No existe
Del blog Nova Bella:
No existe momento del día
en que pueda apartarte de mi.
*
César Portillo de la Luz
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en que pueda apartarte de mi.
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César Portillo de la Luz
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Entonces, ¿cuáles son las características básicas del estado despierto según las tradiciones espirituales?
Quizás el tema más frecuente sea el de la unión. En el estado despierto vamos más allá de la separación y entramos en un estado de conexión y de unión. Y, lo que es más importante, este estado significa conectar con la esencia espiritual del universo ―llámese Brahman, Tao o Dios― y con la parte más profunda de nosotros mismos, ya que la esencia universal es también la de nuestro propio ser. El mayor obstáculo para esta conexión (tanto con la esencia espiritual del universo como con nuestro propio ser) es nuestro intenso sentido del ego, con todos sus deseos, ambiciones y apegos. Las fronteras limitantes del ego, tan firmes y sólidas, nos encierran dentro de nuestro propio espacio mental; nos separan del mundo. Por lo tanto, para poder trascender la separación y conectar con el espíritu, debemos debilitar este yo; por así decirlo, ablandar de algún modo sus sólidos contornos. (Las tradiciones describen este proceso como una auto-aniquilación o autonegación). Nuestro sentido de identidad y aquello sobre lo que gravitamos habitualmente tienen que alejarse del yo estrecho y personal y pasar a formar parte de una expansión más amplia y más profunda del ser.
Una segunda característica del estado despierto que resaltan todas las tradiciones que hemos examinado es la calma o quietud interior, el vacío interior. La mente de los individuos despiertos no está constantemente ocupada o parloteando; estas personas no se ven asaltadas por deseos y emociones turbulentas. En su interior están tranquilas, en paz; su consciencia es pura y está en calma, serena, como un lago. De hecho, todas las tradiciones están de acuerdo en que el desarrollo de la calma interior es una parte esencial del proceso de despertar. Dicho en otras palabras, si quieres despertar, tienes que aprender a sosegar, ralentizar y calmar tu mente, y a trascender las capas de pensamiento y de emoción que nublan tu consciencia. Por esta razón, entre otras, la meditación regular es importante. Al meditar, podemos llegar a comprender que no somos nuestros pensamientos y establecer contacto con capas más profundas y más amplias de nuestro ser que están más allá del pensamiento. Meister Eckhart describe «la tormenta del pensamiento interior» que normalmente asedia nuestra mente, y afirma que «para que Dios diga su palabra al alma, esta debe estar en reposo y en paz». De manera similar, el Maitri Upanishad describe cómo «cuando la mente está en silencio… puede penetrar en un mundo que está más allá de la mente: el Fin más elevado».
Una tercera característica del estado despierto que aparece en todas las tradiciones es la plenitud. A los individuos despiertos les preocupa muy poco o nada tener éxito en el mundo, las posesiones físicas o las ambiciones personales, y no se ven afectados por los elogios, la culpa o las descalificaciones; no necesitan la aprobación de los demás. No tienen necesidad de agregar nada a si mismos, como el éxito, el estatus o la riqueza, porque ya se sienten plenos, completos, realizados. El Sutra del Corazón budista lo resume claramente de este modo: «En su indiferencia hacia el logro personal y en su falta de deseo de autojustificación, los hombres y mujeres iluminados no pueden nunca ser denostados o alterados por los demás». El Bhagavad Gita describe a la persona despierta como alguien que no se ve afectado ni por el placer ni por el sufrimiento, para quien el oro, las piedras o la arena son lo mismo, y «cuya paz permanece inalterable tanto en lo agradable como en lo desagradable». Sin embargo, esta falta de preocupación por las opiniones que los demás puedan tener de ellos no significa que a las personas despiertas no les preocupen los demás en absoluto.
