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Dios no tiene futuro, es un eterno presente en el aquí y el ahora.

Domingo, 17 de noviembre de 2024
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For Lawrence 4DOMINGO 33º (B)

Mc 13,24-32

Estamos en el c. 13 de Marcos, dedicado todo él al discurso escatológico. Este capítulo hace de puente entre los relatos de la vida de Jesús y la Pasión. Los tres sinópticos proponen un discurso muy parecido, lo cual hace suponer que algo tiene que ver con el Jesús histórico. Pero las diferencias entre ellos son tan grandes, que presupone una elaboración de las primeras comunidades. Es imposible saber hasta qué punto Jesús hizo suyas esas ideas. Tampoco debe sorprendernos que admitiera el común sentir.

Estamos ante una manera de hablar que no nos dice nada hoy. No se trata solo del lenguaje, como en otras ocasiones. Aquí son las ideas las que están trasnochadas y no admiten ninguna traducción a un lenguaje actual. Tanto en el AT como en el NT, el pueblo de Dios está volcado sobre el porvenir. Israel se encuentra siempre en tensión hacia la salvación que ha de venir… y nunca llega. Desde Abrahán, a quien Dios dice: “sal de tu tierra“, pasando por el éxodo hacia la tierra prometida; y terminando por el Mesías definitivo, Israel vivió siempre esperando de Dios la salvación que le faltaba.

La apocalíptica fue una actitud vital y un género literario. La palabra significa “desvelar”. Escudriñaba el futuro partiendo de la palabra de Dios. Nació en los ambientes sapienciales y desciende del profetismo. Desarrolla una visión pesimista del mundo, que no tiene arreglo; por eso, tiene que ser destruido y sustituido por otro de nueva creación. Invita, no a cambiar el mundo, sino a evitarlo. El futuro no tendrá ninguna relación con el presente. El objetivo era que la gente aguantara el chaparrón en tiempo de crisis.

Escatología, procede de la palabra griega “esjatón“, que significa “lo último”. Su origen es también la palabra de Dios, y su objetivo, descubrir lo que va a suceder al final de los tiempos, pero no por curiosidad, sino para acrecentar la confianza. El futuro está en manos de Dios y llegará como progresión del presente, que también está en manos de Dios, y es positivo a pesar de todo. Este mundo no será consumido sino consumado. Dios salvará un día definitiva­mente, pero esa salvación ya ha comenzado aquí y ahora.

En tiempo de Jesús se creía que esa intervención definitiva, iba a ser inminente. En este ambiente se desarrolla la predica­ción de Juan Bautista y de Jesús. También en la primera comunidad cristiana se vivió esta espera de la llegada inmediata de la parusía. Solamente en los últimos escritos del NT, es ya patente un cambio de actitud. Al no llegar el fin, se empieza a vivir la tensión entre la espera del fin y la necesidad de preocuparse de la vida presente. Se sigue esperando el fin, pero la comunidad se prepara para la permanen­cia.

Hasta aquí hemos afrontado la salvación desde una visión mítica que ha durado miles y miles de años. Ahora vamos a situarnos en el nuevo paradigma en el que nos movemos hoy. Al superar la idea del dios intervencionista, se nos plantea un dilema. Por una parte, sabemos que Dios no tiene pasado ni futuro, sino que está en la eternidad. Por otro lado, el hombre no puede entender nada que no esté en el tiempo y el espacio. Meter a Dios en el tiempo es un disparate. Sacar al hombre del tiempo y el espacio, es tarea inútil.

Los novísimos (muerte, juicio, infierno y gloria) son viejísimos conceptos mitológicos que hoy no nos sirven para nada. Sabemos con absoluta certeza que no puede haber conciencia individual sin la base de un cerebro sano y activado. ¿Cómo podemos seguir aceptando una salvación para cuando no quede ni una sola neurona operativa? Piensa por tu cuenta, no sigas tragando el pienso que otros han preparado para ti, no sin antes haberte puesto orejeras para que la realidad no te espante. La realidad supera toda posible expectativa humana. Dios se ha dado todo, a cada uno, desde siempre.

Hoy sabemos que el tiempo y el espacio son productos de la mente. ¿Qué sentido puede tener el hablar de tiempo y espacio cuando ya no haya mente? Hablar de un cielo o infierno más allá de este mundo no tiene ningún sentido. Hablar de un “día del juicio”, cuando no haya tiempo ni espacio, es un contrasentido. Hablar de lo que Dios ha hecho en el pasado o de lo que va hacer en el futuro, es proyectar sobre él nuestros anhelos. Dios es un eterno presente. En el aquí y ahora debemos descubrir lo que está siendo para nosotros siempre. En el aquí y ahora debemos hacer nuestra su salvación.

