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Un canto de amor a la viña.

Domingo, 8 de octubre de 2017
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red-vineyards-vincent-van-gogh-12483405-723-575Mt 21, 33-43

El símbolo de la viña nos está acompañando desde hace varias semanas. Dos domingos atrás contemplábamos a Jesús explicando a sus discípulos a qué se asemeja el Reino de los Cielos, a través de una parábola sobre un propietario que, desde el amanecer hasta el anochecer, contrata jornaleros para su viña y, al final del día, paga lo mismo a todos.

El domingo pasado el evangelio nos presentaba al Maestro contando una nueva historia –esta vez a los sumos sacerdotes y a los ancianos- en la que los protagonistas son los dos hijos de un hombre que pide a ambos que vayan a trabajar a la viña. La respuesta del primero fue negativa sin embargo, más tarde, se arrepintió de lo dicho y fue a trabajar. El segundo hijo, en cambio, respondió afirmativamente a su padre, pero finalmente no cumplió su palabra. La narración acaba con una sentencia de Jesús acusando a sus oyentes de ser como el segundo hijo y afirmando que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el Reino de Dios.

Hoy el evangelio nos invita a escuchar a Jesús dirigiéndose, de nuevo, a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo y escogiendo, una vez más, el símbolo de la viña. En esta ocasión, y en progresión ascendente con respecto a las anteriores, la parábola que Jesús cuenta es tremendamente impactante. Tal y como comienza la narración y, después de haber leído la primera lectura de Isaías con su canto de amor a la viña (Is 5,1ss), no podemos más que imaginarnos el amor y la ternura del propietario de una viña que, con sus propias manos la planta, la rodea con una cerca, cava en ella un lagar y hasta construye, para protegerla, la casa del guarda. La mima y cuida y, tras atender hasta el último detalle, la confía a unos labradores.

Lo doloroso comienza en el momento en el que, al enviar a sus criados para recibir los frutos de la viña, el dueño ve cómo uno tras otro es apaleado, apedreado o asesinado por estos labradores hasta llegar a un final desgarrador: el asesinato del heredero de la viña, de su propio hijo. Jesús concluye el relato declarando con firmeza a los oyentes: “se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

Tras todo este recorrido se hace innecesario explicar el símbolo de la viña y, puesto que el evangelio de Mateo fue escrito en el seno de unas primeras comunidades cristianas procedentes del judaísmo, podemos entender aún mejor que, para este evangelista, la viña es símbolo del pueblo elegido y que el propietario no es otro sino Dios que ha ido enviando uno a uno a sus profetas hasta llegar a enviar a su propio hijo Jesucristo. Los labradores son esos sumos sacerdotes, senadores y ancianos que le escuchan, los jefes religiosos de su tiempo, que en lugar de entregar los frutos de la viña -el derecho y la justicia a las que se refiere el texto de Isaías-, entregaron lo que el mismo profeta expresa como asesinatos y lamentos.

Una parábola dura, pero que hoy es también Palabra que se dirige a nosotros. Puede suceder que nos cueste identificarnos con esos labradores “egoístas y malvados” que parecen querer la viña para ellos solos. Sin embargo, seguramente se nos hará más cercana la historia si pensamos que esa alegoría hace referencia a la actuación de los responsables religiosos judíos. Aún más si somos capaces de observar a estos dirigentes sin prejuicios adquiridos y comprender que su actuación no surge del egoísmo y la maldad, sino de un celo real por la Ley, por el culto, por aquello que ellos habían aprendido como “lo deseado por Dios”.

Cuando, en nuestra jerarquía de valores, lo relativo queda por encima del Absoluto; cuando nos preocupamos por “cumplir”, pero no por cuidar la relación con el Propietario de la viña a la que hemos sido enviados, podemos estar actuando como los trabajadores de la parábola. Los labradores, de hecho, hicieron bien su trabajo. A diferencia de la lectura de Isaías, en la que se explica que en lugar de dar uvas, la viña da agrazones, en el evangelio no se cuestiona que la viña haya dado frutos. Lo que se pone en cuestión es el modo en el que los labradores se han situado en esa viña, no llegando a reconocer que dichos frutos no les pertenecían a ellos sino al dueño de la misma.

También la viña puede ser para nosotros hoy símbolo de nuestra casa común, la Madre Tierra. El Dios de la ternura, de la humanidad y el cuidado ha puesto en nuestras manos una viña que ha embellecido y preparado para dar abundantes frutos. Como a los labradores de la parábola, también a nosotros nos hace co-creadores con Él en su obra, para que la cuidemos, protejamos y amemos, posibilitándole dar todos sus frutos. También para que la disfrutemos, pero conscientes de ser obreros en ella, no dueños de la misma. El Dios de la entrega y del amor extremo nos invita a relacionarnos con Él, a acoger esta encomienda y a reconocer que todo es del Hijo, quien será la piedra angular de nuestra vida si lo acogemos y sabemos entregarle todo lo que hemos recibido. Sólo de esa manera nuestra viña dará su fruto y sabremos trabajar en ella desde la creación de lazos de fraternidad y entendimiento, junto a otras y otros que también fueron llamados a cuidar de ella. Y así, unidos en el Hijo, continuaremos cantando un canto de amor a la viña.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Le empujaron fuera de la viña y lo mataron.

Domingo, 8 de octubre de 2017
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

tn_vinadores0401. LE EMPUJARON FUERA DE LA VIÑA Y LE MATARON.

Llevamos tres domingos escuchando parábolas que Jesús dirige a la clase religiosa dirigente: la de los que van a trabajar a distintitas horas del día, pero todos reciben el mismo salario: un denario (Mt 20,1-16), la parábola de los dos hijos que van o novan a trabajar (Mt 21, 28 32) y esta parábola de hoy, de los viñadores homicidas, (Mt 21,33-43).

Los viñadores homicidas es la parábola más dura de los evangelios contra los dirigentes religiosos del judaísmo. Describe la causa de la muerte de Jesús en cruz. Fue el poder religioso, unido al poder civil, quienes planificaron su muerte. Jesús, consciente de la muerte que le esperaba, con esta parábola les echa en cara su rechazo y su ingratitud.

¿Por qué los religiosos del judaísmo rechazaron a Jesús e hicieron fracasar el plan de Dios sobre Israel? Porque no quisieron perder su seguridad, su poder prestigio, poder, bienestar económico, etc.

Probablemente esta parábola se escribió después del año 70 (destrucción de Jerusalén) y los cristianos quedaron excluidos del mundo judío. La viña (Jerusalén) quedó arrasada y los cristianos pudieron interpretar como que pasó a otro pueblo, a la Iglesia.

Esta parábola no debe dar pie para un antisemitismo larvado.

Esa misma actitud de búsqueda y afincamiento en el poder, en la seguridad puede darse también en nosotros. La visión y lectura de la vida que se tiene cuando se confía en el poder en la política, en la religión, es muy distinta a la visión que tenía Jesús de la vida. Si alguna “alergia” tenía Jesús era al poder y se lo hizo notar muchas veces a sus discípulos. Los príncipes de la tierra tiranizan y oprimen, entre vosotros no ha de ser así, (Mt 20-26). Jesús tampoco fue un hombre de poder ni político, ni religioso, ni económico. Más bien fue pobre, crítico con los poderes religiosos.

Las religiones dividen y enfrentan a las gentes religiosas (JM Castillo): pensemos es las rupturas y conflictos a lo largo de la historia de la Iglesia, pensemos en el Islam. Cuando las religiones creen que son las únicas, las que poseen la verdad, pretenden autoafirmarse y son motivo de odios, divisiones y conflictos.

Es la misma situación con la que se enfrentaron los sacerdotes del templo de Jerusalén y los poderosos de su tiempo (viñadores homicidas) ante el mensaje de Jesús.

¿Qué otro sentido puede tener el actual enfrentamiento religioso de cardenales, obispos, curas, movimientos religiosos ante el espíritu evangélico de Francisco?

02. LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS ARQUITECTOS ES AHORA LA PIEDRA ANGULAR.

La imagen de la piedra angular es muy empleada en la Biblia. El salmo 117 está construido en torno a la alegoría de la piedra angular. También se emplean símbolos semejantes: el fundamento de la vida, (salmos 17 / 30). Dios es la roca que nos salva, (salmo 94).

En la vida necesitamos:
o por una parte, estar bien cimentados: fundamentación en Dios, criterios, saber “dónde pisamos.
o Por otra parte necesitamos apoyarnos en alguien. ¡Cuánto se agradece -especialmente en momentos de dificultad- encontrar apoyo y comprensión en una persona amiga, en un familiar, en el médico, etc!

¡Cuántas veces nos sobreviene la dificultad: una crisis, un problema grave de salud, una mala situación psicológica, familiar, una crisis con las instituciones, etc! En esos casos y siempre, necesitamos un cimiento sólido, una roca donde apoyarnos, la piedra angular.

Para el pensamiento cristiano la piedra angular de la existencia, el fundamento y la roca que cimienta la vida, no está en las urnas, ni en el poder militar ni en las urnas, ni en los parlamentos, ni en la religión que pretende “comprar a Dios”, ni en el dinero, ni en la ciencia sino en aquello que desecharon los arquitectos, la confianza en la hondura, en la profundidad de la vida, que es Dios.

images02. LA SUPERFICIALIDAD Y LA PROFUNDIDAD DE LA VIDA.

Digo en la profundidad de la vida

Nuestra vida puede transcurrir en la “cresta de la ola”, en la superficialidad de las cuestiones políticas, nacionales, económicas, eclesiásticas, etc. Podemos perdernos en diatribas jurídicas, institucionales, reuniones, palabrería y / o divertimentos.
Hay “un momento” en la vida en el que “tocamos fondo”, la profundidad. La profundidad de la vida es Dios. Dice un teólogo que: Si sabéis que Dios es la profundidad de la vida, sabéis mucho acerca de Él. Esa es la roca que nos salva. Esa es la piedra angular. Ahí hemos de llegar, afincarnos.

Los caminos de la profundidad pueden ser muy dispares. A veces la angustia, en otras ocasiones el fracaso, quizás la enfermedad, en ocasiones la amabilidad, también la estética.

Es como la música: Mozart es claro, diáfano, pero se ve la profundidad en las aguas cristalinas. Wagner son mareas de aguas oscuras y turbulentas (como Simón and Garfunkel) en los que la profundidad es más confusa y abisal.

