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Jesús no nos llama a reinar con Él, sino a servir como Él sirvió.

Domingo, 24 de noviembre de 2024
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lavatorio-5DOMINGO 34º (B) CRISTO REY

Jn 18,33-37

Es muy importante que tengamos una pequeña idea del momento y el por qué motivo se instituyó esta fiesta. Fue Pío XI en 1925, cuando la Iglesia estaba perdiendo su poder y su prestigio acosada por la modernidad. Con esta fiesta se intentó recuperar el terreno perdido ante un mundo secular, laicista y descreído. En la encíclica se dan las razones para instituir la fiesta: “recuperar el reinado de Cristo y de su Iglesia”. Para un Papa de aquella época, era inaceptable que las naciones hicieran sus leyes al margen de la Iglesia.

Ha sido para mí una gran alegría y esperanza el descubrir en una homilía sobre esta fiesta del papa Francisco, una visión mucho más de acuerdo con el evangelio. Pio XI habla de recuperar el poder de Cristo y de su Iglesia. El papa Francisco habla, una y otra vez, de Jesús y su Iglesia poniéndose al servicio de los más desfavorecidos. No se trata de un cambio de lenguaje sino de la superación de la idea de poder en el que la Iglesia ha vivido durante tantos siglos. El cambio debía ser aceptado y promovido por todos los cristianos.

El contexto del evangelio que hemos leído es el proceso ante Pilato, a continuación de las negaciones de Pedro, donde queda claro, que Pedro ni fue rey de sí mismo ni fue sincero. Es muy poco probable que el diálogo sea histórico, pero nos está transmitiendo lo que una comunidad muy avanzada de finales del s. I pensaba sobre Jesús. Dos breves frases puestas en boca de Jesús nos pueden dar la pauta de reflexión: “mi Reino no es de este mundo”, “para eso he venido, para ser testigo de la verdad”, no para ser más que nadie.

Lo que está diciendo Juan en su evangelio es que Jesús está hablando de la autenticidad de su ser. Falso es todo aquello que aparenta ser lo que no es. Nuestro ego es falso porque se fundamenta en apariencias equivocadas. Ser Verdad es ser lo que somos sin falsearlo y lo que somos está más allá de lo que creemos ser (nuestro ego individual). El objetivo de tu vida es descubrir tu verdadero ser y manifestarlo en todo momento.

¿Qué significa un Reino que no es de este mundo? Se trata de una expresión que no podemos “comprender” porque todos los conceptos que podemos utilizar son de este mundo. ¿En qué estamos pensando los cristianos cuando, después de estas palabras, nombramos a Cristo rey, no solo del mundo sino del universo? Con el evangelio en la mano es muy difícil justificar el poder absoluto que la Iglesia ha ejercido durante siglos. Tal como lo entendemos, Jesucristo Rey es lo más contrario al evangelio que predicó.

Tal vez encontremos una pista en la otra frase: he venido para ser testigo de la verdad”. Pero solo si no entendemos la verdad como verdad lógica (adecuación de una formulación racional a la realidad) sino entendiéndola como verdad ontológica, es decir, como la adecuación de un ser a lo que debe ser según su naturaleza. Jesús siendo auténtico, siendo verdad, es verdadero Rey. Pero lo que le pide su verdadero ser (Dios) es ponerse al servicio de todo aquel que le necesite, no imponer nada a los demás.

No se trata de morir por defender una doctrina. Se trata de morir por el hombre. Se trata de dar testimonio de lo que es el hombre. El “Hijo de hombre” nos da la clave para entender lo que pensaba de sí mismo. Se considera el hombre auténtico, el modelo de hombre, el hombre acabado. Su intención es que todos lleguen a identificarse con él. Jesús es la referencia para el que quiera manifestar la verdadera calidad humana.

Pilato saca afuera a Jesús y dice a la multitud: Este es el hombre”. Jesús no solo es el modelo de hombre y exige a sus seguidores que responden al modelo que ven en él. Jesús dice: soy rey, no: soy el rey. Indicando así que todo el que se identifique con él, será también rey. Esa es la meta que Dios quiere para todos los seres humanos. Rey de poder solo puede haber uno. Reyes somos todos en la medida que seamos servidores.

Cuando los hebreos (nómadas) entran en contacto con la gente que vivía en ciudades, descubren las ventajas de aquella estructura social y piden a Dios un rey. Los profetas lo interpretaron como una traición (el único rey de Israel es Dios). El rey era el que cuidaba de una ciudad o un pequeño grupo de pueblos. Era responsable del orden; les defendía de los enemigos, se preocupaba de los alimentos, impartía justicia… El Mesías esperado siempre respondió a esta dinámica. Los seguidores de Jesús no aceptaron un cambio tan radical.

Solo en este contexto podemos entender la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo, el contenido que él le da es más profundo. En tiempo de Jesús, el futuro Reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y una victoria de los buenos sobre los malos. Jesús predica un Reino de Dios del que nadie va a quedar excluido. El Reino que Jesús anuncia no tiene nada que ver con las expectativas de los judíos de la época. Por desgracia tampoco tiene nada que ver con las expectativas de los cristianos hoy.

Jesús, en el desierto, percibió el poder como una tentación: “Te daré todo el poder de estos reinos y su gloria”. En Juan, después de la multiplicación de los panes, la multitud quiere proclamarle rey, pero él se escapa a la montaña, él solo. Toda la predicación de Jesús gira entorno al “Reino”; pero no se trata de un reino suyo, sino de Dios. Jesús nunca se propuso como objeto de su predicación. Es un error confundir el Reino de Dios con el reino de Jesús. Mayor disparate es querer identificarlo con la Iglesia, que es lo que pretendió la fiesta.

La característica fundamental del Reino predicado por Jesús es que ya está aquí, aunque no se identifica con las realidades mundanas. No hay que esperar a un tiempo escatológico, sino que ha comenzado ya. “No se dirá, está aquí o está allá, porque mirad: el reino de Dios está entre vosotros”. No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un reino que es Dios. Cuando decimos “reina la paz”, no estamos diciendo que la paz tenga un reino. Se trata de hacer presente a Dios entre nosotros, descubriendo que debemos ser para los demás.

Cualquier connotación que el título tenga con el poder, tergiversa el mensaje de Jesús. Una corona de oro en la cabeza y un cetro de brillantes en las manos, son mucho más denigrantes que la corona de espinas y la caña. Si no descubrimos esto, es que estamos proyectando sobre Jesús nuestros propios anhelos de poder. Ni el “Dios todopoderoso” ni el “Cristo del Gran Poder” tienen absolutamente nada que ver con el evangelio.

Jesús nos dijo: el que quiera ser primero, sea el último y el que quiera ser grande, sea el servidor. Ese afán de identificar a Jesús con el poder y la gloria es una manera de justificar nuestro afán de poder. Nuestro yo, sostenido por la razón, no ve más futuro que potenciarse al máximo. Como no nos gusta lo que dice Jesús, tratamos por todos los medios de hacer le decir lo que a nosotros nos interesa. Eso es lo que siempre hemos hecho con la Escritura.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Dios crucificado.

Domingo, 24 de noviembre de 2024
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Lectio-Divina-verdad-1200x800Jn 18, 33-37

«Sí, como dices, soy rey … pero mi reino no es de este mundo»

Jesús será rey en la medida en que sus criterios reinen en el mundo, pero si nosotros, sus seguidores, no nos comprometemos con la tarea de proclamarlos, dejará de reinar y su puesto será ocupado por otros reyes deseosos de convertirnos en sus siervos.

Esos reyes son el dinero, el consumo, la comodidad, la indiferencia, la banalidad, la falta de compromiso, el egoísmo, la envidia, la avaricia, la explotación, la violencia… Y son reyes peligrosos porque nos someten a esclavitud y nos impiden avanzar; porque nos invitan a instalarnos aquí, en la Tierra, y olvidar nuestro destino; porque le arrebatan el sentido a nuestra vida; porque conducen a la humanidad a un lugar sombrío que no está a la altura de nuestra condición ni de nuestras esperanzas.

«Yo para eso he nacido y para eso he venido al mundo»Jesús viene a liberarnos de esos reyezuelos que nos tiranizan, pero es crucificado y su obra queda inacabada. No importa, todavía quedamos nosotros, sus seguidores, y, para completarla, nos envía por todo el mundo a proclamar su Reino; a proclamar sus criterios de vida: «Cómo el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros». Jesús se había comprometido con la misión que el Padre le había encomendado hasta el punto dar la vida por ella. Ahora nos tocaba a nosotros coger el relevo.

Pero quizá por pereza, o por complejo, o por miedo a ser crucificados por una sociedad que no admite discrepantes, hemos optado mayoritariamente (salvo minorías heroicas comprometidas) por cuestionar la vigencia de la misión y la hemos abandonado. El resultado es que nuestros nietos apenas conocen a Jesús, y que esa cadena de transmisión de la Palabra que ha durado 20 siglos está a punto de quebrar; justo por nuestro eslabón. Nosotros recibimos un regalo inestimable de nuestros padres, Jesús, y no hemos creído oportuno legárselo a nuestros hijos. Y es que nosotros, la Iglesia, estamos tan ocupados en nuestras cosas, que no nos queda tiempo ni ganas para dedicarlo a trabajar por el Reino.

Es frecuente escuchar que la Iglesia no es capaz de seguir el ritmo al que avanza la sociedad, y esto, como concepto, es un disparate soberano, pues los cristianos estamos llamados a ser la vanguardia que marque el rumbo; no desde el poder, claro, sino al estilo de Jesús; desde abajo, desde dentro, desde el servicio, como la semilla, como la levadura… Jesús fue vanguardia radical y produjo escándalo, y lo crucificaron, pero nosotros estamos tan cómodos en el mundo, tan preocupados por merecer su aplauso, que nos resulta imposible ser vanguardia de nada y nos conformamos con no perder contacto con el pelotón de cabeza.

«Vosotros sois la sal de la Tierra, pero si la sal se vuelve insípida…».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Qué es la verdad?

Domingo, 24 de noviembre de 2024
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cd01e3397f71b6db586fbddd31f19e19-catholic-art-spiritualityJn 18, 33-37

24 de noviembre de 2024

La iglesia celebra este domingo el final del año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey. Hay que remontarse a Pio XI, en 1925, para descubrir el origen de ésta. En un mundo agitado tras la Primera Guerra mundial y las consecuencias dramáticas de la misma, parece que se ha olvidado de Cristo. Argumenta como causa el crecimiento de un ateísmo que comienza a ganar terreno en las conciencias. Quizá no resulta muy inspirador este origen para celebrar el profundo calado de esta fiesta, pero Pablo VI reconduce la festividad trascendiendo su significado y ya solo para el ámbito de la fe.

No sé si tiene mucho sentido en los tiempos que corren mostrar a Jesús de Nazaret como un Rey que funda un imperio para luchar contra el ateísmo. De hecho, en el diálogo que Jesús mantiene con Pilato, le insiste en que su reino no es de este mundo, es decir, no está presente en nuestras categorías humanas. No es el ateísmo el mal de este mundo, no, es, más bien, el negacionismo de todo aquello que atenta contra la dignidad más profunda de cada ser humano, es decir, su valía como ser humano que es la esencia de ese reinado al que se refiere.

Jesús y Pilato mantienen una interesante conversación en el marco de un juicio político que deriva en una dialéctica filosófica sobre la verdad en la que Jesús ya tiene clara su misión; Según este escrito joánico ha venido a dar testimonio de la Verdad – alētheia- que no parece ser una larga lista de argumentos y razones con la intención de vencer y convencer a otra posición. Más bien, la verdad más honda del ser humano tiene su raíz en ese espacio interior, habitado y dónde estamos conectados unos con otros a través de la Fuente que nos iguala. Testimoniar la verdad se aproxima más a desvelar lo oculto, a ser transparente y dejar brotar, sin coacciones, influencias, estereotipos y dogmas, la auténtica esencia que somos.

La Verdad, según Jesús, tiene mucho que ver con la escucha a una voz interior, la voz de la conciencia que nace de nuestro ser libres, no la conciencia moral que divide el bien y el mal, sino la conciencia que reconcilia todo, lo bueno y lo malo bajo la fuerza del Amor Universal. Por eso, todo el que ama la verdad escucha mi voz, así cierra Jesús sus palabras con el Procurador quien lanza una pregunta que no es respondida ¿Qué es la verdad?

A nosotr@s nos toca abrazar esa verdad en una búsqueda incesante de lo que realmente da sentido a la existencia humana. La propuesta de Jesús es clara: si le llamamos Rey no es para situarnos en una élite religiosa que nos separe de la vida real. Reconocer su Reinado tiene mucho que ver con la puesta en marcha de un nuevo modo de vivir, de mirar, de pensar, de actuar, de comunicar, en base a los grandes valores que definen el cristianismo en su misma esencia: las Bienaventuranzas; Necesitamos que en nuestro mundo reine la limpieza de corazón, la solidaridad, la justicia, el servicio, la coherencia, la paz, la sanación, la valentía, la liberación de todo aquello que nos retiene como seres apáticos, desmotivados y egocéntricos tanto en lo personal como en lo institucional.

