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Vanguardias y retaguardias

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Jn 6, 60-69

«¿A quién iremos? … nosotros creemos en ti».

Los especialistas coinciden en afirmar que tras la multiplicación de los panes se produjo una importante crisis de seguimiento, pero no saben establecer sus causas. Es posible que aquellos que lo veían como el mesías libertador de Israel se cansasen de esperar algún gesto político que nunca llegaba y se marchasen. También es posible (según Juan) que fuese la novedad y la radicalidad de su mensaje la que hizo a muchos desistir.

Permanecieron a su lado los que se sentían necesitados de él, pero, en cualquier caso, la desbandada debió ser importante como muestra la pregunta que Jesús formula a sus discípulos cuando se vuelven a encontrar en Cafarnaúm: «¿También vosotros queréis marcharos?».

Al igual que entonces, hoy el seguimiento de Jesús está sumido en una profunda crisis que se manifiesta en la creciente indiferencia de la gente. Quienes creemos en su proyecto, achacamos esta crisis al desconocimiento profundo de Jesús, bien sea por falsificación o por omisión, lo que provoca que su propuesta no pueda competir con la propuesta del mundo. Pensamos que el camino de salida es el retorno a los orígenes; al Jesús genuino que arrastraba multitudes, al evangelio desnudo, a la buena Noticia, al tesoro escondido, al proyecto colosal al que todos estamos invitados.

Pero lo tenemos difícil, porque el espíritu revisionista propio de nuestra época nos mueve a minimizar la importancia de Jesús en la búsqueda de Dios; a postergar su mensaje y su praxis en favor de otras doctrinas u otras filosofías que están más de moda. Hoy nos consideramos “vanguardia” cuando nos mostramos escépticos con los textos evangélicos que no cuadran con la mentalidad que debe tener un ciudadano del siglo XXI; cuando lo consideramos uno más; cuando ponemos en tela de juicio su divinidad y rechazamos su Dios personal, Abbá; cuando apelamos a la tolerancia y la modernidad para renegar de la misión de llevar su luz a todas las gentes.

Pero nos equivocamos. En una maratón es vanguardia el que está más cerca de la meta, y en el cristianismo (con perdón) es vanguardia quien está más cerca de Jesús. Cuanto más lejos de Jesús, más “retaguardia”. Corremos el riesgo de arrinconar a Jesús como a un trasto viejo; de terminar creyendo que las creencias y los criterios de aquel artesano de otra época y otra cultura ya no sirven en nuestro mundo. Por eso, la pregunta del evangelio cobra hoy más significado que nunca:

«¿También vosotros queréis marcharos…?»

Terminamos con un comentario de Ruiz de Galarreta: «La profesión de fe de Pedro que leemos en el evangelio es emocionante: “Nosotros creemos en ti”. Y se acabó. Los demás tienen sabiduría, argumentos, sistemas filosóficos, razones históricas, poder… Nosotros creemos en ti; por encima del templo, de Moisés, de Platón… Por encima de todos, el hijo de José y María, el carpintero crucificado».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Tiempo de prueba y criba.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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CaminanteJn 6, 60-69

“En aquel tiempo”… Tu tiempo, empezaron las críticas cuando Tu mensaje y Tu acción resultaban duros a los oídos de quienes esperaban algo tan concreto como que fueras el líder que liberara al pueblo del dominio del invasor; y que siguiera proveyendo el alimento que quita el hambre del cuerpo y les recordaría al manáde aquel tiempo de penuria en la larga travesía del desierto hacia la tierra prometida.

¿Por qué les resultaba duro Tu modo de hablar? Empezaban a ver que Tus palabras hablaban de compromiso, de discernimiento, de la posibilidad de que habría problemas, de implicación en Tu vida y cambios en las suyas.

Abrirse a la escucha del Espíritu, abrirse a Tu palabra, es abrirse al “no-control”, exponerse a la intemperie. Eso puede producir un movimiento de huida y paso atrás: “muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. Te volviste a los Doce. Los que habías elegido, los que Te acompañaban y escuchaban cada palabra que salía de tu boca dirigida a ellos, a las multitudes, a los que te vigilaban desde el poder político y religioso porque causabas molestia: “¿También vosotros queréis marcharos?”.

Seguramente hubo un silencio de estómagos apretados, al sentir que algunas de sus dudas e inquietudes eran las mismas de los que ya habían dado un paso atrás, es muy  muy humano.

Simón Pedro dio un paso adelante y te dijo: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. ¡Ay, ay, ay… Pedro, expresivo y pasional! Efectivamente a quién ibais a acudir.

Te tomo la palabra, Simón, hoy, año 2024, y Le hago la misma pregunta:¿Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.

Cuando el hartazgo de lo que se respira (discursos violentos, mentiras, frivolidad y manipulación en los medios, etc.) noto que me va afectando demasiado, doy un paso adelante: acudo al Evangelio y allí Te encuentro. Una suerte.

También me uno con otros en comunidad para compartir Palabra y Mesa. Busco a los más sencillos y necesitados que, sin discursos, me acercan a la esencia de lo que nos dejaron escrito los que vivieron a Tu vera, aún despistados y llenos de interrogaciones, como todos los que intentamos seguirte.

Cuando Tu hablar me resulta duro respiro hondo, intentando no dar echar marcha atrás; guardando cada palabra en el corazón, porque esta historia no es de entender sino de amar, y Tú empezaste primero.

 

Mari Paz Lopez Santos

FEADULTA – Domingo 2024.08.25

Fuente Fe Adulta

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¿Un Jesús pretencioso?

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6966Domingo XXI del Tiempo Ordinario

25 agosto 2024

Jn 6, 60-69

En ocasiones me ha ocurrido que, hablando con alguna persona que no ha crecido en un ambiente cristiano, me ha comentado, a propósito de algunos dichos que aparecen en el evangelio de Juan, que Jesús era un hombre pretencioso, cuando no egocéntrico, ya que por utiliza constantemente un lenguaje centrado en el yo, mí, me, conmigo, desde una cierta “aureola” de poder inapelable…

Tal apreciación no es del todo incorrecta. Su error, sin embargo, radica en el hecho de tomar las afirmaciones del cuarto evangelio como nacidas del propio Jesús. Es lo que sucede cuando se hace una lectura literalista del evangelio, la que siempre se ha promovido desde la Iglesia. No se ha tenido en cuenta algo que hoy sostienen los biblistas más rigurosos: los evangelios no son crónicas históricas, sino catequesis. Y esto lo cambia todo. Porque su objetivo no es narrar lo que Jesús vivió, ni siquiera lo que dijo, sino fortalecer la fe de aquellas primeras comunidades y regular su vida cotidiana, a la vez que impulsarlas en una misión proselitista.

Lo dicho vale para cualquiera de los relatos evangélicos, pero en el caso de Juan, adquiere una relevancia particular, ya que nos hallamos ante un texto eminentemente simbólico, donde nada está escrito al azar y en el que cada expresión contiene un simbolismo que, con frecuencia, escapa al lector no erudito en ese campo.

Pondré solo un ejemplo. Prácticamente al inicio de ese evangelio, cuando relata el encuentro de los primeros discípulos con Jesús, el autor añade: “Eran como las cuatro de la tarde” (1,39). Predicadores y comentaristas “fervorosos”, todavía hoy, creen ver en esa frase, una prueba evidente de que está escribiendo un testigo ocular o incluso una evidencia de la literalidad de lo que ahí se narra. Fue tan real -vienen a decir- que se les quedó grabada incluso la hora en que sucedió, tal como nos ocurre con frecuencia cuando vivimos una experiencia significativa. Sin embargo, también esa breve alusión es completamente simbólica. Las “cuatro de la tarde” es una traducción del original griego, que habla de la “hora décima”, por lo que parece tratarse de una alusión intencionada al “final” de la historia de Israel (la hora duodécima). En síntesis: ya en la narración del primer encuentro con la incipiente comunidad, al autor del evangelio le interesa poner de relieve dos asuntos capitales para su propia creencia: por una parte, la novedad radical que suponía Jesús y su mensaje, superadores, según él, de la religión judía; por otra, la urgencia de la conversión, ya que nos hallaríamos en los momentos finales de la historia (la “hora décima”).

Más allá de este ejemplo concreto -para mostrar que, si incluso lo más trivial se reviste de simbolismo, ¿qué no será en los temas importantes?-, es evidente que el autor del evangelio pone constantemente en boca de Jesús afirmaciones que este jamás habría podido hacer. O dicho de otro modo: en este evangelio no es el Maestro de Galilea quien habla, sino un creyente helenista, cercano a algún círculo gnóstico o influido por él, que hace decir a Jesús lo que no es sino su propia creencia.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El pacto de Siquem y los parlamentos. ¿Dónde mejor que en el Señor?

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6965Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- JOSUÉ REUNIÓ A LAS TRIBUS DE ISRAEL.

La primera lectura de hoy, tomada del libro de Josué, nos presenta el importante pacto de Siquén.

Allá por el siglo XIII a.C. las tribus hebreas que había salido de la esclavitud de Egipto, están llegando a la “tierra de promisión”. Moisés no entró en esta nueva tierra y Josué fue el nuevo líder de las tribus hebreas, de Israel.

En aquella tierra nueva y libre había habitantes con su cultura y religión.

Por otra parte las tribus no pensaban todas igual ni tenían los mismos esquemas de vida. Había que llegar a acuerdos y pactos: el pacto de Siquén.

