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El alma (3): la cultura popular y las traducciones.

Martes, 15 de febrero de 2022
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26BC6AE9-5955-469B-9D37-33ED2616D5BCPapiro P.Duk. 740 con salmo 88, versículos 15-18 de la traducción de la Biblia hebrea al griego.

Del blog de Antonio Piñero:

Una vez presentadas las líneas generales de los respectivos conceptos de “alma” que en las culturas hebrea y griega antigua existieron, es hora de ver cómo se conjugaron ambas cosas en la cultura helenística, la vida cultural que, desde Alejandro Magno hasta época romana, impregnó el Mediterráneo oriental.

Las creencias populares de la época helenística sobre el alma eran ya fuerza imparable cuando se tradujo la Biblia Hebrea al griego. Eso no quiere decir que los conceptos popularizados de la cultura antigua y la filosofía encajaran en la traducción bíblica. Si el pueblo pensaba que el alma era una parte del ser que conocía, sentía, pensaba, y era la personalidad manifiesta de la persona, también creía que lo propio del cuerpo no era lo propio del alma (comer, dormir frente a alegría o pena, por ejemplo). Además, se pensaba que el alma estaba relacionada con los diversos cielos, viajaba por ellos durante el sueño y estaba, en general, relacionada con el universo y que, tras la muerte, viajaban a un lugar concreto donde incluso podían ser castigadas, premiadas. Pero también podía considerarse el alma como la vida misma de una persona, y así, salvar un alma era salvar a una persona, incluyendo tanto lo físico como lo anímico.

Pero el helenismo incluyó también a la provincia persa de Yehud y a los hebreos que ya se habían extendido por el mundo oriental (Egipto, Siria, Babilonia, etc.). Así que cabe la posibilidad de que, además de lo que conocemos sobre la antropología de la Biblia Hebrea, se produjeran otras interpretaciones favorecidas por la dominante cultura griega.

La traducción griega, conocida como Los Setenta o Septuaginta, se sirvió de la palabra psyché en sentido más bien antropológico que filosófico, de manera que, aun siendo chocante, cuando se lee la traducción en griego o la versión española de esa traducción, debemos considerar que el alma es uno de los constituyentes de la vida física tal como pensaba la cultura hebrea antigua. La conclusión más interesante que se deriva de los estudios sobre el tema es que, en Los Setenta, falta esa concepción que hacía del alma algo inmaterial o al menos invisible, elemento esencial distinguible del cuerpo y capaz de existir más allá de la vida física. Así pues, si encontramos expresiones como carne y alma (Is 10, 18 o Salmo 62, 2) se refieren a la persona al completo, a su vida como ser finito.

No obstante, en algunos casos de Septuaginta parece que asoman conceptos más filosóficos que hebreos. Y, de hecho, otra cosa es encontrar la palabra psyché en la literatura judía posterior, especialmente si consideramos las ideas fariseas sobre la resurrección. El libro conocido como 1 Macabeos muestra una gran mayoría de usos de la palabra como referida a lo psicológico, lo cual es un indicio de la gran influencia griega cuando el texto es nuevo, es decir, no es una traducción de la Biblia Hebrea y, por tanto, puede mostrar mejor las influencias culturales helenísticas.

La colección de sentencias conocida como Pseudo Focílides, del s. I d. C., muestra claramente la influencia griega: el alma (psyché) sigue viviendo tras la muerte (105 y ss), bien vuelva a Dios o sea llevada por ángeles, según comentan el Apocalipsis de Esdras (6, 4) y el Testamento de Abrahán (6, 5). E incluso se pensaba que cuerpo y alma serían reunidos para el juicio final.

Pero hay datos todavía más helenizantes. El libro denominado Sabiduría es una clara muestra: en 9, 13-15 se abre paso la idea de que el cuerpo es una cárcel para el alma:

13 ¿Qué hombre, en efecto, podrá conocer la voluntad de Dios? ¿Quién hacerse idea de lo que el Señor quiere? 14 Los pensamientos de los mortales son tímidos e inseguras nuestras ideas, 15 pues un cuerpo corruptible agobia el alma y esta tienda de tierra abruma el espíritu lleno de preocupaciones. (Traducción de Cantera-Iglesias).

