Comentarios desactivados en Domingo de Guzmán, un cristiano libre.
En la Fiesta de Santo Domingo de Guzmán, recordemos a este hombre providencial, amante de la pobreza y de la libertad en el compromiso…
(imagen Saint Dominic of Guzman ora pro nobis by DCJBeeers)
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Nació en Caleruega (Burgos), en España, en 1172. Hacia 1196 se convirtió en canónigo del capítulo de la catedral de El Burgo de Osma (Soria). Acompañó al obispo Diego en una importante misión por el norte de Europa. Al pasar por el sur de Francia, vio claramente el daño que la herejía cátara estaba haciendo entre los fieles y maduró el designio de reunir a algunas personas que se dedicaran a la evangelización a través de la predicación pobre, estable y organizada del Evangelio.
Este proyecto, aprobado por vez primera por Inocencio III, fue reconocido definitivamente por Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Este último llamó «Hermanos Predicadores» a sus miembros. Domingo diseminó de inmediato a los hermanos que le siguieron por las regiones más remotas de Europa. Solía decir: «No es bueno que el grano se amontone y se pudra».
Precisó en dos congregaciones generales los fundamentos y los elementos arquitectónicos de su familia religiosa: vida en común pobre y obediente, la oración litúrgica, el estudio asiduo de la Verdad ordenado a la predicación, entendida como contemplación en voz alta, participación en la misión propia de la Iglesia, sobre todo en las tierras todavía no evangelizadas.
Hombre genial, sabio, misericordioso, era «tierno como una madre y fuerte como el diamante»(Lacordaire). Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221. Gregorio IX lo canonizó el 3 de julio de 1234.
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“¿Cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas, en pergaminos, cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?”
“Con los pies descalzos salgamos a predicar”.
“Si alguien enseña a los frailes que faltar a las observancias es pecado, yo mismo iré sin demora por los claustros raspando todas las reglas con su cuchillo”.
“El trigo amontonado se pudre”.
“Tened caridad, conservad la humildad, poseed la pobreza voluntaria”.
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El primer modo de orar consistía en humillarse ante el altar como si Cristo, representado en él, estuviera allí real y personalmente, y no sólo a través del símbolo. Se comportaba así en conformidad al siguiente fragmento del libro de Judit: Te ha agradado siempre la oración de los mansos y humildes (Jdt 9,1 ó). Por la humildad obtuvo la cananea cuanto deseaba (Mt 15,21-28), y lo mismo el hijo pródigo (Le 15,11-32). También se inspiraba en estas palabras: Yo no soy digno de que entres en mi casa (Mt 8,8); Señor, ante ti me he humillado siempre (Sal 146,61). Y así, nuestro Padre, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser, considerando su condición de siervo y la excelencia de Cristo. Enseñaba a hacerlo así a los frailes cuando pasaban delante del crucifijo, para que Cristo, humillado por nosotros hasta el extremo, nos viera humillados ante su majestad.
Mandaba también a los frailes que se humillaran de este modo ante el misterio de la Santísima Trinidad, cuando se cantara el Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. […]
Después de esto, santo Domingo, ante el altar de la iglesia o en la sala capitular, se volvía hacia el crucifijo, lo miraba con suma atención y se arrodillaba una y otra vez; hacía muchas genuflexiones, a veces, tras el rezo de completas y hasta la media noche, ora se levantaba, ora se arrodillaba, como hacía el apóstol Santiago, o el leproso del evangelio que decía, hincado de rodillas: Señor, si quieres, puedes curarme (Mt 8,2); o como Esteban, que, arrodillado, clamaba con fuerte voz: No les tengas en cuenta este pecado (Hcfi7,60). El padre santo Domingo tenía una gran confianza en l a misericordia de Dios, en favor suyo, en bien de todos los pecadores y en el amparo de los frailes jóvenes que enviaba a predicar. […] Enseñaba a los frailes a orar de esta misma manera, más con el ejemplo que con las palabras.
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I. Taurisano, Il nove modi di pregare di san Dominico, ASOP 1922, pp. 96ss.
“TRASCENDER consiste en ir MÁS ALLÁ, en cruzar una frontera. No ésta o aquella, sino cualquier frontera que se vislumbre en el propio caminar. Consiste en no contentarse con lo que se es, con lo que se tiene, con lo que se siente, con lo que se sabe. Es esta voluntad indómita de no conformarse con lo que se conoce. Es la pasión por indagar lo que está más allá del límite, lo que se esconde más allá de lo que conocemos. El trascender expresa una carencia, pero también una esperanza“
Comentarios desactivados en Cristo es la Transparencia
Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.
*
“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.
Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.
En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías, que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.
Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:
–Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:
–Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.
Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.
*
Lucas 9,28b-36
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Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.
La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.
Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.
Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.
El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .
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J. Corbon, La alegría del Padre, Magnano 1997
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Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí.De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasanlas pruebas.
Comentarios desactivados en ¿Se puede creer, Señor, desde el bienestar?
Señor,
¡cuántas veces,
consciente o inconscientemente,
idealizamos y anhelamos
el bienestar, el bien vivir!
Lo importante,
en nuestra escala de valores,
en nuestro proyecto de vida,
en nuestro programa,
en nuestro compromiso,
en nuestro horizonte…
es vivir cada vez mejor:
tener salud, dinero y amor,
trabajo y vivienda,
descanso y vacaciones,
protección y seguridad,
derechos adquiridos,
y una economía saneada
libre de preocupaciones…
Pues solo así logramos
el reconocimiento de los demás,
la autoafirmación personal
y, en definitiva, la felicidad.
Pero el bienestar
nos lleva, temprano o tarde,
a un modo de vivir superficial,
insensible,
y ciego
para las dimensiones más profundas
del ser humano;
y, entonces, nuestra fe se desvirtúa.
