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Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Domingo, 16 de marzo de 2025

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DEUS ABSCÓNDITUS

Eres un Dios escondido,
pero en la carne de un hombre.
Eres un Dios escondido
en cada rostro de pobre.
Más tu Amor se nos revela
cuanto más se nos esconde.

Siempre entre Tú y yo,
un puente.
Es imposible el vado.

Tanto me llamas Tú
como Te busco yo.
Los dos somos encuentro.
Haciéndome el que soy
-anhelo y búsqueda-
Tú eres el que eres
-don y abrazo-.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras
1994

*

Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”

 (Lucas 3, 22)

***

 

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.

De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:

“Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:

“Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.”

Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

*

Lucas 9, 28b-36

***

El Evangelio nos dice que su rostro apareció totalmente transfigurado. Sabes muy bien que el rostro revela el corazón, revela la interioridad de un ser. Con los ojos de tu corazón contempla ese rostro, pero a través del rostro encuentra el corazón de Cristo. El rostro de Cristo expresa y revela la ternura infinita de su corazón. Cuando sientes una gran alegría, tu rostro se ilumina y refleja tu felicidad.

Es un poco lo que le ha pasado a Jesús en la transfiguración. Si escrutas el corazón de Cristo en la oración, descubrirás que la vida divina, en fuego de la zarza ardiente, estaba escondido en el fondo del mismo ser de Jesús. Por su encarnación, ha “humanizado” la vida divina para comunicártela sin que te destruya, pues nadie puede ver a Dios sin morir. En la transfiguración, esta vida resplandece con plena claridad de una manera fugaz e irradia el rostro y los vestidos de Jesús. Sobre el rostro de Cristo contemplas la gloria de Dios.

En la transfiguración, todo el peso de la gloria del Señor -es decir, la intensidad de su vida- irradia de Jesús. Las figuras de Moisés y Elías convergen hacia él. No hay que engañarse en esto: el ser mismo de Cristo hace presente al Dios tres veces santo de la zarza ardiente y al Dios íntimo y cercano del Horeb. Sin embargo, hay que aprehender toda la dimensión de la gloria de Jesús, que brilla de una manera misteriosa en su éxodo a Jerusalén, es decir, en su Pasión. En el centro mismo de su muerte gloriosa es donde Jesús libera esta intensidad de vida divina escondida en él.

La contemplación de la transfiguración te hace penetrar en el corazón del misterio trinitario, del cual la nube es el símbolo más brillante. Si aceptas en Jesús el entregar tu vida al Padre por amor, participas del beso de amor que ef Padre da al Hijo.

*

Jean Lafrance,
Ora a tu Padre,
Editorial Narcea
Madrid 1.981, 104-105.

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

“Vivir ante el misterio ”. 2 Cuaresma – C (Lucas 9,28-36)

Domingo, 16 de marzo de 2025

IMG_0334El hombre moderno comienza a experimentar la insatisfacción que produce en su corazón el vacío interior, la trivialidad de lo cotidiano, la superficialidad de nuestra sociedad, la incomunicación con el Misterio.

Son bastantes los que, a veces de manera vaga y confusa, otras de manera clara y palpable, sienten una decepción y un desencanto inconfesable frente a una sociedad que despersonaliza a las personas, las vacía interiormente y las incapacita para abrirse al Trascendente.

La trayectoria seguida por la humanidad es fácil de describir: ha ido aprendiendo a utilizar con una eficacia cada vez mayor el instrumento de su razón; ha ido acumulando un número cada vez mayor de datos; ha sistematizado sus conocimientos en ciencias cada vez más complejas; ha transformado las ciencias en técnicas cada vez más poderosas para dominar el mundo y la vida.

Este caminar apasionante a lo largo de los siglos tiene un riesgo. Inconscientemente hemos terminado por creer que la razón nos llevará a la liberación total. No aceptamos el Misterio. Y, sin embargo, el Misterio está presente en lo más profundo de nuestra existencia.

El ser humano quiere conocer y dominar todo. Pero no puede conocer y dominar ni su origen ni su destino último. Y lo más racional sería reconocer que estamos envueltos en algo que nos trasciende: hemos de movernos humildemente en un horizonte de Misterio.

En el mensaje de Jesús hay una invitación escandalosa para los oídos modernos: no todo se reduce a la razón. El ser humano ha de aprender a vivir ante el Misterio. Y el Misterio tiene un nombre: Dios, nuestro «Padre», que nos acoge y nos llama a vivir como hermanos.

Quizá nuestro mayor problema sea habernos incapacitado para orar y dialogar con un Padre. Estamos huérfanos y no acertamos a entendernos como hermanos. También hoy, en medio de nubes y oscuridad, se puede oír una voz que nos sigue llamando: «Este es mi hijo… Escuchadlo».

José Antonio Pagola

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“Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió” . Domingo 16 de marzo de 2025. Domingo 2º de Cuaresma (C)

Domingo, 16 de marzo de 2025

18-cuaresmaC2 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 15, 5-12. 17-18: Dios hace alianza con Abrahán, el creyente.
Salmo responsorial: 26:  El Señor es mi luz y mi salvación.
Filipenses 3, 20-4, 1: Cristo nos transformará, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Lucas 9, 28b-36: Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

Análisis

El texto de Gn 15 pertenece a una unidad que tiene dos partes muy marcadas: la primera vv.1-6 sobre la promesa de un hijo y descendencia, la segunda vv.7-21 sobre la promesa de la tierra. El texto que hoy presenta la liturgia presenta una cierta confusión ya que encontramos la conclusión de la primera parte, y parte de la segunda. Muchos estudiosos se han preguntado por la antigüedad del texto, hoy parece haber acuerdo que si bien mucho material es antiguo, tenemos también elementos tardíos (como por ejemplo semejanzas con el Segundo Isaías). Incluso los primeros defensores de la teoría de fuentes del Pentateuco afirmaban que descubrir las fuentes de este texto resultaba muy difícil si no imposible.

La primera parte (vv.1-6) nos muestra la promesa de Dios (v.1), la objeción de Abraham, (vv.2-3), la respuesta de Dios en forma de signo (vv.4-5: v.4, negación a la objeción, v.5, signo en el cielo) y aceptación de Abraham (v.6). Como vemos, la liturgia sólo incorpora el signo y la aceptación final. La escena es muy conocida, por ser uno de los momentos iniciales, primordiales, del Primer Testamento.

Es sabido que a los domingos de Cuaresma se les ha asignado «textos bíblicos fuertes», referentes a elementos o dimensiones capitales de la fe judeo-cristiana. Este de hoy es claro: nada menos que la Alianza de Dios con Abraham, la Alianza que dio origen a todo, porque a partir de ahí es que supuestamente se comenzaría a formar el pueblo de Israel –de la descendencia de Abraham– y de ahí saldría Jesús, y de ahí el cristianismo, la Iglesia, y de ahí todo el Occidente Cristiano. De hecho, sin ir más lejos, la Doctrina del Destino Manifiesto de los Estados Unidos de América considera a este país como el nuevo Israel para los tiempos de la modernidad democrática. Países, religiones –incluido el Islam– y culturas creen llevar dentro de su código genético cultural el ADN de Abraham, todas ellas se consideran, de alguna manera, elegidas por Dios, queridas por Él, por medio de este Patriarca privilegiado que hoy estaría marcando más de la mitad de la Humanidad (cristianos y musulmanes ya sumamos el 54% de la población actual).

Al hecho mismo de esta Alianza de Yavé con Abraham se apela en el Parlamento del Estado Israelí para invocar el derecho de Israel a la tierra que ocupa, en medio de un conflicto de dimensiones prácticamente mundiales. Esos pocos versículos del capítulo 15 no son pues un fragmento piadoso sin importancia. Treinta y cinco siglos más tarde (según la tradición bíblica) del hecho que relata, sigue teniendo siendo considerado, pues, decisivo, cultural y políticamente.

¿Pero fue histórico un hecho tan importante? Más concretamente, ¿lo fue el personaje protagonista, Abraham? En muchas universidades –estamos queriendo hablar de hechos científicos, no de creencias religiosas– hace tiempo que se enseña que no, que no lo es, a la luz de las investigaciones arqueológicas más avanzadas. Obviamente, estamos ante una nueva edición del conflicto de la fe con la ciencia. En nuestra fe y en nuestras eucaristías podemos seguir hablando de todo esto, pero no podríamos hacerlo en el ámbito riguroso de la ciencia o de la universidad.

No vamos a resolverlo ahora, ni siquiera a abordarlo como sería conveniente. Solamente queremos dejar constancia de esta cuestión pendiente. Como el domingo pasado, recomendamos abordar el tema del «nuevo paradigma arqueológico-biblico». Véase la revista VOICES (eatwot.net/VOICES) y tómese su último número –en línea, gratuito–).

La carta de Pablo a los Filipenses tiene una serie de puntos que merecerían ser discutidos. Señalemos, sin embargo, que 3,1-4,1 parece ser una unidad (o quizá hasta 4,3 por la repetición de la invitación a estar alegres). En la mayor parte del cap. 3 Pablo alerta a la comunidad contra los “perros”, “obreros malos”, “falsos circuncisos”, todo lo que parece una ironía contra los grupos judaizantes, es decir quienes pretendían que los cristianos para ser verdaderamente salvados previamente debían aceptar la circuncisión. El tema es complicado: ¿quiénes eran? la cosa se discute, pero parecen ser grupos que pretenden que los cristianos venidos del mundo no judío se hagan a sí mismos primero judíos (circuncisión mediante) para poder gozar luego de los beneficios de la salvación. Puede ser para evitar conflictos: el judaísmo es una religión lícita, las novedades no son bien vistas por algunos griegos; puede ser por cerrazón ante la novedad de parte de los “judaizantes”; puede ser por una suerte de idolatría de la Ley, la circuncisión y la misma ley puestas casi al mismo nivel que Dios… la cuestión es que misioneros itinerantes han llegado a Filipos e insistido en que es necesario hacerse judíos por la circuncisión, y dejar de ser perros (= paganos). Pablo les dice que ellos son los incircuncisos, los perros, etc… A continuación presenta una especie de “curriculum” frente a los que lo cuestionaban: él tiene tantas o más razones para gloriarse de ser judío, pero no pone allí su seguridad, “todo eso lo tiene como estiércol” y sigue en camino para alcanzar a Cristo. Estemos donde estemos, avancemos (3,16).

El Evangelio de la Transfiguración según la versión de Lucas propone una serie de elementos que es interesante tener en cuenta. La diferencia con los textos de Mateo y Marcos hizo que muchos se pregunten si Lucas tuvo en su poder una fuente propia, aunque otros piensan que posiblemente las diferencias se deban propiamente a la redacción del evangelista.

Los elementos comunes son conocidos: Jesús ha anunciado que le espera el rechazo y la muerte. En los otros Sinópticos Pedro se ha escandalizado y Jesús lo compara con “Satanás” aunque esto es omitido por Lc. Jesús anuncia que quien quiera ser discípulo debe cargar la cruz (“cada día” añade Lc). Esto es muy duro, pero termina aclarando que “algunos de los que están… no probarán la muerte hasta que vean” (Mt aclara “al Hijo del hombre viniendo”) el Reino. Precisamente Jesús se aparta a algunos y les hará “ver”. Así sucede la Transfiguración.

Hay elementos que son propios de Lc y son interesantes: a diferencia de Mc/Mt los días son “ocho”, Jesús sube “al” monte (como si supiéramos cuál es) y sube “para orar” lo que es muy frecuente en Lc; lo que ocurre sucede “mientras oraba”, como una consecuencia de esta oración. Lc agrega como algo importante el contenido de la conversación entre Jesús, Moisés y Elías. Agrega el temor en medio de la nube, Jesús es además de “Hijo” presentado como “elegido”. Finalmente Lc omite toda relación entre Elías y el Bautista en el descenso del monte. Es interesante que este monte no sea el monte Sión, lugar donde Dios se encuentra con su pueblo: la cita “este es mi hijo” remite al Sal 2 que en v.6 dice que “ha instalado a su rey en Sión, su monte santo”.

Ante la presencia de Moisés y Elías interviene Pedro, pero “no sabe lo que decía”, probablemente Lc lee la clásica incomprensión propia de Mc pensando que es toda la Iglesia la que debe ser reunida por el Señor, o porque no se le puede dar a Dios una morada… La nube es un signo de la presencia divina y de su gloria (“vieron la gloria”, v.32), y por eso cuando los discípulos entran en la nube (sólo Lc señala expresamente que también ellos quedan cubiertos por la nube) “se llenaron de temor”; ellos no son simples espectadores, la nube es reunión de los discípulos en torno a la palabra de Dios, y unidos a su vez con los personajes del cielo en una suerte de “comunión de los santos”. Sin embargo, como en Getsemaní, el sueño los vence (22,45-46), no son testigos del diálogo, y sólo después de la resurrección comprenderán.

Escúchenlo” es la clave del relato: para estar en cercanía a Jesús no es necesario armar tiendas, sino escucharlo, vivir de su palabra. La peregrinación no ha terminado, estamos en camino aunque la transfiguración ilumine brevemente el escándalo de la cruz anunciada; la Iglesia en marcha a su éxodo en el cielo mira el monte, como Israel miraba el Sinaí en su éxodo.

De golpe, súbitamente todo termina y encontramos a “Jesús solo”. Sin prohibición de por medio, los discípulos guardan el secreto, seguramente porque no han comprendido y se mantienen en el misterio.

Comentario

¡Jesús es tan extraño…! Después de tirar abajo todas las expectativas propias de su tiempo, y remarcar que como Mesías lo van a matar, y así salvará a todos, -después de eso-, dice que sus seguidores deben caminar su mismo camino, deben pasar las mismas cruces, y hasta el mismo martirio, y esto ¡cada día!… ¿Quién lo entiende? Pero cuando todo parece, casi, una invitación al masoquismo, se nos manifiesta transfigurado… “¡esto es lo que les espera!”, nos señala, como en un relámpago en medio de la noche. Cruz y resurrección, van tan de la mano, que se hace imposible separarlas. La resurrección da un sentido nuevo y fructífero a una vida que quiere gastarse y entregarse, como el fruto da sentido al entierro del grano. Pero también, la muerte da un sentido nuevo a la resurrección, ¡¡¡el amor nunca se hace tan generoso como cuando da la vida!!!, y Jesús no será un Mesías “allá en las nubes”, sino uno que camina nuestros pasos, uno que pasó por la cruz y que se dirige a Jerusalén, tierra de Pascua, y tierra que es punto de partida de la misión.

La transfiguración es un anticipo; es un “eclipse al revés”: una luz en medio de la noche. Da un sentido completamente nuevo a la vida, ¡y a la muerte! Hace comprensible la maravillosa reflexión de Hélder Câmara: “El que no tiene una razón para vivir, no tiene una razón para morir”.

