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13/12/2024 Pregón-Vigilia de San Juan de la Cruz, desde Córdoba (Argentina)

Viernes, 13 de diciembre de 2024

IMG_9028Del blog de Xabier Pikaza:

Ayer publiqué una nota sobre la Ballena que tragó a Juan de la Cruz, en la Cárcel Calzada de la Iglesia imperial de Toledo donde estuvo encerrado mucho tiempo, como él escribe más tarde a una amiga monja. Logró salir como el profeta antiguo y se fue hacia Nínive/Andalucía, como Jonás, a proclamar su evangelio de libertad.

Hoy, vigilia de su fiesta, me han encargado su pregón las Hermanas del Convento antiguo de Córdoba de la Nueva Andalucía, como indica el programa (hora 19, Argentina; hora 23 España). El convento fue fundado y costeado por uno de los “cepedas”, sobrino/nieto de Santa Teresa, de aquellos que fueron a América para acallar  hambre, sentar plaza y hacer fortuna.

Allí queda el convento, allí siguen las hermanas,  creando espacio de oración y acogido. Así me acogieron un día, invitándome a su oración y a su mesa. Así me honran este año, invitándome a proclamar por zoom el pregón y vigilia de San Juan de la Cruz.

El tema será el mismo de la postal de ayer, con una semblanza tomad de mi Diccionario de Pensadores (en la portada va una imagen de Juan de la Cruz).

Felicidades a todos, en primer lugar a las hermanas/amigas del convento de Córdoba, buen día de  fiesta de San Juan del Adviento (la Virgen preñada ya va de camino) para todos

Juan de la Cruz(1542-1591).

Teólogo y místico católico , de la Orden del Carmen Descalzo. Nació entre Ávila y Salamanca y acompañó a Teresa de Jesús en la reforma del Carmelo, ocupando cargos de responsabilidad. Había estudiado humanidades en el Colegio de la Compañía de Jesús de Medina del Campo y Teología en la Universidad de Salamanca. Por su experiencia personal, expresada en una intensa obra poética y en comentarios de tipo teológico, es quizá el mayor poeta y testigo del amor cristiano en la tradición de occidente. En su vida y obra confluyen diversas tendencias.

Su pensamiento tiene un fondo bíblico judío, de manera que puede aparecer como un comentario al Cantar de los Cantares; algunos de sus elementos se inspiran en la tradición platónica, tal como ha sido recreada por los renacentistas italianos e hispanos de los siglos XV y XVI; pero, en un sentido escrito, es un contemplativo cristiano, alguien que ha traducido la experiencia de la encarnación y la pasión del Dios en Cristo en símbolos de amor.

En un sentido muy precisos, Juan de la Cruz (=SJC) es el mayor de todos los pensadores cristianos. Por eso quiero dedicarle cierta extensión (Juan de la Cruz: Fila 4, 2º por izda)

  1. Vida y obra. Nace en 1542, Fontiveros (Avila) y queda pronto huérfano de padre. Su madre, tejedora de oficio, sin protección familiar ni dinero, busca trabajo en Arévalo (1548) y Medina del Campo (1551), rica ciudad de Castilla. Así conoce la estrechez y pobreza rigurosa de los pobres de su tiempo. Del 1559 al 1563 trabaja en el hospital de infecciosos (de enfermedades venéreas) de Medina, entrando así en contacto con la miseria y dureza de la vida. Al mismo tiempo cursa humanidades en el Colegio de la Compañía de Jesús, uno de los centros más prestigiosos de cultura humanista y literaria de su tiempo. Conoce a los clásicos latinos, se familiariza con la poesía renacentista.
  2. El año 1963, ingresa en la Orden de los Carmelitas, en Medina (1963), con el nombre de Juan de San Matías. Estudia en la Universidad de Salamanca, donde es delegado de estudiantes, interesándose por la espiritualidad y teología bíblica más que por la escolástica. Abandona la Universidad sin acabar los estudios. Se ordena presbítero (1567) y encuentra a → Teresa de Jesús, aceptando su Reforma de la Orden del Carmen, para iniciar así la nueva rama de los Carmelitas Descalzo, el año1568, en Duruelo y Mancera, dos lugares apartados, junto a Peñaranda (Salamanca), siendo después maestro de novicios y rector en Alcalá de Henares.

De 1572 a 1577 es Confesor del Monasterio de la Encarnación de Ávila, donde Teresa de Jesús es superiora. Realiza una intensa función de maestro y director espiritual, especialmente de religiosas. El año 1577, acusado de falta de obediencia contra la Orden de los Carmelitas (Calzados) y contra la Iglesia, es recluido en una cárcel conventual de Toledo, de donde se evade a los ocho meses. Vive allí sus más hondas experiencias de amor en soledad y las recoge en sus poemas, especialmente en el Cántico Espiritual, que expresan su madurez personal y le permiten realizar su tarea de maestro de almas.

Se escapa de la cárcel y del año 1578 al 1590 ejerce, como Prior o Rector de los conventos de Jaén, Baeza, Granada y Segovia y como Definidor de los Descalzos, viajando por las dos castillas, Andalucía y Portugal. Comenta sus poemas y escribe tres libros de iniciación y dirección espiritual, que después indicaré.

Culminada básicamente su producción literaria en 1586, tras haber realizado una obra muy intensa de dirección espiritual y de organización de la Reforma del Carmelo, SJC cae en desgracia ante las nuevas autoridades de la Orden, siendo relegado por los superiores, que quieren apartarle de los centros de influjo, destinándole para la fundación de México. Pero no logra embarcar, pues muere antes en Úbeda (Jaén), el 14 de diciembre de 1591, a los 49 años, pidiendo que le lean en su lecho de muerte Cantar de los Cantares.

IMG_9027(comunidad del convento de Cepeda, Córdoba/Argentina, comunidad movida, comunidad  amiga, que quiere compartir con vosotros la vigilia de San Juan de la Cruz).

Los libros de SJC nacieron de su experiencia personal y de su contacto con personas a quienes dirigía y, en general, aparecen como un comentario de sus versos. Había escrito y divulgado también otros poemas significativos, por su contenido teológico o espiritual (Romance de la Trinidad, El Pastorcico, La Fonte, Super Flumina Babylonis); pero sólo comentó por extenso tres de ellos, porque le parecían más significativos o porque así se lo pidieron las personas de su entorno:

a. La Subida y La Noche empiezan siendo comentarios paralelos de las ocho estrofas del poema En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada…

Pero en un caso y en otro, SJC olvida pronto los versos y escribe de hecho un tratado (en dos partes o dos libros) sobre el proceso de purificación de aquellos que quieren encontrar a Dios, esto es, ascender (ser elevados) hasta su presencia.

b. El Cántico Espiritual comenta las 39 (CA) o las 40 (CB) estrofas del poema del mismo nombre, donde SJC ofrece una versión nueva del Cantar de los Cantares de la Biblia, en la que se expresa como poeta y analista, creador y hermeneuta del amor enamorado. Siguen influyendo en esta obra las negaciones de Subida y Noche, pero ellas son ahora un presupuesto o medio. Lo que importa es el encuentro de amor.

c. La Llama de Amor Viva, que expone y comenta cuatro canciones que empiezan Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres…, es la obra teológicamente más honda de SJC y en ella muestra que al fin sólo importa y queda Dios, como fuego interior que consume y consuma la vida de los hombres. Desaparecen las restantes referencias: no hacen falta purificaciones ni caminos largos. El fuego de Dios lo llena todo.

Éstos son los libros. Parecen escritos al azar y, sin embargo, ofrecen una poderosa visión de conjunto de la experiencia de un hombre que ha descubierto y cultivado el amor de Dios en la experiencia del amor humano. SJC es poeta de ese amor. Pero, siendo poeta, es también hermeneuta: no sólo dice y despliega en amor su experiencia, sino que la interpreta, desde su visión del cristianismo (de la Biblia) y la cultura de su tiempo.

SJC vive en una época de crisis humana y religiosa, al interior de la gran aventura imperial y colonial de la corona española. Pero esa aventura no le importa, ni tampoco las luchas de católicos contra protestantes en Europa, ni la gloria externa de la Iglesia católica. Sólo le importa una cosa: que hombres y mujeres aprendan a querer a Dios y que se quieran.