Pero no se trata de un alma divina, sino de una parte del cuerpo capaz de recibir el espíritu (pneuma) que emana de la divinidad para algunos santos.

La situación intelectual y teológica es más compleja que en el periodo definido únicamente por la antropología y religión semíticas; muestra hasta qué punto el bagaje filosófico griego ha de ser mencionado y atendido a la hora de acercarse a los orígenes del cristianismo.

Saludos cordiales.

www.eugeniogomezsegura.es

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Amores bíblicos sin prejuicios morales

Lunes, 6 de septiembre de 2021
Comentarios desactivados en Amores bíblicos sin prejuicios morales

978-84-1377-468-8Aunque ya habíamos publicado la entrevista que le hizo Carlos Osma, nos parece muy interesante este artículo de Alfonso Ropero aparecido en Religión Digital:

Renato Lings aborda en su segunda obra el amor y la sexualidad humana en la Biblia

Renato Lings, doctor en Teología en la Universidad de St Mark & St John (Reino Unido), aborda en Amores bíblicos bajo censura (Dykinson) el amor y la sexualidad humana en los textos sagrados

Danés de nacimiento y educación, Lings escribe con un estilo claro y elegante que hace muy atractiva la lectura de la exposición de sus argumentos, sin entrar en discusiones o polémicas que no sean capaces conducir a un fin convincente para los puntos de vista enfrentados

Una obra muy recomendable para todo estudioso bíblico que quiera tener una idea más aproximada al texto original de las controvertidas imágenes sobre el amor, la sexualidad y la afectividad, tan manipuladas políticamente en nuestros días

Tras una vida profesional dedicada a la traducción y la interpretación, Renato Lings, doctor en teología en la Universidad de St Mark & St John (Reino Unido), nos brinda una segunda obra en castellano dedicada a aquellos temas que tienen que ver con el amor y la sexualidad humana en la Biblia. Lings está convencido que la mayoría de los traductores han pecado en estas cuestiones dejándose llevar por prejuicios morales a la hora de traducir los términos bíblicos que se refieren al amor y el sexo. En algunos casos la traducción es ambigua, en otros, opaca, y en la mayoría, errónea, sobre todo en los que tratan la cuestión de la homoafectividad. A analizar y corregir esta tendencia obedece su último libro publicado, Amores bíblicos bajo censura. Sexualidad, género y traducciones erróneas (Dyckinson).

Danés de nacimiento y educación, Renato Lings escribe con un estilo claro y elegante, que hace muy atractiva la lectura de la exposición de sus argumentos. Otro punto importante, es que no entra en discusiones o polémicas que no sean capaces conducir a un fin convincente para los puntos de vista enfrentados en base a la meta que él mismo se ha propuesto de remitirse al texto bíblico original, recurriendo al sentido literal y etimológico de las palabras en juego.

Lings tiene sus convicciones, pero en su obra trata de mostrarse siempre objetivo, dejando que el texto bíblico hable por sí mismo mediante el sentido más literal posible del original hebreo o griego. En un tema tan delicado como el tipo de relación que pudo haber entre Jesús y el Discípulo Amado y que ha servido a algunos para justificar una relación homoerótica entre ambos, Lings cree que no hay que atreverse a tanto en base a la información textual que nos ofrece el evangelista. A lo más que podemos llegar en a afirmar que “entre estas dos personas hay una relación especial basada en el afecto, la intimidad y la confianza” (p. 185). Que un maestro tengo un alumno predilecto se ajusta a las normas culturales de su tiempo.

Por otra parte, escribe nuestro autor, “es notable la ternura que Jesús torturado, crucificado y agonizante manifiesta tanto a su madre María, como al discípulo amado. Viendo su dolor, los invita a apoyarse mutuamente a partir de este día tratándose como madre e hijo. Expresado en otras palabras, el Nazareno hace que su familia biológica, representada por María, quede unida con la familia amada de Betania que incluye al compañero entrañable” (p. 186).

