Archivo

Archivo para la categoría ‘Biblia’

Natividad del Señor: Misa de medianoche.

Martes, 24 de diciembre de 2024

pastores

LECTIO

 Isaías 9,1-3.5-6

El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en tierra de sombras una luz les ha brillado.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se alegran ante ti con la alegría de la siega, como se regocijan al repartirse un botín.

Porque, como hiciste el día de Madián, has roto el yugo que pesaba sobre ellos, la vara que castigaba sus espaldas, el bastón opresor que los hería.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombros descansa el poder, Y es su nombre: «Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz».

Dilatará su soberanía n medio de una paz sin límites, asentará y afianzará el trono y el reino de David sobre el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El amor ardiente del Señor todopoderoso lo realizará.

***

Todas las lecturas bíblicas de las misas de Navidad, si bien con perspectivas diversas, intentan responder a una pregunta: ¿cuál es el sentido de la Navidad? Iniciamos el recorrido desde los antiguos profetas. El oráculo de Isaías presupone una situación dramática para el país de Israel, porque el estrépito de las armas resuena por doquier. La invasión asiría (siglo VIII a.C.) comenzada en Galilea amenaza ya la misma Judea y Jerusalén, y el pueblo, bajo el terror enemigo, camina en la oscuridad y no sabe adonde dirigirse. A esta gente sin esperanza anuncia el profeta: «El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz». Luego, dirigiéndose a Dios, exclama: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo» (v. 2).

¿Qué es lo que permite a los hombres pasar de las tinieblas a la luz, de la tristeza a la alegría? La alusión de Isaías se refiere a la huida de los Asirios, pero el profeta de Dios habla también de fuga de todo enemigo.

Anuncia la alegría por el que será: «Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz» (v. 5), el que, verdadero héroe de Israel, cumplirá todo esto. Pero ¿cómo será posible todo esto? Isaías responde: «El amor ardiente del Señor todopoderoso lo realizará» (v. 6). He aquí, pues, el sentido y el mensaje más antiguo de la Navidad: el fin del miedo, la liberación de la dominación enemiga y todo ello gracias a que: «un niño nos ha nacido» (v. 5: cf. Is 7,14; Miq 5,1- 3; 2 Sm 7,12-16), un descendiente de David que dará vida a una sociedad en la que habrá justicia, paz, alegría y que dará a todos el coraje de vivir.

 *

Tito 2,11-14

Porque se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres.

Ella nos enseña a renunciar a la vida sin religión y a los deseos del mundo, para que vivamos en el tiempo presente con moderación, justicia y religiosidad, aguardando la feliz esperanza: la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, el cual se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de que seamos su pueblo escogido, siempre deseoso de practicar el bien.

***

Pablo escribe a Tito, su discípulo convertido del paganismo y ahora obispo de Creta, explicándole el sentido de la venida de Jesús a nosotros con palabras llenas de esperanza: «Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (v. 11). La universalidad de la salvación es una dimensión esencial de la Navidad, y su verdadero mensaje es el anuncio de salvación y de vida nueva para toda la humanidad sin distinciones de razas ni colores, de clases sociales, ni de dotes intelectuales ni ninguna otra cosa. El Salvador que nos ha sido dado no es sólo un niño que ha elegido nacer en un pobre establo, entre incomodidades y queridos silencios, es sobre todo la sonrisa de Dios que se ha hecho visible, porque no ha perdido su esperanza en los hombres. Ha venido para enseñarnos el camino del bien, de la sobriedad y de la justicia, el desprecio de los atractivos malos e ilusorios del mundo, a la espera del retorno glorioso del Señor (v. 13). Libremente, dirá Pablo, «se entregó a sí mismo por nosotros» (v. 14), primero habiéndonos del Padre y llamándonos amigos, y después, al final, muriendo en la cruz por amor, nos ha liberado de toda esclavitud para reconducir al Padre, de una vez para siempre, a la humanidad reconciliada con él. Sólo la fe ayuda a descubrir el poder de Dios en la vivencia de un pobre. Desde que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, quiere ser acogido y reconocido como hombre: aquí es posible la búsqueda de Dios, porque él se ha quedado entre nosotros.

*

Lucas 2,1-14

En aquellos días apareció un decreto del emperador Augusto ordenando que se empadronasen los habitantes del imperio. Este censo fue el primero que se hizo durante el mandato de Quirino, gobernador de Siria.

Todos iban a inscribirse a su ciudad. También José, por ser de la estirpe y familia de David, subió desde Galilea, desde la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, para inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta.

Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del parto, y dio a luz a su primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche al raso velando sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció, y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Entonces les entró un gran miedo, pero el ángel les dijo:

“No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

Y de repente se juntó al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!».

***

Sobre el fondo de los anuncios proféticos (cf. Miq 5,1-4; 1 Sm 16,1-3), Lucas en el evangelio nos habla del nacimiento histórico de Jesús. El relato es simple, pero sugestivo, lleno de matices teológicos y construido sobre el modelo del anuncio misionero, que comprende tres momentos. Primero la narración del acontecimiento: el edicto de César Augusto en tiempos de Quirino, gobernador de Siria, y el nacimiento de Jesús en Belén, en la pobreza, en un país sometido a una potencia extranjera (w. 1-7); después el anuncio hecho por los ángeles a los pastores, primeros testigos del evento de la salvación (w. 8-14); y, por último, la acogida del anuncio, con los pastores que van a la gruta, encuentran a Jesús, y sucesivamente el relato de su experiencia a otros (w. 15-20).

El punto central del relato, sin embargo, son las palabras de los ángeles a los pastores, que consideran con respeto el sentido gozoso del acontecimiento y la fe en Jesús Salvador en la figura de un niño pobre, «envuelto en pañales, acostado en un pesebre» (v. 12). Dos motivos, pues, se iluminan uno a otro en el texto: la visible pobreza en la vivencia humana de Jesús y la gloria de Dios escondida en su presencia entre los hombres. Sólo unos cuantos pastores, representantes de gente pobre y humilde, reconocen al Mesías esperado: éste es el signo divino extraordinario del inicio de una época nueva en la historia de los hombres.

MEDITATIO

Para contemplar el misterio de Navidad necesitamos, sobre todo, simplicidad para asombrarnos ante su mensaje. Capacidad de asombro y mirada de niño son los medios necesarios para gustar el anuncio lleno de alegría de esta noche santa. Y esta alegría tiene una motivación clara: el nacimiento de un niño, Salvador universal, que trae motivos de esperanza para todos, que son paz, justicia y salvación. Y ¿qué signos cualifican a este niño? La debilidad, la pobreza, la impotencia y la humildad, cosas que el mundo ha rechazado siempre y que, por el contrario, ha hecho propias el Hijo de Dios.

Con la venida de Jesús las falsas seguridades de los hombres han zozobrado, porque Dios ha elegido no a los fuertes ni a los sabios, ni a los poderosos de este mundo, sino a los débiles, a los pequeños, a los necios, a los últimos: ha elegido «un niño acostado en un pesebre » (Le 2,7.12.16; cf. 1 Cor 1,27; Mt 11,26), pobre, marginado y desestimado. Precisamente sobre esta pobreza se despliega el esplendor del mundo del Espíritu, mientras nosotros estamos complicados en dramas de conciencia, porque nos tienta seguir principios de fuerza, de poder, de violencia. El niño de Belén nos dice que el milagro de la paz de la Navidad es posible para aquellos que acogen sus dones.

A esta luz el acontecimiento de esta noche no es sólo una fecha para conmemorar, sino evento capaz, también hoy, de contagio y de transformación. Cuatro son las noches históricas de la humanidad, según una antigua tradición rabínica: la noche de la creación (Gn 1,3), la de Abraham (Gn 15,1-6), la del Éxodo (Ex 12,1-13) y la de Belén, es decir, esta noche, que es la más importante, porque el Hijo de Dios ha traído su paz, distinta de la pax augusta, y es el fundamento de la «civilización del amor» (Pablo VI). ¿Somos capaces de vivir el misterio?

ORATIO

Te damos gracias, Señor del universo y de los hombres, porque en Jesús niño, que vino a la tierra portador de tus dones -la paz, la alegría, la justicia y la salvación-, se ha manifestado tu amor a todos. Queremos comprender, si bien con la pequeñez de nuestra mente, algo del misterio del Verbo encarnado, porque con ello se iluminará nuestro misterio humano.

Para los judíos era absurdo pensar que la Palabra definitiva de Dios apareciese en la debilidad del hombre Jesús. Para los paganos era escándalo aceptar la plena humanidad del Hijo de Dios, lugar indigno de la divinidad.

Nosotros, por el contrario, creemos que la Palabra, en un momento histórico muy preciso, «se hizo carne» en la fragilidad e impotencia como toda criatura, naciendo de una mujer, María (cf. 1 Jn 4,2-3), y creemos que en Cristo Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, reside la revelación definitiva del Padre y el anuncio de la fe que nos salva.

El hombre del tercer milenio tiene necesidad de Jesús, revelador de tu amor de Padre, para escapar de su individualismo y de su superficialidad, que lo privan de los verdaderos valores en que se puede encontrar la esperanza de vivir. Señor, el nacimiento de tu Hijo nos revela que también nosotros en Jesús hemos sido hechos hijos tuyos y te podemos conocer.

Haz que toda nuestra vida, sobre el modelo de la de Cristo, se vuelva en actitud de docilidad filial hacia ti y, para ello, en la noche de Navidad nos ponemos de rodillas, en adoración ante el rostro humano del Jesús-Niño, tu Hijo unigénito, en el que resplandece e irradia tu rostro invisible de Padre, para ver nuestro rostro divino.

CONTEMPLATIO

Pero ¿quién soy yo? ¿Podré decir algo digno de lo que se ve? Me faltan las palabras: la lengua y la boca no son capaces de describir las maravillas de esta solemnidad divina. Por eso yo con los coros angélicos grito y gritaré siempre: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!».

Dios está en la tierra; ¿quién no será celeste? Dios viene a nosotros, nacido de una Virgen; ¿quién no se hará divino hoy y anhelará la santidad de la Virgen, y no buscará con celo la sabiduría, para hacerse más cercano a Dios? Dios está envuelto en pobres pañales; ¿quién no se hará rico de la divinidad de Dios si acoge algo humilde?

Exulto como los pastores y me sobresalto escuchando estas voces divinas: ansío ir al pesebre que acoge a Dios y deseo llegar a la celestial gruta: anhelo ver el misterio manifestado en ella y allí, en presencia del Engendrado, levantar la voz cantando: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!» (Sofronio de Jerusalén, Le Omelie, Roma 1991, 55-57).

ACTIO

Repite a menudo y vive hoy la Palabra: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

En aquella noche de Navidad una multitud del ejército celeste se apareció en Belén a los pastores, diciendo: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!»; en este mismo momento nosotros celebramos ¡untos el nacimiento de nuestro Señor y su pasión y muerte. Según el mundo, este modo de comportarse es extraño. Porque ¿quién en el mundo puede llorar y alegrarse al mismo tiempo y por el mismo motivo? En efecto, o la alegría será dominada por la aflicción, o la aflicción será aniquilada por la alegría; solamente en nuestros misterios cristianos podemos alegrarnos y llorar al mismo tiempo y por la misma razón. Pero pensad un poco en el significado de la palabra «paz». ¿No os parece extraño que los ángeles hayan anunciado la paz mientras el mundo está incesantemente azotado por la guerra o por el miedo de la guerra? ¿No os parece que las voces angélicas se hayan equivocado y que la promesa fue una desilusión y un engaño?

Reflexionad ahora sobre cómo habló de la paz nuestro Señor mismo. Dijo a sus discípulos: «Mi paz os dejo, mi paz os doy». ¿Entendía Él la paz como nosotros la entendemos: el reino de Inglaterra está en paz con sus vecinos, los barones están en paz con el rey, el jefe de familia que cuenta sus pacíficas ganancias, la casa bien limpia, su mejor vino sobre la mesa para el amigo, su mujer que canta a sus hijos? Aquellos hombres que eran sus discípulos no conocían nada de esto: ellos salieron a hacer un largo viaje, a sufrir por tierra y por mar, a encontrar la tortura, la desilusión, a sufrir la muerte con el martirio. ¿Qué cosa quería, pues, decir Él? Si queréis saberlo, recordad que dijo también: «No os la doy como la da el mundo». Así pues, Él dio la paz a sus discípulos, pero no como la da el mundo

*

T. S. Eliot,
Asesinato en la catedral,
Madrid 1996.

***

Biblia, Espiritualidad ,

“Tú eres la Navidad de Dios”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Martes, 24 de diciembre de 2024

hq720Comentario a la lectura evangélica (Lucas 2, 1-14) de la Misa de Medianoche de la Natividad del Señor – 24 diciembre 2024 –

Navidades decepcionantes, dicen.

