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Niñas que se desarrollan como chicos a los 12 años. La complejidad de la intersexualidad

Viernes, 25 de septiembre de 2015
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johnny-guevedoce-salinasJohnny, Las Salinas

Probablemente los intersexuales se encuentren entre las personas que más discriminación sufren por culpa de que hoy en día poca gente comprende su situación. No hace mucho me encontré en un evento social de trabajo en el que se empezó a desprestigiar a una famosa por que se rumorea que “en realidad es un hombre”, es decir, que sufre el síndrome de Morris.

El síndrome de Morris se da cuando una persona con genes XY -es decir, masculinos- es inmune a los andrógenos, por lo que no desarrollará ningún rasgo masculino y será una chica totalmente normal excepto por el hecho de tener un aparato reproductor interno incompleto, por lo que nunca tendrá la regla ni podrá tener hijos. Muchas de estas chicas se enteran de su condición genética justamente cuando van al médico porque la menstruación no llega y necesitan una exploración médica profunda para detectar el síndrome.

Pero este no es el único caso en el que una insensibilidad da lugar a una intersexualidad. Probablemente el caso más impactante es el de los Guevedoces -que significa huevos a los doce- y literalmente sucede eso, son bebés que nacen con cuerpos totalmente femeninos y que a los 12 años les empieza a crecer el pene y se desarrollan como hombres normales.

Esta es una anomalía muy extraña que prácticamente sólo tiene lugar en el sur de la República Dominicana, pero allí la concentración de casos es muy elevada, tanto que en el pueblo de Las Salinas alrededor de uno entre cada 90 niños son educados como niñas hasta que llega la pubertad y empiezan a desarrollar el pene.

Los Guevedoces, como se les conoce en la República Dominicana, son bebés que nacen con una deficiencia de 5-alpha-reductasa, una enzima que convierte la testosterona en dihidro-testosterona, la hormona que desarrolla las características masculinas en los niños hasta que, al llegar la pubertad, empieza la segunda fase de masculinización donde ya es la propia testosterona la que hace efecto en el cuerpo.

Al no poseer una enzima esencial para el desarrollo de bebés masculinos estos aparentarán ser niñas, hasta que empiecen a segregar de nuevo testosterona en la pubertad. A partir de ese momento parecen ser capaces de vivir una vida normal como hombres y con un aparato reproductor totalmente funcional con producción de esperma, con la única diferencia de que, al parecer, sus penes son algo más pequeños.

Para entender la intersexualidad sólo es necesario comprender que el género físico no lo definen en su totalidad ni los genes, ni las hormonas, pero que la naturaleza es sabia y un pequeño error no evita que esa persona pueda vivir una vida completa y feliz.

Estos son sólo dos tipos de intersexualidad, existen otros muchos. Algunos de ellos dan como resultado personas que a simple vista son mujeres, otros que son hombres y otros en los que los médicos dudan, pero todos ellos son personas que merecen nuestro respeto y que pueden ayudarnos a destruir la idea del género binario.

Fuente | IFL Science, vía AmbienteG

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Intersexualidad: “Nunca me sentí niña y mi comportamiento masculino era un problema”

Lunes, 10 de noviembre de 2014
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combo-gabriel--644x362GABRIEL J. MARTÍN / RAÚL T. PÜig Gabriel, cuando era Patricia de niño y en la actualidad

Al nacer, Gabriel fue considerado niña, pero tenía ocultos sus órganos sexuales masculinos. Sus 43 años de vida han sido una lucha por encontrar su identidad y superar un problema que afecta en diferente grado a uno de cada 2.000 bebés. Lo relata en ABC.es

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«Yo no quería ser un héroe. A menudo pienso que, si me lo hubiesen consultado antes, yo hubiera rechazado la oferta. Pero la vida no pregunta y, como le tenía que tocar a uno de cada diez millones de varones nacidos vivos, me tocó a mí». Cuando Gabriel J. Martín nació en San Fernando (Cádiz) un 12 de julio de 1971, en plena puesta de sol, sus genitales eran tan ambiguos que el médico los creyó femeninos. Y así fue como él se convirtió en ella: Patricia, una niña que nunca se sintió una niña y que, con la llegada de la adolescencia, en vez de crecerle los pechos y bajarle la regla, le salió barba y vello por todas las partes de su cuerpo. Lo que antes era llamado «Hermafrodita», un término proveniente de la mitología griega, en la post modernidad toma un giro semántico. Así surge la «intersexualidad», un término para muchos desconocido que esconde miles de historias, llenas de dudas, contradicciones y, en ocasiones, una irrefrenable búsqueda de la verdadera identidad.