Esta referencia a Betania se debe al resultado del análisis que Lings realiza a la hora de tratar de averiguar la identidad del discípulo humano. Después de considerar la opinión tradicional que asocia al autor del cuarto Evangelio con el apóstol Juan, hijo de Zebedeo, puesta en duda y negada por muchos eruditos modernos, Lings apunta a dos posibles candidatos. Uno, el misterioso joven rico de Mc 10,17-22 y Mt 19,16-22, aunque tenemos tan pocos elementos literarios sobre él que no podemos sacar nada claro, solo que Jesús sintió un vivo afecto por él (Mc 10,21).

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El otro candidato sería Lázaro de Betania, que no forma parte del grupo conocido históricamente como los doce apóstoles. Lázaro es el “amigo amado” de Jesús (Jn 11,3), y el único de los discípulos contra quien las autoridades judías emitieron una especie de herem, colocándolo en una situación de extrema vulnerabilidad, lo que vendría a explicar el silencio y casi clandestinidad de Lázaro, para confundir y despistar a quienes buscaban cómo darle muerte (p. 184).

Nuestro autor hace un especial énfasis en el sentido primero del verbo hebreo yadah, “conocer”, y hace casi una campaña contra el uso eufemístico del mismo para indicar una relación sexual. Yadah aparece en seis ocasiones en el relato de Sodoma y Gomorra como referente principal. Renato Lings hace un pormenorizado estudio de las ocasiones y contextos en que aparece yadah en la Biblia hebrea, siempre en el sentido de conocer, saber, darse cuenta, reconocer, investigar, inquirir. Aplicado al caso de Sodoma, Lings insiste en entender el verbo yahad en el sentido de “averiguar”, “investigar” o “interrogar” (Gn 19,5). Si este fuera el caso, es difícil comprender la negativa de Lot a dejar que los habitantes de Sodoma se entrevistasen con sus huéspedes, si lo único que pretendían era informarse, averiguar o tener noticias de otros lugares de boca de esos extranjeros. Es comprensible que los sodomitas se interesaran por lo que estaba sucediendo en otras ciudades de boca de esos visitantes. Si este fuera el caso, la negativa de Lot era una descortesía y hasta un agravio a las autoridades de la ciudad. Pero la cosa no debía tener ese sentido natural de curiosidad por saber cosas nuevas, puesto que Lot, ante el deseo de los sodomitas de conocer a sus invitados reaccionó de forma alarmante. Según describe gráficamente el texto bíblico Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí”. Algo muy grave temía Lot cuando cerró la puerta a sus espaldas, para impedir que nadie entrase. En el colmo de su desesperación, Lot ruego, “hermanos míos, no hagáis tal maldad”, y propone: “He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere”.

Es evidente que el autor sagrado, mediante este relato, quiere transmitir una situación muy grave y escandalosa. Para los traductores de la Nueva Versión Internacional (NVI) la intención de los sodomitas va más allá del simple “conocer”, correcta o incorrectamente, lo exponen como una violación grupal: “¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos!”. Igualmente explícita, en cuanto paráfrasis, es la versión La Palabra: “Hazlos salir fuera para que tengamos relaciones sexuales con ellos”. Es evidente que aquí el sentido de la palabra yadah no se puede decidir por su sentido etimológico, sino por el uso que se hace de la misma, lo cual se aplica al lenguaje en general en toda ocasión. Es cierto, como analiza Renato Lings, que el relato de Sodoma es interpretado con diferentes matices a lo largo de la historia bíblica (p. ej. Is 1:10-23; Jr 49,14-18; Ez 16,44-58), ya que es común a los autores bíblicos realizar lecturas actualizadas de los viejos textos, conforme a sus necesidades o puntos de vista.

