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Pascua: La fiesta de las lápidas removidas…

Lunes, 21 de abril de 2025

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¿Por qué pensáis que todo es inútil, que nadie puede remover vuestras piedras? ¿Por qué os entregáis a la resignación o al fracaso? La Pascua, hermanos y hermanas, es la fiesta de la remoción de las piedras. Dios quita las piedras más duras, contra las que se estrellan las esperanzas y las expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad. La historia humana no termina ante una piedra sepulcral, porque hoy descubre la «piedra viva» (cf. 1 P 2,4): […] Jesús resucitado. […] Él viene para hacerlo todo nuevo, para remover nuestras decepciones [cada uno de nosotros está llamado a descubrir en el que está Vivo a aquél que remueve las piedras más pesadas del corazón. Preguntémonos, antes de nada: ¿cuál es la piedra que tengo que remover en mí, cómo se llama esta piedra?”

*

Papa Francisco, Homilía de Pascua, 2019

New Ways Ministry nos desea la alegría y bendiciones de Pascua

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domingo de Resurrección se pueden encontrar aquí.

Fuente New Ways Ministry

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“Prisas”, por Dolores Aleixandre.

Lunes, 21 de abril de 2025

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De su blog Un grano de Mostaza:

Todo está en movimiento en la mañana de Pascua

Todo está en movimiento en la mañana de Pascua. Jesús sale al encuentro de las mujeres que habían ido al sepulcro con perfumes y ellas corren a contárselo a los discípulos. María de Magdala descubre la tumba vacía y corre a anunciárselo a los discípulos;   Pedro y Juan corren también y lo mismo los de Emaús.  después de reconocer a Jesús al partir el pan, corren a decírselo a los demás.

Este dinamismo imparable impregnaba ya los relatos de la infancia de Jesús y sus personajes se ponen en pie, van y vienen al encuentro unos de otros, se visitan, se invitan mutuamente a desplazarse, caminan con apresuramiento como si les fuera la vida en lo que van buscando.

María se levanta y marcha deprisa a visitar a Isabel y Juan da saltos en el seno de su madre; los pastores corren en Belén en busca del niño en un pesebre que les ha anunciado el ángel. Los magos emprenden un camino incierto, llegan hasta Jerusalén y guiados por la estrella, que también se mueve, llegan hasta la casa donde estaba el niño con su madre y se vuelven a su tierra dando un rodeo. A Simeón es el Espíritu Santo el que lo impulsa a dirigirse al templo, Ana también acudió en aquel momento atraída por el Niño.  José y María van y vienen de Nazaret a Belén, de Belén a Jerusalén, de allí a Nazaret y de nuevo a Jerusalén cuando el niño tiene doce años, recorriendo el camino inverso en su búsqueda

Los únicos inmóviles tanto en el nacimiento de Jesús como en su resurrección, son los “personajes cualificados“, esclerotizados en Jerusalén, atornillados en su poder, empeñados en seguir  releyendo antiguas palabras muertas en viejos rollos de pergamino.

La presencia del Viviente cuestiona, provoca, invita a desplazamientos, a cambios de lugar y de postura, convoca a búsquedas y a urgencias.

Dichosos nosotros si nos ponemos en movimiento.

Dolores Aleixandre rscj

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“Las cicatrices del Resucitado”. Pascua de Resurrección – C (Juan 20,1-9)

Domingo, 20 de abril de 2025

24_D-PASCUA-C_1004106«Vosotros lo matasteis, pero Dios lo resucitó». Esto es lo que predican con fe los discípulos de Jesús por las calles de Jerusalén a los pocos días de su ejecución. Para ellos, la resurrección es la respuesta de Dios a la acción injusta y criminal de quienes han querido callar para siempre su voz y anular de raíz su proyecto de un mundo más justo.

No lo hemos de olvidar. En el corazón de nuestra fe hay un Crucificado al que Dios le ha dado la razón. En el centro mismo de la Iglesia hay una víctima a la que Dios ha hecho justicia. Una vida «crucificada», pero vivida con el espíritu de Jesús, no terminará en fracaso, sino en resurrección.

Esto cambia totalmente el sentido de nuestros esfuerzos, penas, trabajos y sufrimientos por un mundo más humano y una vida más dichosa para todos. Vivir pensando en los que sufren, estar cerca de los más desvalidos, echar una mano a los indefensos… seguir los pasos de Jesús, no es algo absurdo. Es caminar hacia el Misterio de un Dios, que resucitará para siempre nuestras vidas.

Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado. Así serán un día nuestras heridas de hoy. Cicatrices curadas por Dios para siempre.

Esta fe nos sostiene por dentro y nos hace más fuertes para seguir corriendo riesgos. Poco a poco hemos de ir aprendiendo a no quejarnos tanto, a no vivir siempre lamentándonos del mal que hay en el mundo y en la Iglesia, a no sentirnos siempre víctimas de los demás. ¿Por qué no podemos vivir como Jesús, diciendo: «Nadie me quita la vida, sino que soy yo quien la doy»?

Seguir al Crucificado hasta compartir con él la resurrección es, en definitiva, aprender a «dar la vida», el tiempo, nuestras fuerzas y, tal vez, nuestra salud por amor. No nos faltarán heridas, cansancio y fatigas. Una esperanza nos sostiene: un día, «Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque todo este mundo viejo habrá pasado».

José Antonio Pagola

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“El debía resucitar de entre los muertos”. Domingo 20 de abril de 2025. Pascua de Resurrección

Domingo, 20 de abril de 2025

26-pascuaC1 cerezoDe Koinonia:

Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43: Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Salmo responsorial: 117, 1-2. l6ab-17. 22-23: Éste es el día en que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Colosenses 3, 1-4: Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Juan 20, 1-9: Él había de resucitar de entre los muertos.

A) Primer comentario

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquel que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.

La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.

La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.

Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 125 ó 126, Sus audios, así como los guiones de literarios de los episodios y sus correspondientes comentarios teológicos se pueden encontrar y tomar en http://www.untaljesus.net

B) Segundo comentario: «El Resucitado es el Crucificado»

Como otros años, incluimos aquí un segundo guión de homilía, netamente en la línea de la espiritualidad latinoamericana de la liberación, que titulamos con ese conocido lema de la cristología de la liberación que encabeza este apartado.

Lo que no es la resurrección de Jesús

Se suele decir en teología que la resurrección de Jesús no es un hecho “histórico”, con lo cual se quiere decir no que sea un hecho irreal, sino que su realidad está más allá de lo físico. La resurrección de Jesús no es un hecho realmente registrable en la historia; nadie hubiera podido fotografiar aquella resurrección. La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son de experiencias de creyentes que, después, “sienten vivo” al resucitado, pero no son testimonios del hecho mismo de la resurrección. Leer más…

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Pregón pascual 2025. Para liberarnos del infierno y del miedo de la muerte

Domingo, 20 de abril de 2025

37AE7122-5E80-42D4-B19E-D5D9DCB79AEDDel blog de Xabier Pikaza:

Ayer noche, un grupo numeroso de las cinco parroquias del entorno, nos hemos reunido en Arabayona de Mógica (imagen 2) para celebrar la solemne Vigilia Pascual. Me ha tocado proclamar el Pregón

Tras la litrgua, mientras tomábamos el chocolate ritual en el salón de la parroquia, con su ingenuidad de niño grande, ha venido mi amigo Eloy y me ha preguntado: ¿Cómo has dicho en el pregón que Jesús ha bajado al infierno para librarnos de la muerte? Yo pensaba que Jesús no había bajado, sino  subido al cielo? Y además ¿Cómo puedes decir que nos ha librado del miedo de la muerte? Yo creo que soy bueno, pero le tengo muchísimo miedo a la muerte, a pesar de lo que has dicho en el pregón.

