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El pecado es consecuencia de una actitud interna deshumanizadora.

Domingo, 29 de agosto de 2021
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pilate_washes_his_hands-by-jan_lievensMc 7, 1-23

Retomamos el evangelio de Marcos. Después de la multiplicación de los panes. Jesús se encuentra en los alrededores del lago de Genesaret, en la parte más alejada de Jerusalén, donde eran mucho menos estrictos a la hora de vigilar el cumplimiento de las normas de purificación. No se trata de una transgresión esporádica de los discípulos de Jesús. El problema lo suscitan los fariseos, llegados de Jerusalén, que venían precisamente a inspeccionar.

El texto contrapone la práctica de los discípulos con la enseñanza de los letrados y fariseos. Jesús se pone de parte de los discípulos, pero va mucho más lejos y nos advierte de que toda norma religiosa, escrita o no, tiene siempre un valor relativo. Cuando dice que nada que entra de fuera puede hacer al hombre impuro, está dejando muy claro que la voluntad de Dios no viene de fuera; solo se puede descubrir en el interior y está más allá de toda Ley.

La Ley y la tradición como norma, pero sin darle el valor absoluto que le daban los fariseos. Hoy sabemos que Dios no ha dado directamente ninguna norma. Dios no tiene una voluntad que pueda comunicarnos por medio del lenguaje, porque no tiene nada que decir ni nada que dar. La Escritura es una experiencia personal sancionada por la aceptación de un pueblo. Las experiencias del Éxodo las vivió el pueblo en el s. XIII a. de C., pero se pusieron por escrito a partir del VII. Los evangelios se escribieron 50 años después de morir Jesús.

Las normas que podemos meter en conceptos son preceptos humanos; no pueden tener valor absoluto. Un precepto, que fue adecuado para una época, puede perder su sentido en otra. Las normas morales tienen que estar cambiando siempre, porque el hombre va conociendo mejor su propio ser y la realidad en la que vive. El número de realidades que nos afectan está creciendo cada día. Las normas antiguas pueden no servir para resolver situaciones nuevas.

En todas las religiones las normas se dan en nombre de Dios. Esto tiene consecuencias desastrosas si no se entiende bien. Todas las leyes son humanas. Cuando esas normas surgen de una experiencia auténtica y profunda de lo que debe ser un ser humano y nos ayudan a conseguir nuestra plenitud, podemos llamarlas divinas. La voluntad de Dios no es más que nuestro propio ser en cuanto perfeccionable. Eso que puedo llegar a ser y aun no soy, es la voluntad de Dios. Dios es un ser simple que no tiene partes. Todo lo que tiene lo es, todo lo que hace lo es. No existe nada fuera de Él y nada puede darnos que no sea Él.

El precepto de lavarse las manos antes de comer, no era más que una norma elemental de higiene, para que las enfermedades infecciosas no hicieran estragos entre aquella población que vivía en contacto con la tierra y los animales. Si la prohibición no se hacía en nombre de Dios, nadie hubiera hecho puñetero caso. Esto no deja de tener su sentido. Si comer carne de cerdo producía la triquinosis, y por lo tanto la muerte, Dios no podía querer que comieras esa carne, y además si lo comías, te castigaba con la muerte.

Lo que critica Jesús no es la Ley sino la interpretación que hacían de ella. En nombre de esa Ley oprimían a la gente y le imponían verdaderas torturas con la promesa o la amenaza de que solo así, Dios estaría de su parte. Para ellos todas las normas tenían la misma importancia, porque su único valor era que estaban dadas por Dios. Esto es lo que Jesús no puede aceptar. Toda norma, tanto al ser formulada como al ser cumplida, tiene como fin el bien del hombre. No podemos poner por delante a Dios, porque el único bien es el hombre.

Las normas de la religión son normas en las que se recoge lo mejor de la experiencia humana, que buscan el bien del hombre. Los diez mandamientos intentan posibilitar la convivencia de una serie de tribus dispersas y con muy poca capacidad de hacer grupo. En aquella época, cada país, cada grupo, cada familia tenía su dios. Para hacer un pueblo unido, era imprescindible un dios único. De ahí los mandamientos de la primera tabla. Todos los de la segunda tabla van encaminados a hacer posible una convivencia, sin destruirse unos a otros.

La segunda enseñanza es consecuencia de ésta: No hay una esfera sagrada en la que Dios se mueve, y otra profana de la que Dios está ausente. En la realidad creada no existe nada impuro. Tampoco tiene sentido la distinción entre ser humano puro y ser humano impuro, a partir de situaciones ajenas a su voluntad. Por eso la pureza nunca puede ser consecuencia de prácticas rituales ni sacramentales. La única impureza que existe la pone una persona cuando busca su propio interés a costa de los demás.

Las tradiciones son la riqueza de un pueblo. Hay que valorarlas y respetarlas. La tradición es la cristalización de las experiencias ancestrales de los que nos han precedido. Sin esa experiencia acumulada, ninguno de nosotros hubiéramos alcanzado el nivel de humanidad que tenemos. No podemos dar valor absoluto a ese bagaje, porque lo convertiremos en un lastre que nos impide avanzar hacia mayor humanidad. En el instante en que nos impida ser más humanos, debemos abandonarla. “Dejáis a un lado la voluntad de Dios por aferraros a las tradiciones humanas”.

Todo el que dé leyes en nombre de Dios, os está engañando. La voluntad de Dios, o la encuentras dentro de ti, o no la encontrarás nunca. Lo que Dios quiere de ti está inscrito en tu mismo ser y en él tienes que descubrirlo. Es muy difícil entrar dentro de uno mismo y descubrir las exigencias de mi verdadero ser. Por eso hacemos muy bien en aprovechar la experiencia de otros seres humanos que se distinguieron por su vivencia y nos han trasmitido lo que descubrieron. Gracias a esos pioneros del Espíritu, la humanidad va avanzando.

Todo lo que nos enseñó Jesús fue manifestación de su ser más profundo. “Todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer”. Esa experiencia original hizo que muchas normas de su religión se tambaleasen. La Ley hay que cumplirla porque me lleva a la plenitud humana. Para los fariseos, el precepto hay que cumplirlo por ser precepto no porque ayude a ser humano. En la medida que hoy seguimos en esta postura “farisaica”, nos apartamos del evangelio.

El obrar sigue al ser, decían los escolásticos. Lo que haya dentro de ti es lo que se manifestará en tus obras. Es lo que sale de dentro lo que determina la calidad de una persona. Yo diría: lo que hay dentro de ti, aunque no salga, porque lo que sale puede ser una pura programación. Lo que comas te puede sentar bien o hacerte daño, pero no afecta a tu espíritu. La trampa está en confiar más en la práctica externa que en la actitud interna.

Meditación-contemplación

Todo culto que no proceda del corazón,
y no lleve a descubrir la cercanía de Dios, es inútil.
Los ritos, ceremonias, sacramentos y oraciones
son útiles en la medida que me llevan al interior de mí mismo,
y me hagan descubrir lo que Dios es en mí.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La religión de Jesús.

Domingo, 29 de agosto de 2021
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abriendo-puertas1Mc 7, 1-8, 14-15, 21-23

«¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de nuestros padres, sino que siempre comen el pan con manos impuras?  … Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí… ”»

Llama la atención la respuesta violenta de Jesús a una pregunta que en principio parece inocua, pero la explicación es que ni los fariseos, ni los letrados ni Jesús están hablando de higiene ni de preceptos, sino del propio concepto de religión. Tampoco se trata de una discusión rabínica, erudita o intranscendente sobre religión, sino que está en juego el fondo mismo de su permanente enfrentamiento.

Los escribas y los fariseos defendían una religión que había producido una sociedad de desiguales; de gente predilecta de Dios y gente rechazada por Él. Que atribuía las desgracias que sufrían los pobres, los enfermos y marginados a sus propios pecados, añadiendo el vilipendio a su desdicha… Y todo ello en nombre de Dios…

El texto de Marcos nos plantea pues dos formas opuestas de entender la religión: la estéril —o perniciosa—, que pone la “ley de Dios” por encima de las personas, y la de Jesús, centrada en las personas… Como decía Ruiz de Galarreta: “El texto de hoy nos está planteando la oposición entre la religión de Jesús y la que mató a Jesús”. Esta dicotomía en la forma de entender la religión se da en todas las épocas y culturas de la historia, y por ello la religión ha dado lugar a lo mejor y a lo peor de la humanidad.

Hoy tenemos tendencia a confundir el concepto “religión” con lo que en realidad son sus perversiones, y de ahí el desprestigio que sufre el término. Y es cierto que existe una “religión” del poder y la opresión, pero existe otra del servicio, y solo esta última merece tal nombre. Vamos a referirnos brevemente a esta religión de verdad.

El fin último del ser humano es la felicidad. Consciente o inconscientemente, la buscamos sin cesar en cada instante de nuestra vida y la esperamos para después de la muerte. Si entendemos la felicidad como plenitud del alma (del ánimo) —y no como simple goce o contento—, llegaremos a la conclusión de que es inalcanzable si nuestra vida carece de un sentido claro y a la altura de nuestra auténtica esencia, y es aquí donde entroncamos con la religión; porque una religión es en realidad un cauce para encontrar en Dios el sentido de la vida.

¿Pero cuál es nuestra esencia?… Quizá lo que mejor defina la esencia de lo humano sea la “humanidad”, es decir, esa facultad de sentir cariño por la gente, de conmovernos con quienes sufren, de sentirnos unidos a ellos, de no permanecer indiferentes e inactivos ante su desgracia… Y si ésa es nuestra esencia, cualquier actitud vital que genere humanidad será portadora de sentido —y por tanto de felicidad—, y cualquiera otra que no lo haga, provocará un vacío imposible de llenar con actividades mundanas o con prácticas religiosas.

Y es significativo, y reconfortante, saber que el núcleo de la religión del servicio que nos propone el evangelio es precisamente la “humanidad”, es decir, lo más íntimo y definitorio de nuestro ser.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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¿Ritos de purificación o ritos religiosos?

Domingo, 29 de agosto de 2021
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unnamedHoy en día no resulta demasiado difícil entender el porqué de algunos ritos de purificación que hacían los judíos: lavarse las manos antes de comer, bañarse después de venir de un lugar público como la plaza o lavar a fondo los utensilios de la cocina… Con la explosión vírica que vivimos la actualidad, estos ritos se han vuelto parte de nuestra cotidianidad y hasta muchas veces se han vuelto actos cotidianos que realizamos con mayor o menor periodicidad pero que se han extendido y universalizado.

En el evangelio, Jesús se muestra contrario de ciertos ritos que venían de la tradición judía. ¿Por qué? Tal vez porque se confunden los ritos que eran necesarios para la salud y el bienestar físico de la sociedad con aquellos que son los propiamente religiosos. El problema no es la acción de lavarse (que puede ser ciertamente acertada) sino el convertir en impureza la no realización de este ejercicio. De hecho, Jesus lo explica: “sus doctrinas son preceptos humanos y tradiciones de los hombres”. Se trata de cuestiones prácticas y útiles, pero no propiamente religiosas; por eso dice “dejáis de lado el mandamiento de Dios”.

Y Jesús desarrolla, no para los escribas sino para el resto de la gente, lo que es la impureza. No se trata de lo que se hace, siguiendo o no la tradición humana, sino de lo que brota del corazón. Desautoriza así la moral social de impureza en pos de una moral personal e interior de las intenciones del corazón. De hecho, no elimina la categoría de impureza, sino que la vuelve personal y sobre todo aquello que tienen sus raíces en el corazón.

Este giro en la comprensión de impureza es altamente significativo porque el judaísmo estaba asentado sobre muchas categorizaciones sociales de impureza ritual y por tanto de los continuos ritos de purificación. Así la religión estaba plagada de estos ritos al punto de opacar la importancia de las intenciones y propósitos personales y lo más importante de excluir a aquellos que no las cumplían, como será el caso de los discípulos de Jesús. Las categorías de impureza marcaban inclusión y exclusión tanto ritual como social y muchos no podían participar en la vida religiosa y social por lo menos por algún tiempo. Jesús elimina estas exclusiones y refuerza la conversión personal.

En nuestra situación actual debemos volver a diferenciar entre ritos de salud y bienestar general y aquellos que dan el culto a Dios que tiene que ver con aquello que está en nuestro interior y que es el motor de nuestras acciones. No está demás advertir que no podemos convertir los ritos cotidianos de higiene en ritos religiosos de modo que oculten o disminuyan el verdadero culto a Dios. La importancia y la significatividad que hoy han adquirido estos ritos han llegado a niveles cuasi religiosos en el sentido de que pueden ocupar tanto nuestra atención que se disminuya la curiosidad y la vigilancia del verdadero culto a Dios y el cuidado interior y de las relaciones propias de un corazón cercano a Dios.

Los ritos efectivamente tienen la fuerza de traer a nuestra atención aquello que es importante, aquello que puede orientarnos en la búsqueda de sentido y aquello que puede configurar políticamente nuestras acciones. Por ello, volver a poner a Dios en el centro de nuestras acciones simbólicas y rituales puede también reorganizarnos en torno al Dios de la vida y no dejarnos llevar por acciones que tiendan a la autorreferencialidad o que aumenten el miedo.