Será la guerra, las guerras, será la crisis económica (desde que tengo uso de razón, no recuerdo una época sin crisis económica), será una sensación de desconcierto y miedo al futuro, será una Iglesia occidental que lucha por sacudirse el síndrome de la minoría… O tal vez sea simplemente el hecho de que nuestros corazones han sido siempre y para siempre un abismo de expectativas.

Así que nos metemos en una burbuja durante unas horas para olvidar. Las canciones, las luces, los olores, los recuerdos de niño, todo es hermoso y legítimo hacerlo.

Pero entonces atreveos. Atreveos. Atreveos. Atreveos a Dios.

Bien mirado, ésta puede llegar a ser la mejor Navidad de nuestras vidas.

Quitada la guarnición, queda el plato, lo esencial, lo inaudito de Dios.

Dios está ahí. Y está aquí. Todavía. No se cansa.

Sucedió que

Una joven pareja llega a Belén, la ciudad que vio nacer al rey David.

Es un censo lo que les ha llevado hasta allí, tal vez un censo regional, una forma que siempre han tenido los poderosos de manifestar su autoridad para imponer tributos.

La mujer espera a su primogénito y es acogida en casa de algún pariente (¡inimaginable que se les niegue con el sagrado sentido de la hospitalidad en el mundo oriental!), pero para proteger su pudor da a luz en la parte trasera de la casa, que normalmente consiste en una sola habitación, donde se guardaban los animales pequeños y los víveres -la caja fuerte de todo hogar-.

La escena se traslada al exterior, a un grupo de pastores que pasan sus días y sus noches, de marzo a octubre, en los áridos pastos de Judea. No son los pastores de nuestros belenes, sino gente tosca y endurecida por el trabajo, a los que los rabinos de la época comparan con los publicanos, considerados mentirosos (no podían testificar en un juicio) y poco fiables.

Ellos reciben el anuncio: los vencidos, los perdedores, los condenados.

No los sacerdotes de Jerusalén, enfrascados en los trabajos del templo reconstruido para esperar realmente a un mesías inoportuno.

No Herodes, que obtuvo el trono con determinación y ferocidad, y que ve en el Mesías un peligroso competidor.

Ni las buenas gentes de Jerusalén, absortas en la vida cotidiana.

Accesibilidad

La joven da a luz, lava al niño, lo envuelve en pañales y lo deposita en el pesebre.

Sin luces misteriosas, sin maravillas, sin efectos especiales.

Dios nace como cualquier niño, la salvación nos llega de la forma más banal.

Y los pastores buscarán un pesebre para reconocer al Mesías. Y los astrónomos una estrella.

Dios se da a conocer allí donde estamos, habla a nuestros corazones con el lenguaje que conocemos.

Es nuestra mirada la que cambia, es la luz de nuestro corazón la que sabe ver más allá de las apariencias.

He aquí a nuestro Dios: es un niño de puños cerrados y piel enrojecida, ojos que apenas soportan la luz y boca pequeña que busca el pecho inmaduro de su madre.

Es un niño indefenso y frágil al que hay que lavar y calentar, cambiar y besar, y al que se abraza contra la piel áspera de su padre, José, que deja que la emoción humedezca sus ojos y luego vuelve a la concreción de una situación problemática.

No da, pide, no tiene delirios de omnipotencia, se ha despojado de las vestiduras de la realeza y las ha puesto a los pies de nuestra inquieta humanidad. No lo cuidan ángeles, sino una muchacha inexperta y generosa.

Quisiera un Dios que resolviera mis problemas, no un Dios que los creara.

Quisiera un Dios poderoso y fuerte, no un infante necesitado de todo.

Me gustaría un Dios más eficiente, no un perdedor. Que se ponga del lado de los fuertes, no que defienda a los débiles.

Me gustaría algún efecto especial, para convencerme.

Pero en vez de eso.

Luz y sombra

Asusta al recién nacido. Irrita. Perturba.

Nos perturba incluso imaginar que Dios, ¡de verdad!, ha dejado su vestido de eternidad para ponerse el andrajoso y sucio de la humanidad. Cuando se toma en serio, la Navidad nos pone en crisis.

Nos interroga.

Dios haciéndose accesible, encontrable, un niño frágil e indefenso, derriba nuestros infinitos prejuicios sobre Dios.

Dios es distante. Dios se desinteresa de nosotros. Dios es misterioso y oscuro, malhumorado e incomprensible.

Dios ve y no interviene, deja morir de hambre a los niños.

Dios no detiene las guerras ni a los terroristas. Dios deja morir de cáncer a la joven madre y mantiene con vida al asesino despiadado.

Un Dios chapucero e inquietante. También el de los católicos que creen sin hacerse nunca una pregunta, sin un temblor, sin un estremecimiento, sin una duda. Creen como piedras, no firmes, sino frías e inanimadas.

¿Qué tiene que ver este niño mamando del pecho inmaduro de una adolescente con la horrible idea de Dios que llevamos en el corazón?

Sin embargo, Dios se hizo hombre precisamente para cambiar nuestras vidas. Para revelarnos quién es. Porque al verle, comprendemos quiénes somos. Quién soy yo.

Masa de barro moldeada a imagen de Dios. Lleno de alma.

Sin embargo

Dios se hace hombre para salvarnos del pecado, como escribieron los Padres de la Iglesia latina.

Dios se hace hombre para que el hombre llegue a ser como Dios, como escribieron los Padres de la Iglesia oriental.

Dios se hace hombre, añadiría yo, para que, finalmente, el hombre aprenda a hacerse hombre.

¿Dónde está Dios?, me preguntan tantos, perseguidos por su miedo.

Yo sonrío, esta noche, mientras rezo ante mi pequeño pesebre.

Ahí está, Dios.

En la mirada temerosa de quien, solo, se enfrenta a la enfermedad.

En la mano que estrecha una mano, en la paciencia de quien enciende una esperanza, en la belleza de quien vive en la plenitud de una humanidad honrada de dar forma a Dios.

En la fuerza de los que no se rinden, de los que animan, de los que dejan a un lado el victimismo y las quejas.

Aquí está. De ti depende acogerlo si quieres, aquí, ahora.

Aunque nuestro corazón esté pensado y vacío, como una cueva, como un establo. Como ese establo.

Y es allí donde Dios pide nacer.

Nadie te quita la Navidad. Nadie te la roba, tenlo por seguro.

Si aún te atreves a creer, si aún te maravillas ante ese niño recién nacido que encierra el Infinito, si aún te conmueves ante el Dios desarmado, yo lo hago vivo y presente.

Tú eres la Navidad de Dios. Tú, la custodia de Dios. Su tabernáculo.

El primer lamento que nos revela cuánto somos amados.

Y cuánto podemos amar.

Amarse tanto como Dios nos ama.

Feliz Navidad, pues.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

Biblia, Espiritualidad ,

No va a venir

Martes, 24 de diciembre de 2024

IMG_9140Me choca mucho. En los rezos, en la predicación, en los comentarios hablamos de que Jesús va a nacer. La mayoría de las personas comentan qué vamos a cenar este día.

Ya nació hace aproximadamente 2.000 años. Y ya está siempre con nosotros. Lo que vamos a celebrar es el aniversario de su nacimiento, cuya fecha exacta no sabemos y la hemos colocado el 25 de diciembre, en sustitución del dios Sol. Dios, hecho hombre en Jesús, está siempre en nosotros y con nosotros. Los adornos literarios, musicales, expositivos nos pueden ayudar a descubrir a ese Jesús que vive en cada realidad y en cada persona. Lo que son luces, adornos, cantos, belenes son desarrollo de lo que pudo ser y expresión de nuestra sensibilidad. Y en muchas ocasiones fruto de nuestro consumismo y negocio.

Cada vez veo más necesario el descubrir, sentir, vivir a Dios presente y ya actuante en cada cosa y en cada persona.

Hoy estamos en condiciones de dar un paso más y descubrir que la salvación ha llegado ya porque Dios no tiene que venir de ninguna parte y con su presencia en cada uno de nosotros, nos ha comunicado lo que Él mismo es. No tenemos que estar contentos ‘porque Dios está cerca’, sino porque Dios está ya en nosotros. La alegría es como el agua de una fuente, la vemos solo cuando aparece.

Si descubro que Dios forma parte de mí, encontraré la absoluta felicidad. Imitarle en la actitud de entrega a los demás. El evangelio nos dice una y otra vez, que la aceptación por parte de Dios es el punto de partida, no la meta. Seguir esperando la salvación de Dios es la mejor prueba de que no la hemos descubierto dentro. La pena es que seguimos esperando que venga a nosotros lo que ya tenemos. Lo que nos dice la encarnación es que no hay nada que cambiar. Dios está ya en mí y esa realidad es lo más grande que podría esperar. Ésta tendría que ser la causa de nuestra alegría.

Lo tengo ya todo. No tengo que alcanzar nada. No tengo que cambiar nada de mi verdadero ser. Tengo que descubrirlo y vivirlo. Mi falso ser se iría desvaneciendo y mi manera de actuar cambiaría. La respuesta que debo dar a la pregunta: ¿qué debemos hacer?, es simple: Compartir. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Tengo que adivinarlo yo. Ni siquiera la respuesta de Juan nos puede tranquilizar, pues la realización de las obras puede ser programación. No se trata de hacer o dejar de hacer sino de fortalecer una actitud que me lleve en cada momento a responder a la necesidad concreta del otro.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , ,

“Navidad es humanizar”, por Carlos Ayala

Martes, 24 de diciembre de 2024

IMG_9075En el libro ‘Un minuto para el absurdo’, de Anthony de Mello, encontramos la siguiente historieta: “¿No vas a desearnos una feliz Navidad?”. El maestro echó un vistazo al calendario, vio que era jueves y dijo: “Prefiero desearles un feliz jueves”. Aquello ofendió a los cristianos que había en el monasterio, hasta que el maestro se explicó: “Son millones los que van a disfrutar, no el día de hoy, sino la Navidad; por eso su gozo es efímero. Pero, para aquellos que han aprendido a vivir cordialmente el presente, todos los días son Navidad”.

La anécdota nos trae a la memoria aquella canción popular, propia del tiempo litúrgico del Adviento: “Todos los días nace el Señor / Para esta tierra sin luz, para vencer las tinieblas, para cambiar nuestro mundo, todos los días nace el Señor / Para quitar la opresión, para borrar la injusticia, para vencer la pobreza, para los pobres que sufren, por la igual dignidad, todos los días nace el Señor / Para traernos amor, para vencer el egoísmo, para estrechar nuestras manos, todos los días nace el Señor / Para traernos la paz, para esta tierra que sangra, en cada hombre y mujer que luchan, todos los días nace el Señor”.

La historia de De Mello y la letra de la canción nos ponen en un contexto que va más allá de fechas convencionales; nos remiten a un acontecimiento. Día tras día, podemos celebrar un nuevo comienzo: el que inicia el Misterio que llamamos Dios en cada uno de nosotros, cuando irrumpe en nuestro tiempo, en nuestra historia, en nuestra vida. Acostumbrados a dejarnos impresionar por lo extraordinario y aparatoso, somos incapaces de advertir cómo Dios viene diariamente a nosotros.

El teólogo José Antonio Pagola nos dice que Dios no se deja aprisionar en nuestros esquemas y moldes de pensamiento: “Lo imaginamos fuerte y poderoso, majestuoso y omnipotente, pero él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en la más absoluta sencillez y pobreza. Lo colocamos casi siempre en lo extraordinario, prodigioso y sorprendente, pero él se nos presenta en lo cotidiano, en lo normal y ordinario. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos hace pequeño y cercano”.

Más que una fecha, pues, con la Navidad se conmemora un acontecimiento: en Jesús, Dios se hace uno de nosotros, con nosotros y en nosotros. En otras palabras, Dios se ha hecho condición humana para renovar el prototipo del ser humano, para “humanizar a la humanidad”. Y Jesús lo hizo desde un modo de ser y desde una práctica ciertamente novedosa: se compadece de las muchedumbres hambrientas y desorientadas; desenmascara a los que oprimen al pueblo; no quiere que sus discípulos lo llamen maestro, sino amigo; se llena de profunda tristeza ante la muerte de su amigo Lázaro; se indigna ante la dureza de corazón de los que se hacen pasar por bienhechores; valora la fe de la gente sencilla y devuelve la dignidad a los que son despreciados y excluidos. Así humanizó Jesús. Un Dios humano que humaniza. En Jesús se hizo evidente que el hombre no es solo el lugar en que Dios se manifiesta, sino que puede constituir un modo de ser del mismo Dios.

Ese anhelo de humanizar la humanidad está poéticamente descrito en una canción del cantautor español Miguel Ángel Marín (Migueli). Citamos algunos fragmentos:

Humaniza sin piedad cada ciudad. Humaniza sin parar donde no hay paz. Humaniza con “te quieros”, con cariños, con boleros. Dar una rosa de vida: eso es humanizar.