Eloy, que ha vuelto a mi lado en el autobús de la parroquia para San Morales, me ha seguido preguntando  sobre el infierno donde bajó Jesús y sobre el miedo a la muerte.  No va a leer esto que escribo, pero pensando en él lo escribo. Buena pascua a todos

Descendió a  librarnos…

             Dice la Biblia que Dios, a quien muchos toman como ausente, bajó hasta la prisión de Egipto (un lago de muerte), para acompañar a José, el hebreo, condenado por envidias y celos de los prepotentes (cf. Sab 10, 14).

Dice también que acompañó a Daniel, a quien habían arrojado al foso de los leones, y a los tres jóvenes cantores,  condenados al gran horno de fuego de la inmensa ciudad de Babilonia (cf. Dan 5, 8; 3, 14). Era un Dios presente, pero estaba presente como preso, en un mundo cautiva a los hombres, cautivando de esa forma a Dios.

Dios estaba preso, pero tenía voz para clamar y así clamó, con su mirada y testimonio, llamando a Moisés desde la cárcel de Egipto (Ex 1-3) y sigue  llamando por Jesús a todos los encarcelados y oprimidos, diciendo: «He venido a dar de comer a los hambrientos, a ofrecer una casa de vida a los marginados, a liberar a los encarcelados   (cf. Lc 4, 18-19, Mt 25, 31-46).

Escuchando la voz de ese Dios preso y condenado, que ha bajado a “los infiernos” para liberar a los condenados del mundo, con el mensaje bíblico, la iglesia antigua y la tradición de las iglesias orientales, he querido escribir una reflexión sobre la Pascua como descenso de Cristo (y de la iglesia) a los infiernos del mundo  para acompañar y liberar a los condenados a la muerte.

La confesión pascual fundante del NT

incluye la certeza de que Jesús fue sepultado, como indican de formas convergentes tradición paulina (1 Cor, 15, 4) y evangelios (cf. Mc 15, 42-47 par). Pues bien, el Credo de los apóstoles añade que descendió a los infiernos expresando de esa forma un misterio de muerte y de victoria sobre la muerte, que pertenece a la experiencia más honda de la iglesia antigua y de la moderna ortodoxia (icono de la resurrección).

Ese infierno se ha entendido de forma básicamente “moral” (en plano intimista o social), y así lo ha destacado Dante A. en la Divina Comedia, recreando con rasgos cristianos pero también (y sobre todo paganos, e incluso musulmanes) la vida de los condenados, en sus diez círculos, divididos a veces en varios giros. En sentido estricto, Dante no presenta sólo el infierno de más allá, sino el infierno de la historia humana, ofreciendo el retrato más sangrante de los males (de los malos) de este mundo.

Ciertamente, el infierno sigue siendo un tema moral y psicológico…, pero tiene también unos elementos sociales. Y en ese sentido podemos y debemos hablar de diversos círculos de infierno (y compararlos con los 10 círculos del Infierno de Dante): 

  1. El infierno del dolor, de la enfermedad y la tortura…
    2. El infierno del hambre, de la opresión social, de la exclusión (Mt 25, 31-46)
    3. El infierno de la droga, con sus implicaciones personales y sociales
    4. El infierno de la trata de niños y mujeres, de las disputas familiares…
    5. El infierno del miedo, del miedo al infierno, que a veces han cultivado los mismos que debían superar el infierno de este mundo con su vida y su entrega por los otros.

Al papa Francisco nos habla  de la necesidad de descender a los infiernos de la historia humana (cárceles, lugares de opresión, bolsas de hambre, hospitales…) para liberar a los hombres de los infiernos actuales del mundo, esperando la gran liberación final de Dios.

Muerte e infierno.

Porque asume nuestra vida en finitud, Jesús ha tenido que aceptar nuestro destino, expresando su misterio radical de Hijo de Dios en nuestra propia condición de seres para la muerte. Porque asume nuestra condición de pecado (violencia), ha tenido que penetrar en el abismo de la lucha interhumana, introduciendo el cielo del amor y gracia de Dios en el infierno de conflictividad de nuestra historia, donde envidia y violencia le han matado.

Algunos iconos de Oriente presentan la cuna de Jesús como sepulcro donde el mismo Dios comienza a morir ya cuando nace como humano. Pues bien, invirtiendo esa figura, el evangelio ha interpretado la muerte como nuevo nacimiento y cuna de la historia. Lógicamente, esa muerte puede presentarse como principio de discernimiento: para que se revelen los pensamientos interiores (dialogismoi) de muchos corazones (cf. Lc 2, 35). Leer más…

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Tres protagonistas inesperados. Domingo de Pascua de resurrección. Ciclo C.

Domingo, 20 de abril de 2025

Juan-20-Resureccion-tumba-vacia-Maria-Magdalena-Pedro-JuanDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una elección extraña

Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.

Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.

Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.

El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.

El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).

¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?

Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.

Las otras dos lecturas: beneficios y compromisos.

A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une:

  1. a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);
  2. b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

― Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

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Domingo de Pascua de Resurrección. Ciclo C

Domingo, 20 de abril de 2025

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“- Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto.”

(Jn 20, 1-9)

Que en Dios no hay tiempo ni espacio, es algo que sabemos bien a estas alturas de la vida. En muchos sitios leemos o escuchamos que “la historia se repite”; que no se trata de algo lineal sino circular; las modas, las cosas, las situaciones, todo vuelve.

Sin perder esta idea de vista centrémonos en el evangelio de hoy. La primera persona que aparece es María Magdalena, ella sola. El texto nos dice que: el domingo por la mañana, muy temprano, antes de salir el sol,…. Veamos, el domingo antes de salir el sol aparece alguien de género femenino, sola. ¿No te evoca a algo? Algo así como a un caos en el que dijo Dios:que exista la luz”. El día primero.

Y continúan los dos textos. En el del Génesis, la primera vez que las palabras de Dios se refieren a sí mismo, después de ir creándolo casi todo, dice un “Hagamos a los hombres a nuestra imagen. Hagamos, en plural. Y en el evangelio de hoy, la primera palabra que utiliza María de Magdala para referirse a sí misma, también es un plural: “sabemos”. Aparece sola en escena, y cuando va donde Pedro y Juan y les cuenta que Jesús no está en el sepulcro, en lugar de decir no sé donde lo han puesto, habla en plural. No sabemos… pero ¿quiénes no sabemos?

La historia se repite, vivimos en una dimensión circular, todo vuelve… incluso el principio, la creación. Todo, la VIDA también; y vida en abundancia.

