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25.9.24. Lutero, Canto a la “merced” de María (Comentario al Magníficat)

Sábado, 28 de septiembre de 2024
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Maria-modelo-discipulado-varones-mujeres_2448065170_16037495_660x371Del blog de Xabier Pikaza:

Se celebró ayer (25 de septiembre), en la Vera Cruz de Salamanca, con presencia de Obispo, religiosos y gente devota (imágenes) la misa de la Merced. Algunas cosas han cambiado, como podrá verse por las fotos. Pero queda para mí el recuerdo de 40 años de celebración de esa fiesta.

Recuerdo en especial un año en el que estaba Eliseo Tourón (1934-1996), hacia el  1993. Leímos juntos el comentario de Lutero al Magnificat y lo aplicamos a la “merced” de la redentora cautivos. Pongo unos apuntes de lo que entonces comentamos y escribimos. 

Como su nombre indica, los protestantes han protestado contra los posibles excesos de una veneración mariana, procedente del Medievo, insistiendo en los tres principios del verdadero cristianismo : Solus Christus, sola Scriptura, sola fides. Tomando  a María como  mediación entre el hombre y Dios, los católicos podían haber corrido el riesgo de presentar a María como sustituto de Jesús o del Espíritu santo. [1]

Pero Lutero fue a su modo un devoto de María, y así lo muestra en su Comentario al Magníficat, que Eliseo y yo comentamos aquel año, en la fiesta de la Merced de la Ver-Cruz de Salamanca.

Lutero, comentario al Magníficat, Traducción de T. Egido:

 Testimonio ejemplar. Lutero: Comentario al Magníficat. El protestantismo tiene, según eso, el valor de insistir  en Cristo, en la Biblia y en la fe de los creyentes. En esa línea me siento “protestante con los protestantes y acepto con gozo algunos elementos de Lutero, en su comentario al Magníficat [2]

Principio teológico: Dios “mira hacia abajo” (In-die-Tiefe), se fije y libera a los insignificante, excluidos y pecadores, de manera que debemos insistir en solus Deus, solus Christus. De esa forma se oponen a Dios a los que que “miran hacia arriba” (herabsehen), buscando poder, gloria y riqueza, la salvación por sí mismos.En este sentido establece Lutero:

“Porque lo mismo que al comienzo de la creación hizo el mundo de la nada (por eso se le llama creador y omnipotente), de la misma forma seguirá actuando hasta el final de los tiempos de tal suerte, que lo inexistente, lo insignificante, lo menospreciado, lo miserable y lo que está muerto lo trueque él en algo precioso, honorable, dichoso y viviente. Y por el contrario, todo lo precioso, honrado, dichoso y viviente lo transforma en nonada, pequeñez y cosa despreciado, miserable y perecedera” (Magnif 178).

– Muchos miran hacia arriba con orgullo. Parece que Lutero ha tenido en cuenta la forma en muchos  teólogos y predicadores de la época consideraban a María  como dechado de de virtudes propias, superior a todos los demás y digna de ser elegida como madre de Dios, separada así de los restantes hombres y mujeres de la tierra, aislada de todos, sin preocuparse de los pobres y excluidos de la tierra, en contra de lo que dice ella misma en su Magníficat, donde se vincula con los pobres y oprimidos de la tierra.

IMG_7751Según Lutero, Dios condena todo lo que hay de orgullo en el hombre, ante todo su pecado, pero también toda su justicia puramente humana, que termina siendo en el fondo una injusticia. En contra de eso, él pone de relieve la humildad” personal y social de María en el Magníficat, que así aparece como auténtica creyente, vinculándose a los pobres y oprimidos del mundo. María aparece así como signo excelso de la necesidad y miseria de los hombres ante Dios.

          Conforme a su visión del Magníficat,  María es para Lutero una mujer evangélica (precursora de la reforma de la Reforma necesaria de la Iglesia). Un hombre o mujer evangélico, cristiano debe recibir por gracia los dones de Dios, sin vanagloriarse de lo que tiene, sin imponerse sobre los demás, estando siempre dispuesto a ofrecer su ayuda a todos, especialmente a los más necesitados, los oprimidos y hambrientos de los que habla en el Magníficat.

