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Camino, verdad y vida.

Lunes, 25 de noviembre de 2024

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Ahora que no hay novedad en nuestras vidas
ni en los caminos de la historia,
ni en nuestra memoria personal y colectiva…
es tiempo de reflexionar y ahondar
en todo lo que llevamos a cuestas,
y en las zonas yermas del mundo
y de las entrañas nuestras.

Ahora que tu palabra rompe nuestros planes
y el horizonte se nos nubla y cierra,
y en los caminos se mezclan tantas huellas…
es tiempo de hacer silencio,
de olvidar los tristes sentimientos,
de acoger tu insólita propuesta
y dar testimonio de la verdad.

Llegará un día en que la libertad no sea un sueño,
en que las fronteras desaparezcan
y los seres humanos seamos respetados
y encontremos en el otro a un hermano;
un día en que no haya clasificación de personas
por su color, dinero o raza,
ni por su poder, religión o condición social…

Llegará un nuevo día en que la verdad
resplandezca y alumbre a todas las personas
y no necesite protección ni ser explicada;
un día en que este mundo sea distinto,
se llene de verdades, sueños y proyectos
y se parezca ya al reino definitivo
que estamos llamados a crear juntos.

¡Pronto llegará un nuevo día, tu día, Señor,
pues Tú eres el camino, la verdad y la vida
aunque los nuevos Pilatos sean escépticos!

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe adulta

***

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La sacramentalidad como despojamiento.

Jueves, 17 de octubre de 2024
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Como Jesucristo permaneció desconocido entre los hombres, del mismo modo su verdad permanece, entre las opiniones comunes, sin diferencia exterior. Así queda la Eucaristía entre el pan común”

(Blas Pascal)..

“La cita de Pascal sugiere que existe una relación entre el despojamiento de la verdad y el despojamiento propio de la presencia sacramental. La falta de un resplandor llamativo de la verdad concuerda con la presencia invisible del Ungido en la eucaristía, el sacramento prototípico.

La analogía entre la eucaristía y la verdad se merece una mayor elaboración. En primer lugar hay que indicar según los testimonios bíblicos, que los discípulos con los que Jesús celebró su última cena formaban una comunidad desunida, en conflicto y confusa. Un punto de vista sacramental sobre la verdad sugiere por eso que encontrar la verdad creyente supone una verdadera unión con la ruptura, los conflictos y la confusión de las personas de hoy. La Iglesia no está ni por encima ni fuera de la historia, sino que tiene que redescubrirse si quiere realmente encontrar y anunciar la verdad, como el conjunto de discípulos alrededor de la mesa de la última cena: confundida, desesperada, preguntándose qué le espera a ella, a los suyos, y al mundo. Tiene que dejar que le quiten de las manos las supuestas respuestas de la tradición, tal como les fue quitada a Jesús y a sus discípulos la idea establecida sobre la fidelidad de Dios, y que no les quedaba sino la entrega. A fin de poder encontrar y presentar la verdad, tiene que enfrentarse a la pregunta sobre qué cuestiones liberadoras o auténticas quedan por decir en las circunstancias dadas de amenaza, miedo e inseguridad. Hablar sobre la verdad sólo puede nacer desde el silencio de la caótica confusión.

En segundo lugar hay que señalar que la verdad de los evangelios sobre la institución de la eucaristía es ante todo una verdad desprestigiada. Existe en la última cena –y los testimonios evangélicos sobre esto no andan con rodeos– traición, incomprensión, y malentendidos, y se percibe una gran hostilidad ante la única que parece entender lo que va a pasar: la mujer que unge los pies de Jesús. El pan que se parte en la eucaristía es el pan que nos alimenta, y también el pan que se produce con sudor y lágrimas y bajo condiciones injustas. El vino que se comparte es fuente de alegría y a la vez causa de adicción y violencia. De la misma manera que Jesús, según el himno que cita Pablo en su carta a los Filipenses, no sólo se despojó, sino que además se humilló hasta la muerte en la cruz, así la vida de sus discípulos no sólo se manifiesta en su común humanidad, sino mezclada con el mal. A consecuencia de esto la verdad que enseñan no sólo reside en una opinión cualquiera, sino que además está corrompida por la mentira, y peligra perderse en ella una y otra vez. Sea lo que sea, el anuncio de la verdad en sentido creyente y teológico implica en todo caso hablar libremente sobre este continuo desprestigio y la confesión de ser también culpables de él.

En tercer lugar cabe indicar que los testimonios evangélicos en torno a la última cena no dejan duda de que –en medio de la ambigüedad, la ruptura y la culpa– se busca alcanzar la salvación de todos y todo lo que abarca la salvación de los que participan en ella. Desde el ámbito cristiano se entiende que la verdad de la existencia humana es la verdad presente como una Ausencia, como lo que va a venir y lo que se puede y se debe alcanzar, pues todo está ya-siempre a la luz de lo que va a venir. Desde el punto de vista cristiano la verdad que se busca y se desea es la verdad que ya-siempre está empezando, sobre todo en esta búsqueda y en este deseo. Por eso la esencia de la verdad presente rompe la alternativa de presencia y ausencia, como escribió el teólogo alemán Eberhard Jüngel sobre Dios. El hecho de que la verdad está sacramentalmente presente significa que en su presencia siempre está a la vez ausente, sin embargo en su ausencia se mantiene ocultamente presente. Por eso nunca se la puede manejar como una propiedad, sobre todo de parte de la Iglesia, cuya misión es representarla”.

*

Erik Borgman

La verdad como concepto religioso
Concilium # 314 (febrero 2006)

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Anhelando vida verdadera.

Lunes, 12 de agosto de 2024
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Aquí estoy, Señor,
con hambre y sed de vida.
Soñando que me lo monto bien,
creyendo que sé vivir,
consumo febrilmente
ligeros placeres,
no más que golosinas,
precarias sensaciones
arañadas aquí y allá…
Y mi hambre y sed no desaparecen.
Esto ya no es vida sino simulacro,
una vida sin calidad de vida.

Aquí estoy, Señor,
con hambre y sed de vida.
Pero acostumbrado a lo refinado y elaborado,
lo auténtico sólo entra con filtros.
Demasiado educado para ser blasfemo.
Demasiado tradicional para ir más allá de lo legal.
Demasiado cauto para saborear triunfos.
Demasiado razonable para correr riesgos.
Demasiado acomodado para empezar de nuevo…
Y mi hambre y sed no desaparecen.
Esto ya no es vida sino simulacro,
una vida sin calidad de vida.

Aquí estoy, Señor,
con hambre y sed de vida.
Mas sin pedirte mucho, para no desatar tu osadía;
amando sólo a sorbos, para no crear lazos;
rebajando tu evangelio, para hacerlo digerible;
soñando utopías sin realidades;
caminando tras tus huellas sin romper lazos anteriores…
Y mi hambre y sed no desaparecen.
Esto ya no es vida sino simulacro,
una vida sin calidad de vida.

No hagas caso, Señor,
de nuestros prejuicios,
tristes saberes
murmuraciones
y desencuentros.
Unas veces son estos oídos sordos,
tras, estas entrañas yermas,
a veces esta cabeza hueca
un corazón interesado y no enamorado,
quienes acaparan nuestros anhelos y palabra.

Silba, Señor, tu canción
Ofreciendo alimento y vida;
que se oiga por lomas y colinas,
barrancos y praderas.
Despiértanos de esta siesta.
Defiéndenos de tanta indolencia.
Condúcenos al banquete de tu promesa.
Danos vida verdadera,
aunque no te la pidamos
vayamos por otra acera.

*

Florentino Ulibarri
Fuente Fe Adulta

breaking the chains of sins

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Espejos

Jueves, 13 de junio de 2024
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Del blog Nova Bella:

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Los espejos son gratis,

pero que caro es mirarse de verdad.

*

Julio Cortázar

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“ Fake news en nuestros genes”, por Dolores Aleixandre

Sábado, 2 de diciembre de 2023
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IMG_1385De su blog Un grano de Mostaza

Podemos convivir tan tranquilos con la mentira y ajenos a la verdad

15.11.2023

Salgo de una exposición sobre Fake News (que no se la pierda quien pueda…) pensando cuánta razón tenía Pablo al prevenir a los Romanos de ese riesgo: convivir tan tranquilos con la mentira mientras la verdad está aprisionada en una mazmorra. Un acierto de la exposición: el recorrido histórico demoledor que muestra cómo las fake news no son un invento de Trump, Putin o Munsk, sino que eran habituales en los emperadores romanos, hasta en el mismísimo Adriano que parecía tan virtuoso. Después de eso, ya no extraña el engaño de Hamas a los sistemas de inteligencia israelíes: han atacado a Israel por superficie, mientras simulaban estar tranquilos y entretenidos en excavar túneles.

Y ya que nombro a Israel, imposible no recordar a Jacob, ese ancestro nuestro, mentiroso compulsivo y experto en manejarse en las aguas movedizas de los engaños. Visitamos Gen 25-27 “en formato exposición”: Rebeca, mujer de Isaac, está pariendo gemelos y sale primero Esaú el peludo y detrás Jacob agarrado su talón. Ya apuntaba maneras el que iba a pasarse la vida trampeando para arrebatarle a su hermano sus derechos de primogénito. Pasamos a la “sala” siguiente: Isaac, viejo y ciego, tiene el capricho de un guiso de caza; Rebeca prepara un cabrito a toda prisa, Jacob se pone la ropa de Esaú y se acerca obsequioso con el plato: “¡Qué pronto has encontrado la caza, hijo mío!”- dice Isaac-. “Es que el Señor me la puso delante, padre mío”, miente él implicando a Dios en su trama. Consigue la bendición que le consagra como primogénito pero no le queda más remedio que escapar, huyendo de la venganza de su hermano. Todo muy actual, como se ve. Después de más aventuras y fraudes, al final asistimos a la reconciliación de los hermanos y a la rendición total de Jacob al Señor.

Y en medio de tanta desfachatez – la de Jacob, la de Hamas e Israel, la de cada uno de nosotros…-, la presencia fiel y perdonadora del Dios que no nos retira su amor. Dice mi Arzobispo José Cobo que hay que “descansar en Su paciencia”. Va a ser esa la única grieta por la que se cuele la luz en medio de esta noche del mundo.

(Vida Nueva, Noviembre 2023)

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El tesoro escondido

Domingo, 30 de julio de 2023
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 En Éxodo

La vida sobre ruedas o a caballo,
yendo y viniendo de misión cumplida,
árbol entre los árboles me callo
y oigo como se acerca Tú Venida.

Cuanto menos Te encuentro, más Te hallo,
libres los dos de nombre y de medida.
Dueño del miedo que Te doy vasallo,
vivo de la esperanza de Tú vida.

Al acecho del Reino diferente,
voy amando las cosas y la gente,
ciudadano de todo y extranjero.

Y me llama Tú paz como un abismo
mientras cruzo las sombras, guerrillero
del Mundo, de la Iglesia y de mí mismo.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

“El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.

El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?

Ellos le contestaron:

– “Sí.”

Él les dijo:

“Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.”

*

Mateo 13,44-52

***

“Se puede definir al hombre como el que busca la verdad”

Juan Pablo II

La vida que Dios da al hombre es original y diferente de la de los demás criaturas vivientes, o que el hombre aunque proveniente del polvo de la tierra (cf Gn 2,7; 3,19; Job 34,15; Sol 103,14; 104,29), es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencio, resplandor de su gloria (cf Gn 1,26-27; Sol 8,6). Al hombre se le ha dado un altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo íntimo que lo une o su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios.

En la vida del hombre, la imagen de Dios vuelve o resplandecer y se manifiesta en toda su plenitud con lo venida del Hijo de Dios en carne humana: “El es Imagen de Dios invisible” (Col 1 ,15), “resplandor de su gloria e impronta de su sustancia” (Heb 1,3). El es la imagen perfecta del Padre… La plenitud de la vida se da a cuantos aceptan seguir a Cristo. En ellos, la imagen divina es restaurada, renovada y llevada a perfección. Este es el designio de Dios sobre los seres humanos; que “reproduzcan la imagen de su Hijo” (Rom 8,29). Solo así con el esplendor de esta imagen, el hombre puede ser liberado de lo esclavitud de lo idolatría, puede reconstruir lo fraternidad rota y reencontrar su propio identidad

*

Juan Pablo II,
carta encíclica Evangelium vitae, nn. 34.36.

