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Ante la Cruz…

Viernes, 7 de abril de 2023
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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Lo seguía muchísima gente, especialmente
mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
(Lc. 23, 27)

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

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III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

Hoy la Iglesia nos invita a un gesto que quizás para los gustos modernos resulte un tanto superado: la adoración y beso de la cruz. Pero se trata de un gesto excepcional. El rito prevé que se vaya desvelando lentamente la cruz, exclamando tres veces: “Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”. Y el pueblo responde: “Venid a adorarlo.

El motivo de esta triple aclamación está claro. No se puede descubrir de una vez la escena del Crucificado que la Iglesia proclama como la suprema revelación de Dios. Y cuando lentamente se desvela la cruz, mirando esta escena de sufrimiento y martirio con una actitud de adoración, podemos reconocer al Salvador en ella. Ver al Omnipotente en la escena de la debilidad, de la fragilidad, del desfallecimiento, de la derrota, es el misterio del Viernes Santo al que los fieles nos acercamos por medio de la adoración.

La respuesta “Venid a adorarlo” significa ir hacia él y besar. El beso de un hombre lo entregó a la muerte; cuando fue objeto de nuestra violencia es cuando fue salvada la humanidad, descubriendo el verdadero rostro de Dios, al que nos podemos volver para tener vida, ya que sólo vive quien está con el Señor. Besando a Cristo, se besan todas las heridas del mundo, las heridas de la humanidad, las recibidas y las inferidas, las que los otros nos han infligido y las que hemos hecho nosotros. Aun más: besando a Cristo besamos nuestras heridas, las que tenemos abiertas por no ser amados.

Pero hoy, experimentando que uno se ha puesto en nuestras manos y ha asumido el mal del mundo, nuestras heridas han sido amadas. En él podemos amar nuestras heridas transfiguradas. Este beso que la Iglesia nos invita a dar hoy es el beso del cambio de vida.

Cristo, desde la cruz, ha derramado la vida, y nosotros, besándolo, acogemos su beso, es decir, su expirar amor, que nos hace respirar, revivir. Sólo en el interior del amor de Dios se puede participar en el sufrimiento, en la cruz de Cristo, que, en el Espíritu Santo, nos hace gustar del poder de la resurrección y del sentido salvífico del dolor.

*

M. I. R.
Omelie di pascua. Venerdi santo,
Roma 1998, 47-53

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

Viernes Santo: 7.3.23. La Pasión según san Mateo: Te ayudaré Dios mío para que no me abandones (E. Hillesum)

Viernes, 7 de abril de 2023
Comentarios desactivados en Viernes Santo: 7.3.23. La Pasión según san Mateo: Te ayudaré Dios mío para que no me abandones (E. Hillesum)

Chagall(p320)Larger (2).0Del blog de Xabier Pikaza;

Los mejores  intérpretes de la Pasíón de Dios (Cristo) Según Mateo en el siglo XX han sido  dos judíos:

(a) Marc Chagall (1897-1985) ha sido el más hondo pintor de crucificados; algunas de sus imágenes irán acompañando trabajo.  

(b)  Etty Hillesum (1914-1943), escritora y pensadora judía asumió de forma admirable el camino de la pasión de Dios según  Mateo (25,31-46), siendo ajusticiada, como Jesús, acompañando a Dios en su dolor en un campo nazi. 

Etty Hillesum (judía/cristiana) ejemplar ha realizado la más honda tarea de acompañar/consolar a Dios acompañando y consolando a los hombres y mujeres sufrientes, en el holocausto (shoah) de los nazis.

 Así lo indicará esta reflexión que tiene dos partes.  (a) Una visión general sobre  su vida  desde el evangelio de Mateo. (b) Una lectura de la pasión de Dios y el dolor de los hombres, en el evangelio de Mateo.

Las  reflexiones de la primera parte están inspiradas  básicamente en  Leandro Siqueiros: El diario de Etty Hillesum: buscar a Dios en el Holocausto http://wwwespiritualidadprogresista.blogspot.com/2010/10/etty-hillesum-una-de-las-mas.html y en J.I González Faus. “Etty Hillesum. Una vida que interpela”. Ed. Sal Terrae, 2008.

ETTY HILLESUM. VISIÓN GENERAL.

Introducción

Etty_Hillesum_1939E. Hillesum fue judía (aunque no se identifique con ninguna sinagoga particular) y lee el evangelio de Mateo desde su percepción radical judía, sin necesidad de “dejar” su judaísmo (abjurar) para leer el evangelio de Jesús, haciendo de esa forma un intenso camino religioso que es judíos siendo al mismo tiempo cristianos..

E. Hillesum no asume el cristianismo “oficial” (no se bautiza, ni forma parte de ninguna iglesia), porque no tiene “tiempo ni espacio para ello” y, sobre todo, porque está recorriendo un camino previo de “identificación” con el camino de Jesús, a quien ni siquiera nombre, porque quien a ella le importa es Dios.

Y sin embargo E. Hillesum esuna de las mejores intérpretes del evangelio de Mateo y de su experiencia de la pasión de Dios, que se identifica con el dolor de los hombres, conforma a la palabra originaria de Mt 25,31-40:Tuve hambre y me disteis de comer (o no me disteis de comer…).

Hillesum retoma, sin quizá saberlo, una hondísima experiencia rabínica del dolor de Dios que se expresa en el dolor de los hombres… (tema esbozado por el pensador judío A. Heschel, 1907-1972, en numerosas obras, sobre todo en su interpretación de los salmos). En esa línea, ella se siente llamada a “acompañar y consolar” a Dios en su dolor, en un gesto que puede vincularse con el de algunos salmos y, sobre todo, con un tipo de experiencia profética que ha sido tematizada por Ella no nombra a Mateo, ni a Jesús, pero está haciendo el “camino de Reino” (camino de Dios) en la línea de Mateo…

Contexto vital

Su nombre era Esther/Etty Hillesum y había nacido el 15 de enero de 1914 en Middelburg, en Holanda. Su padre, Louis Hillesum, enseñaba lenguas clásicas. Su madre era experta en lenguas modernas y literatura.

Etty obtuvo su primer diploma en Derecho en la Universidad de Ámsterdam; después se matriculó en la facultad de Letras para el estudio de las lenguas eslavas. Más tarde, cuando comenzó a estudiar la carrera de psicología, estalló la guerra. El día 15 de julio de 1942, en plena guerra, ,

Etty trabajó como mecanógrafa en una de las secciones del Consejo Hebraico holandés. Como en otros territorios ocupados, esta organización había nacido bajo la presión de los alemanes y actuaba de puente entre los nazis y la población judía.

Desde agosto de 1942 hasta el fin de septiembre de 1943, Etty Hillesum se ofreció voluntaria para trabajar como asistenta y enfermera en el campo de concentración de Westerbork, como enviada del Consejo Hebraico.  Actuó como correo de la resistencia y llevaba consigo cartas y mensajes de los prisioneros, además de recoger medicinas para llevar al campo.

Ante la barbarie que percibía a su alrededor en una Europa enloquecida, Etty se refugia en la experiencia religiosa interior y especialmente en la oración íntima e intensa. Escribe: –«(…) Las amenazas y el terror crecen día a día. Me refugio en la oración como un muro oscuro que ofrece seguridad, me refugio en la oración como si fuera la celda de un convento; ni salgo, tan recogida, concentrada y fuerte estoy.

Este retirarme en la celda cerrada de la oración, se vuelve para mí una realidad siempre más grande, y también un hecho siempre más objetivo. La concentración interna construye altos muros entre los cuales me reencuentro yo misma y mi totalidad, lejos de todas las distracciones. Y podré imaginarme un tiempo en el cual estaré arrodillada por días y días, hasta no sentir los muros alrededor, lo que me impedirá destruirme, perderme y arruinarme.» (Diario, 18 de mayo de 1942)

99AAE285-E507-4B1C-B043-47F5D2926DE3Etty Hillesum, en Auschwitz y ejecutada Mientras, seguía aumentando el número de deportaciones de civiles judíos. En el año 1943, Etty llegó a la conclusión de que la prisión era inevitable y se negó a aceptar los escondites que se le ofrecieron para no ser capturada por la Gestapo. Después de meditarlo, Etty se entregó a las SS el día 6 de junio de 1943, junto a sus padres y a sus hermanos. Etty dejó sus diarios a unos amigos, con los que también mantuvo una larga correspondencia durante su encarcelamiento en Westerbork. En una de las cartas afirma:

El paisaje que tenemos alrededor aparece de improviso mutado, el cielo se vuelve bajo y negro, nuestro modo de sentir la vida sufre grandes mutaciones y nuestro corazón se vuelve completamente gris y milenario. Pero no es siempre así. Un ser humano es una cosa bien singular. La miseria que reina aquí es verdaderamente indescriptible. En las grandes barracas se vive como topos en una cloaca.» (Carta de 3 de julio de 1943)

Este intercambio epistolar terminó con una tarjeta postal con fecha 7 de septiembre de 1943, arrojada desde un camión de ganado. Describe la repentina inclusión de ella y su familia en un transporte hacia Auschwitz que salió con 987 reclusos, incluidos 170 niños. La postal se despide con estas palabras: «Me esperaréis, ¿verdad?».

Los diarios . Etty, buscadora de Dios

La evolución espiritual y religiosa del Etty ocupa el primer plano en su diario. Se inicia con una Etty que es una mujer laica y que no practica ninguna religión. En esta etapa de su vida, el nombre de Dios aparece en el diario más como una expresión literaria o como un factor sociológico que con un sentido de fe religiosa, como dice González Faus. Poco a poco la espiritualidad de Etty va presentando una serie de tonalidades, colores y acentos propios. Pero a la vez, están muy cercanos a nuestra realidad actual.

En primer lugar, Etty se mostrará cada vez más sensible a la presencia de Dios, una presencia en todas las cosas y en todos los seres. Una presencia que unifica totalmente su ser. Una presencia que le hace sospechar que Dios tiene que ver con la búsqueda de la liberación interior y con la sensación que tantas veces ha sentido de que la vida merece la pena a pesar de todo.

Tratando de encontrarse a sí misma, se convierte en Buscadora de Dios.Un rasgo que destaca en su camino espiritual es que va descubriendo a Dios en su interior.

SE VA SINTIENDO HABITADA POR DIOS. 

Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo. Me imagino que hay gente que reza con los ojos dirigidos hacia arriba. Ellos buscan a Dios fuera de sí mismos. También hay otras personas que agachan la cabeza profundamente y que la esconden entre sus manos; creo que esa gente busca a Dios dentro de sí misma” (26 de agosto de 1941)

 “Dios, cógeme de tu mano, te acompaño obedientemente, sin resistirme. No rehuiré nada de lo que me llegue en la vida, lo asimilaré con todas mis fuerzas. Pero dame de vez en cuando un breve instante de tranquilidad. Tampoco pensaré, en toda mi inocencia, que la paz, en caso de que me llegue, vaya a ser eterna. También aceptaré la intranquilidad y la lucha que volverán a continuación. Me gusta estar protegida por el calor y la seguridad, pero tampoco me rebelaré si entro en el frío, siempre y cuando sea de tu mano.

Iré a todas partes de tu mano y quiero procurar no tener miedo. Intentaré irradiar algo del amor, del verdadero amor humano que hay en mí, en cualquier parte que esté”.

Y volverá aún sobre este tema en el último cuaderno de su diario:“Amo tanto al prójimo, porque amo en cada persona un poco de ti, Dios. Te busco por todas partes en los seres humanos, y a menudo encuentro un trozo de ti. Intento desenterrarte de los corazones de los demás”. (15 de septiembre de 1942). Y el mismo día en el que moría J. Spier, es capaz de recordarlo de esta manera:

“…Tú, gran persona comprensiva, buscador de Dios, que encontraste a Dios. Has buscado a Dios por todas partes, en cada corazón que se abría a ti –y cuántos han sido-, y en todas partes encontraste un pequeño fragmento de Dios. Nunca te has rendido” (15 de septiembre de 1942).

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AYUDAR A DIOS

Etty elabora su propio lenguaje simbólico y místico. En esos tiempos de terror, como ella los califica, “ayudar a Dios, para Etty, es encontrarle un resguardo dentro de sí, ofrecerle hospitalidad, buscarle un cobijo en las personas sufrientes que encuentra, salvar un pedacito de Dios en los seres humanos…Salvar la existencia de Dios en la desventura. Ser huésped y amiga” (W. Tommasi); “Ayudar a Dios es ayudar al amor que no tiene más fuerza que su misma oferta” (González Faus).

En este sentido destaca  esta oración:

Corren malos tiempos, Dios mío. Esta noche me ocurrió algo por primera vez: estaba desvelada, con los ojos ardientes en la oscuridad, y veía imágenes del sufrimiento humano. Dios, te prometo una cosa: no haré que mis preocupaciones por el futuro pesen como un lastre en el día de hoy, aunque para eso se necesite cierta práctica…

Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones, pero no puedo asegurarte nada por anticipado. Sólo una cosa es para mí cada vez más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti, y así nos ayudaremos a nosotros mismos.

Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar un fragmento de ti en nosotros. Tal vez así podamos hacer algo por resucitarte en los corazones desolados de la gente. Sí, mi Señor, parece ser que tú tampoco puedes cambiar mucho las circunstancias; al fin y al cabo, pertenecen a esta vida…

Y con cada latido del corazón tengo más claro que tú no nos puedes ayudar, sino que debemos ayudarte nosotros a ti y que tenemos que defender hasta el final el lugar que ocupas en nuestro interior

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6.4.23. Jueves Santo. Pascua del pan y del “vino”: La próxima copa en el Reino

Jueves, 6 de abril de 2023
Comentarios desactivados en 6.4.23. Jueves Santo. Pascua del pan y del “vino”: La próxima copa en el Reino

caravaggio-cena-emmausDel blog de Xabier Pikaza:

Jesús celebró un día como hoy la antigua fiesta de pascua judía, pero con sentido nuevo

No la celebró el día oficial  sino un día anterior, como despedida  invitación a su nueva fiesta (la próxima copa en el reino)

Esta cena de Jesús fue y sigue siendo el principio de las celebraciones cristianas, como indicaré, insistiendo en sus rasgos: (a) la próxima copa será en el reino; (b) mientras tanto, hombres y mujeres formamos un cuerpo, carne y sangre de amor

En ese fondo ha destacado Juan el signo de Jesús, viña y Cordero, nuestra vinculación con todo el universo  (Jn 1; Jn 6; Jn 19)

INTRODUCCIÓN. NOTAS ESENCIALES

1. Jesús celebró su cena de despedida y comunión en un contexto pascual judío, pero transformado. Fue una fiesta “real,histórica”, pero  y formulada de un modo litúrgico y eclesial por los primeros cristianos (1 Cor, Sinópticos)

2. Esta cena evocaba antiguos motivos hebreos:la liberación de Egipto, la fiesta del cordero… la comida de los primeros panes del año. Pero Jesús prescinde del cordero y se centra en dos signos “vegetarianos” de tipo universal: el pan de harina amasada, la copa de zumo vegetal.

3. El pan (artos, artúa) esun alimento amasado y “cocido” de semillas/frutos vegetales, que en oriente eran y son de cereal (trigo, cebada…), peropueden ser de cualquier semilla equivalente (arroz, maíz, soja…). Todo intento de limitarse a un pan de puro trigo es consecuencia de mal etnocentrismo y de mala traducción de los textos.

4. La copa es en principio de zumo de uva…, pero ninguno de los textos  (Mc, Mt, Lc, 1 Cor)l o dice. Todos utilizan “poterion”,  en el sentido de “copa” para beber. No dicen  si el zumo está fermentado (si es mosto o vino), ni si ha de ser sólo de uva o de otro tipo de fruta o semilla (de manzana o pera, de granada, dátiles o naranjas etc.. . Limitarse al vino-vino (zumo de uva fermentado) va en contra del sentido universal del texto.

5. Comunión “sacerdotal”: haced esto en memoria de mí. Estas palabras u otras semejantes están supuesta en Mc y Mt, aunque sólo aparecenen Lc 22,19 y 1 Cor 11, 25, y se dirigen a todos los miembros  de las comunidades cristianas, que así aparecen como comunidades “sacerdotales”, en el sentido especírico de Jesús. Ni Lucas ni Pablo (ni mucho menos Marcos y Mate olas restringen a los “doce apóstoles” y a sus sucesores obispos y presbíteros, por razones evidentes para cualquier lector del NT.

6.  La iglesia posterior, en su praxis jurídica “oficial” solemne, ha restringido (limitado) esas palabras (con la presidencia eucarística) a un tipo de “ministros ordenados varones” (e incluso célibes). Pero esa limitación (que ha cumplido en un tiempo su servicio) va en contra de la amplitud del NT carece actualmente de sentido, de formas que debe devolverse a las comunidades su “autoridad y responsabilidad”l eucarística, como está viendo ya gran parte del “sensus fidelium” de la iglesia católica.

7. Fiesta del amor fraterno…De un modo u otro, celebrada con pan-trigo o pan-arroz…, con mosto o vino de uva o con bebida de patata, naranja o limón…, esta fiesta de la cena de Jesús es sacramento de amor fraterno, como seguiré mostrando. Esto es algo que sabían bien los escolásticos  del siglo XIII , cuando distinguían y vinculaban el signo-sacramento de la misa y su res o esencia que era y sigue siendo el amor mutuo de los “creyentes”.

He desarrollado estos motivos en Fiesta del pan, fiesta del vino; Historia de Jesús; Comentario de Marcos y Comentario de Mateo

1. LA PROXIMA COPA EN REINO. LOGION DE LA DESPEDIDA (MC 14, 25  par).

 Sintiéndose en peligro, sabiendo que su vida estaba amenazada, que sus amigos podían abandonarle y sus enemigos condenarle a muerte, Jesús quiso cenar con sus compañeros, ratificando su compromiso de alianza y promesa, como proclama este logion(Mc 14, 25) que no se limita a esperar pasivamente la llegada del Reino, sino que la provoca. Todo el mensaje anterior de Jesús en Galilea y su venida a Jerusalén, puede interpretarse a partir de estas palabras centrales/finales de su vida:

En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vidhasta el día en que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de Dios (Mc14, 25 par).

 Por medio estas palabras y este gesto (compartir una copa de vino con sus discípulos),Jesús pide a Dios que llegue (que envíe) el Reino, prometiendo (asegurando) al mismo tiempo a sus compañeros (discípulos) que el Reino llega y que él (Jesús) entregará su vida hasta el finpara que llegue, en la línea de su oración: Padre, venga (envía) a nosotros el Reino.

Jesús está “representando” (culminando) su tarea mesiánica ante Dios y ante sus compañeros.Jesús no es profeta mesiánico a solas, separado de los otros, sino dirigente de una iglesia o grupo mesiánico (los Doce), con el que comparte su camino y proyecto de Reino.

 Jesús no está a solas, no es un mesías separado, sino rodeado de un cuerpo de compañeros, que forman el germen de su iglesia. Por eso no se compromete él solo, frente a todos, sino con su grupo, formado no sólo por los Doce,sino  también por mujeres  y amigos que le han venido acompañando.

Jesús no conoce de antemano los detalles de su entrega de amor y de muerte, como un adivino (pues el conocimiento de posibles adivinos no es personal y verdadero, de carne y sangre, sino de imaginación). Sólo se conoce de verdad con cuerpo y alma, no sólo con el entendimiento, sino con la voluntad y la vida entera, con la carne y la sangre,  en unión con una comunidad de vida. Ahora al fin, tras haber recorrido un largo camino con y por sus amigos/discípulos, en el momento de la gran prueba, Jesús les confía su identidad, el compromiso y sentido supremo de su vida.

  No ha venido a luchar contra sacerdotes y legionarios romanos, sino a presentar ante unos y otros,  su proyecto de reino, que culmina en un compromiso de abstinencia escatológica: no beber más vino, ni celebrar más fiestas hasta que llegue el Reino.

Éste es un compromiso de fidelidad en amor hasta la muerte, culminando su camino,ratificanso su opción de Reino, esto es, de vida comparida: En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vid … (Mc14, 25 par).

Por eso, al decir “no volveré” a beber con vosotros, Jesús está ratificando sucamino anterior de mesianismo. No ha sido un mesías aislado, no ha podido decir “yo soy hijo de Dios, pero vosotros no…”, sino que ha sido y sigue siendo hijo de Dios con aquellos con quieres comparte el mismo vino de fiesta, el mismo pan de vida. Al decir “no volveré ya más hasta…”, él está indicando que la comunión de vida y destino permanece, aunque puedan traicionarle…El próximo abandono de los doce y en particular el de algunos (Judas, Pedro) no destruirá la fidelidad divina de su compromiso.

Jesús está convencido de que su tiempo de mundo acaba, y así lo proclama, no con un signo de penitencia, un bautismo de muerte (un sacrificio), sino con una señal de fiesta y alegría. La renuncia (no beberé…) implica, según eso, una esperanza más alta. Jesús deja de beber vino porque ha cumplido su misión en la tierra y porque espera la llegada del Reino, que no será tiempo ni lugar de castigo, sino de fiesta, de vino de Reino (de fiestas pentecostales). Conforme al rito externo, Jesús está celebrando un rito pascual (de presencia de Dios y de liberación), pero no lo hace con el pan de pascua pascua, sino de vino de los tabernáculos o chozas que representan la culminación del tiempo del mundon [1].

            Jesús ha ofrecido su mesa (pan y peces) a los marginados y pobres, a publicanos y multitudes. Ahora, en el momento final, asumiendo y recreando la más honda tradición israelita, él declara y proclama ante sus amigos que ha cumplido su tarea, ha recorrido su camino: sólo queda pendiente la respuesta de Dios, el vino del Reino. De esa forma pasa del “vino antiguo” de esta fiesta de despedida (que el ritual de la institución eucarística interpreta, como sangre de alianza: Mc 14, 23-24) al “vino nuevo” de la culminación mesiánica Todo lo que podía y debía hacer humanamente lo ha hecho. Por eso, en nombre de Dios les invita a tomar la próxima copa en el Reino [2].

 3. EUCARISTÍA, COMUNIÓN DE REINO.

  1. El signo de la copa. Sólo vive de verdad quien da su vida por otros.

En su forma actual, el relato eucarístico [3]. consta de dos signos, uno de pan, otro de vino (cf. Mc 14, 22-24), que, al unirse, forman el mejor retrato de Jesús hombre de pan compartido y vino de Reino. El texto completo, ha sido elaborado litúrgicamente en el contexto de la despedida, según la doble tradición de Mc 14, 23-24/Mt 26, 26-30 y de 1 Cor 11, 23-25 y Lc 22, 15-20). En ese contexto sitúan los sinópticos y Pablo la institución “eucarística”, no como cena de pascua antigua sino como anticipo (anuncio y promesa) del banquete mesiánico, de manera que la misma copa de invitación (no beberé más… ) viene a interpretarse (ofrecerse y entenderse) como copa de alianza escatologica.

Tomo una copa, bebieron todos de ella, y les dijo:Esto es mi sangre de la alianza (Mc 14, 22 par).

 No es copa de anuncio de lo que vendrá más tarde, sino de revelación de lo que está sucediendo, de lo que ha sido y es ahora su vida de fidelidad y servicio por el reino, no a solas (separado de los otros) , sino en comunión de vida con sus compañeros de Iglesia. Así lo entiende Jesús, así lo hace y lo dice, como he desarrollado en Marcos:

Tomó una copa (potêrion), en signo de agradecimiento (eukharistía). Mientras un grupo de hombres y/o mujeres sean capaces de beber juntos una copa podrán vincularse a Dios, no están abandonados sobre un mundo adverso. El mismo vino, fruto de la tierra y del trabajo humano, es para ellos presencia de Dios, expresión del valor de la vida. Jesús no ofrece a sus compañeros una sesión de ayuno, hierbas amargas, en plano de sudores, sino el más gozoso, bello y exigente producto de su entorno, el vino, que, no siendo bebida ordinaria (los pobres no pueden tomarla cada día, como el pan), es signo de alegría y abundancia futura para todos. En ese contexto, Jesús quiere que sus discípulos puedan vivir en plenitud de gozo, empezando a beber ya en este mundo el vino prometido para el Reino (tema de fondo de Jn 2, bodas de Caná).

– Y bebieron todos de ella (de la copa),en gesto muy preciso de participación. Por un lado, se dice “todos”; por otro lado, se dice “de una misma copa” (ex autou), la de Jesús, por la que todos se vinculan, comprometiéndose a compartir su misma suerte, en alianza de vida, no como pacto social de intereses. Esta es copa de vida y de muerte; vivir para compartir una misma llamada de Dios, muriendo unos en (con) otros y todos en Cristo, resucitando de esa forma en el Reino. Teniendo eso en cuenta, en sentido estricto, las palabras interpretativas: «Ésta es la Sangre de mi alianza» (Marcos y Mateo) y «es la nueva Alianza en mi Sangre» (Pablo y Lucas), no eran necesarias, pues el gesto resulta suficiente: Jesús, mensajero perseguido del Reino de Dios, amenazado de muerte por sus adversarios, ofrece a sus amigos (y por ellos a todos), en signo de solidaridad y esperanza, una copa que simboliza su sangre (vida) entregada por el Reino; y ellos por su parte beben, comprometiéndose a nacer, vivir, morir y renacer en con/por Jesús, formando la iglesia de la humanidad mesiánica.

– Y les dijo: “Esto” es mi sangre, de la alianza (= ésta es la alianza de mi sangre). Para los israelitas, la sangre constituye el mayor de los tabúes, como presencia temporal de la vida eterna de Dios. Ellos pueden comer carne de animales,  pero nunca su sangre «porque es la vida de la carne y os la he dado para uso del altar, para expiar por vuestras vidas, porque la sangre expía por la vida» (Lev 17, 10-12; cf. Gen 9, 4). El Dios bíblico se ha reservado la sangre, como signo de vida originaria, de manera que comer carne con su sangre o beber sangre constituye la mayor impureza (cf. Hech 15, 29). La sangre/vida no se “juega” (no se compra ni vende), simplemente se comparte, se regala, como, alianza de Dios.

            De esa forma, manteniendo su experiencia de vida, Jesús ha ofrecido a los discípulos su sangre en el signo del vino, invitándoles a compartirla. Ellos lo han hecho, se han comprometido. Parece que la suerte está fijada: Todos vivirán, compartiendo el don del reino, dándose vida, muriendo unos por otros y en otros, abriendo con su muerte la puerta del Reino.Ya no se puede hablar de jerarquías separadas (unomayores, otros menores), sino de vida y resurrección de unos en otros [4]. Leer más…

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La eucaristía es signo de lo que fue Jesús, de lo que nosotros debemos ser.

Jueves, 6 de abril de 2023
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cena-del-corderoJUEVES SANTO(A)

Jn 13,1-15

La liturgia de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía. Ni los evangelistas, ni los exégetas se ponen de acuerdo si fue o no fue una cena pascual. No tiene mayor importancia. Para nosotros lo esencial está en lo que va más allá del rito judío de la cena pascual. Esta Pascua no es ya la pascua de los judíos. Es sorprendente que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía.