          El comentario de Lutero al Magníficat muestra el respeto que él tenía ante María, manteniendo elementos de piedad mariana, de vinculación especial con la madre de Jesús, aunque siempre dentro los límites de la piedad cristiana, fundada en la Biblia. Lutero insistía en la Escritura (sólo la Escritura), sabiendo que ella contiene el más hermoso y profundo testimonio de piedad mariana en el Magníficat, donde  ella está empeñada en ayudar en nombre de Cristo a los más pobres

        Lutero quiere proponer una antropología abierta a María, que pone de relieve la necesidad de salvación del hombre, en sus tres dimensiones (cuerpo, alma y espíritu, cf. 1 Tes 5,23) tal como lo muestra María  cuando habla en el Magníficat de de mi alma y de mi espíritu. Lutero atribuye a María una santidad que no es no parcial sino integral (santidad de cuerpo, de alma, de espíritu), aunque insiste en la importancia del espíritu frente al cuerpo y el alma: componentes: “si el espíritu no está santificado, no habrá en el hombre nada que sea santo“.

Lutero insiste en la santidad del espíritu, que consiste en “una fe pura y sencilla“, en contra de aquellos   que insisten en la “observancia de unas obras de piedad”  separadas de la vida, obras externas, como ayunos, disciplinas, limosnas para el culto, que no interesaban a María. Por eso se eleva en contra de los falsos devotos de María, que buscan obras de piedad externa y no se ocupan de lo que quiere el Magnífica: Dar de comer a los hambrientos, elevar y redimir a los oprimidos

          Lutero recurre a la experiencia de la fe fiducial (=fe como confianza en Dios), que él interpreta de esta forma: “La única fuente de paz consiste en enseñar que ninguna obra, ninguna enseñanza exterior, sino sólo la fe, es decir, la firme esperanza en la invisible gracia que Dios nos ha prometido, acarrea piedad, justificación y santidad“.

          Por otra parte, insistiendo en las palabras de María “porque ha hecho obras grandes en mi“, Lutero pone de relieve el hecho de que la fe del cristiana ha de ser personal, como la de María”:   “no basta con que creas que Dios ha obrado grandes cosas con otros, sino que debes confesar lo que ha realizado contigo, pues de lo contrario ello te verás privado de esta divina acción”.

 Lutero escribe este comentario al Magnificar en  un tiempo de Persecución, cuando  se siente impulsado alimentado por una fe que por una fe y piedad como la del Magníficat.  Él se identifica de alguna forma con María, la madre de Jesús, perseguido por las autoridades  religiosas y políticas, en riesgo de ser encarcelado. En esa situación apela a María, madre de Jesús, como socorro y  ayuda para los oprimidos.  Le tratan como a un proscrito, y sin embargo, él pone su confianza en Dios, como hace María en el Magníficat:

Para la ordenada comprensión de este sagrado cántico, es preciso tener en cuenta que la bienaventurada virgen María habla a partir de una experiencia peculiar por la que el Espíritu Santo le ha iluminado y adoctrinado. Porque es imposible entender correctamente la palabra de Dios, si no es por mediación del Espíritu santo. Ahora bien, nadie puede poseer esta gracia del Espíritu santo, si no es quien la experimenta, la prueba, la siente… 

La santa Virgen ha experimentado en sí misma las maravillas  que Dios ha realizado en (porque ha hecho en mí grandes cosas…), en ella, a pesar de ser ella tan poca cosa, tan insignificante, tan pobre y despreciada. En esa situación de necesidad,  María  ha recibido del Espíritu santo el don precioso y la sabiduría de Dios, descubriendo que  es un Señor que no hace más que ensalzar al que está abajado, abajar al encumbrado y, en pocas palabras, quebrar lo que está fuerte  y reparar lo que está roto” (Magnif. 177).

             En la oración final del Magníficat Lutero no se contenta con pedir a Dios que nos “nos ilumine y nos hable, sino que inflame y viva en el cuerpo y en el alma” como en María (p.204). Tal es la fuerza abrasadora del Espíritu que se muestre en el Magníficat de María. De ahí esa insistencia en la fe fiducial, fe como confianza radical en Dios, para  para que salgan adelante las obras de Dios que hace por uno. Lutero lo aplica a todo creyente como si de él se tratara:

 Tienes que estar convencido, sin duda ni vacilación posible, de la (buena) voluntad de Dios para contigo, y creer con firmeza que contigo quiere Dios realizar cosas grandes”… “Esta fe , como dice Cristo, es capaz de todo (cf. Mc 9,23). Esta es la única fe que justifica, la única que aboca a la experiencia de las obras divinas y, a través de ello, la que impulsa al amor de Dios, a alabarle y engrandecerle con su vida” . 

