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Mi padre era un arameo errante

Lunes, 25 de marzo de 2019
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FMIG

“Cuando llegues a la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia, cuando la poseas y habites en ella, tomarás las primicias de todos los productos del suelo que coseches en la tierra que Yahveh tu Dios te da, las pondrás en una cesta, y las llevarás al lugar elegido por Yahveh tu Dios para morada de su nombre.  Te presentarás al sacerdote que esté entonces en funciones y le dirás: «Yo declaro hoy a Yahveh mi Dios que he llegado a la tierra que Yahveh juró a nuestros padres que nos daría.» El sacerdote tomará de tu mano la cesta y la depositará ante el altar de Yahveh tu Dios.  Tú pronunciarás estas palabras ante Yahveh tu Dios:

«Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa.  Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre.  Nosotros clamanos a Yahveh Dios de nuestros padres, y Yahveh escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresióny Yahveh nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios.  Nos trajo aquí y nos dio esta tierra, tierra que mana leche y miel  Y ahora yo traigo las primicias de los productos del suelo que tú, Yahveh, me has dado.»

Las depositarás ante Yahveh tu Dios y te postrarás ante Yahveh tu Dios.  Luego te regocijarás por todos los bienes que Yahveh tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, y también se regocijará el levita y el forastero que viven en medio de ti.  El tercer año, el año del diezmo, cuando hayas acabado de apartar el diezmo de toda tu cosecha y se lo hayas dado al levita, al forastero, a la viuda y al huérfano, para que coman de ello en tus ciudades hasta saciarse,  dirás en presencia de Yahveh tu Dios:

-«He retirado de mi casa lo que era sagrado; se lo he dado al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, según todos los mandamientos que me has dado sin traspasar ninguno de tus mandamientos ni olvidarlosNada de ello he comido estando en duelo, nada he retirado hallándome impuro, nada he ofrecido a un muerto. He escuchado la voz de Yahveh mi Dios y he obrado conforme a todo lo que me has mandado.  Desde la morada de tu santidad, desde lo alto de los cielos, contempla y bendice a tu pueblo Israel, así como al suelo que nos has dado como habías jurado a nuestros padres, tierra que mana leche y miel

Yahveh tu Dios te manda hoy practicar estos preceptos y estas normas; las guardarás y las practicarás con todo tu corazón y con toda tu alma.  Has hecho decir a Yahveh que él será tu Dios – tú seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus normas, y escucharás su voz -.

Y Yahveh te ha hecho decir hoy que serás su pueblo propio, como él te ha dicho – tú deberás guardar todos sus mandamientos -; él te elevará en honor, renombre y gloria, por encima de todas las naciones que hizo, y serás un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios como él te ha dicho.”

*

Deuteronomio, 26

DgQIoStW0AA2uEL

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Viudas buenas y teólogos malos. Domingo 32 ciclo B

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio del domingo anterior nos dejó en el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús han ido desfilando autoridades religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que le preguntó por el mandamiento principal y terminó recibiendo un gran elogio de Jesús. Al parecer, ya no queda nadie importante a quien presentar. Sin embargo, falta el personaje más desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La primera lectura, tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y valorar la actitud de esta viuda.

Una viuda generosa y con mucha fe (1 Reyes 17,10-16)

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»

            Mientras iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»

            Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra. Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agoto, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

            Se trata de un relato muy sencillo, que recuerda a las leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo importante no es su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.

  1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo antiguo, las personas con mayor peligro de marginación y miseria eran las viudas y los huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
  2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su obediencia a lo que le manda Elías.
  3. La categoría excepcional de Elías, al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.

Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)

El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda alaba a una viuda. Lo que las relaciona es la actitud tan contraria de los protagonistas: los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.

            ¡Cuidado con los escribas!

            En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».

No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.

            Elogio de la viuda

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

            En la 1ª lectura y en esta segunda parte del evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús). Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse en los siguientes detalles:

            ¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo, mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para darles una enseñanza. (La imagen inicial resulta engañosa porque coloca frente a frente a Jesús y a la viuda).

            ¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.

            ¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.

