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“Ya viene la salvación de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 8 de diciembre de 2024
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IMG_8898De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del II domingo de adviento 08-12-2024

Con Juan Bautista se cierra el profetismo del Antiguo Testamento para dar paso a Jesús

Juan Bautista encarna las palabras del profeta Isaías, siendo ese profeta que prepara los caminos del Señor

Pidamos una conversión sincera para reconocer en el Niño que nace, al Salvador del mundo

El año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítida y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, la Palabra del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarias, en el desierto. Juan recorrió toda la región del río Jordán predicando un bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en el desierto, Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos. Todo barranco se rellenará, montes y colinas se aplanarán, lo torcido se enderezará y lo disparejo será nivelado y todo mortal verá la salvación de Dios

(Lc 3, 1-6).

En este segundo domingo de adviento, el evangelio de Lucas nos presenta la figura de Juan el Bautista a quien conocemos como el profeta que cierra el ciclo de profetas del Antiguo Testamento para dar paso al profeta Jesús en el Nuevo Testamento. En primer lugar, el texto sitúa el tiempo en el que vive Juan Bautista señalando las autoridades políticas y religiosas. Es tiempo del emperador Tiberio, de Poncio Pilato, de Herodes en cuanto el ámbito civil y con Anás y Caifás en lo religioso. De alguna manera estos datos de la historia muestran a los profetas respondiendo a cada momento histórico, haciendo de su palabra una lectura sobre el presente que viven, percibiendo lo que los demás no ven y ayudando a sus contemporáneos a interpretar lo que está sucediendo.

El texto continúa diciéndonos quien es Juan, lo cual ya lo sabemos por los primeros capítulos del evangelio. Es hijo de Zacarías y añade donde está realizando su misión: en el desierto, lugar que representa el encuentro con Dios, reafirmando así que su palabra viene de Dios. Juan está predicando el bautismo de conversión de los pecados y, como el texto lo explicita, está cumpliendo la palabra del profeta Isaías el cual ya hablaba de un profeta cuya misión era preparar el camino del Señor con quien llegaría la salvación.

Esa palabra de Juan hoy se dirige también a nosotros y adviento es el tiempo propicio para ello. La salvación llega con Jesús y los cambios serán evidentes y radicales: los senderos se enderezan, los barrancos se rellenan, los montes y colinas se aplanan, pero todo esto exige nuestra preparación para conseguir su realización. Hemos de entender la realidad que vivimos para propiciar los cambios que urgen. La salvación no es meramente en sentido espiritual sino en sentido integral. Porque los corazones cambian, la realidad se transforma para el bien y, en la medida que esta se transforma, más corazones o más personas podrán vivir el bien y la bondad. Escuchemos, entonces, la predicación de Juan y pidamos esta conversión sincera y la apertura necesaria para reconocer en el Niño Jesús que viene al Salvador del mundo.

(Foto tomada de: https://www.sotodelamarina.com/2018/04/Q3/20180425Estanislao_Martin_Rincon.htm

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María… pequeña María… Madre del Mundo Nuevo.

Domingo, 8 de diciembre de 2024
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El 8 de diciembre de 1854, Pío IX definió este dogma con las siguientes palabras: «Para honor de la santa e indivisa Trinidad…, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles». Antes, la Orden Franciscana, en su Capítulo celebrado en Toledo el año 1645, «escogió a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en cuanto la confesamos y celebramos inmune de la culpa original en su misma Concepción, como Patrona singular de toda la Orden de los Frailes Menores». Y aquello no fue una novedad rara en la historia de la familia franciscana, que desde sus primeros tiempos se distinguió como defensora acérrima de este privilegio sin par de María. El beato Juan Duns Escoto fue su adalid, y la campaña por él iniciada la prosiguió la Orden, sin desmayos, a lo largo de los siglos. Así celebramos hoy el “gran momento de la historia cuando cielos y tierra, la creación entera enmudeció esperando escuchar el «FIAT» de nuestra Señora”

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MADRE DEL MUNDO NUEVO

Estamos otra vez en el Principio.
Dios quiere hablar y el aire se acrisola.
Como un niño, en la sangre, nace el mundo;
y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte.
(Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de Sus Ojos,
tendrá toda la Tierra penitente para echar las raíces…).

Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes,
y tú jugabas ya -la consentida- en la plaza infinita de Sus Manos:
primera siempre al mimo de Su Gozo…
Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo
necesita la puerta de tu seno para llegar incólume,
(Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas).

Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas -¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte!-,
un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva,
como un tesoro tierno a la memoria,
antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas,
con el Niño en los brazos, ofrecido…
La Tierra está en mantillas, dormida en tu regazo.

La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado
de tantas aventuras,
espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln.
Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas.
Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre.
¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida,
para enmascarar la luz de tu presencia!

América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado,
pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe,
y late la manigua como un puerto que siente tu llegada:
-¡Vendrá Santa María, libre de carabelas!
Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la Espera,
como una cruz cansada de martirio,
Asia cruje, sangrando por sus lotos…
¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las Comunas;
la Luna sabia sigue tus pies para calzarte,
y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias!

Mientras llegan los sueños en cayuco inestable,
y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche,
Africa arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas.
Se quiebran sus tambores en parches de alegría
y las lanzas preguntan por la aurora:
¡porque el mar no termina en la mirada!
Y danzan sus miningas, con las anillas rotas,
enarbolando el sol entre las risas,
¡porque hay una Mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas,
con el sol en los hombros, como un clote!
Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos;
llegan tus manos fieles, con la Paz en la proa.

Neófitas de sal y de promesas, las Islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta,
con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro.

¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu Nombre…!

Estamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos
todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo, para siempre!

Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto;
y el cielo, descubierto en mil caminos,
se hará pista a tus viajes de ¡da y vuelta -de Dios hasta los hombres-,
¡nostalgia nuestra, Asunta!

…Dios llega al aeropuerto de la Historia;
a tiempo en todo Tiempo, el heredado pulso de tu sangre.

Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia,
y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa,
al pie de tu Misterio…

Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era:
¡por derecho de Madre tú patentas la luz amanecida!

*

Pedro Casaldáliga
“Llena de dios, y tan nuestra”.
Antología mariana

***

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Pieta,
de Kim Ki-duk.

La aurora es un momento fabuloso: el que precede inmediatamente al salir el sol. Antes sólo eran tentativas. Un leve palidecer el cielo por oriente, apenas visible en la noche. Sigue un clarear creciente, lentamente al comienzo, luego más rápidamente, siempre más rápidamente. Finalmente un instante en el que el surgir de la luz es tan victorioso y ardiente, el esplendor tan cegador a los ojos habituados a la noche, que nos podríamos creer ante el mismo sol: apenas un instante después, como una llamarada, su luz arde en el hilo del horizonte. Y finalmente el sol. Hasta ese momento, nos podíamos haber engañado, pues ya se transparentaba en lo que sólo era la aurora. Lo mismo la Inmaculada concepción. Primero, a lo largo de los siglos precedentes, se trataba del alba de Cristo, de los comienzos de su pureza y santidad, ya maravillosos considerando que se realizaban en la naturaleza humana, pero aún oscuros respecto a El. María es el culmen de la aurora, el surgir del día. Pero su luz ilumina a todos. La Inmaculada concepción distingue a María de los demás humanos sólo para unirla más a Cristo, que pertenece a todos (…).

Tras el decreto que estableció la venida de Cristo, se da esta larga preparación que ya la realiza inicialmente y que llena toda la historia antigua de la humanidad. Ahora bien, toda esta preparación lleva a María, porque ella (…) es portadora de Cristo. La preparación es inmensa: es la única obra de Dios mismo en este mundo; se compromete con todo su amor: haciendo confluir, en virtud de su gracia, todo lo que en nuestros esfuerzos humanos hay de verdaderamente bueno: se plasma una naturaleza humana que será la suya.

Llega un día en que todo está preparado. En la Virgen todo se reúne para pasar de ella al Hijo (…). María es la figura absoluta y total, y lo es para siempre, porque, siendo Madre de Dios, es la que une el Hombre-Dios con la humanidad.

*

É. Mersch,
La théologie du Corps mystique,
I
, Tournai 1944, 219-221.

***

La misión maternal de María hacia los hombres no oscurece ni disminuye de ninguna manera la única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia.

Porque todo el influjo salvífico de la bienaventurada Virgen en favor de los hombres nace del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.

La bienaventurada Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la divina providencia,  fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor y, de forma singular, la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor.

Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación.

Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la bienaventurada Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora.

La Iglesia no duda en atribuir a María ese oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador .

*

Del Concilio Vaticano II,
Lumen gentium, 60-62.

***.

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Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Domingo, 8 de diciembre de 2024
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Leído en Koinonia:

Génesis 3,9-15.20

 Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer

Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre:

– “¿Dónde estás?”

Él contestó:

– “Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.”

El Señor le replicó:

– “¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?”

Adán respondió:

– “La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.

El Señor dijo a la mujer:

– “¿Qué es lo que has hecho?”

Ella respondió:

– “La serpiente me engañó, y comí.”

El Señor Dios dijo a la serpiente:

– “Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.”

El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

***

Salmo responsorial: 97

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado /
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

***

Efesios 1,3-6.11-12

Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

 

***

Lucas 1,26-38

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:

– “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.”

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:

– “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”

Y María dijo al ángel:

– “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”

El ángel le contestó:

– “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.”

María contestó:

– “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”

Y la dejó el ángel.

***

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (8 de Diciembre de 1977)

AGRADECIMIENTOS AL SACERDOTE Y RELIGIOSAS

Yo quiero aprovechar esta oportunidad, pues, para agradecer a los padres norteamericanos este servicio tan insigne que nuestra diócesis aprecia inmensamente, así como también a las hermanas de San José que, junto con ellos los sacerdotes, están cultivando este mensaje de la palabra de Dios y alimentando con él a nuestro pueblo.

Quiero alegrarme también, porque junto a los sacerdotes y las religiosas un grupo de hombres y de mujeres, celebradores de la palabra, catequistas, asociaciones parroquiales y católicos que sienten la responsabilidad de la Iglesia en este momento tan trascendental de la historia de El Salvador no desfallecen en su difícil misión de predicar este mensaje del Señor. Celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, es tener la oportunidad de acercarnos a la fuente misma desde donde brota todo ese río que no terminará de correr hasta la consumación de los siglos. La Iglesia, con su mensaje, con su palabra, encontrará mil obstáculos, como el río encuentra peñascos, escollos, abismos; no importa; el río lleva una promesa: “estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos” y “las puertas del infierno no podrán prevalecer”, contra esta Voluntad del Señor.

EL PECADO DE ORIGEN

¿Cuál es la Voluntad del Señor?. El misterio de la Inmaculada Concepción de María nos está ofreciendo a la luz de esas lecturas que acaban de escuchar cuáles son los designios de Dios para con nosotros los hombres.