Lavarse las manos y ponerse gel hidroalcóholico es necesario. Adorar al Dios que da la vida es más que necesario…

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Del juicio a la empatía

Domingo, 29 de agosto de 2021
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89B85E3E-DF89-428D-A097-F24ADEE09EA4Domingo XXII del Tiempo Ordinario

29 agosto 2021

Mc 7, 1-8.14-15.21-23

  Los humanos tenemos tendencia a absolutizar lo propio y utilizarlo como criterio para juzgar a los demás. Pueden ser nuestras ideas, creencias o costumbres: las colocamos en un pedestal y pretendemos que los otros comulguen con ellas.

  Tal funcionamiento parece encerrar un sentimiento no confesado de inseguridad. Conseguir que los otros las acepten supone afianzarlas para repetirnos a nosotros mismos que estamos en la verdad. En el mismo movimiento, conseguimos desterrar las ideas o costumbres ajenas, cuya sola existencia es fuente de incertidumbre para quien ha absolutizado lo propio.

   La inseguridad que parece esconderse en ese modo de funcionar guarda estrechos lazos con el narcisismo. Debido a su característica auto-referencialidad, la personalidad narcisista es incapaz de ponerse en la piel del otro y de entender mapas mentales diferentes del propio. Eso explica su notable dificultad para convivir en la diferencia.

 Por el contrario, cuando somos capaces de ir desprendiéndonos del caparazón narcisista en el que buscábamos refugio, emerge la empatía -con la consiguiente capacidad de comprender otros mapas mentales-, el respeto, el no-juicio y la valoración de los otros.

 Comprendemos entonces que, como nosotros mismos, toda persona hace en todo momento lo mejor que sabe y puede, de acuerdo con su “mapa” mental, deudor a su vez de las experiencias vividas. Y sin tener que aprobar ni justificar lo que alguien hace en un momento determinado, podemos, sin embargo, entenderlo. Porque no miramos su acción desde nuestros propios esquemas, sino que ha crecido en nosotros la capacidad de “leer” su propio interior. Esto se llama madurez humana, que se manifiesta en amor. Por el contrario, la falta de comprensión de otras personas denota auto-referencialidad y, en consecuencia, incapacidad de salir del propio “mapa” mental. Es un síntoma claro de narcisismo.

¿Vivo más el juicio al otro o la empatía?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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El mero cumplimiento del Derecho Canónico no significa ser cristiano.

Domingo, 29 de agosto de 2021
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amerindia-congresoDel blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

  1. Nacimiento de la moral

     Necesitamos estructurar la existencia humana:

+    Organizamos el trabajo: contratos laborales, calendario laboral, derecho laboral, vacaciones, etc.

+    Configuramos las fiestas, (incluso las suprimimos en tiempo de pandemia).

+    Configuramos la sanidad (Osakidetza).

+    Ordenamos la sexualidad: matrimonio (monogamia o poligamia, según los países), homosexualidad, transexualidad, etc.

+    Organizamos el tráfico (se circula por la derecha o por la izquierda).

     Todos estos aspectos son como una configuración de la ética, de la moral

Podríamos decir que la primera moralidad está ya en el Génesis, donde -de modo mitológico- se habla ya de bien y mal: el árbol de la ciencia del bien y del mal.

Los diez mandamientos son también una plasmación de la moral. Los tres primeros mandamientos hacen referencia a Dios, pero los siete restantes hacen referencia a la vida cotidiana: la familia, la vida, la sexualidad, la propiedad… y se encuentran en toda constitución política humana.

  1. En la vida hay bien y mal.

Así pues, en la vida hay bien y mal como consecuencia de la necesidad de estructurar la vida y de la libertad del comportamiento humano.

Aquí es donde Nietzsche sigue “haciendo buena carrera” entre nosotros. La gente puede que no lo sepa, pero fue este filósofo el que negó la existencia del bien y del mal, no hay valores, no hay verdad, vivid errantes en la noche que nos envuelve.

¿No será esta la noche sociológico-cultural que nos envuelve?

Dios ha muerto (Nietzsche), no hay valores, estamos en la noche de la nada, por tanto vive como si nada…

La pandemia que estamos viviendo está causando mucho sufrimiento físico y de tendencias depresivas, y está poniendo a la luz la nada en que vivimos.

Probablemente detrás de los botellones, del pillaje al romper escaparates y robar se esconde un vacío enorme y una nada infinita.

  1. ¿Y qué está bien o mal?

     Ahora bien, ¿qué está bien o mal en la vida y quién dice lo que está bien o mal en la vida y por qué está bien o mal una actitud, una acción?

     Secularmente las religiones creaban y dictaban (en el mejor sentido de la palabra dictar) la moral y la ética. Pero desde la Revolución francesa (1789) y con el laicismo consiguiente, las religiones han entrado en una fuerte crisis.

Un ejemplo anacrónico sería la moral islámica que pretenden imponer los talibanes: la sarhía o ley islámica.

     Pero hoy en día problemas como la muerte, eutanasia, el aborto, divorcio, los problemas de la identidad de género, transexualidad, etc. están regulados no por la moral religiosa, sino por las leyes civiles y laicas,

Ahora bien: ¿Todo lo legal es ético y moral? Yo creo que no. No todo lo que está legislado por una constitución o por unas leyes parlamentarias es ético ni moral. Un sistema económico que mantiene hambruna crónica a tantos millones de niños, de personas, será legal, pero no parece que sea ético. La pena de muerte es legal (al menos en determinados países y estados), pero es profundamente inmoral. La frivolidad con la que se aborda el problema de la eutanasia no parece que sea moral.

  1. Una ética universal.

     H Küng, -notable teólogo recientemente fallecido- dedicó muchos años de su vida a estudiar el problema de si es posible una ética universal para todo ser humano, para toda la humanidad. Es pensable y posible una ética universal. ¿Dónde estaría la fundamentación de una ética mundial? En  el ser humano. Todo ser humano debe recibir un trato humano.

Recuerdo que, siendo joven estudiante en Roma, en un encuentro con el notable moralista de la Universidad Gregoriana, el padre Fuchs (1912-2005), le pregunté: ¿Cuál es el último fundamento y la razón última de la moral? ¿Por qué no se puede matar a una persona, por qué no se puede robar, etc.? Recuerdo que me contestó: por la misma persona humana, por el respeto –y amor- a la misma persona humana

     La fundamentación de una ética universal está incrustada en el mismo corazón del hombre: no matar, no robar, no mentir, no hacer uso indebido de la sexualidad, etc.

  1. La moral de Jesús es el amor

La moral de Jesús no tiene ni su fuente ni “su sede” en la ley, sino en el interior del ser humano.

Ya dentro del Evangelio, la moral cristiana es el seguimiento de Cristo, no el cumplimiento de unas leyes: la moral cristiana es vivir libre y gozosamente en bondad /amor, y libertad.

La moral cristiana no se reduce al mero cumplimiento de unas leyes o cánones eclesiásticos o a una normativa en gran medida referente al campo sexual en el que casi todo era pecado.

Del hecho de que una persona cumpliera con todas las normas y preceptos del Código de Derecho Canónico no se concluiría que fuese cristiano.

Escribía Karl Rahner (1904-1984) que la Iglesia no debiera imponer tantos preceptos y normas. El único criterio cristiano de moralidad es el amor, las concreciones las iremos poniendo las personas. En el fondo es una variante de lo decía San Agustí: Ama y haz lo que quieras.

La moral cristiana no es un sistema represivo, ni una tortura, sino que es vivir gozosamente conforme a Cristo, lo cual serena el alma y hace personas.

  1. Es hermoso y realizado seguir a Cristo.

Bernard Häring, “padre de la nueva visión de la moral cristiana” que brotó en torno al Vaticano II, publicó allá en los años conciliares una gran obra titulada: La ley de Cristo. Se trata de seguir a Cristo, no preceptos y cánones.

Tal vez suene un poco fuerte, pero dan que pensar aquellas palabras de Paul Tillich (1886-1965), teólogo luterano alemán, que luchó a brazo partido contra el nazismo hitleriano:

Cuando oigáis la llamada de Jesús, olvidad todas las doctrinas cristianas, olvidad vuestras propias convicciones y vuestras dudas particulares. Si alguna vez Le seguís, olvidad toda la moral cristiana, vuestros logros y vuestras dudas particulares. Nada se os pide -ninguna idea de Dios, ninguna bondad especial propia, ni que seáis religiosos, ni que seáis cristianos, ni siquiera que seáis sabios, ni que os atengáis a una moral. Lo que se os pide es tan sólo que os abráis a lo que se os da y que queráis aceptarlo: el Nuevo Ser (JesuCristo), el ser de amor, de justicia y de verdad que se manifiesta en Aquel cuyo yugo es llevadero y cuya carga es ligera. [1]

     Es hermoso y realizador escuchar y seguir a Cristo: el amor, las bienaventuranzas, la paz, la libertad, hoy estarás conmigo en el Paraíso, amaos unos a otros, perdonar setenta veces siete…

     El bien hace bien a todos, el amor humaniza a todos. La moral de Jesús es: misericordia quiero y no sacrificios (Mt 12,7).

     Termino recordándome a mí mismo aquello que decía S Felipe de Neri a sus hermanos de congregación, allá en el siglo XVI en el centro de Roma.

Sed buenos si podéis

[1] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, Barcelona, Ed Nopal, 1968, 160.

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Vigilantes (custodes/custodios) de la Tradición. Un documento menos afortunado

Jueves, 5 de agosto de 2021
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TrentoDel blog de Xabier Pikaza:

“Vayan a la calle y celebren la eucaristía en libertad creadora, en comunión con todo, en libertad”

Digo “menos afortunado”, pues (a mi juicio no responde a la problemática actual del evangelio (de la eucaristía). Dice cosas importantes, desde la perspectiva de un tipo de unidad litúrgica, pero me parecen “fuera de lugar”, hay otros temas más urgentes y evangélicos en la Iglesia.

Responde a los mal llamados “tridentinos” (Trento fue en su tiempo otra cosa). Parece que quiere “vigilar” (atar en corto) a un tipo de tradicionalistas “lefebvrianos” (de Mons. Lefebvre), partidarios de una “misa” de tradición… Y responde “mal”, pues la verdadera respuesta debería ser una “superación de nivel”: Los grandes problemas se resuelven “por ascenso”, volviendo al evangelio, como quiere (y está diciendo) Francisco en otros lugares y documentos.

No sé si Francisco se ha dejado llevar, si le han “metido un gol”… Pero creo que éste no es su estilo. No se trataba de ajustar pequeños detalles jurídicos para que los “tridentinos” puedan seguir diciendo su misa, con todas las garantías jurídicas, atándoles en corto (bajo los buenos obispos).

Se trata de abrir la eucaristía al cielo azul de la vida de Jesús, a la “carne” y “sangre” de los hombres, como quiere el Documento eucarístico fundamental de la iglesia, que es Jn 6, bien leído, bien actualizado, un texto que habla de la carne y sangre de la vida, carne y sangre que es en Cristo presencia, revelación y tarea, gozosa,  Fiesta del pan, fiesta del vino, celebración de humanidad.

 eucaristia-720_270x250El Papa Francisco acaba de publicar un Motu Proprio (documento escrito por su propia voluntad) sobre  la celebración de la eucaristía, titulado  Traditionis Custodes (vigilantes o custodios de la tradición):  Carta del santo padre Francisco a los obispos de todo el mundo para presentar el motu proprio «Traditionis custodes» sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970, 16.07.2O21: 

 Es un documento impecable, en el buen estilo romano. Pero, a mi juicio, su publicación resulta quizá innecesaria. El tema de la Eucaristía es mucho más importante que lo que puede dar a entender ese documento.

1.Con ese documento no se actualiza el tema de fondo de la celebración y el compromiso de la eucaristía que, según dice Pablo en Gal 2, es la “verdad del evangelio”, que consiste en “comer juntos” (synesthien) compartir, la vida y misión de Cristo, expresan la presencia de Dios (la buena nueva de su vida), crear comunión de vida entre todos los creyentes y los hombres.

2.Muchos han podido pensar que este documento es una “revancha” del Papa ante aquellos que le critican y atacan. Los tridentinos van por ahí diciendo “nosotros somos la tradición”; el Papa les responde que el custodio o guardián de la tradición es él, la Iglesia Vaticano.  Estoy seguro de que Francisco no actúa por revancha, pero en este momento de su pontificado no me parecía apropiado poder dar esa impresión.

3.A mi entender, éste es un documento escrito por unas Congregaciones romanas que en vez de ser animadoras de evangelio, desde el fondo de la misma vida de Jesús (de la carne y sangre de las comunidades), aparecen y actúan como “vigilantes” (custodes, como dice el documento). Pienso que no se trata de “vigilar”, sino de animar, de impulsar, de volver al principio de don y compromiso de la Eucaristía, en esto tiempos de inmenso cambio. La tradición se “demuestra” (se guarda) cambiando, como la vida.

4.Mas que “guardianes” de la tradición, un tipo de “tridentinos” me parecen “sepultureros de la tradición”, pues conservarla inmutable, en un determinado momento, me parece enterrarla. Pienso que es bueno que ellos existan, que tengan sus “misas”, su música, su incienso… como testimonio, pero sin querer imponerse a nadie, si presentarse como los únicos, desde la “humildad” del Cristo servidor.