Oración

Bendita seas, Trinidad Santa.

Solamente en ti encontramos la Vida Eterna.

Solo tú. Eso es todo.

Amén.

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En la experiencia pascual, los discípulos descubrieron la verdadera Vida.

Domingo, 20 de abril de 2025

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Jn 20,1-9

En este día de Pascua, debemos recordar a Pablo: si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana. Aunque hay que hacer una pequeña aclaración. La formulación condicional (si) nos puede despistar y entender que Jesús podía no haber resucitado, lo cual no tiene sentido porque Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Su Vida era la misma de Dios. Por lo tanto, la posibilidad de que no resucitara es absurda. Todo el esfuerzo de la predicación de Jesús consistió en hacer ver a sus seguidores la posibilidad de esa Vida.

Estamos celebrando hechos teológicos, no históricos ni científicos. Todavía la muerte de Jesús fue un acontecimiento histórico, pero la resurrec­ción no es constatable científicamente porque se realiza en otro plano fuera de la historia. Esto no quiere decir que no ha resucitado, quiere decir que, para llegar a la resurrección, no podemos ir por el camino de los sentidos y los razonamientos. Nadie pudo ver, ni demostrar con ninguna clase de argumentos, la resurrección de Jesús. Esto es clave para salir del callejón en que nos encontramos por interpretar los textos de una manera literal.

La muerte y la vida física no son objetos de teología, sino de biología. La teología habla de otra realidad que no puede ser metida en conceptos. En ningún caso debemos entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. Esta interpretación ha sido posible gracias a la antropología griega (alma–cuerpo), que no tiene nada que ver con lo que entendían los judíos por “ser humano”. La reanimación de un cadáver, da por supuesto que los despojos del fallecido mantienen una relación con el ser que estuvo vivo. Pero la muerte devuelve al cuerpo al mundo de la materia de manera irreversible.

¿Qué pasó en Jesús después de su muerte? Nada. Absolutamente nada. La trayectoria histórica de Jesús termina en el instante de su muerte. En ese momento pasa a otro plano en el que no hay tiempo. En ese plano no puede “suceder” nada. En los apóstoles sí sucedió algo muy importante. Ellos no habían comprendido nada de lo que era Jesús, porque estaban pegados a lo terreno y esperando una salvación que potenciara su ser contingente. Solo después de la muerte del Maestro, llegaron a la experiencia pascual. Descubrieron, no por razonamientos, sino por vivencia, que Jesús seguía vivo y que les comunicaba Vida. Eso es lo que intentaron transmitir, utilizando el lenguaje humano.

Todos estaríamos encantados de que se nos comunicara esa Vida, la misma Vida de Dios. El problema consiste en que no puede haber Vida, si antes no hay muerte. Es esa exigencia de muerte la que no estamos dispuestos a aceptar. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”. Esa exigencia de ir más allá de la vida biológica, es la que nos hace quedar a años luz del mensaje de esta fiesta de Pascua. Celebrar la Pascua es descubrir la Vida en nosotros y estar dispuestos a dar más valor a la Vida que se manifestó en Jesús que a la vida biológica tan apreciada.

No debo quedarme en la resurrección de Jesús. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: El agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida definitiva. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. ¿Creemos esto? Entonces, ¿qué nos importa lo demás? Poner a disposición de los demás todo lo que somos y tenemos es la consecuencia de este descubrimiento de la verdadera Vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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No nos hizo Dios para morir.

Domingo, 20 de abril de 2025

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«Entró también el otro discípulo… vio y creyó»

Los textos de la pasión y resurrección coinciden entre sí hasta el momento en que las mujeres encuentran la losa removida y el sepulcro vacío, pero a partir de ahí son tantas las discrepancias que presentan, que sólo son entendibles asumiendo que la intención de sus autores no es la descripción de hechos, sino la expresión de una experiencia que cambió la vida de aquellos hombres y el rumbo de la humanidad.

No obstante, es bueno caer en la cuenta de que las discrepancias son aparentes o circunstanciales, pues todos los relatos participan de tres elementos comunes que sobresalen sobre todo lo demás. El primero, la misión, el segundo, la efusión del Espíritu y el tercero, la exaltación de Jesús a la derecha del Padre. Pero lo más importante, sin duda, es que en el fondo de todos ellos encontramos un testimonio común fundamental: Jesús se muestra vivo tras la muerte.

Y nuestra tendencia natural es a dudar, pero dentro del simbolismo de los textos, encontramos un hecho concreto que no tiene explicación sin haber mediado una experiencia extraordinaria capaz de remover el ánimo de aquellos hombres hasta extremos inconcebibles. Se trata de que poco después de haber salido de Jerusalén aterrorizados por miedo a las autoridades judías, desmoralizados por la muerte de su maestro y sumidos en angustiosas dudas de fe por este hecho, aquellos hombres se presentan de nuevo en el Templo afirmando, y empeñando su vida en esta afirmación, que lo han visto vivo después de su muerte y han recibido de él una misión; «Jesús de Nazaret … fue entregado y muerto en la cruz por vosotros por medio de hombres sin Ley. Pero Dios lo resucitó después de soltar las ataduras de la muerte … y nosotros somos testigos de ello»… dice Pedro en Hechos 2, 23…

«Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe»… dice Pablo en la primera carta a los Corintios. Dicho de forma más vulgar, si Jesús no nos mostró que hay más vida después de la muerte, seguimos siendo unos animalillos inteligentes condenados a morir y desaparecer. Esta idea de Pablo fue interpretada de forma magistral por Ruiz de Galarreta en la homilía de una misa funeral, y con ella terminamos.

«La muerte es lo más seguro de nuestra vida. Día tras día se nos van muriendo amigos, conocidos, parientes, desconocidos. La muerte es lo normal, pero la sentimos siempre como lo más inesperado, lo más terrible, lo más absurdo… Y tenemos razón, porque no nos hizo Dios para morir sino para vivir. No existe la muerte. Existe este modo de vivir al que llamamos vida aunque no merece ese nombre, y la VIDA, con mayúsculas y sin muerte; la casa del Padre donde se nos espera a todos. He dicho a todos, porque el que nos ha puesto en la vida no puede fracasar. Si dependiera de nuestro amor, no se nos morirían los seres queridos. Al Amor todopoderoso no se le muere ningún hijo. Al Buen Pastor todopoderoso no se le pierde ninguna oveja. Creados para la vida, en manos del amor todopoderoso. En buenas manos. Por eso las últimas palabras de Jesús fueron “en tus manos…».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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He visto al Señor y me ha dicho esto.

Domingo, 20 de abril de 2025

Domingo-de-Resurreccion-Ciclo-C-5-660x330Jn 20, 1-9

Es ya un lugar común identificar a María de Magdala con el domingo de resurrección pues cada año leemos el relato, que preservó el evangelio de Juan, sobre su encuentro con Jesús resucitado la mañana de Pascua. Pero lo curioso es que el Domingo de Pascua no se suele leer la parte más significativa de su experiencia sino el primer momento en el que ella se encuentra el sepulcro vacío y se lo cuenta a Pedro y Juan y ambos se acercan a constatar el hecho. El relato se cierra con la profesión de fe del “discípulo amado” y se renuncia a recordar el encuentro que Magdalena tienen a continuación con Jesús y el mandato que recibe.

