Los siete tipos de homófobos que te puedes encontrar por la calle.
Leemos en Ragap que Homófobos, por desgracia, hay muchos en la sociedad. Pero no todos responden al mismo perfil de homofobia. El prejuicio puede tomar muchas formas distintas y adaptarse a diferentes maneras de ser. En unos casos apenas será un gesto de desdén y en otros puede tomar un cariz peligroso y violento. Lo que tienen en común es que buscan justificarse de distintas maneras y que intentarán convencer a los demás de que tienen razón y de que en realidad solo buscan lo mejor para la sociedad. Estos son los siete tipos principales de homófobo que te puedes encontrar por la calle.
El justiciero
Es el tipo más peligroso. El ejemplo más conocido y temible lo tenemos en los matones de la extrema derecha rusa, liderados por Maxim Martsinkevich. Este tipo de homófobo no solo se siente ofendido por las relaciones entre personas del mismo sexo, sino que está convencido de que puede erradicar la práctica a base de golpes y amenazas. Para ellos es una cuestión de fuerza bruta, pero la violencia puede tomar muchas formas y no siempre se dirime a golpes. La discriminación, las amenazas y la presión psicológica también son armas habituales. Se ampararán en la defensa de la sociedad o de la familia y los valores tradicionales para justificar sus actos y verán en el movimiento gay un peligroso ‘lobby’ que quiere imponer su visión por la fuerza, por lo que apelarán a la defensa de la justicia. Para ellos la víctima siempre será culpable por ir ‘provocando’ al vivir su sexualidad de manera abierta.
El religioso
El fallecimiento de Fred Phelps, el pastor de la iglesia de Westboro, ha dejado sin su figura más relevante a este grupo, que por desgracia tiene multitud de seguidores en (casi) todas las religiones. Esta clase de homófobo se apoya en una creencia firme en las enseñanzas religiosas y no considerará nunca que tiene un prejuicio. Para ellos los LGBT son solo personas confundidas que necesitan que los guíen en la buena dirección. Si los medios para lograrlo son más o menos violentos, dependerá de cada uno, pero en la mayoría de los casos asegurarán amar y comprender el ‘sufrimiento’ de las personas LGBT.
El científico
Esta clase se escudará en supuestos estudios científicos que demuestran que la homosexualidad es una enfermedad. Es la clase de persona que defenderá que hay que suministrar tratamiento psicológico a los gays y estará a favor de las peligrosas terapias de conversión. Para ellos, la homosexualidad es un comportamiento adquirido por traumas en la infancia y un trastorno del que hay que proteger a los niños. También negarán tener prejuicios hacia la homosexualidad y se mostrarán lo más dialogantes y asépticos posible. El controvertido investigador Jokin de Irala o el texano Mark Regnerus son algunos de sus máximos exponentes.
El negacionista
Relacionado con el anterior, es un tipo de homófobo que está ganando peso en Estados Unidos. Para ellos es tan fácil como negar que la homosexualidad exista. Se apoyan en estudios sociológicos para determinar que ser LGBT es un invento nuevo, con menos de dos siglos de vida. Dirán que no son homófobos porque también niegan que exista la heterosexualidad, que por supuesto sí ven como algo natural. Para ellos ser gay es algo que se hace, no que se es. Una elección y por lo tanto erradicable y que no merece ser defendida con derechos.
El confundido
Parecido al negacionista. Los hay que sencillamente no entienden en qué consiste la homosexualidad. Que piensan, genuinamente, que tiene que ver con la pedofilia o con personas que tienen unos impulsos sexuales tan fuertes y desordenados que les da igual con quien se acuestan. Para esta clase de homófobo todo se reduce a una palabra: vicio. Tristemente muchos gays entran en esta categoría cuando se habla de bisexualidad.
El ofendido
Es esa clase de persona que asegurará que tiene muchos amigos gays y que no le importa lo que pase en la vida privada de los demás, pero que luego se sentirá ofendido cuando vea dos personas del mismo sexo besándose y pedirá que no se den muestras públicas de afecto. Estará en contra de los desfiles del Orgullo y se preguntará para qué hacen falta las reivindicaciones si ya está todo conseguido. Acusará a los gays de querer ir de víctimas y llamar la atención. Normalmente empezarán sus argumentos con la fórmula ‘Tengo muchos amigos gays, pero…”. Esto lleva muchas veces a gays homófobos que se niegan sus propios derechos, que prefieren parecer heteros.
El reprimido
Es el caso más triste. Es el homófobo que en el fondo siente atracción hacia personas de su mismo sexo, pero que no es capaz de aceptar sus sentimientos. Está convencido, por cualquiera de las razones mencionadas arriba, de que ser gay está mal, que va en contra de la religión, la moral o las buenas costumbres. En muchos casos, pagará su frustración con quienes sí viven su sexualidad de manera abierta. Se han dado casos de políticos conservadores que votaban en contra de los derechos gays pero que luego se acostaban con personas de su mismo sexo.
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