5.El Papa (la iglesia romana) no es “guardiana” (custodes…) de la tradición, en lucha con los tridentinos, sino “testigo” de una tradición abierta, creadora, donde hay tridentinos, pero otros muchos modos  y formas de eucaristía, unas más oficiales, otras menos… No se trata pues de guardar como en un banco (lo que se guarda en el banco cerrado se pudre, dice Jesús hablando del orín y la polilla). Sólo lo vivo, lo abierto, se mantiene.

Misa en latín6.Otros temas hay muchísimo más importantes: El primero falta de ministros eucarísticos y de celebraciones por un tipo de “legislación” obsoleta, que no deriva del evangelio. Hay miles y millones de comunidades sin eucaristía… por la “ley” del celibato, por la exclusión de la mujer, por el tipo de celebración jurídica actual… Ése es el tema: “recrear” la eucaristía. En ese contexto, este documento parece anacrónico e innecesario.

7.Personalmente no estoy nada a favor del mantenimiento “oficial” de las misas “tridentinas”… pero tampoco de su condena. Digo “oficial”: Que las haya, donde hay gente que las quieren, que las celebren con hondura, con piedad, con arte… Incluso iré alguna vez a participar en ellas. Han tenido y tienen un valor (siempre que no quieran ser la únicas misas…, ni condenar a otras). Muchos dicen que no son más  que un anacronismo. Son además muy, muy minoritarias: Dejen que están ahí…  Pero de anacronismos también se “pervive”. Hay gente para todo. Dejen que tengan sus misas, pidan sólo que sean misas “respetuosas” con otras tradiciones. Que los tridentinos no se crean los únicos…

8.Yo dejaría que las cosas se vayan resolviendo por sí mismas. Que los “tridentinos” a los que alude este documento tengan su música de antaño, sus colores, sus inciensos, su campañillas… y su miedo, su inmenso miedo a la libertad,  al amor desbordante de Dios, a la multiplicidad, a la liturgia de la vida, de hombres y mujeres, en la calle…

9.Me gustaría, finalmente, que los hombres vaticanos que hacen estos documentos (los de la Congregación del Culto Divino, los de Congregación de la Fe…) vayan a la calle y celebren la eucaristía en libertad creadora, en comunión con todo, en libertad… Que el Papa Francisco, como animador de la comunión y libertad cristiana, no baje a la arena de estas discusiones.

Fiesta del pan, fiesta del vino. Compartir la carne, compartir la sangre de la vida.

El ser humano ha sido concebido y ha nacido para agradecer y celebrar la vida, en comunión de pan, en comunión de vida, en comunión con todos los hermanos, los hombres y mujeres de la tierra, en unión con Cristo, que Cuerpo Universal, que es Carne que se entrega, regala, comparte, que es Sangre de humanidad, como ha puesto de relieve Jn 6 en su Documento de Cafarnaúm, el primer manifiesto eucarístico de la Iglesia.

Ese Documento de Cafarnaúm fue un “texto triste”, porque muchos se fueron… no porque Jesús les echara o les prohibiera ciertas ceremonias, sino porque no querían compartir  la carne y la sangre de la vida.  Pueden cambiar muchas cosas en esta “fiesta humana de Dios” que es la Carne y Sangre de Jesús, de todos los hombres, pero tienen que mantenerse las comidas concretas  la fiesta de un Dios que se revela en el camino de justicia y alegría, fraternidad y esperanza, que los cristianos, herederos de la historia israelita, descubren y celebran en sus “comuniones de vida”, que Juan de la Cruz definió como   cena que recrea (=libera) y enamora.

La eucaristía es júbilo divino y comida humana, es adoración del Dios de la vida, es compromiso de comunicación concreta, de “carne”, de “sangre”, es justicia, solidaridad y ternura de Dios. No es sólo alegría de los hombres y mujeres que dan gracias a Dios bendiciendo los dones gozosos de la tierra; es gozo de Dios que se alegra de sus hijos y hermanos, los humanos, porque acogen la vida y responden jubilosos.

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La eucaristía es fiesta de comunión, alegría desbordada que se encarna en el pan y el vino (cuerpo y sangre, palabra y comida) que comparten en Jesús, el Cristo; ella es amor, experiencia de trabajo creador, pan y vino compartidos, noviazgo nunca viejo de cuerpo regalado y sangre renovada, jubileo de Dios.

Así ha querido indicarlo en varios textos, en diversos momentos, arraigando el pan y vino de la fiesta cristiana sobre el suelo de las celebraciones jubilares de la vida. Hay sin duda jubileos distintos y famosos, romerías que llevan a los grandes santuarios hindúes o budistas, judíos, musulmanes o cristianos (Benarés y Lhasa, Jerusalén y la Meca, Roma y Compostela); años sabáticos, tierras santas y tiempos sagrados, que se repiten cíclicamente, marcando divisiones antiguas o nuevas del tiempo y espacio.

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“¿Tradición o tradicionalismo? “, por Consuelo Vélez ¿Tradición o tradicionalismo?

Miércoles, 4 de agosto de 2021
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Tradicion-tradicionalismo_2360773920_15657447_660x371De su blog Fe y vida:

“Los hechos nos muestran lo difícil que es avanzar en el caminar eclesial y todo lo que cuesta hacer las reformas necesarias”

Esta carta fue necesaria porque los grupos que actualmente celebran su liturgia con el rito tridentino no lo hacen como expresión de pluralidad eclesial, sino oponiéndose al Vaticano II, como ya lo hiciera al finalizar el concilio, Monseñor Lefebvre

Lamentablemente junto con el permitir el rito tridentino se fue creando un ambiente de tradicionalismo, manifestado incluso en jóvenes seminaristas a los que se les ha formado así en los seminarios o casas religiosas y que hoy se sorprenden con el pontificado actual porque, en la práctica, desconocen Vaticano II

Es casi incomprensible que haya gente que crea que una liturgia donde el clero es prácticamente el único protagonista pueda tener más sentido que una celebración de la comunidad o que se haga en una lengua casi desconocida pueda dar más frutos que entender y participar desde la propia lengua

En latín, y de espaldas al pueblo… no son misas de verdad

“El problema no está en un misal u otro, el problema está en la comunión con la Iglesia”

Misas en latín: ¿qué es lo que está en juego?, por Juan Bosco Monroy

Los líderes rigoristas se mueven, y acusan al Papa de “condenar a la extinción” las misas tridentinas

El pasado 16 de julio el papa Francisco publicó la “Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Traditionis custodes sobre el uso de la Liturgia Romana antes de la Reforma de 1970. En ella el papa recuerda que los obispos, custodios de la tradición y garantes de la unidad eclesial, han de discernir cómo vivir la fidelidad a la Tradición sin que eso se oponga al necesario aggiornamento (actualización) que la iglesia ha ido haciendo a lo largo del tiempo y que ha de seguir haciéndolo.

 En concreto se refiere a la liturgia que tal vez fue el mayor cambio que el pueblo de Dios notó a partir de Vaticano II porque supuso pasar de la misa en latín a la misa en la propia lengua y de un clero de espaldas a la gente a una celebración más comunitaria y participativa, por nombrar algunos de los cambios litúrgicos propuestos en la Constitución Sacrosanctum Concilium. Deja entonces, en manos de los obispos locales, el autorizar la celebración extraordinaria del rito tridentino a casos muy particulares, pero dejando claro que la liturgia promovida por Vaticano II es la única expresión de la “lex orandi” para la iglesia (lex orandi quiere decir que la forma como rezamos refleja en realidad lo que creemos).

Esta carta fue necesaria porque los grupos que actualmente celebran su liturgia con el rito tridentino no lo hacen como expresión de pluralidad eclesial, sino oponiéndose al Vaticano II, como ya lo hiciera al finalizar el concilio, Monseñor Lefebvre.

Una vez más, los hechos nos muestran lo difícil que es avanzar en el caminar eclesial y todo lo que cuesta hacer las reformas necesarias. Aunque Vaticano II fue una irrupción del Espíritu, un verdadero “aggiornamento” (actualización) de la Iglesia, no faltaron las resistencias a dichos cambios desde el inicio. Y aunque Francisco es muy delicado al referirse a los decretos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI que permitieron volver a implementar el rito tridentino, en realidad dicha vuelta a tal liturgia, ha mostrado ese buscar contentar a todos pero que, a la larga, significa un retroceso.

Lamentablemente junto con el permitir el rito tridentino se fue creando un ambiente de tradicionalismo, manifestado incluso en jóvenes seminaristas a los que se les ha formado así en los seminarios o casas religiosas y que hoy se sorprenden con el pontificado actual porque, en la práctica, desconocen Vaticano II.

Todo es supremamente complejo y existen tantos argumentos como personas para justificar la adhesión a una postura u a otra. Pero, desde una lectura de sentido común sobre la reforma litúrgica de Vaticano II, es casi incomprensible que haya gente que crea que una liturgia donde el clero es prácticamente el único protagonista pueda tener más sentido que una celebración de la comunidad o que se haga en una lengua casi desconocida pueda dar más frutos que entender y participar desde la propia lengua.

Pero esto que parece tan obvio, no lo es para aquella porción de clero que quiere ser el único protagonista. Y, por desgracia eso les interesa a muchos y hoy en día a bastantes jóvenes. Revestirse con casullas, estolas y demás ornamentos litúrgicos que los “separan” literalmente del resto de pueblo, es un honor que muchos buscan. Además, ser los únicos que dirigen y realizan todo el culto los pone de protagonistas y eso lo busca más de uno. Pero nada de eso tiene que ver con el Jesús pobre, cercano y compasivo, del evangelio (Hb 4, 15).

Francisco está en sintonía con Vaticano II y eso es un horizonte de esperanza. Pero faltan muchos cambios estructurales para lograr desmontar toda la burocracia vaticana y todo ese estilo tan tradicionalista que se fue consolidando en las últimas décadas

Pero también la otra deformación es sobre la espiritualidad que se fomenta en muchos ambientes. Parece que, entre más solemne, con más incienso, con más ritos, con más misterio, con más majestuosidad, más cerca se está de Dios. Pero en este caso tampoco nada de esto tiene que ver con el Dios hecho ser humano en Jesús que nos mostró con hechos y palabras que el culto que a Dios le agrada es el de la justicia y el derecho, es el de la compasión y la misericordia (Mateo 9,13; 12,7; 23,23).

Muchos apelan a la “belleza” de la liturgia o al “respeto” a lo sagrado. Por supuesto no hay que dejarlo de lado, pero siempre habrá que hacerse la pregunta sobre la integración de esos elementos en la dinámica que el Espíritu de Jesús va suscitando en la iglesia.

Francisco está en sintonía con Vaticano II y eso es un horizonte de esperanza. Pero faltan muchos cambios estructurales para lograr desmontar toda la burocracia vaticana y todo ese estilo tan tradicionalista que se fue consolidando en las últimas décadas. Pero es un alivio que se afirme nuevamente que no es lo mismo el rito tridentino que la reforma litúrgica de Vaticano II. Con esto se sigue mirando hacia adelante, aunque haya tantos que se aferran al pasado creyendo que es Tradición eclesial cuando solo es tradicionalismo e incapacidad de cambio.

(Foto tomada de: https://liturgiaytradicioncatolica.wordpress.com/misa-tradicional/)

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Agua ideal: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro…

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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Agua ideal

Agua redonda y cerrada,
el agua del pozo piensa.

El agua andante del río
es buena como una arteria.

La del mar… está muy lejos
para la sed de la tierra.

El torrente lleva el agua
sin saber por qué la lleva.

La fuente, en su boca clara,
la lleva como un poeta.

…Yo busco un agua sin cauces,
pero pensativa y buena.
Honda y cercana. Y sonora.
¡Señor, el agua perfecta!

Los dos bueyes hermanos
sorben pausadamente
la sangre del ocaso.

Los plátanos aplaudían
en silencio, con sus manos verdes
y aterciopeladas.

La torrentera embestía
las rocas como una vaca
de lengua turbia.

Y la tarde
se moría desangrada…

En la feria de tus viñas,
los cascabeles dorados
—de miel y de sol—, Septiembre.
Bajo el toldo de tu cielo,
¡dulce domingo del año!

*

Pedro Casaldáliga,
Palabra ungida (Poemas), 1955

***

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. ( Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes la manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas. ) Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús

– “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores“?

Él contesto:

“Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.”

Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo:

– “Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer la hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.”

*

Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

***

*

La lucha espiritual es un movimiento esencial de la vida espiritual cristiana. Se trata de una lucha interior, no dirigida contra seres exteriores a uno mismo, sino contra las tentaciones, los pensamientos, las sugestiones y las dinámicas que llevan a la consumación del mal. Pablo, sirviéndose de imágenes bélicas y deportivas (la carrera, el boxeo), habla de la vida cristiana como de un esfuerzo, de una tensión interior por permanecer en la fidelidad a Cristo, que implica desenmascarar las dinámicas a través de las cuales se abre camino el pecado en el corazón del hombre, para poder combatirlo en el mismo momento en que surge. El lugar de esta batalla es, en efecto, el corazón. Vigilancia y atención son la «fatiga del corazón» (Barsanufio) que permite al creyente llevar a cabo su purificación: es del corazón, en efecto, de donde brotan las intenciones malvadas y es el corazón el que debe transformarse en morada de Cristo gracias a la fe.