No esperes más a salir de una mitología que nos ha mantenido pasmados durante tanto tiempo. Salta de la pecera donde has estado confinado y descubre el océano. Ni Dios tiene que cambiar nada ni Jesús tiene que volver al final de los tiempos a rematar su obra. Esperar que el bien triunfe sobre el mal, supone, no solo que existe el mal y el bien (maniqueísmo), sino que sabemos perfectamente lo que es bueno y lo que es malo y pretendemos, como en el caso de Adán y Eva, ser nosotros los que decidamos.

Todos los seres humanos que han vivido una experiencia cumbre, han experimentado la verdadera salvación que consiste en una conciencia clara de lo que son. Para alcanzar esa plenitud no se necesita ningún añadido a lo que ya es el hombre ni quitarle nada de lo que tiene. Desde esta perspectiva no necesitaríamos un Ser supremo que nos quite lo que no nos gusta y nos dé todo aquello que creemos necesitar y no tenemos. Tú lo eres todo. Estás en la plenitud de ser y puedes vivir lo absoluto que hay en ti aquí y ahora.

No tienes que esperar ninguna salvación que te venga de fuera, porque ahora mismo estás absolutamente salvado. La plenitud está ya en ti. Solo tienes que tomar conciencia de lo que eres y vivirlo. Todo está en ti en el momento presente. Nadie te puede añadir nada ni quitar nada de lo que te es esencial. En ningún momento futuro tendrás más posibilidades de ser tú mismo que en este precioso instante. Eres ya uno con todo en el instante presente y no hay ningún otro instante mejor que este.

Todo miedo y ansiedad debe desaparecer de tu vida, porque todas tus expectativas están ya cumplidas sin limitación posible. Si echas en falta algo es que aún estás en tu falso ser y pesa más lo accidental que lo esencial. Ningún tiempo pasado fue mejor y ningún tiempo futuro puede ser mejor que el ahora. Lo que te ha pasado, lo que te pasa y lo que te pasará es lo mejor que te puede pasar. Deja de dar valor a las circunstancias positivas y deja de temer las adversas. Descubre lo que eres y vívelo.

Todo el que te prometa una salvación para mañana o para después de tu muerte te está engañando. Si alguien te convence de que eres una mierda y tiene que venir alguien a sacarte de tus miserias, te está engañando. Aquí y ahora puedes descubrir en ti una absoluta plenitud y alcanzar la felicidad sin límites. No esperes a mañana porque mañanas estarás en las mismas condiciones que hoy. Muchos seres humanos, a través de la historia lo han conseguido, ¿por qué no lo vas a conseguir tú?

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús, norma definitiva de vida

Domingo, 17 de noviembre de 2024
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c9c8c92f-b049-4ed1-9508-b0fe5a64ec89Mc 13, 24-32

«Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria»

El mensaje que encierra el texto de Marcos es muy difícil de interpretar, pues está escrito en un lenguaje escatológico que no va con nuestro estilo y confunde a los especialistas. No obstante, vamos a tratar de extraer alguna conclusión en la línea en la que parece moverse al menos una parte de la exégesis actual, y que, además, no se quede en la mera erudición, sino que nos ayude a vivir con sentido.

La imagen de hecatombe universal que nos describe Marcos en el texto de hoy no nos interesa nada, pues nadie cuenta con vivir esa experiencia. Lo que nos interesa, porque nos atañe como ninguna otra cosa en el mundo, es que cada uno de nosotros camina hacia el final de su propio tiempo; que nuestra vida es camino; que por él nos dirigimos paso a paso hacia la muerte y que nada en la vida de un cristiano tiene sentido si no es mirando al final que le espera.

Somos caminantes que caminan hacia su destino, y el libro del Éxodo es una preciosa metáfora de nuestra vida: “Desde la cómoda esclavitud de nuestras pasiones, por el desierto de la vida, hacia la Patria; hacia la casa del Padre”.

Mientras dura el camino estamos sujetos a error; tenemos propensión a equivocarnos; a confundir lo que es mera apariencia con la verdad, y ese error nos mueve a elegir mal y echar a perder nuestra vida.

Y sobre esta base, lo que parece decirnos Marcos en el evangelio de hoy es que, al final de su vida, Jesús se proclama a sí mismo camino de Verdad”; nos alerta de que la Palabra está ahí para mostrarnos el camino; para no perdernos por otros caminos que mueren cuando acaba nuestra vida; para salvar nuestra vida de la banalidad y el desastre… Jesús nos urge con fuerza a optar por él; a optar por sus criterios; por su propuesta de vida.