En la lectura se nos ha recordado la gran tragedia. Nuestros primeros padres, creados en Gracia de Dios para transmitirnos no sólo la vida natural, sino transmitirnos también la filiación Divina, pero bajo la condición de que hubieran sido obedientes a Dios, no obedecieron. Seducidos por el demonio, Eva seduce a Adán, los dos padres del género humano pierden la amistad de Dios porque han desobedecido. Desde entonces la humanidad ha caído en lo que se llama el pecado original, el pecado de origen, el pecado que traemos de nuestros primeros padres. Ahora se preguntan muchos: ¿qué culpa tengo yo de que Adán y Eva hayan pecado para decir que yo soy pecador?. Distingamos, hermanos, hay dos clases de pecados, el pecado original y el pecado personal. El pecado personal es el que tú cometes con tu propia voluntad cuando desobedeces un mandamiento de la ley de Dios; tú has pecado, tú eres responsable de ese pecado. Como Adán y Eva que personalmente desobedecieron a Dios, cometieron un pecado personal.

Pero ¿qué sucede cuando se comete un pecado personal?. Se pierde la amistad de Dios, el pecador es un desobediente a la ley de Dios; todo el que peca rompe la amistad con el Señor, prefiere su pasión a la Voluntad, a la ley del Señor. Así, Adán y Eva prefirieron alcanzar la felicidad no por los caminos de la ley de Dios sino por el engaño del demonio que se rió después del engaño; los hizo caer en pecado y ya están en la desgracia privados de la Gracia de Dios. De esa pareja, privada de la Gracia de Dios, ya no pueden nacer hijos que en el mismo momento de ser concebidos Dios le transmita también su vida divina, si la han perdido, y, habiendo perdido la vida de Dios, no la pueden transmitir; sólo transmiten la vida natural. Pero la vida natural que Adán y Eva comenzaron a transmitir a sus hijos y que esa vida ha llegado hasta nosotros a través de nuestro padre y de nuestra madre que nos engendraron es una vida privada de la Gracia de Dios. No supone una culpa personal, supone una herencia. Supongamos una comparación: un señor, dueño de hacienda, le dice al administrador: por premio y confianza que tengo vas a ser el dueño de mis fincas, pero mientras me obedezcas; todos los hijos que nazcan de tu familia considérense de esta hacienda, pero con tal que me obedezcan. Y un día, este administrador, creyéndose ya el dueño de todo, comienza a mal baratar la hacienda, a desobedecer a su jefe, a su patrón. El patrón le dice: te lo daba con la condición de obedecerme, no me has obedecido, lo siento mucho, vete de mi hacienda, quedas desheredado. Y naturalmente desde entonces, aquellos hijos que hubieran nacido también participantes de la felicidad de aquella hacienda, nacen ya fuera de la hacienda, desheredados, desechados de su patrón. Este es el caso del pecado original. Adán y Eva cometieron un pecado personal y Dios los arroja del Paraíso, les quita la amistad divina y tienen que nacer sus hijos, nosotros, privados de la Gracia. No es una culpa, el pecado original, es la falta de una herencia. Dios no está obligado a darnos su amistad divina cuando los que la perdieron, ya la perdieron para toda la familia, es una herencia que se ha perdido.

EL CRISTIANO REGENERADO

Esto nos decía la primera lectura, de tal manera que María, hija también de Adán tenía que nacer desheredada de la Gracia de Dios, en pecado. Sin embargo, hoy estamos celebrando que María fue concebida sin pecado, ¿cómo es esta excepción? San Pablo nos ha traído hoy la explicación. Si ahora cristianos -nosotros- tenemos la dicha de volver a encontrarnos en la Gracia de Dios porque un sacerdote administró el bautismo, y el hijo del pecado original que fue el niño que nació, que fui yo, ya le borró el bautismo, por la sangre de Cristo en la cruz, el pecado original; ese niño se ha vuelto a hacer hijo de Dios, el paraíso se ha recuperado gracias a Cristo. Y si por desgracia, yo bautizado, cometo un pecado personal, una desobediencia a la ley de Dios, Cristo ha dejado un sacramento de reconciliación. El sacerdote en el confesionario está devolviendo el paraíso a muchas almas que han perdido la amistad con Dios. Leer más…

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Solemnidad de la Inmaculada. Bendito sea Dios… Bendita eres tú

Domingo, 8 de diciembre de 2024
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IMG_8941Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Advertencia: María inmaculada no significa que sea virgen 

        El dogma católico no está pensado para gente sencilla, y es fácil que la gente termine confundiendo los términos. Muchos relacionan “inmaculada” con “virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. No tienen nada que ver. Inmaculada significa “sin mancha del pecado original”. Como dice la oración después de la comunión: María fue preservada, en el momento de su concepción, de los efectos del primer pecado (el de Adán y Eva), con los que nacemos todos los demás.

Este Hijo se merece la mejor madre

          La idea que impulsó este dogma se encuentra en la oración inicial: “Oh Dios, que preparaste a tu Hijo una digna morada”. Idea que se desarrolla ampliamente en el Prefacio: “Libraste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo… Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo…”.

El problema

           Aunque lo anterior parezca lógico, a los teólogos les planteaba un gran problema: ¿cómo podía alguien estar libre de pecado antes de que Cristo muriese, si es él quien nos redime del pecado con su muerte? Así se explica que, en la Edad Media, grandes teólogos como San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, estuviesen en contra de la idea de que María nació sin la mancha del pecado original. En siglos posteriores hubo grandes debates y enfrentamiento sobre el tema, aunque cada vez fue mayor el número de sus partidarios, especialmente en España.

La solución

          Curiosamente, en la declaración del dogma influirá, al menos indirectamente, la rebelión de los romanos en 1849, deseosos de instaurar la República. Pío IX se vio obligado a huir de los Estados Pontificios, refugiándose en Gaeta. Según el historiador Louis Baunard, fue el cardenal Luigi Lambruschini quien lo animó a proclamar el dogma: “Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden”. Pío IX estuvo de acuerdo, pero antes quiso recabar la opinión del episcopado universal, que me manifestó de acuerdo. El dogma fue proclamado en 1854.

Buscando una base bíblica

               Un dogma debe fundamentarse en la Escritura. Y los dos textos que se adujeron son los que tenemos en la primera lectura y el evangelio. En el texto del Génesis, después de maldecir a la serpiente, Dios dice: “Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”. El texto hebreo original no habla de ella, sino del él, se refiere a la enemistad atávica entre el campesino y la serpiente (y que podría aplicarse a Jesús). Pero la traducción latina de la Vulgata cambió él por ella, facilitando la identificación de la mujer con María, la nueva Eva que aplasta la cabeza de la serpiente. El argumento no es muy fuerte, como reconoció Juan Pablo II, porque tergiversa el texto original.

            El segundo argumento se encontró en el saludo de Gabriel a María cuando la llama “llena de gracia” (kejaritomene). Esa plenitud excluiría cualquier tipo de pecado, incluido el original.

Solucionando el problema teológico

                Suponiendo que los textos anteriores probasen suficientemente, ¿cómo pudo estar libre de pecado María cuando la concibió su madre, si Jesús todavía no había muerto? Los teólogos encontraron la respuesta: Dios la libró “en previsión de la muerte de su Hijo”.

Pensando en el pobre cristiano que va a misa

           Lo anterior le resultará a muchos un galimatías teológico y no creo que le aumente su devoción a María. Por eso añado unas reflexiones sencillas.

            El domingo pasado, Juan Bautista exhorta a la conversión, que consiste en volver a Dios y cambiar de vida. María es el mejor ejemplo de esta conversión. En realidad, no es ella quien vuelve a Dios, es Dios quien se dirige a ella a través de Gabriel. Pero la relación que se establecerá entre Dios y María será la más fuerte que se puede imaginar, mediante la acción del Espíritu Santo y el nacimiento de Jesús. Y si Juan Bautista exige abandonar los proyectos propios y cambiar de forma de actuar, María renuncia a todos sus planes y se pone en manos de Dios: “Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

            ¿Se imaginaba María lo que estaba aceptando? Gabriel la engañó, al menos de entrada, al decirle que su hijo iba a ser grande, heredaría el trono de David y reinaría en la casa de Jacob para siempre. No le dijo que su hijo iba a ser criticado, que lo iban a considerar endemoniado y blasfemo, mucho menos que terminarían condenándolo a muerte. Pero, aunque se lo hubiera dicho, María habría respondido del mismo modo: “He aquí la esclava del Señor”.

            María libre de todo pecado no significa que fuera impasible, que asistiera como una estatua a la pasión de su hijo. Significa que el odio, el espíritu de venganza, el rencor, el desánimo, nunca la dominaron. Gabriel le dijo: “has encontrado gracia ante Dios”. Gracia y mucho sufrimiento. Pero, a pesar de sus mentiras piadosas, Gabriel lleva razón. María encontró gracia ante Dios y ante nosotros, que la proclamamos bienaventurada.

            En estos momentos en que el odio y el rencor se difunden por tantos ambientes y países con fuerte tradición cristiana, es bueno pedirle que su intercesión “repare en nosotros los efectos de aquel primer pecado”.

Bendita ella, bendito Dios, benditos nosotros

            La segunda lectura no menciona a María, subraya el protagonismo de Dios Padre y de Jesús. No solo ella es la gran beneficiada en esta fiesta. También nosotros hemos recibido “toda clase de bienes espirituales y celestiales”. Hemos sido elegidos; hemos sido destinados a ser sus hijos; y, con ello, también a ser sus herederos.

            Que María nos ayude a vencer las más diversas inclinaciones al mal y a agradecer a Dios por tanto bien recibido.

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El mito del pecado original ha saltado por los aires

Domingo, 8 de diciembre de 2024
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Lc 1,26-38

Estamos celebrando una fiesta entrañable, como todas las de María. Es una fiesta a la que podemos sacar mucho más jugo hoy que en ningún momento anterior de la historia. Si no existiera, tendríamos que inventarla. Vamos a intentar profundizar en su significado. El que me siga, intentando comprender, podrá descubrir una increíble riqueza de contenido. Os recuerdo que no escribo para que penséis como yo sino para que os atreváis a pensar.

Una aclaración imprescindible es que ser fiel a los dogmas no consiste en repetirlos como papagayos sino en descubrir y aceptar su contenido teológico, que siempre está más allá de las palabras. En el caso que nos ocupa, hay que tener en cuenta que, aunque solo ha pasado siglo y medio de la proclamación del dogma, la manera de entender a Dios, al hombre y el pecado (sobre todo el original) ha cambiado drásticamente. Esta distinta perspectiva permite que el sentido teológico del dogma se profundice y se enriquezca.

Hoy sabemos que la grandeza del ser humano consiste en manifestar a Dios, no en su poder o en su grandeza, sino en su capacidad de darse a los demás. María es grande por su sencillez, porque acepta ser nada, separada de Dios. María no es una extraterrestre, sino una persona humana exactamente igual que cada uno de nosotros. Lo único extraordi­nario fue su fidelidad y disponibilidad, su capacidad de entrega. Toda la grandeza de María esta encerrada en una sola palabra: “FIAT“. María no puso ningún obstáculo a que lo divino que había en ella se desplegara totalmente; por eso, llegó a la plenitud de lo humano.

¿Cómo fue posible que María alcanzara esa plenitud? Para mí, está aquí el verdadero sentido del dogma. Dentro de cada uno de nosotros, constituyendo el núcleo de nuestro ser, existe una realidad trascendente que no puede ser contaminada. Lo divino que hay en nosotros, permanecerá siempre puro y limpio. María desplegó esta parte de su ser hasta empapar todo lo que ella era, alma y cuerpo, si queremos hablar así. Lo que celebramos es su plenitud, no un privilegio que consistiría en quitarle una mancha antes de tenerla.

