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Entradas Etiquetadas ‘Yo’

Diálogo interior

Viernes, 21 de junio de 2024
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Del blog Nova Bella:

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Ese diálogo interior interior incesante entre yo y yo mismo como un otro.

*

Paul Ricouer

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Cansancio…

Domingo, 13 de agosto de 2023
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Del blog Fraternidad Monástica Virtual:

No hay duda de que quieres algo de mi, Señor Jesús. Todas esas puertas abiertas de un solo golpe. La vida entera delante de mí: no es un sueño.

Quieres algo de mí, Señor. Aquí estoy, al pie de la muralla: todo está abierto, no hay más que un camino, libre, hacia el infinito, el absoluto.

Pero yo me siento el mismo, a pesar de todo. Tendré que tomar contacto contigo, Señor; que te haga compañía, durante un buen rato. Para morir; pero entonces completamente.

Como esos heridos que sufren, Señor: yo te pido que acabes conmigo. Estoy cansado de no ser tuyo, de no ser tú.

*

L. Ploussard,
Carnet de route.
Seuil. Paris, 1964, 209

2001 --- Detail of Mosaic in Hagia Sophia --- Image by © Hanan Isachar/CORBIS

Detail of Mosaic in Hagia Sophia — Image by © Hanan Isachar/CORBIS

 

***

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.

De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida:

“¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!

Pedro le contestó:

“Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.”

Él le dijo:

“Ven.”

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:

“Señor, sálvame.”

En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:

“¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”

En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo:

“Realmente eres Hijo de Dios.”

*

Mateo 14,22-33

***

Dios mío, he nacido para contemplarte, para vivir en ti, para actuar por ti. Sólo la conciencia de servirte fielmente puede darme la paz. Tengo miedo de pensar que no soy digno de ti. Este es el verdadero “temor de Dios”, Dios mío, he crecido y he tenido que soportar que seas un desconocido no sólo de pensamientos, sino también de palabras y de obras… En mi interior me he propuesto resarcir esas ofensas, ser impecable y valiente caballero tuyo.

Me he equivocado, he pecado contra ti, no me he entregado a ti con todas mis fuerzas, me he distraído; también yo te he ofendido. He tenido miedo de cumplir tu voluntad; han surgido en mí prepotencias y villanías que de ningún modo quería sentir. Pero la violencia usada en tu nombre o —mejor- la resistencia al mal en tu nombre es santa, aunque resulte dolorosa a alguien. Y como alguien, Dios, quieres que esté yo, y estaré con el más fuerte para participar de su fuerza, si bien, pienso, después, que esto puede bloquearme de cara a uno más débil que yo, de cara a alguien que tengo más necesidad que yo. No obstante, ¿perderé la fuerza que tengo?, ¿se me comunicará la debilidad ajena? Quizá, el riesgo existe, pero la salvación consiste en neutralizar las influencias o, mejor dicho, en mantener un equilibrio tal para poder dar sin ser arrastrados.

*

Mario Finzi, un joven judío de Bolonia, el 23 de marzo de 1944, ocho días antes de su detención y deportación a Auschwitz.

***

 

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El sanador herido

Sábado, 27 de mayo de 2023
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En un día especial para mí, esta realidad explica mi vida…

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Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: “¿Cómo podemos esconder nuestras heridas?”, a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: “¿Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?”.

Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros

*

Henri Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

***

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Te encuentras siempre ante la alternativa de dejar hablar a Dios o dejar gritar a tu “yo” herido. Aunque deba haber un lugar donde puedas dejar que la parte herida de ti obtenga la atención que necesita, tu vocación es hablar del lugar donde Dios habita en ti. Cuando permites que tu “yo” herido se exprese en forma de justificaciones, disputas o lamentos, sólo consigues frustrarte aún más y te sentirás cada vez más rechazado. Reclama a Dios en ti y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de curación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio. Se requiere mucho tiempo y mucha paciencia para distinguir entre la voz de tu “yo” herido y la voz de Dios, pero en la medida en que vayas siendo más fiel a tu vocación se volverá más fácil. No desesperes: has de prepararte para una misión que será difícil, pero fecunda.

*

Henri Nouwen

La voz interior del amor,
PPC, Madrid 1997.

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En tu escuela

Jueves, 9 de marzo de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Me aprendo en ti más que en mi mismo.