Que la fiesta de Cristo, Rey del Universo, sea una oportunidad para conectar con este Reinado que trasciende lo humano, pero que impacta en el aquí y ahora en formato de igualdad de derechos y de reconocimiento de la dignidad de tod@s. ¿No es esta la verdad de Jesús?

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Humildes ante la verdad.

Domingo, 24 de noviembre de 2024
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IMG_8631Fiesta de «Cristo Rey»

24 noviembre 2024

Jn 18, 33-37

Cuando, en nuestra ignorancia, identificamos la verdad con un concepto o una creencia, llegamos al absurdo de pensar que ser “testigos de la verdad” significa defender de manera tajante nuestra propia postura, en la creencia -autojustificadora e incluso autocomplaciente- de que estamos defendiendo la verdad. En este error de partida es donde encuentran asiento todas las actitudes dogmáticas, fundamentalistas y fanáticas, típicas de quienes se creen en posesión de la verdad. De ahí, el conocido dicho: «Admira a quien busca la verdad y huye de quien dice tenerla».

La verdad nunca puede ser poseída. Lo que poseemos son solo constructos mentales, con frecuencia -aunque sea de manera inconsciente- hechos a nuestra propia medida. Poseemos ideas, creencias, convicciones…, creaciones y proyecciones de nuestra propia mente, según lo que hemos ido recibiendo de otros; en definitiva, conocimientos de segunda mano.

La verdad no solo no se deja atrapar, sino que nos desnuda de todas nuestras pretensiones. Esa es la razón por la que siempre lleva de la mano a la humildad, según el conocido y acertado dicho de Teresa de Jesús: “Humildad es caminar en verdad”.

La verdad nos desnuda porque cuestiona de manera radical todas nuestras construcciones mentales, pone en duda nuestras aparentes seguridades, provoca el silencio de la mente y nos introduce en la sabiduría del “no-saber”, tal como expresó, de forma bella y poética, Juan de la Cruz: Entreme donde no supe / y quedeme no sabiendo / toda ciencia trascendiendo. O como expresara otro gran místico, el turolense Miguel de Molinos, en el siglo XVII: “El vacío, el no-saber, el silencio interior constituyen las bases y cimientos de esta sabiduría de íntimas proporciones”.

La verdad no es algo que nuestra mente puede elaborar -todo lo que sale de la mente, sin excepción, son solo “mapas”-. Y la verdad, de entrada, no tiene que ver con mapas ni conceptos, que conducen al enfrentamiento y, llegado el caso, a la aniquilación de quien no comparte las propias creencias. La verdad es una con la realidad. Nada queda fuera de ella. Escapa a la mente que, incapaz de atrapar la realidad total, se ve abocada a permanecer en el lúcido “no-saber”; la verdad no puede ser pensada, sino vivida. Quien piensa la verdad, corre el riesgo de volverse fanático. Quien la vive, es humilde.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Yo soy rey: Vivimos entre dos eternidades (alfa y omega), no entre dos “nadas”.

Domingo, 24 de noviembre de 2024
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icono_cristo_pantocratorDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Final del año litúrgico.

Concluimos el curso litúrgico con esta fiesta de honda raigambre bíblica: Xto Señor del universo, si bien como fiesta en el calendario litúrgico es relativamente nueva, ya que la instituyó el papa Pío XI en 1925.

Por otra parte, haremos bien en purificar esta imagen de Cristo rey de toda connotación política.

Hemos escuchado en el evangelio el diálogo “judicial” que Pilatos sostiene con Jesús. El eje del relato de Jesús es su realeza enmarcada en el estilo y criterios propios de la tradición de San Juan.

        La escena tiene un fuerte tono de ironía, muy propia -por otra parte- de este evangelista.

San Juan podía haber presentado a Jesús como rey en otro u otros momentos más brillantes de su vida. Sin embargo Jesús es presentado y proclamado rey en el juicio y cuando va a ser entregado a su ejecución y muerte en la Cruz.

A la pregunta acerca de si “tú eres rey”, Jesús responde que sí, Yo soy Rey, pero su corona es de espinas, su manto de sangre y su trono la cruz… y en el rótulo de condena puesto en la cruz  reza: Jesús nazareno REY de los judíos.

02.- Yo soy rey.

Unas notas previas para centrarnos en Cristo

  1. Muy al estilo del evangelio de San Juan, el encuentro entre Jesús y Pilato, como todo el relato de la pasión según san Juan tiene un ritmo lento, hierático, majestuoso.
  1. Una vez más el evangelista Juan emplea un solemne “Yo soy”, sobre el que está construido todo el evangelio. El evangelista san Juan aplica a Jesús esta expresión: “Yo soy”, o la idea de que Cristo es o nosotros somos en Cristo en más de 50 ocasiones

Jn 4,10-15                              Yo soy el agua viva

Jn 6,35                                   Yo soy el pan de vida.

Jn 8,12                                   Yo soy las luz del mundo.

Jn 10,14                                 Yo soy el buen pastor y conozco las mías.

Jn 11,25                                 Yo soy la resurrección y la vida.

Jn 14,6                                   Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Jn 18,5                                   Yo soy: los soldados por tierra…

Jn 18,37                                 Yo soy rey.

        San Juan recoge la expresión “Yo soy” del AT.

        Lo mismo que en tiempos del Éxodo, Dios es: “Yo soy el que soy” y el faraón es un “don nadie”, ahora, ante Pilatos -y ante todos los hombres de poder- Jesús hace suyo este tono (espíritu) vital: Yo soy Rey.

Este modo de construir este evangelio el evangelio de Juan imprime una gran densidad cristológica: Yo soy. Quien es decisivo es Cristo.

        Jesús no hablaba así en su lenguaje habitual. Más bien el modo de hablar de Jesús sería el de los sinópticos: la parábola del hijo pródigo o del buen samaritano, de Lucas, etc.

        El “Yo soy” imprime una gran solemnidad a la comprensión de JesuCristo

03.- O sea que ¿tu eres rey?

        Los judíos en el evangelio de Juan no solamente son una etnia, un pueblo, sino que son una magnitud negativa. Cuando Juan hace alusión a las fiestas judías dice con un cierto distanciamiento: “se celebraba la fiesta, la pascua de los judíos”, no la Pascua cristiana.

        Pues bien, Los judíos son los que entregan a Jesús al poder romano, Pilatos, porque tenían miedo de que Jesús cambiase la mentalidad religiosa del pueblo frente al templo, la ley, los sacerdotes, etc. Y “malponen” a Jesús frente al poder romano, diciendo que Jesús no es amigo del César…

        El poder siempre tiene miedo a perderlo.

        Que Pilato le pregunte a Jesús si es rey tiene, por otra parte, una cierta ironía y retranca más que llamativa. Imaginemos que un pobre hombre, detenido de noche hace unas pocas horas en un huerto, es llevado como reo al tribunal de Estrasburgo o al Capitolio de Washington y le acusan de ser o de hacerse pasar por rey.

        ¿Quién es ese pobre hombre frente a Pilatos, ante Roma, frente al esplendor del Templo?

        Jesús responde que sí, que es rey, pero que su reino no es como los de este mundo. Sí yo soy rey, pero mi reino no es como los de este mundo.

        Los reinados de este mundo se fundamentan en el poder: político, económico, militar y, a veces, -demasiadas- en el poder eclesiástico. Los reyes de este mundo controlan los mercados internacionales. Los reyes de este mundo, las multinacionales controlan todos los mecanismos de poder del mercado: fijan los precios de las materias primas y de los productos, la banca, dominan y dictan sobre los medios de comunicación, sobre la educación. El poder religioso se entromete y domina abusivamente las conciencias de los fieles.

Mi reino ciertamente no es de este estilo.  El señorío, la realeza de Cristo hace referencia a que Él -y los cristianos- no podemos pensar como los reyes de este mundo. Su Reino es de la Verdad. Los reinados de este mundo se fundamentan en el dominio, en el poder, en las armas, en la economía. La realeza de Cristo se fundamenta en la Verdad, en el amor y en el servicio)

        El estilo, el reino de Jesús no es como el de los reyes y poderosos de este mundo.

04.- Yo soy. Ser frente a la nada.

        En estos tiempos de nihilismo (nada) nos hace bien saber que JesuCristo es: “Yo soy”.

        JesuCristo es, es principio y fin.

El momento cultural en el que vivimos es más bien de vacío y un vivir en el suspenso de la nada. Nos angustia la vida, la muerte y el “más allá”, la enfermedad, el pecado, nuestros vacíos.

        Decía Oteiza de los vacíos de sus piedras: los apóstoles de Aránzazu,  las “cajas metafísicas” que esos vacíos los llena solamente Dios…

        No sabemos cómo será el más allá, esperamos -esperanza- que será. Terminaremos en el que es: “Yo soy”.

Ánimo, no temáis, soy yo.

        El Señor  pacifica y serena nuestra existencia.

05.-Título, manto y corona.

        Poco antes, durante la cena de la noche anterior, la Última Cena, Jesús se había quitado el manto de señor para ceñirse la toalla de siervo y lavar los pies de sus discípulos.

Pilatos deja a Jesús en manos de los soldados.  Enseguida lo azotan y le visten de rey con un manto rojo, “el mismísimo” manto que se había quitado la víspera, en la Cena, con sus amigos. Igualmente le ponen una corona de espinas.

Y el título, eso que firman los parlamentarios y ministros al tomar posesión de su dosis de poder, se lo dan a Jesús en la cruz: Jesús nazareno rey de todos (hebreo, latín y griego). Y este es nuestro rey.

Jesús Nazareno, rey de los judíos.

06.- Unidos al Señor, terminamos siendo.

Es también propia de S Juan la escena de la sanación del ciego del templo. Jesús le devuelve la vista (Yo soy la luz). Los del Templo (como siempre) discutían si el ciego curado era la misma persona o se parecía o era otro hombre. Y el que había sido ciego. “Soy yo”.

Es decir, al acercarnos al que es, terminamos siendo como Él.

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“Celebrar a Cristo Rey es vivir el reinado del servicio a los últimos”, por Consuelo Vélez

Domingo, 24 de noviembre de 2024
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IMG_8674De su blog Fe y Vida:

En la fiesta de Cristo Rey Jesús contrasta el mundo del creer y del no creer, del reino y del anti reino, del discipulado o del rechazo a la llamada

El Cristo Rey es el que realiza la plenitud del servicio, de la misericordia, de la inclusión

Es tarea de nosotros, como discípulos, testimoniar el verdadero reinado con nuestras palabras y obras. 

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo:

– ¿Eres tú el Rey de los judíos?

Respondió Jesús:

+ ¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?

Pilatos respondió:

– ¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí ¿Qué has hecho?

Respondió Jesús:

Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos. Pero mi Reino no es de aquí.

Entonces Pilato le dijo:

– ¿Luego tú eres rey?

Respondió Jesús:

+ Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz

(Jn 18, 33-37).

Este domingo se concluye el ciclo litúrgico con la festividad de Cristo Rey. Siguiendo el evangelio de Juan -muy distinto de los evangelios sinópticos- va a quedar en evidencia quién es Jesús, por qué se le juzga y porque será crucificado. Conocemos que Pilatos les dijo a las autoridades religiosas judías, cuando le entregaron a Jesús, que lo juzgaran según su Ley, pero ellos adujeron que no podían aplicar la pena de muerte y Jesús era un malhechor (Jn 18, 29-32). Entonces Pilatos entra nuevamente a interrogar a Jesús y el diálogo gira en torno al “reinado, causa civil que podría juzgar Pilato. Pero es ahí donde se devela la diferencia de planos en los que se sitúan. Pilatos habla de los reyes de este mundo y Jesús deja claro que su reinado es distinto. Explícitamente dice que su reino es de paz, de lo contrario hubieran combatido para que no lo apresaran. También dice que su reino es un reino de verdad. En este punto es importante entender que en la Biblia la verdad no es una palabra que se conforma con la realidad sino con la alianza. En ese sentido, la verdad es fidelidad, lealtad, amor. Por lo tanto, lo que revela este interrogatorio es lo que ha estado presente en el evangelio de Juan desde el inicio: creer o no creer en Jesús es el verdadero juicio. Y aquí Jesús se afirma como aquel que esta testimoniando la verdad frente a la cual algunos la aceptan -escuchan su voz- y otros la rechazan.

Es importante entender que al hablar de dos reinos no se está refiriendo al mundo de lo sagrado y de lo profano, o de lo religioso y de lo secular. Jesús no habla de otro mundo distinto al único mundo en que vivimos, sino a la actitud que se toma en ese mundo: la de creer en los valores del reino, la de creer en Él o la de rechazarlo. El mundo de la luz es el reinado de Dios que se comienza a vivir en la historia concreta. El mundo de las tinieblas son los antivalores al reino que también se viven en el aquí y ahora. Jesús contrasta, entonces, el mundo del creer y del no creer, del reino y del anti reino, del discipulado o del rechazo a la llamada.