Hoy, la invitación es a encontrarnos con esta mujer cuyo testimonio fue central para impulsar de nuevo a la misión a la comunidad de Jesús. Ella supo atravesar el dolor y la impotencia que suponía la cruz de Jesús y abrirse a la Vida que Dios le regalaba en su encuentro con el Maestro. Ella tuvo la audacia de confiar en lo que no parecía posible. A través de su fe pudo buscar sentido a lo acontecido e inviar a su comunidad a hacer lo mismo.

Magdalena en la memoria del evangelio según Juan [1]

La aparición a María Magdalena en el evangelio de Juan está enmarcada en la construcción literario-teológica que define el capítulo 20 de este evangelio. El capítulo se construye a través de cuatro episodios que describen como fue creciendo y ahondándose la fe en Jesús en la primera comunidad a partir de los acontecimientos pascuales. Más allá de los rasgos personales de los protagonistas, lo que se resalta es el carácter prototípico de la experiencia vivida por la comunidad en su conjunto (Jn 20, 1-18). Este proceso encarnado en los primeros seguidores y seguidoras de Jesús es propuesto como referente para las generaciones futuras (Jn 20, 30-31).

La figura de María Magdalena aparece en los dos primeros episodios. En ellos va a encarnar un itinerario hacia la fe desarrollado en varias secuencias narrativas. Los dos primeros versículos la muestran perpleja ante lo que ve. Sola llega al sepulcro y lo encuentra vacío (Jn 20, 1). En este momento no es capaz de ver más que la ausencia de Jesús en él y sale corriendo a contárselo a Pedro y al discípulo amado (Jn 20,2). Los tres regresan al sepulcro y contemplan los signos que permanecen tras la desaparición del cuerpo: las vendas de lino y el paño de la cabeza que había recubierto el cuerpo de Jesús. El texto dice que el discípulo amado vio y creyó, es decir interpreto los signos a la luz de los recuerdos de Jesús. Pero esto no parece suficiente y los discípulos regresan a casa y guardan silencio.

Los versículos siguientes describen un segundo paso en la fe (Jn 20, 3-18). María Magdalena se encuentra ante el sepulcro llorando la pérdida del maestro. En su dolor vuelve a interrogar a los hechos, buscando comprender lo que ha pasado. El encuentro con los ángeles primero y con Jesús después, la encaminan a comprender la hondura que lo que está viendo y a verbalizar su confesión de fe.

El camino que recorre desde que ve la piedra rodada del sepulcro al comienzo del relato hasta su confesión de su fe al final, es la síntesis de su itinerario como creyente. Su diálogo con el resucitado irá mostrando el proceso de ese itinerario. Al comienzo la presencia de Jesús es extraña y desconocida, lo confunde con un jardinero (Jn 20, 15). Pero Jesús toma la iniciativa y la llama por su nombre y ella entonces lo reconoce (Jn 20, 16). El reconocimiento viene acompañado por una revelación y un envío a la comunidad (Jn 20, 17). María regresa a la comunidad y proclama su fe: he visto al Señor y narra su encuentro con él (Jn 20, 18).

María Magdalena, en su encuentro con Jesús, lo llama maestro, reconociéndose, así como discípula y capacitándose para recibir una enseñanza nueva, ahora a la luz de la experiencia pascual (Jn 2016-17). En las palabras que Jesús le dirige se cumple lo que él les había anunciado en los discursos de despedida: “Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros” (Jn 14, 20). Ahora María comprende y corre a anunciar a los demás discípulos/as: “He visto al Señor y que le había dicho estas palabras” (Jn 20, 28). Ella en la perspectiva joánica se hace portadora de la auténtica revelación. Ella entra a formar parte de aquellos o aquellas por los/as que otros/as llegaran a creer (Jn 17,20).

María de Magdala, modelo de fe

Los relatos que evocan el encuentro de Magdalena con Jesús resucitado la proponen como paradigma de fe para todo/a creyente. Su testimonio encarna para nosotros/as ese camino que va de la incertidumbre y la oscuridad de la cruz, a la luz y las certezas hondas que emergen en el encuentro personal con el Resucitado.

Ella es modelo de actuación para todo aquel o aquella que quiera hacer el camino de encuentro con Jesús, el Cristo y se quiera configurar con él, viviendo su fe en una comunidad construida desde los valores del reino.

Ella fue enviada por el Resucitado a anunciar lo que había visto y experimentado. Sus palabras apenas vislumbradas en los textos evangélicos iluminaron, sin duda, el corazón de la primera comunidad. Hoy, su figura, su fe sigue siendo provocadora de experiencia e indicador que oriente el caminar de todos aquellos o aquellas, que se arriesguen a ser discípulos y discípulas de Jesús de Nazaret.

Carme Soto Varela

[1] Cfr. Carme Soto Varela “María Magdalena, discípula y testigo”, Reseña Bíblica, 77, (2013), 35-43.

Fuente Fe Adulta

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Sólo el amor puede ver.

Domingo, 20 de abril de 2025

IMG_0778Comentario al evangelio del domingo 20 abril 2025

Jn 20, 1-9

Simón y el discípulo amado ven exactamente las mismas cosas, pero solo el segundo sabe ver la realidad más allá de la apariencia. Esta forma de “ver”, que equivale a comprender, requiere, de entrada, dos condiciones: no reducirse a la mente y mantener vivo el amor.

La tradición mística cristiana ha hablado de los “tres ojos del conocimiento”: el ojo de la carne, el ojo de la razón y el ojo espiritual.  Únicamente este “tercer ojo” (del silencio de la mente o de la contemplación) nos capacita para acceder a lo que transciende a la mente. “Si no se cultiva el tercer ojo –escribe la maestra zen Ana María Schlüter–, este permanecerá ciego. Estar fuera del paraíso es exactamente esto: no percibir ya la Presencia, carecer del órgano capaz de experimentar, de «ver» a Yavé, al-que-es, al-que-está-con… La cultura occidental, que ha desarrollado preponderantemente el ojo de la razón, sufre ahora esta ceguera de un modo especial”.

La mente es incapaz de entender ni de explicar lo que ocurre ahí, porque se pierde por completo fuera del mundo de los objetos. Pero justo ahí, donde, la mente se pierde de manera irremediable, el amor aporta sabiduría. Si nos hemos liberado de la tiranía de la mente, comprobaremos que quien ama, ve, y quien ve, ama.

El amor amplía siempre la mirada y permite alcanzar una profundidad que, sin amor, no puede percibirse. Podemos comprobarlo en el campo de las relaciones humanas. Y lo verificamos cuando muere una persona amada. La mente no capta nada, ni siquiera es capaz de poner palabras a lo experimentado, pero quien lo vive sabe que es verdad. El discípulo amado vio a Jesús porque lo amaba.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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A la fe en la resurrección se llega antes -y mejor- por el amor. El que más ama, más corre (Discípulo Amado)

Domingo, 20 de abril de 2025

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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Tomás Muro Ugalde

01. Nota previa

        Haremos bien en leer y acoger estos relatos de resurrección con sensibilidad poética que nos habla de la realidad de la vida y nos lleva a la fe.

