Es propio de los textos sagrados absolutizar una norma moral, que se consideraba fundamental en la época en que fueron escritos. Por eso, cuando, con el paso del tiempo, aparece en los humanos una forma diferente de verla, las religiones -en general, todos los que hacen una lectura literalista de aquellos escritos- alzan la voz contra el cambio, reclamando que se siga cumpliendo lo que la moral religiosa propugnaba.
Esto es especialmente palpable, como era de esperar, en lo relativo al campo de la sexualidad: un tema sensible e incluso tabú para el mundo religioso, en el que, sin embargo, los cambios culturales han sido vertiginosos en un tiempo relativamente breve. Basta ver, como muestra, el modo como se plantea todavía hoy la cuestión de la homosexualidad en no pocos ámbitos religiosos, que la siguen considerando como “pecado nefando”.
El problema no es otro que la absolutización de lo que en su momento era una norma intocable, unida al literalismo aplicado a la lectura de los textos religiosos. Lo absolutizado se considera de validez eterna, porque se cree -eso dice la lectura literal- que expresa, sin excepciones posibles, la voluntad divina.
En mi opinión, ambos principios son, sin embargo, erróneos: absolutización y literalismo han sido también creencias socialmente construidas, que no se sostienen nada más que en la adhesión ciega de un cierto fanatismo, que prefiere la seguridad del “siempre ha sido así” a la indagación honesta de la verdad, desde el propio momento que nos toca vivir.
Viniendo al texto que leemos hoy, nadie duda de que en todo amor genuino se busca “ser dos en una sola carne”. Pero una cosa es el horizonte hacia el que se camina y otra, en ocasiones bien diferente, lo que es posible vivir a una pareja concreta. Son tantos los condicionamientos de todo tipo -la mayor parte de ellos y los más graves, inconscientes- que puede llegar el momento en que el divorcio sea la actitud más adecuada.
Comentarios desactivados en El divorcio no es un triunfo sino una terapia
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Matrimonio / Familia
La Palabra de este domingo aborda esta realidad tan humana como difícil que es el matrimonio: sus dimensiones, sus problemas.
No es bueno que el hombre esté sólo hemos escuchado en la primera lectura.
El ser humano no se realiza sólo, sino que somos personas y ser persona significa “ser en relación”. No somos solamente individuos aislados, sino que somos, vivimos y nos realizamos con los demás en el mundo. El ser humano vive en grupo en familia, con el pueblo, con la sociedad, con los amigos, con Dios. Somos relación.
La afectividad, la sexualidad y el amor son también una relacionalidad.
02.- Los seres humanos somos iguales en dignidad.
De una manera mítica, casi como un dibujo animado, el Génesis nos dice que la mujer nace de la costilla de Adán: podría significar que hombre y mujer son del mismo aliento vital (respiración), lo cual significa que somos y tenemos la misma dignidad: hombre y mujer los creó.
Pero las antropologías de los pueblos, las mismas religiones han creado una sima en la apreciación y valoración entre el hombre y la mujer. (Los movimientos feministas actuales dan fe de esta situación).
Esta cuestión habría que tenerla en cuenta a la hora del problema de la unión y así como de la posible ruptura matrimonial (divorcio).
Por otra parte, en el AT el divorcio era un derecho del hombre, no de la mujer. La mujer no podía pedir la ruptura.
03.- Realidades tan hermosas como difíciles.
Las lecturas de la Eucaristía de hoy nos sitúan ante importantes dimensiones de la vida: el amor, la afectividad, la sexualidad, el matrimonio, la convivencia, la familia, las relaciones, etc., realidades hermosas, pero al mismo tiempo, difíciles. La convivencia, lo social y comunitario es difícil siempre.
Y hoy en día es mayor la complejidad de los problemas porque se da un maremagnum de concepciones diversas de la sexualidad, modos de legalizar -o no- el matrimonio canónico, civil, parejas de hecho, parejas del mismo sexo, trans, duración del amor, el sentido de la fidelidad y de la responsabilidad, las posibles rupturas
04.- El matrimonio es una unión en amor.
Se supone que cuando una pareja se casa (seamos clásicos), es porque se aman y deciden compartir la vida y realizarla juntos.
¿Pero cómo vivir esta realidad cuando el amor fracasa?
Lo primero que podemos decir es que ha fracasado un proyecto vital.
Un matrimonio puede fracasar por mil motivos: por desaveniencias, infidelidades, incompatibilidades, desencuentros, enfrentamientos familiares, motivos económicos, etc.
05.- El fracaso del divorcio como terapia
¿Es necesario la separación o el divorcio?
El divorcio es la salida a un amor que ha llegado a punto muerto, es una cierta terapia a un fracaso del amor originario.
A algunos católicos les encantaría que Roma permitiera el divorcio y los divorciados que han vuelto a casarse pudieran comulgar
De hecho en algunas Iglesias ortodoxas permiten segundas nupcias como una salida al fracaso del primer matrimonio, con el sentido de “remedio” por aquello de que mejor casarse que quemarse” (1Cor. 7: 9). Port otra parte, todo el mundo tiene derecho a rehacer su vida.
Pero el divorcio (o la nulidad), necesario por otra parte, no solucionaría el problema de fondo.
Los fracasos matrimoniales y el divorcio no son una cuestión eclesiástica, aunque esta cuestión adquiere una dimensión especial en la iglesia. El fracaso en el amor es una cuestión humana.
Creo yo que el divorcio no es un éxito sino una terapia para un fracaso.
Hay situaciones insostenibles de malos tratos, de incomprensión, de incompatibilidad, diferencias, de infidelidad, de hijos que pueden hallar salida en el divorcio (o nulidad).
Un divorcio / separación no es sino que un amor en punto muerto. Hasta aquí hemos llegado y no podemos continuar. Todo lo que había de amor, ilusión, proyectos, encuentro, etc. ha concluido.
Algunas situaciones se solucionan con el divorcio, pero el fracaso del amor, el sufrimiento, no. La imposible convivencia, la educación de los hijos, incluso la economía pueden encontrar salida en un divorcio, pero el fracaso y el problema de fondo permanecen.
De hecho el divorcio es una legislación que legaliza una ruptura, pero no mejora a las personas. Puede mejorar algunos aspectos de la vida, pero no mejora la situación del fondo de la persona.
El divorcio no vuelve buenos y fieles a los divorciados
Es un ejemplo: Si un juez absuelve o concede la amnistía a un delincuente, ello no significa que tal delincuente mejore su condición íntima moral, personal.
06.- Fidelidad
El problema de fondo es el de la fidelidad personal. Fidelidad no solamente en el plano sexual, que también, sino fidelidad a la persona: fidelidad para con uno mismo y para los demás: esposo / esposa e hijos.
Los humanos somos “trenes” de largo recorrido, no “express”. Nuestra vida se configura con compromisos existenciales: compromisos propios personales: de matrimonio, de vocación, de responsabilidades, de fidelidad a los talentos que Dios nos ha dado, fidelidades a las personas que conviven con nosotros, fidelidad a Dios.
07.- Que Dios ayude a vivir el amor.
Que Dios nos ayude a vivir en el amor original de la vida.
Que nos mantengamos en la fidelidad al amor y a las responsabilidades de la vida
Comentarios desactivados en “Mujeres, niños y tantos excluidos: principales destinatarios del Reino”, por Consuelo Vélez
De su blogFe y Vida:
Comentario al evangelio del domingo XXVII del Tiempo Ordinario 6-10-2024
Jesús está hablando desde otro contexto, otra cultura y por eso, el énfasis de este texto no está puesto en si Jesús condena el divorcio sino en la postura de Jesús frente a las mujeres.
Entender los valores del reino de Dios que siempre pone de primeras a los excluidos, no porque sean mejores, sino porque el reino es gratuidad
Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: ¿Puede el marido repudiar a la mujer? Él les respondió:
+ ¿Qué les prescribió Moisés?
Ellos le dijeron:
– Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.
Jesús les dijo:
+ Teniendo en cuanta la dureza de su corazón escribió para ustedes este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo:
+ Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Le presentaban unos niños para que los tocara: pero los discípulos les reñían. Más Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo:
+ Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impida, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él. Y abrazaba a los niños y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
(Mc 10, 2-16)
El evangelio de Marcos nos trae este domingo dos escenas que nos van a recordar quiénes están en el centro del Reino de Dios. En este caso se va a referir a las mujeres y a los niños. Pero veamos, en cada caso, cuáles son las connotaciones propias.
Sobre las mujeres, el contexto es de poner a prueba a Jesús con las preguntas que le hacen. Los fariseos conocen perfectamente la Ley, pero al hacerle ese tipo de preguntas a Jesús muestran la intencionalidad de ver qué dice para poder acusarlo. Es una actitud que está presente en algunos sectores de Iglesia. Aferrados a leyes y normas hacen preguntas que no siempre se pueden responder con un sí o con un no, pero precisamente así quieren acusar al interrogado de estar del lado de la norma o de no estar. Vale la pena recordar que los asuntos humanos son mucho más complejos y por eso no se resuelven con una respuesta afirmativa o negativa. En estos casos no podemos olvidar que ha de intervenir siempre el discernimiento, la atención a las situaciones concretas que rodean cada caso y, en último término, al recinto sagrado de la conciencia de cada uno -por supuesto una conciencia moral bien formada- que toma la última decisión.
Pero volvamos al caso que nos ocupa. Los fariseos le preguntan a Jesús si el marido puede repudiar a la mujer. Jesús responde apelando a lo dicho por Moisés y aclarando que ese precepto se debe a la dureza del corazón de las personas. Continúa diciendo que, desde el principio, Dios creó al varón y a la mujer y la pareja humana está llamada a ser una sola carne. Por eso, aquello que es contrario al plan original de Dios, resulta inaceptable. Precisamente, la figura esponsal remite al amor de Dios a su pueblo, amar fiel para siempre.
Conviene advertir que Jesús está hablando desde otro contexto, otra cultura y por eso, el énfasis de este texto no está puesto en si Jesús condena el divorcio sino en la postura de Jesús frente a las mujeres. En esa cultura ellas no pueden tomar la decisión de separarse y, por el contrario, el varón puede hacerlo por casi cualquier motivo. El firmar el acta de repudio pareciera que liberaría a la mujer para casarse de nuevo, pero en la práctica, era muy difícil que eso ocurriera. La mujer repudiada corría la suerte de las viudas, totalmente desamparada. El apelo, entonces, a que la separación no debería ocurrir porque no es la voluntad de Dios, responde más a salvaguardar la vida y dignidad de las mujeres. Si lo miramos desde la actualidad hemos de recordar que ninguna violencia contra las mujeres ha de ser tolerada, así eso suponga la ruptura del vínculo matrimonial.
Marcos en su evangelio señala la casa como aquel lugar de intimidad, donde se reúne la familia del reino y dónde se puede instruir sobre dichos valores. Por eso el evangelio se refiere a la pregunta que nuevamente los discípulos le hacen a Jesús, estando ya en casa, sobre el mismo tema. Jesús sigue insistiendo en la llamada a la vivencia de ese amor que es capaz de hacer de dos un proyecto común, pero sin que eso signifique que Jesús está respondiendo a problemas actuales de manera literal.
Continua el evangelio tomando como centro de la conversación a los niños y, en este contexto, ellos son símbolo de la gratuidad del reino. No hay que hacer ningún mérito para recibir el don del reino. En efecto, los niños no son apreciados en esa cultura hasta que se hagan mayores de edad y por eso, más que símbolo de inocencia o de pureza, son signo de exclusión que Jesús corrige al bendecirlos poniendo las manos sobre ellos. Y, precisamente, el reino se da a todos aquellos que la sociedad excluye, juzgando que no merecen nada. Jesús pide esa actitud de saberse nada para entender, por contraste, la gratuidad del reino que se nos regala.
Busquemos, entonces, entender los valores del reino de Dios que siempre pone de primeras a los excluidos, no porque sean mejores, sino porque el reino es gratuidad real y verdadera.
(Foto tomada de: https://www.redentoristasdecolombia.com/mujeres-y-ninos/)
ECLESALIA, 13/09/24.- Con estas, o similares palabras, trasladan al castellano el versículo 42 del evangelio de Mateo, todas las ediciones del Nuevo Testamento que he manejado o he podido consultar. Cinco de ellas hechas el siglo pasado por un especialista, o por varios en colaboración; todas ellas presentadas, con el marchamo de la aprobación eclesiástica, como fiables versiones rectas del texto griego tenido por primitivo.
“Les dijo Jesús: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores, ésta vino a ser la angular; por obra del Señor fue hecho esto y es maravilloso a nuestros ojos?”
(Mt 21,42).
Sin embargo, no es exactamente eso lo dicho en el versículo; ni puede tal traducción tomarse como compendio válido del mismo. Fuerza a afirmarlo la flagrante violación de la concordancia de género, que debe reinar siempre en el lenguaje y que, además, exige el señalamiento deíctico del demostrativo. Para comprobarlo, veamos los del versículo.
El primero es el pronombre οὗτος→ éste. Figura, como es trillado, en singular masculino y está en nominativo. Tiene por ello que ser sujeto y serlo por cuenta de un sustantivo o nombre, propio o común, en singular, del mismo género, al que señale, sustituya, o se refiera. El único que hay en el texto y que puede serlo, es λὶθον→ piedra, palabra en griego usada en masculino, pero siempre femenina en español.
Ello obliga al traductor a poner el demostrativo en femenino, para no vulnerar la concordancia de género, que también debe ser guardada en castellano, como es resabido.
Al traducir de un idioma a otro, toléreseme la perogrullada, se cambian las palabras, pero no el contenido conceptual o ideológico. En el ámbito propio del idioma al que se traduzca, lo que importa es decir lo mismo que en el original, sean o no coincidentes con el de éste, el léxico usado, la gramática y la sintaxis.
Aquí, por la especificación que da el propio original griego mediante la oración de relativo: ὅν→ que ἀπεδοκίμασαν→ desearon οἱ→ los οἰκοδομοῦντες→ constructores, vemos que no se habla de la piedra en general, ni de cualquier piedra; sino de la que había sido rechazada por los constructores. Es lo que debe expresar cualquier versión y es lo único que quiero expresar, en la síntesis de las versiones castellanas con que empecé esta nota.
El bloque desdeñado, la piedra descartada, es pues, el antecedente al que se refiere el pronombre οὗτος→ este, y de este es del que se dice: ἐγενήθη→ se convirtió είς→ en κεφαλὴν→ cabeza γωνίας→ de ángulo, o llegó a ser…, o resultó ser…, o…etc.
Permítaseme aclarar que κεφαλήν γωνίας→ cabeza de ángulo, se llamaba al bloque elegido para ser colocado en la parte alta de dos muros de carga que hicieran ángulo. Con ello se pretendía asegurar y consolidar la firmeza de la construcción. Era como sillar de longitud notoriamente superior a la de los otros bloques esquineros, que también se usaban con el mismo fin, asentándolos alternativamente en cada uno de los dos muros del ángulo, a modo de madera contrapeada. Por su magnitud en relación a éstos últimos, puede que haya quien traduzca “principal piedra angular”, en vez de “cabeza de ángulo”, mermando tal vez con ello el tono poético que tiene la prosa del versículo.
Al destacar de las demás piedras por su tamaño y posición elevada, la cabeza de ángulo se usaba también, por lo menos en edificios de cierto realce, para inscribir en ella los datos históricos de su construcción y se adornaba, en lo posible. con grabados y signos.
Κεφαλὴν→ cabeza: acusativo de voz tan femenina en griego como en español, es el único nombre singular que hay en el original griego, que concuerde en número y en genero gramatical con αὕτη→ esta y, en consecuencia, pueda ser su término referencial. Esta, (en griego nominativo singular, género femenino por lo recién dicho), es forma tan sabida de la declinación del pronombre, como la anterior masculina οὗτος→ este, y es sujeto, obviamente, de los dos verbos finales, ἐγένετο→ fue hecha y ἒστιν→ es.