La fiesta de Cristo Rey, por lo tanto, no significa celebrar a Jesús al estilo de los reyes del mundo, con sus valores, estilos, poder y majestuosidad. El Cristo Rey es el que realiza la plenitud del servicio, de la misericordia, de la inclusión, en otras palabras, de las bienaventuranzas donde los primeros son los pobres y no está lejana la persecución por parte de tantos que no aceptan este actuar de Dios. Lamentable que las imágenes que tenemos de Cristo Rey revelan más la majestuosidad de los reyes de este mundo que el reinado que testimonio Jesús con sus palabras y obras. Es tarea de nosotros, como discípulos, testimoniar el verdadero reinado con nuestras palabras y obras.

(Foto tomada de: https://www.almudi.org/noticias-articulos-y-opinion/16685-jesucristo-se-hizo-pobre-por-nosotros-cfr-2co-8-9)

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“Ir contracorriente”: Cristo Rey (Juan 18, 33-37)

Domingo, 24 de noviembre de 2024
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IMG_8226Comentario a la lectura evangélica (Juan 18, 33-37) del XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario.

 

“Pilato dijo a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús respondió: “¿Esto lo dices tú solo, o te lo han dicho otros de mí?”. Hasta el último domingo de este año B, se pueden encontrar ecos del debate sobre la identidad de Jesús en los pasajes de Marcos y Juan. ¿Quién es Jesús? Muchos se han preguntado esto. Algunos, principalmente opositores, tuvieron el coraje de formular la pregunta directa. Por mi parte, simplemente observo que hablar de él es más fácil que interrogarlo y sobre todo cuestionarse sobre él. Las cosas de la vida pasan, los días se suceden, los compromisos y las tareas se acumulan sobre compromisos y tareas. Ciertas preguntas corren el riesgo de no ser expresadas y quedar sin respuesta; para luego resurgir, aunque sólo sea por unos momentos, en momentos “capitales“.

El tema de este domingo es el de la realeza, que las Escrituras asocian con el del sacerdocio. El trono del Rey, la Cruz, es evidentemente también un altar.

La segunda lectura del Apocalipsis añade un tercer elemento clave: el real sacerdocio no es exclusivo del primogénito, sino que pertenece a todos. Nos ha hecho un reino, sacerdotes para su Dios y Padre. A lo largo de nuestra vida, “reinando“, hacemos un sacrificio de alabanza. Reinando. Dicho así, parece una palabra grande, si pensamos en las comodidades del trono, la arbitrariedad y las ambiciones del poder autocrático. En realidad, todos esperamos conocer bien la forma más noble de reinado: el ejercicio de la responsabilidad. Somos reyes, como guardianes que nos cuidan y nos hacen crecer; reyes jardineros. Crecemos asumiendo responsabilidad en las cosas cotidianas, la familia, el trabajo; crecemos haciendo las cosas bien (llenando los cántaros hasta el borde, como nos invita el Señor), con amor. Crecemos permaneciendo en nuestro lugar, incluso cuando nos sentimos incómodos (al pie de una cruz), continuando sirviendo incluso cuando nuestras energías están bajas. Hacemos crecer a los demás incluso amando la vida en nosotros mismos.

Algunos también son capaces de ver compromisos y asumir responsabilidades incluso fuera de la rutina del hogar y del trabajo, en el ámbito civil o en la comunidad cristiana.

Por eso podemos escuchar la pregunta de Pilato como recordatorio a cada uno de los bautizados: ¿en qué (y cómo) estamos ejerciendo nuestro ministerio real?

Cualesquiera que sean los contextos, hay que recordar dos cosas: que reinar es ante todo servir, y que los servidores son siempre inútiles (en el sentido de que la tarea que se les ha confiado los trasciende).

La Buena Noticia, fresca desde el día, pero también tan antigua como la eternidad, es ésta: Jesucristo es el Señor, el único Señor, el único Santo, el único Altísimo, el único Rey de gloria. No hay otro. Él es el “alfa” y el “omega“, el principio y el fin, el principio de inteligencia de toda la creación, el eje de convergencia de toda realidad. En Él cae toda la historia y las olas del universo chocan contra Él.

Si no encontramos motivos para alegrarnos demasiado con esta noticia, si no nos abandonamos a la gratitud, si no sentimos la necesidad incontenible de levantarnos inmediatamente para ir a transmitir este anuncio a los demás, es señal de que los creyentes hemos envejecido, y ese escepticismo, la sonrisa llena de cautela, el cálculo prudencial de quien sabe mucho, la frialdad senil, han reemplazado al entusiasmo y, quizás también, a la esperanza. Y ya no nos consideramos testigos y mensajeros que entregan un feliz mensaje tan esperado, sino repartidores que entregan una letra de cambio o la factura de la luz.

Pero ¿entendemos bien lo que significa que Jesucristo es Rey y Señor?

Significa afirmar la realeza y el señorío del hombre.

Significa rechazar los ídolos del poder, las sugerencias del dinero, el encanto de las ideologías.

Significa ir contracorriente en un mundo que de vez en cuando se puebla de nuevas divinidades y obliga a prostituirse delante de ellas.

Significa luchar contra los abusos de los más fuertes, la violencia de los arrogantes, las absolutizaciones de las estructuras.

Significa cuestionar la lógica de la opresión y la sumisión del hombre al hombre.

Significa impedir que los criterios de eficiencia sean la vara para medir a los hermanos.

Significa comprometernos para que el miedo, la soledad, el desempleo, el odio, la tortura, la masacre, la marginación de los débiles, la descalificación de los humildes reduzcan cada vez más su presencia nociva en el mundo.

 Significa afirmar la precariedad de la angustia, la temporalidad del dolor, la labilidad de la enfermedad, la fugacidad de la muerte.

Significa proclamar que nuestra historia, personal y comunitaria, tiene sentido, no es inútil, no está desarticulada, avanza hacia una meta, tiene trayectoria propia. Es, en una palabra, un fragmento de la Historia de la Salvación.

Este es el feliz mensaje que el Señor hoy, fiesta de Cristo Rey, nos atrevemos a creer y a anunciar.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Viajero en la noche

Sábado, 23 de noviembre de 2024
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Del blog Foucauld Diálogos:

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Manera corta y fácil para hacer la oración de fe simple presencia de Dios, por Bossuet.

1.- Hay que acostumbrarse a alimentar el alma con una simple y amorosa mirada en Dios y en Jesucristo nuestro Señor; y para este efecto hay que separarla dulcemente del razonamiento, del discurso, y de la multitud de afecciones, para mantenerla en simplicidad, respeto y atención, y aproximarla así cada vez más a Dios, su único y soberano bien, principio primero y fin último.

2.- La perfección de este camino consiste en la unión con nuestro soberano bien; y cuanto más grande sea la simplicidad, más perfecta será la unión. Es por lo que la gracia invita a simplificarse interiormente a lo que quieren ser perfectos, de forma que sean capaces de transmitir la alegría del Uno necesario, es decir de la unidad eterna.

3.- La meditación es muy buena en su momento y muy útil al comienzo de la vida espiritual, pero no hay que pararse ahí, pues el alma, por su fidelidad a mortificarse y a recogerse, recibe de ordinario una oración más pura y más íntima, la cual puede llamarse de simplicidad, que consiste en una simple visión, mirada o atención amorosa en sí, hacia cualquier objeto divino, bien sea Dios mismo o alguna de sus perfecciones, o Jesucristo y alguno de sus misterios, o alguna otra verdad cristiana. Prescindiendo el alma de su razonamiento, se sirve de una contemplación dulce que la mantiene apacible, atenta y abierta a las obras e impresiones divinas que el Espíritu Santo le comunica.

4.- La práctica de esta oración debe comenzar al alba, con un acto de fe en la presencia de Dios que está en todas partes, y en Jesucristo, cuyas miradas no nos abandonan… Este acto es producido o de una manera sensible y ordinaria… o es un siempre recuerdo de la fe en Dios presente que sucede de una forma más pura y espiritual.

5.- No hay que diversificarse para efectuar otros actos o disposiciones diferentes, sino permanecer simplemente atento a esta presencia de Dios, expuesto a su divina mirada, continuando así esta devota atención o exposición, mientras que nuestro Señor nos dará la gracia, sin afanarse en realizar otras acciones que las que nos son inspiradas.

6.- Hay que conservarse puro y libre en el interior… uniéndose a Dios frecuentemente, en encuentros simples y amorosos, recordando que estamos en su presencia, y que no quiere que nos separemos en ningún momento de él y de su santa voluntad: es la regla más básica de este estado de simplicidad; es la disposición soberana del alma: hacer la voluntad de Dios en todas las cosas…

7.- En fin, se terminará la jornada animando con esta santa presencia del examen, la oración de la tarde y al acostarse; y se dormirá con esta atención amorosa, interrumpiendo su reposo, cuando nos levantemos durante la noche, algunas palabras fervientes… como tantas voces y gritos del corazón hacia Dios.

8.- No hay que olvidar que uno de los más grandes secretos de la vida espiritual es que el Espíritu Santo nos conduce no solamente a través de iluminaciones, dulzuras, consolaciones y gracias, sino también mediante oscuridades, ofuscaciones, insensibilidades, dolores, angustias, revoluciones de las pasiones y los humores: digo todavía más, que este camino de la cruz es necesario, que es bueno, que es el mejor, el más seguro y el que nos hace llegar más pronto a la perfección… …La mejor oración es aquella en la que el alma se abandona plenamente a los sentimientos y a las disposiciones que Dios mismo pone en el alma, y donde se le estudia con simplicidad, humildad y fidelidad para conformarse a su voluntad y a los ejemplos de Jesucristo…”

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Carlos de Foucauld.

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“Nuestro Dios en incómodo. Meditación ante Cristo Rey”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF.

Sábado, 23 de noviembre de 2024
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imagePara que nos sirva, esta tarde, para meditar en este fin de año litúrgico.

Nuestro Dios es incómodo

Cerramos el año litúrgico con la página evangélica que parece poner fin a la experiencia terrena de Jesús. Sabemos bien que no es así, pero la percepción que tienen los líderes del pueblo es la de haberse liberado finalmente de un personaje inconveniente. Ignoran que, en realidad, será precisamente esa cruz la que iniciará todo, la que manifestará la potencia del amor de Dios e inaugurará el tiempo de esperanza eterna para cada hombre.

Sin embargo, Jesús sigue siendo un personaje incómodo, tanto ayer como hoy. El hecho de que en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo se nos presente un Jesús sufriente y moribundo que nada tiene que ver con la pomposidad de la solemnidad de hoy, nos hace comprender qué tipo de cristianismo estamos llamados a profesar cada uno de nosotros. No una fe hecha de glorias, de exterioridad y de primeros lugares, sino una fe que hace capaz de donarse, de sacrificarse, de tener compasión, de saber perdonar y acoger. Vivir así la fe, dejarse interpelar por Jesús y su Evangelio es incómodo, y siempre lo será porque no tenemos un Dios cómodo ni acomodaticio, sino uno que prefirió la incomodidad de una cruz al consuelo de un trono. Y lo hizo por una sola razón: Amor.

El mayor poder del Rey del Universo es el Amor. Un Amor que Jesús nos enseñó llevando la corona de espinas en la cabeza y sentándose en el trono de la cruz. Es este Amor, más fuerte que la muerte, el que da sentido a nuestros días y que encontraremos esperándonos en el atardecer de la vida. Es este Amor el que continúa haciendo girar al mundo a pesar de nuestro egoísmo y codicia. Un Amor tan grande que nuestro pobre corazón por sí solo no puede sostenerlo. Por eso Amor es compartir, relación, encuentro con los demás. Si este inmenso amor de Dios no nos perturba en nuestras costumbres, en nuestro estilo de vida, no cambia nuestro modo de relacionarnos con la creación y con los demás, entonces seremos como el pueblo del Evangelio de hoy que “se quedó quieto” pasivamente.

Cuántas veces también los cristianos nos quedamos quietos y miramos, callamos ante las pequeñas o grandes injusticias de este mundo. Permanecemos impasibles ante la decadencia de la creación o ante las numerosas cruces de nuestra época, esperando que otros intervengan, resuelvan, se ocupen. Al contrario, con demasiada frecuencia somos los primeros en elogiar a la persona poderosa en cuestión, aquella de la que podemos beneficiarnos o que puede favorecernos de alguna manera, incluso en detrimento de los demás. Pero Dios siempre nos da una nueva oportunidad en la vida, siempre y hasta el final. Es significativo que el Evangelio nos informa que el primer santo que habitó el paraíso fue un ladrón. Hasta el final, Jesús nos enseña que no vino para los sanos sino para los enfermos, para aquellos que tienen la íntima conciencia de necesitar la misericordia del Padre.

