El Salvador: los acusados de la masacre jesuita
34 años después, el Fiscal General ha acusado a Alfredo Cristiani y a los ocho asesinos
“Los soldados del presidente Cristiani llegaron por la noche, forzaron la puerta principal de la casa, los dejaron salir al jardín y les dispararon en la cabeza. Los cerebros se esparcieron”
“Dijeron que apoyaban al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, eran su fachada ideológica, responsables de la violencia y de la guerra civil”
“El teólogo Sobrino conocía bien a sus colegas y amigos. Dijo después del cruel asesinato que todos eran cristianos de una sola pieza. Más bien, eran la fachada de las mayorías populares, los pobres y los oprimidos del país”
“El 5 de junio, 34 años después de la masacre, el Fiscal General ha acusado a Alfredo Cristiani y a los ocho asesinos”
| Francesco Strazzari
(SettimanaNews).- El pasado 5 de junio, la Fiscalía General de la República de El Salvador presentó la acusación contra ocho personas –militares de alto rango– que estarían involucradas en la masacre de los seis jesuitas de la Universidad (UCA), la cocinera y su hija de 16 años. Acusado el ex presidente Alfredo Cristiani, quien habría organizado el plan implementado el 16 de noviembre de 1989.
El padre de Alfredo era un inmigrante de Bagnaria, provincia de Pavía, y su madre Marghot Burkard era descendiente de inmigrantes suizos.
Alfredo, nacido el 22 de noviembre de 1947, fue educado en la “escuela americana” de San Salvador, continuó sus estudios de economía en Washington, en la famosa Universidad de Georgetown. Al regresar a San Salvador, trabajó en nombre de la familia adinerada, que operaba principalmente en el comercio de café y algodón. Se casó con Margarita Llach en 1970.
Permaneció fuera de la política hasta 1980, cuando el conflicto armado con el movimiento FLMN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) alcanzó un punto crítico. Se involucró en la Alianza Nacionalista Republicana (ARENA), que había sido fundada por la “Escuela de las Américas”, dirigida por el oficial Roberto D’Aubuisson quien, en 1985, renunció tras el desastroso resultado de las elecciones presidenciales.
Cristiani se convirtió en líder del partido en 1988. En 1989 fue elegido presidente de El Salvador con el 53,8% de los votos.
Hace años, recogí el testimonio del conocido teólogo Jon Sobrino, que no estaba en casa el 16 de noviembre de 1989. Otro jesuita de la comunidad se había ido a dormir a otra comunidad. De ocho jesuitas, seis estuvieron presentes y fueron asesinados.
Los soldados del presidente Cristiani llegaron por la noche, forzaron la puerta principal de la casa, los dejaron salir al jardín y les dispararon en la cabeza. Los cerebros se esparcieron. Locos, los soldados tiraron máquinas de escribir, computadoras, grabaciones al suelo y robaron documentos y grabaciones. Entrando en la capilla de Mons. Romero, asesinado en marzo de 1980, apuntaron a la foto grande y le dispararon al corazón.
El poder de la derecha se enfureció contra la Universidad Jesuita porque estaban molestando a la gente. Los jesuitas fueron llamados comunistas y marxistas, antipatriotas, incluso ateos. El régimen de Cristiani quería silenciarlos, expulsarlos del país, dispersarlos, verlos muertos.
Se formularon acusaciones concretas contra la Universidad y los jesuitas: apoyaban al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, eran su fachada ideológica, responsables de la violencia y de la guerra civil.
El teólogo Sobrino conocía bien a sus colegas y amigos. Dijo después del cruel asesinato que todos eran cristianos de una sola pieza, convencidos de que estaban siguiendo a Jesús de Nazaret en la lucha por la liberación de la injusticia y el abuso. Conocían bien el marxismo para analizar la situación de opresión en el llamado Tercer Mundo, pero también eran conscientes de las serias dudas del análisis marxista.
El marxismo nunca fue su principal fuente de inspiración, como también se sostenía en la Curia romana. El rector, Ignacio Ellacuría, fue una celebridad como filósofo y teólogo, recuerda el teólogo Sobrino. Fue el Evangelio de Jesús el que inspiró la acción de los jesuitas. Seguían repitiendo que no apoyaban a un partido político o a un gobierno en particular o a un movimiento popular en particular.
Fueron fieles a las palabras del obispo masacrado Romero: “Los juicios políticos deben juzgarse según si benefician o no al pueblo”. Por esta razón apoyaron lo positivo en los movimientos populares y también en el FMLN, pero criticaron sus acciones terroristas y los asesinatos de civiles. Eran partidarios del diálogo y de la negociación con los líderes del movimiento. Hablaron de ello con el presidente Cristiani, con miembros del gobierno, con políticos y diplomáticos, incluidos algunos soldados, que se mantuvieron firmes en denunciar los abusos y violaciones de los derechos humanos por parte del ejército y los escuadrones de la muerte, denunciando la brutalidad de los crímenes.
Es una estupidez, me dijo Sobrino, decir que eran la fachada ideológica del FLMN. Más bien, eran la fachada de las mayorías populares, los pobres y los oprimidos del país. Sufrían cuando la Iglesia no era evangélica; cuando se miraba más a sí misma y a la institución que al dolor de la gente; cuando varios eclesiásticos de la jerarquía mostraron incomprensión e indiferencia ante el sufrimiento del pueblo y cuando silenciaron a Mons. Romero.
El 22 de marzo de 1990, a las 7 de la mañana, el obispo de Sao Félix (Brasil), el místico y poeta Pedro Casaldáliga, se dirigió al Centro Pastoral “Mons. Romero” para visitar el lugar de la masacre. Se encontró por casualidad con Obdulio, el esposo de Elba, el cocinero y el padre de Celina, ambos acribillados a balazos. Obdulio estaba ocupado en su trabajo. Estaba colocando plantas de rosas en el lugar del martirio. Los dos se abrazaron. Pedro quería darle algo a su esposo y a su padre. Tenía un rosario y se lo dio. Se lo puso alrededor del cuello. Al día siguiente, Casaldáliga, un conocido poeta, escribió estos versos dedicados a la UCA y a los heridos:
Ya sois la verdad en cruz
y la ciencia en profecía,
y es total la compañía,
compañeros de Jesús.
El juramento consumado,
la UCA y el pueblo herido
dictan la misma lección
que las cátedras-fosas
y Obdulio cuida las rosas
de nuestra liberación.
El 5 de junio, 34 años después de la masacre, el Fiscal General ha acusado a Alfredo Cristiani y a los ocho asesinos.
Fuente Religión Digital
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