Lutero ve en María la primera creyente y el más acabado ejemplo de esta riqueza salvífica de la fe fiducialY así la ve también como la más grande de todas la mujeres y hombres creyentes por dos cosas: porque “su alma glorifica al Señor y porque su espíritu se alegra en Dios su Salvador, porque Dios ha hecho en ella la obra más grande: engendrar al Hijo de Dios. En esa línea, Lutero ha comprendido profundamente el significado teológico de la “mirada de Dios” a María (ha mirado la pequeñez de su sierva…). Y en esa línea llega a decir:

lutero_03      María es humilde, pero no se vanagloria de la humildad,  pues la humildad es la mayor de todas las virtudes,  ya que las restantes dependen y dimanan de ella. En realidad, cuando Dios vuelve su rostro hacia alguien para mirarle, allí se está registrando gracia pura, felicidad, y de ello se siguen todos los bienes y todas las obras (Ibid). 

  María no se ha vanagloriado de su humildad ni nadie puede hacerlo sin pecado, en contra de algunos cristianos que se creen grandes  porque son muy humildes, enorgulleciéndose de ello, en contra de lo que hace y dice María  En esa línea, Lutero define la humilitas (humildad) bíblica como expresión de la  crux Christi:

La humilitas no es otra cosa que un ser o estado despreciado, sin apariencias, exactamente igual al estado que se encuentran los pobres, los enfermos, hambrientos, sedientos, los prisioneros y los hombres que sufren y mueren, de la misma forma que se halla Job en medio de las tribulaciones, David arrojado de su reino o Cristo cargado con las miserias de todos los cristianos“.

          María es una discípula modélica de esta escuela de humildad y de la cruz de Cristo. Pertenece al grupo de los cristianos que  son “los pobres de Yahvé“. Lutero ha descubierto anticipadamente este lugar tan importante del Magníficat, como lo hace hoy toda la crítica exegética, añadiendo que los humildes son los pauperes, aflicti, humiliati que (pobres, afligidos, humillados) de los que trata el Sal 116 y otros salmos afines.

          En esta línea, Lutero siente una profunda veneración y fascinación por la maternidad divina de la Virgen con toda la iglesia antigua y medieval. Pero al mismo tiempo siente el temor de que se venere a María como a Dios, en una línea de idolatría pagana, no de piedad cristiana.

          En ese sentido, Lutero afirma la maternidad divina como “la cosa más grande” que Dios ha hecho, como obra y presencia suya (de Dios), defendiendo, al mismo tiempo,  la pequeñez de María que por sí misma no tiene ningún mérito ante Dios, ni alardea de ello. Esta divina paradoja que ve latir en el Magnificat hace que Lutero sea devoto de María y propagador de su grandeza.  Una prueba de Lutero como cantor de la maternidad divina de María lo tenemos en este párrafo inolvidable:

De ahí (de ser madre de Dios) provienen todo honor, toda la felicidad, el ser una persona tan excepcional entre todo el género humano, que nadie se le puede equiparar porque con el Padre celestial ella ha tenido un hijo. ¡Y qué hijo!…. porque quien la llama madre de Dios no puede decirle nada más grande, aunque contasen para alabarle  con tantas lenguas como hojas y hierbas hay en la tierra, estrellas en el firmamento y arenas en el mar”  (Magnif. 191).

Oh, tú, bienaventurada virgen y madre de Dios; que nada e insignificante eres, que despreciada has sido, y, sin embargo, graciosa y abundantemente te ha mirado Dios y ha realizado contigo cosas! Nada de eso has merecido, pero la rica y sobreabundante gracia que Dios ha depositado es mucho más alta y más grande que todos tus méritos. Dichosa tú Desde este momento eres eternamente bienaventurada, porque has hallado un Dios como el tuyo (Magnif 188).

Pidamos a Dios que se nos conceda la correcta inteligencia de este Magnificat: que no se contente con iluminar y hablar a otros, sino que inflame y viva él miemo, en el cuerpo y en el alma. Que Cristo nos lo conceda por la intercesión y la voluntad de su querida madre María. Amén” (Magnif. 304).

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Notas

[1] Cf. K. Barth, Adviento, Studium, Madrid 1970, 38-45 (Verheissung, München 1960, 38.44-45).

[2]  Sigo la traducción de Teófanes Egido, Obras de Lutero. El Magníficat, Sígueme  Salamanca 1977, 177-204 (=Magnif), retomando las reflexiones de un trabajo que escribí conEliseo Tourón:  Lutero y el Magnificat de María, Eph. Mar (1994) 371-390. Cf. B. Gherardini, La Madonna in Lutero, Cittá Nuova. Roma 1967.

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24.9. Virgen de la Merced, santa María de la Carne

Miércoles, 25 de septiembre de 2024
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Del blog de Xabier Pikaza:

Carne somos, humanidad del Dios enamorado, que habita en nosotros

Carne de Dios son los hambrientos, exilados, migrantes y cautivos (Mt 25,31-46), carne de María, madre y amiga de Dios, Virgen de Merced, Redentora de Cautivos.