*

Jaime Sabines

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“El despojo del “yo” y la exigencia del Evangelio”, por José María Castillo, teólogo

Martes, 20 de diciembre de 2022
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seguimiento-de-jesusDe su blog Teología sin censura:

“Por eso la Iglesia está como está”

Si se lee el Evangelio, con el firme deseo de llegar hasta el fondo, pronto se comprende que, ni Pedro ni los demás apóstoles, “lo habían dejado todo”. No. Efectivamente, ¿aquellos hombres lo habían abandonado todo? Sin duda todo, “menos el yo”

Judas vendió a Jesús, Pedro lo negó, cuando Jesús oraba en la agonía, sus “seguidores” dormían. Todos huyeron y lo abandonaron. Aquellos hombres, ¿habían seguido a Jesús?, “Sí”. ¿Se habían despojado del yo?, “No

Despojarse del “yo” es lo más necesario y lo más difícil que nos exige el Evangelio. Por eso también es lo más necesario y lo más difícil para que la Iglesia pueda cumplir su misión en el mundo. Si no asumimos y hacemos nuestra, como tarea fundamental, el despojo del “yo”, no podremos entender el Evangelio. Y mucho menos, vivirlo y hacerlo presente en nuestra vida y en nuestro mundo.

Pero ¿qué quiere decir eso de el “despojo del yo”. Y, sobre todo, ¿por qué semejante “despojo” es tan importante? El Evangelio habla con frecuencia y a fondo del “seguimiento de Jesús”. Los apóstoles tuvieron que “dejarlo todo”: familia, casa, dinero… Todo, hasta quedarse sin nada, como dijo expresamente Jesús (Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-62). Y como el mismo Jesús le exigió al joven rico (Mc 10, 17-31; Mt 19, 16-29; Lc 18, 18-30). ¿Qué más se podía pedir?

Muchas veces, he tenido que plantearme yo mismo esta pregunta, que no se me ocurrió a mí. La encontré en un teólogo bien conocido: E. Drewermann, que presenta esta cuestión tan complicada como exigente. Es más, tan importante como necesaria.

Un día, el apóstol Pedro le dijo a Jesús: “Nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (Mt 19, 27 par.). Sin embargo, si se lee el Evangelio, con el firme deseo de llegar hasta el fondo, pronto se comprende que, ni Pedro ni los demás apóstoles, “lo habían dejado todo”. No. Efectivamente, ¿aquellos hombres lo habían abandonado todo? Sin duda todo, “menos el yo”.

Pero ¿qué quiere decir esto? Y, sobre todo, ¿cómo lo sabemos? Jesús predijo tres veces el trágico final que iba a tener en Jerusalén (Mt 16. 21-28 par; 17, 22-23 par; 20, 17-19). Los apóstoles, que lo “habían dejado todo”, en realidad demostraron – con su conducta – que eso no era verdad. Les quedaba el “yo”. De eso, no se habían despojado.

¿Qué es esto? ¿Cómo se demuestra? Y, sobre todo, ¿qué significa?

Si se leen los evangelios con atención, cualquiera se da cuenta de que, desde el momento en que Jesús predijo, por primera vez, el final trágico que le esperaba en Jerusalén, los apóstoles – “seguidores” de Jesús – se pusieron a discutir cuál de ellos era el “más importante”, el “primero”, el que tenía que “ocupar el primer puesto” (Mt 18, 1-5; Mc 9, 33-37. 42-48; Lc 9, 46-48; 17, 1-2), hasta el extremo de llevar a su propia madre (de los Zebedeos, Santiago y Juan), para que ocuparan los cargos más altos (Mt 20, 21 par). Lo que provocó la indignación de los demás (Mt 20, 24 par). Y con esto, se pone evidencia que allí todos querían estar en  lo más alto posible, ser importantes y mandar.

Sin duda alguna, aquellos hombres – los más cercanos a Jesús – se habían despojado de sus casas, sus familias, sus bienes…, de todo, menos de su “yo”. Es el “yo” que sabe, que tiene, que puede, que quiere o no quiere, que se impone y decide siempre lo que más le interesa o piensa que es lo que más le conviene. Por todo esto, se comprende que aquellos “seguidores” de Jesús, cuando llegó la situación más difícil y de más peligro, el “seguimiento” quedó destrozado. Judas vendió a Jesús, Pedro lo negó, cuando Jesús oraba en la agonía, sus “seguidores” dormían. Todos huyeron y lo abandonaron. Aquellos hombres, ¿habían seguido a Jesús?, “Sí”. ¿Se habían despojado del yo?, “No”.

Y lo peor de todo es que el “despojo del yo” sigue tan frecuente, incluso tan violento y tan canalla, como la violenta cobardía que exhibieron los apóstoles de Jesús, en la oscuridad de aquella noche.