«Yo soy el camino, la verdad y la vida», nos dice Juan en su evangelio. Pero Marcos no se expresa de una forma tan sencilla, sino que se vale de unas imágenes soberbias para presentarnos a Jesús como el juez supremo del bien y el mal; del acierto y el desacierto: «Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; y enviará a los ángeles…».

Nos cuesta mucho trabajo entender este lenguaje, nos resulta extraño, pero quizá pueda ayudarnos el recordar que el evangelio asocia siempre el final con un juicio, y lo hace usando una escenografía colosal que no debe confundirnos. Lo que significa ese juicio es que al final resplandecerá la Verdad; que al final, los seres humanos nos encontraremos con la revelación definitiva; y esa revelación es Jesús como norma definitiva de vida; que no aceptarlo así es equivocarse.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

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Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos

Domingo, 17 de noviembre de 2024
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ob_98e422_caytruilaMc 13, 24-32

DOMINGO 33º T.O. (B)

La sensación de crisis que padece la humanidad a causa del desmoronamiento de antiguas estructuras económicas feudales, injustas, de ideologías envejecidas, caducas, de formas de gobierno dictatoriales y de anquilosados esquemas normativos, es profunda y general. El subdesarrollo, entendido como retraso económico, social y político de los países del Tercer Mundo, las bolsas de pobreza y marginación del Cuarto Mundo en relación con el progreso de los países opulentos, es un problema global que afecta a toda la humanidad, ya que es consecuencia del despilfarro, la corrupción y la malversación de las sociedades pudientes, ricas.

La miseria, la incultura de los países y zonas subdesarrolladas, empobrecidas, no se corrige con la ayuda de los países capitalistas o autocráticos, sino con la creación de nuevas formas de producción y de convivencia en el mundo desarrollado que acaben con la dependencia y generen auténtica liberación. Hay demasiada dependencia a base de mecanismos de dominación y explotación no sólo de recursos sino también de personas. Esta dependencia no se rompe con reformismos y desarrollismos de poca monta de cara a la galería. Es preciso ir más allá de conveniencias e intereses fraudulentos y afrontar con valentía el restablecimiento de la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos.

Esa vivencia empieza en casa, en la escuela, creando espacios de entendimiento, intercambio de recursos creativos, solidarios, que nos hagan crecer y avanzar en humanidad, compartir la alegría, la bondad, el cuidado entre nosotros, la gratuidad, la gratitud, el respeto, la ayuda a quien más lo necesita. Poner límites a la excesiva dependencia de móviles, tabletas, consolas y redes sociales alienantes que están causando un gran problema a nuestros propios hijos/as, a los profesionales de la educación, pero también a nosotros/as, a los mismos padres que hacen un uso desmedido de esos mismos medios. Ya lo están advirtiendo educadores, médicos, psicólogos. Por desgracia, parece confirmarse que El Homo Sapiens es capaz de acabar con la civilización y la cultura que tanto le costó consolidar. Podríamos preguntarnos, ¿de verdad estamos evolucionando hacia adelante?, “¿es posible soñar con la promesa de una humanidad futura que sea mejor que la actual viviendo en un planeta maravilloso junto con el resto de especies con las que hemos co-evolucionado?” (J.L. Arsuaga).

La Iglesia también se encuentra en situación de profundos cambios. Junto a la crisis religiosa generalizada, consecuencia de la propia incoherencia de la estructura eclesial, el clericalismo, la discriminación de las mujeres y el escándalo de los abusos, entre otros, se vislumbran con timidez, esperanzas de conversión a través de signos y de señales manifiestos. Son los signos de la esperanza, de una Iglesia sinodal en salida, como dice el Papa Francisco, en la que caben tod@s, tod@s, tod@s. ¡Ojalá que no sea sólo un espejismo! y se aborden los cambios necesarios que están en la base del mismo evangelio.

Para los/as cristianos/as el horizonte de la auténtica esperanza se basa en el cumplimiento de las promesas de Dios, fin y meta de la historia. Más que del fin del mundo, los evangelios nos hablan hoy del fin de un mundo. Se indica el fin de lo viejo, lo caduco y la aparición de lo nuevo, de la novedad que persistentemente sigue abriéndose paso, aunque todavía no en su plenitud. La evangelización liberadora exige que se formule el mensaje en conexión con las aspiraciones de liberación o de justicia. La liberación no es exterior a la evangelización. Tiene una implicación personal y comunitaria ineludible. Acontece en nuestra interioridad, en el corazón de nuestras entrañas, en mi yo original que se va haciendo vida, camino, testimonio, compromiso, verdad. Y al mismo tiempo, va dejando caer las hojas muertas del ego, la opresión, la injusticia, la mentira, la ambición, en definitiva, el desamor…

Para el creyente cristiano todo lo que hay de catastrófico en el mundo tiene un sentido purificador y esperanzador: el alumbramiento de un mundo nuevo y de una nueva creación. Y se viven en el presente. Sin la cruz de Cristo es imposible soportar las adversidades de la vida ni vislumbrar dentro de las tinieblas la salvación del pueblo, de la humanidad. Pero la cruz cristiana no se reduce a un fracaso: es victoria sobre la tumba, el sinsentido, la muerte, el pecado.