Θαυμαστὴ→ maravillosa: también nominativo singular femenino, de un adjetivo calificativo de tres terminaciones, es predicado nominal de esta, como lo es verbal παρὰ Κυρίου ἐγένετο→ por intervención del Señor fue hecha. Y tras esta afirmación, concluye el versículo con la aserción de lo maravillosa que es la cabeza de ángulo. ἑν όφθαλμοῖς→ a los ojos ὴμῶν→ nuestros.
Recalco: lo maravilloso a nuestros ojos no es que el Señor cambiara el destino de la piedra. ¡No! No es esto, sino forzosamente la piedra misma resultante de su intervención. La exigencia de concordancia y los femeninos κεφαλὴν→ cabeza, αὕτη→ esta y θαυμαστὴ→ maravillosa, repelen y obligan a repudiar el neutro esto, aunque lo avalen usualmente los censores eclesiásticos de turno y lo den los peritos, en razón tal vez más de docilidad sistémica, que de sumisión a los datos.
Puede que a ellos ni les llegue que hay quien se atreve a corregirles, o, incluso que, enterados, hagan oídos sordos. Es lo que una muy larga experiencia me dice suele pasar, con los que, aun siendo expertos, tienen su saber sometido a criterios espurios y encima resulta que son corregidos por uno que no pasa, en la materia, de provecto aprendiz del siglo pasado.
Por eso, aunque para una cuestión tan simple y elemental como esta, baste con el rescoldo ceniciento de un vetusto aprendizaje, reafirmo mi repudio, pese a mi temor a hacer el ridículo, ante los especialistas griegos más cualificados; les requiero, sin ánimo de ofenderles con lo irrisorio de mi petición, que digan si es que hay entre ellos alguno que disienta.
Si Dios, nuestro Padre, me da vida, facultades y humor, trataré en otra nota de aclarar el motivo de esa conversión plurisecular del femenino en neutro y qué perjuicio podría esconder.
Comentarios desactivados en La infinita abundancia del espíritu de Dios
La reflexión de hoy es de Leslye Colvin, colaboradora de Bondings 2.0, cuya biografía está aquí.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo sexto domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
“La ley del SEÑOR es perfecta… Los preceptos del SEÑOR son verdaderos, todos ellos justos… Límpiame de mis faltas ocultas“. (Salmo 19)
Me siento honrada por cada invitación a escribir para New Ways Ministry. Como aliada, busco hablar desde lo profundo de la verdad de Dios y no tropezar con mis propios defectos. “Límpiame de mis faltas ocultas“, una línea de las lecturas litúrgicas de hoy, expresa la humildad del salmista David y el reconocimiento de su imperfección. Al igual que David, yo también oro para que Dios me limpie de mis faltas ocultas, sabiendo que el Gran Misterio Divino está más allá de lo que podemos conocer, comprender o verbalizar plenamente.
Soy consciente de que, como mujer heterosexual y cisgénero, recibo privilegios inmerecidos. Ciertamente, doy por sentado muchos de ellos. Antes de mi nacimiento, las palabras de Dios fueron distorsionadas para establecer y mantener sistemas injustos diseñados para negar la dignidad humana de mis hermanos LGBTQIA+.
Nacida en los Estados Unidos de América en un cuerpo negro, también sé cómo las Escrituras fueron distorsionadas antes de mi nacimiento para establecer y mantener sistemas injustos diseñados para negar mi dignidad humana. Desafortunadamente, sabemos bien por experiencia vivida que nuestra amada iglesia no fue ni es inmune a estas y otras injusticias. En consecuencia, nos unimos a aquellos desde tiempos inmemoriales cuyas labores por la justicia nos benefician en este momento y lugar, confiados en que nuestros esfuerzos harán avanzar la lucha para ir más allá del confinamiento de cajas predeterminadas.
Perfectas, verdaderas y justas son la ley y las ordenanzas de Dios. Reconocemos el valor aspiracional de estos ideales. Mirando hacia atrás en la historia de la salvación, vemos cómo estos términos se han utilizado para guiar a las personas de fe que buscan servir a Dios. Esto incluye a aquellos que se acercan a Dios seriamente con sus limitaciones y su hambre de conocer a Dios más íntimamente.
Lamentablemente, a menudo de manera trágica, hemos visto las mismas palabras utilizadas como arma para denunciar y negar la dignidad humana de otros, incluidos nosotros mismos y aquellos que amamos. ¿Cómo aprendemos a vivir plenamente cuando incluso nuestra iglesia y comunidad de fe pueden no apreciar la naturaleza expansiva del amor de Dios y su capacidad de ir más allá de las cajas y abrazarnos a todos nosotros, a cada uno de nosotros?
Si bien la ley y las ordenanzas de Dios son perfectas, verdaderas y justas, nosotros, como seres humanos, tenemos una capacidad limitada para comprenderlas y transmitirlas por completo. Cegados por lo que nos han enseñado a ver, podemos enorgullecernos de nuestros puntos ciegos mientras nos aferramos ferozmente a nuestras anteojeras. En algún momento, cada uno de nosotros y cada generación debemos luchar con la forma en que nuestras experiencias vividas influyen en nuestra perspectiva. ¿Qué experiencias han ampliado o minimizado el espacio de nuestro corazón? ¿Qué hemos aceptado como verdad cuando la fe o la razón nos cuestionan? ¿Cuándo hemos elegido guardar silencio por miedo o vergüenza?
La primera lectura litúrgica de hoy nos dice que Dios descendió en la nube para hablar con Moisés. Es intrigante considerar que ni Dios ni la nube pudieron ser contenidos. Dios humilló a Dios mismo para encontrarse con Moisés donde él estaba. Asimismo, Dios viene a nuestro encuentro donde estamos. El pensamiento es tan profundo que me da escalofríos. El Dios Altísimo nos encuentra donde estamos. El encuentro se desarrolla. No nos corresponde a nosotros controlarlo ni dirigirlo.
El escritor de las Escrituras nos recuerda la abundancia inconmensurable de Dios y del Espíritu de Dios cuando Dios comparte el espíritu de Moisés con otras 70 personas. Esto no era como preparar una comida para uno y tener 70 invitados inesperados. Está más allá de un concepto matemático. El espíritu de Moisés no se agotó. Fue como encender 70 velas con una sola llama. La luz y el calor se incrementaron sin disminuir la llama inicial.
Luego nos enteramos de que dos de los ancianos de la lista no habían estado en la tienda designada a la hora señalada. Aun así, ellos también recibieron el espíritu de Dios. Al escuchar que estos dos que estaban ausentes ahora están testificando, Josué asume una responsabilidad que no le corresponde y se queja ante Moisés. ¿Estaba Josué intentando poner a Dios en una caja? ¿Esperaba que Moisés negara la presencia del Espíritu de Dios con estos hombres? Ciertamente, Josué se sintió decepcionado cuando Moisés cuestionó sus celos y afirmó el testimonio de los otros dos.
Siglos después, Jesús se encuentra en una situación similar cuando sus discípulos se quejan de que otros predican en el nombre de Jesús. Jesús aclaró la situación respecto a los curanderos desconocidos. Al igual que Moisés, afirmó la naturaleza expansiva de Dios que no debe ser restringida ni negada.
Dos mil años después, todavía hay quienes desean controlar a Dios para servirse a sí mismos. Al hacerlo, confiados en saber que tienen todas las respuestas correctas, cierran y bloquean sus corazones a la gracia y la incertidumbre de la sorpresa.
Hoy nos acordamos de los peregrinos que viajan a Roma para participar en el Sínodo sobre la sinodalidad. Nuestros respectivos corazones caen a lo largo de un continuo de gran alcance de esperanza y deseo por las posibilidades de este momento. Del mismo modo, los corazones de los peregrinos están abiertos en diversos grados al proceso de sinodalidad. Algunos regresan a Roma con el corazón tocado por el encuentro con voces de la periferia, abiertos al Espíritu que se mueve entre ellos. Otros, sin embargo, pueden llegar con la intención de encerrar a Dios en una caja.
Sabemos que el Dios al que servimos, el Dios que nos llama por nuestro nombre, el Dios que nos libera, el Dios que nos encuentra donde estamos, no está en una caja. Independientemente de las decisiones del Sínodo, nuestro trabajo de buscar encarnar la ley y las ordenanzas de Dios continuará. Que el Dios vivo toque los corazones y las mentes de quienes participan en el Sínodo sobre la sinodalidad.
—Leslye Colvin (ella/ella), 29 de septiembre de 2024
Comentarios desactivados en “Luchamos por la misma causa”. 26 Tiempo Ordinario – B (Marcos 9,38-43.45.47-48)
Con frecuencia, los cristianos no terminamos de superar una mentalidad de religión privilegiada que nos impide apreciar todo el bien que se promueve en ámbitos alejados de la fe. Casi inconscientemente tendemos a pensar que somos nosotros los únicos portadores de la verdad, y que el Espíritu de Dios solo actúa a través de nosotros.
Una falsa interpretación del mensaje de Jesús nos ha conducido a veces a identificar el reino de Dios con la Iglesia. Según esta concepción, el reino de Dios solo se realizaría dentro de la Iglesia, y crecería y se extendería en la medida en que crece y se extiende la Iglesia.
Y sin embargo no es así. El reino de Dios se extiende más allá de la institución eclesial. No crece solo entre los cristianos, sino entre todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que hacen crecer en el mundo la fraternidad. Según Jesús, todo aquel que «echa demonios en su nombre» está evangelizando. Todo hombre, grupo o partido capaz de «echar demonios» de nuestra sociedad y de colaborar en la construcción de un mundo mejor está, de alguna manera, abriendo camino al reino de Dios.
Es fácil que también a nosotros, como a los discípulos, nos parezca que no son de los nuestros, porque no entran en nuestras iglesias ni asisten a nuestros cultos. Sin embargo, según Jesús, «el que no está contra nosotros está a favor nuestro».
Todos los que, de alguna manera, luchan por la causa del hombre están con nosotros.«Secretamente, quizá, pero realmente, no hay un solo combate por la justicia –por equívoco que sea su trasfondo político– que no esté silenciosamente en relación con el reino de Dios, aunque los cristianos no lo quieran saber. Donde se lucha por los humillados, los aplastados, los débiles, los abandonados, allí se combate en realidad con Dios por su reino, se sepa o no, él lo sabe» (Georges Crespy).
Los cristianos hemos de valorar con gozo todos los logros humanos, grandes o pequeños, y todos los triunfos de la justicia que se alcanzan en el campo político, económico o social, por modestos que nos puedan parecer. Los políticos que luchan por una sociedad más justa, los periodistas que se arriesgan por defender la verdad y la libertad, los obreros que logran una mayor solidaridad, los educadores que se desviven por educar para la responsabilidad, aunque no parezcan siempre ser de los nuestros, «están a favor nuestro», pues están trabajando por un mundo más humano.
Lejos de creernos portadores únicos de salvación, los cristianos hemos de acoger con gozo esa corriente de salvación que se abre camino en la historia de los hombres, no solo en la Iglesia, sino también junto a ella y más allá de sus instituciones. Dios está actuando en el mundo.
Comentarios desactivados en “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. Domingo 29 de septiembre de 2024. Domingo 26º de tiempo ordinario
De Koinonia:
Números 11, 25-29: ¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta! Salmo responsorial: 18: Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón. Santiago 5, 1-6: Vuestra riqueza está corrompida. Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te hace caer, córtatela
Una clave de comprensión para las lecturas de este domingo: «Nadie puede ser excluido del servicio que se realiza en nombre de Dios».
En medio de las tradiciones del pueblo israelita por el desierto, el libro de los Números nos presenta el relato del «reparto» del espíritu de Moisés, entre setenta miembros del pueblo. La intención es que Moisés no tenga que llevar la carga solo. Con esta decisión de Yavé, la responsabilidad queda repartida: cada uno de quienes han recibido «parte» del espíritu que estaba en Moisés debería ser profeta en el pueblo. Ahora bien, tendríamos que atenernos al contexto para intuir qué características implicaba la tarea de estos personajes.
El capítulo 11 del libro de los Números nos da cuenta de las etapas de la marcha por el desierto; la narración se centra en una dificultad que tiene el pueblo: llevan varios meses comiendo maná y ya se encuentran hastiados: «tenemos el alma seca» (v. 6), «no vemos más que maná» (v. 6b), y con esto viene la tentación de añorar el tiempo de abundancia de comida en Egipto. Por aquí podemos intuir la grave dificultad en que se halla Moisés, ¿cómo hacer para que el pueblo no siga pensando en Egipto? El desierto es el gran desafío. Detrás está Egipto, con su abundancia, pero también con su esclavitud. Hacia delante está la promesa de una tierra, una libertad, una vida digna, pero que hay que conquistar a precio de privaciones, sacrificios, esfuerzos.
El relato causa admiración porque Yavé monta en cólera… Es un recurso literario para introducir la preocupación de Moisés, que se expresa en una bella oración de intercesión por el pueblo. La solución que plantea Yavé es la adecuada: reunir setenta representantes del pueblo para repartir entre ellos el espíritu que estaba en Moisés; de esa manera la dirección, orientación y concientización del pueblo sería obligación de muchos y no sólo de Moisés.
El espíritu que se dona a todas estas personas viene a ser, entonces, profético; es decir, está en función de profetizar. Hay que asumir que esta actividad profética está orientada a ayudar al pueblo a tomar más y más conciencia del plan de Dios con ellos, a entender lo que hay realmente detrás: Egipto y su abundancia de comida pero con su esclavitud que es lo contrario al plan divino, y lo que está por delante: un desierto inevitable, desafiante, mortal, pero al fin y al cabo, un medio que es necesario asumir para poder llegar a la tierra de la libertad, tierra de promisión. A cualquier persona del pueblo que, entendiendo las cosas así, «catequizara» a sus hermanos en este sentido había que verlo como profeta «autorizado» no porque hubiera estado necesariamente en la tienda del encuentro, sino por estar en comunión con el ideal de Yavé.
Ese parece ser el caso de Eldad y Medad. Ellos no estuvieron en el momento del reparto del espíritu y sin embargo estaban profetizando. Viene la reacción de Josué, el mismo que más tarde se encargará de guiar a su pueblo en los trabajos de conquista y ocupación de la tierra prometida. Josué no entiende todavía que todo el que influya de manera positiva en la conciencia del ser hermano, debe ser considerado profeta, y por eso aconseja a Moisés que lo prohíba (v. 28). Por su parte, Moisés ha captado muy bien que en el trabajo de liberación del pueblo, todos y todas tienen una gran tarea, y responde a Josué con palabras aparentemente duras, pero que en definitiva buscan también abrir la conciencia de su ayudante: «ojalá todo el pueblo fuera profeta» (v. 29); ojalá cada uno asumiera con verdadero empeño la tarea de concientizarse y concientizar a su semejante, a su prójimo, ¿no es eso justamente lo que Dios quiere y espera? A Josué pues, no le preocupaba mucho la necesidad de que cada miembro del pueblo tuviera una conciencia bien formada para continuar hacia adelante por el desierto; le preocupaba más defender lo «oficial», lo «autorizado» por Dios en la tienda del encuentro, es decir lo «instituido», la defensa de «los derechos de Dios».