        En este sentido, la «custodia del corazón» constituye la obra por excelencia del hombre espiritual, la única verdaderamente esencial. En esta lucha es menester ejercitarse: es preciso, en primer lugar, saber discernir nuestras propias tendencias pecaminosas, nuestras propias debilidades, las tendencias negativas que nos marcan de un modo particular; en consecuencia, Tiernos de llamarlas por su nombre, asumirlas y no removerlas y, por último, sumergirnos en la larga y fatigosa lucha dirigida a hacer reinar en nosotros la Palabra y la voluntad de Dios.

        El órgano de esta lucha es el corazón, entendido en sentido bíblico como órgano de la decisión y de la voluntad, no sólo de los sentimientos. La capacidad de lucha espiritual, el aprendizaje del arte de la lucha (Sal 144,1; 18,35), resulta esencial para la acogida de la Palabra de Dios en el corazón humano. Los expertos en la vida espiritual saben que esta lucha es más dura que todas las luchas externas, pero conocen asimismo el fruto de la pacificación, de la libertad, de la docilidad y de la caridad que produce.

*

E. Bianchi,
La palabra de la espiritualidad,
Milán 1999.

***

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

“La queja de Dios”. 22 Tiempo Ordinario – B (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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215px-missa_tridentina_002Un grupo de fariseos de Galilea se acerca a Jesús en actitud crítica. No vienen solos. Les acompañan algunos escribas venidos de Jerusalén, preocupados sin duda por defender la ortodoxia de los sencillos campesinos de las aldeas. La actuación de Jesús es peligrosa. Conviene corregirla.

Han observado que, en algunos aspectos, sus discípulos no siguen la tradición de los mayores. Aunque hablan del comportamiento de los discípulos, su pregunta se dirige a Jesús, pues saben que es él quien les ha enseñado a vivir con aquella libertad sorprendente. ¿Por qué?

Jesús les responde con unas palabras del profeta Isaías que iluminan muy bien su mensaje y su actuación. Estas palabras con las que Jesús se identifica totalmente hemos de escucharlas con atención, pues tocan algo muy fundamental de nuestra religión. Según el profeta de Israel, esta es la queja de Dios.

«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». Este es siempre el riesgo de toda religión: dar culto a Dios con los labios, repitiendo fórmulas, recitando salmos, pronunciando palabras hermosas, mientras nuestro corazón «está lejos de él». Sin embargo, el culto que agrada a Dios nace del corazón, de la adhesión interior, de ese centro íntimo de la persona de donde nacen nuestras decisiones y proyectos.

Cuando nuestro corazón está lejos de Dios, nuestro culto queda sin contenido. Le falta la vida, la escucha sincera de la Palabra de Dios, el amor al hermano. La religión se convierte en algo exterior que se practica por costumbre, pero en la que faltan los frutos de una vida fiel a Dios.

La doctrina que enseñan los escribas son preceptos humanos. En toda religión hay tradiciones que son «humanas». Normas, costumbre, devociones que han nacido para vivir la religiosidad en una determinada cultura. Pueden hacer mucho bien. Pero hacen mucho daño cuando nos distraen y alejan de lo que Dios espera de nosotros. Nunca han de tener primacía.

Al terminar la cita del profeta Isaías, Jesús resume su pensamiento con unas palabras muy graves: «Vosotros dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres». Cuando nos aferramos ciegamente a tradiciones humanas, corremos el riesgo de olvidar el mandato del amor y desviarnos del seguimiento a Jesús, Palabra encarnada de Dios. En la religión cristiana, lo primero es siempre Jesús y su llamada al amor. Solo después vienen nuestras tradiciones humanas, por muy importantes que nos puedan parecer. No hemos de olvidar nunca lo esencial.

José Antonio Pagola

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“Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”. Domingo 02 de septiembre de 2018. Domingo 22º ordinario

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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48-ordinarioB22 cerezoDe Koinonia:

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8. No añadáis nada a lo que os mando. . ., así cumpliréis los preceptos del Señor.
Salmo responsorial: 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?.
Santiago 1, 17-18. 21b-22.27: Llevad a la práctica la palabra.
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23:Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

 Es antigua la tentación de considerar que lo esencial de una religión está en el cumplimiento de formalidades rituales, y no en la asunción de sus principios vitales. También esta tentación acompañó al «pueblo de Dios» de Israel -como a muchos otros «Pueblos de Dios»-, desde tiempos inmemoriales. Hoy, si alguna persona se atreve a cuestionar, aunque sea indirectamente, ciertos lastres históricos y a proponer alternativas coherentes con el evangelio, en poco tiempo es tachada de «desviarse de la auténtica doctrina». Sin embargo, como nos recuerda el Salmo, no son los muchos ornamentos ni el boato de las celebraciones lo que nos eleva a Dios, sino la justicia, la honestidad, la recta intención y el respeto. Anunciar la justicia y vivirla en el día a día constituye la exigencia fundamental de las Escrituras judeocristianas –y en esto coinciden con tantas otras Escrituras-. Los rituales, las prescripciones, las ceremonias… nos pueden ayudar a continuar por el camino de Dios, pero no pueden sustituirlo. Por esta razón, la exhortación que Moisés dirige a su pueblo se centra en la necesidad que tiene el pueblo de Dios de hacer una clara opción por el Dios de la libertad y de la justicia que los ha sacado de Egipto. De lo contrario, el sueño de la «tierra prometida» se puede convertir en una cruel pesadilla.

Los primeros cristianos experimentaron en carne propia la amenaza del formalismo y el ritualismo. Después de un tiempo de dedicación y fervor por la misión, los ánimos comenzaron a ceder y la comunidad se vio rápidamente atraída por las relaciones puramente funcionales y formales. De este modo se perdía la fraternidad que les daba identidad y coherencia.

La carta de Santiago nos pone en guardia contra una religión que no encarne los valores del Evangelio. La palabra escuchada en la Sagrada Escritura debe ser discernida según el Espíritu para vivirla dócilmente en la vida cotidiana. El cristianismo no es una formalidad social que cumplir, ni un ritual más en las prácticas piadosas de una cultura. El cristianismo se manifiesta como una opción vital que requiere del compromiso íntegro de la persona. La comunidad de creyentes es el espacio ideal para que la persona realice su opción y viva, en compañía de otros hermanos y hermanas, el llamado de Jesús.

Aunque el libro del Deuteronomio -que Jesús sigue muy de cerca- propone como religión una serie de principios éticos orientados a crear lazos de solidaridad, equidad y justicia; sin embargo, el judaísmo del primer siglo estaba más inclinado a valorar las formalidades. Lavarse o no lavarse la manos antes de ingerir alimentos había pasado de ser una norma elemental de higiene a convertirse en una norma que decidía quién era religioso y quién era un pecador. La tentación de canonizar los objetos, los rituales, los espacios y el tiempo le pueden hacer olvidar a la persona piadosa que la esencia de su relación con Dios no está en los protocolos culturales, sino en el respeto, la compasión y la misericordia.

Jesús nos invita a redescubrir la esencia del cristianismo en nuestra opción por construir la Utopía de Dios -lo que él llamaba en arameo «Malkuta Yavé», Reino de Dios- y por vivir de acuerdo con los principios del evangelio. Todas nuestras normas y protocolos están al servicio de una auténtica vivencia de sus enseñanzas. Nosotros no debemos renunciar a una vida auténtica y creativa para seguirlo a él. Todo lo contrario. Debemos recrear aquí ya ahora toda la novedad de su profecía y toda la radicalidad de su amor incondicional por los excluidos.

Conectado con todo este tema está aquel otro de «la letra y el espíritu»: la letra es el detalle de lo mandado, la prescripción, el rito, la acción concreta, la «verdad superficial» (Niels Bohr)… El espíritu es el sentido con el que ha sido concebida aquella práctica concreta, y la vivencia con la que debe ser vivida, la «verdad profunda» (Bohr). Por eso se dice que la letra (se entiende: la sola letra, o la letra sin espíritu, la verdad superficial) mata, mientras que el espíritu vivifica. La letra es medio, mientras que el espíritu es un fin. Éste puede darse aun sin aquélla, al margen o incluso «en contra» de ella: en efecto hay veces que, en circunstancias muy especiales, el espíritu de una ley o de una práctica ritual puede exigir hacer en aquella situación, «precisamente lo contrario» de lo que la letra prescribe. Esa flexibilidad, esa «libertad de espíritu» se exige a los cristianos, como a todo ser humano adulto y maduro.

Otro problema distinto –que no podemos abordar aquí, pero que sería bueno no dejar de mantenerlo dentro del horizonte- es que la religiosidad actual se está transformando. Por su propia naturaleza, las «religiones» (llamamos así aquí, técnicamente, a «la forma que ha revestido la espiritualidad del ser humano a partir de su sedentarización neolítica», a partir de la revolución agraria, hace sólo unos pocos miles de años -porque antes había espiritualidad, pero no «religiones»), han tenido en los ritos, en las prácticas rituales, minuciosamente prescritas, un medio importantísimo de expresión, y un modo a la vez de control social. La religión, en las sociedades agrarias, ha sido el mejor y más potente vehículo de identidad de la sociedad, y de control por parte del poder, y han sido los ritos su expresión más visible.

Hoy estamos llegando precisamente al fin de la edad agraria (el neolítico), después de la revolución industrial y tecnológica, la mundialización plural, y el progresivo advenimiento de la sociedad del conocimiento. Las «religiones agrarias» -en aquel sentido técnico preciso- ya no tienen cabida. (Sí lo tiene, insuperablemente, la espiritualidad, la religiosidad profunda, más allá de sus concreción en las diferentes «religiones»). El ser humano post-agrario ya no puede aceptar su identidad ni puede aceptar un control por los vehículos «religionales» basados en «creencias» (en sentido también técnico). Obviamente, la espiritualidad del ser humano va a continuar, es inamisible. Pero lo que han sido técnicamente «las religiones agrarias», está muriendo, va a desaparecer, y es bueno que desaparezca, porque la humanidad está en otra etapa de su historia. Los ritos, las prácticas religiosas prescritas… son, por eso, en alguna sociedades actuales avanzadas, realidades «residuales», que desaparecen vertiginosamente. Si la Iglesia no acepta afrontar sin miedo estos planteamientos, lo único que hace es retrasar el reconocimiento de una enfermedad que no deja de socavarle sus entrañas en los millones de fieles que silenciosamente se van autoexiliando cada año, no sólo en las sociedades llamadas «avanzadas», sino también ya en América Latina. Fue en el año 2008 que comenzamos a conocer «apostasías» voluntarias de cristianos en algunos países de América Latina, un fenómeno absolutamente nuevo en su historia, pero un fenómeno significativo -y creciente- en el momento actual de la historia globalizada del mundo. Leer más…

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2.9.18. Si está limpio el corazón, toda comida es pura, todo amor es bueno

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 22,ciclo B. (Mc 7, 1-23), el tema es por tanto limpiar el corazón.

El evangelio del domingo selecciona sólo algunos versos de Marcos 7, carta magna de la libertad cristiana, en un plano de comida y amor (relaciones humanas). Pero he querido comentarlo por entero (Mc 7) , y aplicarlo, de un modo velado, a los diversos planos de la iglesia, desde el Vaticano hasta una casa de familia (incluidos seminarios y conventos, con pobres y empobrecidos, sexualmente excluidos etc.).

El tema es comer (¡que todos coman!) y amar (que todos amen), con buen corazón. Se trata, pues, de educar y sanar el corazón, no por más ley, sino por más libertad y verdad de amor

En esa línea, este evangelio de Marcos nos sitúa en el centro de la dinámica cristiana, en el lugar donde un judeo-cristianismo de ley se abre desde su interior (por impulso de la memoria de Jesús) a la gran libertad cristiana en la comida (tema que parece más externo) y en el amor y la familia (tema que puede parecer más exigente, pero que va unido al anterior). El texto puede dividirse en tres secciones:

1) Acusación de fariseos y escribas contra los discípulos de Jesús porque no guardan la pureza en las comidas, ni las tradiciones endogámicas del pueblo “elegido” (7, 1-5). Estos fariseos quieren comida y familia de ley (centrada en unos pocos puros).

2) Anti-acusación de Jesús que critica a sus críticos, diciendo que no cumplen el mandato fundante de Dios, que se expresa en forma de comunión universal (7, 6-13), que se expresa en forma de amor/comunión con los necesitados. Del nivel de la comida pasamos al plano del amor que es bueno, siempre que sea de buen corazón y lleve a la comunión de todos.

3) Enseñanza general sobre la pureza, esto es, sobre el valor universal del evangelio (de la buena nueva de Dios), abierta a todos los hombres,pero explicada después después de un modo especial a los discípulos. (7, 14-23).

Este evangelio no es una crítica en contra del “buen judaísmo” (¡que existe, gracias a Dios, y es admirable!), sino en contra de un mal legalismo judío o cristiano que puede pervivir y pervive en una parte de la Iglesia, que olvida el buen corazón, para seguir defendiendo tradiciones falsas de los presbíteros de turno.