Desde él solo queda sitio
para un dios milagrero
y una religión centrada
en lo individual y privado,
donde la fe y la espiritualidad
se convierten, con frecuencia,
en mero alivio de frustraciones
y de problemas personales.
Y pronto, Señor,
te convertimos en un elemento más
de seguridad personal
al servicio de nuestro ideal de bienestar.
Señor,
hoy necesitamos escuchar nuevamente
tus palabras junto al lago de Tiberíades,
creérnoslas
y hacerlas alimento saludable
para no desfallecer en el camino
y tener la vida que nos prometiste.
Vosotros me buscáis
porque comisteis hasta saciaros.
Trabajad, no por el alimento que perece,
ni por los manás de moda,
sino por el pan que perdura
y da vida verdadera.
Comentarios desactivados en “Yo soy el Pan de Vida”
Oda al Santísimo Sacramento del Altar
I – Exposición
Pange lingua gloriosi
corporis misterium.
Cantaban las mujeres por el muro clavado
cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento,
palpitante y desnudo, como un niño que corre
perseguido por siete novillos capitales.
Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.
Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.
Yo miraba tu forma deliciosa flotando
en la llaga de aceites y paño de agonía,
y entornaba mis ojos para dar en el dulce
tiro al blanco de insomnio sin un pájaro negro.
Es así, Dios anclado, como quiero tenerte.
Panderito de harina para el recién nacido.
Brisa y materia juntas en expresión exacta,
por amor de la carne que no sabe tu nombre.
Es así, forma breve de rumor inefable,
Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,
repetido mil veces, muerto, crucificado
por la impura palabra del hombre sudoroso.
Cantaban las mujeres en la arena sin norte,
cuando te vi presente sobre tu Sacramento.
Quinientos serafines de resplandor y tinta
en la cúpula neutra gustaban tu racimo.
II – Mundo
Agnus Dei qui tollis pecata mundi.
Miserere nobis
Noche de los tejados y la planta del pie,
silbaba por los ojos secos de las palomas.
Alga y cristal en fuga ponen plata mojada
los hombros de cemento de todas las ciudades.
La gillette descansaba sobre los tocadores
con su afán impaciente de cuello seccionado.
En la casa del muerto, los niños perseguían
una sierpe de arena por el rincón oscuro.
Escribientes dormidos en el piso catorce.
Ramera con los senos de cristal arañado.
Cables y media luna con temblores de insecto.
Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua.
Para el asesinato del ruiseñor, venían
tres mil hombres armados de lucientes cuchillos.
Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo
una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.
Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro.
Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo.
Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe
cuándo su mariposa dejará los relojes.
Debajo de las alas del dragón hay un niño.
Caballitos de cardio por la estrella sin sangre.
El unicornio quiere lo que la rosa olvida,
y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.
Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio
aquietaba la angustia del amor desligado.
Sólo tu Sacramento, manómetro que salva
corazones lanzados a quinientos por hora.
Porque tu signo es clave de llanura celeste
donde naipe y herida se entrelazan cantando,
donde la luz desboca su toro relumbrante
y se afirma el aroma de la rosa templada.
Porque tu signo expresa la brisa y el gusano.
Punto de unión y cita del siglo y el minuto.
Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos
con el hombre de nieves y el negro de la llama.
Mundo, ya tienes meta para tu desamparo.
Para tu horror perenne de agujero sin fondo.
¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales!
¡Sacramento inmutable de amor y disciplina!
III – Demonio
Quia tu es Deus, fortitudo mea, quare me sepulisti? et quare tristis incedo dum affligit me inimicus?
Honda luz cegadora de materia crujiente,
luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,
anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba
por todas las esquinas del abierto domingo.
Forma de la belleza sin nostalgias ni sueño.
Rumor de superficies libertadas y locas.
Medula de presente. Seguridad fingida
de flotar sobre el agua con el torso de mármol.
Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.
Un momento de venas y ternura de ombligo.
Amor entre paredes y besos limitados,
con el miedo seguro de la meta encendida.
Bello de luz, oriente de la mano que palpa.
Vendaval y mancebo de rizos y moluscos.
Fuego para la carne sensible que se quema.
Níquel para el sollozo que busca a Dios volando.
Las nubes proyectaban sombras de cocodrilo
sobre un cielo incoloro batido por motores.
Altas esquinas grises y letras encendidas
señalaban las tiendas del enemigo Bello.
No es la mujer desnuda ni el duro adolescente
ni el corazón clavado con besos y lancetas.
No es el dueño de todos los caballos del mundo
ni descubrir el anca musical de la luna.
El encanto secreto del enemigo es otro.
Permanecer. Quedarse en la luz del instante.
Permanecer clavados en su belleza triste
y evitar la inocencia de las aguas nacidas.
Que al balido reciente y a la flor desnortada
y a los senos sin huellas de la monja dormida
responda negro toro de límites maduros
con la flor de un momento sin pudor ni mañana.
Para vencer la carne del enemigo bello,
mágico prodigioso de fuegos y colores,
das tu cuerpo celeste y tu sangre divina
en este Sacramento definido que canto.
Desciendes a la materia para hacerte visible
a los ojos que observan tu vida renovada
y vences sin espadas, en unidad sencilla,
al enemigo bello de las mil calidades.
¡Alegrísimo Dios! ¡Alegrísima Forma!
Aleluya reciente de todas las mañanas.
Misterio facilísimo de razón o de sueño,
si es fácil la belleza visible de la rosa.
Aleluya, aleluya del zapato y la nieve.
Alba pura de acantos en la mano incompleta.
Aleluya, aleluya de la norma y punto
sobre los cuatro vientos sin afán deportivo.
