo o quién sigue apoyando una religiosidad moribunda.

Y la liturgia de hoy nos viene enmarcada en una gran Bendición o decir-bien, de todo, y ello nos recuerda el deseo y cariño de una madre, lo que necesitamos ser para gestar la nueva humanidad. Empieza así:

…El Señor te bendiga y te proteja,

ilumine su rostro sobre ti

y te conceda su favor;

el Señor se fije en ti,

y te conceda la paz.

(Números 6, 22-27)

El tiempo actual no es muy distinto del de los orígenes del Cristianismo, por su complejidad socio-política y también religiosa.

El Evangelio de Lucas nos cuenta al principio de su relato que un anuncio al sacerdote del templo, Zacarías, no acogido, le deja mudo, porque interrumpe la comunicación con Dios al no fiarse de su Palabra, él, el que rezaba en nombre de todo el pueblo.

Entiendo la mudez también como el que hablando no dice nada, homilías repetitivas… ausencia de profetismo también en los responsables del templo de hoy.

La mudez de Zacarías, contrasta con la fe de su anciana esposa, que se atreve a creer contra toda lógica, y concibe y da a luz a un profeta, el cual, aprendió de su madre a serlo, anunciando con su vida que venía otro a quien él sólo preparaba el camino.

Esta fue la experiencia de Isabel, que recibe la visita inesperada de Miriam de Nazaret que también está gestando la vida que viene del Espíritu- Ruah.

Ellas toman otra ruta, y fecundadas por el Espíritu del Dios vivo, caminan y corren y se abrazan y danzan y denuncian la injusticia, anunciando un tiempo nuevo.

Isabel acoge el anuncio, y también la joven Miriam, quién a diferencia de Zacarías –el cual pide garantías– pregunta con inteligencia y apertura, cómo será aquello, y en ese diálogo –primera escuela de oración cristiana– la mujer de tú a tú con Dios, es la que propicia la presencia humana del Abba: Jesús.

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer… como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: Abbá, Padre. Así que ya no eres siervo sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios (Gal 4,4-7)

Los signos son para que entendamos por dónde anda Abba. Y nos hablan de una cueva, lugar que solemos esconder, tal vez lo identificamos con nuestra sombra, sin saber que ahí está la luz. Y nos hablan de unos astrólogos que siguiendo las estrellas se encuentran con Su estrella. Y nos dicen por dónde ir para encontrarla y por donde no ir.

Está claro, el único camino es el que evitamos.

Evitamos bajar a nuestra cueva, evitamos la intemperie por donde andan los pastores, los que también se dejan acompañar por las estrellas.

¡Qué poco nos gusta la noche! y sin embargo, es en el único espacio donde se pueden contemplar y disfrutar de las estrellas. Sólo que haya una luz artificial, ya brillan menos, y como consecuencia, nos cuesta discernir por dónde seguir.

Y nos dice Lucas, que la señal es encontrar a un niño envuelto en pañales…maravillosa descripción de la humanidad de Dios. Y a una chica: María que conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior (Lc 2,19).

Y yo sugiero que esta es una señal para nuestro mundo vacío de espiritualidad, cansado de una religión casi muda, o a veces, preferentemente muda.

La señal es que al inicio del cristianismo, está UNA MUJER QUE MEDITA.

Ella nos lo dice todo. Este es el arquetipo que hemos obviado y que mientras no lo atendamos y cultivemos, no veremos las estrellas, ni niños en las fronteras, ni mujeres consagrando la vida. Tampoco la madre de Jesús es digna del sacerdocio, por ser mujer (???)

Ella consagra su vida a educar al que nos dará la siguiente clave, la que llena la meditación silenciosa de Vida y futuro:

Al principio ya existía la Palabra, y la palabra era Dios. Ella contenía vida y la vida era la luz para la humanidad: esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado… a los que la aceptan los hace capaces de hacerse hijos de Dios: a esos que mantienen la adhesión a su persona… (Jn 1, 1ss)

María encuentra en el silencio reflexivo el consuelo, el camino y la fuerza para gestar la Palabra, como nosotros, cuando oramos desde el silencio, escuchando la Palabra que, como en ella, toma la forma del Cristo.

María nos abre el camino, hoy, primer día de un año, que se nos regala, y que es un gran interrogante, para que lo vivamos en plenitud, como hijas de Dios.

Que el Señor nos bendiga y proteja. Que nos ilumine y se fije en nosotrxs para que merezcamos ser llamadxs hijxs de Dios.

La meditación es la llave que abre la puerta a la cueva y que nos conduce a la Fuente. Es en ese silencio donde nos unimos con todas las personas de bien, de todas las religiones y espiritualidades, que han descubierto ahí la vida. Es la gran herramienta que puede enderezar el eje de nuestra vida y el del Planeta. Y, como siempre, todo empieza con una mujer. Feliz Año todas las mujeres, que como María de Nazaret bendecís, consagráis, predicáis, acompañáis la Vida.

¡Feliz y bien-empezado 2025!

Magda Bennásar Oliver, SFCC

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

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Santa María, Madre de Dios. Encontraron al recién nacido acostado en el pesebre.

Miércoles, 1 de enero de 2025

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Lc 2,16-21

La mujer está presente en la trama, en el tejido de la historia de la salvación. Así como la mujer ocupa un lugar central y único en la existencia de los seres humanos -la madre, la esposa, la hija, la hermana, la novia, la compañera-, así también en la historia de Dios ella tiene un lugar irreemplazable.

Dios actúa a través de realidades y mediaciones concretas que él ha creado, desde ellas y en ellas, encarnándose y encarnado en el mundo real. Por eso, para la llegada del Mesías, la mujer abrirá la puerta cerrada, la puerta de los tiempos mesiánicos. No sólo el hombre, el Bautista. Los dos primeros capítulos del evangelio de san Mateo y san Lucas están dominados por la mujer concreta: “Su nombre era María”.

La acción de la mujer en la historia santa es absolutamente personal. Reposa sobre un acto de confianza, de fe, de intrepidez, de coraje. No es meramente biológica, no se reduce a la gestación. No es una colaboración pasiva, sino eminentemente activa.

De esta historia la mujer recibe un impulso decisivo para emanciparse de la secular situación de humillación y discriminación; para asumir en sus propias manos las riendas de su destino; para entrar en diálogo con el hombre, como interlocutor de igual dignidad y personalidad. Todos los argumentos que esgrime la Iglesia católica sobre la mujer se nos caen de las manos. La relación de la iglesia institucional con las mujeres va más allá del consabido “papel de la mujer en la Iglesia”. Es algo de más calado. Atañe no sólo a la credibilidad de ésta sino a los pilares de la fe. ¿No han entendido el discipulado de iguales que Jesús inaugura? ¿Cuántos años más harán falta para superar la brecha de género fomentada por los discursos teológicos, homilías y formulaciones litúrgicas que promueven la inequidad, la resignación, la sumisión, en definitiva, la opresión, el único pecado que existe? ¿Hace falta crear una comisión para profundizar sobre el diaconado, el sacerdocio femenino y tantos otros planteamientos que atañen a más de la mitad de la humanidad y que no son más que una cuestión de poder? ¿Qué consecuencias se derivan de ello? ¿Cómo están afectando a las comunidades cristianas?

Nuestro Dios, que es comunicación y relación, entra en diálogo con la humanidad. Llegada la plenitud de los tiempos, la Palabra se hace uno de los nuestros, planta su tienda entre nosotros (Jn 1,12-14). El Pueblo de Dios escucha y se abre a esa Palabra, se deja iluminar por la luz que emana de ella. Oramos, pues, con la Palabra hecha carne, con la Luz que nos hace hijas e hijos de Dios.

En la primera lectura recordamos la bendición que ofrece Dios a los israelitas por mediación de Moisés (Nm 6,22-27). Bendecir es poner el nombre de Dios en la asamblea. Dios es la fuente de toda bendición y ésta abarca todo bien material o espiritual, siempre signo de la donación de Dios, de su protección, gracia y paz. “El Señor te bendiga y te proteja, haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te dé la paz. Así invocarán mi nombre y yo los bendeciré”. El reconocimiento de su hondura y significado lo enaltece como revelador.

El nombre de Jesús quiere decir “Dios salva, libera”, aludiendo a Moisés el liberador del pueblo de Israel contra la opresión del faraón. El cristianismo sólo se comprende desde un serio compromiso de liberación humana en todos los sentidos.

Los pastores representan a los sencillos, a los descartados y con no muy buena fama… que están vigilando su rebaño en la noche. Están en la noche quienes aún viven en la ignorancia de su ser sagrado, original. ¿No es lamentable escuchar todavía el relato del pecado original (que leímos el día de la Inmaculada), que es un mito narrado en un género literario y con un lenguaje simbólico, y no haber tenido una pedagogía de los orígenes como el encuentro de Dios con la humanidad, sin el sesgo de culpa, sexual?

Volviendo al texto, un ángel del Señor, presencia de Dios en el ser humano que se abre a lo trascendente, se les aparece y les da la señal: “Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Ellos acuden corriendo y encuentran a María, a José y al niño. ¿A qué se está refiriendo Lucas? ¿No es lo lógico que un recién nacido esté acostado?

En las Escrituras todo tiene un significado profundo, a veces oculto, no tan evidente. Encontrar al Niño implica que la persona, el ser humano concreto, no necesita salir de sí mismo, para encontrar la Verdad, pues Él ya puso su morada en el interior de cada criatura desde el principio. No es tanto buscarlo sino descubrirlo, reconocerlo en el propio corazón, en el hondón de la existencia, e ir retirando las capas que envuelven el preciado tesoro del Dios con nosotros/as para asombrarnos y sobrecogernos en la contemplación del Ser que nos habita, nos sostiene y nos nutre.

¿Cómo entramos en diálogo con él en la vida cotidiana? ¿Le hacemos un hueco, un espacio en medio de las prisas, trabajos estresantes, atender a la inmediatez de las redes sociales, ocupaciones, reuniones…? Un “yo” que, aliado con mis deseos, mis quehaceres, mis miedos, mis necesidades materiales e incluso espirituales, me evade, me desvía o me aleja del descubrimiento de lo esencial: Dios en mí, en nosotros/as, porque todo ello son capas, envolturas que deben ser reconocidas como lo que son, una ilusión de “ser”, que ocultan y ahogan la Verdad. Una vez metido en esa maraña de cosas y urgencias, supeditado al canto de sirenas del mundo y la sociedad actual, el ser humano no puede por menos de sentir un gran vacío que tratará de llenar creando una identidad que le dé seguridad, defensa y una excusa para no implicarse.