Humaniza para crecer y no parar. Humaniza y tu vida no coge olor a humedad. Humaniza los dolores con caricias, colores de un momento: una sonrisa. Eso es humanizar.

Una vuelta de tuerca, un abrazo que dar, una cara mojada, una entrega total, otra gota de sangre, estar hasta el final sin pasarme de rosca: eso es humanizar.

Un ratito de escucha, la sonrisa para estar, una mano extendida, vuelvo a verte sin más; mantener la esperanza, no rendirse jamás, poner toda la carne y en silencio esperar. Humaniza y ya verás todo cambiar.

IMG_9073

Sin duda, este modo de entender lo que humaniza descrito por Migueli es coherente con el sentido de la Navidad, cuyo horizonte es la consecución de una realidad humanizada. La Navidad nos muestra cómo podemos convertirnos en verdaderos seres humanos. El niño Jesús creció y se hizo disponible a Dios y a los demás, concretó el sueño de la redención. Es significativo, en este sentido, el pasaje donde los discípulos de Juan el Bautista le preguntan: “¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús responde: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia; y ¡feliz el que no se escandaliza por mi causa!”. Esta fue la manera de humanizar de Jesús. Por eso afirmamos que en su nacimiento y en su misión estaba la fuerza salvadora de Dios. Navidad es humanizar. Y humanizar es desarrollar la capacidad de compasión ante el sufrimiento de otros y la capacidad de indignación ante las injusticias del mundo. Y la puesta en práctica de la compasión y la indignación hay que hacerla día a día. Cuando esto ocurra, viviremos la Navidad.

Carlos Ayala Ramírez (*)

(*)Profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología (Santa Clara, CA); profesor de la Escuela de Pastoral Hispana (Arquidiócesis de San Francisco, CA); Profesor jubilado de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” El Salvador. Ex-director de radio universitaria YSUCA; difusor del legado teológico-pastoral de san Óscar Romero.

Biblia, Espiritualidad , , , ,

Dios es Encarnación y se está encarnando siempre.

Martes, 24 de diciembre de 2024

el-drama-de-los-refugiadosNOCHEBUENA (C)

Lc 2,1-14

Cualquier clase de discurso que podemos hacer hoy se me antoja ridículo. Nada se puede expresar con propiedad del misterio que estamos celebrando. Hoy mejor que nunca debíamos aplicar el proverbio oriental: “Si tu palabra no es mejor que el silencio, cállate”. Solo en clave de silencio seremos capaces de entender algo. Esta noche debemos intentar una meditación sosegada sobre Jesús y sobre lo que su figura supone para todos nosotros. Lo que tienes que descubrir y vivir no puede venir de fuera, tiene que surgir de lo más hondo de ti mismo.

El evangelio que acabamos de leer nos coloca ante el misterio, pero tendrás que adentrarte tú solito en él. Es fácil que se desborden los sentimientos en este tiempo de Navidad, pero eso no basta para vivir el misterio que celebramos. Es una noche, no para el folclore sino para la meditación. Sin esta contemplación, se quedará en algo vacío sin ningún sentido religioso. El valor de esta fiesta depende de mi actitud. Nada suplirá el itinerario hacia el centro de mí mismo. Solo allí se desarrolla el misterio. Solo en lo hondo de mi ser descubriré la presencia de Dios.

Recordar el nacimiento de Jesús, nos puede ayudar a encontrar a Dios dentro de nosotros y en los demás. Jesús vivió y murió en un lugar y un tiempo determinado, pero no estemos celebrando un cumpleaños. Los datos históricos no tienen importancia. Jesús nació, no sabemos dónde, no sabemos cuándo, ni en qué día, ni en qué mes, ni en qué año. Todo lo que digamos de él, desde el punto de vista histórico, apunta al desconcierto. El encuentro con Jesús que apareció en un momento de la historia, me tiene que llevar al encuentro con Dios que no tiene historia. Dios es siempre el mismo, pero para mí será siempre diferente.

La encarnación no es un hecho puntual, sino una actitud eterna de Dios. Dios no tiene actos. Todo lo que hace, lo es. Si se encornó, es encarnación, es Emmanuel. Si en Jesús se hizo presente a Dios, debemos buscar en nosotros lo que descubrimos en él. No se trata de recordar y celebrar lo que pasó hace dos mil años sino de descubrir que la presencia de Dios se da hoy en mí y debo descubrir y vivir conscientemente esa realidad sublime. Lo que pasó en Jesús, está pasando en cada uno de nosotros, está pasando en mí. Este es el sentido de la Navidad.

Ni María ni José ni nadie de los que estuvieron relacionados con los acontecimiento que estamos celebrando, se pudo enterar de lo que estaba pasando, porque Dios actúa siempre acomodándose a la naturaleza de cada ser. En lo externo no pudo acontecer nada que diera cuenta de la realidad que estaba en juego. Seguimos sin enteramos del significado de la Navidad, porque nos limitamos a recordar acontecimientos externos y extraordinarios que nunca se dieron. Si yo quiero enterarme tendré que tomar conciencia de lo que Dios me ofrece en este instante.

Ponernos en el lugar del que escribe es la clave para poder entender lo que nos quiere trasmitir. Para Lucas, de mentalidad mítica, Dios está en el cielo. Si quiere hacerse presente, tiene que bajar. Viene a salvar a los pobres y empieza por compartir su condición. La salvación se hará desde abajo, pero para llevarla a cabo, Dios tiene que bajar. Pero solo lo encontrará el que está buscando, no los que están satisfechos, instalados cómodamente en este mundo. No lo encontrarán en el bullicio de las relaciones sociales del día, sino en el silencio de la noche.

Los dioses necesitan intermediarios, se ponen en acción y anuncian la noticia. ¿Quién estará preparado para escucharlo? Solo los pastores, la profesión más despreciada y marginada de aquella sociedad. La salvación se anuncia en primer lugar a los oprimidos, a los que menos cuentan. Los demás están descansando, dormidos, cómodos; no necesitan ninguna salvación. Este dato es decisivo porque nosotros nos encontramos entre ese grupo que para nada necesita la salvación que el ángel anunció. Solo necesitamos que nos confirmen en nuestro bienestar.

El anuncio es ‘buena noticia’. La cercanía de Dios es siempre buena noticia. Dios muestra su salvación en Jesús. “Os ha nacido un Salvador”. Puesta al día, la noticia sería: Dios está viniendo siempre hacia mí para darme plenitud. Los pastores salen corriendo sin saber muy bien hacia dónde dirigirse. No será fácil encontrarlo con las pistas que me da la religión oficial. Alguna pista: Un niño en un pesebre desnudo y entre pajas. Él mismo es alimento. Sus padres no dicen ni palabra. ¿Qué podrían decir? Dios decide enviar su Palabra y nos envía a un niño que no sabe hablar. Esta paradoja debía invitarnos a reflexionar en profundidad.

En el ambiente de la celebración de la Navidad hoy, corremos el peligro de quedemos en las pajas y no descubrir el grano. La importancia del acontecimiento se la tengo que dar yo. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Dios está donde nosotros le descubrimos y le hacemos presente. Dios está donde hay amor. Allí donde un ser humano es capaz de superar su egoísmo y darse al otro. Allí donde hay comprensión y tolerancia, allí está Dios. Dios no será nada si yo no lo hago presente con mi postura ante los demás, con mi entrega desinteresada a todos.

Todo lo que nos hace más humano debemos incorporarlo a la fiesta. La reunión con la familia, la comida, los abrazos, todo puede ayudarnos a descubrir lo que somos y a manifestarlo con alegría. La fiesta cobrará sentido para todos en el momento que sepamos aunar lo humano y lo divino. Si sabemos ir más allá del folklore, nos podemos encontrar celebrando la única realidad que interesa. La VIDA que está en mí y espera ser desplegada. Merece la pena hacer un esfuerzo en estos días y tratar de ser hoy más humanos que ayer pero menos que mañana.

El misterio seguirá siendo misterio. Ni los sentidos ni la razón lo pueden percibir. La buena noticia es que, aunque no lo comprenda, puedo vivirlo. Solo el silencio me puede acercar al Dios encarnado. Lo que no me diga el silencio, nadie lo podrá decir. Todo lo que venga de fuera, no me va a servir de nada. El pozo donde tienes que apagar tu sed está en tu interior. Solo podrás beber en él si de verdad bajas hasta lo más profundo de ti mismo. Intentar apagar tu sed con otras bebidas será siempre una torpeza que no puede saciarte.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , , ,

“El vientre de una mujer… la misericordia de Dios”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Martes, 24 de diciembre de 2024

imageCreo que la maternidad es algo que los hombres sólo podemos adivinar y no comprender del todo. En el fondo quizás ni siquiera las mujeres lo entiendan. Ellas lo experimentan directamente mientras que sus parejas lo experimentan a través de ellas. No es sólo esto. Hombres y mujeres son intrínsecamente diferentes. Basta con mirar nuestro cuerpo. Las mujeres están hechas -es el cuerpo el que les dice- para acoger dentro de ellas. Su maternidad es acoger la vida. Vida que no es sólo biológica. De hecho, se necesita una premisa para evitar generar malentendidos. Una mujer que no puede generar vida biológica puede ser tanto o más madre que quien la genera.

Decía que su cuerpo es diferente. Su ADN es diferente. No tener ese cromosoma y hace una gran diferencia. Su cuerpo está hecho para recibir. Cuando recrea su sacramento, cuando tiene una relación íntima con su pareja, ella es quien da la bienvenida. Él la penetra físicamente. No ella a él. Esto hace que todo sea más complicado para ellas, las mujeres. Necesitan un completo abandono y confianza en su pareja. Acogerlo a él y a su semilla dentro de sí implica una implicación no sólo de su cuerpo, sino de todo. De su espíritu y su esfera psicológica. Por este motivo, quizás las relaciones físicas tengan un significado mucho más importante para ellas, las mujeres, que para los hombres. Esto no termina aquí.

Las mujeres tienen útero. Los hombres no. Juan Pablo I definió a Dios como padre y madre. Aquí el útero expresa la maternidad de Dios. ¿Cómo? Uno de los adjetivos con los que se define a Dios en la Biblia es misericordioso. En la traducción latina, misericordia se refiere al corazón. Significa llevar en el corazón. No en hebreo. El idioma original de la Biblia traduce el término que para nosotros significa misericordia de una manera completamente diferente. En hebreo misericordioso se traduce como “rahum”. “Rahum” que deriva de “rehem”. “Rehem” es el útero de la mujer. Es el útero. Ellas, las mujeres, más que los hombres, expresan esta característica de Dios. Expresan la misericordia de Dios. Son capaces, cuando viven plenamente su maternidad, de generar nuevamente a su pareja. Saben acogerlo tal como es, saben ver en él la persona que puede llegar a ser, saben ver su belleza. Saben mirarlo con los ojos de Dios. Esta mirada acogedora lo genera nuevamente, lo ayuda a convertirse en un verdadero ser humano. Esta acogida las convierte en verdaderas madres. Esto significa ser madres fecundas.

Las mujeres pueden generar la presencia de Dios. Amar como Dios ama. Ser capaz de aceptar el fruto del vientre tal como es. Incluso cuando una mujer no puede ser madre biológica puede ser madre de amor. El amor de una mujer puede convertirse en alimento para muchos. Con muchos modos diferentes. Por ejemplo, con la adopción: “Ese es tu hijo”.

La fecundidad va más allá de la fertilidad. La fertilidad genera vida biológica mientras que la fecundidad genera vida amorosa. Generar la presencia de Dios, que es amor, en el mundo. Jesús el Salvador, quien salvó y redimió al mundo, se encarnó gracias a María. María que con su SÍ acogió en sí misma a Dios mismo. Qué maravilla María. Qué belleza María. Que maravilloso cada mujer que se convierte en madre y que renueva esta bella imagen a través del tiempo y la historia. Quien con su amor acogedor y confiado renueva también hoy el nacimiento de Jesús en el mundo.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

Como María, también nosotros llevamos algo precioso dentro de nosotros

Lunes, 23 de diciembre de 2024

IMG_9114La reflexión de hoy es del colaborador invitado Miguel Ochoa (él), músico, actor, educador, defensor de los derechos LGBTQ+ y ministro pastoral de música que fue despedido de su trabajo en el ministerio de música en una parroquia de Texas. Miguel y su esposo José forman parte de la Iniciativa Colaborativa de Justicia Social Marianista LGBTQ+.

Las lecturas litúrgicas de hoy del Cuarto Domingo de Adviento están disponibles aquí.

En las lecturas litúrgicas de hoy encontramos momentos de profunda revelación divina y la afirmación silenciosa pero poderosa de aquellos que a menudo han sido ignorados o marginados. Estos pasajes nos invitan a reflexionar sobre verdades que hablan directamente a quienes hemos vivido al margen de la sociedad, especialmente a quienes pertenecen a la comunidad LGBTQ+. Nos recuerdan que la grandeza, la paz y la alegría pueden surgir no de lugares de privilegio o poder, sino de los rincones tranquilos y humildes de la vida donde aún florecen el amor y la esperanza.