Josué convocó a los ancianos de las tribus hebreas y a personas con autoridad para llegar a un acuerdo (pacto / alianza) que tuviera como sustrato común: un mismo Dios, una misma religión que amalgamara a todas las comunidades hebreas.

Josué reunió a las tribus de Israel y les propone: escoged hoy a quién queréis servir.

¿Qué otra cosa son las asambleas del pueblo, los parlamentos y la democracia hoy en día? Las personas, los grupos humanos vivimos en sociedad y como seres sociales hemos de comportarnos.

Aquella asamblea convocada por Josué era en el fondo, “como nuestros parlamentos”: para ver ante quién nos postramos, a quién queremos servir y cómo queremos vivir.

Si no os parece bien nuestra traditio (lo que se nos ha entregado), escoged cómo vivir y a qué dioses queremos servir.

Mejor seguimos en la tradición del Señor, antes que servir a otros señores.

02. MUCHOS DEJARON DE SEGUIR A JESÚS.

Tras la multiplicación de los panes y que Jesús se presentase como pan de vida muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

No se trata de una huida al estilo del hijo pródigo. El hijo pródigo nunca fue increyente. El hijo menor se marcha de casa, es una cuestión moral, pero aquel hijo conservó siempre la memoria de la casa de su padre. Las referencias -la tradición- las tenía bien puestas, la “cabeza bien amueblada” aunque en aquel momento de su vida se había despistado. (Pero no es lo mismo fe que moral).

Cuando san Juan dice que dejaron de seguir o de estar con Jesús, es que “terminaron la conversación”, rompieron el “carnet” y rompieron con todo. Hasta aquí hemos llegado y no quiero saber nada.

Esta historia del abandono nos es muy familiar en nuestro tiempo, en nuestro pueblo, en nuestras mismas familias, en nuestra Europa, especialmente en Europa.1 Mucha gente, muchos estratos de la sociedad han marchado del seno de la Iglesia, otros muchos no han estado dentro nunca. Entre los compañeros-discípulos de Jesús, -y en nuestro tiempo- hubo y hay muchos “transfugas” de todo tipo.

Quizás hoy en día mucha gente no es “nada”, ni creyente ni atea; un pasotismo nihilista, más o menos, ilustrado es el credo actual.

Vivimos en una civilización frívola. Nosotros ya no somos ateos, ni agnóstico, somos frívolos, superficiales

El diccionario de la Real Academia dice del término frívolo: “ligero, veleidoso, insustancial”. Una cosa es ser “ateo como Dios manda” y otra muy distinta es ser ligero, veleidoso e insustancial.

Más que ateos o agnósticos somos frívolos, superficiales.

Este es el “cuadro” religioso en España en estos momentos:

* No practicantes: 84,9%

* Agnósticos: 15,8%

* Ateos: 21,6%

* Católicos no practicantes: 31,7%

* No creyentes: 15,8%

* Practicantes: 15,1%

* Católicos practicantes: 13,2%

* Creyentes de otra religión: 1,9%

RELIGIÓN DIGITAL

P. Tillich (1886-1965) decía que: ateo solamente es quien no es capaz de tomarse en serio la profundidad de la vida.

Nosotros, nuestro momento cultural no es ateo, ni agnóstico, más bien somos frívolos y superficiales.

Quien es consciente de la complejidad y profundidad de la vida, ese tal no es ateo. Quien se toma en serio la familia, el trabajo, el pueblo, la libertad, la justicia, el sufrimiento, ese tal no es ateo; quien trabaja por la paz, quien trata de abordar humanamente la sexualidad, quien ama el desarrollo de las ciencias, quien ama la cultura, la estética-belleza, la felicidad, etc. está ya en el atrio de la fe.

En el fondo quien ama esas realidades profundas está muy cerca, está amando el Reino de Dios: Reino de justicia, de amor y de paz sembrado por Cristo.

03. ¿A DÓNDE VAMOS A IR, SI SOLAMENTE TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA?

Siendo razonables y legítimos muchos pensamientos, movimientos e ideologías son valiosas, sin embargo solamente confío, creo en Cristo.

* Es muy legítimo pensar que las ideologías pueden trabajar por la justicia en la sociedad, pero yo no creo en K Marx, ni en los líderes de los diversos partidos, ni en el capitalismo. Creo en Cristo.

* Es muy legítimo amar el propio pueblo, la propia cultura y sentirse perteneciente a un grupo humano, pero yo no creo, en el sentido de fe, en la etnia. Eso al fin y al cabo es también una ideología y no es lo mismo fe que ideología. Solamente creo en Cristo.

* Es muy razonable pensar en el psicoanálisis como terapia psicológica, pero yo no creo en S Freud, creo en Cristo.

* Es posible que algunos movimientos eclesiásticos actuales ultramontanos y “pseudo-segurolas” (dejémoslo ahí), hagan algún bien a determinadas personas, pero no son el eje de la fe, el centro, la roca de la fe es Cristo y solamente Cristo.

¿A dónde vamos a ir si solamente Tú tienes palabras, vida eterna?

El que creó y quienes oraban con el salmo 20 eran muy conscientes de esta cuestión:

Unos confían en sus carros de combate, otros confían en su caballería, nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios. (Salmo 20,7)

Unos confían en su poder, en la fuerza, en su dinero, en el brillo social, nosotros confiamos en el Señor.

El pasado domingo os comentaba en la homilía cómo podemos tener puesta nuestra esperanza con ansiedad en el progreso, en lo que la tecnología nos pueda ofrecer.

El cristiano confía y descansa en el Señor. No nos va a ocurrir nada más sereno y realizador que JesuCristo. Ex memoria, spes. Nuestra esperanza nos viene de la memoria de Cristo.

En el Señor se está bien y en paz. En el recorrido de la vida con sus momentos buenos, así como en las situaciones difíciles, en los fracasos y decepciones, se está bien en el Señor y se encuentra descanso.

Cuando ya más que adulto uno comienza a ser anciano, creer, lo que se dice creer, solamente cree y confía absolutamente en Dios por medio de JesuCristo.

En esta fe quiero vivir y morir

La fe es algo muy humilde, incluso frágil y pobre, pero llena de vida.

La semilla de la fe es la que da sentido a nuestra vida y su transcurrir.

NOSOTROS CREEMOS QUE TÚ ERES EL SANTO DE DIOS.

TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.

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“¿A dónde vamos a ir si no recuperamos lo esencial del evangelio?”, por Consuelo Vélez

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_6975De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XXI del Tiempo Ordinario 25-08-2024

Reconocer en Jesús la presencia de Dios, no se ajusta a sus lógicas y les parece un lenguaje duro, difícil de escuchar

Jesús sabe que hay algunos que no creen e, incluso, que alguno de ellos lo va a entregar.

Es demasiado riesgo aceptar los valores del reino.

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos, de sí ellos quieren marcharse, nos la dirige también a nosotros hoy ¿Qué le responderemos? Ojalá que, como Pedro, permanezcamos, haciendo posible la Iglesia sinodal que tanto se necesita hoy

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Y cuando vean al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? (…) El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quien era el que lo iba a entregar. Y decía: “Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre”. Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren marcharse?” Le respondió Simón Pedro: “Señor, ¿Dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.  (Jn 6, 60-69)

Este domingo termina el largo discurso sobre el pan de vida que nos ha acompañado todo este mes de agosto. Si en los domingos anteriores, Jesús se dirigió a la multitud y luego a los judíos, ahora se va a dirigir a los discípulos y concretamente a los Doce. Se esperaría que ellos si hubieran entendido a Jesús, pero el texto, inicialmente, muestra todo lo contrario. Los Doce también murmuran, comentando que es muy duro ese lenguaje. Es decir, reconocer en Jesús la presencia de Dios, no se ajusta a sus lógicas y les parece un lenguaje duro, difícil de escuchar. Rompe con la tradición judía, con la trascendencia de Dios, con el buscarlo subiendo a los cielos, todo lo contrario, a ese Dios que ha bajado en Jesús y se encarna en la cotidianidad de la historia.

Nuevamente Jesús sale al paso, sabiendo lo que están murmurando, y les explica una vez más: el espíritu es el que da vida, todo lo que Él les ha dicho es espíritu y vida. El texto dice que Jesús sabe que hay algunos que no creen e, incluso, que alguno de ellos lo va a entregar.

Las siguientes palabras de Jesús no se pueden entender cómo si ya hubiera algunos predestinados para seguir a Jesús y otros no, al decir que “nadie viene a él si el Padre no se lo concede”. Hay que entenderlo en el contexto del don de Dios que nos llega, a la gracia de la fe que no depende de nuestras fuerzas sino del Dios mismo.

El texto va terminando, señalando las posibilidades que se tienen frente a Jesús. Muchos discípulos se vuelven atrás. Definitivamente no creen en Jesús. Prefieren volver a lo conocido. Es demasiado riesgo aceptar los valores del reino. El fracaso comienza, ese fracaso que llegará hasta la cruz. Jesús entonces se vuelve sobre los suyos, sobre los más cercanos para hacerles la pregunta que marca la diferencia: ¿también ustedes quieren marcharse? Pero aquí Pedro tiene la oportunidad de reafirmar la fe: Jesús tiene las palabras de vida eterna, ellos creen y van a seguir con Él.

