Es así
Del Blog Nova Bella:
¿Cómo sabes que el universo es así?
¡Mirando!
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Lao Tse
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Del Blog Nova Bella:
¿Cómo sabes que el universo es así?
¡Mirando!
*
Lao Tse
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Con tantos perfiles y currículos
para hacernos presentes,
lo antes posible,
en los mercados de trabajo,
en los medios y las redes…
Con tantos instrumentos novedosos
para conectarnos al instante,
hablarnos,
exponernos
y conocernos…
Con tantas carpetas repletas
de álbumes de fotos,
instantáneas,
mensajes
y diálogos sobre todo…
Pendientes en todo momento
del móvil y la tablet,
de facebook
de internet,
de instagram y del whatsapp…
Resulta que llegamos a tu casa,
te llamamos…
y nos quedamos descolocados,
porque tú estás -a pesar de nuestras dudas-,
pero no nos conoces…
Insistimos que te hemos visto,
que hemos comido y bebido contigo,
que hemos seguido tus pasos,
que te conocemos desde hace tiempo…
pero tú no nos conoces.
¡Qué chasco!
¡Qué desastre!
Y eso que ya nos lo habías dicho
cómo ibas a reconocernos
si llegábamos tarde o de noche.
*
Florentino Ulibarri
Fe Adulta
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En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:
– “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”
Jesús les dijo:
– “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él os replicará: “No sé quiénes sois.”
Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.”
Pero él os replicará: “No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.”
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.”
*
Lucas 13, 22-30
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La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. Hoy combatimos en favor de la gracia cara
La gracia barata es la gracia considerada como una mercancía que hay que liquidar, es el perdón malbaratado, el consuelo malbaratado, el sacramento malbaratado, es la gracia como almacén inagotable de la Iglesia, de donde la toman unas manos inconsideradas para distribuirla sin vacilación ni límites; es la gracia sin precio, que no cuesta nada.
Porque se dice que, según la naturaleza misma de la gracia, la factura ha sido pagada de antemano para todos los tiempos. Gracias a que esta factura ya ha sido pagada podemos tenerlo todo gratis. Los gastos cubiertos son infinitamente grandes y, por consiguiente, las posibilidades de utilización y de dilapidación son también infinitamente grandes. Por otra parte, ¿qué sería una gracia que no fuese gracia barata?
La gracia barata es la gracia como doctrina, como principio, como sistema, es el perdón de los pecados considerado como una verdad universal, es el amor de Dios interpretado como idea cristiana de Dios. Quien la afirma posee ya el perdón de sus pecados.
La Iglesia de esta doctrina de la gracia participa ya de esta gracia por su misma doctrina. En esta Iglesia, el mundo encuentra un velo barato para cubrir sus pecados, de los que no se arrepiente y de los que no desea liberarse. Por esto, la gracia barata es la negación de la palabra viva de Dios, es la negación de la encamación del Verbo de Dios.
La gracia barata es la justificación del pecado y no del pecador.
Puesto que la gracia lo hace todo por sí sola, las cosas deben quedar como antes. «Todas nuestras obras son vanas». El mundo sigue siendo mundo y nosotros seguimos siendo pecadores «incluso cuando llevamos la vida mejor». Que el cristiano viva, pues, como el mundo, que se asemeje en todo a él y que no procure, bajo pena de caer en la herejía del iluminismo, llevar bajo la gracia una vida diferente de la que se lleva bajo el pecado. Que se guarde de enfurecerse contra la gracia, de burlarse de la gracia inmensa, barata, y de reintroducir la esclavitud a la letra intentando vivir en obediencia a los mandamientos de Jesucristo. El mundo está justificado por gracia; por eso -a causa de la seriedad de esta gracia, para no poner resistencia a esta gracia irreemplazable- el cristiano debe vivir como el resto del mundo.
Le gustaría hacer algo extraordinario; no hacerlo, sino verse obligado a vivir mundanamente, es sin duda para él la renuncia más dolorosa. Sin embargo, tiene que llevar a cabo esta renuncia, negarse a sí mismo, no distinguirse del mundo en su modo de vida.
Debe dejar que la gracia sea realmente gracia, a fin de no destruir la fe que tiene el mundo en esta gracia barata.
Pero en su mundanidad, en esta renuncia necesaria que debe aceptar por amor al mundo -o mejor, por amor a la gracia- el cristiano debe estar tranquilo y seguro (securus) en la posesión de esta gracia que lo hace todo por sí sola. El cristiano no tiene que seguir a Jesucristo; le basta con consolarse en esta gracia. Esta es la gracia barata como justificación del pecado, pero no del pecador arrepentido, del pecador que abandona su pecado y se convierte; no es el perdón de los pecados el que nos separa del pecado. La gracia barata es la gracia que tenemos por nosotros mismos.
La gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la eucaristía sin confesión de los pecados, la absolución sin confesión personal. La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado.
La gracia cara
La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el que el hombre vende todo lo que tiene; es la perla preciosa por la que el mercader entrega todos sus bienes; es el reino de Cristo por el que el hombre se arranca el ojo que le escandaliza; es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga.