En la primera lectura de hoy, el profeta Miqueas habla de Belén-Efrata, una ciudad pequeña y aparentemente insignificante, elegida como la cuna de un gobernante que traerá la paz. Hay algo profundamente conmovedor en la idea de que algo tan significativo, tan transformador para el mundo, pueda surgir de un lugar tan a menudo descartado como poco importante.

Como hombre gay, veo el paralelo en mi propia vida y en la vida de tantas personas LGBTQ+. Durante años, a muchos de nosotros nos dijeron que éramos demasiado pequeños, demasiado diferentes, demasiado fuera de lugar para importar. Pero la obra de Dios no comienza con lo que el mundo considera poderoso o importante. Comienza en el silencio, en lo olvidado, en los lugares y las personas que la sociedad no siempre ve. Hay una promesa silenciosa en esta profecía: un recordatorio de que incluso en nuestras luchas, incluso en nuestros momentos en que nos sentimos invisibles, tenemos un propósito divino. Somos parte de una historia mucho más grande de amor, justicia y paz. Esta no es solo una promesa para el futuro, sino un llamado a que nos mantengamos firmes y reclamemos nuestro lugar en esa historia ahora.

IMG_9115De manera similar, en el evangelio, la historia de María visitando a Isabel es una de profunda conexión y afirmación mutua. Es un momento que trasciende el mero saludo: es un reconocimiento sagrado de la divinidad dentro de la otra. Isabel, llena del Espíritu Santo, clama: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. En ese momento, no hay juicio ni vacilación, solo la forma más pura de amor y aceptación. Isabel no cuestiona el llamado de María. Ella lo afirma, lo celebra y reconoce el propósito divino dentro de ella. Esto también habla directamente de la experiencia LGBTQ+.

Muy a menudo, como individuos queer, se nos enseña a ocultar partes de nosotros mismos, a mantener nuestro amor, nuestros deseos, nuestras identidades en las sombras. ¡Pero la respuesta de Isabel a la llegada de María nos invita a salir a la luz! Es un recordatorio de que nosotros también somos dignos de afirmación, de celebración, de reconocimiento. ¡Nuestro amor no solo es válido, es sagrado! Como María, nosotros también llevamos algo precioso dentro de nosotros: un llamado divino a vivir auténticamente, a abrazar la alegría de quienes somos y a compartir ese amor con el mundo.

La forma en que el bebé en el vientre de Isabel saltó de alegría al oír el saludo de María muestra que la presencia misma de la verdad y el amor provoca una reacción profunda y visceral. Para mí, esta imagen es poderosa. Hay momentos en la vida, especialmente en el contexto de nuestra sexualidad, en los que sentimos que finalmente estamos viviendo en sintonía con nuestro verdadero yo, cuando somos amados y aceptados plenamente por quienes somos. En esos momentos, hay un innegable salto de alegría dentro de nosotros, una afirmación de nuestro valor, un reconocimiento de que somos exactamente como estábamos destinados a ser. Esa alegría, esa chispa de vida, no se trata solo de la autoaceptación: se trata de saber que el amor de Dios está presente en esa autenticidad, en esa verdad.

Hay algo también profundamente humilde en estas historias: la forma en que tanto María como Isabel, dos mujeres que vivían en un mundo en el que eran fácilmente ignoradas, se encontraron siendo parte de algo mucho más grande que ellas mismas. Se unieron no para competir, sino para celebrar el viaje de cada una. En la comunidad LGBTQ+, sabemos la importancia de este tipo de apoyo. He prosperado con otras personas que se apoyan mutuamente, donde nuestras historias se comparten y se celebran, donde nos reciben con comprensión en lugar de juicio. Estas mujeres, a pesar de las adversidades que tenían en su contra, sabían que su conexión era sagrada. Era una conexión arraigada en el respeto mutuo, la alegría y la afirmación del valor de cada una.

Ambas lecturas de las Escrituras me recuerdan que la presencia de Dios no solo se encuentra en lo grandioso, lo poderoso o lo visible. La presencia de Dios se encuentra en los lugares tranquilos, en las relaciones donde se nutre y se afirma el amor, en los espacios donde podemos mantenernos firmes en nuestra verdad. Para la comunidad LGBTQ+, estos pasajes sirven como un hermoso recordatorio de que nuestro amor, nuestras vidas, nuestras historias son sagradas. No solo son vistas por Dios, sino que son parte de la narrativa divina de paz y alegría que Dios está desplegando en el mundo.

IMG_9117—Miguel Ochoa, 22 de diciembre de 2024

Miguel Ochoa es colaborador de la última publicación de New Ways Ministry, Cornerstones: Sacred Stories of LGBTQ+ Employees in Catholic Institutions.

El libro es una antología de 12 historias de fe, sacrificio, alegría y dolor escritas por personas LGBTQ+ que han trabajado en parroquias y escuelas católicas.

Para obtener más información, haga clic aquí.

Fuente New Ways Ministry

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , , , , , , , ,

“¿Cómo hacer de nuestro corazón un pesebre?”, por Carmiña Navia.

Lunes, 23 de diciembre de 2024

IMG_9065ADVIENTO. CUARTA SEMANA.

Si Cristo naciera mil veces en Belén y
no en ti, quedaría perdido para siempre.
Angelus Silesius (Siglo XVII)

Nos acercamos al momento del nacimiento… a la “noche santa”… ¿Cómo podemos revivir esa noche entre nosotras y nosotros hoy de manera que realmente el mundo vea una LUZ como los pastores y los sabios? Es importante tomar conciencia que al releer a Lucas, a Mateo y a algunos de los apócrifos, nos estamos moviendo en el terreno de lo simbólico. Es claro que no tenemos una crónica ni remotamente histórica de las oscuridades, angustias y desvelos del nacimiento de Jesús. Tenemos una narrativa poética de cómo vivieron las comunidades cercanas a Jesús, el nacimiento del Mesías.

¿Qué nos dicen entonces los símbolos que ellas escogieron para transmitirnos su fe? El pesebre nos habla de acogida y calor. Sitio para comer, para abrevar… pero también refugio en las noches heladas y sin luna. La estrella que anuncia la llegada de un niño, nos abre a la esperanza, señala caminos y senderos diversos. ¿Cómo nos hacemos pesebre desde la entraña misma de nuestros corazones? ¿Cómo expandir la luz hacia estas sociedades tan enfermas y ciegas, tan heladas por dentro?

Es complejo y tal vez imposible traducir este bello lenguaje metafórico a un texto racional que invite y quiera convencer… la poesía debe permanecer en el universo poético… Busquemos ser acogida en un mundo que excluye, convirtámonos en calor en medio de consumos helados, ofrezcamos albergue y alimento es situaciones tantas de miseria, de hambre, de despojo… Seamos la voz de las y los migrantes atrapados entre poderes que los sitúan de frente hacia la muerte. Hagámonos pesebre para que en nuestro corazón nazca el Mesías, de nuevo cada día, cada semana, cada mes. Un Mesías que nos lleve a la luz de las estrellas cuando tantos y tantas apuestan por llenarnos de tinieblas.

Llenemos nuestro mundo de nichos de ágape que cubran de calor nuestras entrañas. Termino mi invitación a hacer de nuestras familias, comunidades y círculos espacios de calor y de acogida… compartiéndoles mis deseos en un poema:

IMG_9063

SER UN PESEBRE:

Un corazón que albergue
la Luz que nace y viaja por el mundo
la Luz que alumbra deseos remotos
la Luz que trae amaneceres nuevos.
Ser un pesebre
un corazón que sane
heridas hondas y fulgores nuevos
y en el camino lave al pie cansado.
Ser un pesebre
donde abreven todos
niños y bueyes en la ronda hermana
girando juntos hacia un mundo nuevo.
Ser un pesebre
que nos grite a todos
la sencillez en medio de los globos.
Un pesebre de amor
que resucite manos entrelazadas.
Un corazón en cuya entraña nazca
el  Ser que trae la Energía Sagrada.

Carmiña Navia Velasco

Cuarta semana de Adviento 2024

Foto: Pexels/Geralt

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

“Dios en el vientre de una mujer”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Lunes, 23 de diciembre de 2024

image«No temas, María -le había dicho el ángel-, porque Dios te ha colmado de su bondad. Concebirás un hijo, lo darás a luz y le pondrás un nombre: Jesús», nombre de hombre, como tantos otros niños de aquel tiempo.

Pero no será sólo su hijo. El Espíritu de amor la cubrirá con su sombra y fecundará aquel vientre virgen. Ya en el desierto una nube había envuelto con su sombra el arca de la alianza, donde se guardaban las Diez Palabras, la presencia viva del Dios de Israel. El arca se perdió, se encontró y se volvió a perder. En el magnífico templo de Jerusalén sólo quedaba una copia muy valiosa, pero vacía porque las tablas de piedra se habían perdido irremediablemente. El ángel Gabriel anuncia a una muchacha de Galilea, desconocida para el mundo de los poderosos, de los que parecen hacer la historia, que su vientre será el arca viviente en la que será concebido el hijo de Dios.

Nunca había nacido un niño de semejante manera. ¿Qué será de ella, de José, de sus sueños? ¿Cómo es posible lo imposible? Y entonces el ángel va en busca de nombres que hacen jadear a todo el Antiguo Testamento: será grande, Hijo del Altísimo, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, santo e Hijo de Dios… Y debe darse por vencido y hurgar en la historia de aquella joven para volver a encontrar allí aquel signo que le había impulsado a Nazaret: Isabel está en el sexto mes de un embarazo inimaginable. Seis meses, tiempo de lo imperfecto, de lo que falta, de la improbabilidad de sobrevivir si aquel niño hubiera salido a la luz. Un signo muy frágil, escondido en un vientre que todos decían que se había secado. Sólo entonces María dice sí a ese imposible que se ha hecho palpable en la fuerza de la Palabra del Señor. Y esta Palabra comienza, súbita e imperceptiblemente, a hacerse carne en ella, y ella será su sierva para siempre.

Pero ella se levanta sin demora y se encamina presurosa hacia los montes de Judá, como David había llevado el arca a la colina de Sión. También María necesita contar su historia, confiar a otra mujer que espera su espera, lanzarse con los brazos abiertos a otro abrazo, el comienzo de un círculo, que un amor más amplio completará. Dos mujeres embarazadas: un encuentro, un saludo, un hijo que salta de alegría en su seno porque ha reconocido la visita de su Señor.

No se puede ser feliz solo. Y ¡cuánto necesita todavía nuestra tierra liturgias de ternura celebradas a la puerta de casa! Esta pobre tierra nuestra, donde cada día los cuerpos de demasiadas mujeres son desgarrados y usurpados sin piedad, está sedienta de encuentros como éste. Isabel grita en voz alta, llena del Espíritu como los antiguos profetas, que María es bendita, y bendito es ese embrión invisible que germina en su seno. Es el primer Pentecostés del Evangelio. Y María necesitaba a Isabel para comprender y anunciar a todos el significado de aquel prodigio. Dios habita allí. El Cielo en el vientre de dos mujeres.

Porque toda criatura, todo cuerpo, es la casa de Dios, de una belleza y dignidad que sobrepasan todo límite. Si no fuera así, todo, por desgracia, estaría permitido.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

Biblia, Espiritualidad , ,

“Acompañar a vivir”. 4 Adviento – C (Lucas 1,39-45)

Domingo, 22 de diciembre de 2024

04_4-ADV-C_1731118-390x247Uno de los rasgos más característicos del amor cristiano es saber acudir junto a quien puede estar necesitando nuestra presencia. Ese es el primer gesto de María después de acoger con fe la misión de ser madre del Salvador. Ponerse en camino y marchar aprisa junto a otra mujer que necesita en esos momentos su ayuda.

Hay una manera de amar que hemos de recuperar en nuestros días, y que consiste en «acompañar a vivir» a quien se encuentra hundido en la soledad, bloqueado por la depresión, atrapado por la enfermedad o, sencillamente, vacío de alegría y esperanza.

Estamos consolidando, entre todos, una sociedad hecha solo para los fuertes, los agraciados, los jóvenes, los sanos y los que son capaces de gozar y disfrutar de la vida.

Estamos fomentando así lo que se ha llamado el «segregarismo social» (Jürgen Moltmann). Juntamos a los niños en las guarderías, instalamos a los enfermos en las clínicas y hospitales, guardamos a nuestros ancianos en asilos y residencias, encerramos a los delincuentes en las cárceles y ponemos a los drogadictos bajo vigilancia…

Así, todo está en orden. Cada uno recibe allí la atención que necesita, y los demás nos podemos dedicar con más tranquilidad a trabajar y disfrutar de la vida sin ser molestados. Procuramos rodearnos de personas sin problemas que pongan en peligro nuestro bienestar, y logramos vivir «bastante satisfechos».