Lanza tu Sacramento semillas de alegría
contra los perdigones de dolor del Demonio,
y en el estéril valle de luz y roca pura
la aguja de la flauta rompe un ángel de vidrio.
IV – Carne
Qué bien os quedasteis galán del cielo, que es muy de galanes quedarse en cuerpo
Lope de Vega
Canto de los cantares
Por el nombre del Padre, roca luz y fermento,
por el nombre del Hijo, flor y sangre vertida,
en el fuego visible del Espíritu Santo,
Eva quema sus dedos teñidos de manzana.
Eva gris y rayada con la púrpura rota,
cubierta con las mieles y el rumor del insecto.
Eva de yugulares y de musgo baboso
en el primer impulso torpe de los planetas.
Llegaban las higueras con las flores calientes
a destrozar los blancos muros de disciplina.
El hacha por el bosque daba normas de viento
a la pura dinamo clavada en su martirio.
Hilos y nervios tiemblan en la sección fragante
de la luna y el vientre que el bisturí descubre.
En el diván de raso los amantes aprietan
los tibios algodones donde duermen sus huesos.
¡Mirad aquel caballo cómo corre! ¡Miradlo
por los hombros y el seno de la niña cuajada!
¡Mirad qué tiernos ayes y qué son movedizo
oprimen la cintura del joven embalado!
¡Venid, venid! Las venas alargarán sus puntas
para morder la cresta del caimán enlunado,
mientras la verde sangre de Sodoma reluce
por la sala de un yerto corazón de aluminio.
Es preciso que el llanto se derrame en la axila,
que el mano recuerde blanda goma nocturna.
Es preciso que ritmos de sístole y diástole
empañen el rubor inhumano del cielo.
Tienen en lo más blanco huevecillos de muerte
(diminutos madroños de arsénico invisible),
que secan y destruyen el nervio de luz pura
por donde el alma filtra lección de beso y ala.
Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura,
el gusto de tu sangre por los dientes helados.
Es tu carne vencida, rota, pisoteada,
la que vence y relumbra sobre la carne nuestra.
Es el gesto vacío de lo libre sin norte
que se llena de rosas concretas y finales.
Adán es luz y espera bajo el arco podrido
las dos niñas de lumbre que agitaban sus sienes.
¡Oh Corpus Christi! ¡Oh Corpus de absoluto silencio,
donde se quema el cisne y fulgura el leproso!
¡Oh blanca forma insomne!
Angeles y ladridos contra el rumor de venas.
*
Federico García Lorca
(Homenaje a Manuel de Falla)
Oda al Santísimo Sacramento del altar
(Fotografías: Dalí y Jim Ferringer)
***
Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
– “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”
Jesús contesto:
– “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.“
Ellos le preguntaron:
– “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”
Respondió Jesús:
– “La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”
Le replicaron:
– “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.””
Jesús les replicó:
– “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.”
Entonces le dijeron:
– “Señor, danos siempre de este pan.”
Jesús les contestó:
“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”
*
Juan 6,24-35
***
Cada día trae consigo una sorpresa, pero sólo podemos verla, oírla, sentirla cuando llega, si la esperamos. No debemos tener miedo de acoger la sorpresa de cada día, tanto si llega como un dolor o como una alegría. Ella abrirá un nuevo espacio en nuestro corazón, un lugar en el que podremos acoger nuevos amigos y celebrar de un modo más pleno nuestra humanidad compartida.
Con todo, el optimismo y la esperanza son dos actitudes radicalmente diferentes. El optimismo significa esperar que las cosas -el tiempo, las relaciones humanas, la economía, la situación política y otras cosas como éstas- mejoren. La esperanza es la verdadera confianza en que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho de conducirnos a la verdadera libertad. El optimista habla de cambios concretos en el futuro. La persona de esperanza vive en el momento presente sabiendo que en la vida todo está en buenas manos. Todos los grandes de la historia han sido personas de esperanza. Abrahán, Moisés, Rut, María, Jesús, Rumi, Gandhi…, todos ellos vivieron guardando en su corazón la promesa que les guiaba hacia el futuro, sin necesidad de saber exactamente cómo habría de ser.
*
H. J. M. Nouwen, Pan para el viaje: una guía de sabiduría y de fe para cada día del año,
Ediciones Obelisco, Barcelona 2001.
Del blog de Alfonso J.Olaz El Rincón del Peregrino:
No permitas que te expongamos en nuestra locura irracional de cada día,para no exponernos nosotros ni un solo día.
Maestro
¡Tú ya te expones cada día por todos nosotros, por todos!
¡Y nosotros…!
¡No nos exponemos ni por un instante,
por el verdadero Dios hecho hombre!
Y nos exponemos a la negación del corazón de carne,
que palpita de tu amor hasta 100 latidos por minuto
¡Cómo el hombre resiste al amor de su Creador!
Jesús
Se nos olvida que tú no estás expuesto para nosotros en el templo
No eres una talla de madera policromada,
ni una escultura en mármol, ni tampoco una antigua pintura
¡Eres algo más serio que no miramos, ni sabemos atender!
En el templo sí, ¡ahí estas tú!
Para llevarte a nuestra vida de cada día
¡De tu vida a mi vida!
¿Si no, qué sentido tiene el tenerte en exposición día y noche?
Tú ya te expones cada día por todos nosotros, por todos
En las injusticias de cada día
En la enfermedad
En la sonora soledad del mayor que le cercena,
y lo consume más cada día, hasta el anulamiento total
¿Yo me expongo por ti?
¿Aún, siquiera, lo hice una sola vez?
¿Y fui fuertemente criticado?
¿Y confundido en mi razón?
