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“Misericordia quiero, y no sacrificios”, por José Mª Castillo

Jueves, 17 de diciembre de 2015
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1404523859De su blog Teología sin Censura:

El evangelio de Mateo menciona dos veces el texto del profeta Oseas (6, 6) que he puesto como título de esta reflexión. Lo recuerda cuando relata que Jesús comía con publicanos y pecadores (Mt 9, 13). Y lo repite al explicar por qué los discípulos, cuando tenían hambre, quebrantaban las normas religiosas sobre el descanso del sábado (Mt 12, 7). Si el evangelista Mateo repite dos veces la misma sentencia sobre el tema de la misericordia, sin duda alguna eso se debe a que el evangelista pensaba que aquí se dice algo muy importante. ¿En qué consiste esta importancia?

Como es lógico, Jesús afirma aquí que Dios quiere que los seres humanos tengamos entrañas de bondad y misericordia con los demás, aunque sean gente mala e incluso cuando la práctica de la bondad lleve consigo la violación de una ley religiosa. Esto – aunque resulte escandaloso para los más puritanos – es lo que dice el Evangelio. Pero no se trata sólo de esto. Lo que dice Jesús es mucho más fuerte. Porque establece una “antítesis” entre la “misericordia” y el “sacrificio” (Ulrich Luz). O sea, lo que Jesús viene a decir es que, si hay que elegir entre la “ética” y el “culto” (entre la “justicia” y la “religión”), lo primero es la ética, la honradez, la defensa de la justicia y los derechos de las personas. Si esto no se antepone a todo lo demás, Dios no quiere que tranquilicemos nuestras conciencias con misas, rezos, devociones y cosas por el estilo.

Es decisivo recordar esto ahora precisamente. Cuando celebramos el año de la misericordia. Y cuando vemos que la corrupción, la desvergüenza, las desigualdades y el atropello de los más indefensos clama al cielo. Yo no se por qué, pero el hecho es que, con demasiada frecuencia, la gente que acumula más dinero, más poder y más privilegios, es al mismo tiempo la gente que tiene las mejores relaciones con la Iglesia, la que defiende con uña y dientes los privilegios de la religión y las mejores relaciones posibles con el clero.

Termino recordando que, como está bien demostrado, los rituales religiosos (observados y cumplidos al detalle) suelen producir dos efectos: 1) tranquilizan la conciencia del observante que los cumple; 2) en la mayoría de los casos se convierten en costumbre, pero no modifican la conducta, sobre todo cuando se ve que esa conducta está mal vista por la religión. Por lo que cuentan los evangelios, Jesús andaba “con malas compañías” y no era un modelo de “observancia religiosa”. Y así, en Jesús se nos reveló Dios. Si esto nos resulta extraño y hasta nos escandaliza, seguramente es que nos parecemos más a los fariseos que a los verdadero seguidores de Jesús. Si no pensamos esto en serio, poca misericordia vamos a practicar.

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

“El Evangelio en España”, por José María Castillo, teólogo.

Viernes, 9 de mayo de 2014
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analisis_ninos3De su blog Tología sin censura:

¿Sigue siendo España un país cristiano? Si nos atenemos a lo que dice la vigente Constitución Española (art. 16, 3), la Iglesia Católica merece un tratamiento preferencial sobre las demás confesiones religiosas. Un tratamiento de privilegio con el que muchos ciudadanos nos estamos de acuerdo. Porque, entre otras razones, resulta cada día más problemático afirmar tranquilamente que España es un país mayoritariamente católico.

Y conste que, al decir esto, no me fijo en el creciente descenso de las prácticas religiosas. Lo que más me motiva para afirmar que España no es ya un país católico, ni cristiano, es la abrumadora corrupción que ha invadido el tejido social de nuestro país. En España somos legión los corruptos. En unos casos, por los escándalos de los que nos enteramos cada día. Y en otras muchas (muchísima) ocasiones, por el silencio, la pasividad y la consiguiente complicidad de quienes sabemos lo que está ocurriendo y nos callamos ante tanta desvergüenza. En España, ahora mismo, si no robas, por lo menos no te compliques la vida.

Esta convicción es más frecuente de lo que imaginamos. Los “corruptos directos” han hecho sus fabulosos negocios con la indispensable ayuda que han recibido de los “corruptos indirectos”, los chupones de turno en cada caso, los que también han sacado tajada del mutismo desvergonzado que ha sido el arma más eficaz que han tenido los grandes sinvergüenzas de guante blanco, los que están en los puestos más altos del ranking mundial de la riqueza, es decir, de la desvergüenza. En un mundo donde hay más de mil millones de seres humanos abocados a morir de hambre pronto, acumular las fortunas que se han acumulado – y se siguen acumulando – es desvergüenza pura y dura.