La gracia cara es el Evangelio que siempre hemos de buscar, son los dones que hemos de pedir, es la puerta a la que se llama. Es cara porque llama al seguimiento, es gracia porque llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador. Sobre todo, la gracia es cara porque ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo -«habéis sido adquiridos a gran precio»– y porque lo que ha costado caro a Dios no puede resultamos barato a nosotros. Es gracia, sobre todo, porque Dios no ha considerado a su Hijo demasiado caro con tal de devolvernos la vida, entregándolo por nosotros. La gracia cara es la encarnación de Dios.
La gracia cara es la gracia como santuario de Dios que hay que proteger del mundo, que no puede ser entregado a los perros; por tanto, es la gracia como palabra viva, palabra de Dios que él mismo pronuncia cuando le agrada. Esta palabra llega a nosotros en la forma de una llamada misericordiosa a seguir a Jesús, se presenta al espíritu angustiado y al corazón abatido como una palabra de perdón.
La gracia es cara porque obliga al hombre a someterse al yugo del seguimiento de Jesucristo, pero es una gracia el que Jesús diga: «Mi yugo es suave y mi carga ligera».
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Dietrich Bonhoeffer
El precio de la Gracia. El Seguimiento
Ediciones Sígueme, Salamanca 2004
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Celebramos hoy la fiesta de San Bernardo, místico del camino hacia la unión espiritual con Dios, cantor del amor esponsal… Traemos uno de los textos del Oficio de Lectura preparados para hoy… Excelente meditación.
Amo porque amo, amo por amar
El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.
El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?
Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la creatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.
Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la creatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.
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De los Sermones de san Bernardo, abad, sobre el Cantar de los Cantares
(Sermón 83, 4-6: Opera omnia, edición cisterciense, 2 [1958], 300-302)
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Bernardo de Claraval – obra de Rowan Lewgalon
Bernardo, primer abad de Clairvaux (Claraval) y doctor de la Iglesia, nació el año 1090 en el seno de una familia noble de Borgoña. Inflamado por el Espíritu y enardecedor de almas desde su juventud, entró a los 20 años en el monasterio de Cíteaux, conquistando para el ideal monástico a muchos jóvenes nobles.
Tras ser nombrando en 1115 abad de Claraval, convirtió muy pronto su monasterio en un cenáculo de vida espiritual y en un auditorio del Espíritu Santo. Fue llamado por príncipes, obispos y papas, refutó herejías, defendió los derechos de la Iglesia y al papa legítimo. Como doctor de la unión mística con el Verbo y cantor sublime de la Virgen María, es autor de numerosos tratados, cartas y sermones. Murió en 1 153, llorado en Claraval por más de 700 monjes y siendo padre de más de 160 monasterios.
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El fin del hombre es el reconocimiento de la verdad, que es Dios, lo que implica el conocimiento de la relación del hombre con Dios, que es una relación de indigencia. Como el obstáculo es el orgullo, el remedio es la humildad; la condición es la gracia, el encuentro con Dios en Cristo. El resultado es la estima del hombre por su dignidad recuperada de imagen de Dios: mientras que la ignorancia de sí y el orgullo disminuyen el valor del hombre, la humildad, reconocimiento de la necesidad de Dios, pero también de la capacidad de Dios que hay en el hombre, revela a éste lo que él mismo es. De este modo, «sale» de él mismo y se eleva, crece, «se extiende» a nuevas dimensiones, las del amor a Dios y al prójimo. El ser humilde se vuelve manso, misericordioso. Así, la fe vivida y, por así decirlo, transformada en humildad, en caridad, hace, según los modos de hablar de nuestro tiempo, salir al «mí mismo» del «yo»: despierta al yo a la libertad del «mí mismo», le hace convertirse en persona en presencia de Dios, en comunión de solidaridad con todos.
En Bernardo está siempre presente este mensaje de gloria, condicionado por su mensaje de humildad, este realismo extremo en la consideración de la miseria del hombre, y esta confianza indefectible en la gloria que está ya en él y no espera más que manifestar sus efectos. La función de la expresión literaria será hacer ver un poco de esta luz oculta que percibe la mirada de la fe. En Bernardo, como también en otros grandes espirituales que fueron escritores, la intensidad de la experiencia explica el carácter ferviente, apasionado de la expresión y, por consiguiente, la parte de exageración que ésta pueda tener: tanto si evoca las profundidades de nuestra bajeza o la sublimidad de las visitas del Verbo, parece ir a veces demasiado lejos, rebasar los límites de lo razonable y, en todo caso, de lo normal y de lo habitual. A decir verdad, se limita simplemente a revelar, a propósito de él mismo, lo que puede ser el caso de todos.
Sus escritos manifiestan un pensamiento a la vez contemplativo y tan comprometido como es posible. Cada uno de ellos empezó siendo un acto bien preciso, pero en cada uno de ellos alcanza Bernardo lo universal. Cuanto más lúcido es un ser sobre sí mismo, más ilumina a los otros sobre ellos mismos.
