Del blog de Xabier Pikaza:
La Trinidad en cuanto tal no es un dogma de fe, pues no aparece como tal en la Biblia ni en los credos (Símbolo de los Apóstoles o en el Nicea-Constantinopla).
No hay un “dogma” que diga: Yo creo (o creemos) en la Trinidad… Y, sin embargo, la fe cristiana se expresa en tres “artículos” que dicen:
(1) Creo en Dios Padre, creador…;
(2) Creo en Jesucristo, Hijo de Dios, que nació, predicó, murió, resucitó…;
(3) Y Creo en el Espíritu Santo.
Y eso es la Trinidad: No un “dogma aparte”, sino una condensación de la fe, del NT y de la Iglesia,fe en Dios Padre, en Jesucristo, su Hijo, y en el Espíritu santo.
Sólo se cree expresamente en ellos (Padre Dios, Jesús, Espíritu Santo…), de manera que no hay que añadir “yo creo en la Trinidad” Pero ha sido bueno reunir esa fe, que es triple y que es única, de manera que se pueda afirmar, implicitamente, “yo creo en la Trinidad”, aunque ella, en sí misma, como he dicho, no es un dogma de la Iglesia (y así algunos tendemos a evitar esa “palabra” en nuestra experiencia creyente).
Sea como fuere, este “fe en los tres que no son tres” (no se suman ni restan) constituye, con la Encarnación, el centro del misterio cristiano:
— por ella sentimos y sabemos que Dios es fuente inagotable y comunión creadora de amor que anima y sostiene la historia de los hombres (Padre), que Dios “es” hombre (Jesús) y que la fuerza-amor de nuestra vida (Espíritu).
— No es un concepto, ni es objeto de una posible especulación (tres son uno, uno es tres), sino el descubrimiento y misterio, único y siempre nuevo de la riqueza de Dios, que para los cristianos se revela por Jesús, a quien ellos han visto y confesado como Hijo de Dios (Hombre verdadero) y Dador del Espíritu, es decir, promotor de nueva Humanidad.
Este misterio no es una verdad que ha de añadirse a otras posibles verdades de fe igualmente obligatorias y enigmáticas, sino que es una especie de recopilación de la fe, como un compendio de la fe cristiana y del credo: En el Nombre del Padre, del Hijo Jesús y del Espíritu Santo
No es un dogma independiente, a nadie se le obliga en la iglesia a confesar “yo creo en la Trinidad”, pero a todos se le pide que descubran y digan, con amor gozoso: “yo creo y confío en Dios, creo en Jesús y le amo, recibo su Espíritu”. Así he querida presentar este misterio en mi Enquiridion Trinitatis (Secretariado Trinitario, Salamanca 2005)
Imagen 1: Trinidad de Iturgoyen, tres puertas, un ábside…en pleno monte (Navarra)
Imagen 2: Capitel pre-románico de Leire, tres caras que evocan… (Navarra)
Principio Trinitario
De esa forma plantearemos de ahora en adelante el tema de la Trinidad, como expresión y compendio de la vida de Dios y del amor que es comunión abierta a todos los hombres y mujeres en la historia. Su verdad es ante todo un don, regalo de amor que reciben de manera inmerecida los creyentes; pero ella puede entenderse también como principio de todo saber racional, de todo amor y pensamiento, tesoro que los cristianos ofrecen gozosos a los hombres y mujeres de la tierra, sin imponer ni pedir nada: ¡gratis han recibido, gratis quieren darlo, como portadores del Dios de la Gracia! (cf. Mt 10, 8).
Dicho esto, podemos dejar en un segundo plano las prevenciones de lenguaje y hablaremos de “creer” en la Trinidad, sabiendo que nos referimos al misterio del amor del Padre, del Hijo-Jesús y del Espíritu-evangélico.