Pero todo esto no es nada más que la introducción de lo que intento explicar a continuación. Vuelve mi pregunta: ¿Sigue siendo España un país cristiano? Si planteo esta pregunta, no es por el hecho de que cada día sea menor el número de personas que van a misa o reciben los sacramentos. Lo que define a un cristiano no es la práctica ritual de la Religión, sino el hecho de llevar una vida de acuerdo con el Evangelio. Ahora bien, se ha dicho con toda razón que la “obra maestra” (“chef-d’oeuvre”) del Evangelio (S. Légasse, L. J. Frahier) es la “descripción del juicio” (K. Berger) que hace el evangelio de Mateo al final de su vida, antes de la pasión (Mt 25, 31-46). Ahí describe Jesús lo que será y cómo será el juicio último y definitivo de las naciones. Como ha explicado muy bien Ulrich Luz, al decir el Evangelio que así será el juicio de “todos los pueblos” (Mt 25, 32), en definitiva, lo que está afirmando, ante todo, es que en eso va a consistir el juicio que Dios hará de la historia. Más aún, la descripción de este juicio es tan fuerte, que en ella se nos viene a decir que lo que a Dios le interesa y le importa no es la observancia de la Religión, sino la bondad con todos los que sufren. Y es que, como bien dijo K. Kitamori, “Dios se hace inmanente en la realidad histórica”.

Concretando más. La realidad histórica que, según Jesús, le interesa a Dios es la dura realidad que viven quienes peor lo pasan en la vida. Por eso insisto en mi pregunta: ¿Sigue siendo España un país cristiano? A juicio del Evangelio, cristiano es el que se preocupa y se esmera por los que peor viven, por los que pasan hambre, por los enfermos, por los inmigrantes, por los que se ven solos y desamparados. Esa preocupación y ese esmero es lo que define al cristiano. No es el templo, ni la misa, ni la peregrinación, ni la cofradía. Que no. Que no es nada de eso. Solamente la bondad es digna de fe. Por eso, cuando el Señor de la Gloria nos diga a tantos españoles: “fuí forastero y me acogisteis” (Mt 25, 35), ¿qué le vamos a responder? ¿qué escapatoria van a tener los que han levantado las vallas con las concertinas cortantes? Y cuando el mismo Señor nos diga: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36), que van a responder los que han privatizado la sanidad, han impuesto el copago de las medicinas, han reducido los consultorios y así sucesivamente?

El fondo de la cuestión está en algo que no nos entra en la cabeza. Lo ha dicho muy bien J. Moltmann: “Los más pequeños pueden decirnos dónde está la Iglesia”. Sí, que lo digan. Vamos a dejarles hablar. Que digan los más desamparados si la Iglesia está en muchos de los que decimos que somos los entendidos teólogos de la Iglesia. Que digan si está en los que han jurado sus cargos poniendo la mano sobre un libro (la Biblia) que prohíbe jurar (Mt 5, 34-37). Que digan los obispos que viven en palacios, si los pobres, los lisiados y los pecadores encuentran en esos palacios la casa en la que siempre hay acogida o cobijo. Vamos ya a quitarnos la careta. Y digamos, con decisión y honestidad, si un país en el que se está haciendo enorme la desigualdad entre ricos y pobres, semejante país puede ser cristiano. Entonces, ¿a qué vienen los “Acuerdos con la Santa Sede?” Que se acaben ya los privilegios, de los que muchos sacamos ventaja, y vamos a vivir de acuerdo con el Evangelio.

Llevo años dándole vueltas a todo esto en mi cabeza. Y cada día veo más claro que el Evangelio no es un libro de Religión. Porque es un libro en el que el protagonista entró en conflicto con la Religión hasta el extremo de que los responsables del Templo (sacerdotes y maestros de la Ley) vieron que tenían que matar al personaje central del Evangelio. No. El Evangelio es un proyecto de vida. Un proyecto que tiene como finalidad humanizarnos, para que superemos la brutal inhumanidad que nos rompe a cada uno. Y rompe las relaciones de cada uno con los demás. Así, ¿qué Iglesia y que Cristianismo vamos a construir? Es más, ¿cómo tenemos cara para seguir diciendo que España es tan católica que merece una distinción y unos privilegios que se justifican nada menos que por nuestra Constitución? Ya está bien de engañarnos a nosotros mismos. Y, lo que es peor, pretender a toda costa engañar a medio mundo.

Espiritualidad, General, Iglesia Católica , , , , , , , , , , ,

“Dios al límite”, por José María Castillo, teólogo.

