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En busca de la esperanza de Adviento en un mundo de sol oscurecido

Lunes, 2 de diciembre de 2024

IMG_8861Nichole M. Flores

Las reflexiones bíblicas anuales de Adviento de Bondings 2.0 comienzan hoy. Este año, presentamos reflexiones de cuatro teólogos y líderes pastorales católicos aliados y LGBTQ+ hispanos.

La reflexión de hoy es de Nichole M. Flores, profesora asociada de estudios religiosos en la Universidad de Virginia, donde también es directora de la Iniciativa de Estudios Católicos y codirectora del Foro sobre Religión y Democracia. Es autora de The Aesthetics of Solidarity: Our Lady of Guadalupe and American Democracy.

Las lecturas del primer domingo de Adviento, ciclo C. Las lecturas litúrgicas de hoy del Primer Domingo de Adviento están disponibles aquí.

Este año, el Adviento trae consigo la sensación de que vivimos en un final de era violento e implacable. Encendemos velas en la oscuridad, rezando para que nos den suficiente luz para encontrar nuestro camino en estos tiempos sombríos e inciertos.

La lectura del evangelio de hoy de Lucas 21 pinta un cuadro igualmente sombrío del mundo que enfrentan los discípulos de Jesús. Anteriormente en este capítulo del evangelio, tenemos una idea de los inquietantes “signos de los tiempos” que anunciarían que el fin se acercaba: la destrucción del templo (v. 5-6), guerras e insurrecciones (v. 9-11), la destrucción de Jerusalén (v. 20-24).

Las escenas angustiosas de la primera parte de este capítulo culminan en la visión apocalíptica que se presenta en la lectura del Evangelio de hoy. La lucha y el miedo permanecen; incluso el sol, la luna y las estrellas se convierten en signos de los tiempos turbulentos: “La gente desfallecerá por el temor y la expectación de lo que vendrá sobre el mundo, porque las potencias de los cielos serán sacudidas”. (v. 26)

IMG_8865Este pronunciamiento nos suena disonante en nuestros tiempos, especialmente en tiempos en los que vivimos en los que la vida y la dignidad de las personas LGBTQ+ están bajo constante amenaza. Las guerras y los rumores de guerras contra la vida queer perturban las mentes y los corazones de todos los que creen en la promesa de Dios de dignidad, justicia y prosperidad para todos. Las amenazas contra la vida LGBTQ+ y contra quienes son vulnerables parecen justificadamente cataclísmicas en nuestros tiempos. El pronunciamiento apocalíptico de Jesús reconoce los temores de sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra las naciones estarán consternadas, perplejas por el rugido del mar y de las olas” (v. 25)

Pero la invocación que hace Jesús del sol, la luna y las estrellas nos ofrece indicios de la promesa de liberación contenida incluso en estas señales inquietantes. Los estudiosos bíblicos Richard A. Henshaw y Marvin Sweeny explican que esta dramática imagen apocalíptica se entrelaza tanto en las escrituras hebreas como en las cristianas: “La imagen está asociada con el Hamsin (árabe) o Sharav (hebreo), el viento seco del desierto… que llena el cielo de polvo y marca las transiciones entre las estaciones secas de verano y las lluviosas de invierno tanto en el Israel antiguo como en el moderno”. De hecho, los vientos cálidos oscurecen el sol y enrojecen la luna en estos tiempos: es aterrador. Pero la sangre, el fuego y las columnas de humo también recuerdan el éxodo, signos de la guía de Dios en tiempos difíciles, hacia un desierto desconocido que, no obstante, promete liberación.

Al encender la primera vela del Adviento, sabemos que no estamos solos en nuestra incertidumbre y temor. Pero al recordarnos los signos del sol, la luna y las estrellas, Jesús nos guía hacia la promesa de liberación que reside incluso en tiempos como estos. Dejemos que ese recordatorio nos guíe en esta temporada de anticipación de su nacimiento.

—Nichole M. Flores, 1 de diciembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Reflexiones de Adviento”, por Carmiña Navia.

Lunes, 2 de diciembre de 2024

IMG_8797PRIMERA SEMANA.

Iniciamos nuevamente el tiempo de adviento, cuyo sentido se despliega para quienes tenemos en el horizonte la persona y palabra de Jesús el maestro galileo. Tiempo de espera. Una espera activa y plena de esperanzas. ¿Qué esperas anunciamos hoy a nuestro mundo tan lleno de prisas, tan copado por el minuto que pasó y por el que viene?

La Biblia en sus palabras del primer testamento nos deja testimonios de esperanzas de un pueblo, que desde situaciones muchas veces desesperadas, soñaba con otras realidades posibles que mejoraran su existencia. Las voces reunidas bajo el nombre de Isaías, son de las más potentes en transmitirnos estos sueños, con una inmensa fuerza poética.

En el capítulo 11 de este profeta, leemos:

Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Dios…  No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos. Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar.

En estas líneas se nos dibuja un horizonte utópico. Sólo las utopías llevan el mundo hacia adelante. Nuestro actual punto de partida es difícil: Esperamos desde una oscuridad grande. Una sociedad global llena de injusticias que no respeta la vida humana, que no respeta la naturaleza, que ha expulsado el amor de sus corredores de vida. Una sociedad que cada día que pasa pierde más su calidad humana. Esperamos desde situaciones personales, comunitarias y colectivas duras y desesperanzadoras. Pero hay promesas y llamadas en nuestros horizontes, validemos esas promeses y tomemos decisiones personales y colectivas que nos impulsen a caminar hacia ellas.

Mucho hay para transformar en nuestras sociedades y en nuestros interiores. Rumi dice: Trabaja en el mundo invisible al menos tan duro como trabajas en el mundo visible. La realidad exterior nos abruma hoy: La guerra general se nos viene encima arrasando, con sus horrores, toda forma de vida; en Colombia se nos pierden los planos de la reconciliación, la paz, la honestidad y la justicia. Como sociedad no podemos vivir el adviento colectivamente, pero sí podemos tomar familiar o comunitariamente estos días para sopesar nuestro aporte. Hacia dónde llevarlo… ¿Cómo anunciar a otros y otras esa utopía que jalone horizontes hacia relaciones más amables, más hermanas, más amigas de la dignidad?

El espíritu que anima el adviento nos debe penetrar los días cotidianos, las tareas que nos reclaman, los descansos que nos esperan…  para que logremos contagiarnos de una “espera” sin límites que guíe nuestros pasos a la tarea de hacernos más humanos y de preparar nuestras vidas para albergar la luz de un  nacimiento que alumbre atardeceres. Entremos a este tiempo con el corazón rebosante de esperanza y de amor.

Carmiña Navia Velasco

Adviento 2024

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“Sin matar la esperanza”. 1 Adviento – C (Lucas 21, 25-28.34-36)

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8775Jesús fue un creador incansable de esperanza. Toda su existencia consistió en contagiar a los demás la esperanza que él mismo vivía desde lo más hondo de su ser. Hoy escuchamos su grito de alerta: «Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Pero tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero».

Las palabras de Jesús no han perdido actualidad, pues también hoy seguimos matando la esperanza y estropeando la vida de muchas maneras. No pensemos en los que, al margen de toda fe, viven según aquello de «comamos y bebamos, que mañana moriremos», sino en quienes, llamándonos cristianos, podemos caer en una actitud no muy diferente: «Comamos y bebamos, que mañana vendrá el Mesías».

Cuando en una sociedad se tiene como objetivo casi único de la vida la satisfacción ciega de las apetencias y se encierra cada uno en su propio disfrute, allí muere la esperanza.

Los satisfechos no buscan nada realmente nuevo. No trabajan por cambiar el mundo. No les interesa un futuro mejor. No se rebelan frente a las injusticias, sufrimientos y absurdos del mundo presente. En realidad, este mundo es para ellos «el cielo» al que se apuntarían para siempre. Pueden permitirse el lujo de no esperar nada mejor.

Qué tentador resulta siempre adaptarnos a la situación, instalarnos confortablemente en nuestro pequeño mundo y vivir tranquilos, sin mayores aspiraciones. Casi inconscientemente anida en nosotros la ilusión de poder conseguir la propia felicidad sin cambiar para nada el mundo. Pero no lo olvidemos: «Solamente aquellos que cierran sus ojos y sus oídos, solamente aquellos que se han insensibilizado, pueden sentirse a gusto en un mundo como este» (R. A. Alves).

Quien ama de verdad la vida y se siente solidario de todos los seres humanos sufre al ver que todavía una inmensa mayoría no puede vivir de manera digna. Este sufrimiento es signo de que aún seguimos vivos y somos conscientes de que algo va mal. Hemos de seguir buscando el reino de Dios y su justicia.

José Antonio Pagola

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“Se acerca vuestra liberación”. Domingo 01 de Diciembre de 2024. Primer Domingo de Adviento (Comienza el ciclo C)

Domingo, 1 de diciembre de 2024

01-advientoC1Leído en Koinonia:

Jeremías 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14: A ti, Señor, levanto mi alma.
1Tesalonicenses 3, 12-4, 2: Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva.
Lucas 21, 25-28. 34-36: Se acerca vuestra liberación.

Este primer domingo de adviento sirve de puente entre el tiempo ordinario y el tiempo de adviento. El tiempo ordinario termina reflexionando sobre la segunda venida de Jesús, sobre los acontecimientos del fin de los tiempos. En esta medida el primer domingo del adviento se inaugura con el tema del final de los tiempos, y nos va a introducir en el tiempo de la espera y de la esperanza, el tiempo de adviento.

La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar. Es esos días el Señor hará brotar en rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo de Israel.

El salmo responsorial expresará que esa esperanza que leemos en la primera lectura, no quedará defraudada, pues quien espera y quien es fiel al Señor no queda defraudado. Yahvé siempre lleva al cumplimiento su palabra. Por esta razón el salmo enfatiza la idea de Jeremías, el rey de justicia que esperamos sí llegará. Ese rey esperado es para nosotros los cristianos, Jesús el señor.

El Segundo Testamento a partir de la novedad de Jesús nos introducirá en otro tipo de espera y esperanza. Supone claramente que el rey esperado del Primer Testamento es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el esperado, hacia el final de los tiempos. Jesús vino en humildad, como el campesino de Nazaret que fue obediente al Padre, y que por esa obediencia fue muerto y resucitado. Pero al final de los tiempos, él regresará a manifestar su gloria. Por eso en la carta de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fieles a Jesús y prepararse para esa segunda venida. El evangelio de Lucas describe de manera metafórica, los acontecimientos que precederían a esa segunda venida de Jesús. Por este acontecimiento final es que Lucas invita a los hermanos y hermanas a mantenerse fieles y vigilantes para mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del Hombre.

El texto del evangelio de hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos anteriores Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no significa catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).

En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración… de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo. La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.

