Sr. Nathalie Becquart: La sinodalidad como camino hacia una mayor inclusión
Hermana Nathalie Becquart, X.M.C.J. / subsecretaria del Sínodo,
10 de febrero de 2025
El reciente Sínodo sobre la Sinodalidad presenta una visión de la iglesia definida por la escucha mutua, el diálogo y el discernimiento que podría abrir nuevos caminos para un ministerio y una difusión más inclusivos. El objetivo de la conversión sinodal es una renovación espiritual y eclesial para dar más frutos en la misión y, a su vez, amar y servir mejor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Es decir, todos ellos. “Todos, todos, todos”, “nadie queda excluido”, como tantas veces nos repite el Papa Francisco.
Si bien los documentos sinodales no abordan específicamente el ministerio LGBTQ, su visión de una iglesia que escucha, dialoga y discierne proporciona principios para desarrollar enfoques pastorales más inclusivos. Es significativo que el Sínodo haya reconocido la necesidad de escuchar a quienes han sentido el dolor de sentirse “excluidos o juzgados a causa de su estado civil, identidad o sexualidad” (n. 50). El énfasis del documento en la dignidad humana, las relaciones auténticas, el discernimiento comunitario y la conversión continua también ofrece un marco para un ministerio que genuinamente acoge y acompaña a las personas LGBTQ mientras permanece arraigado en la fe y la tradición católicas.
El énfasis sinodal en la conversión —relacional, estructural y eclesial— apunta hacia una transformación necesaria en el modo en que la iglesia aborda el ministerio y la extensión. Esto incluye examinar dónde las prácticas actuales pueden crear barreras o causar daño. Como afirma el documento, «escuchar a quienes sufren exclusión y marginación fortalece la conciencia de la Iglesia de que hacerse cargo del peso de las relaciones heridas es parte de su misión» (n. 56). La sinodalidad «exige arrepentimiento y conversión» (n. 6); Es un camino de reconciliación.
Diálogo y dignidad: principios clave para el ministerio
Varios elementos clave de la sinodalidad destacados en el documento final son particularmente relevantes para fomentar una Iglesia más acogedora para todos, especialmente para los marginados. En el corazón de la dinámica sinodal está la centralidad del bautismo, que nos une como miembros del cuerpo de Cristo: «No hay nada más alto que esta dignidad bautismal» (n. 22). Así pues, en una iglesia sinodal, es decir, una iglesia relacional, “nadie debe ser excluido”. El camino sinodal subraya también la importancia de reconocer y acoger los dones de todos los bautizados.
Esta comprensión de la dignidad conduce a una visión de la iglesia como fundamentalmente relacional. Como afirma el documento final, “lo que emergió a lo largo de todo el camino sinodal… fue el llamado a una Iglesia con mayor capacidad de cultivar relaciones: con el Señor, entre hombres y mujeres, en la familia, en la comunidad local, entre grupos sociales y religiones, con toda la creación” (n. 50). El enfoque del Sínodo en las relaciones auténticas y la dignidad humana proporciona una base para el encuentro y el diálogo genuinos en un espíritu de reciprocidad.
El compromiso del Sínodo de escuchar y construir relaciones es esencial para comprender las experiencias vividas, las necesidades y los dones de los católicos LGBTQ y sus familias.
En una Iglesia sinodal, cada uno tiene algo que dar y algo que recibir. Como afirma el documento, «en la comunidad cristiana todos los bautizados se enriquecen con dones que pueden compartir, cada uno según su vocación y estilo o condición de vida» (n. 57). Este principio exige acoger las contribuciones de los católicos LGBTQ a la vida y la misión de la Iglesia.
El documento también subraya que la sinodalidad exige “escuchar atenta y respetuosamente la voz de cada persona” (n. 84) y enfatiza el llamado de la Iglesia a “reconstruir la vida comunitaria, poner rostro a las entidades sin rostro y fortalecer las relaciones” (n. 111). Este compromiso de escuchar y construir relaciones es esencial para comprender las experiencias vividas, las necesidades y los dones de los católicos LGBTQ y sus familias.