En la misma línea, nos presenta el evangelio de Marcos para este domingo, una situación semejante con los discípulos de Jesús. Apenas transmitida por Jesús la lección sobre quién es el mayor (Mc 9,33-37), se produce un incidente que tiene que ver con la exclusividad de los miembros del grupo seguidor de Jesús. Juan le cuenta a Jesús que le han impedido a un hombre expulsar demonios en su nombre porque no se trataba de uno de los miembros del grupo (v. 38). No hay una pregunta, cómo hacer en casos semejantes, qué posición asumir, etc. La respuesta de Jesús es sabia, «nadie que obre un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí» (v. 39), y «el que no está contra nosotros, está con nosotros». En la tarea de construcción del reino nadie tiene la exclusiva. Tal vez los discípulos no tenían claro o no recordaban que su pertenencia al grupo de Jesús fue un don de pura gratuidad; ninguno de ellos presentó ante Jesús un concurso de méritos para ser elegido; fue Jesús quien se presentó ante ellos, se les atravesó a cada uno por su camino y los llamó, aun a sabiendas de que no eran ni los mejores ni lo más representativo de su sociedad. En ese sentido también otros y otras pueden seguir siendo llamados. En cada hombre y en cada mujer Dios ha sembrado las semillas del bien; cómo y cuándo esas semillas comienzan a germinar y dar frutos, eso es decisión de cada uno. A veces nos parecemos a Juan y al resto de discípulos, nos ponemos celosos de quienes sin pertenecer a la institución hacen obras mejores que las nuestras. Y sale inevitablemente la frase: «pero ése o ésa es de tal o cual religión, o de tal o cual grupo…». Anteponemos a la vocación universal de hacer el bien y a la práctica del amor, unos intereses mezquinos y unos criterios de autoridad y de exclusividad absolutamente rechazados por Jesús (cf. Mc 9,39)
El diálogo de Jesús con sus discípulos refleja la situación de la comunidad para la cual Marcos escribe su evangelio. Una comunidad quizás muy consciente de lo que eran las exclusiones, pero al mismo tiempo en peligro de ser exclusivista, con una excusa quizás aparentemente sana: «ser o no ser de los nuestros», «ser o no ser del camino», «estar o no estar en el proceso…», y en fin otras talanqueras que pretendidamente intentan justificarse con la excusa de defender la «pureza» de la fe o del «credo» o del «orden» o, en definitiva, de «defender los derechos» de Dios.
Pues bien, cuando se cae en el extremo de «defender» a Dios, o los «derechos» de Dios, lo que se logra en definitiva es minimizar a Dios, ponerlo en ridículo ante el mundo, y la consecuencia más inmediata, la que previó Jesús y quizás la que ya se veía en la primera comunidad, era la del escándalo a los más pequeños. A Jesús le preocupan los «pequeños», no sólo los menores de edad, sino los que apenas empiezan a intuir la dinámica del reino con la subsiguiente imagen de Dios que él propone.
Con todo, a través de los siglos, los peligros de la comunidad primitiva se convierten en hechos reales: cuántos creyentes promotores del bien, de la justicia y de la paz excluidos o en entredicho sólo porque «no eran de los nuestros», cuántos Josués y Juanes empeñados todavía en «defender» una pretendida exclusividad que, por supuesto, nadie posee, con lo cual lo único que logran es escandalizar cada vez más a muchos, haciéndoles creer que Dios es tan pequeño, que puede reducirse a los estrechos límites de un grupo o de una institución, aunque sus adeptos se cuenten por millares.
Si logramos tomar conciencia de que Dios es más grande que un grupo o una institución y que en ningún momento nuestra vocación es la de defender unos supuestos derechos de Dios, sino simplemente servir, ponernos en función de construir el Reino con y desde las múltiples posibilidades que ello implica dada la insondable riqueza del mismo espíritu, entonces jamás se nos ocurrirá pensar si éste o aquél es o no es «de los nuestros», sino mejor… ¡como cooperar más y mejor con aquél o aquélla que tan bien están luchando por construir aquí el Reino! Leer más…
Comentarios desactivados en Milagros de Jesús. Desafío y riesgo del “milagro” en la iglesia y en la sociedad
Del blog de Xabier Pikaza:
He comenzado el curso de los milagros de Jesús en Marcos y en la iglesia los dos sábados anteriores – 1, 2 – (imagen 2). Hoy expongo el tema decisivo (en la línea del del evangelio del domingo: 29.9.24, presentando la vida de Jesús y de iglesia en Marcos como itinerario de milagros (=milagro).
Milagro no es un acto externo de poder/dominio sobre otros, con-versión (meta-noia) del corazón, iluminación interior (Tabor, Transfiguración), en gratuidad personal y comunicación de amor a otros.
Algunos aceptaron el milagro de Jesús y le siguieron, pero otros le mataron por el “milagro” que él era, que él hacia, pues su forma de vivir y dar vida iba en contra del poder establecido de políticos, sacerdotes y dueños de dinero, porque él era (y sigue siendo) una amenaza para los intereses de los “interesados”.
Participe quien quiera en el curso; siga si le parece el esquema que ofrezco. El milagro de Jesús (=Jesús milagro) sigue siendo un peligro para los intereses de soberbia de aquellos que “se creen” (=nos creemos) más y quieren actuar como superiores por derecho de “superioridad” y por dogmatismo político, estatal, social o religiosa, utilizando una propaganda tejida de mentiras.
| Xabier Pikaza
MILAGRO Y CONVERSIÓN 1, 1-3, 12
*1, 12-13. Hay un milagro de Jesús y unos milagros de Satán
El milagro de Jesús va en contra de los milagros falsos de Satán, que destruyen al ser humano, prometiéndole unos beneficios aparentes que se oponen a la verdadera humanidad:
-Mt 4 y Lc 4 concretan los “milagros falsos” de Satanás, el diablo que destruye al hombre: Poder económico, poder político y poder religioso…
-Marcos no detalla esos falsos milagros de Satán que destruyen al hombre… sino que deja que el evangelio los vaya mostrando…Todo el evangelio es una “narración” (descubrimiento) del milagro de Jesús en contra de los “milagros destructores” de Satán
*1, 14-15: Meta- noia, cambio de corazón y milagro.
Jesús anuncia y ofrece meta-noia, cambio de mente/corazón
Este es su milagro fundamental, contra dia-nois de Lc 1, 51: Dispersó a los soberbios de dia-noia de su corazón
Contra Mc 7, 21: Del mal corazón brotan hoy dia-logismoi que son principio de todo mal. Milagro: pasar de los dia-logismoi a la metanoia
1, 21-28: un endemoniado en la sinagoga. Liberar el ámbito sagrado. Enseñanza como curación1,29-31: Empezando por una mujer; curar suegra de Simón en sábado, en casa, diaconía eclesial
– 1, 32-39. Sumario: Noche de curaciones en Cafarnaúm. Pueblo de enfermos ante la casa de Simón.
– 1, 40-45: leproso en descampado; curación contra control sacerdotal (el curado no va a sacerdotes)
– 2, 1-12: curación y perdón, la fe los amigos perdona y cura; paralítico de Cafarnaúm
– 3, 1-6: curación en sábado; el hombre de la mano seca. Salud por encima del sábado/religión formal.
3, 7-12. Sumario. Enfermos a la orilla del mar
PRIMERA MISIÓN. SUPERAR LA PURA LEY. 3, 13-8, 26.
*- 3, 13-15. Los Doce. Institución. Primer ministerio: Envío: expulsar a los demonios(misión iglesia). Milagro, expulsión de lo demoníaco…). Superar el poder de los demonios, que tienen “colonizada” la tierra. Mito de fondo. Invasión demoníaca….
– 4, 35-41. Tempestad calmada… Paso al otro lado
– 5, 1-20: Legionario de Gerasa; curación humana, integración social.
– 5, 21-24a.27-42: Hija de Jairo: 12 años. Curación/resurrección de la hija del archisinagogo.
– 5, 24b-34: Hemorroisa, flujo de sangre; curación y pureza de mujer
*- 6, 1-5.Nazaret, Sumario negativo: no pudo hacer allí ningún milagro; enfermos incrédulos de Nazaret. El milagro es la “fe” (fe en Dios, fe en la vida, fe en los demás… Fe en la Pascua de Cristo. Vivir en fe, creer, eso es el milagro
* – 6, 6b-13.31. Envío para “milagros”…. Más que para enseñar cosas… Sumario: de dos en dos, expulsar demonios, ungir enfermos… (diarquía, no monarquía). Milagros se hacen en comunión: el milagro es ir de dos en dos…
*- 6, 35-44. Primera multiplicación/alimentación, junto al lago. Enseñar y alimentar
El milagro es la enseñanza nueva (como en 1,27: Didakhê kainê, nueva enseñanza). Vincular nuevo/testamento, nueva alianza, con nueva enseñanza: Enseñanza que cura/alimenta
-Par Mateo 14, 13-21): Curar y alimentar. Mc enseñar y alimentar… Enseñar para alimentar…. Para que los hombres coman (compartan los panes y los peces), nueva enseñanza… No se trata de un cambio externo, material, sino de un cambio interno, de corazón, de forma de vida.
– 6, 45-52. Paso al otro lado, hacia Betsaida (zona de Pedro…: Jn 1, 44). Milagros, suscitan oposición De nuevo Tempestad, Jesús caminando en las aguas. Resistencia al auténtico milagro. Verdadero milagro. Caminar sobre un mar tempestuoso, pasar al otro lado. También los seguidores de Jesús, tienen que pasar sobre las aguas…
*- 6, 53-56. Sumario: los enfermos en Gennesaret. Presencia de Jesús, presencia sanadora…
-Enfermedad, los hombres en camillas…El hombre como ser que no puede andar…
– Jesús camellero: Capacitara para andar
*-7, 20-21. Curar el corazón. Lo que sale en corazón… Curación, cambio del corazón. Superar los dia-logismoi… Cambio de corazón, conversión. Antes de “provocar milagros en otros” hay que cambiar el propio corazón
– 7, 24-30: La siro-fenicia y su hija; mujer pagana y misión universal. Pan…para hijos para perritos…
– Madre e hija: La humanidad entera
-Pan para perros, pan para hijos…. El milagro es que todos son hijos de Dios…
– El milagro es la comunicación universal, la curación universal
– 7, 31-37: curación e iniciación bautismal : el sordomudo de la Decápolis… al otro lado, en la zona del legionario de Gerasa: : Abrir oídos y boca. Curar, dar la palaba.
– Signo sacramental … Effeta: Tocar los oídos y la boca.
Comentarios desactivados en 29,9. Iglesia, ciudad abierta . Contra el monopolio Zebedeo (Mc 9, 38-41)
Del blog de Xabier Pikaza:
El evangelio nos sitúa en un ámbito de iglesia y en ella , en ella, Juan Zebedeo, hermano de Santiago, ha impuesto su control. De manera sorprendente, Marcos rechaza su decisión pues rompe va en contra del espíritu de comunidad abierta que él está propugnando (Texto base: Pikaza, Evangelio de Marcos)
El texto anterior (9, 33-37) afirmaba que el más importante es para el Reino (y la Iglesia) es el niño, y se oponía al peligro de una autoridad o jerarquía impositiva. Pues bien, este nuevo texto (9, 38-41) rechaza la autoridad del grupo oficial (de los Doce) sobre el legado mesiánico de Jesús [1].
| Natxo Pikaza
Texto
(a. Juan)38 Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos impedido, porque no nos sigue a nosotros.
(b. Jesús) 39 Jesús replicó: No se lo impidáis, porque nadie que realice en mi Nombre un gesto de poder podrá hablar luego mal de mí. 40 Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro.
(c. Ampliación) 41 Os aseguro que quien os dé para beber un vaso de agua en nombre de que sois del-Cristo no quedará sin recompensa [2].
Tema de fondo
Como representante oficial de la comunidad, Juan quiere ejercer un control sobre el poder mesiánico de Jesús (que sólo ellos, los de la “buena comunidad” pueden ejercer). Pues bien, en contra de eso, fiel a todo su camino, Jesús rechaza a Juan y sigue presentando su proyecto, de un modo abierto, a todos los que quieran apelar a su “Nombre”, rompiendo así las estructuras de una iglesia “zebedea”.
Jesús no ha venido formar una secta o comunidad cerrada donde la institución deba imponerse, ni fundar un grupo oficial de realizadores de milagros. Quiere que el impulso de su doctrina (nombre poderoso) y la vida de sus discípulos pueda extenderse más allá de las fronteras de la Iglesia organizada. Por eso, los cristianos, nacidos del amor universal de Jesús, no tienen que esforzarse por mantener su identidad utilizando leyes exclusivistas. Más que el triunfo de su grupo han de querer que el bien mesiánico se extienda, es decir, que se realicen «milagros» en nombre de Jesús [3].
9, 38. Juan: Se lo hemos impedido
38 Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos impedido, porque no nos sigue a nosotros.
Aparece como representante de una iglesia bien establecida (con su estructura interna) y actúa en nombre de ella (se lo hemos impedido: ekôlyomen). Así aparece como jefe de aquellos que no han entendido (o no han querido aceptar) la enseñanza anterior de Jesús. Los mismos que buscaban antes los primeros puestos quieren ahora dominar y controlar el movimiento de Jesús, quien les ha dado el poder de expandir el evangelio, expulsando a los demonios y curando a los enfermos (6, 6b-13; cf. 3, 14-15). Es normal que se organicen, para cumplir mejor su tarea. No se les puede acusar porque quieran imponer condiciones y controles, impidiendo que otros, de fuera del grupo, utilicen el nombre de Jesús (9, 38) [4].
De esa manera, según Marcos, los de Juan han querido convertirse en la primera iglesia oficial. Humanamente, en clave social, hay que darles razón. Es como si hubieran inscrito en un registro religioso este nombre, de forma que sólo ellos poseen el derecho de llamarse los del Cristo (cf. 9, 41). Lógicamente, ellos reaccionan con violencia, oponiéndose al exorcista ajeno ((se los hemos impedido: ekôlyomen auton!), iniciando así un camino de imposición que se ha vuelto normal en largos trechos de historia cristiana.
Estos cristianos de Juan pretenden la exclusiva de Jesús, quizá por identidad y egoísmo (¡este camino es nuestro!), pero quizá también por mantener la pureza del nombre de Jesús y por identidad de grupo (¡sólo nosotros lo hacemos bien!). )No tendrán razón? )Para qué sirve una Iglesia o comunidad mesiánica si hay otros que apelan a Jesús y curan a los posesos (realizan su función) fuera de ella? Pero Jesús no es como estos cristianos de Juan: acaba de pedirles que acojan a los niños en su nombre (9, 37); por eso les dice ahora que acepten a los de fuera, si emplean el nombre de Jesús para obras buenas [5].
− Juan es jefe del grupo Zebedeo y necesita que la iglesia de Jesús sea una estructura clara, con una identidad propia (como otros tipos de judaísmo), con poder sobre los bienes mesiánicos. Históricamente, este Juan ha sido (tras la muerte de Jesús) un hombre de la Iglesia de Jerusalén, compañero de Roca, como supone Hch 3-4 y Gal 2, 9, un hombre de autoridad, que quiere imponer (extender) su poder no sólo en Samaria (cf. Hech 8, 14), sino también en Galilea, donde también le encontramos (probablemente), para «controlar» el despliegue de los exorcismos de Jesús
− El exorcista “no comunitario” (que no forma parte de la comunidad de Juan) podría formar parte de los nazoreos de Galilea, donde han existido grupos de “cristianos” libres, personas que apelan a Jesús, pero no se integran dentro del modelo eclesial de Juan (o de Roca y los Doce de Jerusalén). Los que son como este exorcista saben que Jesús había sido profeta y sabio, sanador y amigo de marginados, gran exorcista. En esa línea, las comunidades galileas no empezaron siendo instituciones organizadas o unificadas desde arriba, como los esenios de Qumrán; no forman un rabinato de buenos escribas, ni una sociedad de creyentes con un “dogma” común, sino un movimiento de exorcistas, a quienes aquí parecen oponerse otros «cristianos» de Jerusalén (de la línea de Juan y de Roca) que quisieron aparecer como portadores de un carisma que ellos deben controlan [6].
Lógicamente, en el momento en que Juan (el grupo zebedeo) ha querido organizarse de un modo exclusivo, con un mando unificado, han podido surgir y han surgido conflictos de competencia entre asociaciones personas que se vinculan a Jesús pero no forman parte de la comunidad oficial (zebedea) de sus discípulos. Así lo indica este relato, que refleja disputas eclesiales, centrándolas en Juan, que intenta controlar a los exorcistas galileos, como se dice que hizo en Samaria (cf. Hch 8, 14). La pregunta de fondo no es ya la disputa entre Jesús y el Diablo (como en 3, 22-30), sino la de saber «quién puede asumir y realizar la tarea mesiánica de Jesús»: si sólo los representantes de la iglesia establecida (de Juan) o también los exorcistas libres, que siguen actuando en nombre de Jesús, en Galilea, sin formar parte de esa iglesia oficial (zebedea) [7].