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Ahora bien, si fuera posible aplicar la lógica a un relato que está más allá de la historia, habría que decir que es un absurdo pensar que una ciudad entera, desde el más joven hasta el más viejo (Gn 19:4), sea homosexual. El hagiógrafo no repara en esta incongruencia, él solo pretende relatar de un modo hiperbólico la causa de la desaparición de esas ciudades, cuya razón atribuye en general a un “pecado nefando” asociado al odio. La profesora Mieke Bal dice que el fundamento de cualquier violación es el odio, no la preferencia o inclinación sexual. Por eso es que muchas veces la violación “homosexual” es efectuada por “heterosexuales” (Death and Dissymmetry. Politics of Coherence in the Book of Judges. University of Chicago Press, 1988, 158-159). Teniendo en cuenta el carácter legendario del relato no vale la pena entrar en detalles sobre las razones del porqué de ese odio.

Uno de los errores de traducción más lamentables, dada la repercusión moral y judicial en la sociedad judeocristiana a lo largo de los siglos, es el cometido en Dt 23:17-18, donde en la versiones tradicionales suelen decir: No haya ramera de entre las hijas de Israel, ni haya sodomita de entre los hijos de Israel. No traerás la paga de una ramera ni el precio de un perro a la casa de Jehová tu Dios por ningún voto; porque abominación es a Jehová tu Dios tanto lo uno como lo otro”. El texto hebreo, traducido por “ramera” y “sodomita”, tiene la misma palabra en femenino y masculino: kedeshah y kadesh, derivado del vocablo utilizado para “santo”, “sagrado”, “sacro”: kadosh. Un ejemplo clave: “Santos [kedoshim] seréis, porque santo [kadosh] soy yo Jehová vuestro Dios” (Lv 19:1).

El texto hebreo de Dt 23 dice literalmente: “No haya kedeshah entre las hijas de Israel; ni haya kadesh entre los hijos de Israel”. El problema al que se enfrentaron los traductores es como traducir estos vocablos sin crear confusión y perplejidad en los lectores: No haya santas/consagradas entre las hijas de Israel; ni haya santos/sagrados entre los hijos de Israel”, y mucho más teniendo en cuenta los “consagrados” y “consagradas” a Dios en vida célibe en el cristianismo antiguo y moderno.

Jerónimo, según Renato Lings, fue el primero en usar el término latino meretrix,  “prostituta”, para kedeshah, aunque la palabra tiene poco o nada que ver con sentido original. En hebreo la palabra para prostituta es zonah. De un modo clarificador aparece junto a kedeshah en Os 4,14: “se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican [kedeshoth]”. Este texto, como explica Lings, nos ayuda a sacar la conclusión que la kedeshah y su homólogo masculino kadesh ejercen funciones sacerdotales de las religiones cananeas politeístas. Por tanto, Deuteronomio 23 no prohíbe ninguna especie de prostitución sagrada ni sodomía, sino que proclama la inadmisibilidad para cualquier israelita, hombre o mujer, copiar o participar en los cultos idolátricos de los pueblos colindantes. “Su presencia formalizada en los contextos religiosos cananeos constituirá una grave violación del primero de los diez mandamientos: No tendrás otros dioses ante mi” (Ex 20:3; Dt 5:7).

Algunos traductores y revisores de las traducciones de la Biblia han optado por traducir literalmente kedeshah y kadesh por “consagrada” y “consagrado”, aclarando en nota a pie de página su significado original. Renato Lings propone una opción más original y moderna. Teniendo en cuenta que en hebreo los tres vocablos kadosh, kadesh y kedeshah comparten las consonantes k-d-sh con sus contaciones de santidad/consagración, “podemos intentar establecer una analogía en castellano. Para este fin existen en nuestro tiempo situaciones religiosas comparables que permiten tomar de la palabra santo, las primeras letras s-a-n-t con el fin de crear una terminología que se ajuste a la situación denunciada por Deuteronomio” (p. 232-233). Así podríamos utilizar la palabra “santería”, en lo que tiene de culto supersticioso, como equivalente a la práctica de las antiguas religiones cananeas, de modo que podría leerse: “No haya santera entre las hijas de Israel, ni santero entre los hijos de Israel” (p. 233). El debate está abierto.