Siempre hay un nivel, una cota mayor de profundidad. No existe nada realmente importante que sea demasiado profundo para nadie. Nunca hemos tocado el fondo del amor, de la libertad, de la justicia, de la paz. Siempre hay una profundidad mayor y esa profundidad es Dios

03. EL EVANGELIO DE JESÚS NOS LLAMA A LA PROFUNDIDAD.

JesuCristo no nos llama a un sistema religioso, a una moral, a una ultra-ortodoxia eclesiástica. JesuCristo no coincide con lo eclesiástico. Estas cosas les gustan y son el arma que emplean muchos jerarcas de las iglesias, pero JesuCristo nos llama a la profundidad donde Tú, Señor, me sondeas y me conoces, (Salmo 139)

La historia de la humanidad es un continuo adentrarse por la terra ignota que somos nosotros mismos. Místicos, poetas, filósofos, científicos, han pensado y han recorrido largos tramos de introspección humana. Siempre hay un nivel mayor de profundidad, porque la profundidad es Dios:

El nombre de esta profundidad infinita e inagotable y el fondo de todo ser es Dios. Esta profundidad es lo que significa la palabra Dios. Y si esta palabra carece de suficiente significación para vosotros, traducidla y hablad entonces de las profundidades de vuestra vida, de la fuente de vuestro ser, de vuestro interés último, de lo que os tomáis seriamente, sin reserva alguna. Para lograrlo, quizá tendréis que olvidar todo lo que de tradicional hayáis aprendido acerca de Dios, quizás incluso esta misma palabra, pero si sabéis que Dios significa profundidad, ya sabéis mucho acerca de Él. Entonces ya no podréis llamaros ateos o incrédulos. Porque ya no os será posible pensar o decir: la vida carece de profundidad, la vida es superficial, el ser mismo no es sino superficie. Si pudierais decir esto con absoluta seriedad, seríais ateos; no siendo así, no lo sois. Quien sabe algo acerca de la profundidad, sabe algo acerca de Dios.

Esa es nuestra piedra angular. Podemos vernos débiles y hundidos en la vida, al descansar en Dios, todo está en su sitio y en paz. Descansemos en esa piedra angular que es Dios, un Dios que es amor y en el amor no hay lugar al temor, (1Jn 1,18).

images-104. AL FINAL, EN LA PROFUNDIDAD ESTÁ LA ALEGRÍA.

La vida se ventila y se resuelve en la profundidad. Allá es donde uno piensa, ama, decide y se entrega, en “el país de la profundidad”.

Al fondo del camino, en la profundidad de la vida, encontramos el ser: Dios.

El camino que nos lleva hacia el ser es la actitud de Éxodo y de Emaús. El desierto siempre es duro. Pero al final de este camino nos espera un gozo profundo. La profundidad de la vida entraña el encuentro consigo mismo y con la verdad. El encuentro con la Verdad y la aceptación de la propia verdad produce un humilde realismo, serenidad y gozo.

El mundo es profundo, y más profundo de lo que pensaba el día; profundo es su dolor; la alegría es más profunda que la pena. El dolor dice: ¡Pasa y termina! Pero toda alegría quiere la eternidad, quiere la profunda, honda eternidad.

CRISTO ES NUESTRA PIEDRA ANGULAR

 

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“Recapacitó y fue.” Domingo 01 de octubre de 2017. 26º Domingo de Tiempo Ordinario

Domingo, 1 de octubre de 2017
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49-OrdinarioA26Leído en Koinonia:

Ezequiel 18,25-28: Cuando el malvado se convierte de su maldad, salva su vida.
Salmo responsorial: 24: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Filipenses 2,1-11: Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Mateo 21,28-32: Recapacitó y fue.

La conversión de aquellos que el sistema religioso considera pecadores debería ser una señal profética con el poder de arrastrar a todos hacia el camino del bien. Sin embargo, esto no es lo que ocurre. Cada sistema religioso organiza sus valores en escalas jerárquicas en las que cuenta más la posición que la propia conciencia. El profeta Ezequiel y el evangelio se refieren a esta terrible realidad: los que se consideran a sí mismos salvados son incapaces de cambiar su manera de pensar para abrirse a la acción de Dios. Los más ilustres representantes de la religión (sacerdotes judíos, fariseos, escribas, etc.) incurren en el pecado de la falsa conciencia religiosa, es decir en la pretensión injustificada de considerarse salvados por sus propios méritos y no por la gracia de Dios. Pablo nos presenta una aguda reflexión sobre este problema y nos llama la atención sobre aquellos elementos de discernimiento que nos permiten evaluar nuestras prácticas cotidianas a la diáfana luz del amor misericordioso y del servicio solidario.

El profeta Ezequiel llama la atención a su pueblo, envuelto en intrigas, enajenado por las permanentes conspiraciones contra el imperio babilonio. La situación era extremadamente precaria luego de la primera deportación en el año 597 a.e.c. Los líderes del pueblo habían sido obligados a marchar a tierras extranjeras y vivían en condiciones extremadamente precarias. La situación en Jerusalén era extremadamente volátil. La falta de discernimiento, la manipulación de los sentimientos patrióticos y el oportunismo de los nuevos lideres los dejaban a la merced de una nueva y devastadora intervención de Babilonia como efectivamente ocurrió en el año 587 a.e.c. En medio de tanta tensión, caos y confusión el profeta hace un llamado a la cordura y al buen juicio. La falsa consciencia religiosa estaba inflando los planes de las autoridades del Templo y de los altos funcionarios de la corte. Se consideraban a sí mismos propietarios de la salvación y personas más allá del ‘bien y del mal’. Ezequiel los llama a la humildad y la honestidad, al servicio al pueblo y a la justicia, pues, en nombre del bien de la patria no cesaban de cometer crímenes e injusticias que contradecían el fundamento jurídico y ético de la alianza de Yahvé con su pueblo. Considerarse a si mismo justo, mientras se comenten las peores atrocidades no es sino un engaño inútil. El bien consiste en el respeto del derecho y en la práctica de la justicia.

La parábola que hoy nos propone Jesús, denuncia igualmente la falsa conciencia religiosa. La viña es la realidad del mundo, en la que el trabajo siempre es arduo y urgente. A esa viña el Padre envía a sus dos hijos. La respuesta de los dos es ambigua. Sin embargo, sólo el compromiso del que inicialmente se había negado al trabajo nos permite descubrir quién actúo coherentemente. De este modo Jesús denuncia a aquellos dirigentes y a todo el pueblo que públicamente se compromete a servir al Señor, pero que es incapaz de obrar de acuerdo con sus palabras. Actitud que contrasta con aquellos que aunque parecen negarse al servicio, terminan dando lo mejor de sí en la transformación de la viña.

Esta parábola plantea un dilema que pone al descubierto la praxis de sus oyentes y que, leída a la luz de los acontecimientos de la época de Jesús nos muestra cómo los que eran considerados pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la voz del profeta. La conversión no es un asunto de solemnes proclamas o de prolongados ejercicios piadosos, sino un llamado impostergable a la justicia y al discernimiento. Las palabras de Jesús herían la sensibilidad religiosa de sus contemporáneos que se consideraban auténticos seguidores de Yavé e inigualables hombres de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran consideradas una lacra social: las prostitutas y los publicanos.

Prostitutas y publicanos no sólo eran profesiones terriblemente despreciadas, sino que quienes las ejercían eran considerados personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra, con los hechos, que ni siquiera la presencia de un profeta tan grande como Juan Bautista es capaz de transformar las conciencias anquilosadas y estériles de aquellos que se consideran salvados únicamente por el alto cargo que ejercen en el aparato religioso.

Pablo nos muestra la misma realidad, desde el interior de la comunidad cristiana. Los creyentes, por sus mismas buenas intenciones, están más expuestos a crearse una falsa conciencia religiosa que los lleve a considerarse superiores a los demás o definitivamente salvados. El único criterio para determinar la autenticidad de las prácticas cristianas es lo que el llama ‘entrañas de misericordia’, o sea, el amor incondicional por aquellas personas excluidas y víctimas de la opresión y la miseria. Para Pablo, los cristianos no se pueden examinar únicamente a la luz de criterios piadosos, sino a la luz de la práctica de Jesús que actuó siempre en el mundo con entrañas de misericordia.

Más allá de una interpretación limitada al contexto judío del momento de Jesús, esta palabra suya puede y debe elevarse a categoría universal y a principio teórico: el de la primacía del hacer sobre el decir, de la praxis sobre la teoría. Un hermano dijo que sí, muy dispuesto, pero sus hechos desmintieron sus palabras: su palabra verdadera, su palabra práctica, fue un no. El otro hermano pareció estar desde el princpio fuera del camino de la salvación, por sus palabras negativas e inaceptables; pero a pesar de sus palabras, él de hecho fue a la viña, «hizo» la voluntad del Padre. Decir/hacer, teoría/praxis: el Evangelio está claramente decantado a un lado, sin vacilaciones, en estas disyuntivas. Leer más…

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Dom 01.10.17. Publicanos y prostitutas os preceden en el Reino

Domingo, 1 de octubre de 2017
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22089859_863339983843195_3322836024810394500_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 26. Mt 21, 28-32. Evangelio escandaloso, consolador. exigente:

 Jesús no dice “os precederán” (en el cielo futuro), sino que os están precediendo ya (en este mundo), en el camino concreto de Jerusalén, para instaurar el Reino, abriendo con Jesús el camino de la nueva humanidad (libertad, justicia), desde su sufrimiento y opresión, no los grandes “gurús” (sacerdotes) y los diputados (presidentes de reinos o repúblicas)

— Jesús no dice esta palabra a la gente de la calle en general , que bastante tienen con vivir, sino a los “sumos sacerdotes y ancianos/senadores”(Mt 21, 23), que son las autoridades religiosas y civiles. A diferencia de esos sacerdotes/senadores, enrocados en su verdad parcial (y en el fondo falsa), “ellas y ellos”, en pareja de hecho, prostitutas y publicanos, pueden toman y toman el camino de la nueva humanidad liberada, porque sufren y “creen”, y pueden convertirse al amor.

— Jesús viene de “discutir” con sacerdotes y políticos (senadores), y ha visto que no cambian, no pueden cambiar, de manera que (al menos por ahora) les ve irrecuperables, en Roma y Samarcanda,en Madrid y Barcelona, para iniciar con ellos el camino de la nueva humanidad. Han tomado “sus puestos de mando” y no los dejan. Navegan sin vacilación hacia el desastre. Por eso inicia el camino con publicanos y prostitutas, que tienen al menos un resquicio de amor, una bocanada de esperanza.