Solo que así no es posible experimentar la alegría de contagiar y dar vida. Se explica que muchos, aun habiendo logrado un nivel elevado de bienestar, tengan la impresión de que la vida se les está escapando aburridamente entre las manos.

El que cree en la encarnación de Dios, que ha querido compartir nuestra vida y acompañarnos en nuestra indigencia, se siente llamado a vivir de otra manera.

No se trata de hacer «cosas grandes». Quizá, sencillamente, ofrecer nuestra amistad a ese vecino hundido en la soledad, estar cerca de ese joven que sufre depresión, tener paciencia con ese anciano que busca ser escuchado por alguien, estar junto a esos padres que tienen a su hijo en la cárcel, alegrar el rostro de ese niño triste marcado por la separación de sus padres…

Este amor que nos lleva a compartir las cargas y el peso que tiene que soportar el hermano es un amor «salvador», porque libera de la soledad e introduce una esperanza nueva en quien sufre, pues se siente acompañado en su aflicción.

José Antonio Pagola

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

“¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. Domingo 22 de diciembre de 2024. 4º de Adviento

Domingo, 22 de diciembre de 2024

04-advientoC4De Koinonia:

Miqueas 5, 1-4a. De ti saldrá el jefe de Israel:
Salmo responsorial: 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Hebreos 10, 5-10: Aquí estoy para hacer tu voluntad.
Lucas 1, 39-45: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Miqueas, de quien está tomada la primera lectura, vivió en el reinado de Ezequías. Cuando el modesto profeta llegó a la corte, se encontró con Isaías, de quien al parecer recibió influjo literario, aunque siempre conservó su estilo personal.

Miqueas atacó sobre todo a los poderosos que abusan del pobre para robar y oprimir, a los jueces corrompidos, pero compuso también magníficos poemas de salvación, entre los que sobresale la profecía sobre Belén. El Mesías esperado nacerá en Belén, pequeña población de Judá y hará que los seres humanos puedan vivir tranquilos y Él será nuestra paz.

La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos. Supuestamente Pablo compara la obra cultual de Cristo con la del Antiguo Testamento, y el sacrificio de Cristo con los antiguos “sacrificios” religiosos. A través de esta comparación se nos muestra con profundidad la naturaleza y finalidad de la encarnación. El sacrificio de Cristo tiene lugar de una vez para siempre y no consiste tanto en la inmolación de una víctima, cuanto en la comunión con el Padre, a la que todos somos invitados. En lo sucesivo no habrá una religión de ceremonias y de ritos, sino una religión “en Espíritu y en Verdad”. La voluntad de Dios no ha sido la muerte del Hijo, sino el hacer partícipe a su Hijo de la condición humana con el suficiente amor para que todo lo humano quedara transformado. La sangre del Hijo, más que ofrenda para aplacar a un Dios justiciero, es don a los seres humanos de un Dios lleno de amor. Nuestra santificación consiste en vivir “en Espíritu y en Verdad” esa amistad con Dios. Aquí radica la esencia del Espíritu religioso.

Acercarse a celebrar el nacimiento de Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta de gozo” (vv. 41 y 44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí; se trata de la alegría del niño –el futuro Juan Bautista- alrededor de quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús. El gozo es la primera respuesta a la venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es prepararnos para la navidad.

Isabel pronuncia entonces una doble bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya que lo hace “llena del Espíritu Santo” (v. 41). María es declarada “Bendita entre las mujeres”(v. 42), su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del elogio: “Bendito el fruto de tu vientre” (v.42). Este fruto es Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer, en sus entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María deviene así el arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor” (v 43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta Miqueas (5,2-5).

Bendecir (bene-dícere) significa hablar bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción de gracias. De este modo celebramos la Eucaristía. Pero también la bendición se extiende a todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la madre de Jesús.

El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre!”. Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el “Ave María”. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica Jesús.

María creyó. Ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a la revelación que llegó hasta ella. Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

22.12.24. Bendita entre las mujeres, bienaventurada porque has creído (lectura crítica, histórica, teológica)

Domingo, 22 de diciembre de 2024

VisitaciónDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 4 Adviento, víspera de Navidad: Lucas 1, 39-45   En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

Pocas veces se ha hecho esta lectura entre los católicos. Me parece esencial para quien quiera descubrir y asumir el sentido de María, madre de Jesús, en la Navidad cristiana… y entenderla desde la Biblia, en este momento clave de  escucha de la Palabra y de evangelización sinodal (=en común, caminante)

Bendita entre las mujeres (Lc 1, 42).

En el centro de la escena citada del evangelio de Lucas (Visitación: Lc 1, 39-45), evangelio del año que viene (2025),  Isabel saluda a María llamándola laMadre de mi Señor (hê meter tou Kyriou mou), destacando así su “realeza” o señorío, con una fórmula en la que se vinculan todos los temas mariológicos de la tradición antigua, formulados desde la historia y cultura israelita,  para interpretarlos a la luz de la fe judía, cristiana, universal de la nueva creación mesiánica:

Bienaventurada tú porque has creído (1, 45, [1].

Ésta es la palabra de una mujer gestante que saluda a otra gestante, en un contexto mesiánico. Llena del Espíritu Santo, como portadora de un saber que le viene de Dios, dando palabra al niño Juan que ha saltado de gozo en su seno, Isabel saluda con gran grito a María:

 Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues que tan pronto como llegó la voz de tu saludo a mis oídos saltó de gozo el niño en mi vientre. Y bienaventurada tú, que has creído porque se cumplirá todo lo que le ha dicho el Señor (1, 42-45).

 – Isabel comienza situando a la madre de Jesús en el lugar donde la vida se define por la fecundidad(1, 42), llamándole bendita (eulogêmenê) por ser madre, conforme a una visión que nos arraiga en las más hondas tradiciones de Israel, ratificadas en Dt 28. Siguiendo esa línea, su bendición puede ampliarse en perspectiva de liberación de Israel: llamando a María bendita, Isabel está evocando la figura y misión de las mujeres de la historia israelita que han sido bendecidas no sólo por sus hijos sino por ser liberadoras del pueblo (Myriam, Débora, Yael, Ana, Judit, Ester etc).. La madre de Jesús viene a culminar no sólo la lista de madres fecundas (benditas por el vientre) sino de de mujeres animosas y sabias, que, de formas diversas, han “colaborado” en la obra de Dios, como las cuatro “abuelas” de Mt 1, 2-17.

Isabel define a María como la madre del Señor (1, 43), en un contexto en el que ella parece vinculada a la realeza de David (no por sí misma, pues ella es Gebira, más que rey, sino por su prometido José, Hijo de David). No había en Israel lugar de poder para las reinas “esposas”, pues las reinas de las que habla la Biblia son extranjeras (como la de Sabá) o figuras divinas rechazadas (la Reina de los cielos).

            En este contexto debemos recordar como excepción singular a Ester, que es la reina (malka) israelita por excelencia, en calidad de esposa de un monarca extranjero. Como elemento integrante de la monarquía davídida descubriremos, al final de este apartado, la figura y función de la madre del rey, Gebîra o Señora, que está a la base de un posible despliegue de la mariología cristiana.

En tercer lugar llegamos en una perspectiva expresamente cristiana María aparece como pisteusasa, aquella que ha creído, la creyente. Isabel lo sabe porque el saludo de María ha sido causa de gozo para el niño profeta que ella lleva en su seno… (1, 44). Pero después el evangelio nos hace pasar del campo veterotestamentario de la fecundidad bendecida (eulogêmenê) al plano de la bienaventuranza mesiánica (makaria) que sólo puede conseguirse en ámbito de fe y de seguimiento (bienaventurada tú porque has creído). De esa forma hemos llegado al plano del evangelio estrictamente dicho. La mariología se incluye así dentro del misterio cristiano (1, 45)[2].

Así empezamos diciendo que Isabel define a María como bendita entre las mujeres, en un contexto que evoca sobre todo fecundidad. Ella empieza siendo bendita como madre, en la línea de una alabanza programática que ha recogido más tarde la misma tradición lucana: «Bienaventurado el vientre que te ha gestado y los pechos que te han amamantado» (Lc 1, 27).

La mujer que habla así interpreta a María rectamente, en línea de bendición israelita, aunque no la llame sólo bendita como en Lc 1, 42 sino bienaventurada como hará Lc 1, 45. Esa mujer sitúa a María en el nivel de la maternidad biológica, haciéndola vientre(koilia) y pechos (mastous), es decir, cuerpo para engendrar, pero en el fondo está indicando que ella es “bienaventurada cristiana” (makaria).

En esta línea han interpretado a la mujer como hace gran parte de las tradiciones religiosas (incluso la cristiana) dominada por varones: la mujer es fuerza engendradora, vida hecha principio germinante, pero el principio de su grandeza no es el vientre, sino la fe: Fe en la vida como don, fe en los demás como principio de todos los valores humanos.

Esta es la función y sentido de la realeza femenina en perspectiva popular sagrada, la capacidad procreadora…. Pero una bendición pro-creadora que se abre al plano de la belleza y la vida humana, en su totalidad, en un plano que puede vincularse con el Sal 45 y del Cantar de los Cantares.

 Reinar es, ante todo, amar y dar la vida. Las “armas” o signos del reinado femenino empiezan son el vientre y los pechos, la potencia engendradora, la capacidad nutricia, para convertirse después en fe creadora, en principio de liberación humana por amor. Es evidente que Lucas sentía ya el peligro de interpretar a María en esa perspectiva puramente biológica, confundiéndola con las madres sagradas del cielo o de la tierra, diosas de la vida. Por eso ha reinterpretado y superado el logion del vientre y de los pechos[3].

La bendición del vientre-pechos, está en el centro del capítulo de bendiciones de Dt 38 (cf. 28, 3-4). Así inicia el Deuteronomiosu larga serie de bendiciones, centradas básicamente en la fecundidad, aunque abiertas, al mismo tiempo, a la victoria militar (¡que el Señor te entregue ya vencidos a los enemigos…!: cf. 28, 7). Es como si hubiera dos bendiciones fundamentales: La grandeza militar (centrada en la victoria sobre los enemigos) y la abundancia del vientre, entendido en un sentido amplio, como expresión de maternidad universal.

Lógicamente, el texto de la Visitación, después nos sitúa en un plano más alto de bienaventuranza por la palabra y por la fe, la bienaventuranza más femenina y humana de la gebira, que es la “reina verdadera”, la que ha educado a sus hijos y a los hombres y mujeres de su entorno en fecundidad humana (en ve). El ser humano se define por un lado como violencia (más en línea masculina de guerra) y por otro como fecundidad(más en línea femenina de vientre), una fecundidad que empieza siendo biológica (vientre y pechos), pero que termina siendo fecundidad de amor, en forma de acogida, palabra y ayuda mutua [4].

Gebîra, la madre del Señor (Lc 1, 43)

A la doble bendición (de María y del fruto de su vientre) sigue una pregunta retórica de Isabel, que sirve para mostrar por un lado su indignidad (¿Quién es ella para recibir tal honor?) y para exponer por otro su gran conocimiento (ella sabe que María es Madre de su Señor).

El sacerdote Zacarías (su marido) fue ignorante, no supo recibir e interpretar los signos del ángel del templo en su anunciación y por eso quedó mudo (cf. Lc 1, 5-20). Su esposa Isabel, sin embargo, ha comprendido: ha recibido el Espíritu Santo y puede hablar con palabra de madre que sabe, confesando la gloria de María, llamándola laMadre de mi Señor[5]:

 ‒ ¿De dónde a mí que venga? El siervo es quien debe visitar a su Señor y no al revés. Pues bien, aquí se invierte el movimiento y por eso se sorprende la madre del profeta, al descubrir que llega la mujer más importante a visitarla.

La madre de mi Señor (hê meter tou Kyriou mou). Esta es la afirmación central. Isabel podía haber dicho simplemente mi Señor o Kyrios (kyrios mou), aludiendo al niño que María lleva en su vientre poniéndolo así en paralelo al niño Juan que salta de gozo en el suyo. Pero, retomando el motivo de la bendición anterior, Isabel presenta ahora a María como Madre y al fruto de su vientre como Kyrios.

A mí (pros me). Viene la Madre del Kyrios y lo hace de forma reveladora, trayendo consigo la salvación o nuevo conocimiento que ese Kyrios realizará más tarde.