Del templo invisibilizado a los barrios marginales,
invisibilizados, para hacerlos visibles a todos
¡Ahí estás tú!
¡Ahí estás tú, Jesús, confundiéndote entre ellos!
En los jóvenes adolescentes del botellón de los fines de semana,
con la alegría de que llegue pronto,
para luego no llegar a ninguna parte
En la joven pareja que no puede emanciparse,
por sus miserables contratos de trabajo
En el padre de familia que está agobiado y sin esperanza,
en su trabajo esclavista de cada día
Señor Jesús.
Ahí estas tú, exponiéndote cada día por nosotros
Con la mirada muy limpia,
y siempre dando la cara el primero, desde el primer día
Una vez al año te exponemos en procesión a la vista de todos; la llamamos Corpus Christi
Así, sin invitarte a bajar de lo alto de la custodia, para que solo nos fijemos en la reliquia de oro y plata, cuando tú eres el auténtico tesoro de los pobres
La custodia que abrasa con toda su luz, que nunca se consume, verdadero paraíso y patria que a todos nos protege, a todos.
Tú, Jesús, eres el legítimo y verdadero oro y plata de tu amor por todos, que no se esconde detrás de la custodia, ni se funde como el metal en el horno.
Jesús,
Te rogamos que nos anules totalmente
¡Que apartes de nosotros todos los Dioses de barro!
Que disuelvas las tinieblas de nuestro corazón de piedra
¡Tú, oh Señor, eres ser muy viviente!
Que brilla más que el sol en lo alto del mediodía
Eres tesoro para todos, todos
Estás expuesto: Sin candados, ni cerrojos, sin vallas, ni portones, sin concertinas
Ni cámaras de seguridad,
sin controles de accesos ni alarmas.
Ahí Estas Tú
Siempre con las puertas abiertas,
al alcance de todos, de todos, con tu mirada horizontal
Jesús
Tu mirada es siempre la misma, mi mirada es siempre esquiva, perdida
Mi mirada es vertical, de arriba hacia abajo
Como el mal ladrón que te acompañó en el calvario
Maestro
Que no me llame cristiano
No por ser un bautizado
No por ir al templo…
No por exponerme contigo
Desde el minuto cero
Sino por dejarme Amar
Maestro
Te ruego que me desinstales completamente de toda mi vida,
que no es la tuya…
Porque tú me has atrapado y yo me he dejado atrapar
Ser un Converso cada día
para cada día ser Converso
La fe -es preciso recordarlo con vigor- no se reduce a una relación con lo divino vivida casi exclusivamente en formas emotivas y compensatorias. No se cree porque ‘hace bien’, sino que se cree porque… Resulta difícil explicarlo. Es cuestión de enamoramiento: ¿puede explicarse el amor?
Aquí se mide la diferencia que media entre la fe pequeńa y la grande. No es que hoy falte la fe. El mundo está lleno de muchos hombres con una fe pequeńa. Falta, sin embargo, la fe grande. Por desgracia, cada uno de nosotros cultiva una fe pequeńa, una fe que nos tranquiliza un poco, remedia algunas de nuestras insuficiencias, colma algunos vacíos y cura algunas heridas. Pero ¿dónde está la gran fe que habla del fuego del Espíritu, de la presencia y del retorno de Cristo, del pecado y de la misericordia, de la cruz y de la resurrección? ¿Dónde están los verdaderos creyentes, a saber: los inquietos (no los intranquilos), que, heridos y humillados por la conciencia del pecado y de la derrota, se ponen ante Dios con el peso de su vergüenza, convierten su sufrimiento en una invocación y aman el sentido de la vida más que la vida misma?
Desde hoy, jueves 01 de agosto, el blog adopta, durante todo el mes, un ritmo vacacional. El Foro, estará siempre activo.
En la portada, donde aparecen las publicaciones diarias, se intentará seguir un ritmo regular, diario (sí se garantizará la “migaja” de espiritualidad y el artículo) pero puede que no… sin embargo, podrás, seguro, encontrar publicaciones aleatorias de noticias, artículos o textos inéditos.
Para estar seguro de no perderte nada, no te olvides de visitar el blog diariamente.
Mientras tanto muchos posts, artículos, noticias y… fotografías sugerentes que quizá se te habrán escapado, están ahí esperándote. Es el momento de ir a visitarlas.
Ver y ver de nuevo, magia de las palabras, lo imaginario de las fotos, holgazaneo, sensualidad, ensueño …
Sin olvidar un poco de espiritualidad …
Descanso del cuerpo, sosiego del alma …
Buenas vacaciones a todas y todos
Besos
Mudejarillo
***
Nota: Este post quedará fijado en la página inicial aunque se vayan publicando a diario las “migajas” espirituales y el diario artículo de espiritualidad…
“Creo que los bienaventurados tienen gran compasión por nuestras miserias. Recuerdan que siendo frágiles y mortales como nosotros, cometieron las mismas faltas, soportaron las mismas batallas y su ternura fraterna se vuelve aún mayor que en la tierra. Por eso nunca dejan de protegernos y orar por nosotros”.
*
Teresa del Niño Jesús,
Cartas, en: Pierre Descouvemont, Meditando con Santa Teresa de Lisieux (Salvator, 2014)
Comentarios desactivados en Tomad, Señor, y recibid…
En la Fiesta de San Ignacio de Loyola, la pregunta es acuciante: “¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?”
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo diste; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed todo a vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esto me basta.
*
San Ignacio de Loyola,
Ejercicios Espirituales, Cuarta Semana, Contemplación para alcanzar amor, Primer punto.
*
Principio y fundamento:
“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, nuestro Seńor, y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas quanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”.