El adviento es tiempo de preparación de espera. Jesús cumplió las promesas del Antiguo Testamento con su vida y predicación. No esperamos su nuevo nacimiento. Esperamos que él vuelva a juzgar la creación. Es ese momento el que esperamos, y para ese momento en que creemos que la justicia, que la igualdad, que la solidaridad se impondrán. Leer más…

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1.12.24 Dom 1º Adviento: Verán al Hijo del Hombre.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8848Del blog de Xabier Pikaza:

Lucas 21, 25-28. 34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

| Xabier Pikaza

Éste es un texto de larguísima historia. Básicamente es un texto del Evangelio de San Lucas, que nos ofrece su propia visión de la historia de los hombres, marcada para siempre por el nacimiento de Jesús. Pero en ese texto y en esa historia del texto  hay menos cuatro o cinco estratos:

(a) En el fondo del texto pueden verse rasgos de miedo universal (¡todos los pueblos han sufrido terrores ante el cosmos!), vinculados a la exigencia y esperanza de los profetas de Israel y de los apocalípticos judíos. Se trata de un texto universal de miedo y de esperanza, muy propio de nuestro momento (año 2024/2025), marcado por grandes crisis políticas y económicas, y en especial por la “pandemia” y la gran amenaza ecológica (calentamiento global, polución del agua y del aire). Llevamos meses de guerra en Ucrania y Palestina/Israel,  con miedo de bombas

(b) Este pasaje recoge también la experiencia de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, especialmente aquella que se ha expresado en el  libro del Apocalipsis, en algunos pasajes de la tradición de Pablo (1 y 2 Corintios) y en el evangelio de Marcos (Mc 13, capítulo del que Lucas toma los temas principales de su texto). Es un texto que nos sitúa en el principio del cristianismo. Hubo entonces inmensas esperanzas, pero también miedos de guerra con Roma, de Guerra en todo el Oriente

(c) El texto recoge igualmente, los rasgos de la comunidad de Lucas, con la propia inspiración del evangelista. Para entenderlo bien hay que leerlo y comprenderlo desde el conjunto de au Evangelio de Lucas y de su comunidad creyente, a caballo entre el judaísmo y la cultura griega, en un momento de cambios muy fuertes, de tipo social y cultural. Ayudan en esta línea los comentarios de J. L. Sicre, y también los de J. A. Fytzmyer (Fitzmyer, J. A., El evangelio según san Lucas, I-4. Cristiandad, Madrid 1986/7 y 2004) y F. Bovon (F. El evangelio según san Lucas. I-IV, Sígueme,

(d) El texto ha sido recortado y pegado por la liturgia católica, que toma pasajes de aquí y de allí (de Lc 21, 25-36) para recomponerlos de un modo más o menos convencional, creando así un pasaje nuevo, apropiado para el comienzo del adviento católico. En ese sentido, es un texto de la Iglesia, que nos sirve para pasar del fin de la historia a su comienzo, de Cristo Rey al Adviento. Por eso, comento el texto litúrgico, paso a paso, no el texto de fondo Lucas, que ofrece otros rasgos y motivos que aquí se han omitido. Una vez más, la liturgia nos pone ante el gran amino de Jesús, unido al camino del mundo

(e) Éste es un texto que debo hacer  mío, un texto nuestro… Cada uno de nosotros tenemos que elaborarlo, situándolo dentro de nuestras esperanzas, miedos y alegrías. No puedo recoger toda la historia y teología de Adviento de Jesús, de la iglesia primitiva y de Lucas. Por eso, me limito a comentar del modo más sencillo las palabras del texto actual, conforme a mi visión particular, de creyente y lector de la Biblia, que quiero compartir con vosotros. Para ello divido el texto, de un modo un poco convencional en cuatro escenas (que puede dividirse cada una en tres partes):

Primera escena: Un contexto de miedo

  •  a. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
  • b. y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos,
  • c. asustados por el estruendo del mar y de sus olas

Dividido el texto en tres partes que leemos desde los extremos, pasando del a y del c al b, como ahora diremos.

(a) Nos hallamos ante un desquiciamiento cósmico, que se expresa en la tríada celeste : cielo, tierra, mar (falta el infierno, las partes inferiores, vinculadas con la condena). En el cielo están los grandes (sol, luna, estrellas) que empiezan a dar señales falsas, ya no alumbra; lo que era principio de estabilidad suprema aparece como expresión de locura.

(c) Por su parte, el mar destruye sus “amarras”, se elevan las olas y tienden a inundar toda la tierra. Según Gen 1, Dios había construido el mundo “domando” los mares, colocando las aguas en sus límites y cauces, permitiendo que surgiera la tierra. Ahora se rompen los límites: sube el agua de los mares en una especie de diluvio invertido, un inmenso tsunami que llega a cubrir los montes más altos.,, Es como si viniera la Dana de Valencia, multiplicadas por miles y miles de torrentes bajando de las nubes, sin pausa, en diluvio universal.

(b) En medio queda la angustia: los hombres están hechos de miedo. El miedo es como un cáncer que se va extendiendo y les va dominando desde fuera, como un sida que les inunda desde el cielo loco, desde el mar desmadrado.

Segunda escena. Superar el miedo: llega el Hombre

  • (a) Los hombres se morirán de miedo, al ver esa conmoción del universo;
  • (b) pues las potencias del cielo quedarán violentamente sacudidas.
  • (c) Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria.

 Dividido también el texto en tres partes, pero ahora las leemos seguidas, destacando aquellos rasgos que pueden resultar más significativos en nuestro tiempo.

(a) Vuelve el miedo, un miedo de muerte, terror apocalíptico ante la conmoción del cosmos, la gran sacudida de las “potencias” del cielo. Morir es aquí “salir de sí”, perder la “psyche”, el alma, el aliento. De pronto, al descubrir la fragilidad de los elementos, los hombres pierden el alma, el valor, las ganas de la vida.

(b) Esta muerte por terror (¡puro terror cósmico, más que guerra y peste, más que sida…!) tiene un fundamento cósmico: la sacudida de las “potencias”, que en griego se llaman “dynameis”. Potencias son en lenguaje bíblico los principios rectores del cosmos, los ángeles astrales, los principios matemáticos que rigen el movimiento de los astros…. Este mundo tiene una fecha de caducidad; cielos y tierra pasarán, dice el AT y el evangelio. En un sentido, todo ese mundo superior de equilibrio en el que estamos sustentados se sacuda y quiebra. Crecen las grietas del gran cosmos, morimos de miedo. Ésta es la más horrorosa de todas las muertes de la humanidad: morir de miedo al descubrir nuestra nada, la nada del cosmos. Muchos temen literalmente la llegada de un fin del cosmos… Normalmente pasarán miles y miles de milenios antes de que el mundo termine, pero estamos en riesgo, siempre en riesgo, pues al ritmo de vida en que vivimos  podemos destruir la vida de este planeta tierra en unas pocas generaciones.

(c) Entonces “verán al Hijo del Hombre…”. No se dice que verán a Dios, ni siquiera al Cristo, ni a los ángeles del cielo: Verán al Hijo del Hombre, es decir, la humanidad verdadera. Éste es el arco iris tras la tormenta del diluvio (Gen 9, 13-16), el arco iris de la paz de Dios, del amor de Dios, Puede morir todo, pero el hombre no acabará… Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán… (Lc 21, 33). Pues bien, las palabras de Dios se concretan en el Hombre que viene, la nueva humanidad, que nace de arriba, del trono de Dios, con poder y gloria… Éste es el misterio del nacimiento.

Tercera escena. Levantad la cabeza

  • (a) Cuando empiecen a suceder estas cosas,
  • (b) cobrad ánimo y levantad la cabeza,
  • (c) porque se acerca vuestra liberación.

IMG_8850 He dividido también esta estrofa en tres versos sencillos, que comentaré de un modo más breve. Ellos marcan el centro del pasaje, en forma de “llamada.

(a) Estas cosas han empezado a suceder… Los hombres y mujeres vivimos en medio del gran miedo. En la antigüedad era miedo de tipo cósmico, miedo al destino. En el comienzo de la Edad Moderna ha sido miedo a la destrucción social, a la peste, a la locura colectiva de las grandes violencias armadas, a las inquisiciones y autoridades perversas. Ahora, en estos últimos años, es miedo a la bomba y al sida, a la guerra mundial y al terrorismo, a la pandemia y a la ruptura ecológica.

(b) Pues bien, en medio del gran miedo se nos dice que recobremos el ánimo, que no demos que se nos valla el “alma”, que no nos abajemos y arrastremos. El hombre (hombre-mujer) es un ser que eleva la cabeza y vive de esperanza. Esto es lo que nos dice el texto, que elevemos los ojos y queramos vivir… Se trata de vivir de esperanza, sabiendo lo que somos, reconociendo nuestra limitación, pero sin dejarnos dominar por ella. Vivir “a cuerpo”, es decir, en humanidad, sin llenarnos de puras pastillas, sin andar de mano en mano, de psiquiatra en psiquiatra… Creer en Dios significa elevar la cabeza.

c) Porque se acerca la liberación… Antes se decía que se acerca el “Hijo del Hombre” (el hombre nuevo, el hombre-mujer de Dios)… Ahora se dice que se acerca la liberación, la “apolytrôsis”: una liberación que se nos ofrece como regalo de Dios (¡don de la vida!), pero que, al mismo tiempo, es regalo de nuestros amigos, es trasformación social (¡justicia!), es plenitud interna… No tener miedo, vivir en el gozo de sabernos Hijos de Dios, llamados a la vida, al nacimiento. Se acerca… ésta es la palabra. Se acerca y nos acercamos.

Cuarta escena: Parénesis o advertencia

(a) Procurad que vuestros corazones no se emboten por el exceso de comida, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, (b) porque entonces ese día caerá de improviso sobre vosotros. (c) Ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra.

 He dividido también esta escena en tras partes, aunque la primera (a) podría dividirse a su vez en otras dos. Después de la gran esperanza de las estrofas anteriores (segunda y tercera) viene esta estrofa sobria, de advertencia.

(a) Que vuestros corazones no se “emboten” (no se hagan pesados, no se cierren). El tema es el corazón, mantener el corazón abierto, tenso hacia la vida, fresco al amor, dispuesto a la ternura. Éste es el lugar del adviento, el principio de la vida, el signo de Dios: ¡Mantener los corazones limpios, capaces de sentir, de mirar de esperar¡  Vivir en dimensión de corazón. Los corazones se embotan por tres cosas, que han de tomarse de un modo simbólico.

(1) La comida: querer tenerlo todo, devorarlo todo, a costa de los demás, mientras sigue extendiéndose el hambre sobre el mundo. Es el riesgo de divinizar un tipo de capital, un tipo de progreso propio (aparente) a costa de la vida de los otros.

(2) La embriaguez: perder la conciencia en el vino o la droga y, sobre todo, en el frenesí de una vida hecha de olvidos, de falsa propaganda, de ansiedades siempre insatisfechas; vivimos de medicinas y drogas, de excitaciones rápidas, de un tipo de sexo sin amor, viajando de parte a parte del mundo (los que pueden), sin salir de su egoísmo, , como si quisiéramos huir de nosotros mismos.

(3) Las preocupaciones de la vida…: el deseo de tener, la búsqueda de seguridad absoluta… El mundo se nos ha hecho un gran mercado y querernos atesorarlo todo, para que nada pueda sorprendernos…

(b) Pero llegará “ese día”…  el día de la plena transparencia, el día del hombres verdadero. Vendrá ese día y corremos el riesgo de no saber acogerlo: estamos perdidos y cuando llegue el momento no sabemos acogerlo. Corremos el peligro de quedar en los elementos externos del miedo, sin “ver al hombre” que viene. Así sucedió en Belén: vino Jesús y sólo unos pastores, fuera del orden social dominante, lograron verle y recibirle. Nosotros, hombres y mujeres del gran mundo occidental: ¿podremos acoger al Hombre que viene? Quizá no. Pero habrá otros, en el margen de nuestro mundo, que sabrán acogerlo, para dejar así que Dios construya (que ellos construyan con Dios) la nueva humanidad.