En contra de ese Dios, en-carnado en  la humanidad sufriente, se alzaron al principio de la iglesia muchos “sabios” (gnósticos, conocedores). En oposición a ellos surgió la verdadera iglesia.

En oposición a unos gnósticos modernos quiero hoy celebrar el día de la Merced de Dios que es María, redentora de cautivos,  recordando la historia de unos gnósticos antiguos, pretendidos  teólogos cristianos (cristianos superiores), que se ocuparon de su pretendido Dios interior, pero sin encarnación redentora, rechazando lo que dirá Ireneo: Caro cardo salutis.

Tomas cristiano “sabio”, no quería compartir los dolores  de la historia. 

El  evangelio de Tomás [1] está cerca de la “gran Iglesia”, pues contiene textos de tradición venerable de comunidades antiguas (como la del Q) y apela a dos de “hermanos” de Jesús: Judas-Tomás, el Mellizo, en cuyo nombre se inscribe  (EvTom, inscriptio y num 13) y Jacobo, el Justo, por quien fueron hechos el cielo y la tierra (EvTom 12)… Pero no acepta el evangelio de la carne, rechaza  en el fondo a María, la virgen de la Carne, redentora de cautivos.

 Pero, conforme al testimonio de Jn 20, Tomás confesó al final la encarnación de la Palabra de Dios, metiendo su mano en la llaga del costado de Cristo muerto y  resucitado.

En contra del evangelio de Tomas, el evangelio de Juan confiesa encarnación del Logos de Dios (Jn 1, 14), insistiendo  en su historia de carne, como Hijo de María. Juan pone a la Virgen María a los pies de la Cruz, acompañando, liberando a los oprimidos.

En esa línea, vincula la salvación con la muerte histórica de Jesús, y no con un tipo de gnosis intimista. Por eso apela al nacimiento y muerte la  de Jesús y puede elaborar una mariología de carácter histórico (a la que se habría sumado al fin el mismo Tomás).

En contra  Jn 20 (donde Tomás al fin se convierte y mete la mano en la herida del costado de Jesús), el Ev Tomás que nosotros conservamos (=EvTom) tiende a rechazar la carne (muerte corporal) de Jesús,  desentendiéndose del sufrimiento de los hombres.

La Virgen de la Merced, que hoy celebramos, va en contra de un evangelio gnóstico como el de Tomas… porque no quiere encarnarse en el sufrimiento de la historia y redimir a los cautivos. 

La gnosis ha sido y, en algún sentido, sigue siendo la herejía principal de la iglesia cristiana (por su negación de la carne, encarnación), en la línea de las religiones de oriente (hinduismo, budismo, tao). Éstos son, presentados de un modo casi telegráfico los rasgos fundamentales de una  mariología de tendencia gnóstica, que está al fondo del Evangelio de Tomás que sigue estando, al menos veladamente, al fondo de un cristianismo actual de tipo advaita, no dualista, de puro intimismo, sin alteridad, sin comunicación social/eclesial, sin historia [2]:

 Devaluación de la alteridad cada uno quiere salvarse sólo a sí mismo.

En los evangelios canónicos, María pertenece a la vida histórica de Jesús, esto es, a su “carne”, como mujer israelita, vinculada de un modo muy intenso a la esperanza mesiánica (social) de su pueblo. No es un signo femenino de la humanidad caída, sino una persona que realiza una función positiva en el despliegue de la salvación.

            En contra del evangelio social de la madre de Jesús, buscando un tipo de “salvación interior”, el evangelio de Tomás devalúa las relaciones sociales y el compromiso  radical por la justicia, entre hombres y mujeres, convirtiendo de hecho a hombres y mujeres en solitarios, buscando a Dios (buscándose a sí mismos en su puro interior, en su desierto y silencio ante Dios).

EvTom 79 ha podido acoger el logion de Lc 11, 27-28 con la palabra de la mujer (¡Bendito el vientre que te llevó..!) y la respuesta de Jesús (¡Benditos los que han escuchado la palabra del Padre!), añadiendo las palabras apocalípticas de Lc 23, 19: “¡Bendito el vientre que no ha concebido y los pechos que no amamantado” (cf. Mt 24, 19). Pero lo que Mateo y Lucas interpretan como expresión de angustia apocalíptica  (miedo de las madres por los hijos que se pierden), se vuelve en EvTom rechazo de la maternidad en cuanto tal.