Han pasado veinte siglos de lo que ocurrió la noche aquella. Y sin duda alguna, en estos veinte siglos, son incontables las mujeres y los hombres que se han despojado de su propio yo, para salvar la vida o remediar el sufrimiento de los que más sufren en este mundo. Pero desgraciadamente somos una inmensa mayoría los que anteponemos el “propio yo” a lo que piensen, digan o hagan los que lo contradicen o se oponen a él.

Por eso la Iglesia está como está. Si en ella somos legión los que no nos despojamos del “yo”, la bondad y el cariño, que nos debería unir y distinguir (cf. Jn 13, 34-35), se reduce a mera palabrería, que engaña a los ingenuos.

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

Búsqueda

Jueves, 22 de septiembre de 2022
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Del blog Nova Bella:

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Yo no voy en busca de algo,

algo viene en busca de mi.

*

Alex Katz

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Perdí el timón

Sábado, 28 de mayo de 2022
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Del blog de José Arregi Umbrales de Luz:

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Edelfelt, Albert (1854-1905) -1896
Marinero de Uusmaalainen (Emil Aaaltosen Museum)

*

Pierdo la montaña
en el carbón sediento que clama a la nube.

Pierdo el Timón
al usar mi brújula en busca de atajos.
Amenazada de Ausencia
ante el cruce de caminos,
mi Luz titubea.

Tiemblo en el vaivén repentino
de cada emoción,
cuando de ella se apodera el “yo”.
Entre el fango quedo atrapada,
como ranita bermeja
deseando subir a superficie,
como niebla que borra mi Sendero.

Se hace difícil sentirse Uno con el Universo
y no encuentro la Paz que necesito.

Cuando recobro el Silencio profundo
y sin esfuerzo me abandono,
de nuevo aparece la saeta hacia el vacío
disparando a lo Infinito.
La Atención se posa en la Atención.

¿Por qué… si mis palabas son tan fáciles
y mi apariencia tan sagrada,
por qué… siendo Esencia, Timón, Aurora,
no viene la diana a mi Casa
y pierdo mi Grandeza?

Simplemente… me olvidé de Ser.

*

Nora,
en www.www.espiritualidadpamplona-irunea.org

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El sanador herido

Viernes, 27 de mayo de 2022
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En un día especial para mí, esta realidad explica mi vida…

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Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: “¿Cómo podemos esconder nuestras heridas?”, a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: “¿Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?”.

Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros

*

Henri Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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Te encuentras siempre ante la alternativa de dejar hablar a Dios o dejar gritar a tu “yo” herido. Aunque deba haber un lugar donde puedas dejar que la parte herida de ti obtenga la atención que necesita, tu vocación es hablar del lugar donde Dios habita en ti. Cuando permites que tu “yo” herido se exprese en forma de justificaciones, disputas o lamentos, sólo consigues frustrarte aún más y te sentirás cada vez más rechazado. Reclama a Dios en ti y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de curación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio. Se requiere mucho tiempo y mucha paciencia para distinguir entre la voz de tu “yo” herido y la voz de Dios, pero en la medida en que vayas siendo más fiel a tu vocación se volverá más fácil. No desesperes: has de prepararte para una misión que será difícil, pero fecunda.

*

Henri Nouwen

La voz interior del amor,
PPC, Madrid 1997.

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Píldora cuaresmal (I) -Miércoles de ceniza-

Miércoles, 2 de marzo de 2022
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UnknownDel blog de José Moreno Losada, Cree en la Universidad:

Entre el ego y el yo, me quedo con el yo

Convertirse y abrirse al Evangelio, con una fe renovada. Entrega de un ego que imposibilita el yo que emerge en el nosotros de la fraternidad y la justicia. Ahora es el momento de responder con nuestro yo comprometido y despierto, a la vez que arrepentido y converso, a la realidad actual, se necesitan seres humanos espirituales y profundos, que saben vivir de otra manera, porque piensan, siente y actúan desde lo común, desde la verdad, la belleza y compasión.

28.02.2022 | José Moreno Losada.

YO

Entre el “ego” y el “yo”, me quedo con el yo, y con él subo al monte de las tentaciones. La razón fundamental es que necesito del nosotros, del Tú de lo divino y de lo humano. Los egos no llevan a la comunidad, la paralizan y la destruyen, adelgazar el ego es el camino para la liberación del yo.

Cuando el ser humano, reconociendo su creaturidad y limitación, se abre al todo y se encuentra como parte de un proyecto amado y querido, descubre su valor de absoluto que nace de la mayor donación del Dios que le ama sin límites.