Dios no actúa a la manera de las causas segundas. Dios es siempre causa primera. Dios no puede hacer o deshacer, poner o quitar, restar o sumar. Dios es acto puro. Actúa siempre, pero desde cada ser, no desde fuera de él. Dios es la causa de que todo ser, mi propio ser, sea lo que es en su esencia. Dios no puede tener privilegios con nadie. Pablo nos acaba de decir que nos ha predestinado a todos a ser santos e inmaculados ante Él por el amor (la Vulgata traduce amomous, por “immaculati”). No hay que romperse mucho la cabeza para traducirlo por “inmaculados”. ¡Cuánto nos cuesta aceptar la evidencia!

No caigamos en la trampa de pensar que la elección de Dios es como la nuestra. Nosotros somos limitados y la elección lleva consigo siempre una exclusión. Dios no funciona así. Dios puede elegir a uno sin excluir a nadie, es decir puede elegir a todos con la misma intensidad. Si no entendemos esto, devaluamos a Dios y la fiesta perderá su verdadero sentido, que consiste en descubrir en nosotros lo que hemos descubierto en María. Lo que tiene de original María lo puso ella, no Dios. Lo que celebramos es su respuesta a Dios.

Si consideramos a María como una privilegiada, podemos decir: si yo hubiera tenido los mismos privilegios, hubiera sido igual que ella; y nos quedamos tan anchos. No, tú tienes todo lo que ella tuvo, porque Dios se te ha dado totalmente como a ella. Si no has llegado a lo que ella llegó, es por tu culpa. En todo caso, sigue siendo tu meta.

En el fondo, esta fiesta nos hace descubrir en María lo que hemos descubierto en Jesús, la absoluta presencia de Dios en un ser humano. El único título que Jesús se dio a sí mismo fue “Hijo de hombre”, es decir modelo de hombre, hombre acabado. Claro que cuando decimos que Jesús es el “Hombre” queremos decir “ser humano”, es decir varón y mujer. Pues bien, María es la “Hija de mujer”, es decir la mujer acabada.

Lo que de verdad celebramos en esta fiesta es la posibilidad de descubrir en todo ser humano lo divino. Tú, hombre o mujer, descubrirás que eres inmaculado si eres capaz de ir más allá de toda la escoria que envuelve tu verdadero ser. Ese caparazón, que confundimos con nuestro ser, es el “ego”. Jesús lo deja muy claro, no solo cuando nos habla del tesoro escondido, de la perla preciosa sino cuando nos descubre el valor interior de una prostituta.

En María, como en Jesús, podemos descubrir que Dios es encarnación. Ya algunos santos dijeron hace mucho tiempo que en María se había dado una “casi encarnación”. Yo me atrevo a quitar el “casi”. Es muy fácil de comprender. En Dios, el obrar y el ser son lo mismo, pertenecen ambos a su esencia. Dios todo lo que hace lo es. Si en Jesús descubrimos que Dios se encarnó, podemos decir que Dios es encarnación. Si en la figura de Jesús, esto se nos escapa, en María lo podemos descubrir con total transparencia.

El núcleo íntimo de María es inmaculado, incontaminado porque es lo que de Dios hay en ella. Es el don de sí mismo que Dios hace a todos. Lo que debemos admirar en María es el haber vivido esa realidad y haber transparentado lo divino a través de todos los poros de su ser humano. María deja pasar la luz que hay en su interior sin disminuirla ni tamizarla. De esta manera, María nos ayuda a descubrir el auténtico Jesús: Dios en el hombre.

Que nadie saque conclusiones apresuradas. No estamos hablando de una auto-salvación. Dios es el que salva al 100 por 100 y además salva siempre. Sin esa salvación, que se manifestó en Jesús, no tendríamos nada que hacer. Pero si Él salva siempre y a todos, que uno la alcance y que otro no alcance esa salvación, no depende de Dios, sino de cada uno, porque mi salvación depende también al 100 por 100 de mí mismo.

En esta fiesta que estamos celebrando queda meridianamente claro el principio de que Dios no reacciona a las acciones de la criatura, sino que Él es el primero en actuar, y siempre por pura gracia y sin que lo merezcamos. María está llena de gracia desde el principio de su existencia, como todos los seres. Es curioso que el evangelio dice “llena de gracia” y el dogma diga: “preservada de pecado”. Podemos descubrir ahí, el maniqueísmo que desde siempre enseña la oreja por todas partes en nuestro cristianismo. En María el mito del pecado original ha saltado por los aires para quedar recluido en los libros de teología.

Imagina tu “yo”, tu individualidad, como una cáscara, como un caparazón cerrado. Siempre has creído que no eras más que eso. Incluso la religión ha insistido en que eras algo vacío, y lo has aceptado. Intenta romper ese cascarón y deslízate dentro de él… No has salido de ti, si no que has entrado hasta tu verdadero ser. Es el tesoro escondido. Es la perla preciosa. Es Dios en ti. Es la parte de ti, aún no manchada, que ni tú mismo puedes deteriorar. Ahí, eres inmaculado, eres inmaculada. Todo lo demás no importa.

Fray Marcos

Fe Adulta

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María

Domingo, 8 de diciembre de 2024
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la-virgen-de-pasoliniLc 1, 26-38

«Bendita tú entre las mujeres»

Los pueblos primitivos consideraban a los dioses gente peligrosa, poco de fiar, a la que había que mantener alejada y aplacada. El pueblo judío dio un salto de gigante en la concepción de Dios al considerarle su aliado, pero el salto definitivo se produjo con Jesús, que superó la idea de Dios-juez justísimo que premia a los justos y castiga a los impíos, y nos dio a conocer a “Abbá”; la madre que nos ha engendrado por amor y nos ama con ese amor incondicional que sólo las madres son capaces de sentir.

Y ésta es la mejor noticia que los seres humanos podíamos recibir. Es el corazón de la buena Noticia, porque en Jesús hemos conocido a Dios y es mucho mejor de lo que nadie jamás había sido capaz de imaginar: no es el juez; es Abbá. Gloriosa Noticia.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por la primera persona de la Santísima Trinidad, es decir, por el Padre que, como todos los padres, tiene exigencias, establece principios y leyes, supedita su amor a la obediencia, tiene predilección por los más obedientes y capacitados… y las cosas ya no son lo mismo. Aquellos sabios habían retrotraído la historia a la época de los juicios, los premios y los castigos, y ni siquiera Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el rey que volverá entre trompeteos de ángeles para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena Noticia!

Pero cuando los fieles cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada que una madre, porque no lleva las cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de todos los atributos de Dios-Abbá y recuperaron en María lo que los sabios les habían arrebatado… Y eso que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos (y lo sigue siendo) la madre de Jesús. Bendita devoción popular a María.

Y nos viene a la memoria una de aquellas cosas tan raras que decía Jesús… «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios…»

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

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Hágase en nuestra humanidad

Domingo, 8 de diciembre de 2024
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fray-angelico-la-anunciacion-museo-nacional-del-pradoLc 1, 26-38

8 de diciembre de 2024

La liturgia de este domingo nos sitúa la fiesta de la Inmaculada en el marco del Adviento. Nos propone una honda reflexión sobre el texto de la Anunciación del nacimiento de Jesús adquiriendo la figura de María un protagonismo indiscutible. Para una comprensión más ajustada hemos de inscribir este relato en el contexto del pueblo de Israel y su esperanza mesiánica. Éste sería su aspecto de continuidad, pero es importante notar también sus puntos discontinuos y que son fuerza de arranque del cristianismo. Hay mucho silencio en torno a María y su historia, existen más antecedentes de reflexión teológica que históricos pero los datos de su vocación la sitúan en un primer plano en la historia cristiana.

Todos los líderes de Israel llevan asociados un relato de vocación, pero en este caso es la vocación de María la que es narrada por Lucas con una explícita intencionalidad. Se trata de un texto muy profundo que alterna la vocación de María con el anuncio del nacimiento de Jesús. Esta narración discurre en paralelo con el anuncio del nacimiento de Juan anunciado a Zacarías. La anunciación del nacimiento de Juan se realiza a un sacerdote en el Templo, en María, Dios se hace presente en el pueblo, en la realidad del mundo; el mensaje salvador ahora se inscribe en la historia. En este anuncio hay una doble particularidad que rompe con los esquemas de la tradición judía: es a una mujer con nombre propio (ni varón, ni sacerdote) y el impacto de este encuentro no es una misión para cumplir, sino la misma entrada de Dios en la historia como humano. La revelación ya no es a través de un rol religioso sino en la cotidianidad del ser humano que ahora es susceptible de la acción de Dios. Es la persona el lugar sagrado, el nuevo escenario de Dios.

Comienza el texto con un saludo del personaje del ángel que representa a Dios, un saludo que incluye un desglose de la identidad de María. Antes de revelar la misión, revela su identidad: “llena de Dios”. No la convierte en un instrumento del “Altísimo” sino que reconoce su condición de persona usando la misma expresión que con otros líderes israelitas: “el Señor está contigo”. María reacciona como persona; primero desde la emoción “se turbó…” y posteriormente racionaliza lo que vive: se preguntaba por el significado de aquel saludo. Ya hay una elaboración importante de lo que está viviendo. El ángel continúa con su mensaje y ahora presenta la misión de María con expresiones indicadas en futuro. La maternidad de María, como misión explícita, no es una imposición de nadie, pero sí tiene un sentido que trasciende lo biológico porque su Hijo será un nuevo referente de humanidad a través del cual Dios se hace liberación. La evolución del conocimiento humano hace consciente a un Dios que habita y actúa en su misma entraña.

Continúa el texto aludiendo a que María pide datos para avanzar en la comprensión de lo que se le está proponiendo para una aceptación responsable.  Es un diálogo que va revelando la identidad humana y divina en unidad y distinción. Dios no anula a María, espera su respuesta porque el amor más auténtico es aquel que respeta la libertad, el que no invade, sino el que espera a ser aceptado.

Termina María con unas palabras que vuelven a recordarnos a los grandes líderes de Israel: “he aquí la sierva del Señor”, palabras que la liberan de toda dependencia de otro semejante y la vinculan a la Historia de Israel con voz propia y como potencia mesiánica. Sus últimas palabras “Hágase en mi” renueva el hágase pronunciado por Dios en la Creación para dar paso a una nueva humanidad; ahora Dios ya no es un Otro que llega sino sustrato que construye desde dentro lo humano en una dinámica de “encarnación”.

Desde estas claves la Inmaculada Concepción de María adquiere todo su sentido: Dios ha suscitado un nuevo modo de existencia y María se convierte en la primera persona de la cadena humana que es consciente del origen divino de su Ser. Se establece un nuevo orden en la trama humana: el pecado y la ruptura con Dios queda en un plano inferior porque existe un espacio de gracia y de conexión con Dios indestructible. Creer que es destructible es darle poder al pecado y minimizar el amor liberador de Dios.  María es un referente de persona liberada de todo aquello que mutila la dignidad y la inviolabilidad de nuestra existencia. Hay una nueva revelación de la Creación, una confirmación de que la realidad divina forma parte de nuestra humanidad. María, mujer que coopera en la liberación del género humano, nos invita este domingo a recuperar nuestra capacidad de encarnar la VIDA en nuestra historia personal y eclesial. Una Iglesia consciente de que vive “llena de Dios” es capaz de avanzar hacia lo esencial.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fe Adulta

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II Domingo de Adviento – Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

Domingo, 8 de diciembre de 2024
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anunciacion_ustungComentario a la lectura evangélica (Lucas 1,26-38) del II Domingo de Adviento – Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Vamos llegando a la Encarnación.