La Transfiguración es decirnos “esto es lo que les espera”, es decirnos que “dar la vida vale la pena”. Todo proceso de conversión y cambio tiene sentido porque tenemos una roca firme, tenemos uno que no cambia, y garantiza nuestra vida fecunda, un “resucitado que es el crucificado” (J. Sobrino). Por eso la importancia que tiene “escuchar” a Jesús. Es la voz del profeta de los tiempos finales, del profeta como Moisés, que nos enseña el camino de la vida, el camino del éxodo que es camino de Pascua. Leer más…

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16.3. 25. Dom 2º de Cuaresma. Transfiguración, camino de paz (Lc 9, 28-36)

Domingo, 16 de marzo de 2025

IMG_0390Del blog de Xabier Pikaza:

Un judío argentino, oficial del ejército de Israel, me dijo un día: Yo veo a Jesús con frecuencia o, más bien, me siento Jesús, en la Cima más alta, que llamáis de la Transfiguración, que es la Montaña de la Guerra de Israel, muy cerca de  Meguido, Harmagedón, cuando subo a reparar mi espíritu cansado o a preparar la próxima guerra final de Israel:

Estábamos celebrando un Congreso sobre Religión y Paz, en Majadahonda (Madrid), debía ser el año 1983. Hablamos de la Transfiguración. Presidió la misa R. Panikker.

El argentino me dijo  que subía al Tabor para tomar fuerza con Moisés y Elías, para vencer a los enemigos de Israel.  

El texto de Lucas 9 que este domingo 16.3.25 nos ofrece la liturgia nos pide que subamos al Tabor de Jesús, para verle con Moisés y Elías, e iniciar un camino  de éxodo de paz que conduce a la verdadera Jerusalén.

Los políticos de Europa, Rusia y USA quieren dinero para armas que les permitan ganar la paz. Yo, con el evangelio, quiero ofreceros una meditación cuaresmal de cuaresma, para convertir el Monte del Tabor en Monte de Bienaventuranza de la paz, con Jesús, Moisés, Elías… y mi compañero argentino de guerra a quien sigo recordando por sus buenas discusiones

Un judío y un cristiano en el Tabor

 Allí se me muestran, sobre la altura hoy ocupada por signos cristianos, los dos personajes centrales de mi historia, Moisés, hombre de Ley, Elías, el profeta. Se me aparecen con toda claridad, les veo con ojos cerrados, les siento con ojos abiertos, se apoderaban de mi espíritu y escucho la gran voz de la Altura Infinita, lo mismo que Jesús: ¡Tú eres mi Hijo, redime tú esta tierra, libérala de los poderes enemigos!

 Así me siguió diciendo el judío:

Sobre el monte me elevo con Jesús, como él y me siento enviado por Dios para cumplir la tarea de liberación del pueblo, con la ley de Israel en la mano (Moisés), con la experiencias más alta de oración (Elías…), con razones y con armas… Jesús retomó allí en su tiempo el buen camino, pero que no lo supo culminar… o no lo culminaron sus seguidores, los cristianos. Por eso, nosotros, los buenos judíos, herederos de Jesús, en la línea de Moisés y Elías, debemos culminarlo, con leyes, razones, armas y oraciones

Sí, ya sé que Usted, cristiano, no quiere o puede reconocerlo, me dijo, pero el Tabor es el monte de Barac, el Rayo, el gran guerrero de Israel, con Débora, la Abeja, la profetisa más grande. Allí subieron los soldados escogidos, como sabe Jueces 4, y de allí bajaron, con la ayuda del Dios de Moisés y de Elías (aunque Elías sea posterior), para vencer en la gran batalla a todos los cananeos y palestinos enemigos. No hace falta que se lo recuerde.

Usted lee la Biblia, y sabe que este monte, antes de lo que llaman Transfiguración de Jesús, era y sigue siendo la Montaña de la Transfiguración militar y victoriosa de Israel, con Barac y Débora.

 No quise argumentar, guardé silencio. Pero, en un momento dado, se situó en un plano personal y me preguntó: Y usted, cristiano ¿ve a Jesús? ¿Le ve con Moisés y con Elías, como el judío eterno, el hombre universal de la libertad israelita? ¿No habrá espiritualizado y deshumanizado a Jesús y convertido  esta imagen poderosa de la Transfiguración, que es una de “jura de bandera” de Israel, en una especie de evocación puramente estética de un cielo superior “sin carne” y sin historia, un Icono contemplativo de tipo helenista para evadirse del mundo real, mientras los hombres, mujeres y niños reales siguen oprimidos?

Soy de respuestas retardadas, quizá retrasadas. No quise entrar en polémica con el judeo-argentino, oficial del Ejército de Israel. No dije nada al buen porteño-israelita, que interpretaba con armas de guerra el relato de la Transfiguración y que subía a Tabor para retomar la experiencia de Jesús, con signos de Barac/Débora y para así cumplirla liberando toda la tierra de Israel, el mundo entero, e iniciando la era mesiánica anunciada por Moisés y Elías?

IMG_0389No le dije entonces nada, pero he seguido pensando en ello, año tras año, como podrá ver quien lea mi Historia de Jesús y mis Comentarios de Marcos y Mateo (Verbo Divino, Estella 2012 y 2017). Sé que aquel judío tenía en parte razón: Al Tabor hay que subir para tomar fuerza y bajar a la lucha por la liberación de los pobres y enfermos … Pero tengo la impresión de que la respuesta de aquel oficial no es la definitiva.

El camino de Jesús desde el Tabor incluye un elemento contemplativo, pero es ante todo un camino de compromiso real con la historia, un camino de transformación personal como muestra el Evangelio de Marcos, un camino de éxodocomo muestra la versión de Lucas que hoy se lee, que no dice muerte, como ha traducido el texto litúrgico de este domingo, sino que pone éx-odo, como pone el texto griego (como he puesto entre paréntesis en la versión del princpio),. Le tengo un gran respeto a la tradición oriental/ortodoxa del Icono de la Transfiguración, pero no interpreta ni asume todos los elementos del texto.

Una lectura “situada”. Para comprender el texto.

Éste relato de la Transfiguración ha sigo leído y entendido desde diversas perspectivas por la tradición. Aquí van algunas de ellas.

  1. Mi dialogante judío leía el evangelio en plano mesiánico-militar, partiendo de Barac/Débora,a quienes unía con Jesús, deseando reiniciar y culminar desde el Tabor la Gran Guerra de la reconquista judía y de la culminación mesiánica del Gran Israel… Jesús estaba en el buen camino, pero no supo culminarlo.
  2. Los exegetas profesionales leen este pasaje desde una perspectiva de Pascua cristiana y de fiesta judía de los Tabernáculos. La tradición cristiana anterior a Marcos habría “creado” simbólicamente este pasaje para presentar a Jesús Resucitado, Hijo de Dios, introduciendo su figura pascual en un momento de su historia anterior, con Moisés y Elías… De esa forma se habría cumplido, por otra parte, la fiesta judía de los Tabernáculos, es decir, de la plenitud del descanso futuro del Pueblo.
  3. Los cristianos helenistas habría reinterpretado este pasaje en línea de “transfiguración sacral”,convirtiendo la escena en un “signo de cielo”, en el Icono por excelencia. Se trata de “ver” más allá de los accidentes y formas externas, la verdad de Dios que se expresa en Jesús, de un modo simbólico. Éste ha sido y sigue siendo el Icono más importante (el sacramento fundamental) de una parte significativa de la Iglesia ortodoxa.
  1. La Iglesia Católica ha querido aplicar este Icono a la vida de los religiosos contemplativos ,como han marcado varios documento sobre el despliegue de la Vida Religiosa (como decía Vida Fraterna en Comunidad”, año 1994). La vida religiosa sería un Tabor continuado, un lugar de encuentro con el Dios de Jesús en la montaña.

Todo lo anterior es importante, pero el signo de la Transfiguración tiene otros elementos importantes, como indica el texto de  Lucas de la liturgia de hoy:

Lucas 9, 28b-36

IMG_0391En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte/éxodo  que iba a consumar en Jerusalén  (τὴν ἔξοδον αὐτοῦ, ἣν ἤμελλεν πληροῦν ἐν Ἱερουσαλήμ). Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.”Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

– Perspectiva histórica.

Aquí se habla de un “hecho”. En esta línea se destaca la experiencia religiosa de Jesús y puede pensarse que la escena presenta un hecho de su vida pública: se transfiguró sobre la montaña y sus tres discípulos principales le descubrieron como Hijo de Dios, escuchando unas palabras de la nube que tomaron como voz divina, revelación transformante del misterio que presente a Jesús diciendo: ¡ese es mi Hijo querido, escuchadle!

Esa interpretación es valiosa, pero debemos añadir que las palabras de la nube divina no se dirigen a Jesús sino a los discípulos, para fortalecer su fe vacilante. El mensaje de Dios parece situarnos en contexto actual (post-pascual). Dios no está hablando aquí a Jesús, se dirige a nosotros y nos dice quién es Jesús,para  que le escuchemos. Por eso diremos que ésta es una escena de pascua.

– Perspectiva apocalíptica.

La escena original no hablaría de una transfiguración histórica de Jesús (Mc 9, 2c sería posterior), sino de una visión y esperanza escatológica: los cristianos han visto a Jesús tras su muerte sobre el cielo, con Moisés y Elías, anticipando el final del tiempo como Pedro interpreta rectamente en Mc 9, 5 (9, 6 es posterior). Aquí no se contaría lo que pasó, sino lo que esperamos que pase. También nosotros, como Pedro, Juan y Santiago queremos subir a la Montaña de Dios, para ver a Cristo trasfigurado. La voz del cielo ratifica esa esperanza.

– Perspectiva pascual. Ese pasaje nos contaría una experiencia pascuL… Tenemos que ver a Jesús resucitado, como le vieron Pedro, Santiago y Juan. Los diversos elementos del relato (montaña, proclamación mesiánica, voz de Dios…) hacen pensar que estamos ante una experiencia de resurrección, interesada en mostrar a Jesús como hijo de Dios (Mc 9, 7) o rey escatológico. El mensaje del texto estaría cerca de Rom 1, 3-4 que identifica pascua y nacimiento del Hijo: el blanco de las vestiduras (Mc 9, 3) es color celeste de los ángeles (Mc 16, 5; Mt 28, 3; Jn 20, 12) o santos (Ap 6, 11; 7, 9, etc.); Moisés y Elías son habitantes del cielo con quienes dialoga Jesús. Los creyentes viven, según esto, a dos niveles: unidos a Jesús pertenecen al mundo divino, donde quieren integrarse con Pedro (Mc 9, 5); pero la Voz de Dios les invita al cumplimiento del mensaje de Jesús (oídle), mientras siguen viviendo sobre el mundo (Mc 9, 7).

Sentido. Entender y vivir la transfiguración

Desde esos tres planos se entiende el pasaje: cuando la Voz de la nube (presencia de Dios) atestigua que Jesús es su Hijo (Mc 9, 7) no alude sólo al fin del tiempo o a la pascua, sino a su realidad humana, en el camino de la historia, pues en ella ha venido a desplegarse su filiación divina. El misterio de la gloria orante de Jesús se funda en Dios y por eso es necesario que Dios mismo lo proclame.

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La anticipación del triunfo de Jesús y de nuestro triunfo. 2ª domingo de Cuaresma. Ciclo C

Domingo, 16 de marzo de 2025

08-transfiguaracionDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo 1º de Cuaresma se dedica siempre a las tentaciones de Jesús, y el 2º a la transfiguración. El motivo es fácil de entender: la Cuaresma es etapa de preparación a la Pascua; no sólo a la Semana Santa, entendida como recuerdo de la muerte de Jesús, sino también a su resurrección. Este episodio, que anticipa su triunfo final nos ayuda a enfocar adecuadamente estas semanas.

El contexto: la promesa

Jesús ha anunciado que debe padecer mucho, ser rechazado, morir y resucitar. Y ha avisado que quienes quieran seguirle deberán negarse a sí mismos y cargar con la cruz. Pero tendrán su recompensa cuando él vuelva triunfante. Y añade: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán antes de ver el reinado de Dios». ¿Se cumplirá esa extraña promesa?

El cumplimiento: la transfiguración

Ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, aparecieron con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían del sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: Maestro, que bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

El relato podemos dividirlo en dos partes: la subida a la montaña y la visión. Desde un punto de vista litera­rio es una teofanía, una manifestación de Dios, y los evangelistas utilizan los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para describirlas. Por eso conviene recordar algunos datos de la famosa teofanía del Sinaí, cuando Dios se revela a Moisés.

            La teofanía del Sinaí

Dios no se manifiesta en un espacio cualquiera, sino en un sitio especial, la montaña, a la que no tiene acceso todo el pueblo, sino sólo Moisés, al que a veces acompaña su hermano Aarón (Ex 19,24), o Aarón, Nadab y Abihú junto con los setenta dirigentes de Israel (Ex 24,1). La presen­cia de Dios se expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que habla (Ex 19,9). Es también frecuente que se mencione en este contexto el fuego, el humo y el temblor de la montaña, como símbolo de la gloria y el poder de Dios que se acerca a la tierra. Estos elementos demuestran que los evangelistas no pretenden ofrecer un informe objetivo, histórico, de lo ocurrido, sino crear un clima semejante al de las teofanías del Antiguo Testa­mento.

            La subida a la montaña

Jesús sólo elige a tres discípu­los, Pedro, Santiago y Juan. Este dato no debemos interpretarlo solo como un privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan grande que no puede ser presen­ciado por todos.

Lucas introduce aquí un cambio pequeño pero importante. Marcos y Mateo dicen que subieron a una montaña alta y apartada; Lucas, que “subieron a la montaña para rezar”. La altura y aislamiento del monte no le interesa, lo importante es que Jesús reza en todas las ocasiones trascendentales de su vida.

            La visión

En ella hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud. El primero es la transformación del rostro y las vestiduras de Jesús. El segundo, la aparición de Moisés y Elías. El tercero, la aparición de una nube luminosa que cubre a los presentes. El cuarto, la voz que se escucha desde el cielo.

En ella hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud.

  1. La transformación del rostro de Jesús. Lucas destaca que el cambio se produce mientras Jesús oraba, y se centra en el cambio de su rostro más que en el de sus vestidos: “Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.” Es un anticipo de las apariciones de Cristo resucitado, cuando su rostro es difícil de identificar para María Magdalena, los dos de Emaús y los discípulos en el lago.
  2. La aparición de Moisés y Elías. Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Según la tradición bíblica, sin Moisés no habrían existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el profeta que salva a esa religión hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin Elías habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los discípu­los (no a Jesús) es una manera de garantizarles la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está destruyendo la labor religiosa de siglos, se encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.

