Omella y sus consejos vendo…
“Al escucharlo, me parecía estar oyendo a uno de sus predecesores, el cardenal Rouco Varela”
“La estrategia de la Iglesia como roca asediada por los ‘enemigos’ parecía exclusiva de los tiempos del cardenal Rouco Varela y del Papa Benedicto, pero, en la era del cardenal Omella y del Papa Francisco ha revivido”
“Y con trazo grueso el presidente del episcopado pinta un mundo y una sociedad española llena de sombras y sumida en ‘una larga noite de pedra’, mientras la Iglesia española brilla e ilumina el país con la luz de sus buenas obras”
“¿Hay un medio de comunicación que crispe y polarice más que la radio de los obispos, la cadena Cope, donde la descalificación de la izquierda es de barra de bar y el periodismo interpretativo, una regla absoluta y continuada?”
Como antaño, toda la culpa es de los demás. Tanto es así que el cardenal se atreve a asegurar que las “libertades están en peligro” en nuestro país, sobre todo con la “llamada ‘cultura de la cancelación’”
El mundo es malo y, por eso, ataca a la Iglesia, que es buena. O dicho a lo Omella: “El afeo sistemático de esta gran familia por parte de algunos medios de comunicación y de diversos agentes sociales y políticos contribuye a que no se conozca el verdadero rostro y misión de la Iglesia”. No nos quieren, nos atacan y nos desprestigian: es la eterna cantinela bajo la que intenta taparse la jerarquía eclesiástica cada vez que la opinión pública y publicada intenta servirle de espejo a sus errores, incoherencias y pecados.
La estrategia de la Iglesia como roca asediada por los ‘enemigos’ parecía exclusiva de los tiempos del cardenal Rouco Varela y del Papa Benedicto, pero, en la era del cardenal Omella y del Papa Francisco ha revivido. Y la fortaleza eclesial sitiada se defiende atacando y desautorizando así, en general y globalmente, a los medios de comunicación y a los actores socio-políticos como una especie de malvados y perversos enemigos, cuya misión es perseguir y “afear” el rostro y la misión de la Iglesia. Nada más y nada menos. ¡Cómo si no tuviesen otrra cosa que hacer y en qué pensar!
Y con trazo grueso el presidente del episcopado pinta un mundo y una sociedad española llena de sombras y sumida en ‘una larga noite de pedra’, mientras la Iglesia española brilla e ilumina el país con la luz de sus buenas obras. Y eso que, según Omella, “la tentación de los poderes públicos respecto a la Iglesia se ha movido entre dos extremos: verla como un enemigo, o tratar de apoderarse y servirse de ella”.
Enemiga o sierva, así piensa el cardenal catalán que quieren a la Iglesia los medios de comunicación y los políticos. Y como la institución no quiere ser ni una cosa ni la otra, tira por el camino de en medio y suelta una ristra de baculazos a los dos ámbitos rectores de la sociedad.
Primero, desautoriza a los medios (así, en general), porque, en vez de promover una auténtica concordia, “la comunicación se pone al servicio de intereses ideológicos, de polarizaciones políticas, y entonces puede contribuir a romper los frágiles hilos de la convivencia”.
Consejos vendo, que para mí no tengo, podría decírsele a Omella. ¿Hay un medio de comunicación que crispe y polarice más que la radio de los obispos, la cadena Cope, donde la descalificación de la izquierda es de barra de bar y el periodismo interpretativo, una regla absoluta y continuada? Además, Omella sabe que la gente no le escucha a él ni a los obispos, pero sí atiende (en una parte considerable) a introyectar las proclamas de sus máximos predicadores, como Herrera o Expósito.
Consejo vendo, cuando el presidente de los obispos españoles habla de la desconfianza de la sociedad en las instituciones. Y lo documenta: “Según el Eurobarómetro, un 90 % de los españoles desconfían de los partidos políticos, y un 70 % del Gobierno y del Congreso, que es tanto como desconfiar de la democracia”. Lo que no dice y, por lo tanto, oculta interesadamente, es que el nivel de confianza y de credibilidad de su propia institución está por los suelos y al mismo nivel que el de los políticos. Un poco de autocrítica al menos, monseñor.
Al contrario, como antaño, toda la culpa es de los demás. Tanto es así que el cardenal se atreve a asegurar que las “libertades están en peligro” en nuestro país, sobre todo con la “llamada ‘cultura de la cancelación’”, que “establece un clima asfixiante para quien se atreva a discrepar de los nuevos ‘dogmas‘”. ¿De verdad cree usted, monseñor Omella, que en España están en peligro las libertades fundamentales? Me cuesta creerlo, aunque lo que sí me parece es que en su discurso oigo resonar el de Vox, que no es precisamente el partido más amigo de las libertades.
Más aún, la única vez que monseñor Omella entona un mea culpa eclesiástico en el tema de los abusos (¡sólo faltaría!) lo hace de aquella manera, haciendo un brindis al sol, al proclamar que “las víctimas son la prioridad absoluta”, pero sin aclarar si colaborarán en la investigación del Defensor del Pueblo y, sobre todo, si las diócesis le abrirán sus archivos secretos y no secreto.
Más aún, siguiendo la tesis defendida a todo trapo por su secretario general, monseñor Argüello, el presidente de los obispos no se viste de ceniza y saco ni siquiera en el tema de los abusos y sigue hablando de que se pone todo el foco sólo en la Iglesia, para así convertirla en chivo expiatorio.
Una Iglesia, pues, perseguida y atacada, según Omella por las ideologías dominantes, especialmente en estos cuatro ámbitos: “Esos cuatro puntos objeto de rechazo y ataque por dichas ideologías son: la visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y la misión de la mujer en la sociedad, y la defensa de la familia formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer”. Lo que no dice el cardenal es que el sistema moral sexual católicos vigente es cuestionado en el seno de la propia institución y que otras iglesias, tan católicas como la nuestra, han pedido no sólo el acceso de la mujer a los ministerios sacerdotales, sino también la aceptación y ‘bendición’ del universo gay en la Iglesia.
Lo siento, cardenal, pero, al escucharlo, me parecía estar oyendo a uno de sus predecesores, el cardenal Rouco Varela. Eso, monseñor, es mirar hacia atrás y avalar fórmulas trasnochadas y que, además, no casan en absoluto con esa ‘Iglesia en salida’ de Francisco, que usted cita, pero, al mismo tiempo, desautoriza. Así, no, monseñor. Cultivando falsos miedos y enrocándose en su pasado, no conseguirá seducir a las jóvenes generaciones y no será capaz de posibilidad la primavera de Francisco en la Iglesia española.
Fuente Religión Digital
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