Tampoco sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. La protesta de Pedro deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada. Sin embargo, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras, está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros. Por eso, la liturgia de hoy es de las más densas de todo el año.

Debemos tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos, como la toma el evangelista Juan cuando ha hecho esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Me llamáis “Maestro” y “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros unos a otros”.

Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve. Lo importante no es el hecho sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano está en el servir a los demás.

El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la ‘institución de la eucaristía’. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, pero proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.

Poco después de este texto dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Debemos amar a los demás como Dios ama, como Jesús amó. La eucaristía no es una devoción más, que comienza y termina en la iglesia. Debemos hacer un esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y tratar, por todos los medios, de celebrar una eucaristía.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión ritualista y espiritualista que no afecta a mi vida concreta. La presencia de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido descubrir el aspecto vivencial del sacramento y nos ha dejado al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo”, en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.

Por haber insistido exclusivamente en la presencia “real” de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me aporta.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida. Solo un Jesús destrozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de todo ser humano. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero en el c. 6 encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”. “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que cree, nunca pasará sed”. Queda claro que comer el pan y beber la sangre, es un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre al servicio de los demás hasta deshacerse por ellos. El peligro que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de unirnos a Dios, olvidándonos de los demás.

Dice más adelante: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también esa misma Vida, que no se verá alterada por la muerte. Para hacer nuestra esa Vida, debemos aceptar la “muerte” a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata de renunciar a nada, sino de conseguirlo todo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jueves Santo.

Jueves, 6 de abril de 2023
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Lachapelle1-1-758x474(Juan 13, 1-15)

La compasión solidaria de Jesús se hace gesto y signo sacramental en la Eucaristía. La Eucaristía es la máxima expresión del “darse” de Cristo y de su gratuidad incondicional. Por eso, como ha dicho el papa Francisco, “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47). Si en la Pascua judía el signo de la acción liberadora de Dios es la sangre y el sacrificio, en la Última Cena lo es el cuerpo partido y repartido de Jesús, accesible a todos y todas como alimento básico para la vida del mundo. Del mismo modo la Eucaristía no es algo “accidental” en la existencia de Jesús, sino que fue gestándose a lo largo de toda su vida y conduciéndole hacia la entrega total en sus palabras, en sus gestos y encuentros con la gente, especialmente con la más herida y vulnerada.

En el contexto cultural contemporáneo a Jesús el imaginario del banquete mesiánico (Is 25, 6-10) como el gran signo de la irrupción de la novedad de Dios en la historia tenía mucha fuerza entre los creyentes judíos. Por eso Jesús desde la experiencia inclusiva del amor compasivo del Abba, lo va a historizar y radicalizar tanto con sus parábolas (Mt 22,4) como con sus hechos: practicando una comensalidad abierta (Lc 15,2). Sus comidas con pecadores, publicanos y prostitutas inauguran un nuevo orden cuyo centro es el amor y la compasión más que la ley y las tradiciones excluyentes. Esta práctica de Jesús sitúa en condiciones de igualdad a todos los seres humanos en su accesibilidad Dios y a los bienes de la tierra. Por eso algunos teólogos y teólogas afirman que a Jesús le mataron por su forma de compartir la mesa y por con quienes eligió hacerlo. Las comidas de Jesús quiebran la imagen de un Dios sólo para selectos y revelan aun Dios cuyo ser y hacer es misericordia en acción, compasión solidaria, cercanía e identificación con los y las excluidas. Pero la Ultima Cena de Jesús no es tampoco una de tantas comidas de Jesús, sino que tiene un carácter de “memorial” de “testamento”. Jesús es consciente que en torno a él se va cerrando un cerco y busca la intimidad con sus discípulos para compartirles los secretos de su corazón y para ratificar su deseo de entrega, de seguir adelante en la misión que el Abba le ha encomendado. Por eso La Última Cena es un compendio de lo que ha sido la vida de Jesús. Su originalidad radica también en que Jesús es el “anfitrión” y se presenta a la vez como “el que sirve”, algo absolutamente inusual en la mentalidad judía donde quienes servían en las comidas eran las mujeres, y los esclavos. Al hacerlo Jesús ocupa su lugar.

Este mismo sentido es el que expresa el texto del Lavatorio. El testamento que Jesús nos deja a sus seguidores y seguidoras es el servicio. Este Jesús “agachado”, con jofaina y toalla en mano, rompe la dialéctica del amo y del esclavo y nos revela a un Dios identificado con los últimos, sirviendo desde abajo, sustentando, igualando, desde ese lugar, ahí, e inaugurando desde ahí la horizontalidad del Reino. Es tan provocador este gesto, en el que alguien ha dicho que «Jesús se mujerizó», y que en la imaginería religiosa apenas se recoge. El arte ha reproducido escenas de Jesús en las que aparece presidiendo la Eucaristía, sin embargo, hay muy pocas en las que Jesús aparece agachado y lavando los pies a sus discípulos, ocupando el último lugar. Esa actitud y ese gesto continúan escandalizándonos.

No hay nada más opuesto al servicio vivido al estilo de Jesús que el servilismo. El primero cuestiona toda forma de poder-dominación, de abuso y de desigualdad en las relaciones personales sociales y estructurales. Es un acto de libertad y de dignidad. El servilismo, por el contrario, idolatra el poder y a quien lo representa y constituye un acto de sumisión acrítica, por parte de quien lo realiza y de opresión por parte de quien lo permite. Sin embargo, a menudo los cristianos y cristianas lo confundimos. Celebrar el Jueves Santo es comprometernos a vivir eucarísticamente identificándonos con la persona de Jesús y su proyecto como servidores y servidoras de la fraternidad y la sororidad humana. “Haced esto en memoria mía”, es seguir actualizando la existencia al modo de Jesús, desde el servicio y contra toda forma de servilismo o poder dominación que genera violencia y exclusión. Por eso la Eucaristía no es un rito sino una dinámica existencial y celebrarla actualizar su memoria transformadora en nuestro mundo, por eso nunca es un tranquilizante, sino más bien un riesgo.

¿A qué riesgos nos invitan hoy nuestras Eucaristías? ¿Cómo hacer histórico hoy el lavatorio de Jesús en nuestros ambientes?

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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Una Iglesia en la que se viva una dialéctica del poder, no es la JesuCristo

Jueves, 6 de abril de 2023
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icono-del-lavatorio-de-los-pies-40x60-cmDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- Amor y servicio.

    El jueves Santo tiene densos contenidos humanos y cristianos: la libertad (el Éxodo / la Pascua judía), la Eucaristía, el nacimiento de la Iglesia con el lavatorio de los pies. Pero este año se me hacen más urgentes el amor y el servicio.

02.-  El amor de Jesús y de Dios en la tradición de san Juan

    La tradición de San Juan (Evangelio y tres brevísimas cartas), tienen un tema central: el amor. Dios es amor. [1]

Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. (Jn 4,8)

    Jesús es expresión (sacramento) del amor de Dios.

    La Iglesia, solamente será asamblea cristiana si es una comunidad cuyo eje central es el Dios de amor manifestado en Cristo. La Iglesia es de Cristo si lo es del amor de Cristo.

    Puede parecer un poco ingenuo, quizás simple, pero lo genuino del cristianismo (y del ser humano) es el amor.

    Cuando nosotros, los cristianos de a pie, hablamos de Iglesia, propiamente no pensamos en la Asamblea de cristianos que se siente amados por JesuCristo y en torno a Él, sino que cuando hablamos de Iglesia, hablamos de la Jerarquía, del Vaticano, Roma, la curia, etc…

03.- Cercano ya el final, habiendo amado a los suyos, Jesús los amó hasta el final.

Podríamos decir que la Cena, el amor y el lavatorio de los pies son momentos fundacionales de la Iglesia…

En la Última Cena está “naciendo” la comunidad cristiana: y lo decisivo no es quién haya de tener el poder: Pedro no entiende ni palabra de lo que allí se está fraguando, por eso dice: tú no me lavarás los pies jamás… A lo que Cristo responderá: Si no te lavo los pies no tienes nada que ver conmigo. Solamente entiende lo que allí está ocurriendo quien ama y quien sirve, es decir: el Discípulo Amado.

Ni en la Última Cena de Jesús ni hoy el poder entiende estas cosas. Tú no me lavas los pies jamás. Hay cosas que solamente se entienden desde el amor. Jesús conferirá a Pedro la autoridad (no el poder) después de preguntarle tres veces si le ama: Pedro, ¿me amas?Apacienta mis ovejas. (Jn 21,15-17).

Una Iglesia en la que se dé una dialéctica de poder, no es la Iglesia de Jesús. Y hoy en la Iglesia hay tensiones y búsquedas de poder, enfrentamientos contra Francisco y contra el pueblo creyente no por la verdad, sino por el poder. La “reconstrucción” evangélica de nuestra propia diócesis de San Sebastián no se conseguirá desde el poder, sino desde el amor y el servicio al pueblo.

Tales posturas no son la Iglesia de Jesús.

04.- El discípulo amado

La figura del Discípulo Amado es propia y exclusiva de la tradición de San Juan.

El Discípulo Amado comienza a parecer en la Última Cena. [2]

    Los discípulos, todos nosotros que intentamos ser discípulos de Jesús  somos discípulos amados. Dios, JesuCristo nos aman a todos. Y a los cristianos nos conocerán por el amor: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros. (Jn 15,9-10)

    En estos momentos de dificultades eclesiales y eclesiásticas nos hará bien a todos volver a la fuente, al origen, a Cristo. El centro de la iglesia es Cristo, no la jerarquía. La Iglesia es la asamblea de misericordia, de bondad, de respeto a las personas.

    Os conocerán no por el orden jerárquico, ni por la exactitud de vuestras reuniones litúrgicas o doctrinales, ni por vuestro Derecho Canónico. Os conocerán porque os amáis unos a otros.

Permaneced en mi amor. (Jn 15,9)

05.- Humildad y servicio.

    Jesús nos exhorta a vivir en el amor, después de haberse quitado el “manto” de Señor (bíblicamente es el mismo manto que le vestirán en la pasión después de la flagelación), se ciñe una toalla para lavar los pies de sus discípulos.

    Jesús se hace siervo, esclavo (lavar los pies era tarea propia de los esclavos) y constituye un momento fundacional de la iglesia. Somos iglesia de Cristo por nuestra disponibilidad y servicio especialmente para con lo más humildes de la asamblea cristiana y de la sociedad.

Es momento de volver al origen, a Cristo. Yo creo  en el evangelio que hemos escuchado y, dentro de mi condición pecadora, procuro hacer mío lo que hemos escuchado al Señor:

Permaneced en mi amor

Os he dado ejemplo, haced vosotros lo mismo

[1] Jn 13,35: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros.

Jn 15,9-10: Como el Padre me ha amado, {así} también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

1Jn 4,7: El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.

1Jn 4, 10-12: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo {como} propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros.

1Jn 4,16: Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.

[2] Hay siete menciones al Discípulo Amado y las siete están al final del evangelio, a partir de la Última Cena:

+ Recostó su cabeza en el Señor en la Última Cena (Jn 13,23)

+ Al pie de la cruz el D Amado acoge a María en su casa (Jn 19,26).

+ El D Amado llega al sepulcro antes que Pedro, (Jn 20,2)

+ Junto al lago, quien ve al Señor resucitado es el D Amado (Jn 21,7).

+ El D Amado sigue al Señor resucitado y a Pedro, (Jn 21,20).

+ Se corrió el rumor que el D amado no moriría, (Jn 21,23.)

+ El D Amado, sea quien fuere, es el testigo y autor del Evangelio. (J 21,24)

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Todo

Sábado, 1 de abril de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Al fin y al cabo siempre llevamos todo con nosotros… Dios, el cielo, el infierno, la tierra, la vida, la muerte, y muchos siglos.

*

Etty Hillesum

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Adorar en espíritu y verdad: Religión de vivos, no de muertos

Miércoles, 15 de marzo de 2023
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Captura-de-pantalla-2020-03-15-10.04.08-1 (1)Del blog de Ramón Hernández Martín Espeza radical:

Obviamente, aunque toda religión se circunscriba o concrete en fomentar una forma de vida humana que tiende ineluctablemente a su mejora, hace forzosamente una referencia a la divinidad y nace precisamente de su relación con ella. Mientras trata de implantar la justicia y fomenta la solidaridad entre los seres humanos, toda religión que se precie establece lazos con la divinidad en que se apoya y de cuya benignidad se nutre. Para los cristianos, el viejo Dios de Israel, el que se hizo presente en la peña de Horeb de la que manaba agua (primera lectura de la liturgia de hoy), sigue siendo fuente de agua viva o manantial incluso del ser que somos, el compañero fiel de viaje que nos acompaña a lo largo de la peregrinación que es la vida, sobre todo cuando surgen problemas que nos desbordan, cuando nos llenamos de llagas que torturan o cuando nos dominan miedos que encogen el ánimo. Todo lo creado, incluso lo que nos parece negativo o contraproducente, emana de Dios y se nutre de él mientras dura y desempeña su función correctora o vivificadora.

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en Sicar, el pueblo samaritano en el que había un “manantial de Jacob”, pidiendo agua a una “pecadora” para saciar su sed de predicador itinerante, al tiempo que le ofrece a ella a cambio el “agua viva” que brota de la roca providente que es él mismo. Cuando el evangelio de Juan describe la escena y nos da cuenta de una conversación como grabada en un casete, la personalidad de Jesús ya había evolucionado en la mente y en el corazón de la mayoría de sus seguidores a la figura del Cristo de la fe al que se refiere san Pablo en la lectura de su Carta a los Romanos que se hace en la liturgia de hoy, el Señor que, habiendo dado muerte al pecado en su muerte, había consumado la magna obra de la redención.