            La enseñanza silenciosa de la viuda

            Los relatos anteriores de Marcos (que no se han leído en las misas del domingo) hablan de una serie de personas y grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más diversas: de dónde procede su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay resurrección de los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que tiene.

            La viuda es un símbolo magnífico de tantas personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero que se preocupan por la gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Pero es importante advertir que la preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.

            Jesús, que no llama a la viuda para dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.

            En los tiempos que corren, de tanta necesidad para tanta gente, el evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.

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Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. 11 de Noviembre de 2018

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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“-¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.”

(Mc 12, 38-44)

Y es así, todas tenemos el gen “letrado”. El evangelio no deja de prevenirnos acerca de lo que ocurre cuando nos dejamos llevar por él. Marcos es especialmente insistente y nos dice de una manera muy clara que ni siquiera el hecho de ser de los colaboradores más próximos a Jesús nos evita el peligro.

Nos advierte que los primeros discípulos, e incluso el mismísimo Pedro, tuvieron grandes dificultades para comprender a Jesús y seguir su camino.

Pero al mismo tiempo salpica todo su evangelio de pequeñas chispas de esperanza, cada vez que nos dice que los discípulos no entienden, o cuando nos cuenta un episodio como el de Santiago y Juan y su deseo de ser los primeros. También nos va mostrando otros personajes secundarios que son capaces, en su debilidad, de encarnar las verdaderas actitudes del discipulado.

Hace unas semanas teníamos a Bartimeo, hoy nos presenta a una viuda pobre. Pero su pobreza no le impide ser generosa.

Se acerca al Templo no con lo que tiene, sino “con TODO lo que tiene para vivir”. De hecho, para algunas personas, más que generosa puede resultar exagerada, inconsciente. Dejando en la ofrenda del Templo esas dos monedillas de escaso valor no enriquece al Templo y sin embargo ella se queda en una completa indigencia.

Ciertamente es una actitud que se escapa de toda lógica humana. No es una actitud razonada ni razonable. Nada tiene que ver con los esquemas mentales. Es una realidad, pertenece al ambito del amor.

Esa viuda pobre hace un gesto de entrega total muy parecido al del propio Jesús. Quizá por eso Jesús se siente profundamente vinculado con esa mujer anónima. Por eso la observa y le cuenta a sus discípulos lo que ha hecho.

La entrega de Jesús, su muerte en cruz, es tan paradójica como la gestión de estas dos monedillas. Ante nuestra razón su muerte podría haberse evitado. Sin embargo, esa muerte es el más bello gesto de amor. El más sublime y gratuito.

Oración

Ayúdanos, Trinidad Santa, a entrar en la lógica del Amor que es entrega y generosidad sin límites, sin razón.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Otro modo de vivir.

Domingo, 11 de noviembre de 2018
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viudaMc 12, 38-44

Marcos sólo necesita siete versículos para mostrarnos dos realidades de alto contraste que evidencian dos formas de situarse ante la vida y la religiosidad.

Comienza el texto situando a Jesús en su rol didáctico. Enseñaba a la gente, enseñaba con honestidad y desde la libertad que le caracterizaba. En esta ocasión, su enseñanza se convierte en un consejo casi imperativo: tened cuidado con los escribas. Y da razones por las que hay que protegerse de ellos. Ciertamente los escribas eran los expertos e intérpretes oficiales y lícitos de la Escritura. Gozaban de gran autoridad. Buscaban siempre ser vistos y adorados. Vestían de forma especial. Jesús denota que les gustaba pasearse con amplio ropaje. No es casualidad que también indique que “devoran los bienes de las viudas” puesto que solían persuadirlas demostrando ser muy devotos para administrar sus bienes y aprovecharse de ellas. Posteriormente pondrá a una mujer viuda como antítesis a lo que vive este grupo religioso.

Son justo lo contrario a lo que viene predicando Jesús; el conflicto está servido. Estos líderes religiosos podrían mostrar ese nivel líquido de vivir la fe y el compromiso creyente. Una religiosidad basada en la apariencia, en la conservación de una posición socio-eclesial, en mantener un puesto visible y jerárquico, en la prioridad de mantener un ego enaltecido que conduce a vivir en modo ego-céntrico y ego-ísta. La religión, el seguimiento a Jesús en nuestro caso, es un modo de vivir, un compromiso existencial; no estamos ante una ideología o una adquisición cultural. Desde la posición de estos líderes religiosos, cualquier gesto solidario, de atención a los pequeños, de entrega de algo de uno mismo, será una exhibición, un acto público de reconocimiento para demostrar el bien que se hace. Una manera muy poco honesta de vivir lo esencial de nuestro vínculo con la Divinidad.