            Desde ese fondo se entiende la cita de Mc 3, 31-35, contenida en EvTom 99 donde que no es crítica de la familia en cuanto tal, sino de un tipo familia cerrada en sus propios intereses de Jesús, sino a todo tipo de “familia carnal”. En la línea avanzas EvTom 101 que, partiendo de Mt 10, 37-38 (¡quien no odia a su padre y a su madre…!), se establece una distinción radical entre las dos madres: (a) La madre carnal (como María, la de Jesús) que le engendra a Jesús en un mundo de pecado. (b) En contra de María, la madre verdadera (que es el Espíritu de Dios) engendra y alumbra a la Vida verdadera, sin carne. La tradición sinóptica vinculaba los dos planos, afirmando que María había concebido realmente por obra del Espíritu Santo, siendo así madre carnal y espiritual (cf. Lc 1; Mt 1). EvTom los contrapone, devaluando la carne de la historia (en contra de Jn 1, 14), para interpretar el nacimiento de Jesús en un plano de puro Espíritu.

En soledad con Dios, sin historia humana.

Por eso dice EvTom 105: “Quien conozca a su padre y a su madre, será llamado hijo de prostituta”. Conocer significa valorar y vincularse. En esa línea, como mujer-madre de este mundo, María ha sido esclava del pecado, de manear que podemos llamarla prostituta. No es carne buena, al servicio de la Vida, sino carne caída, dominada por el deseo de placer y por la muerte. Como madre en este mundo, María ha sido simplemente pecadora. Conocer a esa madre significa encerrarse en este mundo prostituido. Por eso es normal que EvTom no haya desarrollado una mariología consecuente (en contra del evangelio de Juan).

Cada uno es padre-madre de sí mismo, no debe ocuparse de los otros.

EvTom devalúa, según eso, toda dependencia de origen (de concepción maculada y nacimiento en este mundo pecado), y toda relación social, entendida como experiencia mundana de “carne”. Por eso, como madre del mundo, María no es mediadora ni signo de engendramiento de vida. Ella no puede ofrecer a Jesús un lugar y sentido en la existencia, pues su maternidad está vinculada al sexo “pecador” y a la carne caída y de muerte. Lógicamente, el signo de la verdadera humanidad serán los niños pre-sexuados, que no tienen vergüenza, pues no se identifican por su cuerpo masculino o femenino (cf. EvTom 21, 37). Por eso es necesario hacerse pequeños, superando el sexo (cf. EvTom 46), siendo así solitarios: “¡Bienaventurados los solitarios y elegidos, porque encontraréis el Reino. Como habéis salido de él, a él volveréis!” (EvTom 49).

En soledad individual, sin relación real/esencial con otros.

En su relación con Dios, los gnósticos son solitarios, sin madre: provienen de la luz, son como chispas que brotan de Padre viviente y que vuelven de nuevo al descanso del Padre (cf. EvTom 50), pero no forman parte de este mundo que no es madre, sino sepultura (cf. EvTom 56). Por eso, la mariología no puede entenderse como “guía de vivientes” (personas que nacen de la vida, en vida de amor crecen y se comunican con otros y n amor culminan resucitando en Dios), sino como memoria o recordatorio de muertos; por eso, quien se sepa muerto, y así viva como muerto al mundo, ha superado esta vida de muerte (cf. EvTom 86).

            Por eso puede añadir: “Los cielos y la tierra se enrollarán delante de vosotros, pero el que vive del Viviente no verá la muerte”, pues ha superado el nivel de perecimiento (cf. EvTom 111). No hay Madre que pueda ayudarles en la vida, pues por ella han nacido los hombres a la muerte. Frente a la religión de María (Madre del Cristo de Carne en el mundo), la religión de la gnosis verdadera es descubrimiento y culto de la muere. Lo que importa no es nacer, sino superar el nacimiento, no es dar y compartir vida, sino renunciar a ella.

Sin matrimonio. Renuncia a las bodas, rechazo de los otros.

El tema aparece al comienzo del evangelio de Juan (Jn 2, bodas de Caná). En contra de un tipo de Gnosis que rechaza el matrimonio como expresión de la carne/pecado, Cristo está presente en unas bodas, ratificando así el valor mesiánico (divino) del matrimonio. De manera muy significativa en esas bodas no está sólo Cristo con sus discípulos, sino también (y de un modo especial) su madre, que aparece de hecho como “primera invitada”, como si las bodas de este mundo formaran parte de la identidad de su madre (que aparece así como expresión, representación del pueblo de Israel. Según eso, las bodas de María, como tales, son bodas de pecado, que necesitan aguas de purificación y penitencia. Por eso había allí seishydriai lythinai. Seis, pues el “siete” es el número de la gracia, hydriai lithinai, recipientes de piedra, con agua para purificarse

            La madre está en las bodas y de esa forma las ratifica con su presencia. Pero sabe que en ellas bodas falta al vida,   de manera que solo hay en ellas “agua de purificaciones”. Ella tiene cierta sabiduría (conoce el pecado: las bodas del mundo, pero es incapaz de superarlo) son pecado. Es como si en las bodas de la madre (del pueblo de Israel) sólo hubiera agua para purificarse. Ella sabe que las bodas como tales son impura, impuras a causa de la mujer, cuyo contacto lleva a la muerte (como ratificaba ya en la Biblia de los LXX el libro de Tobías, donde el que purifica a los novios y en especial a la novia es el ángel Rafael). Por eso, en principio, la gnosis del evangelio de Tomas prohíbe el matrimonio como pecado, y rechaza a la mujer de las bodas como pecadora.