Esto es lo esencial: la llegada triunfal de Jesús, la nueva historia, un nuevo comienzo: vivir todos/as eternamente con/en Dios. Cada día, en toda circunstancia. Así lo proclamó el gran profeta Isaías: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que voy a hacer algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43,18)

¡Adelante a todos los damnificados por la Dana! ¡No estáis solos!

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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Lo único que permanece.

Domingo, 17 de noviembre de 2024
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IMG_8557Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

17 noviembre 2024

Mc 13, 24-32

Con un lenguaje que hoy nos resulta extraño, el género apocalíptico trata de revelar o des-velar (el término “apocalipsis” significa quitar el velo, revelación o des-cubrimiento) lo realmente real, aquello que permanece cuando todo lo demás cambia.

Sabemos que todas las formas u objetos son impermanentes y que, en ese mundo, lo único constante es el cambio. Y sabemos también que la impermanencia es fuente de dolor y, con frecuencia, de intenso sufrimiento, cuando nuestro apego a las formas es fuerte.

Forma u objeto es todo aquello que puede ser observado. En cuanto tales, todos ellos son contenidos de consciencia, ocupan un “espacio” delimitado de lo real y, como acabo de indicar, no escapan a la llamada ley de la impermanencia.

En conclusión: todo aquello que podemos observar, por más importante que nos parezca y por más querido que nos resulte, un día desaparecerá. Lo cual es lo mismo que decir que todo lo que nace, morirá.

¿Hay algo que se salve de la impermanencia? Justamente aquello que no es objeto, lo sin-forma, la consciencia que sostiene todos los contenidos, la “espaciosidad” que contiene todas las formas.

Lo único que permanece es lo no-nacido: aquello -el único “sujeto”- que observa todos los objetos, pero que no puede ser observado; la consciencia que sostiene, contiene y, a la vez, constituye el “núcleo” de todos los contenidos; la “espaciosidad” o presencia consciente en la que aparecen y donde se mueven todas las formas. En definitiva, lo realmente real es aquello que no tiene forma ni nombre, dado que, al no ser objeto, no puede nombrarse adecuadamente. Tal como lo expresó bellamente José Saramago, “en todos nosotros hay algo que no tiene nombre; eso es lo que somos”.

El texto evangélico proyecta esa realidad -lo único permanente, lo realmente real- en Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”. Pero quien sabe leer descubre que va más allá de la persona del Maestro de Galilea. Lo único que “no pasará” es la consciencia, el ser, la vida… -hacia ello es adonde apunta la palabra de Jesús-, y eso es lo que realmente somos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Finita la commedia o la vida tiene sentido?

Domingo, 17 de noviembre de 2024
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angelDel blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

Domingo XXXIII per annum

01.- Nota previa: Apocalipsis

        La Palabra de este domingo, -último del año litúrgico-,  nos sitúa ante el final de la historia, de nuestra historia personal y de la humanidad.

        Las dos lecturas de hoy hablan del final, y lo hacen con un lenguaje muy extraño para nosotros: con un estilo literario que se llama apocalíptica (apocalipsis).

        ¿Qué es la apocalíptica? Apocalipsis significa: revelación.

        Cuando un judío sabía que había ocurrido o iba a acontecer algo muy importante, deja correr un poco la imaginación, abre la “caja de los truenos” y habla con palabras y signos que a nosotros nos resultan extraños: catástrofes, los astros caerán, los sepulcros se abrirán, etc.

        Por ejemplo: a la muerte de Cristo -acontecimiento trascendental- los evangelistas dicen que el cielo se oscureció”, “los sepulcros se abrieron”, “hubo como un terremoto”, etc. Semejante lenguaje emplean los evangelistas ante el final de la historia, hecho decisivo para la humanidad, el evangelista dice que “el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”.

        La apocalíptica es un modo de pensar y de escribir. Es como un observatorio drástico y radical tomado del ideario del AT

        Los fenómenos “angustiosos y trágicos” ni ocurrieron ni ocurrirán. Es un modo de subrayar por medio de símbolos los acontecimientos decisivos en la historia.