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José María Vigil: El cristianismo y la verdad. Una nueva conversión: la epistemológica.

Jueves, 15 de junio de 2023
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5F78727D-8556-4A97-ABC4-E344DC5B8FD6Como teólogo latinoamericano, José María Vigil es conocido en los campos de la teología y de la espiritualidad de la liberación, la teología del pluralismo religioso y los nuevos paradigmas, así como por su actividad editorial y cibernética, desde la Asociación de Teólogos/as del Tercer Mundo (EATWOT), la revista VOICES, la colección «Tiempo Axial», su coordinación de la Agenda Latinoamericana Mundial junto con Pedro Casaldáliga, y los Servicios Koinonía 1, 2 y 3.

La relación de las religiones con la Verdad ha sido un capítulo doloroso de la historia –y sigue siéndolo–. Sin generalizar demasiado, porque diríamos que casi cada religión es un caso; y son casos bien diferentes. Por eso, hablemos desde el principio de nuestro propio caso, el de la relación del cristianismo con la Verdad. Claro, para la religión, la verdad… es la VERDAD, o sea, la Verdad última, la Verdad total, la Verdad Absoluta, que viene de Dios, la Verdad que nos juzgará, la que llegaremos a contemplar en el cielo por toda la eternidad, o nos acusará en nuestra condena sempiterna en el infierno: es la Verdad de Dios, o el Dios de la Verdad. Las demás son verdades pequeñas, de andar por casa, de quita y pon, por las que no hay que acalorarse. Pero la Verdad de la religión, es lo más serio que hay en este mundo, por lo que merece la pena vivir, morir… y tal vez incluso matar. Para el cristianismo, la verdad lo ha sido sencillamente todo: la razón de su existencia y de su vocación misionera universal, porque su Verdad era el relato fiel del mundo desde el principio de los tiempos, a saber: la creación del mundo, Adán y Eva, su descendencia, los Patriarcas, la historia del pueblo hebreo, los 400 años de José en Egipto, la liberación de Moisés, ¡la Pascua!, el desierto, el Sinaí, la Alianza, los Mandamientos… La Conquista de la Tierra Prometida, los Jueces, la Monarquía, David y Salomón… Imposible citarlo todo, ni por sus solos nombres. El judeocristianismo ha sido ante todo un relato, una verdad narrada (luego, al helenizarse, se estructuraría filosóficamente…). El cristianismo puede presumir de gozar de una relación absolutamente privilegiada con la verdad: es la única religión de la Tierra fundada por Dios mismo en persona… ¿Qué otra puede decir lo mismo? Y si fue así, ¿qué puede faltarle al cristianismo? ¿Quién puede contradecirle? ¿Qué puede no saber? (quizá solo lo que sean secretos de Dios mismo, sus asuntos particulares que nunca nos quitarán el sueño). La cosa no fue tan así desde el principio, como yo la estoy aquí contando, porque, de hecho, Jesús no apareció bajando del cielo –una buena escena para comenzar la presentación de la Verdad–, ni como hijo del jefe, ni viniendo a tomar posesión del cargo, ni exhibiendo ninguna relación pretenciosa con la Verdad. Más bien apareció entre los pobres, los don nadie, los ignorantes, los trabajadores… Y de hecho, así le fue por la vida, hasta acabar en una cruz. Poco poder le proporcionó aquella Verdad que debía llevar en su mismo ADN… Después de su muerte pasó un tiempo: grupos de amigos cultivando su recuerdo, sus hechos y sus dichos… pero como una memoria y una reflexión desde abajo, no –para nada– como un dictado recibido de lo alto. Y así pasó bastante tiempo –sin que lo podamos detallar aquí (¡varios siglos!)–, hasta que, estando dispersos en comunidades en medio de la gente de los barrios, casi sin organización, fueron sorprendidos por el llamado del emperador, urgido por reunirse con sus supervisores (episcopos) para hacerles una propuesta organizativa. No iba con “chiquitas” Constantino; quería reunirse con «todos los obispos del mundo». No fueron muchos: 318 dicen los números legendarios; y aunque hubieran llegado a ser tantos, ¿qué son 300 personas para decidir «la Verdad del mundo», que es para lo que de hecho los convocaba Constantino? Él personalmente se encargó de todo, de traer a todos los obispos en la posta real, de alojarlos en su palacio de verano de Nicea, de establecer la agenda, marcar las reglas del debate… y sobre todo de dejar clara la autoridad suprema de la asamblea, que quedaba en sus manos, claro está.

Los obispos nunca se habían visto en tal aprieto. Alguno de ellos, como san Silvestre, el obispo de Roma, ni sabía que era «el obispo de Roma», con todo lo que eso después vendría a significar: ni siquiera se sabía el jefe de la Iglesia y por tanto el único que podría convocar a la Iglesia a un Concilio de verdad, y el único que podría haberse puesto por encima del mismo; pues ni se enteró. La iniciativa y la autoridad quedaron sin problema en manos de Constantino, tal como él lo había programado. El problema era la unidad del Imperio, que se estaba cayendo a pedazos, porque su religión, alma de todo un pueblo, ya solo inspiraba lástima. Constantino tenía las ideas claras: necesitaba que la joven religión cristiana trasmitiera su alma a la sociedad romana, le insuflara vida y vitalidad; sólo que aquellos obispos no sabían nada de política. Constantino les dio las instrucciones previas: una religión de Estado no es como una inspiración entusiasta de unos campesinos; no funciona sin unas ideas claras, y bien unidas, e indiscutidas. Nadie puede ir por libre, o por original (ay de los herejes). Todos deben colocarse bajo una única verdad, que ahora es la Verdad Suprema, la que quedó aprobada por el propio Imperio: la raison de l’Empire, más todavía que raison d’État…

La «epistemología imperial» es clara: la verdad la dicta el emperador, porque la Verdad es lo que interesa al Imperio –o a la Iglesia, cuando ésta lo sustituya–. Nicea fue el matrimonio obligado de la Iglesia con el Imperio, con las arras de la verdad del dogma imperial. En rigor fue nulo, porque fallaron las condiciones esenciales de un matrimonio libre y consciente. No fue tampoco un concilio de la Iglesia, pues ésta ni sabía que existía algo llamado «concilio ecuménico» como una posibilidad jurídico-canónica de la que echar mano, ni lo convocó el Papa, que tampoco sabía que era Papa; fue una acción netamente imperial, y su identificación posterior como el «primer concilio ecuménico» ha sido una de las confusiones más desastrosas para la relación del cristianismo con la Verdad. Porque, tras un «primer concilio», vendría el segundo, el tercero, y una larga serie de ellos, ecuménicos, regionales y locales, a su imagen y semejanza, siempre para «decidir la verdad», por votación episcopal; la verdad religiosa sería como la política: se hace campaña, se establecen alianzas, y cuando se consigue mayoría, se vota. A partir de ese momento, lo que los concilios atan en la tierra, queda atado para siempre en el cielo; lo que Dios quizá todavía no había acabado de pensar, o no nos había querido revelar todavía, pasa a ser pensado por Dios para toda la eternidad, transcrito en los anales celestes de la Verdad del Mundo, y revelado a la Tierra por vía de ese Concilio. Así los concilios van haciendo poco a poco la Verdad. No importa el tema: de omni re scibili, de cualquier cosa de la que se pueda debatir. La prevalencia de los concilios sobre la verdad, ha sido total. Creamos verdad, la hacemos, la decidimos, después de debatir imperialmente sobre lo que nos interesa como Iglesia. Con el desarrollo de los concilios, el corpus theologicum y doctrinal fue creciendo hasta hacerse inabarcable. La Iglesia católica –el sector luterano se libró gracias a la protesta de Lutero– llegó a gozar de uno de los cuerpos doctrinales mayores del mundo occidental, prácticamente inabarcable aún tras una larga carrera de estudios, que lógicamente se centró en los estudios filosóficos y teológicos. Pero la Verdad en cuestión no era una verdad abstracta, como si transcurriera en un mundo paralelo o fuera del mundo. Fue con la Verdad como se realizaron las grandes hazañas de dominación de este mundo. Veamos: Es claro que Dios es el creador del mundo, y es claro que Jesucristo era, como Hijo de Dios, el dueño de la Tierra a la que descendió. Tras su muerte dejó un sucesor, llamado Pedro, a quien hizo su representante y encargado de las llaves, y a cuya muerte siempre fue elegido otro sucesor. De forma que el Papa del momento era siempre el representante de Jesús, el Hijo del Dueño del mundo. Fue con esta sagrada Verdad de fondo con la que se redactó el «Requerimiento» para que los indígenas americanos depusieran espontáneamente la posesión de sus tierras al llegar a conocer la Verdad: que la tierra que ancestralmente habitaban no era de ellos, sino del Dios creador que ellos no conocían, y que ahora les hacía el favor de enviarles a su representante con algunas reclamaciones  jurídicas respecto a su titularidad. Con aquella Verdad, las tierras del continente fueron confiadas por los Papas a los cristianísimos reyes y reinas de las Coronas de España y de Portugal, como las tierras africanas habían pasado antes a la Corona de Portugal. Aquella verdad religiosa no era inocua ni gratuita, sino una Verdad que hizo de las Iglesias cristianas, de la raza blanca, de la raza europea, y también del varón, los seres privilegiados de la Tierra. Aquella Verdad, que aun siendo software al fin y al cabo, era una poderosísima arma de dominación, sometió e instauró imperios, entronizó razas, destruyó culturas y religiones, justificó esclavitudes, sometió a la mujer. Un último capítulo que va detrás de toda esta historia, soplando como viento de popa, es la teología de la misión, elaborada con toda esta verdad. Como hemos dicho, para algo había fundado Dios mismo personalmente el cristianismo en la Tierra: precisamente para revelar su Verdad, desconocida hasta entonces, y para difundirla por toda el orbe. Los cristianos fuimos los encargados de la difusión. Dios tuvo que esperar a la invención de los grandes medios de transporte transoceánicos medievales, las carabelas, y al desarrollo de nuestra progresiva capacidad de llegada a los lugares más alejados, para ver cómo comenzaba a realizarse esa misión universal. La misión trataba de dar a conocer la Verdad, lo que conllevaba la implantación de una extensión de la Iglesia cristiana, medio universal de salvación. Con esta «salvación universal», en el mismo paquete, venían también, como en un inocente caballo de Troya, la lengua, la cultura, el derecho occidentales. La Verdad fue el fundamento de la apoteosis de los «siglos misioneros cristianos», que llegaron hasta bien entrado el siglo XX, cuando en algún momento los misionólogos expertos llegaron a debatir concretamente la estrategia para efectivar la posibilidad de convertir todo el mundo para Cristo, que se veía muy cercana. Todo ello gracias a que la Iglesia era la depositaria, elegida por Dios, de la Verdad de la Salvación. Quizá no sea exageración decir que el cristianismo, convencido de estar en posesión de la Verdad Absoluta, revelada por Dios y manifestada en exclusiva a ella, ha sido la religión que ha guardado una relación más estrecha, laboriosa y efectiva con la verdad religiosa. Puede haber sido la religión que con la bandera de la Verdad haya conquistado para la fe más tierras y más pueblos, en aquellos tiempos apoteósicos en los que «en sus cristianísimos reinos no se llegaba a poner el Sol»... Pero aquella apoteosis coincidió con el comienzo de una nueva época, radicalmente diferente, la de la modernidad, que deconstruiría poco a poco, hasta el final, aquella epistemología medieval. Por ejemplo, tradicionalmente resultaba evidente para todo el mundo el objetivismo: la realidad existe, y está fuera del conocimiento. La verdad consistía, precisamente –en la acepción aristotélica por antonomasia– en la adecuatio rei et intellectus: la adecuación entre lo que pensamos y la cosa, la realidad objetiva. Se trata de una concepción de verdad bien gratificante (para lo religioso sobre todo): nos da la seguridad de que lo que pensamos no es una imaginación, sino algo que está en algún lugar, fuera de nosotros; por eso estamos en la verdad. La verdad no es un mero pensamiento, ni una imaginación, o una ilusión; se corresponde con la realidad objetiva. Pero pronto vino Kant y nos hizo comprender que debíamos despertar de ese «sueño dogmático»; las cosas no son como las pensamos, ni sabemos siquiera cómo son, ya que están estructuradas según las «condiciones a priori» del pensamiento, de las que hasta ahora éramos inconscientes. No podemos imaginar las cosas sin tiempo ni espacio, y nos parece algo indubitable que las cosas son espaciotemporales… Kant mostró que esa seguridad era un espejismo, y que, por más que nos costase, debíamos salir de ella; debíamos despertar de ese «sueño dogmático»… Pues bien, del mismo modo, podríamos decir que debemos despertar de nuestro sueño dogmático-religioso, porque, sin duda, también éste existe: las cosas religiosas eran como eran, como siempre nos habían dicho que eran, y no podían dejar de ser así; todo lo religioso parecía dogmático. Aceptar «despertar del sueño dogmático religioso» ha sido mucho más difícil. Muchas personas, de hecho, no han llegado siquiera aceptarlo, acabando por vivir sus vidas en un paralelismo de dos epistemologías paralelas: la de la razón profana, y la de la razón religiosa, una especie de esquizofrenia, con no poco sufrimiento. Hay una imagen sencilla que se ha hecho célebre: nuestros conocimientos son como unos mapas, pero tendemos a pensar sobre ellos ya como los territorios que representan. Sobre todo en lo religioso. Por ejemplo, estamos en oración, enfervorizados quizá, y casi sin darnos cuenta nos sentimos ya como en la presencia de Dios, en medio de su corte celestial… Pero nos resulta difícil pensar que esa presencia y el imaginario con el que viene revestida, es sólo un mapa, una representación, un interfaz, no la realidad misma. El territorio divino nos es totalmente inaccesible, y ningún mapa tiene validez objetiva; sólo es un servicio subjetivo para el sujeto, válido, con tal de que no se le dé valor de objetividad a lo que es simbólico. Igualmente, con todas las doctrinas, religiones, teologías, afirmaciones que hacemos en torno a Dios, debemos caer en la cuenta de que no son más que “mapas”, apuntes, sugerencias balbucientes sobre una realidad que nos sobrepasa totalmente… y que nos resulta sencillamente inasequible. ¿Dónde va quedando la “Verdad Absoluta Religiosa” que hasta hace bien poco nos hacía sentirnos tan seguros? ¿Será que la modernidad destruye la religión? Ésta fue la respuesta oficial de la Iglesia durante varios siglos, en un antimodernismo oficial, pleno y declarado, un vivir de espaldas a la ciencia y a la epistemología moderna. Sólo con el Concilio Vaticano II comenzó el deshielo, no todavía el afrontamiento real del problema, y mucho menos la solución del mismo.