Jesús no predicó la Trinidad, pero abrió el camino que conduce al Padre y nos legó su Espíritu. Tampoco argumentaron sobre ella los cristianos más antiguos (ni Pedro, ni Pablo, ni los evangelios, ni siquiera los llamados Padres apostólicos), pero todos hablaron sin cesar del Padre, del Hijo Jesús y del Espíritu. En ese sentido, la Trinidad como tal no es una doctrina del NT.
Sólo a finales del siglo II y a principios del III algunos teólogos audaces empezaron a hablar de una Trinidad o Tríada divina y descubrieron que ese nombre era cómodo para referirse al mismo tiempo al Padre, a Jesús y al Espíritu, de manera que empezaron a emplearlo con cierta generosidad. Pero los grandes credos no lo utilizaron, ni el llamada símbolo apostólico, ni el de Nicea-Constantinopla, que siguen siendo oficiales en la iglesia; todos ellos hablan sólo del Padre-Dios, del Hijo-Jesús y del Espíritu Santo.
Sea como fuere, ese nombre (Trinidad), sin ser en cuanto tal dogma de fe, ha entrado en el lenguaje de la iglesia y así lo emplearemos como signo unitario y “complejo”, que nos permite penetrar de alguna forma en el misterio impenetrable de la unidad riquísima de Dios (cosa que otras religiones monoteístas, judaísmo e Islam, no se atreven a hacer). Entendida así, como expresión de la unidad viva de Dios, la Trinidad constituye el corazón y compendio de la experiencia cristiana: es el fundamento (dogma), siendo fuente de toda reflexión y todo amor, un camino abierto hacia el cumplimiento de toda la esperanza.
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Una trinidad múltiple
Siendo lo más específicamente cristiano, la Trinidad puede y debe presentarse como expresión y signo de una revelación y una búsqueda racional que está presente en casi todas las culturas y religiones.
1). Dentro de un politeísmo naturalista, donde la hierofanía o revelación básica de lo divino es el despliegue sagrado de la vida, ha surgido en muy diversos lugares una especie de Trinidad o tríada familiar, formada por el Dios Padre del cielo, la Diosa Madre de la tierra y el Dios Hijo, que nace de los dos y expresa en general la victoria de la vida sobre la muerte. Quizá donde más fuerza ha tomado este modelo es el oriente mediterráneo, con la tríada cananea (Ilu-Alla, Ashera, Baal) y la egipcia (Osiris, Isis, Horus), que tanto influjo ha tenido en las formulaciones filosóficas de platonismo y de la misma teología cristiana. Es evidente que estos dioses no son de verdad trascendentes ni son personas, en el sentido estricto del término, pero pueden ayudarnos a situar el tema trinitario.
2. Podemos aludir también a un triadismo funcional intradivino, representado de manera ejemplar por la Trimurti de algunas tradiciones hindúes. Así suele hablarse de Brahma, entendido como espíritu universal o fondo divino de toda realidad, especialmente de aquello que define la existencia humana (el Atmán), al que se añaden dos grandes signos divino o dioses, que reciben ya una forma más personalizada: Vishnú es la fuerza del amor y de la vida creadora; Shiva es el misterio de la muerte donde todo se disuelve para renacer de nuevo. Esos tres (Brahma, Visnú y Shiva) son formas del ser divino, pero estrictamente hablando no se pueden llamar personas, ni sumarse unos a otros, pues se interpenetran. Tampoco estos modelos pueden tomarse sin más como expresión de la Trinidad, pero nos ayudan a entenderla.
3. Suele hablarse igualmente de la Trinidad revelatoria, formada por los varios momentos de la manifestación de lo divino.
(1) Hay un Dios revelador, principio y fuente de todo lo que existe; ley divina en que se fundan todas las posibles realidades del cielo y de la tierra.
(2) Hay una Revelación divina, entendido como proceso de despliegue del mismo Dios que se vuelve luz (en ciertas formas de budismo) o palabra (en el judeocristianismo y el islam). Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Ciclo A, Domingo de la Trinidad, Evangelio, Jesús, Trinidad
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