Ciencia de amor: Dios y los hombres. Este SJC, cantor supremo del amor en occidente, fue un castellano del siglo XVI pero sus versos pueden comentarse desde la perspectiva más amplia de la cultura moderna, que más que amor ha buscado poder y dinero, poniendo de esa forma en riesgo la hondura y verdad de la existencia humana. SJC fue poeta y así expresó su amor en versos, como testigo de una experiencia intensa de iluminación y unidad afectiva que le vincula con una determinada tradición religiosa y antropológica (Cantar de los Cantares, neoplatonismo…). Pero, al mismo tiempo, fue un teórico (un teólogo) y escribió los comentaros a sus versos, situándolos también en el trasfondo de la filosofía y teología de su tiempo.

SJC ha evocado a Dios con experiencia y cantos de amor humano. No demuestra su existencia, ni define su esencia con argumentos. No razona ni arguye, hace algo previo y más hondo: avanza en el camino del amor, para cantarlo con palabra y melodía emocionada, ofreciendo a quienes quieran escucharle el más sincero y bello testimonio de su propio recorrido. Así proclama su amor a Dios con versos y razones de dos enamorados, que descubren y recrean el camino de la naturaleza y de la historia, como si en ellos y por ellos viniera a sustentarse (y se sustenta) el universo.

Mirados en una línea abstracta, en perspectiva de naturaleza, los dos amores (divino y humano) podrían separarse, de manera que lo atribuido a uno debería sustraerse al otro, conforme a una ley de oposiciones. Pero, en un plano concreto, de encuentro personal, los dos amores se identifican, de forma que no se puede hablar de dos realidades separadas, sino de un mismo y único despliegue afectivo, de un itinerario de búsqueda, entrega y comunión en Cristo, gran enamorado (Amado y Amante, según las perspectivas), que es el primer protagonista del Cántico.

Por eso, en su raíz, no existen dos amores sino un amor profundo donde se encuentran y vinculan (identifican) Dios y el hombre, sin dejar de ser distintos.

  1. Siendo amor en sí, Dios integra y ama a los hombres en su mismo amor divino (paterno), por Jesús, el Cristo, a quien en esa perspectiva se suele llamar Hijo, siendo, al mismo tiempo, Amado.
  2.  Amando a Dios, su Realidad más honda, los hombres han de amarse unos a otros, de tal forma que compartan así la Realidad divina, en su misma comunicación y acogida personal (en el Espíritu divino). Jesús es “hombre y Dios al mismo tiempo”, una única persona, no por suma de elementos sino por unificación y encuentro enamorado.

Amor y vida humana.

IMG_9026SJC no ha sido un filósofo profesional, sino un testigo del amor humano, que se sitúa y nos sitúa en el comienzo de la modernidad, en el camino que va del Renacimiento a la Ilustración. Por eso podemos concederle un lugar entre los forjadores teóricos de esa modernidad (Descartes y Hegel, Kant y Nietzsche), que ha desembocado en el sistema de teoría y acción que hoy omina sobre el mundo.

SJC estuvo inmerso en una cultura y una época pasada, de la que nos sentimos, en parte, separados, pues vivió y murió antes de la gran revolución intelectual y social, que ha desembocado en nuestro sistema neo-liberal y capitalista. Pero, al mismo tiempo, él es nuestro contemporáneo, uno de esos hombres que han marcado y seguirán marcando nuestra historia por situarse en el cruce de los grandes caminos de la vida, allí donde empezaban a expresarse ya los rasgos de la modernidad racionalista, capaz de conquistar el mundo, pero huérfana de amor y comunión personal. En ese fondo emerge él, como testigo y portador de una experiencia universal, que se expresa en aquellos que, fundándose en Jesús, vinculan la mística de unión con Dios y el ejercicio del amor enamorado.

Fue un hombre des-mesurado en el sentido radical de la palabra, tanto en sus negaciones (por su rechazo de una racionalidad discursiva que pretende conocerlo y dominarlo todo) como en sus afirmaciones (por su búsqueda de amor ilimitado). Pero superando las medidas ordinarias, él ha podido revelarnos la más honda medida del amor cristiano, llevándonos más allá de una racionalidad discursiva y dominadora, instrumental y egoísta, que nos acabaría destruyendo, para situarnos ante el Dios de ls Vida que es amor.

Ciertamente, el camino enamorado del Cántico de SJC no es el producto de ningún proceso político o moral, ni siquiera religioso (en el plano institucional), sino una revelación originaria de la Realidad más honda, esto es, del mismo ser divino. En ese sentido decimos que pertenece al Ser originario, que es Salud-salvación, no al nivel de los entes objetivos, que pueden organizarse de un modo instrumental. Desde ese fondo empezaremos hablando de los dos niveles de ese amor salvador, que es intimidad con Dios y es comunión interhumana.

  1. Dos amores, un Amor de fondo

Enamoramiento interhumano. El Cántico de amor se mueve básicamente en dos niveles o registros: a. el registro del amor humano entre dos enamorados; b. el nivel del amor enamorado del hombre (= alma) hacia Dios. Los dos planos se implican, como en la encarnación de Cristo, de tal manera que todo en ese amor es divino, siendo todo humano. El mismo proceso de enamoramiento de dos hombres presenta, según eso, un carácter mesiánico y escatológico, viniendo a presentarse como revelación de amor divino, principio fundador y meta de toda realidad.

Así hablamos de enamoramiento humano y de intimidad divina. Este es el principio de toda alternativa cristiana: sin amor de Dios y/o enamoramiento personal, hombres y mujeres corren el riesgo de volverse máquinas de un sistema de producción y consumo, destruyéndose a sí mismos. El amor humano de dos enamorados constituye el registro de base en el que se mueve el Cántico en cuanto poema, que asume y recrea de algún modo los cantos de amor de la historia de la humanidad (desde la perspectiva de occidente), tal como culminan de algún modo en el Cantar de los Cantares de la Biblia.

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Espiritualidad ,

13 XII 2024. Vigilia de Juan de la Cruz. Más desterrado estoy yo, solo por acá, después que me tragó aquella ballena

Viernes, 13 de diciembre de 2024

IMG_9014Del blog de Xabier Pikaza:

Así escribe Juan de la Cruz a su amiga Catalina, que anda triste y sola, lejos de Madre Teresa:  “Consuélese conmigo, que más desterrado estoy yo, y solo por acá, pues después que me tragó aquella ballena y me vomitó en este extraño puerto;  nunca más merecí verla ni a los santos de por allá. Dios lo hizo bien; pues, en fin, es lima el desamparo, y para gran luz el padecer tinieblas…   Encomiéndeme a Dios. Yo no la quiero decir de por acá porque no tengo gana. De Baeza, y julio 6 de 1581. Su siervo en Cristo, Fray Juan de la Cruz. (Es para la Hermana Catalina de Jesús, carmelita descalza, donde estuviere)”.

Esta carta de Juan a su amiga Catalina se encuentra fácilmente en cualquier edición de Juan de la Cruz (Obras completas).

La reflexión y manifiesto de reforma de la Iglesia antigua y actual por amor, en la línea de Juan de la Cruz está tomada de Ejercicio de Amor,  San Juan de la Cruz, San Pablo, Madrid 2017. Las imágenes son de esa obra y de las ruinas de la Cárcel/convento de Toledo, donde Juan de la Cruz escribió sus poemas de reforma de la iglesia y de la humanidad por amor, para la vigilia de su fiesta, este Adviento 2025.

 Una noche de Octava de la Virgen de Agosto (entre el 16-18. VIII. 1578), tras casi nueve meses de dura prisión en una cárcel-convento de Toledo, donde le habían llevado y enterrado desde Ávila (tras haberle secuestrado del 2 al 3 del XII de 1577), Juan de Yepes (a quien llamaremos San Juan de la Cruz: SJC), logró descerrajar las llaves de su encierro, abrir el ventanal del alto muro y descolgarse con riesgo y audacia hasta una calle baja de Toledo, junto al Tajo.