(c) Porque ese día será como una trampa… Ésta no es la trampa que no pone Dios, ni siquiera un diablo con cuernos y cola, sino la que nos ponemos nosotros mismos. Nuestros abuelos ponían trampas a los animales del bosque. Los grandes jefes actuales ponen trampas por doquier, bombas y sensores para dominar al mundo de la humanidad con vallas electrificadas, con cárceles, con controladores humanos. . No se dan cuenta (¡no nos damos cuenta!) de que se ponen trampas a sí mismos… Vivimos inmersos en una gran trampa. Por eso nos dice el evangelio: ¡tened cuidado, no se emboten vuestros corazones!

Quinta escena: Conclusión. Estad en vela

  • (a) Velad, pues, y orad en todo tiempo,
  • (b) para que os libréis de todo lo que ha de venir
  • (c) y podáis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre.

IMG_8849El tema concluye de forma solemne y sencilla, invitando a vivir en “vela”, es decir, a mantener la humanidad, a cultivar el amor, a crear esperanza… a confiar en el Dios que es Vida por encima de la muerte, el Dios de Cristo, principio de resurrección . Antes he dicho que se trata de “vivir a cuerpo”, de un modo directo, sin armaduras de miedo y engaño. Ahora podría decir: ¡Vivid a corazón abierto” (¡que vuestros corazones no se emboten…!

(a) Vivir a corazón abierto es “velad”, mantener el corazón en vela de amor con todos y la mente en diálogo de verdad con el Dios de la vida… Velad significa simplemente ser personas, en esperanza, en confianza, por encima de los miedos cósmicos y las violencias sociales. (b) Sólo así podremos “liberarnos” de los terrores que vienen. Ciertamente, hay terrores y violencias; no hace falta recordarlos, los terrores de fuera (las bombas, las luchas sociales, la pandemia, la dictadura de un tipo de política, economía y cultura de o0presiòn…), los terrores de dentro (la angustia y locura, la falta de amor…). Hay terrores, pero podemos liberarnos de ellos viviendo en vela de amor, en acogida gozosa y confiada de la vida.

(c) Sabiendo que lo que viene (¡el que viene!) es el verdadero ser humano, porque Dios lo quiere así, porque somos de Dios y él ha creado el mundo para compartirlo con nosotros. Por ahora no sabemos cómo vendrá, pero sabemos que el hombre nuevo será hombre de amor (pues sin amor no habrá ser humana, sin amor nos destruiremos todos). Para nosotros, los cristianos, el “hijo de hombre que viene” será el Jesús de la Navidad (el niño para ser amado, para que aprendamos a amar); será la Novia del Apocalipsis, será el Novio Cordero del mismo Apocalipsis (Ap 21-22), para que aprendamos a querernos cara a cara, cuerpo a cuerpo, luz a luz, sobre un mundo transformado en Paraíso. … Pero dejemos el tema así. Ya es suficiente, en este primer domingo del Adviento.

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Justicia, amor, y vigilancia. Domingo 1 de Adviento. Ciclo CJusticia, paz y liberación. Domingo 1 de Adviento. Ciclo C

Domingo, 1 de diciembre de 2024

imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para celebrar la Navidad, que recuerda el nacimiento de Jesús hace más de veinte siglos. Pero la segunda lectura y el evangelio hablan de su vuelta, no sabemos cuándo, con pleno poder y gloria. ¿Por qué une la liturgia dos acontecimientos separados por tantos siglos? Intentaré explicarlo con la siguiente historia.

La esposa del astronauta y la Iglesia

            Un día la NASA decidió una misión espacial fuera de los límites de nuestro sistema solar. Una empresa arriesgada y larga que encomendaron al comandante más experimentado que poseía. Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la familia pasó horas ante el televisor viendo como la nave se alejaba de la tierra.

            Los niños, pequeños todos ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve papá?” Y la madre les respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de unos meses, cansada de escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar una fiesta para celebrar la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los niños recordaban. Tanto que la repitieron con frecuencia. La llamaban “la fiesta de la vuelta de papá”. Pero la inconsciencia de los niños creaba una sensación de angustia en la madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo? ¿Dentro de un año? “La fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día del mes y en cualquier mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que se le ocurrió una idea: “En vez de celebrar la vuelta de papá ‒dijo a los niños‒ vamos a celebrar su cumpleaños. Sabéis perfectamente qué día nació, así que no me preguntéis más cuándo vamos a celebrar su fiesta”.

            A la iglesia le ocurrió algo parecido. Al principio hablaba de la pronta vuelta de Jesús, la que menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no se cumplía, y la iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la primera, el nacimiento. Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación entre ambas venidas, y así se explica que encontremos textos tan distintos.

De reyes inútiles y canallas a un rey justo (Jeremías 33, 14-16)

YA llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa

que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquella hora,

suscitaré a David un vástago legítimo

que hará justicia y derecho en la tierra.

En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos,

y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.

Las últimas décadas del reino de Judá son de trágica ironía. A un rey que muere luchando contra los egipcios (Josías), le sucede otro que es deportado a los tres meses de reinado (Joacaz), y otro famoso por sus terribles injusticias (Joaquín). Entonces Nabucodonosor, rey de Babilonia, nombra rey a Matanías, cambiándole el nombre por el de Sedecías, que significa “Yahvé es mi justicia. Este nombre parece una broma, un insulto. ¿De qué justicia habla Nabucodonosor, el monarca que acaba de destrozar a los judíos? ¿Qué se puede esperar de un fantoche impuesto por el babilonio? La gente se preguntaría: ¿de qué sirve la promesa hecha por Dios a David de una dinastía eterna? ¿Para qué queremos un descendiente de David, si todos los reyes son inútiles o sinvergüenzas?

En este contexto se entiende la promesa hecha por Dios a Jeremías de un rey que se llamará “Yahvé es nuestra justicia. Un monarca cuyo mismo nombre expresa la estrecha relación de Dios con todo el pueblo, y que salvará a Judá y Jerusalén mediante un gobierno justo. Frente a la angustia y la incertidumbre, implantará la tranquilidad.

Lo fundamental es la idea de un monarca que procura el bienestar del pueblo. En el contexto del Adviento, esta lectura nos recuerda que Dios no se desentiende de los graves problemas políticos y sociales de la humanidad. Aunque un volteriano le pediría a Dios que en vez de salvar a Judá y procurar la paz de Jerusalén, salve a los de Gaza y traiga la paz al Líbano.

El amor como preparación a la Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2

Esta lectura indica con qué espíritu debemos vivir siempre la vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento: amor mutuo y amor a todos, comportamiento que agrade a Dios. Parece algo muy etéreo; habría que leer los consejos que da la carta para concretar esas recomendaciones. Pero también es bueno que cada cual se examine sobre su amor a todos y si su comportamiento agrada a Dios.

         Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.

            Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús. 

Esperar y preparar nuestra liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.

El evangelio comienza con las señales típicas de la literatura apocalíptica a propósito del fin del mundo (portentos en el sol, la luna y las estrellas) que provocan en las gentes angustia, terror y ansiedad. Pero sustituye el fin del mundo con algo muy distinto: la venida de Jesús con gran poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros una reacción de miedo, sino todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

A continuación, nos dice el evangelio cómo debemos esperar esta venida de Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud de vigilancia y oración.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

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Reflexión final: acción de Dios y colaboración nuestra

Lo que pide Pablo a los tesalonicenses no se consigue a base del propio esfuerzo. Es preciso que Dios nos colme y haga rebosar de ese amor. Pero nosotros debemos colaborar. Hay que comportarse de acuerdo con lo aprendido. O, como dice el evangelio, tener cuidado, estar despiertos, mantenerse en pie. Algo que no es muy frecuente en estos días de diciembre, cuando lo que más preocupa es la celebración de la fiesta y la elección de los regalos.

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01 de Diciembre de 2024. Primer Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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“Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.”

(Lc 21, 25-28.34-36)

 

¡Levantaos!”. Este tiempo de adviento irrumpe invitándonos no solo a la esperanza sino también al coraje. Porque hace falta ser valiente para “ponerse en pie y alzar la cabeza”, pues solo cuando estamos de pie es posible vivir el evangelio de verdad.

Quizá por eso Jesús se pasó buena parte de su “ministerio” (léase “servicio”) poniendo en pie a todas aquellas personas que encontraba postradas: paralíticas, poseídas, encorvadas, ciegas, muertas, incluso un recaudador de impuestos se puso en pie cuando descubrió lo que la presencia de Jesús significaba en su vida (Cfr. Lc 14, 1-9).

Pero, ¿por qué de pie? Porque solo quien se levanta se predispone a servir y solo desde el servicio descubrimos quién es el Dios de Jesús.

En la última cena, una vez más, Jesús, el que había dedicado tanto tiempo a “levantar” a otras y otros, “se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomo la toalla… y se dispuso a servir, se puso a lavarle los pies a sus discípulos, a esos mismos discípulos a los que unos días antes había invitado a esperar la liberación levantados y con la cabeza alzada.

Esperar”, en cristiano, es sinónimo de servicio, el Reino llega en forma de semilla, Dios viene al mundo en la fragilidad de un recién nacido y todos nosotros, que esperamos el gran acontecimiento de su venida, tenemos que vivir nuestra espera al estilo del Maestro. Es decir con la “toalla ceñida”.

Por eso no vale esperar de manos cruzadas, ni a medio gas. El seguimiento de Jesús requiere el 100% de disponibilidad, esperanza y servicio. ¿A qué esperas?

Oración

¡Levantaos!, de pie y con la cabeza bien alta.
¡Levantaos! con una sonrisa en el alma.
¡Levantaos! para derrochar un tierno servicio.
¡Feliz Adviento!


*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Dios siempre está ahí.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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DOMINGO 1º DE ADVIENTO (C)

Lc 21,25-36

Hoy primer domingo de Adviento, os propongo unos apuntes sobre cómo debemos entender las Escrituras, que son la base de toda liturgia. Es la ciencia la que nos obliga a salir de nuestra ceguera. A Galileo casi le cuesta la vida decir que la tierra se mueve. El argumento de la Iglesia era: la Biblia dice lo contrario. La Biblia no tenía razón, pero sí Galileo. Hoy el problema es más grave, porque atañe a la manera de interpretar la biblia. Ni una sola frase debemos entender literalmente. Toda ella es mítica, teología narrativa.

Es la ciencia la que nos obliga a dar el cambio. Los medios con que contamos hoy son increíbles. Podemos descubrir lo que hay varios metros por debajo de la tierra sin tocarla. Podemos datar con increíble precisión una mínima parte de materia orgánica o de roca. Muchas otras ciencias están al servicio de la arqueología. La sociología nos permite comprender las circunstancias en que vivían sociedades de las que no sabíamos nada. La historia es capaz de ir más allá de lo que podíamos imaginar hace solo unas décadas.

También el mejor conocimiento de las primeras lenguas escritas nos permite aquilatar el significado de los textos de manera mucho más precisa. La exégesis nos permite interpretar esos mismos textos más de acuerdo con la manera de pensar de cada época. Todos estos avances científicos nos obligan a repensar lo que hasta ahora creíamos de los textos bíblicos. El resultado es que los relatos que han llegado a nosotros no quieren decir lo que, durante mucho tiempo, estábamos convencidos que nos decían.

Lo primero que llama la atención es que todo el AT se escribió entre el s. VII y el IV antes de Cristo. En el siglo séptimo no podían tener ni idea de lo que pasó en tiempo de Noé. Los grandes patriarcas son personajes míticos y todo lo que se dice de ellos no son más que relatos fantásticos utilizando los mitos y leyendas que circulaban en las culturas del entorno. Haber metido a Dios en los relatos no significa que haya intervenido en la historia para dirigirla y condicionarla. Dios no pudo elegir a un pueblo y hacer maravillas en su favor, sobre todo, si, como pasa casi siempre, es en contra de los demás pueblos.

