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“Sí, soy homosexual, y vivo mi llamada al sacerdocio desde la castidad acogida con alegría”

Domingo, 9 de julio de 2017
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estu_560x280¿Qué significa eso de que “Sí, soy homosexual”… ” pero no considero la homosexualidad una tendencia profundamente arraigada pues, afortunadamente, no domina toda mi vida.” ???

Alfonso Ruiz de Arcaute estudia Teología en la Facultad de Vitoria

Carta al Papa de Alfonso Ruiz de Arcaute, vetado por Elizalde para el sacerdocio

“La orientación sexual es la que es. La vida, la vocación y el compromiso también es el que es”

(Jesús Bastante).- Alfonso Ruiz de Arcaute vive en Vitoria, acaba de cumplir 50 años y preside la celebración de la palabra en su comunidad de Santa Teresa de Jesús. Con 14 años, sufrió abusos por parte de un religioso. Lejos de perder la fe, continúo participando en la vida parroquial. Desde hace unos años, siente con fuerza la llamada al sacerdocio.

Así se lo contó a su obispo, Juan Carlos Elizalde, a quien “le conté los abusos sufridos, la experiencia en la Orden de Predicadores, mi trabajo pastoral posterior, mi etapa de pareja con un chico hace ya bastantes años, y mi compromiso eclesial actual en la parroquia y en el estudio de la teología”. De hecho, estudió hace años en San Esteban (de los dominicos en Salamanca), y ahora concluye Teología en la Facultad de Vitoria.

El obispo, sin embargo, “ve inviable el camino hacia el sacerdocio” por su tendencia homosexual, pese a que “llevo varios años viviendo desde la castidad acogida con alegría al poner en mi compromiso eclesial el centro de mi vida”.

comunidad-de-santa-teresa-en-vitoriaUn aparente callejón sin salida (Elizalde sólo le ofrecía que, si lo tenía tan claro, buscara un obispo que le ordenase), para el que Alfonso propuso una solución: escribir una carta al Papa Francisco, contando su desgarradora -y esperanzadora- historia. El obispo se comprometió a entregar en mano a Bergoglio. Semanas después, se le ha solicitado que vuelva a enviarla, por otro conducto.

“Sí, yo soy homosexual y cada día doy gracias a Dios por haberme creado tal como soy, con todas mis virtudes y todos mis defectos, con mi personalidad entera. Pero no considero la homosexualidad una tendencia profundamente arraigada pues, afortunadamente, no domina toda mi vida”, explica

Alfonso pide al Papa que acepte su vocación, pues “de esta forma se evitaría también la circunstancia tan injusta de que aquel que en su día abusó sexualmente de mí pueda seguir ejerciendo su sacerdocio mientras que yo, víctima de la situación, veo negado el acceso”.

Ésta es su carta al Papa Francisco:

Padre Francisco: jamás imaginé que iba a encontrarme escribiendo una carta al Papa. Mi nombre es Alfonso, tengo cuarenta y nueve años y vivo en Vitoria-Gasteiz, una pequeña ciudad en el norte de España donde siempre he desarrollado mi vida como agente de pastoral en ambiente parroquial.

Desde pequeño he participado en diversos grupos. Desgraciadamente a partir de los 14 años sufrí abusos por parte de un religioso de la parroquia. Sin embargo esto no me alejó de la comunidad sino que seguí participando en la vida parroquial hasta que decidí probar la vida religiosa con veinte años.

Aquello no fructificó pero seguí colaborando cada vez más activamente en la vida parroquial. Ahora mi trabajo pastoral se desarrolla en la Comunidad Parroquial Santa Teresa de Jesús, donde desarrollo diversos ministerios, incluido la presidencia de la celebración de la Palabra. Además participo activamente en la animación y planificación de toda la vida parroquial en comunión con Tasio, nuestro párroco.

El trabajo pastoral y el contacto directo y continuado con la comunidad ha hecho que a lo largo de estos dos últimos años haya vuelto a surgir de manera muy fuerte la llamada al sacerdocio. La oración, la búsqueda junto a personas muy significativas en mi vida, tanto seglares, como religiosos o sacerdotes, y el impulso y ánimo de una comunidad que desea y alienta mi compromiso eclesial, me ha llevado a pedir a mi obispo la admisión al seminario con vistas a la ordenación sacerdotal.