La cuaresma es camino para el descubrimiento del yo sin antifaz de egos, los que encumbran el éxito rompiendo la virginidad que facilita la fecundidad de los frutos del amor.

La cuaresma es tiempo de liberación del yo, reencuentro conmigo mismo, en la mayor mismidad de mi interior, en la desnudez donde encuentro la verdadera imagen, el reflejo que tiene sed de ver el rostro de Dios que se nos ha revelado en la humanidad de Jesucristo, donde encuentro la sangre que me hermana con toda la humanidad y con toda la creación.

Entrego mi ego porque amo verdaderamente mi yo más original, el realmente amado y donado.

Por eso ayuno… y miro a Ucrania.

Espiritualidad , ,

Para preparar tu venida.

Lunes, 13 de diciembre de 2021
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¿Qué debo hacer par a preparar tu venida, Señor?
¿Renunciar a los gozos de la vida?
¿Abajar montañas y rellenar valles?
¿Rectificar los caminos y sendas?
¿Superar pruebas y dificultades?
¿Realizar sacrificios costosos?
¿Hacer promesas extraordinarias?
¿Desprenderme de mis anhelos humanos?
¿Seguir en vela hasta la madrugada?

Para preparar tu venida, Señor,
yo sólo quiero y busco…
unas palabras claras para que se me entienda,
unos gestos apropiados para hacer agradable la jornada,
una mirada serena que infunda paz y ternura,
un momento de silencio para escuchar con el corazón,
unas gotas de rocío para alimentar las esperanzas,
un sueño ligero que capte los rumores
de las personas y de los ángeles.

Para preparar tu venida, Señor,
yo sólo necesito abrir mis entrañas
y dejarlas que se llenen con tu presencia,
como lo hizo Juan Bautista,
como los profetas de entonces y ahora,
como los pobres que nunca cuentan
pero tienen historias que nos golpean y penetran,
como María…

*

Florentino Ulibarri

***

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Aquí estoy, Señor, ¡tú sabes cómo!

Lunes, 15 de noviembre de 2021
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Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
entre estremecida, asustada, aturdida,
expectante… enamorada,
percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón
los rescoldos del deseo de otros tiempos.

Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo,
sintiendo cómo despiertas, con un toque de nostalgia,
mi esperanza que se despereza y abre los ojos,
entre asustada y confiada,
deslumbrada por el agradecimiento.

Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
enfrentada a las paradojas de esperar lo inesperable,
de amar lo caduco y débil,
de confiar en quien se hace humilde,
de enriquecerse entregándose.

Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu casa,
con la mirada clavada en tus ojos que me miran
con el anhelo encendido y el deseo en ascuas,
luchando contra mis miedos,
queriendo entrar en las estancias.

Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo y casa,
medio cautiva, medio avergonzada,
a veces pienso que enamorada,
queriendo despojarme de tanto peso, inercia y susto…
para entrar descalza en este espacio y tiempo de gracia.

Aquí estoy, Señor,
¡tú sabes cómo, mejor que nadie!,
intentando traspasar la niebla que nos separa,
rogándote que enjugues tú mis lágrimas,
queriendo responder a tu llamada con alegría
y salir de mí misma hacia el alba.

Aquí estoy, Señor,
orientando cuerpo y alma
hacia el lugar de la promesa que no veo,
aguardando lo que no siempre quiero,
lo que desconozco,
lo que, sin embargo, es mi mayor certeza y anhelo.

Aquí estoy, Señor,
en el umbral de tu tiempo y casa.
¡No te canses de llamar, Señor!
¡No te canses de llegar!
¡No te canses de venir, Señor!
Yo continuaré aquí confiado en tu Palabra.

*

Florentino Ulibarri

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El sanador herido

Jueves, 27 de mayo de 2021
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En un día especial para mí, esta realidad explica mi vida…

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Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: “¿Cómo podemos esconder nuestras heridas?”, a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: “¿Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?”.

Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros

*

Henri Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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Te encuentras siempre ante la alternativa de dejar hablar a Dios o dejar gritar a tu “yo” herido. Aunque deba haber un lugar donde puedas dejar que la parte herida de ti obtenga la atención que necesita, tu vocación es hablar del lugar donde Dios habita en ti. Cuando permites que tu “yo” herido se exprese en forma de justificaciones, disputas o lamentos, sólo consigues frustrarte aún más y te sentirás cada vez más rechazado. Reclama a Dios en ti y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de curación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio. Se requiere mucho tiempo y mucha paciencia para distinguir entre la voz de tu “yo” herido y la voz de Dios, pero en la medida en que vayas siendo más fiel a tu vocación se volverá más fácil. No desesperes: has de prepararte para una misión que será difícil, pero fecunda.