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J. Leclercq,
Bernardo de Claraval,
Edicep, Valencia 1991, pp. 212-213.
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De su blog Otro mundo es posible:
No tengas miedo…
La noche va pasando,
ya despunta el día,
la claridad vuelve diáfanos
los rincones más oscuros,
los desprecios, las ausencias, el olvido,
que van dan paso a un feliz reencuentro
con la amistad, contigo mismo.
No tengas miedo…
Aunque dejaste de contemplar
el cielo constelado, las voces
y las manos que te reclamaban,
hoy las estrellas que siempre
han iluminado tu universo
te siguen acompañando,
alentando, cuidando.
No tengas miedo…
Porque las heridas irán cicatrizando,
las lágrimas limpiarán
tu rostro y tu mirada,
para que amanezca de nuevo
la sonrisa, la palabra
y el abrazo profundo
que te identifican y te requieren.
No tengas miedo…
Pues otro pecho acogerá tu anhelo
en el tiempo propicio,
para recorrer juntos la frondosa senda
de brotes fragantes
y rumorosos manantiales.
Ahora es el momento
de alzar alegre, y al fin libre, el vuelo
*
Miguel Ángel Mesa
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Ochenta y seis años del asesinato del poeta a quien sus padres pusieron de nombre Federico… Federico del Sagrado Corazón de Jesús… Lo asesinaron a las 4,45 de la madrugada del 19 de agosto de 1936, por “socialista y maricón”. El gobernador civil de Granada José Valdés Guzmán consultó con el general Gonzalo Queipo de Llano lo que debía hacer, a lo que este le respondió: «Dale café, mucho café». Hoy, no sabemos dónde están los restos de Federico, pero el genocida Queipo de Llano, sigue enterrado en la Basílica de la Macarena. Qué vergüenza para la Iglesia Católica.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos
*
(Llanto por Ignacio Sánchez Mejías)
*
“No soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
sino un pulso herido que presiente el más allá”…
“Sólo el misterio nos hace vivir. Sólo el misterio”
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Federico García Lorca
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Del blog Nova Bella:
Estar en compañía no es estar con alguien,
sino estar en alguien
*
Antonio Porchia
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¡Que pocas hogueras!
Fuegos débiles,
llamas tenues,
rescoldos sin fuerza
que son ya solo ceniza.
No se oye el crepitar,
ni se siente el calor,
ni se ilumina la oscuridad,
ni se acrisolan los tesoros
con este fuego que llevamos dentro.
Pero yo sigo soñando que tu fuego prenda
en nuestros corazones,
en los pueblos,
en las iglesias,
y en la creación entera.
Porque para eso has venido
a nuestro mundo
y te has desvivido,
día a día, entregándote
y comunicando la buena noticia.
¡No me atraen los que se encierran,
los que no se exponen al viento,
los que , por temor, huyen
o se protegen cuando vienes
y soplas suave o fuerte.
Yo anhelo tu fuego
para que este mundo arda,
se acrisole e ilumine.
Deseo que tu fuego nos sorprenda
y que prenda en nuestro corazones
*
Florentino Ulibarri
Fe Adulta
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ASUNCION
Plenitud de agosto,
vuelo de Asunción.
Bodega con mosto
de tu Corazón.
Rutas de Araguaia,
con mi pueblo en cruz.
Mi «seca» y tu playa:
la Paz de Jesús.
Lograda María,
llegada Asunción,
que reclama y guía
nuestra romería
de Liberación.
*
***
No cabe duda de que la Virgen María está en el cielo. Cómo ocurrió no lo sabemos. Y, ya que el Espíritu Santo no nos ha dicho nada acerca de esto, no lo podemos hacer artículo de fe… Es suficiente saber que ella vive en Cristo.”
*
Martín Lutero,
1483-1546
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María de todos nuestros deseos
y de todas nuestras esperanzas …
Te saludo María,
madre de todos nuestros deseos de ser felices.
Eres la tierra que dice sí a la vida.
Eres la humanidad que consiente en Dios.
Eres la fruta de las promesas del pasado
y el futuro de nuestro presente.
Eres la fe que acoge lo imprevisible,
eres la fe que acoge lo invisible
Te saludo María,
madre de todas nuestras búsquedas
de este Dios imprevisto.
Del Templo donde lo pierdes,
al Calvario donde es colgado
su camino te parece una locura.
Eres cada uno de nosotros que busca a Jesús,
sin comprender bien su vida y sus palabras.
Eres la madre de las oscuridades de la fe,
tú quien observas todos los acontecimientos en tu corazón,
profundizas y meditas todos nuestros ” ¿por qué? ”
Y quien confía en el futuro de Dios, tu Señor.
Te saludo María,
madre de todos nuestros sufrimientos.
Eres la mujer de pie
al pie del hombre crucificado,
eres la madre de todos los que lloran
la inocencia masacrada y el preso torturado.