La Madre del Rey. El peso de la pregunta está en la confesión de fe: Isabel presenta a María como Madre de mi Señor, situándola así en el trasfondo de un título y función bien conocida dentro del AT: la madre del rey ocupaba un cargo oficial dentro de la corta; ella y no la esposa (o favorita) del rey poseía la mayor autoridad femenina dentro del reino. Este hecho se debe a varias circunstancias: se puede afirmar, en primer lugar, que la función del rey y su grandeza se concibe como algo estrictamente masculino; la ausencia de reinas puede deberse también al hecho de que el judaísmo haya rechazado a la “reina celesta” (diosa)… Sobre ese fondo han de entenderse los tres sentidos de reina en el AT:

 ‒ Sentido poético. Cant 6, 8 dice que el amado (rey) lleva a su lado un cortejo de mujeres, un harem fabuloso, que es signo de su riqueza y de su poder: sesenta son las reinas, ochenta son las concubinas, sin número las doncellas. Reinas, concubinas y doncellas forman el cortejo de aquella a quien el rey llama su paloma, es decir, su Predilecta. Ella es la Única frente a las múltiples, ella es la querida de su madre. En este contexto, las reinas aparecen simplemente como mujeres más elevadas de un numeroso harem real; sobre todas ellas se eleva en el Cantar la Predilecta, que la tradición cristiana ha comparado con María[6].

‒ Sentido político. Los judíos no tienen reinas, y así sólo hablan de reinas extranjeras. Así Dan 5, 10 dice que la reina de los “caldeos” aconseja bien a su marido Baltasar, en medio de los nobles, en un momento de crisis. Por su parte, Est 1,9 habla de Vasti, reina de Persia, que ofrece un banquete a las mujeres. Ambas, la mujer de Baltasar y la de Asuero, son reinas consortes. Ellas tienen un poder y ejercen una función oficial dentro de la corte, aunque están subordinadas a sus maridos. Nada de eso vemos en la corte de Jerusalén o Samaría, donde la mujer (o favorita) del reino no parece haber tenido autoridad en cuanto consorte del monarca[7].

Sentido religioso. La tradición de Jeremías conserva varios textos donde se dice que los judíos, especialmente las mujeres, hacen tortas, queman incienso y ofrecen libaciones a la Reina del cielo, tanto en Jerusalén como en la diáspora de Egipto (Jer 7, 18; 44, 17.19.25). Todo nos permite suponer que esta reina celeste a quien adoran, rompiendo el monoteísmo estricto de Yahvé es la Gran Diosa que en las tradiciones más antiguas de Israel suele identificarse con Ashera (Athiratu: esposa de El-Ilu) y que más tarde aparece en la figura de Ishtar (Astartu, Astarté: esposa de Ba’lu). Es muy posible que el rechazo israelita de la figura y función de la reina humana esté motivado por la crítica anti-idolátrica de la reina celeste[8].

 Comparación. La reina Ester. Significativamente, la única mujer judía que dentro de la Biblia lleva el nombre de reina es Ester, la esposa, favorita, del rey pagano de Persia. Todo nos permite suponer que su figura pertenece al folclore y a la imaginación religioso-política de un pueblo que ha buscado apasionadamente formas de sobrevivir en un contexto adverso. El mismo nombre Ester/Ishtar alude a la diosa Reina de los cielos que Jeremías había condenado (y que hemos identificado con Ishtar-Astartu). Es muy posible que los judíos de la diáspora babilonia hayan inventado su nombre y figura (convirtiéndola en reina de este mundo, israelita fiel, salvadora de los judíos) para contrarrestar el riesgo de sincretismo religioso que Jeremías combatía; habrían logrado de esa forma lo que más tarde consiguieron los cristianos al interpretar en clave mariana diversas figuras divinas femeninas del mundo mediterráneo. Dentro del relato bíblico, la función de Ester resulta paralela (estructuralmente semejante) a la de Judit, pero ya los mismos nombres indican los caminos diferentes que han seguido estas figuras.

 – Judit era la judía sin más (pues eso significa su nombre), una mujer contraria a todo riesgo de contaminación; por eso aparecía como luchadora, cortando la cabeza del general enemigo y manteniendo la separación del pueblo israelita.

– Por el contrario, Ester es la judía que pacta con el imperio mundial, llegando a casarse con el gran rey Asuero. Pactar o casarse significa aceptar el sistema para transformarlo, poniéndolo al servicio del judaísmo y manteniendo así la identidad del propio pueblo.

Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

“¿Cómo vivir la Navidad?”. Domingo 4º de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 22 de diciembre de 2024

image

Del blog El Evangelio del El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Cuando falta poco para estas fiestas, las lecturas nos ofrecen tres ejemplos excelentes para vivir su sentido y un mensaje de esperanza.

El ejemplo de Isabel: alabanza, asombro, alegría (Lucas 1,39-45)

En aquellos días, María se puso de camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Aunque en el relato del evangelio la iniciativa es de María, poniéndose en camino hacia un pueblecito de Judá, los verdaderos protagonistas son Isabel, la única que habla, y Juan, el hijo que lleva en su seno. Es este el primero en reaccionar, antes que su madre. En cuanto oye el saludo de María (Lucas no cuenta qué palabras usó para saludar) da un salto en el seno de Isabel. Esta, llena de Espíritu Santo, expresa los sentimientos que debe tener cualquier cristiano ante la presencia de Jesús y María.

Alabanza (“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!). El Antiguo Testamento recoge la alabanza de algunas mujeres, pero por motivos muy distintos. Yael es proclamada “bendita entre las mujeres por haber asesinado a Sísara, general de los enemigos; Rut, por haber elegido a Booz, a pesar de no ser joven; Abigail, por haber impedido a David que se tomara la justicia por su mano; Judit, por haber matado a Holofernes y liberado a Israel; Sara, la esposa de Tobit, por haber abandonado a sus padres para venir a vivir con la familia de Tobías. ¿Qué ha hecho María para que Isabel la bendiga? El relato de la anunciación lo deja claro: ha aceptado el plan de Dios (“he aquí la esclava del Señor”) y eso la ha convertido en madre de Jesús o, como dirá Isabel, en la madre de mi Señor. Motivo más que suficiente de alabanza.

Asombro (¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?). La forma de expresarse Isabel, tan personal, recuerda lo que escribió san Pablo a los Gálatas a propósito de la muerte de Jesús: “Me amó y se entregó a la muerte por mí”. Se deja en segundo plano el valor universal de la encarnación y de la muerte para destacar lo que significan para mí. La Navidad, celebrada año tras año durante siglos, corre el peligro de convertirse en algo normal. No nos asombramos de esta venida de Jesús a mí, como si fuera la cosa más lógica del mundo. Buen momento para detenernos y asombrarnos.

Alegría (“la criatura saltó de gozo en mi vientre”). Lucas termina por donde empezó: hablando de la reacción de Juan. Pero ahora añade que el salto en el vientre de su madre lo provocó la alegría de escuchar el saludo. Los domingos anteriores han insistido en el tema de estar siempre alegres. Lo específico de este evangelio es que la alegría la provoca la presencia de María y de Jesús.

Estos tres sentimientos los inspira, según Lucas, el Espíritu Santo; ya que generalmente no lo tenemos tan presente como debiéramos, es este un buen momento para pedirle que los infunda también en nosotros.

El ejemplo de María: fe

            Las palabras de Isabel, que comienzan con una alabanza de María y de Jesús, terminan con otra alabanza de María: ¡Dichosa tú que has creído! Y esto debe hacernos pensar en la grandeza del misterio que celebramos. No es algo que se pueda entender con argumentos filosóficos ni demostrar científicamente. Es un misterio que exige fe. Para muchos, como decía el cardenal Newman, la fe es la capacidad de soportar dudas. Para María es fuente de felicidad. Lo será siempre, a pesar de las terribles pruebas por las que debió pasar. En ese camino misterioso de la fe, ella se nos ofrece como modelo.

El ejemplo de Jesús: cumplir la voluntad de Dios (Hebreos 10,5-10)

Hermanos:

Cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni victimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: ‘Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.”

Primero dice: “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias”, que se ofrecen según la Ley. Después añade: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.” Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

En la mentalidad del pueblo, y de gran parte del clero de Israel, lo más importante en la relación con Dios era ofrecerle sacrificios de animales y ofrendas. En el fondo latía la idea de que Dios necesita alimentarse como los hombres. Los profetas, y también algunos salmistas, llevaron a cabo una dura crítica a esta mentalidad: lo que Dios quiere no es que le ofrezcan un buey o un cordero, sino que se cumpla su voluntad. Esta idea la recoge el autor de la Carta a los Hebreos y la pone en boca de Jesús (Aquí estoy para hacer tu voluntad), completándola con otra idea: los sacrificios de animales no tenían gran valor, había que repetirlos continuamente. En cambio, cuando Jesús se ofrece a sí mismo, su sacrificio es de tal valor que no necesita repetirse. Los sacrificios de animales pretendían establecer la relación con Dios, sin conseguirlo plenamente. El sacrificio de Jesús establece esa relación plena al santificarnos.

            Al mismo tiempo, el ejemplo de Jesús nos enseña a poner el cumplimiento de la voluntad de Dios por encima de todo, de acuerdo con lo que repetimos a menudo: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Un anuncio (Miqueas 5,1-4)

Así dice el Señor:

“Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastorea con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.

Este breve oráculo del libro de Miqueas es famoso porque lo cita el evangelio de Mateo cuando los magos de Oriente preguntan dónde debía nacer el Mesías. El texto se dirige a personas que han vivido la terrible experiencia de la derrota a manos de los babilonios, el incendio de Jerusalén y del templo, la deportación, la desaparición de la dinastía davídica. La culpa, pensaban muchos, había sido de los reyes, los pastores, que no se habían comportado dignamente y habían llevado a cabo una política funesta. En medio del desánimo y el escepticismo, el profeta anuncia la aparición de un nuevo jefe, maravilloso, que extenderá su grandeza hasta los confines del mundo y procurará la paz y la tranquilidad a su pueblo. Pero no será como los monarcas anteriores, será un nuevo David. Por eso no nacerá en Jerusalén, sino en Belén.

Resumen

Lo que relaciona las lecturas de este domingo es la misión de Jesús y los frutos que produce. La de Miqueas anuncia que su misión consistirá en ser jefe (pastor) de Israel, procurándole al pueblo la tranquilidad y la paz. En la Carta a los Hebreos, su misión es cumplir la voluntad del Padre; gracias a eso ha restaurado nuestra relación con Dios, nos ha santificado. En el evangelio, la misión no la lleva a cabo Jesús, sino María; su simple presencia provoca una reacción de alabanza, asombro y alegría en Isabel y Juan.

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

22 de Diciembre de 2024. Cuarto Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 22 de diciembre de 2024

A793EF36-0694-45AA-9AEA-3266F5ED2D62

«¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!»

(Lc 1, 39-45)

En esta era de las terapias llama la atención que todavía no se hayan «re-inventado» la de bendecir, y le hayan puesto un nombre en inglés. Aunque tal vez sí la han inventado y todavía no la conocemos… Sea como sea, el arte de bendecir da para muchos cursos, talleres y libros. Además, sus buenos efectos para la salud son constatables desde el principio.

Pero antes de seguir con la bendición echemos un vistazo al evangelio que nos regala este último domingo de adviento. Es un texto muy conocido, nos lo sabemos prácticamente de memoria: la visita de María a su prima Isabel.

María, la mujer bendita de Nazaret, cuando recibe el encargo de ser la madre del Hijo de Dios, con una mezcla de asombro, temor y alegría, lo primero que hace es ponerse en camino, irse a compartir su experiencia con quien sabe que vive algo parecido.

María e Isabel son las dos grandes protagonistas del adviento. Las dos, rodeadas de fragilidad, una por su vejez y la otra por su juventud, no solo esperan, sino que sostienen la espera y hacen realidad la promesa.

Ayer leía en un misal de 1996 un pequeño comentario a lo que es el adviento. Hablaba de tres personajes protagonistas del adviento: el pueblo, Isaías y Juan Bautista. El autor de dicho comentario olvidó por completo a las grandes estrellas: María e Isabel.

Isabel, que con sus años ha aprendido el hermoso arte de bendecir, es lo primero que hace cuando oye llegar a María: “-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

El encuentro entre estas dos mujeres nos invita a bendecir, a ponerle voz y palabra a todo lo bueno que descubrimos. No nos engañemos pensando que el encuentro entre María e Isabel tenía solo cosas buenas, las palabras de Isabel podrían haber sido muy diferentes, algo así como: «¡Menudo lío en el que te has metido, María! ¿Cómo vamos a explicarle a la familia, al pueblo y a José que estás embarazada cuando ni siquiera estás casada?»

Lo de bendecir no es solo, ni principalmente, para los momentos idílicos, es más como la medicina que nos ayuda a descubrir el lado luminoso de la realidad. Quien bendice hace eso: señala la luz, lo bueno, y de ella recibe la fuerza y la claridad.

Oración

¡Bendecid! sí, tomando como modelo a Isabel ejercitemos el arte de bendecir.

¡Bendecid! y nuestra vida se llenará de bendición.

¡Bendecid! y la luz le seguirá ganando terreno a las tinieblas.