David no fundó ningún imperio. En la arqueología no hay ni rastros de ese poderío. Si existió realmente, no pasó de ser un jefe de bandoleros que se hizo con el mando de una tribu. Entonces Sión no era más que un pueblucho sin ninguna capacidad organizativa, menos aún como centro de un imperio. Es probable que Judea no llegara a los 2.000 habitantes; mal podía tener un ejército de 30.000. La fastuosidad de Salomón no fue más que una leyenda. Puede ser que construyera el primer templo, pero ahí acabaría todo.

Los análisis genéticos han demostrado que los judíos no son una raza especial, que llegaron de otra parte. Son de la misma estirpe que los demás habitantes de Palestina. Tampoco se ha encontrado rastro de una emigración del pueblo judío a Egipto. Los egipcios llevaban las anotaciones de los acontecimientos importantes. No hay ni rastro de una población judía en su territorio. En tiempos del Éxodo, los egipcios tenían vigiladas todas las fronteras con militares que les permitían controlar todo flujo de personas.

Es imposible que salieran de Egipto unos 600.000 varones sin que eso quedase reflejado como un peligro. Es imposible que un número tan descomunal de personas pasaran cuarenta años en el desierto sin dejar el más mínimo rastro. No hubo ninguna teofanía en el Sinaí ni Moisés recibió ninguna tabla con los mandamientos. No hubo ninguna conquista de las tierras de Canaán, porque los judíos siempre estuvieron allí. No pudieron derrumbarse las murallas de Jericó, porque no era más que una aldea insignificante.

Pero, entonces ¿por qué se escribieron todos esos relatos fantásticos que no hacen más que ponderar la intervención de Dios a favor de un pueblo, casi siempre, machacando a otros pueblos? Todos los relatos tuvieron un objetivo muy claro: intentar mantener la esperanza de un pueblo que se sentía zarandeado por todas partes y con muy pocas posibilidades de subsistir. A la vuelta del destierro, el pueblo judío quedó reducido a un puñado de personas de los más bajos estamentos sociales. Lo que consiguieron los escritores fue mantener la esperanza y la energía necesarias para superar las dificultades.

Esto nos tiene que hacer pensar y aceptar que hemos estado leyendo la Escritura de una manera demasiado simplista. Aunque lo que cuentan no concuerde con lo que pasó, sigue teniendo su valor, porque nos invita a buscar una salvación en Dios más allá de las que podemos encontrar por nuestra cuenta. Pero las dificultades que encontraron y cómo fueron capaces de superarlas, eso sí es un hecho histórico. Esto es lo que nos debía preparar a aceptar la lección que aquella actitud puede darnos hoy y buscar una salvación no venida de fuera, sino descubierta en profundo de todo ser humano.

Todo el año litúrgico es un montaje que hemos construido. Dios no está sometido a este artificio. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Está siempre ahí esperando que lo descubramos. Nosotros sí necesitamos esos artificios para aprovechar el tiempo y el lugar oportunos para ese encuentro. Se trata de un intento de armonizar el presente con el pasado y el final. Empezamos el Adviento con lecturas apocalípticas con las que terminamos el año litúrgico. El pasado y el futuro debemos afrontarlos desde el presente.

El evangelio que hemos leído refleja el ambiente apocalíptico que se vivía en las primeras comunidades cristianas. Están escritos desde una visión mítica del mundo, del hombre y de Dios. Desde esa perspectiva, Dios había creado toda la realidad visible quedándose al margen de ella, pero gobernándola desde las alturas. El hombre había envenenado la creación con su conducta, pero no tenía capacidad de enderezarla. Dios perdonaría a los humanos y con el mismo poder que creó, recrearía el mundo malogrado eliminando el mal.

Nuestro universo conceptual es muy distinto. La creación no es un acto de la potencia de Dios que ‘hace’ algo fuera de Él, sino que todo lo que existe es la manifestación de lo divino que permanece escondido en lo hondo de toda realidad. Como reflejo de lo divino todo es esencialmente bueno. El maniqueísmo nos empuja a dividir la realidad en opuestos irreconciliables, pero para Dios todo está en una eterna armonía. Nuestra falta de perspectiva nos hace ver el mal que solo está en nuestra cabeza.

La gran noticia no es que Dios viene, sino que no tiene que venir porque siempre está en ti. Ni Jesús ni Dios tienen que hacer nada. Jesús, porque lo hizo todo durante su vida. Dios, porque lo está haciendo todo en cada instante. No tienes que esperar ninguna salvación venida de fuera. Todo lo que puedes llegar a ser ya lo eres. Tu tarea consiste en descubrir tu verdadero ser y simplemente serlo. Todas la ofertas venidas de fuera están encaminadas a satisfacer tu falso yo y por lo tanto son engañosas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Puede Dios fracasar?

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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Lc 21, 25-28

«…muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas»

No creemos que los textos evangélicos tengan ninguna pretensión profética, pero llama la atención el paralelismo del texto de los tres sinópticos, con lo que en este momento nos está anunciando la comunidad científica sobre el futuro que nos espera. Como muestra de este paralelismo podemos citar un informe del Panel de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) en el que se afirma lo siguiente:

«El deterioro irreversible de los ecosistemas marinos, y la dinámica creciente de pérdida de cosechas, provocará el colapso de la civilización debido a la escasez trágica de recursos esenciales para la vida. Se producirán migraciones masivas para acceder a estos recursos y conflictos generalizados por obtenerlos… »

Añade que se extenderán los fenómenos meteorológicos extremos y que muchas islas y litorales serán engullidas por el mar; que la humanidad padecerá pandemias frecuentes; que las enfermedades tropicales se extenderán a todo el planeta y muchas calamidades más… Algunos científicos del prestigio de Stephen Hawking van mucho más lejos y anuncian la extinción de la especie humana.

Si entendemos la historia como materialización del proyecto de Dios, podremos comprender dos aspectos cruciales para la vida de los seres humanos. La primera es que caminamos hacia la plenitud individual y colectiva, es decir, hacia un mundo libre por fin de las pasiones que nos deshumanizan. La segunda, que los protagonistas de esta última etapa del camino somos nosotros; que Dios ha confiado en nosotros, ha puesto en nuestras manos su proyecto y nos ha dotado de tal grado de inteligencia y de libertad, que ahora tenemos la capacidad de culminarlo… o malograrlo.

En un principio el ser humano apenas podía influir en el proyecto de Dios, pero merced al don de la inteligencia, se ha ido haciendo cada vez más poderoso, hasta el punto que hoy es capaz de dinamitarlo; bien sea borrando del mapa al género humano en pocos minutos, o bien, destruyendo su hábitat hasta hacerlo inhabitable.

Y esta capacidad que sin duda poseemos nos plantea preguntas inquietantes. Por ejemplo: ¿Supondría esto el fracaso de Dios? ¿Está Dios dispuesto a fracasar por mantener el don precioso de la libertad que nos ha dado? ¿Dios puede fracasar?…

No, Dios no fracasa, y esta convicción nos abre la puerta a la esperanza a pesar de las negros nubarrones que ensombrecen el horizonte. Eso sí, la situación que hoy vive la humanidad nos muestra que el camino hacia la plenitud (hacia la libertad) es mucho más largo de lo que nos gustaría, incluso más largo de lo que somos capaces imaginar; que la humanidad tendrá que vivir momentos de gran tribulación y superar crisis profundas, pero que al final llegará a su destino.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Despiertos en todo tiempo.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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Lc 21,25-28.34-36

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje”.  Es imposible leer el inicio del evangelio de hoy sin que vengan a nuestra mente las imágenes de todo lo sucedido en este último tiempo en algunas zonas de nuestro Levante español. Todos hemos contemplado perplejos las imágenes de ese oleaje que las aguas provocaron y que llevaron por delante cientos de casas y todo lo que encontraron a su paso. Miles de personas, por desgracia, lo vivieron de primera mano y hoy siguen sufriendo las terribles consecuencias de ello: pérdida de seres queridos, ruinas económicas, destrucción de sus hogares, de parte de su historia o de incluso toda su vida…

Se hace complejo proponer una interpretación de esta Palabra con tal recuerdo en la mente y en el corazón. ¿Cómo leer el texto en toda su hondura desde quienes hoy están sufriendo los desastres medioambientales? ¿Cómo podrán todas estas personas atravesar la realidad que les ha tocado y acoger las palabras que siguen: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”?

Una posible clave de lectura, en línea con lo que el Papa nos ha pedido a través de su encíclica Laudato Si’ y de su exhortación Laudate Deum, es la de descubrir en esta Palabra una invitación a interpretar los signos de este mundo y a asumir nuestra responsabilidad ante el cambio climático que padecemos. “Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con las juergas, borracheras y las inquietudes de la vida”… Estos sustantivos pueden ser cambiados hoy por “consumismo”, “contaminación”, “individualismo”, “concentración de gases”, etc. Sabemos que estos días están reunidos algunos líderes mundiales en la COP29 para dialogar y tomar decisiones que, ojalá, contribuyan al cuidado del medioambiente y de los países más afectados por las catástrofes naturales, pero nuestra tierra necesita del compromiso y el cuidado por parte de cada una de las personas que la habitamos. ¡Mantengámonos despiertos! ¡No dejemos de colaborar en la medida de nuestras posibilidades!

Sin embargo, esta interpretación no haría justicia al texto bíblico si nos quedáramos solo en ella. Porque, a través del simbolismo apocalíptico, de los signos de destrucción y muerte que se narran, lo que el autor desea es alentar la esperanza y avivar en cada persona la certeza de que el Señor no nos abandona, de que Él “viene”, “se acerca”, está presente en medio de estas realidades.

La Iglesia elige este evangelio en el inicio de un nuevo año litúrgico tras celebrar la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Con ello nos invita a alzar nuestras cabezas y mantenernos alerta, en vigilia, para despejar nuestra mirada de modo que ésta sea capaz de atravesar el dolor y el miedo y podamos descubrir al Señor que está en medio de su pueblo. Es este Rey quien se abre paso entre la destrucción y el caos para estar al lado de quien sufre, recordándonos que su poder y su gloria” vienen revestidos de servicio y consuelo, de acompañamiento y presencia, de abajamiento, amor y solidaridad.

¿Es posible que los más desfavorecidos, aquellos que son objeto directo de las devastaciones naturales, puedan recibir este mensaje de esperanza? Deseamos que sí. En esa nube, con gran poder y gloria han visto venir a miles de voluntarios que se han desplazado hasta allí para acompañar su sufrimiento; al alzar la cabeza han encontrado manos que les han levantado en medio de la dificultad, que les han sostenido arriesgando sus vidas, que han repartido alimentos, medicinas o ropa, o que se han agachado a recoger lodo y escombros junto a ellos. Dios se embarra en las situaciones de mayor dolor y angustia para sostener la esperanza y mantenernos de pie, pero necesita que nosotros estemos despiertos en todo tiempo para reconocerlo… y para testimoniarlo.

Inma Eibe, ccv

 Fuente Fe Adulta

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Más allá del miedo y de la ansiedad, confianza.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8659Domingo I de Adviento

01 diciembre 2024

Lc 21, 25-28.34-36

Escrito en clave apocalíptica -un género literario que a nosotros nos resulta muy extraño-, el texto que leemos hoy bien podría referirse al momento histórico que estamos viviendo. Son tiempos, los nuestros, de incertidumbre y preocupación que se extienden en diferentes ámbitos, desde las guerras a las relaciones internacionales, desde los populismos de todo tipo hasta el atropello de la verdad, desde la problemática ecológica hasta el futuro de la inteligencia artificial.