La condición de profeta que Jesús manifiesta sin tapujos ante la mujer de Sicar la anima a aprovechar la oportunidad para preguntar si, al adorar a Dios, tienen razón los judíos que lo hacen en Jerusalén o los samaritanos, en el monte que ambos tenían delante. Jesús se muestra tan contundente como selectivo al establecer que, aunque se pueda adorar a Dios en ambos lugares o en cualquier otro, lo importante es hacerlo en espíritu y verdad. Sin duda, se refiere a una adoración sincera, seria y con fuerza, en la que se proclame que Dios es no solo la fuente de nuestro ser, sino también el manantial inagotable que alimenta y sacia nuestra vida. Adoración, en fin, que da cuenta real de lo que somos y de lo que debemos hacer.

La mirada que a partir de esa premisa o atalaya debemos dirigir al cristianismo que profesamos ha de ser vivificadora, creativa. Nunca el cristianismo podrá convertirse en “cosa hecha”, en elenco de dogmas excluyente y cerrado, en conjunto de ritos perfilados, ni siquiera en camino escalonado de sacramentos prefijados, que es lamentablemente la forma en que solemos enfocarlo. Como esperanza de que la implantación del reino de Dios avance poco a poco en la sociedad en que nos toca vivir, por muy descompuesta o podrida que nos parezca, el cristianismo es una forma de vida, una sociedad de fe dinámica, un esfuerzo sostenido en la realización de su propio ser y en la consecución de su objetivo de salvación.

De ahí que debamos cambiar por completo la perspectiva para ver en el cristianismo, ante todo, al hombre sufriente de nuestro tiempo a fin de prestarle el servicio o la sanación que le habría prestado Jesús en el suyo. Para situarse seriamente en la estela de Jesús, es decir, para ser cristiano de ley no basta un bautismo como gracia que nos injerta en una nueva dimensión, o profesar una serie de verdades como carnet de pertenencia a una ideología de tinte filosófico, o practicar una serie de ritos cargados de simbolismos circunstanciales poco menos que mágicos. El hecho de ser cristiano ni cambia la condición humana, ni afilia a un club selecto de intelectuales,  ni convoca a ningún tipo de aquelarre ritual, sino que nos encamina tras los pasos de Jesús y nos sitúa en las coordenadas de su propia vida. Nos referimos a pasar por este mundo haciendo el bien, a adorar a Dios como es debido, a tratarlo como padre providente en conversaciones frecuentes con él (oración) y a ocuparnos seriamente de los hermanos, justo lo mismo que hizo Jesús. La pregunta correcta para indagar sobre la condición de cristianos no debería ser la de si creemos que Jesús es Dios, que es la que normalmente nos hacemos, sino la de si vivimos a su estilo, si se caminamos tras huellas, si damos testimonio de su vida y si colaboramos en su magna obra de salvación de los hombres.

El auténtico adorador de Dios debe, por un lado, ser humilde de corazón y aceptar plenamente su condición de criatura, lo que lo lleva a la conciencia de que cuanto posee es don divino y de que lo correcto no es esforzarse por dominar a sus semejantes, sino por servirlos. Solo los humildes pueden adorar a otro. Lamentablemente, hay millones de seres humanos, entre ellos muchos que se consideran cristianos, que solo se adoran a sí mismos. La egolatría es una epidemia corrosiva que hace estragos en todos los estamentos de la vida, incluidos los más sagrados y también los más degradados. En todas partes abundan los diosecillos que se alzan con la vara mágica del mando y que se atreven a golpear con ella los baluartes de la vida en busca de sumisión.

Por otro, el auténtico adorador de Dios debe ser sumiso servidor de sus hermanos y desprenderse de cualquier posesión que apunte en otra dirección. Todos tenemos tiempo en abundancia y, aunque no sean muchos, algunos tienen además riquezas sobradas para costear varias vidas. Todos debemos compartir tiempo y, algunos, también riquezas. Si el poder no es capaz de sobreponerse a un tiempo que termina derrotándolo por completo, a las riquezas no se le puede buscar otra función legítima que la de proveer a las necesidades propias y ajenas. Solo quienes utilizan su poder como servicio a sus semejantes y comparten con ellos sus propios haberes, sean tiempos o riquezas, caminan tras las huellas de Jesús y adoran al Padre en espíritu y verdad, lo mismo da que lo hagan en Samaría, en Jerusalén o en cualquier parte del mundo donde se encuentren. Solo ellos son realmente cristianos, auténticos seguidores de Jesús.  Insistiré, como cierre de esta reflexión, en que el cristianismo no es un rosario de creencias ni un vademécum de prácticas religiosas, sino una religión de vida o, mejor, una forma de vida inspirada en el modelo de humanidad de un Jesús al que mantiene vivo en el seno de la comunidad de creyentes.

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Cántaro en Sicar.

Lunes, 13 de marzo de 2023
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Cántaro roto
en mil trozos
por los golpes recibidos,
merecidos o fortuitos,
en el juego de la vida…

O por olvidos,
descuidos,
bravatas,
tormentas,
o desvaríos…

O por mi género,
mi cultura,
mi país de origen,
mi pobreza económica,
mi fe o mis ideas libres…

O por manipulaciones
de quienes se erigen en señores,
que me secaron por dentro y fuera
y me dejaron con sed de agua
que no sacian los pozos de mi tierra.

Eso es lo que soy en este momento,
cántaro roto en mil trozos:
samaritana, marginada,
atrapada en los limbos
creados por quienes se creen intérpretes y dueños…

Pero espero, Señor,
que vuelvas a fundirme con tu fuego
y hagas de mí, otra vez, con tu aliento y rocío,
tus manos y tus sueños,
un cántaro de esperanzas y proyectos lleno.

Dame de tu agua viva
para saciar mi sed,
la que me reseca por dentro y fuera;
y lléname hasta desbordar
para que otros puedan florecer.

*

Florentino Ulibarri

Vasija de barro roto

***

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En el pozo, Alex conoce a Grace y encuentra el amor

Lunes, 13 de marzo de 2023
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481BCCB3-DACD-4FF4-A3A4-7C1F09FEFD90Hna. Donna McGartland

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Donna McGartland. La Hna. Donna está en el Equipo de Liderazgo de las Hermanas de San Francisco de las Comunidades Neumann. También es una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious publicado por New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el tercer domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

Esta reflexión sobre el evangelio de hoy, la historia de la mujer samaritana en el pozo (Juan 4:5-42), viene desde mi perspectiva y experiencia como lesbiana. Yo uso pronombres femeninos, she/her/hers. Invito a los lectores a sustituir sus propios pronombres y nombres mientras oran con esta reflexión.

En el siguiente diálogo me coloco en el papel de la mujer samaritana que, considerando que va al pozo al mediodía, en lugar de a la mañana con el resto de la comunidad, ha sido rehuida por la sociedad y se mantiene escondida para evitar cualquier ridículo. Al no ser nombrada, la mujer tiene poco o ningún valor como individuo en esta historia. Cuántas veces me he identificado con ella: sintiéndome avergonzado y no aceptado, queriendo mantener oculto el secreto de mi identidad y finalmente no dispuesto a reclamar mi verdad. En este diálogo, le daré un estatus y una identidad nombrándola Alex.

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ALEX (para sí misma): Es mediodía, hora de recoger agua. Nadie debería estar cerca ahora, ya que es hora de la siesta. No debería llevar mucho tiempo.

Desde la distancia, veo a otra mujer que es una extraña simplemente relajándose junto al pozo. ¿Quién es ella? ¿Por qué está ella allí? Tal vez debería venir mañana. No puedo. Realmente necesito agua y no hay mejor momento hoy para regresar. Parece bastante inocente, bastante atractiva. Por favor, deja que me ignore. Ella debe saber que soy gay y no quiere hablar conmigo.

¡Maldita! ¡Ella me está mirando! ¡Ella solo me sonrió! ¡Incluso guiñó un ojo! ¿Se está acercando a mí? ¿Está tratando de ridiculizarme? ¿Quien es esta mujer?

EXTRAÑA: Hola.

ALEX (a la extraña): Hola. (para sí misma): Esta extraña es bastante inocente, pero no confío en ella.

EXTRAÑA: Tengo sed. ¿Puedes darme un trago?

ALEX (algo molesto): Ok, ya he tenido suficiente. ¿Porqué me hablas? Obviamente me conoces; sabes que soy…”

EXTRAÑA (interrumpiendo): Tengo sed.

ALEX: ¿Y quieres agua de mí? Ni siquiera deberías estar aquí, y mucho menos hablar conmigo. No quiero tu sarcasmo y mucho menos tu burla. Déjame en paz.

EXTRAÑA: Claro, si quieres. Vienes aquí todos los días por agua. Te ofrezco mucho más. Tengo agua viva.

ALEX: ¡Ni siquiera tienes un balde para llevar agua! ¿Cómo puedes ofrecerme “agua viva”? ¿Qué es eso de todos modos?

EXTRAÑA: Como quieras.

ALEX: Tú no eres de aquí. ¿Quién eres? ¿Por qué estás hablando conmigo? Más importante aún, ¿por qué estás aquí ahora al mediodía? Este es el momento para la gente como yo. Marginados. Tienes estatus, pero me invitas a beber tu agua. ¿Quién eres?

EXTRAÑA: (riendo, con una sonrisa cálida y acogedora): ¿Puedo conocer a tu cónyuge?

ALEX: No tengo uno.

EXTRAÑA: Cierto. Has tenido cinco maridos en tu intento de sentirte aceptada. Y finalmente, la que tienes ahora es tu pareja, una mujer, a través de la cual has encontrado el amor verdadero.

ALEX: ¿Cómo sabes eso?

EXTRAÑA: Alex, mi nombre es Grace. Estoy encantada de que hayas encontrado la felicidad en ella.

ALEX: ¿Me estás ridiculizando?

GRACE (anteriormente Extraña): No, Alex. Mi agua viva fluye a través de ti y tu pareja. Es el amor lo que los une. Por favor, bebe de mi agua viva para que puedas saber la Bendición que eres. Eres preciosa para mí. Nunca dejes que nadie te diga lo contrario.

ALEX: Hablas en serio, ¿no? Sabes que soy gay, pero me bendices.

GRACIA: Sí, Alex. Nunca tendrás que volver aquí avergonzada. Eres amada.

ALEX: ¡Gracias, Gracia! ¡Gracias! ¡Me siento amada y tan viva! me has liberado. Ahora puedo correr a casa para compartir las Buenas Nuevas con mi pareja.

-fin-

Ruego que tú también puedas saber cuánto eres amado.

—Sr. Donna McGartland, 12 de marzo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Tengo sed.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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El que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed (Juan 4:14).

Al que tenga sed le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida.” (Ap 21, 6)

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Mientras que los teólogos discuten sobre el origen del agua,

los místicos la beben.

***

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:

-“Dame de beber.”

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:

-“¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”

Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó:

“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”

La mujer le dice:

“Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?”

Jesús le contestó:

“El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

La mujer le dice:

“Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”

Él le dice:

-“Anda, llama a tu marido y vuelve.”

La mujer le contesta:

“No tengo marido.

Jesús le dice:

“Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.”

La mujer le dice:

“Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.”

Jesús le dice:

“Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.”

La mujer le dice:

“Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.

Jesús le dice:

“Soy yo, el que habla contigo.”

En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo:

-“¿Qué le preguntas o de qué le hablas?”

La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:

“Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?”

Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.

Mientras tanto sus discípulos le insistían:

-“Maestro, come.”

Él les dijo:

“Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.”

Los discípulos comentaban entre ellos:

“¿Le habrá traído alguien de comer?”

Jesús les dice:

“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.”

En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer:

-“Me ha dicho todo lo que he hecho.

Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:

-“Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

*

Juan 4, 5-42

***

La encarnación y la pasión son la locura de amor de Dios para que el pecador pueda acogerlo. Desde esta locura se comprende cómo el mayor pecado es no creer en el amor de Dios por nosotros. No podemos olvidarnos de Dios: él no nos olvida; no podemos alejarnos de Dios, él no se aleja.

Dios nos espera en todos los caminos de nuestro destierro, en cualquier brocal de no sé qué pozo al pie de cualquier higuera […]. Nos espera no para reprocharnos, ni siquiera para decirnos: “Mira que te lo había dicho”, sino para cubrirnos con su amor, que nos salva incluso del mirar atrás con demasiada pena. DostoievsKi pone en labios de la mujer culpable: “Dios te ama a causa de tus pecados”. No es exacto: Dios nos ama como somos para hacernos como él quiere que seamos. ¡Gracias, Señor! Si me hubiese contentado con el deseo de ti, que me llevaba a buscarte sin saber dónde te podría encontrar, todavía estaría errando por los caminos, con la angustia de mi deseo insatisfecho o con la ilusión de haber encontrado algo. Te he encontrado de verdad porque has salido a mi encuentro en mis caminos de pecado: hombre entre los hombres, cuerpo bendito que yo mismo ayudé a despojar, a flagelar; rostro bendito besado por mis labios, como Judas; corazón que atravesé…

Ninguna sed creó jamás las fuentes, ni hizo brotar agua en las arenas. Tu sed, sin embargo, ha apagado mi sed porque si no hubieses seguido mis huellas, si no te hubieses dejado crucificar por mí quizás te hubiera buscado, pero nunca te habría encontrado. Señor, gracias por haberte dejado clavar en la cruz, por dejarte encontrar por el que te crucificó. Amén

*

P. Mazzolari,
La piu bella aventura,
Brescia 1974, 218.223.

***

***

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“La religión de Jesús”. 3 Cuaresma(A). Juan 4, 5-42.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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La-bona-samaritana

Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob, en las cercanías de la aldea de Sicar. Pronto llega una mujer samaritana a apagar su sed. Espontáneamente, Jesús comienza a hablar con ella de lo que lleva en su corazón.