— En este momento (1.10.17) muchos “sacerdotes/senadores” de Madrid y Barcelona hablan de justicia, legalidad y futuro…pero nuestro Jesús de publicanos y prostitutas, tras haber discutido mucho con ellos, descubre que no pueden cambiar, están enrocados en su pequeña verdad falsa, no quieren que haya una para todos. Quizá se puedan salvar para el cielo futuro, pero en ese mundo no tienen ya nada que hacer, bien lo han demostrado.

Ciertamente, hay otros poderes importantes, civiles y/o religiosos, empresarios y gente del “teatro”, jueces y soldados del imperio que hace lo que saben y pueden en su campo. Pues bien, tampoco en ellos confía Jesús para cambiar la humanidad y crear el Reino… Al contrario, él escoge como primeras en el camino, como compañeras y colaboradoras a las prostitutas (con los publicanos).

Texto para temblar, texto para saltar de alegría. Si no estuviera en el evangelio habría que inventarlo, pues nos habla de los verdaderos constructores del “reino”, es decir, de la nueva humanidad, ya aquí, en ese mundo.

Hombres como M. Foucault (Historia de la sexualidad), han comprendido esta palabra de Jesús mejor que miles de eclesiásticos. Miles de prostitutas (prostituidas, víctimas sexuales, utilizadas y expulsadas de la buena sociedad…) han sido y son el punto de partida y centro del camino de Reino de Jesús. No sé si lograré decir algo de lo que quiso afirmar Jesús, que sabía bien.

Como en días anteriores, tomo la base del texto de mi Comentario al Evangelio de Mateo. Buen día a todos, día alegre, porque si nos preceden puede haber también lugar para nosotros.

TEXTO

imagesEn aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acerco al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” Contestaron: “El primero.” Jesús les dijo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis. (Mt 21, 28-32)

INTRODUCCIÓN

De los publicanos (tema de dinero) he hablado con más frecuencia en este blog, por eso insisto hoy más en el casode las prostitutas, para ocuparme después, sencillamente, del texto de Jesús, dejándolo ante los lectores, para que ellos vean, entiendan, comenten.

Prostitutas

La prostitución aparece en la Biblia desde los tiempos más antiguos tanto en la tierra de Israel como en los países del entorno (Gen 28, 15), como en los países del entorno (Jc 16, 1; Prov 2, 16; 29, 3). Podemos citar dos casos que tratan de ella: (a) un sacerdote, y sobre todo el Sumo Sacerdote, no puede casarse con una prostituta, pues ello implicaría un riesgo para su santidad y, sobre todo, para la limpieza genealógica de sus hijos (cf. Lev 21, 7.14); (b) un padre no puede prostituir a su hija para lograr así ganancias económica (cf. Lev 19, 29).

En estos casos, la prostitución se utiliza en su sentido literal. Pero, como suele suceder en otros pueblos, las palabras vinculadas con la prostitución han tomado pronto un carácter simbólico, de tipo casi siempre religioso y negativo.

En este contexto debemos poner de relieve el hecho de que, por contaminación patriarcalista, el Antiguo Testamento presenta como prostitutas a mujeres que no lo son en sentido alguno, sino que poseen y ejercen una independencia social que las hace autónomas ante la sociedad o ante su misma familia. Los casos más famosos son los de Rajab, la «hospedera» de Jericó, que recibe a los espías de Israel (Jos 2, 1-3; 6, 17-25), y la «concubina» del Levita de Jc 19, 1-3. Ellas no son prostitutas en el sentido normal del término, sino mujeres que gozan de una libertad especial, sea en contexto social, sea en contexto matrimonial.

(1) Casos especiales. Evocamos algunos casos en los que el simbolismo de la prostitución tiene un papel importante para la Biblia.

(a) Prostitutos sagrados. Han sido especialmente condenados en Israel los prostitutos y prostitutas agrados (llamados «santos» y «santas»: de la raíz qds), vinculados al culto de algunos tempos cananeos o de otras ciudades del entorno. En este contexto se sitúa la famosa ley del Deuteronomio: «No traerás la paga de una prostituta ni el precio de un perro [=prostituto sagrado] a la casa de Yahvé tu Dios por ningún voto; porque abominación es a Yahvé tu Dios tanto lo uno como lo otro» (Dt 23, 18); en este contexto parece suponerse que en algún momento ha existido dentro del mismo templo de Yahvé algún tipo de prostitución sagrada.

img_2596El caso más significativo de prostitución sagrada, de tipo perverso, es la que está vinculada con el culto a los ídolos que, al menos desde Oseas, aparecen como amantes falsos (vinculados a veces con prácticas sexuales que la religión de Yahvé condena como inmorales). Entendida así la prostitución es el pecado nacional de Israel, como supone Os 2, 1; Is 1, 21; Jer 13 27. Especialmente significativo es, en ese contexto, el largo capítulo de Ez 16, dedicado a las prostituciones de las dos doncellas de Dios, Israel y Judá.

(c) Las prostitutas os precederán en el Reino de los cielos.

El Nuevo Testamento conserva los diversos sentidos de la palabra. Así, dentro de la retórica moral del tiempo, hallamos algunas condenas generales de la prostitución, como la que aparece la crítica del hermano mayor de Lc 15, 30 o de 1 Cor 6, 15-16. Pero la novedad mayor del evangelio aparece allí donde Jesús viene presentarse como el Mesías o cristo de las prostitutas, a las que se acerca sin condenarlas (cf. Mt 21, 32; cf. Lc 7, 34), diciendo que ellas, con los publicanos, son los que “preceden” a los otros en el (camino del) Reino de Dios. Ellas son las primeras, las adelantadas de la gracia de Dios, son constructoras del Reino, es decir, de la nueva humanidad, ya aquí, en un sentido “social”, personal.

¿Por qué dice Jesús que las prostitutas os precederán…?

PORQUE DIOS ES DIOS, Y ELLAS (Y ELLOS) SON SUS HIJOS

Está el hijo mayor que dice cumplir, pero no cumple; que dice que va, pero no va. Es como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo… ¡Qué pena de Dios Padre con estos hijos!

Pero Dios tiene otros hijos… que dicen que no van… pero en el fondo van. Éstos son como el hijo pródigo: son los capaces de escuchar al Padre… Son los que pueden hacer camino de Reino, porque dejan que el Padre les alumbre con su amor.

PORQUE FUERON CON JESÚS DONDE JUAN BAUTISTA

Jesús no habla de oídas… Él conoce bien a los publicanos y prostituías, porque ha compartido con ellos la escuela de Juan Bautista. Ciertamente, no todos los publicanos y prostitutas fueron… pero fueron algunas, las suficientes para descubrir que Dios abre con ellas un camino de salvación. Ellas formaron parte de “la escuela” de Jesús, es decir, de la escuela donde Jesús escuchó la voz de Dios, con pecadores y prostitutas.

Jesús no vino a aprender a un “seminario de santos” (para que le dieran un buen Master de Buen Reino) sino a una escuela donde se juntaban publicanos y prostitutas, para dejarse cambiar por la gracia de Dios, por el Reino.

PUBLICANOS Y PROSTITUTAS LE CREYERON

Creyeron a Juan, creyeron en Dios… Muchos de los “grandes” constructores del Templo Oficial (piedras sublimes de la masonería de Nueva Humanidad) sólo quieren construirse a sí mismos, construir su templo. No creen en Dios, no creen en la gracia, creen en sí mismos… Por el contrario, muchos publicanos y prostitutas “creyeron”, es decir, aceptaron la existencia de un misterio de gracia… No buscaban “su” salvación, se dejaron encontrar por “la salvación de Dios” (como dirá San Pablo, en el centro de todo su mensaje). Leer más…

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Los gais y lesbianas os llevan la delantera. Domingo 26. Ciclo A.

Domingo, 1 de octubre de 2017
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4-April-Orthodox-Calendar-2013Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El título intenta ser tan provocador e hiriente como las palabras del evangelio. Pero los únicos que deben sentirse heridos son los que desprecian a gais y lesbianas, igual que los antiguos judíos que despreciaban a prostitutas y publicanos (recaudadores de impuestos)

Lucha a muerte en el recinto del templo

La liturgia, saltándose numerosos relatos evangélicos, nos traslada de repente a la inmensa explanada del templo de Jerusalén, en el día que nosotros conocemos como lunes santo. El día antes, Jesús ha entrado triunfalmente en Jerusalén, ha purificado el templo, expulsando a vendedores de animales y cambistas de monedas, y ha curado en el recinto sacro a cojos y ciegos, personas a las que les estaba absolutamente prohibida la entrada en el templo. Es fácil imaginar la indignación de los sacerdotes y de los escribas (representantes de moralistas, canonistas y teólogos). Ese día, domingo de ramos, se limitan a protestar. Pero al día siguiente, cuando Jesús vuelve a Jerusalén y al templo, todos los grupos con poder religioso y político se irán turnando para ponerlo en aprieto con las preguntas más comprometidas y poder condenarlo.

            La primera pregunta, la más directa, la formulan los sacerdotes y los senadores (representantes del poder político), pensando en lo ocurrido el día antes: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado esa autoridad?» Jesús se encuentra ante una disyuntiva. Si responde: «De Dios», lo pueden acusar de blasfemo. Si dice: «de mí mismo», lo considerarán un loco o un vulgar revolucionario. Evita la respuesta directa y les tiende una trampa. Ya que ellos son los jueces religiosos de Israel, y como tales lo interrogan, que den su opinión sobre otro personaje famoso: Juan Bautista. «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres?» Ellos, viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro, responden: «No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os digo con qué autoridad hago esto». E inmediatamente pasa al contrataque, con una parábola que sólo transmite el evangelio de Mateo: la de los dos hijos (21,28-32).

Obras son amores, y no buenas razones

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

― ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”  Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?

Contestaron:

― El primero.

Jesús les dijo:

― Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.

           La historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos caen en la trampa. Un padre y dos hijos. ¿Quién cumple la voluntad del padre? ¿El hijo protestón y maleducado que termina haciendo lo que le piden, o el hijo amable y sonriente que hace lo que le da la gana? La respuesta es fácil: el primero. Lo importante no es decir palabras bonitas; tampoco importa protestar mucho. Lo importante es hacer lo que el padre desea. «Obras son amores, y no buenas razones».