No es extraño que, en este contexto, afloren sentimientos de inseguridad, miedo y ansiedad. Y que la gente busque “refugio” en compensaciones de distinto tipo, tal como el propio texto señala.

Y, sin embargo, cuando parecen caer todas las certezas y darse todos los motivos para entrar en la desesperanza, se nos invita a alzar la cabeza y reconocer la liberación. Porque, en medio del “estruendo del mar y del oleaje” -signos apocalípticos de hundimiento del mundo conocido-, aparece con poder el “Hijo del Hombre”.

La expresión “Hijo del Hombre” es otra forma más de nombrar nuestra verdadera identidad. No se refiere a un ser que habría de venir de otro lugar para salvarnos de lo que nos atormenta. Es un modo de aludir a la Plenitud humana que, como Fondo siempre estable y permanente, nos constituye. Podemos referirnos a esa realidad con diferentes nombres, y así hablamos de Ser, Vida, Quietud, Presencia, Silencio, Consciencia… Pero, más allá de los nombres utilizados, siempre ineludiblemente inadecuados, se trata de experimentarla en uno mismo.

Cuando, acallando la mente, vamos más allá de nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestro psiquismo e incluso de nuestro yo, aparece ante nosotros ese Fondo sin nombre en el que nos reconocemos y donde nos descubrimos en casa. Ahí radica la liberación y la confianza.

Y hace bien el texto en señalar la única condición para que tal vivencia sea posible: “estar despiertos”, es decir, salir de la ignorancia que nos reduce, al identificarnos con nuestra forma (yo o persona) y reconocernos como la Plenitud que somos. Atravesar el mundo de las formas -sin negarlas- para anclarnos en el Fondo, pasar de la consciencia de separatividad -fuente de toda confusión y sufrimiento- a la consciencia de unidad, donde nos vivimos Uno con todo lo que es.

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Hay! ¿Habrá miedo, y angustia,? ¡Hay!

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8776Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.-  Angustia en la vida

        Es importante intuir qué final nos aguarda; o de otro modo, es decisivo tratar de saber cuál pueda ser el sentido de nuestra vida.

El evangelio que hemos acogido hoy está redactado en un lenguaje escatológico-apocalíptico para hablarnos del final de la historia, de nuestro propio final. Es una forma de hablar “tremendista”: habrá signos en el sol, estruendo en el mar, los astros se tambalearán, habrá angustia, miedo y miedo en los seres humanos…

Sabemos que es un lenguaje fuerte, un modo de hablar simbólico y radical y también sabemos que las cosas no sucederán así

Pero creo que no solamente es un lenguaje, sino que la vida misma nos muestra su faz de miedo, angustia.

¿O quizás, hasta cierto punto, nuestro existir no está lleno de miedo y ansiedad? Nuestra propia vida a veces se ve embargada por la desazón y la angustia.

La enfermedad y la muerte generan gran desasosiego, miedo y angustia.

Hoy en día las guerras de Ucrania e Israel nos causan también una cierta angustia a la humanidad ante la realidad bélica ya existente y ante la posibilidad de una tercera guerra mundial

02.- ¿Qué es la angustia?

La angustia es la situación de ansiedad opresiva sin causa precisa. (Diccionario RAE). La angustia es un estado afectivo difuso y penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido.

El filósofo (luterano) danés, Sobren Kierkegaard (1813-1855), en su libro “El Concepto de la angustia” vincula la angustia con el pecado y con la libertad.

         Este problema lo tenemos los católicos muy dentro de nosotros mismos.

Una desorbitada insistencia en el pecado, en la condenación, en el infierno ha generado una profunda culpabilidad, escrúpulo y miedo en muchas personas y conciencias

Esta “martille ante” insistencia en la culpabilidad, en el miedo a Dios y al infierno, el escrúpulo han inyectado en el alma de muchos católicos, en un estilo de catolicismo una gran angustia, un pánico a la condenación. Dios es un ser temible al que “hay que tener a raya”. Una dura experiencia de Dios encauza la vida hacia la angustia.

La religión, “los sistemas religiosos” pueden agudizar los problemas más que resolverlos. Por desgracia esta experiencia negativa nosotros la hemos vivido en nuestros tiempos jóvenes, digamos que hasta el concilio Vaticano II. Hizo mucho daño aquella predicación moral, aquellos ejercicios y confesiones torturadoras.

+       Lo malo de aquella educación es que se grababa a fuego en la psicología humana y muchas personas no pueden salir de “aquel infierno”, de aquella angustia y miedo.

         Yo me temo que esta involución que estamos viviendo en la Iglesia pretende volver a aquel tipo de moral, de cristianismo ultra riguroso.

         El Concilio supuso para muchos de nosotros una liberación: levantaos, que está cerca vuestra liberación. El Éxodo supuso la liberación del pueblo, de las tribus hebreas de la esclavitud de Egipto. El Concilio fie también para nosotros un Éxodo, una liberación.

         Yo la a la esclavitud de Egipto, anterior al concilio, no vuelvo…

03.- Algunas consideraciones

+       La angustia es una encrucijada de dimensiones, en ocasiones problemas o conflictos, no asumidos, no resueltos o no “puestos” los caminos de solución, quizás porque “no se ven” tales caminos.

+       Una dura experiencia de “Dios” puede encauzar la vida hacia la angustia.

+       Las neurosis, adicciones, comportamientos compulsivos, fanatismos, escrúpulos, etc. probablemente son expresiones angustiosas de hondos sufrimientos de los que se quiere salir, pero no se hallan caminos.

+       Tres son los ríos principales por los que fluye la angustia:

la culpa-pecado, el absurdo-sin.sentido y la muerte.

03.- La nube.

Cuando veáis venir al Hijo del hombre sobre las nubes, se acerca vuestra liberación.

         Esto no va a ser un hecho histórico. El Hijo del hombre llegará cuando nosotros lleguemos a Él.

La nube no es “quedarse a lo tonto en las nubes”. La nube es el símbolo de la protección de Dios.

+       En su marcha por el desierto, Dios protegía al pueblo del rigor del sol con la nube.

+       En el bautismo de Jesús brotó una voz desde el cielo: este es mi hijo amado.

+       En la Transfiguración la nube les envolvía a los apóstoles allí presentes

+       En la Ascensión JesuCristo quedó tapado por la nube, que significa: Dios.

         Cuando venga el hijo del Hombre o nosotros lleguemos a Él, la nube, el ámbito de Dios nos acogerá, nos cubrirá. Estamos y terminaremos en Dios.

         Esta confianza despeja la angustia y nos confiere una gran serenidad en la vida. ¡Cuántas veces repitió Jesús: no tengáis miedo!

         La esperanza en el futuro es la serenidad y alegría del presente, porque se acerca nuestra liberación

04.- Se acerca vuestra liberación.

         En la situaciones de miedo y angustia, miremos al cielo, a la nube. “Siempre está Dios” que es nuestra liberación.

         Jesús, el cristianismo no hurga en el terror, más bien el cristianismo es todo lo contrario: sana la culpabilidad, la depresión y nuestras enfermedades más profundas, nos libera de la muerte.

+       La salida al problema de la libertad – culpa, no está en que se rebajen las leyes y sea más fácil la cosa, sino en no temer y confiar cuando hemos hecho mal uso de la libertad.

+       La solución al problema de la muerte, no está en la resurrección, sino en la confianza en Dios (Bonhoeffer).

+       La salida al absurdo, al vacío está en confiar en el ser.

+       No temáis, confiad.

05.- Ánimo

        Cada cual y todos comenzamos el Adviento como nos pilla la vida personal y comunitaria: Vivamos serán y esperanzadamente. Hemos de activar la esperanza precisamente cuando no tenemos muchos motivos ni ganas.

Se acerca vuestra liberación

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“Tengan ánimo, se acerca su liberación”, por Consuelo Vélez

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8792De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del I domingo de adviento 01-12-2024

Este primer domingo de adviento nos invita a la preparación efectiva, reconociendo que la fidelidad es inherente al seguimiento de Jesús

Cuando las situaciones se tornan difíciles es necesario mantenerse en pie, reconociendo la liberación que se acerca

Llega la palabra de esperanza y fortaleza: enderécense y levanten la cabeza, no se contenten con poco, sigan trabajando por los valores del reino

Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. Las personas desfallecerán de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas del universo se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. Cuando comience a suceder todo esto, enderécense y levanten la cabeza, porque ha llegado el día de su liberación. Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente, poque caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuánto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre (Lc 21, 25-28.34-36)

Comenzamos el tiempo de adviento, es decir, de espera gozosa del Niño que viene, del Jesús que nacerá entre nosotros. Pero el texto que nos ofrece Lucas este domingo tiene un lenguaje apocalíptico que nos habla más de miedo y confrontación que de alegría y gozo. Ahora bien, la alegría cristiana no brota de algo casual o insignificante. Esta viene del triunfo de la vida sobre la muerte, de la alegría sobre la tristeza, del triunfo del Señor Jesús sobre todas las fuerzas del anti reino como celebrábamos la semana pasada en la conmemoración de Cristo Rey. Por tanto, aunque nos iremos acercando a la alegría que viene de reconocer en un pequeño niño al Hijo de Dios entre nosotros, hoy se nos invita a la preparación efectiva para ese momento, reconociendo que la fidelidad es inherente al seguimiento de Jesús y, por tanto, cuando las situaciones se tornan difíciles y pareciera que la buena noticia que trae Jesús no es escuchada por nadie, en ese momento, el mantenerse en pie, es el camino para reconocer la liberación que se acerca y llegar a ser destinatarios de la misma.

No es fácil mantener la fidelidad. Son muchos los esfuerzos que se hacen para vivir el amor y la verdad, la paz y la reconciliación, la solidaridad y le entrega y, cuando se mira a nuestra sociedad y a nuestra iglesia, pareciera que nada cambia e incluso, algunas veces, empeora. Las guerras de nuestro mundo, el hambre, la injusticia social nos hacen sentir que las fuerzas del universo se tambalean y que más vale vivir el momento presente sin trabajar por los cambios necesarios. Todo esto es la realidad que experimentamos muchas veces. Pero aquí viene la palabra de esperanza y fortaleza: enderécense y levanten la cabeza, no se contenten con poco, sigan trabajando por los valores del reino que la promesa del Señor no quedará defraudada y la liberación se hace real en muchas circunstancias y se seguirá concretando, una y otra vez, en la historia que tenemos por delante. Esa esperanza confiada a la que nos invita el texto se personifica en la figura del Hijo del Hombre que representa un personaje mesiánico que vendrá a realizar su juicio en el último día, donde quedará evidente la liberación que el Señor trae, venciendo todas las fuerzas del anti reino que no quieren que llegue.

Orar incesantemente, como dice el texto, no significa refugiarse en una capilla pidiendo que Dios intervenga mágicamente. Por el contrario, la oración que Dios quiere es aquella que se traduce en compromiso, en constancia, en insistencia, en fidelidad, como ya lo dijimos. Comencemos este tiempo de adviento renovando la esperanza, manteniendo la fe, practicando insistentemente el amor en todas nuestras palabras y obras.

(Foto tomada de: https://mividaenxto.com/oracion-en-familia-encender-la-primera-vela-de-la-corona-de-adviento/)

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Primer Domingo de Adviento (Lucas 21,25-28.34-36).