Al contrario, su falta de interés en sí mismos y su mayor sentido de la conexión nos lleva a una cuarta característica del estado despierto que aparece en todas las tradiciones espirituales: un grado muy elevado de compasión y altruismo. Al mismo tiempo que conectan con la esencia espiritual del mundo y con su propia esencia, aquellos que han despertado conectan también de forma muy intensa con el resto de los seres humanos. Tienen una gran capacidad para la empatía, para sentir lo mismo que están sintiendo los demás ―para sentir con ellos―. Pueden sentir el sufrimiento, la frustración y el dolor de otras personas, lo que les genera un impulso altruista para aliviar su sufrimiento o ayudarles a desarrollarse. Debido en parte a que para ellos sus propias ambiciones y deseos ya no son importantes, sienten un fuerte impulso de servir a los demás y de practicar la bondad y la generosidad. Este espíritu de altruismo fue claramente expresado por el monje budista del siglo VII Shantideva, quien escribió: «Quiero eliminar el sufrimiento de todos y cada uno de los seres vivos, haciendo así que puedan llegar a la iluminación… Mi preocupación por el bienestar de los demás me aporta más mérito que cualquier acto de adoración». En última instancia, esta actitud compasiva se deriva del hecho de ser consciente de que el espíritu está presente en todos, de modo que, en cierto sentido, uno es todos los demás. Por lo tanto, cuando otras personas sufren, somos nosotros mismos los que sufrimos. Como dice Moisés Cordovero, el místico judío del siglo XVI: «El que peca no se está perjudicando únicamente a sí mismo, sino también a aquella parte de sí mismo que pertenece a los demás». De esta manera, es importante amar a los demás, porque «los demás son en realidad uno mismo».
Un quinto elemento común al estado despierto entre las diversas tradiciones espirituales (relacionado con el primer tema de la unión) es el abandono de cualquier identidad o voluntad personal. Dicho en otras palabras, despertar significa olvidar la idea de que uno es el que está dirigiendo su propia vida y siguiendo sus propios planes o sus propias ambiciones. En lugar de eso, la vida se convierte en la expresión de algo más grande que nosotros mismos, una fuerza que fluye a través de nosotros. Esta es la idea taoísta de wu wei ―acción sin acción―, cuando nos damos cuenta de que el Tao es nuestra naturaleza y todo lo que hacemos es la expresión natural de esta. En las tradiciones espirituales monoteístas, el místico abandona su propia voluntad personal para poder así vivir a través de Dios ―o para que Dios pueda vivir a través de él―. En la cábala, por ejemplo, la voluntad individual ha de ser «elevada» hasta convertirse en una con En Sof, el principio divino que impregna el mundo y lo trasciende. Cuando alineamos nuestra voluntad personal con la de Dios, nos convertirnos en agentes de dicha voluntad divina, y una poderosa energía transformadora con la que podemos contribuir a sanar el mundo comienza a fluir a través de nosotros.
Y para terminar, resaltemos brevemente otros dos claros aspectos ―y, en cierto sentido, obvios―. El primero de ellos es que el estado despierto trae consigo una consciencia más intensa y completa de la realidad. El mundo, tal como lo percibimos con la consciencia ordinaria, es tan solo una realidad limitada, una sombra. Como lo expresó el filósofo griego Platón, estamos sentados en una cueva, mirando las sombras de la pared que tenemos frente a nosotros, mientras que el mundo real pasa por detrás. En realidad, el mundo no es algo trivial, prosaico y sin sentido, sino que irradia significado y armonía resplandeciente. Realmente, en lugar de separación, lo que hay es unidad. En términos del vedanta indio, se descubre la ilusión de maya (el engaño), revelando así un mundo de unidad donde antes no había más que un mundo ilusorio de dualidad y separación. O, usando las palabras del místico sufí del siglo XI Al-Ghazali, es un estado «cuya relación con nuestra consciencia normal en la vigilia es análoga a la relación de esta con los sueños. ¡Comparado con este estado, tu consciencia habitual de vigilia sería el equivalente a estar soñando!».
Finalmente ―y quizás sea lo más evidente―, el estado despierto se percibe en todas las tradiciones como un estado de intenso bienestar. Todas coinciden en señalar que despertar significa trascender la ansiedad y el miedo y alcanzar un sentido de gran serenidad, dicha y felicidad. En el budismo, el concepto de bodhi lleva implícita la cesación del sufrimiento. En el taoísmo, el término ming significa vivir con una felicidad espontánea. En el vedanta indio, la felicidad es una de las cualidades de la consciencia misma, tal y como se expresa en satchitananda (ser-consciencia-felicidad). La esencia del brahman es la dicha, la alegría o el gozo: «Brahman es alegría, pues todos los seres provienen de la alegría, viven gracias a ella y a ella regresan». Por lo tanto, la auto-realización es, literalmente, despertar a la dicha, al gozo, la felicidad y la alegría. Del mismo modo, en la espiritualidad judía, devekut es un estado de alegría y exaltación, como también lo es el estado sufí de baqa.