            Pero Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de mala manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma aparentemente piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las palabras hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al final te conviertes, que pertenecer a cualquier organización o institución religiosa y ser incapaz de convertirse.

            ¿En qué consiste la conversión? Nueva sorpresa. No se trata de aceptar a Jesús y su mensaje, sino a Juan Bautista, que mostraba el camino de la justicia, de la fidelidad a Dios, como primer paso hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde indirectamente a la pregunta que no habían querido responder las autoridades: «¿de dónde procedía el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo de Juan era cosa de Dios, su predicación marcaba el camino recto. Las prostitutas y los recaudadores, representados por el hijo protestón, pero obediente, creyeron en él. Las autoridades religiosas, representadas por el hijo tan amable como falso, no le creyeron.

¿Tirando piedras contra el propio tejado?

Lo curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse contra Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna de crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen, personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir, ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal.

            Además, el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos piadosos de nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y si en algo tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan extrañas y discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero, Pedro Casaldáliga o el Papa Francisco.

Así adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar en ese reino, hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un corte drástico y doloroso con la vida anterior. La institución religiosa seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el argumento de la parábola para recha­zar a Juan y a Jesús. Pero el Reino se irá incrementando con esas personas indignas de crédito, pero que creen en quien les muestran el camino de una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas personas que, como dice el profeta Ezequiel en la primera lectura, son capaces de recapacitar y convertirse.

Así dice el Señor: Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.

Nota final

Para explicar el evangelio de este domingo he tenido que remontarme a diversos episodios anteriores. Por desgracia, la liturgia usa la técnica del zapping, saltando de un episodio a otro sin la menor lógica. Espero que dentro de dos o tres siglos se realice una mejor selección de los textos litúrgicos. Que así sea.

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Domingo XXVI. 01 de octubre, 2017

Domingo, 1 de octubre de 2017
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d26

“Luego se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él respondió: “Voy, Señor”. Pero no fue.”

(Mt 21, 28-30)

Supongo que a todos nos gustaría ser el tercer hijo. El que no sale en la parábola, quizá porque es el que nos la cuenta. Ser como Jesús, que dice que va a la viña y no solo va sino que se deja matar por la viña. Se entrega.

Sí, nos gustaría. Por eso el cristianismo es precisamente eso: el seguimiento de Jesús. Pero cuando miramos a nuestra Iglesia, a nuestras comunidades. Cuando nos miramos cara a cara a nosotras mismas quizá encontramos más del “segundo hermano” de lo que nos gustaría.

¿Cuantas veces hemos dicho que íbamos a la viña y nos hemos quedado en nuestras comodidades? ¡Y cuántas veces esperamos a que vayan los demás o nos quejamos de que nadie quiere ir mientras discutimos sentadas en el sofá!

Esta viña, a la que nos llama el Padre, es más que un trabajo. Mucho más. Sabemos que debemos ir. Queremos de verdad ir. Y muchos días emprendemos el camino. Muchas horas las pasamos en esa viña. Más de una vez somos el “primer hermano” que dice que no con la boca, pero dice que sí con la vida.

Sin embrago, todavía no somos lo que estamos llamados a ser. No acabamos de ser como Jesús. La buena noticia es que eso no importa. Ni nuestras negativas, ni nuestras ausencias conseguirán que el Padre cambie de opinión. Él volverá, puntualmente, constantemente, con su invitación. Asaltará nuestras vidas una y otra vez, sin cansarse, sin decepcionarse.

Y nosotras seguiremos siendo el primer hermano, el segundo y por supuesto nos iremos pareciendo cada vez más al tercero. Volveremos a levantarnos, quizá con menos fuerzas, pero con un amor más probado, más acrisolado.

Oración

Trinidad Santa, renueva nuestros corazones con tu invitación siempre nueva y retadora. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Rectificar es más humano que hacer alarde de bondad.

Domingo, 1 de octubre de 2017
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d-3-14-3a-semana-tiempo-adviento1-436x321Mt 21, 28-32

Jesús acaba de realizar la “purificación del templo”. En el episodio inmediatamente anterior, los sumos sacerdotes y los senadores, preguntan a Jesús con qué autoridad actúa así. Él les responde con otra pregunta: ¿El bautismo de Juan era cosa de Dios o cosa humana? No se atreven a contestar, y Jesús les cuenta esta parábola. Mateo trata de justificar que la comunidad cristiana se apartara del organigrama religioso judío, pero quiere advertir también a la nueva comunidad, que no debe caer en el mismo error.

En este capítulo, siguen las advertencias a la comunidad. Es muy peligroso creerse perfecto. Lo importante es descubrir los fallos y rectificar lo que has hecho mal. La pura teoría no sirve para nada, solo la vida salva. Lo que digamos o lo que proclamemos son palabras vacías, mientras no vayan acompañadas por una actitud vital, que inevitablemente se manifestará en las obras. En el evangelio de Juan, Jesús pone como instancia definitiva sus obras. “Si no me creéis a mí, creed a las obras”.

El domingo pasado nos hablaba de jornaleros. Hoy nos habla de hijos. En el AT, el pueblo en su conjunto, se consideraba hijo de Dios. Jesús distingue ahora dos hijos: los que se consideran verdaderos israelitas y los que los jefes religiosos consideran pecadores. Recordemos que ser hijo significaba hacer en todo la voluntad del padre. Un buen hijo era el que salía al padre. El que dejaba de hacer la voluntad del padre, dejaba de ser hijo. “¿Quién hizo la voluntad del padre?” quiere decir “¿quién es verdadero Hijo?

Jesús se enfrenta a los jefes religiosos, como respuesta a la radical oposición que ellos le han manifestado. Todos los evangelios dejan clara esa lucha a muerte de las instancias religiosas contra Jesús. Sin embargo, no podemos sacar de estas parábolas argumentos antisemitas. Las prostitutas y los recaudadores de impuestos, que Jesús pone por delante de los jefes religiosos, eran también judíos; y los primeros cristianos eran todos judíos.

Los fariseos no tenían nada de qué arrepentirse, eran perfectos, porque decían “sí” a todos los mandamientos. Consideraban que tenían derecho al favor de Dios, por eso rechazan de plano, el cambio que les propone Jesús. Como los de primera hora del domingo pasado exigen la paga justa por su trabajo. Para ellos es intolerable que Dios pague lo mismo al que no ha trabajado. No se dan cuenta de que su respuesta es solamente formal, sin compromiso vital alguno. El espíritu de la Ley les importaba un pito.

El escándalo está servido: Para Jesús no hay duda, los que se consideran buenos son los malos, y los malos son los buenos. Los primeros eran lo estrictos cumplidores de la Ley, los segundos ni la conocían, ni podían cumplirla. Los primeros ponían su empeño en el cumplimiento externo de las normas. Los otros buscaban una posibilidad de hacerse más humanos, porque se sabían pecadores. Jesús deja claro cual es la voluntad de Dios, y quién la cumple. Pero Jesús da a entender que tanto los unos como los otros, son hijos.

Los recaudadores y las prostitutas os llevan la delantera en el Reino. Es una de las frases más hirientes que pudo decir Jesús a los jerifaltes religiosos. Eran las dos clases de personas más denigradas y odiadas por las instancias religiosas. Pero Jesús sabía muy bien lo que decía. El organigrama religioso-social de su tiempo era represivo e injusto. Que esa situación se mantuviera en nombre de Dios no podía aguantarlo quien había descubierto un Dios, que lo único que quiere es el bien del hombre.

No se alude en el relato a las otras dos situaciones que se pueden dar: El hijo que dice sí y va a trabajar a la viña; y el hijo que dice no, y no va. En estos dos casos no hay posibilidad de equivocarse ni cabe la pregunta de quién cumple la voluntad del padre. Lo que pretende el relato es advertir sobre el engaño en que puede caer el que interprete superficialmente la situación del que dice “sí” y no va; y del que dice “no” pero va.

No debemos engañarnos. La simplicidad del relato esconde una enseñanza fundamental. Como conclusión general, tenemos que decir que los hechos son lo importante, y que las palabras sirven de muy poco. La praxis prevalece siempre sobre la teoría. El evangelio no nos invita a decir primero no y después sí. El ideal sería decir sí y hacer; pero lo maravilloso del mensaje está precisamente ahí: Dios comprende nuestra limitación y admite la posibilidad de rectificación, después de “recapacitar”, dice el texto.

Nuestras actitudes religiosas son incoherentes. Llevamos muchos siglos haciendo una religión de ritos, doctrinas y preceptos. Desde el bautismo decimos “sí voy”, pero nos quedamos siempre en donde estamos. No hay más que ver lo que se entiende por “practicante” para darse cuenta de que no tiene nada que ver con la vida real. Nos estamos yendo cada vez más por las ramas y alejándonos de la raíz del evangelio.

Se nos llena la boca proclamando pomposamente que somos cristianos, pero hay muchos que sin serlo, cumplen el evangelio mucho mejor que nosotros. El fariseísmo se ha convertido en moneda corriente entre nosotros, y damos por hecho que basta hablar del evangelio u oír hablar de él para tranquilizar nuestra conciencia. Hay un refrán que lo expresa muy bien: “Una cosa es predicar y otra dar trigo”.

En la primera lectura ya se nos dice que ni siquiera los mayores fallos son definitivos. Podemos en cualquier momento rectificar la trayecto­ria equivocada. Los errores cometidos pueden ayudarnos a encontrar el camino verdadero. Somos limitados y tenemos que aceptar esta condición porque es parte de nuestra naturaleza. No podemos pretender, ni para nosotros ni para los demás, la perfección. Cuando exigimos a un ser humano ser pluscuamperfecto estamos exigiéndole que deje de ser humano.

Solo la experiencia me dice qué es lo que me deteriora como ser humano y qué es lo que me enriquece. Cuando damos por absoluta una norma nos anclamos en el pasado y nos negamos a progresar. El gran peligro para esta fijación es creer que Dios nos ha dado directamente esa norma. Desde esa perspectiva se siguen cometiendo verdaderas barbaridades en contra del ser humano. El Dios de Jesús nunca puede ir en contra del hombre; las normas que hemos promulgado en su nombre, sí. Entender la religión como verdades, normas y ritos absolutos, es fundamentalismo puro.