Iñigo López de Loyola nació en Loyola (Azpeitia, Guipúzcoa, España), en el año 1491, en el seno de una familia noble en decadencia. Su deseo de alcanzar gloria le llevó a dedicarse a la carrera militar. Fue herido gravemente en una pierna durante la defensa del castillo de Pamplona, atacado por los franceses.
Durante su convalecencia, la simple lectura de algunos libros sobre la vida de los santos y de Jesús le impulsó a la práctica de una dura ascesis, durante la cual escribió la mayor parte de sus famosos Ejercicios espirituales.
Tras abandonar la vida de mendicante solitario, estudió primero en España y después en París; en esta última ciudad conoció a Francisco Javier y a algunos otros, con los cuales reunió el primer núcleo de la Compañía de Jesús, grupo que dará vida a un nuevo tipo de vida religiosa, basada en la práctica de la caridad y centrada en la misión, un nuevo tipo de vida que servirá de ejemplo a innumerables congregaciones modernas. Ignacio murió en Roma, el 31 de julio de 1556. Fue canonizado en el año 1622 junto con san Francisco Javier, su compañero de la primera hora.
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
¡Si de verdad te conociéramos Señor!
¡En verdad, si te conociera Señor
que conocimiento de TÍ tendría!
Ya no haría cálculos de la medida del hermano Sol y la hermana Luna
Ni mediría la bóveda celeste
Ya no pensaría como hombre
Ya nada diría
No haría cálculos de cómo eres, de cómo amas y actúas
Ya el día, sería día
Ya la noche sería noche
La luna y las estrellas ya serían mías,
y yo ya sería del todo tuyo,
de mi hermano muy humano y también divino
Y vería que: el día y el sol están al medio día,
ya casi tocándote a ti, en lo mas alto junto a TÍ
Hermano Día, Hermano Sol
Benditos seais, por ser de Él
Y nada puede oscureceros
¡Entonces!
Ya nada te pediría.
Te dejaría ser cómo eres.
Espíritu del día y de la noche
Solo te rogaría que conociéndote
El mundo te conociera
Amándote
El hombre te amara
Cantándote, tus hijos te cantaran y alabaran
¡Señor!
Haz que rompa esta tela humana
Estos hierros que me encadenan
Esta prisión que es una condena
Y liberándome de todo ello
me libere de mí mismo
para ser ya de ti mismo
caminando ya en verdad
Y aun siendo ya el mismo
Ya no serlo, por ser yo mismo
Y amando yo mismo
Ya no ser yo el que ama
Porque de haberte conocido, amándote y cantándote
Ya no seré el mismo semejante siéndolo
Comentarios desactivados en Siguiendo tus huellas, Señor.
Partir con quien nada tiene,
pero que es digno de todo lo mejor
a sus ojos tristes y rojos,
y a los de Dios que nos mira a todos.
Partir no sólo lo sobrante,
también lo que hemos robado,
lo que hemos trabajado,
y hasta lo que nos es necesario.
Partir por justicia, por amor,
por encima de lo que es legal,
sin intereses y sin llevar la cuenta,
hasta que el otro sienta la hermandad.
Partir con sencillez y entrega,
sin creerse mejor ni superior,
sin exigir cambio, ni recompensa,
ni reconocimiento a nuestra actitud.
Partir, y aceptar decrecer
sin agobio, sin temor, sin tristeza,
con la confianza puesta en ti
para hacer posible la fraternidad.
Partir evangélicamente
en todo tiempo, en todo lugar,
dentro y fuera de nuestro hogar,
en toda ocasión, aquí, ahora ya.
Partir, o al menos intentarlo cada día,
nunca en solitario, siempre en compañía;
pero sin pretensiones ni vanidad,
sólo para hacer posible el compartir.
Comentarios desactivados en “Tierra Nuestra, Libertad”: “Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”
“Tierra Nuestra, Libertad”.
Esta es la Tierra nuestra:
¡La libertad,
humanos!
Esta es la Tierra nuestra:
¡La de todos,
hermanos!
La Tierra de los Hombres
que caminan por ella
a pie desnudo y pobre.
Que en ella nacen, de ella,
para crecer con ella,
como troncos de Espíritu y de Carne.
Que se entierran en ella
como siembra
de Ceniza y de Espíritu,
para hacerla fecunda como a una esposa madre.
Que se entregan a ella,
cada día,
y la entregan a Dios y al Universo,
en pensamiento y sudor,
en su alegría
y en su dolor,
con la mirada
y con la azada
y con el verso…
¡Prostitutos creídos
de la Madre común,
sus malnacidos!
¡Malditas sean
las cercas vuestras,
las que os cercan
por dentro,
gordos,
solos,
como cerdos cebados;
cerrando,
con su alambre y sus títulos,
fuera de vuestro amor
a los hermanos!
¡Malditas sean
todas las cercas!
¡Malditas todas las
propiedades privadas
que nos privan
de vivir y de amar!
¡Malditas sean todas las leyes,
amañadas por unas pocas manos
para amparar cercas y bueyes,
hacer la Tierra esclava
y esclavos los humanos!
¡Otra es la Tierra nuestra, hombres todos!
¡La humana Tierra Libre, hermanos!
*
Pedro Casaldáliga
Tierra nuestra, libertad,
Editorial Guadalupe, Buenos Aires 1974, 151 pp
***
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
– “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”
Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe contestó:
– “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.”
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
– “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”
Jesús dijo:
– “Decid a la gente que se siente en el suelo.”
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
– “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.“
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
– “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.”
Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
*
Juan 6,1-15
***
***
Pienso en ti, muchachito de Galilea, de quien Juan no nos ha transmitido palabra alguna, pero ha inmortalizado tu gesto. Caía ya poco a poco la noche sobre la colina. Había allí una muchedumbre rumorosa y festiva a la que te habías unido para escuchar a aquel ¡oven rabí llamado Jesús. Un rabí que no hablaba como los otros y que parecía incapaz de decir «no» a quien le pidiera que le curara. Estabais lejos de todos los pueblos. Y de repente te encontraste con Andrés, completamente inquieto y agitado, que parecía andar buscando algo. Tú te diste cuenta en seguida de que debía tratarse de comida. Tu alforja contenía aún cinco panecillos que tu madre te había cocido la víspera y dos pescados que había cogido tu hermano de noche.
Y diste, a tu vez, todo lo que habías recibido. No diste de lo que te sobraba, sino todo lo que te hacía falta para alimentarte aquel día. ¿Te diste cuenta, después, de la relación que había entre los panecillos que diste a Andrés y aquellas cestas llenas de pan sobre las que se precipitó la multitud exuberante? ¿Notaste cómo se parecían extrañamente aquellos panecillos que no se agotaban nunca a los que tu madre te había preparado? ¿Quién se acuerda de ti hoy? Pero yo te bendigo, muchachito de Galilea. Tú eres para mí como una pequeña imagen del mismo Señor.
En esa otra pascua ahora cercana, será él el niño que ofrecerá «en su miseria cuanto tenía para vivir», su misma vida, para saciar el hambre de una multitud. Lo dará todo, sin cálculos, en la hora en que caerá la noche sobre un mundo desierto. Y el Espíritu, a través de las manos de otros Andrés y de otros Felipe, multiplicará el pan a lo largo de la noche de los tiempos. Ya no se morirá de hambre sobre las colinas desiertas y pobladas de muchedumbres hambrientas
*
D. Ange, Le nozze di Dio dove I povero é re,
Milán 1985.
Comentarios desactivados en El Misterio de la Vida
03.07.2024
«El Ser es cuidado, atención, ternura… Y tú también, en el misterio de tu ser más verdadero, más allá de toda unidad y dualidad, tú también eres ESO… “En Él vivimos, nos movemos y existimos”» (José Arregi).
Es complicado hablar de Dios, del Misterio de Dios, del misterio que nos habita y del que formamos parte. Porque todo lo que podamos hablar de Dios es mera aproximación, intuiciones expresadas con lenguaje humano, virtudes que sublimamos para comunicar qué es lo más importante de nuestra vida. Y, al final, las palabras resultarán preciosas, pero no nos habremos acercado ni un milímetro a la realidad de Dios, del Misterio que nos circunda y nos constituye.
No obstante, además del lenguaje corporal (tan importante en la relación entre los seres humanos), las personas nos comunicamos por medio del lenguaje. De ahí la necesidad de establecer ideas que manifiesten lo inexplicable. Los teólogos y filósofos de las distintas religiones, culturas e ideologías, han intentado acercarse a esta Realidad, al Ser por excelencia, a Quien nos une y plenifica.
Los más sabios, es decir, quienes no creen que sus palabras y certidumbres sean dogmas de fe (muy al contrario, se mantienen siempre en búsqueda permanente), prefieren, al final, callar y quedar en silencio ante lo Indefinible. Más que las palabras o los razonamientos, siendo unas y otros necesarios para una cierta comprensión de Dios, lo que más nos puede acercar a su Misterio es la experiencia mística, empapada de espiritualidad encarnada. Nada queda fuera del acercamiento a la Fuente, que no deja de crear manantiales de agua viva en nuestro interior.
San Agustín llega a decir en un texto memorable: «La verdad estaba en mí, más íntima a mí que lo más interior de mí mismo». Y Jesús también nos dice que «el reinado de Dios está dentro de vosotros». La verdad, el reinado… una Presencia que no está en la estratosfera, como se creía hace siglos, sino dentro de cada uno/a de nosotros/as.
Por eso es importante ahondar en el corazón, en nuestro interior, hacer silencio, buscar momentos de soledad para abismarnos en el buen Padre y Madre Dios que nos habita. Y no es una tarea nada fácil en las sociedades que vivimos y con el ritmo de vida que llevamos. Cada uno/a deberemos buscar los momentos, los lugares, las técnicas y estrategias para entrar en el Infinito oculto en nuestro espíritu.
Pero, junto con esta búsqueda interior, no hay que olvidar, ni dejar de lado al Dios presente también en los demás. Jesús dice que al verle a él, al conocerle y comprobar cómo actúa, veremos y experimentaremos los sentimientos de su Abbá. Y Jesús no se olvidó de la oración, de la inmersión total en el misterio de su yo y en el Misterio del Otro. Pero no podía desligarlo de su entrega y servicio a la causa del Reinado de Dios, de su misericordia y amor por la humanidad, especialmente por los más olvidados y desfavorecidos.
Ahí es donde se prueba de verdad si la espiritualidad está encarnada o no, si es etérea, sin ningún vínculo con la ética y la solidaridad, o comprende y abraza a toda la persona, si impregna la mística con la que vive, se relaciona, comparte, se alegra y sufre con los demás…
Serán pues dichosos quienes descubran esta epifanía del Misterio, que es la Fuente de la vida, la Claridad de cada nuevo día, la máxima Apertura al hondón personal, a la Transparencia de cada persona.
«Felices quienes ahondan y se dejan llenar por el asombroso misterio de la vida».
Esta noche ha pasado Santiago
su camino de luz en el cielo.
Lo comentan los niños jugando
con el agua de un cauce sereno.
¿Dónde va el peregrino celeste
por el claro infinito sendero?
Va a la aurora que brilla en el fondo
en caballo blanco como el hielo.
¡Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas al viento!
Dice un hombre que ha visto a Santiago
en tropel con doscientos guerreros;
iban todos cubiertos de luces,
con guirnaldas de verdes luceros,
y el caballo que monta Santiago
era un astro de brillos intensos.