*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

María está llena de la divinidad y se la comunica a Isabel.

Domingo, 22 de diciembre de 2024

IMG_8859DOMINGO 4º DE ADVIENTO (C)

Lc 1.39-45

No existe la más mínima posibilidad de que este texto sea histórico. Es teología narrativa que nos permite ir más allá que cualquier acontecimiento real. Lo importante para nosotros es descubrir el mensaje que el autor ha querido transmitir. Si fueran noticias de un suceso, nos daríamos por enterados y punto. Si son teología, nos obliga a desentrañar la verdad en él que sigue siendo válida. Este texto es uno de los más densos y profundos del evangelista Lucas.

Hemos leído los textos desde una perspectiva equivocada. Ni María sabía que había engendrado al “Hijo de Dios” ni Isabel que llevaba en su seno al Precursor. No tiene ninguna verosimilitud que noventa años después del suceso, alguien se acuerde de una visita a una prima, mucho menos que recuerde las palabras que se dijeron. No digamos nada si imaginamos a María, arrancándose con el Magníficat, recitado palabra por palabra. No, el relato nos está trasmitiendo lo que pensaban los cristianos de finales del siglo primero.

En el texto todo son símbolos. La primera palabra en griego es ‘anastasa’, que significa levantarse, resurgir, que se ha pasado por alto en la traducción oficial. Es el verbo que emplea el mismo Lucas para indicar la resurrección. Significa que María resucita a una nueva vida, y sube a la “montaña”, el ámbito de lo divino. Pensamos que la madre da la vida al hijo. Aquí es el Hijo el que da vida a la madre. Inmediatamente, la madre lleva al que le ha dado esa vida, a los demás, es decir, da a luz al Hijo. Eckhart decía con gran atrevimiento: todos estamos preñados de Dios y la principal tarea de todo cristiano es darle a luz, hacerle visible.

La visita de María a su prima simboliza la visita de Dios a Israel. La subida de Galilea a Judá nos está adelantando la trayectoria de la vida pública de Jesús. También el Arca de la alianza recorrió el mismo camino por orden de David. El relato está calcado del libro de Samuel II que narra el traslado del arca de la ciudad de Baalá al monte Sión. David dijo: ¿Quién soy yo para que me visite el arca de mi Señor? El arca permaneció tres meses en casa de Obededón de Gat. En la llegada del arca hubo saltos de alegría. El Señor llenó de bendiciones a la casa de Obededón. En el recorrido, hubo cantos y anuncios de liberación.

Lo sublime se digna visitar a lo pequeño. El Emmanuel se manifiesta en el signo más sencillo. El AT y el nuevo se encuentran y se aceptan, fuera del marco de la religiosidad oficial. Desde ahora, a Dios lo debemos encontrar en lo cotidiano, en la vida. Jesús, ya desde el vientre de su madre, empieza su misión, llevar a otros la salvación y la alegría. Todo quiere indicar que la verdadera salvación siempre repercutirá en beneficio de los demás; si alguien la descubre, inmediatamente la comunicará. La visita comunica alegría (el Espíritu), también a la criatura que Isabel llevaba en su vientre. Se descubre el empeño por dejar a Juan por debajo de Jesús.

Si leemos con atención, descubriremos que todo el relato se convierte en un gran elogio a María. Y es el mismo Espíritu el que provoca esa alabanza: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” ¿Cuántas veces hemos repetido esta alabanza? “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” “Dichosa tú que has creído”. Creer no significa la aceptación de verdades, sino confianza total en un Dios, que siempre quiere lo mejor para el ser humano. A continuación, María pasa al elogio de Dios con el canto de “el Magníficat”.

Lo que intentan todos los relatos de la infancia de Jesús es presentarlo como una persona de carne y hueso, aunque extraordinaria, ya desde antes de nacer. Cuando afirmamos que esos relatos no son históricos, no queremos decir que Jesús no fue una figura histórica. El NT hace siempre referencia a una historia humana concreta, a una experiencia humana única. Sin esa referencia al hombre Jesús, el evangelio carecería de todo fundamento. Ahora bien, el lenguaje que emplea cada uno de los evangelistas es muy distinto. Basta comparar los relatos de Mateo y Lucas con el prólogo de Juan, para darnos cuenta de la abismal diferencia.

La novedad que se manifiesta en María no elimina ni desprecia la tradición, si no que la integra y transforma. El relato está haciendo constantes referencias al AT. En ningún orden de la vida, debemos vivir volcados hacia el pasado porque impediríamos el progreso. Pero nunca podremos construir el futuro destruyendo nuestro pasado. El árbol no crece si se cortan las raíces. Lo nuevo, si no integra y perfecciona lo antiguo, nunca prosperará.

A la vivencia de Jesús, hace referencia la carta de Pablo. Jesús no es un extraterrestre, sino un ser humano como nosotros, que supo responder a las exigencias más profundas de su ser. La clave está en esa frase: “Aquí estoy para hacer tu voluntad.” No se trata de ofrecer a Dios “dones” o “sacrificios”. Se trata de darnos a nosotros mismos. Esa actitud es propia de una persona volcada sobre lo divino que hay en ella. Pablo contrapone la encarnación al culto. Dios no acepta holocaustos ni víctimas expiatorias. Solo haciendo su voluntad, damos verdadero culto a Dios. En Juan, dice Jesús: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”.

Los primeros cristianos no llegaron a la conclusión de que Jesús era Hijo de Dios porque descubrieron en Él la “naturaleza” de Dios, sino porque descubrieron que Jesús cumplió su voluntad. Hacía presente a Dios en lo que era y en lo que hacía. Para el pensamiento semítico, ser hijo no era principalmente haber sido engendrado sino el reflejar lo que era el padre, cumplir su voluntad, imitarle. Esa fidelidad al ser del padre convertía a alguien en verdadero hijo. Descubrir esto en Jesús los llevó a considerarlo, sin duda alguna, Hijo de Dios.

Esa voluntad no la descubrió Jesús porque tuviera hilo directo con Dios fuera. Como cualquier mortal, tuvo que ir descubriendo lo que Dios esperaba de él. Siempre atento, no solo a las intuiciones internas, sino también a los acontecimien­tos y situaciones de la vida, fue adquiriendo ese conocimiento de lo que Dios era para él, y de lo que él era para Dios. ‘La voluntad de Dios’ no es algo venido de fuera y añadido. Es nuestro ser en cuanto proyecto y posibilidad de alcanzar su plenitud. De ahí que, ser fiel a Dios, es ser fiel a sí mismo.

En todas las épocas y todos los seres humanos han intentado hacer la voluntad de Dios, pero era siempre con la intención de que el “Poderoso” hiciera después la voluntad del ser humano. Era la actitud del esclavo que hace lo que su dueño le manda, porque es la única manera de sobrevivir. Es una pena que, después del ejemplo que nos dio Jesús, los cristianos sigamos haciendo lo mismo de siempre, intentar comprar la voluntad de Dios a cambio de nuestro servilismo. En esa dirección van todas nuestras oraciones, los sacrifi­cios, las promesas, votos.

Salvación y voluntad de Dios son la misma realidad. Jesús, como ser humano, tuvo que salvarse. Para nuestra manera de entender la encarnación, esta idea resulta desconcertante. Creemos que salvarse consiste en librarse de algo negativo. La salvación de Dios no consiste en quitar sino en poner plenitud. En todo ser humano está ya la plenitud como un proyecto que tiene que ir desarrollando. Jesús llevó ese proyecto al límite. Por eso es el Hijo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

La Fe

Domingo, 22 de diciembre de 2024

hqdefaultLc 1, 39-45

«Dichosa tú porque has creído»

Es posible que la posesión más valiosa de un ser humano sea la fe, por encima de la sabiduría, la riqueza o el prestigio; y lo es, porque nos invita a pensar que no somos unos pobres animales arrojados al mundo sin referencias y sin más perspectiva que la muerte, sino que la vida tiene sentido y que nuestro destino es Vivir.

En el caso de los cristianos la fe tiene una doble vertiente. Por una parte podemos “creer en Jesús”, es decir, creer que su vida y su mensaje no pueden entenderse como simple fruto de una persona excepcional, sino que son obra del Espíritu de Dios que soplaba en él como un huracán. Pero esta fe, si no afecta a nuestra forma de vivir, puede resultar estéril y no llenar nuestra vida.

Por eso es también necesario “creerle a Jesús”; fiarse de él como nos fiamos de nuestro médico cuando nos ponemos en sus manos para que nos abra en canal. Me explico:

El mundo me dice que seré feliz si soy rico, si tengo poder o prestigio social, si no me dejo avasallar, si soy más listo que los demás para los negocios, si voy de diversión en diversión, si no me meto en líos, si no me insultan ni me persiguen… Jesús, en cambio, me propone un código de felicidad radicalmente distinto e inverosímil: “¿Quieres ser feliz…? –nos dice–, pues confórmate con poco, comparte lo que tienes con los que no tienen, aprende a sufrir, di siempre la verdad, no seas violento, trabaja para que prevalezca la justicia, no trates de aprovecharte de nadie, hazte el servidor de todos… y no te preocupes si te insultan y te persiguen por todo ello, pues a la larga serás mucho más dichoso”.

¿Creo en él? ¿Le creo a él? ¿Me fío de él? ¿Estoy dispuesto a vivir compartiendo, perdonando, sembrando la paz, trabajando por la justicia, actuando siempre con sinceridad y sin temor al sufrimiento? ¿Me la juego apostando a unos criterios de locos; viviendo de acuerdo a unos valores tan estrafalarios como poco evidentes?…

Decir que sí, que me la juego, que cambio de vida, es tener fe en Jesús; lo demás será otra cosa. Creeré en Jesús si es él quien manda en mis criterios y mis valores; si es él quien da sentido a mi vida; si creo que sus criterios pueden salvar el mundo del desastre y me comprometo con la tarea de hacerlo. Porque la fe no es un privilegio otorgado a unos y vedado a otros, sino el compromiso firme con un modo de vida cuya meta es la fraternidad entre todos los hombres y mujeres del mundo…

«Dichosa tú porque has creído».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

Isabel, profeta del Espíritu.

Domingo, 22 de diciembre de 2024

James B. Janknegt, "The Visitation," 2008. Oil on canvas, 36 x 24 in. Source: http://www.bcartfarm.com/visitation.html

James B. Janknegt, “The Visitation,”

Varias peculiaridades caracterizan a un profeta de Dios, pero entre las más importes está la de estar inundada por el Espíritu y hablar en su nombre. Esto dice el texto de Lucas 1,39-45 acerca de Isabel: “Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó…”. Son exactamente las características definitivas del profetismo: levantar la voz y hablar inundada por el Espíritu.  A ello se suman como características propias la interpretación del presente y el anuncio del futuro. Isabel anuncia el presente de “la madre de mi Señor”, es decir, exclama que el hijo de María es el Señor. Y anuncia el futuro: “lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Las promesas se cumplen. Y eso las llena de alegría.

La palabra profética además no es dada para quedarse en la intimidad o en el interior de una casa. Podríamos caer en el error de pensar que estas palabras fueron dichas para el espacio doméstico ya que se narran dichas por mujeres en el entorno de la casa de Isabel. Pero, aun con estas características, estas palabras forman parte de los evangelios, del anuncio de la buena noticia, y por ello se expanden a todos los que creen. Además, en el catolicismo ocupan un lugar privilegiado ya que son los enunciados que forman la oración del avemaría. Es decir, las palabras proféticas de Isabel narradas por Lucas, forman parte de la “Palabra de Dios” y de la oración popular católica más extendida.

En Isabel encuentran su momento culminante las palabras proféticas del Antiguo Testamento. Estas anunciaban la alianza de Dios con su pueblo y la espera del salvador. Las palabras de Isabel marcan la realización en el presente de las promesas de Dios: en el seno de una familia, en la bendición de las primas (ella misma y María), en el gozo de los niños que llevan (Juan y Jesús): Dios habita en medio nuestro.

Isabel, mujer llena del Espíritu, es una profeta de la alegría y del encuentro, de la esperanza, de la bendición y de las bienaventuranzas y, sobre todo, de la constatación que Dios anuncia lo que va a realizar y que su Palabra siempre se cumple.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

Fuente imagen tomada de: James B. Janknegt, “The Visitation,” 2008. Oil on canvas, 36 x 24 in. Source: http://www.bcartfarm.com/visitation.html

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

Despertar la alegría

Domingo, 22 de diciembre de 2024

53667725Domingo IV de Adviento

22 diciembre 2024

Lc 1, 39-45

La alegría es signo de vida liberada y entregada. Cuando la planta está bien nutrida y no encuentra obstáculos en su crecimiento, da sus flores de manera natural, desapropiada y gratuitamente. De la misma manera, la persona que vive anclada en la comprensión de lo que somos vive y contagia alegría.