También hoy podemos ir un poco más allá de la parábola. Ni siquiera las obras tienen valor absoluto. Las obras pueden ser la manifestación de una actitud vital, pero pueden ser reacciones automáticas desconectadas de nuestro verdadero ser, y conectadas solo al interés egoísta. Los fariseos cumplían escrupulosamente todas las normas, pero lo hacían mecánicamente, sin ninguna sinceridad de corazón. No pierdas el tiempo tratando de situarte en una de las partes. Todos estamos diciendo “no” cada tres por cuatro, y todos estamos diciendo “sí” con una pasmosa ligereza. La vida es una constante rectificación.

Meditación-contemplación

Si a la primera no somos capaces de decir sí,
Dios acepta siempre nuestra rectificación.
Casi siempre acertamos a costa de rectificaciones.
No estamos capacitados para descubrir la meta a la primera.
No deben preocuparnos las equivocaciones.
Pero me debe preocupar que sea incapaz de rectificar.

 Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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No quiero.

Domingo, 1 de octubre de 2017
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imagen114Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma (Miguel de Cervantes)

1 de octubre. Domingo XXVI del TO

Mt 21, 28-32

El hijo le respondió: No quiero: pero luego se arrepintió y fue (v 29)

En las anotaciones al presente evangelio, Schokel comenta que lo que importa no son las apariencias externas, sino el interior de la persona; la observación de unos ritos externos es secundario. En tiempo de Jesús, el legalismo había creado una forma de ser centrada en las apariencias. Jesús sabía que para Dios, que conoce lo secreto del corazón, el hijo verdadero es el que, de hecho, practica la justicia. Esta parábola lo expresa con claridad: las relaciones auténticas con Dios y con los hombres se establecen sobre el compromiso.

Mateo da mucha importancia a las obras. Tanta, que con ellas “Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El hijo del “sí, voy” representa a los indiferentes, el de “no voy” pero va luego, a los observadores estrictos de la ley, jefes y fariseos. Y en la película estadounidense de 1988, dirigida por Sidney Lumet, “Un lugar en ninguna parte”le dice el hijo a su padre: “Tenemos que cuestionar la autoridad; eso me lo enseñaste tú”.

Otro ejemplo nos lo muestra Krzysztof Penderecki (1933), compositor vanguardista y director de orquesta polaco, eterno rebelde de la música clásica, como lo fueron los Beatles de la música moderna en los años sesenta. “Toda mi vida nadé contra corriente”, dijo en una ocasión. Por eso su música no suele dejar indiferente a nadie, y desde hace más de medio siglo entusiasma a gente de todo el mundo, aunque también genera protestas. Cuando no compone, se dedica a plantar árboles y a cuidar de su Jardín Botánico con más de mil seiscientas especies de árboles y arbustos: todo un símbolo de lo que él es y de lo que cree debe ser la vida. Para él, el árbol nos enseña que toda obra de arte –y el vivir lo es– debe tener doble raíz, tanto en el cielo como en la tierra, es decir, en lo mundano y lo divino“Sin raíces, ninguna obra puede persistir”, advierte.

Por mi parte me he sentido árbol creciendo para arriba y para abajo, recorriendo los caminos blancos de la Luz y el Evangelio. Y al recorrerlo, he podido percatarme de que los seres humanos sentimos desilusión cuando, lo que deseamos, no lo conseguimos. Y he conseguido también darme cuenta de que quien conoce las reglas de la vida, acoge sin objeción lo que sucede. Porque, con demasiada frecuencia, el ser humano es afortunado no obteniendo lo que desea. Con frecuencia, lo que suele llamarse mal, no es más que el instrumento que permite que el bien apetecido sea realizado.

Miguel de Cervantes Saavedra fue soldado, y de estas batallas de la vida era gran experto. Lo confirmó diciendo que “Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma”.

Pido al águila –ave de altos vuelos– que me enseñe a ver la Tierra desde las alturas, mis iluminaciones y mis sombras, que también son mías y las quiero.

El ÁGUILA

Tu sueño, a velas desplegadas,
que sienten la montaña, el mar, el bosque.
Que subes sus entrañas
hasta el cielo.
Enséñame a elevar mis pensamientos.

Que descansen
en tu corona real y en el regazo
del Dios que los creó.
Enséñame a ver la tierra
desde las alturas.
Si de día, mis iluminaciones;
si de noche, mis oscuridades,
que también son mías y las quiero.

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Sí o no?

Domingo, 1 de octubre de 2017
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1Hay tantos modos de evitar dar una respuesta clara, de no definirnos, y eso que los españoles tenemos fama de ser directos. En el mundo anglo norteamericano hay una expresión que lo dice todo cuando no quieren mojarse, que como en todos sitios, es frecuente: “creative postponing”, creo que lo entendemos todos, y además con creatividad, con excusas convincentes. Nuestro “dar largas”. Me decía una mujer joven de allí, “eso de ser hija de Dios me resulta fuerte, yo me conformo con ser sobrina”. Sincera la mujer.

Decir sí o decir no, es rotundo, es radical. Es lo que Jesús pide de sus seguidores, sobre todo de aquellas personas que se consideran discípulas. El texto de hoy nos invita a entrar en el significado del sí y del no en nuestro seguimiento y en nuestra vida.

Primero entendamos el texto en su contexto: El pueblo judío dijo “sí” al aceptar la ley de Moisés, pero se niega, a través de los dirigentes, a aceptar la propuesta de Jesús. Sin embargo, los paganos y los pecadores, que primero dijeron “no”, al final son los que aceptan el reino, acogen el proceso de ir entrando en el modo diferente que propone Jesús.

Para Jesús, la fidelidad a Dios no pasa por la observancia de la Ley, sino por la práctica de un amor sin excepciones. Jesús cambia el modo de relación con Dios, al que presenta como él lo vive, no como el distante Dios del Templo, sino como el Abba cercano y comprometido con la vida. Esto desmonta el tinglado de una religión súper estructurada alrededor de las normas y las leyes de pureza, de impureza, de sacrificios como paga por los pecados los cuales han sido determinados por unos jerarcas que imitan a un dios lejano, frío, a quien hay que calmar con ofrendas, que se quedan los sacerdotes…

En lenguaje de hoy diríamos que Jesús “flipa” con esa doblez, y para denunciarla utiliza el inteligente y oriental lenguaje de las parábolas.

La que nos ocupa hoy, la de los dos hijos, va dirigida especialmente a la infidelidad de los dirigentes: dicen pero no hacen; son fieles por fuera pero podridos por dentro… Toda esa gama de expresiones que expresa una indignación en aumento y una compasión más profunda hacia aquellos marginados, considerados pecadores por las leyes hipócritas.

Serán, de hecho, ellos los que acogerán la radicalidad de Jesús, aunque en apariencia sean unos pasotas o critiquen la institución.

Tal vez hoy, uno de octubre, que nuestro país vive una situación muy complicada por falta de diálogo, cuyo término es repetido pero no se practica, podemos preguntarnos qué significa un sí o un no: a un sistema, a unas políticas corruptas… todos y todas debemos reflexionar, ¿por qué quiere separarse una pareja, un país, una autonomía…? La autenticidad del sí y del no nos daría claves de interpretación de la realidad y perspectiva de futuro.

Propongo una segunda o tercera lectura, como en la Lectio Divina, en clave de conversión personal. Ver que estos dos hijos, estas dos posturas o actitudes, conviven dentro de nosotras. Yo soy la hija buena que dice que sí al proyecto de Jesús, y me apunto a muchas movidas, pero cuando me tocan el ego, o el bolsillo, o mi tiempo… entonces doy un “creative postponing”, es decir, no me defino, no me comprometo, no me pillo los dedos.

Y también convive en mí la rebeldilla, la indignada, la que dice que no porque, entre muchas otras cosas que no me gustan, una especialmente me duele en las entrañas: a las mujeres nos tienen retiradas, nos utilizan para lo que necesitan, cuando ellos no llegan… pero cuando dejo que la mirada de Jesús sea más potente que la de “los monseñores de turno” entonces voy, entonces me mojo, me abro, corro para que su proyecto siga, para que nadie lo ahogue, para que nadie pueda estropearlo. Porque he escuchado por dentro algo que ha autentificado mi respuesta “si tú me miras, yo me vuelvo hermosa, como la hierba a que bajó el rocío” (G. Mistral)

Cuando no hay coherencia con nuestras posturas, con nuestro “sí” y nuestro “no”, los psicólogos dicen que se produce ansiedad. Es decir, que el alma chirría porque la persona sufre cierta angustia que puede hacerse crónica. La angustia que produce la doblez, que se puede convertir en rigidez, en un atarse a la ley, o en un sarcasmo hiriente, o en tristeza interior causada por la mediocridad, por la falta de fuelle para correr a colaborar con el proyecto de Jesús.

Es su legado el que está hoy en nuestras manos. La disponibilidad o la pereza, la decepción, la excusa repetida de necesidades familiares que no se acaban nunca, es tema de conciencia. Será lo que tú y yo decidamos. El reino espera, Jesús espera, la tarea está ahí. ¿Quieres colaborar? ¿Sí o no? Tú dirás, yo diré, con la vida.

Magdalena Bennàsar Oliver

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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La verdad no se dice, se hace

Domingo, 1 de octubre de 2017
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imagesDel blog de Tomás Muro, La verdad es libre:

01. SIEMPRE DOS HERMANOS.

Resulta curioso las veces que en la Biblia aparecen dos hermanos: Caín y Abel, (Gn 4,1-2); Esaú y Jacob, (Gn 25,24ss); un padre tenía dos hijos en la parábola del padre y el hijo pródigo, (Lc 15,11ss); en la parábola de hoy también un padre tenía dos hijos… Dos hermanas: Marta y María

Tal vez más que dos hermanos se trata de dos aspectos de un único personaje, que todos llevamos dentro en una especie de “esquizofrenia inevitable”. Probablemente todos somos algo de Caín y de Abel; algo tenemos de hermano mayor cumplidor, prepotente; y algo de hijos pródigos. Todos hablamos mucho y hacemos poco, como en la parábola de hoy.

Al mismo tiempo, en todo ser humano hay algo de la bondad de Abel y del arrepentimiento del hijo menor, además de las incoherencias del hijo al que le dio un “perrenque”, dijo que no iba a trabajar, pero luego se lo pensó y fue.

Las “esquizofrenias” y los dobles momentos antes que de la psicología y de la psiquiatría son de la vida misma y algo de sentido común. Como se dice en estos tiempos, todos somos algo “bipolares”.

02. LA VIÑA.

La viña, los campos de trigo son el pueblo de Dios, la humanidad, la historia en la que hay mucho que trabajar; las más de las veces el trabajo son sencillas, pequeñas tareas, pero son trabajos nobles.