Te saludo María,
madre de Jesús y del discípulo que creyó.
Eres la madre de los Hombres y de la Iglesia,
estás en la encrucijada de la historia de la salvación
que Dios inventa desde Abraham y Moisés.
Te saludo María,
madre de todos nuestros pentecostés.
Eres, con los apóstoles,
la Iglesia que ruega y acoge los dones del Espíritu Santo.
Te saludo María,
madre de todas nuestras esperanzas.
Eres la estrella radiante de pueblo en marcha hacia Dios.
Eres el anuncio de la humanidad transfigurada,
eres el éxito de la creación
que Dios hizo para su eternidad.
*
Michel Hubaut
Oración extraída de « Cristo nuestra felicidad, aprender a orar con san Francisco de Asís y Santa Clara de Asís», Éditions Fayard, 1986
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María, en su canto de alabanza, no engrandeció a Dios sólo de una manera abstracta por haber «levantado a los humildes» y haber «llenado de bienes a los hambrientos», sino que lo hizo indudablemente también porque conocía esta bajeza ante Dios mejor que cualquier otra criatura: Dios, el poderoso, en efecto, «ha mirado la humildad de su sierva», y por esa mirada proyectada sobre ella, no por su ensalzamiento, ella se alegra por «la grandeza del Señor». Si bien María era materialmente pobre, no se alegra por los dones materiales que le fueron concedidos […], sino por el don inaudito de una maternidad mesiánica, que no era tanto un don hecho a ella personalmente como un acto de misericordia hacia su «siervo Israel», que ha obtenido la «semilla de Abrahán»por la que había suspirado tanto tiempo. En su opción en favor de los pobres, María es perfectamente ella misma, no se ha alienado en absoluto en «otra María».
Sabe que ha llegado a ser Madre de una manera única e incomparable por pura gracia, y Madre no sólo de su único Hijo, sino, en él, de todos aquellos que mediante él y en él se han convertido en hijos e hijas de Dios en la Iglesia. (Y cuando aquí hablamos de Iglesia, sus confines permanecen indefinidos, porque la gracia de la redención de Cristo ha llegado, en efecto, a todos los hombres que nacieron antes que él y después de él.) «La mediación de María está ligada, efectivamente, a su maternidad, posee un carácter específicamente materno»(Redemptoris Mater 38) y, por eso, ella es el centro de la «comunión de los santos», «está como envuelta por toda la realidad de la comunión de los santos» (Redemptoris Mater 41), de esa capacidad de ser-para-los-otros en el Reino de Dios como coronamiento sobrenatural de la estupenda posibilidad ya en el plano natural, o sea, de la capacidad de poderse apoyar y ayudar recíprocamente.
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H. U. von Balthasar, «Comentario a la encíclica “Redemptoris Mater”», en H. U. von Balthasar – J. Ratzinger, María. El sí de Dios al hombreo. Introducción y comentario a la encíclica«Redemptoris Mater», Brescia 31988, pp. 56ss, passim)
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Lc 1, 39-56
No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental que tenemos sobre María se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro la figura simbólica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo muy importantes para nosotros, pero no debemos confundirlas.
De María real, con garantías de historicidad, no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los doce primeros años de su vida. El padre en aquel tiempo se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo.
De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica y son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. Mientras existan realidades que no podemos comprender, existirán los mitos.
En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divinidad. Hay aspectos de Dios que, solo a través de las categorías femeninas, podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada porque podemos quedar atrapados en una de las categorías masculinas o femeninas.
El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión es muy significativo, pero no garantiza que se haya entendido correctamente el mensaje. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta incapacitarla para ser auténtica expresión de lo divino. La mitología sobre María puede ser muy positiva, siempre que no se distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad que la convierte en una figura inservible para un acercamiento a la divinidad.
La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar sus privilegios que la sociedad le estaba arrebatando.
Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús ni María ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubiera entendido nada de esa definición dogmática. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar.
La fiesta de la Asunción de María nos brinda la ocasión de profundizar en el misterio de toda vida humana. A todos nos preocupa cuál será la meta de nuestra existencia. Se trata de la aplicación a María de toda una filosofía de la vida, que puede llevarnos mucho más allá de consideraciones piadosas.
Allí donde encontramos multiplicidad, falsedad, maldad, debemos profundizar hasta descubrir en lo hondo de todo ser, la unidad, la verdad y la bondad. Toda apariencia debe ser superada para encontrarnos con la auténtica realidad. Esa REALIDAD está en el origen de todo y está escondida en todo. En el momento que desaparezcan las apariencias, se manifestará toda realidad como una, verdadera y buena. Es decir que la meta de todo ser se identificará con el origen de toda realidad.
La creación entera está en un proceso de evolución, pero aquella realidad hacia la que tiende es la realidad que le ha dado origen. Ninguna evolución sería posible si esa meta no estuviera ya en la realidad que va a evolucionar. Ex nihilo nihil fit, (de la nada, nada puede surgir) dice la filosofía. Si como principio de todo lo que existe ponemos a Dios, resultaría que la meta de toda evolución sería también el mismo Dios.