Es evidente que Juan actúa como autoridad eclesial, como representante de los discípulos centrales (de Jerusalén), queriendo interpretar y actualizar el proyecto de Jesús, a quien presenta como maestro (didaskale). Antes era Roca quien aparecía como Satanás/tentador de Jesús. Ahora es Juan Zebedeo (cf. 10, 35-45) quien desea controlar con la fuerza (ha controlado ya) los exorcismos de Jesús, en nombre de una comunidad constituida como instancia de control social, oponiéndose, con otros (¿con los Doce?) al exorcista no comunitario [8].
¿Cómo y con quiénes lo ha hecho? ¿Quiénes son los que impedido con su fuerza (ekolyomen) que aquel hombre siga realizando exorcismos en nombre de Jesús? El texto no lo dice, pero es claro que los de Juan han empleado algún tipo de violencia física o moral (verbal) y han conseguido lo que pretendían: ¡Se lo hemos impedido! Nos hallamos ante una de las primeras persecuciones intra-eclesiales (cuya existencia aparece clara en las disputas a las que alude Pablo en Gálatas) [9].
9, 39-40. Jesús dice no se lo impidáis: iglesia, ciudad abierta
39 Jesús replicó: No se lo impidáis, porque nadie que realice en mi Nombre un gesto de poder podrá hablar luego mal de. 40 Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Sentido básico. Según Marcos, Jesús no ha creado un grupo de control religioso, ni quiere el triunfo de “su” iglesia en cuanto tal, en clave de poder, sino que es profeta de una gracia abierta a todos, no rabino de escuela cerrada, ni nombre sagrado de un grupo de iniciados que desean adquirir notoriedad con gestos milagrosos. Precisamente para defender sus exorcismos, él ha rechazado a familiares y escribas (Mc 3, 20-35), condenando a Roca como Satanás eclesial, cuando intentaba oponerse a su camino de entrega (8, 33). Ahora, a fin de ratificar el carácter universal de los exorcismos, debe condenar el deseo de imposición de Juan y de aquellos que quieren adueñarse de su nombre y tarea, para controlar de esa manera a los demás [10]:
—a: Principio general: ¡No se lo impidáis! (9, 39a). Jesús rechaza así a los que han querido acallar por ley (o por fuerza) al “exorcista” ajeno. De esa forma eleva su programa de Reino por encima del control zebedeo y abre un camino de evangelio (iglesia) más allá de la cerca que quieren imponerle. Ciertamente, este Jesús de Marcos quiere que los partidarios de Roca y de Juan retomen el camino de la Iglesia en Galilea, donde el joven de la pascua les pide que vayan (cf. 16, 7-8); pero si quieren hacerlo (volver a Galilea) han de aceptar como cristianos (seguidores de Jesús) a otros exorcistas y grupos mesiánicos.
Resultaría fascinante saber quiénes eran esos exorcistas no zebedeos ni tampoco marcanos, pues parece que Marcos no se identifica tampoco con ellos, como veremos, aunque quiere que tengan libertad para apelar al nombre de Jesús al realizar sus exorcismos. Me inclinaría a pensar que pueden estar en la línea de la comunidad Q, no integrada en el grupo de Marcos, pero tampoco rechazada por él. De todas formas, se trata de un tema difícil de resolver pues, como veremos, el documento Q (cf. Lc 11, 23; Mt 12, 30) contiene una fórmula que parece opuesta a la de Marcos [11].
—Razón 1ª:Pues nadie que haga en mi Nombre un acto de poder (un milagro)… (9, 39b).El Nombre de Jesús (su mensaje fundante) es mayor que la iglesia. Por eso es bueno que se extienda y actúe, que ayude a los hombres a curarse y vivir, de un modo poderoso. No es Jesús quien se pone al servicio de la iglesia sino al contrario, es la iglesia la que debe ponerse al servicio del Nombre de Jesús, es decir, de su acción liberadora.
Jesús enseñaba a menudo a base de frases breves, que se pueden memorizar fácilmente; por ejemplo: «El Hijo del Hombre no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores». Los evangelistas reunieron más tarde esas frases, agrupándolas por el contenido o por alguna palabra clave que se repetía. En el evangelio de hoy podemos distinguir las siguientes:
01.- “Quien no está contra nosotros está a favor nuestro”.
Juan le dijo:
Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.
Pero Jesús dijo:
No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.
Juan se presenta muy ufano ante Jesús para contarle lo que han hecho con uno que echaba demonios en su nombre. Jesús, en vez de elogiar esa conducta, les hace caer en la cuenta de que han actuado de forma poco lógica: quien hace un milagro en nombre de Jesús no hablará mal de él. Luego añade una enseñanza general. Frente a la postura de ver enemigos por todas partes, enseña a ver amigos: «Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor.»
¿Por qué han actuado los discípulos de ese modo? Si relacionamos el evangelio con la primera lectura de hoy, el motivo serían los celos. El libro de los Números cuenta que Josué, cuando se entera de que Eldad y Medad están profetizando en el campamento, lo interpreta como un ataque a la dignidad de Moisés y le pide a este que se lo prohíba. La escena recuerda bastante a la del evangelio, con el agravante de que Josué le dice a Moisés que se lo prohíba, mientras que los discípulos se atribuyen el poder de prohibir, sin contar primero con Jesús. El fallo de los discípulos radicaría en ese celo injustificado y algo mezquino.
Sin embargo, conviene tener en cuenta otra posible interpretación. Dos veces justifican los discípulos su conducta aduciendo que ese individuo «no va con nosotros». Según ellos, hay que excluir a todo el que no los acompañe.
Debemos recordar que Jesús era un predicador itinerante, acompañado de los doce, de un grupo de mujeres y de otros discípulos más. Este grupo, muy radical, había renunciado al domicilio estable, a la familia y a las posesiones. En el contexto de esta vida tan dura, de tanta renuncia para seguir a Jesús, se entiende la insistencia de Juan y los discípulos en que ese «no va con nosotros». No ha renunciado al domicilio estable, a la familia, a las posesiones, pero se permite echar demonios en nombre de Jesús.
El relato pudo tener mucha importancia para la iglesia primitiva, ya que en ella se fueron imponiendo las comunidades urbanas, en las que no se renunciaba al domicilio estable, ni a la familia y las posesiones. La tentación de los cristianos itinerantes, con su vida tan dura, era excluir a los otros, a los que «no van con nosotros». Este pasaje les enseña a comportarse con moderación y a tolerar otras formas de vida. Lo esencial no es «ir con nosotros» sino «estar a favor nuestro».
02.- “Quien os dé a beber un vaso de agua en atención a que sois del Mesías os aseguro que no perderá su paga”.
El episodio anterior terminaba con la enseñanza: “Quién no está contra nosotros está a nuestro favor”. Esta frase da un paso adelante. Habla del que toma una postura positiva ante los seguidores del Mesías, simbolizada en el gesto de dar un vaso de agua.
03.-Dos trampas (dos escándalos) en el camino.
En griego, el sentido básico de “escándalo” es el de «trampa», la tendida en el suelo, que hace caer a una persona o a un animal. Si recordamos que la vida cristiana es un seguimiento de Jesús, un caminar detrás de él, se comprenden los dos peligros de los que habla el evangelio:
a) Poner trampas a los pequeños
Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de estas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar.
Que alguien le ponga una trampa a uno de los pequeños que creen, lo haga caer y se quede descolgado del grupo que sigue a Jesús. Estas palabras resultan enigmáticas, porque no queda claro a quién se dirigen. ¿Quién puede escandalizar? ¿Un cristiano o una persona ajena a la comunidad (escriba, fariseo, saduceo, pagano)? ¿Quiénes son los pequeños que creen: un grupo dentro de la comunidad o todos los cristianos? La historia de la iglesia y la vida corriente demuestran que todos los casos son posibles. El tropiezo puede ponerlo una persona no cristiana, con sus críticas y ataques a Jesús y su mensaje. Pero también cualquier actitud nuestra, cualquier palabra, que aparta a otros del seguimiento de Jesús, de la forma de vida que él propone, cae bajo su condena.
El gran peligro del escándalo no es sólo la pornografía, las películas violentas, la droga, sino tantas cosas que se aceptan con naturalidad dentro de la Iglesia (lujo, vanidad, ambición, prestigio), incluso a los más altos niveles.
Jesús deja muy clara la gravedad del pecado al hablar de la condena que merece: ser arrojado al mar con una enorme piedra atada al cuello. Se refiere a la piedra superior del molino grecorromano, que giraba tirada por un asno, un caballo o un esclavo. Tirar al mar o al río era un castigo especialmente cruel, ya que el cadáver quedaba insepulto, algo terrible en la mentalidad judía y griega.
Estas palabras tan duras plantean un serio problema: ¿carece de perdón el escándalo? ¿No basta el arrepentimiento y la penitencia, ni siquiera de por vida? Negar la posibilidad de perdón iría en contra del evangelio. Pablo, que fue motivo de escándalo para tantos cristianos, no se tiró al mar con una piedra al cuello. Entregó su vida a propagar la fe en Jesús.
b) Ponerme trampas a mí mismo
Y si tu mano derecha te escandaliza (te es ocasión de pecado), córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te escandaliza (te es ocasión de pecado), córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna.
Y si tu ojo te escandaliza (te es ocasión de pecado), sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga.
Las diversas posibilidades las enumera Mc hablando de la mano, el pie y el ojo. Jesús ha dicho en otra ocasión que el peligro viene del interior del hombre. Ahora, esas tendencias negativas se ponen en marcha a través de lo que hacemos (la mano), del sitio al que nos dirigimos (pie), de lo que miramos (ojo). Sugerencias para hacer un examen de conciencia.
Para dejar clara la gravedad de lo que puede ocurrir, Jesús exhorta a cortar la mano o el pie, o sacarse el ojo. Estas palabras no hay que interpretarlas al pie de la letra, porque después de habernos cortado una mano y un pie, y habernos sacado un ojo, surgirían nuevas tentaciones y necesitaríamos seguir con la otra mano, el otro pie y el otro ojo. Y no entraríamos en la vida mancos, cojos y tuertos, sino ciegos y sin ningún miembro.
En el caso anterior, el castigo era sumergir en el mar; aquí, ir a parar a la gehena, «al fuego inextinguible», «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga». La gehena como lugar de castigo se basa en la tradición apocalíptica judía; el gusano y el fuego, en unas palabras del libro de Isaías. A los pintores y a los predicadores les han dado materia abundante de inspiración, a menudo desbocada.
Reflexión final
En pocas palabras nos da Marcos abundante materia de reflexión y de examen sobre nuestra actitud ante los demás y ante nosotros mismos: ¿excluimos a quienes no van con nosotros, a quienes consideramos que no viven un cristianismo tan exigente como el nuestro? ¿Valoramos el gesto pequeño de dar un vaso de agua, o nos escudamos en la necesidad de grandes gestos para terminar no haciendo nada? ¿Pongo obstáculos a la fe de la gente sencilla o de los menos importantes dentro de la iglesia? ¿Me voy tendiendo trampas yo mismo que me impiden caminar junto a Jesús?
Esto es algo que muy pocas personas han descubierto en nuestra Iglesia. Por eso cuando nos encontramos con alguien que sabe “sumar”, que sabe incluir, nos quedamos asombradas.
No sé cómo será en otras sociedades, en otras culturas, pero la nuestra, y lo que he podido atisbar de las que nos rodean, nos enseñan a dividir.
Nos pasamos media vida dividiendo y separando. Dividimos y separamos a quienes son de una raza y otra. De una cultura y otra. Una ideología y otra. De una religión y otra. Una orientación sexual y otra.
Y con estas divisiones decidimos quiénes son buenos y quienes son malos. Quiénes son de los nuestros… Los buenos, por supuesto, son siempre los que pertenecen a mi grupo. Los demás que no se atrevan a tocar nada de lo nuestro.
Nos pasa lo mismo en la Iglesia. Nos enfada que la gente se vaya a hacer yoga o zen, queremos que vengan a misa. O en la vida consagrada nos enfada que otras congregaciones tengan vocaciones.
No nos alegramos si la gente no se encuentra con la imagen de Dios que tenemos nosotros. ¡Pobres de nosotros! Nos creemos que Dios es tan estrecho como nuestra mente o nuestro corazón.
Después de más de dos mil años todavía no comprendemos que “quien no está contra nosotros está a favor nuestro”.
Dios no nos quiere a todos iguales: del mismo color, las mismas ideas y las mismas sensibilidades. Si nos quisiera a todas iguales nos habría creado diferentes.
Diferentemente iguales. Sí, así nos quiere Dios. ¿Qué quiere decir esto? Pues que Dios nos quiere igualmente a todos. Seamos como seamos. Hagamos lo que hagamos. A todos nos ama igual, con la misma intensidad.
Somos iguales porque toda persona tiene una dignidad inviolable. Pero somos diferentes, diversos, variados… Porque solo en esa diversidad podemos alcanzar a reflejar lo que Dios es en su Totalidad.
El Dios en el que creemos los cristianos es Trinidad, es diversidad, es relación de diferentes. Por eso nuestra Iglesia solo se parecerá al Reino cuando crezca en pluralidad, inclusión y humildad.
Oración
Trinidad Santa, enséñanos a descubrir que en tu Amor todo ocurre “a favor” nuestro y que solo cuando amamos podemos convertir las diferencias en ventajas.
Comentarios desactivados en A causado mucho sufrimiento la idea de que “no es de los nuestros”
DOMINGO 26º (B)
Mc 9,38-48
Es Juan el que, sin hacer caso a lo que acaba de decir Jesús, salta con una cuestión al margen de lo que se viene tratando en el evangelio. Este texto tiene un significado aún más profundo si recordamos que, es este mismo capítulo (Mc 9,14-29), justo antes del episodio que hemos leído el domingo pasado, se cuenta que los discípulos no pudieron expulsar un demonio.
Una vez más, Jesús tiene que corregir su egoísmo. Quieren ser ellos los que controlen el naciente movimiento. Solo buscan afianzar privilegios. Seguramente se trata de un problema, planteado ya en la primitiva comunidad donde se escribe el evangelio. El resto de lo que hemos leído no es un discurso, sino una colección de dichos que pueden remontarse a Jesús.
No es de los nuestros. El texto griego dice: “porque no nos sigue a nosotros”. Este pequeño matiz podría abrirnos una perspectiva nueva en la interpretación. Solo pronunciar esta frase supone alguna clase de exclusión y una falta de compresión del evangelio. Todo lo que nos hace diferentes como individuos es accidental y anecdótico. Unirnos a un grupo con la intención de ser superiores y más fuertes es un egoísmo amplificado.
Muchas veces me habéis oído hablar de las contradicciones del evangelio; pues hoy lo vemos con toda claridad. (Mt 12,30) dice exactamente lo contrario de lo que acabamos de oír a Mc: “El que no está con nosotros está en contra nuestra, y el que con nosotros no recoge, desparrama.” En Lucas encontramos las dos fórmulas, (10,50) y (11,23); así que no hay manera de desempatar. La vedad es que no hay contradicción, solo contextos distintos.
La contradicción es aparente. El mensaje del Jesús no se puede meter en conceptos. La razón necesita crear opuestos para poder explicar la realidad. Solo puede entender lo que es el frío en contraposición con lo que es el calor. Entenderá lo que es el color blanco, solo cuando tenga la idea de negro. La luz solo se puede comprender si tenemos en cuenta la oscuridad. Para poder afirmar algo como verdadero, tenemos que considerar lo opuesto como falso. En el orden espiritual las contradicciones quedan superadas en la unidad.
El que no está conmigo está contra mí, se refiere a que la pertenencia al Reino es una opción personal, no es lo natural, no viene dada por el ADN. Hay que hacer un verdadero esfuerzo por descubrirlo y entrar en él. Recordad las frases del evangelio: “El reino de los cielos padece violencia y solo los esforzados lo arrebatan”; y “estrecha y angosta es la senda que lleva a la vida y pocos dan con ella”. Para entrar en el reino hay que nacer de nuevo.
No dejaremos de excluir mientras no tomemos conciencia de lo que somos. No somos mónadas aisladas sino todos uno en el UNO. No hay bueno ni malo, solo personas que saben lo que son y personas que lo ignoran. No hay un dios que premia a los buenos y castiga a los malos. En la medida que pensamos en un dios que discrimina, ¿qué podemos hacer nosotros?