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8795Comentario a la lectura evangélica (Lucas 21,25-28.34-36) del I Domingo de Adviento. Por P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Comenzamos el Adviento y la liturgia nos propone un texto casi como una admonición, una invitación a comprender lo que nos propone hacer Dios.

Una re-creación, en cierto modo.

Porque es una Creación inversa la que describe Lucas al comienzo de este nuevo año litúrgico: el Génesis, en un lenguaje poético y parabólico, relata el paso del caos a la armonía; aquí, Lucas, en un lenguaje denso en imágenes y visiones, llamado apocalíptico, describe el paso de la armonía al caos.

Describe, de forma imaginativa, lo que vive su comunidad, frágil vasija de barro en medio de vasijas de hierro, aparentemente desbordada por los grandes acontecimientos del Imperio: guerras, luchas de poder, migraciones, hambrunas…

Lo que estamos viviendo ahora, en una letanía interminable de agravios, degradación, violencia e incomprensión crecientes, problemas globales sin resolver, desde el clima hasta el trabajo, en una época en la que las guerras han reaparecido y se cobran víctimas en diversos rincones de la Tierra, de un caos que ha puesto al descubierto todas nuestras ilusiones.

De la Creación al caos. Esto está ocurriendo, por supuesto.

O esto es lo que creemos que está ocurriendo.

Y ese hombre siempre ha pensado.

En cada época. En cada momento. En cada vida.

No es nada nuevo quejarse, esperar lo peor.

No es ahí donde radica la novedad del Evangelio. Tampoco nosotros, los cristianos, engrosamos las interminables filas de los quejosos profesionales. Al contrario.

Levantad la cabeza.

Lucas, provocador, entra en escena al principio de este adviento, dándonos la vuelta a la tortilla, tomándonos amablemente por las narices, burlándose de nuestra actitud de todos los días, seria y preocupada, que tanto nos gusta llevar.

Desacredita nuestro victimismo, desacredita nuestras ansiedades.

Nada de escenas de pánico, nada de grupos apiñados de fieles encerrados en sacristías esperando el fin del mundo, nada de sitios apocalípticos de devotos últimos defensores de la fe, de críticos embozados en despachos divinos, de ninguna manera.

Es normal que el mundo esté siempre en equilibrio.

Que nosotros también lo estemos. En equilibrio sobre un abismo, en equilibrio sobre el caos.

Después de todo, ¿no era eso exactamente lo que Dios pretendía cuando creó el Universo? ¿Dar orden al caos sin destruirlo? ¿Orientarlo? ¿Y no fue ésa la tarea que encomendó a ese ser humano hecho a su imagen? ¿La de seguir creando?

Así que, sin aspavientos, cuando se construye una casa es normal que falten los últimos retoques, que haya muchos ladrillos tirados, que ciertas cosas aún no se vean limpias y ordenadas.

El trabajo está en marcha, recordémoslo. El mundo no está completo.

Y ante todos estos acontecimientos, dice Jesús, no nos dejemos llevar por el pánico.

Levantemos la cabeza. Porque el tiempo juega a nuestro favor.

La historia es lo que es. Un conjunto de acontecimientos sombríos y de prodigios.

El tiempo es lo que es, temeroso y pendenciero.

El hombre es lo que es, una mezcla de barro y espíritu divino.

¿De qué nos sorprendemos? Veamos más allá de la apariencia. Es Dios quien viene.

Trabajo en curso…

Pero debemos actuar. No quedarnos de brazos cruzados.

Trabajar, y duro.

Jesús también nos dice lo que debemos hacer: mantengamos nuestro corazón ligero, no dejemos que se agobie en disipaciones, ansiedades y preocupaciones.

Evitemos cargar nuestras vidas, volemos alto, mantengamos nuestros pensamientos y nuestras almas por encima del caos.

No malgastemos el tiempo, las emociones, los pensamientos. Lo poco que tenemos, lo que llevamos en el corazón, no lo disipemos. Guardemos nuestros pensamientos, tengamos el volante de nuestras vidas firmemente en nuestras manos, sabiendo hacia dónde dirigir nuestro coche interior.

No nos aturdamos con ilusiones, con expectativas, con ruidos excesivos. No cedamos a las muchas sirenas que intentan vendernos la felicidad de todas las maneras. Permanezcamos lúcidos.

La vida trae consigo preocupaciones, inquietudes, cosas que hacer, problemas que resolver, por supuesto.

Pero no pueden ocupar todo nuestro espacio interior, no pueden envenenar todo lo que somos.

Y esto sólo podemos hacerlo mirando hacia arriba.

Volviendo a nosotros mismos. Dando espacio al alma que brilla en medio de la oscuridad.

Prepararnos para la Navidad, hacer sitio a Dios, sin jugar con emociones ñoñas pero conscientes de que Cristo pide continuamente entrar en nuestras vidas, nacer en nuestras opciones cotidianas.

Cabe, sí, y hoy podemos empezar de nuevo.

No nos escondamos detrás de la preocupación de un mundo que se desmorona. No pongamos excusas a nuestro evidente malhumor, no pongamos condiciones a la felicidad.

Conciencia, eso es lo que hace falta.

Jerusalén será rebautizada ‘Señor nuestra justicia’, es decir, el Señor ha conseguido inculcarnos la justicia. Así anima Jeremías a los que han vuelto del exilio y sólo han encontrado escombros y están desanimados, sabiendo que no podrán ver la reconstrucción de la ciudad y del templo.

Llevará tiempo, y mucho tiempo, ver Jerusalén reconstruida.

Harán falta siglos y la venida del Mesías.

Pero Jeremías nos señala una clave, un horizonte, un más allá.

No, el mundo no está cayendo en el caos, como dicen los agoreros, falsos profetas, sino en los brazos de Dios. Yo lo creo, lo vivo con dificultad, lucho por construir espacios de Reino en el caos, oportunidades de luz en la oscuridad, orden en mí y donde vivo.

Como el cantero que tallaba una piedra para la Catedral que nunca vería terminada, yo también hago mi parte viviendo con justicia y mirando hacia arriba.

Él viene, el Señor, no lo dudemos.

Que nos sepamos en buenas manos, es decir, amados en medio de tanta turbulencia.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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“Isabel, con firmeza, dijo, ¡NO!, por Magdalena Benassar

Sábado, 30 de noviembre de 2024

IMG_8802Isabel dijo no, pero antes, hacía unos meses, había creído y había dicho sí a lo imposible. Su vida cambió la historia, la suya y la nuestra, para siempre.

Llevo días dialogando con ese texto y sus personajes, y es tanta la fuerza que tienen, que me da temor empezar a escribir, porque no es fácil sacar a la luz interpretaciones que normalmente no se hacen. Puede ocurrir que, si las haces, te miren con sospecha en nuestra Iglesia tradicional.

Luego siento que por dentro me dicen: “Más sospecha que la que vivieron ellas, Isabel y María… imposible”. Qué fácil es y qué peligroso engrandecer y rezar a las personas que nos acompañan en nuestra travesía, pero menos fácil es desentrañar las verdades cronificadas que se interpretan desde un contexto histórico hoy ya anacrónico. Es urgente que a esas verdades las despojemos del polvo patriarcal para verlas a la luz de la Ruah y de los signos de hoy.

De construir para reconstruir. Esta es la historia de Isabel.

A Isabel, por aceptar el anuncio del ángel hecho a su esposo, el sacerdote Zacarías, se le considera bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Ella, aunque no nos lo cuenten así, es una de las mujeres bastante invisibilizadas que hace posible la encarnación de Jesús, porque su aceptación del plan de Dios es paralela a la de María de Nazaret.

Ambas mujeres, llenas de vida, contra todo pronóstico, encabezan el Evangelio. Ellas son mujeres judías practicantes, y por su apertura al Espíritu del Dios vivo, posibilitan con sus vidas que una tradición en aquella época, que se estaba quedando mortecina, pueda evolucionar hacia un nuevo paso, que tendrá que alejarse de lo de antes para poder surgir. Y así nos lo cuentan, con pasión, los evangelistas.

La esterilidad de Zacarías e Isabel significa la esterilidad de la institución judía, expresada en su incredulidad al no dar el paso de la lógica a la fe: Zacarías replicó al ángel: “¿Qué garantías me das de eso? Porque yo soy ya viejo y mi mujer de edad avanzada”.

El ángel le repuso: “Yo soy Gabriel (que significa la fuerza de Dios), que estoy a las órdenes inmediatas de Dios, y me ha enviado para darte de palabra esta buena noticia. Pues mira, te quedarás mudo por no haber dado fe a mis palabras…” (Lucas 1, 18-21).

Esa mudez significa que el judaísmo representado en la figura del sacerdote Zacarías dejó de alimentar su fe; significa que su relación con Dios es más de cumplimiento de sus leyes y múltiples prescripciones. La mudez también significa que ya no surgen profetas, porque su palabra dejó de encender la chispa de la fe en los corazones.

A partir de ahí, en el relato bíblico, es Isabel quien tiene la palabra, porque ella sí creyó y, por ello, quedó llena del Espíritu de Dios, que a través de su vida sencilla y abierta a la Ruah hace de su palabra profecía.

Por los textos sabemos que hay una historia preciosa, intercalada, que es el anuncio del ángel a María de Nazaret. El diálogo es absolutamente fascinante. La joven María, desde su transparente humildad, le hace preguntas al representante de Dios (Lucas 1, 34); a diferencia del representante de la institución sacerdotal, Zacarías, su actitud es abierta y disponible. No pide garantías, acoge el misterio, se fía y se lanza a una experiencia que cambia la historia y nos abre un camino de vida, de gestación, de dolor aceptado para dar a luz el proyecto de Dios.

María acompaña a Isabel; sus embarazos son para ellas un gozo y un misterio. La mayor con la joven, la joven con la anciana; como en nuestras comunidades, todas gestando vida, unidas por el mismo sentir.

Como decía, es Isabel quien toma la palabra cuando nace el pequeño. Según la tradición del judaísmo, sería el padre quien pondría el nombre a la criatura en esa cultura patriarcal… y además se pondría el mismo nombre que el padre.

“Pero la madre (Isabel) intervino diciendo: ‘¡No! Se va a llamar Juan’” (Lucas 1, 60).

Isabel, con su sincero compromiso con el Dios de su vida, toma fuerza y recibe la palabra que escuchará toda la historia. Con esa autoridad interior, dobla y arquea la institución y al patriarcado, y será el mismo Zacarías quien, al acatar el plan de Dios a través de ella, recuperará la palabra, ahora más dócilmente, desde la casa donde vivían, no desde el templo donde tenía el trabajo de sacerdote, rezando en nombre del pueblo.

Y aquí estamos, queridas hermanas, en esa coyuntura histórica. Tal vez muchas nos sintamos estériles porque la institución tal o cual…

Yo, apoyada por esa palabra, por esa mujer, por Isabel, deseo compartir que este tiempo que nos toca vivir es tiempo de escucha atenta para irnos haciendo más y más servidoras de la Palabra de Dios, que tiene la fuerza de derribar las férreas torres institucionales para otorgar la palabra a las personas que la institución invisibiliza.

Nuestro llamado al profetismo, que recibimos en el bautismo, a ser sacerdotes, profetas y pastoras, que luego ratificamos de un modo muy potente al realizar nuestros votos o promesas de consagración, nos indica un camino de renovación, de evolución.

A veces serán las voces de las hermanas mayores las que dirán, como Isabel: “¡No! Por ahí no; no vayamos a perpetuar tradiciones obviando el Evangelio, el cual —con su desnudez, desinstalación y dinamismo interno— nos conduce a lo desconocido que, si es de Dios, será bueno”.