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos también nos la dirige a nosotros. Lo que está en juego es la fidelidad al evangelio que se nos ha comunicado y sabemos que no es fácil. La historia de la iglesia nos muestra cómo vamos domesticando el evangelio y, una y otra vez, necesitamos convertirnos. En la realidad actual, la llamada a la sinodalidad es una llamada a la conversión. A más de uno, hoy también Jesús les podría preguntar si quieren marcharse de este camino sinodal. Ojalá que, aunque no está fácil dejar el clericalismo, mucho más difícil incluir verdaderamente a las mujeres y casi imposible que se escuchen todas las voces y se responda a sus demandas, repitamos las palabras de Pedro de no marcharnos sino empujar con todas nuestras fuerzas la Iglesia sinodal en misión, mucho más parecida a la Iglesia que Jesús quería.

(Foto tomada de: https://radiomaria.org.ar/programacion/la-mision-de-los-doce/)

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“Jesucristo nuestro Buen Pastor es nuestra paz”, por Fray Alfredo Quintero Campoy, OdeM

Jueves, 22 de agosto de 2024
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IMG_6486De su blog Libertad en camino:

“La paz que el Buen Pastor viene a establecer es una paz llena de vida”

“La necesidad de la gente es tanta que buscan a Jesús y sus discípulos sorteando los diferentes caminos hasta llegar con ellos”

“Cada persona que se acerca a Jesús tiene una necesidad diferente: física, espiritual, moral, de entendimiento y luz para el camino de la vida”

“Tenemos mucho que aprender y vivir en nuestra cotidianidad, en el encuentro con los demás. Jesucristo es la luz que nos guía en el camino de cómo hacerlo, sigamos siempre su voz y su ejemplo de amo”

Abolir el odio y la división no es nada fácil, sólo el amor, a la manera de Jesucristo, nos puede reconciliar.

En este domingo 16 del tiempo ordinario la liturgia de la palabra nos invita a dirigir la mirada a los pastores y distinguir la manera de pastorear desde Jesucristo, quien nunca se busca a sí mismo sino a las ovejas que quiere llevar a buenos pastos y pastos abundantes.

Por eso el profeta Jeremías y el evangelio de Marcos hacen esa referencia a Jesucristo, de la descendencia de David, quien aun cuando busca descansar con sus discípulos, quienes están cansados y agobiados después de realizar la misión a la que fueron enviados, sin embargo la necesidad de la gente es tanta que buscan a Jesús y sus discípulos sorteando los diferentes caminos hasta llegar con ellos, a quienes Jesús les muestra siempre su amor compasivo de buen pastor.

Cada persona que se acerca a Jesús tiene una necesidad diferente: física, espiritual, moral, de entendimiento y luz para el camino de la vida. Por eso la palabra de Jesús y su presencia dan vida y despierta una gran esperanza en ellos para seguir el camino de la vida, el camino de la fe.

Nuestro caminar en la fe tiene que seguir, aun en nuestras diferentes experiencias de vida que cada uno de nosotros tiene.

La atención del buen pastor ve la problemática que cada oveja puede tener, por eso su luz en la justicia y la caridad es muy importante porque trae esa paz profunda de la vida.

Sentirnos al resguardo y protección del buen pastor, donde nos sabremos amparados y asistidos es muy importante para nuestra comunidad la iglesia.

El buen pastor no hace distinción para que se siga pisoteando la justicia, sino que en la justicia genera la paz que da el equilibrio de la verdad y la caridad.

No permite el abuso de los fuertes sobre los débiles, sino que los débiles y vulnerables son los primeros que el buen pastor toma sobre sus brazos porque son los más indefensos.

Que importante es voltear a nuestro alrededor y ver quiénes son los que están más indefensos y a ellos debemos brindarles nuestra caridad, como lo hace el Buen Pastor.

La paz que el Buen Pastor viene a establecer es una paz llena de vida. Generando la armonía de ser el pueblo de los elegidos, en el que no se hace distinción ni preferencias, donde todos somos uno en Él.

Los odios y las divisiones que nos ponen en la desventaja mortal de querernos eliminar unos a otros, simplemente llevan a querer quitar la presencia de vida valiosa que cada uno representa en cada lugar de la sociedad global.

Jesucristo viene a darnos ese reconocimiento a todos, viene para que estemos unidos en él.

Tenemos mucho que aprender y vivir en nuestra cotidianidad, en el encuentro con los demás. Jesucristo es la luz que nos guía en el camino de cómo hacerlo, sigamos siempre su voz y su ejemplo de amor.

Fray Alfredo Quintero Campoy, OdeM

Fuente Religión Digital

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Vivir el misterio de la Eucaristía

Lunes, 19 de agosto de 2024
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IMG_6907La reflexión de hoy es de Liam Myers (él), escritor independiente, profesor adjunto de estudios religiosos en la Universidad de Iona, New Rochelle, Nueva York, y miembro de Catholic Worker Maryhouse en Nueva York.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

El haberme criado como católico me enseñó la importancia de ir a misa los domingos. De niño no siempre prestaba mucha atención, a menudo fantaseaba durante el sermón o pintaba en el banco de la iglesia, pero siempre sabía que algo importante estaba sucediendo cuando el sacerdote cantaba “El misterio de la fe” y respondíamos con “Proclamamos tu muerte, Señor, y profesamos tu resurrección, hasta que vengas”. Poco después de ese momento, me ponía en fila para recibir el cuerpo de Cristo, junto con el resto de la congregación.

En la lectura del evangelio de hoy, Jesús explica a las multitudes que su ministerio culmina en la entrega de su carne y sangre por la vida de quienes comen y beben de ella. En esencia, Jesús estaba describiendo el propósito de la Eucaristía que ahora celebramos. Jesús enseña que este sacramento es un encuentro íntimo en el que nos “alimentamos de la carne” que Él ofrece. Para mí, las palabras de Jesús son misteriosas, trascendentes y, en última instancia, poéticas.

Mary Oliver describe al poeta como alguien que “se encuentra entre dos cosas maravillosas y complejas: una experiencia y el deseo de contarla con la mejor conjunción de palabras posible”. En el evangelio de hoy, Jesús está claramente en esta situación, ya que anhela describir a quienes lo aman la suma importancia de celebrar juntos esta santa cena. Me pregunto qué sucedería en nuestra iglesia si tomáramos la lectura del evangelio de hoy no como un modelo para la doctrina, sino como una invitación a una experiencia.

20140618114901Los estudiosos señalan que la historia del milagro de los panes y los peces precede casi inmediatamente a esta historia en la narrativa del Evangelio. Debemos contextualizar la lectura del Evangelio de hoy, ya que la ubicación muestra cuán crucial fue para la gente experimentar la fiesta antes de que se la explicaran. Así también, nuestra experiencia de y con este sacramento viene antes de nuestra comprensión del mismo.

Pero esta relación recíproca de experiencia y comprensión no debe terminar dentro de nuestros propios cuerpos cuando recibimos el cuerpo de Jesús. En lugar de dejar que la fiesta termine en la iglesia, o simplemente observar o ver la Eucaristía desde lejos, debemos permitir que este encuentro continuo nos transforme activamente. Para tomar en serio las palabras de Jesús, sabemos que comer el cuerpo de Cristo significa compartir este cuerpo e invitar a otros a esta plenitud de vida.

Para recibir el Pan de Vida que Jesús ofrece, debemos estar en sintonía con nuestro yo más íntimo y con las experiencias que conducen a una autocomprensión más profunda. Este proceso implica humillarnos para reconocer que nosotros, como hechos a imagen de Dios, también estamos llenos de misterio. Nuestra propia esencia, al igual que la de Dios, no se puede precisar, nombrar o describir con claridad fácilmente.

Para las personas LGBTQ+, este proceso es especialmente difícil ya que vivimos dentro de una cultura y una iglesia que colocan binarios en torno al género y la expresión sexual. Estas restricciones dificultan que todos y cada uno vivamos en su totalidad, los seres que Dios nos creó para ser. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene un espacio de intersección dentro de sí mismo donde encontramos el misterio de nuestra fe. Como dijo Jesús:El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.

Este espacio, donde Jesús permanece en nosotros y nosotros en Él, nos permite experimentar el amor que Él tiene por nosotros y, a su vez, hacer resplandecer ese amor. Es en este espacio donde nos sintonizamos con nuestra vocación, la expresión de Dios que resplandece ante el mundo. También debemos crecer y aprender con nuestras comunidades a lo largo del camino, mientras cultivamos este espacio interior.

He encontrado este espacio no en el ámbito físico, sino en momentos en los que me he sentido en sintonía con mi identidad y la presencia de Jesús en el mundo. Estas experiencias han ocurrido a menudo fuera de la liturgia, pero a su vez me permiten participar más profundamente en la Eucaristía. Permítanme compartir con ustedes un par de experiencias recientes para ilustrar esto.

Hace un par de semanas, cuando iba en bicicleta a Misa, me encontré junto a un automóvil durante unas cuadras. El conductor estaba escuchando “Nothing Compares” de Sinéad O’Connor, lo suficientemente alto como para que yo también pudiera escuchar mientras pedaleaba. Acababa de aprender más sobre Sinéad, sobre sus incansables esfuerzos por elevar y hablar al sufrimiento del mundo a través de su música. Claramente estaba en contacto con el amor de Dios y luchaba constantemente por hacerlo. Mientras escuchaba la canción y al conductor cantando, experimenté una alegría que me llevó a reflexionar más sobre cómo compartir una honestidad tan cruda y cómo decir la verdad con tanta claridad, como lo hizo Sinéad a lo largo de su vida.