El Yo real permanece, pues, ignorado, oculto. Solo una mirada interior como la de María, una fe confiada que le impulsa a pronunciar su “Hágase en mí”, es capaz de gestar y alumbrar la Luz, la Verdad, el Amor que todo lo invade, que todos/as esperamos y necesitamos. “Y de repente, -escuchamos en lo escondido, en la intimidad de nuestro Ser- se juntó al ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres y mujeres que gozan de su amor”.

“María guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón”. Como María, la comunidad cristiana, reunida para celebrar y reavivar la memoria de Jesús, de su acción liberadora y emancipatoria, hace presente hoy, cada día, la gesta de Jesús en favor de todas y todos los que viven esclavizados, marginados. La vida del cristiano/a con su lucha y participación en favor de la libertad, actualiza la memoria dinámica de la historia de la salvación.

¡Gracias María, Hija de la Promesa, Madre de Jesús, vecina de Nazaret, María de Pentecostés y compañera del Pueblo de Dios que caminas a nuestro lado!

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

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Año Nuevo: el tiempo humano tiene nostalgia de la eternidad de Dios

Miércoles, 1 de enero de 2025

IMG_9167Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Tres motivos celebramos en este día 1 de enero: El año nuevo, María como madre de Dios y la jornada por la paz.

01.- Feliz año nuevo.

        En primer lugar feliz tiempo, feliz año nuevo, feliz vida.

La duración del ser humano es el tiempo, la duración de Dios es la eternidad. El tiempo tiene nostalgia de eternidad. Los seres humanos tenemos nostalgia de Dios

        Nos hará bien comenzar el año y continuar en la vida con la bendición que hemos escuchado en la primera lectura (Dios le dice a Moisés para que Aarón bendiga al pueblo): que el Señor nos bendiga y nos proteja

02.- Jornada por la Paz

Fue Pablo Vi quien hace 58 años estableció el día de año nuevo como jornada de la paz.

La paz, don y quehacer

  1. En la noche de Belén y en la noche de la historia resuena el cántico: gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz.
  2. La paz no es ausencia de guerra (mera tregua) ni equilibrio de fuerzas adversarias (guerra fría) ni situación de calma impuesta (orden público), ni dominio de alguna potencia.

La paz es «Shalom», armonía con Dios, con los hermanos y con la creación: es serenidad espiritual consecuencia de la justicia, la libertad y el amor.

La paz es un don de Dios en Cristo: creador de la paz. Cuando nace Jesús, el mensaje del cielo, la buena noticia (de los ángeles) es: “paz a los hombres que Dios ama“.

La paz es consecuencia del respeto a la dignidad personal; es cultura solidaria, bienes compartidos, sociedad justa.

Pero la paz es un quehacer. La paz se ve continuamente está amenazada constantemente por el pecado personal y social.

03.- María

Hoy celebramos también a María como madre del Señor.

        María vio y vivió muchos acontecimientos de su hijo Jesús que no entendía, o que seguramente le chocaban mucho, por eso fue la “primera creyente”. Desde el nacimiento de su hijo, Jesús, hasta su muerte (y resurrección), muchas cosas le resultaban chocantes e inexplicables. De ahí que María guardara todas estas cosas en su corazón y les daría más de cuatro vueltas.

María (y José) se muestran contemplativos y silenciosos ante la vida y actividad de Jesús.

Esa misma actitud puede ser la nuestra, cuando la sorpresa y el asombro ante los acontecimientos nos superan y “nos dejan sin palabras”.

La actitud contemplativa de María y José pudiera ser también la nuestra vivir en Silencio orante ante el misterio de Dios.

        María guardaba en su corazón lo vivido en el tiempo. La memoria, el corazón son el lugar del tiempo, de lo vivido, del kairós.

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“María de Nazaret, Madre del Hijo y Madre de la Iglesia”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Miércoles, 1 de enero de 2025

IMG_9185María de Nazaret, Madre del Hijo y Madre de la Iglesia. Una reflexión mariana para el 1 de enero de 2025.

La solemnidad de hoy nos ayuda a reconsiderar la figura de María de Nazaret en su calidad de «Madre de Dios».

Los sobrios relatos bíblicos sobre María dejan margen a la interpretación para acomodar esta figura central del cristianismo entre la invocación (actitud más católico-ortodoxa) y la evocación (actitud más protestante).

Pero no cabe duda de que ya desde los primeros años del siglo II, para todos los cristianos María desempeña un papel decisivo en la vida de Cristo y de sus discípulos. En el siglo II, en efecto, la mención de la «concepción virginal» de Jesús, hijo de María, entra en las confesiones de fe y no vuelve a salir de ellas.

Hay que señalar, sin embargo, que tanto el Símbolo de los Apóstoles (entre los más antiguos, aunque sin fecha) como el Símbolo de Nicea-Constantinopla asocian la mención de María al nombre de Pilato. En efecto, los protagonistas son tres: el Espíritu Santo, María y Pilato.

Tres sujetos que expresan tres dimensiones diferentes: dejando de lado la presencia dinámica de Dios (el Espíritu Santo), conviene recordar la tensión/relación entre María y Pilato; el testimonio y la participación activa de María contrastan con la total pasividad e indiferencia de Poncio Pilato.

La participación de María está en orden no sólo a la encarnación, sino también al «homo factus est», al hacerse hombre de Jesús; la pasividad total y laxa de Pilato, un vulgar administrador romano, está en relación con la muerte.

Creo que estos dos polos son interesantes para comprender la «maternidad activa», por un lado, y la «crueldad indiferente», por otro.

Pero hay otro contraste que esta vez nos viene de la narración bíblica: la oposición María-Pilato, dos maneras de vivir y de llegar a ser, se relacionan claramente con otro contraste: la escena tierna, dulce, casi anónima y ordinaria de Lc 2,1-7 revive en Lc 2,8-14: la gloria cantada por «un ejército celestial» y anunciada a los pastores. Y el «signo» sigue siendo el mismo: un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Toda persona lo es cuando es real; y toda mujer y todo hombre lo son cuando no permanecen indiferentes, como María.

María es quien guarda y construye lo que le caracteriza;

María es la que fortalece la determinación de crecer;

María es la que libera las buenas energías;

María es la que canaliza el buen coraje en la dirección correcta.

Pilato es aquel que ama por deber;

Pilato es aquel que espera sin compartir;

Pilato es aquel que no permite presencias ajenas sin instrumentalizarlas;

Pilato es aquel que deja su propia felicidad a la suerte.

No cabe duda, sin embargo, de que María no se queda sólo en un símbolo, sino que es una presencia mansa y humilde que nos acompaña en la historia; esa historia de uno mismo que, sin embargo, permanece en nuestras manos, que no han de lavarse en la prisa, en la distracción, en la rivalidad.

Y bajo el signo de la ‘gloria del niño nacido‘, la liturgia nos ayuda hoy a cantar, a participar en la historia, sin lavarnos las manos anónima y pasivamente, afrontando las guerras con determinación para alcanzar la ‘paz‘, el ‘shalom‘, que traducimos como ‘salvación‘.

Y ‘hoy‘ la salvación ha entrado en la historia y estamos en ella acompañados por María, ‘Madre del Hijo‘ y ‘Madre de la Iglesia‘.

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Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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A hard rain’s a-gonna fall (Va a caer una fuerte lluvia)

Martes, 31 de diciembre de 2024

Una mirada a nuestra vida… un deseo hacia el futuro…

Despedimos agradecidos este año 2024 en el que, a pesar del dolor por las personas que nos han dejado, de las dificultades, conflictos y guerras, injusticias, errores, desamores… sabemos que hemos recibido innumerables gracias, y sobre todo, la del deseo de sumergirse entre quienes más sufren, que nos han ayudado a seguir sembrando en este peregrinar por acercar el Reino de Dios a todas las personas sin distinciones de ninguna clase, pequeñas semillas que germinarán, cuando Dios quiera…

pareja guay

 

Oh,¿dónde has estado,
mi querido hijo de ojos azules?
¿dónde has estado,
mi joven querido?.

He tropezado con la ladera
de doce brumosas montañas,
he andado y me he arrastrado
en seis autopistas curvadas,
he andado en medio
de siete bosques sombríos,
he estado delante
de una docena de océanos muertos,
me he adentrado diez mil millas
en la boca de un cementerio,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

Oh, ¿y qué viste,
mi hijo de ojos azules?
Oh, ¿qué viste,
mi joven querido?.

Vi lobos salvajes alrededor
de un recién nacido,
vi una autopista de diamantes
que nadie usaba,
vi una rama negra
goteando sangre todavía fresca,
vi una habitación llena de hombres
cuyos martillos sangraban,
vi una blanca escalera
cubierta de agua,
vi diez mil oradores
de lenguas estaban rotas,
vi pistolas y espadas
en manos de niños,
y es dura, es dura,
es dura, y es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

¿Y qué oíste,
mi hijo de ojos azules?
¿Y qué oíste,
mi joven querido?.

Oí el sonido de un trueno,
que rugió sin aviso,
oí el bramar de una ola
que pudiera anegar el mundo entero,
oí cien tamborileros
cuyas manos ardían,
oí diez mil susurros
y nadie escuchando,
oí a una persona morir de hambre,
oí a mucha gente reír,
oí la canción de un poeta
que moría en la cuneta,
oí el sonido de un payaso
que lloraba en el callejón,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es dura la lluvia que va a caer.

Oh, ¿a quién encontraste,
mi hijo de ojos azules?
¿Y a quién encontraste,
mi joven querido?.

Encontré un niño pequeño
junto a un pony muerto,
encontré un hombre blanco
que paseaba un perro negro,
encontré una mujer joven
cuyo cuerpo estaba ardiendo,
encontré a una chica
que me dio un arco iris,
encontré a un hombre
que estaba herido de amor,
encontré a otro,
que estaba herido de odio;
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

¿Y ahora qué harás,
mi hijo preferido?
¿Y ahora qué harás,
mi joven querido?.