IMG_9015Le habían juzgado y condenado por rebelde, corría mucho riesgo su vida, y sintió el deber de conservarla y proclamar la historia de amor que allí había experimentado y fijado en bellísimas canciones, en contra de aquellos que le tenían condenado por opuesto al mandato de un tipo de Iglesia.

      Salió a medio vestir, en la oscuridad ardiente de Toledo, y buscó el refugio delas carmelitas amigas, que primero le escondieron en la Iglesia, y luego hallaron la manera de ponerle a salvo, con amigos influyentes, de forma que pudo escapar de la ciudad donde le buscaba la policía toledana  y encontrar asilo, trasladándose después a Andalucía.

Saltó de la altura sin nada, enfermo grave, con un hábito raído, pero llevaba en su memoria y corazón (y en un cuadernillo que al fin pudo escribir) el mayor de sus tesoros: Unos poemas de prisión y libertad, entre los que despuntaban treinta canciones de amor, en las que había condensado su más honda experiencia de vida, su visión del evangelio y su proyecto de reforma, como protesta contra la prisión donde habían querido enterrar el evangelio, su Cántico Espiritual, el más hondo poema de la Iglesia moderna [1].

Desde la cárcel de Toledo 

  IMG_9016           Estrictamente, esas canciones no pueden tomarse como su autobiografía, pero condensaban, mejor que ningún posible texto de confesiones o memorias, el manantial de su experiencia y el proyecto de su nueva trayectoria en el “extraño puerto” de Andalucía donde le llevaron sus hermanos reformados. Así lo supieron las madres del convento de Toledo que le escucharon recitarlas (cantarlas) de forma emocionada, al acogerle con celoso secreto en su Iglesia, mientras reparaban sus vestidos y sus fuerzas, para que pudiera tomar el camino de Andalucía, bajo la protección de un amigo canónigo del Hospital de Toledo donde le llevaron primero para curarle a escondidas.

            No había sido fácil mantener el ánimo y la vida en aquel penal, donde le habían juzgado, condenado y sepultado en secreto, los hermanos calzados de su Orden, con la aprobación (al menos tácita) de la jerarquía de la Iglesia, empezando por el Nuncio de Roma. Le culpaban de insolencia y desacato, de oposición a la autoridad y desobediencia a la Iglesia, en tiempos de fuerte crisis, cuando la unidad era más necesaria que nunca y los riesgos de falsas reformas se extendían por doquier, siguiendo el ejemplo protestante.

            Sus adversarios no eran perversos ni injustos, tenían sus razones de orden y concordia en la sociedad cristiana, y así le instaron a volver a la “obediencia” religiosa, queriendo convencerle al principio con buenas razones, para que dejara la “reforma”, pues su ejemplo serviría para que también otros se reformaran (como sigue haciendo hoy falta, año 2025, con cárceles peores que aquellas) , de manera que se evitara el grave riesgo de escisión del Carmelo, con las consecuencias que ello podía implicar para la Iglesia. Ciertamente, estaba en juego un problema personal de Juan de Yepes, un “fraile” piadoso que desafiaba a sus pretendidos superiores con su libertad; pero en el fondo había también un problema eclesiástico y social, en un tiempo y país donde la Iglesia era un momento esencial del Estado.

            En esa situación, Juan de Yepes se mantuvo fiel a su conciencia, rechazando y condenando el orden superior de una Iglesia oficial, representada por sus acusadores. Ciertamente, las cosas no estaban claras, ni siquiera en lo referente a la Madre Teresa de Jesús, inspiradora y promotora de la Reforma del Carmelo, a la que Juan de Yepes se había sumado. Mientras esa Reforma intra-católica fuera cosa de “mujeres”, monjas encerradas en conventos recogidos, sin influjo directo en la marcha de la Iglesia, se pensaba que no había peligro. Pero el peligro surgió y se extendió desde el momento en que Teresa logró que algunos varones como Juan de Yepes (hombre de letras, que había querido ser cartujo y aislarse del mundo), con estudios y conocimiento, presbíteros de la Iglesia asumieron la Reforma.

Hoy como entonces, la reforma de la Iglesia, que ha de barrer un tipo de cárcel toledana o vaticana, tiene que empezar por monjas valerosas como las de Teresa, y por hombrecillos (“medio hombre” le llamó Teresa) como Juan de la Cruz, capaces de crear y cantar canciones de amor y libertad (gocémonos, amado: Cántico 36)

Ése es el riesgo que veía la iglesia oficial  toledana, dirigida por el nuncio vaticano,  venido para organizar las cosas a su forma desde Roma. No se trataba del riesgo protestante, que parecía quedar lejos de España, sino de algo incluso más funesto y peligroso en el catolicismo: La Reforma iniciada en el Camelo por Teresa de Jesús, y asumida de un modo radical  por Juan de Yepes, representaba una Protesta contra una Iglesia de grandes poderes y poco evangelio.

 San Juan de la Cruz no tenía más autoridad ni poder que la palabra, la oración en libertad, y la tarea de la  transformación personal. No tenía tercios, como los de Flandes o los del Milanesado y Nápoles, pero sus cantos de amor y libertad tenían más fuerza que todas las legiones de Roma.

Sin duda, Teresa de Jesús aprovechó sus influjos político-sociales, como mujer crecida en el seno de una burguesía influyente de “provincia”, pero con acceso a obispos y señores, e incluso al mismo rey Felipe II, y así pudo evitar la persecución directa, aunque debió pasar por tribulaciones y dificultades. Pero la situación era distinta para hombre menos influyentes en lo externo, como Juan de Yepes.

SJC provenía de una familia pobre (con parientes muertos literalmente de hambre: El hambre, la gran señora….), pero se hallaba dotado de inmensa sensibilidad e inteligencia. Había pasado muchas penurias, trabajando desde niño en hospitales y lugares de máxima miseria, pero, al mismo tiempo, había estudiado en los centros escolares más prestigiosos de su tiempo (jesuitas de Medina de Campo, Universidad de Salamanca). Profesó en la Orden del Carmelo y luego y, ordenado sacerdote, quiso entrar cartujo, para entregarse en soledad a la contemplación, fuera de los muros de opresión de un mundo que él había conocido bien, en el mercado de Medina (gran centro de comercio) y en la Universidad de Salamanca (centro de cultura universal).

Pero Teresa de Jesús le buscó en Medina, y le instó a dejar la idea de cartujo, asumiendo en vez de ello la Reforma que ella buscaba, para él y para otros, desde el mismo interior del Carmelo, en pobreza radical, en encuentro con Jesús, desde las márgenes del mundo. Eran y siguieron siendo muy distintos. Teresa era mujer de más mundo, y buscaba un Carmelo abierto a las corrientes sociales de su tiempo; SJC era en el fondo un ermitaño de amor, un hombre de pobreza interior y exterior, y así nunca dejó de ser un eremita.

Ciertamente, Teresa, que le necesitaba para su Carmelo, no quiso que él dirigiera oficialmente la Reforma, pues confiaba para ello en otras personas (en especial en el P. J. Gracián). Pero valoraba su experiencia de Dios y su sabiduría, y le juzgaba necesario para la Reforma, por el testimonio de su vida y sus dotes de educador. Y así fue como SJC vino a ser la figura más representativa del Carmelo Reformado (1968-1977), en la soledad de Duruelo y Mancera (entre Salamanca y Ávila) y, sobre todo, en la ciudad universitaria de Alcalá de Henares, donde siguió en contacto con la mejor cultura de su tiempo.

De un modo consecuente, en un momento clave, cuando a Teresa de Jesús le nombraron priora del gran convento “calzado” de la Encarnación de Ávila, donde había iniciado la vida religiosa y planeado su Reforma, ella misma quiso y logró que SJC fuera confesor y director espiritual de aquel convento, cosa que fue, desde 1572 hasta 1577, en que le llevaron preso. La Reforma no había logrado estabilizarse todavía, no se podía prever su resultado, si quedaría como un simple cambio espiritual en algunos conventos de mujeres, o si crearía un nuevo movimiento de vida en la Iglesia (es decir, en la sociedad).