Steve Taylor
Boletín semanal de Enrique Martínez Lozano / Steve TAYLOR, El Salto, Ediciones Gaia 2018
El ministerio de Justicia y Protección al Consumidor alemán está preparando un proyecto de ley para prohibir las cirugías mal llamadas de «normalización» genital en menores intersexuales. La medida es una de las pocas promesas concretas en materia LGTBI del acuerdo de gran coalición entre los democristianos de la CDU/CSU y los socialdemócratas del SPD firmado en febrero de 2018. La ministra Christine Lambrecht (SPD) ha enviado un texto preliminar a los colectivos para que se pronuncien sobre su contenido. La oposición democrática saluda la reforma pero sigue reclamando la reforma de la ley de identidad de género.
La organización Aktion Transsexualität und Menschenrecht («Acción Transexualidad y Derechos Humanos») hizo público el texto que el ministerio de Justicia les había remitido el jueves pasado, junto a otros colectivos LGTBI, para que expresen su opinión sobre su contenido. La propuesta contempla la prohibición en el Código Civil alemán de la esterilización de menores de 14 años, a no ser que esté en riesgo la vida. A partir de esa edad, será la propia persona la que podrá autorizar una operación de ese tipo.
La medida es una de los pocos compromisos concretos, en materia LGTBI, que asumió el acuerdo que renovó la gran coalición tras las elecciones de septiembre de 2017. Los tres partidos de la oposición democrática han saludado la reforma pero critican el retraso en su tramitación. Los Verdes también reclaman un fondo para indemnizar a las víctimas de intervenciones de «normalización» no deseadas y ejecutadas sin su consentimiento. FDP, Die Linke y Verdes recuerdan también la necesidad de reformar la ley sobre transexualidad para incorporar los principios de despatologización y autodeterminación de género.
La prohibición de las cirugías de modificación genital en menores intersexuales es una reivindicación de los colectivos LGTBI que recogió el Parlamento Europeo en su informe sobre derechos fundamentales en la Unión aprobado en marzo de 2018. Concretamente, en su punto 68, la cámara «pide a la Comisión que recopile datos sobre, y que oriente a los Estados miembros sobre las mejores prácticas para proteger los derechos fundamentales de estas personas; lamenta que siga practicándose la cirugía de ‘normalización’ genital en niños intersexuales en los Estados miembros de la Unión Europea pese a no ser necesaria desde el punto de vista médico y a que los procedimientos médicos en niños les causan un trauma psicológico a largo plazo».
Fuente Dosmanzanas
J. I. González Faus. Dicen los teólogos que Dios se revela a través de Su Palabra (el testimonio bíblico sobre Jesús) y de Su creación. Sobre la creación, lo único que pretende enseñar la Biblia es que todo es obra de Dios (y de ningún otro principio divino o diabólico); y que Dios crea “diciendo” (sin ninguna materia previa). Y más tarde, que Dios crea para acabar comunicándose a Sí mismo. El resto lo dice la creación por sí misma.
Pues bien: la ciencia ha ido descubriendo que la creación se lleva a cabo mediante un proceso de unión-creativa. Tras la primera dispersión inicial (big-bang), aparece una fuerza de atracción, lenta pero potente, que va produciendo uniones y unidades cada vez más serias: partículas que se convierten en átomos, en moléculas, en células, en organismos vivos…, hasta llegar a la atracción corporal y la atracción humana.
La unión ha ido generando así un proceso de crecimiento. Al constatar esto, Teilhard de Chardin intuyó que ese proceso había de estar provocado por una meta final, que él llama Omega, y que es a la vez “aglutinante y atrayente”. Y creyó constatar que todo lo que se da en los estadios superiores se encontraba ya, “de una manera oscuramente primordial”, en los estadios inferiores más primitivos. Y Teilhard pone este ejemplo: la gravedad es como una prefiguración del amor: la fuerza misteriosa e inexplicable de la gravedad, acaba siendo la fuerza unitiva y creadora del amor.
