Despertad, cítara y arpa…
En la fiesta del místico Francisco de Sales:
Uno de los más célebres músicos del mundo, que tocaba el laúd a la perfección, se volvió en breve tiempo tan gravemente sordo que perdió el oído por completo; sin embargo, continuó cantando y manejando su laúd con una maravillosa delicadeza. Ahora bien, como no podía experimentar placer alguno con su canto y su sonido, puesto que, falto de oído, no percibía su dulzura y su belleza, cantaba y tocaba únicamente para contentar a un príncipe, a quien tenía gran deseo de complacer, porque le estaba agradecidísimo, ya que había sido criado en su casa hasta la juventud. Por eso sentía una inexpresable alegría al complacerle, y cuando el príncipe le hacía señales de que le agradaba su canto, la alegría le ponía fuera de sí. Pero sucedía, en ocasiones, que el príncipe, para poner a prueba el amor de su amable músico, le ordenaba cantar y se iba de inmediato a cazar, dejándole solo; pero el deseo de obedecer los deseos de su señor le hacía continuar el canto con toda la atención, como si su príncipe estuviera presente, aunque verdaderamente no le produjera ningún gusto cantar, ya que no experimentaba el placer de la melodía, del que le privaba la sordera, ni podía gozar de la dulzura de las composiciones por él ejecutadas: «Mi corazón está dispuesto, oh Dios, mi corazón está dispuesto; quiero cantar y entonar himnos. Despierta, alma mía; despertad, cítara y arpa, quiero despertar a la aurora».
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Francisco de Sales,
Tratado del amor de Dios, IX, 9
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Francisco nació en Thorans, un pueblecito de Saboya, en 1567, en el castillo de los seńores de Sales. Educado en las virtudes cristianas por su madre, estudió, primero, con los jesuitas de París y, después, en Padua, donde se licenció en Derecho.
Contrariamente a las expectativas de su padre, que sońaba con que fuera abogado y senador, abrazó el estado eclesiástico y se dedicó, con éxito, a la difícil evangelización de la región de Chablais. Tras ser nombrado obispo de Ginebra, vivió en Annecy, donde, además de una iluminada acción pastoral y de la dirección espiritual de muchas almas, escribió, entre otras, la muy afortunada obra Filotea y también el Teotimo o tratado sobre el amor de Dios, convirtiéndose en uno de los grandes maestros de la espiritualidad cristiana tanto para los laicos como para las personas consagradas. Junto con santa Juana de Chantal, fundó la Visitación. Murió en 1622 y fue proclamado doctor de la Iglesia en 1877.
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