En un momento de la conversación, la mujer le plantea los conflictos que enfrentan a judíos y samaritanos. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizín, cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué piensa el profeta de Galilea?

Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto.

No lo hemos de olvidar. Para encontrarnos con Dios no es necesario ir a Roma o peregrinar a Jerusalén. No hace falta entrar en una capilla o visitar una catedral. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo podemos elevar nuestro corazón hacia Dios.

Jesús no habla a la samaritana de «adorar a Dios». Su lenguaje es nuevo. Hasta por tres veces le habla de «adorar al Padre». Por eso no es necesario subir a una montaña para acercarnos un poco a un Dios lejano, desentendido de nuestros problemas, indiferente a nuestros sufrimientos. El verdadero culto empieza por reconocer a Dios como Padre querido que nos acompaña de cerca a lo largo de nuestra vida.

Jesús le dice algo más. El Padre está buscando «verdaderos adoradores». No está esperando de sus hijos grandes ceremonias, celebraciones solemnes, inciensos y procesiones. Lo que desea es corazones sencillos que le adoren «en espíritu y en verdad».

«Adorar al Padre en espíritu» es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como él por el Espíritu del Padre, que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: «Dios es Espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu». Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador… y quienes lo adoran deben parecerse a él.

«Adorar al Padre en verdad» es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras. Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?

José Antonio Pagola

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“Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Domingo 12 de marzo de 2023. Domingo 3º de Cuaresma, ciclo A.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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16-CuaresmaA3Leído en Koinonia:

Ex 17,3-7: Danos agua de beber
Salmo responsorial 94: Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: “No endurezcan el corazón”
Rom 5,1-2.5-8: El amor ha sido derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado
Jn 4,5-42: Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna

 Recordemos el carácter más o menos aleatorio que tiene la distribución de los textos bíblicos en la liturgia católica. No existe ninguna explicación de cómo se ha hecho tal distribución, ni de por qué tal texto en tal fecha. Una comisión lo decidió así, y no se conocen los criterios que siguió. Quien quiera puede conjeturar sobre ellos. Se observa una “asociación de ideas” o de imágenes entre la primera y la tercera lecturas, mientras la segunda con frecuencia va por sus caminos propios, sin ninguna relación a las otras. La sucesión de los domingos tampoco muestra un criterio claro (como podría ser el de dar pie a un proceso sistematizado de formación teológica o bíblica), ni se da oficialmente la libertad para que al menos algunas comunidades especiales (jóvenes, grupos de formación, ambientes especiales…) pudieran hacer su propio «calendario litúrgico»… Son temas que quedan pendientes para una próxima reforma litúrgica…

 Por lo demás, es claro que los textos propuestos en la liturgia están siempre a disposición de una interpretación libre. Son como una poesía o una imagen simbólica: cada comunidad es libre de abordarlos desde el punto de vista que prefiera, y es casi imposible que dos cristianos, dos biblistas o agentes de pastoral encuentren la misma resonancia ante un mismo texto: a cada uno le evocará recuerdos y sugerencias de acción distintos. «Lo que se recibe, se recibe según el modo de ser de quien recibe», dice el adagio clásico. Aquí también.

 Nuestro Servicio Bíblico Latinoamericano ofrece estos comentarios teológico-pastorales a los textos bíblicos de la liturgia (católica) también desde una sensibilidad propia, con un transfondo de opciones, de visión del mundo y de vivencia de la fe, propios. Y los ofrece con humildad, sabiendo que no son los únicos, ni los mejores; son simplemente los nuestros, los que podemos compartir con quienes sintonizan con esta espiritualidad que con frecuencia llamamos «latinoamericana», no necesariamente de un modo geográfico-material, sino en referencia a una «geografía espiritual»…

 Después de esta introducción que no es “propia de este domingo”, entremos de lleno al comentario de los textos.

 El texto estrella es el de la samaritana. Prácticamente, el capítulo cuarto entero del evangelio de Juan. El famoso episodio del encuentro de Jesús con la samaritana.

 Algo que nos parece importante siempre que se comenta un texto del evangelio de Juan, es la apelación a su carácter simbólico peculiar. Juan no es un evangelio sinóptico, no es un texto narrativo, ni lo que nos cuenta es probablemente histórico. Juan es un evangelio enteramente simbólico, en el que los símbolos han sido extrapolados hasta desplazar a la realidad. En Juan no hay símiles, sino identificaciones: «Yo soy la vid», le hará decir Juan a Jesús; no “yo soy como la vid”. Más aún: “yo soy la vid verdadera”, las demás vides -las de la realidad- no son verdaderas. “Yo soy el Pan verdadero”: el resto de los panes serían… sucedáneos. Yo tengo el agua verdadera, la que “salta hasta la vida eterna”; la otra, la del H2O, tal vez no quita la sed…

 Al comenzar a comentar cualquier texto del evangelio de Juan es bueno recordar este estilo literario y simbólico enteramente peculiar de Jesús. Por respeto al público oyente sencillo, es conveniente recordar muy claramente que no estamos escuchando sencillamente la narración de una conversación tal como fue, sino que se trata de una sofisticada composición teológica, con intenciones muy profundas y nada fáciles de detectar. Y que, claro está, se inscribe en el mundo mental e ideológico peculiar de Juan, enormemente alejado del nuestro; y que esta barrera cultural que nos separa del autor exige prudencia para no dar por válida cualquier conclusión.

 De entre las muchas interpretaciones de que este texto puede ser objeto, nos vamos a fijar en dos dimensiones menos acostumbradas, y muy elocuentes para hoy: la de la superación de la religión y, consecuentemente, la apertura al diálogo interreligioso.

 Está de moda el diálogo interreligioso en la teología y en el cristianismo en general. La situación del mundo actual no sólo lo posibilita sino que lo hace inevitable. El mundo actual está “barajado’ religiosamente. A diferencia del pasado, en el mundo actual las sociedades son plurales, cultural y religiosamente. Las migraciones, los intercambios de todo tipo, y la misma «mundialización», hacen que todas las religiones se encuentran hoy diariamente con las demás, mientras que durante milenios vivieron prácticamente aisladas, tan distantes, que cómodamente podían pensarse a sí mismas como únicas.

 Jesús no vivió en un contexto religiosamente plural, como el nuestro, pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes entre Galilea y Jerusalén. Este episodio simbólico del evangelio de Juan nos permite representarnos el comportamiento de Jesús respecto a este pueblo que, si bien no era propiamente de “otra religión”, era considerado incluso como más distante, por ser tenido como hereje, o cismático.

 Jesús dialoga con la samaritana, incluso por propia iniciativa. Juan no nos lo presenta como a la defensiva o sólo respondiendo. La iniciativa original, el acercamiento al diálogo es de Jesús.

 Puede ser importante destacar que Jesús dialoga interreligiosamente porque tiene un transfondo de «teología pluralista de las religiones», como podríamos decir en lenguaje actual, con evidente anacronismo. No es primero el diálogo, y después la teología de las religiones, sino al revés: porque se tiene una visión abierta de la relación entre las religiones, es por eso por lo que se puede dialogar interreligiosamente.

 «¿Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín?», le pregunta la samaritana. O sea, más claramente, ¿cuál es la religión verdadera? Y Jesús tiene una respuesta verdaderamente revolucionaria, que todavía no han asimilado los teólogos del pluralismo religioso. Jesús no dice que Jerusalén o Gartizín resulten opciones inválidas (religiones falsas), pero sí dice que quien quiera ir más al fondo («los verdaderos adoradores») no va a tener que ir ni a un lugar ni a otro, no van a tener que vivir con una u otra religión, sino «en espíritu y en verdad», es decir, adentrándose verdaderamente en la «religación» profunda.

 Es una respuesta revolucionaria: las religiones son relativas, hay algo más allá de ellas, a cuyo servicio están todas –o debieran estarlo–. No hay «una religión absoluta», a la que todas las demás deban ceder el paso. La única religiosidad absoluta (la “única religación verdadera”) es la «adoración en espíritu y en verdad», más allá de una u otra religión.

 Un autor como Thomas Sheehan (The First Coming: How the Kingdom of God Became Christianity, Random House 1986), sostiene que la novedad de Jesús consiste en la abolición de todas las religiones, de forma que podamos redescubrir nuestra relación con Dios («religación») en el mismo proceso de la creación y de la vida, en la historia. Puede asustar semejante afirmación, pero sólo de entrada. Pensándolo bien, recordaremos que Jesús no «fundó» la Iglesia (es ésta la que se fundó después, y se fundó en Jesús). Jesús siempre se mantuvo judío, y nunca pensó en fundar otra religión, sino en todo caso en superarla. ¿Habrá sido el cristianismo una dimidiada inteligencia de lo que Jesús quería, aquello que luego cristalizó en el siglo IV en medio de los enormes condicionamientos históricos de aquella época marcada por un imperio en decadencia? ¿Será que hoy, en medio de una grave crisis de las religiones y particularmente de las instituciones religiosas, se nos presenta una nueva y mejor oportunidad de entender y poner en práctica el mensaje de Jesús? No sabemos, pero la vuelta a Jesús nos invita a reflexionar y discernir con humildad, y a buscar con paciencia.

 Se extiende y se cita cada día más la distinción entre «religión y religación»… y aparece como más importante la segunda, la «religación» -sin atarse demasiado a su etimología-, mientras que la religión, las religiones, no serían más que formas concretas diferentes que esa dimensión profunda del ser humano ha adoptado en una determinada época de la historia. Lo importante -es obvio- no son las formas, sino el contenido que vehiculan, la dimensión profunda a la que responden. ¿Y quién nos dice que esa dimensión profunda de «religación» no puede asumir otras formas diferentes, o que no las está asumiendo ya, y que eso que llamamos «crisis de la religión» no sea más que una transformación hacia las formas que la religación va a adoptar en el próximo futuro? Probablmente la crisis de la religión va a ser -o está siendo ya- la mejor oportunidad de la religación. Leer más…

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Dom 12. 3. Buen samaritano, Samaritana buena (Jn 4) . La iglesia mujer: Cinco maridos tenías, el que ahora tienes no es tuyo

Domingo, 12 de marzo de 2023
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481E6F4E-1C1A-4E6A-9992-B3CDE8ED6655Del blog de Xabier Pikaza:

Son dos textos esenciales de la Biblia El “buen samaritano” (Lc 10) es la iglesia de fuera, aquellos que sin formar parte de la comunidad son auténticos cristianos, cumplen el mandamiento de Dios.

Por el contrario, la “buena samaritana” de hoy (Jn 4) es la iglesia de dentro, expresada simbólicamente por una mujer de vida libre: Cinco maridos ha tenido pasando de uno a otro, para quedar al fin sola, aunque dicen que anda a ratos con uno, que no es  su marido: no le satisface, ni le da bebida, y por eso tiene que ir al pozo público donde encuentra “por casualidad” a Jesús.

Samaritano de camino, samaritana  de pozo.

 Si alguien sigue leyendo, presentaré al final una historia de samaritanos, a quienes muchos judíos odiaban y envidiaban al mismo tiempo. Aquí empezaré recordando que el samaritano de Lc 10 iba por los alrededores  del templo,pasaba de largo con su animal de negocios.

Alguien podría suponer que era amante ocasional de la samaritana de Jn 4, que quedaba a solas, buscando amores en el pozo de Sicar  de Siquem. Pero no parece que Lc 10 y Jn 4 (que tienen textos e ideas parecidas) quisieran relacionar estas dos historias de samaritanos,  aunque podían hacerlo, pues van como anillo al dedo.

            Queda clara la historia del samaritano, hombre de negocios, poco amigo de templos, viajante de dinero), hombre de corazón. Por eso, allí donde el Sumo Sacerdote y el Levita de Jerusalén (que  van a lo suyo) pasan de largo ante  herido, desnudo y machacado (impuro) del camino, este samaritano le ve, le cura como puede, le lleva en su caballo al hospital/hostal mas vecino, saca la cartera y paga a tocateja al hospedero/médico de campo, diciéndole que le cure , que a la vuelta le pagará lo que falte, si no llega lo que ha dado.

            Evidentemente, el relato del samaritano es simbólico, una historia del siglo I d.C.  Sin duda, Jesús era igualmente un buen samaritano, de caballo o de a pie. Pero, tras esa historia del Jesús   viene la historia de esta mujer; no sé si llamarla samaritana buena o buena samaritano (pues los matices sin distintos,  y los dos parecen apropiados).  Ésta historia de la samaritana la no la cuenta Lucas, sino el evangelio de Juan, que sabe más de amores sabrosos (por eso es el evangelio de discípulo amado).

Lo primero que sorprende en esta historia es que, llegando a la zona, Jesús  manda de comprar a sus doce compañeros  “súper” más vecino ,pues necesitan  alimento  para seguir caminando, mientras él se queda junto al pozo de viejas historia de amores bíblico; a un pozo vino Eliezer, criado de confianza de Abraham, para encontrar mujer para su hijo Isaac, poco experto en amores; a pozos como éste vinieron buscando mujeres Jacob (que encontró dos) y Moisés que encontró siete.  s.

Jesús queda allí junto al pozo, esperando de antemano la cita, que tiene que suceder. Y así pasa lo que tiene que pasar. Vino ella, no sabemos ni su nombre, una samaritana galante y dudosa,  buscando en el pozo un agua que no acababa de saciarle.