*

Henri Nouwen

La voz interior del amor,
PPC, Madrid 1997.

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Uno, real en el uno.

Jueves, 12 de noviembre de 2020
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Estar vestido de este «yo» hecho de opiniones de personas indiferentes, de condecoraciones insignificantes, de «intervenciones » protocolarias. Oprimido en esta camisa de fuerza de lo inmediato.

Salir de todo esto, desnudo, sobre el abismo del alba, aceptado, invulnerable, libre: en la luz, con la luz, de luz. Uno, real en el uno. Salir fuera de mí mismo en cuanto obstáculo para mí mismo en esta consumación.

¿Por qué privarte de ello -dices-, si la cosa no hace mal a nadie y a ti te hace bien? ¿Por qué, si no está en contradicción con la decisión que has tomado? Tu misma reacción al olvidar esta promesa -como reacción a una traición y a una debilidad humillante- es una respuesta suficiente a tu pregunta.

Todo en el presente, nada para el presente. Nada para el futuro que tenga que ver con tu nombre o tu sosiego. Sólo si tu esfuerzo ha sido guiado por una entrega al deber en la que te hayas olvidado por completo de ti mismo podrás conservar la fe en todo su valor. Ahora bien, si ha sido así, tu esfuerzo hacia la meta te habrá enseñado a alegrarte cuando otros la alcancen .

*

Dag Hammarskjöld
Secretario General de las Naciones Unidas
(7 de abril de 1953-18 de septiembre de 1961)
Premio Nobel de la Paz 1961

Portrait of Mr. Dag Hammarskjöld, Secretary-General of the United Nations.

***

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Cambio

Martes, 18 de agosto de 2020
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“A veces creo que la situación ha cambiado cuando,

en realidad, soy yo quien lo ha hecho”.

*

Mary Reuter

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Cansancio…

Domingo, 9 de agosto de 2020
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Del blog Fraternidad Monástica Virtual:

No hay duda de que quieres algo de mi, Señor Jesús. Todas esas puertas abiertas de un solo golpe. La vida entera delante de mí: no es un sueño.

Quieres algo de mí, Señor. Aquí estoy, al pie de la muralla: todo está abierto, no hay más que un camino, libre, hacia el infinito, el absoluto.

Pero yo me siento el mismo, a pesar de todo. Tendré que tomar contacto contigo, Señor; que te haga compañía, durante un buen rato. Para morir; pero entonces completamente.

Como esos heridos que sufren, Señor: yo te pido que acabes conmigo. Estoy cansado de no ser tuyo, de no ser tú.

*

L. Ploussard, Carnet de route. Seuil. Paris, 1964, 209

2001 --- Detail of Mosaic in Hagia Sophia --- Image by © Hanan Isachar/CORBIS

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.

De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida:

“¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!

Pedro le contestó:

“Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.”

Él le dijo:

“Ven.”

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:

“Señor, sálvame.”

En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:

“¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”

En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo:

“Realmente eres Hijo de Dios.”

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Mateo 14,22-33

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Dios mío, he nacido para contemplarte, para vivir en ti, para actuar por ti. Sólo la conciencia de servirte fielmente puede darme la paz. Tengo miedo de pensar que no soy digno de ti. Este es el verdadero “temor de Dios”, Dios mío, he crecido y he tenido que soportar que seas un desconocido no sólo de pensamientos, sino también de palabras y de obras… En mi interior me he propuesto resarcir esas ofensas, ser impecable y valiente caballero tuyo.

Me he equivocado, he pecado contra ti, no me he entregado a ti con todas mis fuerzas, me he distraído; también yo te he ofendido. He tenido miedo de cumplir tu voluntad; han surgido en mí prepotencias y villanías que de ningún modo quería sentir. Pero la violencia usada en tu nombre o —mejor- la resistencia al mal en tu nombre es santa, aunque resulte dolorosa a alguien. Y como alguien, Dios, quieres que esté yo, y estaré con el más fuerte para participar de su fuerza, si bien, pienso, después, que esto puede bloquearme de cara a uno más débil que yo, de cara a alguien que tengo más necesidad que yo. No obstante, ¿perderé la fuerza que tengo?, ¿se me comunicará la debilidad ajena? Quizá, el riesgo existe, pero la salvación consiste en neutralizar las influencias o, mejor dicho, en mantener un equilibrio tal para poder dar sin ser arrastrados.

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Mario Finzi, un joven judío de Bolonia, el 23 de marzo de 1944, ocho días antes de su detención y deportación a Auschwitz.