castilla_y_leon_445968753_207219029_696x986Scriptorium. Foto: Ayto de Tábara

Veamos, por partes. La crisis de los estudios bíblicos comenzada en el siglo XVII en el mundo alemán protestante –cien años después en el campo católico–, hoy no ofrece ninguna novedad; los catequistas mínimamente preparados la conocen. Pero sabemos que implicó una cantidad inimaginable de crisis personales de fe. Clérigos, religiosos, seminaristas, llenos de fe, de generosidad y de entusiasmo religioso, abandonaron su vida religiosa eclesiástica recién iniciada cuando descubrieron con aquellos estudios racionalistas ilustrados alemanes, que gran parte de lo que habían escuchado sobre Jesús –lo que se venía diciendo de Él desde tiempos inmemoriales– no respondía a la verdad. No nos vayamos muy lejos; no hace todavía 50 años que los católicos, que oían el Evangelio de Jesús, entendían literalmente las palabras dichas por Jesús que el evangelista ponía en su boca; de forma que creer a Jesús consistía en creer lo que Él literalmente nos había dejado dicho de parte del Padre: “Yo y el Padre somos una misma cosa”. Y no es verdad que Jesús dijera eso nunca, ni siquiera que lo pensara. Hoy sabemos que no hay en la Biblia nada «directamente dictado» por Dios. ¿Dónde está la Verdad Absoluta que nos acompañó en todas nuestras misiones? Hace poco más de 50 años de aquel otro famoso libro Y la Biblia tenía razón, que con pruebas supuestamente científicas venía supuestamente a demostrar que el relato bíblico era literalmente histórico… Era la lucha desesperada de la «epistemología mítica» bíblica tradicional, ante los embates de la epistemología moderna. El Antiguo Testamento lleva muchos más años siendo objeto de un estudio detallista y minucioso. Hoy sabemos de dónde viene casi cada una de los relatos que lo componen. No ha salido muy bien parado: muchas de sus leyendas y tradiciones vienen de pueblos ajenos, del Levante; textos hoy suyos fueron primero babilónicos, sumerios, arcádicos, de Ugarit… de cualquier parte del medio Oriente. Pensábamos que la Biblia, como Verdad dictada y finalmente captada y registrada, habría venido directamente del Dios del cielo; después hemos sabido que sí, que muchas verdades nos han venido de Él, pero pasando por otros pueblos a los que tuvo el capricho de manifestárselas primero. Mucho de lo que el pueblo de la Biblia aprendió de Dios, le llegó por tradiciones y textos recibidos por otros pueblos… Hoy nos puede parecer, incluso, un detalle de macroecumenismo, de elegancia, de gran estilo por parte de Dios, pero no podemos olvidar que cuando comenzamos a descubrirlo fue una fuente continua de sorpresas y decepciones. Los últimos desafíos a la verdad bíblica vienen del llamado nuevo paradigma arqueológico bíblico. Como su nombre indica, se trata de una escuela nueva arqueológica que renuncia a ser «arqueología bíblica», aquella que se hacía «con la Biblia en una mano y la piqueta en la otra», y que se proponía consciente y expresamente «demostrar la verdad de la Biblia». La arqueología actual, de nuevo paradigma, ya no busca justificar la Biblia, sino –curiosamente– descubrir la verdad, caiga lo que caiga. Y sí, han caído cosas inimaginables: los Patriarcas, los israelitas en Egipto, el paso del Mar Rojo (y con él la Pascua), el paso por el desierto, Moisés y el monte Sinaí (y con ello la Alianza y los diez mandamientos…), continuando por David y Salomón, de quien, aunque fuera tan famoso que hasta la Reina de Saba vino a oír su sabiduría desde los confines del mundo, no aparece su nombre en ningún documento extrabíblico, absolutamente en ninguno. No seguiremos citando las sorpresas del nuevo paradigma arqueológico-bíblico, para no desanimar a nadie de su lectura obligada (en eatwot.net/VOICES hay un número monográfico amplio sobre el tema, muy accesible y completo). La antropología religiosa también nos ha llevado poco a poco a un cambio de mentalidad. Durante milenios hemos estado pensando el mundo religioso como un «segundo piso paralelo» que, en momentos determinados, irrumpía en nuestro mundo, con alguna intervención controlatoria, o introduciendo algún don, como podía ser la revelación sobrenatural de una verdad. Esta revelación podía ocurrir allí donde los dioses lo quisieran. La antropología nos ha descubierto que la atribución de una verdad a una revelación divina es un mecanismo natural y muy frecuente de nuestro desarrollo religioso humano bio-evolutivo. Desde el principio este primate ha necesitado «poner su vida en contextos mentales y espirituales más amplios» (Karen Armstrong); su búsqueda de conocimiento y la construcción de la verdad, son las dos caras de un mismo proceso evolutivo. Por eso, todas las religiones son manifestaciones distintas, peculiares, condicionadas por su contexto, de los distintos desarrollos de cada pueblo, todos respetables, todos distintos, muy distintos, y, a la vez, todos, en el fondo, paralelos (y por tanto, convergentes en el infinito). Una novedad destacable es la excepción de las “religiones” que no se han enrumbado por el mundo de la Verdad, ni de las doctrinas. Gandhi reconoce que el hinduismo no tiene ningún credo oficial, ningún dogma obligatorio, ninguna doctrina distintiva que deba marcar la vida de los discípulos… Esta característica “a-doctrinal” del hinduismo es un gran desafío para las demás religiones, y en concreto para el cristianismo, que debido a su herencia griega y a su pasado imperial, ha hecho de la doctrina, del credo, del dogma… una de sus dimensiones esenciales, indebidamente. La afirmación integral de la doctrina, de todos y cada uno de sus artículos, y la negación de las herejías, ha sido más importante y decisivo que la fe y el amor. Hoy, con la nueva epistemología, el hinduismo se ve confirmado en su tarea de acompañar al ser humano por los derroteros de su humanización, dejándole en libertad para buscar, con la simple razón, las explicaciones que necesite, mientras el cristianismo se ve abocado a la necesidad de pedir disculpas por el excesivo celo teórico, por la sobre carga de acento intelectual, doctrinario, teológico, dialéctico, polemizador, buscador de criptoherejías, que lo han apartado gravemente de ser una religión del amor y de la libertad ante el Misterio que está más allá de todas las formulaciones de la verdad. Todavía hoy, en su propia página web, la Congregación para la Doctrina de la Fe, sin ningún rubor, reivindica su nombre original de «Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición», fundada por Pablo II en 1542, la más antigua de las nueve congregaciones del Vaticano. Y estamos en 2018. El concepto renovado de religión se vuelve a centrar hoy día en la espiritualidad, y todos los demás componentes son complementos no estructuralmente esenciales; lo único esencial es la espiritualidad. Todos los pueblos han percibido, intuido, sintonizado, buscado… el Misterio. Cada uno lo ha explicado a su manera, con sus categorías culturales, sus filosofías, sus prejuicios y defectos… y también con ello han rasgado muchas veces, lamentablemente, la unidad de sus familias espirituales… Sólo el quehacer espiritual era, es, la esencia de la religión. Todo lo demás son todavía rasgos arrastrados de estadios inferiores, que no necesitan siquiera resolverse, sino que simplemente pueden ser abandonados. Por no hablar sino dentro del cristianismo, ¿no bastan 500 años para tirar por la borda ya debates que nos han separado inútilmente durante medio milenio contra toda razón y todo amor entre católicos y protestantes? ¿Todavía tiene sentido debatir sobre la Sola Scriptura, la Sola Gratia, el Solus Christus, la Sola Fides? 

Jesús Misionero 0001¿Hasta cuándo? Nos basta el recorrido esquemático que acabamos de realizar en la deconstrucción de aquellas seguridades que hasta el siglo XVII tuvimos sobre la verdad y el cristianismo. Estamos ante la nueva epistemología, quizá la «última conversión» que tendrá que afrontar el cristianismo, en el que, muchos creyentes, todavía no se han enterado de esta la transformación epistemológica cultural que está en curso, y siguen como si no hubiera pasado nada, tanto en el catolicismo como en el protestantismo –no digamos en el islam–. Decía Jung que los cambios religiosos, por su propia naturaleza, son de los más lentos. En muchos sentidos, en religión sólo avanzamos “de funeral en funeral”... Es cierto que la única pedagogía que las religiones no han ensayado nunca, ha sido la pedagogía de los cambios, especialmente la de los cambios culturales rápidos. No tenemos ninguna experiencia, y al Vaticano, por ejemplo, ni le ha pasado por la cabeza que tan importante como “una Iglesia en salida” lo es “una Iglesia con otra epistemología”. Y ya sabemos, mientras no cambiemos de urgencias, el tiempo corre en contra de la suervivencia del Titánic. Pero quienes, aun entre dificultades, hemos intuido la necesidad perentoria de una deconstrucción, –aun a riesgo de ser incomprendidos, de ser considerados “ateos” en el sentido negativo de la palabra (porque tiene también un sentido positivo)–, estamos intentando escrutar el abismal cambio cultural de estos cincuenta últimos años, y las muchas reformas que habrían de ser puestas en marcha. Sabemos que pueden parecer locuras a quienes las escuchen o las lean desde los viejos paradigmas, pero quisiéramos ofrecer un gesto sonriente y cariñoso, lleno de fraternidad. Les aseguramos que estamos en el mismo camino, que no hemos renunciado a nada, que, simplemente, pensamos que el viejo cristianismo se está acabando –o ya se acabó, en algunas latitudes– y que creemos que continúa por aquí. Este número de Spiritus, En búsqueda de la verdad, como reza su título, se plantea cuestiones capitales, difíciles, urgentes… de nuestra sociedad actual posmoderna. La confrontación de las religiones, y del cristianismo en concreto, con la “nueva epistemología” surgida de la modernidad, implica un cambio tan radical, que mientras las religiones no lo afronten, están condenadas a continuar en trance de desaparición. Seguirán en el mundo de siempre, el mundo del Titanic que se hunde. Pero de aquí a poco tiempo, sólo quedarán en pie las nuevas realizaciones espirituales que cuenten con una nueva epistemología, la única posible hoy día, ésa que ya está en la calle, en la sociedad civil, en el hombre y la mujer modernos. Entre el cristianismo y la verdad, los desafíos son realmente grandes; pero hay uno que para la Iglesia es el decisivo: afrontar la última conversión pendiente, la conversión epistemológica.

