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Las Bienaventuranzas en el lugar imaginado del Reino de Dios.

Miércoles, 1 de noviembre de 2023
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sermon-monteDomingo 1 de noviembre 2023

Mt 5, 1-12

Si nos situamos en el imaginario cultural de los oyentes primarios de Jesús las bienaventuranzas no aparecerán como una proclamación de santidad sino de honorabilidad, porque el honor era el valor central en el mundo antiguo y, por lo tanto, lo que se está proclamando es que quien es reconocido en las situaciones que proclaman las bienaventuranzas ha adquirido la máxima reputación. Sin embargo, lo que proponen está lejos de ser considerado socialmente honorable tanto en aquella sociedad como en la nuestra.

Vistas así, las bienaventuranzas son contraculturales, y por tanto, desafían hoy como ayer nuestros modos de entender lo que encaja y lo que no en nuestros universos sociales y religiosos. Generalmente, traducimos el término griego makarios con que se inicia cada bienaventuranza como felices o bienaventurados, pero también podría traducirse por honorable para destacar la propuesta social que subyace en ellas y la carga subversiva que poseen [1]. Desde este enfoque desarrollaremos el comentario.

Reimaginar el lugar comunitario y social.  

Las bienaventuranzas no describen un estado ideal ni una enumeración de regalos recibidos por perseverar en el sufrimiento, sino que presentan un horizonte alternativo. El sermón del monte invita a imaginar un mundo alternativo en el que la opresión ceda ante la misericordia, las relaciones sean justas y equitativas y todas y todos puedan acceder a los recursos disponibles. No es cuestión de alcanzar alturas espirituales sino de entregar la vida para hacer posible un mundo diferente, un mundo acorde con el sueño del Reino de Dios.

Jesús al proclamar las bienaventuranzas nos está invitando a reimaginar los lugares que habitamos. Nos está llamando a pensar y vivir desde otros valores, con otras prácticas que, sin duda, no nos situarán en los centros de poder sino en los márgenes porque no armonizan con lo que la mayoría piensa. Al escucharlas con atención encontramos condiciones y conductas que Dios valora o encuentra honorables y que, por tanto, quien quiera formar parte de la comunidad del Reino tiene no solo que valorar y estimar sino convertirlas en señas de identidad.

Las bienaventuranzas nos sitúan en un espacio alternativo desde el que tener una nueva perspectiva de la realidad y de Dios. Este nuevo espacio es lo que Jesús llamó Reino de Dios y las bienaventuranzas son centrales para imaginar ese lugar. Pero decir que el Reino de Dios es un lugar imaginado no significa que sea inventado, sino que cuando nos situamos ante él, desde la perspectiva de la Buena Noticia que Jesús proclama, podemos abrirnos tanto a nuevas perspectivas de vida y de fe como a cambios personales o colectivos que generen transformación crítica y creativa en nuestro entorno [2].

Honorables son l@s pobres de espíritu. Teniendo en cuenta el mensaje y la praxis de Jesús, es claro que Dios no hace honorable la pobreza, sino a los pobres. El honor generalmente otorgado a los ricos y poderosos es ahora entregado a quienes viven en duras condiciones sociales y económicas, sin los recursos necesarios, explotados/as y despreciados/as por los poderosos. Estas personas, indefensas frente al opresor/a, sufren su maldad y eso les hace perder la esperanza, la dignidad y la autoestima. y a su pobreza material se añade su dolor profundo en el alma, por eso, pueden ser llamadas pobres de espíritu.

Dios hace honorable su vida por la acción sanadora y salvadora de Jesús. Con ella Jesús puede devolverles la esperanza, liberarlos/as, acogerlos/as, compartir con ellos/as e invitarlos/as a formar parte de la comunidad del Reino, una comunidad que está llamada a ser primicia de un cambio mayor, el de hacer posible un mundo diferente. Eso no ocurrirá por acto milagroso sino por el empeño sostenido y paciente de quienes creen en un nuevo cielo y una nueva tierra donde habite la justicia.

Honorables son quienes lloran. Las lágrimas pueden parecer signos de debilidad, de fracaso o tristeza, pero también pueden expresar indignación y lamento. Quienes lloran porque son abusados, ninguneados o negados en su dolor sienten rabia, se lamentan, pero solo su llanto parece tener voz.  Raquel la matriarca de Israel es símbolo de ese llanto desesperado de la víctima, pero también receptora del consuelo prometido y de un futuro lleno de esperanza (Jr 31, 1-22).  En ella se hace memoria subversiva de un consuelo que no solo enjuga las lágrimas, sino que transforma la vida, atraviesa las fronteras de la existencia y devuelve a la vida [3]

Honorables son quienes no buscan venganza. Sentir en propia carne el peso de la injusticia, sentirnos dolidas/os por las conductas de otros/as, sabernos perdedoras/os en juegos tramposos, puede tentarnos a buscar venganza. Pero si queremos formar parte de la familia alternativa del Reino tenemos que incorporar otro modo de respuesta. No es fácil, pero Jesús lo hizo primero. Quien no busca venganza heredará la tierra porque perdonar, comprender y confiar es un estilo de vida que nos hace herederas/os del mundo soñado por Dios.

Honorables quienes tienen hambre y sed de justicia. Con frecuencia nos duele la injusticia, nos da rabia el abuso y el maltrato, pero muchas veces nos contentamos con indignarnos sin tomar decisiones que ayuden al cambio. Tener hambre y sed de justicia es luchar porque exista una relación justa entre las personas y los bienes. Tener hambre y sed de justicia es elegir la palabra y no el silencio cómplice. Tener hambre y sed de justicia es no claudicar hasta que la bondad y la verdad se encuentren.

Honorables quienes son misericordios@s. La misericordia caracteriza el reino de Dios. Las curaciones de Jesús y sus exorcismos muestran misericordia, como también sus comidas. La misericordia está en el ADN de quienes siguen a Jesús.  Amar sin esperar nada a cambio, perdonar a los/as enemigos/as, estar del lado de quienes no cuentan es construir la casa de Dios.

Honorables quienes son limpi@s de corazón. Quienes no engañan, quienes son honestas/os, e íntegras/os, pueden entender que es dejarse sostener por Dios. Ellos y ellas viven desde el corazón y desde ahí pueden habitar una espiritualidad autentica y audaz que vivifique sus vidas y las de los que están próximos a ellos y ellas.

Honorables quienes trabajan por la paz. En un mundo crispado, endurecido y violento necesitamos paz y pacificadoras/os que puedan imaginar espacios habitables, que construyan puentes y destruyan fronteras. Cada gesto de paz hace germinar esperanza y fraternidad/sororidad. Cada gesto de paz nos hace hermanos y hermanas, cada gesto de paz nos hace hijos e hijas de Dios.

Honorables quienes son perseguid@s por causa de la justicia. Este modo de vivir que proclaman las bienaventuranzas cuestiona el mundo en que vivimos, quien apuesta por el lugar imaginado del Reino será incomodo@, e incluso perseguido. Quien quiera vivir así, no será considerado/a honorable para los criterios de nuestra sociedad individualista y egoísta porque de la misma manera persiguieron a los profetas, pero tendrán la suerte de ayudar a cambiar el mundo al estilo de Dios.

Carme Soto Varela

[1] Jerome H. Neyrey, Honor y vergüenza. Lectura cultural del evangelio de Mateo, Sígueme (Salamanca), 2005.

[2] Halvor Moxnes, Poner a Jesús en su lugar. Una visión radical del grupo familiar y el Reino de Dios, Verbo Divino (Estella) 2005.

[3] Lola Arrieta-Elisa Estévez, Acompañar en las periferias existenciales, Narcea (Madrid), 2020.

Fuente Fe Adulta

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El purgatorio es una gozada.

Miércoles, 1 de noviembre de 2023
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TodosLosSantos_201015Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

30.10.2023

01.- Todos los difuntos son Todos los Santos.

    Estos dos días: los Santos y Difuntos en realidad son una única fiesta, o son como las dos caras de la misma moneda: una única y hermosa celebración de memoria y futuro, de recuerdo y esperanza.

Le oí decir a algún obispo que, puesto que hay infierno, hay condenados.

Y si hay condenados, ¿para qué vamos a orar por ellos?

Mejor pensemos que todos morimos en la misericordia de Dios. Mejor pensar que el “juez” es JesuCristo y mejor pensar que cuando el Señor hace justicia, nos ama más. De Ti procede el perdón y así infundes respeto, (Salmo 129).

02.- Esa muchedumbre inmensa lavada con la sangre de Cristo.

    La muerte es el gran enigma de la vida y se convierte en una -la- gran pesadumbre de la vida.

En la tribulación la vida y de la muerte pongamos nuestra confianza en Dios. El transcurrir humano, con todas nuestras tribulaciones, se serena desde la misericordia de Dios que nos ha acogido por amor.

Probablemente tengamos ya en la vida la experiencia de que, cuando un problema nos turba y da mil vueltas nuestra cabeza, “sentarse” y poner nuestra “gran tribulación” en manos de Dios serena nuestra situación, hemos sido lavados y reconciliados en la sangre de Cristo.

Tal es nuestro descanso, nuestra bienaventuranza, en el fondo nuestra paz.

03.- ¿Y el purgatorio?

Cuando en la historia de la Iglesia y de la teología se separaron el pensamiento de la purificación del pensamiento del encuentro con Dios y con Jesucristo se creó un “inmenso campo de concentración y torturas” y los símbolos (el fuego) se interpretaron como descripciones objetivas, como si se tratara de un lugar geográficamente localizable.

Pero no pensemos así.

Cristo nos espera y su encuentro es la purificación y el Espíritu es el fuego.

En la muerte, el hombre se sitúa fuera del tiempo terrestre; su purificación no se mide por horas ni por días, sino por la gracia del Señor… ¡Feliz purgatorio! La purificación está en el encuentro con Cristo

El Padre nos tapará la boca como al hijo pródigo y entraremos en la fiesta, porque había que celebrar una fiesta, una bienaventuranza.

Después de esta vida, Dios mismo será nuestro lugar. (San Agustín)

04.- Fiesta de esperanza: de bienaventuranza: Comunión de los santos

    Al mismo tiempo que recordamos, Todos los Santos es fiesta de gran esperanza, porque nos anuncia nuestro futuro, el futuro absoluto. Hacia Ti, morada santa, solemos cantar.

    Y es una fiesta de esperanza porque no caemos en el vacío absoluto, en la nada. Nos aguardan, nos esperan.

La comunión de los santos es esa memoria común en la que recordamos y nos recuerdan desde el cielo. Es hermoso pensar, ¡vivir!, que nuestros padres, hermanos, familiares, amigos y “enemigos”  se acuerdan de nosotros y nos esperan en el cielo. Se acuerdan de nosotros de un modo más amable y profundo que en esta vida.

    Estas cosas así pensadas y vividas son fuente de bienaventuranza y de serena paz.

    Seréis bienaventurados.

05.- La Eucaristía es memorial y esperanza

Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección…

En la Eucaristía recordamos a Cristo: su redención, su perdón, al mismo tiempo que esperamos una conclusión feliz de la historia. El recuerdo es salvífico y el futuro realizador.

Estad alegres y contentos,
porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

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Estos son los que vienen…

Jueves, 17 de noviembre de 2022
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Del blog Nova Bella:

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Bienaventurados….

*

Mt 5, 1 y ss

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Espiritualidad ,

Cosas maravillosas en nuestra tienda.