Acceder a estos relatos y a la resurrección del Señor con una mentalidad científica, como algo que ocurriera en el “tanatorio” es no llegar a la vida, a la resurrección.

        Unas consideraciones al hilo del texto evangélico que hemos escuchado.

02.- El primer día de la semana / La nueva creación

        El evangelista San Juan compone el cuarto evangelio tomando con “plantilla” de fondo el Génesis. Ya en el principió existía la Palabra… Dios creó la vida en siete días…

        La mañana de Pascua, dice el texto evangélico que estaban, estamos,  en el primer día de la semana: el primer día de la creación, de la nueva creación. La pasión, muerte y resurrección abren un tiempo nuevo y una esperanza nueva.

Este es el gozo de la Pascua cristiana: estamos en una nueva creación, en una nueva historia, en la esperanza infinita de la vida para la humanidad.

03.- Amanecer – a oscuras

        Son las contraposiciones que emplea S Juan: verdad – mentira, vida – muerte, luz  tinieblas.

Aunque estaba comenzando el día, sin embargo aquella comunidad naciente estaba en tinieblas, de noche.

¿No será esta la situación de amplios estratos de la humanidad, de nuestra sociedad? ¿No estamos también nosotros a oscuras, en una noche espesa? ¿No estamos viviendo en la misma Iglesia enfrentamientos que reflejan situación de tinieblas más que de luz?

María magdalena. la resurrección de Jesús desde el Cantar de los Cantares

        El evangelio de Juan presenta a Magdalena (de Magdala) como una mujer cercana, amiga – discípula de Jesús.

        La clave de lectura de todo el pasaje de la Magdalena y la resurrección está en el Cantar de los Cantares (un canto de bodas, de amor del AT).

  • Magdalena -comenta un santo Padre- “amó a Jesús vivo, lo amó muerto, lo amó resucitado”. Al Señor llegamos siempre por vía del amor.
  • Magdalena se levanta muy temprano, cuando todavía está oscuro, como la amada del canto de bodas se levanta y busca al amado en la ciudad santa de Jerusalén, en la noche de la vida (Cantar de los Cantares (CC) 3,1 / Jn 20,1)
  • Ambas mujeres, la del Cantar de los Cantares y Magdalena, preguntan a las personas con quienes se encuentran: los guardias de la ciudad / los ángeles / el jardinero, si lo han visto, (CC 3,3 / Jn 20,13.15).
  • La esposa del Cantar de los Cantares y Magdalena terminan por encontrar al amado. (CC 3,4a; Jn 20,17).

        El amor es lo que le hace llegar a Magdalena, y a todos, a la fe (confianza) en la Resurrección.

La muerte de Jesús y Adán (Génesis).

  • San Juan nos relata la muerte de Jesús como una “dormición”. Jesús inclinando la cabeza entregó su espíritu, una serena dormición como la de Adán en el Paraíso (Gn 2,21).
  • Del costado de Adán brotó Eva, la esposa, la madre de la humanidad.
  • Del costado de Cristo brota la vida (agua y sangre) sobre la nueva humanidad, nace la Iglesia (esposa de Cristo) presente en La madre y el Discípulo Amado.

04.- El discípulo amado [1] y Pedro

El “Discípulo Amado” es una “figura” propia y exclusiva del evangelio de San Juan. Aparece en cinco ocasiones al final del evangelio de Juan y siempre como “contrapunto” de Pedro.

  1. En la cena quien más cerca está de Jesús (no es una cuestión meramente física) es el “discípulo amado“. Pedro no sabe lo que allí ocurre y por eso le dice al Discípulo Amado, que le pregunte a Jesús quién le va a entregar, (Jn 13, 23 ss)
  1. Pedro reniega de Cristo por tres veces en la pasión, mientras que el Discípulo Amado le sigue hasta la cruz y recibe el encargo de acoger a la madre de Jesús, naciendo así la Iglesia. (Jn 19, 35-37). El creyente descansa en Cristo, como Cristo descansa en el Padre.
  1. Ahora camino de la fe en la Resurrección el “Discípulo Amado” llega antes que Pedro a la fe en Cristo resucitado. (Jn 21, 7).
  1. Tras la resurrección (Jn 21) el discípulo amado reconoce inmediatamente a Cristo en el lago de Tiberíades, ¡Es el Señor!, mientras que Pedro sigue dudando.
  1. Jn 21, 20 es el enigmático texto final en el que aparecen Pedro y el Discípulo Amado.

Discípulo Amado” es todo creyente libre, carismático, que sigue a Cristo por la fuerza del amor (representada por esta figura del “discípulo a quien Jesús quería“) y no por la ley. Quien más ama, más corre. Corre más el que tiene experiencia del amor y de la cruz. A la vida, a la esperanza en la vida se llega antes y mejor por el amor y la bondad que por otros caminos.

Se llega antes y mejor a la fe en el Señor por la fuerza del amor, que por la fuerza de la ley.

El Discípulo Amado es un modo de ser en la Iglesia, que escasea y suele ser sustituida por la ley.

Celebremos con gozo la Pascua de Resurrección y de vida.

[1] BROWN, R, La comunidad del Discípulo amado, 32-35.

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“Hoy también se nos revelan los signos de la resurrección en los que se juega nuestro creer o no creer”, por Consuelo Vélez

Domingo, 20 de abril de 2025

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De su blog Fe y Vida:

Vigilia Pascual (20-04-2025)

Empieza el tiempo de la resurrección: María Magdalena constata que Jesús no está en la tumba

Será el discípulo amado quien al ver los signos, “cree“. Por eso él es modelo de discipulado

En el evangelio de hoy, todavía no hay una aparición del Resucitado. Solamente hay signos de su resurrección

Estos signos corresponden a todo aquello que transforma la muerte en vida, la exclusión en inclusión, la injusticia en justicia social. Que hoy nosotros creamos en estos signos y demos testimonio de ello.

Consuelo Vélez

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo:

– “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.

Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.

Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos

(Juan 20, 1-9).

Seguimos el evangelio de Juan y en este capítulo 20 va a comenzar el tiempo de la resurrección. Comienza señalando que María Magdalena va a la tumba y ve la piedra quitada. No dice si entró, si vio algo más, sino que corre buscando a Pedro y al discípulo amado para contarles la experiencia que acaba de tener: no encontró a Jesús y no sabe a dónde lo llevaron. Aquí Juan deja de lado a María Magdalena y se centra en la figura de Pedro y del discípulo amado. Retomara a María Magdalena después de terminar lo que sucede a Pedro y al discípulo amado y, es entonces, cuando Jesús se le aparece a María Magdalena y la envía a anunciar la resurrección a los discípulos. De allí sale el título que en la actualidad ya se le ha reconocido de primera anunciadora de la resurrección, de verdadera apóstola entre los apóstoles.