El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Quiere decir que del Reino no se excluye a nadie. Todo el que busca el bien del hombre, está a favor del Reino, que predica Jesús. Solo queda fuera el egoísta que rechaza al otro. La posesión diabólica era el paradigma de toda opresión. Expulsar demonios era el paradigma de toda liberación. Jesús anuncia un Dios que es amor y que no excluye a nadie, ni siquiera a los pecadores.
La individualidad es una trampa de nuestro ego. Nada está separado de nada. No hay “yo” ni hay tú. Todos somos uno. Cuando me empeño en excluir me estoy deshaciendo a mí mismo. El otro es una parte de mí que se expande. Dios nos ve a todos en Él y no distingue unos de otros porque para Él todos somos exactamente iguales. Es ridículo pensar que yo estoy más cerca de Dios que el otro. O peor todavía, que Dios está más cerca de mí que del otro.
Considerar absoluta nuestra idea de Dios como si fuera verdad definitiva, es la mejor manera de entrar en el integrismo, fanatismo e intransigencia. Monopolizar a Dios es negarlo. Poner límites a su amor es ridiculizarlo. Nuestra religión ha ido más lejos que ninguna otra en esa pretensión de verdades absolutas y excluyentes. Recordad: fuera de la Iglesia no hay salvación. Fuera de la Iglesia hay salvación. A veces, más que dentro de ella.
En una ocasión en que no los recibieron en Samaría, Santiago y Juan dicen a Jesús: ¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que les destruya? Jesús les dice: no sabéis de qué espíritu sois. Seguimos sin enterarnos del espíritu de Jesús. Seguimos pretendiendo defender a Dios, sin darnos cuenta de que estamos defendiendo nuestros intereses. No se trata de tolerar lo malo que hay en los otros. Se trata de apreciar en ellos lo que hay de bueno.
Entre el episodio de la primera lectura y el que nos narra el evangelio hay doce siglos de distancia, pero la actitud es idéntica. Desde que se escribió el evangelio hasta hoy, han pasado veinte siglos, y aún no nos hemos movido ni un milímetro. Seguimos esgrimiendo el “no es de los nuestros”. Todo aquel que se atreve a disentir, todo el que piense o actúe de modo diferente sigue excluido. Incluso arremetemos contra todo el que se atreve a pensar.
El espíritu de Jesús va mucho más allá de lo que abarca el cristianismo oficial. Se ha acuñado una frase: “patrimonio de la humanidad”, que se podía aplicar a Jesús. Jesús no es propiedad de la Iglesia. El mensaje de Jesús no se puede encerrar en ninguna iglesia. Jesús intentó que todas las religiones descubriesen que el único objetivo de todas ellas es hacer seres cada vez más humanos. Cualquier religión que no tenga esa meta, es simplemente falsa.
De la misma manera que la mente racional potenció el yo para garantizar la subsistencia biológica, el ser humano ha ido creando guetos que potencian ese objetivo de seguridad. Desde la familia a la nación, todas las instituciones tienen como objetivo que nos sintamos más seguros. La socialización ha sido un medio para el progreso humano y debe seguir siéndolo, pero se convierte en el mayor enemigo del hombre si se utiliza para ir contra los demás.
Para los seres humanos ha sido mucho más nefasta la idolatría teísta que el ateísmo. Las mayores barbaridades de la historia se han cometido en nombre de dios. Es un ídolo el dios que hace diferencia entre buenos y malos; el dios que depende de lo que nosotros hagamos para estar de nuestra parte o en contra nuestra. Ese dios nos tranquiliza, porque si él hace eso, está justificado que nosotros estemos a favor de los nuestros y en contra de los que no lo son.
Que en el evangelio de Marcos, la causa de Jesús no coincida con la causa del grupo, es un toque de atención para nosotros. Jesús no es monopolio de nadie. Todo el que está a favor del hombre está con Jesús. Todo el que trabaja por la justicia, por la paz, por la libertad, es cristiano. Nada de lo que hace a los hombres más humanos es ajeno a Jesús. Es inquietante que todas las religiones hayan sido causa de las mayores divisiones y guerras.
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Mc 9, 38-43
«El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen…».
Jesús ignora toda cuestión metafísica y en ningún momento se refiere a Dios como creador o todopoderoso. Es más, Dios deja de ser un juez justo y misericordioso para convertirse en “Abbá”; y todos los demás atributos que los hombres hemos asignado a Dios son para Jesús secundarios. Y Abbá no significa Padre Todopoderoso y Eterno, como solemos traducir, sino que significa papá. Es el término con que los niños pequeños se dirigen a su padre; la forma más cariñosa de relación entre ellos.
Por eso el corazón de la buena Noticia es Abbá; la madre que nos ha engendrado por amor y nos quiere con locura; el padre que se esfuerza por sacarnos adelante a pesar de las pasiones que estropean nuestra vida.
Pero esta concepción de Dios choca frontalmente con el espectáculo atroz del mal en el mundo, y sólo la fe en Jesús permite creer en contra de toda evidencia racional. Si nosotros los cristianos creemos en Abbá es porque lo hemos visto reflejado en Jesús, pero quienes no le conocen, sólo podrán creer en Él si lo ven reflejado en nosotros: «Que vuestras buenas obras sean reflejo del amor del Padre». Cuando alguien descubre a Abbá siente la necesidad de compartirlo, y esa necesidad fue tan fuerte en Jesús que le llevó a la muerte en la cruz. Pero su obra no podía quedar inacabada y su último mensaje fue el compromiso con la misión: «Id por el mundo y proclamad la buena Noticia a todas las gentes».
Por tanto, un cristiano es un “enviado por Jesús con su misma misión”; la misión de cambiar el mundo; de humanizarlo. No se concibe un cristianismo de espaldas a la misión. No tiene ningún sentido. Sobra. Las primeras comunidades proclamaban el evangelio con su simple actitud, con su forma convincente de vivir, con su estilo fraterno de encarar la vida, y eran contagiosas, eran fértiles y no dejaban de crecer. Como decía Ruiz de Galarreta:«Nuestro seguimiento de Jesús está llamado a ser testimonio: nuestra vida cristiana es “para que el mundo crea”. Pero la otra cara de la moneda es que el mundo dejará de creer en Jesús si nuestro testimonio no es válido».
Y esto tiene su aplicación al evangelio de hoy, pues el escándelo al que se refiere Jesús consiste en impedir el acceso a Dios a aquellos cuya fe es más vulnerable –«estos pequeñuelos que creen»–. Y esto, claro está, se puede producir de muchas formas distintas. Hay quienes “pierden la fe” (o no se deciden a abrazarla) como consecuencia de los escándalos mediáticos en los que se ve envuelta la Iglesia, pero todavía son más, posiblemente muchos más, los que la pierden porque nuestro testimonio no invita a creer en quien nosotros decimos creer.
Y dicho esto, podemos dar carpetazo a este evangelio señalando con el dedo a la jerarquía: «Estos son los que escandalizan», o podemos tomárnoslo en serio, mirarnos en primer lugar a nosotros mismos, y preguntarnos si nuestra vida invita a creer en Jesús, en Abbá, en la buena Noticia… o todo lo contrario.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí
Jesús, a partir del capítulo 8 del evangelio de Marcos, comienza un discurso más radical y clarificador sobre cómo debe ser el perfil de quien decide unirse a su movimiento mesiánico. Los discípulos no terminan de comprender la identidad y la misión de su Maestro; muestran poca inteligencia para digerir y aceptar los acontecimientos que van llegando. Jesús anuncia su final y no parecen ser conscientes del desenlace que traerá la máxima revelación de su mensaje. En este contexto se ubica el evangelio de hoy. Este texto nos propone dos escenarios que podrían darse en el seguimiento a Jesús, quizá dos desafíos que nos despegan del verdadero sentido de nuestra existencia creyente.
En los primeros versículos no parece que los discípulos se posicionen bien con respecto al mensaje de Jesús; se consideran diferentes y por encima de los demás movimientos que también existían en Palestina. Su percepción era la de ser un grupo poseedor de una nueva verdad. Es una tentación comprensiblemente humana pero no por ello justificable: el riesgo del fundamentalismo. Los discípulos reprochan a Jesús que algunos expulsan demonios en su nombre, pero no forman parte del equipo. Esta posición se ha estirado hasta nuestros días, sin duda. Quizá sea una llamada a buscar lo esencial de nuestra vida cristiana de una manera más creíble y menos rígida.
Sabemos que existen personas que no están con nosotros en cuanto a vínculos institucionales, pero su visión del ser humano, de la sociedad, de su misión en ella, son convergentes con un humanismo cristiano, aunque carezca de signos religiosos. Tendemos a juzgar por no pertenecer a esta familia, por no realizar determinadas prácticas, ritos, celebraciones, creencias. Incluso los que nos creemos en una posición más integradora, nos incomoda el pluralismo y la diversidad de formas para vivir la fe. Sin embargo, Jesús parece ir por otro lado.
La nueva humanidad que él desea no está basada en un sentido de pertenencia a base de signos externos, ideologías o discursos similares, sino en la humanización de nuestro mundo. Jesús rompe las fronteras institucionales e ideológicas para reconocer que toda persona que “echa demonios” es decir, que colabora para superar y erradicar el mal en el mundo, está de su parte; más bien, Jesús está de parte de ellas.
Y esta liberación del mal tiene que ver con el segundo escenario de este texto que conecta con la coherencia y el escándalo que supone vivir al margen del Amor. En definitiva, la gehenna, el abismo, es el laberinto de una vida centrada en uno mism@. La erradicación del mal ha de ser tan radical como expresa Jesús a través las metáforas que utiliza: cortar la mano, cortar un ojo, cortar un pie, al fin y al cabo, cortar, arrancar, o lo que es lo mismo, eliminar todo lo que en nuestra vida nos lanza a vivir al margen de una vida auténtica y basada en el Amor. No hablamos del amor que se da en las superficies de nuestra persona, sino ese Amor que es el origen de nuestra existencia y que es capaz de crear y liberar otras existencias.
Cortar la mano que hace daño, la que cierra el puño y no se abre para dar y recibir, la mano manipuladora para hacer su santa voluntad y no para dejar ser y respetar; la mano que toca para poseer, acumular y no para acariciar la realidad con compasión. Cortar el pie que se estanca y bloquea todo avance para seguir el camino hacia la plenitud. Cortar el ojo que mira por el rabillo para no comprometerse, el ojo que mira para otro lado y niega tantas situaciones dramáticas de nuestras gentes y de nuestro planeta; En definitiva, cambiar la mirada para percibir con realismo el momento que nos toca vivir y afrontarlo con confianza, con una mirada limpia, sanadora y profunda que recupere la dignidad de todo y de tod@s.
Te propongo que te pares unos minutos y realices un chequeo para ver cómo están tus marcadores sobre los niveles de fundamentalismo, sobre tu mirada hacia el interior y exterior, sobre los pasos que vas dando y cómo tocas la realidad que te toca vivir. No debemos escandalizar por nuestras incoherencias.
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Domingo XXVI del Tiempo Ordinario
29 septiembre 2024
Mc 9, 38-48
Ante este texto -seguramente una colección de dichos agrupados aquí por el propio evangelista-, el lector no puede menos que sorprenderse, al ver el contraste entre la actitud de tolerancia hacia quienes “no son de los nuestros” y las amenazas subsiguientes contra los que escandalizan a los pequeños o los que “caen” de distinto modo. ¿Cómo se pasa de la tolerancia compasiva a la condena más absoluta? La respuesta, probablemente, se encuentre en el hecho de que, o bien se han unido palabras dichas en diferentes contextos, o bien esas palabras no procedan del Jesús histórico, sino de algún responsable de aquellas primeras comunidades.
La actitud de tolerancia es llamativa, incluso subversiva, porque busca romper un funcionamiento tribal bien arraigado en los grupos humanos, por el que se divide a las personas en función de su pertenencia o no al propio grupo: “los nuestros” y “los otros”. Tal división marcará, a su vez, la actitud y el comportamiento que habrá de mantenerse ante unos y otros: el criterio decisivo es que la persona en cuestión sea vista o no como de “los nuestros”; quien no lo es, queda excluido.
El escándalo -que en el contexto del evangelio de Marcos es ambición de grandeza– se produce siempre que se hace tropezar o caer a otros. No tiene que ver tanto con lo que se dice -como ha insistido habitualmente la jerarquía eclesiástica, en su empeño por mantener lo que consideraban “ortodoxo”-, cuanto con lo que se hace. A quienes provocan que “los pequeños” (los últimos, los que no cuentan) caigan -queden paralizados, sean marginados o se les impida avanzar en su propio desarrollo- habría que hacerlos desaparecer. Es lo que subraya el texto con la imagen de la piedra de molino, una hipérbole bien del gusto oriental.
Como hipérboles son también las frases relativas a cortar la mano o el pie y a sacar el ojo. Porque no han faltado personas que, agobiadas por un hondo sentimiento de culpabilidad, las han tomado en sentido literal, con resultados trágicos.
De acuerdo con la antropología bíblica, la mano simboliza la actividad; el pie, la orientación en la vida o la conducta; el ojo, los deseos. Lo que el texto propone -de nuevo, por medio de hipérboles- es modificar aquellas conductas, orientaciones y deseos que no vayan por el camino del amor y del servicio. Porque ese es el camino que permite “entrar en la vida”, es decir, vivir en plenitud.
Comentarios desactivados en El Reino de Dios es más amplio y hermoso que lo eclesiástico.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Expulsar demonios.
Demonio y diablo son términos míticos que significan el mundo del mal. No es que el diablo exista como ser personal con tridente y echando humo. Pero sí que hay realidades en la vida que, mal gestionadas por nuestra libertad humana dañada, pueden constituirse diabólicas: el poder, el dinero, el alimento, la bebida, el placer: droga, erotismo, etc.
Tal vez pueda resultar un poco pesimista pero, allá donde está el ser humano puede hacerse presente el mal, lo diabólico en sus formas más variadas. Ya de Magdalena había salido siete demonios con lo que el número siete supone de plenitud. Hay momentos en la vida en los que el mal se apodera de nosotros casi completamente.
La cuestión es que Jesús expulsaba diablos, sanaba el mal físico o psíquico de la gente.
El texto evangélico de hoy nos presenta a los discípulos indignados porque habían visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
02.- Fuera de “los nuestros también hay verdad y bien”.
En la primera lectura (Números) dice algo parecido: Eldad y Medad, dos ancianos que no habían sido elegidos para profetizar, pero que, sin embargo, el Espíritu se posó sobre ellos y se pusieron a profetizar, lo cual le molestó al arrogante Josué, que inmediatamente le pide a Moisés que les prohíba profetizar.
Es lo que hemos escuchado en el evangelio: uno que no era de los nuestros, uno que no era de la Iglesia, expulsaba demonios (hacía el bien), lo cual molesta a aquel grupo orgulloso y con pretensiones de poder, que eran los doce.
Sin embargo Jesús no se siente molesto porque otros que no son del grupo hagan el bien: No se lo impidáis, porque el que no está contra nosotros, es de los nuestros…
Algo de esto es lo que dijo con fuerza el concilio Vaticano II cuando defendió y promulgó la libertad religiosa … (libertad religiosa tan mal acogida entre nosotros y en no pocos sectores ultramontanos del clero y de la vida política). Pero es evidente que Dios quiere a todos los seres humanos, estén dentro o fuera de la Iglesia …
También hay verdad y bien en otros ámbitos distintos o fuera de la Iglesia.
¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta. ¡Ojalá que muchas personas expulsaran los demonios de la sociedad!
03.- Cristianos anónimos.
Fuera del grupo de Jesús había personas que trataban de expulsar demonios, es decir de hacer el bien. El apóstol Juan, que significa “trueno”, indignado como los discípulos se lo quieren impedir. Sin embargo Jesús abre caminos y perspectivas: No se lo impidáis, porque también ellos trabajan por el Reino.
Personas que hacían el bien y expulsaban demonios había en tiempos de Jesús y hoy.