Probablemente, pocas cosas resulten tan gratificantes como vivir junto a una persona alegre, y pocas actitudes tan valiosas como aquella de despertar la alegría en los demás.

Cuando es genuina, la alegría es inseparable de la humildad, por lo que se hace tanto más presente cuanto más el ego se quita de en medio. La “alegría” del ego es -valga la redundancia- egocentrada. Lleva la marca de la impermanencia y de la inestabilidad, ya que fluctúa en razón de que se cumplan o no las propias expectativas egoicas. Y lleva igualmente la marca de la separatividad: lo que importa es “mi” alegría.

La alegría genuina, por el contrario, permanece como un fondo sereno que permanece aun en medio de “oleajes” de distintos tipos. No hay apropiación, porque no se ve como una cualidad que tuviera el yo, sino que se percibe como un estado de ser que lo sostiene. Eso explica igualmente que la alegría vaya de la mano de la humildad.

No es difícil observar que las personas que despiertan y contagian alegría no se mueven por la voluntad de conseguir esos resultados. Sencillamente, viven sostenidas por la alegría y la humildad. Es precisamente ese modo de vivir el que se transparenta y se contagia.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

IV ADVIENTO: Visita, encuentro,vida, bendición, alegría

Domingo, 22 de diciembre de 2024

7874B5E4-A261-41C0-9857-29F66383FABADel blog de Tomás Muro La verdad es Libre:

01.- Vida, bendición, visita, alegría

La visita de María a Isabel que hemos evocado en este cuarto domingo de adviento -cercano ya a la navidad- es un encuentro en el que  podemos apreciar:

  • Levantarse. María se levanta y “resucita” a la nueva vida de su hijo, Jesús. (En este caso el hijo, Jesús, es quien da vida a su madre y a todos).

¿Me levanto en mis hundimientos? ¿Acojo la vida del Señor en mí?

  • La montaña. María sube la montaña: la montaña es el lugar del encuentro con Dios.

¿Me encuentro amablemente con Dios?

  • Camino: María ha de recorrer unos 155 kms. de Nazaret a Jerusalén para visitar a su prima Isabel.

¿Camino en la vida o estoy bloqueado, paralizado?

  • Vida (se encuentran dos mujeres que están gestando vida). ¿Qué estarán viviendo y hablando si no es de la vida?

¿Amo y trabajo por la vida propia y de los demás?

  • Encuentro: María e Isabel, -primas entre sí- se acogen.

¿Propicio encuentros o distanciamientos y rupturas en la vida?

  • Bendición: todo el texto tiene una tonalidad de bendición: bendita entre todas las mujeres.

¿Bendigo -digo bien- en la vida o maldigo, -digo mal y males- en mis relaciones?

  • Felicidad en la. Dichosa Tú…

¿Mi alma, mi psicología está serena, más  o menos feliz?

  • Terminamos el año. ¿Cómo me ha ido?
  • Caminar
  • Vivir
  • Felicidad y dicha

No es un mal programa de vida para el nuevo año, 2025:

02.- v 39: María se pone en camino (y aprisa).

         María sale aprisa de su tierra (Galilea); se pone en camino hacia el sur, a Judea, para visitar a su pariente Isabel, que está ya siendo madre de Juan Bautista.

         El encuentro, la visita de María a Isabel desborda  vida:

En San Lucas es importante el sentido de camino, de proceso.

  • Ya el Éxodo fue un camino de libertad y liberación.
  • El hijo pródigo recorre un camino negativo -más tarde positivo- de encuentro con su Padre, con Dios.
  • Los dos de Emaús se encuentran con la vida en el camino.
  • Vivir es caminar y caminar es vivir. Las cosas, la vida, las ideas, las personas caminamos y en los recorridos vivimos, creamos vida.
  • En todos los aspectos y dimensiones de la vida se trata de caminar y crear vida: en la vida personal, familiar, en las ideas, en la cultura, en la vida sociopolítica, eclesial, comunitaria.

Antonio Machado decía aquello de que: Caminante no hay camino, se hace camino al andar….

+       ¿Camino en la vida o me encuentro estancado, atrincherado en mis ideas eclesiásticas-religiosas, políticas?

Lo que pienso y digo yo siempre es la verdad absoluta?

¿Quizás me encuentro bloqueado por la decepción?

+       ¿Me doy prisa en darme cuenta de las situaciones difíciles de los demás?

+       Noble tarea visitar a los familiares, especialmente cuando están enfermos o en necesidad.

03.- vv 40-41 Se saludaron.

  • En la conversación entre María e Isabel varias veces aparece la expresión: “se saludaron”. Saludo que viene de salud. En hebreo se saludaban con la expresión shalom: paz, bienestar.
  • El saludo (salud: paz: salvación), hace bien, causa serenidad y alegría: en cuanto escuché tu saludo, la vida se llenó de alegría.
  • El no saludarse en el camino de la Vida es excluirse o eliminar a los demás de la existencia. (el negar el saludo es una actitud grave en la vida)
  • A todos nos hace bien el saludo -la salud- en las relaciones humanas: familiares, profesionales, políticas, eclesiales, amigos.
  • Sin embargo somos conscientes de que hay situaciones, viejos problemas familiares, de vecindad, laborales, políticos que no facilitan el saludo… ¿No serán posibles relaciones respetuosas, discretas y amables?

04.- La Vida es la vida, defiéndela

  • o Se encuentran -se acogen- dos mujeres que están ya siendo madres. Lo más natural del mundo es que hablen de la vida y de las vidas que están llegando.
  • o ¿Amo y cuido la vida? ¡No solamente la mía!, sino la vida de los demás, de la familia, de los que convivimos en la ciudad (polis), en la comunidad / iglesia, emigrantes, parados, tercer mundo.
  • o ¿Soy sensible a quienes les falta vida: enfermos, personas con problemas serios?

05.- v. 41 María transmite serenidad y alegría.

  • La criatura saltó de alegría en el vientre de Isabel, porque María transmite serenidad y alegría. Isabel y su hijo saltan de gozo.
  • María no va a ver cómo tiene la casa su pariente Isabel, ni a decirle qué tiene que hacer. (Mala costumbre la de meterse y organizar la vida de los demás). María no va con “chismes” que le han dicho en la calle. María está serenamente en la vida, sin prepotencias, ni órdenes, ni exigencias. María se fía, confía en Dios y en la vida y desde esa confianza vive serenamente e infunde bienestar.
  • A veces transmitimos nervios, crispación, prepotencia, sensación de querer dominar la situación (poder).
  • Es sano estar en la vida sin mucho ruido: sin “colgarnos medallas”. Es hermoso no pretender dominar la existencia, sino simplemente estar en ella sencillamente, gratuitamente, de balde: gratis: gracia.
  • Miremos si estamos en calma en la vida, sin competencias ni exigencias, sin perfeccionismos; así también estarán bien los demás.

06.- vv 42. Bendita y bendito el fruto de tu vientre

  • Todo el relato transpira un tono de bendición: “decir bien”: bendita, bendito el fruto de tu vientre.
  • Bendita: bendecir significa decir bien, que es lo contrario de maldecir, de decir mal.
  • Decir bien no es adular, ni hablar por no callar. A veces el silencio es la mejor palabra.

07.- v 45 Dichosa tu porque has creído.

  • Vuelve a aparecer la felicidad de María y de su prima Isabel. Y la raíz de la felicidad es la fe, la confianza, dichosa porque has creído.
  • María fue una gran creyente, la primera creyente en su hijo, Jesús. La confianza es la actitud connatural en la existencia. Es muy problemático y es enfermizo vivir en la desconfianza, en el recelo, en al envidia, en la sospecha.
  • María, mujer humilde, fue bendita, dichosa y feliz porque confió, se fio de Dios y de su papel en la vida, en la historia de la salvación. Por eso fue bendita y feliz.
  • Hacer la vida lo más amable y feliz posible no es poca cosa en la vida

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

“Mujeres protagonistas del designio salvador de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 22 de diciembre de 2024

IMG_9066De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del IV domingo de adviento 22-12-2024

Las protagonistas de la historia de salvación también son mujeres

Isabel y María muestran un protagonismo activo en la venida del Salvador del Mundo

María e Isabel son mujeres, con voz, con capacidad de salir hacia los otros, con palabra profética, con acciones decisivas para el cumplimiento del plan de salvación

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa a una ciudad de Juda; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedo llena de Espíritu Santo y exclamando con gran voz, dijo:

– Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor, venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor

(Lc 1,39-45)

En este cuarto y último domingo de adviento se nos ofrece una lectura que vincula el paso del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, de la figura de Juan Bautista a la de Jesús. Pero en este texto las protagonistas son mujeres: Isabel y Maria.

Fijémonos en Isabel. Era estéril, pero bendecida por Dios, quedó embarazada en avanzada edad. En este encuentro con María, Isabel queda llena del Espíritu Santo y, contra la costumbre de ese pueblo donde las mujeres no pronuncian palabras en público, ella “exclama con gran voz” lo que está sucediendo en María: ella es bendita entre las mujeres por el Hijo que lleva en su seno y por su fe que ha permitido que se de este acontecimiento. El valor de María no es por ella misma sino por su papel en la historia de salvación, por su aceptación activa en la encarnación del Hijo de Dios, porque se ha dispuesto a colaborar incondicionalmente con la historia de la salvación.

Podemos señalar otro dato de Isabel que conoceremos en otro texto de este evangelio cuando ya ha nacido Juan Bautista y lo van a circuncidar. Lo van a llamar Zacarías como su padre -recordemos que Zacarías se ha quedado mudo por no creer que iba a engendrar un Hijo en edad adulta- pero en ese contexto, Isabel nuevamente levanta la voz para decir que se ha de llamar Juan (Lc 1, 60). Contrario a los imaginarios que se han cultivado sobre las mujeres en la historia de salvación al no recordar suficientemente sus nombres, ni profundizar en sus historias, haciéndonos creer que los protagonistas son todos varones, una lectura atenta de estos textos nos permite ver el protagonismo de las mujeres y sus acciones importantes y decisivas en dicha historia.

Sobre la figura de María, el ponerse en camino para ir a visitar a Isabel ya nos muestra su disposición, su participación, su protagonismo en el designio divino que se le ha confiado. Podríamos decir que ella está mostrando que ese Mesías esperado del Antiguo Testamento, Mesías del que Juan Bautista será el precursor, es ese hijo que ella está esperando y con quien ya está comenzando la realización de la esperanza prometida.

Leer este texto finalizando adviento, nos ayuda a seguir valorando el protagonismo de las mujeres en el plan de salvación de Dios sobre la humanidad. No es una historia de varones como se nos ha enseñado, es una historia también de mujeres, con voz, con salir hacia los otros, con palabra profética, con verdades de fe claramente vividas y expresadas.

Felices todos aquellos que creen en las promesas del Señor, promesas renovadas en este tiempo de adviento, tiempo de preparación para acogerlas y vivirlas en nuestro presente, en la medida que la navidad pase de ser una celebración externa a una renovación de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor.

(Foto tomada de: http://www.ricardohuante.com/2021/12/domingo-iv-de-adviento-ciclo-c-domingo.html)

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

Recordatorio

Cristianos Gays es un blog sin fines comerciales ni empresariales. Todos los contenidos tienen la finalidad de compartir, noticias, reflexiones y experiencias respecto a diversos temas que busquen la unión de Espiritualidad y Orientación o identidad sexual. Los administradores no se hacen responsables de las conclusiones extraídas personalmente por los usuarios a partir de los textos incluidos en cada una de las entradas de este blog.

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Por supuesto, a petición de los autores, se eliminará el contenido en cuestión inmediatamente o se añadirá un enlace. Este sitio no tiene fines comerciales ni empresariales, es gratuito y no genera ingresos de ningún tipo.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un espacio de información y encuentro. La información puede contener errores e imprecisiones.

Los comentarios del blog estarán sujetos a moderación y aparecerán publicados una vez que los responsables del blog los haya aprobado, reservándose el derecho de suprimirlos en caso de incluir contenidos difamatorios, que contengan insultos, que se consideren racistas o discriminatorios, que resulten obscenos u ofensivos, en particular comentarios que puedan vulnerar derechos fundamentales y libertades públicas o que atenten contra el derecho al honor. Asimismo, se suprimirá aquellos comentarios que contengan “spam” o publicidad, así como cualquier comentario que no guarde relación con el tema de la entrada publicada. no se hace responsable de los contenidos, enlaces, comentarios, expresiones y opiniones vertidas por los usuarios del blog y publicados en el mismo, ni garantiza la veracidad de los mismos. El usuario es siempre el responsable de los comentarios publicados.

Cualquier usuario del blog puede ejercitar el derecho a rectificación o eliminación de un comentario hecho por él mismo, para lo cual basta con enviar la solicitud respectiva por correo electrónico al autor de este blog, quien accederá a sus deseos a la brevedad posible.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.