Otras veces, las menos mayores, tendremos que proponer con la vida y la palabra proyectos de autentificación y actualización de nuestras propuestas y ministerios.

De construir para construir: así es la historia de las mujeres bíblicas y la nuestra. La evolución vendrá si asumimos el ministerio de “ser bisagras”, de decir no a lo viejo, de empujar esa puerta que se abre aparentemente al vacío, pero es que ese es el camino de la fe y el del futuro inminente de la vida consagrada, de la vida en el Espíritu.

Jesús tuvo que separarse de la institución porque le impedía ser él mismo. La institución llegó a quitarle de en medio, pero su Espíritu es el que impregna nuestras vidas; es el que posibilita la gestación que el momento histórico necesita. Para ello respondimos a su llamado.

Decir no puede parecer negativo, pero puede posibilitar cerrar sótanos para abrirnos a la luz. Ya desde la casa, su casa, lugar donde el Espíritu habita, los dos dan vida a Juan Bautista, que nos mostrará el camino que conduce a Jesús.

Y hoy nosotras damos vida a estas historias que están ahí para ser reencarnadas en los diferentes lenguajes de hoy.

Decimos no para poder decir sí y dejar que la vida siga su evolución.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

espiritualidadcym@gmail.com

Fuente Fe Adulta

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“El que no recoge conmigo, desparrama”, por Carmiña Navia.

Viernes, 29 de noviembre de 2024

medio-rostro-de-jesusEsta frase, atribuida a Jesús de Nazaret, me lleva a pensar en otra de igual contundencia y realidad: el que no avanza, retrocede. Y me pregunto una vez más ¿qué pasa con la Iglesia Católica que se niega a avanzar como se lo exige su imprescindible necesidad de diálogo con la sociedad en que se mueve? La Iglesia padece esclerosis, definitivamente. Hay muchos síntomas de que esto es así. ¿Qué podemos hacer quienes creemos que vivir según la propuesta de Jesús, exige hacerlo desde una comunidad que no sólo apoye sino que confronte?

Veamos algunos ejes de esta parálisis eclesial:

Recién realizado el Vaticano II, aún en medio de confrontaciones y fuerzas contrarias, la mayoría de las parroquias vivieron un renacimiento en muchos ámbitos que animó los sueños de mujeres y hombres eclesiales. Las mujeres participaron como acólitas, lectoras, ministros de la comunión de los enfermos, tomaron parte en la predicación de la palabra… Mujeres y hombres laicos administraron los bienes parroquiales e hicieron parte de sus juntas de orientación y de gobierno. Se esperaron transformaciones más radicales de un lado, mientras se negaban de otro.

Pasadas unas décadas este entusiasmo se mermó y lo más grave: Nuevas generaciones de seminaristas que no vivieron los aires del Concilio, se formaron en paradigmas más tradicionales y apegados a fórmulas antiguas. Hoy, muchas de esas parroquias, han retomado prácticas conservadoras y los nuevos creyentes se manejan como si nunca hubiera habido búsquedas diferentes, definitivamente volvemos hacia atrás: comunión de rodillas, mujeres lo más lejos posible del altar en funciones significativas, nada que ver en los destinos reales de las parroquias…

Por otro lado se convoca el Sínodo de la sinodalidad… del que muchos esperaban un cambio rezagado por siglos. Pero el cambio no llega y el Sínodo no alcanza siquiera a maquillar la ceguera de siglos. La realidad realmente es muy dura.

Un hombre como Francisco, el Papa, capaz de vislumbrar muchas de las necesidades del mundo y de escribir encíclicas sobre las urgencias que nos exige la naturaleza o los reclamos de fraternidad, de corazón y amor que nuestras sociedades necesitan… parece no escuchar muchos clamores al interior de su propia comunidad eclesial y no se toma en serio la urgencia de transformación como condición imprescindible para no perder vigencia en un diálogo que el mundo de hoy no tolera sino desde igualdades reales y profundas. Este Papa, al que admiro por muchas de sus palabras y actitudes… no lo alcanzo a entender cuando se trata del tema femenino… ¿qué le pasa? ¿qué le pasa a la iglesia?

Ya antes de iniciarse la reunión sobre la sinodalidad, Francisco mismo veta cualquier acercamiento a lograr en la iglesia dignidad para la mujer: el tema del diaconado femenino no está maduro para debatirse… ¿Qué significa estar maduro y quién lo determina? No basta que lo pidan iglesias nacionales enteras (la de Alemania por ejemplo), no importa que lo pidan los órganos que coordinan las comunidades religiosas femeninas, no importa que lo pidan teólogos y teólogas o comisiones… No está maduro todavía… ¿Y sí madurará en medio del silencio y la omisión?

Más allá del asombro y la protesta me pregunto de fondo: ¿Qué defiende la iglesia con esta negación a moverse? ¿Qué es lo que cree que teme perder? Porque no pienso realmente que a estas alturas del desarrollo de los estudios bíblicos y de la conciencia crística se pueda defender que no se hace tal cosa porque Jesús no la hizo. Desde lo más hondo de mí tengo que pensar que lo único que pasa y que temen, es que los hombres pierdan el monopolio del poder.

Todas las organizaciones en Occidente y la mayoría de las iglesias cristianas ya han abierto sus puertas a las mujeres. ¡Hasta el ejército! Pero la iglesia católica, no… ni siquiera permite discutirlo. Yo creo que este asunto reviste gravedad. Me resulta difícil además resolverlo -en el caso de Francisco, no de la mayoría de los varones eclesiales- con la respuesta del poder. No creo por todo lo que muestra en el conjunto de su pontificado que Francisco tema perder poder… ¿De qué está preso entonces en el tema del diaconado y la ordenación femenina?

Todavía en la Iglesia Católica los hombres tienen temores al “oscuro universo de la mujer”, es la única conclusión que se me ocurre. Todavía tal vez de manera inconsciente piensan que su “impureza” contamina el ámbito sagrado… No creo poder hallar razones diferentes en estos momentos de la discusión y claridad teológico-bíblica. Y esto sin abordar en estas reflexiones el problema inmensísimo de la pedofilia y de los abusos sexuales por parte de los sacerdotes…

Percibo además, un miedo indiscriminado al futuro. Como si el porvenir sólo exigiera desviaciones y caminos errados. La vida en abundancia, que prometió el Maestro no se puede encontrar con los ojos cerrados al mañana. La vida no está atrás en el retrovisor… la vida está adelante.

El evangelio nos habla claramente:

“He venido para que tengan vida…

En esto conocerán que son mis discípulos…

Los que hagas a un pequeño de estos, me lo harás a mí…

Hay que perdonar al hermano setenta veces siente…

Poner la otra mejilla…

Sanar a los heridos y enfermos…”

No hay chance de perderse… entonces ¿por qué tantos temores de romper cadenas y ensayar pasos nuevos?

Ojalá la fuerza del Espíritu irrumpa, expulse los temores y haga abrir las ventanas. De lo contrario, un diálogo con mundos del mañana resultará imposible.

Carmiña Navia Velasco

En el mes de Noviembre del 2024

Fuente Fe Adulta

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Sobre el literalismo… y las contradicciones de nuestras vidas queer

Miércoles, 27 de noviembre de 2024

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Leído en su blog Homoprotestantes:

La letra, la literalidad, el legalismo frente a cualquier texto bíblico no refleja la voluntad de quienes lo escribieron, sino la dificultad que tiene mucha gente hoy para aceptar que viven en un mundo construido por fragmentos de historia, enunciados cercenados, relatos hechos pedazos, ritos recodificados y formas de autoridad teatralizadas. 1

 Apropiarse y esconder con la Biblia los propios miedos e inseguridades ante la realidad que tantas veces nos desconcierta es una cobardía. Cuando tras la crucifixión los discípulos estaban escondidos por miedo a lo que pudiera ocurrirles, se les apareció Jesús y les dio el Espíritu (Jn 20,22), ese que como el viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido pero no sabes de dónde viene ni a dónde va (Jn 3,8). El Cuarto Evangelio no solo llama a una vida que nos hace libres, sino que su propia creación es un ejemplo de esa vida y de esa libertad, de la forma en la que el Espíritu actúa.

Hay gente que es divina, nosotras somos testigues de cómo diviniza la masculinidad, la heterosexualidad, la normalidad, la blancura de la piel, el alzacuellos, la riqueza, el binarismo, los cuerpos perfectos, o el apellido. Como es capaz de construir seres (in)humanos sólides, compactas, sin fisuras. Y quizás para esa gente divina la literalidad de la Biblia, como el mantenimiento de sus privilegios, es un bien y un regalo divino que están dispuestas por todos los medios a proteger.

Las persones queer no tenemos la suerte de poder leer así el Cuarto Evangelio porque, al igual que él, nos hemos construido a trozos. Además no todos nuestros trozos son hermosos, algunos de ellos contienen fragmentos de rechazo, de vergüenza, de odio, de fracaso, de errores cometidos y de otras cosas de las que no estamos orgulloses. Trozos que nos implantaron cirujanos divinos que no nos amaban, o que nos esculpimos nosotres con nuestras propias manos. Con todos esos pedazos –los buenos y lo no tan buenos– tratamos de construirnos, de crear una identidad frente a –y con– las demás, y no es fácil hacerlo porque se nos ven las costuras con las que tratamos de juntarlos, y las contradicciones son a menudo demasiado evidentes.

Pero como en el Cuarto Evangelio, estoy convencido de que las costuras y las contradicciones pueden llegar a decir más sobre nosotres que los trozos que unen, porque es en ellas donde se manifiesta nuestra determinación por seguir a Jesús, por dar sentido a nuestras vidas y a las de las personas que tenemos cerca. En ellas se vislumbra la esperanza queer, esa que no está dispuesta a rendirse nunca, y a reescribirse todas las veces que sea necesario para tener vida. Una vida auténtica que –como dijo el personaje de La Agrado en la película Todo sobre mi madre– nos permita parecernos lo más posible a eso que siempre hemos soñado de nosotras mismas. O incluso, que vaya más allá de nuestros sueños, para crear sueños compartidos de liberación.

Carlos Osma

Fragmento del libro El Discípulo Queer Jesús ∀maba

Si quieres saber dónde conseguir el libro, haz un click sobre la imagen:

 

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[1] Preciado, Dysphoria mundi, 295.

 

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El viaje hacia la inclusión es un viaje hacia el sueño que Dios tiene para nosotros

Lunes, 25 de noviembre de 2024

IMG_8764Paraíso, de Giusto de’ Menabuoi (c. 1320–1391)de cúpula con frescos del Baptisterio de Padua, detalle (1375-1378)

La reflexión de hoy es del colaborador de Bondings 2.0. Mark Guevarra

Las lecturas litúrgicas de hoy para la Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, trigésimo cuarto domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

El reino de Dios consiste en SER en plena unión: en comunión. El reino consiste en estar en común: en unión con los más grandes y los más pequeños, desde las células de nuestro cuerpo hasta las galaxias a millones de años luz de distancia, desde los multimillonarios hasta los más pobres entre los pobres. Y para entrar en plena comunión, empezamos por recorrer el camino de la misericordia y la gracia para nosotros mismos. Esto por sí solo es un viaje arduo y valiente. Y mientras recorremos ese camino, también lo hacemos con otros y, con la ayuda de Dios, les extendemos misericordia y gracia, incluso a nuestros enemigos, como manda Jesús. Y también extendemos misericordia y gracia a todos los seres vivos no humanos de la Tierra. Todo eso es el sueño que Dios tiene para nosotros y que Cristo proclamó con su nacimiento, vida, alegrías, sufrimiento, muerte y resurrección.