En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres chozas suenan a simple despropósito. Pero son conse­cuencia de lo que ha dicho antes: «qué bien se está aquí». Es mejor quedarse en lo alto del monte que cargar con la cruz y seguir a Jesús hasta la muerte.

  1. Como en el Sinaí, el monte queda cubierto por una nube.
  2. Las palabras de Dios reproducen exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo, cuando Dios presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: “¡Escuchadle!” La orden se relaciona directamente con las anteriores palabras de Jesús, sobre su propio destino y sobre el seguimiento y la cruz de sus discípulos.

            Resumen

La transfiguración supone para los discípulos una enseñanza creciente: 1) al ver transformados su rostro y sus vesti­dos tienen la expe­riencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) la aparición de Moisés y Elías confirma que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la revela­ción de Dios; 3) la voz del cielo les enseña que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.

            La anticipación de nuestro triunfo (Filipenses 3,17-4,1)

A la comunidad de Filipos, igual que a otras fundadas por Pablo, llegaron misioneros cristianos, pero de la línea radical, judaizante. Estaban convencidos de salvarse por observar una serie de normas alimentarias (“su Dios es el vientre”) y por la circuncisión (“se glorían de sus vergüenzas”); en consecuencia, aunque no lo reconozcan, para salvarse no es preciso que Jesús muera por nosotros, y se comportan como enemigos de la cruz de Cristo”.

            Frente a esta postura, los filipenses, seguidores de Pablo, no aspiran a cosas terrenas sino que aguardan a un salvador, Jesús, que transformará nuestro cuerpo humilde a semejanza del suyo glorioso. Esta promesa de la transformación de nuestro cuerpo es la que ha movido a elegir esta lectura, en paralelo con la del evangelio: la transfiguración de Jesús no solo anticipa su gloria sino también la nuestra.

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas.

Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelos de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

            La teofanía a Abrahán (Gn 15, 5-12. 17-18)

El texto ha sido elegido por su importancia en la historia de la salvación, que se recuerda en las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma, pero no tiene relación estricta con el evangelio.

En el libro del Génesis, Abrahán, presentado como un pastor seminómada, recibe las dos mayores promesas que puede desear: una descendencia numerosa y una tierra donde asentarse. El texto podemos dividirlo en tres partes: la primera promete una descendencia numerosa como las estrellas; la segunda, la tierra (sin concretar de qué tierra se trata, se supone la de Canaán); la tercera une los dos temas: la descendencia de Abrahán heredará la tierra (en este caso se le atribuye una extensión fabulosa).

            1)

                        En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrahán y le dijo:

                        – Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.

                        Y añadió:

                        – Así será tu descendencia.

                        Abrahán creyó al Señor, y se le contó en su haber.

            2)

            El Señor le dijo:

            – Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos para darte en posesión esta tierra.

            El replicó:

            – Señor Dios, cómo sabré yo que voy a poseerla.

            Respondió el Señor:

            – Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.

            Abrahán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrahán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrahán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.

3)

            Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán en estos términos: A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Éufrates.

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II Domingo de Cuaresma. 16 marzo, 2025

Domingo, 16 de marzo de 2025

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Una voz desde la nube decía:
-Este es mi Hijo, el escogido; escuchadle.”

(Lc 9, 28b- 36)

A los matrimonios o las parejas se les suele preguntar algo así como: “Y vosotros, ¿cómo os conocisteis?”. A las personas consagradas nos suelen preguntar por nuestra vocación.

Pienso que si a Jesús le hubiéramos preguntado por su vocación nos habría contado dos cosas: el momento de su bautismo en el Jordán y el momento que describe el evangelio de hoy, y que nosotros llamamos la transfiguración.

Esos son dos momentos decisivos de la vida de Jesús y es probable que Jesús mismo hablara de ellos en más de una ocasión, de hecho nos los cuentan los tres evangelios sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas.

Las primeras seguidoras de Jesús guardaron en el corazón el recuerdo de estos dos “hitos” en la vida de su Maestro. Las dos veces que Jesús oye la voz del Padre que le recuerda su propia identidad: “Este es mi Hijo”.

El núcleo fuerte de cualquier vocación no es hacer esto o aquello sino descubrir quiénes somos. Cuando Dios nos llama nos desvela nuestra identidad. Por eso la vocación no es una cosa que sucedió si no que se renueva diariamente.

La llamada de Dios es a SER, ¿a ser qué? ¡A ser HIJAS AMADAS! Esto es lo más importante. Después viene la manera concreta de realizarlo que es única para cada persona. Unas responderán desde el matrimonio, otras desde la vida consagrada, la maternidad o paternidad, la soltería. Desde un compromiso total con la gente empobrecida o desde una opción preferencial por la vida de oración. Porque aunque aparentemente la llamada es la misma para todas y todos, ya se sabe (las madres lo saben muy bien): ¡no hay dos hijas iguales!

Acompañemos a Jesús en este día importante de su vida. Recreemos en nuestro corazón los detalles de aquel momento: la montaña, la intimidad con los amigos, el encuentro con Dios, su voz… Jesús nos deja entrar en una de sus experiencias más profundas.

Hoy nos lleva consigo a lo alto de una montaña, para orar. ¿Te apuntas?

Oración

¡Qué hermoso es estar aquí!, Trinidad Santa, en el corazón mismo de la oración del Hijo. Escuchando la voz del Padre. Fluyendo en el amor de la Santa Ruah que nos va transformando en lo que somos: HIJAS AMADAS SUYAS.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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En Jesús (y en nosotros) está siempre lo divino, aunque se perciba.

Domingo, 16 de marzo de 2025

DespertarDOMINGO 2º DE CUARESMA (C)

Lc 9,28-36

Toda la Biblia es el relato de la manifestación de Dios. Son leyendas construidas para fundamentar las creencias de un pueblo. La Alianza sellada por Abrahán con el mismo Dios es el hecho más importante de la epopeya bíblica. Hay un detalle muy significativo. Dios no llegó a la cita hasta que vino la noche y Abrahán cayó en “un sueño profundo…

La conversación con Moisés y Elías fue sobre el “éxodo de Jesús” (pasión y muerte). Se trata de un relato pascual. Todos los relatos evangélicos son pascuales. Me refiero a que en un principio se pensó como relato de resurrección, pero con el tiempo se retrotrajo a la vida terrena de Jesús, para potenciar el carácter divino de Jesús y su conexión con el AT.

Todos los elementos del relato se toman del AT. El monte, lugar de la presencia de Dios. El resplandor, signo de que Dios estaba allí. La nube en la que Dios se manifestó a Moisés. La voz, que es el medio por el que Dios comunica su voluntad. El miedo presente siempre que se experimenta lo divino. Las chozas, alusión a la fiesta mesiánica en la que se conmemoraba el paso por el desierto. Moisés y Elías: La Ley y los Profetas.

El relato se presenta como una transfiguración. Cambió la figura, lo que se puede percibir por los sentidos. En lo esencial, Jesús fue siempre el mismo. En Jesús, como en todo ser humano, lo importante es lo divino que no puede ser percibido por los sentidos. En los relatos pascuales, el Jesús que se les aparece, es el mismo que anduvo con ellos en Galilea. En los relatos de su vida, se dice lo contrario. Jesús, con el que viven, es ya el glorificado.

Las interpretaciones de este relato, apuntan siempre a una manifestación de “gloria”. La gloria de Dios no tiene nada que ver con la gloria humana. En Dios, la gloria es su esencia, no algo añadido. Si en Jesús habitaba la plenitud de la divinidad, quiere decir que Dios y su “gloria” nunca se separaron de él. Como hombre sí podría recibir gloria. Cuando queremos añadírsela después de su muerte, seguimos cayendo en la gran tentación de siempre.

En Jesús está ya la plenitud de la divinidad, pero está en su humanidad, aunque no se puede percibir por los sentidos. Todo lo que Jesús nos pidió que superáramos, lo queremos recuperar con creces. Jesús acaba de decir que tiene que padecer mucho; que seguirle es renunciar a sí mismo. Pedimos a Dios que recubra de oropel nuestra escoria.

Lo divino no es lo contrario de lo humano, sino compatible con nuestras limitaciones. Es absurda una esperanza de futuro. Dios nos ha dado ya todo lo que podría darnos. Claro que esto contradice nuestras expectativas. Pero esa es la clave: ¿Estamos dispuestos a aceptar la salvación que Jesús ofrece, o seguimos esperando una ‘salvación’ para nuestro falso yo?

¡Escuchadle a él solo! Seguimos, como Pedro, aferrados al Dios del AT. El cristianismo ha velado de tal forma el mensaje de Jesús, que es casi imposible distinguir lo que es mensaje evangélico y lo que son resonancias del AT. Hoy son numerosos los odres nuevos, que esperan vino nuevo, porque no aguantan el vino viejo y agrio que les seguimos ofreciendo.

El hecho de que Moisés y Elías se retiraran antes de que hablara la voz, es una advertencia para nosotros que no acabamos de superar el Dios del AT. Jesús ha dado un salto en la comprensión de Dios que debemos dar nosotros también. En realidad, en ese salto consiste toda la buena noticia de Jesús. El Dios del AT no es buena noticia sino temible noticia.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Discernimiento.

Domingo, 16 de marzo de 2025

Transfiguration_YearC_ethiopiaLc 9, 28-36

«Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña para orar»

Los sinópticos recalcan el hábito de Jesús de retirarse a menudo a orar buscando la soledad de la montaña; en ocasiones, acompañado de sus amigos más cercanos. Pero hay tres momentos cruciales en que su oración tiene un carácter especial, y los evangelistas se hacen eco de ello narrando con detalle la escena. Son momentos en que debe tomar las decisiones más importante de su vida, y en todos ellos recurre a la oración en busca de lucidez para discernir y fortaleza para responder.

El primero se recoge en el texto de la semana pasada y se desarrolla en el desierto de Judea. Jesús ha terminado de afianzar su vocación en el entorno del Bautista y se siente llamado a lanzarse a los caminos de Galilea a proclamar la buena Noticia del Reino… Pero esa decisión implica abandonar su oficio, su vida tranquila y a su familia, y lanzarse a una aventura arriesgada de final incierto. No es una decisión sencilla, ni mucho menos.

Para afrontarla hace lo que tantas veces hizo después a lo largo de su vida; sube al desierto y permanece largo tiempo en oración y penitencia. Y allí, en la soledad del desierto, entregado a la oración, decide responder a la llamada venciendo la acuciante tentación de ignorarla. Ya no vuelve a Nazaret, sino que va a Cafarnaún acompañado de Juan, Andrés, Simón y Natanael para iniciar desde allí la misión a la que se siente llamado.

El segundo discernimiento corresponde al evangelio de hoy. Jesús tiene que decidir entre permanecer en Galilea o universalizar su mensaje llevando la buena noticia al mismo corazón de Judea. Si permanece en Galilea como profeta rural, el alcance de su mensaje será muy limitado, pero al menos su vida no correrá peligro. En cambio, si sube a Jerusalén pondrá en grave riesgo su vida, pues sabe que las autoridades le buscan para matarle: «Vayamos también nosotros a Jerusalén a morir con él», dice Tomás, consciente del enorme peligro que ello entraña.

En este caso, el discernimiento queda en cierto modo velado porque Lucas incluye una teofanía que  pretende dejar claro (antes de iniciar el relato de la pasión) quién es el hombre que va a subir a Jerusalén, va a ser prendido por las autoridades, torturado y muerto en cruz. Lucas nos viene a decir: no os equivoquéis; Dios está con ese hombre que aparentemente es vencido por los sacerdotes; y no con quienes lo matan… «Y una voz desde la nube decía: Éste es mi hijo amado»

El tercer discernimiento tiene lugar en Getsemaní. Esa tarde Jesús ha organizado una cena de despedida con sus discípulos porque sabe que las cosas han ido demasiado lejos y su suerte está echada. Ya en el huerto, Jesús tiene que tomar la decisión definitiva: escabullirse amparado en las sombras de la noche, o ser consecuente con su misión y aguantar a pie firme la llegada de los guardias. Una decisión brutal, como también lo fue su angustia: «Padre, aleja de mí este cáliz».

Por fidelidad a la misión, en el primer caso Jesús renuncia a la vida cómoda de Nazaret, en el segundo a la seguridad de Galilea y en el tercero a la propia vida.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí 

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Dejarnos transfigurar .

Domingo, 16 de marzo de 2025

transfiguration-21Lc 9, 28b-36

Comentario Evangelio domingo. 16 marzo 2025

El Evangelio de hoy nos remite a una pregunta que frecuentemente las cristianas y los cristianos contemporáneos nos hacemos: ¿Cómo hacer experiencia de Dios en medio del ruido, el ajetreo y los compromisos cotidianos? ¿Cómo vivir la dimensión contemplativa y orante de nuestra fe y dejarnos transfigurar por ella, como le sucedió al propio Jesús y a tantos hombres y mujeres testigos, que nos han precedido?

El texto nos da algunas claves para ello.

El cuidado de la dimensión comunitaria

Aunque la oración es personal tiene una dimensión comunitaria, una comunidad de sentido y esperanza, que sostiene. Una comunidad, desde la que se clama a Dios conjuntamente, se expresa el anhelo de amor y comunión. Por eso Jesús invita a Pedro a Juan y a Santiago a subir al monte Horeb con Él.

Dejarse sorprender por las paradojas y la revolución de los adverbios, que propone el Evangelio.

En la tradición judeocristiana, el monte Horeb es el lugar de la revelación de Dios por excelencia. Lugar de teofanía, donde Dios selló su alianza de amor con Moisés. Sin embargo, desde una perspectiva espiritual “subir al monte Horeb” y contemplar los destellos del Misterio, más que ascender, implica descender. La espiritualidad cristiana más que a los arriba de la historia y la condición humana, remite a los abajo. Invita a adentrarse en la profundidad del corazón, en la fuente del ser, a aventurarse en su hondura, vivir haciendo hoyo, traspasando la corteza de la superficialidad, hasta descubrir esa experiencia que tan bellamente expresó Etty Hillesum:

Hay en mí un pozo profundo. Y en ese pozo está Dios. A veces consigo llegar a él, pero lo más frecuente es que las piedras y escombros obstruyan el pozo y Dios quede sepultado. Entonces es necesario volver a sacarlo a la luz (…) Voy a ayudarte Dios mío a no apagarte en mí

Ascender al Horeb” no es tampoco abstraerse de la realidad, ni idealizarla, sino más bien atreverse, con la ayuda del Espíritu, a perforarla y descubrirla habitada por un Amor que nos trasciende y trasfigura, si así se lo permitimos. Es decir, dejarnos configurar por el Amor, transformándonos internamente (sensibilidad, orientación vital) y externamente (prácticas, relaciones, etc.) para ser cauce de tanto don recibido.