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Es el caso de Gabriel, o Patricia hasta los 16 años, que sufrió un trastorno del desarrollo sexual. «Nací con los testículos alojados en las ingles. Mis vesículas seminales y próstata estaban en su sitio y funcionales, pero el resto de órganos estaban modificados al nacer. No tenía escroto, mi pene era muy pequeño y tenía un hipospadias (la salida de la uretra) donde deberían estar los testículos. Los médicos me hicieron una exploración muy superficial y creyeron que yo era una niña… así que me llamaron Patricia y me educaron en femenino»

La historia de Gabriel no es común, pero tampoco algo aislado. Se estima que el 0,018% de la población nace con una intersexualidad, aunque muy poca gente lo expresa públicamente. «En porcentaje, hay más personas nacidas con genitales intersexuales que, por ejemplo, mujeres transexuales. Todo el mundo tiene el referente de una mujer transexual pero a nosotros casi nadie nos conoce. Y eso es porque estamos muy ‘armarizados’. Primero por el propio estigma, porque como la gente no va a entender nuestro caso preferimos ahorrarnos las explicaciones. Y segundo porque este asunto se suele resolver dentro del ámbito de la familia».

«Vete donde nadie te conozca»

Sin embargo, la incomprensión de sus más próximos llevó a Gabriel a vivir un infierno hasta cumplir la mayoría de edad. «Nunca me sentí niña y mi comportamiento masculino siempre fue un problema. Me gustaba jugar con los demás niños a la guerra, al fútbol, a policías y a los vaqueros. Odiaba las muñecas, los vestiditos y los juegos de niñas», rememora. Conforme fue creciendo, la situación empeoró. En plena pubertad, su cuerpo comenzó a mostrarse como lo que realmente era: un hombre. «De pequeño tenía pinta de ‘machorra’, aunque mi madre tenía empeño en que disimulara. A los doce o trece años se rindió y empecé a usar ropa unisex, vaqueros, zapatillas… Pero yo no me podía comprar calzoncillos, ni unos shorts para ir a la playa. Tenía que bañarme vestido en el mar si es que quería hacerlo, o quedarme en casa todo el verano. Evitaba orinar en los baños públicos y me afeitaba a escondidas una barba que ya no sabía cómo disimular», se lamenta Gabriel, que no contó nunca con la ayuda de sus padres. «Decidieron mirar para otro lado y nunca me llevaron al médico. Mi madre me pidió que estudiase mucho, que hiciera una carrera y encontrara un buen trabajo lejos de San Fernando, donde nadie me conociese y pudiera hacer mi vida. Es duro que te destierren para poder ser tú mismo pero es más duro que lo haga tu propia madre». Esa barrera ha sido, por desgracia, definitiva en la relación actual con sus padres. «Me generaron un sentimiento de culpa que terminó derivando en una comunicación totalmente nula con ellos. Por suerte, hoy en día la inmensa mayoría de padres y madres ya hacen lo correcto de ‘motu propio’: buscan ayuda médica, hablan con sus hijos y les apoyan en unas vivencias duras para encontrar soluciones a sus problemas»

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Poco después de descubrir a través de un libro lo que realmente le sucedía, tuvieron que extirparle los testículos ya que los tenía inguinales y podían tumorizar. Ahora, «engorda como un gato castrado» y eso tiene que contrarrestarlo con mucho gimnasio. «Además cada mañana, al salir del gimnasio, tengo que aplicarme en el abdomen una dosis muy controlada de gel de testosterona suplementaria». Sobre si su anomalía ha supuesto algún problema en su vida sexual, señala: «Mi pene es aún algo menor que la media y los cirujanos no pudieron corregirme el hipospadias. Eso, al principio, me originó cierta inseguridad, pero, con los años he aprendido que no es un problema en absoluto para tener unas relaciones sexuales muy satisfactorias».

Una realidad más visible

La lucha por el reconocimiento de la intersexualidad es cada vez más patente. La legislación alemana permite desde el año pasado una tercera opción para aquellos casos en los que no se sepa de qué sexo es un bebé al nacer y Australia reconoce la posibilidad de inscribir a un recién nacido bajo el neutral «tercer sexo». Sin embargo, Gabriel matiza: «Lo que son intersexuales son los genitales, pero no la identidad sexual. Los que hemos nacido con esta condición, tenemos la identidad sexual tan dicotomizada en hombre/mujer como la mayoría del resto de la población».

Ahora Gabriel es psicólogo, pionero en nuestro país de la gay affirmative psychology, y ayuda a través de su blog y su canal de Youtube a personas que quieren vivir su afectividad con absoluta naturalidad. «Yo mismo hasta los 34 viví con ese estigma interiorizado. Vergüenza, inseguridad, miedos, angustias, traumas. Que hoy me sienta bien conmigo mismo y haya sido capaz de solucionar mis problemas, no significa que siempre haya sido así. Lo peor no es lo que te ocurre, sin el estado psicológico en que te sume», asegura. Como cuando en un ataque de vergüenza, destruyó todas las fotos que encontró de su infancia como Patricia, queriendo borrar así un pasado traumático que le perseguía. Sin embargo, la fortuna quiso que años después, y una vez superado el trauma, encontrara en un sobre más fotografías suyas de su niñez. «La verdad es que de pequeño era una monería», dice entre risas. Y así, Patricia y Gabriel volvieron a encontrarse en el camino.

Intersexualidad

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