Como era de esperar, nuestro autor dedica sendos capítulos, entre otros relacionados con el amor, el matrimonio y el sexo, al carácter de las relaciones entre David y Jonatán, y el siervo del centurión romano sanado por Jesús. Como es habitual en él, no especula ni atribuye, ni proyecta sus ideas al texto bíblico, sino que lo desgrana mediante el recurso al significado original de los términos empleados buscando la traducción más correcta, en su afán de ser lo más objetivo posible.

En el caso del siervo e joven esclavo del centurión, Lings se permite imaginar que en este centurión, en griego hekatontarjos, hay motivos para asociarlo con el oficial romano que presenció la muerte de Jesús y confesó: “Verdaderamente este era hijo de Dios” (Mt 27:54). Parece más que mera coincidencia que un militar extranjero exprese su fe en Jesucristo, y que su convicción forme un contraste llamativo con la actitud de escepticismo mantenida por numerosos judíos” (p. 175), tipificando así la apertura del mensaje cristiano a toda persona, sin importar su origen étnico, clase social o estado civil.

Como una nota menor, aclarar que aunque es cierto que la palabra “hombre” hoy se usa en el sentido de masculinidad (p. 210), su etimonología está más cerca del concepto hebreo del que se supone. Hombre viene del latín homine, y tiene que ver con humus, “tierra”, de ahí, inhumar, en-terrar, devolver a la tierra lo que procede la tierra. Humus, a su vez, se vincula con una raíz indoeuropea que significa tierra, de modo que la traducción propuesta por el autor de adam como “terrícola”, no es muy acertada que digamos, propia de la literatura de ciencia ficción; de modo que hombre y humano guarda estrecha relación con el término hebreo adam y adamah, del que se dice con toda propiedad que polvo es y al polvo volverá.

En resumen una obra muy recomendable para todo estudioso bíblico que quiera tener una idea más aproximada al texto original de las controvertidas imágenes sobre el amor, la sexualidad y la afectividad, tan manipuladas políticamente en nuestros días.

Puedes conseguir el libro Amores bíblicos bajo censura en la Librería Dykinson.

Fuente Religión Digital

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“Amores bíblicos bajo censura”. Entrevista a Renato Lings

Sábado, 7 de agosto de 2021
Comentarios desactivados en “Amores bíblicos bajo censura”. Entrevista a Renato Lings

978-84-1377-468-8Interesantísima entrevista que hemos leído en el blog de Carlos Osma:

El teólogo Renato Lings acaba de publicar Amores bíblicos bajo censura. Sexualidad, género y traducciones erróneas con la editorial Dykinson (Madrid), donde profundiza en los textos bíblicos más significativos sobre la sexualidad y el género de forma crítica y liberadora. Lo hace de una forma exhaustiva y minuciosa, tanto, que en el prólogo del libro el profesor de la Universidad Pontificia de Comillas, Javier de la Torre, lo compara con un orfebre, y a los diecisiete capítulos que componen el libro, con diecisiete piedras preciosas que asombran a lectoras y lectores. Agradezco a Renato Lings, que desde su taller de orfebre malagueño, haya accedido a contestar estas preguntas sobre su nuevo libro.

¿Cómo surgió la idea de escribir este libro? ¿Qué pretende aportar?

En 2011 publiqué en Costa Rica Biblia y homosexualidad ¿Se equivocaron los traductores? El material contenido en este libro analiza una serie de textos del Antiguo Testamento. Por tanto, y para tener en cuenta la Biblia en su totalidad, se me ha planteado la necesidad de publicar una segunda obra que incluya también los textos del Nuevo Testamento que se suelen citar en los debates sobre sexualidad y género.

En Amores bíblicos bajo censura sigo una línea de interpretación parecida al libro anterior, pero he reducido el tamaño de cada capítulo con el fin de hacerlos más amenos, legibles e inteligibles. Además, he agregado algunos temas no tratados antes: los eunucos en la Biblia, Rut y Noemí, David y Jonatán, el centurión y su muchacho, el discípulo amado, la primera carta a los Corintios, la carta a los Romanos y la bendición original.

¿Ha sido fácil el proceso de composición y publicación?

No ha sido fácil. Ha habido varios retrasos en el proceso. Ante todo, la pandemia que nos rodea por los cuatro costados lo ha complicado bastante.