Dice el hombre que cuenta la historia
que en la noche dormida se oyeron
tremolar plateado de alas
que en sus ondas llevóse el silencio.
¿Qué sería que el río paróse?
Eran ángeles los caballeros.
¡Niños chicos, cantad en el prado.
horadando con risas al viento!
Es la noche de luna menguante.
¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,
que los grillos refuerzan sus cuerdas
y dan voces los perros vegueros?
Madre abuela, ¿cuál es el camino,
madre abuela, que yo no lo veo?
Mira bien y verás una cinta
de polvillo harinoso y espeso,
un borrón que parece de plata
o de nácar. ¿Lo ves?
Ya lo veo.
Madre abuela. ¿Dónde está Santiago?
Por allí marcha con su cortejo,
la cabeza llena de plumajes
y de perlas muy finas el cuerpo,
con la luna rendida a sus plantas,
con el sol escondido en el pecho.
Esta noche en la vega se escuchan
los relatos brumosos del cuento.
¡Niños chicos, cantad en el prado,
horadando con risas al viento!
Una vieja que vive muy pobre
en la parte más alta del pueblo,
que posee una rueca inservible,
una virgen y dos gatos negros,
mientras hace la ruda calceta
con sus secos y temblones dedos,
rodeada de buenas comadres
y de sucios chiquillos traviesos,
en la paz de la noche tranquila,
con las sierras perdidas en negro,
va contando con ritmos tardíos
la visión que ella tuvo en sus tiempos.
Ella vio en una noche lejana
como ésta, sin ruidos ni vientos,
el apóstol Santiago en persona,
peregrino en la tierra del cielo.
Y comadre, ¿cómo iba vestido?
le preguntan dos voces a un tiempo.
Con bordón de esmeraldas y perlas
y una túnica de terciopelo.
Cuando hubo pasado la puerta,
mis palomas sus alas tendieron,
y mi perro, que estaba dormido,
fue tras él sus pisadas lamiendo.
Era dulce el Apóstol divino,
más aún que la luna de enero.
A su paso dejó por la senda
un olor de azucena y de incienso.
Y comadre, ¿no le dijo nada?
la preguntan dos voces a un tiempo.
Al pasar me miró sonriente
y una estrella dejóme aquí dentro.
¿Dónde tienes guardada esa estrella?
la pregunta un chiquillo travieso.
¿Se ha apagado, dijéronle otros,
como cosa de un encantamiento?
No, hijos míos, la estrella relumbra,
que en el alma clavada la llevo.
¿Cómo son las estrellas aquí?
Hijo mío, igual que en el cielo.
Siga, siga la vieja comadre.
¿Dónde iba el glorioso viajero?
Se perdió por aquellas montañas
con mis blancas palomas y el perro.
Pero llena dejome la casa
de rosales y de jazmineros,
y las uvas verdes en la parra
maduraron, y mi troje lleno
encontré la siguiente mañana.
Todo obra del Apóstol bueno.
¡Grande suerte que tuvo, comadre!
sermonean dos voces a un tiempo.
Los chiquillos están ya dormidos
y los campos en hondo silencio.
¡Niños chicos, pensad en Santiago
por los turbios caminos del sueño!
¡Noche clara, finales de julio!
¡Ha pasado Santiago en el cielo!
La tristeza que tiene mi alma,
por el blanco camino la dejo,
para ver si la encuentran los niños
y en el agua la vayan hundiendo,
para ver si en la noche estrellada
a muy lejos la llevan los vientos.
Comentarios desactivados en ¡Quién eres Tú, que sin Ti no podemos vivir, y vivimos contigo cada día, sin Ti!
Del blog de Alfonso Olaz, El Rincón del Peregrino:
¡Quién eres Tú, que sin Ti no podemos vivir, y vivimos contigo cada día, sin Ti!
En la noche ya avanzada me susurras al oído de mi viejo corazón
Y en lo más profundo de mis entrañas
disfrazado con todo tu poder,
¡Llamas a mi puerta ya bien cerrada y bien guardada,
y con las cancelas bien altas y puestas!
Estando ya la noche sosegada
Y los amantes contemplándose en el primer amor…
¿Quien eres Tu?
Que sin agitarme, eres murmullo de amor que no hace ruido,
Y hasta las paredes de mi habitación se inclinan
porque tienen la dicha de acogerte y guardarte
¡Tú!
Te haces vendaval que no se oye y,
todo lo mueve y llenas
Soplas y todo en tu presencia lo transformas
¿Quién eres?
Un terremoto que desgarra sin desgarrar
Y penetras en las entrañas
de todo hombre..
¿Quién eres?
Qué construyes con tu medida, desinstalando todo a tu medida
Que actúas siempre cuando te dejamos
Cuando no te dejamos sigues actuando
Y si te dejamos de amar
algunas veces lo haces con toda tu fuerza,
para amar con más fuerza
Y en tu debilidad de pobre,
te haces más pobre
siendo pobre para que nos fijemos más en ti
Siendo Tú, ya mi Fuerza
Siendo Yo, ya la Tuya
¿Quién eres tú?
Que en la noche ya avanzada solo los pájaros te oyen
te bendicen y cantan contigo
Y el gusano de la oruga te espera impaciente cada noche,
para que le hagas mariposa
Y alabarte, así más, día y noche, para hacer tu voluntad.
En esta noche clara: me has agitado todo mi ser
Sin yo conocerte
Y en mis entrañas, has puesto tus rumores: que son amores,
para aprender a escucharte y oírte
Y aprender a mirarte, sin verte
A verte, sin mirarte
A amarte, sin esperar nada
Y así, poco a poco, me vas vaciándome para llenarme.