Según el evangelio de Juan esta mujer  será el primer apóstol y testigo de Jesús, antes que Pedro y los doce, antes incluso que Magdalena, que Marta y María de Betania, fundadora de primera Iglesia , mientras los varones andan por ahí comprando comida.

La “historia” de esta mujer de Jn 4 ha sido recordada por la iglesia posterior de un modo “sentimental” y piadoso,  pero el evangelio de Juan la presenta como mujer dudosa y fundadora de Iglesia, una figura especial para siglo XXI, un momento en que la nueva iglesia “samaritana” ha de ser refundada por mujeres como ella 

Texto:  Juan 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber.”

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”

La mujer le dice: “Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?;¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.” La mujer le dice: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”

[Él le dice: “Anda, llama a tu marido y vuelve.” La mujer le contesta: “No tengo marido.” Jesús le dice: “Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.” La mujer le dice: “Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.” Jesús le dice: “Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. …

[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: “¿Qué le preguntas o de qué le hablas?” La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: “Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él…

En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: “Me ha dicho todo lo que he hecho.”] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

 Mujer, fundadora y símbolo de la primera iglesia

La Samaritana es  el primer apóstol, fundadora de la Iglesia de Samaría, más queun obispo o presbítero posterior, de forma que no tiene sentido afirmar que la Biblia impide el acceso de la mujer a los ministerios de la Iglesia.

Según  Hechos 8, el fundador de la iglesia de Samaría fue Felipe,el diácono, pero su labor tuvo que ser completada por los apóstoles, Pedro y Juan, porque Felipe no tenía “autoridad para crear iglesias”. Según Jn 4 la fundadora fue una mujer, sin que tengan que venir apóstoles de Jerusalén, Antioquía o Roma para completar su obra.

UN TEXTO BÁSICO. DIEZ PRINCIPIOS

(1) Una mujer «prostituida»: ha tenido cinco maridos y que ahora vive con uno que no es suyo (Jn 4, 18). Posiblemente, en el fondo de la escena está el recuerdo de las conversaciones que Jesús ha mantenido a lo largo de su vida con publicanos y prostitutas, varones y mujeres que han tenido que vender dignidad y cuerpo por dinero (cf. Mt 21, 31-32; Lc 7, 36-50)… Ésta mujer es el símbolo de la “prostituta Samaría” y de todos los excluidos y condenados de la sociedad,.Pronto veremos que el “pecado” de esta mujer no es una prostitución sexual(que podría ser), ni es un pecado personal, sino pecado de todo el pueblo que la ha prostituìdo. En una ciudad como aquella, en un tiempo como el nuestro, sólo una mujer utilizada que ha sabido seguir buscando en la fuente de la vida puede ser fundadora de iglesia, de nueva humanidad 

(2) Esta mujer es símbolo de los samaritanosque, según la tradición muy parcial de los judíos, habiendo abandonado el solar del auténtico Israel, se «prostituyeron» desde antiguo adorando a dioses extraños (los cinco maridos de Jn 4, 18). Ahora Jesús rompe las barreras de los judíos, cerrados en su ley, y expande su misión a los «herejes» de Samaría, representados por ésta mujer que sale al pozo de Jacob en busca del agua de la vida.  Los mejores para Jesús empiezan siendolos de fuera. Por eso va a buscarles a su pozo.

(3) Esta mujer es la primera que superando las divisiones de Israel (unos centrado en la Ley de Jerusalén y otro en el Pozo de Jacob: Garizim, Samaría), han comenzado a creer en Jesús y han propagado su evangelio. Solo unamujer como ella (que busca agua del pozo, mientras los doce “apóstoles” solo buscan comida) puede ser misionera denuea humanidad  (cf. Ez 16 y 23). Pero, al mismo tiempo, ella es una persona concreta que ha escucha a Jesús y ha expandido su palabra.

(4) Esta mujer es el primer apóstol (profetisa, mensajera) de Jesús Por eso deja el cántaro del agua, vuelve a la ciudad y dice a sus paisanos. «Venid, ved al hombre que me ha dicho todo lo que hice ¿no será el Cristo?» (Jn 4, 29) Ella es la primera que pone  a los hombres en contacto con Jesús, profeta (cf. Jn 4, 19.25) y Mesías de la humanidad, superando las divisiones que separan a Jerusalén del Garizím, montaña santa de los samaritanos, porque los verdaderos adoradores han de hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4, 19-23).

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(5) Una mujer para la Iglesia, una Iglesia de mujeres. Ella es primera persona que transmite un evangelio universal de salvación más allá del judaísmo y así precede a los apóstoles que cosecharán donde otros han sembrado (Jn 4, 37-38). La samaritana conduce a sus paisanos hacia aquel lugar donde culmina el camino de la humanidad, formada por pueblos que se dividen por ciudades y montes santos, para descubrir así, más allá de los montes sagrados (antiguos y modernos) la nueva humanidad unida en el amor de Jesús, que es Espíritu y Vida. Sólo una mujer así puede recrear hoy la iglesia.

(6) Mujer‒profeta de las nuevas mujeres creadoras de iglesia del siglo XXI. Una iglesia de varones‒jerarcas, de estilo judío y romano, está llegando a su tope en este siglo, de forma que con ellos es difícil crear nueva iglesia… a no ser que vengan  mujeres, como esta Samaritana, que se descubran “animadas” por Jesús, junto al pozo de la vida, portadoras de un mensaje de intimidad y apertura universal. Por eso, debo repetir que, siendo símbolo de Samaría y de toda humanidad buscadora de “agua superior”, ella ha sido una persona concreta, una mujer apóstol que precede a todos los restantes apóstoles del Cristo en el principio de la iglesia.

(7) Esta mujer nos sitúa en el principio del apostolado cristiano; en su línea, y en la del Buen Samaritano de Lc 10, la iglesia del siglo XXI será samaritana o no será.  Ante este evangelio de Jn 4 resultan patéticos y en el fondo pre-cristianos todos los esfuerzos de los que dicen que no puede haber ministros de Jesús mujeres. Sin samaritanas del siglo XXI la iglesia morirá de sed, teniendo a mano el pozo de Jacob, es decir, de la historia israelita, samaritana, universal.

(8) Ésta es la mujer del pozo de Dios (de Jacob, de Jesús) donde buscan agua para saciar la sed millones de personas que vienen de muy lejos. Cientos de millones de mujeres, varones y niños viven todavía sin agua corriente y potable, sin agua de vida verdadera. Más son aún los que necesitan “del agua de Jesús”, que es la libertad, el amor, la superación de las mentiras y batallas de unos contra otros.

(9) El agua de este pozo es bebida de amor y bodas de vida, de muchachos y muchachas que se encuentran para celebrar la vida, como en las más bellas historias de la Biblia, donde los buenos “matrimonios”, las historias de amor , se dan junto al pozo: Así en el caso Isaac y de Jacob, en el Génesis (Gen 24.29) así en el de Moisés en el Éxodo (Ex 2).En un pozo como éste se juntan y se dan de beber los enamorados, así aparece aquí esta mujer que da de beber a Jesús del agua que ella tiene, mientras Jesús le ofrece la suya. Estamos en el pozo de Jacob, donde se centra la historia de Israel, el pozo donde empieza la revelación del mesías. Sin una historia de fondo de amor en libertad creadora carece de sentido la historia humana.

(10) Éste es un pasaje clave de mística y de historia cristiana, un pasaje que nos abre al infinito de la VidaTeresa de Jesús reflexionó sobre las formas de sacar agua del pozo de Dios y de la vida. Gustavo Gutiérrez ha escrito un bello libro titulado: “Beber del propio pozo”. Yo poco puedo aportar, a no ser mi pequeña experiencia bíblica. Yo mismo he desarrollado el tema en Gran Diccionario de la Biblia.

ELEMENTOS PARA UN COMENTARIO MÁS AMPLIO

 (Imagen: Retablo catedral vieja Salamanca). Jn 4 ofrece una exposición simbólica, pero de fondo histórico, de aquello que debió ser la predicación cristiana en Samaría, con recuerdos y argumentos antiguos y, sobre todo, con la reflexión teológica que surgen a partir de la misión de Samaría.

(1) El pozo de Jacob. El episodio se produce en un lugar cargado de simbolismo. Ciertamente, existió y existe ese pozo, pero no tiene importancia en el AT. El evangelio de Juan lo introduce como lugar simbólico de encuentro, vinculado a  la heredad que Jacob dio a su hijo José (cf. Gen 33,18-20).   Éste es, como digo, un pozo teológico, en la línea de las tradiciones antiguas de los “pozos matrimoniales” y en la línea de la tradición de Pablo (de fondo rabínico), en la que se habla de una “roca mesiánica” de la que brota el agua de vida para todos los que forman parte del pueblo de Dios (cf. I Cor 10.1-3).

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Jesús en Samaria y un borracho en La Coruña. Domingo 3º de Cuaresma. Ciclo A.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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samaritanaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Acto I: Jesús y la mujer

Al alzarse el telón, se ve un valle, no muy grande, entre dos montes; a la derecha el Ebal, a la izquierda el Garizim. En el centro un pozo. Los discípulos han ido al pueblo a comprar provisiones. Solo se ve a Jesús, sentado en el brocal, con aspecto cansado. Entra por el fondo una mujer con un cántaro. Lo mira un momento, deja el cántaro en tierra y se dispone a sacar agua del pozo. Jesús, sin ningún preámbulo, sin saludar siquiera, le dice.

― Dame de beber.

(La mujer lo mira sorprendida y le responde con tono irónico.)

― ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Los judíos no se tratan con los samaritanos.

(Jesús sonríe ligeramente y le habla con igual ironía)

― Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.

(La mujer lo mira con recelo, pensando que se trata de un loco inofensivo. Ata la soga al cubo y se dispone a tirarlo al pozo)

― Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?

― El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

(Se oye el golpe seco del cubo contra el agua. Al cabo de un momento, la mujer comienza a tirar mientras le dice sonriendo).

― Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.

(Jesús también sonríe. Cuando la mujer apoya el cubo en el brocal, antes de que empiece a llenar el cántaro, le dice)

― Anda, llama a tu marido y vuelve.

― No tengo marido.

― Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.

(La mujer lo mira sorprendida)

― Señor, veo que tú eres un profeta.

(Su actitud cambia por completo, ya no lo mira como a un bicho raro ni le habla en broma. Se siente desconcertada y curiosa. Cuando termina de llenar el cántaro mira a la montaña que tiene enfrente, el Garizim, y le comenta).

― Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.

― Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.

(La mujer no se ha enterado de mucho, pero no pide aclaraciones).

― Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.

― Soy yo, el que habla contigo.

            (La mujer lo mira con una mezcla de asombro y miedo. Está a punto de decir algo pero en ese momento comienzan a entrar los discípulos. Coge el cántaro, pero cuando se lo lleva a la cintura, se detiene un momento y lo deja en tierra, junto al pozo. Sale apresurada sin llevárselo.)

Acto II: La mujer y sus paisanos

(La escena se desarrolla en Sicar, pueblecito cercano al pozo. Pocas casas, niños pequeños jugando. La mujer entra corriendo y llama a las vecinas.)

― Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho.

(Una vecina, irónica)

― ¿Todo?

― Sí, todo. Que he tenido cinco maridos.

― ¿Y te ha dicho algo del que tienes ahora?

― Sí. También lo sabe. ¿Será éste el Mesías?

(Comienzan a entrar hombres que vuelven del campo. La mujer les repite lo ocurrido)

― Está en el pozo. Si queréis, vamos a verlo.

(Todos se ponen en marcha)

Acto III: Jesús y los discípulos

            El mismo escenario del primer acto. Jesús sigue sentado en el brocal del pozo. Los discípulos le ofrecen pan y queso, pero no los toca. Ellos se sientan en el suelo y empiezan a comer. Al cabo de un rato, Pedro y Juan se acercan a Jesús.

― Maestro, come.

(Jesús no se dirige a ellos, habla a todo el grupo)

― Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.

(Andrés le comenta a Santiago)

― ¿Le habrá traído alguien de comer?

― Como no haya sido la mujer que estaba aquí cuando llegamos… Pero ésa sólo llevaba un cántaro cuando nos la cruzamos por el camino.

(Jesús oye el comentario y se dirige de nuevo a todos)

― Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.

(Felipe mira a Tomás)

― ¿Te has enterado de algo?

― De nada. Bueno, de lo primero que dijo: que cumplir la voluntad de Dios le alimenta tanto como el pan y el queso.

― Pues tiene mérito. Ya lo quisiera yo para mí.

Acto IV: Jesús y los samaritanos

            Van entrando los habitantes de Sicar con la mujer al frente y rodean a Jesús mientras lo miran con curiosidad. La mujer le habla esta vez con enorme respeto.

            ― Señor, nos gustaría que te quedaras unos días en nuestro pueblo.

            (Jesús los mira con una sonrisa irónica)

― ¿Cómo vosotros, que sois samaritanos, le pedís a un judío que se quede en el pueblo?

― La mujer dice que tú lo sabes todo. Y que la salvación viene de los judíos.

(Jesús guarda silencio mientras los del pueblo lo miran expectantes)

― Está bien. Me quedaré con vosotros dos días.

― ¿No pueden ser más? ¿Tanta prisa tienes?

― Yo no tengo que enseñarlo todo. Como dice el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Más adelante vendrán algunos de éstos a recoger el fruto de lo que yo he sudado.

Final

Han pasado los dos días. En el centro de la escena un grupo numeroso de samaritanos rodea a la mujer mientras contemplan cómo Jesús y sus discípulos desaparecen camino de Galilea.