Pero sigamos con el texto que hoy nos convoca. El discípulo amado es la figura central del evangelio de Juan, pero no por eso se deja de lado a Pedro. Sin embargo, la experiencia va a ser distinta y el que va a mostrar un discipulado más comprometido, será Juan. El texto dice que Pedro vio las vendas y el sudario. El discípulo amado vio las vendas y, aunque sale y luego vuelve a entrar después de Pedro, el texto dice que “vio y creyó”. Y aquí está la clave de todo el evangelio de Juan: el creer. De ahí que el discípulo amado sea el discípulo perfecto, el modelo para los demás porque ve los signos y cree. Por el contrario, Pedro solo ve y no afirma que haya creído. El texto termina diciendo que todavía no habían comprendido lo que decía la escritura sobre la resurrección de Jesús de entre los muertos.

En el evangelio seguirán otros textos de aparición de Jesús a sus discípulos. Pero en este texto, todavía no hay una aparición del Resucitado. Solamente hay signos de su resurrección. Y son estos signos los que permiten creer, como lo hizo el discípulo amado, o permanecer en la indiferencia ante lo que allí se está revelando.

Celebramos la vigilia pascual, es decir, el misterio central de nuestra fe, la resurrección del Señor. Tampoco ahora se va a aparecer Jesús resucitado. Lo que se nos revela son los signos de la resurrección y en ellos se juega nuestro creer o no creer. Estos signos corresponden a todo aquello que transforma la muerte en vida, la exclusión en inclusión, la injusticia en justicia social. Quien descubre en esos signos la presencia del reino, sigue comprometiéndose con hacer posible un mundo mejor cada día, sabiendo que la resurrección, palabra definitiva de Dios a la humanidad, nos fortalece, nos sostiene, nos mantiene en fidelidad en esta promesa de Dios para la humanidad.

(foto tomada de: https://www.arquisantioquia.co/que-es-la-vigilia-pascual-del-sabado-santo/)

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“Pascua: el amor vence a la muerte ”, por Kamiruaga

Domingo, 20 de abril de 2025

resurreccion-y-vide-eternaDe su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

Hoy celebramos la Pascua, la fiesta de las fiestas, fundamento de la fe cristiana. En este día estamos llamados a anunciar con alegría a todos los hombres la victoria de la vida sobre la muerte, porque Jesús, el Mesías, ha resucitado y está vivo para siempre: Él, que se hizo hombre como nosotros, murió de muerte violenta y fue sepultado, ha resucitado de entre los muertos, primicia de todos nosotros (cf. 1 Co 15,20; Col 1,18), llamados en Él y con Él a la vida eterna. Sí, Jesús fue resucitado por Dios como respuesta a su vida vivida, a su modo de vivir el amor hasta el extremo: nos abrió así un camino para recorrer aquí en la tierra y después en el más allá, un camino que nada ni nadie podrá cerrar jamás…

Pero escuchemos el relato de la resurrección de Jesús según la “otra” perspectiva del cuarto evangelio. El texto se abre con una expresión extraña, que literalmente suena como: “el primero de la semana”. El autor está parafraseando el libro de Génesis, donde el primer día de la creación es llamado “día uno” (Gen 1,5). De este modo quiere decirnos que la resurrección de Jesús es el cumplimiento de la primera creación, es la nueva creación: el Espíritu Santo que había hecho surgir la vida en las aguas primordiales preside ahora la resurrección de Jesús, acontecimiento que da origen al día sin ocaso, a la vida eterna abierta a todos los hombres y a toda la creación.

Aquel primer día, cuando todavía era de noche, la noche que comenzó con la traición de Judas (cf. Jn 13,30), María Magdalena fue al sepulcro. Su corazón está envuelto en las tinieblas de la desesperación y de la no fe, porque aún no ha comprendido el cumplimiento que se produjo en la muerte de Jesús, no puede creer en la resurrección de la que ciertamente le había hablado su Maestro.

María no va a ungir el cadáver, como nos cuentan los otros evangelios, sino simplemente porque no puede separarse de Jesús a quien había seguido y amado. Ella había sido una mujer pecadora, habitada por siete demonios (cf. Lc 8,2), pero en el encuentro con Jesús había florecido como nueva criatura: Él la había cuidado, había depositado en ella la confianza en la posibilidad de una conversión, de una vida nueva, y ahora ella cuida a Jesús, abandonada por todos…

Pero le espera una novedad inaudita: «Vio que la piedra había sido removida del sepulcro». Asustada y asombrada por esta visión, María corre hacia Pedro y el discípulo amado para anunciarles su interpretación del sepulcro vacío: «¡Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto!». Aquí termina la primera parte de su historia –la encontraremos de nuevo un poco más adelante, cerca del sepulcro, y entonces el Resucitado se le revelará llamándola por su nombre (cf. Jn 20,11-18)– y comienza la de los dos discípulos.

Corren juntos, pero el discípulo amado corre más rápido que Pedro y llega primero a su destino. Sin embargo, reconoce la precedencia de Pedro y no entra en el sepulcro, sino que espera que Pedro llegue y entre primero: uno llega primero al sepulcro por el amor con el que es amado, el otro entra primero por la elección de la comunidad cristiana como «Roca» por parte del Señor.

Pedro, sin embargo, aunque «vio las vendas en el suelo y el sudario doblado en un lugar apartado», no comprende en la fe el acontecimiento extraordinario de la resurrección de Jesús y, por el momento, permanece en la oscuridad de la incredulidad.

Para el discípulo amado, sin embargo, las cosas son diferentes: «el otro discípulo entró también… y vio y creyó». ¿Qué vio? Ningún objeto en particular, es la ausencia misma la que, interpretada por el amor, revela una Presencia a su corazón. En el amor que lo une a Jesús, el discípulo amado deja espacio dentro de sí a la buena noticia por excelencia, que también Pedro proclamará más tarde: «Dios resucitó a Jesús, librándolo de los dolores de la muerte» (Hch 2, 24).

Sí, la fe pascual nace del amor: sólo el amor a Jesús nos permite comprender en profundidad la Palabra de Dios contenida en las Escrituras y discernir, a partir de un sepulcro vacío, que «Cristo ha resucitado según las Escrituras» (1 Co 15,4).

Así, en palabras de un antiguo Padre de la Iglesia, «quien conoce el misterio de la resurrección llega a conocer el propósito por el cual Dios en el principio creó todas las cosas».

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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Comentarios Evangélicos y Reflexiones para el Domingo de Pascua, 20 de abril de 2025

1.- Pascua de Resurrección: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/03/pascua-de-resurreccion.html

2.- Pascua: el amor vence a la muerte: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/03/pascua-el-amor-vence-la-muerte.html

3.- Pascua: la fragancia de la Vida: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/03/pascua-la-fragancia-de-la-vida.html

4.- Pascua: Resurrección y Vida: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/03/pascua-resurreccion-y-vida.html

5.- Pascua: Quien conoce el amor creerá: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/03/pascua-quien-conoce-el-amor-creera.html

6.- Corriendo hacia Ti: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/03/corriendo-hacia-ti.html

7.- Pascua: Los ojos de la fe: https://kristaualternatiba.blogspot.com/2025/03/pascua-los-ojos-de-la-fe.html 

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Domingo de Resurrección

Domingo, 20 de abril de 2025

Resurrección

Hermanos y hermanas, los que llamamos “Testigos” fueron personas en cuya vida se cruzó un día un galileo como ellos, de Nazaret. Hoy, día de gran fiesta para todos nosotros, puede ser una buena ocasión para preguntarnos si nosotros también nos hemos encontrado con el Resucitado. Oremos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús. ¡Aleluya!