Todos estamos llamados a trabajar en la mies, en la viña del Señor. San Pablo dice un poco estentóreamente aquello de que: quien no trabaje que no coma, (2Tes 3,10).

El trabajo no es solamente un medio de ganarse la vida, sino un modo de construir la propia persona-personalidad y la historia.

Trabajar -en la medida en que uno puede- es bueno y hace bien.

03. OBRAS SON AMORES, QUE NO BUENAS RAZONES.

Así acuñó Santa Teresa esta afirmación que ha pasado a ser un refrán: obras son amores, que no buenas razones. De grandes palabras (palabrería) están llenos los espacios políticos, eclesiásticos y también los personales. Las promesas de las campañas electorales duran hasta el día siguiente de las elecciones. ¡Si la Iglesia fuese conforme a lo que leemos en el Nuevo Testamento, en las encíclicas y documentos!, etc.

O4. ORTODOXIA Y ORTO PRAXIS.

imagessORTO significa: recto / correcto. DOXA: doctrina / pensamiento y praxis: práctica / acción.

Corren tiempos en los que se disfruta buscando recuperar una ultra-ortodoxia que anquilosa la vida y el evangelio, cuando lo que importa es la ortopraxis, es decir la vida.

Muchas veces la ortodoxia tiene poco que ver con lo que hacemos, con la ortopraxis.

o A veces la ortodoxia no es más que una trinchera donde se defienden miedos y posicionamientos ideológicos y religiosos. Algunos movimientos religiosos modernos viven afincados en una super-ortodoxia intransigente, sin significado, pero es el “santo y seña”.

o Otras personas y actitudes hacen la verdad: están con los que sufren, los pobres, el SIDA, ancianos etc., incluso con una doctrina (ortodoxia) muy elemental, incluso no muy puritana para el orden establecido.

La verdad no se dice, se hace.

Esta veta la recogió con energía la Teología de la Liberación.

Es evidente que el papa Francisco se sitúa en la praxis, en el hijo que va a trabajar, incluso aunque sus palabras no lo parezcan. Es también vidente que los que se oponen y se enfrentan con la línea de Francisco son ultramontanos fanáticos que guardan con celo la doctrina, pero no mueven un dedo para ayudar a la humanidad a cargar con el peso de la vida y de la historia (Mt 23,1-12)

Quiera Dios que la ultraortodoxia fundamentalista no pise la praxis evangélica.

05. ¿QUIÉN HIZO LA VOLUNTAD DE DIOS PADRE?

imagess1Lo de Jesús tiene su retranca.

No es un diletantismo exegético, pero conviene leer con atención el cp 21 de Mateo.

Mt 21, 1-27: Jesús, tras expulsar con energía del Templo a los comerciantes, Jesús pronuncia tres parábolas contra los dirigentes religiosos, es decir contra el poder (no contra el pueblo):
Mt 21,29-32 Parábola de los dos hijos

Mt 21,33-46 Parábola de los viñadores homicidas, (el poder crucifica)

Mt 22,1-14 Parábola del banquete del Reino al que no quieren asistir los invitados

La conclusión de la parábola de hoy es desconcertante y osada. Jesús pone modelos de vida algo que escandaliza a los estamentos oficiales. Probablemente nadie se lo creyó entonces, ni hoy, que los publicanos (ladrones legales de impuestos) y las prostitutas, la gente de los cruces de los caminos estarán, están, por delante de nosotros en la viña del Señor, en el Reino.

Nos puede resultar escandaloso y molesto, pero en el cristianismo de Jesús las cosas -gracias a Dios- son así.

 

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“Crisis religiosa”. 5 de octubre de 2014. 27 Tiempo ordinario (A). Mateo 21, 33-43

Domingo, 5 de octubre de 2014
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50-OrdinarioA27La parábola de los “viñadores homicidas” es un relato en el que Jesús va descubriendo con acentos alegóricos la historia de Dios con su pueblo elegido. Es una historia triste. Dios lo había cuidado desde el comienzo con todo cariño. Era su “viña preferida”. Esperaba hacer de ellos un pueblo ejemplar por su justicia y su fidelidad. Serían una “gran luz” para todos los pueblos.

Sin embargo aquel pueblo fue rechazando y matando uno tras otro a los profetas que Dios les iba enviando para recoger los frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto increíble de amor, les envío a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel pueblo terminaron con él. ¿Qué puede hacer Dios con un pueblo que defrauda de manera tan ciega y obstinada sus expectativas?

Los dirigentes religiosos que están escuchando atentamente el relato responden espontáneamente en los mismos términos de la parábola: el señor de la viña no puede hacer otra cosa que dar muerte a aquellos labradores y poner su viña en manos de otros. Jesús saca rápidamente una conclusión que no esperan: “Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca frutos”.

Comentaristas y predicadores han interpretado con frecuencia la parábola de Jesús como la reafirmación de la Iglesia cristiana como “el nuevo Israel” después del pueblo judío que, después de la destrucción de Jerusalén el año setenta, se ha dispersado por todo el mundo.

Sin embargo, la parábola está hablando también de nosotros. Una lectura honesta del texto nos obliga a hacernos graves preguntas: ¿Estamos produciendo en nuestros tiempos “los frutos” que Dios espera de su pueblo: justicia para los excluidos, solidaridad, compasión hacia el que sufre, perdón…?

Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestra mediocridad, nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. Si no respondemos a sus expectativas, Dios seguirá abriendo caminos nuevos a su proyecto de salvación con otras gentes que produzcan frutos de justicia.

Nosotros hablamos de “crisis religiosa”, “descristianización”, “abandono de la práctica religiosa”… ¿No estará Dios preparando el camino que haga posible el nacimiento de una Iglesia más fiel al proyecto del reino de Dios? ¿No es necesaria esta crisis para que nazca una Iglesia menos poderosa pero más evangélica, menos numerosa pero más entregada a hacer un mundo más humano? ¿No vendrán nuevas generaciones más fieles a Dios?

José antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
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“Arrendará la viña a otros labradores”. Domingo 5 de octubre de 2014. 27º domingo de tiempo ordinario.

Domingo, 5 de octubre de 2014
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vineyard parableLeído en Koinonia:

Isaías 5,1-7: La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel
Salmo responsorial: 79La viña del Señor es la casa de Israel.
Filipenses 4,6-9: Poned esto por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros.
Mateo 21,33-43: Arrendará la viña a otros labradores

Algunos seguimos aferrados a un «servicio de la palabra» más apto para generaciones pasadas que para la sociedad actual. Pretendemos hacer oír una «palabra» alejada de la realidad que vivimos, expresada en un lenguaje teórico, con poco sabor de la vida y la problemática de la gente… La inculturación sigue siendo una «materia pendiente» para demasiados predicadores cristianos. Nos preguntamos cómo lograr que nuestro «servicio de la palabra» se inspire y se haga carne en compromisos concretos por la Vida, la Justicia y la Solidaridad concretas, tal como se viven en el día a día…

Miremos a los profetas, que pueden orientarnos en este sentido. Ellos siempre mantuvieron una actitud crítica frente a las instancias de poder y, simultáneamente, vivían en medio del pueblo. Isaías, por ejemplo, no duda en utilizar una vieja canción romántica, sobre una viña, para comunicar con eficacia su mensaje. No teme que lo tilden de coplero de amoríos, o que la gente piense que sus recursos didácticos no están a la altura requerida. Para Isaías lo importante era hacer captar al decadente reino de Judá los peligros evidentes de una política interna ejercida mediante el autoritarismo, la represión y el inmediatismo. Y la maestría de su «servicio de la palabra», comprometido y vital, accesible y a la vez profundo, quedó reflejado en la «Canción de la viña» que hoy escuchamos como primera lectura.

Ocurre otro tanto con la predicación de Jesús, como podemos ver en el evangelio de hoy. Jesús se vale del mismo tema de la viña para expresar su mensaje.

Muchos grupos fanáticos consideraban que la salvación de Israel era la única meta de la historia. Jesús cuestionó duramente esta manera de pensar, por superficial y excluyente. Por eso, muchos líderes sectarios, tanto de derecha como de izquierda, consideraron que Jesús era una amenaza.

Para Jesús el Reino de Dios estaba abierto a todos los seres humanos «de buena voluntad», o sea, todas las personas que tengan como valor primero de su vida el Amor y la Justicia. Porque, como dice esa maravillosa canción litúrgica (el salmo 71), el Reino es «Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gratuidad, Amor». Por eso es por lo que no eran importantes para Jesús las diferencias raciales, de género o de cualquier otro tipo: todas las personas «de buena voluntad», todas las que estén dispuestas a vivir la solidaridad fraterna, están invitadas. Y Jesús no sólo propuso esto como un ideal, sino que lo realizó con su práctica.

Esta manera de actuar y de pensar le acarreó agudos y profundos conflictos con los grupos religiosos y políticos de la época, incluso con sus propios discípulos. Para los hombres ortodoxos, esta apertura del Reino de Dios a los extranjeros, enfermos y pecadoras era absolutamente impensable. Más aún, ellos consideraban que fuera de Israel y de su particular religión no había salvación para nadie. Se consideraban «propietarios» del Reino de Dios.

Jesús los desafía abiertamente, y por medio de esa comparación con la viña, les muestra que la ortodoxia recalcitrante no conduce a la salvación. El profeta de Galilea se burla de las pretensiones privatizadoras de los ortodoxos, y les muestra que Dios entrega el Reino a aquellas comunidades que viven el amor y la justicia. El Reino no es propiedad privada de nadie ni de ningún grupo en particular. Nadie lo tiene asegurado a título de una raza o religión concreta.

Toda la vida y ministerio de Jesús es compromiso con la vida. Sus acciones y palabras convocan a todos a compartir su vida en la nueva realidad humana y mundana que la construcción del Reino va provocando: sus obras poderosas, su acogida hacia los excluidos, el anuncio de la utopía de Dios que abre nuevos horizontes de esperanza en el corazón de los pobres. Éstos y otros signos son manifestaciones de la voluntad del Padre que envía a Jesús para que los hijos e hijas «tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10) y que, por ello, invita a celebrar el retorno del hijo «que estaba muerto y ha vuelto a la vida» (cf. Lc 15,32).