Voy a regresar afuera
antes de que la lluvia comience a caer,
caminaré hacia el abismo
del más profundo bosque negro,
donde la gente es mucha
y sus manos están vacías,
donde el veneno
contamina sus aguas,
donde el hogar en el valle
encuentra el desaliento de la sucia prisión,
y la cara del verdugo
está siempre bien escondida,
donde el hambre amenaza,
donde las almas están olvidadas,
donde el negro es el color,
y ninguno el número,
y lo contaré, lo diré, lo pensaré
y lo respiraré,
y lo reflejaré desde la montaña
para que todas las almas puedan verlo,
luego me mantendré sobre el océano
hasta que comience a hundirme,
pero sabré bien mi canción
antes de empezar a cantarla,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

*

Bob Dylan

***

***

Otro año del Señor…

“Para el hombre en Cristo, el ciclo de las estaciones es algo enteramente nuevo. Se ha convertido en un ciclo de salvación. El año no es simplemente un año más, es el año del Señor, un año en que el paso del tiempo mismo no sólo nos trae la natural renovación de la primavera y la fecundidad de un verano terrenal, sino también la fecundidad espiritual e interior de la gracia.

La liturgia hace que el mismo paso del tiempo santifique nuestras vidas, pues cada nueva estación renueva un aspecto del gran Misterio de Cristo vivo y presente en su Iglesia. Cada nueva fiesta nos llama la atención hacia la gran verdad de Su presencia en medio de nosotros. El ciclo litúrgico renueva nuestra redención en Cristo, y nos muestra que aunque estemos captados en una batalla entre carne y espíritu, la victoria ya es nuestra.

Para el creyente que vive en Cristo cada día nuevo renueva su participación en el misterio de Cristo. Cada día es un nuevo amanecer de esa lumen Christi, la luz de Cristo que no conoce poniente. Por eso, cada año litúrgico es un año de salvación, pero también un año de iluminación y de transformación.

La liturgia es la gran escuela de vida cristiana y la fuerza transformadora que vuelve a dar forma a nuestras almas y a nuestros caracteres en la semejanza de Cristo”.

*

Thomas Merton
Tiempos de celebración
Del blog Amigos de Thomas Merton

***

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“Pacto de las catacumbas: la Iglesia con identidad humilde y sencilla para los pobres”, por Julián Bedoya Cardona

Martes, 31 de diciembre de 2024

IMG_8924“Nos urge la revolución de la ternura y del amor”

“Haciendo memoria al Pacto de las Catacumbas, hito de los obispos que en su radicalidad optan por los pobres y una vida austera. Esperando recuperar estas voces y matices de ser Iglesia “

“Para la ocasión, Gregoire Hadad, obispo de Beirut, redactó un texto de claro compromiso para la época posconciliar el 16 de noviembre de 1965”

“La conmemoración nos permite interpretarlo en una perspectiva no solo episcopal, sino también de historia y teología, abierta a todos los espacios de vida y misión de los cristianos en un mundo donde aflora la acumulación, los portentos y riquezas”

Durante el último año del Concilio llegó a formarse un grupo considerable de partidarios de una Iglesia humilde y sencilla. Estos querían que se aprobara un decreto especial por el que los padres conciliares se comprometieran a luchar en favor de la sencillez evangélica y en contra de las viejas tentaciones triunfalistas. Centenares de obispos se mostraron dispuestos a dar el paso. Pero el decreto no se aprobó. Lo que sí aprobaron los padres conciliares es el #8 de la constitución dogmática Lumen Gentium:

Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres. Cristo Jesús, «existiendo en la forma de Dios…, se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo» (Flp 2,6-7), y por nosotros «se hizo pobre, siendo rico» (2 Co 8,9); así también la Iglesia, aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos» (Lc 4,18), «para buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo… 

Gregoire Hadad, obispo de Beirut, quien había sido consagrado obispo en 1949 fue invitado por varios obispos de diversos países; redactó un texto de claro compromiso para la época posconciliar el 16 de noviembre de 1965, en él se reunía lo que se había elaborado en diversos equipos que no se conocían, pero que estaban animados por el mismo Espíritu.

Completado y aprobado por varios cardenales y obispos, se dirigió el texto a los padres conciliares, para que estudiaran, discutieran y tomaran posición frente a él, sirviendo de meditación y compromiso de conciencia. No se trataba sino de sugerencias, cuya aplicación páctica ha de ir dictada por las circunstancias de cada lugar y las llamadas que cada uno sienta a conciencia. Dicho documento recibió el título del esquema XIV.

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Comparto parte del testamento del esquema XIV:

Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, habiendo sido iluminados sobre las deficiencias de nuestra vida de pobreza, según el Evangelio, animados mutuamente, de forma que cada uno quiere evitar las singularidades y la presunción, unidos a todos los hermanos en el episcopado, contando con la fuerza y la gracia de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y presbíteros de nuestras diócesis respectivas, y colocándonos por el pensamiento y la oración ante la Santísima Trinidad, la Iglesia de Cristo, y los presbíteros y fieles de nuestra diócesis, en la humildad y en la conciencia  de nuestra debilidad, pero también con toda determinación, y fuerza que Dios nos quiere conceder por su gracia, nos comprometemos a lo que sigue. 

1.- Procuraremos vivir según la manera ordinaria de nuestra población, en lo que se refiere a la vivienda, alimentos, medios de transportes.

2.- Renunciaremos para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en los hábitos (telas de calidad, colores vistosos), en las insignias de metales preciosos (deben ser evangélicas). El maestro vivió pobremente y debemos seguirlo en su pobreza.

3.- No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni cuentas bancarias a nombre propio. Si es preciso tenerlos, pondremos todo a nombre de la diócesis o de las obras sociales o caritativas.

4.- Confiaremos siempre que sea posible la gestión financiera y material, en nuestra diócesis, a un grupo de laicos competentes y conscientes de su deber apostólico, para ser más pastores que administradores.

5.- Nos negamos a que se nos llame de palabra o por escrito con nombres y títulos que significan grandeza y poder (eminencia, excelencia, monseñor…). Preferimos el titulo evangélico de Padre.

6.- Evitaremos en nuestra conducta y relaciones sociales lo que puede parecer que da privilegios, prioridades, o incluso preferencias a los ricos y a los poderosos (banquetes ofrecidos y aceptados, clases en los servicios religiosos).

7.- Evitaremos igualmente animar o halagar la vanidad de cualquiera con vistas a recompensas, dones o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a considerar sus ofrendas como una participación normal en la liturgia, en el apostolado y en la acción social.

8.- Daremos todo lo que sea necesario (tiempo, reflexión, corazón, medios…) para el servicio apostólico y pastoral de las personas, grupos de trabajadores, económicamente débiles y subdesarrollados, sin que esto sea un perjuicio para otros grupos y personas de la diócesis. Sostendremos a los laicos, religiosos, diáconos y presbíteros que el Señor llame a evangelizar a los pobres y a los obreros, compartiendo su vida y su trabajo.

9.- Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad y de sus relaciones mutuas, intentaremos transformar las obras de “beneficencia” en obras sociales, basadas en la caridad y en la justicia, que tienen en cuenta de todo y de todas exigencias como un servicio humilde de los organismos públicos competentes.

10.- Procuraremos por todos los medios que los responsables de nuestros gobiernos y de los servicios públicos decidan y apliquen las leyes, estructuras e instituciones sociales necesarias para la justicia, igualdad y desarrollo armónico y total de los hombres, y se consiga así un orden social nuevo, digno de los hijos del Hombre y de los hijos de Dios.

11.- Ya que la colegialidad de los obispos encuentra su realización más evangélica en compartir la carga común de las mayorías en estado de miseria física, cultural y moral; nos comprometemos: a participar según nuestros medios en las inversiones urgentes de los episcopados en las naciones mas pobres, a requerir de forma conjunta a los planes de organismos internacionales, pero testimoniando el Evangelio, como Pablo VI en la ONU, la realización de estructuras económicas y culturales que no produzcan naciones proletarias en adelante en un mundo cada vez mas rico, sino que permitan a las mayorías salir de sus miserias.

12.- Nos comprometemos a compartir en la caridad pastoral nuestra vida con nuestros hermanos en Cristo, presbíteros, religiosos, laicos, para que nuestro ministerio sea un servicio verdadero. Nos esforzaremos a revisar nuestra vida con ellos; suscitaremos colaboradores para ser animadores según el Espíritu más que los jefes según el mundo; intentaremos estar presentes de la manera más humilde, acogiendo a todos; nos mostraremos abiertos a todos, sea cual sea su religión.

13.- Nos comprometemos a que, cuando regresemos a nuestras diócesis, haremos conocedores a nuestros diocesanos del compromiso que hemos tomado por los medios más discretos, pero, al mismo tiempo, más eficaces, pidiéndoles que nos exijan cuenta de los diversos puntos de este compromiso, y que nos ayuden con su comprensión, concurso y oraciones.

IMG_8922El Pacto de las Catacumbas quiso ser el texto y el compromiso concreto de un reducido número de obispos (no se sabe con exactitud, si fueron 39 o 40 obispos), que lo firmaron en su propio nombre, en el contexto del Concilio, pero no en el aula rica del Vaticano, sino en la catacumba pobre de Domitila, en un lugar donde se mantiene viva la tradición de la Iglesia de los perseguidos y marginados de la antigua Roma. La conmemoración nos permite interpretar el Pacto en una perspectiva no solo episcopal, sino también de historia y teología, abierta a todos los espacios de vida y misión de los cristianos en un mundo donde aflora la acumulación, los portentos y riquezas.

En el 2016 el Papa Francisco envió una carta a Julian Carrón donde pide un retorno a las raíces “en un mundo desgarrado por la lógica del beneficio que produce nuevas pobrezas y genera la cultura del descarte, no dejo de involucrar la gracia de una Iglesia pobre y para los pobres. No es un programa liberal, sino un programa radical”.

Muchos de los que hoy en la Iglesia optamos y realizamos la opción preferencial por los pobres nos miran como “bichos raros, con desdén… debemos hacer el pacto de las catacumbas o renovarlo quedándonos bien grabadas las palabras de Jesús “a los pobres siempre los tendrán y podrán ayudarlos cuando quieran” (Mc 14, 7) “todo lo que hicieron a mis hermanos necesitados a mí me lo hicieron”. En ocasiones los pobres lo único que reciben es la indiferencia (pecado social). Como nos ha dicho el Papa Francisco en repetidas ocasiones: nos urge la revolución de la ternura y del amor.

Fuente Religión Digital

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En Navidad

Lunes, 30 de diciembre de 2024

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En Navidad,
buscar es mi oficio;
encontrar, tu regalo gratuito;
y compartir, el desafío abierto
que tengo todos los días
que sueño,
vivo
y gozo
las buenas nuevas
que nacen en tu regazo
y dejas en mis manos.