Éste es un evangelio clave de la apertura universal del mensaje de Jesús, en línea de comida y afecto (de mesa y “lecho”) una carta magna de la libertad cristiana, que no se cierra en un tipo de irenismo vacío (¡todo da lo mismo!), sino que se abre y expresa en forma de comunión responsable y creadora, que se puede y debe aplicar no sólo en temas de comida y mesa, que son esenciales, sino también de comunicación afectiva (en relaciones de familia y sexo) y de estructuras políticos sociales.

Buen domingo a todo. Siga leyendo quien tenga tiempo para entrar en eso que pudiéramos llamar la sala de máquinas del evangelio, el fuerte corazón del verdadero cristianismo.Todo será bueno, si es bueno el corazón. Se tratará, por tanto, de crear un buen corazón, en ternura y madurez, en justicia y libertad respetuosa. Ésa es la verdad del cristianismo.

1.- ACUSACIÓN LEGALISTA. SIEMPRE SE HA HECHO ASÍ, NORMAS DE COMIDA (mC 7, 1-5)

1 Los fariseos y algunos escribas procedentes de Jerusalén se acercaron a él 2 y observaron que algunos de sus discípulos comían los panes con manos impuras, es decir, sin lavárselas 3.

[Es de saber que los fariseos y los judíos en general no comen sin antes haberse lavado las manos meticulosamente, aferrándose a la tradición de sus presbíteros; 4 y al volver de la plaza, si no se bautizan no comen; y observan por tradición otras muchas costumbres, como los bautismos de vasos, jarros, bandejas y lechos].

5 Así que los fariseos y los escribas le preguntaron: ¿Por qué tus discípulos no proceden conforme a la tradición de los presbíteros, sino que comen el pan con manos impuras?

Fariseos y bautistas preguntaron ya sobre el ayuno (2, 18). Ahora lo hacen fariseos (quizá de Galilea) y escribas que vienen de Jerusalén (como en mC3, 22), con autoridad oficial, para inspeccionar la conducta de las comunidades cristianas (que aparecen así vinculadas al judaísmo). Su cuestión nos sitúa en el centro del mundo rabínico:

a: Ocasión (7, 1-2). Fariseos y escribas observan la impureza alimenticia de los discípulos.
b: Paréntesis explicativo (7, 3-4). Mc explica, en un aparte literario, las normas de pureza judías.
a’: Pregunta concreta (7, 5). Fariseos y escribas plantean a Jesús la cuestión de la pureza

Ellos (fariseos y escribas) mantienen la tradición de los presbíteros o antepasados que aparecen como padres fundadores, guardianes de la historia y garantes de la identidad actual del pueblo. Por eso defienden la vieja Ley Escrita (Pentateuco, Biblia Hebrea) y la completan y/o explicitan con la Ley Oral, fijada por las tradiciones que los escribas cultivan con esmero, siendo después codificadas (siglo II d. de C.). En el fondo identifican mandamiento de Dios y tradición de los presbíteros (paradosis tôn presbyterôn: 7, 3) como exige la Misná.

Así han trazado en torno al pueblo una especie de valla de seguridad (cf. MISNÁ, Abot 3, 13), un muro de protección que les permita vivir en santidad y pureza, tanto en plano personal (cada uno cumple la Ley) como a nivel comunitario (esa Ley identifica y distingue al pueblo). Dios mismo se revela a través de la tradición, de tal manera que la fe en Dios aparece como experiencia de vinculación nacional a través de los ritos (tradiciones) de los presbíteros

Un tipo de ley judía se explicita en forma de comunidad de mesa, pues ella distingue alimentos (puros e impuros) y fija la manera en que deben prepararse y consumirse, en un entorno de purificación ritual (lavatorios o bautismos), que convierte la comida en sacrificio sacerdotal. La casa y mesa de los judíos ha venido a convertirse de esa forma en templo. Por eso, ellos deben purificarse para comer y no pueden sentarse a la mesa con los gentiles, sobre todo en los días de fiesta. Leer más…

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Las manos sucias y el corazón limpio. Domingo 22. Ciclo B.

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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manos-suciasDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después de cinco domingos leyendo el evangelio de Juan, volvemos al de Marcos, base de este ciclo B. Durante un mes nos ha ocupado el tema de comer el pan de vida. Este domingo el problema no será comer el pan, sino comer con las manos sucias. Una pregunta malintencionada de los fariseos y de los doctores de la ley (los escribas) provoca la respuesta airada de Jesús, una enseñanza algo misteriosa a la gente, y la explicación posterior a los discípulos. El texto de la liturgia ha suprimido algunos versículos, empobreciendo la acusación de Jesús y uniendo lo que dice a la gente con la explicación a los discípulos. Un ejemplo magnífico de lo que no se debe hacer con los textos bíblicos.

Evangelio: Marcos 7,1-8.14-15.21-23.

En aquel tiempo los fariseos y algunos maestros de la ley de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos se ponían a comer con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado. Porque los fariseos y todos los judíos, siguiendo la tradición de sus mayores, no se ponen a comer sin haberse lavado cuidadosamente las manos; y si vienen de la plaza, no comen sin haberse lavado; y tienen otras muchas prácticas que observan por tradición, tales como lavar copas, jarros y bandejas. Así que los fariseos y los maestros de la ley preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no observan la tradición de los mayores, sino que comen con las manos impuras?».

Él les contestó: «Hipócritas, Isaías profetizó muy bien acerca de vosotros, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto enseñando doctrinas que son preceptos humanos. Dejáis el mandamiento de Dios y os aferráis a la tradición de los hombres».

Llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended bien: Nada que entra de fuera puede manchar al hombre; lo que sale de dentro es lo que puede manchar al hombre. Porque del corazón del hombre proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricia, maldad, engaño, desenfreno, envidia, blasfemia, soberbia y estupidez. Todas esas cosas malas salen de dentro y hacen impuro al hombre».

Antes de dar la palabra a los fariseos y escribas es interesante recordar lo que cuenta Marcos inmediatamente antes. Después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús ha cruzado a la región de Genesaret, recorriendo pueblos, aldeas y campos, acogido con enorme entusiasmo por gente sencilla, que busca y encuentra en él la curación de sus enfermedades.

La intervención de los fariseos y escribas

De repente, el idilio se rompe con la llegada desde Jerusalén de fariseos (seglares superpiadosos) y de algunos escribas (doctores de la ley de Moisés). No todos los escribas pertenecían al grupo fariseo, pero sí algunos de ellos, como aquí se advierte. Para ellos, lo importante es cumplir la voluntad de Dios, observando no solo los mandamientos, sino también las normas más pequeñas transmitidas por sus mayores. Lo esencial no es la misericordia, sino el cumplimiento estricto de lo que siempre se ha hecho. Por eso, no les conmueve que Jesús cure a un enfermo; pero les irrita que lo haga en sábado.

Con esta mentalidad, cuando se acercan al lugar donde está Jesús, advierten, escandalizados, que algunos de los discípulos están comiendo con las manos sucias. El lector moderno, instintivamente, se pone de su parte. Le parece lógico, incluso necesario, que una persona se lave las manos antes de comer, y que se lave la vajilla después de usarla. Es cuestión elemental de higiene. Sin embargo, aunque en su origen quizá también fuese cuestión de higiene entre los judíos, los grupos más estrictos terminaron convirtiéndola en una cuestión religiosa. Lo que está en juego es la pureza ritual. Por eso, los fariseos no se quejan de que los discípulos coman con las manos sucias, sino con las manos impuras, saltándose con ello la tradición de los mayores. Aunque el Antiguo Testamento contiene numerosas normas, algunas de carácter higiénico, nunca menciona la obligación de lavarse las manos ni de lavar copas, jarros y bandejas; esto forma parte de «las tradiciones de los mayores», tan sagradas para los fariseos como las costumbres de la madre fundadora o del padre fundador para algunas congregaciones religiosas, o de cualquier minucia litúrgica para algunos ritualistas.

La respuesta airada de Jesús

La reacción de Jesús es durísima. Tras llamarlos hipócritas, les hace tres acusaciones: 1) su corazón está lejos de Dios; 2) enseñan como doctrina divina lo que son preceptos humanos; 3) dejan de observar los mandamientos de Dios para aferrarse a las tradiciones de los hombres.

Estas acusaciones resultan durísimas a cualquier persona, pero especialmente a un fariseo, que desea con todas sus fuerzas estar cerca de Dios, agradarle cumpliendo su voluntad.

El problema, según Jesús, es que el fariseo termina dando a esas tradiciones más importancia que a los mandamientos de Dios. Incluso las utiliza para dejar de hacer lo que Dios quiere y quedarse con la conciencia tranquila. Para demostrarlo, Jesús cita un ejemplo que la liturgia ha suprimido. [También nuestro Señor ha sido víctima de la censura eclesiástica.] Dios ordena honrar a los padres, es decir, sustentarlos en caso de necesidad. Imaginemos un fariseo con suficientes bienes materiales. Puede atender a sus padres económicamente. Pero su comunidad le dice que esos bienes los declare qorbán, consagrados al Señor. A partir de ese momento, no puede emplearlos en beneficio de sus padres, pero sí de su grupo. «Y así invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición. Y de ésas hacéis otras muchas».

Un lector critico podría acusar a Marcos de tratar un tema tan complejo de forma ligera y demagógica. Conociendo a los fariseos de aquel tiempo (bastante parecidos a los de ahora), la reacción de Jesús es comprensible y su acusación justificada. Sobre todo, para los primeros cristianos, que sufrían los continuos ataques de estos que presumían de religiosos.

Enseñanza a la gente

Como los fariseos y escribas no responden, aquí podría haber terminado todo. Sin embargo, Jesús aprovecha la ocasión para enseñar algo a la gente a propósito de la pureza e impureza: «Nada que entra de fuera puede manchar al hombre; lo que sale de dentro es lo que puede manchar al hombre.»

La explicación a los discípulos

No sabemos si Jesús se quedó contento de esta breve enseñanza. Lo que es seguro es que la gente no la entendió, y los discípulos tampoco. Por eso, cuando llegan a la casa (nuevo detalle suprimido por la liturgia), le preguntan qué ha querido decir. Y él responde que lo que entra por la boca no llega al corazón, sino al vientre, y termina en el retrete. Entra y sale sin contaminar a la persona. Lo que la contamina no es lo que entra en el vientre, sino lo que sale del corazón. Para aclararlo, enumera trece realidades que brotan del corazón. [Resulta raro que Marcos no cite catorce, número de plenitud (2 x 7), pero ningún asistente a misa va a notarlo, y el predicador probablemente tampoco].

Esta enseñanza de que el peligro no viene de fuera, sino de dentro, resultará a algunos muy discutible. ¿No vienen de fuera la pornografía, la droga, las invitaciones a la violencia terrorista? ¿No nos influyen de forma perniciosa el cine, la televisión, la literatura?

Lo anterior es cierto. Pero Jesús no entra en estas cuestiones, se refiere al caso concreto de los alimentos. Otra de las frases del evangelio suprimidas en la liturgia de hoy dice que Jesús, con su enseñanza de que lo que entra en el vientre no contamina al hombre, «declaró puros todos los alimentos». Por eso los cristianos podemos comer carne de cerdo, de liebre, de avestruz, gambas (camarones en ciertos países de América Latina), cigalas, langostinos y cualquier alimento que nos apetezca, según nuestra costumbre y nuestra economía. Un cambio revolucionario, porque todas las religiones obligan a observar una serie de normas dietéticas.

Por otra parte, aunque Jesús se centre en los alimentos, su enseñanza tiene un valor más general y desvelan nuestra comodidad e hipocresía. El Papa Francisco habría caído en el error de los fariseos si hubiera culpado de la pederastia y los abusos sexuales en la Iglesia a los influjos externos, a la cultura del goce y el libertinaje. El mal no viene de fuera, sale de dentro. Y con el mismo criterio debe enjuiciar cada uno de nosotros su realidad. Nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos. No echemos la culpa a los demás.

1ª lectura: Deuteronomio 4,1-2.6-8.

La importancia que concede Jesús a la ley de Dios frente a las tradiciones humanas ha animado a elegir este texto del Deuteronomio como paralelo al evangelio. Pienso que los responsables de la elección no han caído en la cuenta de un problema. Moisés ordena: «No añadiréis ni suprimiréis nada de las prescripciones que os doy». Y Jesús añadió y suprimió. Por ejemplo, a propósito de los alimentos puros e impuros, como acabo de indicar; tanto el Levítico como el Deuteronomio contienen una extensa lista de animales impuros, que no se pueden comer (Lv 11; Dt 14,3-21). Esta primera lectura no debe interpretarse como una aceptación radical y absoluta de la ley mosaica, porque Jesús se encargó de interpretarla y modificarla.