Marcos añade una nueva situación: la viuda que echa dos monedas y que servirá de contraste para comprender su mensaje. Jesús observa que una mujer viuda echaba dos monedas en las ofrendas. Esta mujer es mucho más que una viuda que echa una insignificancia en el cesto. Jesús realza esta figura simbólica que ha roto los esquemas patriarcales y religiosos de los poderosos judíos, teólogos judíos en este caso. Un simple gesto ha recuperado la dignidad de una mujer que, por ser mujer, no iba a ser visible de ninguna manera y por ser viuda está en una posición de indigencia absoluta según la visión judía. Si bien es verdad que la viudez la sitúa en una independencia económica (aunque sea pobre) y en una capacidad de decisión que, en aquel momento, era inviable para una mujer. Parece que esta mujer estaba liberada de los que hubieran podido administrar sus bienes o sus necesidades.

La generosidad de esta mujer no está basada en una obligación moral, ni en un gesto público para ser aplaudido, sino que se apoya en una conciencia de su dignidad que la moviliza a entregar lo que ella considera que debe donar. Jesús utiliza este ejemplo vivo para ilustrar el modo de situarse ante su seguimiento en contraste con los escribas y fariseos. Critica a estos personajes, ciertamente, pero propone una alternativa: la de una vida conectada a la dignidad y que tiene como consecuencia gestos de entrega, de sencillez y libertad. El modo de vivir la vida y la fe no es una cuestión de cantidad, de las veces que repetimos ritos, de las veces que hacemos gestos generosos, de los dineros que donamos u otros actos repetitivos que se van vaciando de sentido. Es más bien una cuestión de calidad, de una autoconciencia de percibirnos arraigados en una PRESENCIA que nos moviliza a poner toda nuestra realidad bajo la influencia de la energía creadora de Dios; La mujer viuda echa todo lo que tiene para vivir. Trascendiendo el sentido económico de este gesto, somos invitados a echar todo lo que tenemos y somos para vivir, en esta opción por seguir a Jesús, desde la autenticidad y la dignidad que nos confiere.

¡¡¡FELIZ DOMINGO!!!

Rosario Ramos

11 de Noviembre de 2018

Fuente Fe Adulta

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Dom 8.11.15. Cuando las cosas van peor, nos queda Marcos (con escribas y viuda)

Domingo, 8 de noviembre de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 32, tiempo ordinario. Mc 12, 38-44. Peor no podían ir, según algunos:

–Echan a un obispo por asuntos de dinero;
— se dice que un monseñor funcionario y una bella encargada de dineros hacen la cama al Vaticano,
–y lo peor es que de diez euros que dan (damos) para los pobres sólo dos van de verdad para ellos, pues los ocho restantes quedan en uñas o bolsillos de intermediarios.

No invento nada. Esas noticias, y otras aún peores aparecían ayer y esta mañana (5.X1.15) en los medios y en la prensa escrita. Es evidente que ciertos medios no son santos, es claro que ocultan o no dicen mil cosas buenas de la Iglesia, es indudable que a veces desean “hundirla”. Pero es también cierto que el río suena demasiado, y que es necesaria una reforma a fondo de la Iglesia, ahora que se acerca a su fin el ciclo de los 500 años de Lutero (1517).

Pues bien, en ocasiones como ésta me refugio en Marcos, el primer evangelio de Jesús, para evaluar, meditar y rezar, y me encuentro esta mañana con el evangelio del domingo (Mc 12, 38-44), que es más duro en la crítica, pero mas abierto a la esperanza que toda nuestra propagando, a favor o en contra.