También el hombre de hoy, por diversos motivos, está crucificado pero, precisamente a través de la cruz, tiene la posibilidad de encontrar a Jesús, igualmente crucificado. La cruz, entonces, se convierte en un instrumento para encontrar la mirada de Jesús, para poder sentirnos acogidos por esos brazos abiertos, incluso en el último momento de la vida. Todos nos vemos en el llamado “buen ladrón” y podemos, por tanto, hacer nuestra su oración: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino“. Sólo hay una manera de ser recordado por Jesús: amar. En varios pasajes del Evangelio, Jesús pronuncia una frase terrible hacia quienes quisieran entrar en su Reino pero no tienen derecho: “No os conozco“. Dios quiera o seguramente este no es el caso para nosotros. Al final de un año litúrgico estamos llamados a sacar conclusiones entre el Amor recibido y el Amor dado, a reflexionar si realmente hemos perdonado las deudas de nuestros deudores para merecer que el Padre las perdone igualmente a nosotros.

Nos preparamos para el Adviento. Hoy dejamos a un Jesús Rey del Universo y nos preparamos para la venida de un Niño Jesús, que no estará cómodo ni en el pesebre. Dejémonos perturbar por este Dios al que no le gusta la comodidad, para que podamos participar, cómodamente, en el banquete de su Reino.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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“U.S. Catholic” hace avanzar a los medios de la Iglesia en la exploración de la teología y la contemplación queer

Sábado, 23 de noviembre de 2024
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IMG_8620¿Qué es la teología queer? ¿Cómo puede la espiritualidad queer contribuir a los católicos en general? ¿Por qué las personas LGBTQ+ encuentran esperanza en la iglesia? Si bien muchas publicaciones católicas siguen eludiendo la vanguardia del movimiento LGBTQ+, en los últimos años U.S. Catholic ha abordado nuevas preguntas e incluso ideas controvertidas con una apertura notable.

Este otoño, U.S. Catholic publicó dos podcasts y un ensayo sobre estos temas. A continuación, se incluye una breve información sobre cada uno de ellos con un enlace para escuchar y leer más.

Primero, en septiembre, U.S. Catholic entrevistó a Cassidy Hall, una académica LGBTQ+ y ministra de la Iglesia Unida de Cristo, que se centra en la espiritualidad y la contemplación queer. En el extenso artículo, Hall ofrece su enfoque de la espiritualidad queer, que se basa en el contenido de su nuevo libro, Queering Contemplation: Finding Queerness in the Roots and Future of Contemplative Spirituality . Hall explica:

“Tanto la vida contemplativa como los cuerpos queer viven en este tipo de espacio liminal”, dice. “Hay una profunda conexión con nuestro propio devenir, nuestra propia expansividad”. En su libro, explora cómo la homosexualidad y la contemplación se superponen e imagina cómo la aplicación de una perspectiva queer a la oración contemplativa puede enriquecer la espiritualidad…

La forma en que defino lo queer en el libro no solo está relacionada con mi sexualidad: es la forma en que inclino la cabeza para mirar el mundo. Creo que la contemplación y la vida contemplativa nos invitan a hacer lo mismo: inclinar la cabeza para mirar el mundo. Mirar con curiosidad, de manera diferente, más abierta y más expansiva.

“Una de las cosas hermosas de la homosexualidad y la contemplación es que ambas impregnan el mundo con esa rareza, rareza y extrañeza y le permiten florecer tal como es, sea lo que sea que eso signifique para nuestras propias vidas. Así que cuando hacemos queer la contemplación, le damos este amplio permiso y, a su vez, nos damos permiso a nosotros mismos para crecer y evolucionar hacia la plenitud”.

Hall también sostiene que el monacato es fundamentalmente queer desde este punto de vista, que el silencio en la contemplación a veces puede ser un silencio tóxico como a veces experimentan las personas LGBTQ+, y que una práctica contemplativa queer puede ser una forma de avanzar hacia comunidades acogedoras. También critica al monje trapense Thomas Merton, sobre quien una vez hizo una película, por su menosprecio de la homosexualidad. Al vincular la contemplación con la acción, incluida la defensa de los derechos LGBTQ+, concluye:

Lo que es crucial es que todos estos momentos me permitan discernir y moverme hacia quién soy como mi verdadero yo, lo que también significa a qué debo hablar y cómo debo mostrarme en el mundo. Así que tal vez eso me impulse a ir a la Cámara del Estado de Indiana para protestar contra el proyecto de ley antitrans más reciente. Tal vez signifique ir como voluntaria a Habitat for Humanity. O tal vez signifique escribirle una carta a un amigo o asegurarme de estar en contacto con mi comunidad de alguna manera. Pero, para mí, la contemplación siempre está ligada a la acción”.

En otro lugar, el podcast católico estadounidense, “Curious Spirits”, una colaboración con el Spirit Alive Institute patrocinado por las Hermanas de San José de Brentwood, invitó a un católico gay a hablar sobre su experiencia en la iglesia. Una descripción del episodio dice:

Matt Devine se une a Zoe esta semana para una conversación increíblemente importante sobre los católicos LGBTQ+ y la iglesia. Esta conversación está impulsada por la fuerza y el aplomo de Matt mientras ofrece ideas sobre su experiencia vivida como católico gay y cómo su mantra de “quedarse” lo ha servido en todas las áreas de su vida. En 2022, Matt publicó una charla testimonial en YouTube a través de la Stanford Business School, donde recibió su MBA. La charla de Matt obtuvo respuestas de muchos y fue el catalizador de esta gran conversación entre Zoe y Matt. Puedes escuchar esa charla aquí”.

En el podcast “Glad You Asked”, que ofrece introducción a la teología y la práctica católicas, las presentadoras Emily Sanna y Rebecca Bratten Weiss hablaron con Shannon Kearns, una autora transgénero y sacerdotisa de la Iglesia Católica Antigua, sobre la teología queer. Una introducción al episodio explicaba:

Para muchos católicos practicantes, términos como teología queer pueden parecer demasiado académicos o inútiles. ¿La teología queer se refiere a la teología hecha por y para personas LGBTQ+? ¿Se centra principalmente en defender la inclusión de las personas y las perspectivas queer en la iglesia? ¿O es algo arcano y académico, en la línea de la teoría queer? ¿Y por qué a las personas que no se identifican como queer debería importarles lo que significa?

“A algunos también les puede incomodar la idea de dividir la teología en grupos específicos. Si todos somos humanos en relación con Dios, ¿no debería ser suficiente la teología simple y corriente para todos? ¿Por qué preocuparse por la teología feminista, la ecoteología y la teología de la liberación, cuando uno podría simplemente hablar de Dios?

—Robert Shine (él), New Ways Ministry, 15 de noviembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Nuestro Credo”.

Viernes, 22 de noviembre de 2024
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Del blog de Miguel Ángel Mesa 
Otro mundo es posible:

Creemos en Dios, la Diosa de la Vida, la Vida misma, Padre y Madre, cercana y amorosa,que siempre está a nuestro lado, aún más, muy dentro de nosotros y nosotras; es el fundamento de nuestra espiritualidad, nos hace libres y es la energía que mueve las estrellas, los planetas, nuestra Tierra, y la fuerza para trabajar por otro mundo posible.

Creemos en Jesús de Nazaret, hermano y maestro, profeta de su tiempo, guía y ejemplo de vida, que fue capaz de comprender lo que Dios le pedía: la igualdad, la liberación del sufrimiento, el amor a los demás, la solidaridad, la compasión… como modo de vida y así lo llevó a cabo hasta sus últimas consecuencias.

Creemos en el Espíritu y que su fuerza está dentro de nosotros y nosotras. Por eso debemos adentrarnos en nuestro interior para proyectar lo mejor de nosotros y nosotras hacia la sociedad y los demás. La espiritualidad es fruto y aliento profundo de esa Ruah.

Creemos que todas y todos estamos llamados a ser profetas en el mundo que nos ha tocado vivir y, dentro de nuestras posibilidades y limitaciones, a crear una sociedad más fraterna, sororal y solidaria.

Creemos que la mejor forma de vivir la fe es en una comunidad abierta y acogedora; solo la vida comunitaria puede ayudarnos a salir de nuestra burbuja del egoísmo, para ir dando pasos en la búsqueda de la paz, la igualdad y la justicia, con esperanza y amor, sin desaliento, para el bien de los seres humanos, viviendo los valores que Jesús nos ha mostrado y siendo críticos y valientes contra aquellos contravalores que impone la sociedad para revertirlos.

Creemos en la sinceridad como un valor esencial para una convivencia saludable y feliz, en la necesidad de esforzarnos por ser mejores personas, creando espacios saludables de convivencia y para mejorar la vida de quienes más lo necesitan y son más desfavorecidos.

Creemos que otra humanidad será posible si no cejamos en nuestra lucha a favor del amor. Formamos parte de esa humanidad que puede cambiar a mejor, superando la desesperanza. Por eso nos aventuramos en las luchas, la bondad y los compromisos de tanta gente para construir otro mundo posible, más humano y unido a la Madre Tierra.

Creemos en el hombre y la mujer como seres espirituales, es decir, compasivos, fraternos, sororales y solidarios, desde múltiples expresiones, como parte del Universo y corresponsables de lo que en concreto ocurre en la Tierra; esto nos ayuda a mantener la esperanza, el entusiasmo por la vida, la paz, la armonía, el cuidado de la Naturaleza, para crear un mundo mejor.

Creemos en cada nuevo amanecer, en el trabajo bien hecho, en la poesía, la belleza, en la ternura que derramamos y en la que recibimos de las personas que queremos y nos acompañan en el camino de nuestra vida.

Creemos que la risa, los buenos momentos compartidos y la diversión son imprescindibles para ser felices y para llevar felicidad a quienes nos rodean. Por eso es necesario celebrar la vida y la fe todos y todas juntas.

Creemos en la Esperanza, más allá de todas las razones que haya para desesperar; una esperanza compañera fiel, como decía Pedro Casaldáliga, nunca etérea, sino concreta, que alimenta nuestra fe y nos impulsa a ayudar a los demás.

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(Comunidad cristiana de base de Canillejas – Madrid)

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“El silencio, la quietud del Espíritu”, por Pepe Sánchez Ramos

Viernes, 22 de noviembre de 2024
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IMG_9896El silencio no es hijo de la superficialidad, sino de vivir desde la conciencia profunda. Pero esto exige un adiestramiento. Él nos ayuda a realizar el camino del silencio que termina en la quietud del corazón. Es lo que nos aporta este artículo.

Hace siglos, los Padres del desierto vivían conducidos por este principio de sabiduría: “Fuge, tace, quiesce”:”Huye calla y reposa”.

Desde la perspectiva de quienes queremos vivir la contemplación en medio de la vida diaria, creo que podríamos hacer esta traducción de aquel principio sabio: “Huye de la dispersión de la superficialidad, sosiégate, serénate, y serás conducido a la quietud del Espíritu”.

Para que el agua del Espíritu que mana dentro de nosotros pueda inundarnos e inundar todo lo que tocamos, necesitamos tener una actitud de sosiego, de serenidad y de quietud, en medio del mundo de relaciones y de acontecimientos en los que vivimos. No es fácil, pero es posible y es imprescindible, si queremos dejar al Espíritu del Padre hacer sus obras en nosotros.

Huyo de la dispersión, de la superficialidad.

Los grandes regalos que la civilización actual ofrece al hombre, entrañan una gran dificultad para vivir dentro y en reposo profundo.

Hay más posibilidades de moverse, existe un diluvio de información, nos llegan medios de presiones masivas, de estímulos de todo tipo en una sociedad rica, pluralista y libre, nuevas comodidades y objetos de todo tipo.

El uso indiscriminado de estas realidades está haciéndonos personas llenas de estrés, muy dispersas, personas nerviosas que viven fuera de sí, personas superficiales a caballo de la última novedad, personas poco silenciadas, que no viven a tope el presente, disfrutándolo; personas evadidas y desarmónicas. En El arte llamar de amar, Eric Fromm escribe: “Nuestra cultura lleva a una forma difusa y descentrada, que casi no registra paralelo en la historia. Se hacen muchas cosas a la vez… Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a tragarlo todo. Esta falta de concentración se manifiesta claramente en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos”.

Es tan fuerte esta situación que incluso se percibe en la vida de muchos sacerdotes y en las comunidades religiosas de vida activa, a quienes vemos estresados, sin tiempo para el encuentro personal, cogidos por horas de TV, sin espacios gratuitos y con un clima de parloteo que, a veces, son para preocupar.

Hemos de ser conscientes de esta situación quiénes queremos dejarnos conducir por el Espíritu hacia “el estado del hombre adulto, la madura es de la plenitud de Cristo” (Ef. 4,13). Así superamos positivamente la ambivalencia de la realidad actual en la que debemos vivir.

Es necesario vivir desde la profundidad.