Habló Moisés al pueblo diciendo: «Y ahora, Israel, escucha las leyes y prescripciones que te voy a enseñar y ponlas en práctica, para que tengáis vida y entréis a tomar posesión de la tierra que os da el Señor, el Dios de vuestros padres. No añadiréis ni suprimiréis nada de las prescripciones que os doy, sino que guardaréis los mandamientos del Señor, vuestro Dios, tal como yo os los prescribo hoy. Guardadlos y ponedlos por obra, pues ello os hará sabios y sensatos ante los pueblos. Cuando éstos tengan conocimiento de todas estas leyes exclamarán: No hay más que un pueblo sabio y sensato, que es esta gran nación. En efecto, ¿qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella como lo está de nosotros el Señor, nuestro Dios, siempre que le invocamos? ¿Qué nación hay tan grande que tenga leyes y mandamientos tan justos como esta ley que yo os propongo hoy?

2ª lectura: Carta de Santiago 1,17-18.21-27.

Los cristianos tenemos el mismo peligro que los fariseos de engañarnos, dando más valor a cosas menos importantes. El final de esta breve lectura ofrece un ejemplo muy interesante. ¿En qué consiste la religión verdadera, la que agrada a Dios? ¿En oír misa diaria, rezar el rosario, hacer media hora de lectura espiritual? Eso es bueno. Pero lo más importante es preocuparse por las personas más necesitadas; el autor, siguiendo una antigua tradición, las simboliza en los huérfanos y las viudas. Cuando recordamos la parábola del Juicio Final («porque tuve hambre…») se advierte que el autor de esta carta piensa igual que Jesús.

Queridos hermanos: Todo don excelente y todo don perfecto viene de lo alto, del Padre de las luces, en el que no hay cambio ni sombra de variación. Él nos ha engendrado según su voluntad por la palabra de la verdad, para que seamos como las primicias de sus criaturas. Por eso, alejad de vosotros todo vicio y toda manifestación de malicia, y recibid con docilidad la palabra que ha sido plantada en vosotros y que puede salvaros. Cumplid la palabra y no os contentéis sólo con escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La práctica religiosa pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y en guardarse de los vicios del mundo.

 

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Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 02 de septiembre de 2018

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de las gentes.”

(Mc 7, 1-23)

Lo que critica y pone de manifiesto Jesús en este fragmento del evangelio es el drama de todos los tiempos en toda religión. ¿Qué viene de Dios y qué inventos humanos?

En nombre de Dios todas la religiones han hecho (¡y hacen!) verdaderas barbaridades. ¿Por qué? Porque convertimos el estrecho punto de vista humano en voluntad de Dios. Es lo que nos relata el Génesis muy al principio (Gn 3, 1-20). La persona humana desea arrebatarle el puesto a Dios.

¿Pecado?

Dios al crearnos nos ofrece ser UNO con él. El pecado de la humanidad es no conformarse con ser “igual a Dios” y querer ser Dios en exclusiva.

Y ese pecado marca toda la historia humana y cada historia personal. Ese pecado es el que nos lleva a la violencia de la división.

Los fariseos del tiempo de Jesús eran los oficialmente buenos, los que cumplían con las tradiciones y preceptos. Pero, claro, si ellos al “cumplir” eran los buenos, a la fuerza todos los demás quedaban convertidos en “malos”.

Todo aquello que nos lleva a ocupar lugares exclusivos hunde sus raíces en el mal. Cualquier cosa que nos lleve a creer que somos mejores que las demás personas es un poderoso engaño.

Si queremos ser imagen de Dios tenemos que buscar todo aquello que armoniza y une. Todo aquello que dentro de nuestra Iglesia Católica divide y excluye es contrario a Dios Trinidad que es pura relación en la diversidad.

Todos aquellos dogmas, preceptos, cánones o normas que dividen entre buenos y malos son hechura humana. Dios no nos ha creado enfrentados ni para el enfrentamiento. Nos ha creado diversos y para la armonía.

Entonces, ¿no valen los preceptos y las normas? Solo valen si te llevan a amar más a quienes son más diferentes a ti.

La puerta del Reino de los Cielos no se abre a patadas, ni con violencia. Tampoco se abre gracias a los méritos acumulados. Ni está cerrada para quienes nos caen mal. La única llave que abre el Reino es el Amor.

El amor sale de dentro, del corazón, y al salir nos cura de “los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad”.

Oremos

Trinidad Santa, no nos dejes caer en la tentación de creernos mejores que las demás. Haz crecer en nosotras el amor que sana, que cura. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Cumplir la norma no garantiza salvación humana.

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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pilate_washes_his_hands-by-jan_lievensMc 7, 1-23

Terminado el paréntesis de los cinco domingos que hemos dedicado al c. 6 del evangelio de Jn, retomamos el de Mc. Después de la multiplicación de los panes. Jesús se encuentra en los alrededores del lago de Genesaret, en la parte más alejada de Jerusalén, donde eran mucho menos estrictos a la hora de vigilar el cumplimiento de las normas de purificación. No se trata de una trasgresión esporádica de los discípulos de Jesús. El problema lo suscitan los fariseos, llegados de Jerusalén, que venían precisamente a inspeccionar.

Hoy no se requieren mayores explicaciones. El texto contrapone la práctica de los discípulos con la enseñanza de los letrados y fariseos. Jesús se pone de parte de los discípulos, pero va mucho más lejos y nos advierte de que toda norma religiosa, escrita o no, tiene siempre un valor relativo. Cuando dice que nada que entra de fuera puede hacer al hombre impuro, está dejando muy claro que la voluntad de Dios no viene de fuera; solo se puede descubrir en el interior y está más allá de toda Ley.

Podemos seguir manteniendo la Ley y la tradición como norma, pero no debemos olvidar que Jesús desbarató el sentido absoluto que le daban los fariseos. Hoy sabemos que Dios no ha dado directamente ninguna norma. Dios no tiene una voluntad que pueda comunicarnos por medio del lenguaje, porque no tiene nada que decir ni nada que dar. La Escritura es una experiencia personal sancionada por la aceptación de un pueblo. Las experiencias del Éxodo las vivió el pueblo en el s. XIII a. de C., pero se pusieron por escrito a partir del VIII. Los evangelios se escribieron 50 años después de morir Jesús.

Todas las normas que podemos meter en conceptos son preceptos humanos; no pueden tener valor absoluto. Un precepto que puede ser adecuado para una época, puede perder su sentido en otra. Es más, las normas morales tienen que estar cambiando siempre, porque el hombre va conociendo mejor su propio ser y la realidad en la que vive. El número de realidades que nos afectan está creciendo cada día. Las normas antiguas puede no servir para resolver situaciones nuevas. Algunas cosas, que eran importantes para el ser humano en el pasado, han perdido ahora todo interés en orden a dar plenitud humana.

En todas las religiones las normas se dan en nombre de Dios. Esto tiene consecuencias desastrosas si no se entiende bien. Todas las leyes son humanas. Cuando esas normas surgen de una experiencia auténtica y profunda de lo que debe ser un ser humano y nos ayudan a conseguir nuestra plenitud, podemos llamarlas divinas. La voluntad de Dios no es más que nuestro propio ser en cuanto perfeccionable. Eso que puedo llegar a ser y aun no soy, es la voluntad de Dios. Dios es un ser simple que no tiene partes. Todo lo que tiene lo es, todo lo que hace lo es. No existe nada fuera de Él y nada puede darnos que no sea Él.

El precepto de lavarse las manos antes de comer no era más que una norma elemental de higiene, para que las enfermedades infecciosas no hicieran estragos entre aquella población que vivía en contacto con la tierra y los animales. Si la prohibición no se hacía en nombre de Dios, nadie hubiera hecho puñetero caso. Esto no deja de tener su sentido. Si comer carne de cerdo producía la triquinosis, y por lo tanto la muerte, Dios no podía querer que comieras esa carne, y además si lo comías, te castigaba con la muerte.

Lo que critica Jesús, no es la Ley como tal, sino la interpretación que hacían de ella. En nombre de esa Ley, oprimían a la gente y le imponían verdaderas torturas con la promesa o la amenaza de que solo así, Dios estaría de su parte. Daban a la Ley valor absoluto. Todas las normas tenían la misma importancia, porque su único valor era que estaban dadas por Dios. Esto es lo que Jesús no puede aceptar. Toda norma, tanto al ser formulada como al ser cumplida, tiene que tener como fin primero el bien del hombre. Ni siquiera podemos poner por delante a Dios, porque el único bien de Dios es el del hombre.

Las normas de la religión son normas en las que se recoge lo mejor de la experiencia humana, que buscan el bien del hombre. Los diez mandamientos intentan posibilitar la convivencia  de una serie de tribus dispersas y con muy poca capacidad de hacer grupo. En aquella época, cada país, cada grupo, cada familia tenía su dios. Para hacer un pueblo unido, era imprescindible un dios único. De ahí los mandamientos de la primera tabla. Los otros van encaminados a hacer posible una convivencia, sin destruirse unos a otros.

La segunda enseñanza es consecuencia de esta: No hay una esfera sagrada en la que Dios se mueve, y otra profana de la que Dios está ausente. En la realidad creada no existe nada impuro. Tampoco tiene sentido la distinción entre hombre puro y hombre impuro, a partir de situaciones ajenas a su voluntad. Por eso la pureza nunca puede ser consecuencia de prácticas rituales ni sacramentales. La única impureza que existe la pone el hombre cuando busca su propio interés a costa de los demás.

Las tradiciones son la principal riqueza de un colectivo, hay que valorarlas y respetarlas en grado sumo. La tradición es la cristalización de las experiencias ancestrales de los que nos han precedido. Sin esa experiencia acumulada, ninguno de nosotros podríamos alcanzar el nivel de humanidad que tenemos. Pero no podemos dar valor absoluto a ese bagaje, porque lo convertiremos en un lastre que nos impide avanzar hacia mayor humanidad. En el instante en que nos impida ser más humanos, debemos abandonarla. Es lo que quiere decir Jesús: dejáis a un lado la voluntad de Dios por aferraros a las tradiciones de los hombres.

Todo el que pretenda daros leyes en nombre de Dios, os está engañando. La voluntad de Dios, o la encuentras dentro de ti, o no la encontrarás nunca. Lo que Dios quiere de ti, está inscrito en tu mismo ser, y en él tienes que descubrirla. Es muy difícil entrar dentro de uno mismo y descubrir las exigencias de mi verdadero ser. Por eso hacemos muy bien en aprovechar la experiencia de otros seres humanos que se distinguieron por su vivencia y nos han trasmitido lo que descubrieron. Gracias a esos pioneros del Espíritu, la humanidad va avanzando en el camino de una mayor dedicación a los demás, superando el egoísmo.

Todo lo que nos enseñó Jesús, es la manifestación de su de su ser más profundo. “Todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer”. Esa experiencia completamente original, hizo que muchas normas de su religión se tambaleasen. La Ley hay que cumplirla porque me lleva a la plenitud humana. Para los fariseos, el precepto hay que cumplirlo por ser precepto, no porque ayude a ser humano. El tema no puede ser más actual. En la medida que hoy seguimos en esta postura “farisaica”, nos estamos apartando del evangelio.

El obrar sigue al ser, decían los escolásticos. Lo que haya dentro de ti, es lo que se manifestará en tus obras. Es lo que sale de dentro lo que determina la calidad de una persona. Yo diría: lo que hay dentro de ti, aunque no salga, porque lo que sale puede ser una pura programación. Lo que comas te puede sentar bien o hacerte daño, pero no afecta a tu espíritu. La trampa está en confiar más en la práctica externa que en la actitud interna. Las prácticas religiosas pueden ser una coartada para dispensarnos de ser.

Meditación-contemplación

Todo culto, que no proceda del corazón
y no lleve a descubrir la cercanía de Dios, es inútil.
Los ritos, ceremonias, sacramentos y oraciones
son útiles en la medida que me llevan al interior de mí mismo,
y me hagan descubrir lo que Dios es para mí en ese instante.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Religiosidad verdadera.

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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abriendo-puertas1“En un estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres.” (Suetonio) 

2 de septiembre. Domingo XXII del TO

Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los mayores, sino que comen con manos impuras?

Jesús no ignora las tradiciones de sus antepasados, pero combate el concepto legalista de las mismas que, en 2, 21 pone un ejemplo -el del trozo de tela nueva para remendar un vestido viejo- que justifica esta doctrina. Sus discípulos, a imitación del Maestro, habían empezado ya a liberarse de leyes que esclavizan y no están al servicio de la vida. “Como raposos entre ruinas son tus profetas, Israel”, decía el profeta Ezequiel en 13, 4. Y Jeremías en 23, 1, “¡Ay de los pastores que dispersan y extravían mi rebaño!”.

La libertad es la experiencia esencial de la vida humana. El tema de la libertad es fundamental para entender el Evangelio, porque el mensaje de Jesús es un mensaje liberador: “A los judíos que habían creído en él les dijo: Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis realmente discípulos míos, entenderéis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn  8, 31). El Maestro de Nazaret fue siempre un hombre soberanamente libre y se opuso a toda forma de opresión: ante la Ley: “El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado” (Mc 2, 27); ante la familia: “Y mirando a los que estaban sentados en círculo alrededor de él, dijo: Mirad, estos son mi madre y mis hermanos” (Mc 3, 34), ante las costumbres de su tiempo: “Tú no me diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies” (Lc 7, 45); ante el templo (Jn 4, 21): “Créeme, mujer, llega el momento en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre” (Jn 4, 21).