Lo que queremos expresar en esta fiesta, es precisamente esto. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente también en el cuerpo, a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no ha aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho otra cosa.
El dogma es un intento de proponer que la salvación de María fue absoluta y total. Esa plenitud consiste en una identificación con Dios. Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud. Pero no a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades. Esa meta es la misma para todos. “Cielos” significa lo divino.
Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados al cielo pero después del juicio final, ¿de qué están hablando? Para los que han abandonado esta vida, no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá como continuación del más acá nos ha metido en un callejón sin salida; y muchos se encuentran muy a gusto en él.
Cuando hablamos de Jesús y de María, debemos hacer una distinción. Por ser seres humanos históricos y reales, sí podemos hablar de ellos con propiedad desde la perspectiva terrena. Pero cuando tratamos de expresar lo divino que hay en ellos, nos encontramos con el mismo problema de Dios. No podemos hablar de esa conexión con lo divino si no es por medio de metáforas y signos.
Fray Marcos
Fuente Fe Adulta
>Creo que la vida no es una aventura que debamos vivir según las modas que corren, sino con un compromiso encaminado a realizar el proyecto que Dios tiene sobre cada uno de nosotros: un proyecto de amor que transforma nuestra existencia.
Creo que la mayor alegría de un hombre es encontrar a Jesucristo, Dios hecho carne. En él, todo -miserias, pecados, historia, esperanza- asume una nueva dimensión y un nuevo significado.
Creo que cada hombre puede renacer a una vida genuina y digna en cualquier momento de su existencia. Cumpliendo hasta el final la voluntad de Dios no sólo puede hacerse libre, sino también derrotar al mal.”
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Thomas Merton
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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.”
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Lucas 12, 49-53
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Los apóstoles, instruidos por la palabra y por el ejemplo de Cristo, siguieron el mismo camino. Desde los primeros días de la Iglesia, los discípulos de Cristo se esforzaron en convertir a los hombres a la fe de Cristo Señor no por acción coercitiva ni por artificios indignos del Evangelio, sino ante todo por la virtud de la Palabra de Dios. Anunciaban a todos resueltamente el designio de Dios Salvador, «que quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4), pero, al mismo tiempo, respetaban a los débiles, aunque estuvieran en el error, manifestando de este modo cómo «cada cual dará a Dios cuenta de sí» (Rom 14,12), debiendo obedecer a su conciencia.
Al igual que Cristo, los apóstoles estuvieron siempre empeñados en dar testimonio de la verdad de Dios, atreviéndose a proclamar cada vez con mayor abundancia, ante el pueblo y las autoridades, «la Palabra de Dios con confianza» (Hch 4,31). Pues defendían con toda fidelidad que el Evangelio era verdaderamente la virtud de Dios para la salvación de todo el que cree. Despreciando, pues, todas «las armas de la carne», y siguiendo el ejemplo de la mansedumbre y de la modestia de Cristo, predicaron la Palabra de Dios confiando plenamente en la fuerza divina de esta palabra para destruir los poderes enemigos de Dios y llevar a los hombres a la fe y al acatamiento de Cristo. Los apóstoles, como el Maestro, reconocieron la legítima autoridad civil: «No hay autoridad que no venga de Dios», enseña el apóstol, que, en consecuencia, manda: «Toda persona esté sometida a las potestades superiores…, quien resiste a la autoridad resiste al orden establecido por Dios» (Rom 13,12). Y al mismo tiempo no tuvieron miedo de contradecir al poder público cuando éste se oponía a la santa voluntad de Dios: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29). Este camino lo siguieron innumerables mártires y fieles a través de los siglos y en todo el mundo.
La Iglesia, por consiguiente, fiel a la verdad evangélica, sigue el camino de Cristo y de los apóstoles cuando reconoce y promueve la libertad religiosa como conforme a la dignidad humana y a la revelación de Dios. Conservó y enseñó en el decurso de los tiempos la doctrina recibida del Maestro y de los apóstoles.
*
Concilio Vaticano II,
Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, llss.
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Del blog Nova Bella:
Sin leyenda no hay nada que valga la pena
*
Carmen Conde
***
Ven de noche, pero en nuestro corazón siempre es de noche:
por tanto, ven siempre, Seńor.
Ven en silencio, nosotros no sabemos ya qué decirte:
por tanto, ven siempre, Seńor.
Ven en soledad, pero cada uno de nosotros se encuentra cada vez más solo:
por tanto, ven siempre, Seńor.
Ven, hijo de la paz, nosotros ignoramos qué es la paz:
por tanto, ven siempre, Seńor.
Ven a liberarnos, nosotros seguimos siendo cada vez más esclavos:
por tanto, ven siempre, Seńor.
Ven a consolarnos, nosotros estamos cada vez más tristes:
por tanto, ven siempre, Seńor.
Ven a buscarnos, nosotros andamos cada vez más perdidos:
por tanto, ven siempre, Seńor.