― ¿Llevaba yo razón cuando os dije que podía ser el Mesías?

― Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

COMENTARIO

Los evangelios de los domingos 3º, 4º y 5º de Cuaresma del ciclo A, tomados de san Juan, presentan a Jesús como fuente de agua viva (Samaritana), luz del mundo (ciego de nacimiento) y vida (resurrección de Lázaro). Son tres símbolos de nuestras necesida­des más fuertes (agua, luz, vida), y de cómo Jesús puede llenar­las.

Tres aguadores y tres tipos de agua

Las lecturas del domingo 3º hablan de tres personajes famosos (Jacob, Moisés, Jesús) relacionándolos con el don del agua. En gran parte del mundo, beber un vaso de agua no plantea problemas: basta abrir el grifo o servirse de una jarra. Pero quedan todavía muchos millones de personas que viven la tragedia de la sed y saben el don maravilloso que supone una fuente de agua.

            En el evangelio, la samaritana recuerda que el patriarca Jacob les regaló un pozo espléndido, del que se puede seguir sacando agua después de tantos siglos. En la primera lectura, Moisés sacia la sed del pueblo golpeando la roca. De vuelta al evangelio, Jesús promete un manantial que dura eternamente.

            Aparentemente, el mismo problema y la misma solución. Pero son tres aguas muy distintas: la de Jacob dura siglos, pero no calma la sed; la de Moisés sacia la sed por poco tiempo, en un momento concreto; la de Jesús sacia una sed muy distinta, brota de él y se transforma en fuente dentro de la samaritana. Este milagro es infinitamente superior al de Moisés: por eso la samaritana, cuando termina de hablar con Jesús, deja el cántaro en el pozo y marcha al pueblo. Ya no necesita esa agua que es preciso recoger cada día, Jesús le ha regalado un manantial interior.

Interpretación histórica y comunitaria

            Quizá la intención primaria del relato era explicar cómo se formó la primera comunidad cristiana en Samaria. Aquella región era despreciada por los judíos, que la consideraban corrompida por multitud de cultos paganos. De hecho, en el siglo VIII a.C., los asirios deportaron a numerosos samaritanos y los sustituyeron por cinco pueblos que introdujeron allí a sus dioses (2 Reyes 17,30-31); serían los cinco maridos que tuvo anteriormente la samaritana, y el sexto (“el que tienes ahora no es tu marido”) sería Zeus, introducido más tarde por los griegos. Sin embargo, mientras los judíos odian y desprecian a los samaritanos, Jesús se presenta en su región y él mismo funda allí la primera comunidad. Los samaritanos terminan aceptándolo y le dan un título típico de ellos, que sólo se usa aquí en el Nuevo Testamento: «el Salvador del mundo». En esa primera comunidad samaritana se cumple lo que dice Jesús a los discípulos: «uno es el que siembra, otro el que siega». Él mismo fue el sembrador, y los misioneros posteriores recogieron el fruto de su actividad. Y en esa labor misionera tendría especial valor la actividad de aquella mujer que puso en contacto a sus paisanos con la persona de Jesús.

Interpretación individual

            Pero el mensaje de este evangelio no se limita a esta interpretación. Hay dos detalles que obligan a completar la lectura comunitaria con una lectura más personal. El primero es la curiosa referencia al cántaro de la samaritana. Lo ha traído para buscar agua, pero al final, después de hablar con Jesús, lo deja en el pozo. Jesús le ha dado un agua distinta, que se ha convertido dentro de ella en un manantial. El segundo detalle es la relación estrecha entre la promesa de Jesús de dar agua, su invitación posterior, durante la fiesta en Jerusalén: «el que tenga sed, que venga a mí y beba» (Juan 7,37-38), y lo que ocurre en el calvario, cuando lo atraviesan con la lanza y de su costado brota sangre y agua (Juan 19,34). El tema central no es ahora la fundación de una comunidad, sino la relación estrecha de cualquier creyente con él. La persona que tiene su sed material cubierta, aunque sea con el esfuerzo diario de buscarse el agua, pero que siente una distinta, una insatisfacción que sólo se llena mediante el contacto directo con Jesús y la fe en él.

Otra agua y otro pan

            Un último detalle sobre la enorme riqueza simbólica de este episodio. La samaritana se olvida de beber. Jesús se olvida de comer. Aunque los discípulos le animen a hacerlo, él tiene otro alimento, igual que la mujer tiene otra agua.

            ¿Cuál es esa agua que Jesús ha dado a la samaritana? Releyendo el relato, se advierte que la mujer va cambiando su imagen de Jesús. Al principio lo considera un simple judío, que no le merece gran respeto. Luego lo descubre como profeta, conocedor de cosas ocultas. Más tarde se pregunta si no será el Mesías, alguien que merece toda su consideración, aunque destruya sus convicciones religiosas precedentes; alguien que le revela la recta relación con Dios.

            En el Antiguo Testamento se usa a veces la metáfora de la sed y del agua para expresar el deseo de Dios: «Como suspira la cierva por las corrientes de agua, así suspira mi alma por ti, Dios mío» (Sal 42). Ese nuevo conocimiento de Dios y de Jesús es el agua que se ha llevado la samaritana, la que no necesita el viejo cántaro, que puede quedar olvidado junto al pozo de Jacob.

Tres policías mueren por salvar a un borracho (Romanos 5,1-2.5-8)

            Ocurrió en La Coruña en la madrugada del 27 de enero de 2012, cuando un universitario eslovaco, con más cubatas de la cuenta, se empeñó en bañarse por la noche en la playa a pesar de que las condiciones del mar lo desaconsejaban. Cuando se estaba ahogando, tres policías se lanzaron al agua para salvarlo. Los tres murieron ahogados, igual que el muchacho. Me indignan estas personas irresponsables que ocasionan la muerte de gente inocente, mejores que ellos.

            Pero este hecho me trae a la memoria las palabras de Pablo en la segunda lectura: «Por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros». Nosotros nos parecemos al universitario borracho; si arriesgamos estúpidamente nuestra vida, nadie debe perder la suya por salvarnos. Sin embargo, eso es precisamente lo que hizo Jesús y lo que celebraremos en la próxima fiesta de Pascua. Algo que nunca podremos agradecer debidamente.

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Tercer Domingo de Cuaresma. 12 Marzo, 2020

Domingo, 12 de marzo de 2023
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«Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que quienes quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.

Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.”

(Jn 4,’5-42)

Damos un paso más en este camino de la Cuaresma y dejamos atrás el monte, el día de retiro y convivencia, el día de intimidad y experiencia de Dios.

El evangelio de este domingo nos planta en medio de Sicar, un pueblo de Samaría. Junto a un manantial a una hora tranquila. El paisaje de hoy es un encuentro.

Un hombre junto a un pozo y una mujer con un cántaro. Jesús que, una vez más, se ha querido quedar solo. Dice el texto que estaba cansado del camino.

Quizá también nosotras a estas alturas de la Cuaresma también necesitamos sentarnos junto a un pozo y descansar. Y si además de descansar llega alguien que nos puede dar un poco de agua todavía mejor.

Así pasó aquella tarde. Jesús cansado junto al pozo ve llegar a una mujer y le pide de beber. Provoca un encuentro. Se cuela en la vida de esta mujer y la transforma.

Todo el diálogo entre Jesús y la mujer es precioso y profundo, daría para muchas páginas de reflexión, pero sobre todo, para muchos ratos de oración. Nos introduce de lleno en esa manera de adorar a Dios en espíritu y en verdad.

Una manera de relacionarnos con Dios que supera y trasciende geografías, culturas e incluso religiones. Que desborda leyes, preceptos y normas.

El Dios que nos anuncia Jesús se nos escapa del Templo y sobre todo de sus mentiras y anda de pueblo en pueblo, de corazón en corazón con la verdad desnuda.

Oración

Danos, Trinidad Santa, el agua de tu Espíritu, el agua de la verdad que apaga nuestra sed. Amén

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Ni en este monte, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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 samaritanaDOMINGO 3º DE CUARESMA (A) Jn 4,5-42

Hoy y los dos próximos domingos vamos a leer evangelios de Juan: La Samaritana, el ciego de nacimiento y Lázaro. El “yo soy” de Juan, se repite en los tres: yo soy agua viva, soy luz, soy vida. Todo son símbolos que quiere trasmitirnos la teología, más avanzada del NT. El relato de hoy es una catequesis que invita al seguimiento de Jesús como dador de Vida. Ni en este templo, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo se puede dar el verdadero culto a Dios. Nuestro culto es idolatría.

Jesús se encuentra de paso por Samaria. Samaria y Galilea eran una misma nación antes de su división. Aunque tenían los mismos antecedentes religiosos, su trayectoria había sido muy distinta. Por eso, los samaritanos eran despreciados por los judíos como herejes. El peor insulto para un judío era llamarle samaritano.

Jesús va ocupar el lugar del pozo. Él es el agua viva, que va a sustituir la Ley y el Templo. La sustitución de Templo y Ley por Jesús es la clave de todo el relato. La mujer no tiene nombre, representa la región de Samaría que va a apagar su sed en la tradición. Jesús está solo. Se trata del encuentro del Mesías con Samaría, la infiel. El profeta Oseas de Samaría había denunciado la prostitución de esta tierra.

Jesús toma la iniciativa y pide de beber a la Samaritana. Se acerca a la mujer implorando ayuda. Ella tiene lo que a él le falta y necesita, el agua. Es lógica la extrañeza de la mujer. Jesús acaba de derribar una doble barrera: la que separaba a judíos y samaritanos y la que separaba a hombres de mujeres. Se presenta como un ser humano sin pretensiones. Reconoce que una mujer puede aportarle algo.

Jesús le ha pedido un favor, pero es para corresponder con otro mucho mayor. Jesús se muestra por encima de las circunstancias que separan a judíos y samaritanos; se niega a reconocer la división, causada por las ideologías religiosas. La mujer no conoce más agua que la del pozo (la ley) que solo se puede conseguir con el esfuerzo humano. No ha descubierto que existe un don de Dios gratuito.

El agua-Espíritu que da Jesús se convierte en manantial que continuamente da Vida. Esa Vida contiene la energía suficiente para desarrollar a cada ser humano desde su dimensión personal más profunda. No se trata de añadidos externos (Ley). El Hombre recibe Vida en lo profundo de su ser. Como el agua hay que extraerla del pozo, el agua del Espíritu hay que sacarla de lo hondo de uno mismo.

La dificultad de comprender el mensaje está muy bien expresada con el equívoco que se mantiene durante la conversación. Juan es un experto en la utilización de la falsa comprensión de un aserto para insistir en la explicación. Jesús habla de la Vida y la Samaritana habla del agua para beber. La mejor demostración de que mantenemos la ambivalencia es que la primera lectura es el pasaje del Éxodo donde la prueba de que Dios está con el pueblo es que les dé agua para beber.

El sentido de los versículos, que se refieren a los maridos, hay que buscarlo en el trasfondo profético, que nos lleva a la infiel relación de Samaría con Dios. En Os 1,2 la prostituta y en Os 3,1 la adúltera, son la imagen del reino de Israel que tenía a Samaría como capital. Su prostitución consistía en haber abandonado a Dios, con el que había hecho una ‘alianza’ y haberse ido detrás de cinco ídolos.

Los samaritanos eran descendientes de dos grupos: a) resto de los israelitas que no fueron deportados cuando cayó el reino del norte en el 722 a, C.: b) Colonos extranjeros traídos de Babilonia y Media por los conquistadores. Estos trajeron sus dioses que, con el tiempo, fueron aceptados por todos de los habitantes.

El número 5 es simbólico: Los samaritanos admitían solo los 5 libros del Pentateuco. Los colonos traídos por los asirios eran de 5 ciudades y de cada una habían traído su propio dios. En 2 Re 17,24 se mencionan 5 ermitas en Samaría. Se usaba el término “Ba´al” (señor) para designar al esposo. Samaría ha tenido cinco dioses, y el que tiene ahora (Yahvé) al compartirlo, tampoco es su dios.

Samaría se ha entregado a otros maridos-señores-dioses. Está alejada de Yahvé. Debe recuperar su verdadero esposo (Dios). Os 2,18: “Aquel día… me llamarás esposo mío, ya no me llamarás baal mío. Le apartaré de la boca los nombres de los baales”. Jesús le dice que su culto está prostituido. Ella pasa al tema del templo.

En Jesús se personifica la actitud de Dios que no ha roto con Samaria, sino que la busca. El agua tradicional (Ley) no había conseguido apagar la sed del pueblo que seguía buscando. La búsqueda le había llevado a la multiplicidad de maridos-señores-dioses. El agua que da Jesús es el encuentro definitivo con Yahvé.

La Samaritana descubre que Jesús es un profeta. La imagen de profeta que tiene la mujer es la de (Dt 18,15) profeta semejante a Moisés (Taheb) que restauraría el verdadero culto. La mujer sigue aferrada a la tradición “nuestros padres”. Piensa que hay que encontrar la solución sin salir de lo antiguo, que es la única realidad que conoce. No ha descubierto aún la novedad de la oferta de Jesús.

Jesús parte de una perspectiva muy distinta. También el templo de Jerusalén está prostituido. Las dos alternativas son equivocadas. Su oferta es algo nuevo. Se trata de un cambio radical. Jesús mismo será el lugar de encuentro con Dios. Dios adquiere un nombre nuevo: “Padre“. Esta paternidad excluye privilegios. Esta relación con Dios directa, sin intermediarios, hará posible la unidad.