La evolución creadora progresa entonces según un doble “parámetro de complejidad-conciencia”: las cosas creadas son cada vez más complejas pero, con esa complejidad, aparece la posibilidad de la conciencia: la posibilidad de no ser sólo cosa inerte, sino sujeto (que sabe que es). Algo de eso se refleja en la casi infinita complejidad relacional de nuestro cerebro.
Luego volveremos a Teilhard. Ahora dejémonos empapar un momento por el milagro y la maravilla de la atracción humana. Es quizá la realidad más bella de la vida y la más sorprendente. Intentamos justificarla por las grandezas que descubrimos en el otro polo: que nos parece “una persona, maravillosa”, genial, etc. Pero me resulta más exacto a la inversa: es la misma dinámica atractiva de la evolución la que nos hace descubrir esos valores. Con lo cual, la atracción humana deja de ser ciega.
Aquí aparece otra maravilla sobre la que hemos reflexionado demasiado poco: la sonrisa. Tan elemental, tan fácil, tan agradable. Expresión de que la presencia del otro me es gratificante, y de una acogida mía que quisiera también ser grata para él. Pero con el aviso de cómo puede ser falsificada en las mil sonrisas falsas, que sólo buscan seducirnos o colocarnos un producto. El crecimiento en calidad implica también el crecimiento de las posibilidades de falsificación.
Así, con la entrada en escena del hombre, la gravedad convertida en atracción se complica mucho. Al llegar al estadio personal, la evolución deja de ser ciega, y pasa a ser pilotada por el ser humano, responsable ahora de ella. De modo parecido, la atracción humana se vuelve infinitamente más compleja: si se la reduce a la mera atracción corporal (como hace la cultura moderna) la atracción pierde fuerza: podrá ser reproductora pero ya no será creadora. Si, aunque no excluya la atracción corporal, la trasciende, la atracción mantiene su calidad pero las cosas tampoco resultan fáciles: porque hay que evitar que la atracción se convierta en dominio, en autoafirmación, en dependencia… y hasta en choque. Pero si, evitando esos obstáculos, la “gravedad creadora” consigue ir por el camino recto, entonces Teilhard profetiza que la humanidad camina hacia formas inéditas de socialismo en comunión y en libertad. Y escribe esto desde la pura ciencia, al margen de las realidades políticas de su hora histórica.
La visión de la historia ahí anunciada responde sencillamente a lo que han sido muchos sueños de la humanidad: evoquemos “la tierra sin males”, el paraíso comunista o el triple paso, genial y hegelianamente formulado por Marx: “masa-persona-comunión”… Y responde también al esbozo que traza el Nuevo Testamento de una progresiva conquista de libertades hasta concluir en el “Dios-todo-en-todas-las-cosas”.
Pero lo que interesa ahora no son las profecías históricas sino aprender una doble lección: a) el amor es una asombrosa fuerza unitiva y, por eso, creativa: la creación es un proceso inacabado de unión creadora. Y b) La desastrosa situación actual del planeta tierra plantea la pregunta (y nos lanza la llamada) de si estamos en un momento de unión creativa o de desintegración destructiva. La falsificación del amor, y la corrupción de la atracción en “búsqueda del máximo beneficio”, nos han llevado a un planeta poblado de armamentos atroces, sobreabundantes y destructores, y a una tierra gravemente enferma, a la que no sé si lograremos salvar: porque eso nos exige hoy esfuerzos ingentes y universales. Por lo que preferimos cegarnos esperando que “ya se encontrará alguna solución”.
No sé si esto deja a mis sucesores en este “mester de teología”, una pregunta hasta ahora inédita en esta disciplina tan “celestial”: cuál sería el significado teológico de una tierra destruida antes de tiempo… Yo prefiero terminar con el último paso del amor creativo, en el que la atracción ya no es hacia cuerpos, ni hacia personas, sino hacia Dios. Y la gravedad ha llegado hasta el Amor con mayúscula. Ahí culmina la unión creadora.
Fuente Cristianismo y Justicia
Imagen extraída de: Pixabay
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