No es posible que se dé en nosotros un nivel de conciencia mística, viviendo el nivel de conciencia superficial. Es necesario hacer fondo. Vivir desde lo hondo de nosotros, desde dentro, desde “la sustancia del alma”.

La vida del Espíritu es una sorprendente revelación de nuestra realidad fundamental y del Dios que vive en lo profundo de nosotros. Esto exige del creyente vivir desde su realidad esencial

Viviendo desde la profundidad, nuestra personalidad se armoniza Y cada pieza de nuestro puzle se va colocando en su sitio y aflorando nuestro rostro original.

Viviendo en ella, nos relacionamos con las personas desde una actitud de veracidad. Es mi yo verdadero quien sale a acoger al otro con quien me relaciono. Desde la profundidad puedo percibir los acontecimientos en su objetividad y puedo implicarme ycomprometerme con ellos en lo que desde mi verdadera realidad puede aportarles.

Desde la profundidad capto las ataduras, las distorsiones que desde mi falso yo están interceptando la relación verdadera con todo cuanto existe. Situo bien las tormentas de superficie que se dan en mí.

Por último solo desde la profundidad puedo valorar, puedo vivir en comunión con lo que es el Núcleo Esencial de cuánto existe, puedo ser introducido en el nivel de conciencia cristica para ir siendo unificado a Jesucristo.

Sosiégate, serénate.

Para poder vivir desde la hondura, es necesario no solo serenar la superficie, si no hacer todo el camino de sosiego que nos introduzca en la quietud del Espíritu.

Comencemos por cuidar el lugar donde vivimos. Muchos de los ruidos y de las tensiones que nos rodean son controlables. En tu casa, en el trabajo, en tu vida de relaciones pueden disminuirse los ritmos para ir construyendo un ambiente sereno, relajado, acogedor.

Una habitación ordenada, el detalle de una flor, el modo de caminar, tu manera de relacionarte con quienes vives, un tono de música apropiada, la hostilidad en los muebles y en los adornos de tu casa… son medios muy eficaces para vivir en un ambiente sereno y sosegado. Todos tenemos la experiencia de lugares que solo entrar en ellos nos sosiegan y no sitúan dentro de nosotros.

Otro paso es el sosiego de la persona. Soltar las tensiones musculares innecesarias, lograr un tono de relajación corporal que mantenga nuestro cuerpo en armonía. Hay que revisar nuestras costumbres en la comida, equilibrar más la tensión y el descanso, hacer un pequeño tiempo diario de ejercicio corporal. El cuerpo es la cara del espíritu, es la expresión sensible de la transcendencia es el templo de la divinidad… y debemos ayudarle para que puede transparentarla.

Llegamos así al sosiego psicológico.

IMG_2402Este es la armonía de todas nuestras dificultades. Fruto de ser señores de nuestro ser. De vivir conscientemente cada una de nuestras actividades, de estar aquí y ahora con aquellas dimensiones del ser que ahora necesitamos ejercitar.

La serenidad es el fruto de una adecuación del adentro con el afuera, en todo momento. La serenidad no es posible, además, sino en la medida en que nuestro mundo inconsciente vaya estando aclarado y descongestionado. Miedos, ansiedades, conflictos internos, influjos sutiles… todo debe irse limpiando para que haya también una adecuación entre nuestro consciente y nuestro inconsciente. La serenidad es el fruto de esta adecuación.

San Juan de la Cruz nos dirá que para que “el entendimiento está dispuesto para la divina unión ha de quedar limpio del todo. Un entendimiento íntimamente sosegado y acallado puesto en la fe”. (2 S. 9,11).

Así llegamos al gran sosiego, a la serenidad fundamental, la serenidad del corazón. Es el silencio de las raíces del ser, de donde nace el desorden radical: “Lo que sale del corazón del hombre es lo que contamina al hombre. Porque de dentro del corazón de los hombres salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, enviada, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas prevaricaciones salen de dentro y contaminan al hombre” (Mc. 7,20-23). Por eso Tony de Mello ha dicho que el silencio profundo es “la ausencia del egoísmo”.

La persona sosegada del todo es aquella que vive en la paz del corazón. La que domina sus apetencias, la que ha salido de si para vivir en el amor al Otro y a los otros, es la persona libre que tiene todo bajo sus pies, es el indiferente positivo de San Ignacio: “Igual muerte que vida, salud que enfermedad, riqueza que pobreza…”, Es aquel que ve todo solo desde el querer de Dios, es el pobre de corazón.

En esta desnudez halla la persona espiritual su quietud y descanso, porque no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime así abajo porque está en el centro de su humildad”, dice San Juan de la Cruz (1S.13, 13). En este silencio del corazón el que nos capacita para ver a Dios. “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Y nos capacita para ver al hermano desde la verdad, para acogerlo en su realidad, sin proyectar sobre él nuestras ilusiones o nuestras frustraciones, nuestras tentaciones del dominio. Este sosiego del corazón nos capacita para amar, un amor adulto y un amor teologal. Hace salir de nosotros la actividad verdadera, ese hacer ya que nos madura y hace crecer el Reino de Dios en la vida humana.

Necesidad de adiestramiento.

Todo este proceso de sosiego y de serenidad, impulsado en nosotros por el Espíritu, necesita de nuestra colaboración.

Hace falta todo un nuevo estilo de ascesis que deje crecer en nosotros la armonía y la unidad a la que somos llamados, en medio de un ambiente consumista y burgués en el que nos toca vivir.

Es necesaria una disciplina personal, comunitaria y ambiental. Jesús lo deja claro en el Evangelio: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se os darán por añadidura. No os preocupéis de la mañana: el mañana se preocupara de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propia dificultad” (Mt 6, 33-34). “El que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,33). “Venid a un lugar solitario para descansar un poco. (p. 31). Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo para comer” (Mc 6,31) “Si alguno quiere seguir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí la encontrará” (Mt 16, 24-25).

Necesitamos incluso, alguna metodología que nos acompañe durante esta peregrinación hacia el sosiego del corazón, al menos durante las primeras etapas. Las diversas generaciones creyentes han ido ejercitando, en su época, el método popular adecuado que conduciría al sosiego y la serenidad del espíritu.

Hoy también se nos ofrece viejos y nuevos métodos para el silencio del ser. Cada uno ha de encontrar el que más le ayude. Urge también encontrar el espacio de soledad y el ritmo de soledad que cada uno necesita para crecer. Jesús armonizaba soledad y servicio. A veces de noche, otras de madrugada. A veces marchando a la montaña, otras internándose en el mar o en el huerto de un amigo. A veces, los pequeños momentos oracionales que cada día realizaba como un buen israelita, a veces la fidelidad a los momentos semanales en la sinagoga o las grandes semanas en las que subía a Jerusalén.

La soledad es imprescindible en dimensiones diversas y en equilibrio con la actividad y el tiempo dedicado a las relaciones fraternales. La actividad será motor de crecimiento de nosotros, si encontramos el ritmo adecuado de soledad y de presencia en la vida.

El abad Moisés dijo a el abad Macario: “Yo deseo estar en sosiego y serenidad, pero los hermanos no me dejan”. Él le contesto; “Me parece que tú eres de natural tierno y delicado y no eres capaz de deshacerte de un hermano inoportuno. Si realmente buscas el sosiego de corazón ve al desierto, bien dentro, a Petra, verás cómo allá encontrarás el reposo que buscas”. Así lo hizo y consiguió la paz”.

Cada uno según su modo de ser y las circunstancias en las que debe vivir, debe encontrar la medida de soledad que necesita para responder a las exigencias que Dios pone en su corazón.

Así entrarás en la quietud del espíritu.

El sosiego y la serenidad de toda la persona van introduciéndonos en una activa quietud que en su momento va siendo madurada por el don de la quietud del Espíritu.

La verdadera quietud es intensidad de amor. Es poner en dirección de Dios todas las fuerzas, todas las capacidades, todo el corazón. Es amar sin medida a quien nos ama desmesuradamente.

La quietud es como un enraizamiento en Dios; es tenerlo ahí como la única tierra en que hemos sido plantados, en la que crecemos y desde la que fructificamos. Va haciéndose nosotros en la medida que estamos cogidos por el único necesario. “Marta, Marta aún estás cogida por muchas preocupaciones y no te das cuenta que solo una es necesaria. María la ha encontrado y por eso, su quietud y su enraizamiento en la tierra auténtica” (Lc 10, 41-42).

Esta quietud es contemplación. Así define la contemplación San Juan de la Cruz: “La atención amorosa a Dios en paz interior y quietud y descanso” (2S. 13,4). Y también: “Es una quietud amorosa y sustancial” (2S. 14,4). Y en el mismo capítulo: “Poniéndose la persona delante de Dios, se pone en acto de noticia confusa, pacífica, amorosa y sosegada, en que está la persona bebiendo sabiduría, amor y sabor” (2S. 14,2).

La quietud es la paz de Dios que insufla en el fondo del corazón.

La quietud no es inactividad. Lo místicos han actuado, han hecho lo que tenían que hacer, pero desde ese núcleo sagrado y quieto de quien solo busca “la honra y la gloria de Dios”.

IMG_7149La quietud tampoco es ausencia de sufrimientos. No hay verdadera quietud sin buena cruz. Pero se puede sufrir mucho y crecer en la quietud. Algunas personas me han dicho: “Estoy sufriendo mucho desde esta situación sin salida, pero hay un núcleo dentro de mí que sigue inalterable, en total paz”.

Cuando este don de la quietud va asentándose en la persona de Dios siendo el único Maestro, el guía espiritual del ser humano. Ya no necesita otros medios y maestros que le conduzcan en su claridad oscuridad.

“En soledad vivía
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido

(Canción 35)

Es la sabiduría de Dios, la única sabiduría del que vive en esta quietud: “Sabiduría de Dios, secreta, escondida, en la cual, sin ruido de palabras y sin ayuda de algún sentido corporal ni espiritual, como en silencio y quietud, a oscuras de todo lo sensitivo y natural, enseña Dios cultísima y secretísimamente a la persona, sin ella saber cómo, lo cual algunos llaman “entender no entendiendo” (Canción 39,12).

Es el punto final de este largo camino del sosiego y la serenidad. “Hay personas que con sosiego y quietud van aprovechando“, (S. prologo 7).

Aventura maravillosa la que hemos descrito. Aventura esencial que va a lograr en nosotros la integración de toda nuestra persona, la fecundidad en su quehacer y el crecer sin cesar en esta tierra teologal del único Dios

Pepe SÁNCHEZ RAMOS.

Fuente https://www.carlosdefoucauld.es/pdf/Boletin-083.pdf#page=24

Espiritualidad, Hinduísmo ,

En tonos de marrón franciscano, una lección sobre el arcoíris del amor

Viernes, 22 de noviembre de 2024
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IMG_8483Hno. Tyler Grudi, OFM

La publicación de hoy es del colaborador invitado, el Hno. Tyler Grudi, OFM, (él/él). Tyler es un fraile franciscano que estudia misión y teología intercultural en la Unión Teológica Católica en Chicago. Anteriormente estudió periodismo en la Universidad St. Bonaventure y ha trabajado en una variedad de ministerios de extensión a los pobres y marginados en todo el país, como St. Francis Inn en Kensington, Pensilvania.

Cuando muchos frailes franciscanos se reúnen, inevitablemente alguien preguntará por qué todos nuestros hábitos son de diferentes tonos de marrón. La verdad es que no hay una razón oficial, como si un tono fuera mejor que el otro. Algunos hábitos están descoloridos por años de uso, mientras que otros varían ligeramente según la tela disponible en ese momento. Algunos hábitos, como el mío, son heredados de frailes que hace tiempo que se dejaron de usar, mientras que otros son nuevos y nítidos.

Sean cuales sean las razones, los tonos únicos de marrón reflejan algo hermoso sobre cómo los franciscanos abrazan a toda la familia humana. Al igual que nuestros variados hábitos, cada uno de nosotros llega a la Orden con un conjunto único de experiencias que nos hacen ser quienes somos. Mi historia con los franciscanos comenzó en el oeste del estado de Nueva York, en la Universidad de San Buenaventura, mientras vivía en una casa de discernimiento para hombres. A lo largo de tres años, viví con otras tres personas de identidades étnicas, políticas y sexuales diferentes entre sí mientras discerníamos nuestras vocaciones juntos. Vivir en la Casa Serra me permitió aprender y crecer con personas con las que tal vez no hubiera elegido vivir por mi cuenta.

Nuestra casa ofrecía un espacio para el autodescubrimiento y nos liberó de las expectativas de que tuviéramos que conformarnos con los roles tradicionales de género y sexualidad. Se nos permitió ser estudiantes normales y muchos de nosotros salimos y tuvimos novias o novios. A medida que discerníamos, los frailes nunca nos juzgaron. Nos aceptaron en cada paso del camino y pronto aprendí que los frailes no querían copias piadosas y exactas de San Francisco. Me querían como era, sin excepciones, porque eso era a lo que Dios estaba llamando.