Revista «Spíritus», edición hispanoamericana, 19/1-230 (marzo 2018) 85-98. Quito, Ecuador.

José María Vigil

Fuente eatwot.academia.edu/JoséMaríaVIGIL

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Conociendo lo Divino en la Trinidad y el Tiempo Queer

Lunes, 8 de mayo de 2023
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8B616888-4EEC-4261-B487-630648561B81La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Barbara Anne Kozee, quien es estudiante de doctorado en Ética Teológica en Boston College y tiene un M.Div. de la Universidad de Santa Clara. Como católica queer, Barb investiga la ética sexual y familiar, la teología feminista queer y la ética política. Síguela en Twitter: @barbkozee.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el quinto domingo de Pascua se pueden encontrar aquí.

El tiempo litúrgico entre el Domingo de Pascua y Pentecostés es uno de mis períodos favoritos debido a su misterio, liminalidad e incompletitud. Como comunidad, hemos sido testigos gozosos de la resurrección y esperamos con anticipación la venida del Espíritu Santo. Nuestra identidad trinitaria está en proceso de convertirse, ¡qué podría ser más extraño!

Igual de misteriosas son las lecturas a las que volvemos durante este tiempo, que no siempre son cronológicas. Por ejemplo, en la lectura del Evangelio de hoy, volvemos al último discurso de Jesús en el Evangelio de Juan, sus mensajes finales antes del comienzo de la narración de la Pasión. De esta manera, en realidad volvemos a las palabras de consuelo de Jesús a sus angustiados discípulos antes de su muerte y resurrección. En ellos, Jesús subraya que será conocido por ellos, y por nosotros como cristianos, de una manera nueva, por el don del Espíritu Santo. Estas lecturas nos muestran que el tiempo litúrgico en nuestra iglesia no es lineal ni progresivo.

Creo que este enfoque no lineal del tiempo de “ni aquí ni allá” tiene significados importantes sobre cómo debemos vivir como católicos, y creo que los católicos queer son particularmente conocedores de esta forma de vida.

Sandra Schneiders, IHM, una renombrada estudiosa de las Escrituras, escribe que el conocimiento en el Evangelio de Juan no es intelectual ni informativo, sino que es el tipo de conocimiento que uno tiene de un amigo que le hace decir: “Nos conocemos íntimamente”. Entonces, en el Evangelio de hoy, Jesús le pregunta a su amigo: “¿He estado contigo todo este tiempo, Felipe, y todavía no me conoces?” En esta pregunta, a Jesús le duele no ser reconocido por sus amigos más cercanos. Se esfuerza por consolarlos, afectado por la limitación del lenguaje para describir las percepciones divinas sobre el mundo venidero lleno del Espíritu.

Los católicos queer pueden resonar con este tipo de lucha para articular percepciones divinas a quienes nos rodean sobre nuestras experiencias vividas y formas de estar en el mundo. ¿Por qué nos quedamos en la iglesia? ¿Qué significa creer? ¿Es compatible con la identidad queer? Como muchos, siempre estoy luchando por encontrar formas de relacionar mejor las respuestas a estas preguntas para que otros en nuestra iglesia puedan llegar a saber sobre la fe y la vida queer.

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“La Trinidad” de Lance McNeel

El tiempo queer celebra las vidas que existen en momentos únicos y la belleza dentro de líneas de tiempo contraculturales, fuera del tiempo definido por nuestra productividad o eficiencia. La memoria, la justicia y la encarnación se vuelven valores comunitarios especialmente importantes por esta razón. Asimismo, en este tiempo litúrgico intermedio y no lineal, en el ya de la resurrección y en el aún no de la dispensación del Espíritu, los invito a reflexionar y celebrar los caminos en los que siempre peregrinamos juntos. . Viajamos para saber lo que significa ser una iglesia trinitaria, una comunidad que celebra la morada del Espíritu y la presencia continua y misteriosa de Jesús resucitado. Nunca estamos completamente completos, siempre en movimiento liminal.

El teórico queer José Esteban Muñoz escribe que podemos sentir lo queer “como la cálida iluminación de un horizonte imbuido de potencialidad”. Miro hacia el horizonte queer dentro de nuestra Iglesia Católica, cuyos atisbos son posibles dentro del proceso sinodal actual. Sin embargo, también estoy en deuda con el momento presente radical y con las personas queer que me rodean, cuyo conocimiento espiritual me recuerda que el Espíritu siempre está obrando en nuestra vida diaria. Jesús en nuestro Evangelio de hoy no quiere que nos perdamos su mensaje sobre la naturaleza permanente de Dios a nuestro alrededor y entre nosotros.

Jesús está en un momento raro, y nuestra liturgia católica nos invita a estar allí con él también.

—Barbara Anne Kozee, 7 de mayo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Camino, Verdad y Vida.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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Debemos siempre estar muy seguros de hacer la distinción entra la Iglesia invisible, universal y espiritual (Ecclesia) y la organización religiosa sin ánimo de lucro que se reúne en un edificio coronado por un campanario. La diferencia es inestimable, y no tenemos derecho a cometer el error de confundir las dos. Comprende por favor que no cuestionamos el derecho de cualquier grupo religioso de reunirse en paz, de elegir a sus líderes, de recibir dinero, de tener criterios para llegar a ser miembro, de administrarse del modo que le parezca justo – hace tiempo que comprendemos que tal derecho es un derecho civil y no es  en ningún caso inalienable,  escrito o autorizado por el mismo Dios. Esto no significa que sea malo, pero esto no lo hace espiritual. La Ecclesia no es una organización o una invención humana, sino un organismo lleno de Vida, y que adorarlo “en Jerusalén o sobre esta montaña” es menos importante para Dios que  adorarlo “en Espíritu y de verdad“.

¿Entonces dónde es la diferencia? ¿Dónde está el problema? Esto se convierte en un problema cuando el significado espiritual y escriturario  es falsamente relacionado con las costumbres sociales, con una norma cultural, con una religión de tradiciones, con una organización o con un lugar para reunirse. Cuando la línea de demarcación si difumina entre, por  una parte, la expectativa social, la tradición o las costumbres de la Religión Organizada y por otra parte, la verdadera vida espiritual, la misma esencia de la Ecclesia o del creyente individual, entonces tal sistema tiene la posibilidad de evolucionar en una forma peligrosa de abuso espiritual o de elitismo religioso.

*

Chip Brogden

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***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí.En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.”

Tomás le dice:

“Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”

Jesús le responde:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.”

Felipe le dice:

-“Señor, muéstranos al Padre y nos basta.”

Jesús le replica:

-“Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

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Juan 14,1-12

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Hace algunos años, un hombre de Dios que me guiaba entonces me envió un mensaje que me asustó mucho: “Sea siempre fiel a Dios en la observación de sus promesas y no se preocupe de las burlas de los insulsos. Sepa que los santos siempre se han hecho la burla del mundo y de los mundanos y han sido pisoteados por el mundo y por sus máximas. El campo de la lucha entre Dios y Satanás es el alma humana, donde se desarrolla esta lucha en todos los momentos de la vida. Para vencer a enemigos tan poderosos, es preciso que el alma dé libre acceso al Señor y sea fortalecida por él con toda suerte de armas, que su luz la irradie para combatir contra las tinieblas del error, que se revista de Jesucristo, de su verdad y justicia, del escudo de la fe, de la Palabra de Dios. Para revestirnos de Jesucristo, es preciso que muramos a nosotros mismos. Estoy seguro de que nuestra Madre celestial le acompañará paso a paso”.

Estaba yo confuso, mi mente daba vueltas, cavilaba en estos pensamientos sin llegar a ninguna conclusión. Pasó después otro trecho de vida y comprendí que morir a nosotros mismos es hacernos vivir a nosotros mismos. Caigo en la cuenta de que los momentos de vida plena son aquellos en que siento la tentación de hacer vivir en mí a Dios y su voluntad. Al final he comprendido que abandonarme a Dios no significa haber superado todos mis problemas, sino querer verdaderamente, con todo mi ser, que él pueda obrar en mí y pueda encontrar en mí una plena colaboración.

Al leer ahora de nuevo esta carta, cada palabra toma un valor diferente y, contrariamente a hace algunos años, me anima a continuar por este sendero.

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E. Olivero,
Amar con el corazón de Dios,
Turín 1993, pp. 72ss).

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“¿Qué es el Cristianismo?: Una nueva forma de vivir. 07 de mayo 2023. 5 Pascua (A). Juan 14, 1-12.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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joven-caminando-con-jesusLos cristianos de la primera y segunda generación nunca pensaron que con ellos estaba naciendo una religión. De hecho, no sabían con qué nombre designar a aquel movimiento que iba creciendo de manera insospechada. Todavía vivían impactados por el recuerdo de Jesús, al que sentían vivo en medio de ellos.

Por eso, los grupos que se reunían en ciudades como Corinto o Éfeso comenzaron a llamarse «iglesias», es decir, comunidades que se van formando convocadas por una misma fe en Jesús. En otras partes, al cristianismo lo llamaban «el camino». Un escrito redactado hacia el año 80 y que se llama carta a los Hebreos dice que es un «camino nuevo y vivo» para enfrentarse a la vida. El camino «inaugurado» por Jesús y que hay que recorrer «con los ojos fijos en él».

No hay duda alguna. Para estos primeros creyentes, el cristianismo no era propiamente una religión, sino una forma nueva de vivir. Lo primero para ellos no era vivir dentro de una institución religiosa, sino aprender juntos a vivir como Jesús en medio de aquel vasto imperio. Aquí estaba su fuerza. Esto era lo que podían ofrecer a todos.

En este clima se entienden bien las palabras que el cuarto evangelio pone en labios de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Este es el punto de arranque del cristianismo. Cristiano es un hombre o una mujer que en Jesús va descubriendo el camino más acertado para vivir, la verdad más segura para orientarse, el secreto más esperanzador de la vida.

Este camino es muy concreto. De poco sirve sentirse conservador o declararse progresista. La opción que hemos de hacer es otra. O nos organizamos la vida a nuestra manera o aprendemos a vivir desde Jesús. Hay que elegir.

Indiferencia hacia los que sufren o compasión bajo todas sus formas. Solo bienestar para mí y los míos o un mundo más humano para todos. Intolerancia y exclusión de quienes son diferentes o actitud abierta y acogedora hacia todos. Olvido de Dios o comunicación confiada en el Padre de todos. Fatalismo y resignación o esperanza última para la creación entera.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Domingo 07 de mayo de 2023. 5º Domingo de Pascua.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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27-PascuaA5 cerezoLeído en Koinonia:

Hch 6,1-7: Eligieron a siete hombres llenos de espíritu
Salmo responsorial 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
1Pe 2,4-9: Ustedes son una raza elegida, un sacerdocio real
Jn 14,1-12: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

En la comunidad lucana descrita en la primera lectura, los apóstoles tienen plena conciencia que no lo pueden hacer todo y que necesitan valerse de otros para atender a las necesidades urgentes de la comunidad pero sin desatender el ministerio de la Palabra. Pero ellos no imponen. Invitan a la comunidad a escoger sus propios servidores, animadores. Les presentan a siete personas que son «autorizados» por los apóstoles para satisfacer las necesidades de la comunidad. No son servidores de segunda. Son personas encargadas o enviadas a realizar ministerios diferentes. Pero todos estaban empeñados en la difusión de la Palabra y en el crecimiento numérico y cualificado de la comunidad.