“Creatividad misionera” con católicos LGBTQ
Un principio sinodal clave es reconocer que la unidad no requiere uniformidad. Como señala el documento, «la unidad de la Iglesia no es uniformidad, sino mezcla orgánica de legítimas diversidades» (n. 39). Esta comprensión crea espacio para enfoques culturales y pastorales que responden a diferentes contextos manteniendo la comunión. El camino sinodal exige “creatividad misionera” para desarrollar “nuevas formas de acción pastoral y procesos concretos de atención” (n. 111).
Una comprensión sinodal del ministerio vivido es aquella en la que caminamos junto a aquellos a quienes ministramos, permaneciendo abiertos a escucharlos y aprender de ellos, y fomentando la cercanía, la mutualidad y la amistad. El ministro no está por encima ni separado del pueblo, sino que es un compañero de camino, como Jesús en el camino de Emaús.
Se destaca la formación como crucial para desarrollar la capacidad de diálogo, discernimiento y ministerio inclusivo que exige un ministerio vivido de esa manera. El Sínodo pide una formación “integral, permanente y compartida” que abarque “todas las dimensiones de la persona humana (intelectual, afectiva, relacional y espiritual)” (n. 143). Este tipo de formación podría ayudar a desarrollar las habilidades pastorales y la sensibilidad necesarias para un ministerio LGBTQ eficaz.
El desarrollo de enfoques pastorales debe incluir las voces y los puntos de vista de las propias personas LGBTQ, de sus familias y de quienes participan en el ministerio con ellas.
El llamado del documento a la transparencia, la rendición de cuentas y la evaluación regular de las prácticas pastorales (núms. 99-100) proporciona un marco para evaluar si los esfuerzos del ministerio realmente sirven a su propósito previsto de compartir el amor de Dios y edificar la comunidad. Esto incluye seguir rindiendo cuentas a quienes reciben el servicio y aprender de sus experiencias, basándose en la visión dialógica que articula el documento final. Experimentamos que nuestra diversidad es una riqueza que amplía nuestras perspectivas.
Es importante destacar que la sinodalidad exige procesos de discernimiento comunitario que impliquen “la participación más amplia posible” (n. 82). Esto sugiere que el desarrollo de enfoques pastorales debería incluir las voces y los puntos de vista de las propias personas LGBTQ, de sus familias y de aquellos que participan en el ministerio con ellas.
El énfasis del documento en la “voz profética” de la sinodalidad que desafía el “individualismo cultural” y promueve el “cuidado mutuo, la interdependencia y la corresponsabilidad por el bien común” (n.º 48) apunta hacia la construcción de comunidades genuinamente inclusivas. Esto incluye abordar el aislamiento y la marginación mediante prácticas concretas de acogida y pertenencia. El método sinodal de la Conversación en el Espíritu se ha experimentado como una herramienta fructífera para incluir todas las voces y fomentar la comunión.
El futuro de una iglesia sinodal
Avanzar en este camino requerirá paciencia, humildad y confianza en la guía del Espíritu Santo. Como nos recuerda el Sínodo, las prácticas auténticas de sinodalidad permiten a los cristianos ofrecer «una contribución distintiva a la búsqueda de respuestas a los numerosos desafíos que afrontan nuestras sociedades contemporáneas en la construcción del bien común» (n. 47). Una de esas contribuciones podría ser un ministerio más inclusivo, diseñado según principios sinodales.
La implementación de estos principios sinodales en el ministerio católico exigirá un compromiso sostenido, formación y voluntad de participar en conversaciones a veces difíciles. Sin embargo, el camino sinodal ofrece esperanza para desarrollar enfoques ministeriales que encarnen más plenamente la misión de la Iglesia de ser “el sacramento de la unión del género humano con Dios” (n. 56), una unión que no excluye a nadie del amor de Dios ni del cuidado de la comunidad.
Hermana Nathalie Becquart, X.M.C.J.
Nathalie Becquart, X.M.C.J., es subsecretaria del Sínodo de los Obispos. Designada para este cargo por el Papa Francisco en 2021, es la primera mujer en ocupar este cargo y la primera en votar en un sínodo.
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Fuente Outreach
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