Lunes, 14 de abril de 2014
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475px-the_scream1De su blog Teología sin Censura:

 “Jesús murió gritando fuerte” 

“Lo que está sucediendo en España es la profesión de ateísmo más clara y más cruel que se puede producir”

“Tras el festín de la codicia vamos todos a misas, procesiones, bodas, bautismos y comuniones”

“Creo en el Dios de Israel, aunque él haya hecho todo lo posible para que no crea”, escribió un judío en el gueto de Varsovia”

Semana Santa. Hablemos de Dios. A fin de cuentas, es el tema central de estos días, el motivo último que justifica estas vacaciones, por supuesto en los países y culturas de tradición cristiana. Aunque también es verdad que el asunto Dios no anda boyante en los tiempos que corren. Pero, por el motivo que sea, para mucha gente sigue siendo importante. Y, para no pocas personas, muy importante.

Pues bien, quienes estén habituados a manejar la Biblia habrán advertido que, como ha hecho notar un biblista conocido, Ulrich Luz, el grito a Dios contra Dios es central en la religiosidad de los salmos judíos. El ejemplo más conocido, en este sentido, es el Salmo 22, 2: Jesús grita su dolor y su abandono en el último momento de su vida en este mundo (Mt 27, 46; Mc 15, 34). Y grita alto y claro, no resignado o sumiso a Dios. Por eso viene bien recordar el testamento que dejó escrito un judío que murió, en 1943, en el gueto de Varsovia: “Creo en el Dios de Israel, aunque él haya hecho todo lo posible para que no crea… Dios ocultó su rostro al mundo. Las hojas en las que escribo estas líneas (voy a) encerrarlas en la botella vacía y esconderlas aquí entre los ladrillos de la pared maestra, debajo de la ventana. Si alguien las encuentra un día y las lee, entenderá quizá el sentimiento de un judío – ¡uno de tantos millones! – que murió como abandonado de Dios, ese Dios en el que cree tan firmemente”.

Los evangelios nos recuerdan varias veces que Jesús murió gritando fuerte (Mt 27, 46. 50), dando voces (Mc 15, 34. 37). Gritaba, desde su fe sin duda, pero también desde su desamparo, en la oscuridad y la soledad que sentía al irse de este mundo. Como el judío que dejó la botella con su testamento en el gueto de Varsovia, Jesús seguía buscando y anhelando a Dios, cuando se veía al límite de sus fuerzas y en el límite último de la vida.

En el fondo, es el problema de la fe. De ahí que una de las preguntas más serias, que, en la situación actual de España tenemos que hacernos es la siguiente: ¿pueden creer en Dios personas que, desde el puesto que ocupan o el cargo que desempeñan, están haciendo posible y llevando adelante una política económica de la que se sigue, sin más remedio, la desigualdad creciente entre los ciudadanos hasta el extremo de que, mientras unos pocos se enriquecen escandalosamente, la gran mayoría se hunde en la pérdida de derechos sociales y de seguridad en casi todos los ámbitos de la vida? Si es que lo de Dios y lo de Jesús representa algo en nuestras vidas, tenemos que plantear esta pregunta (y tenemos que decirle esto a la gente) por la sencilla razón de que, con el Evangelio en las manos, lo que está sucediendo en España es la profesión de ateísmo más fuerte, más clara y más cruel que se puede producir.

Vamos a decirlo claro y sin miedo. El Evangelio afirma sin rodeos: “No podéis servir a Dios y al dinero (Mt 6, 24). Y eso quiere decir que enriquecerse unos a costa del sufrimiento de otros, además de codicia, es la demostración más clara de que el “dios”, en el que se ha puesto la fe, es el dinero. Y eso, desde el punto de vista religioso, es la declaración más descarada y cruel de ateísmo que se puede hacer. ¿Y luego vamos todos a misas, procesiones, bodas, bautismos y comuniones? ¿Y hasta decimos que tenemos las manos limpias y la conciencias tranquila? Europa es ahora mismo el campo de cultivo del ateísmo más fértil y más voraz que se ha visto en los últimos tiempos. Esto es insoportable. Y si nos callamos, nos hacemos cómplices de lo que está pasando y de lo que nos queda por pasar, que seguramente es más, y más desagradable de lo que ya llevamos en nuestras espaldas. La vida se le está haciendo cada día más dura y más difícil a millones de españoles.

Por no pensar en la espantosa desgracia de las pobres gentes de otros países y de otros continentes cuyo sufrimiento clama al cielo. Porque es un sufrimiento que se podría evitar, pero no se evita porque “nuestro dios” nos lo prohíbe. ¡No hay derecho! ¡Basta ya! ¿Hasta cuando tendremos que estar danzando en esta macabra danza de los ateos cuyo ateísmo no es una cuestión de ideas o argumentos, sino el festín de la codicia que se alimenta y se mantiene con el dolor, la vergüenza y la muerte de los más desgraciados?

Espiritualidad , , ,

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