02.- El final.

El final del año litúrgico, el problema de la muerte, el final de la historia, el sentido de la vida, el fin del mundo nos emplazan ante la cuestión que siempre ha estado presente en la conciencia del ser humano: ¿Qué me cabe esperar en la vida?, (Kant). ¿Qué puedo esperar en la vida, si es que me cabe esperar algo?

        O si no: ¿Finita la commedia? La Ópera “Pagliaci-Payasos” de Leoncavallo termina con un terrible e irónico: finita la commedia: la comedia ha terminado. Cuando morimos: ¿finita la commedia? ¿La vida es una comedia?

        Lo decisivo no es que el mundo termine, sino que quien termina es el ser humano, ¿cuál será nuestro final? El problema no es que el planeta tierra o el universo concluyan, sino que el problema sigue en pie: ¿y cómo termina esto? ¿Cómo terminamos los seres humanos?

Esta cuestión nos sitúa ante la esperanza.

03.- Esperanza.

       espejo En la vida tenemos proyectos, esperanzas. Es bueno tener ilusiones en la vida que nos muevan a trabajar, a crear, a vivir.

        Habitualmente ponemos nuestra esperanza en la ciencia, en los logros políticos, sociales, tecnológicos, médicos, etc.

La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Los logros científicos, las buenas estructuras sociopolíticas ayudan, pero por sí solas no construyen el futuro absoluto.

        El hombre nunca va a ser redimido por la ciencia, ni por la política, ni por lo eclesiástico, desde afuera. El hombre no puede ser redimido por medio de la ciencia. Es pedir demasiado a la ciencia. Tal  esperanza es falaz.

04.- El final no es una conquista humana, sino un don de Dios

        En nuestra recámara de pensamiento vivimos como un caballo desbocado que corre hacia la conquista de un futuro mejor y pleno.

        El lenguaje apocalíptico dice que no. Este mundo, este estado de cosas tiene que terminar para que renazca la “nueva ciudad”. La apocalíptica es muy radical: “más de lo mismo, no”.

La “vieja ciudad”, los viejos sistemas políticos, la vieja condición humana caerán, como van cayendo todos los “imperios” de este mundo. Cada caída de un sistema opresor significa un triunfo  de lo humano sobre lo inhumano, de la nueva ciudad sobre la “vieja Jerusalén”.

Trump asegura que va a lograr una “nueva ciudad” (EEUU). Ni Trump ni ningún político son dioses, ni pueden construir la “nueva ciudad”

“La nueva ciudad” viene de Dios:

 Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. La ciudad brillaba con el resplandor de Dios (Ap 21)

La “nueva ciudad baja del cielo”, no de la tierra. La “nueva ciudad” es un don de Dios, no una conquista humana. La salvación, el final del ser humano no está en nuestras manos. El final es un don,  un regalo de Dios.

La apocalíptica lo dice con símbolos: al final, en la “nueva ciudad” no habrá templos, porque Cristo será el centro. No habrá sol ni luna, por tanto no habrá tiempo, porque la luz es Cristo y seremos en la eternidad de Dios.

No vi ningún santuario en la ciudad, porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son su santuario.La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbren, porque la alumbra el resplandor de Dios, y su lámpara es el Cordero. (Ap 21, 22-23).

05.- Mis palabras no pasarán

        Jesús nos dice: Mis palabras no pasarán

¿Qué palabras son éstas?

Él mismo. Jesús es la Palabra.

Evoquemos en nuestro interior lo que Cristo, el Reino de Dios,  suponen para el ser humano: paz, serenidad, justicia, libertad, vida, fraternidad, amor. Tales son las palabras -realidades- que permanecerán en la “nueva ciudad”, en la Jerusalén celestial.

Ante el abismo y caos de la nada, el cristiano confía en el ser.

No es lo mismo saber que esperar. Los conocimientos más valiosos no son los científicos, sino los humanos: el sentido de la vida no es un saber científico, pero sí humano.

        Cuando ya no sabemos más, esperamos, lo cual infunde una gran serenidad a nuestra alma, a nuestra vida.

Mis palabras no pasarán.

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“Jesús nos invita a saber Interpretar los signos del reino en el hoy de nuestra historia “, por Consuelo Vélez

Domingo, 17 de noviembre de 2024
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Jesus-invita-Interpretar-signos-historia_2724337540_17394473_660x371De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XXXIII del Tiempo Ordinario 17-11-2024

Las lecturas ponen énfasis en la venida de Jesús como consumador de todo lo creado, realización plena de la historia de la salvación

El lenguaje apocalíptico del texto pretende mostrar la novedad absoluta de lo esperado y no, el revelar acontecimientos futuros que sucederán

Jesús es la novedad absoluta que está poniendo en práctica los valores del reino

Saber interpretar los signos de los tiempos para identificar lo que es del reino y lo que lo contradice.

