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¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá…!

Domingo, 22 de diciembre de 2024

Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970) Visitación de María a su prima Isabel

 

(Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970): Visitación de María a su prima)


María de la Espera y el Profeta por nacer

“¿Por qué huyes de las playas sumergidas de Galilea,

de las arenas y del agua del espliego?

¿Por qué dejas el mundo cotidiano, Virgen de Nazaret,

los amarillos botes pesqueros, las granjas,

los patios olorosos a vino, las bajas bodegas,

las prensas de aceite, las mujeres junto al pozo?

¿Por qué huyes de estos mercados,

de los jardines suburbanos,

de las trompas, de las celosas azucenas,

y lo dejas todo, tan dulce entre los limoneros?

A ninguna ciudad has confiado

las nuevas ocultas tras tus ojos.

Has sumergido la palabra de Gabriel en pensamientos como lagos,

has torcido hacia la montaña pétrea,

hacia regiones sin árboles,

Virgen de Dios, ¿por qué tus vestidos son como velas?

El día en que Nuestra Señora, llena de Cristo,

cruzó el umbral de su pariente,

¿no se posaron sus plantas ligeras, como oro sobre las losas del pavimento?

Sus ojos, grises como palomas,

¿no se posaron como la paz de un nuevo mundo sobre aquellas casa,

sobre la Isabel del milagro?

Su saludo

canta en el valle de piedra como una campana cartuja.

Y San Juan, no nacido,

despierta en el seno materno,

salta a los ecos del descubrimiento.

Canta en tu celda, menudo anacoreta;

¿cómo la viste, en la ciega tiniebla?

¿Qué sílaba arcana

despertó tu fe joven a esa loca verdad:

que un infante no nacido podía bañarse en el Espíritu de Dios?

¡Oh gozo quemante,

qué mares de vida plantó aquella voz!

¿Con qué nuevo sentido

percibió tu sabio corazón el Sacramento de Ella

y conoció a su enclaustrado Cristo?…..”

*

Thomas Merton.
Las lágrimas de los leones ciegos. El despertar de San Juan Bautista,
versión de Luis Alonso Schokel (fragmento)
Tomado del blog Amigos de Thomas Merton

***

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

Entonces María dijo:

“Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva”.

*

Lucas 1, 39-45

***

Si la vida espiritual es una vida en la que esperamos, ¿cómo podemos esperar? Esperar es antes que nada esperar juntos.

Uno de los pasajes más bellos de la Escritura es el de la visitación de María a Isabel. ¿Qué sucede cuando María recibe las palabras de la promesa? Se pone en camino a casa de Isabel. Algo le estaba pasando a Isabel, lo mismo que a María. ¿Cómo podrían vivirlo hasta el final? Se me antoja el encuentro de estas dos mujeres muy importante, porque Isabel y María se encontraron ayudando una la espera de la otra. La visita de María hizo más consciente a Isabel de lo que estaba esperando. El niño suscitó su alegría. María confirmó la espera de Isabel. Entonces Isabel dijo a María: «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». Y María responde: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Rebosa exultante de gozo. Estas dos mujeres se han creado recíprocamente el espacio para esperar. Se han confirmado mutuamente de que algo estaba pasando que merecía la pena esperar.

Aquí tenemos un modelo de la comunidad cristiana. Es una comunidad de apoyo mutuo, de celebración y proclamación, de crecimiento de lo comenzado en nosotros. La visita de María a Isabel es una de las expresiones más hermosas de lo que significa formar comunidad, estar juntos, reunidos en torno a una promesa, proclamando lo que acontece en nosotros.

*

H. J. M. Nouwen,
The Pafh of Waiting,
Nueva York 1995).

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

“Isabel, con firmeza, dijo, ¡NO!, por Magdalena Benassar

Sábado, 30 de noviembre de 2024

IMG_8802Isabel dijo no, pero antes, hacía unos meses, había creído y había dicho sí a lo imposible. Su vida cambió la historia, la suya y la nuestra, para siempre.