El resultado dependía de Teresa de Jesús y de algunos reformados como SJC, pero también de sus opositores, entre ellos bastantes carmelitas calzados, que no aceptaban la “aventura” reformista, y otros eclesiásticos con poder e influjo social,  empezando por nuncios romanos poco propensos a los cambios. En ese contexto, a lo largo de cinco largos años, SJC vivió bastante cerca de Teresa, en la etapas que ella estuvo en la Encarnación, asumiendo la tarea de escuchar y despertar, convertir, moderar y animar a más de cien religiosas de todas las clases sociales (señoras, mujeres libres, criadas…) en aquel gran convento, que Teresa de Jesús quiso y no pudo ganar para su reforma [2].

Fue una gran labor, un contacto directo con la realidad, es decir, con la vida concreta de varias docenas de mujeres que eran monjas por vocación espiritual, pero también por presión social y por necesidad. Fue un experimento de aquello que pudo haber sido y no fue la reforma de conjunto de la Orden del Carmelo, sin la creación de una rama distinta de carmelitas, con lo que eso suponía de rechazo (y en el fondo de condena) de los carmelitas antiguos (=calzados). Podríamos decir que su obra de confesor y reformador de carmelitas de la Encarnación no triunfó en lo externo, pero aquellos años marcaron su vida y le hicieron hombre de experiencia de amor, compañero, amigo y director de mujeres que optaban por asumir y recorrer en libertad un camino de iniciación/purificación en el amor, en la línea de lo que dirán sus Canciones. Allí descubrió en principio en sentido y las implicaciones de una Reforma expresada como Ejercicio de Amor, concretado de un modo especial en mujeres.

Reforma incierta, juicio obscuro

 Quizá no era mucho lo que SJC pudo hacer externamente, pero tuvo una gran repercusión y significó un peligro para los que no aceptaban ese tipo de reforma del Carmelo. Por eso, los adversarios de la Reforma decidieron apartarle del camino, con un golpe de efecto, raptándole en secreto y llevándole preso (también en secreto, y conforme al Derecho “cristiano” y de la Vida Religiosa de aquel tiempo) a la cárcel conventual de Toledo donde quisieron que renunciara a la Reforma y aceptara la autoridad establecida del Carmelo Calzado, primero con argumentos de ley, después con halagos y finalmente con amenazas.

No era fácil optar sin más, desde la Ley oficial de la Iglesia (y desde la política religiosa de Felipe II en España), por la Reforma del Carmelo. Había muchos cabos sueltos, de manera que no podemos condenar sin más a los que encarcelaron a Juan de la Cruz.

En conjunto, ellos tenían sus razones, pero la forma de imponerlas nos parece hoy (2017) no sólo excesiva, cruel, nada cristiana y contraproducente, sino poco sensata, pues no sabían con quien se habían enfrentado, Juan de Yepes, ¡un hombre débil, pero capaz de mantenerse firme en medios de la persecución, precisamente por conciencia, porque sabía ya que el amor está por encima de toda ley, como iré poniendo de relieve en el comentario a las sus canciones de amor. Éste era el contexto:

 En la Orden del Carmen se habían agravado las tensiones jurisdiccionales entre carmelitas calzados (la Orden antigua, oficial) y descalzos (los de Santa Teresa). Los primeros, decididos a evitar la separación de un grupo cada vez más nutrido de frailes, fueron impulsados por la curia romana y el papa; los segundos, seguidores de la regla primitiva no mitigada y ávidos de rigor, fueron apoyados por Felipe II, promotor de una reforma «a la hispana», rápida y radical. En 1575, el capítulo general de los carmelitas, reunido en Piacenza, determinó enviar un visitador de la orden para calzados y descalzos, el P. Jerónimo Tostado, con el objetivo de suprimir los conventos fundados sin licencia del General de la Orden [3].

 No era fácil decidir en aquellas circunstancias, ni justificar sin más una reforma que parecía oponerse al orden establecido, y así eran muchos (quizá mayoría) los que empezaron respaldando a la autoridad oficial de la Orden, representada por los Calzados del gran convento de Toledo, a pesar de lo que diga con su habitual retórica la Madre Teresa en una carta en la que escribe al mismo rey Felipe II, intercediendo por Juan de la Cruz, y añadiendo que preferiría que hubiera caído en manos de moros más que de religiosos calzados [4].

Los que encarcelaron a SJC tenían sus razones que, posiblemente, en sentido jurídico, eran tan válidas como las razones de los reformados, al menos en eso momento, en el año 1577-1578. ¿Quién era aquel frágil y aún joven religioso, de 37 años, con aires de espiritual, para oponerse a la autoridad de la Iglesia establecida? ¿Qué sentido tenía buscar una Reforma, centrada especialmente en mujeres a las que él educaba para que desplegaran su vida en libertad interior y autonomía de amor, con riesgo de romper el orden establecido?

Parecía claro que debía mantenerse la tradición y la autoridad de las instituciones, al servicio de la Iglesia, con monjas sumisas a la jerarquía. La opción de SJC (con la Madre Teresa) aparecía ante muchos como una aventura poco realista, quizá como un oportunismo, un riesgo en contra de la verdadera libertad que se mantiene en el orden de la Iglesia, en un momento de autoridades cruzadas (la de Felipe II y la de Roma).

En principio, los que optaron por el Carmen Calzado, con su autoridad sobre la Reforma, venían con la autoridad de un Capítulo General (celebrado en Piacenza (1975) y con el apoyo de F. Sega, Nuncio del Papa en España (1577-1581). Por eso, los que juzgaron a SJC estaban en “derecho” para hacerlo.

Ellos, los jueces de SJC en Toledo (empezando por el P. Jerónimo Tostado, que fue el Visitador enviado por el Capítulo de Piacenza, para calzados y descalzos) no pueden tomarse como “terroristas”, sino al contrario, eran hombres de ley. Ciertamente, utilizaron métodos de nocturnidad y ocultamiento, con prisión conventual, que hoy nos parecen contrarios a Derecho; pero eran los que entonces se empleaban en la Iglesia, y mucho más en los tribunales de la Inquisición.

No estamos, pues, ante una historia de buenos y malos, como si los descalzos (y en especial SJC) fueran buenos y los calzados malos. No se trata de bondad o maldad moral, de personas concretas, sino de estructuras de Iglesia, y, en esa línea, la forma de actuar de los calzados en Toledo fue la que entonces se empleaba, en la sociedad civil y en la Iglesia. No estamos, según eso, ante el conflicto de unos jueces perversos (calzados de Toledo), contra un pobre indefenso (SJC), sino ante un juicio normal de autoridad de la Iglesia.

Es evidente que entre los ochenta carmelitas calzados del Carmen de Toledo había muchos moralmente intachables y santos en sentido legal, fieles a su conciencia, cumplidores de órdenes. Ellos tenían sin duda sus razones (aunque muchos pudieran sentirse molestos ante la forma de tratar a SJC, entre ellos el “carcelero” final que tácitamente le ayudó a fugarse). Lógicamente, sus raptores se juzgaban moral y religiosamente justificados para actuar como hicieron, en defensa de la Orden, de la paz social y la Iglesia.

Por eso empezaron proponiendo a SJC que se retractara, que hiciera lo justo, volviendo al Carmelo establecido. Es normal que le ofrecieran una recompensa si lo hacía: Tendría lugar y ocasión para ser santo en el viejo Carmelo, siguiendo sus estudios, ocupando cargos de importancia y manteniendo la obediencia debida, dentro de la Iglesia, sin escándalos ni divisiones.

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Espiritualidad ,

Los ángeles cantan, María medita, se encarna Dios (Vigilia de fin de año)

Viernes, 31 de diciembre de 2021
Comentarios desactivados en Los ángeles cantan, María medita, se encarna Dios (Vigilia de fin de año)

navidad-nacimiento-del-nino-dios-en-la-gruta-de-la-montanaDel blog de Xabier Pikaza:

Como otros cristianos, durante muchos años, he dedicado unas horas finales del año a evocar en oración  la gracia del año anterior, la tarea de Jesús y  la bendición del Año Nuevo

En ese contexto, este fin de año 2021, ofrezco unas ideas para aquellos que quieran cantar con los ángeles (Lc 2, 14), meditar con María (Lc 2, 19) y encarnarse con Jesús (Jn 1, 14)

El lector interesado puede centrarse en uno de esos textos o contemplar los tres unidos. A los que así hagáis, os deseo con Mabel, y Mikel, mi hermano, que os queráis y cuidéis unos otros, con unos  textos tomados de 40 palabra de Jesús.