En un segundo ejemplo, este verano he estado ayudando a cultivar un hermoso jardín en el cálido techo de Maryhouse, una comunidad de Catholic Worker en Nueva York. Tengo la alegría de regarlo y cosecharlo para agregarlo a las comidas que cocinamos para servir a la comunidad local. Me sorprende cada vez que veo que un tomate se ha vuelto verde, o que hay más col rizada lista para cosechar, o me entero de que lo que antes pensaba que era mala hierba es en realidad una verdura deliciosa. Mientras cuido el jardín, él también me cuida a mí al brindar abundancia para que nuestra comunidad la tome y la coma. Aquí también, a través del jardín, soy testigo de que Jesús permanece dentro de mí y yo en Él.

Si bien tal vez nunca podamos “entender” completamente la Eucaristía, ciertamente podemos vivir en el misterio de Cristo al estar en contacto con el misterio dentro de nosotros mismos y dentro del mundo.

—Liam Myers, 18 de agosto de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Comulgar con Jesús”. 20 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,51-58)

Domingo, 18 de agosto de 2024
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20_TO_B«Dichosos los llamados a la cena del Señor». Así dice el sacerdote mientras muestra a todo el pueblo el pan eucarístico antes de comenzar su distribución. ¿Qué eco tienen hoy estas palabras en quienes las escuchan?

Muchos, sin duda, se sienten dichosos de poder acercarse a comulgar para encontrarse con Cristo y alimentar en él su vida y su fe. Bastantes se levantan automáticamente para realizar una vez más un gesto rutinario y vacío de vida. Un número importante de personas no se sienten llamadas a participar y tampoco experimentan por ello insatisfacción alguna.

Y, sin embargo, comulgar puede ser para el cristiano el gesto más importante y central de toda la semana, si se vive con toda su expresividad y dinamismo.

La preparación comienza con el canto o recitación del padrenuestro. No nos preparamos cada uno por nuestra cuenta para comulgar individualmente. Comulgamos formando todos una familia que, por encima de tensiones y diferencias, quiere vivir fraternalmente invocando al mismo Padre y encontrándonos todos en el mismo Cristo.

No se trata de rezar un «padrenuestro» dentro de la misa. Esta oración adquiere una profundidad especial en este momento. El gesto del sacerdote, con las manos abiertas y alzadas, es una invitación a adoptar una actitud confiada de invocación. Las peticiones resuenan de manera diferente al ir a comulgar: «danos el pan» y alimenta nuestra vida en esta comunión; «venga tu reino» y venga Cristo a esta comunidad; «perdona nuestras ofensas» y prepáranos para recibir a tu Hijo…

La preparación continúa con el abrazo de paz, gesto sugestivo y lleno de fuerza, que nos invita a romper los aislamientos, las distancias y la insolidaridad egoísta. El rito, precedido por una doble oración en que se pide la paz, no es simplemente un gesto de amistad. Expresa el compromiso de vivir contagiando «la paz del Señor», curando heridas, eliminando odios, reavivando el sentido de fraternidad, despertando la solidaridad.

La invocación «Señor, yo no soy digno…», dicha con fe humilde y con el deseo de vivir de manera más fiel a Jesús, es el último gesto antes de acercarnos cantando a recibir al Señor. La mano extendida y abierta expresa la actitud de quien, pobre e indigente, se abre a recibir el pan de la vida.

El silencio agradecido y confiado que nos hace conscientes de la cercanía de Cristo y de su presencia viva en nosotros, la oración de toda la comunidad cristiana y la última bendición ponen fin a la comunión. ¿No se reafirmaría nuestra fe si acertáramos a comulgar con más hondura?

José Antonio Pagola

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“Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”. Domingo 18 de agosto de 2024. Domingo 20º ordinario

Domingo, 18 de agosto de 2024
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46-ordinarioB20 cerezoDe Koinonia:

Proverbios 9,1-6: Comed de mi pan y bebed el vino que he mezclado:
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 5,15-20: Daos cuenta de lo que el Señor quiere.
Juan 6,51-58: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

Esta primera lectura de hoy es como un anuncio de lo que Jesús, sabiduría del Padre, va a decir en el evangelio que leemos en este domingo. Jesús, Sabiduría encarnada, ha preparado para nosotros su banquete, ha mezclado el vino, y ha puesto la mesa eucarística, y despacha a sus evangelizadores a todos los sitios a invitar a las gentes a su Eucaristía. Y nos sigue diciendo a todos nosotros: «vengan a comer mi pan». El pan y el vino que la sabiduría ofrece, son el pan y el vino que nos ofrece Jesucristo, Sabiduría eterna, son su Cuerpo y su Sangre. En estos pocos renglones es fácil descubrir la figura de Cristo. La Sabiduría es figura y representación del Hijo de Dios. En el evangelio de San Mateo (22,4) se leen unas palabras de Jesús muy parecidas a estas: «»vengan, que mi banquete está preparado». Este banquete es para todos, para sabios e ignorantes, para prudentes e imprudentes. Es lo que dirá San Bernardo: «si eres imprudente, acércate al que es Fuente de toda Sabiduría, y El te dará la prudencia que necesitas». Para algunos parece que la vida no nos hubiera enseñado nada. Como que no somos capaces de sacar lecciones de nuestras amargas experiencias. No saber sacar lecciones provechosas de las experiencias de la vida es la «inexperiencia». La lectura de hoy nos invita a dejar la inexperiencia y a adquirir la «prudencia», que es la virtud por medio de la cual cuando tenemos que escoger entre dos cosas, escogemos la que mejor nos aproveche para nuestra vida. Los entendidos dicen que por inexperiencia se entiende aquí el no saber gobernar y dirigir la propia vida.

En la segunda lectura de hoy encontraremos una frase muy parecida a esta que acabamos de comentar en el libro de los Proverbios, cuando la carta a los Efesios nos invita a no ser insensatos, sino sensatos. Este texto distingue tres exhortaciones. La primera se concreta en una doble llamada a aguzar la inteligencia para orientar la propia vida como corresponde al momento especial que se está viviendo y que, por el hecho mismo de poder vivirlo es de suyo el mejor. Lo que debe preocupar al cristiano es en realidad saber en cada momento, y en medio de la maldad dominante, qué es lo que Dios quiere realmente de él. La segunda exhortación es concreta: no emborracharse. Refleja las llamadas de los sabios a tener cuidado con el vino, pero también puede ser que se piense en los cultos paganos a Dionisios, donde el vino era el medio para unirse más estrechamente a la divinidad. Por último, la exhortación es a la alabanza, que el creyente debe dirigir siempre a Dios Padre en nombre del Hijo y a impulsos del Espíritu, y con sentimientos de gratitud por todos sus dones.

Juan desarrolla el tema de la «incomprensión» para adentrarnos de forma didáctica en el conflicto entre los practicantes de la religión judía y los cristianos. La eucaristía desató sospechas entre israelitas, romanos y griegos. No podían entender como una comunidad de creyentes podían celebrar con gozo y entusiasmo la muerte de su Señor y Maestro. Sin embargo, lo que en realidad no entendían era el misterio pascual. Jesús había resucitado, superando el cerco de una muerte violenta e injusta, y ahora vivía en medio de sus seguidores. Él se había convertido en principio de vida para aquellos que yacían inermes bajo la opresión de una religión agobiada por un sinnúmero de preceptos o por una religión que adoraba al déspota de turno. La presencia de Jesús liberaba a sus seguidores del caos informe de religiones mistéricas que abundaban en el mundo antiguo y de las rígidas disposiciones de una religión étnica.

Jesús era el pan vivo, bajado del cielo, para alimentar a una muchedumbre que añoraba una vida de paz y plenitud. Para ellos la verdad no residía en un sistema abstracto de proposiciones o en la adecuación lógica de la ideología a la realidad. Para ellos la verdad era una praxis de vida que transformaba al ser humano y lo habilitaba para vivir en comunión con sus congéneres y con el universo.

Hace unos meses, José Antonio Pagola, reconocido especialista en cristología, se publicaba estas reflexiones en torno a la eucaristía:

Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales están abandonando la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús.

Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se pierda» sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor?

La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero ¿podrá la misa seguir viva solo a base de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual?

Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

Reflexiones para hacer nos pensar a todos, principalmente a los responsables de la inmovilidad de la liturgia de la Iglesia. Leer más…

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El sagrario somos nosotros. Domingo 20. Ciclo B

Domingo, 18 de agosto de 2024
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IMG_6872Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Un final duro y sorprendente (Evangelio: Juan 6, 51-58)

        Llegamos al final del discurso del pan de vida. El domingo pasado, Jesús terminó diciendo: «Yo soy el pan del cielo…  el pan que yo daré es mi carne». Como en las series de televisión, el pasaje de hoy comienza repitiendo ese final, para recordarnos dónde estamos y entender la reacción de los judíos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Es la pregunta que se haría cualquier persona normal, incluso la predispuesta a favor de Jesús. Pero él no responde a esta pregunta. Los oyentes o lectores cristianos del discurso saben la respuesta: no se trata de comer un trozo del cuerpo de Jesús, sino de comer el pan eucarístico. Pero el autor del cuarto evangelio no lo dice, prefiere que el lector experimente la misma duda que los judíos.

            En una lectura precipitada, parece que esta última parte del discurso no ofrece ninguna novedad, que se limita a repetir la promesa de la vida eterna para quien coma «el pan que ha bajado del cielo».

En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Los judíos discutían entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre que me ha enviado vive y yo vivo por el Padre, así el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el que comieron los padres, y murieron. El que come este pan vivirá eternamente».