Jueves, 3 de noviembre de 2022
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religic3b3n-diversidad-sexual-y-activismo-san-sergio-y-san-baco-santos-gaysAunque ya hemos celebrado ambas jornadas, el artículo merece la pena ser publicado:

En la próxima semana, nuestra iglesia celebra dos días especiales: Solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre) y Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (2 de noviembre). La publicación de blog de hoy refleja estos dos días desde una perspectiva católica LGBTQ+. Al final de la publicación, encontrará enlaces a dos ejercicios de reflexión espiritual que son nuevas entregas de la serie “Journeys” de New Ways Ministry.

Parte de la novena a los Santos Sergio y Baco dice:

“Nuestro Dios estaba tan orgulloso de vuestro amor y coraje que a la muerte de Baco, cuando Sergio estaba en su punto más bajo y solitario y comenzaba a desanimarse, Dios envió el espíritu de Baco a Sergio para consolarlo con la promesa de que los dos volveríamos a estar juntos en el Cielo.”

Anticipándose a los días festivos de la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, la narración de los santos emparejados, Sergio y Baco, es una historia de amor que vale la pena recordar, ya que vincula elementos de ambos memoriales.

Según John Boswell,  en su Libro Uniones del mismo sexo en la Europa premoderna, tanto Sergio como Baco eran soldados romanos de alto rango que disfrutaban de una amistad privilegiada con el emperador. Sin embargo, en una ocasión provocaron la ira del emperador por negarse a ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Cuando se aferraron a su fe cristiana, el emperador ordenó que fueran despojados de su atuendo militar y desfilar por las calles vestidos con ropa de mujer.

Sin embargo, este edicto, en una sociedad obsesionada con la masculinidad guerrera, no logró humillar a Sergio y Baco. Como cristianos, familiarizados con las Escrituras, cantaron con audacia:

“Nos regocijamos en ti, oh Dios, porque nos has vestido con vestiduras de salvación, y nos has cubierto con manto de justicia; como novias, nos has ataviado con vestidos de mujer y nos has unido para ti a través de nuestra confesión”.

Baco fue azotado hasta la muerte y Sergio encarcelado. Esa noche, Sergio, deprimido y desconsolado por la pérdida de Baco, lloró y gritó: “Hermano y compañero soldado, ya no cantaremos juntos: ‘¡Mirad cuán bueno y cuán agradable es para los hermanos permanecer en unidad!’ Te has desprendido de mí y has subido al cielo, dejándome solo en la tierra, ahora solo, sin consuelo”.

Esa misma noche, después de que Sergio hubo pronunciado estas palabras, el espíritu de Baco se le apareció y le dijo:

“¿Por qué te afliges y lloras, hermano? Si he sido tomado de ti en cuerpo, todavía estoy contigo en el vínculo de la unión… Apresúrate, pues, tú mismo, hermano, a través de la hermosa y perfecta confesión para perseguirme y alcanzarme, cuando hayas terminado el curso. Porque la corona de la justicia para mí es estar con ustedes”.

Al observar la Solemnidad de Todos los Santos el 1 de noviembre, podemos celebrar a todos los santos, tanto conocidos como desconocidos, que sirvieron como discípulos y mártires de Cristo y que ahora se regocijan ante el trono de Dios. Podemos invocar a estos santos en oración; déjate inspirar por su audacia o humildad, y siéntete representado por esta inmensa nube de testigos de toda nación, raza, pueblo y lengua (Apocalipsis 7).

16F086E3-2937-4902-A998-05FD38791DD3Santas Perpetua y Felicidad

Al imitar a estos santos, también podemos reflexionar sobre nuestro propio llamado al discipulado LGBTQ/aliados, ya que muchos de estos santos nos presentan un precedente humano de lo que significa vivir, amar y seguir a Cristo. Santas Perpetua y Felicidad, madres y patronas de las parejas del mismo sexo, amaban a sus hijos, pero estaban dispuestas a morir antes que renunciar a su fe cristiana. Santa Mónica, a través de su fe, dedicación y preocupación por sus hijos, formó a uno de los más brillantes filósofos y santos de todos los tiempos: su hijo, San Agustín de Hipona.

Al honrar a los Fieles Difuntos el 2 de noviembre, reconocemos el “vínculo de unión” que nos rodea a nosotros y a nuestros seres queridos (difuntos) que forman el Cuerpo vivo de Cristo. Permanecemos en la esperanza sabiendo que lo que nos espera al final no es solo estar en la presencia de Dios (el tema de las lecturas de estos dos días) sino también estar en “unidad” con aquellos a quienes amamos mucho, pero perdidos en la muerte. (La promesa de Dios a Sergio fue que “los dos volverían a estar juntos en el cielo”).

Cuando Sergio finalmente fue decapitado, y cuando entregó su espíritu a los ángeles, una voz del cielo dijo:

“Ven, también, Sergus, soldado y vencedor, al Reino preparado para ti. Las huestes de ángeles, las filas de matriarcas y patriarcas, los coros de apóstoles y profetas, las almas de los justos, todos esperan tu llegada para compartir con ellos las cosas maravillosas que allí te esperan”.

En estas fiestas de Todos los Santos y Todas las Almas, que la unidad perdurable de Sergio y Baco, Perpetua y Felicidad, sea un tierno recordatorio de algunas de las cosas maravillosas que también os esperan.

– Dwayne Fernandes, New Ways Ministry, 30 de octubre de 2022

Para mayor reflexión, diario o conversaciones grupales, visite nuestra serie JOURNEYS:

Solemnidad de Todos los Santos

Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos

Fuente New Ways Ministey

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Todos santos, aquí y ahora.

Martes, 1 de noviembre de 2022
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La vida futura es el opio del pueblo, es una mistificación que hace esperar del futuro un cambio que no se habría producido o por lo menos no se ha preparado en el presente.

La verdadera fe cristiana no es la fe en una vida futura, sino en la vida eterna, y si es eterna, sólo se necesita un momento de reflexión para comprender que ya se ha iniciado. Vivimos ahora, o no viviremos nunca.

*

Luis Evely,
“Ese hombre eres tú” (1957), p. 58

***

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”

*

Mateo 5,1-12a

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La meditación del bautismo de Jesús (Lc 3,21 ss) supuso para mí un intento de hacerme consciente del amor de Dios. Jesús baja al Jordán, al agua cargada con la culpa de las muchas personas que iban al Jordán a que Juan las bautizara. Mientras baja, se abren sobre él los cielos y Dios le promete: «Tú eres mi hijo amado, en ti me he complacido». También esta frase –que somos hijos e hijas amados de Dios- la escuchamos hoy de una manera suficiente en los discursos espirituales, pero lo más frecuente es que estas palabras nos resbalen. Son justas, pero no provocan nada. Siempre será un don el hecho de que estas palabras alcancen nuestro corazón de modo que se sienta realmente amado, sanado y cambiado por el amor […].

Experimenté en la meditación la realidad de este amor cuando referí la frase: «Eres mi hijo amado», precisamente en mi miedo, en mi oscuridad, en mi rechazo, en mi mediocridad, en las mentiras de mi vida. Sólo cuando referí a mi vida concreta la palabra que me dice que soy un hijo amado, me tocó en lo más profundo de mi ser y me proporcionó paz interior. Todos los discursos sobre el amor de Dios nos resbalarán si no llegan a tocar las experiencias de nuestra vida de cada día.

Anselm Grün,
Abitare nella casa dell’amore,
Brescia 2000, pp. 50ss, passim).

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“Creer en el Cielo”. Todos los Santos” – B (Mateo 5,1-12).

Martes, 1 de noviembre de 2022
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31-852867En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos», quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

José Antonio Pagola

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“Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.” 01 de Noviembre de 2022. Todos los Santos

Martes, 1 de noviembre de 2022
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58-TodoslossantosALeído en Koinonia:

Os animamos también a leer la Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

Apocalipsis 7,2-4.9-14: Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua.
Salmo responsorial: 23: Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.
1Juan 3,1-3:Veremos a Dios tal cual es.
Mateo 5,1-12a: Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Se celebra hoy la Solemnidad de Todos los Santos. Qué bueno sería que los «santos» en ella celebrados no se redujeran sólo a los del “mundo católico”, los santos de nuestro pequeño mundo, de la Iglesia Católica, sino a «todos los santos del mundo», a los santos de un mundo verdaderamente «cat–hólico» (etimológicamente, según el todo, referido al todo), o sea, «universal». ¿No queremos celebrar en este día a todos los santos que están ya ante Dios? ¿Pues cómo vamos a limitarnos a pensar en «catálogo romano de los santos», de los «canonizados» por la Iglesia católica romana, según esa práctica llevada a cabo sólo desde el siglo XI, de «inscribir» oficialmente a los santos particulares de nuestra Iglesia, en ese libro? ¿Será que quienes figuran oficialmente inscritos durante 9 siglos en esta sola Iglesia son «todos los santos»… o tal vez serán sólo una insignificante minoría entre todos ellos?

Es decir: pocas fiestas como ésta requieren ser «universalizadas» para hacer honor a su nombre: la festividad de «todos los santos». Por tanto, hay que hacer un esfuerzo por entenderla con una real universalidad. Ésta es una fiesta «ecuménica»: agrupa a todos los santos. Es más que ecuménica, porque no contempla sólo a los santos cristianos, sino a «todos», todos los que fueron santos a los ojos de Dios. Ello quiere decir, obviamente, que también incluye a los «santos no cristianos»… a los santos de otras religiones (debería ser una fiesta inter-religiosa), e incluso a los santos sin pertenencia a ninguna religión, los «santos paganos» (Danielou tituló así un libro suyo), los santos anónimos (éstos deben ser verdadera legión), incluso los «santos ateos», a los que el pasaje de Mt 25,31ss pone en evidencia («cada vez que lo hicieron con alguno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron»).

Una fiesta, pues, que podría hacernos reflexionar sobre dos aspectos: sobre la santidad misma (¿qué es, en qué consiste, qué «confesionalidad» tiene…?), y sobre el «Dios de todos los santos». Porque muchas personas todavía piensan -sin querer, desde luego- en «un Dios muy católico». Para algunos Dios sería incluso «católico, apostólico… y romano». O sea, «nuestro». O «un Dios como nosotros», de hecho. Pudiera ser que, también… un poco… hecho «a imagen y semejanza» nuestra.

La actitud universalista, la amplitud del corazón y de la mente hacia la universalidad, a la acogida de todos sin etiquetas particularistas, siempre nos cuestiona la imagen de Dios. Dios no puede ser sólo nuestro Dios, el nuestro, el que piensa como nosotros e intervendría en la historia siempre según nuestras categorías y de acuerdo con nuestros intereses… Dios, si es verdaderamente Dios, ha de ser el Dios de todos los santos, el Dios de todos los nombres, el Dios de todas las utopías, el Dios de todas las religiones (incluida la religión de los que con sinceridad y sabiendo lo que hacen optan con buena conciencia por dejar a un lado “las religiones”, aunque no «la religión verdadera» de la que por ejemplo habla Santiago en su carta, 1,27). Dios es «católico» pero en el sentido original de la palabra. Está más allá de toda religión concreta. Está «con todo el que ama y practica la justicia, sea de la religión que sea», como dijo Pedro en casa de Cornelio (Hch 10).