La madre de Jesús en las bodas, quiere vino para todos 

El evangelio de Juan contra el de Tomas. La madre, en cuanto tal, no puede convertir el agua en vino (no puede purificar, transformar), pero puede decir y dice a Jesús su Hijo “no tienen vino”. La madre de las bodas de Caná (Jn 2) va en contra de la teología gnóstica de las bodas de Tomás, pues ella le dice a Jesús “no tienen vino”, invitándole, por tanto, a santificar las bodas. Conforme al evangelio de Juan (con su afirmación central: la Palabra se ha hecho carne: Jn 1, 14) las bodas de Caná empiezan significando un “desposorio en la carne”, con el riesgo de quedarse en ella (en la pura carne, es decir, en el nivel del agua de las purificaciones.

            Pues bien, desde el trasfondo del evangelio de Juan, el agua de purificación de las bodas se puede convertir y se convierte por la palabra y presencia de Jesús (verbo encarnado) en vino de gratuidad, es decir, de comunicación personal de vida, en la línea de la gran “parábola” de vino y de la vida (cf Jn 15, 1-17). Jesús mismo es en un sentido el vino de las bodas de los hombres y mujeres del mundo. En esa línea, siendo comunicación de vida de carne, las bodas son comunicación total de vida, de unos seres humanos a otros, varones y mujeres.

            Este relato de las Bodas de Caná, en la que está presente el mismo Jesús como “vino” (dador de vino) constituye un elemento fundamental de la mariología del Evangelio de Juan y de todo el Nuevo Testamento. Ella, la madre, no es la boda (no es el vino, ni es la “instauradora” de las nuevas bodas,  pero marca el camino de Jesús (que es la boda, que es el vino de bodas), Según eso, la madre de Jesús (María), formando parte de un mundo de bodas antiguas (agua de purificaciones) abre por de Jesús el camino de las nuevas bodas,  que son la experiencia fuerte del vino de amor compartido.

En contra de eso, el Evangelio gnóstico de Tomas quiere unas bodas de de pura interioridad, cada uno a solas consigo mismo, 

sin lugar para la Madre ni para la comunicación real del varon y la mujer (de los esposos), pues sólo los solitarios (los que renuncian a toda relación sexual o maternidad mundana) “entrarán en la cámara nupcial” (lugar de las bodas verdaderas; cf. EvTom 75).

Cámara nupcial, bodas sin carne, sin generación de vida.

Las bodas gnósticas no son de agua de purificaciones, como empezaron siendo las de Caná, pero tampoco son bodas “reales”, de varones y mujeres, pues van en contra de toda dualidad sexual, de todo encuentro en la carne, de toda generación, de manera que el varón no sea ya varón, ni la hembra sea hembra, trascendiendo trascendiendo así toda dualidad, toda diferencia  (cf. EvTom 22) y  en contra de Gal 3, 28 que habla de comunión corporal en igualdad personal, y en contra de Jn 1, 14, donde se dice que la palabra/comunicación de Dios se hace carne. Estas bodas gnósticas (=bodas sin boda, sin carne) constituyen una experiencia de identificación interior con Dios y de superación de las dualidades somáticas y personales (cf. ApTom 106).

          En este contexto se puede hablar de una eucaristía espiritual y sapiencial, que consiste en “comer de la boca” de Dios (cf. ApTom 108), sin necesidad de compartir la comida y bebida con los hambriento de pan concreto de la tierra (en contra del mensaje  Mt 25, 31-46 y de la carta canónica de Jacobo, hermano del Señor). Esta sabiduría gnóstica se encuentra especialmente vinculada a las mujeres de la tradición del evangelio, Salomé y María Magdalena, que no son “mujeres” reales, sino “espíritus incorporales”, a diferencia de María  Madre de Jesús, que es una mujer de carne y hueso, presencia (madre) de Dios en su carnalidad.   Como representante de todas las mujeres aparece ahora Salomé (cf. Mc 15, 40 y 16, 1), como mujer-espíritu, persona desencarnada que pregunta a Jesús:

¿Quién eres tú, hombre y de quien procedes? Has subido a mi lecho y has comido en mi mesa. Jesús le dijo: ‘Yo soy el que procede del que es igual…’ Salomé le dijo: ‘yo soy tu discípula'” (EvTom 61).