Sin embargo, hay aspectos nuevos e importantes.

  1. Beber la sangre. Hasta ahora, solo se ha hablado del pan. En esta sección final se hace referencia cuatro veces a la sangre, verdadera bebida, igual que el pan es verdadera comida. Dado la relación del discurso con la eucaristía, esta referencia era imprescindible. La iglesia primitiva siempre recordó el doble gesto de Jesús durante la última cena: al comienzo, partiendo el pan; al final, bendiciendo y pasando la copa. Pan y vino son esenciales. Un discurso sobre la eucaristía no puede dejar de mencionar la sangre, el vino.
  1. La dureza del lenguaje. Hasta ahora, el discurso ha sido polémico y ha provocado discusión y rechazo. Jesús, en vez de echarse atrás e intentar justificar sus expresiones, usa fórmulas escandalosas que se prestan a ser interpretadas como canibalismo: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida». Hay que comerla y beberla. Sin explicación alguna ni matices. ¿Por qué? Jesús no quiere seguidores inconscientes y rutinarios. En los evangelios sinópticos hay otras muchas expresiones suyas, durísimas, desanimando a seguirlo a quienes no estén dispuestos a cargar con la cruz, a renunciar a todo, a abandonar al padre y a la madre… En una línea distinta, estas palabras del discurso son también una forma de seleccionar a sus seguidores, como quedará claro el próximo domingo.
  1. La vida. La repetición frecuente de «la vida eterna» y de «yo lo resucitaré en el último día» parece sugerir que es algo que solo se consigue después de la muerte. Ahora se deja claro que «el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna». La tiene ya, ahora, antes de morir. Sin decirlo expresamente, el texto supone que hay dos formas de vida: la normal, física, y la espiritual o eterna. La primera la tienen todos los seres humanos; la segunda, quienes comen el cuerpo y la sangre de Jesús. ¿En qué consiste esa vida?
  1. Jesús dentro de nosotros. La respuesta la ofrecen estas palabras: «El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él». Es la única vez que aparece este tema en el discurso, que recuerda la experiencia de Pablo: «Vivo yo, pero no yo; es Cristo quien vive en mí». Pero la imagen que mejor puede expresarlo es la del feto en el vientre de su madre: habita en ella, y ella en él. Esa intimidad absoluta y misteriosa es la que se produce en la eucaristía. Y esa presencia de Jesús en los que comulgamos no termina al cabo de un cuarto de hora, como nos enseñaban a veces de niño. Una educación religiosa bienintencionada, pero deficiente, hace pensar a muchos que Jesús está principalmente en el sagrario, olvidando que está dentro de nosotros tan realmente como allí.
  1. El final. Tras las cuatro intervenciones de la gente al comienzo del discurso y las dos preguntas escandalizadas que encontramos más tarde, resulta curioso que el autor no diga nada de la reacción del auditorio, de los judíos. Todo termina con unas palabras suprimidas por la liturgia: «Esto dijo [Jesús] enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm». Quien prescindió de estas palabras no debería aprobar un examen sobre el cuarto evangelio. Son esenciales para distinguir la reacción de los judíos (el silencio, no discuten más) y la de los discípulos de Jesús, que leeremos el próximo domingo.

Jesús y la Sabiduría como anfitriones (1ª lectura: Proverbios 9,1-6)

            Ninguno de nosotros se extraña de ver a la justicia representada como una mujer con los ojos vendados, una espada en la mano derecha y una balanza en la izquierda. En los últimos siglos antes de Jesús, algunos autores bíblicos, para oponerse a la idea griega de que la sabiduría es algo humano, y reside especialmente en Atenas, comenzaron a presentarla como una criatura de Dios, que lo acompaña desde el momento de la creación y termina residiendo en Jerusalén. La primera lectura la describe como una gran señora que construye un palacio, prepara un banquete, e invita a los jóvenes a compartir su pan y su vino, su sabiduría y su enseñanza, que les darán la vida.

            Los cristianos aplicaron estas imágenes e ideas a Jesús. Él es la verdadera sabiduría de Dios, que baja del cielo y reside entre nosotros, como dice el prólogo de Juan. Es lógico que se haya elegido este breve fragmento del libro de los Proverbios como primera lectura (en este caso debo reconocer, sin que sirva de precedente, el acierto de quienes seleccionaron los textos). Habla de comer mi pan y beber del vino, y de conseguir la vida.

La sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas, inmoló sus víctimas, preparó su vino e igualmente aderezó su mesa. Envió sus criados y proclamó sobre los puntos más altos de la ciudad: «Jóvenes inexpertos, venid aquí». A los insensatos ella les dice: «Venid, comed de mi pan y bebed del vino que yo he preparado. Dejad de ser imprudentes y viviréis, y caminad por la senda de la inteligencia».

         Indico, no obstante, dos diferencias entre este texto y el evangelio.

  1. La Sabiduría invita solamente a los jóvenes. Cosa lógica, porque es presentada como una maestra que enseña a «sus hijos», sus discípulos, a comportarse rectamente. Jesús invita a todos.
  2. El pan y el vino de la Sabiduría no dan la vida; la vida la da la prudencia: «Dejad de ser imprudentes y viviréis». El simbolismo del evangelio es más fuerte: la sabiduría no se adquiere a través de una serie de enseñanzas, se come y bebe y termina habitando dentro de nosotros.

La sabiduría cotidiana del cristiano (2ª lectura: Efesios 5,15-20)

         Por pura casualidad, porque la segunda lectura nunca se elige por relación con la primera ni con el evangelio, existe un punto de contacto con los Proverbios. También aquí se exhorta a la inteligencia y la sensatez, a no actuar neciamente. Y la forma de vivir de acuerdo con la voluntad de Dios se concretan en dos datos: 1) No llenarse de vino. 2) Llenarse del Espíritu Santo, cantando, alabando y dando gracias a Dios.

Hermanos: a ver cómo os comportáis; que no sea como insensatos, sino como inteligentes, aprovechando el tiempo, porque los días son malos. Por consiguiente, no actuéis como necios, sino procurad conocer cuál es la voluntad del Señor. No bebáis vino hasta emborracharos, pues eso lleva al desenfreno; al contrario, llenaos del Espíritu Santo recitando entre vosotros salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todo a Dios Padre en nombre de nuestro Señor Jesucristo

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Domingo XX del Tiempo Ordinario. 18 de agosto de 2024

Domingo, 18 de agosto de 2024
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“Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Quien come de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.”

(Jn 6, 51-58)

Hoy seguimos leyendo el discurso que hace Jesús sobre él mismo como el pan de la vida, como venimos haciendo los últimos domingos.

Nos encontramos muchas veces que Jesús habla de comer y de vida. Él es el “pan vivo”. “Quien come de este pan vivirá para siempre”. Da su carne “por la vida del mundo”. Nos advierte: “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Y al contrario: “quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”, “quienes me comen a mí vivirán gracias a mí”.

Y es que el comer está muy relacionado con la vida. Estamos tan acostumbrados a comer todo lo que queremos que se nos pasa por alto que es gracias al hecho de comer que estamos vivos. Es más, lo que comemos, y cómo lo comemos, determina nuestra vida, y al mismo tiempo dice mucho de ella. Podemos comer alimentos producidos de una u otra manera, en un lugar u otro. Podemos comer con avidez, con conciencia, con agradecimiento, engullendo, saboreando… Todo esto hablará de nuestra relación con nosotras mismas, con la humanidad, con la creación, con Dios.

Dicho esto, entendemos más por qué Jesús relaciona tanto el hecho de comerle con tener vida. Él no es cualquier comida: lo que nos ofrece es la Vida verdadera, la Vida con mayúsculas, la Vida plena. Nos invita a participar en la Vida de Dios, es decir, a vivir en la bondad, el amor, la entrega, la comunión, la confianza, el perdón. Aceptar a Jesús en nuestra vida significa abrirnos a todo esto y empezar a recibirlo. Si esta Vida de Dios encuentra espacio en nuestro corazón, después marcará toda nuestra manera de vivir: nuestros actos, pensamientos, sentimientos, interioridad, decisiones, relaciones…

Dios nos da vida cada día, nos demos cuenta o no. Pero si somos conscientes de ello, si nos ocupamos de “comerla” con conciencia, de acogerla con cuidado, nuestra vida se va modelando más y más según la Vida de Dios. Esto se puede hacer, por ejemplo, buscando en nosotras el deseo de que Dios nos alimente. Preguntándonos cuáles son nuestras sedes más profundas. Dedicando tiempo a encontrarnos con él, poniendo atención en estos encuentros para evitar que se vuelvan rutinarios y superficiales. Aceptando y agradeciendo lo que nos da, ofreciéndolo nosotras a otros a su vez…

De esta manera la Vida que recibimos de Dios irá encontrando en nosotras más caminos donde desplegarse, nos irá llenando y se hará presente en todos los aspectos de nuestra vida.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a descubrir en nosotras la sed de ti, y a acoger la Vida plena que nos ofreces.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La misma “Vida” de Dios nos atraviesa y vivifica.

Domingo, 18 de agosto de 2024
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communion-chaliceDOMINGO 20º (B)

Jn 6,51-59

El evangelio del hoy, no solo es continuación del domingo pasado, sino que se repite el último versículo, para que no perdamos el hilo. Ya dijimos que todo el capítulo está concebido como un proceso de iniciación. Partiendo del pan compartido, ha ido progresando hasta la oferta definitiva de hoy. Después de esa oferta, ya no queda más alternativa: o seguir a Jesús o abandonar la empresa y seguir cada uno el camino de su ego.

¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Para los judíos del tiempo de Jesús, el ser humano era un bloque monolítico, ni siquiera tenían un término para designar lo que nosotros llamamos alma sin el cuerpo o cuerpo sin el alma. Hablar de carne, era hablar de la persona entera. Esa carne es su misma realidad humana, no carne física separada. Para un judío, la idea de comer la carne de otro, era sencillamente repugnante, porque significaba que se tenía que aniquilar al otro para hacer suya su sustancia vital.

Si no coméis la carne de este Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. Jesús no suaviza su propuesta, la hace aún más dura. Si era inaceptable el comer la carne, peor aún para un judío la sola idea de beber la sangre, que para ellos era la vida, propiedad exclusiva de Dios, con prohibición absoluta de comerla. Jesús les pone como condición indispensable para seguirle que coman su carne y beban su sangre. Juan insiste en que, eso que les repugna, es lo que deben hacer con Jesús. Apropiarse de su energía y de su misma vida.

En este capítulo se habla de  sarx  “carne”, pero en todas las referencias a la eucaristía de los sinópticos y de Pablo se habla de swma “cuerpo”. Nosotros confundimos los dos términos, pero para los judíos eran cosas muy diferentes. Carne es el aspecto más bajo del hombre, la causa de todas sus limitaciones. Cuerpo significa el aspecto humano que le permite establecer relaciones; sería el sujeto de todos los verbos: yo, tú, él… Es la persona, el yo como posibilidad de enriquecerse o empobrecerse en sus relaciones con los demás.

Al entender “cuerpo” como la parte física, hemos tergiversado la comprensión de la eucaristía. Para ser fieles al relato evangélico, tendríamos que traducir: “esto es mi persona, esto soy yo”. Sin olvidar, que lo esencial, no es lo que dijo, sino lo que hizo. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En esto coinciden los tres sinópticos. No se trata de un pan cualquiera, sino de un pan, tomado, eucaristizado, partido y repartido. Después de eso, Jesús queda identificado con ese pan, que se parte y reparte.

Al hablar de “carne”, Juan entra en una nueva dinámica. Trata de decirnos que lo que tenemos que hacer nuestro de Jesús es su parte más terrena, la realidad más humilde y baja de su ser. No se trata de olvidarnos de lo que somos, sino asumirlo. Tenemos que imitar lo que él es en la carne, pero gracias al Espíritu. Está pensando en el significado más profundo de la encarnación, al que Juan da más importancia que a la misma eucaristía.

Cuerpo y sangre son dos signos muy diferentes. El primero hace referencia a la persona en su vida normal de cada día. El segundo, sangre, hace referencia a la vida. Cuando la sangre se escapa, la vida también desaparece. Cuando Jesús dice que tenemos que comer su cuerpo y beber su sangre, está diciendo que tenemos que apropiarnos de su persona y de su vida. La prueba de que está hablando de símbolos, y no de una realidad concreta, está unas líneas más abajo: “El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada”. Hemos devaluado la eucaristía al entenderla de manera física y material.

El comer y el beber son símbolos increíblemente profundos de lo que tenemos que hacer con la persona de Jesús. Tenemos que identificarnos con él, tenemos que hacer nuestra su propia Vida, tenemos que masticarlo, digerirlo, asimilarlo, apropiarnos de su sustancia. Esta es la raíz del mensaje. Su Vida tiene que pasar a ser nuestra propia Vida. Solo así haremos nuestra la Vida de Dios. Lo que Jesús les dice es precisamente lo que hiere su sensibilidad. No se trata de la biología, ni en Jesús ni en nosotros. Se está hablando de la VIDA de Dios.

Por activa y por pasiva, insiste Jesús en la necesidad de comer su carne y beber su sangre. El que come mi carne… tiene vida definitiva. Si no coméis la carne… no tendréis vida en vosotros. Si hemos comprendido de qué Vida está hablando, descubriremos lo que significa: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Es comida y es bebida porque alimentan la Vida que no es la biológica. Esto fue difícil de aceptar para ellos y sigue siendo inaceptable para nosotros. A continuación, lo explica un poco mejor.

El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Cuando nos referimos a la eucaristía, nos fijamos en la segunda parte de la proposición, “yo recibo a Jesús y Jesús está en mí”, pero olvidamos la primera. Pero resulta que lo primero y más importante es que “yo esté en él”. Otra vez se ve claro que se trata de un símbolo que se tiene que hacer realidad en mí. De nosotros depende hacernos, como Jesús, pan partido para dejar que nos coman. Acostumbramos a considerar la “gracia” como consecuencia automática de unos ritos, sin darnos cuenta que en la vida espiritua­l no hay automatismo.

Como a mí me envió el Padre que vive y así yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá por mí. Una vez más hace referencia al Padre. El designio de Dios es comunicar Vida a Jesús y nosotros. La actitud del que se adhiere a Jesús debe ser la misma que él tiene hacia su Padre: recibir la Vida y comunicarla a los demás. Al hacer nuestra su Vida, hacemos nuestra la misma Vida de Dios. Cuando Jesús dice “Yo y el Padre somos uno”, está diciendo cual es la meta de todo ser humano. Esa identificación con Dios es el punto de partida de toda vida humana. Se trata de descubrirla y vivirla.

Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron; quien come pan de este vivirá para siempre. Una y otra vez se repite la idea, señal de la importancia que el evangelista quiere darle. Seguramente la polémica seguía con los judíos que se habían hecho cristianos. No acababan de aceptar el nuevo significado de Jesús, más allá de reconocerlo como Mesías o profeta. Al evangelista, lo que le interesa es dejar claro el sentido de la adhesión a Jesús. Existen dos panes bajados del cielo (venidos de Dios), uno espiritual, su persona; otro material, el maná.

La eucaristía, el discurso del pan de vida y el lavatorio de los pies, están conectados, pero cada uno tiene un matiz diferente que ayuda a entender la realidad a la que hacen referencia cada uno de los tres símbolos. La eucaristía resalta el aspecto de entregarse a los demás, dejarse comer para desplegar la vida de Dios. El discurso del pan de vida acentúa la necesidad de descubrir ese alimento en la carne, en lo perceptible de Jesús. En el lavatorio de los pies, se resalta el aspecto de servicio a los demás. Lavar los pies era una tarea de esclavos. La diaconía es la clave para entender la nueva comunidad.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Por sus frutos los conoceréis.

Domingo, 18 de agosto de 2024
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IMG_6823IMG_6821Jn 6, 51-58

«Si no coméis de mi carne y bebéis de mi sangre no tendréis vida en vosotros»

No nos cuesta ningún esfuerzo entender a Jesús como alimento; en admitir que alimentamos nuestro espíritu cuando vivimos de acuerdo a sus criterios. En el episodio de la samaritana (complementario de éste), Juan habla del agua viva que nos quita para siempre la sed de aquello que estropea nuestra vida, y en éste comienza hablado del pan de vida que nos alimenta para caminar hacia la casa del Padre.

Pero cuando a continuación se presenta a Jesús diciendo que hay que comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna, nos quedamos tan desconcertados como la gente que le escuchaba. Y todavía quedamos más desconcertados cuando en los textos sinópticos de la última cena se relatan unas palabras de Jesús que parecen reforzar esa idea: «Éste es mi cuerpo… ésta es mi sangre» … Había que encontrar el significado de estas expresiones tan paradójicas, y los teólogos pronto se pusieron a ello.

Algunos Padres de la Iglesia defendieron una presencia simbólica de Jesús en el pan y el vino, pero la tónica general desde el siglo IV es la defensa de lo contrario: el pan y el vino se convierten realmente en cuerpo y sangre de Cristo. El IV Concilio de Letrán (siglo XIII) habla del pan y del vino transustanciados en el cuerpo y la sangre de Cristo. El Concilio de Trento (siglo XVI) da carácter de dogma esta doctrina.

¿Y a qué carta apostamos nosotros, los creyentes del siglo XXI?… La jerarquía nos insta, lógicamente, a aceptar el dogma, pero nuestra cultura ilustrada nos dice que la conversión de una cosa en otra como consecuencia de un conjuro es magia, y nos cuesta aceptar la presencia de elementos mágicos en el evangelio. Y es aquí donde se produce una dicotomía entre cristianos que, lejos de ser negativa, tiene la virtud de poner a prueba la madurez de la fe de unos y otros.

Podemos definir al cristiano como aquel que escucha la Palabra y responde a ella, es decir, el que ama y sirve a los demás: «En esto conocerán que sois mis discípulos; en que os améis los unos a los otros» dice el evangelio– «En todo amar y servir»decía Ignacio de Loyola–. Y ya está… y no hay más… y, desde esta perspectiva, vemos que esa dicotomía que antes mencionábamos pierde su importancia porque se refiere a lo secundario y no a lo fundamental.

El modo concreto en que yo crea resulta irrelevante, porque lo importante son los frutos. Es indiferente que yo crea que la misa es un Santo Sacrificio que recrea la inmolación del hijo de Dios para redimirnos de los pecados… o que la considere Eucaristía, acción de gracias heredera de las Cenas del Señor. Es irrelevante que yo crea que las palabras del oficiante producen la transustanciación del pan y del vino… o que considere la consagración como un recuerdo entrañable de las palabras de Jesús justo antes de morir: «Haced esto en memoria mía». O que crea que al comulgar me estoy comiendo a Jesús… o que estoy comulgando con él; con sus criterios y con el proyecto colosal que nos encomendó…

Lo relevante no son mis creencias, sino los frutos que producen mis creencias.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Pan de Vida.