Hoy nos parece todo esto tan natural, pero hace apenas 50 años que estamos pensando de esta manera -los años que hace que se celebró el Concilio Vaticano II-. En las vísperas de aquel Concilio, el famoso teólogo dominico Garrigou-Lagrange (avanzado, progresista, y por ello perseguido) escribía, con la mentalidad que era común en el ambiente católico: «Las virtudes morales cristianas son infusas y esencialmente distintas, por su objeto formal, de las más excelsas virtudes morales adquiridas que describen los más famosos filósofos… Hay una diferencia infinita entre la templanza aristotélica, regulada solamente por la recta razón, y la templanza cristiana, regulada por la fe divina y la prudencia sobrenatural» (Perfection chrétienne et contemplation, Paris 1923, p. 64). Danielou, por su parte, afirmaba: «Existe el heroísmo no cristiano, pero no existe una santidad no cristiana. No debemos confundir los valores. No hay santos fuera del cristianismo, pues la santidad es esencialmente un don de Dios, una participación en Su vida, mientras que el heroísmo pertenece al plano de las realidades humanas» (Le mystère du salut des nations, Seuil, Paris 1946, p. 75). Todas las grandes figuras de la humanidad, personajes como Sócrates o como Gandhi… sólo podrían considerarse héroes, no santos. No quedarían incluidos hoy en esta fiesta, según la visión católico-romana de aquellos tiempos preconciliares, porque «santos», sólo podrían serlo los buenos cristianos, ¡y católicos! Ésta es una de las tantas «rupturas» que realizó el Concilio Vaticano II.

La primera lectura bíblica de esta fiesta litúrgica, del Apocalipsis, aun estando redactada en ese lenguaje no sólo poético, sino ultra-metafórico, lo viene a decir claramente: la muchedumbre incontable que estaba delante de Dios era «de toda lengua, pueblo, raza y nación»… En aquel entonces, hablar de «las naciones» implicaba a las religiones, porque se consideraba que cada pueblo-raza-nación tenía su propia religión. A Juan le parece contemplar reunidos, en aquella apoteosis, no sólo a los judeocristianos, sino a «todos los pueblos», lo que equivale a decir: a todas las religiones.

Si corregimos así nuestra visión, estaremos más cerca de «ver a Dios tal como es» (segunda lectura), tal como podremos verle más allá de los velos carnales del chauvinismo cultural o el tribalismo religioso -que no son muy distintos-. Obviamente, esos «ciento cuarenta y cuatro mil» (doce al cuadrado, o sea, «los Doce», o «las Doce ‘tribus’ de Israel», pero elevadas al cuadrado y multiplicadas por mil, es decir, totalmente superadas, llevadas fuera de sí hasta disolverse entre «toda lengua, pueblo, raza y nación»), esos ciento cuarenta y cuatro mil, o los entendemos como un símbolo macroecuménico, o nos retrotraerían a un fantástico tribalismo religioso.

Las bienaventuranzas comparten esta misma visión «macro-ecuménica»: valen para todos los seres humanos. El Dios que en ellas aparece no es «confesional», de una religión, no es «religiosamente tribal». No exige ningún ritual de ninguna religión. Sino el «rito» de la simple religión humana: la pobreza, la opción por los pobres, la transparencia de corazón, el hambre y sed de justicia, el luchar por la paz, la persecución como efecto de la lucha por la Causa del Reino… Esa «religión humana básica fundamental» es la que Jesús proclama como «código de santidad universal», para todos los santos, los de casa y los de fuera, los del mundo «católico»…

Si a propósito de la festividad de Todos los Santos se nos sugiere el texto de las Bienaventuranzas, es porque ellas son en verdad el camino de la santidad universal (y supra-religional, simple y profundamente humana); en y con las Bienaventuranzas como carta de navegación para nuestra vida es posible alcanzar la meta de nuestra santificación, entendida como la lucha constante por lograr en el cada día el máximo de plenitud de la vida según el querer de Dios.

En la homilía, en la oración, en la conversación que tengamos sobre el tema, no dejemos de nombrar hoy a Gandhi, que tiene que ir de la mano con Francisco de Asís; a Martin Luther King acompañado por Mons. Oscar Arnulfo Romero –finalmente reconocido como «mártir» por Roma–; a la mística santa Teresa con el incomparable Ibn Arabí; al inefable Juan de la Cruz con el místico Nisagardatta («¡Yo soy Eso!»)… La manera de cambiar la vieja mentalidad «tribal», que también nos ha afectado en la concepción de la santidad, es practicar, conversar, manifestar la nueva mentalidad macroecuménica.

Dentro de la perspectiva cristiano-católica, para una aplicación más parenética de este precedente comentario exegético, recomendamos como la mejor referencia el capítulo V de la Constitución Dogmática de la Iglesia “Lumen Gentium”, del Vaticano II, sobre el “Universal llamado a la santidad”. Antes del Concilio se solía pensar que había una especie de «profesionales de la santidad», que se dedicaban de un modo especializado a conseguirla, como los monjes y los religiosos/as, que se decía que vivían en el «estado de perfección»; a los demás, los laicos/as o seglares, como que se les consideraba de alguna manera dispensados de tener que tender a la santidad. Leer más…

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1.11.22 Todos los santos, hacedores de paz (Mt 5, 3-9)

Martes, 1 de noviembre de 2022
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felices-vosotros-las-bienaventuranzasDel blog de Xabier Pikaza:

Este año, en un contexto de guerras reales y amenazas de guerra aún más fuertes, quiero presentar las bienaventuranzas de un modo básico como propuesta de reconciliación abierta a la paz de un cielo que comienza en este mundo: Bienaventurados o santos son ya los hacedores de paz.

El evangelio de Mateo ha reinterpretado las tres primeras bienaventuranzas de Lucas (Lc 6, 20.21), desde la perspectiva de su propia iglesia (hacia el 80 d. C.), presentándolas como un programa de pacificación cristiana.

Las bienaventuranzas son palabras de anuncio gozoso de Reino, pero, al mismo tiempo, ofrecen el más hondo programa de pacificación personal y social del cristianismo.

Un tipo de iglesia ha pactado con muchos poderes de violencia social, defendiendo incluso la “guerra justa” (a veces santa).

Para el Jesús del evangelio no hay guerras justas, ni pactos militares capaces de crear la paz. Su propuesta pacificación es más honda: un proyecto y programa radical de santidad cristiana.

He comentado de un modo más extenso estas bienaventuranzas en   Evangelio de  Mateo y en Felices vosotros... Aquí ofrezco  un pequeño resumen del tema, en forma de proclama de santidad pacificadora, conforme al evangelio de este día

(1) Bienaventurados los pobres de Espíritu. Sólo se puede hablar de paz donde se empieza poniendo en el centro a los pobres. Mt 5, 3 ha dicho pobres de espíritu donde Lc 6, 20 decía simplemente pobres. Con eso, Mateo no ha negado la bienaventuranza de la pobreza material, pues él sigue hablando en su evangelio de pobres, vencidos y pequeños (cf. Mt 18, 1-14), pero ha querido referirse en especial a los cristianos.

En ese sentido, habla de los pobres de espíritu, esto es, de aquellos que no se limitan simplemente a sufrir una suerte que les viene marcada de fuera (porque han sido derrotados por otros, vencidos por la vida), sino que habla de aquellos que, pudiendo vivir de otra manera, asumen voluntariamente un camino de pobreza, por solidaridad y, sobre todo, por servicio a los demás, como Jesús, que, pudiendo haberse puesto al lado de los vencedores, se unió a los pobres, iniciando con ellos un camino de salvación (cf. 2 Cor 8, 9; Flp 2, 6-11).

Así aparece como el siervo que no grita, no se ensalza, no esclaviza (cf. Mt 12, 15–21), iniciando un camino de solidaridad humana desde la pobreza. Quien quiera vivir como rico no puede hacer la paz. Donde se busca dinero se logran otras cosas, no se puede hablar de paz.

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(2) Bienaventurados los que sufren. Sólo aquellos que sufren y saben sufrir pueden ser constructores de paz. Lucas hablaba de aquellos que lloran (hoi klaiontes), destacando quizá el llanto físico, aceptado o no (en la línea de la pobreza material). Mateo, en cambio, dice hoi penthountes, término que parece referirse más en concreto a los que “saben” sufrir, es decir, a los que aceptan el dolor, más aún, a quienes lo comparten con otros y así lo convierten en fuente de vida fecunda.

Ciertamente, podemos decir con el texto de Lucas, que son bienaventurados todos los que lloran, por la razón que fuere, sin distinguir la forma en que asumen o no su sufrimiento. Mateo en cambio parece haber puesto de relieve el valor de maduración e incluso de “revolución radical” del sufrimiento. Sólo aquellos que, quizá con miedo, saben aceptar el sufrimiento pueden ayudar a los demás, abriendo con ellos y para ellos un camino de vida.

Quien no sabe sufrir terminará siendo un dictador. Quien hace sufrir a los demás (por hambre o terror, por guerra o dictadura) no podrá ser hombre de paz. Sólo aquellos que se ponen en el lugar de los que sufren y sufren con ellos pueden iniciar el camino de paz del evangelio.

(3) Bienaventurados los mansos…
 (Mt 5, 5). Ésta es una bienaventuranza nueva, que Mateo o su iglesia han creado, siguiendo el testimonio de Jesús, que ha sido pobre y pequeño (sin poder económico o social), pero que ha sabido elevar y enriquecer a los pequeños, convirtiendo su pobreza en fuente de gracia y de vida para muchos.

Mansos son los que actúan sin imponerse, los que ayudan a los demás desde su pobreza. Así ha dicho Jesús: «Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumamos, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde…» (Mt 11, 28-29). Siendo pobre (manso, no violento), Jesús puede ayudar a los pobres.

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Ocho puertas para entrar en el Reino de Dios. Fiesta de todos los Santos

Martes, 1 de noviembre de 2022
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Carrera 100 ms vallaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En la Fiesta de Todos los Santos, la lectura del evangelio recoge las bienaventuranzas. Es una forma de indicarnos el camino que llevó a tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia a la santidad. Resulta imposible comentar cada una de ellas en poco espacio. Me limito a indicar algunos detalles fundamentales para entenderlas.

Las bienaventuranzas no son una carrera de obstáculos

Muchos cristianos conciben las bienaventuranzas como una carrera de obstáculos, hasta que conseguimos llegar a la meta del Reino de Dios. Y la carrera se hace difícil, tropezamos continuamente, nos sentimos tentados a abandonar cuando vemos tantas vallas derribadas. «No soy pobre material ni espiritualmente; no soy sufrido, soy violento; no soy misericordioso; no trabajo por la paz… No hace falta que un juez me descalifique, me descalifico yo mismo.» Las bienaventuranzas se convierten en lo que no son: un código de conducta.

Las bienaventuranzas son ocho puertas para entrar en el Reino de Dios

El arquitecto de la basílica de las bienaventuranzas la concibió con ocho grandes ventanas que permiten ver el hermoso paisaje del lago de Galilea. Prefiero concebir las bienaventuranzas no como ocho ventanas, sino como ocho puertas que permiten entrar al palacio del Reino de Dios. Para entenderlas rectamente hay que advertir donde las sitúa Mateo: al comienzo del primer gran discurso de Jesús, el Sermón del Monte, en el que expone su programa e indica la actitud que debe distinguir a un cristiano de un escriba, de un fariseo y de un pagano.

            A diferencia de los políticos, capaces de mentir con tal de ganarse a los votantes, Jesús dice claramente desde el principio que su programa no va a agradar a todos. Los interesados en seguirlo, en formar parte de la comunidad cristiana (eso significa aquí el «Reino de los cielos»), son las personas que menos podríamos imaginar: las que se sienten pobres ante Dios, como el publicano de la parábola; los partidarios de la no violencia en medio de un mundo violento, capaces de morir perdonando al que los crucifica; los que lloran por cualquier tipo de desgracia propia o ajena; los que tienen hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios, como Jesús, que decía que su alimento era cumplir la voluntad del Padre; los misericordiosos, los que se compadecen ante el sufrimiento ajeno, en vez de cerrar sus entrañas al que sufre; los limpios de corazón, que no se dejan manchar con los ídolos de la riqueza, el poder, el prestigio, la ambición; los que trabajan por la paz; los perseguidos por querer ser fieles a Dios.