Así mismo, el autor de la carta de Pedro quiere subrayar el papel de todos los miembros de la comunidad creyente en la construcción del templo vivo de Dios. Jesús es la piedra viva, el fundamento, la base para construir la casa de Dios. Sobre esa piedra se instalan las demás piedras, los seguidores de Jesús. De manera pues que no somos sólo espectadores de la construcción. Somos artífices y al mismo tiempo materia fundamental para alcanzar la construcción del gran edificio humano, levantado sobre la roca, Jesucristo, sostenido por la columna del Espíritu Santo y estructurado con la activa cooperación de cada uno de los bautizados. El sacerdocio, más que un honor, un privilegio, una casta… es un dinamismo desatado por el Espíritu para el servicio de la comunidad eclesial. Todos somos ministros, todos sacerdotes, todos servidores en una densa experiencia fraternal al servicio del Reinado de Dios.

El evangelio de Juan revela la situación crítica que vive la comunidad naciente provocada por el ambiente hostil y peligroso en que se va desarrollando. Jesús no sólo es la piedra fundamental, sino que Jesús es también camino, verdad y vida. Los discípulos están confundidos ante las Palabras de Jesús. En los anteriores versículos Jesús ha anunciado la traición de Judas y la negación de Pedro. Este episodio refleja la situación de crisis de los discípulos porque no entienden el camino de Jesús. Las palabras que Jesús pronuncia pretenden alentarles en la esperanza, fortalecerlos en medio de la angustia, devolverles el horizonte de vida.

Jesús es camino, es decir, es proyecto, horizonte de vida para muchos. Su muerte está llena de sentido porque en ella se manifiesta el amor de Dios por la Humanidad y les devuelve la razón de vivir en momentos de confusión y desesperación.

Jesús es verdad: la mentira, el engaño, la corrupción se apodera del corazón de la persona humana. La Palabra anunciada y testimoniada por Jesús, que es la Palabra del Padre, se convierte en criterio de verdad, en transparencia que devuelve la luz.

Es vida: frente a las fuerzas de la muerte que causan terror, Jesús da sentido a la vida, se revela como Señor de la vida y vencedor de la muerte. Y en él todos los que apuestan a favor de un proyecto de vida, de verdad y amor como horizonte que puede salvar a la Humanidad del caos, la injusticia, la corrupción, la exclusión y la maldad.

Quién cree en Jesús cree en el Padre y será transparencia del Resucitado. En el fondo eso es ser cristiano, que es una forma de ser en plenitud hijos/hijas de Dios. Pero la propuesta de Jesús no es un asunto meramente individual, intimista, espiritualista. El proyecto de su seguimiento es exigente y radical. También la persona cristiana, integrada al cuerpo comunitario, debe ser camino, verdad y vida. Estamos llamados a ser una alternativa de vida, junto con otras alternativas de vida -representadas por otras personas y comunidades inspiradas por otras religiones- en medio de un mundo desorientado que con frecuencia no encuentra el sentido de la existencia. Somos servidores de la Vida aún en medio de la muerte que siembra el egoísmo humano cuando desatiende la sabiduría que se manifiesta «por los muchos caminos de Dios». La desatención a esta sabiduría divina manifestada por tantos caminos, repercute en las crecientes injusticias sociales y guerras que pretenden justificarse con apelos a la defensa de la libertad y de la seguridad, o a la imposición de la democracia o de la «libertad de comercio»… pero que en el fondo esconden mezquinos intereses económicos y hegemónicos de las grandes potencias y plagan de hambre y de miseria a los pueblos pobres.

Nuestra misión, pues, como personas cristianas, es juntarnos con muchas otras personas y comunidades creyentes, practicantes de otras religiones, y ser alternativa de vida, de resistencia y esperanza para todos.

En una época como la que vivimos, marcada por la entrada en curso en un nuevo paradigma, el paradigma pluralista, hemos de leer y proclamar con cuidado tanto la expresión de Pedro de un «linaje escogido», como la expresión de Juan, que él pone en labios de Jesús: «Yo soy ‘el’ Camino»… Esta última sobre todo no deja de ser una expresión propia de un lenguaje confesional, un lenguaje de amor y de fe, cultual, y en ese contexto hay que entenderla. No hay que perder de vista que, en otro sentido, son muchos los caminos de Dios, «sus caminos, que no son nuestros caminos», y que nos pueden sorprender siempre con el descubrimiento de «nuevos caminos» de Dios. Recomendamos la lectura de la serie «Por los muchos caminos de Dios», de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo, en la colección «Tiempo axial» (http://latinoamericana.org/tiempoaxial). O el libro de José María VIGIL Teología del pluralismo religioso, disponible en la red (http://cursotpr.adg-n.es/?page_id=3). Leer más…

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7.5.23. Camino, verdad y vida. Evangelio de cada día (2023), Biblia de toda la vida.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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2CA919D9-C762-4F16-9232-00C5A2BB45BDIMG_9649Del blog de Xabier Pikaza:

El evangelio de hoy (dom. 5 Pascua, Jn 14,1-12) presenta a Jesús camino, verdad y vida: ¿Quién ese ése que viene y me dice: Soy tu camino, tu verdad y vida? ¿Quién puede hablarme a sí en este mundo en un mundo de abandonados, perdidos, arrojados sin camino vida?

Ése que viene a tu encuentro esta mañana de pascua es Jesús, Dios amigo/compañero que te dice: Soy tu camino, verdad y vida…  Así lo mostraré comentando este pasaje (Jn 14, 1-12), con el evangelio de todos los días del año (2023) y con la Biblia-Ciudad de todos los lugares y tiempos del mundo

 El evangelio de hoy (dom. 5 Pascua, Jn 14,1-12) presenta a Jesús camino, verdad y vida: ¿Quién ese ése que viene y me dice: Soy tu camino, tu verdad y vida? ¿Quién puede hablarme a sí en este mundo en un mundo de abandonados, perdidos, arrojados sin camino vida?

Ése que viene a tu encuentro en la mañana de pascua es Jesús, Dios amigo/compañero que me dice y te dice: Soy tu camino, verdad y vida…  Así mostraré comentando este pasaje (Jn 14, 1-12), con los evangelio de todos los días del año (2023) Biblia-Ciudad de todos los lugares y tiempos del mundo

Voz que llama y nos dice: Quiero ser-con-vosotros ¿venís a mi casa, compartís mi ciudad?

 No es un muerto del pasado, ni un fantasma de mentira, sino aquel que te da la mano, te abre el corazón, te pone en pie y te dice: vamos, soy contigo, hacemos camino, seremos Verdad, tendremos Vida, uno en el otro y para el otro.

No es voz de ultratumba(un muerto fantasma), ni mandato de dominio, que te niega (¡sólo yo soy, tú no eres…!), sino canto de amor hondo que te dice soy el que soy contigo para que tú seas, para que seamos… Invitación de amor que insiste diciendo: Tengo para ti y para mí, para nosotros (para todos) una casa, la casa de mi Padre, la casa de mis hermanos. Así empieza este diálogo de Jesús con sus dos amigos íntimos, uno se llama Tomás, otro Felipe… Pero pueden ser y son María, Salomé, Susana…

Texto. Tengo una casa para ti, una Ciudad para todos

En la casa de mi Padre hay muchas estancias (moradas, salas de estar, habitaciones íntimas…) si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos un lugar, un hogar? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?… Creed en mis obras, en lo que yo hago, en lo que haréis vosotros:. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.” (Jn 14, 1-12).

Tengo una casa (la casa del Padre), soy tu ciudad, el espacio y tiempo de tu vida.

para que vengas, para que vengamos, para que nos amemos y seamos. Advertirá el lector que he cambiado un poco el final de la lectura, poniendo al final del camino, la verdad y la vida la casa de Dios, la morada- ciudad de la vida.

Las moradas del Padre, la casa de mi Padre, mi casa…. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas o estancias…”. Todos los caminos llevan no a Roma, sino al Padre, a las Moradas del amor, que supo describir Santa Teresa, toda la vida buscando su casa, que era la casa del Padre, del amado, preparada para ella.

Jesús es Camino, es plaza, es ciudad Caminantes somos (¡navegantes!), y todos los caminos se centran y condensan para nosotros Cristo. Por eso, quien toma su camino, que es camino de Evangelio, está ya en manos del Padre.

En este evangelio hay dos maestros caminantes que preguntan, dos voces que preguntan: una es de Tomás, otra de Felipe. Significativamente, ellos aparecen más tarde como autores de los dos evangelios misteriosos más significativos de la Iglesia, uno es el de Tomás, otro el de Felipe… el tercero es tu evangelio, tu camino de Jesús

El “yo” de Jesús: soy el Camino, Verdad y la Vida

Si alguien me ama cumplirá escuchará mi vos, nos amaremos y mi Padre le amará y vendremos a él haremos en él una morada” (Cf. Jn 14, 23). Que todos seamos uno, como tú, Padre, en mí y yo en tí…para que sean uno como nosotros somos uno; Yo en ellos y Tú en mí… para que el mundo conozca que Tú me has enviado y que les amas como a mí me has amado (17, 20-23).

En mi ciudad hay mucha tarea: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque voy al Padre (Jn 14, 12).

Así termina este evangelio, de un modo admirable… Es como si yo le dijera a Jesús: No soy nadie, no puedo nada, no te valgo. Pero Jesús me contesta, te contesta… Estoy contigo y puede. Yo te necesito, y harás mis obras y aún mayores…

 No quiso que fuéramos menores que él, sino mayores, que hiciéramos lo que él hizo, y cosas aún más grandes que las suyas. Que no nos limitáramos a mirarle y adorarle diciendo “tú eres Dios y nosotros pobres hombres”. Al contrario, precisamente por eso, por ser él Dios y nosotros hombres, pudo decirnos que hiciéramos sus obras y aún mayores, pues él se iba al Padre para eso, pues él iba al Padre y nos daba su Espíritu

No somos súbditos de un Jesús siempre mayor, sino herederos suyos, capaces de aumentar y mejora su obra.

Éste es un evangelio provocador y escandaloso que termina con unas palabras increíbles (que quizá pocos creen de verdad en esta iglesia): Os aseguro: quien cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo voy al Padre.

Las obras (erga) de Jesús han sido claras a lo largo del evangelio de Juan, en una línea semejante a la Mt 11, 2-4 (cf. Lc 7, 18-23):los ciegos ven, los cojos andan, que los leprosos quedan limpios, los sordos oyen… los pobres reciben la buena noticia.

 La iglesia es según eso el lugar (la casa la comunidad comunidad) donde se realizan las obras de Jesús y aún mayores… Por eso, Jesús termina el evangelio de este domingo (Jn 14, 1-12) diciendo que ellos seguirán haciendo la obras que él ha hecho y aún mayores. Pues bien, yo me atrevo a pensar humildemente que, en sentido general, la iglesia posterior no ha creído ni cree en esto que ha dicho aquí Jesús: ¡Ella no se cree capaz de hacer las obras que hacía Jesús y aún mayores!

Éste es el tema del evangelio este 7 de Mayo del 2023, en un tiempo abierto a la nueva creación de Dios… Jesús fue haciendo unas obras, y al final, cuando se iba, nos dijo que el Padre quería hacer por nosotros sus obras, y aún mayores… Éste es el evangelio de nuestra casa, el Jesús de nuestra ciudad y camino..,, no para pararnos y morir, sino para retomar el camino de la verdad y la vida

Libro de la Casa/Iglesia del Padre,  con el evangelio de cada día del año (2023)

En la línea de las reflexiones anteriores he preparado una introducción y comentario al evangelio de cada día de este año 2023. Un evangelio en cuya portada está la casa… la casa de Dios, la casa de la Iglesia… nuestra casa, con una reflexión para cada día.