Llevo días dialogando con ese texto y sus personajes, y es tanta la fuerza que tienen, que me da temor empezar a escribir, porque no es fácil sacar a la luz interpretaciones que normalmente no se hacen. Puede ocurrir que, si las haces, te miren con sospecha en nuestra Iglesia tradicional.

Luego siento que por dentro me dicen: “Más sospecha que la que vivieron ellas, Isabel y María… imposible”. Qué fácil es y qué peligroso engrandecer y rezar a las personas que nos acompañan en nuestra travesía, pero menos fácil es desentrañar las verdades cronificadas que se interpretan desde un contexto histórico hoy ya anacrónico. Es urgente que a esas verdades las despojemos del polvo patriarcal para verlas a la luz de la Ruah y de los signos de hoy.

De construir para reconstruir. Esta es la historia de Isabel.

A Isabel, por aceptar el anuncio del ángel hecho a su esposo, el sacerdote Zacarías, se le considera bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Ella, aunque no nos lo cuenten así, es una de las mujeres bastante invisibilizadas que hace posible la encarnación de Jesús, porque su aceptación del plan de Dios es paralela a la de María de Nazaret.

Ambas mujeres, llenas de vida, contra todo pronóstico, encabezan el Evangelio. Ellas son mujeres judías practicantes, y por su apertura al Espíritu del Dios vivo, posibilitan con sus vidas que una tradición en aquella época, que se estaba quedando mortecina, pueda evolucionar hacia un nuevo paso, que tendrá que alejarse de lo de antes para poder surgir. Y así nos lo cuentan, con pasión, los evangelistas.

La esterilidad de Zacarías e Isabel significa la esterilidad de la institución judía, expresada en su incredulidad al no dar el paso de la lógica a la fe: Zacarías replicó al ángel: “¿Qué garantías me das de eso? Porque yo soy ya viejo y mi mujer de edad avanzada”.

El ángel le repuso: “Yo soy Gabriel (que significa la fuerza de Dios), que estoy a las órdenes inmediatas de Dios, y me ha enviado para darte de palabra esta buena noticia. Pues mira, te quedarás mudo por no haber dado fe a mis palabras…” (Lucas 1, 18-21).

Esa mudez significa que el judaísmo representado en la figura del sacerdote Zacarías dejó de alimentar su fe; significa que su relación con Dios es más de cumplimiento de sus leyes y múltiples prescripciones. La mudez también significa que ya no surgen profetas, porque su palabra dejó de encender la chispa de la fe en los corazones.

A partir de ahí, en el relato bíblico, es Isabel quien tiene la palabra, porque ella sí creyó y, por ello, quedó llena del Espíritu de Dios, que a través de su vida sencilla y abierta a la Ruah hace de su palabra profecía.

Por los textos sabemos que hay una historia preciosa, intercalada, que es el anuncio del ángel a María de Nazaret. El diálogo es absolutamente fascinante. La joven María, desde su transparente humildad, le hace preguntas al representante de Dios (Lucas 1, 34); a diferencia del representante de la institución sacerdotal, Zacarías, su actitud es abierta y disponible. No pide garantías, acoge el misterio, se fía y se lanza a una experiencia que cambia la historia y nos abre un camino de vida, de gestación, de dolor aceptado para dar a luz el proyecto de Dios.

María acompaña a Isabel; sus embarazos son para ellas un gozo y un misterio. La mayor con la joven, la joven con la anciana; como en nuestras comunidades, todas gestando vida, unidas por el mismo sentir.

Como decía, es Isabel quien toma la palabra cuando nace el pequeño. Según la tradición del judaísmo, sería el padre quien pondría el nombre a la criatura en esa cultura patriarcal… y además se pondría el mismo nombre que el padre.

“Pero la madre (Isabel) intervino diciendo: ‘¡No! Se va a llamar Juan’” (Lucas 1, 60).