Los poemas de Hesíodo (s. VII a. C.), poeta de la Antigua Grecia, abrieron la conciencia individual al hombre antiguo, el reconocimiento a un Derecho sancionado por la divinidad y, lo que es más importante, a la organización espacial y temporal, religiosa e histórica del mundo. Una de las figuras más destacadas, entre las ninfas era Lisianasa, señora de la libertad de encantadora figura y belleza que, con hermosa forma de sirena, nada libremente por los espacios del mar sin que la embriden las olas gobernadas por Neptuno. John William Waterhouse pintó una de ellas a principios del XIX en estilo prerrafaelista. La criatura mitológica peina su blonda cabellera, y brilla en todo su esplendor con proporciones, luminosidad, colores, fondo y movimiento. Actualmente se encuentra en la Royal Academy, Londres, Reino Unido. ¿Será también el suyo, como el de Jesús, un pincel libre de una legalidad que oprime las conciencias?

El occidente medieval vivió toda una serie de transformaciones de carácter sociocultural, y espiritual del siglo XI al XIV en todos los estratos sociales. Una auténtica rebelión contra el poder y el orden establecido por la Iglesia oficial. La beguina Margarita Porete (1250-1310) fue una mística radical declarada herética y quemada en la hoguera por la Inquisición por no negar ni prohibir la difusión de su obra Espejo de las almas simples y anonadadas.

En una semana de contacto que tuve la suerte de participar en unas sesiones con el Dalai Lama en Freiburg (Alemania) hace unos diez años, a la pregunta de ¿cuál es para Vd. la mejor religión? La respuesta fue rápida y taxativa: “La que a Vd. le haga más feliz”. Aquella noche dormí a pierna suelta con la conciencia plenamente tranquila, pues como ya decía Sócrates: “La buena conciencia es la mejor almohada para dormir.

El historiador y biógrafo Gayo Suetonio (70-126) escribió: “En un estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres”. Porque, como entona mi Poema de hoy, el viento vive libre en mi casa / y vive bajo mi techo. Y como en mí, en el de toda persona que se precia de ser libre.

 PUERTAS AL VIENTO

¿Hay osado que se atreva
a poner puertas al viento?

Mis murallas personales,
derribadas hace tiempo
están abiertas al campo.

No hay alarmas ni porteros
que me den la voz de alarma
en mis vigilias o sueños.

El viento es libre en mi casa,
y vive bajo mi techo:
Yo le acojo y él me acoge.

Mis murallas se rindieron
a sus vitales poderes
y al soñar de su misterio.

Él me inhala, yo le inhalo,
él me siente, yo le siento,

Somos una misma vida
que vive en un mismo cuerpo.
¡¡En él estamos fundidos
en un solo ser eterno!!

*

(El legendario reino de los sentimientos.
Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Religión es relación.

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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18_01_11_abriendo_fronteras-1No dejes que la relación se convierta en rutina.

La primera lectura de ese domingo nos remonta al principio de la formación del pueblo de Israel. Pone el libro del Éxodo en boca de Moisés la Palabra de Dios que promete la posesión de la tierra, la sabiduría e inteligencia y sobre todo la cercanía de ese mismo Dios. Los preceptos y mandatos que se derivan de esta relación son siempre en beneficio del prójimo. El pueblo judío conservaba esta tradición pasada de unas generaciones a otras como algo sagrado, intocable.

En la liturgia dominical la primera lectura y el evangelio están siempre profundamente relacionados. Los garantes de la ley, fariseos y letrados critican a los discípulos de Jesús por no llevar esta tradición a rajatabla y le cuestionan a Jesús por ello.

“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Is.29, 13a, cita Jesús para mencionar una relación que se ha anquilosado con el paso del tiempo. “El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Is.29, 13b; simple rutina, añade otra traducción.

Mientras el pueblo de Dios estaba en camino, a la intemperie, viviendo el día a día, sin saber muy bien a dónde se dirigían necesitaban de un Dios cercano, protector. Con el paso del tiempo y el asentamiento los intereses iban por otro lado y convenía más un Dios lejano que no se entrometiera mucho en su día a día. Los preceptos sirven ahora para distinguir a los que están dentro de los que están fuera, los que pertenecen a los elegidos y los que no. Incluso ayudan a no seguir la propia conciencia y auto engañarse.

Eso es lo que capta Jesús y denuncia claramente: “Dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a las tradiciones de los hombres”. Mc 7, 8.

Cuando la religión (relación), se convierte en culto vacío, palabras que se lleva el viento, simple rutina, se acaba la vida y languidece hasta morir. Ya no hay sabiduría, (saboreo), ni inteligencia, ni cercanía de Dios.

La religión no puede ni debe anular la conciencia de la persona. Sería un engaño intentar acallar con preceptos y normas lo que la voz de Dios nos sugiere en el interior.

Formar esa conciencia es la tarea de todo ser humano para llegar a la plenitud de su ser. Por eso tampoco nos podemos dejar llevar por opiniones sin profunda reflexión personal.

De ahí nace la sabiduría fruto del saboreo uniendo mente y corazón. En esa cercanía de Dios que habita en mí y me conecta al universo se fragua mi identidad de hij@ de Dios hermana de tod@s. Cuando conecto con esta realidad toda mi vida se equilibra y cobra sentido. He dado con la fuente.

¿Cómo alcanzo yo esa sabiduría que anhelo profundamente?

“Nosotros somos la Tierra que camina, que piensa, que ama, que venera. Debemos aprender del universo, que es un sistema abierto, a estar también siempre abiertos y atentos para lo nuevo que pueda irrumpir”. Leonardo Boff

Carmen Notario

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No es lo mismo seguir a Jesús (Moral) que cumplir con la Ley.

Domingo, 2 de septiembre de 2018
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seguimiento-de-jesusDel blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

01. ALGUNAS ACLARACIONES PREVIAS.

v 1. FARISEOS. Grupo religioso y político caracterizado por el mantenimiento riguroso y exacto de la Ley escrita (Torá) como identidad nacional y religiosa. Tenían una gran estima de la Ley oral: Tradición de los mayores fielmente transmitida y que constituía un cuerpo de jurisprudencia que determinaba el comportamiento de los individuos).

LETRADOS (ESCRIBAS) DE JERUSALÉN. Responsables centrales de esa jurisprudencia, pertenecientes al movimiento fariseo. Ejercían una especie de derecho de inspección.

MORAL
es una palabra derivada del latín (mos-moris) y significa: costumbre/s. La moral es la regulación -el ordenamiento- de las costumbres, de los hábitos y comportamientos de la vida.

La vida hay que estructurarla, regularla.

v.2 MANOS IMPURAS: No se trata de una norma higiénica sino de la tradición de los mayores, sino de una pureza ritual indispensable en el AT para un trato adecuado con Dios.

A Dios no se puede acercar uno de cualquier manera.

CORAZÓN: era la sede (simbólica) de la interioridad humana consciente y responsable.

02. NACIMIENTO DE LA MORAL
La vida hay que estructurarla, configurarla, regularla: la familia, la sociedad, la educación, el trabajo, las fiestas, el tráfico, etc; hay que organizarlos. Tal regulación la realiza la moral, la ética y, en sus formas más concretas, el derecho (los diversos derechos).

Toda moral, todo comportamiento brota de lo que creemos y de lo que pensamos. Vivimos conforme a lo que creemos, aun con nuestras incoherencias (en términos cristianos, pecado).

Toda moral-ética no dependen de sí mismas, sino de la fe en que viva una persona, una iglesia, una sociedad, un pueblo.

o Pensemos, por ejemplo, que la moral islámica depende de la fe islámica. De la fe islámica se deriva el modo de entender el matrimonio, la mujer,la alimentación, el odio y persecución a los cristianos, etc.

o Auschwitz y la shoa no se habrían producido sin un “sueño del Reich”. La ética nazi dependía de la “fe e idealismos nazis (grandeza y superioridad de un pueblo, de una etnia, etc.)”.

o El archipiélago Gulag y las purgas de Stalin son consecuencia de una soñada “sociedad perfecta”.

o Si yo creo en un Dios que “no deja pasar una” y “el que la hace la paga”, estamos muy cerca de la moral en la que muchos de nosotros fuimos educados, moral a la que se quiere volver en muchos ambientes eclesiásticos.

Hoy en día hablamos mucho de crisis u ocaso de los valores (de la ética-moral), y, por tanto, solemos decir que hemos de inculcar valores. La intención es buena, pero los valores no existen en sí, dependen de la “fe” (o si no se es creyente del techo cultural en que vivamos). Infundir los valores por sí mismos puede constituir un voluntarismo que no hace bien y que servirá de muy poco. Se trata de comunicar una fe que valga la pena.

Nos comportamos (moral – ética) desde lo que creemos (fe, pensamiento, ideología).

03. EL MIEDO Y LA SEGURIDAD FRENTE A LA GRACIA Y LA LIBERTAD.

amerindia-congresoEl primer gran problema de la Iglesia fue el de los JUDAIZANTES: la tendencia legalista a cumplir estrictamente lo que ordenaba la ley del AT. Parte de los primeros cristianos no querían dejar el judaísmo como pauta moral y cultural.

Judaizante es la postura que busca la seguridad que proviene del derecho, del cumplimiento de la ley. Tal actitud ve la liturgia es estrictamente un vademecum de ritos. La teología es un prontuario de afirmaciones con pretensión de abarcar la Verdad y que ya casi nadie entiende. La moral un código de normas a cumplir.

A duras penas y con fuertes enfrentamientos, incluso rupturas, superaron -si lo lograron- este problema de romper con el Antiguo Testamento. Un buen sector de cristianos provenientes del AT querían permanecer en la ley de Moisés, en las purificaciones, alimentos puros e impuros, la circuncisión, etc. San Pablo fue el líder de la libertad, quien liberó a la iglesia naciente de tanta rémora legalista.

En el fondo es el miedo que tenemos en nuestro interior y, por tanto, la búsqueda de seguridad. El cumplimiento de la ley confiere una cierta satisfacción y seguridad, pero ello no significa que uno tenga buen corazón, ni tan siquiera significa que la ley cumplida sea buena ni nos vuelva buenos.

No es lo mismo cumplir que confiar, no es lo mismo Derecho Canónico que Gracia (gratuidad).

o Yo sé que si saco el DNI y tengo los “papeles” en regla, ya soy legal y nadie me puede decir nada. Si soy legal “me siento seguro, estoy asegurado”.

o Si tengo una seguridad social, Osakidetza, un buen dinero en el banco, ya estoy a buen recaudo.

o ¿Si cumplo con la ley estoy salvado?

Este esquema, este mecanismo lo aplicamos a Dios. Si cumplimos con las normas, ya estamos asegurados, nuestros miedos quedan despejados, (¿).

La tendencia judaizante es constante en la historia y también hoy en algunos ámbitos de nuestra iglesia estamos volviendo a una situación judaizante.

Esto se puede apreciar en la normativa que emanan los obispados: días de precepto y no precepto; se aprecia en la meticulosidad judaizante en la liturgia, en el lenguaje teológico, etc.

La cobarde exigencia al papa Francisco para que dimita o renuncie que ha hecho hace unos días el ex nuncio en Washington, Viganó, en el fondo no es sino la punta del iceberg del grupo ultraconservador lleno de miedo y con ansias del poder, que piensa que Francisco es excesivamente laxista y hay que volver a la más estricta observancia legalista.
(Cfr. Nota al final de esta liturgia).

04. LA MORAL DE JESÚS NO TIENE NI SU FUENTE, NI “SU SEDE” EN LA LEY, SINO EN EL INTERIOR DEL SER HUMANO. JESÚS FUE UN “ILEGAL”.

congresoJesús fue un hombre libre y liberador. Jesús no tiene ningún reparo en saltarse todas las leyes habidas y por haber en aras de salvar una vida, una persona.

o De hecho Jesús transgredió muchas normas y muchas leyes de la cultura-religión judía: la hemorroísa se acerca a Jesús, (hemo: sangre / reo: fluir: perdía sangre), y a los judíos no les estaba permitido tocar). Aquella mujer toca el manto de Jesús y quda curada.

o ¿A cuántos leprosos se acercó Jesús, los tocó y sanó? (los leprosos eran seres marginados que no podían acercarse a la convivencia de la vida normal).

o Jesús se acerca a ese mundo difícil de la epilepsia y enfermedades psíquicas. ¿Cuántos demonios echó Jesús?, (los endemoniados vivían igualmente a las afueras, en los cementerios, etc.

o Jesús se salta igualmente las prescripciones sobre la impureza de la muerte (Jesús está cerca de los que mueren a su alrededor: Lázaro, etc.).

o La mujer era menospreciada y postergada. Jesús no puso verjas de hierro para hablar con la samaritana, con la Magdalena, con la madre de Jairo y con otras muchas mujeres. De hecho es acusado de comer con toda clase de mujeres y pecadores, de tratar con samaritanos y paganos, extranjeros.

o Jesús tampoco anduvo muy fino y muy legal con el tinglado del Templo cuando les volcó las mesas del sistema religioso. Ese culto está vacío, son preceptos humanos.

Jesús está mucho más cerca de lo que habían dicho ya los profetas:

“Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más. Cuando extendéis las manos, cierro los ojos”. (Isaías 1, 14-15).