Un acontecimiento humilde y modesto. Como Dios.

Una invitación a acoger a este Cristo de Dios. Nadie nos impedirá hacernos una cueva. Nadie nos impedirá, finalmente, hacer de este tiempo un tiempo de cambio, de conversión, incluso de renacimiento.

Esto nos es dado. Podemos hacerlo.

Y estamos aquí para preguntarnos si todavía lo queremos, a un Dios así. Si todavía tenemos el deseo de implicarnos, de despertar, de asombrarnos y maravillarnos.

Dios sigue naciendo, viniendo, provocándonos, pidiéndonos hospitalidad y acogida.

Basta con que no cometamos el error fatal de tomarnos por Dios.

Él viene, todavía, llamando a las puertas de nuestro corazón. Irrumpe en nuestra vida cotidiana, tal como somos, en medio de este mundo que parece fragmentarse e implosionar, en esta Iglesia tan tenaz y compasiva a pesar de nuestras evidentes limitaciones.

Aquí viene. Dios nace. Renace en cada uno de nosotros.

¿Estamos preparados para acogerlo? Escuchemos: contemplemos a María.

Un ángel

María fue tocada por Dios.

No sabemos cómo. Sí sabemos que tuvo la certeza de una teofanía, de la irrupción de Dios en su vida. No fue una ilusión, sino una percepción real en su interior, una profunda experiencia interior. No, no tengo ninguna dificultad en creer que Dios se manifiesta en el alma de quien lo busca. Que Dios es otro que nuestras creencias y no creo en absoluto que la fe sea un sentimiento religioso, sino un encuentro real. Tan real que asusta. María, en ese saludo, comprende que debe alegrarse porque Dios la ha colmado de gracia, porque el Señor está con ella.

El saludo del ángel es una invitación a la alegría.

La alegría del cristiano. La alegría de saberse en compañía de Dios.

Está llena de gracia porque Dios precede y suscita nuestra conversión, acompaña nuestra búsqueda, orienta nuestras decisiones.

También nosotros estamos llenos de gracia. También nosotros estamos llenos, si antes tenemos el valor de vaciarnos. También nosotros nos hacemos capaces de Dios. Contenedores del Absoluto.

Agitación.

María está agitada. Debería estarlo.

¿Cómo no sentirse abrumada y sobrecogida por la repentina visita de Dios? ¿Cómo no rendirse ante el soplo de Dios? ¿A la belleza del Altísimo? ¿Cómo no sentir una emoción cuando nos damos cuenta de que es Dios, y está presente, y es hermoso?

¿Y de que nos visita? María está turbada, estremecida. Dios es y está ahí.

El ángel invita a María a no asustarse. Y añade: serás madre.

El tuyo será un gran hijo y se llamará hijo del Altísimo.

Reinará en el trono de David. Estamos hablando del Mesías…

Dios irrumpe en la vida de María para hacerla fructificar, para hacer grandes cosas a través de ella.

Su hijo será grande, como cualquier hijo, pero también será fuente de bendición para muchos. Dios siempre viene a hacer grandes cosas en nosotros para los demás. También en mí.

María, como toda hija de Israel, sabe que el pueblo espera un libertador, un nuevo rey David que devuelva el valor y la gloria al pueblo elegido de Dios.

Ahora por fin está sucediendo.

¿Pero cómo?

Concreción.

Entonces María dijo al ángel: «¿Cómo será esto, pues no conozco varón?» (Lc 1,34).

Estas son las primeras palabras de María.

Hasta aquí la habíamos imaginado intimidada, una adolescente ensimismada escuchando el rimbombante anuncio del príncipe de los ángeles. Nada de eso.

María no es tímida ni torpe.

Es escalofriante ver cómo se enfrenta a Gabriel, cómo interactúa con determinación y lucidez. Sus primeras palabras -una petición de aclaración- revelan a una mujer adulta, una creyente inteligente y aplomada, una persona concreta con los pies firmemente plantados en el suelo.

¡Mirad a la niña que interroga al asombrado príncipe de los ángeles!

Enorgulleceos, hijas de Eva, de tanta fuerza, de tanta gracia, de tanta audacia.

¡Aprended, hijos de Adán, de tanta concreción y determinación!

La adolescente que se atreve, que rebate, que pregunta.

Sin embargo, así es como debemos hacerlo. Ésta es la actitud que debe adoptar el creyente.

El Dios que relata la Biblia, el que se revela definitivamente en Jesús, es un Dios que no trata a los hombres como siervos (Jn 15,15), sino como hijos, que los pone en pie de igualdad (Sal 8,5-6), que acepta ser interpelado (Gn 18).

Explicaciones.

El ángel explica, interviene, sin esperar una objeción tan sensata, tan oportuna.

Dios entra en su vientre, el infinito se contrae en su seno inmaduro, y ella pregunta: ¿cómo es posible si no he tenido relaciones conyugales con José?

Se hace el silencio. Todo está quieto. Todo permanece en suspenso.

Dios espera una respuesta.

María es joven, ciertamente, pero no ingenua.

¿Qué pasará al día siguiente? ¿Con José? ¿Con Ana, su madre? ¿Con Joaquín, su padre?

¿Quién la habría creído? ¿Cómo podría ella misma haber pensado en aquel momento sin sentirse abrumada por las dudas? ¿Sin creerse agotada?

¿Qué habríamos respondido nosotros?

Sí.

Se rompe el silencio. María ha elegido.

Sabe que su vida no es suya, que es un don y hace de ella un regalo.

Una respuesta directa, precisa, la suya, una disponibilidad razonada que revela la profundidad del alma adolescente. Uno se prepara, para las grandes elecciones, día a día, y ella está preparada. Hace tiempo que hizo de su vida un servicio a Dios. Sabe que todos somos servidores de la felicidad de los demás. Sabe que la vida se da o se marchita. Lo sabe.

Si he abrazado la fe, si tengo un horizonte de esperanza, si creo, con fatiga pero con tenacidad, después de tantos años, si viviré sin embargo esta Navidad como una gracia, es gracias a ese «sí».  El sí pronunciado por un adolescente en el recóndito espacio de un pueblo en medio de la nada.

Estoy aquí gracias a ese sí.

Y comienza la salvación tomando cuerpo, carne humana.

  1. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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“Con nuestra oración, corramos a la búsqueda de la oveja perdida” (Carlos de Foucauld)

Sábado, 7 de diciembre de 2024
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Isaias-40-Buen-Pastor

Nuestro Señor vino para buscar lo que estaba perdido… Deja algunas ovejas que están en el corral para correr detrás de la que se había perdido…Hagamos como él. Ya que nuestras oraciones son una fuerza, con la certeza de obtener lo que pedimos, corramos. Por nuestras oraciones, corramos a la búsqueda de pecadores y hagamos por ellos la obra por la que nuestro Divino Esposo vino sobre la tierra…

Si no estamos dedicados a la vida apostólica, mucho debemos rezar por la conversión de los pecadores. La oración es casi el único medio potente, extendido, que tenemos para hacerles un bien y ayudar a nuestro Esposo en su trabajo de salvar a sus Hijos, sacar de un peligro mortal a los que ama apasionadamente, ya que nos ha pedido en su Testamento de amar como él mismo ama… Si estamos dedicados al apostolado, nuestro apostolado sólo dará fruto si rezamos por los que queremos convertir, ya que nuestro Señor da al que demanda, abre a quien llama… Para que Dios ponga buenas palabras sobre nuestros labios, buenas inspiraciones en nuestros corazones y buena voluntad en aquellos a quienes nos dirigimos, es necesaria la gracia de Dios. Para recibirla hay que pedirla… Así, cualquiera sea nuestro género de vida, recemos mucho, mucho, por la conversión de los pecadores. Es especialmente por ellos que Nuestro Señor trabaja, sufre, reza…

*

Carlos de Foucauld
(1858-1916)

ermitaño y misionero en el Sahara
Meditaciones sobre el Evangelio (Écrits spirituels de Charles de Foucauld, ermite au Sahara, apôtre des touaregs, J. de Gigord, 1964)

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María de Nazaret”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Sábado, 7 de diciembre de 2024
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02_Adv_A-02-MariaMaría de Nazaret. Con motivo de la Solemnidad de su Inmaculada Concepción.

El mito es importante: siempre ha servido para contar la realidad. Es la forma que tiene el hombre de contar la realidad y de contarse a sí mismo en la realidad. Es una «razón»; es una «verdad». Pero más allá de las narraciones, lo que queda es el núcleo de la vida.

Y si para los griegos el mito hablaba de dioses superiores y caprichosos (un poco como el hombre y la naturaleza), hablaba del destino inexorable, de la eternidad en movimiento sobre sí misma, de la materia eterna y transformadora, para la tradición judeocristiana el mito habla de la cercanía, la esperanza, la alianza, la apertura de Dios.

Es como si el aburrimiento de los mitos cosmogónicos y antropogónicos fuera sustituido por una tensión llena de energía, de relación viva, de amor.

Sean cuales sean las palabras que queramos utilizar para describir la vida y la experiencia de María (concepción inmaculada, virginidad, anunciación, dormición, realeza, asunción, corredención), un hecho permanece: la de María fue una vida atravesada por una energía viva, a veces enormemente dramática, pero marcada por el amor y la tensión.

De este modo, María de Nazaret se convierte para nosotros en una provocación constante y continua.

La suya es una belleza contagiosa y provocadora.

La necesidad de vivir en gracia de Dios, el deseo de combatir el pecado, nuestro egoísmo, nuestra incapacidad de diálogo, todo esto es María para nosotros: Ella es un estímulo profundo, una provocación constante, continua.

No podemos levantar inútilmente la mirada hacia Ella; ante María no podemos arrodillarnos sin más, como Ella; si nos arrodillamos, es para inclinarnos sobre el estanque de agua y contemplar más de cerca nuestras manchas, nuestros pecados, nuestras faltas, y encontrar en Ella una fuerte provocación, para salir de esta situación de ineptitud, de cansancio, de aburrimiento.

La rutina diaria, la repetición, la rutina es terrible, ¿no? Por eso hay que superarlo constantemente. María se regeneraba continuamente; cada momento era nuevo para ella, nunca repetía nada.

Nunca se puede entrar dos veces en el río. Cuando entro en el río, toco el agua. Cuando entro por segunda vez, es un agua diferente, físicamente es diferente, las moléculas son diferentes. Así también, en gracia de Dios, nunca entramos como en una rutina.

Que María provoque en nosotros este impulso de renovación interior. Que Ella sea también la fuente de nuestras esperanzas.

¿Hay algo más sorprendente, motivador y significativo que el amor, la bondad, que se nos ha regalado a través de la Madre?

Joseba Kamiruaga Mieza CMF (Remitido por el autor)

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“El Cantar de los Cantares”, por Isabel Gómez Acebo

Sábado, 7 de diciembre de 2024
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IMG_7826Leído en su blog:

He estado buscando en la liturgia católica referencias al Cantar de los Cantares y lo he debido de hacer mal porque no he encontrado ninguna. Tan es así, que este libro bíblico es totalmente ignorado por la mayoría de los laicos y me parece una pena.