1.CANTO DE ÁNGELES.

Gloria a Dios en el Cielo, paz en la tierra a los hombres

Texto: Lucas 2,8-14

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y el ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”

La palabra ángel es un símbolo “teológico”. No hace falta que “creas” en ángeles-personas, con alas o sin alas, con cuerpo o sin cuerpo, con rostro más o menos masculino o femenino. Quizá no existen ángeles en ese sentido externo con sus nombres y su historia personal. Tengo en mi estantería un bellísimo libro dedicado a los Nombres y Propiedades de los ángeles en hebreo (Porciúncula, Asís 1994); es un gozo releerlo entrando en el imaginario simbólico de los ángeles. Desde ese plano simbólico ha de entenderse este pasaje.

Este evangelio  empieza hablando del Ángel de Dios en singular (melek Yahvé, angelos Kyriou), es decir, del mismo Dios que se hace mensajero y habla con los hombres, guiándoles en el camino, cantando, tocando instrumentos de música y bailando. Pero junto a ese ángel único, que es Dios, que anuncia la Navidad a los pastores (Lc 2, 10-12) se corporaliza y aparece, en la noche de Belén, el inmenso coro (orquesta divina) que canta al Dios hecho niño, repitiendo sin cesar el “gloria”: Gloria a Dios en la altura, paz en la tierra a los hombres, amados de Dios

Estos ángeles músicos, que rodean a Dios y que cantan su grandeza, aparecen con cierta frecuencia en la literatura tardía israelita, no sólo en la canónica (como en el libro de Daniel), sino en la apócrifa (como en los Libros de I Henoc). Ellos forman la corte de Dios, y le rodean y cantan, por miles de millones, como dice a lo largo de casi todas sus páginas el libro del Apocalipsis. Son seres celestes, cuya esencia es la música y cuya forma es la gloria, el fuego y la luz que se expande y rodea al misterio de Dios. Así aparecen aquí en torno al Excelso al que se llama Señor de los Ejércitos (Yahvé Sebaot), que forman un coro incontable de espíritu cantores. Así ensalzan en ese pasaje a Dios y a los hombres:

Gloria a Dios en las alturas. Gloria se dice en griego doxa, aquello que brilla y resplandece, como una luz, una gran claridad. Pero el sentido básico que recibe en este pasaje viene del hebreo, donde gloria se dice kabod, una palabra que está internamente vinculada a quien define en sentido propia. Entendida así, gloria es ante todo la riqueza y el poder, que se expresa en las grandes manifestaciones de los príncipes del mundo, y más propiamente en Dios.

La gloria de Dios se manifiesta en su teofanía, cuando libera a su pueblo victorioso en las aguas del Mar Rojo, y de un modo especial en el Monte Sinaí, cuando despliega su grandeza y revela a los hombres su ley. La misma gloria de Dios, expresada en la Nube que se posa sobre el Tabernáculo, dirige a los hebreos a través del desierto y se posa después y reside en el Templo de Jerusalén, sentado sobre Querubines (Ex 25, 18-21). Gloria es, pues, la dignidad y la grandeza insuperable del Excelso, a quien ningún ser humano puede contemplar sin morir.

Pues bien, la gloria, es decir, la grandeza y poderío, el honor y majestad de Dios se manifiesta de un modo especial, incomparable, en el nacimiento de Jesús, un simple niño. Esta es la paradoja cristiana, la novedad inefable del Dios que no expresa su poderío en el terror sagrado de las convulsiones agónicas del mundo, ni en la lucha y destrucción de los poderes adversarios (en una guerra y victoria escatológica), sino en el nacimiento de un niño, lo más frágil y pequeño de la historia humana, en la línea de aquello que había dicho Is 7, 14, al predecir la revelación de Dios en el niño Emmanuel, Dios con nosotros (cf. Mt 1, 23).

La gloria de los ángeles cantores (¡ejército celeste de paz!) se abre y despliega ante los pastores de Belén, hombres, en general, despreciados. Dios no anuncia la llegada de su Cristo a reyes y sacerdotes, sino a pastores, a quienes dedica la melodía de los ángeles del cielo.

Esos pastores que escuchan el canto de Dios en los campos abierto, fuera del poblado, ellos no tienen que hacer ningún ejercicio de meditación profunda, como los videntes de 1 Henoc 14, que preparan cuidadosamente el ascenso hasta el último círculo de Dios, sino que se limitan a escuchar. No tienen estudios superiores, no son especialistas religiosos, no cumplen las ceremonias sagradas del templo, pero han sido capaces de descubrir la presencia de Dios en el niño, compartiendo el canto de los ángeles.

Y sobre la tierra paz. Los ángeles cantan la gloria de Dios en la altura. Pero, a través, a través de una ampliación que es normal en la Biblia desde el Génesis 1,1-2 (al principio creó Dios los cielos y la tierra) pasan de la altura o cielo de Dios a la tierra de los hombres, traduciendo o expandiendo así gloria en forma de paz.

Ésta es la palabra clave: Paz se dice en griego eirene, palabra de la que viene “irenismo” y que significa concordia, tranquilidad, equilibrio. Pero es más significativa la palabra hebrea que está en su fondo, y que es shalom, que significa más que simple eirene. Shalom es prosperidad, felicidad, seguridad en sentido personal y social, pero es, al mismo tiempo, plenitud vital y personal, en todos los sentidos. No hay nada mayor ni más importante que la paz, pues el mismo Dios es Paz, Shalom, que se expresa y despliega en la vida de los hombres.

La novedad de nuestro canto está en que identifica la paz definitiva con el nacimiento de un niño al que no acogen en Belén, un niño a quien sólo reciben los pastores del campo, no los grandes habitantes de ciudad real de David, o de Jerusalén, la capital de los sacerdotes. Los ángeles de la gloria de Dios anuncian de esa forma la llegada y triunfo paz que se extiende sobre el mundo a través de los hombres y mujeres que son como estos pastores del campo, que vigilan y custodian sus rebaños en la noche.

A los hombres de (la) buena voluntad… Más difícil de traducir es esta última frase, que puede tener dos sentidos. El primero y más conocido consiste en tomar la palabra “buena voluntad” (es decir, la eudokía) como una propiedad de los hombres. Según eso, Dios ofrece su paz a los hombres, a través del niño que nace. Eso significaría en el fondo “paz para los buenos” (y para los malos, por tanto, guerra).

Pero desde una perspectiva bíblica, y en el contexto en que se encuentran los pastores, resulta preferible traducir esa palabra eudokiaa desde su trasfondo semita (en hebreo razôn“), diciendo “paz a los hombres de la buena voluntad de Dios”, es decir, a los hombres a los que Dios ama gozosamente, porque su hijo nace entre ellos. Aquí se expresa, por tanto, la “buena voluntad” de Dios, su gozo más alto, su placer supremo, que consiste en alegrarse y gozar con los hombres.

 El gozo de los ángeles de Dios que cantan anunciando la paz a los hombres es la manifestación suprema de su gloria, es decir, de su kabod más alto. Este pasaje, de tipo hímnico, nos sitúa ante el Dios que se goza con los hombres en la fiesta del nacimiento de su Hijo. Sólo por este gozo de Dios pueden los hombres alegrarse y vivir, compartiendo el misterio del mismo Dios.

2. MEDITACIÓN DE MARÍA

Lucas 2,16-21:

María guardaba todas estas cosas comparándolas en su corazón

 

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Los ángeles cantan (no piensan: Tocan instrumentos, bailan…). María en cambio piensa (esto es, medita): A ella le toca quedarse con el niño: Amamantar, limpiar, cuidad, educar al mismo Hijo de Dios. Por eso, ella tiene que meditar.