Isabel, con su sincero compromiso con el Dios de su vida, toma fuerza y recibe la palabra que escuchará toda la historia. Con esa autoridad interior, dobla y arquea la institución y al patriarcado, y será el mismo Zacarías quien, al acatar el plan de Dios a través de ella, recuperará la palabra, ahora más dócilmente, desde la casa donde vivían, no desde el templo donde tenía el trabajo de sacerdote, rezando en nombre del pueblo.

Y aquí estamos, queridas hermanas, en esa coyuntura histórica. Tal vez muchas nos sintamos estériles porque la institución tal o cual…

Yo, apoyada por esa palabra, por esa mujer, por Isabel, deseo compartir que este tiempo que nos toca vivir es tiempo de escucha atenta para irnos haciendo más y más servidoras de la Palabra de Dios, que tiene la fuerza de derribar las férreas torres institucionales para otorgar la palabra a las personas que la institución invisibiliza.

Nuestro llamado al profetismo, que recibimos en el bautismo, a ser sacerdotes, profetas y pastoras, que luego ratificamos de un modo muy potente al realizar nuestros votos o promesas de consagración, nos indica un camino de renovación, de evolución.

A veces serán las voces de las hermanas mayores las que dirán, como Isabel: “¡No! Por ahí no; no vayamos a perpetuar tradiciones obviando el Evangelio, el cual —con su desnudez, desinstalación y dinamismo interno— nos conduce a lo desconocido que, si es de Dios, será bueno”.

Otras veces, las menos mayores, tendremos que proponer con la vida y la palabra proyectos de autentificación y actualización de nuestras propuestas y ministerios.

De construir para construir: así es la historia de las mujeres bíblicas y la nuestra. La evolución vendrá si asumimos el ministerio de “ser bisagras”, de decir no a lo viejo, de empujar esa puerta que se abre aparentemente al vacío, pero es que ese es el camino de la fe y el del futuro inminente de la vida consagrada, de la vida en el Espíritu.

Jesús tuvo que separarse de la institución porque le impedía ser él mismo. La institución llegó a quitarle de en medio, pero su Espíritu es el que impregna nuestras vidas; es el que posibilita la gestación que el momento histórico necesita. Para ello respondimos a su llamado.

Decir no puede parecer negativo, pero puede posibilitar cerrar sótanos para abrirnos a la luz. Ya desde la casa, su casa, lugar donde el Espíritu habita, los dos dan vida a Juan Bautista, que nos mostrará el camino que conduce a Jesús.

Y hoy nosotras damos vida a estas historias que están ahí para ser reencarnadas en los diferentes lenguajes de hoy.

Decimos no para poder decir sí y dejar que la vida siga su evolución.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

espiritualidadcym@gmail.com

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , ,

¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá…!

Domingo, 19 de diciembre de 2021
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Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970) Visitación de María a su prima Isabel

(Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970): Visitación de María a su prima)


María de la Espera y el Profeta por nacer

“¿Por qué huyes de las playas sumergidas de Galilea,

de las arenas y del agua del espliego?

¿Por qué dejas el mundo cotidiano, Virgen de Nazaret,

los amarillos botes pesqueros, las granjas,

los patios olorosos a vino, las bajas bodegas,

las prensas de aceite, las mujeres junto al pozo?

¿Por qué huyes de estos mercados,

de los jardines suburbanos,

de las trompas, de las celosas azucenas,

y lo dejas todo, tan dulce entre los limoneros?

A ninguna ciudad has confiado

las nuevas ocultas tras tus ojos.

Has sumergido la palabra de Gabriel en pensamientos como lagos,

has torcido hacia la montaña pétrea,

hacia regiones sin árboles,

Virgen de Dios, ¿por qué tus vestidos son como velas?

El día en que Nuestra Señora, llena de Cristo,

cruzó el umbral de su pariente,

¿no se posaron sus plantas ligeras, como oro sobre las losas del pavimento?

Sus ojos, grises como palomas,

¿no se posaron como la paz de un nuevo mundo sobre aquellas casa,

sobre la Isabel del milagro?

Su saludo

canta en el valle de piedra como una campana cartuja.

Y San Juan, no nacido,

despierta en el seno materno,

salta a los ecos del descubrimiento.