***

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El sanador herido

Miércoles, 27 de mayo de 2020
Comentarios desactivados en El sanador herido

En un día especial para mí, esta realidad explica mi vida…

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Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: “¿Cómo podemos esconder nuestras heridas?”, a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: “¿Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?”.

Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros

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Henri Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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c-izbthxkaa6emc

Te encuentras siempre ante la alternativa de dejar hablar a Dios o dejar gritar a tu “yo” herido. Aunque deba haber un lugar donde puedas dejar que la parte herida de ti obtenga la atención que necesita, tu vocación es hablar del lugar donde Dios habita en ti. Cuando permites que tu “yo” herido se exprese en forma de justificaciones, disputas o lamentos, sólo consigues frustrarte aún más y te sentirás cada vez más rechazado. Reclama a Dios en ti y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de curación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio. Se requiere mucho tiempo y mucha paciencia para distinguir entre la voz de tu “yo” herido y la voz de Dios, pero en la medida en que vayas siendo más fiel a tu vocación se volverá más fácil. No desesperes: has de prepararte para una misión que será difícil, pero fecunda.

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Henri Nouwen

La voz interior del amor,
PPC, Madrid 1997.

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Saber que Cristo soy yo

Lunes, 9 de septiembre de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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En Adán está toda la humanidad, y también toda la humanidad está en Cristo. Cada ser humano, hombre o mujer, es Adán y es Cristo al mismo tiempo. Es consolador saber que Cristo vino para mí, pero aún más liberador saber que Cristo soy yo. Aquí se da el paso de una religión consoladora a una espiritualidad que transforma y libera. Esto complementa lo que he pensado antes: que Cristo es Señor, pero primero es maestro; no vino simplemente para que le recemos, sino para que aprendamos de él, para que nos descubramos en él. La religión tradicional nos ensena a rezar, siempre Cristo allá y yo aquí, pero no a descubrirme Cristo, a encontrarme a mí mismo en su camino con el Padre. Esa es la verdadera conversión: no un mero cambio de conducta, sino de esencia y de sentido; va más allá del arrepentimiento por lo mal hecho. Es un renacer, un descubrirse nuevo, un despertar de lo divino que hay en nosotros.

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Fr. Manuel de Jesús, 2017

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La Vida es una constante paradoja

Miércoles, 4 de septiembre de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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Frente a la pregunta característica del yo religioso, siempre preocupado, o incluso obsesionado, por su “salvación”, Jesús anima a “entrar por la puerta estrecha”. La expresión alude a la puerta más pequeña que daba acceso a las ciudades amuralladas.

La vida es una constante paradoja. Y cualquier persona que se aventura por el llamado “camino espiritual” es sorprendida por la presencia de esas paradojas a cada paso de la marcha. Una paradoja es una contradicción aparente que, al ser asumida, se resuelve en una verdad mayor: perder y ganar, el rayo de tiniebla, la soledad sonora, la música callada, el vacío pleno, subir es bajar, morir es vivir… La paradoja, que aflora en cada palabra sabia, no es sino reflejo de la polaridad de lo real, y de la naturaleza también polar del ser humano. Y nos indica que la resolución adecuada no pasa por suprimir uno de los dos polos, sino por abrazar ambos en una unidad mayor, en el nivel no-dual. La imagen de la “puerta estrecha” evoca la necesidad de “soltar” todo como medio para experimentar la Vida que somos. Cuanto más soltamos, más fuertes somos. Al soltar todo -eso es la muerte- se nos regala la vida.

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Enrique Martínez Lozano
“Otro modo de leer el Evangelio”

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“«In la k’ech» = yo soy otro tú”, por Enrique Martínez Lozano

Martes, 23 de julio de 2019
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74225676-feliz-pareja-interracial-homosexual-tener-descanso-en-el-interior-hombre-afroamericano-descansando-eSin reserva ni duda, permito que estés en el mundo como eres, sin un pensamiento o palabra de juicio.

No veo error alguno en las cosas que puedas decir, ni hacer, sentir y creer, porque entiendo que te estás honrando a ti mismo al ser y hacer lo que es verdad para ti.

No puedo recorrer la vida con tus ojos ni verla a través de tu corazón.

No he estado dónde tú has estado ni experimentado lo que has experimentado, viendo la vida desde tu perspectiva única.

Te aprecio exactamente como eres, siendo tu propia y singular chispa de la Consciencia Infinita, buscando encontrar tu propia forma individual de relacionarte con el mundo.

Sin reserva ni duda, te permito cada elección para que aprendas de la forma que te parezca apropiada.