Ven, ya que nos amas, nadie está en comunión con su hermano
si antes no lo está contigo, Seńor.
Todos estamos lejos, perdidos, no sabemos quiénes somos, ni qué queremos:
ven, Seńor. Ven siempre, Seńor.
*
D.M. Turoldo,
“Lungo Ą fíume…”. I Salmi,
Cinisello B 1987, p. 7
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Clara de Asís, mujer fuerte, fundadora de las Damas Pobres (Clarisas), espejo en el que Francisco de Asís se reflejaba como un igual… Que nos acompañe hoy en su fiesta y nos enseñe a vivir siendo más humanos, con una mirada compasiva abierta al hermano sufriente…
(Helena Bonham Carter en la película Francesco, de Liliana Cavani)
Clara nació en Asís el año 1193 (o 1194). Hija de noble familia, fue educada por su madre en la fe cristiana, pero al escuchar y ver a su conciudadano Francisco en la nueva vida evangélica que éste había emprendido comprendió que quería llevar la misma forma de seguimiento de Jesús. Con su hermana, que la seguirá quince días después de su huida del palacio, vive en el monasterio de San Damián, situado fuera de los muros de Asís, «según la forma del santo Evangelio», obteniendo de los papas el singular «privilegio de la pobreza». Fueron muchas las compañeras que la imitaron. Juntas constituyeron la primera comunidad de «Hermanas pobres», para las cuales, y ya en sus últimos años, escribió Clara -primera mujer que lo hizo en la historia de la Iglesia- una Regla. Esta fue aprobada por Inocencio IV en 1254, pocos días antes de la muerte de Clara. Se conserva el Proceso de su canonización, que tuvo lugar en 1255. Es un documento de excepcional valor para conocer la experiencia de la «plantita de Francisco».
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Tanto para Clara como para Francisco, el primado se lo lleva el señorío de Dios sobre toda la vida y todas las cosas; la centralidad de toda la vida, la voluntad y la acción está constituida por Cristo; la dinámica de la vida de penitencia o de conversión sólo la da y sólo hemos de buscarla en el Espíritu Santo; pero esto es más que suficiente para definir la contemplación auténticamente cristiana […].
Clara no hace coincidir nunca contemplación y clausura, la contemplación como conocimiento amoroso de Cristo y un hecho material como la clausura. Tanto para Clara como para Francisco (es cierto, no obstante, que los acentos de Clara son femeninos), la contemplación es asiduidad con la palabra leída en las sagradas Escrituras, aunque también escuchada y recibida por los hermanos como comida y alimento de la fe y del alma; la contemplación es oración continua atendiendo al Señor y a todas las criaturas.
Es propio y específico de Clara haber dado a la contemplación una dimensión propiamente evangélica: no era para ella una actividad extraordinaria, reservada a una élite, a los privilegiados de la cultura, sino una actitud cotidiana en el ámbito de la humilde realidad de las cosas, de las labores cotidianas. La contemplación, para Clara, es vida en Cristo, es sacrificio vivo y espiritual ofrecido al Señor. Es significativo que la única referencia que hace Clara a la página del encuentro de Jesús con María y Marta [cf. Lc 10,38-42], que se había convertido en su tiempo en un lugar clásico para afirmar el primado de la vida contemplativa sobre la activa, determina lo único necesario de este culto de la vida a Dios [cf. Rom 12,1] y no entrevé ninguna oposición entre acción y contemplación.
La contemplación, por tanto, para Clara y Francisco, no es sólo conocer a Dios, sino también ver a los hombres y a las criaturas como los ve Dios. Clara llama a Inés «alegría de los ángeles » [Carta tercera 3, 11 ]y registra de un modo nuevo las cosas de Dios, las criaturas de las que siempre ve brotar una alabanza, una acción de gracias al Dios altísimo y creador
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E. Bianchi,
La contenplazione in Francesco e Chiara d’Assisi,
Magnano 1995
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Señor:
somos una chispa
surgida del fuego de la creación
que tu Espíritu sopla y mantiene
desde los orígenes,
y por unos instantes
-mientras tú estás fuera, de boda-
hemos de iluminar lo que nos rodea.
No nos pides ser lumbreras ni soles,
ni que nuestra luz sea brillante y cegadora;
solo que vivamos con lucidez en tu casa,
que es la creación entera
que canta y gime,
que está de parto y se recrea, cada día.
No hemos de desesperar
si todo nuestro esfuerzo
solo consigue iluminar y calentar
unos pocos espacios y rincones,
pues tú te alegras ya
con nuestros intentos
de lucidez y conmoción,
que nos llevan a reconocer,testificar y amar
todo lo que existe, nos rodea y acompaña.
Pero la superficialidad,
la rutina,
la pasividad,
la indiferencia,
la inercia,
la repetición,
la falta de novedad,
el aburrimiento,
el olvido,
la masificación,
el cansancio…
están ahí,
y nada que venga de fuera
tiene el suficiente poder para librarnos de ello.