La denuncias de Jesús, por otra parte, nos indican que el mensajero del Dios de la Vida no puede permitir que el ser humano esté permanentemente torturado por experiencias de muerte. Queremos que nuestra vida y nuestro ministerio sean una confesión y un testimonio de nuestra fe en el Dios «que ama la vida» (Sab 11,26). Como seguidores de Jesús sabemos que esta vida se manifiesta y goza en plenitud cuando se pone totalmente al servicio del Reino (cf Mt 10,39).

Jesús, el Hijo del hombre, está dispuesto a dar su vida en rescate por todos (cf Mt 20,28). Nadie le quitó la vida; él la entregó libremente. De él hemos aprendido que ser buen pastor es desvivirse por el rebaño, dar la vida por los hermanos (cf Jn 10,11). En este momento debemos sumarnos a tantos cristianos y cristianas que en los últimos años han optado por servir a la vida, aun a riesgo de perder o complicar la suya propia. Al hacerlo, prolongamos la mejor tradición cristiana, confiados en la intercesión de nuestros hermanos y hermanas mártires. Leer más…

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“Recapacitó y fue.” Domingo 28 de septiembre de 2014. 26º Domingo de Tiempo Ordinario

Domingo, 28 de septiembre de 2014
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two_sonsLeído en Koinonia:

Ezequiel 18,25-28: Cuando el malvado se convierte de su maldad, salva su vida.
Salmo responsorial: 24: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Filipenses 2,1-11: Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Mateo 21,28-32: Recapacitó y fue.

La conversión de aquellos que el sistema religioso considera pecadores debería ser una señal profética con el poder de arrastrar a todos hacia el camino del bien. Sin embargo, esto no es lo que ocurre. Cada sistema religioso organiza sus valores en escalas jerárquicas en las que cuenta más la posición que la propia conciencia. El profeta Ezequiel y el evangelio se refieren a esta terrible realidad: los que se consideran a sí mismos salvados son incapaces de cambiar su manera de pensar para abrirse a la acción de Dios. Los más ilustres representantes de la religión (sacerdotes judíos, fariseos, escribas, etc.) incurren en el pecado de la falsa conciencia religiosa, es decir en la pretensión injustificada de considerarse salvados por sus propios méritos y no por la gracia de Dios. Pablo nos presenta una aguda reflexión sobre este problema y nos llama la atención sobre aquellos elementos de discernimiento que nos permiten evaluar nuestras prácticas cotidianas a la diáfana luz del amor misericordioso y del servicio solidario.

El profeta Ezequiel llama la atención a su pueblo, envuelto en intrigas, enajenado por las permanentes conspiraciones contra el imperio babilonio. La situación era extremadamente precaria luego de la primera deportación en el año 597 a.e.c. Los líderes del pueblo habían sido obligados a marchar a tierras extranjeras y vivían en condiciones extremadamente precarias. La situación en Jerusalén era extremadamente volátil. La falta de discernimiento, la manipulación de los sentimientos patrióticos y el oportunismo de los nuevos lideres los dejaban a la merced de una nueva y devastadora intervención de Babilonia como efectivamente ocurrió en el año 587 a.e.c. En medio de tanta tensión, caos y confusión el profeta hace un llamado a la cordura y al buen juicio. La falsa consciencia religiosa estaba inflando los planes de las autoridades del Templo y de los altos funcionarios de la corte. Se consideraban a sí mismos propietarios de la salvación y personas más allá del ‘bien y del mal’. Ezequiel los llama a la humildad y la honestidad, al servicio al pueblo y a la justicia, pues, en nombre del bien de la patria no cesaban de cometer crímenes e injusticias que contradecían el fundamento jurídico y ético de la alianza de Yahvé con su pueblo. Considerarse a si mismo justo, mientras se comenten las peores atrocidades no es sino un engaño inútil. El bien consiste en el respeto del derecho y en la práctica de la justicia.

La parábola que hoy nos propone Jesús, denuncia igualmente la falsa conciencia religiosa. La viña es la realidad del mundo, en la que el trabajo siempre es arduo y urgente. A esa viña el Padre envía a sus dos hijos. La respuesta de los dos es ambigua. Sin embargo, sólo el compromiso del que inicialmente se había negado al trabajo nos permite descubrir quién actúo coherentemente. De este modo Jesús denuncia a aquellos dirigentes y a todo el pueblo que públicamente se compromete a servir al Señor, pero que es incapaz de obrar de acuerdo con sus palabras. Actitud que contrasta con aquellos que aunque parecen negarse al servicio, terminan dando lo mejor de sí en la transformación de la viña.

Esta parábola plantea un dilema que pone al descubierto la praxis de sus oyentes y que, leída a la luz de los acontecimientos de la época de Jesús nos muestra cómo los que eran considerados pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la voz del profeta. La conversión no es un asunto de solemnes proclamas o de prolongados ejercicios piadosos, sino un llamado impostergable a la justicia y al discernimiento. Las palabras de Jesús herían la sensibilidad religiosa de sus contemporáneos que se consideraban auténticos seguidores de Yavé e inigualables hombres de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran consideradas una lacra social: las prostitutas y los publicanos.

Prostitutas y publicanos no sólo eran profesiones terriblemente despreciadas, sino que quienes las ejercían eran considerados personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra, con los hechos, que ni siquiera la presencia de un profeta tan grande como Juan Bautista es capaz de transformar las conciencias anquilosadas y estériles de aquellos que se consideran salvados únicamente por el alto cargo que ejercen en el aparato religioso.

Pablo nos muestra la misma realidad, desde el interior de la comunidad cristiana. Los creyentes, por sus mismas buenas intenciones, están más expuestos a crearse una falsa conciencia religiosa que los lleve a considerarse superiores a los demás o definitivamente salvados. El único criterio para determinar la autenticidad de las prácticas cristianas es lo que el llama ‘entrañas de misericordia’, o sea, el amor incondicional por aquellas personas excluidas y víctimas de la opresión y la miseria. Para Pablo, los cristianos no se pueden examinar únicamente a la luz de criterios piadosos, sino a la luz de la práctica de Jesús que actuó siempre en el mundo con entrañas de misericordia.

Más allá de una interpretación limitada al contexto judío del momento de Jesús, esta palabra suya puede y debe elevarse a categoría universal y a principio teórico: el de la primacía del hacer sobre el decir, de la praxis sobre la teoría. Un hermano dijo que sí, muy dispuesto, pero sus hechos desmintieron sus palabras: su palabra verdadera, su palabra práctica, fue un no. El otro hermano pareció estar desde el princpio fuera del camino de la salvación, por sus palabras negativas e inaceptables; pero a pesar de sus palabras, él de hecho fue a la viña, «hizo» la voluntad del Padre. Decir/hacer, teoría/praxis: el Evangelio está claramente decantado a un lado, sin vacilaciones, en estas disyuntivas. Leer más…

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Dom 28. IX. 24. Publicanos y prostitutas por el Reino

Domingo, 28 de septiembre de 2014
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

 Domingo 26. Tiempo ordinario, Mt 21, 28-32. Os precederán no sólo en el Reino Futuro de los Cielos, sino en la misma tierra, en este mundo donde el Dios de Cristo va construyendo su morada.

Ellos, varones y mujeres, expulsados, marginados, escoria de la tierra…, son los portadores del Reino de Dios, por encima de los sabios fariseos, de los altos sacerdotes, de los representantes de la Gran Sociedad de las finanzas y la empresa, los ejércitos y mandos que se creen supremos en la tierra.

Ésta es la paradoja, éste el misterio el misterio de la Trinidad hecho Vida en la vida de los hombres . Así lo anuncia y propone este evangelio escandaloso y consolador. No se dice que “os precederán” (en el futuro, en el Reino final del cielo), sino que os preceden ya (en este mundo), como Jesús que precede a los suyos en el camino de Jerusalén. Por eso quiero hablar en esta postal de publicanos y prostitutas por el Reino , fijándome de un modo especial de las prostitutas, en el amplio sentido de la palabra, pues de los publicanos he hablado más en otras ocasiones.

Aquí está el escándalo: el Reino de Dios no lo construyen los sabios empresarios, sacerdotes de Jerusalén, soldados del imperio sagrado (ellos construyen lo que saben y pueden, sus sistemas económicos, sacrales o políticos). El Reino lo construyen desde aquí, con Jesús, como hijos de Dios y con su fe, los publicanos y las prostitutas.Texto para temblar, texto para saltar de alegría.

imageswEste evangelio sigue en la línea del domingo pasado, donde se decía que el “señor” concede igual salario a todos los trabajadores, de primera y de última “redada”. Ahora vemos que los verdaderos trabajadores del Reino son los publicanos y prostitutas, expulsados sociales y personales, la “piedra desechada” que Dios ha convertido en Piedra Angular de su Edificio divino y humano, como seguirá diciendo el evangelio de Mateo (Mt 21, 42; Sal. 118).

Evidentemente, la liturgia de este domingo ha puesto como texto clave el Himno de Filipenses (Flp 2, 6-11), del Dios hecho esclavo, allá, entre la basura de la buena sociedad, como la mujer de la segunda imagen. Sin duda, este evangelio debe matizarse luego con cuidado en la marcha de la vida, pero sin desvirtuar su fuerte espíritu, su intenso mensaje, como evoca la lección de Miguel, al comienzo de este comentario. Buen domingo a todos.

TEXTO

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acerco al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” Contestaron: “El primero.”

Jesús les dijo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os proceden (os llevan la delantera) en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis. (Mt 21, 28-32).

INTRODUCCIÓN

De los publicanos (es decir, de los vendidos y manipulados por dinero) he hablado con bastante frecuencia en este blog, al comentar el evangelio de Lucas (Jesús con publicanos, parábola del fariseo y del publicano…) y en diversos temas económicos. Por eso destaco hoy algo más el tema de las prostitutas, para ocuparme después, sencillamente, del texto de Jesús, dejándolo ante los lectores, para que ellos vean, entiendan, comenten.

¿METEMOS A LAS PROSTITUTAS EN UNA CASA DE ACOGIDA… O NOS DEJAMOS CAMBIAR CON Y POR ELLAS?

La tradición cristiana posterior ha sentido casi siempre dificultades en este campo. A las prostitutas en general se las ha seguido utilizando o, en el mejor de los casos, se las ha metido en casas de arrepentimiento y conversión. En muchos lugares de Castilla (como aquí en Salamanca) se recuerdan las “casas de arrecogías” para convertir a prostitutas… Pues bien, parece que Jesús no quiere convertirlas de esa forma, sino descubrir “su fe” (con la fe de los publicanos), para iniciar desde ahí (con ellas) su camino.