Trata del amor humano que sirvió para los místicos de prefiguración del amor divino, del amor de Dios por sus criaturas. Lo malo es que este maravilloso trabajo de los místicos cegó la fuente inicial que era simplemente el amor de dos jóvenes entre sí. Muchos autores españoles han remedado sus estrofas consiguiendo maravillosas páginas de literatura religiosa y humana, como hiciera San Juan de la Cruz

            En este momento de una sexualidad desenfrenada y falta de poesía convendría volver a estos versos que describen a los amados en términos poéticos. Es verdad que utilizan simbología anticuada ya que, para el pastor, el pelo de la amada es semejante a las mejores cabras que pastorea. Pero no sería difícil cambiar estos símbolos por los que utilizan los anuncios de champús para dejar el pelo brillante y sedoso, por el que desea pasar la mano el varón.

            Tengo la impresión de que como estos versos son obra fundamentalmente de mujer a los hombres no les resultan atractivos, porque reflejan una ternura que a los varones se les ha vedado durante siglos y les da vergüenza o no la entienden. Solo se atreven a utilizarla en la intimidad de la pareja

            Estos maravillosos versos también pueden servir para misas de funeral. El amor humano tiene momentos sublimes e inalcanzables en otros amores, pero no puede llegar a la plenitud que solo se alcanza cuando se da el paso que conduce a la muerte. En el capítulo 5, 2-5 se habla de una puerta que atraviesa el amado y que puede sugerir el umbral de la muerte ya que el joven no vuelve a aparecer. Y la amada llora y lo busca desesperadamente, incluso pide a sus amigas que le ayuden a encontrarlo

            Creo sinceramente que ha llegado el momento de traducir los versos del Cantar de los Cantares a nuestro lenguaje porque sería para la Iglesia Católica una forma de reconocer el amor humano, al que tantas veces le ha puesto peros por miedo a sus consecuencias. Muchas veces, no solo nuestra institución, estos amores de juventud fueron vedados, por razones varias no siempre adecuadas, como los guardias que impiden a nuestra joven su intento de unirse con su pastor.

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La Biblia como arma opresora: la letra que mata”, por Renato Lings

Sábado, 7 de diciembre de 2024
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IMG_8261215995010biblia-arco-irisImprescindible vídeo de la  sesión de formación de CRISMHOM que tuvo tlugar el 19 de octubre desde la Iglesia del Salvador (C. del Noviciado, 5, Centro, 28015 Madrid). Esta sesión forma parte de un ciclo de tres sesiones que se enmarcan dentro de la internacionalidad como espacio de formación bíblica para ayudar a conectar la fe y la diversidad sexual y de género dentro de las iglesias cristianas. Están disponibles los registros de AUDIO y VÍDEO de esta charla.

19/10/2024 La Biblia como arma opresora: la letra que mata

La primera sesión expone el mal uso que se ha hecho de la Biblia como arma arrojadiza hacia las personas con diversidad sexual y de género. ¿Es justificable hablar de estos temas como un desorden? ¿De qué manera influyen negativamente las traducciones históricas de los textos bíblicos? ¿En qué medida la letra muerta traducida se aleja del contenido de los escritos originales redactados en hebreo y en griego? ¿Hasta qué punto son sesgadas las traducciones de nuestro tiempo?

09/11/2024 La Biblia como terapia liberadora: el Espíritu que vivifica

La segunda sesión aborda el uso de la Biblia desde el punto de vista contrario, es decir, la Biblia como recurso, fuente de inspiración y medio terapéutico que permite encontrarnos con nosotros mismos, con Dios y con las personas que nos rodean. ¿Qué ejemplos liberadores contiene la Biblia que nos invitan a explorar la diversidad sexual y la identidad de género? ¿De qué maneras nos invita a recorrer el camino del amor? ¿En qué medida podemos confiar en el Espíritu vivo de Dios como guía?

18/01/2025 El cuaquerismo: un camino de exploración espiritual

La Semana de Oración por la Unidad de los cristianos nos invita a entrar en aquellos espacios que más y mejor nos acerquen a la comunión con Dios y con las personas que nos rodean. Esta sesión se enlaza orgánicamente con las dos anteriores ya que describe el encuentro personal que Renato ha tenido con el cuaquerismo. En el contexto, juega un papel importante el horizonte amplio que posee esta denominación en relación con la interpretación de las Escrituras. La metodología practicada generalmente tiene poco de literal y mucho de espiritual al contar con una dimensión mística. Hace algunos años, Renato se sintió motivado para traducir del inglés al castellano un ensayo titulado Una visión cuáquera de la Biblia.

Renato Lings es traductor e intérprete, doctor en Teología, profesor y escritor. Ha trabajado como intérprete en el Parlamento Europeo, como profesor en la Universidad Bíblica Latinoamericana o como investigador en la Queen’s Foundation for Ecumenical Theological Education (Inglaterra). En 2011 publicó en español Biblia y homosexualidad ¿Se equivocaron los traductores? y en 2013 en inglés Love Lost in Translation: Homosexuality and the Bible (“Amor perdido en las traducciones: homosexualidad y Biblia”). En 2018 ha escrito el prólogo del libro de Carlos Osma titulado Sólo un Jesús Marica puede salvarnos: reflexiones cristianas en clave gay. En 2020, Renato aporta al volumen Homosexualidades y cristianismo en el siglo XXI (Editorial Dykinson, Madrid) el ensayo El corazón al descubierto. Reflexiones sobre el Levítico. En 2021 Renato publica su libro Amores bíblicos bajo censura. Sexualidad, género y traducciones erróneas (Editorial Dykinson, Madrid). Más recientemente, en la antología Diversidad sexual y cristianismo en el siglo XXI (2023, Dykinson, Madrid), figura su ensayo El patriarca Job y el colectivo LGTBIQ.

Fuente CRISMHOM

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¡Señor, dame lo que necesito, y nada más quiero, que de lo que tengo me sobra todo!

Viernes, 6 de diciembre de 2024
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Del Blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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| Alfonso Olaz OFS

Padre,
Sin ti, camino errante, con la sombra de mi figura
más alargada que la tuya.

¡Qué fácil parece confiar en lo que no es la confianza, !
Y qué difícil suele ser darse cuenta,
de que en el espejo de nuestro submundo
no vemos a nuestra sombra.

Siendo espejo sin cristal de lo que no tengo,
y amando con los mil espejos de los que no preciso

Señor
¡Tarde me he dado cuenta…!
¡Qué poco preciso de las cosas…!

Que nada soy sin serlo contigo
Que todo lo que tengo es  tuyo

¡Y si me ocupo de tus cosas!
Tú te ocuparás de las mías
Cómo así lo has prometido

¡Que por mí, que poco puedo!
¡Dame lo que necesito!
Para darte todo lo que quieras

Dame tu paciencia para ser paciente

Dame tu entendimiento
para obrar como tú quieres

Dame tu humildad, toda tu humildad;
envuélveme con ella para ser humildad.
Y mostrarla a mis hermanos

Dame tu paz para estar más cerca de la paz,
más cerca de ti
Para ser tu paz
Y compartirla con todos

Dame tu certeza de ser para ti,
sin ninguna duda
Dame la certeza por siempre,
de que estás conmigo, en tu ausencia

Y en la ausencia,
sepa que estás más fuerte con tu presencia

El novio jamás podrá amar como la amada
Ni entender a la amada como Dios la ama
Ya que Dios es también: Madre, amada y amor.

Señor
Vuelve a hacerme como tú quieres,
con la inocencia del niño pequeño que tanto tú amaste

¡Dame lo que tú quieras!
Nunca es tarde
Para ser como tú quieras

Nunca es tarde
Para ver la nieve que cubre los almendros
y protege al pajarillo herido de tu creación

Nunca es tarde
Para sentirse amado
Y oler a pan divino recién hecho

Nunca es tarde
Para saber que tu vida merece la pena
Aunque haya sido una vida de pena

Porque eres hijo de Dios.
Y más querido por él.

Que cualquier cosa que quiera de todo su mundo

Del evangelio a la vida
De la vida al evangelio


***

 

 

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“No creyente, pero practicante”, por Gabriel María Otalora

Viernes, 6 de diciembre de 2024
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IMG_8810De su blog Punto de Encuentro:

Agradezco al jesuita José Ignacio González Faus la difusión del poema Credo, de Magdalena Sánchez Blesa. Lo reproduzco para darle mayor difusión todavía y convertirlo en punto de encuentro en torno a la reflexión de nuestra fe.

Porque los cristianos de nuestra sociedad vivimos la fe como un derecho adquirido, algo que se transmite de padres a hijos con la colaboración de algunos catequistas y la asignatura de religión. La realidad es que aprendemos una cultura religiosa de andar por casa sin mayores profundidades ni compromisos excesivos. La Eucaristía, en fin, se ha convertido en una obligación de cumplimiento  -cumplo y miento- que no cuestiona ni resulta ser el centro de nuestra vida espiritual. No somos conscientes del regalo de la fe y de que todo lo importante que tenemos en la vida requiere ser desarrollado: la capacidad de andar, de hablar, de madurar como personas y también de maduración de nuestra fe en el amor de Dios que no todos tienen.

Una fe es un regalo (gracia) como todo lo demás: la vida es un regalo, la salud y tantas cosas más que no somos conscientes de que las disfrutamos hasta que faltan… ¿Por qué algunos tienen salud, dinero, amor o fe, y otros no? ¡Para compartirlo!, para hacer de la necesidad una gran solidaridad. De esto va el Evangelio, incluido el gran regalo de la fe. Con nuestro ejemplo de vida apreciamos de verdad el tesoro que tenemos, y que supone también convertirnos en Buena Noticia para los demás. Esto es evangelizar.

El regalo de la fe supone compromiso de vivirlo agradecidos y sembradores de Buena Noticia. Por eso resulta impactante conocer a personas sin fe que viven el Evangelio apoyadas solamente en el mensaje cristológico del Nuevo Testamento como una noticia extraordinaria que merece la pena ser vivida entre nosotros, incluso si tras la muerte espera la nada.

Este es el caso de la poetisa que lo escribió, supongo que en un arranque de belleza interior que sonroja por la mediocridad con la que vivimos nuestra fe. Ella se define una “no creyente practicante llena de honestidad que cuestiona sin pretenderlo muchos esquemas mientras ilumina el camino verdadero del que la Iglesia institucional se ha alejado tanto para instalarse en el legalismo clericalista que ahoga el tesoro de la fe y aleja a tantos porque por los hechos, precisamente, distorsionan el Mensaje.

Invito a quienes estén leyendo estas líneas a que  lean despacio este poema, y mejor si lo hacen dos veces seguidas. Una lectura en actitud de oración, abiertos al Espíritu, porque la humildad que destilan esto versos son un estupendo abrelatas hacia el agradecimiento, y a repensar nuestra actitud de creyentes después; si nos reconocemos cristianos “por la gracia de Dios” que sea para algo y para alguien. El Sembrador salió a sembrar y nos dejó esta estupenda semilla. Que aproveche.

Credo –

Magdalena Sánchez Blesa

No creo en ti, Señor, y no me alegro.

No creo en ti, por mucho que he rezado,
pidiéndote, Señor, que me redimas
y me perdones este gran pecado.

No creo en ti, lo siento con el alma,
pero quiero que sepas una cosa:
cumpliré el evangelio punto a punto,
cumpliré el evangelio coma a coma.