            Pero las bienaventuranzas son ocho puertas distintas, no hay que entrar por todas ellas. Cada cual puede elegir la que mejor le vaya con su forma de ser y sus circunstancias.

Evitar dos errores

            En conclusión, las bienaventuranzas no dicen: «Sufre, para poder entrar en el Reino de Dios». Lo que dicen es: «Si sufres, no pienses que tu sufrimiento es absurdo; te permite entender el evangelio y seguir a Jesús».

            No dicen: «Procura que te desposean de tus bienes para actuar de forma no violenta». Dicen: «Si respondes a la violencia con la no violencia, no pienses que eres estúpido, considérate dichoso porque actúas igual que Jesús».

            No dicen: «Procura que te persigan por ser fiel a Dios». Dicen: «Si te persiguen por ser fiel a Dios, dichoso tú, porque estás dentro del Reino de Dios».

            Pero, al tratarse de los valores que estima Jesús, las bienaventuranzas se convierten también en un modelo de vida que debemos esforzarnos por imitar. Después de lo que dice Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante actitudes como la de prestar ayuda, no violencia, trabajo por la paz, lucha por la justicia, etc. El cristiano debe fomentar esa conducta. Y el resto del Sermón del Monte le enseñará a hacerlo en distintas circunstancias.

Las puertas y el palacio

            Finalmente, no olvidemos que estas ocho puertas nos permiten entrar en el palacio y sentarnos en el auditorio en el que Jesús expondrá su programa a propósito de la interpretación de la ley religiosa, de las obras de piedad, del dinero y la providencia, de la actitud con el prójimo… Este gran discurso es lo que llamamos el Sermón del Monte. Limitarse a las bienaventuranzas es como comprar la entrada del cine y quedarse en la calle.

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01 de Noviembre Fiesta de Todos los Santos

Martes, 1 de noviembre de 2022
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Todos-Santos

«Felices…»

(Mt 5, 1-12)

Cada vez se hace más difícil esta fiesta de “Todos los Santos” que está íntimamente unida a la de los “Difuntos”. Nuestra sociedad no quiere ni oír hablar de la muerte y con la moda “Halloween” nos distrae, nos entretiene con zoombies, muertos vivientes y esqueletos, que más o menos inconscientemente relegamos al espacio de la imaginación, la ciencia ficción, lo irreal.

Pero la muerte no es un cuento, ni una leyenda. Es una realidad con la que tarde o temprano tenemos que lidiar. Un día moriremos, eso seguro. Pero además mueren también nuestro seres queridos y cuando eso ocurre no sabemos qué hacer con su ausencia, no sabemos vivir el duelo, nadie nos ha enseñado a convivir con la muerte…

Por eso hoy os queremos dejar con esta oración de San Agustín, cada una puede leerla como si la hubiera escrito esa persona amada que falleció y que estos días tenemos presente.

No llores si me amas

No llores si me amas,
si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo.

Si pudieras oír el cántico de los ángeles
y verme en medio de ellos.
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos; los horizontes, los campos
y los nuevos senderos que atravieso.

Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual las bellezas palidecen.

¿Tú me has visto,
me has amado en el país de las sombras
y no te resignas a verme y
amarme en el país de las inmutables realidades?

Créeme.
Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban,
cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
ese día volverás a verme,
sentirás que te sigo amando,
que te amé, y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.

Volverás a verme trasfigurado, en éxtasis, feliz.
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
que te llevaré de la mano por
senderos nuevos de Luz…y de Vida…
¡Enjuga tu llanto y no llores si me amas!

(San Agustín)

*

Fuente: Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Todos santos porque lo divino nos atraviesa.

Martes, 1 de noviembre de 2022
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4c1ef-bienaventuranzasMt 5, 1-12

Vaya por delante que hoy me siento absolutamente incapaz de armonizar el sentido que la liturgia da a esta fiesta con el mensaje del evangelio. Un botón de muestra: En la oración colecta se habla de “los méritos de todos los santos” y “la multitud de intercesores”. ¿No decía el domingo pasado el evangelio que el fariseo, que se sentía con derechos, no salió justificado del templo? Esa interpretación de la santidad como superioridad moral no tiene nada que ver con el evangelio. Y los intercesores; ¿Son mejores que Dios y nos quieren más?

Hace ya algunos años que vengo titulando esta fiesta como “todos santos”. Hoy añado “y pecadores” porque sin ese añadido, lo podemos entender mal. Me ayudó mucho a este matiz el oírle al Papa decir, ya varias veces; “soy un pecador”. Naturalmente, el Papa no quiere decir que roba o que mata o que hace otras barbaridades. Lo que hace es manifestar su fina espiritualidad, dando a entender que de lo que es a lo que tendría que ser hay aún un abismo. Esta idea ya la había desarrollado Lutero, siendo muy criticado por ello.

Está dando un vuelco la idea que teníamos de “santo”. A ello ha contribuido no poco el afán de la institución en las últimas décadas por declarar santos incluso a centenares. Suele pasar que a toda inflación corresponde casi siempre una devaluación. También han ayudado a esta nueva idea de santo los métodos utilizados en los procesos de canonización, no siempre auténticos ni demasiado convincentes. La prueba está que suelen salir adelante los procesos que tienen detrás una institución influyente y con dinero a discreción.

Lo que hemos dicho el día del fariseo y el publicano son puede servir hoy. Santo no es el perfecto, sino el pecador que reconoce la necesidad que tiene de un Dios que le ame sin merecerlo. Solo cuando uno se siente pecador está cerca de Dios. Solamente en la medida que un ser humano es santo puede sentirse pecador. El santo nunca descubrirá que lo es. Por favor, que nadie caiga en la tentación de aspirar a la perfección, “santidad”. Aspirad solo, a ser cada día más humanos, desplegando el amor que Dios ha derramado en vuestro ser.

En la celebración de este día, no tenemos que pensar en los “santos” canonizados, ni en los que desarrollaron virtudes heroicas, sino en todos los hombres que descubrieron y mostraron la marca de lo divino en ellos, aunque no hayan pensado en la santidad. No se trata de celebrar los “méritos” de personas extraordinarias, sino de reconocer la presencia de Dios, que es el único Santo, en cada uno de nosotros. El único mérito es de Dios.

En todos los tiempos han existido y siguen existiendo personas que descubriendo su autentico ser, ha sido capaces de darse a los demás y de hacer así un mundo más humano. En este mundo hay lugar también para el optimismo, porque la inmensa mayoría de la gente son “buenas personas”, que intentan por todos los medios hacer felices a los demás. Eso no quiere decir que no tengan fallos. Una de las actitudes que más nos humanizan es precisamente el aceptar las limitaciones, en nosotros mismos y en los demás. Jesús no exigió la perfección a sus seguidores, solo les pedía que descubrieran el amor que es Dios en ellos.

Estamos llamados todos a ser santos. Esto no debe asustarnos, porque no se trata de exigirnos la perfección sino de descubrir al Perfecto identificado con cada uno de nosotros. Significaría que debemos descubrir lo que Dios es en lo hondo de nuestro propio ser. No pensar en un Señor perfectísimo al que tenemos que parecernos. Obligarnos a imitar a Dios nos  ha hundido en la miseria más absoluta, porque mientras seamos humanos, nadie puede ser perfecto. Dejaríamos de ser humanos, que es lo que muchas veces ha pasado.

En esta fiesta celebramos la “bondad” se encuentre donde se encuentre. Es una fiesta de optimismo, porque, a pesar de los telediarios, hay mucho bien en el mundo si sabemos descubrirlo. Es cierto que mete más ruido uno tocando el tambor que mil callando. Por eso nos abruma el ruido que hace el mal y no nos queda espacio para descubrir el bien, que es mucho más fuerte y está más extendido que el mal.

Hoy es el día del optimismo. La Vida y el Bien triunfan sobre la muerte y el mal. Desde esta perspectiva, la vida merece siempre la pena. Porque esta alegría de vivir tenemos que mantenerla a pesar de tanto sufrimiento y dolor como encontramos en nuestro mundo. A pesar de que muchos seres humanos consumen su existencia sin enterarse de lo que son, y se conforman con vegetar como las plantas o quedarse en lo sensorial como los animales.

La santidad consiste en la posibilidad que me da Dios de parecerme a Él, porque está en lo hondo de mi ser como fuerza de actuación. En la medida que yo tomo conciencia de esa realidad que hay en mí, empiezo actuar según ella. Hablamos en contra de lo que nos han enseñado: Para ser santo tienes que hacer esto y dejar de hacer lo otro, siempre de manera heroica, pues lo que me piden es lo que cuesta, y lo que me prohíben es lo que me gusta.

Es muy significativa la identificación que ha hecho el “pueblo” (Iglesia) de esta fiesta de “todos los santos” con la de “todos los difuntos”, hasta el punto de que para muchos son una sola fiesta. Debíamos tomar conciencia de esta  realidad, para que las dos fiestas tomaran el verdadero significado. Son fiestas de recuerdo y agradecimiento. ¿Es concebible que uno no considere a su madre “santa”? Esto es lo que nos obliga a pensar que una madre no muere nunca, porque lo que ha dado, seguirá llegando a nosotros a pesar de que ya no esté.

Tratemos de descubrir ese futuro desde Dios. ¿Por qué nos empeñamos en imaginar un más allá conforme a nuestra limitación actual? Pretender que permanezca nuestra condición de criatura limitada no tiene mucho sentido. Lo contingente es perecedero. Lo único que permanece de nosotros es lo que ya tenemos de trascendente. La eternidad no es una sucesión interminable de tiempo, sino un instante en el que ya estamos. Eternidad no es lo contrario de tiempo, sino un ámbito al que podemos acceder aunque estemos en el tiempo.

Alguien ha dicho: Amar es decirle al otro: no morirás. Si el que ama es Dios, nos está diciendo: tú permanecerás mientras yo sea, es decir, siempre. El punto por el que podemos conectar con Dios nos hace eternos. Ese punto no puede ser lo material, lo biológico, lo caduco, sino lo trascendente. Yo permaneceré en la medida que renuncie (muera) a mi falso yo. “Si el grano de trigo no muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”.

Cuando Jesús le dice a Nicodemo: “hay que nacer de nuevo”, le está invitando a encontrar una Vida (con mayúscula) trascendente, la del Espíritu. Una Vida que poseemos mientras desplegamos nuestra vida (con minúscula). Es la verdadera, la definitiva, porque la biológica termina sin remedio, pero la espiritual no tiene fin. Cada vez que oigamos en la Escritura “vida eterna”, debemos entender: Vida definitiva. No se trata de la vida del más allá, sino del aspecto más interesante de la vida del más acá.

Meditación

Cuando Jesús dice: “yo y el Padre somos uno”,
está manifestando su vivencia más profunda.
Consciente de que su centro está en Dios,
irradia esa realidad de Dios en todas direcciones.
Yo no tengo que escalar ninguna cima inexpugnable,
ni conseguir ninguna meta inalcanzable.
Solo tengo que centrarme en lo que ya soy.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Buscamos ser felices o vivir saciados?