Y cuando no es Navidad
por el tiempo,
el clima,
los sentimientos
o los hechos…
¡lo mismo!

*
Florentino Ulibarri

Fuente Fe Adulta

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La Sagrada Familia: un giro de 180 grados respecto de los ideales heteronormativos

Lunes, 30 de diciembre de 2024

IMG_9199La reflexión de hoy es de Cristina Traina, titular de la Cátedra Cardenal Avery Dulles, S.J. de Teología Católica en la Universidad de Fordham y colaboradora de Bondings 2.0, cuya biografía y ensayos anteriores se pueden encontrar aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy del Domingo de la Octava de Navidad: la Sagrada Familia Jesús, María y José, están disponibles aquí.

Puede que no haya una fiesta en el año eclesiástico que resulte menos hospitalaria para los católicos queer que la Fiesta de la Sagrada Familia. Parece seguir el mensaje de bienvenida de la encarnación de Dios para todos con la rápida advertencia: “excepto para ti”. Esto es cierto no solo para las personas queer, sino para todas las familias que han sufrido la muerte, la separación, el divorcio, la deportación, el encarcelamiento o cualquier otra circunstancia que impida que su hogar se parezca (o a veces incluso intente parecerse) al modelo de familia nuclear heteronormativa: María, José y Jesús.

Sin embargo, los gráficos idílicos de la familia nuclear “tradicional” de estilo de los años 50 que Grace Bulletin cubre e inspira homilías son engañosos. En las Escrituras, la verdadera Sagrada Familia es queer y no conformista. María, una joven que ya estaba comprometida con un hombre llamado José, concibió a Jesús fuera del matrimonio en una aparente infidelidad. La analogía más cercana a la concepción de Jesús es la inseminación artificial por un donante, un método que el Vaticano prohíbe.

Para aumentar la complejidad de la historia, María habría sido madre soltera si no hubiera sido por un sueño que animó a José a casarse con ella de todos modos y servir como padrastro de Jesús. Lejos de vivir vidas tranquilas, los ocupantes romanos los obligaron a viajar a Belén justo antes de la fecha prevista del parto de María, lo que la obligó a dar a luz en la inmundicia y la pobreza, y luego a huir a Egipto como refugiada de un Herodes asesino.

Y ni siquiera hemos explorado los eventos sobrenaturales que rodean a la estrella, los Reyes Magos, las huestes de ángeles y los pastores, el comportamiento salvaje y loco de Juan, el primo de Jesús, o los ritmos de sumisión a Dios y fortaleza resuelta en la adversidad de Santa María y San José en el primer siglo. En el evangelio de Lucas, que cuenta la historia más detallada de los primeros años de vida de Jesús, la Sagrada Familia está formada por tres personas que, en su mayoría, no tienen parentesco entre sí y que, bajo presión, hacen todo lo posible por sobrevivir juntas.

En resumen, desde el punto de vista de los evangelios, la Sagrada Familia está 180 grados alejada de la familia heteronormativa idealizada. En cambio, la familia se vuelve tan extraña en tantas direcciones que uno se pregunta por qué los católicos la han reverenciado como modelo familiar. Por ejemplo, según la teóloga Carrie Frederick Frost, en el cristianismo ortodoxo “la Sagrada Familia” no suele referirse a Jesús, María y José, sino a la familia heterosexual de María, la Madre de Dios, con sus padres, Ana y Joaquín.

IMG_9195Tal vez esta extrañeza bíblica explique la sorprendente ambivalencia del leccionario a la hora de destacar a la Sagrada Familia como modelo de matrimonio y paternidad heterosexuales. En cambio, ofrece una amplia gama de posibles opciones de lectura. Según su parroquia, la primera lectura podría advertirle que reverencie a su padre, que está en un puesto de honor sobre usted (Eclesiástico 3). O tal vez te recuerde que cuando Dios respondió las oraciones de Ana por un hijo, Ana contradijo los ideales devocionales de la maternidad y la sumisión de la esposa al sacar al niño Samuel de su casa, dedicarlo al Señor y dejarlo en el templo (1 Samuel 1).

El salmo que escuchas puede alabar a la esposa que es como una vid fructífera casi invisible y a los hijos que son como plantas de olivo (Salmo 128), o puede expresar un anhelo de habitar en la casa de Dios (Salmo 84). La epístola puede ordenar a las esposas que se subordinen a sus esposos (Colosenses 3:18), amonestarte a “vestirte de amor” y “dejar que la paz de Cristo controle” tu corazón (Colosenses 3:12-17), o recordarte que es el amor de Dios por nosotros lo que nos hace hijos en la familia de Dios (1 Juan 3:1-2).

La única lectura obligatoria es el evangelio, el relato de Lucas sobre la decisión de Jesús, de doce años, de abandonar a sus padres y conversar con eruditos rabinos en el templo de Jerusalén (Lucas 2:41-52). Además de la creíble desobediencia de Jesús y la comprensible preocupación de sus padres, amplifica la visión completamente queer (extraña) que Lucas tiene de la Sagrada Familia. “¿No sabían que yo debo estar en la casa de mi Padre?”, pregunta Jesús, como un estudiante de secundaria que se pierde y luego es encontrado y pone los ojos en blanco y le dice a su madre y padrastro: “¡Bueno, me tocó a mí ir a la casa de papá el fin de semana pasado!”. En otras palabras, el leccionario da cabida a los ideales familiares “tradicionales”, pero también promueve otras visiones de la familia.

Esta ambivalencia resulta menos sorprendente cuando nos damos cuenta de que, según el erudito en patrística Michael Foley, el término “Sagrada Familia” probablemente fue aplicado por primera vez a Jesús, María y José por san Bernardino de Siena (1380-1444). No fue hasta el siglo XVII que los cristianos occidentales desarrollaron devociones en torno a cada uno de los miembros de la familia, y no fue hasta finales del siglo XIX –con el ideal de la familia nuclear en lugar de la extensa y las familias nucleares reales bajo la amenaza de las injusticias del trabajo industrial– que el Papa León XIII trazó una clara línea divisoria entre la Sagrada Familia y los hogares cristianos. De hecho, Foley escribe: “Durante los primeros mil trescientos años del cristianismo, el término ‘sagrada familia’ se utilizó sólo en referencia a los miembros de Cristo en lugar de a sus parientes; es decir, la sagrada familia era la Iglesia.

De hecho, como ha argumentado la teóloga Elizabeth Stuart, todas nuestras conexiones e identidades humanas palidecen ante nuestra identidad bautismal, que nos proclama como hijos amados de Dios y hermanos en Cristo mediante el poder del Espíritu Santo. Aprovechemos el día de hoy para celebrar esta visión original de la Sagrada Familia y para dar gracias por la red de relaciones humanas queer, complicada y amorosa que magnifica nuestras alegrías y alivia nuestras adversidades. Nada podría ser más bíblico.

—Cristina Traina, 29 de diciembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Navidad… hagamos Familia, vivamos “todas” las familias…

Domingo, 29 de diciembre de 2024

El Verbo se hizo hombre… se hizo clase…

*

JESÚS ADOLESCENTE EN EL TALLER DE JOSÉ.-John Everett Millais

En el vientre de María el Verbo se hizo hombre,

y en el taller de José, el Verbo se hizo clase...”

*

Pedro Casaldáliga

***

Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.

Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.

A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:

“Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.”

Él les contesto:

“¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”

Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.

Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

*

Lucas 2, 41-52

***

 

        Esta página de Lucas es la única en todo el evangelio en la que contemplamos a los tres miembros de la Sagrada Familia actuando como personas responsables y libres. En los episodios que preceden, Jesús es un niño, que no tiene aún ninguna autonomía; en las que siguen, José ha vuelto a la sombra -probablemente la sombra de la muerte- y no aparece más.

        Y bien, en esta narración los tres personajes aparecen como “buscadores de Dios”. Son apasionados y angustiados buscadores de Dios María y José, que pensaban buscar un niño perdido mientras iban tras uno en el que reside corporalmente la plenitud de la divinidad, como dice san Pablo (cf. Col 2,9); uno que, desde la eternidad, es el Verbo, que en el principio estaba ¡unto a Dios y era Dios (cf. Jn 1,1); uno que es el Señor del cielo y de la tierra (Mt 28,18).

        Es un buscador del Padre Jesús que, fascinado por el templo, no sabe marcharse: se queda nada menos que tres días, encantado, interrogando y escuchando insaciablemente a los rabinos que hablaban del Dios de Israel.

        Es una verdad difícil de comprender para los hombres, pero el significado más auténtico y profundo de sus casas es el de ser lugares donde, en la dulzura de afectos serenos e intensos, se debe ante todo buscar a Dios, al Dios que es la sede eterna y la fuente originaria de todo amor.

*

G. Biffi,
Homilía sobre la Sagrada Familia

***


Todas las Familias

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El niño iba creciendo, lleno de sabiduría
(Lc 2, 22-40)

***

La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.

Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.

Comunidad Anawin de Zaragoza

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“Dejar a Jesús entrar en nuestra casa”. Sagrada Familia – C (Lucas 2,41-52)

Domingo, 29 de diciembre de 2024

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Necesitamos ante todo buscar, cuidar y desarrollar un proyecto sano, digno y dichoso de familia que pueda plasmarse en la vida concreta de cada hogar. Jesús, acogido con fe y convicción en nuestra familia, nos puede ayudar a corregir y mejorar nuestro modo de vivir y nos puede descubrir un camino nuevo más digno de seguidores de su Evangelio.

Dejar a Jesús entrar en nuestra casa significa arraigar la familia con más verdad, más pasión y más ilusión en su persona, su mensaje y su proyecto del reino de Dios. Muchas cosas habrá que hacer los próximos años para reavivar nuestras familias, pero nada más decisivo que poner a Jesús en el centro del hogar, confiando en su promesa: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo» (Mateo 18,20). No estáis solos. En el centro de vuestro hogar está Jesús. Él os reúne, os alienta y os sostiene. Con Jesús todo es posible.

Acoger a Jesús en el hogar es tarea de toda una vida. Lo primero es aprender a vivir en el hogar con un corazón nuevo y un espíritu renovador. Esto significa empezar a vivir una relación nueva con Jesús, una adhesión más viva. Una familia formada por cristianos que apenas conocen a Jesús, que solo lo confiesan de vez en cuando y de manera abstracta, que nunca leen el evangelio, que se relacionan con un Jesús mudo del que no escuchan nada especial, nada de interés para el hombre y la mujer de hoy, un Jesús apagado que no atrae ni seduce, que no toca los corazones…, es una familia que difícilmente podrá sentir su fuerza renovadora.