Con mi edad y trayectoria vital, consideré oportuno que el obispo conociera toda mi vida y circunstancias, con mayor razón todavía al ser recién nombrado y llegado a la diócesis. Por eso, con toda sinceridad, le conté los abusos sufridos, la experiencia en la Orden de Predicadores, mi trabajo pastoral posterior, mi etapa de pareja con un chico hace ya bastantes años, y mi compromiso eclesial actual en la parroquia y en el estudio de la teología.

Desgraciadamente, basándose en la instrucción del año 2005 sobre la admisión a las Órdenes Sagradas de las personas homosexuales, mi obispo ve inviable el camino hacia el sacerdocio. Yo, desde la lectura atenta del documento me hago varias preguntas que hoy quiero compartir con usted, Padre Francisco, para buscar luz en la respuesta a la llamada que cada vez siento con mayor fuerza.

El citado documento prohíbe la acogida a las Órdenes a aquellos que practiquen la homosexualidad. Creo que es algo evidente, igual que a aquellos que practiquen la heterosexualidad pues al sacerdote se le pide una vida entregada desde el celibato. Personalmente llevo varios años viviendo desde la castidad acogida con alegría al poner en mi compromiso eclesial el centro de mi vida.

De igual manera se prohíbe la acogida a aquellas personas que presentan una tendencia homosexual profundamente arraigada. Sinceramente creo que quien presente una tendencia heterosexual profundamente arraigada tampoco debería ser acogido al sacerdocio. Sí, yo soy homosexual y cada día doy gracias a Dios por haberme creado tal como soy, con todas mis virtudes y todos mis defectos, con mi personalidad entera. Pero no considero la homosexualidad una tendencia profundamente arraigada pues, afortunadamente, no domina toda mi vida.

Finalmente, también prohíbe la acogida a aquellas personas que defienden la cultura gay. Si por defender la cultura gay se entiende defender a los que sufren porque se ven marginados, atacados incluso físicamente o rechazados social, eclesial o familiarmente, sí me pongo a su lado, como al lado de los marginados de cualquier condición.

Y por todo ello, Juan Carlos, nuestro obispo, considera que no puedo ser admitido al sacerdocio. Sin embargo, humildemente, creo que se centra en la letra de la ley y no en su espíritu: se ha de exigir una madurez afectiva suficiente. Creo que el no esconderme y ser siempre sincero me ha ayudado a alcanzar esta madurez. Me gustaría que mi obispo hubiera consultado con aquellas personas que me conocen, aquellas con quien comparto mi vida académica en la facultad de teología, aquellos con los que he compartido fe y vida en la Orden de Predicadores o con las que comparto ilusiones y decepciones, alegrías y tristezas, preocupaciones, labor pastoral y sobre todo oración y celebración de la fe en mi comunidad. Quizá puedan dar cuenta de mi madurez afectiva y de mi vocación sacerdotal.

De esta forma se evitaría también la circunstancia tan injusta de que aquel que en su día abusó sexualmente de mí pueda seguir ejerciendo su sacerdocio mientras que yo, víctima de la situación, veo negado el acceso.

Por eso me atrevo, Padre Francisco, a pedirle mirar con ojos de misericordia y desde el discernimiento personal y no únicamente desde la legislación, cambiante por otra parte, las vocaciones sacerdotales y la mía en concreto. La orientación sexual es la que es. La vida, la vocación y el compromiso también es el que es. Ojalá el sábado no siga cerrando los caminos del hombre.

Daniel Ricardo, un joven preuniversitario venezolano que habitualmente confronta su vida de fe conmigo me escribía el otro día: “tu caso me recuerda a Fray Martín de Porres. En el seminario no le querían porque era negrito y eran racistas y le costó mucho que le admitieran. Pero mira ahora, él es santo y hemos logrado acabar con el racismo”. Esta frase ha sido uno de los mayores alientos para atreverme a escribirle.

Me he alargado mucho más de lo que era mi intención. Le agradezco profundamente el tiempo que me ha dedicado, pero le agradezco todavía mucho más el nuevo impulso e ilusión que está generando en nuestra Iglesia.

Desde el primer día que nos lo pidió en el balcón de San Pedro le he hecho caso y he rezado por usted y lo seguiré haciendo. Ahora, con emoción, le pido que rece también usted por mi.

En Jesús, nuestro hermano mayor, el Señor del sábado, un abrazo fraterno

N. de la R.: este escrito fue entregado en mano, hace unos meses, por el obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, al Papa Francisco. Hace unas semanas, se pidió al autor que lo hiciera llegar directamente al Pontífice.

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Fuente Religión Digital

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