Te estoy hablando a ti, ¿a quién, Dios mío?

¿A quién le estoy hablando si no creo?

Pero ¿qué más daría si no existieses,
para hacer lo que dice el Evangelio?

No creo en ti, Señor, pero descuida,
que voy a recibir al forastero,
que voy a visitar a los reclusos,
y a darle de comer a los hambrientos.

No te preocupes, Dios, que yo no busco
un cielo donde ir, no es mi objetivo.

Lo haré, no por librarme del infierno,
lo haré sin pretender un paraíso.

Lo haré porque me nace, simplemente.

Lo haré porque me duele en mis adentros
que esté la tierra llena de criaturas
pasando pejigueras y tormentos.

No creo en ti, Señor, mas no te apures,
nunca te ofenderé, líbrame de ello.

Y cargaré tu Cruz hasta el Calvario
sin ningún interés de ningún cielo.

Y me tendrás, Señor, en cualquier calle,
donde haya una persona padeciendo.

Me tendrás en la cárcel, en el fango,
en cada pozo, en cada basurero.

En todas las criaturas de este mundo
que yo me encuentre con la soga al cuello.

No me guardes sillones, no lo hago
por alcanzar tu Reino.

Deseo que descanse mi ceniza
eternamente, cuando me haya muerto.

Que nadie me despierte, no me importa,
que mi gloria será seguir durmiendo.

Porque estoy agotada de la brega,
porque no puedo a veces con mi cuerpo.

No creo en ti, Señor, da mi parcela,
a quienes no han tenido nunca un techo,
a quienes no han tenido nunca nada,
a quienes viven siempre en el infierno.

Yo cedo mi sillón, que estoy cansada
de bregar y bregar a cada instante.

Porque no soy creyente, Señor mío,
soy, desgraciadamente, practicante.

*

***

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“La sacudida del sophar”, por Dolores Aleixandre

Viernes, 6 de diciembre de 2024
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OLYMPUS DIGITAL CAMERADe su blog Un grano de Mostaza:

¿Una convocatoria intempestiva e inoportuna?

Lo mismo que los Jericonenses  –  o como quiera que se llamen los habitantes de Jericó – ,  nos hemos construido murallas defensivas a prueba de asaltos. Pero un día,  lo cuenta la Biblia, sonaron las trompas y, cuando el pueblo oyó el sonido de las trompas, lanzó el grito de guerra y las murallas de Jericó se derrumbaron(Jos 6, 20). Qué cosas pasaban entonces.

Parecidísimos a los israelitas asentados en la Tierra,  vivimos vagamente conscientes de que nuestros modos de relacionarnos y de poseer son injustos, pero  no vamos a ponernos a cuestionarlos después de tanto tiempo y además estamos bastante a gusto sin complicarnos  con  inquietudes,   expectativas o esperanzas.  Al fin y al cabo.

–  Lo canta Sabina –, no se vive mal  en la calle Melancolía y para qué empeñarnos en  esperar que tranvía nos lleve a otra parte.          Por eso nos sobresalta la publicación de la bula de convocatoria del  Jubileo 2025, como algo intempestivo e inoportuno:  ¿otro documento largo como suelen ser los vaticanos, con un montón de notas y repitiendo una y otra vez lo de “como ya dijeron mis venerables predecesores…”? Aparte de lo poco estimulante que resulta la palabra bula.

También a Israel le chirriaba el sonido insistente del cuerno de  carnero que,   convertido  en  trompeta,  inauguraba el tiempo jubilar:Haréis resonar la trompeta…, celebraréis jubileo… , proclamaréis la liberación de todos los moradores del país…, cada uno recuperara su propiedad(Lev 25,9-10).

El precepto era más deseo que realidad pero tenía el poder de remover las conciencias:  la mirada de los esclavos se convertía en un reproche,  la opresión aparecía como barbarie, las desigualdades mostraban su rostro horrendo. Aquel sonido estridente los despertaba de su letargo y les devolvía el recuerdo de su verdadera identidad: eran un pueblo liberado de la servidumbre por el Dios que los había sacado de Egipto, había hecho alianza con ellos y los había conducido a una tierra que manaba leche y miel.

Se les ofrecía un nuevo comienzo dejando atrás su vieja condición y reencontrar su identidad verdadera: eran un pueblo elegido, una nación santa, propiedad de Aquel que los había arrancado del poder de las tinieblas y los había llevado a Su luz maravillosa.

La esperanza no defrauda escuchamos nosotros hoy, y esa esperanza nos dispone a lo que está por-venir, al ad-ventus  que, como todo lo de Dios, irrumpe de forma inesperada e imprevisible.

Nos invita a una confianza absoluta en Su presencia en nuestra historia y no es un optimismo fácil que cierra los ojos a la realidad, sino un ancla que sostiene la certidumbre de Su cercanía y de ese Reino proclamado por Jesús que nada ni nadie puede revocar.

Y sus signos se pueden encontrar ya – palabra de Francisco- en los lugares más inesperados de la tierra.

(Galilea 153. Noviembre 2024)

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Adviento (Un soneto para la esperanza)

Jueves, 5 de diciembre de 2024
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Del blog de Pedro Miguel Lamet:

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  | Pedro Miguel Lamet


Nací para caminar y esperar

SOY ADVIENTO

¡Cómo me gusta andar por los caminos,
sentir bajo mis pies latir al mundo,
mirar al horizonte en lo profundo
y respirar el aire de los pinos!

¡Cómo me calma de mis desatinos
marchar de paso como un vagabundo,
mientras, sin pensar, los ojos hundo
en reflejos de amores tan divinos!

Pues de pronto comprendo iluminado
que en caminar consiste nuestra vida
hacia la luz del gran descubrimiento,

puesto que andando advierto que he llegado;
y en el buscar presiento la venida.
Nací para esperar, pues soy Adviento.

*

Pedro Miguel Lamet

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Adviento: Tiempo de liberación y esperanza para las mujeres

Jueves, 5 de diciembre de 2024
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IMG_8919Del blog Tras las huellas de Sophia:

Adviento: Tiempo de Liberación y Esperanza para las Mujeres

1.⁠ ⁠Introducción: Tiempo de Adviento, Tiempo de Esperanza Feminista

Hoy comenzamos un nuevo año, no solo litúrgico, sino también un tiempo para renovar nuestra lucha por la justicia, la igualdad y la liberación de todas las mujeres. El Adviento, que significa “llegada”, ya no anuncia al emperador victorioso ni a los opresores de los pueblos. En nuestro horizonte de fe feminista, esta es la llegada de la Ruah, la fuerza liberadora de Dios que nos acompaña y nos llama a la acción. Este tiempo nos invita a revisar nuestra vida, nuestra historia y nuestro compromiso por construir un mundo donde la dignidad de todas las personas sea reconocida y respetada.

El Adviento no es solo preparación espiritual; es un llamado urgente a mantener despierta nuestra conciencia, a reconocer las cadenas que nos atan y a soñar con la llegada de la liberación, no como un acto pasivo, sino como una construcción colectiva, tejida en las luchas de cada día.

2.⁠ ⁠Las señales de los tiempos: Escuchar el clamor de la creación y de las mujeres

El evangelio nos habla de un cosmos estremecido, de un mundo que parece derrumbarse. Hoy, esta imagen resuena en las injusticias que vivimos: el grito de las mujeres silenciadas, la violencia que nos acecha, y los sistemas que perpetúan la opresión. Pero estas señales no son motivo de miedo; son un llamado a la acción.

Así como el Adviento nos invita a revisar nuestra historia, nosotras leemos estos signos desde la perspectiva feminista y teológica: ¿qué estructuras debemos derribar para construir “cielos nuevos y tierras nuevas”? ¿Cómo podemos sanar este mundo herido, no desde el poder, sino desde la sororidad, el cuidado mutuo y la justicia?

3.⁠ ⁠La liberación está cerca: Levantemos la cabeza

Levanten la cabeza porque se acerca la hora de su liberación.” Estas palabras resuenan como un grito de esperanza para todas las mujeres que han sido oprimidas, invisibilizadas y relegadas. Este Adviento no es solo la espera de un acontecimiento; es el anuncio de que la liberación es posible y está en camino.

En la perspectiva feminista de la fe, levantar la cabeza es un acto de rebeldía y dignidad. Es reafirmar nuestra lucha diaria, sabiendo que Dios, como Ruah, camina con nosotras. Es reconocer que el mundo puede parecer caótico y lleno de adversidades, pero también está lleno de mujeres valientes que se levantan, que luchan, que transforman. Este Adviento nos dice: “Otra realidad es posible, y tú eres parte de ella.”

4.⁠ ⁠Velen y oren: Actuar desde la fe y la sororidad

El Adviento nos llama a estar alertas, a no adormecernos frente a las injusticias ni caer en la desesperanza. Este tiempo es una invitación a pasar del lamento a la acción. La oración no es pasiva; es un acto de comunión con todas las mujeres que han resistido antes que nosotras, que siguen luchando hoy y que lucharán mañana.

La Navidad nos recuerda que Dios no se quedó en los templos ni en las jerarquías patriarcales; se hizo Emmanuel, Dios-con-nosotras, Dios que habita en la vida cotidiana, en nuestras alegrías y dolores, en nuestras luchas y sueños. Desde esta certeza, asumimos nuestra historia con valentía, sabiendo que no estamos solas.

5.⁠ ⁠Reflexión final: Un Adviento de justicia y esperanza

En un mundo lleno de desigualdades, violencia y polarización, el Adviento feminista nos impulsa a levantar la cabeza y encontrar fuerza en nuestras comunidades. Nos invita a formar parte de esa “gente buena” que organiza, que sueña, que resiste. Pero también nos desafía: ¿cómo puedo colaborar activamente en la construcción de un mundo más justo? ¿Qué pasos concretos voy a dar en este tiempo para tejer redes de solidaridad, justicia y amor?

Adviento es la espera activa de un Dios que se hace presente en cada acto de liberación. Es tiempo de creer que la liberación está cerca porque la construimos juntas. Es tiempo de soñar con una tierra nueva y un cielo nuevo donde todas podamos vivir en libertad y dignidad. Es tiempo de esperanza. ¡Es tiempo de Adviento!

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La oración centrante

Miércoles, 4 de diciembre de 2024
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(Un P. Thomas más joven en Centering Prayer)

La Oración Centrante es una oración de consentimiento y entrega a Dios. El camino espiritual no requiere que nos dirijamos a ningún lado, puesto que Dios ya está presente y dentro de nosotros. Lo que hace falta es que permitamos que nuestros pensamientos ordinarios pasen a segundo plano y floten por el río de la consciencia sin que les prestemos atención, en tanto que nosotros dirigimos nuestra atención hacia el río sobre el cual flotan…

*

P. Tomas Keating

***

Hago un llamado a las naciones para que consideren la posibilidad de dar comienzo a un nuevo mundo, uno que exista realmente. Este es el momento para manifestar dicho mundo, mostrando amorosa preocupación por los pobres, apreciando con amor las necesidades del mundo y las oportunidades para un desarrollo acelerado. Tenemos que encontrar maneras para hacer que esto realmente suceda

*

Thomas Keating,
Fragmento de su mensaje final;
Spencer MA, Oct 2018

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Viene de camino, si le das posada. Meditación de Adviento.