Mas por estos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprendan esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sepan que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean que sucede esto, sepan que Él está cerca, a las puertas. Yo les aseguro que no parará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre.

(Mc 13, 24-32).

El ciclo litúrgico está llegando a su fin y las lecturas ponen énfasis en la venida de Jesús como consumador de todo lo creado, realización plena de la historia de la salvación. El lenguaje utilizado es el apocalíptico el cual se sirve de figuras contrastantes para mostrar lo nuevo que va a suceder. En este caso, todo lo que el texto relata de los acontecimientos cósmicos que parece se darán ante la venida del hijo del hombre, tienen la finalidad de mostrar la novedad absoluta de lo esperado y no, el de revelar acontecimientos futuros que sucederán, así como se narran. Lamentablemente por un desconocimiento de los géneros literarios de la Biblia y de interpretaciones que se han hecho de estos textos en el pasado, todavía hoy se predican de manera literal, aprovechando ese lenguaje para causar miedo en los oyentes o para interpretar, por ejemplo, la crisis climática como el cumplimento de estos relatos, haciendo aparecer a Dios como castigador de la creación y del ser humano, cuando, Dios es cuidador de todo lo creado y es nuestra responsabilidad velar por su preservación.

Este texto lo que pretende, con este lenguaje apocalíptico, es mostrar la novedad absoluta que llegó con Jesús -al que se le aplica el título de hijo de Hombre (Dan 7, 13)-, novedad que se está cumpliendo con la puesta en práctica de los valores del reino.

El pasaje bíblico continúa con la figura de la higuera con la cual Jesús invita, haciendo la comparación entre el conocimiento del florecer de la higuera anunciando el verano lo que ellos deben hacer con el tiempo presente: interpretar lo que está sucediendo, la novedad que Jesús ha traído, de manera que se pueda llevar a feliz término la salvación anunciada por Él. Con los términos de hoy, podríamos decir, saber interpretar los signos de los tiempos, en una actitud vigilante que nunca ha de faltar para identificar lo que es del reino y lo que lo contradice.

Por lo tanto, el tiempo presente es una llamada a mantener la esperanza en el cumplimiento de las promesas hechas por Dios que ya se están realizando en nuestra historia, manteniéndose vigilante y actuando coherentemente porque, aunque no sabemos -ni debemos pretender saberlo porque ni los ángeles, ni el Hijo lo saben- cuando se dará la consumación definitiva de todo en Dios, ya están aconteciendo los valores del reino  y confiamos que llegarán a la plenitud en el tiempo propicio de Dios que solo Él conoce.

(Foto tomada de: Guía básica para el cultivo de la higuera | Agroempresario.com)

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“Y llegamos…” (Marcos 13, 24-32) del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

Domingo, 17 de noviembre de 2024
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IMG_8600Comentario a la lectura evangélica (Marcos 13, 24-32) del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

Y llegamos.

Este es el fin. O el principio del fin. O más o menos.

Pero aquí estamos.

Al leer la página del Evangelio de hoy sentimos que se nos aprieta el corazón y nuestra mente empieza inmediatamente a proyectar imágenes de escenas catastróficas, de meteoritos que causan una destrucción total. E incluso los signos de los que habla Jesús parecen hacerse realidad.

Guerras interminables, miseria rampante, la otra pandemia… la de la injusticia que aún no ha sido derrotada, los pobres del mundo presionando para entrar en lo que creen que son tierras de fortuna, violencia, falta de respeto, agresividad, ira, oposición incluso dentro de la Iglesia y entre sus líderes…

Sí, yo diría que es esto: es realmente el fin del mundo.

Muy cierto. Es el fin de este mundo.

De un mundo construido sobre el engaño, el narcisismo, la chulería.

El fin.

Porque ya ha comenzado otra Historia, la verdadera, la que se esconde detrás de las cosas que nos parecen evidentes. Sólo es cuestión de saber leerla.

La comunidad de Marcos, el evangelista que nos ha acompañado este año, atraviesa graves dificultades: el Imperio Romano atraviesa una profunda crisis, parece estar en disolución. La situación es muy parecida a la que vivimos actualmente, de fin de imperio, de transición de era. Algunos exégetas afirman incluso que Marcos ha reabierto su obra terminada para incluir un nuevo capítulo, el decimotercero, creado precisamente para tranquilizar a los discípulos.