• Padre Madre buena, que nuestra Iglesia sea mensajera y pregonera de la gran noticia de la Resurrección de Jesús. Que todos los hombres y mujeres que se acerquen se encuentren con el rostro vivo y cercano de Jesús de Nazaret.

Verdaderamente ha resucitado Jesús. ¡Aleluya!

• Padre Madre buena, que todos nosotros y nosotras seamos testigos de la Resurrección de Jesús siendo cauces de vida y liberación; que nuestras palabras y gestos sean Buena Noticia y vida en nuestros contextos cotidianos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús. ¡Aleluya!

• Padre Madre buena, que llegue la luz y la alegría de la Resurrección de Jesús a todos los hombres y mujeres que todavía viven bajo el yugo de la enfermedad, la oscuridad y el sin sentido existencial.

Verdaderamente ha resucitado Jesús. ¡Aleluya!

• Padre Madre buena, que la certeza de la Resurrección de tu hijo nos llene de paz y esperanza cuando nos sintamos tristes por la muerte de nuestros familiares y amigos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús. ¡Aleluya!

• Padre Madre buena, que en este tiempo de Pascua que hoy comenzamos seamos fuerza liberadora y sanadora junto a todos los que sufren por cualquier causa.

Verdaderamente ha resucitado Jesús. ¡Aleluya!

Padre Madre buena, que acertemos a contagiar la alegría que vivimos en este día, que seamos Palabra, Vida, Sentido, Esperanza en lo de cada día y con los de cada día.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Sábado Santo: Vigilia Pascual en la Noche Santa

Sábado, 19 de abril de 2025

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Textos para la Vigilia Pascual

Primera lectura:

Génesis 1,1-2,2

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.

Y dijo Dios: “Que exista la luz.”

Y la luz existió.

Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz “Día”; a la tiniebla, “Noche”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.

Y dijo Dios: “Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.”

E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.

Y así fue.

Y llamó Dios a la bóveda “Cielo”.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.

Y dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.”

Y así fue.

Y llamó Dios a los continentes “Tierra”, y a la masa de las aguas la llamó “Mar”.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.”

Y así fue.

La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.

Y dijo Dios: “Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.”

Y así fue.

E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.

Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Y dijo Dios: “Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.”

Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y Dios los bendijo, diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.”

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.

Y dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.”

Y así fue.

E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.

Y vio Dios que era bueno.

Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.”

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.”

Y dijo Dios: “Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.”

Y así fue.

Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.

Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

*

Salmo responsorial: 103.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor;
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre. R.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R.

O bien; :

Salmo responsorial: 32.:

La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

*

Segunda lectura:

Génesis 22, 1-18

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:

– “¡Abrahán!

Él respondió:

– “Aquí me tienes.”

Dios le dijo:

– “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.”

Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.

El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados:

– “Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.”

Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.

Isaac dijo a Abrahán, su padre:

– “Padre.”

Él respondió:

– “Aquí estoy, hijo mío.”

El muchacho dijo:

– “Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?

Abrahán contestó:

– “Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.”

Y siguieron caminando juntos.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

– “¡Abrahán, Abrahán!

Él contestó:

Aquí me tienes.”

El ángel le ordenó:

– “No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.”

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

Abrahán llamó aquel sitio “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy “El monte del Señor ve”.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:

– “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.Leer más…

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Vigilia Pascual.

Sábado, 19 de abril de 2025

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Hermanos y hermanas, esta noche, celebramos a Jesús triunfador de la muerte y del pecado, por la fuerza del Espíritu. La misma fuerza del Espíritu hace nuestra vida nueva. Oremos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa, te presentamos Padre, nuestra iglesia, con todos sus pastores y responsables, que sean testigos de la liberación que tú nos ofreces y pongan todo su empeño en proclamar la vida nueva resucitada.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa, nos presentamos ante ti, Padre, todos los seguidores de tu hijo Jesús, que nuestro encuentro personal con tu hijo resucitado, nos lance a ir por la vida siendo luz, descanso y servicio junto a los más desfavorecidos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa, te presentamos, Padre, a todos los catecúmenos y niños que recibirán su bautismo, que la fuerza del tu Espíritu les acompañe en el camino de sus vidas y les conceda la gracia de ser testigos de tu Resurrección.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa, queremos recordar, Padre, a todos los hombres y mujeres que no sienten motivos para la alegría y la esperanza en sus vidas, que la fuerza de tu resurrección nos empuje a ser compasivos y misericordiosos con ellos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

• En esta noche santa te presentamos, Padre, a todos los enfermos sin esperanza de curación, que la certeza de tu resurrección les llene de paz y confianza en estos difíciles momentos.

Verdaderamente ha resucitado Jesús, nuestro Señor

Padre Madre buena, en esta noche nuestro gozo es profundo y verdadero. Te damos las gracias por darle la razón a tu Hijo y así decirnos a nosotros que la vida entregada por los demás es la vida más fecunda. Te damos las gracias por mediación de Jesús Resucitado.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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El fuego y el agua simbolizan la Vida que permaneció después de la muerte.

Sábado, 19 de abril de 2025

VigiliaPascualVIGILIA PASCUAL (C)

Lc 24,1-12

La Vigilia Pascual es la liturgia más importante de todo el año. Las lecturas del AT nos deben introducir en la trayectoria de nuestra espiritualidad. La experiencia de la religión judía durante tanto tiempo debe provocarnos un sentimiento de continuidad con todos aquellos que vivieron la cercanía de un Dios que se preocupó de ellos y los liberó.

En esta vigilia celebramos la VIDA, que en la experiencia pascual descubrieron los discípulos en su maestro y en ellos mismos. Los símbolos centrales de la celebración son fuego y agua. Son los dos elementos imprescindibles para la vida biológica. La vida biológica nos ayuda a entender lo que es la Vida trascendente.

Las realidades trascendentes no pueden percibirse por los sentidos, por eso tenemos que hacerlas presentes por medio de signos. Esa vida está ya en nosotros, pero si no la descubrimos y la vivimos, estará latente y sin afectarnos en nada a la de cada día. Nuestra tarea consiste en descubrir esa posibilidad de vivir conscientemente esa Vida.

El recordar nuestro bautismo apunta a lo mismo. Jesús dijo a Nicodemo que había que nacer del agua y del Espíritu. Este mensaje es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. En el prólogo del evangelio de Jn dice: “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Estamos recordando esa Vida y esa luz en la humanidad de Jesús. Al desplegar durante su vida, la misma Vida de Dios, nos abrió el camino de la plenitud a la que podemos acceder. En todos y cada uno de nosotros está ya esa Vida.

Lo que estamos celebrando esta noche, es la llegada de Jesús a esa meta. Jesús, como hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva que es la Vida de Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y psicológica, porque es la que nosotros podemos sentir, es decir, descubrir por los sentidos.

Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir lo que hay en él de Dios. Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, solo puede ser objeto de fe. Solo a través de la vivencia personal podemos comprender la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la Vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Jesús murió a lo terreno, al egoísmo, y nació a la verdadera Vida, la divina. Creemos que hemos sido bautizados un día a una hora determinada y que allí se realizó un milagro que permanece por sí mismo.

Para descubrir el error, hay que tomar conciencia de lo que es un sacramento. Los sacramentos están constituidos por dos realidades: un signo y una realidad significada. El signo es lo que podemos ver, oír, tocar. La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre porque depende de Dios que está fuera del tiempo. El bautismo significa esa Vida divina presente siempre en nosotros.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vigilia de Pascua, Ciclo C

Sábado, 19 de abril de 2025

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“¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.”

(Lc 24,1-12)

Esta noche Jesús deja de estar en el mundo de una manera, para pasar a estar en él de otra. Ya no está ni vivo ni muerto como se entendían la vida y la muerte hasta entonces. Está vivo después de haber pasado por la muerte, de manera que está Vivo con mayúscula. La vida resucitada es aquella en que todo ha llegado a la plenitud, todo ha florecido, todo se ha desvelado, todo es lo que está llamado a ser, todo es como Dios lo ha soñado y creado.

La mañana del domingo las mujeres se encontraron con que el cuerpo de Jesús ya no estaba con ellas. A partir de entonces su amigo estaría entre ellas de otra manera, para siempre. Llegan al sepulcro del Maestro con óleos aromáticos, con lo necesario para tratar a un muerto, y ven que no está. Dos ángeles les dicen que Jesús vive, y ellas recuerdan que ya lo había anunciado. Creen, comprenden, y se convierten en anunciadoras de la noticia más inverosímil. Pero los apóstoles no las creen.

También a nosotras nos cuesta creernos las buenas noticias, a veces. Nos cuesta confiar y creer que de verdad Dios quiere nuestro bien y actúa en nuestra vida. Nos cuesta alegrarnos, celebrar con todo nuestro ser, dejar que el bien y la alegría que aparecen en nuestra vida nos empapen y nos llenen del todo, a menudo con miedo a perderlo.

Desde esta noche, ya no hay nada que perder. Porque desde hoy sabemos que, incluso cuando nuestro cuerpo muere, ganamos la Vida. Desde hoy vivimos como personas resucitadas, que quiere decir personas que reconocemos que tenemos la vida de Dios dentro de nosotras, y que sabemos que lo que ahora parece seco, feo o torcido en nosotras, un día encontrará su plenitud.

Oración

Concédenos, Padre, sentirnos vivas con la Vida de tu Hijo, que es Vida de esperanza y de alegría.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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“Al atardecer llegó con los doce”, por Dolores Aleixandre

Sábado, 19 de abril de 2025

Un bello texto de su blog Un grano de Mostaza para meditar en silencio ante el Cristo yacente recordando cómo hemos llegado hasta aquí… Es nuestro amigo quien está ahí… el que nos arrebataron… porque le  dejamos marchar solo a pesar de que Él no nos abandonó… es el que esperamos que vuelva tras esta noche de tiniebla, de dolor, de muerte…

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En el relato de Marcos sobre los preparativos de la cena pascual, hay un significativo desplazamiento de lenguaje. El texto comienza diciendo: «El primer día de los ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, le dicen los discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?… » (Mc 14,12). Sin embargo, cuando es Jesús quien da las instrucciones para el dueño de la casa, habla de «cenar con mis discípulos», desaparecen las alusiones a lo litúrgico y no hay ya ni una palabra sobre ázimos, cordero, hierbas amargas, oraciones o textos bíblicos: solo pan y vino, lo esencial en una comida familiar.

Quiere cenar con los suyos y para eso necesitan encontrar una sala en la que haya espacio para estar juntos: ese es el único objetivo que permanece y que Lucas subraya aún con más fuerza « ¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua!» (Lc 22, 15). El «con vosotros» es más intenso que la conmemoración del pasado, lo ritual deja paso a los gestos elementales que se hacen entre amigos: compartir el pan, beber de la misma copa, disfrutar de la mutua intimidad, entrar en el ámbito de las confidencias.

Su relación con ellos venía de lejos: llevaban largo tiempo caminando, descansando y comiendo juntos, compartiendo alegrías y rechazos, hablando de las cosas del Reino. Él buscaba su compañía, excepto cuando se marchaba solo a orar: había en él una atracción poderosa hacia la soledad y a la vez una necesidad irresistible de contar con los suyos como amigos y confidentes.

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Al principio ellos creyeron merecerlo: al fin y al cabo lo habían dejado todo para seguirle y se sentían orgullosos de haber dado aquel paso; les parecía natural que el Maestro tomara partido por ellos, como cuando los acusaron de coger espigas en sábado y él los defendió (Mc 2,23-27); o cuando el mar en tempestad casi hundía su barca y él le ordenó enmudecer (Mc 4,35-41); o cuando volvieron exhaustos de recorrer las aldeas y se los llevó a un lugar solitario para que descansaran (Mc 6,30-31).

Sin embargo, las cosas que él decía y las conductas insólitas que esperaba de ellos les resultaban ajenas a su manera de pensar y de sentir, a sus deseos, ambiciones y discordias y una distancia en apariencia insalvable se iba creando entre ellos: le sentían a veces como un extraño venido de un país lejano que les hablaba en un lenguaje incomprensible.

Pero aunque ninguno de ellos se sentía capaz de salvar aquella distancia, Jesús encontraba siempre la manera de hacerlo. El día en que admiró la fe de los que descolgaron por el tejado al paralítico (Mc 2,5), estaba en el fondo reconociéndose a sí mismo: también él removía obstáculos con tal de no estar separado de los suyos y nada le impedía seguir contando con su presencia y con su compañía, como si los necesitara hasta para respirar.

Ellos se comportaban tal y como eran, más ocupados en sus pequeñas rencillas de poder que en escucharle, más interesados en lo inmediato que en acoger sus palabras, torpes de corazón a la hora de entenderlas. Pero él se había ido inmunizando contra la decepción: los quería tal como eran sin poderlo remediar, los disculpaba, seguía confiando en ellos.

« Todos vais a tropezar, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Mc 14,27), dijo durante la cena. No habló de culpa, ni de abandono, ni de traición: eran amigos frágiles que tropezaban y no se puede culpar a un rebaño desorientado cuando se dispersa y se pierde. Sabía que iban a abandonarle pronto y que, si no habían sido capaces de comprenderle cuando les hablaba de sufrimiento y de muerte, tampoco lo serían para afrontarlo a su lado, pero sobre sus hombros no pesaba carga alguna de reproches o de recriminaciones. Libre de toda exigencia de que correspondieran a su amor, estaba seguro de que, lo mismo que su abandono en el Padre le daría fuerza para enfrentar su hora, aquel extraño apego que sentía por los suyos sería más fuerte que su decepción por su torpeza.

Y seguiría considerándolos amigos, también cuando uno de ellos llegara al huerto para entregarle con un beso.

Fuente Religión Digital

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