Los franciscanos disfrutamos de la diversidad. Desde los matices de nuestros hábitos hasta las peculiaridades de nuestras personalidades, la variedad está en nuestro ADN. Según nuestras constituciones generales, cada fraile es un don de Dios a la fraternidad. Cada individuo debe ser recibido con gran reverencia, porque cada persona, a su manera, es un punto de contacto con el misterio de Dios. Esto se aplica no solo a los frailes, sino a todas las personas, especialmente a las personas LGBTQ+ que tan a menudo experimentan exclusión y daño por parte de otros en la iglesia. Como escribe Mary Beth Ingham en su libro Understanding John Duns Scotus, cuya fiesta la iglesia celebra hoy (8 de noviembre), “Dondequiera y cuando sea que amemos a las personas, criaturas y seres que nos rodean, allí los franciscanos identificamos la belleza”.

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Me inspiró leer los informes de las discusiones sinodales de New Ways Ministry con católicos LGBTQ+ que se sienten esperanzados de estar en la iglesia a pesar de experimentar marginación, pérdida de empleo y maltrato por parte de los pastores. Hasta donde yo sé, san Francisco nunca aborda explícitamente la cuestión de la sexualidad o de las cuestiones LGBTQ+, pero sí habla mucho sobre el amor y lo que se necesita para mantener vivo el amor en nuestras comunidades. Fue mi experiencia de amor fraternal en San Buenaventura y el énfasis de los franciscanos en la relación lo que me llevó principalmente a entrar en la Orden.

Francisco, como sus hermanos después de él, tenía un don para encontrarse con las personas en su situación actual. En una colección de advertencias a sus hermanos, Francisco atestigua que “lo que una persona es ante Dios, esa persona es, y nada más”. En otra carta, Francisco anima a sus hermanos a no esperar nada de nadie, desafiándolos a eliminar todo obstáculo que les impida amarse unos a otros. El tipo de amor que Francisco describió era un amor sin condiciones ni cláusulas; un amor que se manifiesta como servicio a todas las personas. “Ama”, dice Francisco, “más que a mí”.

Este enfoque franciscano es muy importante hoy en día, porque hay muchos en la iglesia que dicen amar a las personas LGBTQ+, y sin embargo, su amor a menudo tiene un costo. ¿Cuántas veces los católicos LGBTQ+ escuchan a la gente decir: “Por supuesto que te amo, pero…” con la expectativa de que nieguen su experiencia y se conformen al ideal de otro? Esto no es amor en el sentido franciscano ni en ningún sentido real. Si quisiera que alguien fuera una persona diferente, prefiero la fantasía de una persona en mi mente a la persona real que está frente a mí.

En un momento en que la Iglesia nos pide que prioricemos las realidades concretas sobre las ideas, San Francisco nos muestra una mejor manera de amar a nuestros hermanos que evita caer en abstracciones degradantes.

Primero, amar a alguien significa caminar con y entre ellos. El amor requiere relación. Si no estamos dispuestos a entrar en la vida de las personas y recorrer la vida con ellas, ¿podemos realmente afirmar que las amamos?

En segundo lugar, debemos dejar que las personas definan sus propias experiencias y confiar en que Dios ya está trabajando en sus vidas. Uno de mis formadores dijo una vez que debemos sostener las historias de los demás con uñas y dientes. Las historias son delicadas y requieren un toque suave. No debemos hurgar, diseccionar ni arañar las historias de los demás, buscando defectos o elementos que cambiar. En cambio, debemos permitirles ser lo que son, escuchando atentamente con un corazón abierto. ¿Quiénes somos para apropiarnos de la identidad de otra persona?

Y, por último, debemos aprender a dejar de lado nuestras reservas y amar sin pedir nada a cambio. En su carta a toda la Orden, Francisco anima a los hermanos ano reservarse nada de sí mismos para sí mismos”. Vivir en fraternidad me ha obligado a dar cada vez más de mí a mis hermanos. No es fácil y requiere un verdadero compromiso y esfuerzo. Pero cuando soy tan vulnerable con mis hermanos como ellos lo son conmigo, florecen la verdadera intimidad y la comprensión. Todos los días espero mostrar a la gente el mismo amor y afecto que los frailes y mis compañeros de casa en Bonaventura me mostraron. Me amaron por lo que era, no por la persona que deseaban que fuera.

¿Pueden más católicos aprender a amar a sus hermanos LGBTQ+, no a pesar de sus experiencias e identidad, sino por ellos? Tal vez si comenzamos a practicar estas cosas, nosotros también podamos ver a nuestros hermanos como Dios nos ve a todos, como creados de manera asombrosa y maravillosa.

Hno. Tyler Grudi, OFM, (él), 8 de noviembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Libérame

Jueves, 21 de noviembre de 2024
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Señor,
te lo suplico,
llámame a tu juicio.

Que tu juicio me libere,
que tu luz separe la luz de la noche,
que tu espada separe la vida de la muerte,
que tu Palabra me diga lo que eres
y lo que no eres,
que tu mirada aleje de mí lo que no eres tú.

Que tu fuego destruya, funda y queme
el mal entretejido en mí, que me martiriza;
el mal reprimido en mí en la raíz y en las fibras
de tu vida crucificada.

Que tu amor llame, suscite
mi rostro en el que puedo reconocer tu vida.

Señor,
te lo suplico,
libérame

*

M. Emmanuelle,

Caminos de lo invisible

Milán 1997, p. 95

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“¿Dos clases de víctimas?”, por José Ignacio González Faus

Jueves, 21 de noviembre de 2024
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IMG_8197De su blog Miradas cristianas:

Viendo lo que pasa

Los humanos tenemos una gran capacidad para desfigurar las cosas más grandes.

la sacralidad y la opción por las víctimas es una de las cosas más serias que hemos conquistado

Pero a la hora de ponerla en práctica, solo pensamos en aquellas víctimas que no nos exigen ningún sacrificio:¿quién se acuerda hoy de Haití?

Y siguen otros ejemplos

Los humanos tenemos una capacidad inaudita de falsificar las cosas más grandes. Parece que últimamente habíamos conquistado el valor sagrado de las víctimas y su lugar primario en nuestro trabajo para los demás. La iglesia de los pobres, que decía Juan XXIII, el grito de Pablo VI ante los campesinos de Colombia (“vosotros sois Cristo para mí”), la teología de la liberación y hasta (sin que Marx se entere) la difusión de la palabra “proletariado” o, posteriormente “precariado”, habían ayudado a poner las víctimas en el centro de nuestra actividad social, como algo sagrado, para creyentes y no creyentes.

Pero luego parece que hemos ido buscando las víctimas que menos nos molestan y menos nos piden. ¿Quién se acuerda o hace algo por Haití? ¿Quién se preocupa por los millones que mueren como moscas en Sudán? ¿Quién reconoce el carácter de víctimas de todos los migrantes, a quienes acusamos ahora de envidiosos o delincuentes, y para los que pensamos construir monstruosos y disimulados “campos de concentración”, no dentro de nuestros territorios (como los de Hitler), sino fuera de ellos? En cambio ¡cómo nos preocupan y cuánto gritamos por todos aquellos maltratados que no nos exigen más esfuerzo que el de levantar la voz!

Y así, parece que no haya más víctimas que las de delitos sexuales: o que estas son las de primera división y las otras son solo “de categoría regional”: unas tienen mucha voz y otras casi no tienen voz. Y no sugiero de ningún modo que nos olvidemos de las unas, pero sí que apliquemos a las otras aquellas palabras de Jesús: “esto es lo que habría que hacer aunque sin olvidar lo otro”. Imaginemos qué pasaría, si ante uno de esos casos infames de violación repetida, de los que leemos noticias estos días, alguien exclamara: “bueno, ella se lo habrá buscado”, porque (como escribía Cela en La Catira) “a las mujeres eso también les gusta”… Imaginemos la que se armaría.

Pero ¡eso es exactamente lo que estamos haciendo con los inmigrantes!, algunos de ellos chavales y huérfanos. Y si es verdad que a veces hay sexualidades criminales, como estamos viendo cada día, también es cierto que hay, como dice un título de Amin Maalouf: “Identidades asesinas”.

Entre creyentes se habla con frecuencia de la necesidad de hacer algo de oración cada día; y no cabe duda de que eso te lleva a comenzar la jornada con un talante más pacificado y más benevolente. Pero ese mismo consejo puede servir también para los que no creen: cada mañana antes de comenzar el día, dedica al menos un cuarto de hora a pensar: hoy van a morir en Gaza o en el Líbano una serie de personas que aún no lo saben: unos perderán seres queridos y necesarios, otros quedarán heridos o mutilados para siempre; y otros en el mundo morirán de hambre o no probarán bocado en todo el día: de modo que si unos pocos pueden cada día comer “solomillo”, muchos otros no tienen más plato que “solo-tuyo”… Y perdón por el mal chiste.

En cualquier caso, quien procure comenzar así diariamente, verá cómo le puede resultar un poco incómodo al principio, pero acabará viviendo cada día de manera muy distinta a la habitual.

Y a la larga, quizás acabaremos comprendiendo otra lección muy sorprendente: más dignos de compasión son (¿somos?) los verdugos que las víctimas: porque si estas pierden la vida, aquellos pierden su humanidad, y nos deberían provocar mucha más pena que ira. Pues los cristianos sabemos que la vida se recupera en esa “otra vida” que esperamos y que es la verdadera vida: ya versificó A. Machado que “tras el pavor de morir – está el placer de llegar”. Pero la humanidad perdida es muchísimo más difícil de recuperar. Y Juan Crisóstomo ya decía hace más de quince siglos que el género humano puede dividirse en infrahumanos e inhumanos.

En este sentido quisiera decir, para terminar, una palabra sobre el señor Netanyahu: esa figura tan inhumana que se cree con derecho a dar órdenes a las Naciones Unidas, y que piensa que matar varios niños y mujeres es un medio justificado por el fin de eliminar a un líder enemigo. Me niego a creer que Netanyahu sea tan inhumano, sé que lo que está haciendo es una huida hacia adelante, que no busca la defensa de Israel sino la suya propia (porque sabe que el día que se acabe la guerra le espera seguramente un juicio y varios años de cárcel y a lo mejor evitaba eso apareciendo como un vencedor absoluto y constructor de un nuevo Israel). Prefiero pues creer que se ha vuelto loco y que se parece a aquel señor que entró en una autopista por la dirección contraria; y cuando comenzó a oír avisos oficiales que decían aquello de “cuidado, que hay un coche que va circulando en dirección contraria” se limitaba a exclamar: “¿uno? Pues yo veo que son muchos”…

En fin, quede al menos claro que esto de las víctimas es algo muy serio, y no podemos desfigurarlo. Y que en nuestra postura ante ellas nos jugamos el ser o no ser humanos.

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El Documento del Sínodo falló a las personas LGBTQ+. También incluye las herramientas para nuestra inclusión.

Jueves, 21 de noviembre de 2024
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IMG_8540Robert Shine fotografiado durante la audiencia de New Ways Ministry con el Papa Francisco en octubre de 2024

A primera vista, el Documento Final del Sínodo sobre la Sinodalidad, publicado a fines de octubre, parecía haber fallado a las personas LGBTQ+. Sin embargo, una lectura más atenta revela que incluye “las mismas herramientas que necesitamos para construir una iglesia acogedora que sea un hogar para todos“, según Robert Shine de New Ways Ministry.

Shine, un periodista con credenciales del Vaticano que cubrió la asamblea del Sínodo desde Roma, publicó un análisis del Documento Final en el National Catholic Reporter. Comienza el ensayo con la inmensa decepción que sintió cuando se publicó y se pregunta: “¿Vale la pena seguir siendo católico?” Shine continuó:

“Me sentí desanimado porque una vez más no se nombró a las personas LGBTQ+ y porque la ordenación de mujeres todavía era un puente demasiado lejano. En la conferencia de prensa del Vaticano, donde muchos celebraron este texto, quise preguntar a los cardenales panelistas: “¿Qué les dicen a los católicos queer como yo, que creímos en la sinodalidad e invertimos en este proceso, y sin embargo nos sentimos decepcionados o desilusionados?”

“No hice mi pregunta. Salí de la conferencia de prensa, entré a la Plaza de San Pedro y me encontré con una procesión del rosario a la luz de las velas acompañada de cantos en latín que resonaban por las columnatas. En los momentos en que estoy cansado y pierdo la esperanza, me viene a la mente un verso del poema de Mary Karr ‘The Voice of God’  (“La voz de Dios”): “baja esa pistola, necesitas un sándwich”. Entonces, compré helado para el camino a casa y dije que recogería todo por la mañana”.

Shine, editor en jefe de Bondings 2.0, relata que al día siguiente releyó el Documento Final en un parque de Roma y que la segunda lectura lo impactó “de una manera completamente diferente”. Explica:

“Salieron a la luz una amplia gama de cuestiones, propuestas concretas e incluso algunas secciones verdaderamente hermosas. Es un documento imperfecto, y sin embargo, percibo en él la fe católica que me ha consolado y animado. Existen focos de verdadera esperanza en la confusión de jerga y citas.