Miércoles, 4 de diciembre de 2024
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IMG_8893Del blog de Xabier Pikaza:

He comentado ayer el evangelio del primer domingo de Adviento, tomado de Lucas. Pero el verdadero comienzo de adviento para los cristianos sigue siendo Moisés, con la revelación de Dios como Yahvé (el que nos hace ser) , retomando el camino del Éxodo, gran Salida, la marcha que nos lleva  a la tierra prometida.

Toma el libro del Éxodo, si te parece. Vuelve al Dios de Moisés, con las reflexiones que ofrezco a continuación. Pero no olvides que tú mismo eres Moisés, si quieres hacer el camino de Adviento de Dios. Mi reflexión puede acompañarte. Lo importante es la posada 

Los vecinos de Israel y muchos judíos adoraban a Dios como Baal, Señor Toro, y le unían a la Ashera, Gran Madre. Ese Dios Toro podía engendrar y luchar y vencer, pero no podía amar ni cuidar a los hombres y mujeres. Era signo del sexo fecundo y la riqueza (oro), como indica el texto central de Ex 32, que le contrapone a Yahvé. Muchos judíos preferían al Dios-Toro, según la confesión del Sumo Sacerdote Aarón, hermano de Moisés, que decía: «Éste es tu Dios, Israel, que te sacó de Egipto» (Ex 32, 4). Ése Toro/Dios importante, como sabían otros pueblos antiguos (que adoraban a Indra y Zeus, Baal y Hadad etc.), pero no podía dialogar con los hombres, ni enseñarles un camino de vida, ni darles una ley social, ni amarles.

            Superando ese nivel del Dios-Toro, los creadores de la nueva religión israelita han interpretado a Dios como Persona y Presencia salvadora, alguien que puede hablar con los hombres, y enseñarles a vivir como con una Ley, sin imágenes sagradas ni signos sexuales divinos. Los responsables de esa revolución de Dios han sido los profetas del VIII al V a.C. y su influjo ha quedado reflejado en los textos fundamentales del Pentateuco, que le presentan como Yahvé, Aquel que Es.

Dios sin imagen (Ex 20, 2-6).Ese Dios Yahvé no es macho ni hembra, ni cielo ni tierra, nada que podamos conocer o ignorar, sino Amigo y Protector supremos de los hombres, Aquel que es por sí mismo, sin que nosotros podamos manejarle. Por eso, la Biblia prohíbe poner a su lado a otros dioses o representarle con signos del mundo y rechaza las imágenes sagradas (de madera o bronce) y las representaciones políticas (reyes sagrados):

  •  Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saque de Egipto, de la esclavitud.
  • No tendrás otros dioses frente a mí.
  • No te harás ídolos, imagen alguna
  • de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o  debajo de la tierra.   (Ex 20, 2-6).

Es un Dios celoso de su identidad, Yahvé, el Señor, sin esposa sin hijos, sin hermanos ni compañeros, por encima de todo lo que puede hacerse, decirse o pensarse. Es Dios invisible y no puede compararse con ninguna realidad del mundo (cielo, tierra, infierno). Y sin embargo es fuente de amor, de presencia liberadora, de responsabilidad humana, en línea de libertad. Así dice Moisés a los israelitas:

  • No os pervirtáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna,
  • efigie de varón o hembra, imagen de animales terrestres, imagen de aves que vuelan por el aire…de peces que nadan por el agua, debajo la tierra….
  • Porque Yahvé, tu Dios, los ha repartido entre todos los pueblos.
  • Pero a vosotros os ha tomado Yahvé de la mano
  • y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto,
  • para que seáis el pueblo de su heredad (Dt 4, 11-20).

             Ésta es la palabra clave: “No os hagáis imagen de varón ni hembra, de padre o madre, de lo masculino o femenino…” Estrictamente hablando, los israelitas deben superar todos los signos humanos de Dios, de manera que no pueden llamarle ni siquiera padre… Sin embargo, paradójicamente, este Dios sin imagen aparece como alguien muy amigo, muy cercano, pues la Biblia sabe desde el principio que él les ha creado a su imagen y semejanza (cf. Gen 1, 28), ocupándose en especial de los oprimidos de Egipto, a quienes ama y libera de un modo eficaz:

‒ Yahvé es trascendente, supera todo límite cósmico y social, de manera que no podemos llamarle ni siquiera Padre, pues al hacerlo le identificaríamos con un tipo de función humana. Dios desborda, al mismo tiempo, todo poder impositivo, representado por el Faraón y el sistema de Egipto (¡horno de hierro!).No se impone con autoridad, pero abre para los oprimidos un camino de libertad. No se confunde con nada, está más allá de todo lo que conocemos y desconocemos, pero nos impulsa a vivir.

‒ Yahvé es creador, un Dios cercano, y así ofrece a los hombres su “palabra” (mandamientos), de forma que ellos puedan vivir en libertad y justicia sobre el mundo. Él se revela por encima de los grandes poderes del cosmos (nube, oscuridad y fuego; cf. Ex 19), sin que podamos verle, siendo, al mismo tiempo, totalmente cercano a nosotros. No le vemos, pero podemos escuchar su Palabra, acoger sus mandamientos y cumplirlos, sabiendo que él cuida de nosotros, pues somos su tesoro (es decir, su heredad).

             Ésta formulación tiene grandes consecuencias sociales y políticas: Los israelitas han in­terpretado la estructura y práctica religiosa de los pueblos vecinos (egipcios, babilonios, cananeos) como idolatría (adoración de pode­res cósmicos) y como sometimiento social y político (el Dios falso avala y ratifica la opresión de Egipto y de los cananeos). Sólo rechazando el paganismo y descubriendo a Dios como liberador de los oprimidos, los israelitas han podido descubrir la verdad de Dios como fuente e impulso de todo lo que existe.

 Dios amor. Shema (Dt 6, 4-5).Dios no es padre ni madre, ni tiene figura, de forma que no le vemos, pero nos habla; no tiene rostro, pero nos acompaña. No se confunde con nada, y sin embargo crea todo, desde su trascendencia personal. ¿Cómo podremos representarle? Éstos son los momentos de su historia, vinculada de un modo especial con su Pueblo Israel:

‒ Yahvé, Dios del Éxodo: nos libera del pasado de opresión y nos hace dueños de nuestra propia vida. Algunos ante­pasados de Israel, queriendo superar la esclavitud de Egipto, sintieron la ayuda protectora de Dios en el Mar Rojo. Desde entonces, su forma de entender la historia estuvo vinculada a esa experiencia: Dios es mano poderosa que libera a los oprimidos, es voz de gracia y libertad que convoca a los hebreos (esclavos, expulsados de un sis­tema imperial, pobres de toda raza y lengua), abriendo para ellos un camino de vida. Así lo siguen celebrando todavía judíos y cristianos en su fiesta pascual, con Moisés y Jesús (cf. Ex 1-15).

‒ Dios, Prome­sa de Vida: así impulsa a los hombres abriendo para ellos un futuro. Les libera de la esclavitud cósmica (por hermosa que ella sea), de la repetición cíclica del tiempo y de la vida, instaurando para ellos un camino personal (humano) de fidelidad y de esperanza. Él es poder de vida que, venciendo las limitaciones del miedo y de la muerte, la esclavitud social y la violencia cósmica, abre a los creyentes un futuro de existencia liberada. Así aparece en la Biblia desde Gen 12, con Abraham).

‒ Dios es Alianza, se une con los hombres como amigo, estableciendo con los suyos un contrato o compromiso de fidelidad mutua en amor, como persona con persona: no es un poder cósmico (un toro fuerte, con gran sexo y mucho oro),sino el Viviente Amigo: Aquel que sostiene y garantiza la vida de los hombres y mujeres de Israel, que así aparece como pueblo de la alianza, que mantiene con Dios un diálogo incesante, de libertad a libertad, de persona a persona, a lo largo del Éxodo (cf. Ex 19-34) y del Deuteronomio

             La visión de Dios que aparece en estas tradiciones es fruto de un proceso teológico (y vital), es el resultado de un camino  que los israelitas fueron descubriendo y recorriendo en una marcha religiosa (histórica y social) llena de riesgo y tensiones, a lo largo de siglos (del XII al V-IV a.C). Desde ese fondo se pueden precisar sus rasgos más significativos:

 ‒ Yahvé es trascendente (está siempre más allá). No es la vida del cosmos, ni lo más alto del mundo, ni su totalidad. No es cielo estrellado ni la extensión de la tierra ni los mares. No es el todo, ni una zona especial dentro del todo. Tampoco es poder político, ni principio de estabilidad de los imperios de la tierra, sino el Infinito, Trascendente; existe por sí mismo, más allá de todo. Cambian y mudan las cosas que conocemos: todas se mantienen en constante movimiento de unión y separación, de nacimiento y de muerte, pero él está siempre como amor, cerca de su pueblo.

Es Dios del pueblo y libremente ha querido vincularse a Israel, a través de la “historia” ya citada (de Éxodo, Promesa y Alianza). En ese sentido, utilizando una palabra que es propia de la tradición teológica posterior, podemos afirmar que (siendo trascendente) Dios se ha hecho “inmanente” (se ha introducido) en la historia del pueblo. Más aún, siendo “eterno” (inmutable), él se ha hecho tiempo (mudable) para compartir la vida de los hombre. En este sentido podemos afirmar que él es Padre (protector, amigo) del pueblo.

            En esa línea, los israelitas más fieles a la alianza saben que Dios no es  padre ni madre, esposo ni esposa, hijo ni hermano, en sentido biológico, sino en sentido vital y personal mucho más hondo. Dios actúa como Padre y Amigo, porque es amor vivo y efusivo y porque actúa de esa forma,  de un modo personal (amoroso) en nuestra vida. No le conocemos, y sin embargo sabemos que nos ama. No necesita nada de nosotros, y sin embargo quiere que le amemos. Así lo muestra la gran Confesión de Fe de Israel, llamada “shema” (escucha):

   Amar a Dios, amar a los hombres. Dios  No tiene figura, y no le podemos ver, pero nos habla. Carece de imagen material, pero nosotros somos su imagen, su presencia en el mundo y así acompaña. No se confunde con nada, y sin embargo  está en todo y mantiene en su ser todo, desde su trascendencia (sin hacerse una cosa más entre las cosas). No conocemos su rostro, pero sabemos que nos ama y pide nuestro amor, estando así presente en cada uno de los hombres y mujeres que encontramos en la vida en camino de amor, siendo su imagen (cf. Gen 1, 27-28). No necesita nada de nosotros, pero quiere que le respondamos. Es trascendente y, sin embargo, es el más cercano, aliado en amor:

  •  Escucha, Israel: Yahvé, nuestro Dios, es Yahvé Uno.
  • Amarás a Yahvé, tu Dios,
  • con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
  • Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón.
  • Las repetirás a tus hijos y las dirás sentado en casa o haciendo camino,
  • cuando te acuestes y cuando te levantes (Dt 6, 4-7).

 La Biblia sabe que hay otros amores (de padre o madre, hijo o hermano, amigo o compañero), pero descubre y proclama como principio de todos el amor originario de Dios, Gran Amado, que pone en movimiento la vida de los hombres con su mandamiento primero: Amarás a Yahvé, tu Dios… Ésta es la palabra creadora del cielo y de la tierra: “Amarás”, es decir “amadme, quiero ser amado, en mi amor encontraréis vuestro  camino”.