 Es un libro de reflexiones bíblicas, de oraciones, de contamplaci`´onpara buscar cada día un breve tiempo de lectura, meditación y contemplación de los evangelios según la liturgia

             Evangelio de Dios somos, y por eso es importante que dediquemos cada día un pequeño tiempo (de diez a quince minutos) para leer, meditar, contemplar y aplicar el evangelio, siguiendo las lecturas de la misa, en unión con los cristianos que avivan, razonan y celebran su fe, siguiendo los textos de la liturgia. Leer más…

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Iglesia naciente, sufriente, creyente. Domingo 5º de Pascua

Domingo, 7 de mayo de 2023
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Caminando-con-Jesus-300x300Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Como indiqué el domingo pasado, las tres lecturas de los domingos de Pascua nos hablan de los orígenes de la Iglesia, de las persecuciones de la Iglesia, y de nuestra relación con Jesús.

Iglesia naciente

            La primera lectura nos cuenta la institución de los diáconos y el aumento progresivo de la comunidad, subrayando el hecho de que se uniesen a ella incluso sacerdotes.

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el   suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:

– «No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.»

La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

            La comunidad de Jerusalén estaba formada por judíos de lengua hebrea y judíos de lengua griega (probablemente originarios de países extranjeros, la Diáspora). Los problemas lingüísticos, tan típicos de nuestra época, se daban ya entonces. Los de lengua hebrea se consideraban superiores, los auténticos. Y eso repercute en la atención a las viudas. Lucas, que en otros pasajes del libro de los Hechos subraya tanto el amor mutuo y la igualdad, no puede ocultar en este caso que, desde el principio, se dieron problemas en la comunidad cristiana por motivos económicos.

            Los diáconos son siete, número simbólico, de plenitud. Aunque parecen elegidos para una misión puramente material, permitiendo a los apóstoles dedicarse al apostolado y la oración, en realidad, los dos primeros, Esteban y Felipe, desempeñaron también una intensa labor apostólica. Esteban será, además, el primer mártir cristiano.

Dignidad de la Iglesia sufriente

            La primera carta de Pedro recuerda las numerosas persecuciones y dificultades que atravesó la primitiva iglesia. Lo vimos el domingo pasado y lo veremos en los siguientes. Pero este domingo, aunque se menciona a quienes rechazan a Jesús y el evangelio, la fuerza recae en recordar a los cristianos difamados e insultados la enorme dignidad que Dios les ha concedido.

            Mientras los judíos, después de la caída de Jerusalén (año 70), se encuentran sin templo ni posibilidad de ofrecer sacrificios al Señor, los cristianos se convierten en un nuevo templo, en nuevos sacerdotes que ofrecen víctimas a Dios por medio de Jesucristo.

            Al final, recogiendo diversas alusiones del Antiguo Testamento, traza una imagen espléndida de la comunidad cristiana: «Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa».

            En nuestra época, cuando la Iglesia parece cada vez menos importante y se ve atacada y condenada en numerosos ambientes, estas palabras de la carta nos pueden servir de ánimo y consuelo.

Queridos hermanos:

Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. 

Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.» Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino.

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. 

Camino, verdad y vida

Iglesia creyente

            El evangelio nos sitúa en la última cena, cuando Jesús se despide de sus discípulos. En el pasaje seleccionado podemos distinguir tres partes: el hotel, el camino hacia él, los huéspedes.

            El hotel

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

            En la primera parte, Jesús sabe el miedo que puede embargar a los discípulos cuando él desaparezca y queden solos. Y los anima a no temblar, insistiéndoles en que volverán a encontrarse y estarán definitivamente juntos en el gran hotel de Dios, repleto de estancias. Como diría san Pablo, hablando de lo que ocurrirá después de la muerte: «Y así estaremos siempre con el Señor». Esta primera parte, válida para todos los tiempos, adquiere especial significado en esos meses en los que la epidemia del coronavirus ha causado tantas muertes y miles de personas no han podido ni siquiera despedirse de su seres queridos. No están solos. Están con el Señor.

            El camino.

Tomás le dice:

-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde:

-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»

            La objeción lógica de Tomás, realista como siempre, le permite a Jesús ofrecer una de las mejores definiciones de sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» ¿Cómo hablar de Jesús a quienes no lo conocen o lo conocen poco? La mejor fórmula no es la del Concilio de Calcedonia: «Dios de Dios, luz de luz…». Es preferible esta otra: camino, verdad y vida.

            Sugiere que para llegar a Dios hay muchos caminos, pero para llegar a Dios como Padre el único camino es Jesús. El musulmán alaba a Dios como Fuerte (Alla hu akbar). El cristiano lo considera Padre.

            Jesús es también la verdad en medio de las dudas y frente al escepticismo que mostrará más tarde Pilato. La pregunta correcta no es: «¿Qué es la verdad?», sino «¿Quién es la verdad?». La verdad no es un concepto ni un sistema filosófico, se encarna en la persona de Jesús.

Jesús es también la vida que todos anhelamos, la vida eterna, que empieza ya en este mundo y que consiste «en que te conozcan a ti, único dios verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo».

            Los huéspedes

Felipe le dice:

– «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»

Jesús le replica:

– «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

            Una nueva interrupción, esta vez de Felipe, desemboca en el pasaje más difícil y desconcertante. Ahora no hace falta recorrer ningún camino para llegar al Padre. Para verlo, basta con mirar a Jesús. Estas palabras, que a oídos de los judíos sonarían como pura blasfemia, nos invitan a creer en Jesús como se cree en Dios; a creer que, quien lo ve a él, ve al Padre; quien lo conoce a él, conoce al Padre; que él está en el Padre y el Padre en él. Y al final, el mayor desafío: creer que nosotros, si creemos en Jesús, haremos obras más grandes que las que él hizo. Parece imposible. El padre del niño epiléptico habría dicho: «Creo, Señor, pero me falta mucho. Compensa tú a lo que en mí hay de incrédulo».

            La Iglesia debatirá durante siglos la relación entre Jesús y el Padre, y no llegará a una formulación definitiva hasta casi cuatrocientos años más tarde, en el concilio de Calcedonia (año 452). El evangelio de Juan anticipa la fe que hemos heredado y confesamos.

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Quinto Domingo de Pascua. 07 Mayo, 2023

Domingo, 7 de mayo de 2023
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Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe?”.

(Jn 14, 1-12)

Así, de primeras, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento?

Sí, sí, así. Me refiero a eso que percibes que puede haber detrás de sus palabras, de esta frase, además, sin reparar en el contexto. Más bien tal vez te suene algo así como “Llevo taaaaaaanto tiempo…, ¡¡¿y todavía no me conoces, Felipeee?!!”, a modo mosqueo in crescendo. Aunque también se me ocurre que tal vez, solo tal vez, te lo imagines desanimado; Jesús desanimado, frustrado, triste, encontrándose con sus límites y su ser de barro. En definitiva, Jesús humano.

Pero vamos a entrar en el contexto. Este evangelio nos sitúa en la que llamamos última cena. Jesús ha hecho un gesto de servicio a sus discípulos, les ha lavado los pies; un servicio en esa época asignado a las mujeres y a los esclavos. Y ahí se ha encontrado con la objeción de Pedro, un tanto fanfarrón: “no me lavarás los pies”, pero también con su seguimiento incondicional cuando le responde: “Señor, no sólo los pies, también las manos y la cabeza”. En definitiva, Pedro humano.

Cenan, y al terminar Jesús parte un pan y se lo reparte, toma una copa de vino y se la pasa. Hace un gesto de entrega. Y ahí, se encuentra con que otro discípulo, Judas, sale del lugar en el que están porque ha quedado con las autoridades religiosas para llevarles, a cambio de unas monedas, hasta Jesús. Judas el oportunista, el “por interés te quiero Andrés”, el negociante. Judas humano, al fin y al cabo.

Y ahora, después de estos gestos tan significativos y culmen de su vida, ahora que les está hablando del Padre, que se reconoce Hijo y Hermano… es aquí cuando descubre que otro de los suyos, Felipe, o no se ha enterado de nada o de muy poco. Felipe el despistado, distraído, tal vez incluso el “mente embotada”. Felipe humano, claramente humano.

Ahora sí. Ahora, ¿cómo te imaginas a Jesús en este momento? Adéntrate a verlo, apostando por los suyos una vez más, dándoles otra oportunidad a pesar de todo. En definitiva… Jesús humano.

Oración

Abre nuestros ojos, Señor.

Y abre nuestro corazón, Señor.

Abre nuestra escucha a tu susurro “no temáis, soy yo”.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús no es otro Dios sino el mismo Dios-Vida.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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homilia

DOMINGO 5º DE PASCUA (A)

Jn 14,1-12

El contexto de este evangelio es el discurso de despedida después de la cena en el evangelio de Juan. En el capítulo 13 el centro es Jesús. Termina con la despedida, diciendo: a donde yo voy vosotros no podéis venir. En este capítulo 14 el centro es el Padre. El ambiente es de profunda inquietud y zozobra. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es terriblemente inquietante. Está justificada la repetida invitación a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación de Jesús y la de sus discípulos con el Padre.

Aunque Juan pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata de reflexiones de la comunidad a través de muchos años de vivencias. Lo que se propone como futuro es ya presente para el que escribe y la comunidad para la que se escribe. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando. Se nota la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre. Los tres forman parte de una Realidad que los acompaña y les transforma.

Creed en Dios y creed también en mí. “Pisteuete eis”, no significa creer, en el sentido que damos hoy a la palabra. Sería “creer en sentido bíblico, es decir, poned la confianza en alguien. Juan utiliza esta construcción 30 veces, aplicada a Jesús. Solo en 12,44 y aquí pone como término a Dios, indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. La confianza en Jesús y la confianza en Dios son la misma realidad. Si buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. No tienen nada que temer porque en Jesús está ya el Padre con el que está identificado.

En el hogar de mi Padre, hay sitio para todos. El lenguaje mítico nos puede despistar. Jesús va al Padre para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. Todos estamos llamados a formar en Dios una misma Realidad con Él. Jesús está en el seno del Padre y todos pueden descubrirse allí.

Todo es lenguaje mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, no se puede entender literalmente. Esta teología es clave para entender la marcha de Jesús y a la vez, su permanencia. Aunque la formulación es mítica, el mensaje sigue siendo válido. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios. Lo que tenemos que descubrir y vivir ya aquí es esa identificación con Dios. En Jesús, Dios ha manifestado su proyecto para el hombre, que se tiene que realizar en cada uno.

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Lo que se quiere decir está más allá de la capacidad del lenguaje. Camino, Verdad, Vida hacen referencia al Padre que está, identificado con Jesús. No hay un Jesús separado que se identifica con Dios sino una única Realidad que se manifiesta en Jesús. Se han dado infinidad de interpretaciones desde los primeros padres y siguen hoy los exégetas intentando desentrañar el significado del texto que desborda toda explicación.

Jesús es Camino, que empieza y termina en Dios. No hay ningún espacio entre Jesús y Dios. Desde Dios hasta Dios no puede haber ningún trecho. Jesús es, como todo ser humano, un proyecto ya realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. Ese camino es el amor total que abarca toda su vida. Los que le siguen deben recorrer también ese camino es decir ir de Dios que es su origen hasta Dios que es la meta. En el AT el camino era el cumplimiento de la Ley. Ahora es Jesús.

Yo soy verdad, es decir, soy lo que tengo que ser. No se trata de la verdad lógica sino de la verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es auténtico, hace presente a Dios, que es su verdadero ser. Lo contrario sería ser falso. “Yo soy” es el nombre que se dio a sí mismo Dios en la zarza. Juan repite hasta la saciedad el “yo soy”. El complemento puede ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad, vid. Si descubro y vivo que Dios está identificado conmigo, ya lo soy todo.

Yo soy Vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía (Dios) que hace que sea lo que soy. “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me coma vivirá por mí.” Está hablando de la misma Vida-Dios que se le ha comunicado a él y que se nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste.