Las palabras de 2, 19 (meditaba todas estas cosas…), repetidas en Lc 2, 51 (tras la escena del niño perdido en el templo), muestran a María, Madre de Jesús, como expresión suprema de una fe pensante, de un pensamiento creyente y activo. Su pensamiento está centrado en el niño, que Dios mismo le ha dado (a ella y a José), en la forma de cuidarle.

Las “cosas” en las que María medita son aquí las referentes al nacimiento de Jesús en un campo de rebaños (fuera de Belén, ciudad donde sus “parientes” no le reciben), con el testimonio de los pastores que hablan de la manifestación del Ángel de Dios y el canto del coro de los ángeles (Lc 2, 1-8)…

María, arropada por José, piensa en el niño de descampado, como los miles y miles de niños del suburbio, de la cueva, de las villas barrosas, de la calle, barrida por el frío y por el viento. A María le ha “tocado” una buena: Por eso tiene que pensar en las cosas la vida del niño (de todos los niños del mundo), la tarea inmensa que el mismo Dios le ha confiado (a ella con José). Este pasaje nos sitúa ante la revelación de Dios que se realiza en obras y palabra (gesta y verba), conforme a la teología tradicional de la iglesia, aunque aquí encontramos antes “cosas que son palabras”, como seguiré indicando.

Todas estas cosas son como he dicho las referentes al nacimiento de Jesús. La terminología es básicamente hebrea, pues “cosas” se dice, que en sentido estricto significa “palabras”, es decir, aquello que se dice. Pero, desde el trasfondo del lenguaje hebreo que Lucas está empleando aquí, esas palabras/cosas en las que María medita sondebarim;, de dabar, cosa importante, asunto… . En esa línea, dabar no es la idea que simplemente se piensa, sino la cosa que se hace diciendo.  María piensa estas cosas (debarim),las que tiene que hacer, las que hará su niño; cosas de niño, más importantes que las de Herodes rey, más significativas que la de Augusto emperador.

Guardaba… María conservaba y recreaba “esas cosas”, y así las mantenía, de manera que ellas tenían no sólo una existencia fuera, sino también en su corazón. Eso significa que hay una conexión muy honda entre el mundo exterior y el interior, de manera que no pueden separarse. Pero ella no es simplemente un “depósito” donde se guardan la cosas que han pasado, sino que, al mantenerlas dentro de sí, María las recrea, tiene que cumplirlas, tiene que empezar una vida nueva al servicio del niño, de todos los niños del mundo[1].

Comparándolas También se podría decir “meditándolas”, porque la palabra griega aquí empleada (symbalein, como símbolo) tiene un sentido muy concreto de echar o poner dos cosas, una junto a otra (symballô). De esta forma se evoca un pensar por comparación, poniendo unas al lado de la otras dos o más partes o elementos de un todo, como se hace en el símbolo (que viene de la misma raíz). Esta palabra significa que María comparaba los acontecimientos del nacimiento de Jesús con el conjunto de su experiencia creyente y de la experiencia de su pueblo, como israelita que conocía las promesas de Dios y las palabras de los profetas. María sitúa su tarea de madre de Jesús en el contexto de la tarea de todas las madres, la más importante de todas las obras de la humanidad.

María aparece aquí como la primera “teóloga” en el sentido radical de la palabra, pues “teologar” no es un pensar en abstracto, sino repensar la tradición desde las nuevas circunstancias de la vida, desde su propia experiencia de Jesús. Estamos, pues, ante una meditación y teología de tipo histórico, concreto, reelaborando en la propia vida el proceso de los acontecimientos de la salvación.

En esta línea se mantiene la palabra hebrea tahageh:,meditar de un modo concreto sobre los acontecimientos y tareas de la propia vida, en el sentido incluso físico de “rumiar”, como un pensamiento que no se ha separado del movimiento de labios que se mueven produciendo un sonido característico. Esa es la hagôn omeditación clásica que aparece en la historia israelita, como pensamiento concreto de la vida, experiencia comprometida de vinculación personal con el despliegue de la realidad, y especialmente con la manifestación de Dios.

En su corazón. El lugar propio de esta meditación no es la mente que conoce ideas, sino el corazón que valora y compara experiencias. Así lo indica ya la palabra griega evn th/| kardi,a| auvth/j,, en su corazón (kardi,a) así entendido como “facultad de amar” (es el hogar del sentimiento y del afecto) y también de conocer en profundidad, como dice la bienaventuranza de los “limpios de corazón que verán a Dios” (Mt 5, 7). Cuando el corazón descubre y despliega las cosas con limpieza interior (no puramente externa) se abre a lo divino.

En este contexto es quizá más significativa la expresión hebrea: be-libba., en su corazón. Ciertamente, la palabra leb, corazón evoca en primer lugar el órgano físico vinculado con la respiración y la sangre; pero en sentido simbólico, alude al hombre entero en su capacidad de amar y pensar, de sentir y conocer en el sentido más profundo de la palabra. El corazón vincula al hombre con Dios, y con los demás hombres, para conocimiento y comunión de vida, aunque se puede convertir y se convierte también a veces en lugar de malos pensamiento y deseos.

El corazón de María es el lugar en el que Dios mismo viene a expresar el sentido de su revelación, es la sede de la palabra y del conocimiento salvador, vinculado de un modo especial con Jesús niño, que depende por un lado de ella, siendo por otro la expresión más honda del misterio de Dios. Significativamente este pasaje nos pone ante un corazón/pensamiento de mujer, que “medita” sobre Dios, deliberando y pensando con amor de madre en la suerte de su hijo.

3. LA PALABRA DE DIOS SE HIZO CARNE (Jn 1, 14)

Y habitó entre nosotros

Jn 1, 9-14: La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Los ángeles cantaban, sin más preocupación que la música de Dios. María meditaba con la gran preocupación y gozo que Dios les había dado (a ella y a José, en forma de niño)… Finalmente queda, en otro plano, el Dios que se ha hecho carne en el niño. El Dios que lo sabe y tiene todo, que tiene que aprender a ser niño, a ser hombre-persona, al servicio de todos. En la vigilia de esta noche, tras habernos puesto en el lugar de los ángeles (cantando) y en el de María (meditando), tenemos que ponernos en el lugar de Dios: Como si fuéramos Dios, como si tuviéramos que hacernos hombres.

Esta afirmación (Dios se hizo carne) constituye el centro de identidad del cristianismo (frente a griegos y judíos) al afirmar que el Logos que era Dios en el principio se hizo carne en la historia de los hombres. No es una sentencia para discutir. Aceptada o no. ella ha de ser bien situada desde la perspectiva del Dios que se encarna, que nace y vive en (con) los hombres. Leer más…

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Vigilia de Navidad: Romance del Dios Peregrino de Adviento

Lunes, 24 de diciembre de 2018
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48952917_1137005066476684_1391946394658406400_nDel blog de Xabier Pikaza:

Hay cuatro peregrinaciones:

1. Peregrinación exterior, a santuarios como Jerusalén o Compostela
2. Peregrinación interior… Hombres que buscan dentro a Dios
3. Peregrinación de amor: La de unos hombres que buscan a otros hombres
4. Peregrinación de Dios… que buscan en amor a los hombres.

Esa 4ª peregrinación es la de Adviento, y sobre ella escribió Juan de la Cruz el más bello de todos los romances, que algunos llaman Romance de la Trinidad (porque empieza así hablando del Dios Trinidad) pero que en sentido estricto es el Romance el Dios peregrino de la Navidad.

A esa peregrinación de Dios dedico esta Vigilia. Si tienes prisa, deja el tema aquí. Si puedes parar un momento,deja que este Romance te anime y alumbre por dentro. Habrá merecido la pena.