-Participar de la vida de Dios y sus testigos y profetas, dejando que algo de sus vidas impregne las nuestras

La oración es comunicación, es interrelación, es participación de la vida de Dios. Por ello nos conecta también con la larga cadena de hombres y mujeres testigos y profetas que sostienen y acompañan nuestra fe. Expresado en la teología más clásica de la iglesia, la oración nos hace participar de la comunión de los santos y santas. En este sentido nos arraiga en una larga tradición de buscadores y buscadoras comprometidos y comprometidas en hacer histórica la utopía del evangelio. Nos sostiene y alienta una inmensa nube de testigos.

-Estar dispuestos y dispuestas a espabilarnos, como les sucede a los apóstoles 

Despertarnos de nuestras inercias, rutinas y comodidades. No pactar con ellas, sino avivar la sensibilidad para captar al Dios de la vida, que nos sorprende siempre empujando y sosteniendo la fragilidad, en nosotros y nosotras mismas, y en los y las demás.

-No caer en la tentación de separar a Dios de la historia, y del mundo. No “aspirar a hacer tres tiendas.”

La oración cristiana no nos aísla en burbujas espirituales, sino que nos implica y complica con el sacramento del encuentro, la projimidad humana y la comunión con toda vida. Nos lleva a un modo de estar en el mundo “de parte de Dios”, comprometidos y comprometidas con la realidad y el cuidado de la casa común.

-Escuchar al Hijo y su palabra encarnada en la historia y en lo profundo del corazón humano y dejarnos sobrecoger por esa experiencia.

Arrodillar el corazón ante este misterio. Dejar que cale en nosotros y nosotras como lluvia ligera, para que a su tiempo se traduzca en frutos, porque la experiencia de Dios se verifica siempre en las obras.

¿Cómo ayudarnos como comunidades cristianas a abrirnos a la experiencia de Dios y dejarnos transfigurar por ella?

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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Es hermoso estar aquí.

Domingo, 16 de marzo de 2025

IMG_0333Comentario al evangelio del domingo 16 marzo 2025

Lc 9, 28b-36

Soy consciente de que esa afirmación puede sonar como una insolencia o incluso como una afrenta para quien sufre con desesperación, física o psíquicamente. Sé bien que hay momentos en los que, atrapadas por sufrimientos tan insoportables como incomprensibles, las personas pueden verse sumergidas en ideaciones suicidas. Y sé también que quien busca el suicidio lo hace porque tiene la sensación subjetiva de no poder soportar la “carga” de una existencia marcada por la angustia y el sinsentido.

Parece innegable que todo depende de nuestra capacidad de “ver”. Sin duda, nuestro modo de ver puede estar condicionado e incluso cegado por experiencias dolorosas. Algo nos pudo haber sucedido que, conformando incluso la manera de funcionar de nuestro cerebro, hace sumamente difícil mantener una mirada luminosa hacia la realidad en su conjunto. Algo nos puede estar sucediendo ahora que absorbe nuestra energía y nos introduce en la apatía. Todo ello puede impedirnos “ver” con claridad.

Sin embargo, cuando es posible retirar el filtro producido por sufrimientos de todo tipo y nos es dado “ver” lo que somos, lo que aparece es hermosura. Todo sigue siendo lo mismo, pero aparece ahora todo ante nuestros ojos como transfigurado. Y descubrimos que esa hermosura no es algo añadido a la vida, sino su propio resplandor. La vida es hermosa.

Ahora bien, esa hermosura no alimenta el narcisismo -que desearía hacer una “choza” para instalarse cómodamente en ella-, sino que dinamiza y moviliza, como expresión de la propia vida que busca desplegarse fluyendo también a través de nosotros.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La Transfiguración acontece en la fe y en la oración, (no es la pasarela Cibeles).

Domingo, 16 de marzo de 2025

índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- La transfiguración.

¿Qué puede significar la Transfiguración?

Los textos bíblicos no son un mero reportaje de lo que ocurrió. El relato de la Transfiguración no es un hecho espectacular, histórico, sino que es expresión de la experiencia de fe del encuentro de aquellos tres discípulos (la iglesia naciente) con JesuCristo.

La Transfiguración es una narración de gran contenido cristiano que nos la ofrecen los tres evangelios sinópticos. Este relato está compuesto con símbolos tomados del AT y aplicados a Jesús – Cristo:

  • La montaña era lugar cercano a Dios, que vive en el cielo.

Las montañas eran el lugar más cercano al cielo lugar, donde vive Dios; por eso las montañas eran consideradas como el lugar de la máxima cercanía con Dios.

Los grandes “acontecimientos” de JesuCristo acontecen en un monte. Estas cosas acontecen cerca de Dios (monte) y en la oración.

  • Jesús subía y pasaba largas noches de oración en la montaña.
  • Jesús fue tentado en lo alto de un monte.
  • Su gran predicación aconteció tras la noche en oración en el monte de las bienaventuranzas.
  • Jesús toma conciencia de su mesianismo y los creyentes (representados por Pedro, Santiago y Juan) en el monte de la Transfiguración.
  • Jesús llega a la angustia de muerte en la oración del monte de los Olivos.
  • Jesús es crucificado en el monte
  • Jesús llega o vuelve definitivamente a Dios desde el monte de la Ascensión.
  • Nube: como protección de Dios al pueblo que caminaba por el desierto.
  • Resplandor: propio del ámbito de Dios.
  • Tres tiendas: la tienda es el lugar de Dios. [1]
  • Elías y Moisés: profetismo y ley: síntesis del AT

02.- Ver en Jesús a Cristo.

Y ¿qué puede significar la Transfiguración?

Jesús era hombre. Humana e históricamente Jesús era un judío del siglo I en el que no era fácil ver en él a Cristo como expresión de Dios, como hijo de Dios

¿No es éste el carpintero, el hijo de María, y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven sus hermanas aquí con nosotros?  (Mc 6,3). ¡Cómo va a ser hijo de Dios!

La Transfiguración acontece en la fe, por tanto para quien es creyente.

El relato de la Transfiguración está ubicado inmediatamente después del acto de fe de Pedro. «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo

Los discípulos, los primeros que siguieron a Jesús, llegaron a creer en Él como Mesías / Hijo de Dios por la fe, no por gestos y hechos espectaculares, sino por la fe.

Desde la experiencia de Jesús llegaron a creer en Cristo. Desde la materialidad de las palabras y acontecimientos de Jesús, llegaron a intuir y creer que aquel hombre, Jesús, era expresión de Dios, hijo, Palabra de Dios: Este es mi Hijo amado, escuchadle.

        Al Jesús hombre podemos llegar por la historia, por los relatos evangélicos, etc. Pero a Cristo llegamos por la fe. Pedro, Santiago y Juan, (y todos los creyentes) llegamos a Cristo cuando creemos en Él. A JesuCristo no se le demuestra, se cree en Él.

03.- La vida como signo y sacramento.

        El ser  humano transfigura las realidades de la vida y llega a ver y vivir en ellas algo más que la pura materialidad

        Y esto acontece no en la verificación empírica, en las ciencias, sino en la oración, en la fe, en el silencio, en la profundidad de la vida…

La vida está llena de signos y de símbolos que nosotros interpretamos: transfiguramos: un regalo es signo de afecto, de amor; unos colores son signo de una institución, de una nación; una iglesia románica, gótica, etc. son signo de una trascendencia…

        Jesús hombre es signo (sacramento) de Dios: hijo de Dios: Este es mi hijo, escuchadle; quien me ve a mí, ve al Padre…

        Y ya en el tiempo de las comunidades cristianas, Jesús se hace presente en el prójimo: ¿Cuándo te vimos hambriento, enfermo, desnudo, enfermo o encarcelado y te ayudamos o no te ayudamos? Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos…

        El ser humano, el prójimo es signo, sacramento de JesuCristo.

04.- Silencio y oración.

        La transfiguración de Jesús acontece en la oración. Jesús subió a la montaña con Pedro, Santiago y Juan a orar.

Las vivencias y decisiones más profundas de la vida acontecen, se producen en la oración. La oración es la respiración de la vida. En medio del ruido de la sociedad, en plena algarabía de los medios de comunicación, la Transfiguración es un acontecimiento  de silencio y oración.

        Dios está cerca en el silencio y la oración.

05.- La transfiguración como expresión (teofanía) de Dios.

        El relato de la Transfiguración es semejante al del bautismo de Jesús. En ambos se nos dice: Este es mi hijo amado, escuchadle.

Jesús es la expresión, la Palabra (S Juan), el hijo de Dios. Escuchando y acogiendo a JesuCristo, estamos cerca de Dios.

        Caminemos en paz de Dios por el desierto de la cuaresma y de la vida, caminemos, que somos ciudadanos del cielo (S Pablo / Filipenses). (Dios nos libre de quien cree que su patria es donde ha nacido).

 Éste es mi Hijo, escuchadle.

[1] La fiesta de las tiendas en el pueblo judío celebra el camino por el desierto hasta la libertad y la tierra de promisión.

 

 

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“Escuchar a Jesús, verdadero profeta de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 16 de marzo de 2025

IMG_0340De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del II domingo de Cuaresma (16-03-2025)

Jesús sube a orar pero no es una oración sin contenido sino un ponerse a la escucha de la voluntad de Dios, como los profetas

En este pasaje de la transfiguración se está revelando que Jesús es el “Hijo elegido” a quien hemos de escuchar

Revelar a Jesús como el Hijo Elegido a quien hay que escuchar, es una invitación de Lucas a dejar de escuchar a los profetas del Antiguo Testamento y escuchar al “profeta” de Dios, a su propio Hijo

Ocho días después de estos discursos, tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña a orar.

Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura. De pronto dos hombres hablaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Jesús que se iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.  Cuando éstos se retiraron, dijo Pedro a Jesús:

– Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres chozas: una para ti, una para Moisés y una para Elías –no sabía lo que decía-.

Apenas lo dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron. Y se escuchó una voz que decía desde la nube:

– Éste es mi Hijo elegido. Escúchenlo.

Al escucharse la voz, se encontraba Jesús solo. Ellos guardaron silencio y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto

(Lc 9, 28b-36).

En este evangelio Jesús toma consigo a Pedro, Juan y Santiago y sube a una montaña a orar. Sabemos que Lucas le da mucha importancia a la oración de Jesús: en el bautismo (Lc 3, 21); antes de elegir a los Doce (Lc 6, 12); al preguntar quién dice la gente que es (Lc 9, 18); antes de enseñar el Padre nuestro (Lc 11, 1); en el huerto (Lc 22, 41), etc. No es una oración sin contenido sino un ponerse a la escucha de la voluntad de Dios, como los profetas. Lucas presenta a Jesús como “el” profeta y, en ese sentido, la oración juega ese papel fundamental de escuchar a Dios para después hablar al pueblo en su nombre.

El texto continúa diciendo que el rostro de Jesús cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura. Está hablando con Moisés y Elias comentando la partida (el éxodo) de Jesús a Jerusalén. El lenguaje utilizado nos sitúa en el ámbito de lo divino con rasgos apocalípticos que nos encaminan a hablar del misterio pascual que está próximo a acontecer en Jerusalén. Mientras tanto, los discípulos duermen, pero cuando despiertan, ven la manifestación de Jesús y Pedro le dice a Jesús que allí se encuentran muy bien pidiendo hacer tres tiendas, tal vez, rememorando la fiesta de las tiendas o también el tiempo de Israel en el desierto. Lo cierto es que esa gloria que alcanzan a vislumbrar se opaca con la nube y quedan asustados. En realidad, en este pasaje de la transfiguración se está revelando que Jesús es el “Hijo elegido” a quien hemos de escuchar. El texto corresponde a una unidad donde se dice quién es Jesús: Herodes dice que es el Bautista (Lc 9,9); la gente dice que es Juan el Bautista o Elías o un profeta (Lc 9, 19); Pedro afirma que es el “Cristo de Dios” (Lc 9, 20).

Revelar a Jesús como el Hijo Elegido a quien hay que escuchar, es una invitación de Lucas a dejar de escuchar a los profetas del Antiguo Testamento y escuchar al “profeta” de Dios, a su propio Hijo. El pasaje finaliza con el silencio que guardan los discípulos.

La invitación hoy es también para nosotros que ya sabemos la identidad de Jesús, profeta de todos los tiempos, cuya palabra revela el querer de Dios sobre la humanidad. De nuestra apertura a esa escucha dependerá que el reino de Dios siga haciéndose presente con más radicalidad en el aquí y ahora de nuestra historia.

 (Foto tomada de: https://www.vaticannews.va/es/fiestas-liturgicas/transfiguracion.html

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“ Escuchadle a Él ”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF.

Domingo, 16 de marzo de 2025

transfiguration1De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

Escuchadle a Él 

Si el primer Domingo de Cuaresma contemplamos a Jesús en su condición humana, tentado por el diablo en el desierto y durante su vida, en este segundo Domingo el Evangelio que se nos da, el de la Transfiguración de Jesús, nos lleva a confesar que en aquella carne mortal quedaron «entre paréntesis» las prerrogativas divinas de Aquel que «se despojó de sí mismo tomando la condición de hombre y esclavo» (Flp 2,7): su identidad profunda, de hecho, permaneció como la del Hijo de Dios y su destino fue la gloria divina (cf. Flp 2,9-11).

Estamos pues ante este relato testimoniado por los tres evangelios sinópticos (cf. Mc 9,2-10; Mt 19,2-9), cada uno con detalles diferentes y significativos. Lucas escribe que «ocho días después» (Lc 9,28a), el día del cambio, es decir, el día de la confesión de Pedro, que reconoció y confesó a Jesús como «el Cristo de Dios» (Lc 9,20), el día en el que Jesús mismo anunció por primera vez la necesidad de su pasión, muerte y resurrección (cf. Lc 9,22), Jesús decide subir al monte santo para dedicarse a la oración. Trae consigo a sus discípulos más cercanos, Pedro, Juan y Santiago, a quienes había prometido la visión del reino de Dios antes de su muerte (cf. Lc 9, 27).

Jesús entra en ese encuentro con Dios ejercitándose en la escucha de su voz, de su Palabra, para poder comprenderla, asumirla y custodiarla en el propio corazón y, en consecuencia, poder decir su “amén” a esta voluntad de Dios.

La oración de Jesús está toda aquí, y así es también la oración del cristiano: no hay mucho que decir a un Padre que sabe lo que necesitamos (cf. Mt 6,8) y lo que tenemos en el corazón, no hay largos discursos que pronunciar (cf. Mt 6,7), sino que basta con responder al Señor con la obediencia, con el “” asumido libremente y con una gran fe amorosa.