Llenarme, para vaciarme con mis hermanos.
Sin ya jamás resistirme, para amarte
Y si me resisto,
¡Perdóname, Padre!
Por haber caído en mi vanagloria, en mis tentaciones.
! ¡Y vuelta otra vez!
Si tu me dejas,
comenzando a amarte y, luego,
ya llenarme de todo lo tuyo, para contemplarte
¡Señor!
Y ya para no morir en mi orgullo,
Dejarme llevar, y confiar
como el niño que se arroja a los brazos de su padre,
sabiendo que en su caída será bien recogido, y no malherido
Y siendo muy amado y querido
¿Señor, quién eres?
Que a mi puerta ya cerrada
dulcemente y a escondidas
me llamas para hablarme
Para decirme
Que de lo que no entiendo,
que no me preocupe
Y más tarde entienda
Para oír mi súplica
¡Qué con sincero corazón!
esta noche te he rogado
Y he sido escuchado:
Haciéndome niño para ser oído como niño
Haciéndome ya hombre,
para ser escuchado ya como hombre
¿Quién eres Tú?
Que te has fijado en este pobre hombre
Y me dices que yo: ya no me preocupe de cuidar mi casa,
Si no que me ocupe de todos tus asuntos, de todos
de tu casa común, de toda, de toda tu fraternidad
Antes que naciéramos y despertáramos,
antes que la conciencia social existiera,
la Biblia recogió tu invitación al descanso
para que gozáramos la vida y la fiesta.
Es el descanso esa reivindicación bíblica
que evoca la esencia de la vida buena:
fraternidad, armonía, felicidad,
liberación de ansiedades y agobios, paz.
A esas aguas de descanso nos conduces Tú,
día y noche, a pesar de nuestras preocupaciones,
como llevan los pastores a sus rebaños,
porque no quieres que estemos cavilando.
Y nosotros, siguiendo los anuncios
de los nuevos tiempos y nuevas costumbres,
confundimos tus aguas de descanso
con los spas, playas y balnearios.
Señor, enséñanos a descansar sanamente
sin añorar paraísos y rincones vírgenes
que sólo están al alcance de los pudientes.
Enséñanos a descansar silbando tus canciones.
Enséñanos a descansar en compañía,
con la familia, los amigos y la buena gente,
compartiendo tiempo, risas e ilusiones
y, también, dinero y bienes, aunque no se estile.
¡Déjanos disfrutar en tus aguas y espacios
de fraternidad y descanso!
Comentarios desactivados en El credo de María Magdalena
Del blog Tras las huellas de Sophia:
Creo en un sólo Dios, Madre-Padre que creó todo lo visible y lo invisible, que impregna su amor en cada criatura y en la extensión del universo.
Creo en Jesús, Rabbí, Hijo único de Dios, que viene del Padre y vuelve hacía él a lo largo de todos los siglos. Engendrado, no creado, hijo de María de Nazaret, encarnado en su vientre por obra del Espíritu Santo.
Creo en su Palabra, en la manifestación viva de su Reino, en la presencia divina en cada milagro y en su humanidad presente en cada rostro que ilumina.
Fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, resucitó al tercer día, se me presentó, enjuagando mis lágrimas y me envió: “ve y diles”.
Creo en su promesa, en el ministerio que me confió hasta el final de todos los tiempos, en su amor manifestado en la luz del camino al sepulcro.
Creo en el Espíritu Santo, señor y dador de vida, que con el Padre y el Hijo, derraman su sabiduría en cada uno de los seres que la buscan.
Creo en la comunidad de hombres y mujeres que seguimos a Jesús, en aquellos que sin haberlo visto creen, y en aquellos que han sido transfigurados, como yo, en su presencia.
Confieso que su amor nos ha redimido, espero su resurrección en cada uno de los corazones, en todos los siglos, confío su nombre al mundo futuro, amén.
Comentarios desactivados en Tú, María Magdalena, mujer.
Del blog Tras las huellas de Sophia:
Mirófora te reconocen,
tanto en evangelios canónicos como apócrifos.
Se te atribuyen tan contrastantes cualidades,
como solo un ser vital puede tener.
Prostituta, compañera, servidora, apóstol, adúltera, discípula,
proveedora, amiga, seguidora, la amada, hospedadora
enferma, penitente, enjugadora de lágrimas…
empero en cada una, tu impronta de MUJER.
En ti, Jesús el Señor,
mirándote a los ojos,
vio la creación de su Padre Celestial,
al cual Él también iba poco a poco descubriendo,
en su vida terrenal.
Mujer que con ímpetu desbordado,
creíste en el Rabí, que te amó,
como creación de su Padre celestial.
Seguiste al Maestro,
que hablándote de amor,
enjugó tus lágrimas
y te enseñó lo que es la esperanza,
en el Padre misericordioso.
Mujer fuerte que aún tras una cortina de llanto,
pudo ver en la mirada del Rabí,
la certeza del cielo prometido
y creyéndole, ayudada por Él,
te levantaste desde tu pobreza,
hasta convertirte en apóstol de los apóstoles,
por tus muchas batallas libradas y ganadas
en el Señor.
Magdala te vio nacer,
al pie de la cruz, renaciste en el Señor.
Mujer intrépida que ejemplo eres,
para muchos, para muchas otras como yo,
que en el cotidiano, libramos duras batallas por
ser como tú,… MUJERES valientes, seguidoras
del Maestro,
sororas con otras que al igual que tú,
muchas veces pareciera tenemos la contienda perdida.
No obstante, la fuerza del Espíritu dándonos la mano
nos levanta y nos une a ti,
gloriando eternamente al Rabí,
Señor del amor y de la misericordia.
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