Después de que el Sínodo sobre la Sinodalidad terminara a fines de octubre, muchos católicos, incluido yo mismo, nos sentimos frustrados y decepcionados de que las personas LGBTQ+ no obtuvieran la inclusión total que nosotros y tantos en la iglesia hemos clamado por años. Para mí, el camino hacia la inclusión es también un camino hacia el sueño que Dios tiene para nosotros: la comunión. Sin embargo, lamentablemente, el miedo, la ignorancia voluntaria y la arrogancia son lo que impidió que este sueño se convirtiera en realidad.

Y, sin embargo, todavía podemos encontrar esperanza, que es obra de Cristo Rey, en la bienvenida del Papa Francisco a las personas LGBTQ+ y sus historias, y en las enseñanzas del documento final del Sínodo que el miembro principal del Ministerio New Ways, Brian Flanagan, ve como “semillas para el crecimiento y el cambio futuros en nuestra iglesia que, con la guía del Espíritu Santo y nuestro propio trabajo continuo por la justicia, podrían conducir a una aceptación más amplia de los católicos LGBTQ+“. Después de las elecciones en los Estados Unidos, muchas personas, no solo estadounidenses, sino canadienses como yo y otras personas en todo el mundo, estamos decepcionados. Se eligió a un líder que divide y demoniza, un líder que hace la vista gorda ante las experiencias vividas por las personas trans, un líder que alimenta el odio y la codicia. Estas cosas no son del reino de Cristo. Y, sin embargo, mientras navegaba por las redes sociales en busca de señales de esperanza, encontré una determinación más profunda de continuar la lucha por una sociedad inclusiva, compasiva, justa y equitativa.

Hoy, nuestra iglesia celebra el reino de Cristo: la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Es un día para renovar nuestra confianza en que Cristo reina en todas partes, especialmente en nuestros corazones. Es un día para renovar nuestra confianza en que Cristo ha formado el camino hacia la comunión y nos guía continuamente a todos por él. Esta renovación de la fe es lo que nos permite trabajar hacia la comunión plena incluso con aquellos que pueden no querer la comunión plena con nosotros: nuestros hermanos en la iglesia que continúan marginando y silenciando a las personas LGBTQ+ y conciudadanos que votaron por alguien que lidera con codicia y división.

La buena noticia es que es el reino de Cristo, no el nuestro. Estamos llamados a participar en la obra divina de la comunión y en la lucha divina de la inclusión, pero no somos los arquitectos de ella: Dios lo es. Confiar en esa verdad no es fácil, pero sí renueva nuestra esperanza y determinación.

En el programa Late Show con Stephen Colbert, poco después de las elecciones, Colbert compartió cómo le explicaría las elecciones a un joven de 14 años. Dijo, sin ironía, que tenemos que “comenzar con la suposición virtuosa de que las personas votan de la manera que creen que será mejor para ellas y sus familias. Esta es, en efecto, una buena suposición, que se puede inferir de la enseñanza del Catecismo de que tenemos que dar a los demás el beneficio de la duda.

El invitado de Colbert esa noche, el analista político de CBS John Dickerson, católico de toda la vida, fue más allá y dijo que no debemos alinearnos con aquellos que quieren más riquezas, control y poder para sí mismos, sino con aquellos que también quieren brindar oportunidades a los demás, incluidos aquellos que no se sienten vistos y están perdidos, incluso los que están del otro lado. Esta noción habla del sueño que Dios tiene para nosotros y que estamos llamados a convertir en realidad. Debemos comenzar con la premisa de la buena intención y debemos luchar, como Cristo lo hace continuamente, para hacer realidad el reino de comunión, justicia y paz eterna de Dios.

En este Domingo del Reino de Cristo, renovemos nuestra confianza en Cristo Rey para gobernar nuestros corazones y mentes, y darnos poder para realizar la obra divina de hacer realidad el reino de Dios.

—Mark Guevarra (él), 24 de noviembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Con Verdad”. Jesucristo, Rey del universo – B (Juan 18,32-37)

Domingo, 24 de noviembre de 2024

55_34_TO_B_1480687Es raro que una persona pueda vivir la vida entera sin plantearse nunca el sentido último de la existencia. Por muy frívolo que sea el discurrir de sus días, tarde o temprano se producen «momentos de ruptura» que pueden hacer brotar en la persona interrogantes de fondo sobre el problema de la vida.

Hay horas de intensa felicidad que nos obligan a preguntarnos por qué la vida no es siempre dicha y plenitud. Momentos de desgracia que despiertan en nosotros pensamientos sombríos: ¿por qué tanto sufrimiento?, ¿merece la pena vivir? Instantes de mayor lucidez que nos conducen a las cuestiones fundamentales: ¿quién soy yo? ¿Qué es la vida? ¿Qué me espera?

Tarde o temprano, de una manera u otra, toda persona termina por plantearse un día el sentido de la vida. Todo puede quedar ahí o puede también despertarse de manera callada, pero inevitable, la cuestión de Dios. Las reacciones pueden ser entonces muy diversas.

Hay quienes hace tiempo han abandonado, si no a Dios, sí un mundo de cosas que tenían relación con Dios: la Iglesia, la misa dominical, los dogmas. Poco a poco se han ido desprendiendo de algo que ya no tiene interés alguno para ellos. Abandonado todo ese mundo religioso, ¿qué hacer ahora ante la cuestión de Dios?

Otros han abandonado incluso la idea de Dios. No tienen necesidad de él. Les parece algo inútil y superfluo. Dios no les aportaría nada positivo. Al contrario, tienen la impresión de que les complicaría la existencia. Aceptan la vida tal como es, y siguen su camino sin preocuparse excesivamente del final.

Otros viven envueltos en la incertidumbre. No están seguros de nada: ¿qué es creer en Dios? ¿Cómo se puede uno relacionar con él? ¿Quién sabe algo de estas cosas? Mientras tanto, Dios no se impone. No fuerza desde el exterior con pruebas ni evidencias. No se revela desde dentro con luces o revelaciones. Solo es silencio, oportunidad, invitación respetuosa…

Lo primero ante Dios es ser honestos. No andar eludiendo su presencia con planteamientos poco sinceros. Quien se esfuerza por buscar a Dios con honradez y verdad no está lejos de él. No hemos de olvidar unas palabras de Jesús que pueden iluminar a quien vive en la incertidumbre religiosa: «Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

José Antonio Pagola

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“Tú lo dices: soy rey.” Domingo 24 de noviembre de 2024. Domingo 34 del tiempo ordinario. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 24 de noviembre de 2024

61-ordinarioB34 cerezoLeído en Koinonia:

Daniel 7, 13-14: Su dominio es eterno y no pasa.
Salmo responsorial: 92: El Señor reina, vestido de majestad.
Apocalipsis 1, 5-8: El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
Juan 18, 33b-37: Tú lo dices: soy rey.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey

Vamos a comenzar removiendo obstáculos, porque hay problemas respecto a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II, en 1925, por Pío XI, y con un espíritu muy cercano al de cristiandad, cuando el Vaticano expresaba claramente su deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial, la religión de los Estados cristianos. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una realeza de Cristo reconocida, redundaba inevitablemente en una Iglesia respetada, favorecida por el Estado, con alto estatus en la sociedad, fuerte y organizada, que aunque no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos podía participar de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de “Cristo Rey”, el “reinado social del Corazón de Jesús”… incluyeron esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta, incluso totalmente contraria.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten, ya no lo son en su forma clásica, sino en adaptaciones a la cultura política actual (por ejemplo las monarquías “parlamentarias”) que, al superarla, niegan en el fondo la esencia misma de lo que era un “reino”.

Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática… cada vez más se viene insistiendo en que la palabra “reino” no sería la más adecuada para expresar la utopía bíblico-mesiánica del Reino de Dios, porque en esta altura de la historia la palabra «Reino» ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como “rey”, y de su proyecto escatológico como un “reino”. ¿Estamos seguros de que un reino, una monarquía, podría ser una analogía del “Reino de Dios” realizado? La realización del reino de Dios, ¿no exigiría la superación de muchos aspectos de lo que es una monarquía, un “reino”? Acaso una comunidad, ¿puede ser comparada con un «reino», con una «monarquía»? ¿Y una familia?

Pablo Suess viene proponiendo la expresión “democracia participativa del RD” para corregir la evocación que el término clásico conlleva. Ya sabemos que no se puede simplemente sustituir una expresión por otra, pero es bueno aludir con frecuencia a esa insuficiencia de la expresión clásica, para hacer caer en la cuenta a los oyentes, y para liberar al contenido (el Reino mismo, el significado), de las limitaciones del significante (una palabra no completamente adecuada).

Para hablar del Reino puede ser mejor hablar del Proyecto, de la Utopía de Dios… que hacemos nuestra: queremos «construir la Democracia de Dios, cósmica, pluralista, inclusiva, y por eso, amorosa, encarnación viva del Dios de los mil rostros, colores, géneros, culturas, etnias, sentidos…».

c) Connotación de género en la palabra “Reino”.

Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se rechaza también la expresión (God’s Kingdom), a causa de su machismo larvado (kingdom alude directamente a king, no a queen…). En castellano no tenemos ese problema en esta expresión, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana

Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos. Aquí sólo los apuntamos:

a) El Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Jesús nunca se proclamó Rey: nada más lejos de Él. Lo que Jesús hizo fue ponerse al servicio total del Reino, de forma que éste fue el centro mismo de su predicación y de su vida, la Causa por la que dio la vida. Importa pues hacer honor a la identidad verdadera de Jesús: Él no fue rey, ni lo quiso ser nunca, por mucho que algunos cristianos crean que llamándolo así lo honran… La intención puede ser buena, pero el título que de hecho se le atribuye no podría ser de su agrado.

Jesús habló del Reino, fue su servidor y su mensajero, pero sus seguidores se olvidaron del Reino. y lo constituyeron a él como el Reino mismo, como el Rey… El mensaje fue sustituido por el mensajero. Jesús nos indicaba el Reino, como la Causa por la que estaba apasionado y por la que dio su vida, y un buen grupo de seguidores se olvidaron de esa causa, y se enamoraron de Jesús. Es preciso volver a Jesús, y su Causa…

Para hablar concretamente del Reino es bueno reparar en el texto del prefacio de esta fiesta, que da una «descripción» muy plástica de su contenido. Esa idea fue recogida en el conocido estribillo del Salmo 71 del compositor Manzano, que dice: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia… es Paz… es Gracia… es amor, ¡venga a nosotros tu Reino, Señor». Bien glosada, y debidamente justificada esa perspectiva teológica, puede ser un buen guión para la homilía. Y no debería faltar ese canto en la celebración de hoy.

b) La relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta –muy común por lo demás en el cristianismo en general– propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación, al mensaje real de Jesús, a lo que Jesús realmente dijo, no a lo que después dijeron que había dicho. Importa pues pastoralmente discernir una «correcta jerarquía de valores», que la teología de la liberación fue la primera que dio en llamar “reinocentrismo”, con tal fuerza de persuasión, que no hay teología ni espiritualidad honesta que se puedan resistir.

c) El mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se dio en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.

d) La dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el “juicio final”… El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Pero ya en un contexto mental diferente, en el que sabemos que nuestra aventura humana no es la razón del cosmos, que el mundo no acabará el día que Dios decida acabar el ciclo de la humanidad y pasar a la vida eterna, y que no se trata de que estemos aquí para una prueba que se verificará en el día del juicio final, tras lo cual iríamos al cielo o al infierno… Leer más…

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