El lenguaje es el que se usaba en la época de Jesús, hecho de imágenes enigmáticas e hipérboles, que no hay que tomar al pie de la letra, sino interpretar correctamente. Y es un mensaje de esperanza que no asusta sino que tranquiliza: caen las estrellas, es decir, los astros venerados por las religiones paganas.

No habla del fin del mundo, sino del declive del paganismo, de una fe que ve en las estrellas una amenaza o una divinidad. Cae el imperio, ciertamente, pero también una visión superficial y supersticiosa de ver a Dios. Ya era hora.

La pequeña fe cristiana está protegida por su Señor, no tiene nada que temer.

Sus comunidades incipientes son el brote tierno de la higuera que por fin da fruto.

No como la estéril del templo. Sino la frondosa a cuya sombra escrutamos la verdad y la belleza de la Palabra.

La fe sigue ahí, ciertamente, pero a menudo superficial y emocional, mezquina y mundana, pendenciera y partidista.

Y atacada y asediada por otras formas de ver el cristianismo, a menudo como una amenaza o la pesada herencia de un pasado que hay que superar.

Con toda confianza, dice Marcos, lo que se derrumba son las estrellas, no la Iglesia.

Sí las Iglesias atrincheradas en sus posiciones…, no las comunidades que no reducen la fe a un legado social.

Incluso en nuestra fe, lo que se derrumba es lo que hemos añadido, a menudo apartándonos del Evangelio o incluso traicionándolo.

Derrumbar lo inútil. Permanece lo esencial y lo verdadero.

¿Y si todo lo que hemos vivido, el inmenso amor que hemos experimentado y volcado en nuestras acciones fuera para enfrentarnos ahora a esta oscuridad y no ceder al desánimo?

Más aún.

Los ángeles vienen de los cuatro puntos cardinales para reunir a los discípulos.

Y conocen a muchos, incluso a más de cuatro. Hombres y mujeres que viven en profecía, que animan, reúnen, motivan, socorren. Tantos que preceden y suscitan la venida del Hijo del Hombre, del Mesías en el que hemos creído y que sin duda volverá con gloria.

Ángeles que encontramos cada día, cada domingo, que reúnen, en lugar de dispersar, que construyen, en lugar de demoler. Ángeles que llenan.

Calma.

¿Cuándo sucederá? ¿Cuándo veremos volver al Señor? ¿Cuándo la penumbra que se desvanece en el mundo se convertirá en gloria y en la manifestación final de Dios?

No lo sabemos, no podemos saberlo, no debemos saberlo.

Sólo podemos mirar a la higuera, el último árbol que echa hojas, justo antes del verano.

La higuera, en la Escritura, llama siempre a la Palabra, a la Escritura que es dulce al paladar como el fruto de la higuera. Y Jesús llama a todos a acoger la Palabra que habita, que perdura.

Y nosotros, aquí, después de dos mil años, seguimos escrutando la Palabra, saboreándola, maravillándonos de ella, dejando que invada nuestros corazones, que invada nuestras mentes.

Permanece, fruto dulce a nuestro paladar, que nos habita y nos ilumina, que nos anima y nos espolea, que nos alivia y nos motiva, que nos acompaña para que podamos volar alto y ver. Ver la obra de Dios manifestándose, inexorable, en el despliegue del caos.

En otro lugar.

Jesús nos advierte: construir el Reino no es necesariamente sencillo, no es un pasaje de gloria en gloria, dejarse abrumar por el Evangelio e iniciar el camino del discipulado significa colocarse en una actitud de cambio perpetuo, luchar para hacer frente a las contradicciones de uno mismo y del mundo. El Reino sufre violencia, no se manifiesta con oleadas oceánicas y obras milagrosas.

En el signo de la contradicción, del cansancio, el Reino se manifiesta, entre el ya sí y el todavía no, alejándose de la lógica gerencial del éxito mensurable que, por desgracia, a veces se cuela incluso en la lógica eclesial.

Los ángeles reúnen a los discípulos de los cuatro puntos cardinales, se reúnen y sostienen a los que afrontan con serenidad la construcción del Reino.  Sólo la Palabra y la certeza de haber experimentado a Dios o sentido su presencia nos mantienen en pie en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios.

Necesitamos recordarlo, en este tiempo de recepción del Sínodo sobre la sinodalidad, salir de la lógica del mundo para asumir la mirada de Dios sobre nosotros mismos, sobre el mundo y sobre la historia.

No, los cristianos no hablamos del final del mundo, sino del sentido y de la meta del mundo.

Que es el de descubrirse amados.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Fuente: Remitido por el autor

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En la parábola del hijo pródigo, ¿qué papel juego como persona LGBTQ+?