Decía Mahatma Gandhi
Estoy seguro de que si Cristo volviera, bendeciría la vida de muchos que jamás han oído hablar de Él, pero con su vida han constituido un ejemplo vivo de las virtudes practicada por Cristo: la virtud de amar al prójimo más que a sí mismo, la de hacer el bien y no hacer el mal a nadie.
De otra manera, Rahner denominaba a esta multitud de personas que hacen el bien como “cristianos anónimos”. En toda la historia y por todo el mundo existe gente, que es verdaderamente cristiana, incluso sin saberlo y sin haber oído nunca hablar de JesuCristo, sin tener el nombre de cristiano. Muchas personas africanas, lejanos pueblos y tradiciones asiáticas, que no saben de Jesús, están muy cerca de Él, son cristianos sin nombre, “cristianos anónimos”.
Incluso entre nosotros mismos: nos lamentamos de la fuga de muchas personas de la Iglesia. No tengamos duda de que entre ellos hay personas que también expulsan demonios. ¿Qué duda cabe que muchos científicos, médicos, psiquiatras, etc. tratan de expulsar los demonios de las enfermedades y males? Sin duda que entre los políticos que se sientan en el escaño parlamentario hay quienes quieren el bien para sí, para los suyos, sus familias, su pueblo.
Coloquialmente solemos decir: “hay gente buena en todas partes”. ¡Pues claro!
04.- Amplitud de la Revelación, de la Verdad y del Bien.
Josué, los discípulos de Jesús sienten la tentación de impedir que aquella gente expulsara tales demonios, sencillamente porque no eran del grupo, de la Iglesia, del partido, etc.
Jesús remonta el vuelo y se sitúa en otro plano: no se lo impidáis. La verdad y el bien están por encima de las ideologías, de las Iglesias y de los grupos; el bien está por todo el mundo.
Decía Santo Tomás que: la verdad –la revelación- venga de (por) donde venga, viene de Dios.
Por todos los rincones del mundo y de la historia hay esparcidas semillas del Reino de Dios (vestigia Vebi, decía el concilio Vaticano II), sin que podamos entender quién las haya sembrado.
La sementera de Dios es el mundo entero, la humanidad entera
05.- Algunas conclusiones
Hemos de pensar -y de buen corazón- que Dios ha hablado y habla siempre a toda la humanidad, a todos los pueblos y culturas.
En el África profunda, animista – espiritista, Dios ha hablado y está hablando por la creación, por la conciencia, por su cultura, por su música, por el amor, por la vida y la muerte. En las religiones orientales Dios habla en su contemplación, en su quietud y misticismo.
En nuestra propia conciencia Dios nos habla y nos guía.
Dios ha hablado siempre, también antes de Jesús, antes de la Biblia.
Dios habla siempre.
También hoy hay muchas personas que buscan el Bien y la Verdad. No se lo impidáis.
Muchas veces nos desasosegamos porque mucha gente se ha ido de la Iglesia, o no ha estado nunca en ella. Pero, si estas personas honestamente, buscan también el Bien y la Verdad, no están contra, sino a favor del Reino de Dios, es motivo de alegría, porque hay gente que no es de los nuestros pero aman el Reino.
Cristo es la Revelación plena. Creemos que La Palabra y la revelación de Dios se hicieron presentes en Cristo Jesús. Y todo nuestro cristianismo está centrado sensatamente en Él.
Pero esto no es un canto ni a la vagancia y abandono teológicos, ni al desprecio a otras culturas y religiones.
Esta es una cuestión candente: la apertura del cristianismo y el diálogo con otras culturas, iglesias y religiones, no solamente cristianas, sino no cristianas, diálogo con la ciencia, con el mundo.
El criterio último es el Reino de Dios.
El criterio último del cristianismo y de la vida es siempre el Reino de Dios, no las instancias intermedias. Lo que importa es la expulsión de los demonios, no el triunfo de las mediaciones. Tengamos como criterios en la vida:
Uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
El evangelio de hoy puede dar la vuelta a aquel principio teológico que aprendíamos:
¿Fuera de la Iglesia no hay salvación o fuera de la salvación no hay Iglesia?
Comentarios desactivados en “La vivencia histórica de la fe, determina la esperanza escatológica”, por Consuelo Vélez
De su blog Fe y Vida:
Comentario al evangelio del domingo XXVI del Tiempo Ordinario 29-09-2024
Lo importante es “hacer el bien” y mientras esto se haga, no se va en contra de Jesús y, por tanto, no hay por qué impedirlo
La llamada es a entrar en el reino de la vida, aunque sea con limitaciones (sin la mano, el pie o el ojo) antes que creerse perfecto y ser arrojado a la gehena.
Nuestra fe, no es para un más allá, sino que, comenzando aquí, llegará a su plenitud en la eternidad.
-Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.
Pero Jesús dijo:
+ No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar.
Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Mas vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehena, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pacado, córtatelo. Mas vale que entres cojo en la Vida que, son los dos pies, ser arrojado a la gehena. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Mas vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehena, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga.
(Mc 9, 38-43.45.47-48)
El evangelio de este domingo presenta dos temas que no parecen tener mucha conexión. Tal vez la conexión es estar en una unidad literario de Marcos en la que muestra los valores contraculturales del Reino frente a la sociedad.
El primer tema se refiere al dicho “el que no está conmigo, está contra mí”, que aparece en todos los sinópticos, pero en contextos distintos. En Lucas (11, 23) y Mateo (12, 30), el contexto es de la acusación que le hacen a Jesús de estar expulsando demonios en nombre de Belzebú. Jesús les dice que un reino no puede estar dividido contra sí mismo. En Marcos, se refiere a que están expulsando demonios en su nombre, algunos que no son del grupo. En los dos casos, lo central es “hacer el bien” y mientras esto se haga, no se va en contra de Jesús y, por tanto, no hay por qué impedirlo.
Pero recordemos que expulsar demonios en la biblia no se refiere a los exorcismos de las películas de Hollywood. Se refiere a liberar a las personas excluidas por alguna razón, especialmente de tipo psicológico, e integrarlas de nuevo a la comunidad. Pues bien, en la misión que los discípulos realizan, no deben impedir que otros realicen los mismo porque hacer el bien no depende de la pertenencia a un grupo sino del bienestar y liberación que se produzca. Hacer presente el reino es lo importante y quien lo hace, no está en contra de Jesús.
El segundo tema son cuatro perícopas que empiezan con “Y”. Corresponden al género literario exhortación que incluyen una conclusión en forma de amenaza. La primera se refiere a “Y el que escandalice a un pequeño de los que creen, más le valdría ponerse una piedra de molino y arrojarse al mar”. No se refiere a los niños, sino a los que escandalicen a los miembros que están comenzando a formarse en su fe. Por tanto, están describiendo una situación de la comunidad. Pero la consecuencia de producir ese escándalo es enviarlos al mar que, como imagen bíblica, se refiere al lugar de los demonios. Es por tanto un dicho escatológico.
Las otras tres perícopas se refieren a partes del cuerpo como símbolo de que pueden hacer pecar (mano, pie, ojo). En los tres casos es mejor entrar sin un miembro del cuerpo a la Vida que ir con los dos a la gehena. Recordemos que la gehenna se refiere al valle de Hinnûm, donde originalmente se realizaban sacrificios humanos y, posteriormente, se quemaba basura. Al fuego se tira lo que no sirve. Por eso, la gehena es una imagen escatológica que no se está refiriendo a un lugar sino a la conciencia de que aquello que no sirve se arroja al fuego. En otras palabras, la llamada es a entrar en el reino de la vida, aunque sea con limitaciones que mantenerse perfecto y ser enviado a la gehena.
En conclusión, todos estos temas nos llaman a la fidelidad a los valores del reino, al compromiso con hacerlos posible y a la conciencia escatológica de que la vivencia histórica de la fe, determina la esperanza escatológica. Nuestra fe, por tanto, no es para un más allá, sino que, comenzando aquí, llegará a su plenitud en la eternidad.
(Foto tomada de: https://boosco.org/www/2020/02/05/marcos-6-7-13-llamo-a-los-doce-y-los-envio-de-dos-en-dos/)
Comentarios desactivados en 25.9.24. Lutero, Canto a la “merced” de María (Comentario al Magníficat)
Del blog de Xabier Pikaza:
Se celebró ayer (25 de septiembre), en la Vera Cruz de Salamanca, con presencia de Obispo, religiosos y gente devota (imágenes) la misa de la Merced. Algunas cosas han cambiado, como podrá verse por las fotos. Pero queda para mí el recuerdo de 40 años de celebración de esa fiesta.
Recuerdo en especial un año en el que estaba Eliseo Tourón (1934-1996), hacia el 1993. Leímos juntos el comentario de Lutero al Magnificat y lo aplicamos a la “merced” de la redentora cautivos. Pongo unos apuntes de lo que entonces comentamos y escribimos.
| Xabier Pikaza
Me gusta lo que Lutero dice de la Madre de Jesús, Puede ayudarnos a entender la acción liberadora de María y a recrear en humildad activa y católica la experiencia de fe de María.
Como su nombre indica, los protestantes han protestado contra los posibles excesos de una veneración mariana, procedente del Medievo, insistiendo en los tres principios del verdadero cristianismo : Solus Christus, sola Scriptura, sola fides. Tomando a María como mediación entre el hombre y Dios, los católicos podían haber corrido el riesgo de presentar a María como sustituto de Jesús o del Espíritu santo. [1]
Pero Lutero fue a su modo un devoto de María, y así lo muestra en su Comentario al Magníficat, que Eliseo y yo comentamos aquel año, en la fiesta de la Merced de la Ver-Cruz de Salamanca.
Lutero, comentario al Magníficat, Traducción de T. Egido:
Testimonio ejemplar. Lutero: Comentario al Magníficat. El protestantismo tiene, según eso, el valor de insistir en Cristo, en la Biblia y en la fe de los creyentes. En esa línea me siento “protestante con los protestantes y acepto con gozo algunos elementos de Lutero, en su comentario al Magníficat [2]
– Principio teológico: Dios “mira hacia abajo” (In-die-Tiefe), se fije y libera a los insignificante, excluidos y pecadores, de manera que debemos insistir en solus Deus, solus Christus. De esa forma se oponen a Dios a los que que “miran hacia arriba” (herabsehen), buscando poder, gloria y riqueza, la salvación por sí mismos.En este sentido establece Lutero:
“Porque lo mismo que al comienzo de la creación hizo el mundo de la nada (por eso se le llama creador y omnipotente), de la misma forma seguirá actuando hasta el final de los tiempos de tal suerte, que lo inexistente, lo insignificante, lo menospreciado, lo miserable y lo que está muerto lo trueque él en algo precioso, honorable, dichoso y viviente. Y por el contrario, todo lo precioso, honrado, dichoso y viviente lo transforma en nonada, pequeñez y cosa despreciado, miserable y perecedera” (Magnif 178).
– Muchos miran hacia arriba con orgullo. Parece que Lutero ha tenido en cuenta la forma en muchos teólogos y predicadores de la época consideraban a María como dechado de de virtudes propias, superior a todos los demás y digna de ser elegida como madre de Dios, separada así de los restantes hombres y mujeres de la tierra, aislada de todos, sin preocuparse de los pobres y excluidos de la tierra, en contra de lo que dice ella misma en su Magníficat, donde se vincula con los pobres y oprimidos de la tierra.
Según Lutero, Dios condena todo lo que hay de orgullo en el hombre, ante todo su pecado, pero también toda su justicia puramente humana, que termina siendo en el fondo una injusticia. En contra de eso, él pone de relieve la humildad” personal y social de María en el Magníficat, que así aparece como auténtica creyente, vinculándose a los pobres y oprimidos del mundo. María aparece así como signo excelso de la necesidad y miseria de los hombres ante Dios.
Conforme a su visión del Magníficat, María es para Lutero una mujer evangélica (precursora de la reforma de la Reforma necesaria de la Iglesia). Un hombre o mujer evangélico, cristiano debe recibir por gracia los dones de Dios, sin vanagloriarse de lo que tiene, sin imponerse sobre los demás, estando siempre dispuesto a ofrecer su ayuda a todos, especialmente a los más necesitados, los oprimidos y hambrientos de los que habla en el Magníficat.
El comentario de Lutero al Magníficat muestra el respeto que él tenía ante María, manteniendo elementos de piedad mariana, de vinculación especial con la madre de Jesús, aunque siempre dentro los límites de la piedad cristiana, fundada en la Biblia. Lutero insistía en la Escritura (sólo la Escritura), sabiendo que ella contiene el más hermoso y profundo testimonio de piedad mariana en el Magníficat, donde ella está empeñada en ayudar en nombre de Cristo a los más pobres
Lutero quiere proponer una antropología abierta a María, que pone de relieve la necesidad de salvación del hombre, en sus tres dimensiones (cuerpo, alma y espíritu, cf. 1 Tes 5,23) tal como lo muestra María cuando habla en el Magníficat de de mi alma y de mi espíritu. Lutero atribuye a María una santidad que no es no parcial sino integral (santidad de cuerpo, de alma, de espíritu), aunque insiste en la importancia del espíritu frente al cuerpo y el alma: componentes: “si el espíritu no está santificado, no habrá en el hombre nada que sea santo“.
Lutero insiste en la santidad del espíritu, que consiste en “una fe pura y sencilla“, en contra de aquellos que insisten en la “observancia de unas obras de piedad” separadas de la vida, obras externas, como ayunos, disciplinas, limosnas para el culto, que no interesaban a María. Por eso se eleva en contra de los falsos devotos de María, que buscan obras de piedad externa y no se ocupan de lo que quiere el Magnífica: Dar de comer a los hambrientos, elevar y redimir a los oprimidos
Lutero recurre a la experiencia de la fe fiducial (=fe como confianza en Dios), que él interpreta de esta forma: “La única fuente de paz consiste en enseñar que ninguna obra, ninguna enseñanza exterior, sino sólo la fe, es decir, la firme esperanza en la invisible gracia que Dios nos ha prometido, acarrea piedad, justificación y santidad“.
Por otra parte, insistiendo en las palabras de María “porque ha hecho obras grandes en mi“, Lutero pone de relieve el hecho de que la fe del cristiana ha de ser personal, como la de María”: “no basta con que creas que Dios ha obrado grandes cosas con otros, sino que debes confesar lo que ha realizado contigo, pues de lo contrario ello te verás privado de esta divina acción”.
Lutero escribe este comentario al Magnificar en un tiempo de Persecución, cuando se siente impulsado alimentado por una fe que por una fe y piedad como la del Magníficat. Él se identifica de alguna forma con María, la madre de Jesús, perseguido por las autoridades religiosas y políticas, en riesgo de ser encarcelado. En esa situación apela a María, madre de Jesús, como socorro y ayuda para los oprimidos. Le tratan como a un proscrito, y sin embargo, él pone su confianza en Dios, como hace María en el Magníficat:
Para la ordenada comprensión de este sagrado cántico, es preciso tener en cuenta que la bienaventurada virgen María habla a partir de una experiencia peculiar por la que el Espíritu Santo le ha iluminado y adoctrinado. Porque es imposible entender correctamente la palabra de Dios, si no es por mediación del Espíritu santo. Ahora bien, nadie puede poseer esta gracia del Espíritu santo, si no es quien la experimenta, la prueba, la siente…
La santa Virgen ha experimentado en sí misma las maravillas que Dios ha realizado en (porque ha hecho en mí grandes cosas…), en ella, a pesar de ser ella tan poca cosa, tan insignificante, tan pobre y despreciada. En esa situación de necesidad, María ha recibido del Espíritu santo el don precioso y la sabiduría de Dios, descubriendo que es un Señor que no hace más que ensalzar al que está abajado, abajar al encumbrado y, en pocas palabras, quebrar lo que está fuerte y reparar lo que está roto” (Magnif. 177).