Muchas veces –nos lo atestiguan los Evangelios, especialmente Lucas (cf. Lc 5,16; Lc 6,12; Lc 9,18)– Jesús buscó la soledad, la noche, la montaña, para vivir esta oración asidua al Padre. También ahora, después de la confesión de Pedro, que marcó un salto adelante en la fe de los discípulos y les permitió revelar su muerte y resurrección, Jesús entra en oración.

Sabemos bien que la oración no cambia a Dios sino que nos transforma, pero lo olvidamos fácilmente, porque la forma de oración pagana que quiere hablar a Dios, que quiere doblegarlo a nuestros deseos, está en nuestras fibras de criaturas frágiles y necesitadas, dispuestas a hacer de Dios aquel que siempre puede decirnos “”. Jesús, sin embargo, no reza así, porque sabe que es él quien debe decir “” a Dios, no al revés.

Pues bien, en esa escucha del Padre, en esa adhesión a Él, se realiza la revelación dirigida a los tres discípulos, que quedan así constituidos «testigos de su gloria» (cf. 2 P 1, 16): el rostro de Jesús aparece «diverso», sus vestiduras resplandecientes de luz. Para nosotros, los hombres, ésta es la visión de la gloria: percibimos un cambio en Jesús, contemplamos su alteridad, su «transfiguración» («se transfiguró»: Mc 9,2; Mt 17,2).

Más allá de lo insuficiente de nuestras palabras, la realidad es que Jesús es percibido en su alteridad: el hombre Jesús, a quien los tres discípulos siguieron como profeta y Mesías, tiene otra identidad, todavía no revelada, pero que con este acontecimiento se les revela momentáneamente, por alusión, pero en todo caso de modo suficiente para transformar su fe en Él.

Aquí no podemos decir mucho más, balbuceamos, nos sentimos en presencia de un acontecimiento que sólo debe ser adorado.

A lo largo de los siglos, los cristianos se han planteado muchas preguntas al leer este pasaje. En la tradición oriental se ha llegado a pensar que en verdad Jesús permaneció igual, mientras que fueron los ojos de los discípulos los que sufrieron una transfiguración, hasta el punto de poder leer y ver lo que no veían cotidianamente.

Otros cristianos han pensado que en este acontecimiento Jesús permitió a los apóstoles ver su gloria, de la que se había despojado en la encarnación, una gloria no perdida sino sólo “puesta entre paréntesis“.

Otros, más recientemente, prefieren ver en el relato de la Transfiguración una anticipación de la Pascua: sería fruto de la fe en Jesús resucitado, de su identidad revelada en la resurrección, y por tanto leída a posteriori como profecía de la Pascua.

Diferentes lecturas, todas posibles, que no son excluyentes entre sí. Nosotros con sencillez, con ojos sencillos, acogemos el misterio de este acontecimiento como una revelación: Jesús, aquel hombre de Galilea, que como un profeta tenía discípulos y hablaba a las multitudes, aquel hombre precario, frágil, en camino de muerte, era en verdad el Hijo de Dios y sus prerrogativas divinas no aparecían porque era verdadera y totalmente hombre y no en condición de semidiós. ¡Sí, aquel hombre era el Hijo de Dios!

Para testimoniarlo, intervienen ante todo Moisés y Elías, en su gloria de vivir en Dios. Están a su lado y le hablan de su «éxodo», de su fin, de su muerte que se producirá dentro de poco en Jerusalén, la ciudad hacia la que se dirige: será un éxodo, un paso, porque el Padre lo resucitará en la gloria (cf. Lc 9,51; 24,51).

Lo que Jesús había anunciado como su fin próximo en Jerusalén es llamado “gloria” por la Ley (Moisés) y los Profetas (Elías). Aquí está la convergencia en Jesús de todas las Escrituras de Israel, que sólo en él encuentran unidad y pleno cumplimiento. Para los tres discípulos este acontecimiento aparece como un sello de aquello que siguen: lo que les sucede está de acuerdo con todas las Escrituras, es según la revelación de Dios dada hasta entonces a Israel, el pueblo de la alianza.

Incapaces de afrontar este misterio, Pedro, Juan y Santiago están agobiados por el sueño, pero consiguen vencerlo y contemplar “la gloria” de Jesús y de los dos hombres que hablan con Él de su pasión, muerte y resurrección. El peso de la gloria los invade, de modo que, de alguna manera, ven venir con poder el reino de Dios (cf. Mc 9,1).

Pedro entonces, en una especie de éxtasis, pide a Jesús que haga duradero ese momento, como un momento de visión y ya no de fe, de felicidad y ya no de fatiga, de paz y ya no de lucha espiritual. Pero mientras Pedro aún estaba hablando de manera extática, he aquí que la nube de la Shekinah, de la Presencia de Dios, viene y los envuelve con su sombra, causando temor y temblor en los discípulos.

Están ante Dios en su esfera de vida, no en la luz deslumbrante sino en la nube que oscurece y no les deja ver: sienten miedo pero no ven nada, perciben la Presencia de Dios pero no la ven. Pero ellos oyen, escuchan, porque a Dios no se lo ve sin morir (cf. Ex 33,20), pero siempre se lo escucha, como había enseñado Moisés a los hijos de Israel: “El Señor os habló desde el fuego y oísteis el sonido de sus palabras, pero no visteis ninguna figura; ¡Sólo había una voz!” (Dt 4,12).

La voz de Dios resuena en aquella nube como revelación de la identidad de Jesús y, al mismo tiempo, como tarea para sus discípulos: “Éste es mi Hijo, el Elegido; ¡Escúchalo!”. ¿Qué escuchan realmente Pedro, Juan y Santiago? Escuchan la profecía de Isaías sobre el Siervo anónimo del Señor, figura esperada por los creyentes de Israel: «He aquí mi Siervo, mi Elegido» (Is 42,1).

La revelación es ahora Jesús mismo, su persona y el gran mandato: “¡Escucha, Israel!”. (Shemá Yisra’el: Dt 6,4) se convierte en: “¡Escuchad al Hijo, escuchadlo!”. También la escucha de la Ley y de los Profetas debe convertirse en escucha de Jesús, el Hijo a quien Dios ama porque cumple su voluntad, según la misión recibida. Los tres ahora conocen a Jesús: es el Hijo amado de Dios, enviado por Él para ser escuchado.

Así, en silencio, termina este acontecimiento narrado con dificultad: Jesús está de nuevo solo con los tres, quienes, mudos por el estupor y la adoración del misterio, no hablan, no saben contar lo que han visto, hasta después de que Jesús ha resucitado de entre los muertos.

De hecho, la transfiguración es un signo y una profecía de la resurrección misma: también los justos serán transfigurados en el Reino de Dios después de su muerte.

En verdad, también nosotros esperamos este acontecimiento, deseamos participar en él en nuestra vida y de hecho lo hacemos, pero no tenemos la fe suficiente para verlo como gloria de Dios: ¡seguimos siendo hombres y mujeres de poca fe!

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

***

Subir, contemplar y escuchar

Después del primer Domingo, en el que se nos narra el episodio de las tentaciones, en el segundo Domingo de Cuaresma el Evangelio nos lleva al monte para entrar en el acontecimiento de la Transfiguración del Señor. Este texto concluye la primera parte del Evangelio de Lucas, en la que el evangelista nos lleva cada vez más a comprender la identidad de Jesús.

Herodes piensa que es un profeta, la gente dice que es el Bautista, los discípulos dicen que es el Cristo de Dios, pero no saben qué quiere decir Cristo ni qué quiere decir Dios, y Jesús explica que es el Hijo del Hombre. El Hijo del Hombre es la figura gloriosa de Daniel 7 que será Juez del mundo, la figura más divina que existe, pero que tendrá que sufrir. Él será el Siervo de Yhwh, que pasa por la cruz, y así vencerá el mal.

Subió al monte a orar. Sólo Lucas enfatiza que Jesús está orando, mientras ora su rostro cambia de apariencia. La manifestación del rostro de Jesús, y por tanto del rostro del Padre, se produce en el encuentro personal de Jesús con Dios Padre. Jesús necesita de esta intimidad y en la oración se hace visible la verdad y plenitud de su identidad.

Nos encontramos en una encrucijada del Evangelio, en un encuentro con Él dado a pocos. En esta oración se deja acompañar por Pedro, Juan y Santiago y serán también los mismos discípulos quienes le acompañarán en otra oración, la de Getsemaní, donde Jesús se dispondrá a mostrar no su rostro glorioso y luminoso, sino el desfigurado.

En el fondo se trata del mismo acto: por una parte se ve el rostro oculto, privado, y por otra se ve el rostro público, humillado, desfigurado hasta el punto de no ser la apariencia de un hombre y que aparecerá después de la oración en Getsemaní. Sólo después de haber visto aquel rostro desfigurado levantado en la cruz del monte Calvario, sólo después de haber visto su rostro después de la resurrección, los discípulos comprenderán lo que les había sido revelado por el Padre acerca del Hijo el día de la transfiguración.

Y he aquí dos hombres que hablaban con él…. Los discípulos ven junto a Jesús a dos hombres que le hablan de su éxodo, es decir, de su muerte en la cruz. Son Moisés y Elías, la ley y los profetas.

Dos hombres se les aparecerán a las mujeres en el sepulcro (Lucas 24,4) y nuevamente a través de la ley y los profetas las mujeres entenderán lo que ha sucedido. El mismo Jesús resucitado, en el camino de Emaús (Lc 24,13ss), explicará a través de Moisés, de los Profetas, del Antiguo Testamento, cómo era necesario que el Señor sufriera estas cosas para entrar en su gloria. Leer más…

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Nex Benedict y todos los hijos transfigurados de Dios, ¡Rogad por nosotros!

Lunes, 26 de febrero de 2024
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IMG_1293Nick Fagnant

La reflexión de hoy es del colaborador invitado Nick Fagnant. Nick es un estudiante de doctorado que estudia “Teología y Educación” en la Escuela de Teología y Ministerio Clough de Boston College. Después de una carrera de enseñanza y ministerio en escuelas secundarias católicas, el enfoque del trabajo actual de Nick es la “educación ignaciana queering”. A Nick también le encanta pasar tiempo con su sobrino, luchar con su perro y leer increíbles historias de ciencia ficción.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el segundo domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

Hace apenas unos días conocimos información trágica sobre la paliza y muerte de una joven trans*. De la Human Rights Campaign:

Nex Benedict, un estudiante de secundaria no binario de 16 años, amaba la naturaleza y veía el programa de televisión The Walking Dead. Nex disfrutaba dibujando, leyendo y jugando Ark y Minecraft. Nex también tenía un gato, Zeus, al que amaban. La familia de Nex tiene parte de sus raíces en la nación Choctaw y estaba en un proceso para comprender más sobre la identidad de Nex, como muchos otros padres de jóvenes transgénero y no binarios. El 7 de febrero de 2024, Nex fue golpeado brutal salvajemente dentro de un baño en la escuela secundaria Owasso en Owasso, Oklahoma, donde Nex era estudiante. Nex fue llevado al hospital y dado de alta, para ser readmitido al día siguiente. El 8 de febrero de 2024, Nex sucumbió a las heridas sufridas y murió trágicamente”.

Tres niñas cisgénero golpearon a Nex en el baño de niñas, ya que la ley de Oklahoma exige que los estudiantes utilicen los baños escolares asociados con su sexo asignado al nacer. Si bien aún se investiga la causa de la muerte de Nex, la paliza propinada por las tres niñas no está en duda.

La muerte de Nex no es un caso singular. Especialmente durante el Mes de la Historia Afroamericana, recuerdo que las mujeres trans* negras corren un riesgo extremo de sufrir violencia, incluso si la violencia contra las mujeres trans* de color rara vez aparece en las noticias nacionales. En 2023, al menos 32 personas trans* o de género expansivo fueron asesinadas en los EE. UU., el 84 % de las cuales eran personas de color. Necesitamos recordar los nombres de personas trans* como London Price, que fue asesinada a tiros en Florida en octubre, y Sherlyn Marjorie, una querida artista drag, que fue asesinada por una ex pareja íntima. Necesitamos recordar a Tortuguita, una activista ambiental, que fue asesinada a tiros por un policía estatal durante una protesta, y a Zachee Imanitwitaho, una inmigrante ruandesa en Estados Unidos, que fue encontrada muerta en el estacionamiento de su lugar de trabajo. Necesitamos recordar a Unique Banks quien, junto con su madre, murió en un tiroteo masivo.

Y podemos seguir y seguir. Esta lista de nombres es trágica y abrumadora. Se lee como una letanía de santos. Estas personas trans* emprendieron un largo y confuso viaje para comprender sus identidades centrales, su yo mismo. Aunque les costó la vida, eligieron vivir auténticamente. En sus historias, quiero exaltarlos como los hijos amados y transfigurados de Dios que veo que son.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el Segundo Domingo de Cuaresma, un tiempo para confrontar nuestros fracasos, me ayudan a procesar estas muertes, así como el pecado personal y social más amplio que apunta deliberadamente a estos miembros específicos de nuestra familia LGBTQ+.

El Evangelio de Marcos contiene tres momentos en los que el cielo cambia y una voz anuncia a Jesús como el Hijo de Dios. Esto ocurre por primera vez en el bautismo de Jesús en el Jordán. Aquí, las nubes se abren, una paloma desciende y una voz del cielo afirma que Jesús es el Niño “amado” de Dios. Nex, como tantos niños trans*, necesitaba escuchar esa voz sagrada que les decía que ellos también son amados de Dios. Especialmente como miembros del Cuerpo de Cristo, ¿cómo podemos anunciar mejor a las personas trans* como hijos amados de Dios? ¿Como nuestros queridos hijos?

El segundo acontecimiento ocurre en la lectura de hoy, la historia de la Transfiguración. Jesús está flanqueado en el monte por Moisés (que simboliza la Ley) y Elías (que simboliza a los Profetas). Una vez más, el cielo se abre y el Padre declara a Jesús como el Hijo amado. Mientras tanto, Peter, James y John se sienten confundidos y aterrorizados. Incluso en la Transfiguración, los más cercanos a Jesús no comprenden la verdad de quién es él.

Saber que tu cuerpo sagrado está transfigurado mientras las personas más cercanas a ti no comprenden tu identidad central como “amado” de Dios debe ser increíblemente solitario. Los padres de Nex dijeron que “estaban en un proceso para comprender más sobre la identidad de Nex“. Aprender las verdades fundamentales sobre un ser querido requiere dejar de lado intencionalmente el miedo y las ideas preconcebidas para poder abrazar la humildad y viajar junto a él mientras se descubre y revela.