Introducción. Romance del Dios peregrino

48413886_1136986239811900_468175444131184640_nDejo los preámbulos, las introducciones eruditas. Empiezo con texto. Así comienza la Vigilia del Dios de Navidad:

. Trinidad, Dios en sí, bodas del Padre (RTrin 1- 76)

a. Ser como donación y encuentro

SJC (=San Juan de la Cruz) comienza retomando el motivo de Jn 1,1, recreando desde esa perspectiva la frase originaria de la Biblia (Gen 1,1): en el principio, antes de la creación, se encuentra el Verbo (RTrin: Romance de la Triniadd 1-2). Conforme a la experiencia de la iglesia, que recoge y despliega la revelación de la Biblia (y de la historia de Jesús), SJC presenta al Verbo como Palabra personal, es decir como Persona, en comunión radical con Dios Padre:

En el principio moraba / el Verbo y en Dios vivía
en quien su felicidad / infinita poseía.
El mismo Verbo Dios era / que el principio se decía.
Él moraba en el principio y principio no tenía.
Él era el mismo principio / por eso de él carecía (RTrin 1-10)

El texto dice que el Verbo vivía (moraba) en Dios “en quien su felicidad infinita poseía” (Rom 1-4). Para SJC este Verbo es evidente¬mente el Hijo de la tradición dogmática cristiana, ratificada en e1 Concilio de Nicea (año 325), es el Hijo entendido como “palabra activa” de Dios, no como idea que puede existir en sí misma, es el Hijo es Verbo, acción comunicadora, es el mismo Dios que existe así al comunicarse, dándose a sí mismo.

Son significativas las primeras notas de este Verbo. Se dice que mora en Dios, indicando así que Dios no es un ser solitario, alguien que existe cerrado en sí mismo. De un modo consecuente, según eso, la nota primordial de la realidad no es la indepen¬dencia del ser que vive en sí (sustancia) y según eso se aísla de los otros, sino el gesto creador de aquel que sale de sí y puede (quiere) hacer que el otro sea (de tal manera que la realidad es según eso Padre, que se da y se entrega, dándose al Hijo, en quien vive, siendo de esa forma en sí al ser en el otro).

En esa línea se añade que el Verbo es feliz en palabra paradójica: posee infinita felicidad no “poseyéndose” a sí mismo, sino siendo en (por) el otro, pues la felicidad resulta inseparable del amor, es decir, de la comunión con otro. Y se dice también que Dios es principio total no teniendo principio, y dando todo su ser al Hijo (en quien tiene su ser y su gloria). Por su parte el Verbo es plenitud y es principio, pero siendo en el otro y desde el otro, es decir, en el Padre (RTrin 7-9).

En ese contexto se añade que ni el Padre es en sí (de manera que no puede decir “yo soy”, sino que dice que “sea el Hijo”), y el Hijo tampoco es en sí (sino en el Padre). De esa forma, el “ser” de Dios no se define como autonomía egoísta (dominio de sí mismo), sino como donación, de forma que en el principio de Dios se encuentra el Hijo, que es el mismo Dios “entregado”, saliendo de sí mismo y existiendo en el otro. Este misterio toma forma de paternidad y filiación:

El Verbo se llama Hijo, / que de el Principio nacía.
Hale siempre concebido, / y siempre le concebía.
Dale siempre su sustancia / y siempre se la tenía (RTrin 11-16).

En ese principio que siempre perdura encontramos ahora al Padre que concibe sin cesar al Hijo, en generosidad-fecundidad originaria, de manera que sólo tiene aquello que da o regala, dándose a sí mismo, plenamente (¡dale siempre su substancia y siempre se la tenía!). Lógicamente, según la tradición cristiana, el Dios primigenio se llama Padre, aunque presenta ras¬gos que recuerdan quizá más la imagen de la Madre (¡hale siempre concebido!). Pero más que el puro nombre importa la función del Padre (Madre) que solo puede tener su sustancia (poseerse) en la medida en que entrega (la “da”, dándose al Hijo).

b. Ser en sí, siendo en el otro

48387631_1136986699811854_2030076121348833280_nEn este principio trinitario (¡el Padre sólo tiene aquello que “da” y pierde, y el Hijo sólo tiene aquello que recibe y que nueva “da”, dándose al Padre) aparece ya en resumen (como en germen) todo el pensamiento y experiencia de SJC. El punto de partida de su pensamiento no es un tipo de “ontología cósmica” (como la de Aristóteles), ni es tampoco un pensamiento conceptual o discursivo. El principio y sentido de la realidad ha de entenderse, según eso, de forma trinitaria, desde el fondo de este símbolo de fe, que SJC presenta de forma narrativa en su romance. En el principio está el “don personal”, de manera que el “ser” de cada uno (empezando por el Padre) está en el otro (empezando por el Hijo), y así podemos hablar de una gloria (o esencia) compartida, pues cada uno la tiene sólo en la medida en que la pierde, es decir, en la medida en que se entrega, dándose a sí mismo, para quedar así en manos del otro (y ser el otro).

La gloria Padre es el Hijo y la del Hijo el Padre (RTrin 17-20), de manera que cada uno existe y es glorioso precisamente teniendo su gloria fuera de sí mismo (en el otro a quien la entrega, ofreciéndose a sí mismo). Ambos, Padre e Hijo, se vinculan, por lo tanto, al entregarse y ser uno en el otro, en una especie de unidad paterno-filial, que paradójicamente recibe y tiene rasgos nupciales, de manera que la realidad sólo existe (se despliega) allí donde cada uno la pierde, se pierde a sí mismo (dando lo que tiene), para ser y encontrarse a sí mismo en el otro.

Este ser-amor que se expresa y consiste en la entrega de cada uno aparece así como fundamento de todo lo que existe en cielo y tierra, en contra de la visión ontológica de una filosofía ontológica, donde cada uno es realidad en la medida en que se busca y se tiene a sí mismo, como substancia en sí (ontología griega) o como sujeto que se piensa a sí mismo (para sí mismo) y de esa forma se separa de los otros. En contra de eso, la realidad del Dios cristiano se define como alteridad, ser cada uno en la vida y ser del otro:

Como amado en el amante / uno en otro residía,
y aquese amor que los une, / en lo mismo convenía
con el uno y con el otro /en igualdad y valía (RTrin 21- 26).

Como amado en el amante… De esa forma, aquel que ama no reside o mora en sí, sino en el otro, pues para ser “en sí” es preciso salir de sí, ya que el ser es, según eso, donación y movimiento, alteridad y encuentro, de tal forma que el “en sí” y el “fuera de sí” se identifican. Ésta es la palabra decisiva que SJC ha formulado con toda precisión en la base de su relato creyente, llevando hasta el final rasgos y notas que encontramos ya en el evangelio de Juan.

De esa forma se define y completa el movimiento primero de la peregrinación de Dios (contrario al discurso ontológico normal de las religiones y las filosofías), pues cada uno sólo “es” (sólo se tiene) en la medida en que se da para que sea el otro, siendo así y teniéndose en el otro, no en sí mismo. Ser no es tenerse como substancia, ni pensarse como sujeto, sino darse para que exista el otro, siendo de esa forma en el otro.

El Padre Dios reside así en el Hijo, y el Verbo-Hijo en el Padre, de manera que no hay primero un “ser en sí” y luego “un ser en el otro”, pues cada uno sólo puede ser en sí siendo en el otro. En ese sentido no se puede hablar de Dios como “substancia”, ni como “sujeto”, sino sólo del Padre y del Hijo, que son Dios, dándose una al otro y compartiendo de esa forma la “esencia”. De esa manera, pudiéndose llamar en un sentido “padre” e “hijo”, ellos se muestran y aparecen de esa forma, al menos simbólicamente, como esposos, pero no en gesto de posesión (uno tiene al otro), sino de kénosis fundacional, de vaciamiento pleno, para que sea el otro.

La paternidad originaria (donación generosa de ser) se expresa así como pleno vaciamiento de Dios Padre, que es divino precisamente al no cerrarse en sí, sino al perderse y darlo todo (darse del todo) para hacer así que surja el otro. Sólo de esa forma, al dar y perderse totalmente en el otro (para encontrarse fuera de sí mismo) puede hablarse de paternidad-filiación y nupcialidad (de comunicación y pérdida de sí, con encuentro pleno del uno en el otro).

c. La paradoja de ser, comunión en gratuidad

SJC no intenta explicar la paradoja. Simplemente la rela¬ta, mostrando así que el Padre (al serlo en plenitud) se entrega totalmente a su Hijo, de tal manera que sólo en él (en el Hijo) puede encontrarse, pues sólo es en sí al ser en el otro. Eso significa que el Padre no impone su figura y su potencia desde arriba, pues no tiene un “ser previo” (absoluto) fuera de su donación, sino que sólo existe en sí al darse y ser en el otro (en el Hijo).

