Infamia en Naciones Unidas: el homófobo ministro de Exteriores de Uganda, elegido presidente de su Asamblea General
Se consumó la infamia. Sam Kutesa, hasta ahora ministro de Asuntos Exteriores de Uganda y uno de los defensores de la legislación homófoba aprobada en ese país en febrero, es el nuevo presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas. Los estados africanos, a los que por turno correspondía elegir el cargo, decidieron hace ya un año el nombre de Kutesa, un político sobre el que además recaen importantes sospechas de corrupción. Kutesa ocupará el cargo durante un año a partir de septiembre.
Formalmente, Sam Kutesa ha sido elegido por aclamación, sin mediar votación alguna. En realidad la elección del presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas la hacen cada año los estados de una de las cinco áreas geográficas en las que se agrupan sus estados miembros de acuerdo a un orden rotatorio, en este caso África. De hecho, los estados de la Unión Africana acordaron de forma unánime el nombre de Kutesa en mayo de 2013.
Podría argumentarse que la elección tuvo lugar antes de que se produjera la aprobación definitiva de la ley ugandesa, pero lo cierto es que Kutesa, sabiendo ya que estaba destinado a presidir la Asamblea General de la ONU, no dudó en defender la norma homófoba frente a la condena internacional, argumentando que “la mayoría de los africanos detestan esta práctica [la homosexualidad]“. Kutesa también ha afirmado que la homosexualidad “es mala para nuestros jóvenes” y “ofende nuestra cultura”. Recordemos que desde la aprobación de la terrible ley ugandesa, que incrementa las penas para los delitos relacionados con la homosexualidad, se han producido decenas de incidentes homófobos, que incluyen linchamientos, violencia colectiva, incendio de hogares, chantaje, pérdida de puestos de trabajo, detenciones, expulsiones y suicidios.
La homofobia de Kutesa no es por cierto su único aspecto polémico. Sobre el ministro de Exteriores ugandés recaen serias sospechas de corrupción. Se lo ha contado al diario El Mundo un periodista ugandés. “En los 90, cuando era presidente de la aerolínea nacional ugandesa, impulsó su venta junto al presidente Museveni, y de aquella operación salió mucho más acaudalado de lo que entró. Después firmó contratos con Naciones Unidas (como el transporte de los Cascos azules hacia el Congo) desde la empresa privada Entebbe Handling Services (ENHAS) de la que era principal accionista. Aquello le procuró mucho más dinero. Hoy Uganda no tiene aerolínea propia”, cuenta este periodista, que prefiere mantener el anonimato.
Débil oposición
La elección de Sam Kutesa ha despertado oposición entre organizaciones de defensa de los derechos humanos, como Human Rights Watch, cuya especialista en África, Maria Burnett, consideraba hace unos días que “hay serias dudas” sobre su compromiso con los valores de la Declaración Universal de Derechos Humanos. También han expresado su preocupación activistas LGTB, como el británico Peter Tatchell, que pidió al gobierno británico que usara su influencia para bloquear el nombramiento de Kutesa, y algunos políticos, como la senadora por Nueva York Kirsten Gillibrand, que ha considerado “inquietante” la noticia.
Pero tampoco ha existido mucha más resistencia al nombramiento oficial de Kutesa, al menos hasta ahora. Según The Advocate, el departamento de estado de Estados Unidos se muestra resignado ante la decisión adoptada por la Unión Africana, aunque continuará su presión sobre el gobierno de Uganda para que derogue su ley. Una petición en change.org contraria a la elección de Kutesa, por su parte, ha conseguido reunir por el momento algo más de 13.000 firmas.
La presidencia de la Asamblea General de Naciones Unidas es una posición básicamente representativa que carece de funciones ejecutivas. Debe distinguirse del cargo de secretario general de Naciones Unidas, la persona que se sitúa al frente de la organización (Ban Ki-moon, en la actualidad). Sin embargo, tiene un alto valor simbólico, y el hecho de que un personaje de la calaña de Kutesa la ocupe no es precisamente una buena señal.
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