“Esta es la paradoja: la asamblea imagina una iglesia en la que me puedo ver a mí mismo, pero la visión de la asamblea no puede verme, como católico bisexual, ni a mis hermanos queer, en su visión de la iglesia. O, al menos, se negó a nombrarnos directamente en esa visión”.

Shine critica a aquellos comentaristas y participantes que afirman que la asamblea “implícitamente incluye a las personas LGBTQ+ en sus llamados a la bienvenida” o que se ha avanzado en cuestiones LGBTQ+ “porque el tono o las ‘vibraciones’ en la sala del sínodo fueron mejores que el año pasado”. Destaca que “al menos 35 grupos dispares tenían al menos unas pocas líneas, o a veces un párrafo, dirigidos a ellos”, incluidos “mujeres, personas discapacitadas, migrantes y refugiados, sacerdotes, otros cristianos, niños, lectores, los pobres, la Tierra y más”. Pero las personas LGBTQ+, o incluso la mención de la identidad de género y la orientación sexual”, estuvieron completamente ausentes. Sobre esta disparidad, comenta:

“Una buena redacción considera no sólo el mensaje que un autor quiere transmitir, sino también cómo lo recibirá la audiencia. Nombrar explícitamente a diferentes grupos, como los mencionados anteriormente, ayuda a esa recepción. Dice claramente: eres parte de todo este gran asunto y se desea tu participación. Por otra parte, el mensaje es bastante diferente cuando se invita a tantos otros grupos por su nombre y no a las personas LGBTQ+, especialmente cuando se nos reconoció tan a menudo en las etapas anteriores de este proceso sinodal, incluso por parte del Vaticano.

“De los muchos, muchos temas que la asamblea sinodal abordó durante dos años, incluidos algunos muy polémicos, parece que las personas LGBTQ+ son un tema tan singularmente difícil que ni siquiera pudimos ser nombrados, y mucho menos que se abordaran nuestras preocupaciones. Ese es un error que debe corregirse si se quiere que haya un futuro para una iglesia sinodal. El silencio y la omisión simplemente no son aceptables ni sostenibles”.

La exclusión, señala Shine, es una experiencia común para los católicos LGBTQ+ y sus aliados, y “puede colorear la forma en que se experimenta todo lo demás”. Esa dinámica es lo que sucedió en su primera lectura del Documento Final; la omisión de su identidad y comunidad le impidió ver aspectos más positivos. Pero al releer, Shine “optó por mirar más allá de estas emociones negativas para ver qué más estaba haciendo Dios a pesar de las deficiencias de la iglesia”. Desde esta perspectiva, concluye:

“Sigo creyendo en la sinodalidad como el camino para nuestra iglesia, y el documento final de la asamblea, que ahora es parte de la enseñanza magisterial del Papa Francisco, afirmó esa creencia. Incluso con sus graves defectos, ofrece innovaciones para generar un cambio real. Sin embargo, la sinodalidad no se realizará verdaderamente si la armonía y el consenso solo se pueden lograr manteniendo ciertos temas reprimidos (o enterrados en grupos de estudio).

“La omisión de la inclusión LGBTQ+ en el documento final indica que se trata de una de las conversaciones más difíciles para una iglesia global. Por eso, la cuestión debe estar en la agenda de la iglesia a medida que avanzamos hacia la implementación de la sinodalidad.

“¿Vale la pena seguir siendo católico? No puedo responder esta pregunta a nadie más, pero la respuesta para mí es “sí”. Esto es lo que les digo a los compañeros LGBTQ+ y a los católicos aliados que también se han sentido decepcionados y desilusionados: tómense unos días libres, busquen un banco en el parque y comiencen a leer el documento de nuevo. Encontrarán en él que Dios nos ha dado las herramientas que necesitamos para construir una iglesia acogedora que sea un hogar para todos”.

—Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 9 de noviembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Una oración por el Día Internacional del Recuerdo de las Personas Transgénero

Miércoles, 20 de noviembre de 2024
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El 20 de noviembre, los defensores de los derechos LGBTQ+ conmemoran el Día Internacional del Recuerdo de las Personas Transgénero, un día para ayudar a honrar a las personas transgénero, no binarias y no conformes con su género que han muerto a causa de la violencia el año pasado, así como a aquellas personas que continúan trabajando por la justicia y la igualdad.

Para ayudar a conmemorar este día, New Ways Ministry ofrece la siguiente oración para uso individual o comunitario.

Nuestra esperanza es que esta oración no solo eleve y honre las vidas de nuestros hermanos trans, sino que nos aliente a todos a trabajar diariamente para poner fin a la violencia antitrans y por la búsqueda de justicia para todas las personas LGBTQ+.

La oración fue compuesta por Bernadette Donlon, Coordinadora Digital de New Ways Ministry.

Oración por el Día Internacional del Recuerdo de las Personas Transgénero

Dios compasivo,

Sabemos que a lo largo de todo lo que experimentamos, estás con nosotros. Hoy, nos tomamos un tiempo para honrar y elevar las vidas de nuestros hermanos transgénero que nos han precedido. Llevamos en nuestro corazón a quienes sufrieron violencia, discriminación y prejuicio. Recordamos y honramos las vidas que vivieron con valentía y resiliencia. Que sus recuerdos sean una bendición y un llamado a la acción.

Concédenos la fuerza para solidarizarnos con la comunidad transgénero y con todos los que enfrentan la opresión, para ser aliados y defensores en su lucha por la aceptación, la igualdad y la seguridad. Que podamos enfrentar los prejuicios y la ignorancia con comprensión y compasión, comprometiéndonos con la justicia en su nombre.

Oramos por la sanación de quienes lloran, por la paz en los corazones de quienes viven con miedo y por la sabiduría para nutrir un mundo donde cada persona sea celebrada, protegida y amada exactamente como la persona que Tú creaste que fuera.

En su memoria, que podamos crear un mundo que abrace a cada alma en su plenitud. Te pedimos que nos guíes para que nuestro amor sea más fuerte que el odio, nuestra esperanza más fuerte que la desesperación y nuestras acciones arraigadas en un profundo compromiso con un futuro donde cada vida pueda florecer con dignidad y orgullo.

Amén.

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***

Versión abreviada

Sabemos que a lo largo de todo lo que experimentamos, estás con nosotros. Hoy, nos tomamos un tiempo para honrar y elevar las vidas de nuestros hermanos transgénero que han fallecido. Llevamos en nuestro corazón a quienes sufrieron violencia, discriminación y prejuicio. Recordamos y honramos las vidas que vivieron con valentía y resiliencia. Que sus recuerdos sean una bendición y un llamado a la acción.

Concédenos la fuerza para solidarizarnos con la comunidad transgénero y todos los que enfrentan la opresión, para ser defensores en su lucha por la aceptación, la igualdad y la seguridad. Que podamos enfrentar los prejuicios y la ignorancia con comprensión y compasión, comprometiéndonos con la justicia en su nombre.

Amén.

—Robert Shine (él), New Ways Ministry, 13 de noviembre de 2024

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Fuente New Ways Ministry

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“El recuerdo del padre: Una figura inaccesible e inolvidable”, por Felisa Elizondo, teóloga

Miércoles, 20 de noviembre de 2024
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IMG_8150“Hay ataduras que vinculan de por vida a un hijo con su padre”

“El de un hijo con el padre es un vínculo único y universal, tan profundo que resulta imposible de ignorar”

“El padre de Erri de Luca volvió de América lamentando no haberse unido a algún grupo de la Resistencia y que trabajó para dar a los suyos comida, educación y zapatos”

“En distintas páginas y con alusiones siempre breves, pudorosas, a modo de confidencias, Erri de Luca nos deja entrever la silenciosa figura de su propio padre: un hombre dado al trabajo y llevando la vida honrada de tantos buenos vecinos”

Si en la literatura –desde los despertares del feminismo– muchas páginas han tratado de la relación, tantas veces conflictiva, de hijas y madres, también la paterno filial ha encontrado un espacio considerable que deja advertir que es éste un lazo fundamental en la experiencia humana. Así, aunque en los años sesenta oímos hablar hasta el cansancio de un “corte generacional” y alguien a quien citaremos más abajo llega a decir que “el 1900 ha excavado abismos entre padres e hijos”, son bastantes las firmas de autores conocidos que se vienen interesando por esa figura que dejó marcas en la memoria de su infancia que es algo así como una patria. A pesar de que “una generación se levantó contra los padres” –como señala ese mismo autor– la ligadura ata a padres e hijos con un lazo que el olvido no llega a difuminar.

Ya hace unos pocos años, el escritor mejicano Héctor Aguilar Camín en Adiós a los padres, un libro dedicado a la historia familiar, aunque el suyo fue un padre ausente, dejó escrito que “los padres son inaccesibles al conocimiento de los hijos pero no a su imaginación” y que se da la paradoja de que siendo “los dioses cotidianos” de nuestra infancia pasan a resultarnos rutinarios en los años siguientes para ser, al fin, “nuevamente esenciales al final de la vida”. Una constatación que encontramos en otras historias personales, incluidas las de la generación que se levantó contra los padres en el emblemático 68.

El tema se repropone una y más veces porque el de un hijo con el padre es un vínculo único y universal, tan profundo que resulta imposible de ignorar. En este espacio nos ceñiremos a su aparición en las páginas de un escritor al que no faltan frescura y originalidad: Erri de Luca.

Recuerdos y lecturas que se entrelazan

IMG_8148A partir de entrevistas y de anotaciones que se encuentran en las solapas de su veintena de libros, se puede saber que Erri de Luca tiene sesenta y dos años, que nació y creció en la Nápoles del bullicio y la miseria de la postguerra.

Sabíamos que su padre volvió de América lamentando no haberse unido a algún grupo de la Resistencia y que trabajó para dar a los suyos comida, educación y zapatos. Algo que el muchacho sintió como un privilegio respecto a los niños de la calle cuyas penurias le hicieron sentir vergüenza y rabia. Sentimientos que ahora, en su madurez, quiere expresar con palabras a modo de “un ramo de flores sobre la fosa común de su infancia”. Aquella pobreza callejera le empujó a una rebeldía juvenil que comportó desoír a su padre y dejar la casa “para ir a ninguna parte”. A dejar de lado otros posibles y canalizar sus energías en la adscripción a Lotta continua, un grupo que ensayó el lanzamiento de los adoquines romanos en las manifestaciones callejeras del final de los sesenta.

De Luca trabajó como obrero en oficios que encallecen las manos y como camionero en ayuda de la maltrecha Bosnia durante la guerra de los Balcanes. Con la dignidad de quien vive de la fatiga y no del éxito, ha mantenido siempre una vida sobria aprendida de su madre que daba cinco liras (de las de entonces) a las manos vacías y no como mera limosna. Empeñado en gastar su tiempo y sus energías en el lado de los vencidos, en causas casi perdidas. Un empeño que se trasluce en su mismo modo de escribir. Así, en años recientes ha alzado la voz para que no queden sin nombre los que en un viaje de “sólo ida” encuentran su tumba en el Mediterráneo, sin tiempo de arribar siquiera a la pequeña isla de Lampedusa, y se ha sumado a la protesta popular por la apertura de un túnel bajo la cadena alpina.

Como en su recorrido, en su escritura y en párrafos cortos, casi entrecortados, asoma un fondo de convicciones firmes, la ética que ha sostenido sus peripecias, y que explica su estima de los gestos mínimos, los de las gentes que pasan sin ser notadas: “si quieres ser invisible, hazte pobre”, escribió la inteligente Simone Weil, y Erri no lo discutiría. Basta releer su poema sobre lo que considera valioso: Considero valore…

En el reciente A tamaño natural (Seix Barral 2022) ha reunido varias estampas con trazos que dibujan a su modo la relación de padres e hijos en relatos que saltan el tiempo desde el lejano Israel hasta los últimos meses de la Shoà. Son relatos y menciones que se entrelazan. Y en la trama se cruza su memoria personal, textos leídos y releídos, historias oídas y mirada detenida ante un cuadro excepcional de un pintor judío exiliado en París a comienzos del siglo XX.

En distintas páginas y con alusiones siempre breves, pudorosas, a modo de confidencias, Erri de Luca nos deja entrever la silenciosa figura de su propio padre: un hombre dado al trabajo y llevando la vida honrada de tantos buenos vecinos. Y el retrato de un hijo desobediente: “No por una colisión frontal, fue una lenta deserción, me fui dando bandazos sin dirección alguna […] a mí me alcanzó la llamada de una generación”.

Un padre nunca olvidado, aunque apenas habló con él más que del trabajo manual pero que le enseñó a encontrar agua bajo tierra con su bastón de fresno. Que no llegó a leer ninguno de sus libros aunque tampoco dejó de tenderle una mano sin preguntarle por sus andanzas y convicciones políticas cuando volvieron a darse momentos de cercanía.