Durante el resto del Evangelio de Marcos, los discípulos continúan su proceso relacional para discernir la identidad central de Jesús. Al igual que los padres de Nex, no pueden ver la plenitud del hijo transfigurado de Dios a quien aman. ¿Qué vemos cuando nos enfrentamos a personas contemporáneas, sagradas, transfiguradas y encarnadas? ¿Cómo tomamos la iniciativa de aprender más sobre las identidades trans*?

IMG_3251  Nex Benedict

La tercera descripción que hace Marcos de una voz que revela la verdadera identidad de Jesús ocurre en la crucifixión, después de que Jesús fuera traicionado y abandonado por los apóstoles. Esta vez, nuestras expectativas se ven trastocadas: no es Dios Padre, sino un soldado romano quien reconoce a Jesús como el Hijo. Marcos nos presenta a este soldado como modelo y esperanza de nuestra propia conversión de corazón y cultura. A pesar de actuar a menudo como el soldado romano en complicidad con una cultura de muerte, ¿cómo creamos una cultura de vida que apoye la seguridad de los niños trans* y promueva su florecimiento?

Es hora de que honremos al amado Niño de Dios celebrando a otros miembros transfigurados y de género expansivo del Cuerpo de Cristo. Pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos la ayuda de quienes nos han precedido:

Nex Benedict: ¡Ruega por nosotros!

London Price: ¡Ruega por nosotros!

Sherlyn Marjorie: ¡Ora por nosotros!

Tortuguita: ¡Ruega por nosotros!

Zachee Imanitwitaho: ¡Ruega por nosotros!

Unique Banks: ¡Ruega por nosotros!

Todos vosotros santos hermanos: ¡Rogad por nosotros!

Todos los amados y transfigurados Hijos de Dios que han sido asesinados por la confusión, el terror y el miedo de nuestro mundo: orad por nosotros, para que tengamos el coraje de trabajar por el día en que todos los Hijos trans*figurados de Dios estén seguros y sean celebrados. !

–Nick Fagnant, 25 de febrero de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Escuchar a Jesús”. 2º Cuaresma – B (Marcos 9,2-10)

Domingo, 25 de febrero de 2024
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IMG_2900Cada vez tenemos menos tiempo para escuchar. No sabemos acercarnos con calma y sin prejuicios al corazón del otro. No acertamos a acoger el mensaje que todo ser humano nos puede comunicar. Encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a las personas, sin apenas detenernos a escuchar realmente a nadie. Se nos está olvidando el arte de escuchar.

Por eso tampoco resulta tan extraño que a los cristianos se nos haya olvidado, en buena parte, que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Sin embargo, solo desde esta escucha nace la verdadera fe cristiana.

Según el evangelista Marcos, cuando en la «montaña de la transfiguración» los discípulos se asustan al sentirse envueltos por las sombras de una nube, solo escuchan estas palabras: «¡Este es mi Hijo amado: escuchadle a él!».

La experiencia de escuchar a Jesús hasta el fondo puede ser dolorosa, pero es apasionante. No es el que nosotros habíamos imaginado desde nuestros esquemas y tópicos. Su misterio se nos escapa. Casi sin darnos cuenta nos va arrancando de seguridades que nos son muy queridas, para atraernos hacia una vida más auténtica.

Nos encontramos, por fin, con alguien que dice la verdad última. Alguien que sabe para qué vivir y por qué morir. Algo nos dice desde dentro que tiene razón. En su vida y en su mensaje hay verdad.

Si perseveramos en una escucha paciente y sincera, nuestra vida empieza a iluminarse con luz nueva. Comenzamos a verlo todo con más claridad. Vamos descubriendo cuál es la manera más humana de enfrentarnos a los problemas de la vida y al misterio de la muerte. Nos damos cuenta de los grandes errores que podemos cometer los humanos y de las grandes infidelidades de los cristianos.

Hemos de cuidar más en nuestras comunidades cristianas la escucha fiel a Jesús. Escucharle a él nos puede curar de cegueras seculares, nos puede liberar de desalientos y cobardías casi inevitables, puede infundir nuevo vigor a nuestra fe.

José Antonio Pagola

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“Éste es mi Hijo amado”. Domingo 25 de Febrero de 2024. Domingo segundo de Cuaresma

Domingo, 25 de febrero de 2024
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20-cuaresma B2 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 22,1-2.9-13.15-18: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Salmo responsorial: 115: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Romanos 8,31b-34: Dios no perdonó a su propio Hijo.
Marcos 9,2-10: Éste e mi Hijo amado.

Después del anuncio de la pasión y del llamado al seguimiento, Marcos introduce el relato de la transfiguración (Mc 9,2-8). Algo así como una “Pascua anticipada”, junto a una crucifixión igualmente “anticipada”. Después viene la discusión sobre la resurrección y el retorno de Elías (Mc 9,9-13) y la historia de la sanación del niño mudo (Mc 9,14-29). Según Xavier Pikaza, los tres relatos tejen un tríptico eclesial que vincula la experiencia de oración, la fe sanadora y el anuncio de la pasión y la resurrección. Así la experiencia pascual (transfiguración) está unida a la acción liberadora.

Veamos en primer lugar la fuerza simbólica del relato, y después “ataremos cabos” para resaltar el mensaje para nuestro HOY:

“Seis días” que evocan los “seis días” de la creación, o los “seis años” de trabajo antes del “año sabático”. Es pues, tiempo productivo, de siembra, de actividad, de preparación. En este ambiente sucede la transfiguración. Pudiéramos decir que la transfiguración pertenece a “otro tiempo”, que irrumpe en el “tiempo ordinario”, con el fin de producir un contraste, un desequilibrio, un llamado de atención, una corrección.

“Tres discípulos”: Pedro, Santiago y Juan, en representación de la comunidad discipular conducida por Jesús. La humanidad masculina en camino al encuentro transformador con la divinidad. Quizá por ello más necesitada de la corrección que va a desarrollarse en lo alto del monte.

“Vestidos resplandecientes” para resaltar la transformación, en donde el resplandor y la blancura expresan la profundidad y la integridad del cambio operado. Las primeras comunidades cristianas usaron vestidos blancos recién lavados para simbolizar la nueva vida que se proponían vivir. Los vestidos exteriores son expresión de los profundos cambios en el interior de las personas.

“Tres seres resplandecientes”: Jesús, Moisés y Elías, en representación de la “comunidad celestial” en comunión. También masculina. Quizá por ello, el encuentro de las dos comunidades sólo suman “seis”. La plenitud del “siete” tendrá lugar mediante la inclusión de la comunidad femenina.

“Tres tiendas”, simbolismo del éxodo y del Dios del éxodo, experiencia tribal originaria y fundacional de Israel. El tiempo de las tiendas es también tiempo de alianza tribal, de solidaridad, de igualdad. En la fiesta de las tiendas sukkot cada familia hacía una choza y habitaba en ella, recordando la salida de Egipto.

Tenemos un énfasis en el simbolismo trinitario: 3 seres celestiales (Jesús, Moisés, Elías), 3 discípulos (Pedro, Juan, Santiago), 3 chozas (éxodo); tres veces tres junto con la gloria de Dios. Tres significa comunidad, perfección, plenitud. Es la propuesta comunitaria de Dios para la humanidad a partir del mismo ser trinitario de Dios. Es el proyecto a construir una vez que se regrese a la llanura.

“Nube”, para los pueblos del desierto significa sombra, lluvia, vida, alegría, bendición. Por eso, siempre está relacionada con Dios. Es un signo visible de la presencia y la compañía gratificante de Dios. Así lo fue durante la travesía del pueblo por el desierto, Dios caminaba delante de él señalando el camino. La voz y la nube van junto al pueblo, cuando este decide construir el proyecto de Dios.

“Subir el monte alto”: evocando Horeb-Sión, lugar donde Moisés y Elías se vieron “cara-a-cara” con Dios. Epifanía que revela el proyecto de Dios y que da fuerza y sabiduría para llevarlo a cabo. Ascenso humanizador, en cuanto capacidad y decisión para realizar lo revelado por Dios.

“Descender del monte”: a la llanura, para el encuentro y la transformación humana y social. En el descenso, quienes experimentaron la resurrección, discuten sobre la “resurrección de los muertos”. El monte está relacionado con la resurrección y la llanura con la muerte. Evocación de los orígenes de Israel en las montañas tribales en contraste con las llanuras tributarias e idolátricas. Producir tal contraste es la tarea permanente de quienes “descienden del monte”. De ahí el imperativo a descender.

En el camino a Jerusalén era necesaria la transfiguración. Galilea había mostrado el “éxito” del reino de Dios. La comunidad discipular identificó allí la realización de los tiempos mesiánicos relacionados con los milagros de Jesús y con las multitudes necesitadas. La expectativa judía de un Mesías liberador de la opresión romana estaba siendo respondida. La comunidad discipular aún no salía de estos moldes mesiánicos. Cuando Jesús anuncia su pasión y crucifixión, hay alarma y desconcierto. No se entiende un mesianismo que pase por la cruz. Para “corregir” esta situación vivida por la comunidad post-pascual de Marcos, el relato introduce la transfiguración.

No sabemos cuál sea el contenido materialmente histórico de este relato teológico, ni es importante conocerlo; este relato, como todo el evangelio, no está escrito tanto “para que sepamos” un dato material de la vida de Jesús, sino “para que creamos”, para alimentar nuestra fe subrayando un aspecto de una verdad salvífica (no una verdad física). Para comunicarnos un mensaje espiritual (una verdad profunda), sin que importe la veracidad fáctica del hecho que sirve de símbolo-vehículo para la transmisión de ese mensaje (o sea, aunque como verdad superficial no fuera cierto tal hecho).

Lo que en el sentido profundo se trasmite en el texto es una vivencia fundamental para toda persona humana, que lo fue sin duda también para Jesús: la necesidad de transcender la superficie de las cosas para captar su sentido profundo. En un momento privilegiado de gracia, los discípulos pudieron acceder a una visión más honda de lo que significaba aquél Jesús humilde que les acompañaba “como uno de tantos”. Y eso les dio ánimos y les fortaleció para continuar la “subida a Jerusalén”.

La fe es la que opera esa “transfiguración”; por ella la vida real, tantas veces chata y sin relieve, rutinaria o hasta decepcionante, se “trasfigura”, mostrándonos sus riquezas de sentido, su trasfondo de dimensiones transcendentes, hasta hacernos experimentar incluso que “todo es gracia”, como dijo Bernanos. Ante esa visión transfigurada de la realidad, uno se extasía, sentimos el deseo de detener el tiempo para contemplar y saborear… Pero esos momentos privilegiados, transfigurados, son excepciones; a lo largo del camino hacia Jerusalén hay pocos montes Tabor…

La fe es la que debe suplir y hacer posible en el fondo del corazón la fuerza para subir al monte Tabor, incluso cuando podamos estar más cerca del otro monte, el Calvario… La fe nos puede dar “una visión contemplativa de la realidad”, una visión mayor, penetrante, transfiguradora, anticipadamente escatológica incluso. Este poema de Casaldáliga que les ofrecemos parece expresar algo semejante.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva”

Entonces veré el sol con ojos nuevos
y la noche y su aldea reunida;
la garza blanca y sus ocultos huevos,
la piel del río y su secreta vida.

Veré el alma gemela de cada hombre
en la entera verdad de su querencia;
y cada cosa en su primero nombre
y cada nombre en su lograda esencia.

Confluyendo en la paz de Tu mirada,
veré, por fin, la cierta encrucijada
de todos los caminos de la Historia

el reverso de fiesta de la muerte.
Y saciaré mis ojos en Tu gloria,
para ya siempre más ver, verme y verte.

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25.2.24. Dom 2. Cuaresma: Transformación de la iglesia dormida (Mc 9,2-8)

Domingo, 25 de febrero de 2024
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IMG_3259Del blog de Xabier Pikaza:

Este domingo suele llamarse de “trans-figuración” o cambio de figura (apariencia externa) de Jesús y de la iglesia. Pero el evangelio  no dice “cambio de figura” (trans-figuración: que cambie externamente todo para que nada cambie), sino de forma de ser  (transformación, metamorfosis).  

 Son muchos los que, en contra del evangelio, sólo quieren unos cambios “cosméticos” de la figura/apariencia de la iglesia (dormidos allí arriba los tres: Pedro, Jacob, Juan), para que todo siga igual.

El evangelio quiere un cambio de morfé/forma de ser (meta-morfosis o trans-formación)  de la iglesia.

Marcos 9,2-10

En aquel tiempo, Jesús llevó a Pedro, a Jacob y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transformó (mete-morphôzê) delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.” De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.” Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”.

Comparar los textos

Esta es la fiesta de  la meta-morfosis, el cambio de ser de Jesús y de la iglesia, no un pequeño cambio externo, cosmético, de la iglesia, conforme al principio deLampedusa: Que parezca que cambia todo, para que nada cambie (Gatopardo). 

Esta Meta-morfosis de Jesús  tiene que ser cambio del triunvirato de la iglesia (Pedro, Jacob, Juan)nos invita a un cambio radical en la forma de ser (no sólo de la figura externa de la vida.

Marcos 9, 2 Y seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, les subió a solas a un monte muy alto y se trans-formó (fue transformado) ante ellos. 3 Y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero del mundo podría blanquearlos. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.

La traducción latina/romana  de Marcos (y el texto de Lucas 9, 28b-30) dicen que fue un cambio de figura (trans-figuratus), un cambio de la apariencia del  rostro (eidos/figura de su rostro) cambió, se hizo distinto (heteron), sus vestidos brillaban etc.

 Anotaciones sobre el texto de Marcos

Y seis días después… Posiblemente alude al Día de Dios (sábado o domingo), pasados seis días de la escena anterior, la de Cesarea de Felipe, con la “confesión” de Pedro y la revelación de Jesús (dar la vida por el Reino). Ha pasado la semana de los días de la creación, llega el día séptimo de la gloria de Cristo.

Tomando a solas a Pedro, Santiago Zebedeo y Juan. El triunvirato oficial de la Iglesia. Estos tres son signo de la historia de Jesús, su grupo de intimidad; ellos son, al mismo tiempo, el testimonio de la iglesia entera.

  • Son los tres primeros del tiempo de Jesús, compendio de todas la iglesia posterior
  • Más tarde el triunvirato lo forman los tres del Concilio de Jerusalén: Pedro, Santiago/Jacob hermano de Jesús y Pablo (Gal 2, Hech 15). En los dos casos tenemos una iglesia “trinitaria” de tres varones.
  • Trinidad de mujeres... Tanto Mc 15-16  como en Mateo y Lucas en vez del triunvirato ponen un triunfeminato, formado por las tres “marías” (Magdalena, con M. de Cleofás  y Salome), a las que Jn 19 añade el discípulo amado.