Yo quiero amor, no sacrificios, (Oseas 6,6)

Ya Ezequiel había anunciado que Dios arrancaría nuestro corazón de piedra (aludiendo a cuando la moral se convierte solamente en las piedras del Sinaí), y nos pondría un corazón humano, (Ez 36,24-28)

El bien y el mal no surgen de la mera confrontación matemática de un comportamiento con determinada ley eclesiástica o civil.

No todo lo legal es moralmente bueno. El sistema económico vigente es legal pero es profundamente inmoral; la pena de muerte es legal (al menos en determinados países y estados), pero es profundamente inmoral). (Gracias a Dios Francisco la ha quitado hace unos meses del catecismo de la Iglesia Católica). La legislación sobre los emigrantes y pateras será legal, pero antihumana y nada moral.

Del hecho de que una persona cumpliera con todas las normas y preceptos del Código de Derecho Canónico no se concluiría que fuese cristiano.

05. ES HERMOSO Y REALIZADOR SEGUIR A CRISTO.

BERNARD HÄRING, “padre de la nueva visión de la moral cristiana”, que brotó en torno al Vaticano II, publicó allá en los años conciliares una gran obra titulada: La ley de Cristo. La moral cristiana es el seguimiento de Cristo, no el cumplimiento de unas leyes: la moral cristiana es vivir libre y gozosamente conforme a Cristo. Y vivir conforme a Cristo hace personas.

Se trata de seguir a Cristo, no preceptos humanos.

Decía K. Rahner que, probablemente, en la Iglesia solamente existe un criterio moral: el amor. Es lo que decía San Agustín: ama y haz lo que quieras.

Tal vez suene un poco fuerte, pero hace pensar aquellas palabras de Paul Tillich:

Cuando oigáis la llamada de Jesús, olvidad todas las doctrinas cristianas, olvidad vuestras propias convicciones y vuestras dudas particulares. Si alguna vez Le seguís, olvidad toda la moral cristiana, vuestros logros y vuestras dudas particulares. Nada se os pide -ninguna idea de Dios, ninguna bondad especial propia, ni que seáis religiosos, ni que seáis cristianos, ni siquiera que seáis sabios, ni que os atengáis a una moral. Lo que se os pide es tan sólo que os abráis a lo que se os da y que queráis aceptarlo: el Nuevo Ser, el ser de amor, de justicia y de verdad que se manifiesta en Aquel cuyo yugo es llevadero y cuya carga es ligera.

Es hermoso y realizador escuchar y seguir a Cristo: las bienaventuranzas, la paz, la libertad, “hoy estarás conmigo en el Paraíso”, amaos unos a otros, perdonar setenta veces siete…

Seguir a Cristo la moral cristiana no es un conjunto de leyes a cumplir, sino el estar con el Señor y vivir con él.

El bien hace bien a todos, el amor humaniza a todos. La moral de Jesús es: misericordia quiero y no sacrificios (Mt 12,7), porque un corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia, (Salmo 50,12).

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Agua ideal: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro…

Domingo, 30 de agosto de 2015
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IMG_1688Agua ideal

Agua redonda y cerrada,
el agua del pozo piensa.

El agua andante del río
es buena como una arteria.

La del mar… está muy lejos
para la sed de la tierra.

El torrente lleva el agua
sin saber por qué la lleva.

La fuente, en su boca clara,
la lleva como un poeta.

…Yo busco un agua sin cauces,
pero pensativa y buena.
Honda y cercana. Y sonora.
¡Señor, el agua perfecta!

Los dos bueyes hermanos
sorben pausadamente
la sangre del ocaso.

Los plátanos aplaudían
en silencio, con sus manos verdes
y aterciopeladas.

La torrentera embestía
las rocas como una vaca
de lengua turbia.

Y la tarde
se moría desangrada…

En la feria de tus viñas,
los cascabeles dorados
—de miel y de sol—, Septiembre.
Bajo el toldo de tu cielo,
¡dulce domingo del año!

*

Pedro Casaldáliga,
Palabra ungida (Poemas), 1955

***

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. ( Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes la manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas. ) Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús

– “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores“?

Él contesto:

“Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.”

Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo:

– “Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer la hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.”

*

Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

***

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“No aferrarnos a tradiciones humanas”. 22 Tiempo Ordinario – B (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)

Domingo, 30 de agosto de 2015
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22-852858-300x200No sabemos cuándo ni dónde ocurrió el enfrentamiento. Al evangelista solo le interesa evocar la atmósfera en la que se mueve Jesús, rodeado de maestros de la ley, observantes escrupulosos de las tradiciones, que se resisten ciegamente a la novedad que el Profeta del amor quiere introducir en sus vidas.

Los fariseos observan indignados que sus discípulos comen con manos impuras. No lo pueden tolerar: «¿Por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los mayores?». Aunque hablan de los discípulos, el ataque va dirigido a Jesús. Tienen razón. Es Jesús el que está rompiendo esa obediencia ciega a las tradiciones al crear en torno suyo un «espacio de libertad» donde lo decisivo es el amor.

Aquel grupo de maestros religiosos no ha entendido nada del reino de Dios que Jesús les está anunciando. En su corazón no reina Dios. Sigue reinando la ley, las normas, los usos y las costumbres marcadas por las tradiciones. Para ellos lo importante es observar lo establecido por «los mayores». No piensan en el bien de las personas. No les preocupa «buscar el reino de Dios y su justicia».

El error es grave. Por eso, Jesús les responde con palabras duras: «Vosotros dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Los doctores hablan con veneración de «tradición de los mayores» y le atribuyen autoridad divina. Pero Jesús la califica de «tradición humana». No hay que confundir jamás la voluntad de Dios con lo que es fruto de los hombres.

Sería también hoy un grave error que la Iglesia quedara prisionera de tradiciones humanas de nuestros antepasados, cuando todo nos está llamando a una conversión profunda a Jesucristo, nuestro único Maestro y Señor. Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto el pasado, sino hacer posible el nacimiento de una Iglesia y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con fidelidad el Evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea.

Nuestra responsabilidad primera no es repetir el pasado, sino hacer posible en nuestros días la acogida de Jesucristo, sin ocultarlo ni oscurecerlo con tradiciones humanas, por muy venerables que nos puedan parecer.

José Antonio Pagola

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“Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.”. Domingo 30 de agosto de 2015. Domigno 22º ordinario

Domingo, 30 de agosto de 2015
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48-ordinarioB22 cerezoDe Koinonia:

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8. No añadáis nada a lo que os mando. . ., así cumpliréis los preceptos del Señor.
Salmo responsorial: 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?.
Santiago 1, 17-18. 21b-22.27: Llevad a la práctica la palabra.
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23:Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

 Es antigua la tentación de considerar que lo esencial de una religión está en el cumplimiento de formalidades rituales, y no en la asunción de sus principios vitales. También esta tentación acompañó al «pueblo de Dios» de Israel -como a muchos otros «Pueblos de Dios»-, desde tiempos inmemoriales. Hoy, si alguna persona se atreve a cuestionar, aunque sea indirectamente, ciertos lastres históricos y a proponer alternativas coherentes con el evangelio, en poco tiempo es tachada de «desviarse de la auténtica doctrina». Sin embargo, como nos recuerda el Salmo, no son los muchos ornamentos ni el boato de las celebraciones lo que nos eleva a Dios, sino la justicia, la honestidad, la recta intención y el respeto. Anunciar la justicia y vivirla en el día a día constituye la exigencia fundamental de las Escrituras judeocristianas –y en esto coinciden con tantas otras Escrituras-. Los rituales, las prescripciones, las ceremonias… nos pueden ayudar a continuar por el camino de Dios, pero no pueden sustituirlo. Por esta razón, la exhortación que Moisés dirige a su pueblo se centra en la necesidad que tiene el pueblo de Dios de hacer una clara opción por el Dios de la libertad y de la justicia que los ha sacado de Egipto. De lo contrario, el sueño de la «tierra prometida» se puede convertir en una cruel pesadilla.

Los primeros cristianos experimentaron en carne propia la amenaza del formalismo y el ritualismo. Después de un tiempo de dedicación y fervor por la misión, los ánimos comenzaron a ceder y la comunidad se vio rápidamente atraída por las relaciones puramente funcionales y formales. De este modo se perdía la fraternidad que les daba identidad y coherencia.

La carta de Santiago nos pone en guardia contra una religión que no encarne los valores del Evangelio. La palabra escuchada en la Sagrada Escritura debe ser discernida según el Espíritu para vivirla dócilmente en la vida cotidiana. El cristianismo no es una formalidad social que cumplir, ni un ritual más en las prácticas piadosas de una cultura. El cristianismo se manifiesta como una opción vital que requiere del compromiso íntegro de la persona. La comunidad de creyentes es el espacio ideal para que la persona realice su opción y viva, en compañía de otros hermanos y hermanas, el llamado de Jesús.

Aunque el libro del Deuteronomio -que Jesús sigue muy de cerca- propone como religión una serie de principios éticos orientados a crear lazos de solidaridad, equidad y justicia; sin embargo, el judaísmo del primer siglo estaba más inclinado a valorar las formalidades. Lavarse o no lavarse la manos antes de ingerir alimentos había pasado de ser una norma elemental de higiene a convertirse en una norma que decidía quién era religioso y quién era un pecador. La tentación de canonizar los objetos, los rituales, los espacios y el tiempo le pueden hacer olvidar a la persona piadosa que la esencia de su relación con Dios no está en los protocolos culturales, sino en el respeto, la compasión y la misericordia.

Jesús nos invita a redescubrir la esencia del cristianismo en nuestra opción por construir la Utopía de Dios -lo que él llamaba en arameo «Malkuta Yavé», Reino de Dios- y por vivir de acuerdo con los principios del evangelio. Todas nuestras normas y protocolos están al servicio de una auténtica vivencia de sus enseñanzas. Nosotros no debemos renunciar a una vida auténtica y creativa para seguirlo a él. Todo lo contrario. Debemos recrear aquí ya ahora toda la novedad de su profecía y toda la radicalidad de su amor incondicional por los excluidos.

Conectado con todo este tema está aquel otro de «la letra y el espíritu»: la letra es el detalle de lo mandado, la prescripción, el rito, la acción concreta, la «verdad superficial» (Niels Bohr)… El espíritu es el sentido con el que ha sido concebida aquella práctica concreta, y la vivencia con la que debe ser vivida, la «verdad profunda» (Bohr). Por eso se dice que la letra (se entiende: la sola letra, o la letra sin espíritu, la verdad superficial) mata, mientras que el espíritu vivifica. La letra es medio, mientras que el espíritu es un fin. Éste puede darse aun sin aquélla, al margen o incluso «en contra» de ella: en efecto hay veces que, en circunstancias muy especiales, el espíritu de una ley o de una práctica ritual puede exigir hacer en aquella situación, «precisamente lo contrario» de lo que la letra prescribe. Esa flexibilidad, esa «libertad de espíritu» se exige a los cristianos, como a todo ser humano adulto y maduro.

Otro problema distinto –que no podemos abordar aquí, pero que sería bueno no dejar de mantenerlo dentro del horizonte- es que la religiosidad actual se está transformando. Por su propia naturaleza, las «religiones» (llamamos así aquí, técnicamente, a «la forma que ha revestido la espiritualidad del ser humano a partir de su sedentarización neolítica», a partir de la revolución agraria, hace sólo unos pocos miles de años -porque antes había espiritualidad, pero no «religiones»), han tenido en los ritos, en las prácticas rituales, minuciosamente prescritas, un medio importantísimo de expresión, y un modo a la vez de control social. La religión, en las sociedades agrarias, ha sido el mejor y más potente vehículo de identidad de la sociedad, y de control por parte del poder, y han sido los ritos su expresión más visible.

Hoy estamos llegando precisamente al fin de la edad agraria (el neolítico), después de la revolución industrial y tecnológica, la mundialización plural, y el progresivo advenimiento de la sociedad del conocimiento. Las «religiones agrarias» -en aquel sentido técnico preciso- ya no tienen cabida. (Sí lo tiene, insuperablemente, la espiritualidad, la religiosidad profunda, más allá de sus concreción en las diferentes «religiones»). El ser humano post-agrario ya no puede aceptar su identidad ni puede aceptar un control por los vehículos «religionales» basados en «creencias» (en sentido también técnico). Obviamente, la espiritualidad del ser humano va a continuar, es inamisible. Pero lo que han sido técnicamente «las religiones agrarias», está muriendo, va a desaparecer, y es bueno que desaparezca, porque la humanidad está en otra etapa de su historia. Los ritos, las prácticas religiosas prescritas… son, por eso, en alguna sociedades actuales avanzadas, realidades «residuales», que desaparecen vertiginosamente. Si la Iglesia no acepta afrontar sin miedo estos planteamientos, lo único que hace es retrasar el reconocimiento de una enfermedad que no deja de socavarle sus entrañas en los millones de fieles que silenciosamente se van autoexiliando cada año, no sólo en las sociedades llamadas «avanzadas», sino también ya en América Latina. Fue en el año 2008 que comenzamos a conocer «apostasías» voluntarias de cristianos en algunos países de América Latina, un fenómeno absolutamente nuevo en su historia, pero un fenómeno significativo -y creciente- en el momento actual de la historia globalizada del mundo. Leer más…

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