En la oración final del Magníficat Lutero no se contenta con pedir a Dios que nos “nos ilumine y nos hable, sino que inflame y viva en el cuerpo y en el alma” como en María (p.204). Tal es la fuerza abrasadora del Espíritu que se muestre en el Magníficat de María. De ahí esa insistencia en la fe fiducial, fe como confianza radical en Dios, para para que salgan adelante las obras de Dios que hace por uno. Lutero lo aplica a todo creyente como si de él se tratara:
Tienes que estar convencido, sin duda ni vacilación posible, de la (buena) voluntad de Dios para contigo, y creer con firmeza que contigo quiere Dios realizar cosas grandes”… “Esta fe , como dice Cristo, es capaz de todo (cf. Mc 9,23). Esta es la única fe que justifica, la única que aboca a la experiencia de las obras divinas y, a través de ello, la que impulsa al amor de Dios, a alabarle y engrandecerle con su vida” .
Lutero ve en María la primera creyente y el más acabado ejemplo de esta riqueza salvífica de la fe fiducial. Y así la ve también como la más grande de todas la mujeres y hombres creyentes por dos cosas: porque “su alma glorifica al Señor y porque su espíritu se alegra en Dios su Salvador“, porque Dios ha hecho en ella la obra más grande: engendrar al Hijo de Dios. En esa línea, Lutero ha comprendido profundamente el significado teológico de la “mirada de Dios” a María (ha mirado la pequeñez de su sierva…). Y en esa línea llega a decir:
María es humilde, pero no se vanagloria de la humildad, pues la humildad es la mayor de todas las virtudes, ya que las restantes dependen y dimanan de ella. En realidad, cuando Dios vuelve su rostro hacia alguien para mirarle, allí se está registrando gracia pura, felicidad, y de ello se siguen todos los bienes y todas las obras (Ibid).
María no se ha vanagloriado de su humildad ni nadie puede hacerlo sin pecado, en contra de algunos cristianos que se creen grandes porque son muy humildes, enorgulleciéndose de ello, en contra de lo que hace y dice María En esa línea, Lutero define la humilitas (humildad) bíblica como expresión de la crux Christi:
La humilitas no es otra cosa que un ser o estado despreciado, sin apariencias, exactamente igual al estado que se encuentran los pobres, los enfermos, hambrientos, sedientos, los prisioneros y los hombres que sufren y mueren, de la misma forma que se halla Job en medio de las tribulaciones, David arrojado de su reino o Cristo cargado con las miserias de todos los cristianos“.
María es una discípula modélica de esta escuela de humildad y de la cruz de Cristo. Pertenece al grupo de los cristianos que son “los pobres de Yahvé“. Lutero ha descubierto anticipadamente este lugar tan importante del Magníficat, como lo hace hoy toda la crítica exegética, añadiendo que los humildes son los pauperes, aflicti, humiliati que (pobres, afligidos, humillados) de los que trata el Sal 116 y otros salmos afines.
En esta línea, Lutero siente una profunda veneración y fascinación por la maternidad divina de la Virgen con toda la iglesia antigua y medieval. Pero al mismo tiempo siente el temor de que se venere a María como a Dios, en una línea de idolatría pagana, no de piedad cristiana.
En ese sentido, Lutero afirma la maternidad divina como “la cosa más grande” que Dios ha hecho, como obra y presencia suya (de Dios), defendiendo, al mismo tiempo, la pequeñez de María que por sí misma no tiene ningún mérito ante Dios, ni alardea de ello. Esta divina paradoja que ve latir en el Magnificat hace que Lutero sea devoto de María y propagador de su grandeza. Una prueba de Lutero como cantor de la maternidad divina de María lo tenemos en este párrafo inolvidable:
De ahí (de ser madre de Dios) provienen todo honor, toda la felicidad, el ser una persona tan excepcional entre todo el género humano, que nadie se le puede equiparar porque con el Padre celestial ella ha tenido un hijo. ¡Y qué hijo!…. porque quien la llama madre de Dios no puede decirle nada más grande, aunque contasen para alabarle con tantas lenguas como hojas y hierbas hay en la tierra, estrellas en el firmamento y arenas en el mar” (Magnif. 191).
Oh, tú, bienaventurada virgen y madre de Dios; que nada e insignificante eres, que despreciada has sido, y, sin embargo, graciosa y abundantemente te ha mirado Dios y ha realizado contigo cosas! Nada de eso has merecido, pero la rica y sobreabundante gracia que Dios ha depositado es mucho más alta y más grande que todos tus méritos. Dichosa tú Desde este momento eres eternamente bienaventurada, porque has hallado un Dios como el tuyo (Magnif 188).
Pidamos a Dios que se nos conceda la correcta inteligencia de este Magnificat: que no se contente con iluminar y hablar a otros, sino que inflame y viva él miemo, en el cuerpo y en el alma. Que Cristo nos lo conceda por la intercesión y la voluntad de su querida madre María. Amén” (Magnif. 304).
Notas
[1] Cf. K. Barth, Adviento, Studium, Madrid 1970, 38-45 (Verheissung, München 1960, 38.44-45).
[2] Sigo la traducción de Teófanes Egido, Obras de Lutero. El Magníficat, Sígueme Salamanca 1977, 177-204 (=Magnif), retomando las reflexiones de un trabajo que escribí conEliseo Tourón: Lutero y el Magnificat de María, Eph. Mar (1994) 371-390. Cf. B. Gherardini, La Madonna in Lutero, Cittá Nuova. Roma 1967.
Comentarios desactivados en 24.9. Virgen de la Merced, santa María de la Carne
Del blog de Xabier Pikaza:
Carne somos, humanidad del Dios enamorado, que habita en nosotros
Carne de Dios son los hambrientos, exilados, migrantes y cautivos (Mt 25,31-46), carne de María, madre y amiga de Dios, Virgen de Merced, Redentora de Cautivos.
En contra de ese Dios, en-carnado en la humanidad sufriente, se alzaron al principio de la iglesia muchos “sabios” (gnósticos, conocedores). En oposición a ellos surgió la verdadera iglesia.
En oposición a unos gnósticos modernos quiero hoy celebrar el día de la Merced de Dios que es María, redentora de cautivos, recordando la historia de unos gnósticos antiguos, pretendidos teólogos cristianos (cristianos superiores), que se ocuparon de su pretendido Dios interior, pero sin encarnación redentora, rechazando lo que dirá Ireneo: Caro cardo salutis.
| Xabier Pikaza
Tomas cristiano “sabio”, no quería compartir los dolores de la historia.
El evangelio de Tomás [1]está cerca de la “gran Iglesia”, pues contiene textos de tradición venerable de comunidades antiguas (como la del Q) y apela a dos de “hermanos” de Jesús: Judas-Tomás, el Mellizo, en cuyo nombre se inscribe (EvTom, inscriptio y num 13) y Jacobo, el Justo, por quien fueron hechos el cielo y la tierra (EvTom 12)… Pero no acepta el evangelio de la carne, rechaza en el fondo a María, la virgen de la Carne, redentora de cautivos.
Pero, conforme al testimonio de Jn 20, Tomás confesó al final la encarnación de la Palabra de Dios, metiendo su mano en la llaga del costado de Cristo muerto y resucitado.
En contra del evangelio de Tomas, el evangelio de Juan confiesa encarnación del Logos de Dios (Jn 1, 14), insistiendo en su historia de carne, como Hijo de María. Juan pone a la Virgen María a los pies de la Cruz, acompañando, liberando a los oprimidos.
En esa línea, vincula la salvación con la muerte histórica de Jesús, y no con un tipo de gnosis intimista. Por eso apela al nacimiento y muerte la de Jesús y puede elaborar una mariología de carácter histórico (a la que se habría sumado al fin el mismo Tomás).
En contra Jn 20 (donde Tomás al fin se convierte y mete la mano en la herida del costado de Jesús), el Ev Tomás que nosotros conservamos (=EvTom) tiende a rechazar la carne (muerte corporal) de Jesús, desentendiéndose del sufrimiento de los hombres.
La Virgen de la Merced, que hoy celebramos, va en contra de un evangelio gnóstico como el de Tomas… porque no quiere encarnarse en el sufrimiento de la historia y redimir a los cautivos.
La gnosis ha sido y, en algún sentido, sigue siendo la herejía principal de la iglesia cristiana (por su negación de la carne, encarnación), en la línea de las religiones de oriente (hinduismo, budismo, tao). Éstos son, presentados de un modo casi telegráfico los rasgos fundamentales de una mariología de tendencia gnóstica, que está al fondo del Evangelio de Tomás que sigue estando, al menos veladamente, al fondo de un cristianismo actual de tipo advaita, no dualista, de puro intimismo, sin alteridad, sin comunicación social/eclesial, sin historia [2]:
Devaluación de la alteridad cada uno quiere salvarse sólo a sí mismo.
En los evangelios canónicos, María pertenece a la vida histórica de Jesús, esto es, a su “carne”, como mujer israelita, vinculada de un modo muy intenso a la esperanza mesiánica (social) de su pueblo. No es un signo femenino de la humanidad caída, sino una persona que realiza una función positiva en el despliegue de la salvación.
En contra del evangelio social de la madre de Jesús, buscando un tipo de “salvación interior”, el evangelio de Tomás devalúa las relaciones sociales y el compromiso radical por la justicia, entre hombres y mujeres, convirtiendo de hecho a hombres y mujeres en solitarios, buscando a Dios (buscándose a sí mismos en su puro interior, en su desierto y silencio ante Dios).
EvTom 79 ha podido acoger el logion de Lc 11, 27-28 con la palabra de la mujer (¡Bendito el vientre que te llevó..!) y la respuesta de Jesús (¡Benditos los que han escuchado la palabra del Padre!), añadiendo las palabras apocalípticas de Lc 23, 19: “¡Bendito el vientre que no ha concebido y los pechos que no amamantado” (cf. Mt 24, 19). Pero lo que Mateo y Lucas interpretan como expresión de angustia apocalíptica (miedo de las madres por los hijos que se pierden), se vuelve en EvTom rechazo de la maternidad en cuanto tal.
Desde ese fondo se entiende la cita de Mc 3, 31-35, contenida en EvTom 99 donde que no es crítica de la familia en cuanto tal, sino de un tipo familia cerrada en sus propios intereses de Jesús, sino a todo tipo de “familia carnal”. En la línea avanzas EvTom 101 que, partiendo de Mt 10, 37-38 (¡quien no odia a su padre y a su madre…!), se establece una distinción radical entre las dos madres: (a) La madre carnal (como María, la de Jesús) que le engendra a Jesús en un mundo de pecado. (b) En contra de María, la madre verdadera (que es el Espíritu de Dios) engendra y alumbra a la Vida verdadera, sin carne. La tradición sinóptica vinculaba los dos planos, afirmando que María había concebido realmente por obra del Espíritu Santo, siendo así madre carnal y espiritual (cf. Lc 1; Mt 1). EvTom los contrapone, devaluando la carne de la historia (en contra de Jn 1, 14), para interpretar el nacimiento de Jesús en un plano de puro Espíritu.
En soledad con Dios, sin historia humana.
Por eso dice EvTom 105: “Quien conozca a su padre y a su madre, será llamado hijo de prostituta”. Conocer significa valorar y vincularse. En esa línea, como mujer-madre de este mundo, María ha sido esclava del pecado, de manear que podemos llamarla prostituta. No es carne buena, al servicio de la Vida, sino carne caída, dominada por el deseo de placer y por la muerte. Como madre en este mundo, María ha sido simplemente pecadora. Conocer a esa madre significa encerrarse en este mundo prostituido. Por eso es normal que EvTom no haya desarrollado una mariología consecuente (en contra del evangelio de Juan).
Cada uno es padre-madre de sí mismo, no debe ocuparse de los otros.
EvTom devalúa, según eso, toda dependencia de origen (de concepción maculada y nacimiento en este mundo pecado), y toda relación social, entendida como experiencia mundana de “carne”. Por eso, como madre del mundo, María no es mediadora ni signo de engendramiento de vida. Ella no puede ofrecer a Jesús un lugar y sentido en la existencia, pues su maternidad está vinculada al sexo “pecador” y a la carne caída y de muerte. Lógicamente, el signo de la verdadera humanidad serán los niños pre-sexuados, que no tienen vergüenza, pues no se identifican por su cuerpo masculino o femenino (cf. EvTom 21, 37). Por eso es necesario hacerse pequeños, superando el sexo (cf. EvTom 46), siendo así solitarios: “¡Bienaventurados los solitarios y elegidos, porque encontraréis el Reino. Como habéis salido de él, a él volveréis!” (EvTom 49).
En soledad individual, sin relación real/esencial con otros.
En su relación con Dios, los gnósticos son solitarios, sin madre: provienen de la luz, son como chispas que brotan de Padre viviente y que vuelven de nuevo al descanso del Padre (cf. EvTom 50), pero no forman parte de este mundo que no es madre, sino sepultura (cf. EvTom 56). Por eso, la mariología no puede entenderse como “guía de vivientes” (personas que nacen de la vida, en vida de amor crecen y se comunican con otros y n amor culminan resucitando en Dios), sino como memoria o recordatorio de muertos; por eso, quien se sepa muerto, y así viva como muerto al mundo, ha superado esta vida de muerte (cf. EvTom 86).
Por eso puede añadir: “Los cielos y la tierra se enrollarán delante de vosotros, pero el que vive del Viviente no verá la muerte”, pues ha superado el nivel de perecimiento (cf. EvTom 111). No hay Madre que pueda ayudarles en la vida, pues por ella han nacido los hombres a la muerte. Frente a la religión de María (Madre del Cristo de Carne en el mundo), la religión de la gnosis verdadera es descubrimiento y culto de la muere. Lo que importa no es nacer, sino superar el nacimiento, no es dar y compartir vida, sino renunciar a ella.
Sin matrimonio. Renuncia a las bodas, rechazo de los otros.
El tema aparece al comienzo del evangelio de Juan (Jn 2, bodas de Caná). En contra de un tipo de Gnosis que rechaza el matrimonio como expresión de la carne/pecado, Cristo está presente en unas bodas, ratificando así el valor mesiánico (divino) del matrimonio. De manera muy significativa en esas bodas no está sólo Cristo con sus discípulos, sino también (y de un modo especial) su madre, que aparece de hecho como “primera invitada”, como si las bodas de este mundo formaran parte de la identidad de su madre (que aparece así como expresión, representación del pueblo de Israel. Según eso, las bodas de María, como tales, son bodas de pecado, que necesitan aguas de purificación y penitencia. Por eso había allí seishydriai lythinai. Seis, pues el “siete” es el número de la gracia, hydriai lithinai, recipientes de piedra, con agua para purificarse
La madre está en las bodas y de esa forma las ratifica con su presencia. Pero sabe que en ellas bodas falta al vida, de manera que solo hay en ellas “agua de purificaciones”. Ella tiene cierta sabiduría (conoce el pecado: las bodas del mundo, pero es incapaz de superarlo) son pecado. Es como si en las bodas de la madre (del pueblo de Israel) sólo hubiera agua para purificarse. Ella sabe que las bodas como tales son impura, impuras a causa de la mujer, cuyo contacto lleva a la muerte (como ratificaba ya en la Biblia de los LXX el libro de Tobías, donde el que purifica a los novios y en especial a la novia es el ángel Rafael). Por eso, en principio, la gnosis del evangelio de Tomas prohíbe el matrimonio como pecado, y rechaza a la mujer de las bodas como pecadora.
La madre de Jesús en las bodas, quiere vino para todos
El evangelio de Juan contra el de Tomas. La madre, en cuanto tal, no puede convertir el agua en vino (no puede purificar, transformar), pero puede decir y dice a Jesús su Hijo “no tienen vino”. La madre de las bodas de Caná (Jn 2) va en contra de la teología gnóstica de las bodas de Tomás, pues ella le dice a Jesús “no tienen vino”, invitándole, por tanto, a santificar las bodas. Conforme al evangelio de Juan (con su afirmación central: la Palabra se ha hecho carne: Jn 1, 14) las bodas de Caná empiezan significando un “desposorio en la carne”, con el riesgo de quedarse en ella (en la pura carne, es decir, en el nivel del agua de las purificaciones.
Pues bien, desde el trasfondo del evangelio de Juan, el agua de purificación de las bodas se puede convertir y se convierte por la palabra y presencia de Jesús (verbo encarnado) en vino de gratuidad, es decir, de comunicación personal de vida, en la línea de la gran “parábola” de vino y de la vida (cf Jn 15, 1-17). Jesús mismo es en un sentido el vino de las bodas de los hombres y mujeres del mundo. En esa línea, siendo comunicación de vida de carne, las bodas son comunicación total de vida, de unos seres humanos a otros, varones y mujeres.