Nadie va al Padre sino por mí. También se podía decir: a nadie viene el Padre si no es por mí. En c. 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano ni en espacio ni en tiempo, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús hace al discípulo participar de la misma Vida-Dios. Ni el Padre tiene que venir de ninguna parte ni nosotros tenemos que ir.

“Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre”. Una vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia de Dios.

¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre? Esta queja es una clara reflexión pascual. En su vida pública, sus seguidores no entendieron ni jota de lo que era Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y, si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo. Seguimos cayendo en la trampa de querer ver a Dios.

“Las exigencias que os propongo no son mías”. “Remata” no significa dicho o palabra sino propuesta, exigencia manifestada en la vida. A continuación, habla de obras: “el Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras”. Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él propone las “exigencias” que Dios le pidió y realizó.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Caminantes.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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Juan 14, 1-12

«Yo soy el camino, la verdad y la vida»

Si hay un adjetivo que le cuadra bien al evangelio, es “interpelante”. Si el evangelio no nos interpela; si no afecta a nuestras vidas, no sirve para nada. Podemos sentirnos muy ufanos del conocimiento profundo que tenemos de él, podemos presumir de lo bien que lo interpretamos a la luz de la exégesis más moderna e independiente, podemos teorizar y elucubrar sobre él hasta la saciedad, pero si no respondemos, «de nada nos sirve».

El evangelio es una constante invitación a caminar, y Jesús es el camino. Pero un camino no es para conocerlo, sino para recorrerlo. Y es cierto que podemos decidir no caminar, optar por instalarnos en este mundo y olvidar nuestro destino, pero es evidente que a la larga esta actitud nos va a producir vacío y angustia, porque, como decía Kierkegaard, «no podemos ignorar lo eterno que hay en nosotros».

Una excelente metáfora de la vida podría ser la ascensión a una montaña. El montañero que sacude la pereza, abandona la comodidad del refugio y se echa al monte en busca de la cima, se siente vivo, motivado, estimulado por cada obstáculo que logra superar, y en muchos momentos exultante de optimismo y felicidad. El que decide permanecer al abrigo del refugio, se aburre, se hastía y acaba frustrado y asqueado. La cima que Jesús nos propuso a los cristianos es una sociedad fraterna, humana y solidaria, y el camino que nos lleva a la cima es Jesús mismo; sus criterios, su ejemplo, su compromiso con la misión hasta dar la vida por ella, su convencimiento de que merecía la pena hacerlo…

En momentos de máxima tribulación es cuando encontrar un buen camino adquiere toda su importancia. Imaginémonos perdidos en el monte, hace frío, se acerca la noche, no vemos salida… y de pronto encontramos un camino prometedor. ¡Estamos salvados!, pensamos, y nos apresuramos a tomarlo con la esperanza de que nos devuelva a la vida.

Hoy vivimos momentos de gran tribulación. Hoy estamos en una encrucijada histórica en la que está en juego nuestra civilización e incluso nuestra supervivencia. Hemos seguido el camino que nos proponía el mundo y es evidente que nos hemos equivocado. El resultado es un planeta herido de muerte donde las sequías se han generalizado y los océanos agonizan. Donde la ostentación y el derroche conviven con la miseria, donde la vida se banaliza, la sociedad se mercantiliza, las relaciones humanas han dejado de ser humanas y el hombre es todavía más lobo para el hombre…

Los cristianos conocemos otro camino, pero de momento preferimos seguir en el refugio discutiendo si los que vienen son galgos o podencos. Es preciso salir del refugio y enfilar la cima con decisión y con la esperanza de que otros nos sigan… o estamos perdidos. Jon Sobrino, jesuita compañero de Ignacio Ellacuría en el Salvador, nos invita a reanudar la marcha y nos marca una meta ajustada a la situación que vive el mundo: «Debemos caminar hacia la civilización de la austeridad compartida»… ¿Empezamos?

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Estudio orante de la palabra.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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publicacionvdomingo-de-pascuaJn 14, 1-12

COMENTARIO V DOMINGO DE PASCUA

(7 de Mayo 2023)

Suenan cantos de Resurrección a la vez que tambores de guerra. Rememoramos los comienzos del Cristianismo y a la vez pasamos un poco ante tanta palabra, y tanto por asimilar. O tal vez, simplemente, un año más, pasamos página después de leer por encima los comentarios… yo preguntaría ¿Cuál es tu comentario? ¿Cuánto profundizas de todo lo leído? ¿Has probado de escribir tus reflexiones?

Sabemos que si no se trabajan los textos, entran y salen con demasiada facilidad y es por ello que necesitamos más y más. Es el síndrome del que no digiere bien y siempre tiene hambre.

Por ello voy a intentar, con mucha sencillez, invitaros a trabajar un poquito los textos de esta semana, método que puede servir para cualquier texto.

Es hacer el estudio orante de la Palabra. El trabajo del monje y de la monja que en su silencio escudriñan la Palabra hasta hacerla suya. Y el método es muy sencillo, y hoy es practicado por millones de cristianas y cristianos laicxs de todas las iglesias cristianas.

1. Leemos los textos, despacio, varias veces.

2. Dejamos que resuene dentro alguna palabra, sin forzar

3. Volvemos a leer, uno tras otro, los textos, despacio, a lo largo de la semana, en tu tiempo de silencio orante, de madrugada, sin noticias, sin ruido… y dejamos resonar una frase…

4. Tomamos nota y oramos lo que se nos ha comunicado

5. Tratamos de escuchar lo que Dios a través de su Palabra mezclada con mi vida, mi realidad socio-política me está comunicando.

6. Dialogo con esta Palabra dirigida a mí personalmente y después, sólo después, tomo decisiones, compromisos…

El evangelio de hoy a mí me resonaba así:

“No estéis intranquilos; mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí… Si llegáis a conocerme conoceréis también a mi Padre… Quien me ve a mí está viendo al Padre… Os lo aseguro: Quien me presta adhesión, hará obras como las mías… (Jn 14, 1-12)

Hay una progresión del Evangelio donde Jesús comparte su identidad con el grupo y les hace partícipes de ella, indicándoles su linaje, su identidad compartida, el sentido de su consagración por su pertenencia consciente y libre a un envío claro, firme a anunciar esta buena noticia, porque la llevamos en nuestro ADN.

La segunda lectura, la 1Pe1, 5 y 9) me llega hondamente:

“…también vosotrxs como piedras vivas, vais entrando en la construcción del templo espiritual, formando un sacerdocio santo… Vosotrxs, sois linaje elegido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido por Dios…” (1Pe1, 5 y 9)

¿Qué sientes ante esta Palabra dirigida a ti? Tú y yo somos piedras vivas, sacerdocio real, pertenencia de Dios… ¿Se nos puede dar, regalar más? ¿Nos quejamos de que los y las laicas no tenemos lugar en una institución hecha por varones que se apropian de lo de todos? Cuando lo sientas por dentro, reclama tu herencia, poniéndola al servicio del Pueblo de Dios…

Y la primera lectura nos dice cómo podemos hacerlo:

“…nosotrxs nos dedicaremos a la oración y al servicio del mensaje” (Hechos 6, 4)

Ahí está la fuerza. Dedicarnos al máximo al mensaje: orado y proclamado de mil maneras y estilos.

Ese compartir la Palabra o predicación no es exclusiva de los ordenados, es para todo creyente, como los textos de Resurrección le dicen a María Magdalena que anuncie que Él vive a los que luego se autoproclaman los herederos…

Reclamemos nuestra herencia con la Palabra en la mano y sobre todo en las entrañas, como fuego que quema la mediocridad y nos da la fuerza para surgir de entre las cenizas de un cristianismo que por falta de poner en práctica la Palabra está agonizando.

Es interesante que la primera lectura hace que nos identifiquemos con los invitados a servir las mesas en lugar de escuchar en el corazón que se nos envía como discípulxs a estar con el Resucitado, adheridas a él y compartirlo, comunicarlo.

Me atrevo a decir que una interpretación sesgada de estos textos nos han paralizado y puesto en multitud de servicios importantes sí, pero en detrimento de una predicación real, viva, en nuestros hogares, comunidades…

Muchas personas pueden servir las mesas, incluso los no creyentes lo hacen mejor que nosotrxs. Nosotrxs tenemos otra llamada, otra tarea, nos la concedan los ordenados canónicamente o no; es la llamada que viene de dentro. Desde los 16 años, después de una experiencia importante de Jesús Vivo en mí, predico, muy pocas veces en el contexto litúrgico, porque como mujer no tengo derecho. Pero como hija de Dios soy enviada y dotada de cualidades idóneas para ello: poder estudiar, escribir, proclamar presencial y online…es imparable.

Quien experimenta esta invitación por dentro deja de perder el tiempo y de poner pegas y de exigir espacio canónico, y como ellas y ellos, los primeros, en sus casas y aldeas, en sus campos y orillas comparten, comunican, forman comunidades de apoyo y de anuncio. Todo lo demás es historia. La fuerza está en el origen, en tu origen, en tu identidad y herencia.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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Ver al “Padre”, vivir en paz.

Domingo, 7 de mayo de 2023
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IMG_9598Domingo V de Pascua

07 mayo 2023

Jn 14, 1-12

El autor (autores) del cuarto evangelio construye(n) un extenso “discurso de despedida” (o “testamento espiritual”) de Jesús, que abarca los capítulos 13 al 17, en el que insiste(n) en temas que al propio autor le resultan particularmente queridos, y entre los que destaca el referido a la unidad.

Si en un capitulo anterior había puesto en boca de Jesús la expresión: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30), ahora vuelve sobre ello, haciéndole afirmar que “quien me ve a mí, ve al Padre”.

En el cuarto evangelio, Jesús se vive en la consciencia clara de ser uno con el Padre. Y esa es la fuente de su amor, su confianza, su paz y su alegría.

Ser uno con el Padre -ser uno con el Fondo de lo que es- no es una creencia, ni es fruto de la voluntad. No es algo que pudiéramos alcanzar tras haber cumplido determinados requisitos. Es lo que ya somos, aunque con frecuencia vivamos ignorándolo en la práctica. Es justamente esa ignorancia la que impide vivir los rasgos que acabo de enumerar.

“Quien me ve a mí, ve al Padre”: ¿qué significan esas palabras? Aplicadas a Jesús por el autor del evangelio, son válidas para todos nosotros. Si sabemos mirar, podremos ver al Padre en todos los seres, y lo veremos también en nosotros mismos. Porque lo que el evangelio llama “Padre” no es sino lo realmente real, el Fondo que sostiene y del que están brotando en permanencia todas las formas, nosotros incluidos.

El “Padre” es nuestra identidad última, Aquello que es consciencia, vida, amor… La experiencia y la palabra de Jesús constituyen una invitación para que sepamos descubrirlo y, más allá de las inercias que nos hacen vivir en la superficie de lo que somos, con sus secuelas de hastío y vacío, nos reencontremos con la verdad más profunda de nosotros mismos. Solo ahí es posible experimentar la plenitud.

¿Llego a descubrir lo que somos en profundidad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No perdáis la calma / ¿Sacerdotes o psiquiatras?

Domingo, 7 de mayo de 2023
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IMG_9615Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.05.2023

01.- Nuestro corazón está turbado, hemos perdido la calma.

Jesús nos anima a vivir en paz, que no se turbe nuestro corazón.

Estas palabras las dice Jesús en un contexto de mucha agitación: Judas ha salido ya de la cena, los acontecimientos últimos de Jesús se van precipitando, los discípulos presienten la pérdida de Jesús.

El mismo Jesús en el huerto de los olivos (Getsemaní) se siente angustiadoy con una tristeza mortal (Mc 14,33-34) ante lo que se le venía encima. Mi alma está triste hasta la muerte, (Mt 26,38).

    También nosotros podemos estar turbados y perder la calma por mil motivos: por razones de salud-enfermedad, por desestabilizaciones físicas, psíquicas, por decepciones profundas, por el mismo pecado, por los cansancios existenciales…

La frustración, la decepción, la ansiedad, el miedo y la angustia, la acedia, la melancolía, la tristeza, el stress, la depresión, el vacío pueden embargar nuestra vida.