Solo el gozo de la lucidez responsable,
del caminar vigilante,
del despertar consciente,
del amor desinteresado que nos abre y expone
es capaz de librarnos del tedio
y de conducirnos por el camino de la vida.
Pues quien vive desde su propia necesidad
se encierra a la novedad y riqueza
de la inmensidad que tú nos ofreces,
sus anhelos y proyectos
se hacen pequeños y carentes de sorpresa
y el mundo y la vida se vuelven rígidos,
dogmáticos, tediosos y aburridos…
Tú, hoy, nos propones otro estilo de vida:
tomar las riendas, aquí y ahora, en tu ausencia,
vivir lúcida y responsablemente
más allá de nuestras propias necesidades
y esperar, vigilantes,
la novedad que viene en la noche…
o cuando menos se espera.
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Florentino Ulibarri
Fe Adulta
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Con Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), mártir en Auschwitz, recordemos a las víctimas de tantos genocidios que el ser humano ha sido y sigue siendo capaz de perpetrar… Y que, a pesar de no ver, de no entender, sigamos siendo instrumentos de Paz y de Misericordia…
Bendice, Señor
el espíritu quebrantado de los que sufren,
la pesada soledad de los hombres,
de aquél que no encuentra nunca reposo,
el sufrimiento que nunca se le confía a nadie…
Y bendice el cortejo de las gentes
que en la noche no se dejan amedrentar
por el espectro de los caminos desconocidos.
Bendice la miseria de los hombres que están muriendo ahora.
Dales, Señor, un buen fin.
Bendice los corazones, Señor, los corazones llenos de amargura.
Sobre todo, alivia a los enfermos,
concede el olvido a aquellos a quienes has privado
de su bien más querido.
No dejes que nadie en la tierra viva angustiado
Bendice a los alegres, Señor y protégeles,
A mí nunca me has librado, hasta ahora, de la tristeza.
Y a veces me pesa demasiado;
pero Tú me das fuerza
y así puedo cargar con ella.
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Edith Stein,
Extracto de “La Ciencia de la Cruz“.
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https://www.youtube.com/watch?v=OqEtID-kArE
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La séptima Morada, película sobre Edith Stein, video 1 de 8 en Youtube
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En la Fiesta de Santo Domingo de Guzmán, recordemos a este hombre providencial, amante de la pobreza y de la libertad en el compromiso…
(imagen Saint Dominic of Guzman ora pro nobis by DCJBeeers)
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Nació en Caleruega (Burgos), en España, en 1172. Hacia 1196 se convirtió en canónigo del capítulo de la catedral de El Burgo de Osma (Soria). Acompañó al obispo Diego en una importante misión por el norte de Europa. Al pasar por el sur de Francia, vio claramente el daño que la herejía cátara estaba haciendo entre los fieles y maduró el designio de reunir a algunas personas que se dedicaran a la evangelización a través de la predicación pobre, estable y organizada del Evangelio.
Este proyecto, aprobado por vez primera por Inocencio III, fue reconocido definitivamente por Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Este último llamó «Hermanos Predicadores» a sus miembros. Domingo diseminó de inmediato a los hermanos que le siguieron por las regiones más remotas de Europa. Solía decir: «No es bueno que el grano se amontone y se pudra».
Precisó en dos congregaciones generales los fundamentos y los elementos arquitectónicos de su familia religiosa: vida en común pobre y obediente, la oración litúrgica, el estudio asiduo de la Verdad ordenado a la predicación, entendida como contemplación en voz alta, participación en la misión propia de la Iglesia, sobre todo en las tierras todavía no evangelizadas.
Hombre genial, sabio, misericordioso, era «tierno como una madre y fuerte como el diamante»(Lacordaire). Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221. Gregorio IX lo canonizó el 3 de julio de 1234.
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“¿Cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas, en pergaminos, cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?”
“Con los pies descalzos salgamos a predicar”.
“Si alguien enseña a los frailes que faltar a las observancias es pecado, yo mismo iré sin demora por los claustros raspando todas las reglas con su cuchillo”.
“El trigo amontonado se pudre”.
“Tened caridad, conservad la humildad, poseed la pobreza voluntaria”.
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El primer modo de orar consistía en humillarse ante el altar como si Cristo, representado en él, estuviera allí real y personalmente, y no sólo a través del símbolo. Se comportaba así en conformidad al siguiente fragmento del libro de Judit: Te ha agradado siempre la oración de los mansos y humildes (Jdt 9,1 ó). Por la humildad obtuvo la cananea cuanto deseaba (Mt 15,21-28), y lo mismo el hijo pródigo (Le 15,11-32). También se inspiraba en estas palabras: Yo no soy digno de que entres en mi casa (Mt 8,8); Señor, ante ti me he humillado siempre (Sal 146,61). Y así, nuestro Padre, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser, considerando su condición de siervo y la excelencia de Cristo. Enseñaba a hacerlo así a los frailes cuando pasaban delante del crucifijo, para que Cristo, humillado por nosotros hasta el extremo, nos viera humillados ante su majestad.