Domingo, 18 de agosto de 2024
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Frank White, Dayton Moore, David DeJesus, Kevin Uhlich and Royals staff serve Thanksgiving lunch at City Union Mission KANSAS CITY, MO (Nov. 18, 2008) - The Kansas City Royals will reach out to area families in need this holiday season by volunteering at the City Union Mission on Friday, Nov. 21. Royals Hall of Fame second baseman Frank White and outfielder David DeJesus will join Senior Vice President-Baseball Operations/General Manager Dayton Moore and Senior Vice President-Business Operations Kevin Uhlich as well as other Royals associates in serving a Thanksgiving feast to guests at City Union Mission's two area facilities. White and Moore will help serve 100 guests at the Family Center, located at 1310 Wabash in Kansas City, Mo., beginning at noon. DeJesus and Uhlich will follow by serving meals to 250 guests from the Men's Center beginning at 12:30 p.m. Due to ongoing renovations at City Union Mission, this meal will be served across the street in the Christian Life Program facility, located at 1111 E. 10th St. Since 1924, the City Union Mission has provided warm beds, nutritious food and a safe place for thousands of poverty stricken and homeless men, women and children in the Kansas City area. The Christian ministry receives no government support, but rather relies solely on support from individuals, churches, foundations, organizations and businesses. Through their two locations, which are both open 24 hours a day, 365 days a year, City Union Mission offers half of the emergency shelter beds in downtown Kansas City. This is the third year the Royals have partnered with City Union Mission to serve a Thanksgiving meal.Frank White, Dayton Moore, David DeJesus, Kevin Uhlich y el personal de los Royals sirven el almuerzo de Acción de Gracias en City Union Mission

Jn 6,51-58

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, “el pan es mi carne para la vida del mundo”. El evangelio de hoy, continuación del que escuchamos el domingo pasado, hace hincapié en la presentación de Jesús como el pan de vida y nos remite a la experiencia de la Eucaristía que, en la comunidad a la que se dirige, se celebra y comparte.

Comer el pan y beber el vino son dos acciones llenas de sentido para el pueblo creyente. Reaviva experiencias como la de ser alimentados por Dios en el desierto (cf. Ex 16) o la de compartir el banquete esperado y prometido por los profetas (cf. Is 25,6). Este simbolismo, tras la experiencia pascual, adquiere para los seguidores de Jesús su máximo sentido. Comer el pan y beber el vino aluden ahora a la entrega de Jesús, a la entrega absoluta de su vida por amor y “para la vida del mundo”.

Entrega absoluta, porque el término semítico “carne” (hasta seis veces nombrado) hace alusión al ser humano al completo. Jesús, al entregar su carne, se entrega a sí mismo en su totalidad. Su persona, su vida, su historia… Nos lo entrega todo. Y al dárnoslo nos promete una vida “para siempre” que es una vida “en Él”, habitándole y siendo habitados por Él.

Con estas palabras somos invitados a vivir la Eucaristía hoy de un modo nuevo. Este sacramento, donde la acción de gracias y el ejercicio de la memoria son esenciales, nos impele a preguntarnos: ¿me doy cuenta de lo que significa comer este pan? ¿soy consciente de que, al tomarlo, estoy acogiendo no solo el recuerdo de Jesús, sino a Él mismo, sus palabras, sus acciones, sus sentimientos, sus decisiones…? ¿hago todo esto verdaderamente mío? ¿me identifico de este modo con Él?

Porque comulgar no es otra cosa que reafirmar la comunión con Él, con su vida y su entrega por todos. Y esa común-unión nos remite no solo a la unión entre todos los que formamos parte de la comunidad creyente, sino a la unión con toda la humanidad y con toda la Creación y, aún más, con Cristo mismo. Una común-unión con Él en la que quedamos comprometidos a vivir “por Él, con Él y en Él”, como repetimos en la doxología con la que culmina plegaria eucarística.

Cuando hoy vayamos a comulgar –y, ojalá, todos los días– tengamos todo esto presente. La primera lectura, del libro de los Proverbios, nos alienta: “vengan aquí los inexpertos”… No es un banquete para los sabios de este mundo ni para los más poderosos… sino para quienes, con temor y temblor, se abran a desear ser uno en Él contando no con sus propias fuerzas sino con la entrega primera de quien nos amó hasta el extremo.

Al ir a tomar este pan de vida recordemos lo que los Padres señalaban: Tomad aquello que sois: Cuerpo de Cristo. Sed aquello que tomáis: Cuerpo de Cristo”.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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De la catequesis a la comprensión

Domingo, 18 de agosto de 2024
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IMG_6757Domingo XX del Tiempo Ordinario

Domingo 18 de agosto de 2024

Jn 6, 51-58

Los comentaristas del cuarto evangelio manifiestan su sorpresa ante el salto que se da del “pan” a la “carne” cuando, en el capítulo 6 del mismo, se quiere afirmar a Jesús como alimento de la comunidad de discípulos. Se aprecia así, en el citado capítulo, de qué manera el llamado “discurso sobre el pan de vida” (6,22-50) termina convirtiéndose en un “discurso eucarístico” (6,51-71).

No extraña que semejante cambio provocara una reacción de resistencia en el grupo de discípulos, para quienes “esta doctrina es inadmisible” (6,60). El glosador, sin embargo, se encargará de “reconducir” la protesta, apelando al poder de Jesús y a la fe en él. Sin embargo, no deja de ser curioso que termine poniendo en boca del Maestro la afirmación que vuelve a vincular el alimento con la palabra:Tus palabras dan vida eterna” (6,68).

Más allá del momento en que se dio tal paso en las primeras comunidades, me parece que, en la actualidad se sigue viviendo ese rito, pero otorgándole un significado simbólico. No se necesita creer en la “materialidad” de la carne como alimento para saberse sostenido y alimentado por Aquello que somos en profundidad. Los cristianos lo proyectan en Jesús: esa es su creencia.

Sin embargo, me parece que es posible dar un paso más. De manera similar a como los primeros cristianos superaron la ortodoxia judía, atreviéndose a confesar que el Dios trascendente se hacía humano en Jesús, a nosotros nos es posible comprender que aquello que el cristianismo afirma de Jesús es en realidad lo que somos todos.

Para un judío ortodoxo, JHWH es “el totalmente Otro”, el único Dios que ha creado y rige los destinos del mundo. Para un cristiano ortodoxo, Jesús es la encarnación “material” de Dios que, de manera absolutamente única y excluyente, se hace en él uno de nosotros. Desde un nuevo nivel de consciencia, se llega a comprender que, tanto aquello afirmado sobre JHWH, como lo que se confiesa de Jesús, es el mismo y único Fondo último de todo lo real y de todos nosotros. Por lo que, con todo respeto, tanto al ortodoxo judío como al ortodoxo cristiano, cabría decirles: en nuestra identidad profunda, somos Eso mismo que vosotros afirmáis de JHWH o de Jesús; solo necesitamos caer en la cuenta, reconocerlo y dejarnos vivir desde ahí. Esa es la conversión (meta-noia), que es una con la comprensión. Si a esto se le quiere llamar “gnosticismo”, no hay ningún problema. Porque, así entendido, es sinónimo de comprensión profunda, experiencial o vivencial. Fuera de esta comprensión, todo lo demás son únicamente creencias, es decir, conocimientos de segunda mano. Por lo que, antes o después, en toda búsqueda sincera, se hará presente la cuestión: Más allá de todo lo que me han enseñado, de todo lo que he recibido, ¿qué puedo afirmar por mí mismo, como fruto de haberlo experimentado?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Se puede tener mucha ciencia y no saber vivir (Sabiduría)

Domingo, 18 de agosto de 2024
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IMG_7855Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. Sabiduría y sensatez.

        Las dos primeras lecturas de hoy nos hablan de vivir en sabiduría y sensatez, sensatamente, no estéis aturdidos.

        Nuestra tradición cultural europea (occidental) dio un brusco giro en el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración (siglo de las luces), de la razón. Es el siglo de la Revolución francesa (1789).

Lenta y casi inconscientemente fuimos prescindiendo de pensar y vivir desde la fe y la religión a vivir exclusivamente de la razón. Pasamos de la biblia a la ciencia, de la esperanza al progreso, del poder sagrado al poder laico (laicismo).

        Es el pensamiento moderno que nosotros lo vivimos casi sin darnos cuenta. El hombre moderno confía en las ciencias, en la razón, en el progreso de la medicina, de la tecnología, etc. La solución está en la política, en la tecnología, no en la Iglesia ni en la religión.

        (Creo yo que el hombre post-moderno -que somos nosotros- ya no confía en nada).

        Ciertamente la modernidad supone un valioso despliegue científico. Tenemos mucha ciencia, muchos conocimientos científicos, ahora ya  hasta la inteligencia artificial.

        Tenemos ciencia, conocimientos científicos, pero ¿tenemos Sabiduría?

        Con mucha sorna e ironía decía hace unos años el Director del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid en la lección inaugural de curso de la Facultad de Teología de Vitoria, decía que: entre los científicos algunos  -algunos- también piensan.

        Porque no es lo mismo ciencia que sabiduría.