En su obra estudia con profundidad el significado de algunas palabras, por ejemplo yadah (conocer), que para un gran número de exegetas es un eufemismo sexual. De hecho, en el relato de Sodoma y Gomorra los varones piden a Lot que les entregue a sus dos huéspedes para conocerlos. Y en el Génesis Adán conoce a Eva y esta concibe a Caín. ¿Es o no es yadah un eufemismo sexual?

Claro, está muy arraigado en la cultura hispana el dicho “conocer en el sentido bíblico” utilizado como eufemismo sexual. Sin embargo, en el contexto del hebreo clásico, “conocer” tiene connotaciones jurídicas. Si Adán conoce a Eva, significa que la “reconoce” como esposa suya. Una vez celebrado este momento solemne, comienza la vida íntima de la pareja con la noche de la boda, siguiendo las costumbres del mundo antiguo. Al narrador no le preocupa la parte sexual de la relación.

También en el Génesis, en el relato de Sodoma y Gomorra, “conocer” interviene en seis ocasiones: Génesis 18,19 y 18,21; 19,5 y 19,8; 19,33 y 19,35. En todo momento, cumple funciones jurídicas y judiciales en el sentido de “reconocer”.

De todas maneras, el lenguaje del sexo en hebreo es bastante más concreto y menos eufemístico, como lo documento en el capítulo 2 del libro. Las expresiones típicas en el Génesis son “acostarse” (shákhab) con alguien o “entrar” o “llegar” (boo) a una persona.

Según la traducción que hace la Reina Valera de 1ª Cor 6,9, y muchas otras traducciones de la Biblia, ni los afeminados (malakoi) ni los homosexuales (arsenokoitai) heredaremos el reino de Dios. ¿Qué le parece esta traducción?

Francamente, desacertada. En primer lugar, malakoi significa literalmente “blandos”, adjetivo aplicable a diferentes grupos de personas incluidos los delicados, los indecisos, los carentes de pasión o de dignidad o de firmeza. Además, en el mundo antiguo, los “afeminados” solían ser aquellos varones que se enamoraban de las mujeres o que les gustaba pasar mucho tiempo en su compañía.

En cuanto al término arsenokoitai, “varones-cama”, la traducción “homosexuales” es un anacronismo. La palabra homosexual pertenece a la época moderna, siendo acuñada en Alemania en el año 1869. Hoy por hoy se refiere a una relación igualitaria entre dos personas del mismo sexo, fenómeno que no existía en tiempos del apóstol Pablo ya que toda relación íntima, también entre el hombre y la mujer, se basaba en una rígida jerarquía social. O sea, en el mundo antiguo, las relaciones sexuales se desenvolvían entre dos individuos desiguales.

Por otra parte, durante el renacimiento europeo se pensó que arsenokoitai se refería a los pedófilos. Tal es el caso del reformador Martín Lutero, quien en su traducción alemana de la Biblia pone la palabra Knabenschänder, que significa literalmente “abusadores de niños”. En buen castellano, equivaldría probablemente a “corruptores de menores”.

Hay muchas otras palabras que usted muestra como mal traducidas en muchas traducciones de la Biblia. ¿A qué cree que se deben estas malas traducciones que realizan especialistas?

La tradición de la iglesia cristiana, a partir de los padres de la iglesia (siglos II, III y IV) tiene mucho que ver con el problema. La teología patrística es eminentemente misógina y, al mismo tiempo, padece de una aguda fobia al erotismo. Esta tendencia se agravó durante la Edad Media, época que ve nacer el término “sodomía” en el siglo XI. La reforma protestante, que rompió en algunos sentidos con la tradición católica, conservó y continuó la represión de lo homoerótico, fenómeno que continúa hasta nuestros días en algunos ambientes eclesiásticos.

O sea, la tradición es la que enseña a muchos traductores cómo deben interpretar los textos que hablan de la diversidad sexual y al género. Por otra parte, los traductores de la Biblia suelen ser personas con varios compromisos académicos y docentes y con poco tiempo para actualizar sus conocimientos. Por tanto, muchos se limitan a usar los diccionarios y comentarios de prestigio, obras que a veces son de considerable edad y que reflejan los prejuicios de tiempos pasados. De esta manera, se siguen produciendo y perpetuando las traducciones erróneas.