Ese amor que Dios reclama queriendo ser Amado despierta a los seres humanos, les hace carne de amor, les pone en camino, y así en camino seguimos desde los primeros “limos iníciales”. Esta es la tarea de Dios, este su oficio: Atraernos con amor, impulsarnos y darnos compañía, de manera que en él y por él vivamos, nos movamos y seamos (Discurso de Atenas: Hechos 17). Amarle con todo el corazón, con toda el alma… significa escuchar su llamada, acogiendo su presencia, respondiendo a su llamada, de persona a persona. Respuesta al amor de Dios, eso es la vida de los hombres. Este pasaje, convertido en centro de la experiencia israelita (shema), incluye dos artículos: Dios Amado, los hombres como amantes.

 (1) Dios amado, fondo y meta de  vida  de los hombres, más allá de todo lo sabido e ignorado. Conforme a la Biblia judía, él, se vincula de un modo especial con los israelitas (y por medio de ellos con todos los hombres y mujeres del mundo) diciéndoles “amadme”. Es como si él dependiera en un sentido muy hondo del amor y la respuesta de los seres humanos. No es solamente el que ama, como indica la tradición profética, sino también el que quiere ser amado, no por carencia o deficiencia, sino por plenitud suprema.

(2) Israel, pueblo Adviento, expresión de la venida de Dios en el mundo, en su vertiente judía (que es muy importante, no la única) ha escogido para hacerse presente, diciéndole “amarás…” (=amadme), desde su transcendencia, confiándole así una misión de amor y fidelidad entre todas las naciones, como si fuera su esposa querida, no en un pleno de hierogamia sexual cerrada en sí misma, sino de identidad abierta y y comunión comunicativa  (y al al servicio de) todos los pueblos de la tierra[1].(cf. Eclo 17, 14-17) Éste es el primer mandamiento, y, en el fondo, el único: Dios, como trascendencia absoluta de amor quiere que le amemos, como si su esencia dependiera del amor que nosotros le damos, como espejo donde su luz se refleja Dios es para ser amado; existe en sí mismo existiendo en aquellos que le aman, es decir, que se aman entre sí, pues, como Jesús, el amor a Dios se expresa y despliega en el amor entre los seres humanos, que entre sí prójimos (cercanos, en la vida y camino: cf. Mc 12, 28-32).

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“Tiempo de Adviento”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Miércoles, 4 de diciembre de 2024
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No entiendo los ‘Calendarios de Adviento‘ que hacen corresponder el Adviento con los 24 días ates de la Navidad. El Adviento es para hacer espacio, para abrir el alma. El Adviento no forma parte del calendario civil, porque no tiene que ver con nuestro tiempo y nuestras medidas. El Adviento no es la cuenta atrás para la Navidad, aunque el recuerdo agradecido de ese (¡ese!) nacimiento nos llene de dulzura y nos haga maravillarnos ante cada vida que viene tenazmente al mundo.

El Adviento no nace de nosotros, pero es una provocación: es una invitación, que la liturgia -a menudo aburrida, pero en el fondo tan sabia- nos ayuda a reconocer y cultivar.

«¿A quién buscáis?» – dice Jesús, volviéndose hacia los discípulos del Bautista que habían sido «enviados» tras él. La misma pregunta se aplica a nosotros hoy: no es la palabra «Navidad» la que salva, de hecho podría ser engañosa, sobrecargada como está de significados añadidos -como un pastel demasiado relleno y empalagoso- o gastada y privada de su fuerza original. ¿A quién buscamos?

La proclamación que el tiempo de Adviento quiere hacer resonar es que la vida no nos viene dada, que no somos dueños de nuestro comienzo, sino que todo comienzo, toda fecundidad, toda benevolencia proviene de un Rostro que, en Jesús, encuentra su retrato más fiel, inesperado y, en cierto modo, improbable. Por eso el Adviento cristiano es un tiempo hermoso, más allá de todo cálculo y de toda pretensión: un tiempo que nos libera, que nos sana, que nos ayuda a cambiar de horizonte. Y nos abre al asombro y al don.

El actual tiempo de Adviento nos brinda la oportunidad de dejar que se instale en nuestro corazón la gran advertencia de Jesús: estad alerta porque no sabéis cuándo será el tiempo (Mc 13,33). En el texto griego, la misma expresión se traduce con un léxico que es importante en el contexto bíblico: oīda (saber) y kairós (momento fijo). En los hombres judíos, conocer no sólo indica un acto de razón sino que puede expresar unión en el acto sexual y, por tanto, una manifestación de amor; en cambio, kairos indica el tiempo visitado por la presencia de Dios, el cumplimiento del mundo.

Partiendo de estos significados, creo que la verdadera vigilancia se expresa en aquellos gestos de ternura, de amor que todo hombre está llamado a dar, en los que es posible ver los signos de la presencia del Señor. De esta afirmación surge la pregunta: ¿cuál es el espacio en el que estamos llamados a velar y ser signo de la visita de Dios al mundo? Son los lugares donde viven los humanos hoy.

El Sínodo de la sinodalidad convocado por el Papa Francisco tuvo como intención original el deseo de llegar al hombre en el presente de la historia. Y sin embargo, parece que persiste en la Iglesia un cierto temor que corre el riesgo de bloquear a los cristianos en el interior de las salas litúrgicas y de las sacristías, un ambiente apagado y con olor a cerrado, que hace que los cristianos viajen en un camino opuesto al mundo.

Todavía seguimos reivindicando roles, hablando de pirámide, viviendo de delirios y con la ilusión de que el mundo cuelga de nuestros labios. Esta ilusión no ha hecho más que quitar o debilitar la vitalidad de la comunidad cristiana -al menos la europea-, empujando a los hombres a distanciarse de la Iglesia pero, tal vez, no de Dios.

Durante mucho tiempo -probablemente para los más nostálgicos siga siendo así- se echó la culpa al mundo, a las ideologías del pasado y a aquellos movimientos que revolucionaron la sociedad; sin embargo, pocas veces se ha hecho un examen de conciencia que nos haya permitido a los cristianos vencer nuestro propio mea culpa porque, quizás -pero sólo quizás-, seguimos comunicando el Evangelio con las categorías del pasado que nos hacen quedar estancados en aquel tiempo pretérito de grandes pronunciamientos magisteriales, de grandes condenas y de liturgias llenas de encaje pero pobres de humanidad.

La crisis afecta a una jerarquía que todavía quiere hacer valer su voz reivindicando su papel dentro de la comunidad cristiana y a la que se exige obediencia como un soldado que debe seguir órdenes ciegamente. Esto nos lleva a creer que la autoridad de la palabra surge de una manera de vivir la paternidad todavía anclada en el modelo del patriarcado, un modelo cultural que, a pesar de haber sido recientemente exhumado de la tumba por la mayoría, ya está acabado.

Aunque sigamos hablando de la figura del padre en una visión patriarcal, con el debido respeto a muchos obispos y sacerdotes, debemos afirmar la ‘muerte del padre’, indicando en esta expresión que la imagen de la paternidad ligada al pasado generaciones, ya se acabó. Las relaciones paternas, y evidentemente también las maternas, deben verse hoy desde la perspectiva del acompañamiento, la escucha mutua y la aceptación.

El mundo no es un enemigo sino el lugar donde Dios nos colocó y por el cual envió a su Hijo. ¿Es posible seguir hablando de pirámides y jerarquía en una época en la que en Italia y Europa la experiencia jerárquica y monárquica, tal como se vivió en el pasado, ya no existe?

La Iglesia por vocación tiene la tarea de hacer presente el kairos al hombre de hoy y, más que nunca, el hombre necesita vivir experiencias que tengan sabor a esencialidad, sencillez, belleza, escucha mutua que, contenidas en una sola palabra, son la experiencia de amor.

Si queremos seguir estancados en un mundo que ya ha desaparecido, la esposa de Cristo corre el riesgo de fracasar en su misión. Para evitar que esto suceda, debemos tener el coraje de salir a la calle, habitar menos las salas litúrgicas y vivir en las nuevas ágoras donde vivir una experiencia humana que tenga tono de familiaridad y sabor a vida.

No es el Adviento tiempo de nostalgias del pasado… ni de miedos ante el futuro.

¡Es tiempo de Adviento!

Estamos casi al comienzo del nuevo año litúrgico y, lo que comienza, trae consigo algo del pasado, prefigurando ya la esperanza de renovación del corazón, de los gestos, de las acciones.

Todo esto debe insertarse en una dimensión que vincule la experiencia terrena con la divina, porque es precisamente el deber de la persona volar alto para ser plenamente feliz.

Conscientes de este tiempo especial, que nos acercará a la Navidad, “vamos gozosos al encuentro del Señor” con una perspectiva de futuro, la de la casa del Señor, de llegar al final de esta gran “peregrinación” que debe ser la vida terrena.

Estamos hechos para el cielo”, pero muchas veces lo olvidamos y de aquí surge el aburrimiento, la pesadez, la nada, el abandono, la incapacidad de lidiar con las pequeñas cosas, la ruptura de las relaciones de lealtad y amistad, el alejamiento de Dios.

El cristiano no encuentra una teoría o una filosofía, sino un hombre que es también Dios, Jesucristo.

El aspecto espiritual se une al histórico y concreto, pero el Adviento no quiere ser sólo el recuerdo del período histórico que precedió al nacimiento del Salvador, aunque éste, así entendido, ya tiene un altísimo significado espiritual en sí mismo; quiere recordarnos que toda la historia del hombre y de cada uno de nosotros debe entenderse como un gran “Adviento“, como una espera, momento a momento, de la venida del Señor, para que Él nos encuentre preparados y vigilantes para ser capaces de adelantar su Reino y de acogerlo dignamente. Estar preparados requiere una actitud de centinela, por lo tanto de alerta y lucidez.

En este tiempo de Adviento, en el que resuenan las palabras de los antiguos profetas, mientras el tiempo que atravesamos está marcado por la sed y la búsqueda de palabras y gestos que indiquen un presente habitable y un futuro de esperanza, se nos invita a estar atentos y, en consecuencia, escuchar. La profecía siempre exige escucha pero, muchas veces, no la encuentra. Sin embargo, no está cerrada la invitación a la escucha, que vuelve insistentemente en la Palabra: “Oídme, los que buscáis la justicia, los que buscáis al Señor” (Is 51,1). Así, la invitación es a escudriñar, a prestar oído, a captar la acción de Dios en la historia: «Aquel día los sordos oirán las palabras de un libro; liberados de las tinieblas y de las tinieblas, los ojos de los ciegos verán” (Is 29, 18). El arte de observar, coger y re-coger es difícil, muy difícil.

En Adviento la Palabra nos invita a estar despiertos y vigilantes: con una verdadera metanoia existencial podemos todavía ver los signos de los tiempos y los signos de nuestra vida, especialmente hoy, cuando abundan las palabras, donde la comunicación es omnipresente.

El Adviento es tiempo de decir poco, de un silencio maduro, de arraigarse en la escucha como tensión hacia la humanidad y hacia Dios, esa tensión que quiere alumbrar los nuevos cielos y la nueva tierra en los que Dios enjugará toda lágrima y ya no habrá muerte, llanto, clamor, dolor (Ap 21, 1ss).

Joseba Kamiruaga Mieza CMF (Remitido por el autor)

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