Martes, 1 de noviembre de 2022
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sermon-del-monte-6Mt 5, 1-12

Podemos ponernos ante el evangelio de esta fiesta diciendo “¡Bah! Las bienaventuranzas otra vez” o leerlo como si no lo conociéramos, como si fuera la primera vez que llega a nuestras manos. Os invito a hacer esto y, posiblemente nos asombre su temática, su alegría y desenfado. Su lenguaje es directo, concreto y positivo.

Nuestro asombro crecerá aún más si somos capaces de recordar el contexto en el que se escribió. Recordemos a esas primeras comunidades cristianas que son excluidas, silenciadas, que no tienen ninguna relevancia social ni religiosa e incluso son perseguidas.

¿Cómo es posible que estos hermanos y hermanas logren transmitirnos su testimonio de alegría, de sentirse afortunados, dichosos? Es más, ¿cómo nos explicamos que esta sea su experiencia más profunda? Posiblemente es difícil para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, que ponemos tantas condiciones y necesitamos tantas seguridades para sentirnos felices.

Nos asombrará si miramos un momento sus palabras, cargadas de intención en Mateo. Jesús “sube” al monte como un nuevo Moisés a proclamar la nueva Ley, con autoridad “se sienta”, viene algo serio no cualquier recado, se le “acercan” los que le siguen y Él “viendo a esa muchedumbre” lo que se le ocurre es llamarlos DICHOSOS, BIENAVENTURADOS.

No les dice lo que deben hacer para serlo, que hubiera “enganchado” con los oyentes. Proclama, grita, que “son dichosos”. Y para que no quede duda, añade dos cosas que nos pueden desconcertar aún más: son dichosos AHORA, en presente. Es distinto a “llegarán a serlo”; tampoco les dice eso de “aguanten que luego…”

Y lo son porque son pobres, hambrientos, tienen lágrimas en los ojos…  esta es su situación y, en esta situación Jesús manifiesta que son felices. ¿Cómo mira Jesús la realidad de los que le rodean? ¿En qué descubre que suyo es el Reino de Dios? ¿Con qué fuerza lo dice para que los que le escuchan sientan que está expresando su experiencia más honda?

¡La dicha es estar con Él! Sentirse de los suyos, confiar en su amor, sentir su cercanía…  ¿No hemos tenido cada uno de nosotros experiencias similares? ¿No nos hemos sentido dichosos y dichosas en medio de dificultades, críticas, incomprensiones, enfermedades propias o sufrimientos por personas muy queridas? ¿No hemos sentido que más allá de todo eso hay una persona, un amor, una confianza sin medida?

Esta es la fe que nuestros primeros hermanos quieren transmitirnos. Creer en Jesús, confiar en su salvación y su amor, es  fuente de dicha y felicidad, es experimentar ya otro tipo de amor, de relaciones con Dios y con los hermanos.

Y, por si aún nos quedan dudas, Mateo, muy didáctico, añade lo que en ningún caso son signos de estar en el camino de la felicidad que da el Reino, de la dicha que da el seguir a Jesús: sentirse saciados, pasarlo siempre bien, que todos hablen bien de nosotros… Al contrario es ser perseguidos, que hablen mal de nosotros…

Es como si nos dijera: ¡Cuidado con buscar el camino que os prometían ayer los entendidos de la Ley, o la publicidad barata y facilona hoy! Si os sentís saciados, si reís, si no aspiráis a nada más que lo logrado, si todos hablan bien de vosotros… ¡Lloraréis y lo pasaréis mal!

La dicha del Reino no consiste en estar saciados, sino en buscar más: más paz, más justicia, más alegría para todos… ¡porque sabemos que es posible! No consiste en que “lo pasemos bien”, al contrario, lloramos y sufrimos por muchos y por muchas personas y situaciones… La dicha del Reino no se expresa en que todos hablen bien de nosotros, al contrario, apenas nos entenderán, nos pasarán por delante, se burlarán de nosotros, nos excluirán porque con nuestra forma de pensar –la de Jesús– somos una amenaza…

Pero, sin saber muy bien cómo, sin que sea una empresa a conquistar o unas virtudes a conseguir, ahí, en la realidad que vivimos AHORA somos dichosos, y nada ni nadie nos quitará esta alegría, porque sus claves no están en lo que pasa, ni en lo que nos pasa.

La clave es la persona de Jesús, nuestra fe en él, nuestra vinculación con él. Todo lo demás, se nos dará por añadidura. Y se nos dará hoy, ahora… ¿nos lo creemos? ¿Desbordamos y contagiamos alegría?

El evangelio de hoy no nos trae un programa moral, ni una explicación teórica sobre la felicidad, nos acerca la experiencia de los primeros cristianos que han encontrado en Jesús su alegría y nos recuerdan que estamos invitados a vivir su misma experiencia. Experiencia a la que también llamamos santidad. La santidad que hoy celebramos. Los santos, los que tienen nombre y los que no. “Los santos de la puerta de al lado”, como dice el Papa Francisco, tantos hombres y mujeres que nos rodean, puede que no los percibamos como perfectos, no lo son. Pero son felices, porque han encontrado en Jesús la alegría, la felicidad. Ese es el camino. ¿Nos atrevemos?

Mª Guadalupe Labrador. fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Un futuro lleno de esperanza.

Martes, 1 de noviembre de 2022
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DidaskaliaJesús con las Bienaventuranzas presenta un camino de discipulado orientado a la felicidad. Esta felicidad prometida no es una utopía lejana, sino un modo de ser y de vivir que afrontando el mal se sostiene en la confianza en un Dios que nunca abandona la obra de sus manos. Ser felices al estilo del maestro galileo es tejer historias de justicia y esperanza haciendo memoria constante de aquello que humaniza y recrea en el cotidiano vivir de cada ser humano.

El Sermón de la montaña es la primera predicación extensa de Jesús en el evangelio de Mateo. En él el Maestro desarrolla las claves centrales que hacen posible la llegada del Reino y su justicia. Un Reino que no es un espacio etéreo y lejano hacia el que hay que caminar, sino el lugar concreto y frágil de nuestra vida a la que Dios llega para ofrecernos su amor y perdón. Y una justicia que nada tiene que ver con nuestro concepto legalista de lo que ha de ser premiado o castigado, sino la herramienta que permite alcanzar el sueño de Dios actuando en la realidad y reorganizando los valores y expectativas humanas.

Las Bienaventuranzas son memoria de el hacia dónde y el desde donde se ha de articular el seguimiento de Jesús. En ellas se repite machaconamente la llamada a la felicidad. Ser dichosas o dichosos no significa, sin embargo, alejarse del conflicto o de la carencia, es por el contrario afrontarlos renunciando a la posesión, al poder o a la violencia que quiebran las relaciones y someten el corazón humano.

El hecho de que Jesús llame dichos@s a quienes parece que tienen poco o nada de que alegrarse resulta paradójico, pero está cargado de fuerza profética. Es una llamada al compromiso para transformar la realidad y a permanecer en él. A resistir a pesar de la debilidad y sufrimiento que esta tarea conlleva sabiendo como Jesús que la causa merece la pena. con el corazón limpio,

Bienaventurad@s los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

La palabra pobre en hebreo no se refiere solo a quien no tiene dinero, sino, en un sentido más amplio, a quien está oprimido, a quien se le vulneran sus derechos y se le humilla. Esta dura realidad demasiado frecuente en tiempos de Jesús se convierte de la mano del evangelista Mateo en una metáfora del modo en que todo seguidor y seguidora de Jesús ha de afrontar y asumir el proyecto del Reino.

La expresión pobres de espíritu quiere indicar de este modo no un camino de pobreza interior sino un modo de estar en el mundo y en la comunidad que reconvierte en positivo la vulnerabilidad, la pequeñez y la humildad haciéndolas espacio de gratuidad de honestidad y servicio.

Bienaventurad@os los que lloran, porque ellos serán consolados.

La aflicción no tiene la última palabra en la vida. Consolar y ser consolados visibiliza la acción compasiva de Dios. La consolación no es conmoverse por la pena del otro u la otra, sino sentirse tocado/a en el lugar donde el otro/a sufre y luchar porque la causa de ese dolor desaparezca. Así lo hizo Jesús con aquella viuda de Nain.

Bienaventurad@s l@s mansos, porque ell@s poseerán en herencia la tierra.

La actitud que aquí se resalta, es algo más que de no responder violentamente a una provocación. La justificación vital de quien, como Jesús, asume perder para incluir se sostiene en la acogida de lo distinto, en la humildad para no sentirse con derecho a vencer, a dominar a imponer. Así lo vivió Jesús cuando decidió afrontar la cruz.

Bienaventurad@s l@s que tienen hambre y sed de justicia, porque ell@s serán saciados.

La justicia, como criterio de conducta que visibiliza la alianza entre Dios y el ser humano, una alianza nacida del amor y el perdón divino, es un anhelo, pero también una praxis. Tener hambre y sed de la justicia es vivirse volcada/o hacia el bien común, es estar siempre dispuesta/o a buscar que todo funcione mejor, que el poder no arrebate el servicio, que el éxito no oscurezca los caminos de solidaridad compartidos. Así lo descubrimos tantas veces en la vida de Jesús, en sus curaciones, sus comidas, sus encuentros…

Bienaventurad@s l@s misericordios@s, porque ell@s alcanzarán misericordia.

En una perspectiva más sapiencial la misericordia se convierte en el camino del dar y recibir que constituyen las relaciones humanas. No se trata de actuar bien para recibir una respuesta positiva de los demás, se trata de dejar que la vida entera se conmueva ante la necesidad de la otra o el otro. Es amar al prójimo como a ti mismo/a, es en definitiva ser entera donación como lo es Dios para cada uno/o.

Bienaventurad@s l@s limpi@s de corazón, porque ell@s verán a Dios.

Limpio de corazón es una expresión judía que se encuentra con frecuencia en el marco de la espiritualidad bíblica. Con ella se expresa el modo de ser de quien tienen toda su vida orientada desde Dios. El corazón, en lenguaje judío, es el centro del querer, del pensar y del sentir humano por lo tanto cuando se habla de tener un corazón limpio se esta hablando de dejar que Dios, en su amor y perdón, tenga la última palabra en nuestra vida.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Trabajar por la paz es empeñarse en construir las relaciones en armonía, bondad, perdón. Esta actitud es la que nos constituye en hijos e hijas de Dios porque esa filiación nos hermana a unos/as con otros/as, genera sororidad y fraternidad y nos permite vivir en armonía con nosotros/as mismos/as, con los demás y con la madre tierra.

Bienaventurad@s l@s perseguid@s por causa de la justicia, porque de ell@s es el Reino de los Cielos.

El centro de la vida de Jesús fue la proclamación del Reino de Dios. Este anuncio mostraba a Dios actuando en el mundo con misericordia y perdón. Presentar a Dios así supuso para Jesús rechazo y persecución porque era (y es difícil) de concebir a un Dios absolutamente gratuito y bondadoso que se empeñaba en perdonar, en incluir, en ofrecer nuevas oportunidades.

Jesús no solo proclamó a este Dios, sino que actuó en su nombre sanado y salvando, pues solo así era posible hacer real la justicia que brotaba del Reino. Una justicia que muchos no deseaban y que justificó la cruz de Jesús y la de tantos seguidores y seguidoras suyas.

“Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Carme Soto Varela, ssj

Fuente Fe Adulta

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“Los muertos viven”, por José Arregui

Martes, 1 de noviembre de 2022
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t8835aErmita de Santa Engracia

Leído en su blog:

En el corazón o la memoria de todo

Las campanas de Aizarna han tocado a muerto. Han irrumpido en la calma de la mañana otoñal, difundiendo en el valle la memoria de Luisa, abuela nonagenaria del caserío Irure, mujer de extraordinaria fortaleza y ternura, mujer hecha hospitalidad materna para todo el que llegase, fuera quien fuera y como fuera. Las ondas sonoras del bronce han ascendido por el horizonte de Santa Engracia hacia el Infinito, fundiéndose con la música del universo sin medida.