Este relato de las Bodas de Caná, en la que está presente el mismo Jesús como “vino” (dador de vino) constituye un elemento fundamental de la mariología del Evangelio de Juan y de todo el Nuevo Testamento. Ella, la madre, no es la boda (no es el vino, ni es la “instauradora” de las nuevas bodas, pero marca el camino de Jesús (que es la boda, que es el vino de bodas), Según eso, la madre de Jesús (María), formando parte de un mundo de bodas antiguas (agua de purificaciones) abre por de Jesús el camino de las nuevas bodas, que son la experiencia fuerte del vino de amor compartido.
En contra de eso, el Evangelio gnóstico de Tomas quiere unas bodas de de pura interioridad, cada uno a solas consigo mismo,
sin lugar para la Madre ni para la comunicación real del varon y la mujer (de los esposos), pues sólo los solitarios (los que renuncian a toda relación sexual o maternidad mundana) “entrarán en la cámara nupcial” (lugar de las bodas verdaderas; cf. EvTom 75).
Cámara nupcial, bodas sin carne, sin generación de vida.
Las bodas gnósticas no son de agua de purificaciones, como empezaron siendo las de Caná, pero tampoco son bodas “reales”, de varones y mujeres, pues van en contra de toda dualidad sexual, de todo encuentro en la carne, de toda generación, de manera que el varón no sea ya varón, ni la hembra sea hembra, trascendiendo trascendiendo así toda dualidad, toda diferencia (cf. EvTom 22) y en contra de Gal 3, 28 que habla de comunión corporal en igualdad personal, y en contra de Jn 1, 14, donde se dice que la palabra/comunicación de Dios se hace carne. Estas bodas gnósticas (=bodas sin boda, sin carne) constituyen una experiencia de identificación interior con Dios y de superación de las dualidades somáticas y personales (cf. ApTom 106).
En este contexto se puede hablar de una eucaristía espiritual y sapiencial, que consiste en “comer de la boca” de Dios (cf. ApTom 108), sin necesidad de compartir la comida y bebida con los hambriento de pan concreto de la tierra (en contra del mensaje Mt 25, 31-46 y de la carta canónica de Jacobo, hermano del Señor). Esta sabiduría gnóstica se encuentra especialmente vinculada a las mujeres de la tradición del evangelio, Salomé y María Magdalena, que no son “mujeres” reales, sino “espíritus incorporales”, a diferencia de María Madre de Jesús, que es una mujer de carne y hueso, presencia (madre) de Dios en su carnalidad. Como representante de todas las mujeres aparece ahora Salomé (cf. Mc 15, 40 y 16, 1), como mujer-espíritu, persona desencarnada que pregunta a Jesús:
¿Quién eres tú, hombre y de quien procedes? Has subido a mi lecho y has comido en mi mesa. Jesús le dijo: ‘Yo soy el que procede del que es igual…’ Salomé le dijo: ‘yo soy tu discípula'” (EvTom 61).
Ser discípula significa identificarse interiormente con Jesús (igual al Igual, que es Dios), superando así toda diferencia, en comunicación del lecho y comida, es decir, de sabiduría interior con Dios, en una especie de matrimonio de identificación mística. Ser discípula significa ser Cristo supra-carnal, espíritu en la tierra, pero sin carne ni historia, en eternidad de presencia. En esta cámara nupcial (en el interior de las bodas de Dios) cada creyente se identifica con Cristo “desencarnado· (Cristo espíritu, sin carne), superando así la “historia carnal” de Jesús histórico, Hijo de María.
Culminando esta línea aparece al final María Magdalena, no la madre histórica/carnal de Jesús, no como mujer histórica, carnal, sino como figura de la sabiduría, convergida “varón” espiritual. Pedro quiere expulsarla del grupo, pero Jesús la defiende:
Yo la impulsaré para hacerla varón, a fin de que pueda ser un espíritu viviente, similar a vosotros, los varones. Porque cualquier mujer que se haga varón entrará en el Reino de los cielos” (EvTom 114).
Así termina el evangelio, con la mujer que hecha varón, internamente unificada (mujer sin carne, en contra de Santa María de la Carne, de la que habla el Nuevo Testamente Canónico, de la que he querido hablar en todo este libro). superando la división de varones y mujeres, esto es, su identidad carnal histórica, como compañera del varón y madre de hijos.
Comentarios desactivados en Vigilia bíblica con María: Mujer, liberada, madre, hermana, amiga
Del blog de Xabier Pikaza:
Faltan dos días para la Merced (24.9.24) y quiero ofrecer para compañeros y amigos una guía bíblica para celebrar su fiesta de mujer, liberada, madre, hermana y amiga, un texto sobrio para pensar, interiorizar, compartir y celebrar (actuar) en este tiempo de sinodalidad creyente para caminar unidos con ella.
| Xabier Pikaza
MUJER DE BODAS,
El Magníficat (Lc 1, 56-65), canto de María, y profecía universal de libertad, debe conducimos hacia la libertad compleja del amor.
Éste es el espacio al que nos lleva, p. ej., el libro de Isaías: “El Señor de los ejércitos prepara un festín de manjares suculentos” (ls 25,6). Es el festín de bodas y de gozo que Dios mismo ha comenzado a disponer para los hombres; por eso manda a sus servidores, encargándoles que inviten a todos al banquete: “Mi cena está dispuesta, venid a celebrar el gozo de las bodas” (cf Lc 14,15-24; Mt 22,1-10).
Así vienen la madre de Jesús a la fiesta de las bodas de Caná, que son nuestras fiestas de amor. Viene Jesús, pero el ayuno sigue porque los novios de este mundo no han podido conseguir el vino de la vida, como indica certeramente la madre (Jn 2,3): No tienen vino, solamente tienen agua de purificaciones, agua de ritos y las leyes, que limpia una vez, externamente, pero por dentro seguimos manchados y vacíos, en ayuno sin amor.
María que es mujer, madre, hermana y amiga le dice a Jesús: “¡No tienen vino!” no pueden celebrar la fiesta de las bodas (2,3). En esta primera palabra ella explícita su solidaridad respecto a los que viven de manera insuficiente, incompleta sobre el mundo: sabe que los hombres han sido creados para celebrar las fiestas del amor, para las bodas del vino escatológico, y por eso sufre al verlos incompletos, deprimidos, sometidos al agua de los ritos y las purificaciones de este mundo.
La respuesta de Jesús parece dura: “¡Qué tenemos que ver tú y yo, mujer; aún no ha llegado mi hora!” (Jn 2,4). Ciertamente lo es, si la miramos desde una perspectiva intimista, como expresión de ruptura con la madre: ¡Jesús está en manos de Dios y no puede recibir mandatos de María! Sin embargo, si miramos a más profundidad, descubriremos que en la misma respuesta va implicado un asentimiento implícito: Jesús no rechaza la observación de su madre, no niega la carencia de vino. Simplemente indica que la solución del problema no depende ahora de las palabras de su madre, sino de la hora (voluntad de Dios).
Así lo ha entendido la madre. Respecto a Jesús ya ha cumplido su misión: ya le ha indicado que no existe vino de amor y libertad sobre la fiesta de la tierra. En ese aspecto está tranquila, confía en Dios y en la promesa mesiánica del Cristo. Por eso, ahora, sólo le queda una cosa: ponerse al lado de los hombres (servidores del banquete) y advertirles: “¡Haced lo que él os diga!” (2,5).
En este segundo momento debemos situarnos. La madre puede hablar a Jesús, pero sabe que ese Jesús-hijo le desborda, pues se encuentra en relación inmediata con el Padre. Pues bien, ella sigue confiando en ese mismo Jesús, centrando su esfuerzo en la preparación de los servidores de la boda. Estos servidores llevan el nombre técnico de diakonos: son los criados que preparan el banquete y sirven en la mesa. En medio de ellos se coloca la madre, convirtiéndose en una especie de diaconisa primera, animadora y directora de los servidores del banquete.
Lo más extraordinario de esta escena, situada en el contexto de la liberación, está en el hecho de que María, madre de Jesús, venga a mostrarse, en la linea del Magníficat, como madre preocupada por las bodas de los hombres de este mundo. Ella no está en Caná para cuidar a Jesús, para arroparle en medio de los riesgos de una boda donde parecen estallar las leyes más normales de la compostura y sobriedad del mundo, está para ocuparse de los hombres, de aquellos que quisieran llegar hasta las bodas de alegría y vida de la tierra, pero no pueden hacerlo porque falta el vino de la fiesta.
María, la madre escondida de Mt 1-2, la cantora de la gran transformación mesiánica del Magníficat (Lc 1,45-55), viene a presentarse ahora como promotora de la fiesta: ¡ella está al servicio del vino de la vida! Sabe que la esclavitud no es sólo el hambre y la opresión-humillación que presentaba Lc 1,52-53: esclavitud es carencia de amor, es la impotencia de una vida en la que todo está encerrado en leyes, purificaciones lustrales, ceremonias opresoras. Pues bien, precisamente en ese lugar, allí donde los hombres padecen la gran frustración de su impotencia (¡no alcanzan a beber el vino de las bodas!), viene a presentarse María y nos presenta a Jesucristo.
Precisamente al servicio de la vida y del amor, del vino y de la fiesta se ha puesto María, conforme al evangelio. Ella está con los diáconos, con los servidores del banquete, anunciando y preparando el gozo que se acerca, la liberación definitiva.
En esta perspectiva podemos ampliar la cita con que había comenzado este apartado: “El Señor de los ejércitos prepara un festín de manjares suculentos…: y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos…, aniquilará la muerte para siempre” (Is 25,6-7). Éste es precisamente el vino que falta en el banquete de la tierra, ese “vino de solera” que anuncia el gran profeta (cf 25,6). Pues bien, al servicio de ese vino de la vida se coloca María, como servidora de la libertad, en el banquete escatológico.
LIBRE, LIBERADA Y LIBERADORA
Libertad de los hijos de Dios. El evangelio es un proceso de liberación donde el esclavo (doulos) se hace hijo (huíos) conforme a la palabra de Gál 3-4. Pues bien, ahora queremos ampliar aquella breve indicación, partiendo del gran texto paulino donde el tema de la libertad se ha vinculado a la venida de Jesús como “nacido de mujer”:
Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, a) nacido de mujer,
b) nacido bajo la ley,
b’) a fin de rescatar a los que estaban bajo la ley,
a’) a fin de que alcanzásemos la filiación (/Ga/04/04).
Ser hijos de Dios, hermanos, amigos, libres… El tema es claro: Dios envía a su Hijo (eterno) para que los hombres, rota la cadena de la ley que es servidumbre, podamos alcanzar la filiación. Pues bien, esa filiación es libertad. El hombre vive esclavizado sobre un cosmos que le determina: es heredero de las cosas, pero no puede emplearlas libremente a su servicio, como espacio de realización y como medio para madurar en libertad; el hombre vive dominado objetivado sobre un mundo que le determina, le angustia y cuadricula (Gál 4,3).
Ésta es la esclavitud fundamental, el sometimiento en un mundo de esclavitud, de dominio de unos sobre otros, sin ser hermanos, sin ser amigos, sin ser libres Dios nos hizo dueños y nosotros somos (nos hemos hecho) siervos de las cosas (cf Gén 2,26 Rom 8,20).
Por eso, nosotros, nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la filiación, la redención de nuestras opresiones, la hermandad, la amistad (cf. Rm 8,23).
Esta es la filiación que nos ofrece Jesucristo, el Hijo, nacido de mujer: nos da su Espíritu, de forma que podemos decir ¡Abba, Padre!:
“Por eso ya no eres siervo, sino hijo; y si eres hijo, eres heredero según Dios” (Ga/04/07).
La verdadera libertad es filiación: nos hace madurar como hijos, en un contexto de autonomía personal, de apertura hacia Dios y de confianza. Situada en esta perspectiva, y reasumida en el campo de la redención del Cristo, Hijo de Dios, la misma Madre, María, viene a presentarse como hija: ya no es esclava sometida a los principios de la ley aplastada por las fuerzas de este mundo; es hija redimida por Jesús que dice el “¡Abba, Padre!” y que mantiene relación de encuentro personal con ese Padre.
Situados ya en este nivel, dentro de la gran proclamación mesiánica de Gálatas, podemos dar un paso más. Antes el mundo de la esclavitud y de la ley se hallaba dividido en grupos contrapuestos. Ahora, en cambio, la libertad de Cristo, realizada como nueva creación, vincula a todos los creyentes en forma de fraternidad mesiánica:
Pues todos sois hijos de Dios, por la fe en Cristo Jesús, ya no hay judío ni griego, no hay siervo ni libre no hay macho y hembra, porque todos vosotros sois uno en el Cristo Jesús (Gál 3,26.28).
María es mujer (gyne) y como tal es madre de Jesús, pero ella no se define en su oposición al varón: no es thely o hembra que vive en guerra con el arsen, que es el macho. En el comienzo de la iglesia, allí donde san Pablo ha proclamado la unidad fundamental de todos los creyentes, rectamente interpretada, María viene a presentarse como signo de esa unidad (igualdad) fundamental. Por encima de judíos-griegos, siervos-libres, machos-hembras, enfrentados en lucha permanente, quedan los hombres (seres humanos: varones y mujeres) que viven la nueva filiación de Cristo, en ámbito de fe o de mutua fidelidad.
Jesús, nacido de mujer, nacido bajo una ley de opresión, nos libera de la opresión, nos introduce en camino de hermandad, de amistad, que debemos recorrer con María. La cooperación de María, hija de Dios, hace posible que nosotros dejemos de ser siervos y empecemos a ser hijos, herederos de la casa de Dios Padre (Gál 4,7); aquella cooperación maternal ha influido en esta gran ruptura mesiánica del Cristo, que ha venido a crear un mundo nuevo donde ya no exista opresión o división entre machos-hembras, judíos-gentiles, esclavos y libres.
HERMANA: FRATERNIDAD/SORORIDAD
“Vosotros no llaméis a nadie rabbi; uno es, pues, vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y a nadie llaméis sobre la tierra padre, pues uno es vuestro Padre, el de los cielos” (Mt/23/08-09).
Éstas son palabras condensadas que reflejan la nueva densidad, el nuevo espacio vital y familiar de la comunidad cristiana. Evidentemente, ellas incluyen a María, la madre de Jesús.
En esta perspectiva, libertad cristiana implica una doble liberación. Es liberación frente a un falso padre, frente a Dios impositivo de este mundo, que domina desde arriba y que no deja a los hijos realizarse, conforme a un mito que en los últimos decenios ha desarrollado con toda nitidez la tradición cristiana; mientras el hombre siga oprimido por su padre de la tierra no existe libertad, sólo cuando el hijo puede superar ese nivel del padre de este mundo y se descubre responsable, acogido y potenciado por el Padre de los cielos, logra alcanzar su libertad, se vuelve plenamente humano.
Ésta es igualmente liberación frente al maestro (rabbi) o dirigente (kathekhetes) de este mundo que mantiene al hombre en un nivel perpetuo de minoría de edad o de discipulado. Cristo rompe esa minoría, transforma aquel discipulado, y nos conduce al plano de transparencia comunicativa, interpretada como fraternidad.
La superación del padre impositivo de este mundo no supone una caída en el vacío total de la violencia, siempre repetida y destructora; tampoco el rechazo de los maestros-jefes lleva al caos de la vida incontrolada, como siguen creyendo muchísimas personas sobre el mundo.
Esta doble superación es posible no por rechazo resentido, sino por descubrimiento superior de vida, no por negación, sino por superabundancia: precisamente en el lugar donde antes dominaban maestros y dirigentes nos hemos abierto a la transparencia de la libertad, como encuentro fraterno, animado por Cristo, el gran hermano; precisamente en el lugar donde imponían su ley dominadora los padres de la tierra hemos descubierto al Padre de los cielos, que nos admite como somos y nos capacita para creer en libertad, en actitud de gracia.
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