Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 21, ciclo b. Con este evangelio (Jn 6, 60-69) termina el miniciclo eucarístico de Juan, sobre el “pan de vida”. Jesús ha presentado su proyecto de carne y compromiso humano) en Cafarnaúm, y muchos, quizá muy religiosos, le abandonaron, diciendo “duro es este camino”: otros le dejaron simplemente porque ya no les interesaba (no les daba de comer, como en las multiplicaciones).
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás
y no volvieron a ir con él.
Fue la gran crisis de Juan, el momento de ruptura entre un Jesús que encanta a muchos que quizá no han comprendido las implicaciones de su movimiento y un Jesús que empieza de nuevo con unos pocos (¡sólo aquí se habla de Doce!) que le siguen sin advertir del todo lo que él quiere, pero confiando en su palabra.
Ésta es una situación que se repite y multiplica en nuestro tiempo: Millones y millones de hombres y mujeres abandonan la práctica eclesial, al menos en el viejo Occidente cristiano. Jesús no multiplica ya los panes que nos interesan, e vacían las iglesias, marchan los de media edad, los jóvenes no vienen. ¿Qué podemos hacer en estas circunstancias?
‒ ¿Echar la culpa a Jesús, porque su mensaje está obsoleto y es hoy inviable?
‒ ¿Condenar a las “masas” de esta nueva sociedad, que no quiere ya consumo religioso?
‒ ¿Retomar el camino de Jesús como hicieron entonces Pedro y unos pocos?
Jesús quedó en aquel momento casi sólo; muchos grupos que le habían seguido hasta entonces se marcharon fracasados, otros quedaron pero desnortados. Sólo algunos retomaron el camino de Jesús (como saben muy bien los investigadores del Evangelio de Juan?
‒ Esa “historia” de abandono de Jesús, que cuenta el evangelio de este domingo, sucedió hacia el año 90-100 d.C., cuando una parte de las comunidades cristianas entraron en crisis y pasaron a una especie “gnosis” pre-cristiana, o dejaron simplemente de creer…
‒ Ahora, casi dos mil años más tarde, sentimos que vuelve un tipo de crisis semejantes: miles y millones de creyentes abandonan a Jesús, no pueden o no quieren escuchar su mensaje, ni seguir camino ¿Qué se puede hacer?
‒ En esa situación, algunos como Pedro deciden quedarse, a pesar de las dificultades que implica la fe en Jesús. Ésta es quizá la más honda experiencia de Juan Evangelista, una iglesia mínima, abandonada por las mayorías. Con ella seguimos nosotros.
Con ese motivo quiero releer, reinterpretar, el evangelio, con la palabra cruzada de dos papas: Pablo VI (El anuncio del Evangelio: 1975) y Francisco (El gozo del evangelio: 2013). Buen día a todos, con el deseo de dar un paso hacia adelante.
Texto. Juan 6, 60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?” Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?
El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.”
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.”
Gran desencanto¿ qué podemos hacer?
En la mayor parte de los países “avanzados”, y en amplias capas sociales, sobre todo urbanas, de América Latina se está produciendo una fuerte ruptura, una gran desilusión frente a los valores de un tipo de modernidad y cristianismo. Los grandes ideales de las revoluciones (sociales, económicas y culturales) no han llegado a cumplirse y muchos han perdido ya toda esperanza en la historia.
En este contexto, la fe religiosa que sostenía la vida de grandes capas de la población parece apagarse, y muchos (desde diversas perspectivas) afirman que no hay remedio, ni emancipación, ni redención posible.
‒ El primero de los males es la desintegración personal que crece allí donde, fallando los bienes tradicionales y el entorno afectivo, el hombre queda encerrado en sus propias limitaciones, sin saber qué hacer de sí mismo, y sin encontrar en Jesús una salida, en medio de una sociedad y un mercado de opulencia que ofrece mucho, pero que abandona a grandes masas y quita a muchos el deseo vivir.
‒ El segundo mal es el vacío de grandes masas que han perdido su arraigo su antiguo equilibrio “rural” (¡salimos del neolítico!), para quedar en manos de su propia inquietud personal, social, económica, en medio de un mundo de opulencia que parece prometerlo todo, pero que no cumple sus promesas. En ese contexto, lo que pide Jesús parece para muchos sin sentido.
‒ Hablaba J. Ortega y Gasset hace ya tiempo (1929) de la “Rebelión de las masas”, pero ahora, pasado casi un siglo, descubrimos que el tema no es ya la “rebelión” o independencia de las masas, sino el hecho de que esa rebelión ha fracasado. Las grandes multitudes no han logrado aquello que querían. Ni el capitalismo ni el marxismo han respondido a sus expectativas, de manera que han caído en manos de una impotencia que parece peor que la anterior, mientras que Jesús sigue ofreciendo su mismo mensaje: ¡Dura es este palabra, es decir, esklerós, que hoy podríamos traducir por esclerótica!
Pero algunos quedaron con Jesús, decididos a realizar con él la nueva travesía.
Los deseos de cambio de los últimos decenios (especialmente de los sesenta a los ochenta del siglo pasado), que tanto prometían, en línea de progreso y de liberación social, no lograron cumplirse, por diversas razones, y parecen habernos dejado tan mal o peor que antes, en medio de un mundo lleno de riquezas y de inmensas injusticias.
‒ Las utopías de diverso tipo han perdido su capacidad de convocatoria, por su propia violencia, sus errores y fracasos económicos, y también por la mayor capacidad de penetración del neo-capitalismo, con la adoración del Becerro de Oro. Leer más…
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