¿Y Luisa, su espíritu, su conciencia, ‘ella’… a dónde se han ido? ¿Se habrá disuelto en la nada al apagarse su viva sonrisa, su dulce mirada, la luminosa paz de sus ojos? La pregunta me turba, pero no puedo pensar razonablemente que algo, alguien, alguna de las infinitas formas del Ser se disuelva en la nada. La nada no existe, ni de ella puede surgir algo. Toda forma es una conjunción de formas precedentes. Y todo lo que constituye a cada cosa en su figura concreta se convierte luego en otra cosa y en otra, y así sin cesar, en constante transformación. Nada se convierte en nada.

Cuando en otoño se suelta del tallo el rabillo de la hoja y, balanceándose en el aire, cae al suelo, vuelve a convertirse en tierra y la tierra en savia, la savia en yema, hoja, flor, fruto, y semilla envuelta en fruto. El fruto se convierte en alimento de seres vivos, y la semilla en germen en el seno de la tierra. La vida seguirá viviente en nuevas formas, inagotables y maravillosas. Nada se aniquila, todo se transforma. El milagro de la primavera empieza en el otoño, y la abundancia del verano en el desierto del invierno. O a la inversa: el verano viene del otoño y el invierno de la primavera, en la rueda de la vida en que todo es uno.

En la espiral de la vida más bien, pues nada vuelve a ser lo que fue, ni la misma forma se repite nunca. Observad y admirad: de incontables hojas que han sido, son y serán en la tierra, no ha habido, ni hay ni habrá jamás dos iguales. Ni dos granitos de arena ni dos toques de campana exactamente iguales, a pesar de las apariencias. Ni siquiera, al parecer, han existido ni existen ni existirán dos átomos que sean idénticos del todo. Asombroso. Cada forma, viviente o no viviente, desde lo infinitamente pequeño hasta lo infinitamente grande, en el universo entero, es diferente de todas las demás. Cada ser es único y distinto. Infinita dignidad de cada ser. Infinito respeto a cada ser.

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Cada ser es único y distinto, pero no separado ni solitario. Todo cuanto es desde siempre está conectado con todo lo que es, ha sido y será hasta siempre. Esa frágil hoja que ya amarillea y se mece a la brisa de la tarde no sería exactamente como es si en este universo, desde el primer Big Bang hasta hoy, hubiera faltado una sola partícula atómica en su forma exacta. Todos estamos interrelacionados con todos los seres, no solo del presente, sino también del pasado más lejano y del futuro más remoto. Solo nos distingue la forma, pero todas las formas estamos unidas. Somos interser, inter-seres, inter-vivientes, inter-humanos, ligados en todo con todo eternamente, desde el primer neutrón hasta las galaxias aún sin formarse. En la forma particular que somos siguen siendo y viviendo todos los seres que fueron e incluso serán, porque somos la transformación de lo que otros fueron, y otros serán la transformación de lo que nosotros somos. Cada ser guarda, se puede decir, la memoria viva de todo lo que fue en el pasado e incluso de lo que será en el futuro. De alguna manera, en cada ser es todo. Somos uno.

Y somos uno en el Todo sin forma que nos hace ser, en el Fondo de esta forma o ‘yo’ físico, mental y emocional, en el Fondo de esta conciencia individual que nos distingue y que erróneamente creemos que nos separa. Somos uno en el Ser, el Espíritu, el Aliento Vital que nos hace existir, respirar, vivir. Somos comunión de vida inmortal en formas infinitamente diversas. Somos uno en el Corazón eterno o la Memoria creadora que late en lo más profundo de las formas pasajeras. Cada forma encarna la Memoria del Todo. “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. A ti, a mí, a todos, nos corresponde encarnar la Memoria vivificadora de todos los muertos. Cuando los recordamos, es decir, cuando los ‘traemos al Corazón’ bueno de la vida, los hacemos vivir. Infinita responsabilidad mística, ecológica, política: mantener viva la Vida o la Memoria de todos los seres.

Creo en “Dios” en cuanto Todo, Corazón, Memoria o Conciencia de todas las formas. Creo que, al igual que cuanto nace ‘muere’ a su antigua forma –incluida su conciencia individual separada–, cuanto muere ‘nace’ en el Todo, en la Memoria o en la Conciencia universal de todos los seres, en este universo o en otro, más allá del espacio y del tiempo, en una forma que desconocemos. Creo que el aliento vital no muere, que la vida resucita sin cesar, que cuando doblan las campanas anuncian la vida.

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Todos los Santos. Quien deja de esperar, deja de vivir

Martes, 1 de noviembre de 2022
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- El ser humano es esperante.

El ser humano es esperante. La esperanza es una dimensión esencial a la condición humana.

Tal vez hoy hemos perdido la esperanza y el sentido de la vida.

Pero vivir es esperar. Quien deja de esperar, deja de vivir humanamente [1] y pasamos a vegetar en el suave placer del capitalismo ilustrado.

Sin esperanza la vida se diluye en unos momentos puntuales sin ilación, sin biografía y, lo que es más grave: sin sentido.

La esperanza ha construido bien, serena y sensatamente la vida y la historia de los hombres y de los pueblos.

No es lo mismo vivir en esperanza que sin esperanza o  desesperadamente o en desesperación.

Por otra parte, tampoco es lo mismo optimismo que esperanza. El optimismo es un estado de ánimo porque me van bien las cosas, la salud, el trabajo, etc. Pero hay situaciones en las que ya no hay lugar alguno al optimismo. En la muerte, en un funeral no hay lugar alguno al optimismo, por eso ahí comienza -si no lo ha hecho antes- la esperanza.

El ser humano es una “sed infinita”, una nostalgia y esperanza de plenitud, aunque tal plenitud no está en nuestras manos. Y la sed nos habla del agua, el hambre nos habla de algún alimento. ¿La esperanza infinita no nos estará hablando de Dios?

Dios es el horizonte absoluto del ser humano.

02.- Todos los Santos: Fiesta de esperanza

El día de Todos los Santos es una fiesta de gran esperanza, porque nos habla del futuro, de lo que podemos confiadamente esperar en la vida y en la muerte, del sentido de la historia y de la vida.

El ser humano nunca ha sabido tanto de sus orígenes y tan poco de su destino como hoy. Entre el Génesis, Darwin y los bing-bang del origen, sabemos, más o menos, de dónde venimos, pero estamos escasos de horizontes y de futuro absoluto. ¿Hacia dónde vamos?

Vivimos en el club de los proyectos vivos y las esperanzas muertas

En esta fiesta de Todos los Santos celebramos que nuestro destino, nuestra meta final es la misma que la de JesuCristo, que la de la Virgen María y que la de todos nuestros hermanos, esa muchedumbre inmensa que nadie puede contar y que han conseguido la victoria de nuestro Dios.

Todos los Santos es, pues, una fiesta, pues, que fortalece nuestra esperanza.

Seréis bienaventurados.

03.- Una escala de valores diversa

El relato de las bienaventuranzas tiene una gran solemnidad. Jesús nos habla y augura una vida feliz desde un cuadro de valores diversos al de nuestras sociedades.

La escena de las bienaventuranzas se sitúa en una montaña, y –como se suele decir hoy en día- supone un cambio de paradigma. Se trata de un nuevo Sinaí, Dios ya no le entrega a Moisés las tablas de la ley, ahora el legislador es JesuCristo, y los mandamientos ya no son los diez, sino las Bienaventuranzas.

La escala de valores vigente -especialmente para nosotros desde el superhombre de Nietzsche- es muy diferente a la de Cristo. El pensamiento de Jesús es bien otro.

La bienaventuranza, la felicidad están en la pobreza, en la paz, en la justicia, en el servicio que crea fraternidad, en la misericordia hace bien a todos: al que es misericordioso y al que recibe esa bondad.

04.- Una muchedumbre inmensa: la humanidad.

En un lenguaje enigmático, solemne -y con la caja de los truenos preparada-, la apocalíptica (1ª lectura) nos habla de una muchedumbre inmensa, es decir de toda la humanidad significada con ese número simbólico de 144.000 (12 tribus x 12), que va llegando a la casa del Padre pasando por la gran tribulación de la vida.

Todos –toda la humanidad- estamos marcados en la frente por nuestro Dios: todos estamos destinados a la vida, a la salvación.

    La fiesta de hoy, Todos los Santos, es la misma que la de mañana: Todos los difuntos. Son como dos caras de la misma moneda. Toda la humanidad está sellada y llamada a la vida.

    Nos hará bien recordar el texto de la Sabiduría que leíamos el pasado domingo:

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.

La memoria de JesuCristo nos hace bien, nos reconcilia. La Comunión de los Santos: una especie de memoria, de solidaridad y “circularidad” entre los que se fueron y los que quedamos. Ellos se acuerdan de nosotros de un modo amable. Ellos oran por nosotros. [2]

Estos días de “difuntos y de todos los santos” son como una llamada a reavivar la esperanza. ¿Qué nos cabe esperar en la vida y en la muerte?

05.- Conclusión.

Es sano vivir en la frontera: nada está cerrado ni tan siquiera por la muerte. Miremos la vida con esperanza y ojos de plenitud.

El cristianismo es una esperanza infinita en la misericordia de Dios.

“In spe erit fortitudo vestra»” (Is 30, 15). En la esperanza está vuestra fortaleza.

    Todos los Santos nos anuncian nuestro futuro, el futuro absoluto. Hacia Ti, morada santa; hacia ti, tierra de salvación.

[1] En el País Vasco se produce un suicidio cada dos días. A ello hay que añadir un gran número de intentos de suicidio que no se consuman.

La primera causa de muerte violenta en el conjunto de España es de 11 personas que se quitan la vida al día y más de 70.000 lo intentaron en 2020.

En estos momentos Osakidetza está atendiendo especialmente al suicidio de adolescentes. Bien está, pero ¿el suicidio es un problema médico?

[2] Detrás del purgatorio y de las indulgencias –tal y como lo hemos vivido- se esconde una mentalidad un tanto mercantil. ¿perdón a plazos? ¿gracia por entregas? Salvación sí, pero me la pagas. Sin embargo Jesús dijo: Hoy, no mañana, hoy estarás conmigo en el Paraíso.

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Todos santos, aquí y ahora.

Lunes, 1 de noviembre de 2021
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La vida futura es el opio del pueblo, es una mistificación que hace esperar del futuro un cambio que no no se habría producido o por lo menos no se ha preparado en el presente.

La verdadera fe cristiana no es la fe en una vida futura, sino en la vida eterna, y si es eterna, sólo se necesita un momento de reflexión para comprender que ya se ha iniciado. Vivimos ahora, o no viviremos nunca.

*

Luis Evely, “Ese hombre eres tú” (1957), p. 58

***

 

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”

*

Mateo 5, 1-12a

***

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***

Tu verdadera identidad es ser hijo de Dios. Esa es la identidad que debes aceptar. Una vez que la hayas reivindicado y te hayas instalado en ella, puedes vivir en un mundo que te proporciona mucha alegría y, también, mucho dolor. Puedes recibir tanto la alabanza como el vituperio que te lleguen como ocasiones para fortalecer tu identidad fundamental, porque la identidad que te hace libre está anclada más allá de toda alabanza y de todo vituperio humano. Tú perteneces a Dios y, como hijo de Dios, has sido enviado al mundo.