Canta en tu celda, menudo anacoreta;

¿cómo la viste, en la ciega tiniebla?

¿Qué sílaba arcana

despertó tu fe joven a esa loca verdad:

que un infante no nacido podía bañarse en el Espíritu de Dios?

¡Oh gozo quemante,

qué mares de vida plantó aquella voz!

¿Con qué nuevo sentido

percibió tu sabio corazón el Sacramento de Ella

y conoció a su enclaustrado Cristo?…..”

*

Thomas Merton.
Las lágrimas de los leones ciegos. El despertar de San Juan Bautista,
versión de Luis Alonso Schokel (fragmento)
Tomado del blog Amigos de Thomas Merton

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En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

Entonces María dijo:

“Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva”.

*

Lucas 1, 39-45

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Si la vida espiritual es una vida en la que esperamos, ¿cómo podemos esperar? Esperar es antes que nada esperar juntos.

Uno de los pasajes más bellos de la Escritura es el de la visitación de María a Isabel. ¿Qué sucede cuando María recibe las palabras de la promesa? Se pone en camino a casa de Isabel. Algo le estaba pasando a Isabel, lo mismo que a María. ¿Cómo podrían vivirlo hasta el final? Se me antoja el encuentro de estas dos mujeres muy importante, porque Isabel y María se encontraron ayudando una la espera de la otra. La visita de María hizo más consciente a Isabel de lo que estaba esperando. El niño suscitó su alegría. María confirmó la espera de Isabel. Entonces Isabel dijo a María: «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». Y María responde: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Rebosa exultante de gozo. Estas dos mujeres se han creado recíprocamente el espacio para esperar. Se han confirmado mutuamente de que algo estaba pasando que merecía la pena esperar.

Aquí tenemos un modelo de la comunidad cristiana. Es una comunidad de apoyo mutuo, de celebración y proclamación, de crecimiento de lo comenzado en nosotros. La visita de María a Isabel es una de las expresiones más hermosas de lo que significa formar comunidad, estar juntos, reunidos en torno a una promesa, proclamando lo que acontece en nosotros.

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H. J. M. Nouwen,
The Pafh of Waiting,
Nueva York 1995).

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¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá…!

Domingo, 23 de diciembre de 2018
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Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970) Visitación de María a su prima Isabel

(Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970): Visitación de María a su prima)

María de la Espera y el Profeta por nacer

“¿Por qué huyes de las playas sumergidas de Galilea,

de las arenas y del agua del espliego?

¿Por qué dejas el mundo cotidiano, Virgen de Nazaret,

los amarillos botes pesqueros, las granjas,

los patios olorosos a vino, las bajas bodegas,

las prensas de aceite, las mujeres junto al pozo?

¿Por qué huyes de estos mercados,

de los jardines suburbanos,

de las trompas, de las celosas azucenas,

y lo dejas todo, tan dulce entre los limoneros?

A ninguna ciudad has confiado

las nuevas ocultas tras tus ojos.

Has sumergido la palabra de Gabriel en pensamientos como lagos,

has torcido hacia la montaña pétrea,

hacia regiones sin árboles,

Virgen de Dios, ¿por qué tus vestidos son como velas?

El día en que Nuestra Señora, llena de Cristo,

cruzó el umbral de su pariente,

¿no se posaron sus plantas ligeras, como oro sobre las losas del pavimento?

Sus ojos, grises como palomas,

¿no se posaron como la paz de un nuevo mundo sobre aquellas casa,

sobre la Isabel del milagro?

Su saludo

canta en el valle de piedra como una campana cartuja.

Y San Juan, no nacido,

despierta en el seno materno,

salta a los ecos del descubrimiento.

Canta en tu celda, menudo anacoreta;

¿cómo la viste, en la ciega tiniebla?

¿Qué sílaba arcana

despertó tu fe joven a esa loca verdad:

que un infante no nacido podía bañarse en el Espíritu de Dios?

¡Oh gozo quemante,

qué mares de vida plantó aquella voz!