Si ignoramos a Jesús y desconocemos su mensaje, no podremos orientar nuestra vida de familia desde su Evangelio. Si no sabemos mirar el mundo, la vida, las personas, los hijos, los problemas… con los ojos con que Jesús miraba, diremos que contamos con la luz privilegiada de la revelación, pero seremos una familia ciega que no sabe mirar la vida como la miraba Jesús. Y si no escuchamos el sufrimiento de la gente con la atención, la sensibilidad y la compasión con que Jesús escuchaba a los que encontraba sufriendo en su camino, seremos familias sordas. Y si no sintonizamos con el estilo de vivir de Jesús, con su pasión por hacer un mundo más justo, con su ternura hacia los niños, con su perdón a los despreciados…, no sabremos transmitir lo mejor que Jesús transmitía, lo más valioso, lo más atractivo: su Buena Noticia.

Se trata de vivir en nuestras familias esta experiencia: caminar los próximos años hacia un nivel nuevo de convivencia familiar, más inspirada y motivada por Jesús, y hacia una dinámica y un estilo de vida mejor orientados a abrir caminos al reino de Dios, es decir, a ese mundo nuevo más humano y dichoso que quiere el Padre para todos, empezando por los últimos. Después de veinte siglos de cristianismo, las familias cristianas necesitan un «corazón nuevo» para vivir y comunicar la Buena Noticia del Dios revelado en Jesús en medio de la sociedad actual. Lo decisivo es no resignarnos a vivir hoy en familia sin Jesús

José Antonio Pagola, Dejar entrar en casa a Jesús
PPC Madrid 2018, 86-88

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“Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros”. Domingo 29 de diciembre de 2024. Sagrada Familia

Domingo, 29 de diciembre de 2024

06-sagradafamilia (C) cerezoLeído en Koinonia:

Eclesiástico 3, 2-6. 12-14: El que teme al Señor honra a sus padres.
Salmo responsorial: 127, 1-2. 3. 4-5: Dichosos los que temen al Señor.
Colosenses 3, 12-21: La vida de familia vivida en el Señor.
Lucas 2, 41-52: Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros

Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Los textos de la liturgia hacen referencia a temas familiares. En la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, escuchamos los consejos que un hombre, Ben Sirac, que vivió varios siglos antes de Jesucristo, da a sus hijos. El respeto y la veneración de éstos hacia sus padres es cosa agradable a los ojos de Dios, que éste no dejará sin recompensa. Los hijos que veneren a sus padres serán venerados a su vez por sus propios hijos. Todos estos consejos, aún conservando hoy plena validez, parecen insuficientes, puesto que están dados desde una mentalidad estrictamente rural, en donde otros aspectos de la vida familiar no son tenidos en cuenta. No sólo importa hablar hoy del respeto que los hijos deber a los padres, sino de la actitud de éstos con relación a los hijos. Esta insuficiencia resulta particularmente notable en momentos como los actuales, cuando la familia tiene planteados problemas de pérdida de sus funciones.

Desde una perspectiva cristiana, la familia continúa teniendo una función insustituible: ser una comunidad de amor en donde los que la integran puedan abrirse a los demás con una total sinceridad y confianza. Dejando aparte los consejos que en último lugar da San Pablo, y que son puramente circunstanciales y muy ligados a las costumbres y mentalidad de la época, la exhortación a la mansedumbre, a la paciencia, al perdón y, sobre todo, al amor, es algo realmente básico para la familia de nuestro tiempo.

El evangelio de Lucas en el que se nos cuenta la pérdida del niño Jesús en el Templo, fue escrito probablemente unos cincuenta años después de este suceso. Doce años es, aproximadamente, la época en que los niños comienzan a sentirse independientes. Para Lucas, esta primera subida de Jesús a Jerusalén es el presagio de su subida pascual y por ello, estos acontecimientos hay que leerlos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.

La sabiduría de Cristo ha consistido para Lc en entregarse desde su joven edad “a su Padre”, sin que esto quiera decir que supiera ya adónde le llevaría esa entrega. Pero en ella va incluida ciertamente la decisión de anteponer su cumplimiento a toda otra consideración. Sus padres no tienen aún esa sabiduría. María parece que llega a presentirla. Pero, de todas formas, respetan ya en su hijo una vocación que trasciende el medio familiar. Y esto es algo muy valioso para cada una de nuestras familias. La educación de los hijos tiene que comenzar por una actitud de sincero respeto. Si no, es imposible que surja la compresión y el amor.

Pablo da algunos consejos para la convivencia con otros. Se requiere humildad, acogida mutua, paciencia. Y si fuese necesario, perdonar. Así procede Dios con nosotros. Su actitud debe ser el modelo de la nuestra (v.12-13). Pero, “por encima de todo”, está el amor, de Él tenemos que revestirnos, dice Pablo empleando una metáfora frecuente en sus cartas (v.14). De este modo “la paz de Cristo” presidirá en nuestros corazones (v.15).

Si el amor es el vínculo que une a las personas, la paz se irá construyendo en un proceso, los desencuentros irán desapareciendo (los enfrentamientos también) y las relaciones se harán cada vez más trasparentes. En el marco de la familia humana, esos lazos son detallados en el texto del Eclesiástico (3,3-17).

Lucas nos presenta a la familia de Jesús cumpliendo sus deberes religiosos (vv. 41-42). El niño desconcierta a sus padres quedándose por su cuenta en la ciudad de Jerusalén. A los tres días, un lapso de tiempo cargado de significación simbólica, lo encuentran. Sigue un diálogo difícil, suena a desencuentro; comienza con un reproche: “¿Por qué nos has hecho esto?”. La pregunta surge de la angustia experimentada (v. 48). La respuesta sorprende: “¿Por qué me buscaban?” (v. 49), sorprende porque la razón parece obvia. Pero el segundo interrogante apunta lejos: “¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?”. María y José no comprendieron estas palabras de inmediato, estaban aprendiendo (v.50).

La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos. Las cosas se harán paulatinamente más claras. Lucas hace notar que María “conservaba todas las cosas en su corazón” (v. 51). La meditación de María le permite profundizar en el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso, por momentos difícil, que lleva a la comprensión de los designios de Dios. Ella es como primera discípula, la primera evangelizada por Jesús.

No es fácil entender los planes de Dios. Ni siquiera María “entiende”. Pero hay tres exigencias fundamentales para entrar en comunión con Dios: 1) Buscarlo (José y María “se pusieron a buscarlo”); 2) Creer en Él (María es “la que ha creído”); y 3) Meditar la Palabra de Dios (“María conservaba esto en su corazón”). Leer más…

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Sagrada Familia: Estirpe de Dios, juzgados (=salvados) por un crucificado

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_9216Del blog de Xabier Pikaza:

Este día de la Sagrada Familia (29.12.24)  solemos evocar la pequeña casa de Jesús con José y María, en Belén o Nazaret. Pero hoy quiero recordar la gran familia de la humanidad, que Pablo definió en Atenas como estirpe de Dios, en quien vivimos, nos movemos y somos, siempre con riesgo de perdernos, pero  juzgados (salvados en amor) por el (un) crucificado.  

  Citaré primero el texto y lo comentaré con brevedad, para exponerlo después con cierto detalle, indicando, al fin, la fuente de mi exposición.

29Por tanto, si somos estirpe (=genos, género)de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. 30Así pues, pasando por alto los tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. 31Porque tiene señalado un día en que juzgará (salvará) al universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos».  (Hechos 17, 26-31),

Ésta es la parte central de discurso de Pablo en el Areópago de Atenas (Hch 17).   Para conectar con sus oyentes, Pablo empieza recordando que en Atenas había un altar particular (un bômon) dedicado al Dios desconocido.   Sabe que los atenienses han sido y siguen siendo buscadores de Alguien al que ignoran, y así les dice: eso que veneráis sin conocerlo (touto, en neutro) es el Dios que yo os anuncio.

 (a) Él nos ha hecho para habitar (katoikein) en la tierra, conforme a la palabra de Gen 1, 28: creced, multiplicaos, llenad la tierra, sin prioridad de un pueblo sobre otros, rechazando así en posible particularismo griego o judío, pues la tierra entera es de todos y para todos los hombres

(b) Nos ha hecho para buscarle (dsêtein), es decir, para encontrarnos a nosotros. Esta es la tarea humana: Habitar en el mundo y buscar a Dios, pues en élios vivimos, nos movemos y somos, siendo todos de su estirpe (como dice el poeta pagano Arato, Phaen. 5)

(d) Pues somos todos de su estirpe… Ése es uno de los pocos lugares donde la Escritura cristiana (Pablo) cita como autoridad a un poeta pagano, que “genos” (estirpe, familia) de Dios… Otros pueblos se distinguían por tribus, lengua y naciones, como dice sin cesar la Biblia.

Novedad cristiana:  Dios del resucitado (=del crucificado: Hch 17, 30‒33).

IMG_9215            Nos ha hecho Dios de su familia (genos) para buscarle, encontrarle y vivir en él, pero en general nos hemos perdido. No vivimos en Dios, sino en nuestros conflictos, en nuestro deseo de poder y de dinero.

  ‒ Pero Dios ha pasado por alto (hyperidônlos tiempos de ignorancia (agnoia) de los hombres.  No quiere que nos perdamos, no nos abandona, ni en Atenas, la ciudad de la gran sabiduría del mundo.

‒ Por eso, Dios anuncia y ofrece conversión, transformación (metanoia, nuevo nacimiento) a los hombres ignorantes, perdidos en un mundo de deseos, de poderes que nos esclavizan.    Dios ha querido, quiere darnos, una oportunidad de nuevo nacimiento, para que vivamos, nos movamos y seamos.

Este fue el argumento del gran discurso de Pablo en Atenas, ante los “jueces” del Areópago. Dios quiere ofrecernos su salvación por un “crucificado”, a quien ha resucitado de los muertos, para resucitarnos a todos con él. La salvación de Dios (=la renovación de la vida humana) no viene por el poder, dinero e inteligencia de un mundo que se busca a sí mismo, sino por un crucificado, es decir, por los expulsados de la sociedad humana, por las víctimas, como Jesús crucificado, por los niños, como Jesús que nace en un pesebre de pastores, expulsado de Belén.