Dado que ese lugar profundo que hay dentro de ti y donde se arraiga tu identidad de hijo de Dios lo has desconocido durante mucho tiempo, los que eran capaces de afectarte han tenido sobre ti un poder repentino y a menudo aplastante. Pero no podían llevar a cabo aquel papel divino, y por eso te dejaron, y te sentiste abandonado. Pero es precisamente esta experiencia de abandono la que te ha atraído a tu verdadera identidad de hijo de Dios.

Sólo Dios puede habitar plenamente en lo más hondo de ti. Puede ser que haga falta mucho tiempo y mucha disciplina para volver a unir tu yo profundo, escondido, con tu yo público, que es conocido, amado y aceptado, aunque también criticado por el mundo; sin embargo, de manera gradual, podrás empezar a sentirte más conectado a él y llegar a ser lo que verdaderamente eres: hijo De Dios.

*

H. J. M. Nouwen,
La voz del amor,
Brescia 21997, pp. 98ss, passim.

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Jueves 01 de Noviembre de 2021. Todos los Santos

Lunes, 1 de noviembre de 2021
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Leído en Koinonia:

58-TodoslossantosA

Apocalipsis 7,2-4.9-14

Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: “No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.” Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.

Después esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: “¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!” Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: “Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.”

Y uno de los ancianos me dijo: “Ésos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” Yo le respondí: “Señor mío, tú lo sabrás.” Él me respondió: “Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.”

Salmo responsorial: 23

Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.

1Juan 3,1-3

Veremos a Dios tal cual es

Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es puro.

Mateo 5,1-12a

Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

1 de Noviembre de 1977
El Paisnal

Yo he querido venir con mucha devoción, con mucho cariño, a esta celebración que se está realizando en la Iglesia de El Paisnal. Fue una invitación, una invitación, una iniciativa, de las queridas religiosas oblatas al Sagrado Corazón que, en colaboración convalientes catequistas y asesoradas por la pastoral de la Arquidiócesis, están manteniendo esta llama de la fe, en este difícil ambiente de Aguilares, de El Paisnal y de todos los cantones.

Mi presencia aquí, quiere ser entonces, un apoyo a esta pastoral, a esta hora heroica, de quienes no se avergüenzan de la Iglesia en estas horas de prueba, como acaba de decir al Apocalipsis, “la gran tribulación”.

PALABRA DE ÁNIMO

Quiero ser mi presencia de pastor, junto a las religiosas y a ustedes, queridos catequistas, casi como la presencia del Padre Grande aquí muerto entre dos campesinos: Manuel y Nelson Rutilio. Aunque el Padre Grande, don Manuel y Nelson ya terminaron su faena, y ahora se unen a esa turba de los santos en el cielo, para que nosotros contemplemos -pastor y fieles miremos a través de estas tumbas, no sólo el Día de Difuntos, que se celebrará mañana, sino a los santos del cielo, la gran muchedumbre venida de la gran tribulación por los caminos de las Bienaventuranzas, que se acaban de proclamar en el evangelio. Para decirles, también, no sólo a las hermanas y a los catequistas, sino a los fieles, sobre todo aquellos que se encuentran un poco acobardados, miedosos, huyendo: que no tengan miedo, que vale la pena seguir estos caminos que no terminan en una tumba sino que se abren al horizonte del cielo.

Y vengo, queridos hermanos, para decirles en este ambiente donde la persecución, el atropello, la grosería de unos hombres contra otros hombres ha marcado de sangre y de humillación, a decirles el lenguaje claro de la Iglesia. Que no se confunda este lenguaje, este mensaje de esperanza y de fe de la Iglesia, con el lenguaje subversivo, con el lenguaje político de la mala ley, de los que pelean por el poder, de los que disputan las riquezas de la tierra, de los que hablan de liberaciones únicamente a ras de tierra, olvidando las esperanzas del cielo, de los que han puesto sus ilusiones en sus haciendas, en sus haberes, en sus capitales, en su poder; para decirles a todos, hermanos, que el lenguaje de la Iglesia no hay que confundirlo con esas idolatrías; y que los idólatras y los que le sirven a los idólatras no tienen por qué temer este lenguaje nítido, limpio de corazón, claro que la Iglesia predica. Leer más…

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“Creer en el Cielo”. Todos los Santos” – B (Mateo 5,1-12).

Lunes, 1 de noviembre de 2021
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31-852867En esta fiesta cristiana de «Todos los Santos», quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.

Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad.

Creer en el cielo es para mí rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús, creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el cielo es para mí acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor.

No me resigno a que Dios sea para siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada.

Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.

José Antonio Pagola

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“Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. Domingo 01 de noviembre de 2021. Todos los Santos

Lunes, 1 de noviembre de 2021
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58-TodoslossantosALeído en Koinonía:

Apocalipsis 7,2-4.9-14: Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua.
Salmo responsorial: 23: Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor. 1Juan 3,1-3Veremos a Dios tal cual es.
Mateo 5,1-12a: Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Se celebra hoy la Solemnidad de Todos los Santos. Qué bueno sería que los «santos» en ella celebrados no se redujeran sólo a los del “mundo católico”, los santos de nuestro pequeño mundo, de la Iglesia Católica, sino a «todos los santos del mundo», a los santos de un mundo verdaderamente «cat–hólico» (etimológicamente, según el todo, referido al todo), o sea, «universal». ¿No queremos celebrar en este día a todos los santos que están ya ante Dios? ¿Pues cómo vamos a limitarnos a pensar en «catálogo romano de los santos», de los «canonizados» por la Iglesia católica romana, según esa práctica llevada a cabo sólo desde el siglo XI, de «inscribir» oficialmente a los santos particulares de nuestra Iglesia, en ese libro? ¿Será que quienes figuran oficialmente inscritos durante 9 siglos en esta sola Iglesia son «todos los santos»… o tal vez serán sólo una insignificante minoría entre todos ellos?

Es decir: pocas fiestas como ésta requieren ser «universalizadas» para hacer honor a su nombre: la festividad de «todos los santos». Por tanto, hay que hacer un esfuerzo por entenderla con una real universalidad. Ésta es una fiesta «ecuménica»: agrupa a todos los santos. Es más que ecuménica, porque no contempla sólo a los santos cristianos, sino a «todos», todos los que fueron santos a los ojos de Dios. Ello quiere decir, obviamente, que también incluye a los «santos no cristianos»… a los santos de otras religiones (debería ser una fiesta inter-religiosa), e incluso a los santos sin pertenencia a ninguna religión, los «santos paganos» (Danielou tituló así un libro suyo), los santos anónimos (éstos deben ser verdadera legión), incluso los «santos ateos», a los que el pasaje de Mt 25,31ss pone en evidencia («cada vez que lo hicieron con alguno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron»).

Una fiesta, pues, que podría hacernos reflexionar sobre dos aspectos: sobre la santidad misma (¿qué es, en qué consiste, qué «confesionalidad» tiene…?), y sobre el «Dios de todos los santos». Porque muchas personas todavía piensan -sin querer, desde luego- en «un Dios muy católico». Para algunos Dios sería incluso «católico, apostólico… y romano». O sea, «nuestro». O «un Dios como nosotros», de hecho. Pudiera ser que, también… un poco… hecho «a imagen y semejanza» nuestra.

La actitud universalista, la amplitud del corazón y de la mente hacia la universalidad, a la acogida de todos sin etiquetas particularistas, siempre nos cuestiona la imagen de Dios. Dios no puede ser sólo nuestro Dios, el nuestro, el que piensa como nosotros e intervendría en la historia siempre según nuestras categorías y de acuerdo con nuestros intereses… Dios, si es verdaderamente Dios, ha de ser el Dios de todos los santos, el Dios de todos los nombres, el Dios de todas las utopías, el Dios de todas las religiones (incluida la religión de los que con sinceridad y sabiendo lo que hacen optan con buena conciencia por dejar a un lado “las religiones”, aunque no «la religión verdadera» de la que por ejemplo habla Santiago en su carta, 1,27). Dios es «católico» pero en el sentido original de la palabra. Está más allá de toda religión concreta. Está «con todo el que ama y practica la justicia, sea de la religión que sea», como dijo Pedro en casa de Cornelio (Hch 10).

Hoy nos parece todo esto tan natural, pero hace apenas 50 años que estamos pensando de esta manera -los años que hace que se celebró el Concilio Vaticano II-. En las vísperas de aquel Concilio, el famoso teólogo dominico Garrigou-Lagrange (avanzado, progresista, y por ello perseguido) escribía, con la mentalidad que era común en el ambiente católico: «Las virtudes morales cristianas son infusas y esencialmente distintas, por su objeto formal, de las más excelsas virtudes morales adquiridas que describen los más famosos filósofos… Hay una diferencia infinita entre la templanza aristotélica, regulada solamente por la recta razón, y la templanza cristiana, regulada por la fe divina y la prudencia sobrenatural» (Perfection chrétienne et contemplation, Paris 1923, p. 64). Danielou, por su parte, afirmaba: «Existe el heroísmo no cristiano, pero no existe una santidad no cristiana. No debemos confundir los valores. No hay santos fuera del cristianismo, pues la santidad es esencialmente un don de Dios, una participación en Su vida, mientras que el heroísmo pertenece al plano de las realidades humanas» (Le mystère du salut des nations, Seuil, Paris 1946, p. 75). Todas las grandes figuras de la humanidad, personajes como Sócrates o como Gandhi… sólo podrían considerarse héroes, no santos. No quedarían incluidos hoy en esta fiesta, según la visión católico-romana de aquellos tiempos preconciliares, porque «santos», sólo podrían serlo los buenos cristianos, ¡y católicos! Ésta es una de las tantas «rupturas» que realizó el Concilio Vaticano II.

La primera lectura bíblica de esta fiesta litúrgica, del Apocalipsis, aun estando redactada en ese lenguaje no sólo poético, sino ultra-metafórico, lo viene a decir claramente: la muchedumbre incontable que estaba delante de Dios era «de toda lengua, pueblo, raza y nación»… En aquel entonces, hablar de «las naciones» implicaba a las religiones, porque se consideraba que cada pueblo-raza-nación tenía su propia religión. A Juan le parece contemplar reunidos, en aquella apoteosis, no sólo a los judeocristianos, sino a «todos los pueblos», lo que equivale a decir: a todas las religiones.

Si corregimos así nuestra visión, estaremos más cerca de «ver a Dios tal como es» (segunda lectura), tal como podremos verle más allá de los velos carnales del chauvinismo cultural o el tribalismo religioso -que no son muy distintos-. Obviamente, esos «ciento cuarenta y cuatro mil» (doce al cuadrado, o sea, «los Doce», o «las Doce ‘tribus’ de Israel», pero elevadas al cuadrado y multiplicadas por mil, es decir, totalmente superadas, llevadas fuera de sí hasta disolverse entre «toda lengua, pueblo, raza y nación»), esos ciento cuarenta y cuatro mil, o los entendemos como un símbolo macroecuménico, o nos retrotraerían a un fantástico tribalismo religioso.