“Dios es Espíritu”. Debemos tener en cuenta que ‘Espíritu’, desde la mentalidad griega, significa simplemente un ser no material. Desde la mentalidad judía, tiene una gama de significados mucho más rica. Significa que Dios es fuerza, dinamismo de amor, Vida. El agua viva es la experiencia constante de la presencia y el amor del Padre. Padre, porque comunica su Vida, trasformando al hombre en Espíritu.

El culto antiguo exigía del hombre una renuncia de sí. Era una humillación ante un Dios soberano. El nuevo culto no humilla, sino que eleva al hombre, haciéndole al Padre. El culto antiguo subrayaba la distancia; el nuevo la suprime. Dios no necesita ni espera dones. Los samaritanos aceptan a Jesús y le piden que se quede un tiempo con ellos. Los herejes están más cerca de Dios que los ortodoxos judíos.

Meditación

Dios es todo Espíritu y solo Espíritu.
Como Espíritu (Neuma, Ruaj) está difundido por toda la realidad.
Adorarle en espíritu, es tomar conciencia de lo que es en nosotros.
Es experimentarlo como el aspecto fundamental de nuestro ser.
Como verdadero centro del ser, irradia el resto de nuestro ser.
Como Absoluto, nos invade, identificarnos con él.

Para profundizar

1) Ni en Garicín ni en Jerusalén ni en Roma ni en la Meca ni en Prado Nuevo,
nuestro culto sigue siendo idolátrico.
Seguimos cosificando y localizando a Dios.
2) Dios es Espíritu. No es un espíritu más.
Es el Único Espíritu que lo llena todo.
Es la Única Realidad. Lo que no es Realidad es apariencia.
Yo mismo soy esa Realidad y nunca dejaré de serlo.
Lo que creo ser, es una ilusión que me he creado.
3) No tiene sentido buscar lo que siempre he sido.
Si creo que lo he encontrado, me he fabricado el ídolo.
4) Soy el pez que busca desesperadamente el océano.
Soy la ola que nunca deja de ser mar.
Si me considero ola, pensaré que nada sería sin el mar.
5) Nunca podrás conseguir lo que ya eres.
Esta es la mayor trampa de la espiritualidad.
Nunca vas a ser más de lo que en este instante eres.
6) Abandona toda búsqueda y queda donde estás.
Toma conciencia de que eres el Absoluto sin limitaciones.
Vive la Realidad que eres sin complejos ni miedos.
7) Abandona todos tus proyectos y programaciones.
En este instante eres lo que siempre has sido y lo que siempre serás.
No existe ningún dios-ídolo que te pueda dar nada.
8) No esperes nada porque tu vaso está colmado.
Derrámate en los demás sin miedo, nunca podrás ser menos.
Nunca más sientas sed porque el Agua Viva te llena.
9) Confía en lo que eres y no en lo que puedes llegar a ser.
Vive en la paz absoluta porque nada ni nadie te puede aniquilar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Palabra y eucaristía.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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SAMARITANA_Y_JESUSJn 4, 5-42

«El que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed»

Con este signo, Juan nos viene a decir que tan importante como es el agua para la vida normal, lo es Jesús para la vida humana. Jesús es el agua, Jesús es la Palabra que nos conforta y da sabor a nuestra vida; la que se convierte en la luz para que no tropecemos y en alimento para el camino; la que nos anima a tener esperanza a pesar de la muerte… la que está concebida para llevar al mundo a su plenitud.

Hoy el mundo está herido de muerte, y el simple sentido común nos permite afirmar que sus criterios acabarán de rematarlo. El cambio climático es ya una certeza que avanza a mucha más velocidad que la pronosticada en los peores augurios, y con él, las sequías, las pérdidas de cosechas, la destrucción de los fondos marinos, la escasez de recursos necesarios para la vida, las migraciones masivas, los conflictos para acceder a esos recursos… el hambre… la muerte…

Y no solo eso, porque las relaciones humanas también están sumidas en una crisis profunda y angustiosa. La deshumanización de nuestra sociedad, la mercantilización de toda actividad humana, la sacralización de la cultura de la muerte y el conflicto, el deterioro de la convivencia o la desigualdad trágica que lleva a unos a derrochar y a otros a morir de hambre, son hechos que nos deben hacer reflexionar, porque en lugar de mejorar, van a peor, y a un ritmo que nos produce vértigo.

También nos dice el sentido común que los criterios de Jesús pueden librar al mundo del desastre al que parece abocado, y en esta coyuntura, los cristianos podemos optar por alinearnos con el mundo, o ponernos de perfil, o ser fieles a nuestro compromiso con la misión y empezar a dar testimonio en serio de los criterios evangélicos. Pero para poder hacerlo debemos estar guiados y alimentados por la Palabra; dispuestos a responder a ella… y esto implica que primero debemos conocerla. El problema es que hemos dinamitado los cauces de transmisión de la Palabra y corremos el riesgo de que se convierta en patrimonio de media docena de eruditos iniciados.

Hubo un tiempo, y no lejano, en que el contacto de los cristianos con la Palabra era permanente, porque cada domingo asistían a la eucaristía y allí se leía el evangelio y se comentaba. Y eso se manifestaba en sus vidas. Había una forma específicamente cristiana de vivir que todo el mundo identificaba como tal y que, sin duda, contribuía a humanizar el mundo. Pero en un momento dado, la eucaristía dejó de constituir el centro de la vida cristiana, los templos se vaciaron, se perdió el contacto con la Palabra, y esa actitud de servicio motivada por la relación permanente con ella dejó de ser la norma para convertirse en excepción.

Tampoco está funcionando la cadena secular de transmisión de la Palabra de padres a hijos porque los padres la desconocen. Por eso necesitamos recuperar la eucaristía por encima de todo; y si ya no nos sirven los argumentos de antaño, procuremos recuperar sus orígenes. La vida de las primeras comunidades cristianas giraba en torno a “la cena del Señor”. Allí se reunían, se confortaban mutuamente, atendían las necesidades, leían la Palabra… y eran contagiosos, y en su seno no había pobres.

Oímos hablar de muchos y variados problemas de la Iglesia, pero muy poco, o nada, de la amenaza real de la pérdida de la Palabra, y quizás sería oportuno hacerse esta pregunta: ¿No estaremos colando el mosquito y tragándonos el camello?

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La samaritana y Jesús. Un encuentro más allá de lo esperado.

Domingo, 12 de marzo de 2023
Comentarios desactivados en La samaritana y Jesús. Un encuentro más allá de lo esperado.

Jesús-enseña-a-una-mujer-Samaritana1Juan 4, 1-41

El evangelio de Juan, antes de narrar el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, informa de que Jesús había abandonado el territorio de Judea y se volvía a Galilea debido a la incomprensión que había experimentado por parte de quienes se aferraban a las cosas tal como habían sido siempre y no querían abrirse a la novedad que él proclamaba (Jn 3, 22-4, 3). Por eso, para seguir posibilitando que su mensaje siga siendo Buena Noticia para todas y todos, se pone de nuevo en camino.

Al atravesar la región de Samaria, hizo una parada en Sicar junto al pozo de Jacob donde una mujer de la zona llegó a coger agua (Jn 4, 7). Como judío, Jesús se encuentra en un lugar poco seguro, pues judíos y samaritanos estaban enfrentados por su diversa manera de entender la común religión (Jn 4, 9). El diálogo comienza a partir de una sencilla petición de Jesús: dame de beber, presentándose así ante la mujer sin prejuicios y expresando con sencillez su necesidad (Jn 4,7).

A la mujer le sorprende la osadía de Jesús y se lo hace saber: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Jn 4, 9). Estas palabras traducen con nitidez los obstáculos que las formas estáticas de pensar y de actuar generan en el encuentro entre los seres humanos y la prevención instintiva que nos produce lo diferente, lo que no responde a lo que consideramos adecuado o válido.  Jesús, por su parte, con su sencilla petición le propone “cambiar las reglas del juego” e iniciar un diálogo desde otra perspectiva, con nuevas preguntas y respuestas insospechadas.

Jesús no justifica su atrevimiento, sino que la desafía de nuevo, cuestionándole su modo condicionado de ver a Dios y su incapacidad para ver la novedad que podía surgir en el encuentro: “¡Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice ‘dame de beber’, tú le habrías pedido y te habría dado agua viva!” (Jn 4, 10).

La samaritana tiene dificultad para comprender las palabras de Jesús porque no es capaz de ubicarlas en ningún lugar conocido. Ella solo puede interpretarlas desde su tradición y su cotidianeidad: “Señor, no tienes cubo y el pozo es profundo, ¿de dónde sacas agua viva? ¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob, que nos legó este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños?” (Jn 4, 11-12). Pero el Dios que se revela en Jesús es don, gratuidad, derroche… vida que no se deja atrapar en “los pozos” donde siempre hemos ido a beber, en los que saciamos nuestras preguntas, refrescamos nuestras ideas y conceptos  y abrevamos nuestras costumbres y rituales cada día. Jesús cuestiona ese modo de proceder y nos invita a dirigirnos al manantial donde todo fluye y nada se estanca, a ese manantial que “brota para producir vida eterna” (Jn 4, 13-14), porque lo propio de Dios no es la eterna estabilidad sino el continuo dinamismo que nos acoge en nuestras circunstancias, en el crecimiento y el límite, en los avances y retrocesos.

La mujer por fin descubre el valor de la propuesta de Jesús y la desea, pero busca recibirla desde fuera, que sea otro el que se la proporcione: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla”  (Jn 4, 15). Pero Jesús la invita a hacer un camino interior, personal acogiéndola sin prejuicios, sin culpabilidades (Jn 4, 16-18). El dialogo con él la va llevando a encontrarse consigo misma, con sus heridas, con sus miedos, pero también con sus posibilidades y riqueza. Poco a poco va descubriendo en Jesús un horizonte más amplio para su existencia y se atreve a hacerle la pregunta, que le permitirá abrirse a una nueva conciencia no sólo de sí misma sino del Dios que la sustenta: “Señor, veo que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, pero vosotros decís que el sitio donde hay que adorar está en Jerusalén” (Jn 4, 19-20).

En su respuesta Jesús le ofrece algo más de lo que ella esperaba, invitándola a buscar a Dios más allá de los espacios acostumbrados, de las fronteras que separan lo sagrado de lo profano. Ella le interroga sobre el lugar adecuado para Dios en la historia y él le propone encontrarlo en “espíritu y verdad” (Jn 4, 21-24), es decir, en el camino de la vida, a través de los procesos de discernimiento, desde una nueva conciencia más holística del mundo y del cosmos.

Las palabras de Jesús, leídas desde nuestro hoy, no solo denuncian la falsedad de una religión centrada en sus propias seguridades, sino que está proponiendo una nueva experiencia religiosa que, sustentada en el dinamismo creador de la Ruah de Dios, nos impulsa a salir de lo conocido para abrirnos a acoger las semillas del Reino que preñan nuestro mundo y nos sostiene para vivir en él como agentes transformadores y corresponsables de su presente y de su futuro.

La samaritana, a través del encuentro con Jesús, descubre lo más auténtico de sí misma y es capaz de conocer a Jesús de forma diferente, creer en él con una fe renovada. Su descubrimiento la dinamiza y le hace abandonar el pozo y su cántaro y regresar a su ciudad, con una mirada nueva y una palabra de anuncio (Jn 4, 28-29).

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Lo que apaga la sed

Domingo, 12 de marzo de 2023
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F28B6875-9AC9-40D6-8D20-7C433101AD15Domingo III de Cuaresma 

12 marzo 2023

Jn 4, 5-26

En este hermoso relato, seguramente creado por el autor del evangelio, se pone en boca de Jesús una afirmación sorprendente: ofrece un agua que apaga la sed de modo definitivo. ¿Qué agua es esa?

Como sabemos, la sed habla del anhelo humano -el humano es un ser anhelante- y el agua se refiere a la plenitud que puede saciarlo y, también, al modo de alcanzarla.

La enseñanza religiosa cristiana ha entendido que la plenitud se alcanzaba gracias a la fe en Jesús. Él sería el único salvador y el portador de aquella agua “que salta hasta la vida eterna”. Lo cual encaja bien con una creencia humana bastante generalizada, sobre todo en la época en que se escribe el evangelio, según la cual, la respuesta a nuestro anhelo debemos buscarla fuera, en un dios que nos salve. Creencia que conecta de modo inmediato con lo que es la experiencia infantil.

Sin embargo, parece claro que no hay “algo” -ningún objeto, ni siquiera divino- que sacie nuestro anhelo y mucho menos que venga de “fuera” (¿de dónde?). Nuestra plenitud no es algo ni viene del exterior. Nuestra plenitud consiste en ser lo que somos y el camino para verla es la comprensión.

Lo que apaga la sed de modo definitivo es la comprensión experiencial de lo que somos. Una vez comprendido, todo se ilumina, ya estamos en casa. Luego habrá de continuar nuestra existencia cotidiana, con todas las limitaciones que conlleva, pero habrá cambiado algo decisivo.

A falta de esa comprensión, vivimos entre brumas de creencias, atados en todo caso a la suerte del yo, con el que nos habíamos identificado. La comprensión nos permite caer en la cuenta de que no somos el yo -otro objeto más dentro del campo de la consciencia-, sino la consciencia misma, siempre a salvo.

Seguiremos viendo cómo el yo -nuestro cuerpo, mente y psiquismo- sigue sintiéndose afectado por lo que nos sucede: somos seres sintientes. Pero estaremos capacitados para vivirlo desde la comprensión que nos desvela que nuestra verdadera identidad -una con la vida y con la Totalidad- es inafectada. La comprensión nos habrá regalado plenitud y la clave para vivir con acierto.

¿Dónde busco la respuesta a mi anhelo profundo?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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