Éste es un evangelio enorme, que enfrenta a los escribas (profesionales de la religión) con una viuda, que no tiene nada, pero que sabe darse a sí misma, en un servicio religioso que puede ser equivocado en su expresión externa (¿para qué utiliza el templo su medita?), pero que ella realiza con su mejor voluntad. Aquí está las dos figuras.
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‒ La viuda. Es una mujer pu.eada de la vida (perdonen la expresión). Ha tenido mala suerte, se le han muerto unos… y se aprovechan de ella otros, pero ha aprendido una cosa: sabe que creer en Dios es vivir al servicio de los demás y así vive, entregando la única moneda que le queda tras haberlo dado todo.

— Es simplemente una mujer que ama la vida (como Dios, según el libro de la Sabiduría)… Es una mujer que quiere llevar adelante la tarea de la vida. Ella es la verdadera religión.

‒ Los escribas. Son los profesionales de lo que antaño se llamaba “culto y clero”, que se valen de la religión para crear una especie de “Estado Religioso” a su servicio. Quizá no saben más (no valen para la política o finanzas), pero se aprovechan de “su Dios” para medrar, para su propia gloria y riqueza. Ellos son la anti-religión (yo no me atrevería a decirlo, lo dice Jesús en Marcos al final de su evangelio).

No sé si a los escribas (entre los que de algún modo me cuento) se les/nos puede cambiar. Ella, la viuda, está bien así… Pero en otro sentido hay que cambiarla (dejar que ella cambie): ¡Que rehaga de nuevo su vida, que dé su limosna para causas nobles, no para negocios de escribas! (así lo explico mucho más en mi comentario del texto de Marcos, aquí resumido).

Texto. Mc 12, 38-44

38 En su enseñanza decía también:
Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.
41 Y estando sentado frente gazofilacio (=al lugar de las ofrendas), observaba cómo la gente iba echando dinero en el gazofilacio. Muchos ricos depositaban en cantidad. 42 Pero llegó una viuda pobre, que echó dos moneditas (leptá), que son dos cuartos.43 Jesús llamó entonces a sus discípulos y les dijo:
Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el gazofilacio más que todos los demás. 44 Pues todos han echado de lo que les sobraba; ella, en cambio, ha echado de su carencia, toda su vida.

Sentido básico

Relato complejo y duro, esperanzado y exigente, que forma como cruz y cara de una misma enseñanza mesiánica. Hay un tipo de judaísmo (y cristianismo) está reflejado en los escribas, que viven a costa de su pretendida religión, oprimiendo a los demás. Y hay otro tipo de judaísmo y de religión o humanidad universal, que se expresa en la viuda que entrega lo que tiene, convirtiéndose en parábola viviente de Jesús. Consta de dos textos complementarios:

– Un texto critica a los escribas, que pretenden ser representantes del mesianismo de David (12, 38-40), pero que sólo buscan sus ventajas y poder de grupo. No ofrecen su vida, no se hacen pan como Jesús, sino al contrario: viven del aplauso de los otros y devoran la casa de las viudas.
– Otro alaba a una viuda (12, 41-44) que aparece como el signo más perfecto de Jesús a quien el texto anterior ha llamado señor de David. No es Señor porque tiene poder para imponer sino, al contrario, porque entrega todo lo que tiene.

1.- Diatriba contra los escribas (12, 38-40).

Su signo distintivo es la búsqueda de prestigio, interpretado como poderío. Precisamente ellos, hombres del libro, han convertido su saber (leen la Escritura, interpretan la Ley) en fuente de dominio sobre los demás. Así aparecen como representantes de la imposición sagrada: ellos expresan la patología de lo religioso, que aparece cuando un grupo utiliza su pestigio sacral en beneficio propio.

Su poder no es de tipo militar (no brota de las armas), económico (no proviene directamente del dinero) o administrativo. Los escriban poseen y cultivan un poderío religioso, fundado en la pretendida sabiduría (conocen el Libro) y en la apariencia de religión, propia de aquellos que “oran” (dicen tener relación con Dios) para provecho propio. Estos son sus signos:

— Largos vestidos (stolais: Mc 12, 38). No son nada en sí, no se sienten seguros en sí mismos; por eso necesitan crear una apariencia. Viven de fachada, enmascarados dentrás de unas telas y adornos que les sirven para distinguirse de los otros e imponerles su dominio. En ellos critica Jesús la mentira de las vestiduras sagradas que la Ley israelita (y las costumbres rituales de muchas iglesias, incluidas las cristianas) han preceptuado para sacerdotes y ministros religiosos. Jesús la condena como expresión de poder falso (que estaría en la línea de las purezas nacionales de 7, 3-5).