           Ser discípula significa identificarse interiormente con Jesús (igual al Igual, que es Dios), superando así toda diferencia, en comunicación del lecho y comida, es decir, de sabiduría interior con Dios, en una especie de matrimonio de identificación mística. Ser discípula significa ser Cristo supra-carnal, espíritu en la tierra, pero sin carne ni historia, en eternidad de presencia. En esta cámara nupcial  (en el interior de las bodas de Dios) cada creyente se identifica con Cristo “desencarnado· (Cristo espíritu, sin carne), superando así la “historia carnal” de Jesús histórico, Hijo de María.

Culminando esta línea aparece al final María Magdalena, no la madre histórica/carnal de Jesús, no como mujer histórica,  carnal, sino como figura de la sabiduría, convergida  “varón” espiritual. Pedro quiere expulsarla del grupo, pero Jesús la defiende:

            Yo la impulsaré para hacerla varón, a fin de que pueda ser un espíritu viviente, similar a vosotros, los varones. Porque cualquier mujer que se haga varón entrará en el Reino de los cielos” (EvTom 114).

 Así termina el evangelio, con la mujer que hecha varón, internamente unificada (mujer sin carne, en contra de Santa María de la Carne, de la que habla el Nuevo Testamente Canónico, de la que he querido hablar en todo este libro). superando la división de varones y mujeres, esto es, su identidad carnal histórica, como compañera del varón y madre de hijos.

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Virgen de la Merced, redentora de Cautivos: Derriba a los poderosos, eleva a los oprimidos

Viernes, 25 de septiembre de 2020
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vicentelopezvirgendelamerced01Del blog de xabier Pikaza:

En clave de mujer. Los oprimidos, pobres y cautivos del canto de María

Ayer he definido a la madre de Jesús como Gebira, representante del rey, conforme a la historia del AT. Hoy, día de la Merced, retomo ese motivo desde el canto de liberación de las mujeres fuertes de la Biblia, Myriam (Ex 15), Débora (Jc 5) y Ana (1 Sam 2), que nos introducen con María en el Nuevo Testamento.

Según Lc 1-2, ella es la Gebira, y así proclama el mensaje y proyecto de de su hijo, la inversión (revolución) radical del evangelio (derriba de su trono a los poderosos, enaltece a los oprimidos), en contra del programa sacro/nacional de su “pariente” varón, el sacerdote Zacarías.

Éste es un tema que la exégesis en general no ha destacado, ni la iglesia ha puesto de relieve, quizá por un miedo y espiritualismo poco evangélico, pero es esencial para la Iglesia, como han proclamado mercedarios y mercedarias, a cuya fiesta, que es la mía, quiero unirme con estas reflexiones.

Benedictus y Magníficat.

Son los grandes himnos del evangelio de la infancia de Lc 1-2. (a) El Benedictus es la voz de un sacerdote de Jerusalén, con una ideología más sacral y nacional, centrada en la victoria y libertad del pueblo elegido. (b) El Magníficat es vozde una mujer que mesiánica, que pertenece al grupo de los pobres, con su esperanza y compromiso de una transformación universal, anticipándose a Jesús y ofreciéndole su compromiso de madre y mujer liberadora desde la tradición de Israel.

  imagesEl texto original del Benedictus (Lc 1, 68-69. 71-75)   ofrece la visión privilegiada de una comunidad judeocristiana, vinculada al triunfo mesiánico‒patriarcal del pueblo judío y al culto del templo, en una perspectiva dominante de varones, donde el mundo se divide en amigos (israelitas) y gentes que os/nos odian (enemigos). En este contexto, más que la liberación de pobres y excluidos, importa la salvación del pueblo santo:

‒ Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo (tô laô autou), suscitándonos una fuerza (= cuerno) de salvación, en la casa de David, su siervo; es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian.

‒ Ha realizado la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham; para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y en justicia, en su presencia todos nuestros días (Lc 1,68-69.71 y Lc 1, 72-75)[1].

   Así interpreta la salvación en clave nacional, de Israel, laos santo, al que Dios quiere liberar de los enemigos (ekhthrôn: 1, 71.73) y de las manos de aquellos que nos odian (misountôn hêmas: 1, 71), a diferencia del Magníficat que habla de la liberación de los pobres como tales.