   Éste es el tema de la introducción de un libro que estoy terminando  con el título En él vivimos, nos movemos y somos. Un camino de vida por la Biblia.  No lo he publicado, lo estoy terminando de escribir. Me gustaría que saliera a la luz el próximo año 2025. Para este día de la familia ofrezco a mis lectores las primeras páginas de la introducción de ese libro que titulará, Dios mediante, En él vivimos, nos movemos y somos.

Los atenienses antiguos aceptaron la primera parte del discurso de Pablo: En Dios vivimos, nos movemos y somos porque eso no les compromete a nada. Pero no pueden aceptar la segunda parte: La resurrección de los muertos, de los crucificados. En un sentido general… con Dios o sin Dios todo es lo mismo. Vivir en Dios puede ser una pura tautología: Vivir en la vida… La novedad de la familia cristiana (del Dios verdadero) es la resurrección de los muertos concretos, es decir, de los crucificados. Porque esto sí que nos hace familia:

 –Los crucificados, los expulsados, las víctimas… nos hacen familia en Dios

Creer que Dios resucita a los crucificados, a las víctimas, significa que Dios nos hace ser familia por medio de ellos y para ellos… Por amor de y amor para los “crucificados” nos hacemos familia.

En él vivimos, nos movemos y somos (de la introducción al libro

Un escritor llamado Lucas, escenificó el comienzo del cristianismo en un capítulo y discurso del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 17, 16-34), un texto de gran densidad que aquí recojo como introducción y encuadre de este camino de espiritualidad cristiana:

            El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra. Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros. En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: «Nosotros somos también de su raza.. (genos, género).

 . Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos». 32Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron: «De esto te oiremos hablar en otra ocasión». 33Así salió Pablo de en medio de ellos. Pero algunos se le juntaron y creyeron, como Dionisio el areopagita y una mujer llamada Dámaris (Hech 17, 16- 34).

            Pablo Había conversado con epicúreos, más centrados en los placeres, yestoicos, partidarios de un tipo de ética exigente, pero al servicio del orden establecido. Unos y otros le tomaron como espermologos: que siembra (vomita) palabras (como esperma seco). Pero sintieron curiosidad, pues enseñaba novedades, nuevos dioses (Jesús y Resurrección), y quisieron conocer su contenido, como suele pasar hoy día

Dios, la Realidad buscada (Hech 17, 24-27).Pablo había discutido con transeúntes o curiosos, pero algunos que se tomaban como sabios y formaban parte de dos escuelas filosóficas, estoicos y epicúreos, quisieron escuchar y discutir con calma el tema y le llevaron al Areo-pago, colina (Pagus) de Ares (Marte), tribunal, universidad y corte de Justicia de Atenas y del mundo.

            Para captar la atención de los oyentes y situar el tema, Pablo empezó aludiendo a un altar particular (bômon) que los atenienses habían alzado al Dios desconocido, que identificaban con su ley (nomos).Parece que no había en Atenas un altar al Dios desconocido (agnosto Theô), pero se ha encontrado entre sus ruinas un inscripción dedicada a losdioses desconocidos (agnostois theois), indicando que no había sólo uno, sino muchos, en un mundo lleno de divinidades egoístas, de comida y dinero, placer, guerra, raza o Estado. Partiendo de ese dato organiza su discurso para decir que ese Dios desconocido de los griegos (touto) es aquel en quien vivimos, nos movemos y existimos y que se ha revelado en Jesucristo, por su muerte y su resurrección 17, 31). A partir de aquí organiza sus dos primeras tesis

Primera tesis. Ese Dios desconocido es elhacedor (poiesas) de todas las cosas. El ofrece vida/respiración(dsôê/pnoê) a todo lo que existe. En él somos, él es vida de nuestra vida, aliento de nuestro aliento, verdad original, Tao, Brahma, Allah, Gran Espíritu de cielo, estrellas y tierra, plantas y animales. Por eso, la verdadera religión/conocimiento consiste en acepar todo lo que hay (lo que viene de Dios, sin reprimir nada), pero sin alzar un altar al dios desconocido para así elevarnos nosotros, como los sabios del mundo.

Segunda tesis: Dios es vida (historia) de los hombres (Hech 17, 26-28). Pablo pasa así delcosmos griego a la historia judía, pero con un toque helenistas (somos genos, familia de Dios). De esa forma expone la fe bíblica, pero en términos universales. Un griego podría ofrecer ciertos reparos al origen común y único de la humanidad (ex henos, de unos) y no insistiría en la historia particular de Adán/Eva (Gen 2-3). Leer más…

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Quiso ser familia de todos (29.12.24)

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_8833Del blog de Xabier Pikaza:

Publiqué ayer un nota de NN sobre el nacimiento de Jesús. Retomo hoy el motivo, adaptando las páginas finales de NN pues mañana, 29.12.24, celebra la iglesia católica la fiesta de la Sagrada Familia.
 

Es un tema que nos cuesta imaginar,  no digo “pensar”. Es muy importante, en este tiempo en que más que la IA (inteligencia artificial) nos   amenaza la FA (familia artificial).  No quiero ni puedo apuntar soluciones, pero quizá el relato de NN que he reformulado para esta página nos permita vislumbrar facetas nuevas. Buen día a todos

28.12.2024 | NN y Xabier Pikaza

(Sigue lo de ayer). Sentí un gozo infinito, en medio del asombro y la fascinación de saberme rodeada por los siete espíritus en la sinagoga, cuando se anunciaba el primer rayo de luz de la mañana. Mi padre me había repetido muchas veces que cuando se proclama la Palabra viene un Ángel, el mismo Gabriel, poderoso mensajero, proclamando la presencia de Dios en nuestra vida. No pude casi ni respirar. Él me decía:

Una espada te traspasará el corazón, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones… Porque el hijo que nacerá de ti será causa de enfrentamiento y caída para muchos hombres y pueblos  (Lc 2, 34-35).

Así lo escuché y lo entendí, en un instante de luz y sufrimiento. Era como si el mismo Dios me pidiera permiso para introducir su gozo y su dolor en mi pequeña vida de mujer. Y le di gracias a Dios y le pedí que me concediera fuerzas para cumplir lo que él quería, aunque mi hijo tuviera que morir incluso en cruz, por la violencia de miles y millones de violentos de este mundo. Supe así que Dios amor infinito es el dolor más grande de la tierra.

Y entonces vino Gabriel de nuevo y me pidió que siguiera sentara en el estrado de madera y me rodearon de pie, montando guardia, en círculo de vida, los siete arcángeles santos. Y quise ponerme yo también de pie, pero Gabriel me dijo otra vez: Sigue sentada, porque eres gebira de Dios, Señora y nosotros testigos de la gran Palabra.

Los siete arcángeles de Dios iluminaban con su inmensa luz matutina todo el espacio de la sinagoga convertida en cielo. Quise levantarme, pero otra vez me hiceron quedar sentada, en el centro de la sinagoga y supe que Dios era silencio y luz, una luz, siete luces, Palabra de Dios, dolor de vida.

Supe así que Dios viene a los hombres en su sinagoga, a través de los libros sagrados que traen su Palabra. Cerré por un segundo los ojos, como transpuesta y al abrirlos descubrí que luz no era ya de los arcángeles. Sino del mismo Dios, la luz del gran Poder (Mercaba) de la que nos hablaba el rabino explicando el libro de Ezequiel,  y esa luz del Poder se hizo Palabra:

 ‒ Alégrate, Myriam, el Señor Dios está contigo.

Yo me turbé al recibir aquel saludo. ¿Cómo podía venir Dios y visitarme? ¿Cómo podía hablarme en una sinagoga que parecía ocupada por soldados? No lo sé, pero supe con un conocimiento superior al de todos los conocimientos del mundo, que no eran soldados enemigos, como los del Monte Hermón cuando bajaron para violar a las mujeres, sino ángeles buenos para darnos vida. Me sentí inundada por la luz y el amor de Dios…. y el corazón empezó a latir como si quisiera romper mi pecho, y tuve inmenso miedo y paz inmensa. Y Dios siguió diciendo:

– No temas, has hallado gracia … Concebirás, y darás a luz un hijo…

Quedé primero muy callada… escuchando la Voz que estallaba como temporal de fuego en mis entrañas, como si no fuera yo, como si fuera Dios mismo en mi interior… Y le respondí sin saber bien lo que decía:

‒ ¿Cómo será, pues no conozco varón? ¿Cómo será, pues estoy en la sinagoga, con el paño del Nombre de Dios en la cabeza, rodeada de ángeles-soldados, sin saber cómo responderles?

– Soy el mismo Dios, y los que me acompañan son arcángeles. Concebirás y darás a luz un hijo, y le llamarás Jesús, pues nada hay imposible para Dios.

 – Y yo le respondí: Soy tu amiga, soy tu sierva, añadiendo las palabras que nos decía el Rabino que debía responderse: Yehí, Genoito, fiat, Hágase en mí según tu voluntad.

Myriam quedó en silencio y Magdalena oyó el ritmo de su respiración pausada, como latido del corazón de Dios, que se ensancha para abarcar todo el universo y se contrae  para habitar en aquellos que le acogen y responden. Tras un momento de adoración, Myriam siguió diciendo:

Fueron palabras abismales, que yo escuchaba con asentimiento, diciendo:

Soy tu sierva, soy la amiga, hágase en mí según tu voluntad.

Era yo quien decía esas palabras, pero al mismo tiempo, era Dios quien las decía, las más hondas, las únicas que vengo escuchando y respondiendo desde entonces, como si estuviera sucediendo todavía lo que sucedió para siempre aquella madrugada. Todo estaba hecho, todo era ya… Y yo misma era Todo y lo sigo siendo. No tuve ni tengo que hacer nada más. No tenía ni tengo desde entonces más oficio, pues ya solo en amar es mi ejercicio.

– Era Dios ¿Qué podías hacer tú?

Nada y todo, pues todo estaba hecho y debía seguir haciéndose hasta el fin de mi vida, el fin de los tiempos. Fue como si el mundo entero se hubiera detenido para hacer que mi seno fuera seno, vientre y matriz de Dios, aquella pascua de primavera, no en Jerusalén donde estaban celebrando los ricos, sino en la pobre Nazaret de Galilea.

No sé si pasó sólo un instante o si pasaron miles de siglos, pues el tiempo de Dios se había detenido en mi pequeño tiempo de mujer emocionada, dolorida, jubilosa. Supe así que mi vida era seno de la vida  que Dios, alfarero supremo, va amasando, de un modo intangible, en nuestra pequeña y pobre carne humana, que es de Dios, Dios mismo hecho carne (cf. Jn 1, 14).