Mandaba también a los frailes que se humillaran de este modo ante el misterio de la Santísima Trinidad, cuando se cantara el Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. […]
Después de esto, santo Domingo, ante el altar de la iglesia o en la sala capitular, se volvía hacia el crucifijo, lo miraba con suma atención y se arrodillaba una y otra vez; hacía muchas genuflexiones, a veces, tras el rezo de completas y hasta la media noche, ora se levantaba, ora se arrodillaba, como hacía el apóstol Santiago, o el leproso del evangelio que decía, hincado de rodillas: Señor, si quieres, puedes curarme (Mt 8,2); o como Esteban, que, arrodillado, clamaba con fuerte voz: No les tengas en cuenta este pecado (Hcfi7,60). El padre santo Domingo tenía una gran confianza en l a misericordia de Dios, en favor suyo, en bien de todos los pecadores y en el amparo de los frailes jóvenes que enviaba a predicar. […] Enseñaba a los frailes a orar de esta misma manera, más con el ejemplo que con las palabras.
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I. Taurisano,
Il nove modi di pregare di san Dominico,
ASOP 1922, pp. 96ss.
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Teresa de Jesús, que vivió intensamente la vida, nos invita a nosotros a vivirla con agradecimiento, en atenta espera del Amado, con absoluta confianza porque nos sabemos de su rebaño…
Teresa de Jesús vivió asombrada. ¿Acaso se puede vivir de otra manera la fe? El don de Dios, en el misterio de su humanidad, la dejó ‘espantada’, como ella decía. La oración interior fue su manera de responder al milagro de la Presencia: “En lo muy muy interior siente en sí esta divina compañía” (7Moradas 1,7). En estos días de agosto, de tiempo ordinario o vacacional, Teresa de Jesús nos invita a mirar asombrados “El amor que nos tiene Jesús porque … De tal manera ha querido juntarse con la criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar Él de ella” (7M 2,3).
Lo que escuchó María: ‘Para Dios nada es imposible’, fue, para Teresa de Jesús, la fuerza que la empujó a realizar los sueños de Dios, desafiando las dificultades. Le decían que la vida nueva que quería vivir era “un disparate” (V 32,14), que las mujeres “no han menester esas delicadeces” (Camino 21,2), pero Jesús había juntado su debilidad con su poder, había engrandecido su nada. A nosotros, tentados tan a menudo por el desaliento, nos conviene escuchar el coraje de Teresa de Jesús: “Digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, murmure quien murmurare” (C 21,2).
Lo que le oyó a Jesús Teresa es un excelente programa de vida para nosotros: “Que mirase por sus cosas (las de Jesús), que Él miraría por las suyas” (7M 3,2). “No hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen” (7M 4,16). Ahí está la belleza del testimonio: “Sea Dios alabado y entendido un poquito más, y gríteme todo el mundo” (7M 1,5).
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Tomado del boletín teresiano del CIPE
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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”
Pedro le preguntó:
– “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”
El Señor le respondió:
– “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.”
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Lucas 12, 32-48
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Dichosos los que han optado por vivir con sobriedad para compartir sus bienes con los más pobres. Dichosos los que renuncian a más ofertas de trabajo para resolver los problemas de los parados.
Dichosos los funcionarios que agilizan los trámites burocráticos e intentan resolver los problemas de las personas no informadas.
Dichosos los banqueros, los comerciantes y los agentes de venta que no se aprovechan de las situaciones para aumentar sus beneficios.
Dichosos los políticos y los sindicalistas que se comprometen a encontrar soluciones concretas al paro.
Dichosos nosotros cuando dejemos de pensar: «¿Qué mal hay en defraudar? Lo hacen todos…».
Entonces, la vida social se convertirá en una anticipación del Reino de los Cielos.
*
Paul Abela.
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.
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“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.
Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.
En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías, que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.
Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:
–Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:
–Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.
Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.
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Lucas 9,28b-36
***
Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.
La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.
Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.
Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.
El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .
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J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997
***
Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.
Ocultos a las miradas,
a los silencios cómplices,
para no ser abrasados aún más
por el odio.
Tras la incierta odisea
en las oscuras aguas del mare nostrum,
quienes han podido arribar
a las costas de la indiferencia
y la noche de la sospecha y la desconfianza,
quedan relegados al gueto
del ocultamiento
para que no cuestione su presencia
esta democracia tantas veces solo de apariencias,
esos papeles ahogados en sangre
de los derechos humanos,
esta supuesta humanidad, tan inhumana,
que descansa acariciada por la brisa suave
en las playas del bienestar imperturbable.
Apartados de la vista, silenciados,
no importunan ni desazonan
el corazón bañado en piedra.
Todo fluye levemente
en la cuna de la democracia
como las aguas del espléndido río
de la felicidad, serena, satisfecha.
Narciso se mira en el límpido espejo
del mar expropiado
a la comunidad humana
más empobrecida, excluida,
que llama humilde y angustiada
a nuestra puerta.
*
Miguel Ángel Mesa
***
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