Meses atrás escribió una carta abierta a la Sociedad Bíblica Española mostrando el dolor que puede causar al colectivo LGTBIQ la forma en la que se traducen algunas palabras de la Biblia. ¿Qué pretendía con aquella carta? ¿Cuál ha sido la respuesta?

Con esta carta a la Sociedad Bíblica pretendía iniciar un diálogo con los traductores afiliados a esta entidad. Debido a la enorme influencia psicológica que ejerce su trabajo sobre las personas lectoras, quería plantear y debatir con ellos el tema de las traducciones erróneas y anacrónicas que tanto dolor causa a miles de individuos del colectivo LGTBIQ.

Lamentablemente, la respuesta ha sido nula. A estos traductores les he escrito dos veces y en ambas ocasiones no me han hecho llegar reacción alguna, ni positiva ni negativa.

Hace en su libro aproximaciones positivas al amor entre dos personas del mismo sexo en la Biblia, por ejemplo, cuando estudia el relato en el que Jesús sana al muchacho del centurión. ¿Cree que entre el centurión y el muchacho había una relación de amor? ¿Cómo calificaría esa relación?

Según algunos estudiosos de la época helenística, era frecuente que los oficiales del ejército romano tuvieran viviendo consigo una persona querida de uno o de otro sexo. En el caso de este centurión, es llamativo que él, siendo representante del poder imperial, acuda a un predicador itinerante judío llamado Jesús, para solicitarle ayuda. Algo hay entre él y su “muchacho” que le impele a realizar una intercesión de esta índole. De hecho, la palabra “muchacho” (gr. pais) se refiere a menudo, en la antigua cultura griega, a un adolescente querido. Además, téngase en cuenta que la palabra paiderastia significa “amor de muchachos” refiriéndose a la relación íntima entre un hombre maduro y un varón menor de dieciocho años.

Habla también del Discípulo Amado que aparece en el Evangelio de Juan, y usted lo identifica con Lázaro de Betania. ¿Qué puede aportarnos el amor entre Jesús y este discípulo al colectivo LGTBIQ?

Puede aportarnos mucho. El evangelista nos muestra una relación de ternura e intimidad entre el Maestro y este discípulo muy querido que nos invita a acercarnos a Jesús y quererlo con la misma confianza.

Hace una lectura muy interesante de Gn 1,27: “Dios creó al terrícola a su imagen y semejanza, a imagen de Dios los creó. Varón y hembra los creó”. ¿Puede leerse este texto como que la potencialidad de la diversidad estaba en el primer ser humano que Dios creó según el libro del Génesis?

Sin duda. El narrador hebreo no vacila ante la ambivalencia, o plurivalencia, del primer terrícola. Esto no debe sorprendernos. Una visión muy similar es apreciable en otros mitos y leyendas del mundo antiguo donde se habla de los primeros seres humanos. O sea, según el Génesis, la diversidad sexual y de género forma parte integral de la existencia humana.

Agradezco mucho sus respuestas, y para acabar, estoy convencido de que hay muchas cosas que ha aprendido y le han sorprendido positivamente mientras escribía el libro. Puede destacarnos una.

Una de las sorpresas más importantes, y más gratas, ha sido descubrir que el llamado pecado original, que tanto ha impregnado la teología católica y protestante a partir de Agustín de Hipona, no tiene base alguna en el Génesis leído en su versión primitiva. El narrador hebreo presenta una situación totalmente distinta: el terrícola nace creado a imagen y semejanza del Creador y es bendecido. No hay pecado original sino bendición original. El ser humano recibe de nacimiento el don de la creatividad. En síntesis, el Génesis plantea que Dios nos encomendó una misión maravillosa: ser cocreadores del universo.

Muchas gracias Renato

 Puedes conseguir el libro Amores bíblicos bajo censura en la Librería Dykinson.

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