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Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo C

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_9181Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Suele decirse que la familia está en crisis. Los matrimonios por la Iglesia, y también los civiles, disminuyen de forma notable; los divorcios y las separaciones crecen. En la fiesta de la Sagrada Familia esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras, mientras que el evangelio nos depara una sorpresa.

Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

El libro del Eclesiástico insiste en el respeto que debe tener el hijo a su padre y a su madre; en una época en la que no existía la Seguridad Social, “honrar padre y madre”implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso; hay también que soportar sus fallos con cariño, “aunque chocheen”.

Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21

La sección final de la carta a los Colosenses exhorta a vivir como cristianos, insistiendo en la bondad, el perdón, la paz, el agradecimiento a Dios. Después de estos consejos, añade una serie de advertencias dirigidas a las esposas, los maridos, los hijos, los padres, los esclavos y los señores. Las cuatro primeras han sido elegidas para esta fiesta de la Sagrada Familia. Pueden resultar extrañas por su carácter exigente, como si las relaciones familiares en Colosas dejaran bastante que desear. Pero estos consejos forman parte de la cultura de la época, muy influida por la filosofía estoica. Con una notable diferencia en nuestro caso: mientras los estoicos enfocaban estas virtudes desde un punto de vista humano, la carta adopta un enfoque cristiano. Hay que obrar de este modo “como conviene en el Señor” y “porque eso le gusta al Señor”. Cristo es el punto de referencia para el comportamiento en la familia cristiana. Precisamente este enfoque permite adaptar la advertencia dirigida a la mujer a nuevas circunstancias. Hoy día no se le puede pedir que viva bajo la autoridad del marido “como conviene en el Señor”. Pero todos los miembros de la familia deben plantearse cuál es la forma de vida que “conviene en el Señor” y la que más le agrada.

Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.

Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.

¿Un evangelio impropio?

Después de los consejos anteriores, que animan a obedecer y respetar a los padres, lo que menos podíamos esperar es un evangelio en el que Jesús parece ofrecer un pésimo ejemplo de falta de respeto.

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: 

− Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. 

Él les contestó: 

− ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? 

Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. 

¿Qué quiere decirnos Lucas con este extraño episodio que solo cuenta él?

Lo que quiere decir a María y de María

En el relato inmediatamente anterior se ha contado que Simeón, al tener a Jesús niño en sus brazos, además de hablar de su futuro anunció a María que una espada le atravesaría el alma. Jesús no iba a ser para ella puro motivo de alegría, sino también de angustia y preocupación. Saltando por alto doce años, la visita al templo le sirve a Lucas para ejemplificar esa espada que atravesaría a María durante toda su vida: sufrimiento y desconcierto (porque, aunque Jesús se explique, “ellos no comprendieron lo que quería decir”). Cuando hablamos de los sufrimientos de María, de sus “dolores”, pensamos casi siempre en la pasión y muerte de Jesús. Sin embargo, Jesús hizo sufrir a María toda su vida, no solo al final. La hizo sufrir con su actividad y sus palabras, que suscitaban la oposición y el rechazo de mucha gente y que terminarían provocando su muerte.

Lo que quiere decir de Jesús

¿Qué pensaba Jesús de sí mismo? ¿Era simplemente un buen israelita que, un día, acudió a que Juan lo bautizara y después tuvo la experiencia de que Dios le hablaba y le encomendaba una misión, como parece sugerir el comienzo del evangelio de Marcos? Lucas quiere corregir esta imagen. La estrechísima relación de Jesús con Dios no empieza en el bautismo, se da desde siempre.

Este episodio se comprende mucho mejor si se recuerda la historia del profeta Samuel. Consagrado por su madre al templo, ha pasado toda su vida junto al sacerdote Elí. Hasta que, a los doce años (según Flavio Josefo), una noche Dios lo llama: “Samuel, Samuel”. Naturalmente, no puede imaginar que Dios lo llame y va corriendo junto al sacerdote Elí. Este le dice que no lo ha llamado, que vuelva a acostarse. Pero la escena se repite al pie de la letra, y el narrador se siente obligado a comentar: “Samuel no conocía todavía a Yahvé”. Lleva doce años en el templo, viviendo con el sumo sacerdote, asistiendo al culto, pero “no conocía todavía a Yahvé”. Jesús, en cambio, a los doce años, sabe perfectamente cuál es su relación con él: “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Dios es su Padre, y ese conocimiento se lo ha comunicado ya a José y María con anterioridad. Estas palabras contrastan no solo con la ignorancia de Samuel sino también con lo que le ha dicho María: “Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.” Para Jesús, su único Padre es Dios. Y su misión la ha recibido mucho antes del bautismo.

Lucas, tan buen conocedor de la Escrituras, cuando dice que Jesús asombraba a todos los maestros con su sabiduría, es posible que esté aludiendo al Salmo 119: “Soy más docto que todos mis maestros porque medito tus preceptos. Soy más sagaz que los ancianos porque observo tus decretos” (vv.99-100). Aunque Jesús no pondrá nunca el acento en la letra de los preceptos y decretos, sino en la entrega plena a la voluntad de su Padre.

María y nosotros

Lucas tiene especial interés en presentar a María como modelo del cristiano. Con pocas palabras (“He aquí la esclava del Señor”), con el silencio (como en el caso de los pastores y de Simeón) y, sobre todo, con su actitud de reflexionar y meditar todo lo que se relaciona con Jesús. María no es tan lista como los teólogos, y mucho menos que los obispos y papas. Ella no entiende muchas cosas. Jesús la desconcierta. Pero conoce el gran remedio para el desconcierto: la oración. Cuando estamos a punto de recomenzar el contacto con la actividad de Jesús, es muy bueno acordarnos de ella e intentar imitarla.

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29 de Diciembre de 2024. Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo C.

Domingo, 29 de diciembre de 2024

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“Su madre conservaba todas las cosas en lo íntimo de su corazón”

(Lc 2, 41-52)

María, como madre y como mujer de fe se nos pone hoy de ejemplo. Tras haber perdido a Jesús en Jerusalén, tras días de gran angustia familiar, no comprendiendo los comentarios de su hijo, se nos presenta a María orante, contemplativa, serena, posando lo que vive, lo que duda, sus alegrías y sus miedos, en el corazón. No es tanto el “espacio” de las emociones como lo profundo de la persona.

María irá comprendiendo con el paso de los años que su hijo no será como ella pensaba (ningún hijo ni hija lo somos). Es una parte del Evangelio que da lugar a volar con la imaginación a la vida oculta de Cristo, a esas conversaciones con sus padres, momentos en los que la rutina lo invadía todo…

En este tiempo en que vivimos nos resulta extraño este “conservar las cosas en lo íntimo del corazón”. Podemos preguntarnos: ¿y no lo compartía? Hoy que subimos fotos a facebook o las compartimos por whatsapp… Nuestra gente cercana sabe enseguida dónde hemos cenado, qué nos hemos comprado o a dónde hemos viajado… ¿Compartimos con la misma facilidad nuestros deseos, nuestros anhelos, cómo Dios va actuando en lo cotidiano de nuestra vida? Creo que no, que hay cosas que necesitamos guardar en lo profundo de nosotras mismas, allí donde no tenemos una imagen que mantener, donde somos realmente libres.

María nos enseña a vivir en Dios. Por cierto, en cada Eucaristía lo decimos: “por Cristo, con Él y en Él”. Se nos invita a abandonar ese vivir hacia fuera, pensando en qué van a opinar las demás personas sobre nosotras… Solo tras dejar en lo más íntimo de nuestro ser lo que nos va ocurriendo, podremos ser hombres y mujeres entregadas al servicio de la humanidad.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a vivir en ti,
y a guardar lo que vamos viviendo en lo íntimo de nuestro ser.


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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El Evangelio no sacraliza ningún tipo de familia.

Domingo, 29 de diciembre de 2024

Dios es FamiliaLA FAMILIA DE NAZARET (C)

Lc 2,41-52

Solo si conocemos lo que era la familia en tiempo de Jesús, estaremos en condiciones de comprender lo que nos dice el evangelio. En aquel tiempo no existía la familia nuclear, formada por el padre la madre y los hijos. En su lugar encontramos el clan o familia patriarcal. El control absoluto pertenecía al varón más anciano. Todos los demás miembros: hijos, hermanos, tíos, primos, esclavos formaban una unidad sociológica. Este modelo ha persistido en toda el área mediterránea durante milenios. La esposa entraba a formar parte de la familia del varón, olvidándose de la suya propia.

Todos los miembros de la familia formaban una unidad de producción y de consumo. Pero la riqueza básica del clan era el honor. Sus miembros estaban obligados a mantenerlo por encima de todo. No era solo una cuestión social sino también económica. Las relaciones económicas eran inconcebibles al margen de la honorabilidad y el prestigio. Era vital para el clan que ningún miembro se desmandara y malograra el bienestar de toda la familia. Esto no quiere decir que no tuvieran los esposos relaciones especiales entre ellos y con los hijos. Incluso podían tener su casa propia, pero nunca gozaban de independencia.

Esta perspectiva nos permite comprender mejor algunos episodios de los evangelios. El que acabamos de leer es un ejemplo. Desde la idea de una familia formada por José, María y Jesús, es incomprensible que se volvieran de Jerusalén sin darse cuenta de que faltaba Jesús. Si todo el clan (treinta – cincuenta personas) sube a Jerusalén como familia, los varones irían juntos, las mujeres también y los jóvenes andarían por su lado, sin preocuparse demasiado los unos de los otros, porque la seguridad la daba el grupo.

Otros pasajes que se explican mejor desde esta perspectiva: (Mc 3, 20-21) “Al enterarse ‘los suyos’ se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio”. Lo que pretendía su familia era evitar una catástrofe para él y para todo el clan. El tiempo les dio la razón. Más adelante (Mc 3, 31-34): “Una mujer dice a Jesús: tu madre y tus hermanos están fuera. Él contestó: Y ¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Se nos está diciendo que para llevar a cabo su obra, Jesús tuvo que romper con su clan, lo cual no supone que rompiera con sus padres. Este episodio lo recoge también Mateo y Lucas.