No son los buenos “hijos mayores” los que tienen que convertir a las prostitutas, para “meterlas de nuevo en su sistema”. Son los hijos mayores los que deben descubrir la fe que hay en muchas prostituías y publicanos, para dejarse cambiar desde ellos y por ellos (desde ellas y por ellas). Lo que deben hacer los mayores es abrir un camino en el que están ya como primeros los publicanos y las prostitutas…

No es el buen sistema el que debe convertir (encerrar) a las prostitutas, sino que debe dejarse iluminar por ellas. El sistema debe construir un camino y una casa donde los primeros sean expulsados y oprimidos, publicanos y prostitutas, iniciando así un camino de conversión (de Reino).

Aquí la raiz, aquí la verdadera autoridad de la Iglesia: Ella es creíble en la medida en que sigue acogiendo como Jesús (con Jesús) a publicanos y prostitutas, que saben que ella (la iglesia) es su hogar y su casa.

KALUSNER, JESUS Y LAS PROSTITUTA

Quizá la mayor crítica contra la Iglesia que ha podido escuchar la vi en un libro de J. Klausner, buen judío (Jesús de Nazaret, Paidós, Bardelona 1974). Éste era su argumento:

— Los buenos judíos querían organizar un mundo bueno, según ley, cada uno en su lugar
— Jesús, judío radical, trastocó ese orden y quiso colocar primeros a prostitutas y publicanos..
— Pero la Iglesia posterior, con buen criterio (como los buenos judíos) volvió al orden anterior, poniendo en su sitio (fuera del lugar sagrado) a las prostitutas y demás “gente”, que merece un respeto, pero no el primer puesto.

MI AMIGO MIGUEL Y LAS PROSTITUTAS, AMIGAS DE JESÚS

He visto el otro día a mi alumno y amigo Miguel, a quien enseñaba esta cosas allá en los años setenta. Él aprendió más de lo que yo decía, y mucho mejor. Así se hizo “párroco” de grupos de miles de postitutas de San Pablo, Brasil. Un par de veces al año les celebraba una misa solemne. Y yo le pregunté:

— ¡No les darás la comunión sin confesarlas y convertilas primero, con propósito de la enmienda…!

Él me contestó, con humor gallego:

— Evidentemente, les doy la comunión a todas las que vienen y quieren y les animo a que vengan, porque Jesús les quiere… La conversión, cuando es posible, tiene que hacerse de otra forma, desde toda la sociedad…

Pero, Miguelito, has visto los cinco cardenales de Roma que, en contra del Papa Francisco, no quieren dar la comunión ni a los divorciados, diciendo que que Jesús esa serio…

— ¡A esos cinco cardenales y a otros los metía yo dos años en un barrio de prostitutas de San Pablo, a ver si aprendían algo de Jesús.

VOLVER A LA BIBLIA, LEY JUDÍA (Prostitutas que muchas veces no lo son)

La prostitución aparece en la Biblia desde los tiempos más antiguos tanto en la tierra de Israel como en los países del entorno (Gen 28, 15), como en los países del entorno (Jc 16, 1; Prov 2, 16; 29, 3). Ella ha sido especialmente condenada en dos casos: (a) un sacerdote, y sobre todo el Sumo Sacerdote, no puede casarse con una prostituta, pues ello implicaría un riesgo para su santidad y, sobre todo, para la limpieza genealógica de sus hijos (cf. Lev 21, 7.14); (b) un padre no puede prostituir a su hija para lograr así ganancias económica (cf. Lev 19, 29).

En estos casos, la prostitución se utiliza en su sentido literal. Pero, como suele suceder en otros pueblos, las palabras vinculadas con la prostitución han tomado pronto un carácter simbólico, de tipo casi siempre religioso y negativo.

En este contexto debemos poner de relieve el hecho de que, por contaminación patriarcalista, el Antiguo Testamento presenta como prostitutas a mujeres que, estrictamente hablando no lo son, sino que poseen y ejercen una independencia social que las hace autónomas ante la sociedad o ante su misma familia. Los casos más famosos son los de Rajab, la «hospedera» de Jericó, que recibe a los espías de Israel (Jos 2, 1-3; 6, 17-25), y la «concubina» del Levita de Jc 19, 1-3; más que prostitutas en el sentido normal, ellas son mujeres que gozan de una libertad especial, sea en contexto social, sea en contexto matrimonial.

(1) Casos especiales. Evocamos algunos casos en los que el simbolismo de la prostitución tiene un papel importante para la Biblia.

(a) Prostitutos sagrados. Han sido especialmente condenados en Israel los prostitutos y prostitutas agrados (llamados «santos» y «santas»: de la raíz qds), vinculados al culto de algunos tempos cananeos o de otras ciudades del entorno. En este contexto se sitúa la famosa ley del Deuteronomio: «No traerás la paga de una prostituta ni el precio de un perro [=prostituto sagrado] a la casa de Yahvé tu Dios por ningún voto; porque abominación es a Yahvé tu Dios tanto lo uno como lo otro» (Dt 23, 18); en este contexto parece suponerse que en algún momento ha existido dentro del mismo templo de Yahvé algún tipo de prostitución sagrada.

(b) La idolatría como prostitución. El caso más significativo de prostitución sagrada, de tipo perverso, es la que está vinculada con el culto a los ídolos que, al menos desde Oseas, aparecen como amantes falsos (vinculados a veces con prácticas sexuales que la religión de Yahvé condena como inmorales). Entendida así la prostitución es el pecado nacional de Israel, como supone Os 2, 1; Is 1, 21; Jer 13 27. Especialmente significativo es, en ese contexto, el largo capítulo de Ez 16, dedicado a las prostituciones de las dos doncellas de Dios, Israel y Judá.

JESUS, Y LAS PROSTITUTAS QUE LO SON

Las prostitutas os precederán en el Reino de los cielos.

— El Nuevo Testamento conserva los diversos sentidos de la palabra. Así, dentro de la retórica moral del tiempo, hallamos algunas condenas generales de la prostitución, como la que aparece la crítica del hermano mayor de Lc 15, 30 o de 1 Cor 6, 15-16. Leer más…

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Los gais y lesbianas os llevan la delantera. Domingo 26. Ciclo A.

Domingo, 28 de septiembre de 2014
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4-April-Orthodox-Calendar-2013Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El título intenta ser tan provocador e hiriente como las palabras del evangelio. Pero los únicos que deben sentirse heridos son los que desprecian a gais y lesbianas, igual que los antiguos judíos que despreciaban a prostitutas y publicanos (recaudadores de impuestos)

Lucha a muerte en el recinto del templo

La liturgia, saltándose numerosos relatos evangélicos, nos traslada de repente a la inmensa explanada del templo de Jerusalén, en el día que nosotros conocemos como lunes santo. El día antes, Jesús ha entrado triunfalmente en Jerusalén, ha purificado el templo, expulsando a vendedores de animales y cambistas de monedas, y ha curado en el recinto sacro a cojos y ciegos, personas a las que les estaba absolutamente prohibida la entrada en el templo. Es fácil imaginar la indignación de los sacerdotes y de los escribas (representantes de moralistas, canonistas y teólogos). Ese día, domingo de ramos, se limitan a protestar. Pero al día siguiente, cuando Jesús vuelve a Jerusalén y al templo, todos los grupos con poder religioso y político se irán turnando para ponerlo en aprieto con las preguntas más comprometidas y poder condenarlo.

            La primera pregunta, la más directa, la formulan los sacerdotes y los senadores (representantes del poder político), pensando en lo ocurrido el día antes: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado esa autoridad?» Jesús se encuentra ante una disyuntiva. Si responde: «De Dios», lo pueden acusar de blasfemo. Si dice: «de mí mismo», lo considerarán un loco o un vulgar revolucionario. Evita la respuesta directa y les tiende una trampa. Ya que ellos son los jueces religiosos de Israel, y como tales lo interrogan, que den su opinión sobre otro personaje famoso: Juan Bautista. «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres?» Ellos, viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro, responden: «No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os digo con qué autoridad hago esto». E inmediatamente pasa al contrataque, con una parábola que sólo transmite el evangelio de Mateo: la de los dos hijos (21,28-32).

Obras son amores, y no buenas razones

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

― ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”  Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?

Contestaron:

― El primero.

Jesús les dijo:

― Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.

           La historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos caen en la trampa. Un padre y dos hijos. ¿Quién cumple la voluntad del padre? ¿El hijo protestón y maleducado que termina haciendo lo que le piden, o el hijo amable y sonriente que hace lo que le da la gana? La respuesta es fácil: el primero. Lo importante no es decir palabras bonitas; tampoco importa protestar mucho. Lo importante es hacer lo que el padre desea. «Obras son amores, y no buenas razones».

            Pero Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de mala manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma aparentemente piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las palabras hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al final te conviertes, que pertenecer a cualquier organización o institución religiosa y ser incapaz de convertirse.

            ¿En qué consiste la conversión? Nueva sorpresa. No se trata de aceptar a Jesús y su mensaje, sino a Juan Bautista, que mostraba el camino de la justicia, de la fidelidad a Dios, como primer paso hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde indirectamente a la pregunta que no habían querido responder las autoridades: «¿de dónde procedía el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo de Juan era cosa de Dios, su predicación marcaba el camino recto. Las prostitutas y los recaudadores, representados por el hijo protestón, pero obediente, creyeron en él. Las autoridades religiosas, representadas por el hijo tan amable como falso, no le creyeron.

¿Tirando piedras contra el propio tejado?

Lo curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse contra Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna de crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen, personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir, ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal.

            Además, el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos piadosos de nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y si en algo tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan extrañas y discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero, Pedro Casaldáliga o el Papa Francisco.

Así adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar en ese reino, hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un corte drástico y doloroso con la vida anterior. La institución religiosa seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el argumento de la parábola para recha­zar a Juan y a Jesús. Pero el Reino se irá incrementando con esas personas indignas de crédito, pero que creen en quien les muestran el camino de una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas personas que, como dice el profeta Ezequiel en la primera lectura, son capaces de recapacitar y convertirse.

Así dice el Señor: Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.

Nota final

Para explicar el evangelio de este domingo he tenido que remontarme a diversos episodios anteriores. Por desgracia, la liturgia usa la técnica del zapping, saltando de un episodio a otro sin la menor lógica. Espero que dentro de dos o tres siglos se realice una mejor selección de los textos litúrgicos. Que así sea.

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