La realidad se entiende así como “vaciamiento amoroso”, es decir, como “donación de sí”, pues el Padre sólo existe al darse al Hijo, y el Hijo por su parte, al responderle y entregarle su existencia. De esa forma son en sí, pero sólo siendo en el otro, es decir, en la medida en que cada uno se entrega, existiendo uno en el otro, y los dos en comunión, de manera que el amor del Padre al Hijo es igual que el amor del Hijo al Padre, en donación mutua. Esa pérdida de sí y esa mutua donación, entendida como amor que les une precisamente al distinguirles (existiendo cada uno en el otro), recibe el nombre de Espíritu Santo. Por eso, con toda la tradición cristiana, SJC puede afirmar que ese amor (Espíritu Santo) «convenía con el uno y con el otro- en igualdad y valía», traduciendo así de un modo muy preciso la experiencia que está en el fondo del Concilio de Constantinopla (año 381). Leer más…

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Que vuele el fuego de Dios. Catequesis de Vigilia de Pentecostés

Sábado, 23 de mayo de 2015
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Pentecost-fireDel blog de Xabier Pikaza:

Me han pedido de lejos (América) una Catequesis de Vigilia de Pentecostés, y me permito colgarla también de este lugar.

Estoy convencido de que tú, amigo o comunidad, parroquia o grupo, habéis organizado ya la Gran Vigilia de Dios de este 23-5-15, día de Oscar Romero, hombre de fuego de Dios, pero quizá puedan ayudarte las reflexiones que siguen:

– ¿Cómo prepararnos para el fuego del Dios de Jesús, si ese fuego se enciende y arde cuando? ¡No podemos, y sin embargo, debemos hacerlo: Uno a uno, juntos en familia o comunión cristiana!

‒ ¿Cómo hacerlo nosotros, si es el mismo Dios que debe alentar en nuestra vida, abriendo caminos, tendiendo puentes, curando enfermedades, perdonando pecados, llenando todo de amor y de justicia?

‒ ¿Cómo estar dispuestos a escuchar la voz, abriendo el pecho para el fuego, los ojos para la luz, los oídos para la voz, la mano para el trabajo y el abrazo…? ¿Cómo, cómo, cómo…?

Con esas y otras preguntas he redactado esta catequesis, que ha de empezar con la lectura y la oración compartida en torno al principio del libro de los Hechos (Hch 1-2). También tú empieza leyendo ese pasaje, para traducirlo así en tu vida. Quizá te baste y puedas seguir por ti mismo. Por si te ayudan te ofrezco las siguientes reflexiones.

vigilia_pentecostes-300x188— En el primer Pentecostés del año 30 comenzó la Iglesia de Jesús, retomando la gran inspiración del judaísmo antiguo, pero abriendo un camino de fuego y palabra para todas la naciones, y así lo ha puesto de relieve este pasaje del libro de Hechos (Hch 1-2).

— En este Pentecostés 2015 debe recomenzar tu camino por el fuego y la palabra de Dios. Toma un tiempo de reposo, para abrir así tu “alma”, con aquellos con quienes compartes tu andadura de estudio y práctica cristiana, en línea de catequesis, desde tu pasado cristiano, buscando un futuro más lleno de Dios y justicia, con todos los hermanos.

Que el hermano Romero de América, de toda la Iglesia, beatificado hoy en San Salvador avive tu fuego, impulse tu camino, con María de Pentecostés.Buena Vigilia y Pascua del Fuego de Dios, este año 2015, con todos y para todos.

1. COMIENZO, Hch 1-2. LUGARES Y GENTES

El comienzo de esta catequesis será leer cuidadosamente el texto, empezando por Hch 1, la Ascensión del Señor (Monte de los Olivos) y la reunión de los primeros cristianos en la Iglesia (en el Cenáculo, habitación alta de una casa, posiblemente la sala de la Última Cena, donde se alojaban, Hch 1, 13). Después se pasas del Cenáculo a la calle, donde empieza la misión. Este comienzo es muy significativo y merece la pena que nos fijemos bien en algunos detalles. Éstos son los que yo destacaría. Vosotros, los lectores, podéis destacar otros.

Comencemos por los lugares:

‒ Monte de los Olivos (Hch 1, 1-12; cf. 1, 12). Éste es el monte de la última oración de Jesús (en el huerto de ese monte). Era el monte donde muchos judíos esperaban que llegara el Reino de Dios, según el libro de Zacarías (Zac 14, 4). Dios mismo dividiría ese monte en dos, y vendría con gloria, para imponer su reinado… Pero Jesús resucitado lleva a sus discípulos a ese monte…para decirles que el Reino no llega de esa forma por ahora… Más aún, en vez de traer el Reino de esa forma “se va” (sube al cielo…), y confía su tarea a sus discípulos: ¡que reciban el Espíritu Santo y que vayan al mundo entero como discípulos suyo (Hch 1, 8).

‒ Cenáculo (Hch 1, 12-26). Una sala amplia (la sala superior, para reuniones)… en una casa amplia, de las que había en Jerusalén para celebrar la pascua y las grandes fiestas, cuando venían los peregrinos… Ésta es la casa de la reflexión (oración…, diálogo, estudio). Será una casa para nueve días, la primera gran “novena” de la iglesia, desde la Ascensión a Pentecostés. Ése tiempo de la casa (del retiro de grupo, de la búsqueda común) es fundamental… Éste es un tiempo fundamental, no a solas, sino en grupo… para ver juntos, para recordar, para planear, para compartir…

‒ La calle (Hech 2). Pero los discípulos no pueden quedarse en el cenáculo, en clausura miedosa, en nostalgia dolorida, esperando que llegue Jesús y que resuelve él nuestra tarea. Nos ha dejado una misión, tenemos que afrontarla, recibiendo el Espíritu, saliendo a la calle, empezando por Pedro (hoy el Papa Francisco), todos… Ésta es la misión, la gran tarea. Salir a la calle de Jerusalén, a la plaza, a los mercados y escuelas, a los lugares de marginación, diciendo que Jesús ha tocado nuestra vida con su Espíritu.

Jesús nos ha dejado su tarea:

Ha culminado su camino, ha realizado su obra: Ha proclamado el mensaje, ha muerto y ha resucitado. Ciertamente, el sigue con nosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos, como sabe y dice Mt 28, 16-20, pero está de otra manera, no como antes. Está de un modo más honda, dejándonos su tarea, para que nosotros la continuemos.

Es bueno que él se haya ido, como dice el texto de la Ascensión (Hch 1, 1-11). Se ha ido, se han cubierto las “nubes” de Dios, en la altura, donde está “sentado” (culminada su obra) y “de pie” caminando con nosotros. Nos ha dejado con pena, no podemos tocarle como antes (como le quería tocar María Magdalena)… Pero es bueno que Jesús se haya ido, de una forma externa, para darnos su Espíritu (como dice él mismo en su discurso de despedida: Jn 13-17). Leer más…

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El obispo maltés Charles Scicluna, acudió a un acto convocado por una organización católica LGTB.

Miércoles, 21 de mayo de 2014
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Charles-SciclunaCharles Scicluna, obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta, tras afirmar recientemente que las uniones entre personas del mismo sexo suponen un “acto moral muy grave“, acudió este fin de semana a un evento realizado por la organización Dracma, un colectivo católico de personas LGTB, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia.

Charles Scicluna, obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta, ha sorprendido este fin de semana al acudir a un evento convocado por una organización de minorías sexuales del país europeo.

Scicluna acudió al acto convocado por la organización Dracma, un colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales católicos, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia.

El obispo acudió al acto contra la discriminación acompañado por un grupo de sacerdotes católicos, mostrando su respaldo al trabajo que llevan a cabo los activistas de la organización Dracma.

Scicluna, pese a mostrar públicamente que celebra el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, condenó recientemente el reconocimiento de los derechos de la diversidad sexual.

El obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta manifestó que reconocer el derecho de las parejas homosexuales a unirse mediante uniones civiles supone un “acto moral muy grave.

Fuente PinkNews

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