Hay otro aspecto que también se explica mejor desde este contexto. La costumbre de casarse muy jóvenes (las mujeres a los 12 -13 años y los hombres a los 13-14). Era vital adelantar la boda, porque la media de edad era unos treinta y tantos años y a los cuarenta eran ya ancianos. En el ambiente que tenían que vivir, no era tan grave la inexperiencia de los recién casados, porque seguían bajo la tutela que daba el clan. También la responsabilidad de criar y educar a los hijos era tarea colectiva, sobre todo de las mujeres.

Jesús no se sometió a ese control porque le hubiera impedido desarrollar su misión. Fijaros el ridículo que hacemos cuando, en nombre de Jesús, predicamos una obediencia ciega, es decir irracional, a personas o instituciones. Cuando creemos que el signo de una gran espiritualidad es someter la voluntad a otra persona, dejamos de ser nosotros mismos. La explicación que acabo de dar pretende armonizar la responsabilidad de Jesús con su misión y el cariño entrañable que tuvo que sentir, sobre todo por su madre.

El relato evangélico que acabamos de leer está escrito ochenta años después de los hechos; por lo tanto no tiene garantías de historicidad. Sin embargo es muy rico en enseñanzas teológicas. No hay nada de sobrenatural ni de extraordinario en lo narrado. Se trata de un episodio que revela un Jesús que empieza a tomar contacto con la realidad desde su propia perspectiva. Justo a los doce años se empezaban a considerar personas, a tomar sus propias decisiones y a ser responsables de sus propios actos.

Sentado en medio de los doctores. Los doctores no tienen ningún inconveniente en admitirle en el “foro de debate”. Tiene ya su propio criterio y lo manifiesta. Lucas prepara lo que va a significar la vida pública, adelantando una postura que no es de niño. Sus padres no lo comprendían. La verdad es que fue, para todos los que le conocieron incomprensible. Siguió bajo su autoridad, pero ya ha dejado claro que su misión va más allá de los intereses del clan. La última referencia es un fuerte aldabonazo. Dice el texto: Jesús crecía en estatura en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres.

Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Lo importante no es la clase de institución familiar en que vivimos, sino los valores humanos que desarrollamos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó  la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió. El marco familiar es el primer campo de entrenamiento para los seres humanos. El ser humano nace como proyecto que tiene que desarrollarse con la ayuda de los demás.

No debemos sacralizar ninguna institución. Las instituciones tienen que estar siempre al servicio de la persona humana. Ella es el valor supremo. Las instituciones ni son santas ni sagradas. Con frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos. No son las instituciones las culpables sino algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para defender sus propios intereses. No se trata de echar por la borda una institución por el hecho de que me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano.

La familia sigue siendo hoy el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no solo durante los años de la niñez o juventud, sino durante todas las etapas de nuestra vida. El ser humano solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco ideal para esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones, la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio.

En ninguna parte del NT se propone un modelo de familia, sencillamente porque no se cuestiona el existente en aquel tiempo. Proponer un único modelo de familia como cristiano es pura ideología. Si dos hermanos viven con uno de los padres forman una familia, cuando muere el padre, ¿dejan de ser una familia? Y si son dos personas que se quieren y deciden vivir juntas, ¿no son una familia? Jesús no defendió instituciones, sino a las personas que la forman. En cualquier modelo de familia lo importante es el amor, que Jesús predicó y que debemos desarrollar en cualquier circunstancia que la vida.

Meditación-Contemplación 

Piensa: ¿Qué sería yo sin los demás?
Nada, absolutamente nada, ni siquiera mi existencia sería posible.
Si los que te rodean han hecho posible que tú seas,
¿es mucho pedir, que tú ayudes a los demás a ser?
Deja que todos encuentren en ti un apoyo para seguir viviendo;
es la única manera de vivir tú humanamente.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Qué o a quién buscamos? ¿Por qué seguimos buscando a Jesús?

Domingo, 29 de diciembre de 2024

 

sainte-famille-2007Lc. 2, 41-52

En pleno ambiente navideño nos encontramos este domingo, dedicado a la Sagrada Familia, con un texto evangélico nada fácil. Nada fácil por el texto en sí mismo y por ese ambiente que tiñe o sesga nuestra lectura.

Son los últimos versículos de estos dos primeros capítulos de Lucas que conocemos como los evangelios de la infancia de Jesús. En el versículo siguiente ya se nos presenta otro escenario y a Juan Bautista y Jesús en plena vida pública.

Intentemos dejar a un lado el “evangelio del niño perdido” y acerquémonos al texto, elaborado como una parábola que quiere mostrar o dar testimonio de Jesús, el Hijo de Dios, propósito que vertebra todo el evangelio de Lucas. Y desde esta perspectiva os invito a pararnos en tres aspectos:

– Jesús, Hijo de Dios, un adulto que toma la Palabra en el Templo

Recordamos que en Israel, en tiempos de Jesús, un niño pasaba a ser considerado adulto a los doce años, con una serie de ritos y obligaciones, entre ellas la subida al Templo de Jerusalén en la Pascua. Por lo tanto el relato no trata de un niño, sino de un hijo adulto, que va descubriendo, y esta es la intención del evangelista, que su vida tiene su razón de ser en cumplir la voluntad de Dios, su Padre. Y nos lo presenta en un ambiente concreto, el Templo, rodeado de maestros de Israel, a los que trata como a iguales, les hace preguntas y les responde. Es decir, el evangelio nos presenta a Jesús como “maestro”, y maestro que asombra y deslumbra.

Y correlativa a la imagen de Jesús maestro, está la de discípulo. En este caso una imagen rompedora de discípula, porque es una mujer, María, su madre, la que conservará todo esto en su corazón. Verdadera actitud de discípulo, llevar en el corazón las palabras y gestos de su Señor.

– Jesús que nos pregunta a nosotros como a María y José ¿Por qué me buscabais?

No es cualquier pregunta al paso, en el texto de hoy aparece cuatro veces la idea de “buscar” (vv. 44, 45, 48 y 49). Es más, el evangelio está lleno de expresiones sobre los que “buscan a Jesús” sin encontrarle unas veces (Lc 2, 44-45 y 24, 3, 23-24) y encontrándole otras (Lc 2, 46; cf. Lc 24, 7, 21, 46).

Porque esta búsqueda, nos dice Lucas, requiere unas actitudes, o responde a unos “por qués”. Lo vemos en los pastores, pobres y marginados, y los Magos, estudiosos y extranjeros, (Mt 2,11) que fiándose de las señales, escuchando atentamente lo que saben interpretar como voz de Dios, expresada en ángeles o en la estrella, le reconocen y le encuentran en ese niño pobre pequeño, recostado en un pesebre, tan distinto a lo que esperaban. Actitud tan distinta a la búsqueda de los maestros de la Ley que, a pesar de leer las escrituras o precisamente por ello, no lo encuentran. No lo encuentran porque solo buscan lo que confirme sus teorías, sus planes, sus leyes…  ¿Por qué buscamos nosotros a Jesús? ¿Cómo le buscamos? ¿Estamos abiertos/as a las pobrezas, a los pesebres, a los llantos de un niño como expresión de la cercanía y la ternura de nuestro Dios? ¿O intentamos marcarle los caminos, los nuestros, que nunca son los suyos?

– Jesús que interpela a María y José y a cada uno de nosotros: “¿No sabíais que yo…?”

Otra expresión que recorre el evangelio de Lucas, de estos primeros capítulos al último. Hoy escuchamos cómo reprocha a sus padres, inquietos y preocupados, lo mismo que a los discípulos de Emaús, decepcionados y tristes: “¿Es que no sabíais…?  Y en ambos el texto añade: Pero ellos no comprendieronno comprendieron los hechos ni las palabras de Jesús.

¿Cuántas veces no nos pasa a nosotros lo mismo? No comprendemos los silencios de Dios, no entendemos lo que hace o sus planes entre nosotros…  En esos momentos el evangelio nos invita a dar el salto de la fe, a “guardar en nuestro corazón” eso que no entendemos y, a pesar de ello, como María la discípula fiel, abandonarnos a su voluntad para seguirle, para ser también sus discípulos.

Que este domingo, al acoger el evangelio nos dejemos interpelar por Jesús. Que después de escuchar de sus labios de tantas formas ese ¿Por qué me buscáis? ¿No sabéis que yo?…  comprendamos que Él sigue bajando con nosotros al Nazaret de nuestra vida, allí donde cada uno estamos, donde se va desarrollando lo ordinario y lo excepcional, donde nos encontramos con los demás y vamos creciendo, donde las relaciones de familia y amistad se afianzan, donde gratuitamente recibimos las gracias que nos hacen mejores, más felices…  Porque al final de nuestras búsquedas descubrimos que es Él el que ha decidido estar para siempre a nuestro lado y animar desde dentro nuestras vidas, si le dejamos. Que esta sea la continua Navidad que vivamos día tras día.

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

 

Fuente Fe Adulta

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La casa del Padre.

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_9051Domingo I de Navidad: Fiesta de la Sagrada Familia

29 diciembre 2024

Lc 2, 41-52

Sin duda, Lucas elaboró este relato con el fin de presentar a Jesús como hijo fiel que vive desde y para el Padre. No puede ser casual que, en este evangelio, el término “Padre” sea el primero que aparezca en boca de Jesús y sea igualmente el último: “Padre, a tus manos confío mi espíritu” (Lc 23,46).

¿Qué significa “estar en la casa del Padre”? Desde un nivel mítico de consciencia, el Padre es alguien separado que marca el destino del mundo y del ser humano. El acierto consiste, por tanto, en vivir cumpliendo su voluntad, entendida de manera heterónoma, y anhelando el encuentro con él, acabando con la separación sentida como fractura.

Desde la comprensión no-dual, la “casa del Padre” es la única y misma “casa” de todo. No se trata, por tanto, de un lugar ni de un ser separado, sino que se refiere a ese Fondo último que constituye el núcleo y la identidad última de todo lo que es: el Fondo que constituye y sostiene a todas las formas.

Vivir en la casa del Padre es vivir en conexión con eso que somos, ese no-lugar -dado que no puede ser pensado-, que es Plenitud. Se halla siempre disponible, si bien, para acceder al mismo, se requiere entrenarse en acallar la mente. Es justamente el silencio de la mente (silencio del yo) el que nos permite ver más allá de las formas y conectar, descansar, permanecer, vivir y actuar desde el Fondo. De hecho, a poco que agudicemos el oído interno, si no lo tenemos muy desacostumbrado o incluso atrofiado, no tardaremos en oír la voz interior del Anhelo que clama: Ven a casa.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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