    Incluso la misma religión ha sido y sigue siendo causa de pavor y angustia, porque la religión tiene un gran poder para crear angustia, miedo, culpabilidad, escrúpulos, condenación, infierno… Esta experiencia de terror religioso es la experiencia de la que parte Lutero hacia la confianza, hacia la justificación en Cristo.

Y lo malo es que ese miedo religioso parece que se quiere recuperar e instalar en muchos sectores del ámbito católico actual.

Sin embargo el miedo y el “terrorismo” (terror) no son cristianos, no es un “arma” con la que Cristo jugara. ¡Cuántas veces Jesús repite: No tengáis miedo

Jn 6,20 (saliendo del lago) Pero Él les dijo : Soy yo; no temáis.

Jn 14,1 No perdáis la calma, creed en Dios: creed también en mí.

Jn 14,17 La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tengáis miedo.

Jn 16, 33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo

Jn 20,19-21 Entonces, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas los discípulos encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros.

Jesús crea paz y serenidad en la vida, Jesús no es fuente de angustia y tragedia religioso-eclesiástica. El cristianismo es la posibilidad de vivir en calma, en paz. No temáis: confiad.

02.- Depresión (y suicidio).

    Tal vez en nuestro tiempo la depresión (y su deriva hacia el suicidio) [1] es una de las enfermedades más extendidas e impregnan la vida de muchos de nuestros conciudadanos

    Se suele decir que la depresión es la enfermedad del alma de nuestro tiempo.

Por depresión entendemos el conjunto de síntomas que determinan un estado de ánimo triste y “abatido”, con una falta de interés y carencia impulsiva, una inhibición motriz y psíquica, con contenidos mentales típicamente depresivos y con determinados trastornos somáticos. [2]

    Esta situación nos lleva a preguntarnos ¿por qué hoy en día la depresión, tristeza, la ansiedad invade el alma humana?

La sociedad científica moderna (postmoderna) nos ha llenado la vida de cosas para vivir, pero no nos ofrece ganas de vivir. Tenemos cosas para vivir, lo que no tenemos son ganas ni sentido para vivir.

03.- ¿Ocaso de la religión ó de del sentido de la vida?

    Decía Einstein que “preguntarse por el sentido de la vida es ser religioso.

    Mucho se está discutiendo sobre si tiene que impartirse la asignatura de religión en la escuela o no. No lo sé. Pero es grave que no se imparta pensamiento, filosofía, sentido de la vida. Luego ya vendrá, si tiene que venir, el cristianismo. Un maestro –los planes de educación, la consejería de cultura y educación, el ministerio de educación- han de transmitir que la vida tiene sentido. El mismo Nietzsche, -ateo macizo- se dio cuenta de que mejor cualquier sentido- a ningún sentido.

Nos falta el espíritu del Génesis por el que el barro deviene ser viviente. Carecemos de “aliento vital”.

    La depresión es una enfermedad psíquica con hondas raíces y causas espirituales.

    Por eso su terapia habrá de ser psiquiátrico-farmacológica, pero también necesariamente de corte espiritual.

    Dicho de manera coloquial, el psiquiatra es necesario, pero al mismo tiempo es necesario un tratamiento psíquico espiritual, un acompañamiento espiritual.

Cuando digo acompañamiento espiritual no me refiero a aquellos “confesores contables de pecados y dispensadores de broncas y condenaciones pontificales al penitente”, sino que me refiero a que la melancolía, el vacío existencial, la depresión necesitan de un mundo espiritual, quizás también alguien de la comunidad cristiana o humana que acompañe en ese valle de cañadas oscuras.

La farmacopea es necesaria, pero la depresión no es un problema exclusivamente médico, sino humano, que necesita una palabra cálida, serena y sensata que trate de devolver las ganas de vivir y, como los dos de Emaús, podamos sentir: ¿no ardía nuestro corazón?

04.- Confiad.

    La confianza (fe) y el miedo son opuestos. En la confianza, en el amor no hay temor, (1Jn 4,18). No tenemos miedo a aquella persona en la que confiamos, más bien todo lo contrario, la estimamos, la queremos, nos fiamos de ella.

    El Dios de JesuCristo no es de “armas tomar” (posiblemente el Dios que hemos recibido, sí es un Dios con el que hay que andar con “mucho cuidado”). Al Dios de Jesús no le hemos de temer, y no porque tengamos las “cuentas claras”, sino porque Dios es amor. Confiad

    La esperanza es la relación amable con el futuro. La relación amable nace de la confianza. Confío, me fío, por tanto, espero.

    La esperanza será la fuerza que nos impulsa a vivir con ánimo tanto personal como comunitario en la paz de Cristo. Confiamos en el futuro, en el horizonte, en la Vida.

Jesús llama al futuro “estancias” o “banquete abierto a todos”, quizás “vuelta a la casa del padre del hijo perdido” que podemos ser nosotros. ¿Quién sabe cómo será el futuro? De algún modo hemos de hablar… La cuestión no es cómo será el futuro, el cielo [3], sino lo decisivo es que será.

El cielo no es un lugar, sino terminar en Cristo. El lugar final del ser humano, el sentido de la vida es Dios.

No perdáis la calma, confiad.

[1] La Consejería de Educación y Salud han presentado hace pocos meses un protocolo para reducir la conductas suicidas en los colegios de Euskadi.

[2] JOSÉ SARAIVA MARTINS, La depresión: fenómeno clínico, antropología bíblica, fe cristiana, en: Actas Actas de la XVIII conferencia internacional sobre la Depresión, Ciudad del Vaticano, 2004, p 19.

[3] ¿Hace cuánto tiempo que no hemos hablado ni hemos escuchado algo sobre el cielo, de la casa del Padre?

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Adorar en espíritu y verdad: Religión de vivos, no de muertos

Miércoles, 15 de marzo de 2023
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Captura-de-pantalla-2020-03-15-10.04.08-1 (1)Del blog de Ramón Hernández Martín Espeza radical:

Obviamente, aunque toda religión se circunscriba o concrete en fomentar una forma de vida humana que tiende ineluctablemente a su mejora, hace forzosamente una referencia a la divinidad y nace precisamente de su relación con ella. Mientras trata de implantar la justicia y fomenta la solidaridad entre los seres humanos, toda religión que se precie establece lazos con la divinidad en que se apoya y de cuya benignidad se nutre. Para los cristianos, el viejo Dios de Israel, el que se hizo presente en la peña de Horeb de la que manaba agua (primera lectura de la liturgia de hoy), sigue siendo fuente de agua viva o manantial incluso del ser que somos, el compañero fiel de viaje que nos acompaña a lo largo de la peregrinación que es la vida, sobre todo cuando surgen problemas que nos desbordan, cuando nos llenamos de llagas que torturan o cuando nos dominan miedos que encogen el ánimo. Todo lo creado, incluso lo que nos parece negativo o contraproducente, emana de Dios y se nutre de él mientras dura y desempeña su función correctora o vivificadora.

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en Sicar, el pueblo samaritano en el que había un “manantial de Jacob”, pidiendo agua a una “pecadora” para saciar su sed de predicador itinerante, al tiempo que le ofrece a ella a cambio el “agua viva” que brota de la roca providente que es él mismo. Cuando el evangelio de Juan describe la escena y nos da cuenta de una conversación como grabada en un casete, la personalidad de Jesús ya había evolucionado en la mente y en el corazón de la mayoría de sus seguidores a la figura del Cristo de la fe al que se refiere san Pablo en la lectura de su Carta a los Romanos que se hace en la liturgia de hoy, el Señor que, habiendo dado muerte al pecado en su muerte, había consumado la magna obra de la redención.

La condición de profeta que Jesús manifiesta sin tapujos ante la mujer de Sicar la anima a aprovechar la oportunidad para preguntar si, al adorar a Dios, tienen razón los judíos que lo hacen en Jerusalén o los samaritanos, en el monte que ambos tenían delante. Jesús se muestra tan contundente como selectivo al establecer que, aunque se pueda adorar a Dios en ambos lugares o en cualquier otro, lo importante es hacerlo en espíritu y verdad. Sin duda, se refiere a una adoración sincera, seria y con fuerza, en la que se proclame que Dios es no solo la fuente de nuestro ser, sino también el manantial inagotable que alimenta y sacia nuestra vida. Adoración, en fin, que da cuenta real de lo que somos y de lo que debemos hacer.

La mirada que a partir de esa premisa o atalaya debemos dirigir al cristianismo que profesamos ha de ser vivificadora, creativa. Nunca el cristianismo podrá convertirse en “cosa hecha”, en elenco de dogmas excluyente y cerrado, en conjunto de ritos perfilados, ni siquiera en camino escalonado de sacramentos prefijados, que es lamentablemente la forma en que solemos enfocarlo. Como esperanza de que la implantación del reino de Dios avance poco a poco en la sociedad en que nos toca vivir, por muy descompuesta o podrida que nos parezca, el cristianismo es una forma de vida, una sociedad de fe dinámica, un esfuerzo sostenido en la realización de su propio ser y en la consecución de su objetivo de salvación.

De ahí que debamos cambiar por completo la perspectiva para ver en el cristianismo, ante todo, al hombre sufriente de nuestro tiempo a fin de prestarle el servicio o la sanación que le habría prestado Jesús en el suyo. Para situarse seriamente en la estela de Jesús, es decir, para ser cristiano de ley no basta un bautismo como gracia que nos injerta en una nueva dimensión, o profesar una serie de verdades como carnet de pertenencia a una ideología de tinte filosófico, o practicar una serie de ritos cargados de simbolismos circunstanciales poco menos que mágicos. El hecho de ser cristiano ni cambia la condición humana, ni afilia a un club selecto de intelectuales,  ni convoca a ningún tipo de aquelarre ritual, sino que nos encamina tras los pasos de Jesús y nos sitúa en las coordenadas de su propia vida. Nos referimos a pasar por este mundo haciendo el bien, a adorar a Dios como es debido, a tratarlo como padre providente en conversaciones frecuentes con él (oración) y a ocuparnos seriamente de los hermanos, justo lo mismo que hizo Jesús. La pregunta correcta para indagar sobre la condición de cristianos no debería ser la de si creemos que Jesús es Dios, que es la que normalmente nos hacemos, sino la de si vivimos a su estilo, si se caminamos tras huellas, si damos testimonio de su vida y si colaboramos en su magna obra de salvación de los hombres.

El auténtico adorador de Dios debe, por un lado, ser humilde de corazón y aceptar plenamente su condición de criatura, lo que lo lleva a la conciencia de que cuanto posee es don divino y de que lo correcto no es esforzarse por dominar a sus semejantes, sino por servirlos. Solo los humildes pueden adorar a otro. Lamentablemente, hay millones de seres humanos, entre ellos muchos que se consideran cristianos, que solo se adoran a sí mismos. La egolatría es una epidemia corrosiva que hace estragos en todos los estamentos de la vida, incluidos los más sagrados y también los más degradados. En todas partes abundan los diosecillos que se alzan con la vara mágica del mando y que se atreven a golpear con ella los baluartes de la vida en busca de sumisión.

Por otro, el auténtico adorador de Dios debe ser sumiso servidor de sus hermanos y desprenderse de cualquier posesión que apunte en otra dirección. Todos tenemos tiempo en abundancia y, aunque no sean muchos, algunos tienen además riquezas sobradas para costear varias vidas. Todos debemos compartir tiempo y, algunos, también riquezas. Si el poder no es capaz de sobreponerse a un tiempo que termina derrotándolo por completo, a las riquezas no se le puede buscar otra función legítima que la de proveer a las necesidades propias y ajenas. Solo quienes utilizan su poder como servicio a sus semejantes y comparten con ellos sus propios haberes, sean tiempos o riquezas, caminan tras las huellas de Jesús y adoran al Padre en espíritu y verdad, lo mismo da que lo hagan en Samaría, en Jerusalén o en cualquier parte del mundo donde se encuentren. Solo ellos son realmente cristianos, auténticos seguidores de Jesús.  Insistiré, como cierre de esta reflexión, en que el cristianismo no es un rosario de creencias ni un vademécum de prácticas religiosas, sino una religión de vida o, mejor, una forma de vida inspirada en el modelo de humanidad de un Jesús al que mantiene vivo en el seno de la comunidad de creyentes.

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