Es vital que seas tu propia persona y no alguien que yo u otros piensen que “deberías” ser.

En la medida de mi capacidad, sin denigrarme o ponerme en un compromiso, te apoyaré en eso.

No puedo saber qué es lo mejor para ti, lo que es verdad o lo que necesitas, porque no sé lo que has elegido aprender, cómo has elegido aprenderlo, con quién o en qué período de tiempo.

Solo tú puedes sentir tu excitación interna y escuchar tu voz interna; yo solo tengo la mía. Reconozco que, aunque sean diferentes entre sí, todas las maneras de percibir y experimentar las diferentes facetas de nuestro mundo, todas son válidas.

Sin reserva ni duda, admito las elecciones que hagas en cada momento.

No emito juicio sobre esto porque es imprescindible que honre tu derecho a tu evolución individual, porque esto da poder a ese derecho tanto para mí como para todos los otros.

A aquellos que elegirían un camino que no puedo andar o que no andaría, y aunque puede que elija no añadir mi poder ni mi energía a ese camino, nunca negaré el regalo de amor que Dios me ha concedido para toda la Creación.

— Como te amo, así seré amado.

— Así como siembro, recogeré.

Sin reserva ni duda, te permito el derecho universal de libre albedrío para andar tu propio camino, creando etapas o manteniéndote quieto cuando sientas que es apropiado para ti.

No puedo ver siempre el cuadro más grande del Orden Divino, y así no emitiré juicio sobre si tus pasos son grandes o pequeños, ligeros o pesados, o conduzcan hacia arriba o hacia abajo, porque esto sólo sería mi punto de vista.

Aunque vea que no haces nada y juzgue que esto es indigno, yo reconozco que puede que seas el que traiga una gran sanación al permanecer en calma, bendecido por la Luz de Dios.

Porque es el derecho inalienable de toda vida el elegir su propia evolución y sin reserva ni duda, reconozco tu derecho a determinar tu propio futuro.

Con humildad, me postro ante la comprensión de que, aunque el camino que veo es mejor para mí, no significa que sea también correcto para ti; que lo que yo creo no es necesariamente verdad para ti.

Sé que eres guiado como yo lo soy, siguiendo tu entusiasmo interno por conocer tu propio camino.

Sé que las muchas razas, religiones, costumbres, nacionalidades y creencias en nuestro mundo nos traen una gran riqueza y nos procuran los beneficios y enseñanzas de tal diversidad.

Sé que cada uno de nosotros aprende en nuestra manera única para devolver ese amor y sabiduría al TODO.

Entiendo que si solo hubiese una forma de hacer algo, solo necesitaría haber una persona.

Apreciaré tu luz interna única, te comportes o no de la manera en la que considero que deberías, y aunque creas en cosas que yo no creo.

Entiendo que eres verdaderamente mi hermano y mi hermana, aunque puede que hayas nacido en un lugar diferente y creas en diferentes ideales.

El amor que siento es por absolutamente todo lo que ES.

Sé que cada cosa viva es una parte de la conciencia y siento un amor profundo por cada persona, animal, árbol, piedra y flor, por cada pájaro, río y océano, y por todo lo que es en el mundo.

Vivo mi vida en servicio amoroso, siendo el mejor que yo pueda, haciéndome más sabio en la perfección de la Verdad Divina, haciéndome más feliz, más sano y cada vez más abundantemente gozoso.

Aunque a lo largo del camino puede que me gustes, o sienta indiferencia por ti, o me disgustes, no voy a dejar de amarte, de honrar tu singularidad y de permitirte ser tú.

Esta es la llave de la paz y armonía en nuestras vidas y en nuestras Tierra porque es la piedra central del Amor Incondicional».

In la k’ech”: Los mayas saludaban con esta expresión, que significa “Yo soy otro tú”;  y contestaban: “Hala Ken”, que significa “Tú eres otro yo”.

 

Enrique Martínez Lozano

Boletín Semanal

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“Elogio de la Presencia”, por Enrique Martínez Lozano

Martes, 30 de abril de 2019
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Thomas-Millet-ResurrectionMientras vivimos en la mente, fuera del aquí y ahora, nos pasamos el tiempo buscándole un significado a la vida; basta venir al instante presente para disfrutar de una vida plena de significado. La Presencia es sentido.

Mientras estamos en la mente, permanecemos enredados en cavilaciones incesantes, alejados de la vida. Al venir al presente, empezamos a sentir la vida interna. La Presencia es energía.

Mientras estamos en la mente, es imposible detener la cavilación agotadora. Basta venir al presente, para que la mente se aquiete. La Presencia es descanso.