Las bienaventuranzas comparten esta misma visión «macro-ecuménica»: valen para todos los seres humanos. El Dios que en ellas aparece no es «confesional», de una religión, no es «religiosamente tribal». No exige ningún ritual de ninguna religión. Sino el «rito» de la simple religión humana: la pobreza, la opción por los pobres, la transparencia de corazón, el hambre y sed de justicia, el luchar por la paz, la persecución como efecto de la lucha por la Causa del Reino… Esa «religión humana básica fundamental» es la que Jesús proclama como «código de santidad universal», para todos los santos, los de casa y los de fuera, los del mundo «católico»…

Si a propósito de la festividad de Todos los Santos se nos sugiere el texto de las Bienaventuranzas, es porque ellas son en verdad el camino de la santidad universal (y supra-religional, simple y profundamente humana); en y con las Bienaventuranzas como carta de navegación para nuestra vida es posible alcanzar la meta de nuestra santificación, entendida como la lucha constante por lograr en el cada día el máximo de plenitud de la vida según el querer de Dios.

En la homilía, en la oración, en la conversación que tengamos sobre el tema, no dejemos de nombrar hoy a Gandhi, que tiene que ir de la mano con Francisco de Asís; a Martin Luther King acompañado por Mons. Oscar Arnulfo Romero –finalmente reconocido como «mártir» por Roma–; a la mística santa Teresa con el incomparable Ibn Arabí; al inefable Juan de la Cruz con el místico Nisagardatta («¡Yo soy Eso!»)… La manera de cambiar la vieja mentalidad «tribal», que también nos ha afectado en la concepción de la santidad, es practicar, conversar, manifestar la nueva mentalidad macroecuménica.

Dentro de la perspectiva cristiano-católica, para una aplicación más parenética de este precedente comentario exegético, recomendamos como la mejor referencia el capítulo V de la Constitución Dogmática de la Iglesia “Lumen Gentium”, del Vaticano II, sobre el “Universal llamado a la santidad”. Antes del Concilio se solía pensar que había una especie de «profesionales de la santidad», que se dedicaban de un modo especializado a conseguirla, como los monjes y los religiosos/as, que se decía que vivían en el «estado de perfección»; a los demás, los laicos/as o seglares, como que se les consideraba de alguna manera dispensados de tener que tender a la santidad. Leer más…

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1.11.21. Santos son los Dichosos, es decir, los Felices (Mt 5, 1-12)

Lunes, 1 de noviembre de 2021
Comentarios desactivados en 1.11.21. Santos son los Dichosos, es decir, los Felices (Mt 5, 1-12)

C00CE5E7-A83D-4AA3-96FE-06207E2EEAD0Del blog de Xabier Pikaza:

La Iglesia celebra hoy la fiesta de Todos los santos, quizá con discursos sobre la santidad y los santos del calendario cristiana. Pero el texto que aduce como evangelio para esta fiesta es el de los bienaventurados-felices de Mt 5, 1-12.

Según ese evangelio, la nota esencial de la santidad cristiana, no  es gloria del cielo, sino la felicidad de la tierra. Santos son los bienaventurados/dichosos de este mundo: aquellos que lo son y aquellos que hacen felices a los otros. Éste es el testimonio clave de la santidad cristiana. Todo lo demás, incluidas canonizaciones, ceremonias y condecoraciones especiales, son apostillas secundarias.

Sobre este tema he tratado, en estos dos últimos años, en dos libros distintos, pero convergentes, uno en italiano, Cammini di Felicità, otro en castellano, Felices vosotros . Verá quien siga leyendo el mensaje central de ambos libros: La esencia de la santidad cristiana consiste en la felicidad.

Texto litúrgicos: los Santos/Felices de Jesús (los canonizados):

  1. Dichosos/santo los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
  2. Dichosos/santos los que lloran, porque ellos serán consolados.
  3. Dichosos/santos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
  4. Dichosos/santos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
  5. Dichosos/santos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
  6. Dichosos/santos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
  7. Dichosos/santos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
  8. Dichosos/santos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3‒12)

Don son los tipos santos o bienaventurados o santos, según este evangelio de Mateo:

  1. Los pobres como tales: hambrientos, mansos, oprimidos…
  2. Los que ayudan a los pobres: misericordiosos, pacificadores…

No es que existan dos grupos separados (por un lado los pobres, por otro los que ayudan a los pobres), pues unos y otros se encuentran no sólo mezclados, sino que cada uno puede formar parte de ambos grupos, siendo en un sentido pobre (necesitado) y en otro también (pudiendo así ofrecer a otros su riqueza). En ese contexto hay que empezar diciendo que sólo aquellos que en un sentido son pobres pueden “salvar” (enriquecer, humanizar) a los que se toman como ricos.

Las bienaventuranzas han recibido en Mateo un tono más “confesional”, y así aparecen como expresión de la vida de la Iglesia, pero, en otra línea, estrictamente hablando, ellas ofrecen un mensaje universal de humanidad, de tal forma que en ellas no hay nada que sea específico y exclusivo de la iglesia (re en Jesús, jerarquía eclesial, bautismo‒ eucaristía, dogma de encarnación, Trinidad…), sino que todo puede y debe aplicarse a los hombres y mujeres como tales.

1. Felices/santos los pobres de Espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos

A diferencia del penês,que es un hombre de pocos recursos, pero que puede mantenerse con su esfuerzo y trabajo, ptojos es aquel que no posee nada, el pordiosero o mendigo, que  no tiene otro medio de vida que la limosna (cf. Lc 14,13.21; 16, 20, 22). A menudo, estos ptojoi‒pobres suelen ser de mala fama, de manera que no se puede hablar en general de pobres moralmente buenos, llenos de riquezas interiores (como serían algunos anawim del judaísmo tardío).

Pues bien, esos pobres de la bienaventuranza, carecen en principio de todo, de manera que sólo pueden subsistir por la ayuda o sostén de los demás, es decir, como mendigos, empiezan siendo los bienaventurados de Dios. Lc 6, 20 les llamaba simplemente pobres, prometiéndoles la dicha del Reino. Mateo, en cambio, les presenta como pobres de espíritu no para negar su carencia material, sino para matizarla desde una perspectiva cristiana, en dos líneas posibles:

 ‒ Son pobres por voluntad, es decir, por decisión personal. En esa línea destaca Mt 5, 3 la bienaventuranza de aquellos que, pudiendo hacerse o vivir como ricos, asumen voluntariamente un camino de pobreza, por solidaridad, al servicio de los demás (cf. 2 Cor 8, 9; Flp 2, 6-11), como Jesús que no fue sólo pobre por condición social (artesano, trabajador desposeído), sino por opción personal, esto es, por decisión creyente: no ha querido ayudar a los pobres desde arriba o por milagro externo (como le dice el diablo de la primera tentación: Mt 4, 1-4), ni quiere “salvarles” desde su más alta autoridad externa (como Job, antes de ser derribado de su altura), sino que se ha “encarnado” (=ha vivido) en la vida de los pobres, compartiendo con ellos su historia de carencias, para iniciar una transformación social y personal, desde lo más bajo, abriendo con los carentes, la marcha el Reino de Dios.

En esa línea, Jesús ha promovido un movimiento mesiánico de solidaridad y ayuda, con y por los pobres, para expresar y ofrecer la bienaventuranza de Dios a todos, incluso a los ricos. Ciertamente, Mateo no ha negado la bienaventuranza de los pobres materiales (a quienes el Jesús de 25, 31-46 llama sus “hermanos más pequeños”), pero ha querido destacar la pobreza por opción de los creyentes que renuncian a la riqueza propia (personal o de Iglesia) a favor de los pobres, para abrir así el camino del Reino desde abajo, en comunión de vida con los excluidos personales y sociales, dentro de la Iglesia, pues en ella sólo pueden construir activamente el camino de Dios y ser felices aquellos que se hacen por voluntad pobres y hermanos de los pobres conforme a la justicia del Reino (cf. Mt 5, 20).

Ciertamente, se puede hablar de ricos que tienen espíritu pobre, de manera que, teniendo muchas riquezas, no se elevan sobre lo demás, sino que les ayudan, aunque desde arriba (como Job antes de su prueba). Pero Jesús no quiere ese tipo de ricos en su Iglesia, no quiere que existan en ella patronos ricos que asisten y ayudan a los otros desde arriba, sino que todos compartan en comunión de amor la vida, unos con todos, desde la pobreza de los más pobres.

En otra línea, esta expresión (pobres de Espíritu)podría referirse a personas que son especialmente indigentes en un plano de espíritu, en decir de conocimientos y de entendimiento. Estos serían aquellos que, en un sentido intelectual, no saben, no entienden, no logran penetrar en los “secretos” de la interpretación rabínica de la ley, siendo así como mendigos espirituales. Pero de ordinario, estos pobres de espíritu suelen ser también pobres “materiales” (mendigos, sin posesiones ni trabajo), hombres y mujeres que, en una sociedad competitiva, quedan en un plano inferior, por ser agresivos y capaces de triunfar en un plano cultural, social o psicológico.

Sea como fuere, estos pobres suelen ser también despreciados por falta de cultura, indigentes económicos, personas sin dignidad, los más pequeños, aquellos que no pueden elevarse sobre los demás imponerles su derecho, la masa de marginados, derrotados, expulsados, sin posibilidades de cambiar por fuerza la historia de los hombres, sometidos a un destino de desprecio y muerte. Pues bien, con ellos ha venido a vincularse Jesús, no para hacerles orgullosos, capaces de triunfar con violencia sobre los demás, sino para crear una humanidad distinta, fundada en la confianza y en la solidaridad. Sólo desde este principio pueden entenderse las bienaventuranzas que siguen: No habrá justicia ni paz si los hombres no asumen un camino voluntario de pobreza, es decir, de desprendimiento actito y comunicación de bienes (Mt 6, 19).

Conforme a este principio, solo se puede hablar de felicidad humana y especialmente de Iglesia allí donde se empieza situando en el centro del cuidado de la vida a los pobres, en línea de bienaventuranza. Como he dicho, al poner pobres de espíritu allí donde Lc 6, 20 decía simplemente pobres, Mateo no ha negado la bienaventuranza de la pobreza material, y así sigue hablando en su evangelio de marginados, excluidos y despreciados (cf. Mt 18, 1-14), pero él no quiere que en la Iglesia siga habiendo pobres materiales si es que hay otros que tienen bienes muy abundantes en ella, pues una iglesia donde algunos mueren de hambre mientras otras derrochan riquezas no es iglesia, ni cristiana.

Jesús habla pues de la felicidad de los pobres de cuerpo y espíritu, de bienes materiales y sociales, de aquellos que son “pobres por voluntad de entrega a los demás” con aquellos que son “pobres de espíritu” (de menos recursos y posibilidades), llamados también a ser felices. Es la felicidad de aquellos que, pudiendo enriquecerse a cosa de otros, asumen voluntariamente un camino de pobreza, por solidaridad, esto es, por servicio a los demás, como Jesús, que, pudiendo haberse puesto al lado de los ricos, se unió a los pobres, iniciando con ellos un camino de felicidad salvadora (cf. 2 Cor 8, 9; Flp 2, 6-11).  Quien quiera vivir como rico, y ayudar a los pobres solamente desde fuera (quedando siempre arriba) no será en verdad feliz, ni podrá ser cristiano en la línea de Jesús.

2. Felices/santos los que sufren, porque serán consolados  

  Lc 6, 21 decía hoi klaiontes nyn, los que actualmente lloran, destacando quizá más el llanto en sí, por cualquier causa que fuere, el dolor que se expresa en forma de lamentación amarga (cf. Mt 2, 18; 26, 75) o grito fuerte de hambre, enfermedad o abandono. Mateo, en cambio, dice hoi penthountes término que parece referirse más en concreto a los que saben sufrir y aún más a los que aceptan el dolor como una forma de maduración (purificación), en línea de catarsis y de ayuda a los demás, no en gesto penitencial de lamentación, sino por felicidad más honda.

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