Un padre al que –sin decirlo expresamente– parece dedicar la frase que el autor pone en boca de su admirado poeta Chagall y que suena como su propia confesión: “en la deuda de la gratitud se halla el remordimiento de haber dejado indefenso al padre árbol”. En más ocasiones, Erri ha repetido con acento que suena sincero que, de por vida, sigue siendo hijo.

Releyendo la akedà de Isaac

IMG_8146El sacrificio de Isaac, de Andrea Mantegna

Sin considerarse creyente, aprendió el hebreo antiguo, además del yidish, para leer las Escrituras en su lengua original: tanto aprecia su “sabiduría antigua” y aquellos relatos que se pierden en el tiempo. De ahí que entre los textos aparezcan unos cuantos nombres y episodios bíblicos.

Ya en Hora prima anotó su manera de leer el Libro: “Cada mañana, con la cabeza despejada y serena, acojo las palabras sagradas. He llegado a entender que acogerlas no significa aferrarlas, sino ser alcanzado por ellas, estar tan tranquilo que me deje agitar por ellas, tan indiferente y sin planes personales previos que pueda recibirlos de ellas, tan soso que me deje salar por ellas. Así he hospedado en mi casa las palabras de la Escritura sagrada”.

De ahí también que su “exégesis” resulte tan original como la que desplegó hace unos años en En el nombre de la madre releyendo el Evangelio de Lucas. En A tamaño natural nos sorprende al traducir y detenerse en el relato tradicionalmente conocido como “El sacrificio de Isaac” –que prefiere titular akedà siguiendo el original hebreo– en el que encuentra “la más severa historia entre padre e hijo” que narra la “atadura” irrompible que liga a un hijo con su padre. El traductor y lector que es Erri advierte que la Voz que arrojó a Abraham fuera de su tierra, pide ahora que “tome” nada menos que al hijo único y habido en la vejez de Sara: “la Divinidad –escribe– quiere verificar si basta con una invitación para desencadenar la obediencia de su oyente”.

En la lectura del extraño pasaje, con ayuda del Talmud, nuestro autor compara la enemistad y ruptura de Abraham con su propio padre, Teràn, con la sumisión máxima de Isaac, que no huye ni se defiende del suyo, aunque al caminar hacia el monte donde espera su final llore lágrimas que no brotan precisamente de “los manantiales de alegría” y “los pasos pesen plomo en la cuesta del Moria”.

Con este gesto extremo, Isaac, que ni se rebela ni defiende, “da peso a su padre”, que es como decir que le honra al máximo. Así supera a sus mayores por el extremo de la obediencia. Lo hace –cuida de anotar también De Luca– antes de que la Voz dicte en el Sinaí el mandato/deber de honrar al padre. Y para nuestro exégeta, este antiquísimo relato viene a mostrar que el nudo con que el hijo está atado al padre no es desatable, por lo que le resulta mucho más conforme con el original hablar no ya de “sacrificio” sino de “ligadura de Isaac.

Un cuadro de Chagall

IMG_8139En París, en el Museo de Arte e Historia del judaísmo, Erri de Luca descubrió el impresionante retrato a tamaño natural que en 1910 Marc Chagall hizo de su padre, al que había dejado en las lejanas orillas del Daugava, en Bielorrusia, donde levantaba cargas pesadas y removía arenques en salmuera con sus manos heladas.

Pocas descripciones conmueven como ésta, que se alarga saltando páginas y enlazando con otras, en la que Erri se detiene en el pincel de Marc Chagall, el hijo pintor que en la noche honra con un cerco rojo los ojos quemados del padre. Y con capas superpuestas de pintura negra sus ropas viejas oliendo a pescado y a sal:Para Marek –nombre original de Marc– el futuro está sobre el lienzo. Para un artista el futuro es terreno ya sembrado […] Marek en París absorbe, filtra, apesta a pintura […] Es el amanecer, el cuadro está terminado. Su padre está allí, frente a él ¿Puede un retrato equilibrar la brecha entre la obra del padre y la noche de gratitud de un hijo?”.

Y De Luca no olvida recordar que, en el siglo de promesas y masacres, el hijo, ahora asentado en las orillas del Sena, como quien nada río arriba, cumple con el deber imperioso de pintar el lugar donde llegó al mundo. Y vuelve con la memoria a la ribera de otro río para retratar a una figura que reúne toda su gratitud: la de un hombre vestido de negro, dibujado a tamaño natural. Se trata de Zakhar Chagall, su lejanísimo padre, el de las manos heladas y olientes: “es la culminación que alcanza la nostalgia”.

Las manos heladas no besadas –observa Erri– no están presentes: Marek/Marc no se atrevió a representarlas porque de aquel olor había huido y representaban algo de lo que no se enorgullecía. Las capas de color responden –añade el escritor que contempla en el museo la impresionante figura del padre lejano– “a un remordimiento y a una gratitud tardía”.

No es atrevido pensar que esos sentimientos que encontramos en esta cadena de recuerdos son los de muchos más hijos que reconocen, pese a todo lo pasado o silenciado en sus historias personales, que hay ataduras que vinculan de por vida a un hijo con su padre.

Fuente Religión Digital

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Noche y día, alba y aurora…

Martes, 19 de noviembre de 2024
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(Imagen de la película Yentl de Barbra Streisand, que se estrenó el 18 de noviembre de 1983)

Hay un antiguo cuento judío sobre un rabino que pregunta a sus alumnos: “¿Cómo sabemos cuándo ha terminado la noche y ha comenzado el día?”.

Los alumnos ofrecen varias respuestas: cuando hay suficiente luz para saber dónde termina mi propiedad y comienza la propiedad de mi vecino; cuando hay suficiente luz para poder distinguir mi casa de la casa de mi vecino; cuando hay suficiente luz para poder distinguir entre un caballo y una vaca.

Ninguna de estas respuestas satisfizo al rabino. Les dijo que todas sus respuestas se basaban en destacar las diferencias y las divisiones. La respuesta correcta, les dijo, era que la noche se convierte en día cuando hay suficiente luz para mirar a la cara a alguien que está a tu lado y ver a esa persona como un miembro de la familia o un amigo.

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Muy cerca de este sentido, nuestra María Zambrano utiliza los términos alba y aurora de manera intercambiable. Ambos nos remontan al instante en el que empieza a clarear, tras la montaña o el mar, más allá de la línea del horizonte. Denotan el intervalo en el que deja de ser de noche, sin ser tampoco de día; el instante en el que empezamos a intuir el sol sin que asome aún.

En El hombre y lo divino, Zambrano nos habla de la aurora y del alba, en clara contraposición a esa luz cegadora de la razón ensoberbecida. Así, nos presenta la aurora y el alba como metáforas para una razón conciliadora. Frente a luz deslumbrante de la razón occidental, totalizadora y absolutista, la aurora aparece como una luz humilde, libre de soberbia, desde la que esforzarse por entrever una realidad que solo poco a poco se va desvelando… en el hermano que camina a nuestro lado.

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“¿Bendecir o no bendecir las parejas homosexuales?”, por P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Martes, 19 de noviembre de 2024
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matrimoniogay1Trato de comprender bien y aprecio firmemente las intenciones de apertura que el Papa Francisco quiso fijar como objetivo para las Congregaciones – Dicasterios especialmente de fe y de culto.

Pero para realizar verdaderamente un giro pastoral, una apertura real, es necesario comprender y fundamentar las intenciones en un nivel sistemático, institucional y jurídico. Porque cuando “formas de vida” están implicadas en una disposición magisterial, el reconocimiento formal se convierte en parte constitutiva y decisiva de bienvenida y de carta de ciudadanía. Una acogida sin reconocimiento es una contradicción.

Sin embargo, si se accede a una pastoral que adopta esta forma “no oficial“, el punto de inflexión no alcanza su objetivo, porque siempre y sólo actúa “bajo la superficie“: es decir, no adquiere realmente el concepto de “pastoral” que el Concilio Vaticano II introdujo con nueva autoridad. Una “bendición pastoral” que no profundiza en la elección que “Tametsi” hizo hace casi 500 años en otro mundo, sino que sigue siendo víctima de ella, está condenada al fracaso.

¿Qué es una bendición que no tiene espacio, tiempo, forma ni circunstancias? ¿Qué es una “pastoral” que se reduce casi a un ejercicio casi clandestino del ministerio ordenado? Una “tradición” que no puede “hacer tradición“, porque no deja ni puede dejar ninguna huella escrita de sí misma, corre el riesgo de convertirse en una mistificación, no en una verdadera realidad pastoral. Tener el coraje de “otra oficialidad” (con toda la prudencia geográfica e histórica, pero también con toda la determinación necesaria) es el camino obligado para orientar verdaderamente la conciencia común y la conciencia individual.

La tarea de la acogida pastoral requiere, por tanto, la elaboración de al menos dos prioridades:

1.- Desarrollar una nueva definición de “formas de vida de relación (incluida la sexual)” respecto de las cuales podamos ejercitar el discernimiento de la bendición: sin estandarizar diferentes situaciones, pero dando reconocimiento a cada condición por lo que cada relación logra en términos de “bien“.

Éste es el modo de poder bendecir, en formas diferenciadas, un espectro de situaciones más amplio de lo que la “institución sacramental” puede prever. La identificación entre litúrgico y sacramental y la falta de “articulación litúrgica” de la acción eclesial son aquí las cuestiones que siguen cansando o completamente bloqueadas a nivel doctrinal. Dar reconocimiento a las formas de vivencia del bien relacional no es sólo una posibilidad, sino una tarea eclesial. Aquí la Iglesia no se enfrenta a una eventualidad accesoria, sino a una tarea original y esencial.

2.- Salir de la sombra de una “competencia exclusiva” de la Iglesia en materia de matrimonio, de relaciones de pareja, de comunión de vida implica una precisa diferenciación de las identidades entre bautismo y matrimonio, lo que exige escapar doctrinalmente a los automatismos que “Tametsi” asumió desde las posiciones teológicas de la época, y que luego cristalizaron en la rigidez decimonónica contra el Estado liberal, primero con Pío IX, luego a través del Código de 1917 hasta el código de 19831.

Esta línea doctrinal ofrece todavía una reconstrucción directa e inmediata de la relación entre bautismo y matrimonio, que ya no permite leer otras “formas de vida“. En esencia habrá que llegar, eclesialmente, al reconocimiento de formas de unión entre bautizados que no son sacramento del matrimonio, tal como la doctrina supo reconocer incluso después de 1563, al menos hasta el siglo XIX y antes del CJC que impuso jurídicamente lo que hoy se puede discutir pastoral y teológicamente. La ley no está por encima de la teología, sino por debajo. Imponer teológicamente una norma jurídica no siempre es un signo de fidelidad a la tradición (como efectivamente dice Amoris Laetitia 304).

Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano. Ruego encarecidamente que recordemos siempre algo que enseña santo Tomás de Aquino, y que aprendamos a incorporarlo en el discernimiento pastoral: «Aunque en los principios generales haya necesidad, cuanto más se afrontan las cosas particulares, tanta más indeterminación hay […] En el ámbito de la acción, la verdad o la rectitud práctica no son lo mismo en todas las aplicaciones particulares, sino solamente en los principios generales; y en aquellos para los cuales la rectitud es idéntica en las propias acciones, esta no es igualmente conocida por todos […] Cuanto más se desciende a lo particular, tanto más aumenta la indeterminación». Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma. Ello no sólo daría lugar a una casuística insoportable, sino que pondría en riesgo los valores que se deben preservar con especial cuidado” (Amoris Laetitia 304).

Estos dos frentes no resueltos convergen en una condición, por lo menos, paradójica:

a.- por una parte, no se desea traducir de ningún modo la doctrina, que sigue construida de tal modo que asegura una definición de la «condición de las relaciones homosexuales» como condición de pecado;

b.- por otra parte, se desea abrir un espacio de maniobra de carácter pastoral, pero sin elaborar una noción de bendición que no sea una especie de «oficialización» y de «regularización». Así, la «bendición pastoral», si ha de existir, debe protegerse tanto del objeto de la bendición como del instrumento que emplea.

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Es evidente que, en estas condiciones, una «bendición pastoral» ni siquiera es concebible como «ente de razón». Sin una debida elaboración tanto del juicio eclesial sobre las «formas de vida» como de los instrumentos con los que la Iglesia toma iniciativas pastorales, la finalidad de la intervención puesta en marcha por “Fiducia Supplicans” puede fácilmente resultar sin efecto sustancial.

Si alguien quisiera ‘ungir a los enfermos‘ en secreto, inmediatamente estaríamos dispuestos a censurarlo. Algo parecido ocurre hoy con esta «bendición», captada, por una parte, por una comprensión unilateral de la Iglesia como «garante del orden establecido», privada así de toda profundidad profética. Por otra, obligada a cultivar y practicar sólo casi «a escondidas» formas de «cercanía» manchadas de paternalismo clandestino.

Fuente: Remitido por el autor.

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