Les subió a un monte muy alto… Simbólicamente es el monte de Galilea… En el fondo es el monte de la Cruz y de la pascua… Es como si Jesús les/nos hiciera ascender… para descubrir la verdad, para transformarnos.

Fue trans-formado ante ellos. La palabra clave del relato es metemorphôze (fue transformado o metamorfoseado, en pasivo divino) ante ellos. Esa palabra (meta-mofosis) tiene un sentido técnico en griego (e incluso en latín) y evoca las transformaciones que asumen (padecen) los dioses y seres divinos, tomando diversas formas para presentarse y actuar. En esa línea se sitúa la obra clásica de Ovidio (Las Metamorfosis), escrita el año 7 d.C., en la que se narran, partiendo de las obras clásicas de Homero y Hesíodo (del conjunto de la mitología de Grecia y Roma), los cambios o “transformaciones” de dioses y héroes, desde el principio hasta el tiempo de Julio César (pocos años antes de Cristo). Toda la realidad es, según eso, una “metamorfosis” incesante de todo lo que existe, dentro del continuo sagrado de la realidad, donde dioses y hombres se vinculan (sin diferencia esencial).

Y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrante… Marcos no dice nada del cambio del rostro de Jesús (a diferencia de Lucas 9, 29, quien significativamente omite la palabra metamorfosis, por sus implicaciones de cambio externo, no radical de la vida), o de alguna de sus partes (como la mirada, cf. Ap 2, 18; 3, 18), sino que se fija sólo en sus vestidos, que se vuelven blancos, es decir, de color de cielo (cf. Ap 3, 18; 19, 14). De esa manera sigue la tradición del Antiguo Testamento, por ejemplo en Is 6, 1, donde se dice que el profeta vio a Dios, pero sólo se fija en su manto). También el joven de la pascua de Mc 16, 5 tendrá el vestido blanco.

Y se les aparecieron Elías y Moisés. En el monte de Jesús están los dos del AT: Moisés es la ley, Elías es la profecía… Falta el tercero que sería David o Salomón (sapienciales, salmos.., Esos dos conversaban con Jesús. Se les aparecieron a ellos (a los tres videntes), no a Jesús. La iglesia es una conversación de Jesús con Moisés y Elías . Sobre la interpretación de Moisés (la Ley) ha venido discutiendo Jesús con los escribas, desde Marcos 2, 7, pasando por 3, 22 y 7,1, hasta culminar en 14, 53.

Sobre la relación de Elías con Juan Bautista y con Jesús ha tejido Marcos su evangelio (desde 1, 2-3, pasando por 6, 15; 8, 29 y 9, 11, hasta 15, 35). Ellos representan la identidad de Israel, es decir, la Ley (Moisés) y la profecía (Elías), vinculadas en su raíz y señalando que el camino de Jesús, rechazado por otros como peligroso para la identidad y esperanza israelita, cumple en realidad esa esperanza.

Jesús asume y culmina de esa forma el camino y testimonio de Moisés y Elías. No se identifica con ninguno de ellos, no es Moisés ni es Elías, es alguien distinto, el Cristo, Hijo de Dios, pero cumple y culmina la función que ellos han iniciado, de forma que “conversa” con ellos. Mirados desde esa perspectiva así, Moisés y Elías realizan la misma función de Isaías y el Bautista en Mc 1,1-11: ofrecen testimonio, abren un camino de esperanza. Pero la palabra creadora y la revelación definitiva provienen directamente del Dios que engendra a Jesús diciéndole “tú eres mi Hijo” (1,9-11) o le declara como Hijo delante de sus discípulos (Éste es mi Hijo 9,7), cumpliendo y desbordando de esa forma las funciones de Moisés y Elías.

Esta es una escena de contraste. Las autoridades oficiales y sagradas de Jerusalén (escribas-sacerdotes-ancianos) van a condenar a Jesús en nombre de su Dios de poder (cf. Mc 8,31). Pues bien, ese mismo Dios avala a Jesús llamándole su Hijo, y así lo reconocen los representantes verdaderos de Israel (Moisés y Elías). Por eso, la Iglesia de Jesús que ha escrito y que acoge este pasaje viene a presentarse como auténtico Israel, heredera de todas las palabras de la ley y profecía (Moisés y Elías), frente a los judíos no cristianos que, en el fondo, habrían rechazado a sus padres verdaderos Pedro, Santiago y Juan descubren así a Jesús arriba, en la montaña de la gloria, culminando el camino de Moisés y Elías, con quienes él conversa (êsan synlalountes: estaban dialogando).

Posiblemente, en su origen, el texto evocaba una experiencia de resurrección: brilla sobre Jesús la gloria de Dios en la montaña de su pascua, en la que culmina todo el camino de Israel. Pero esa transformación pascual sólo tiene sentido (y sólo se realiza) en el camino que lleva a la entrega de la vida; por eso, Marcos ha querido situar esa escena en el momento clave del camino de Jesús, cuando él ha decidido tomar un camino de entrega de la vida a favor de los demás, poniéndose en manos del Dios de la Vida.

Meta-morfosis cristiana, no meta-morfosis o avatara de película  

Hay metamorfosis que no son más que cambios externos, una especie de mutaciones teatrales… en las que todo parece cambiar pero sin que cambie realmente nada conforme , una ley de la naturaleza, formulada por A. L. Lavoisier (1743-1794): “nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”. Aquí se podría aplicar la formula de Lampedusa, en el Gatopardo: Parece que se cambia todo para que no se cambie nada.

Avataras de las religiones de oriente… En un plano, en parte, semejante al anerior se sitúan muchas experiencias y/o formulaciones de las religiones orientales (sobre todo del hinduismo, pero también del budismo), que hablan de las manifestaciones sagradas de la divinidad o del misterio (Visnú, Shiva, el Dharma, lo Búdico…) en algunos seres privilegiados como Krisna, Rama o Gautama Buda. En sentido estricto, el que se metamorfosea no es el hombres, sino lo divino, que toma forma (apariencia) humana, para así ayudar a los hombres y mujeres en el camino de su divinización o liberación.

J. Cameron, Avatar/avatara. Hacia el año 2009/2010 se estrenó la película de  J. Cameron, titulada precisamente Avatar, en la que se expone con símbolos de fondo pagano y bíblico (Eva…), oriental y occidental, la posible tragedia de una humanidad técnica que ha perdido su vinculación con la naturaleza sagrada (la interconexión/metamorfosis que todo lo vincula), por un deseo esquizofrénico de dominio técnico, enriquecimiento idolátrico y muerte. Avatar es un canto a la gran Metamorfosis, que se concreta en las vinculaciones (sinapsis) sagradas que vinculan a todos los vivientes, dentro del Todo sagrado (que es la Madre).

Novedad Cristiana. La gran transformación Mc 9, 2-9 (cf. Mt 17, 1-13).

  • La iglesia está representada por los tres varones (Pedro, Jacob, Juan/Pablo), pero faltan aquí las mujeres… Hay que introducirlas…
  • Los tres se duermen…Quieren que Jesús les conceda el poder sobre el monte, no quieren hacer con él el camino… Son, somos, la iglesia dormida, miedosa… del triunvirato masculino.
  • En Mc 16, 1-8, el ángel de la pascua dice a las tres mujeres del monte verdadero (las tres marías), que dejen la tumba, que vayan a Galilea y pongan en marcha a Pedro y a su compañía… Con toda intención, Maros sigue diciendo que ellas no han ido todavía, que tienen que ir, que tienen que ponernos en marcha, bajar del monte, dejar el sueño, caminar…

Metamorfosis/transformación de la iglesia. Reflexión

Ese cambio está inspirado, fundado en Jesús,  con Moisés y Elías a su lado, con Pedro/Papa, pero también con Jacob y Juan… y sobre todo con las tres mujeres en la base. O realizamos todo ese cambio o morimos como iglesia.

Al  emplear esa palabra (metemorphôtê), Marcos quiera situar la experiencia de Jesús en el trasfondo religioso de su tiempo, pero destacando la novedad esencial del evangelio… No cambiar la figura externa, cambiar la realidad total del ser humano y de la forma de vida, como indica la partícula meta (más allá, por encima), que aparece en la expresión meta-noia (que se suele traducir por con-versión, pero que significa cambio total de conocimiento, meta-gnosis, de ser). La radicalidad cristiana de esa experiencia, entendida como meta-noia (cambio de conocimiento) y meta-morfosis (cambio de forma de ser) expresa la novedad más honda del cristianismo y de la iglesia.

La misma palabra metamorfosis (aceptada por Mt 17, 2, desde un contexto más judío) ha suscitado el recelo de Lucas, que no se atreve a utilizarla ni en griego y que sólo habla de un cambio en el rostro y vestidos de Jesús. Lucas sigue la traducción de la Vulgata (transfiguratus est coram ipsis, Mc 9, 2), habla de la Trans-figuración y no de la Trans-formación (Meta-morfosis) de Jesús y de la iglesia…

La palabra transfiguración es buena, pues nos invita a trascender o cambiar la figuras externa de la vida. Pero no es suficiente; no basta con cambiar la figura externa, hay que cambiar la forma de ser, la  realidad misma de la vida de la iglesia.

Es muy posible que el traductor de la Vulgata, con el evangelio de Lucas  y la liturgia latina hayan tenido miedo de utilizar la palabra  trans-formatio (trans-formación, cambio de forma-morphê) y por eso han puesto  transfiguración: hay que cambiar la figura externa de la iglesia; no se puede cambiar su forma de ser. Entendida así,  la fiesta de hoy es fiesta de trans-formación, ni simple trans-figuración. Por eso, la meta-morfosis no es un cambio de forma externa o figura, sino un cambio esencial, una “mutación” radical.

Comparación con Pablo. Flp 2, 6-11. Servicio de amor hasta la muerte.

La experiencia cristiana de la metamorfosis de Jesús (y de aquellos que creen en él) nos sitúa, según Marcos, cerca de aquello que Pablo y su escuela han explorado al hablar de la transformación radical de la vida, que se expresa de un modo privilegiado en Jesús.

Así, por ejemplo, en el himno de Flp 2, 6-11 se dice que Jesús ha tomado la “morphê” o forma/esencia de siervo, para realizar su tarea (en una línea de verdadera encarnación, no de apariencia). Pues bien, según eso, Jesús ha realizado la obra de Dios (siendo aquel que vive en morphê Theou, forma/esencia de Dios) por haber asumido la morphê doulou, forma/vida de servidor, entregándose así por los demás. Éste es el argumento que está al fondo de 1 Cor 15, 35-58, donde se habla de la gran trans-formación de la vida humana, que se realiza en Cristo, una meta-morfosis que puede y debe compararse a la que se produce (en otro nivel) en las semillas de las plantas, que se siembran y mueren y así “resucitan”.

Transformación y metanoia…

 Esa trans-formación con “meta” (meta-morphê) ha de vincularse se con la meta-noia (trans-gnosis, trans-pensamiento) del mensaje original de Jesús (Mc 1,14-15) y del discurso de Pablo en Atenas (Hech 17, 30) donde Pablo presenta ante la cultura el sentido de la transformación del cristianismo.

En el fondo del relato de la metamorfosis de Jesús en Mc 9, 2-8 está la experiencia de la gran trasformación pascual de la humanidad y del cosmos entero (cf. Rom 8, 18-30), que es el centro de la fe cristiana. Esa meta-morfosis de Jesús (su avatar) es mucho más que lo que busca y dice Cameron. No es un retorno a un tipo de “madre” naturaleza antigua (Eva, Pandora), de la que venimos, sino creación pascual de aquello que aún no somos. En un sentido, Cameron tiene razón (corremos el riesgo de matar a la Madre naturaleza). Pero en otro se queda muy corto: la meta-morfosis de Jesús nos lleva a futuros aún no explorados, ni imaginados…, en línea de creación pascual, a través de un amor que es capaz de dar la vida por los demás.

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La anticipación del triunfo de Jesús. Domingo 2º de Cuaresma. Ciclo B

Domingo, 25 de febrero de 2024
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IMG_3225Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo 1º de Cuaresma se dedica siempre a las tentaciones de Jesús, y el 2º a la transfiguración. El motivo es fácil de entender: la Cuaresma es etapa de preparación a la Pascua; no sólo a la Semana Santa, entendida como recuerdo de la muerte de Jesús, sino también a su resurrección. Este episodio, que anticipa su triunfo final nos ayuda a enfocar adecuadamente estas semanas.

El contexto

Jesús ha anunciado que debe padecer mucho, ser rechazado, morir y resucitar. Pedro, que no quiere oír hablar de sufrimiento y muerte, lo lleva aparte y lo reprende, provocando la respuesta airada de Jesús: «Retírate, Satanás». Luego llama a toda la gente junto con los discípulos, y les dice algo más duro todavía: no sólo él sufrirá y morirá; los que quieran seguirle también tendrán que negarse a sí mismos y cargar con la cruz. Pero tendrán su recompensa cuando él vuelva triunfante. Y añade: «Algunos de los aquí presentes no morirán antes de ver llegar el reinado de Dios con poder». ¿Se cumplirá esa extraña promesa? ¿Hay que hacerle caso a uno que pone condiciones tan duras para seguirle?

El cumplimiento: la transfiguración

Seis después tiene lugar este extraño episodio.

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: 

– «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 

Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:

– «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

– «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

El relato podemos dividirlo en tres partes: la subida a la montaña, la visión, la bajada. Desde el punto de vista litera­rio es una teofanía, una manifestación de Dios, y Marcos utiliza los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para describirla.

            La subida a la montaña

Es significativo el hecho de que Jesús sólo elige a tres discípu­los, Pedro, Santiago y Juan. La exclusión de los otros nueve no debemos interpretarla sólo como un privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan importante que no puede ser presen­ciado por todos. Por otra parte, se dice que subieron «a una montaña alta». Mc usa el frecuente simbolismo de la montaña como morada o lugar de revelación de Dios. Entre los antiguos cananeos, el monte Safón era la morada del panteón divino. Para los griegos se trataba del Olimpo. Para los israelitas, el monte sagrado era el Sinaí. También el Carmelo tuvo un prestigio especial entre ellos, igual que el monte Sión en Jerusalén.

            La visión

En la visión hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud.

1) La transformación de las vestiduras de Jesús, que se vuelven «de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo». Mc parece sugerir que del interior de Jesús brota una luz deslumbradora que transforma sus vestidos. Esa luz simboliza la gloria de Jesús, que los discípulos no habían percibido hasta ahora de forma tan sorprendente.

2) Elías y Moisés. Curiosamente, el primer plano lo ocupa Elías, considerado en el judaísmo el precursor del Mesías (Eclesiástico 48,10); el puesto secundario que ocupa Moisés resulta difícil de explicar. Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Sin Moisés, humana­mente hablando, no habría existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el profeta que salva a esa religión en su mayor momento de crisis, hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin él, habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los discípu­los (no a Jesús), es una manera de confirmarles la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está destruyendo la labor religiosa de los siglos pasados, se encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.