Mientras estamos en la mente (identificados con ella), no podemos sino reaccionar, siguiendo las pautas grabadas en ella. Al venir al presente, esas pautas se desvanecen y respondemos desde lo que se nos regala y fluye. La Presencia es libertad.

Mientras estamos en la mente, vivimos reaccionando, en un drama de defensa o ataque, desde el miedo, la culpa o la venganza. Al venir al presente, notaremos que lo que sale de nosotros es una respuesta adecuada, caracterizada en todo momento por la responsabilidad. La Presencia es responsablemente ajustada.

Mientras estamos en la mente, no podemos ir por la vida sino como vencedores o como víctimas. Al venir al presente, no hay papeles que representar. La Presencia es certeza de que todo está bien.

Mientras estamos en la mente, nos percibimos separados y alejados de todo y de todos; la mente nos mantiene en la superficie y en la distancia de lo real. Al venir al presente, percibimos la interconexión de todo y sentimos la vida que se manifiesta en todo y en todos como “energía en movimiento”. La Presencia es plenamente integradora.

Mientras estamos en la mente, nos hallaremos convencidos de que todo lo que nos ocurre es efecto de algo que, pensamos, no depende de nosotros. Basta venir al presente, para empezar a percibir con claridad que la calidad de nuestra experiencia vital en este mismo instante es una consecuencia de nuestro propio sistema de creencias, generado por las experiencias no elaboradas o integradas de nuestra infancia. Y que, en la medida en que venimos al instante presente, nos sentimos crecer en libertad frente a ellas. La Presencia es liberadora.

Mientras estamos en la mente, tendemos a evitar todo aquello que nos haga sentir mal, lo que la propia mente etiquete como “desagradable”. Al venir al presente, nos vamos viendo capaces de no evitar nuestros “malestares”, sino de acogerlos y de integrarlos progresivamente, creciendo a partir de ellos y responsabilizándonos de toda nuestra vida. La Presencia es sanadora.

Mientras estamos en la mente, toda nuestra vida es regida por los principios: “yo debo” o/y “yo quiero”, que se traducen en un “yo hago o haré”. Al venir al presente, experimentamos por nosotros mismos que se trata, sencillamente, de estar, en una consciencia sin pensamientos, y que, en ese “estar”, no falta absolutamente nada, sino que todo lo demás “se nos da por añadidura” (evangelio de Mateo 6,33). La Presencia es plenitud.

Mientras estamos en la mente, habremos de movernos necesariamente entre reflejos –algo ocurre que nos “recuerda” algo– y proyecciones –nuestra reacción ante aquel recuerdo activado–; entre “el despertador” y “lo despertado”. Al venir al presente, nos vamos haciendo conscientes de que todo lo que nos ocurre es sólo un mensajero, una oportunidad de crecimiento. La Presencia es ecuanimidad.

Mientras estamos en la mente, pensamos que todo es casual e incluso caótico, en un mundo caracterizado por la aparente distancia y separación entre todo y entre todos. Al venir al presente, nos descubrimos interconectados con todo, compartiendo la misma Vida, la misma Energía, el mismo Ser…, la misma identidad. La Presencia es compartida.

Mientras estamos en la mente, nos sentimos solos y separados, por lo que los sentimientos de soledad, miedo y ansiedad son inevitables. Al venir al presente, nos apercibimos del engaño. La Presencia es unidad.

Mientras estamos en la mente, nos vemos a nosotros mismos como seres “pensadores” y “hacedores”, movidos por la ansiedad e incluso por la compulsión. Al venir al presente, nos situamos como “observadores”, testigos de todas las películas que ocurren en nosotros. La Presencia es realista.

Mientras estamos en la mente, nos hallamos en el “modo hacer”, en estado permanente de “piloto automático”, con todo el cansancio, la ignorancia y el sufrimiento que ello supone. Al venir al presente, se activa el “modo ser”, se desconecta el piloto automático, y se manifiesta la plenitud en la que todo fluye sabiamente. La Presencia es sabiduría.

Mientras estamos en la mente, permanecemos en un estado inconsciente, dormidos. Al venir al presente, despertamos a la experiencia emocional consciente que nos permite percibir nuestro propio flujo de energía. La Presencia es lucidez.

Mientras estamos en la mente, nuestros movimientos son egocéntricos. Al venir al presente, nos abrimos a todos los seres. La Presencia es amor.

Mientras estamos en la mente, tendemos a reducirnos a nuestro ego y a vivir en función de él. Al venir al presente, descubrimos que somos Presencia. La Presencia es nuestra identidad más profunda.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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