— Saludos en las plazas (12, 38). La religión les convierte en funcionarios y ellos la pervierten, haciéndola principio de autoridad pública: utilizan el Libro para representar su teatro de prestigios. Quieren ser (hacerse honrar) sobre las bases de un conocimiento religioso que utilizan para así imponerse sobre los demás. Es evidente que no viven para crear comunidad sino al contrario, para elevarse sobre ella.

‒ Las primeras cátedras (prôtokakhedrias) en las sinagogas (12, 39). Pasamos de la calle a la casa, de la plaza al recinto donde se reunen los creyentes. También en ese espacio imponen su dominio los escribas, convirtiendo el lugar comunitario de estudio y plegaria en medio para imponerse sobre los demás. Así buscan las primeras cátedras para controlar o dirigir desde allí a los inferiores, imponiéndoles su ley.

— Los primeros asientos (prôtoklisias) en los banquetes (12, 39). Jesús invitaba a comer a los demás, en grupos fraternos, ofreciéndoles los panes y los peces de su propio grupo. En contra de eso, los escribas se aprovechan de su religión (su dominio del Libro) para comer a costa de los otros. No forman iglesia, no crean verdadera comunión, sino que emplean su pretendida superioridad para vivir a costa de los demás.

Esta es la consecuencia: ¡Devoran las casas de las viudas con pretexto de largas oraciones! (12, 40). El teatro de apariencias (vestidos, saludos, privilegios en sinagogas y mesas) se ha vuelto principio de muerte. Quien empieza aparentando de aquel modo acaba destruyendo (matando) a los más pobres.

Ésta es la iniquidad que Mc 3, 29 interpretaba como blasfemia contra el Espíritu Santo (impedir la curación de los posesos) y Mc 9,42-47 como escándalo contra los pequeños (aprovecharse de ellos).

Estos escribas de los libros de Dios, profesionales de la religión, jerarcas de la iglesia judía (o cristiana), se han vuelto principio de muerte.

Mc había vinculado la oración con la misión salvadora (1, 35-39), la expulsión de los demonios (9, 29) y el perdón interhumano (11, 25). En todos estos casos, el encuentro con Dios se explicitaba en forma de comunicación, creadora de familia. En contra de eso, los escribas judíos (y quizá los cristianos que Mc critica) utilizan la oración para su servicio, se aprovechan de Dios para imponerse a los demás: comen de las viudas. Han pervertido la religión, son cueva de bandidos (cf.11, 17).

2.- Parábola de la viuda (12, 41-44).

Invirtiendo el tema anterior, la diatriba se vuelve enseñanza parabólica. Jesús se sienta ante el gazofilacio o depósito donde los creyentes depositan las ofrendas voluntarias, planteando nuevamente el tema del dinero, pero no en clave de impuesto obligado (cf. Mc 12, 13-17) sino como participación voluntaria en las cargas de la administración comunitaria, con fines religiosos. Está al fondo la imagen del tesoro del templo donde los judíos ofrecen sus dones.

Pero es evidente que Mc amplía esa imagen: el gazofilacio es signo de los bienes ofrecidos a Dios, es decir, para servicio de los pobres. En este contexto pasamos de los escribas importantes, ansiosos de honor, a los ricos también importantes que pueden invertir un dinero que les sobra al servicio de sus pretensiones de prestigio religioso (12, 41). Frente a ellos sitúa Mc a la viuda que entrega su bios (12, 42-44), lo que necesita para vivir.

Con esta imagen termina la vida pública de Jesús (Mc 13 se dirige a los discípulos).

Significativamente, Jesús ha querido compararse a una viuda. Frente a los ricos que regalan ostentosamente aquello que les sobra, obteniendo así más prestigio, ella ofrece silenciosamente dos moneditas, dándose a sí misma, pues ha dado todo lo que tiene. De esa forma viene a presentarse como testimonio de evangelio. Ella se entrega por estas moneditas. Jesús lo hará al hacerse pan y vino, comida y salvación de muchos (todos; cf. 14, 22-26).