  • La ciencia es el conjunto de conocimientos que se obtienen por verificación, comprobación. Es un mundo y un ámbito importante: en medicina, en tecnología, medios de comunicación, transporte, etc.
  • La sabiduría viene de sapere: saborear, saber vivir.

Se puede tener mucha ciencia, conocimientos y no saber vivir. Lo estamos viendo (y padeciendo todos los días).

Y también se puede tener escasos estudios, pocos conocimientos y saber vivir sensatamente y con gozo. Basta mirar a mucha gente sencilla, a nuestros mayores. No tenían conocimientos, pero sí sabiduría, sabían vivir.

Ante las grandes cuestiones de la vida: el sentido de la vida, cuestiones ético-morales, la muerte, la convivencia, etc. el hombre rural, el hombre primitivo estaba infinitamente mejor dotado que el ingeniero del parque tecnológico de Aiete o de donde fuere.

Por otra parte, los conocimientos no científicos y más bien existenciales son más envolventes que los científicos. Hay experiencias en la vida que no son científicas, incluso son más bien “irracionales”, pero son hondas y ayudan a saber vivir. Por ejemplo las vivencias provenientes del amor, de la amistad, de la familia, de la fe, del pueblo no son lo más mínimo científicas pero impregnan profunda y positivamente la existencia humana

Incluso también en otras cuestiones de la vida (positivas o negativas) convencimientos deportivos, de pueblos y patrias, convencimientos religiosos, políticos, son enormemente envolventes, te “pillan” -más o menos- toda la existencia.

Y no es lo mismo tener conocimientos, tener la razón que ser sensato. Se puede conocer, se puede tener razón y no ser sabio ni sensato. Esto ocurre con frecuencia en la familia, en quienes tienen poder en la comunidad, en la vida política, en la iglesia. Generalmente los que tienen fuerza y poder, los que regulan las leyes, e tienen la razón, pero muchas veces insensatamente. Esto nos pasa en la familia, en la vida de las comunidades religiosas, con muchos políticos y obispos de cuyo nombre no debo acordarme. Tienen razón (¿), pero no tienen sensatez

        Se trata de vivir sabiamente no tanto científicamente, se trata de ser sensatos en la vida.

02.- Transmisión de la sabiduría de la fe

        Enseñar a vivir sensatamente, transmitir sabiduría es una tarea noble, importante y a veces no fácil.

¿Cómo enseñar a vivir bien? No es fácil saber vivir y transmitir cómo vivir. (Absténganse políticos y medios de comunicación).

La ciencia se comunica en el aula, en la escuela. La sabiduría se transmite en la familia, en la amistad. La sabiduría se comunica casi por ósmosis y en gran medida en la vida familiar. El aprecio de la vida, el amor familiar, el respeto, el sentido de la vida, la fe, los valores éticos no se enseñan científicamente, se viven con los demás y así se aprenden, casi por “contagio”.

Es necesario un buen sistema docente, sin duda. Pero un sistema educativo, una universidad que se limite a transmitir meros conocimientos se convierte en un almacén de datos.

        De ahí la importancia de que los maestros y profesores no sean meros puestos de trabajo para ganar un sueldo, sino que debieran ser personas vocacionadas que enseñan más por su presencia que por lo que dicen. La escuela y la universidad actuales transmiten muchos conocimientos, ciencias, pero no me parece que comuniquen sabiduría, ni que enseñen a vivir, porque no se trata de enseñar cosas, sino de enseñar a vivir. Un maestro enseña más con su actitud ante los alumnos que con sus palabras.

JesuCristo no fue un profesor de religión que enseñara unos conocimientos de religión o cosa parecida. Jesús no fue un hombre científico, un “enterado” de la religión. Jesús fue maestro en el sentido más clásico: quien enseña no cosas, sino que enseña a vivir.

Creo que la fe se transmite principalmente en casa, al menos si hay fe en la familia y de modo afectivo, no doctrinal. Para transmitir la fe, el sentido de la vida, el sentido de la ética no hace falta grandes universidades ni medios.

03.- Alimento para la vida.

Continuamos meditando durante los domingos de este mes de agosto el capítulo 6º de San Juan sobre “pan de vida”.

        Alimentemos nuestras vidas con esa sabiduría y sensatez que dimanan del pan de vida, de Cristo como pan de vida.

        Seguramente la sabiduría no está en las masas sanfermineras o del cañonazo donostiarra, sino en los pocos sabios que en el mundo han sido

¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!

Fray Luis de León (1527-1591)

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“No hemos entendido a Jesús, si la eucaristía no nos compromete con la vida”, por Consuelo Vélez

Domingo, 18 de agosto de 2024
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De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XX del Tiempo Ordinario 18-08-2024

En este texto se concentra el misterio eucarístico: comer la carne y beber la sangre de Jesús

Jesús está hablando del significado del signo de su cuerpo y de su sangre, que supone un salto de fe, un nuevo horizonte, un situarse en la lógica del reino.

La eucaristía, antes que devoción individual es una experiencia comunitaria; antes que una obligación por cumplir es un compromiso de justicia

Habíamos anunciado el domingo pasado que al utilizar la expresión “es mi carne para la vida del mundo”, Jesús estaba introduciendo el signo eucarístico. Esta realidad será la que se desarrollará este domingo. Algunos especialistas sostienen que esta unidad es un texto litúrgico que fue introducido posteriormente para que el evangelio fuera mejor recibido. En efecto, en este breve texto se concentra el misterio eucarístico: comer la carne y beber la sangre de Jesús. El texto nos presenta lo que discuten los judíos entre ellos: ¿Cómo puede ese hombre darles a comer su carne? Y más complejo aún, beber su sangre”, que según las prescripciones judías estaba prohibido y, quién lo hiciera, sería condenado a muerte. Por esto es comprensible que este diálogo que, según el mismo texto acontece en la sinagoga de Cafarnaúm, no es fácil y se agudizan los dos niveles de los que hablamos el domingo anterior. Los judíos se toman “al pie de la letra” -diríamos con nuestros términos- lo que Jesús está diciendo y, por su parte, Jesús está hablando del significado del signo de su cuerpo y de su sangre, que supone un salto de fe, un nuevo horizonte, un situarse en la lógica del reino.

El evangelista Juan pone en boca de Jesús la expresión “en verdad, en verdad les digo” para mostrar el énfasis que Jesús está dando a su revelación: los que comen y beben su sangre, tendrán vida eterna mientras, los que no lo hagan, no tendrán esa vida. Además, el comer su carne y beber su sangre, engendra esa inhabitación mutua entre Jesús y los que lo reciben, ese permanecer en Él, término tan característico del evangelio de Juan.

Es el Padre el que envía a Jesús y Jesús comunica lo que su Padre le ha confiado. Una vez más recuerda a los judíos que sus padres murieron porque comieron un pan que no es su carne y su sangre, no era el pan que daba la vida eterna.

No podemos señalar más aspectos de este breve texto, pero, por la referencia eucarística, podríamos decir una palabra sobre nuestra vivencia actual de la eucaristía. Los cristianos respetan la eucaristía, la valoran, defienden la presencia real de Jesús en el pan y el vino eucarístico y acuden a recibirla con devoción y respeto. Pero no sobra recordar que podemos, muchas veces, enfrascarnos en discusiones similares a la de los judíos que hoy nos presenta el texto, referidas a todo lo anterior sin centrarnos en lo fundamental y definitivo del misterio eucarístico. Antes que una devoción individual es una experiencia comunitaria.Antes que un rito litúrgico es signo de la mesa compartida, en la que han de sentarse todos y todas, hijos e hijas del mismo Dios padre/madre. Antes que una obligación por cumplir es un compromiso de justicia por vivir. En verdad, la eucaristía como misterio central de nuestra fe ha de vivirse en la dinámica de esa mutua pertenencia: la eucaristía nos lanza a la vida y la vida es la que se celebra en la eucaristía. Conviene revisar nuestras eucaristías para que ellas revelen a Jesús y nos comuniquen la fuerza para hacer lo que Él hizo, liberándola de un rito intimista y vacío que Dios mismo rechaza y no dice nada a nuestros contemporáneos.

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15 de Agosto de 2024. Solemnidad de La Asunción de María.

Jueves, 15 de agosto de 2024
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1ª LECTURA

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.

***

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R.

***

2ª LECTURA

1Corintios 15,20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

***

EVANGELIO

Lucas 1,39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(15 de Agosto de 1977)

***
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SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Rasgos de María”: La Asunción de la Virgen María (B)

Jueves, 15 de agosto de 2024
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Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970) Visitación de María a su prima IsabelMi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

La visita de María a Isabel permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús, antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.

María, que ha llegado aprisa desde Nazaret, se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos a lo largo de los siglos a partir de advocaciones y títulos alejados de los evangelios.

María, «la madre de mi Señor»

Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es antes que nada la Madre de nuestro Señor. De ahí arranca toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. «Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».

María, la creyente

Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.

María, la evangelizadora

María ofrece a todos la salvación de Dios, que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no solo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.

María, portadora de alegría

El saludo de María comunica la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate… el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.

José Antonio Pagola

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15 de Agosto. Asunción de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”

Jueves, 15 de agosto de 2024
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IMG_6457De Koinonia:

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal:Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario.
Salmo responsorial: 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
1Corintios 15,20-27a: Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo.
Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.

La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.

La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción gloriosa» de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No fue ascensión real, física, la «ascensión» de Jesús; mucho menos será asunción física la asunción de María. Esa «asunción gloriosa» es una manera de hablar, que quiere decir algo, algo importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos– ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material.

Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.

La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.

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