3) En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres tiendas suenan a simple despropósito. Mc lo justifica aduciendo que estaban espantados y no sabía lo que decía. Generalmente nos fijamos en las tres tiendas. Pero esto es simple conse­cuencia de lo anterior: «qué bien se está aquí». Pedro no quiere que Jesús sufra. Mejor quedarse en lo alto del monte con Jesús, Moisés y Elías que tener que seguirle con la cruz.

4) La nube y la voz. Como en el Sinaí, Dios se manifiesta en la nube y habla desde ella. Sus primeras palabras repiten exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo de Jesús, cuando Dios presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: «¡Escuchadlo!». La orden se relaciona con las anteriores palabras de Jesús, que han provocado tanto escán­dalo en Pedro, y con la dura alternativa entre vida y muerte que ha planteado a sus discípulos. Ese mensaje no puede ser eludido ni trivializado. «¡Escuchadlo!»

Este episodio está contado como experiencia positiva para los apóstoles y para todos nosotros. Después de haber escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las duras condiciones que impone a sus seguidores, tienen tres experiencias complementarias: 1) ven a Jesús transfigurado de forma gloriosa; 2) se les aparecen Moisés y Elías; 3) escuchan la voz del cielo.

Lo cual supone una enseñanza creciente: 1) al ver transformados sus vesti­dos tienen la expe­riencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) al aparecérseles Moisés y Elías se confirman en que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la revela­ción de Dios; 3) al escuchar la voz del cielo saben que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.

            El descenso de la montaña

La orden de Jesús de que no hablen de la visión hasta que él resucite (v.9) se inserta en la misma línea de la prohibición de decir que él es el Mesías (16,20). No es momento ahora de hablar del poder y la gloria, suscitando falsas ideas y esperanzas. Después de la resurrección, cuando para creer en Cristo sea preciso aceptar el escándalo de su pasión y cruz, se podrá hablar con toda libertad también de su gloria.

Dos padres, dos hijos, dos escándalos

            El domingo pasado recordamos un primer momento de la Historia de la Salvación: el diluvio y su relación con el bautismo. En este segundo domingo se recuerda el sacrificio de Abrahán (1ª lectura) y el sacrificio de Cristo (2ª). Las dos lecturas se relacionan por oposición. En la primera, Abrahán está dispuesto a sacrificar a su único hijo si Dios se lo pide, cosa que no ocurre. En la segunda, Dios entrega a su hijo para demostrarnos que está dispuesto a concedernos todo. Los dos textos extrañan, incluso escandalizan, a muchos cristianos.

Primer escándalo: el sacrificio de Abrahán (Génesis 22,1-2. 9-13.15-18)

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán,  llamándole: 

̶  ¡Abrahán!

Él respondió:

̶  Aquí me tienes.

Dios le dijo:

̶  Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

̶ ¡Abrahán! Abrahán!

Él contestó:

̶  Aquí me tienes.

El ángel le ordenó:

̶  No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo tu único hijo.

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:

̶  Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.

La práctica de los sacrificios humanos está muy extendida en los más diversos pueblos y culturas, desde Escandinavia al Japón. Pero el Antiguo Testamento nos informa también de algo más terrible: el sacrificio del primogénito. En casos de extrema necesidad, el rey o el jefe militar ofrecía en sacrificio a los dioses lo más valioso que poseía: el hijo o la hija primogénito. No sabemos si esta práctica estaba difundida también a nivel privado. Si lo que dice el profeta Jeremías no es exageración, cabe pensar que sí.

En esa práctica, desde la óptica de aquellos siglos, hay algo muy valioso: se reconoce el derecho de Dios a lo más querido para cualquier persona. Pero en Israel intuyeron pronto que Dios no quiere esa forma de piedad. Había que compaginar dos cosas aparentemente contradictorias: Dios tiene derecho a la vida del primogénito, pero no quiere ejercer ese derecho.

El relato del sacrificio de Abrahán cumple perfectamente este objetivo: el patriarca reconoce el derecho de Dios, pero Dios no quiere que lo ponga en práctica. Cuando se conocen las circunstancias históricas y culturales, el relato no escandaliza, sino que alegra.

Segundo escándalo: el sacrificio de Jesús (Romanos 8, 31b-34)

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Más difícil de explicar es este segundo escándalo. Porque nadie comprende que Dios sacrifique a su hijo para salvar a esa panda de indeseables que somos nosotros. Lo curioso es que los primeros autores cristianos (los evangelistas y los apóstoles en sus cartas) nunca se escandalizaban de este hecho. Se admiraban, pero no se escandalizaban. Por un motivo muy sencillo: no se quedaban en la muerte de Jesús, todo lo pensaban a partir de la resurrección. La historia había terminado maravillosamente bien. Y eso les capacitaba para ver de forma positiva incluso los aspectos más escandalosos. Las palabras de Pablo en esta lectura no pueden ser más duras: Dios «no perdonó a su propio Hijo». Sin embargo, Pablo no deduce de ahí que Dios es cruel, sino que está dispuesto a darnos todo con él.

Ya que la idea del juicio final se ha utilizado a menudo para angustiar a la gente, conviene advertir cómo lo enfoca Pablo. El fiscal es Dios; pero no el Dios justiciero, sino un juez corrupto que se pone de parte de los culpables. Y el juez es Jesús, que ha muerto y sigue intercediendo por nosotros. Es el caso más escandaloso de corrupción de la justicia. Afortunadamente para nosotros.

La mejor forma de ser agradecidos con este fiscal y este juez es vivir de acuerdo con sus palabras en el evangelio: “Este es mi Hijo amado, escuchadlo”.

 

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Segundo Domingo de Cuaresma. La Transfiguración. 25 de febrero, 2024

Domingo, 25 de febrero de 2024
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«Mientras bajaba de la montaña, Jesús les mandó que no explicaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos. Ellos retuvieron estas palabras, pero discutían entre ellos qué quería decir eso de «resucitar de entre los muertos».
(Mc 9, 2-10)

En el camino de preparación hacia la Pascua, hoy leemos en el Evangelio el texto de la Transfiguración de Jesús. Se trata de un episodio que prepara a los apóstoles para lo que se acerca: la pasión, muerte y resurrección de su Maestro.

Desde que Jesús comenzó a predicar y a sanar, sus acciones y palabras han ido mostrando quién es. Los apóstoles han sido testigos de lo que ha dicho y hecho. Sin embargo, Jesús es muy cauteloso a la hora de revelar su identidad, porque sabe que puede ser fácilmente malinterpretada. Él es el Mesías, sí, pero no un Mesías poderoso y triunfador, sino uno que será rechazado y abandonado por todos, que sufrirá y hasta morirá violentamente, pero que después resucitará. Jesús trata de hacer comprender a sus discípulos esto tan chocante.

En este contexto, la Transfiguración es una confirmación por parte de Dios Padre de quién es Jesús verdaderamente. Nos encontramos en un ambiente de intimidad y propicio para la manifestación de Dios. Solo los tres apóstoles más cercanos suben con Jesús a una montaña; allí, la ropa de Jesús se vuelve resplandeciente, aparecen Moisés y Elías, los envuelve una nube y la propia voz del Padre confirma que aquél es su Hijo, y que todo se hará como él dice.

Tal experiencia tiene que dar fuerza y certeza a Pedro, Santiago y Juan para todo lo que seguirá, que no será fácil. En efecto, no acaban de entender que Jesús resucitará porque no se creen que morirá realmente. La verdadera transformación de Jesús no será esta transfiguración, que parece tan agradable, delante de tres de sus amigos. Sino que será la resurrección desde la muerte para liberar de ésta a toda la humanidad. O, en otras palabras: se transformará en Vida sin ningún rasguño de muerte para dar Vida plena a cada persona.

Como los apóstoles, sentimos la tentación de quedarnos en la montaña. De rehuir lo que pide una entrega de nosotras. Pero nosotros sabemos cómo sigue la historia. Recibimos de Dios fuerza y certeza de lo que somos y de lo que estamos llamados a ser. Entregamos lo que somos y en este desprendimiento encontramos la vida verdadera. La Vida con mayúsculas, la vida en Dios. Tenerlo presente nos da fuerza, serenidad, esperanza y coraje.

Oración

«Danos valor, Padre, para atrevernos a vivir recordando que tú llevas vida nueva a todas la cosas. Renuévanos para que seamos testigos de tu fidelidad hasta el final

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Deshumanizar a Jesús para divinizarlo, ha sido la gran trampa.

Domingo, 25 de febrero de 2024
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"Transfiguration" by Carl H. Bloch, Danish Painter, 1834-1890. Oil on Copper Plate. Public domain. Source: www.carlbloch.com.Transfiguration” by Carl H. Bloch, Danish Painter, 1834-1890. Oil on Copper Plate. Public domain. Source: www.carlbloch.com.

DOMINGO 2º DE CUARESMA (B)

Mc 9,1-9

En los tres ciclos litúrgicos leemos, el segundo domingo de cuaresma, el relato de la transfiguración. Hoy leemos el de Marcos que es el más breve, aunque hay muy pocas diferencias con los demás sinópticos. Lo difícil para nosotros es dar sentido a este relato. Marcos coloca este episodio entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Hay una intención clara de contrarrestar ese lenguaje duro de la cruz.

Es descabellado que Jesús se dedicara a hacer una puesta en escena. Mucho menos que tratara de dar un caramelo a los más íntimos para ayudarles a soportar el trago de la cruz (cosa que no consiguió). Con ello estaría fomentando lo que tanto critica Marcos en todo su evangelio: El poner como objetivo último la gloria; aceptar que lo verdaderamente importante es el triunfo personal, aunque sea a través de la cruz.

La estructura del relato a base de datos del AT, nos advierte de que no se trata de un hecho histórico, sino de teología. No quiere decir que Dios realice un espectáculo de luz y sonido. Son solo experiencias subjetivas que, en un momento determinado, atestiguan la presencia de lo divino en un ser humano. La presencia de lo divino es constante en toda la realidad creada, pero el hombre puede descubrir esa realidad y vivirla de una manera experimental en un momento determinado de su vida.

A Dios nunca podemos acceder por los sentidos. Si en esa experiencia se dan percepciones sensoriales, se trata de fenómenos paranormales. Dios está en cada ser acomodándose a lo que es como criatura, no violentando nada de ese ser. La llegada a la existencia de todo ser es la consecuencia de la presencia divina en él. Esto no quiere decir que la experiencia de Dios no sea real. Quiere decir que Dios no está nunca en el fenómeno, sino en la esencia. “Si te encuentras al Buda, mátalo”.

Jesús, como ser humano, tuvo que luchar en la vida por descubrir su ser. El relato de hoy quiere decir que habitaba en él lo divino. Seguramente se trate de un relato pascual que se consideró oportuno retrotraer a la vida de Jesús. En los relatos pascuales se insiste en que ese Jesús Vivo es el mismo que anduvo con ellos por las tierras de Galilea. En la trasfiguración, se dice lo mismo, pero desde el punto de vista contrario. El Jesús que vive con ellos es ya el Cristo glorificado.

El relato, quiere demostrar que lo que descubrieron de Jesús después de su muerte, ya estaba en él durante su vida, aunque no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que nos hace ver el relato, antes de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad, no está añadido a ella. Este mensaje es muy importante a la hora de superar visiones demasiado maniqueas de Jesús.

Pedro, Santiago y Juan, los únicos a los que Jesús cambió el nombre. Eran buena gente, pero un poco duros de mollera. Necesitaron clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los demás. Los tres acompañan a Jesús en el huerto. Los tres son testigos de la resurrección de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús, que de pasión y muerte, ni hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús que quieren ser los primeros en su reino. Los tres demuestran que no entendieron el mensaje.

La montaña alta, la nube, la luz, la voz, el miedo, son todos elementos que aparecen en las teofanías del AT. El monte es una clara referencia al Sinaí. La nube fue signo de que Dios los acompañaba, sobre todo en el desierto. La nube trae agua, sombra, vida. Los vestidos blancos son signo de la divinidad. El hecho de que todos sean símbolos no disminuye en nada la profundidad del mensaje, al contrario, el lenguaje bíblico asegura la comprensión de los destinatarios, que eran todos judíos.

Moisés y Elías, además de ser los testigos de grandes teofanías, representan todo el AT, la Ley y los profetas. Significa que Jesús no se sacó su mensaje de la manga, sino que está en total acuerdo con el AT. Lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a Jesús. Hasta ahora, La Ley y los profetas eran la clave para descubrir la voluntad de Dios. Ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.

¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte que les había anunciado. Cuando les anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a Jesús: ¡Ni hablar! Ahora se encuentra a sus anchas. Manifiesta el mismo afán de gloria que a todos nos invade.

Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la “gloria”, y pretende retener el momento diciendo lo que piensa y manifestando su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero ahora no quieren bajar. Se habían acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar. Al poner al mismo nivel a los tres personajes, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la Ley y los profetas están superados. La voz corrige la visión de Pedro.

¡Escuchadlo! En griego, “akouete autou” significa escuchadle a él solo. A Moisés y Elías los habéis escuchado hasta ahora. Llega el momento de escucharle a él. El AT es el mayor obstáculo para escuchar a Jesús. Hoy lo son los prejuicios que nos han inculcado sobre Jesús. Escuchar es la actitud del discípulo. En el Éxodo, escuchar a Dios es obedecerle. La Palabra que escuchamos nos arranca de nosotros mismos.

No contéis a nadie… Es la referencia más clara a la experiencia pascual. No tiene sentido hablar de lo que ellos ni estaban buscando ni habían descubierto. No sólo no contaron nada, sino que a ellos mismos se les olvidó. En el capítulo siguiente nos narra la petición de los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro termina negándolo ante una criada. Hechos impensables después de una tal visión.

Lo importante no es que Jesús sea el Hijo amado, sino que cada uno de nosotros somos el hijo amado como si fuéramos únicos. Dios nos está comunicando en cada instante su misma Vida y habla en lo hondo de nuestro ser en todo momento. Esa voz es la que debemos escuchar. No tenemos que aceptar la cruz para alcanzar gloria. No llegamos a la vida a través de la muerte. En la muerte está ya la Vida.

Debemos escuchar a Jesús para poder comprender la Ley y los Profetas, no al revés. Seguimos apegados al AT. El mensaje de Jesús nos viene grande. Como Pedro, lo más que hemos hecho, es ponerlo al mismo nivel que la Ley y los Profetas. El interpretar a Jesús desde el AT nos ha jugado una mala pasada.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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