Esa visión  resulta lógica en boca de un sacerdote patriarca que ha oficiado en el templo de los levitas, poderosos sacerdotes, que entienden el nacimiento del Mesías desde la perspectiva de los elegidos del pueblo santo (que debían liberarse ante todo de sus enemigos nacionales, entendidos como aquellos que les/nos odian)[2].

59bb613b30259      En esa línea, vinculado Lc 1,32-33 con Lc 1, 68-69.71-75, podemos afirmar que en la primera comunidad judeo‒cristiana había algunos que entendieron a Jesús en términos cercanos a un tipo de celotismo militar, en la línea de Pinjás (cf. Num 25)…

(Las imágenes están tomadas de las pinturas de la Virgen de la Merced que Helios Gómez, militante/gitano andaluz, de Triana/Sevilla, amigo de los pobres, condenado por “anarquista” (en la línea de los sicarios de los que seguiré hablando) y devoto de María, pintó en una celda de la Cárcel Modelo.

Por la dureza de aquella cárcel murió Helios. Pero, enfermo como estaba, por amor de B. Lahoz, mercedario ejemplar. que le regaló una estampa de la Virgen  (pintada por Vicente López, 1772-1852,  Museo de Valencia, arriba ), pintó  una celda/capilla de la Virgen de la Merced, su madre, hermana y amiga, encarcelada como él en la Modelo de Barcelona. Iré poniendo imágenes de esa Celda/Capilla de la Virgen de la Merced, cautiva entre los los cautivos de la terrible Cárcel Modelo de Barcelona.

Estuve y ofrecí una semblanza de Helias en un Congreso que unos amigos organizaron hace algunos años en Barcelona. Busque quien quiera la referencia en Helios Gómez y Pikaza. Cf. RD 30.08.2008, https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Helios-Virgen-Anarquista-Presos-Carcel_7_921577847.html

Magníficat, canto universal.

             A diferencia de Zacaría, María ha destacado la elevación de los oprimidos y el enriquecimiento de los pobres (anawim) que, mirados en sí mismos, carecen de fronteras religiosas y o nacionales; ella, la mujer oprimida (por mujer y por pobre, como seguirá diciendo el Magníficat) eleva su canto al servicio de la liberación de todos los hambrientos y oprimidos del mundo.

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  María pasa así del nacionalismo de David (defendido por Zacarías, en el Benedictus) al universalismo de Abraham. Ella no busca una pequeña conversión-salvación nacional de Israel, sino la transformación de la humanidad como tal, superando la oposición de poderosos y oprimidos, ricos y pobres (varones y mujeres, en una línea marcada por la tradición paulina en Gal 3, 28).

  Por eso, ella no puede vincularse a los nacionalistas celotas (como sería Zacarías), insistiendo en la sacralidad de templo y pueblo en cuanto tal (separado de otros pueblos, con un triunfo militar del “cuerno” de David, que “libera” Jerusalén de las manos de los enemigos); ella quiere abrir (compartir) un camino de inversión, revolución y transformación de la humanidad en su conjunto, desde los oprimidos y los pobres.[3].

En ese sentido, ella se sitúa más cerca de los sicarios que de los celotas nobles y nacionalistas (como Zacarías). Su movimiento, de origen proletario o campesino, puede presentarse como una religión laical, centrada en la experiencia del señorío absoluto de Dios y de su libertad, en una línea inspirada por Abraham.

Ciertamente, en los momentos más sangrientos de la rebelión y la guerra contra Roma, muchos sicarios mostraron un aire de dura intransigencia, como portadores de la violencia de los pobres que estalla al fin contra los ricos. Pero en el fondo ellos querían ser representantes de un igualitarismo pacífico de todos los desposeídos, destruyendo los archivos oficiales con los documentos de propiedad de los ricos y, quemando los palacios de los sumos sacerdotes y los nobles herodianos, enriquecidos a costa del pueblo, a fin de que todos pudieran ser hermanos [4].

En esa línea, la parte más antigua del himno de Zacarías sacerdote puede entenderse como expresión de un celotismo sacral,nacionalista y jerárquico, partidario del “cuerno de David”, es decir, de un triunfo político‒religioso de Israel. En contra de eso, María se encuentra espiritualmente más cerca de un tipo de revolución sicaria (pero  no militar), en línea de “salvación” de los pobres, no de triunfo armado de la nación judía.

Ella no era defensora de la guerra militar contra Roma, sino partidaria y portadora de un ideal pacífico (femenino) de revolución universal, igualitaria, partiendo de los hambrientos y oprimidos, un  ideal más fuerte que todas las guerras.  Por eso cuando un tipo de piedad social ha secuestrado la figura de María para anestesiar a los pobres y servir a los ricos está traicionando al evangelio. Leer más…

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