¿Con qué nuevo sentido

percibió tu sabio corazón el Sacramento de Ella

y conoció a su enclaustrado Cristo?…..”

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Thomas Merton.
Las lágrimas de los leones ciegos. El despertar de San Juan Bautista,
versión de Luis Alonso Schokel (fragmento)
Tomado del blog Amigos de Thomas Merton

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En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

Entonces María dijo:

“Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva”.

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Lucas 1, 39-45

***

Si la vida espiritual es una vida en la que esperamos, ¿cómo podemos esperar? Esperar es antes que nada esperar juntos.

Uno de los pasajes más bellos de la Escritura es el de la visitación de María a Isabel. ¿Qué sucede cuando María recibe las palabras de la promesa? Se pone en camino a casa de Isabel. Algo le estaba pasando a Isabel, lo mismo que a María. ¿Cómo podrían vivirlo hasta el final? Se me antoja el encuentro de estas dos mujeres muy importante, porque Isabel y María se encontraron ayudando una la espera de la otra. La visita de María hizo más consciente a Isabel de lo que estaba esperando. El niño suscitó su alegría. María confirmó la espera de Isabel. Entonces Isabel dijo a María: «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». Y María responde: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Rebosa exultante de gozo. Estas dos mujeres se han creado recíprocamente el espacio para esperar. Se han confirmado mutuamente de que algo estaba pasando que merecía la pena esperar.

Aquí tenemos un modelo de la comunidad cristiana. Es una comunidad de apoyo mutuo, de celebración y proclamación, de crecimiento de lo comenzado en nosotros. La visita de María a Isabel es una de las expresiones más hermosas de lo que significa formar comunidad, estar ¡untos, reunidos en torno a una promesa, proclamando lo que acontece en nosotros.

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H. J. M. Nouwen,
The Pafh of Waiting,
Nueva York 1995).

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¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá…!

Domingo, 20 de diciembre de 2015
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Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970) Visitación de María a su prima Isabel

(Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970): Visitación de María a su prima)

María de la Espera y el Profeta por nacer

“¿Por qué huyes de las playas sumergidas de Galilea,

de las arenas y del agua del espliego?

¿Por qué dejas el mundo cotidiano, Virgen de Nazaret,

los amarillos botes pesqueros, las granjas,

los patios olorosos a vino, las bajas bodegas,

las prensas de aceite, las mujeres junto al pozo?

¿Por qué huyes de estos mercados,

de los jardines suburbanos,

de las trompas, de las celosas azucenas,

y lo dejas todo, tan dulce entre los limoneros?

A ninguna ciudad has confiado

las nuevas ocultas tras tus ojos.

Has sumergido la palabra de Gabriel en pensamientos como lagos,

has torcido hacia la montaña pétrea,

hacia regiones sin árboles,

Virgen de Dios, ¿por qué tus vestidos son como velas?

El día en que Nuestra Señora, llena de Cristo,

cruzó el umbral de su pariente,

¿no se posaron sus plantas ligeras, como oro sobre las losas del pavimento?

Sus ojos, grises como palomas,

¿no se posaron como la paz de un nuevo mundo sobre aquellas casa,

sobre la Isabel del milagro?

Su saludo

canta en el valle de piedra como una campana cartuja.

Y San Juan, no nacido,

despierta en el seno materno,

salta a los ecos del descubrimiento.

Canta en tu celda, menudo anacoreta;

¿cómo la viste, en la ciega tiniebla?

¿Qué sílaba arcana

despertó tu fe joven a esa loca verdad:

que un infante no nacido podía bañarse en el Espíritu de Dios?

¡Oh gozo quemante,

qué mares de vida plantó aquella voz!

¿Con qué nuevo sentido

percibió tu sabio corazón el Sacramento de Ella

y conoció a su enclaustrado Cristo?…..”

*

Thomas Merton.
Las lágrimas de los leones ciegos. El despertar de San Juan Bautista,
versión de Luis Alonso Schokel (fragmento)
Tomado del blog Amigos de Thomas Merton

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En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

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