La viuda es por definición una mujer que ha perdido mucho (marido, hijos) y no tiene familia que pueda sustentarla. Parece que debía volverse egoísta, buscando su seguridad, una pensión de vejez, medios para subsistir como persona. Pues bien, ella se olvida de sí misma, piensa en los demás y entrega lo que tiene, poniéndose en manos de Dios, conforme a la palabra de Jesús sobre la oración y la confianza en 11, 23-25: no tiene para alimentarse, pero confía en Dios y da su vida (bios) con estas dos moneditas que forman su tesoro.

Frente a los escribas que comen de los demás, frente a los ricos que dan por apariencia, Jesús la presenta como signo de Dios sobre la tierra: es el símbolo supremo de su mesianismo, modelo de la iglesia, en la línea de la mujer del vaso de alabastro de de Mc 14, 3-9. Ella es el verdadero Israel como familia que se va construyendo en gratuidad, allí donde alguien da su vida en don para los otros. Jesús no ha querido el dinero del rico de 10, 21; tampoco ha definido su postura frente a los impuestos imperiales (12, 13-18). Pero ahora ha destacado las dos moneditas de la viuda, convertidas en signo de entrega de la vida. Ella ha confiado en Dios; evidentemente confía en una comunidad en cuyas manos (en cuyo gazofilacio o caja de dinero) pone todo lo que tiene; así aparece como signo del reino.

Una pregunta abierta…

Esta viuda, que no tiene nada, da todo lo que le queda para el servicio del templo… de un templo que es cueva de bandidos. Lo hace de buena fe. Es el ejemplo máximo del evangelio de Jesús.

El primer paso sería enseñar a esa viuda a dar el dinero en el lugar justo, a las personas justas. Quizá habría que decirle que no ponga su óbolo en aquel “gazofilacio” de vanidades, quizá al servicio de los escribas ricos…, sino que lo comparta día a día con las personas necesitadas de su entorno, directamente, sin el intermediario de aquel templo… que debe ser destruido, como ha dicho ya Jesús (Mc 11). Pero ésta es ya otra cuestión. Tal como está el evangelio es luminoso.

El segundo paso será expulsar de la iglesia a estos escribas…, a los profesionales de la religión, que buscan el dinero por un show de tipo mágico que ellos pretenden dirigir. Se trata de hacer de hacer una religión de “aficionados”, es decir, de voluntarios de la vida y del amor, voluntarios de Dios.

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Viudas buenas y teólogos malos. Domingo 32 ciclo B

Domingo, 8 de noviembre de 2015
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una viuda generosa y con mucha fe (1ª lectura)

La primera lectura ayuda mucho a entender mejor el evangelio de este domingo. Está tomada del comienzo de la historia del profeta Elías, en el primer libro de los Reyes, 17,10-16.

            En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»

            Mientras iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»

            Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra. Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agoto, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

            Se trata de un relato muy sencillo, que recuerda a las leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo importante no es su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.

  1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo antiguo, las personas con mayor peligro de marginación y miseria eran las viudas y los huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
  2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su obediencia a lo que le manda Elías.
  3. La categoría excepcional de Elías, al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.

Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)

El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda alaba a una viuda. Lo que las relaciona es el la actitud tan contraria de los protagonistas: mientras los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.

            ¡Cuidado con los escribas!

            En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».

No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.

            Elogio de la viuda

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

            En la 1ª lectura y en esta segunda parte del evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús). Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse en los siguientes detalles:

            ¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo, mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para darles una enseñanza.

            ¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.

            ¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.

            La enseñanza silenciosa de la viuda

            Los relatos anteriores de Marcos (que no se han leído en las misas del domingo) hablan de una serie de personas y grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más diversas: de dónde procede su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay resurrección de los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que tiene.

            La viuda es un símbolo magnífico de tantas personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero que se preocupan por la gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Pero es importante advertir que la preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.

            Jesús, que no llama a la viuda para dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.

            En los tiempos que corren, de tanta necesidad para tanta gente, el evangelio de este domingo nos da mucho que pensar y que rezar.

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