Lunes, 11 de noviembre de 2024
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IMG_2981Hermana Donna McGartland

La publicación de hoy es d Sr. Donna McGartland, colaboradora de Bondings 2.0. Donna es una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious (Ama con ternura: Historias sagradas de religiosas lesbianas y queer )  publicado por New Ways Ministry..

Las lecturas litúrgicas de hoy para el trigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Recientemente leí una transcripción de una charla dada por el obispo John Stowe, OFM, Conv., de Lexington, Kentucky, en la que cita al Papa Francisco: “El mandamiento ‘No matarás’ debería modificarse hoy por ‘No excluirás’, porque la exclusión equivale a la muerte”. Aunque esta cita está tomada de su contexto original, me habla muy profundamente como miembro de la iglesia, mujer y lesbiana.

Mientras escribo esto a finales de octubre, el Sínodo sobre la Sinodalidad acaba de finalizar y el informe ha sido publicado. No hay ninguna mención directa en el documento a las personas LGBTQ+ ni mucho a la expansión del papel de las mujeres en la iglesia. A pesar de esto, sigo firme en mi esperanza y creencia de que se ha abierto una ventana que nunca podrá cerrarse. El informe refleja una creciente conciencia y un desafío para todos nosotros a aceptar el llamado del Papa Francisco a que todos tengan un lugar en la mesa y que nadie sea excluido. “¡¡Todos, todos, TODOS!!

Muchas veces, los mismos que excluyen a otros de participar en la comunión plena son aquellos que se consideran separados del todo. En el evangelio de hoy, los fariseos acusan a Jesús de “recibir a los pecadores y comer con ellos”, creyéndose mejores que los demás. En respuesta a su acusación, Jesús contó la parábola del hijo pródigo. Lo que sigue es una versión rápida y abreviada.

El menor de dos hijos pide la herencia a su padre, y luego se va de casa y lo gasta todo. Desesperado, acepta un trabajo cuidando cerdos. Finalmente recupera el sentido y decide regresar a casa.

Su padre ha estado esperando su regreso y, cuando lo ve a lo lejos, ¡corre hacia él y lo abraza! Convoca un banquete para celebrar su regreso.

Cuando el hijo mayor escucha la celebración por su hermano, se indigna y no quiere ir a la fiesta. Su padre lo encuentra y le ruega que cambie de opinión y comparta el banquete.

De los tres personajes principales de la historia (el padre, el hijo mayor y el hijo menor), ¿cuál creemos que refleja mejor mi experiencia?

¿Soy el hijo menor? ¿Alguna vez he tenido la experiencia de darme cuenta de repente de que no tengo que estar solo, que el aislamiento no trae felicidad o que he lastimado a quienes más me aman? Quizás estoy dispuesto a aceptar la invitación de volver a ‘casa‘, dondequiera que esté para mí.

¿Soy el mayor y me aislo por la autocompasión y la justa indignación? ¿Me estoy negando a aceptar a otros que considero indignos, incapaces de dejar de lado mi ira y mi dolor?

IMG_8555Marc Chagall, “El regreso del hijo pródigo”

O tal vez soy el padre, dispuesto a compartir mi riqueza sin controlar el resultado, dispuesto a perdonar y buscar la reconciliación sin juzgar. ¿Puedo invitar a todos (¡a todos, a todos, a todos!) a unirse a la Fiesta?

En verdad, me veo en estas tres personas. Creo que el llamado del Sínodo es que nosotros y la iglesia reconozcamos esto también. Necesitamos nombrar las ocasiones en que nosotros y la iglesia excluimos a otros de la Fiesta del amor de Dios. Necesitamos desafiar a la iglesia a aceptar a todas las personas independientemente de su orientación sexual o identidad de género. Más que nada, necesitamos seguir sintiendo los impulsos del Espíritu que nos llama a “dar la bienvenida a los pecadores y comer con ellos”.

¡Que nosotros, durante este mes de Acción de Gracias, nos regocijemos y celebremos el llamado a perdonar, abrazar y dar la bienvenida a todos en la Mesa del amor de Dios!

-Sister Donna McGartland (ella/ella), 10 de noviembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Mala conciencia”. 32 Tiempo Ordinario – B (Marcos 12,38-44)

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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IMG_8023En teoría, los pobres son para la Iglesia lo que fueron para Jesús: los preferidos, los primeros que han de atraer nuestra atención e interés. Pero es solo en teoría, pues de hecho no ocurre así. Y no es cuestión de ideas, sino de sensibilidad ante el sufrimiento de los débiles. En teoría, todo cristiano dirá que está de parte de los pobres. La cuestión es saber qué lugar ocupan realmente en la vida de la Iglesia y de los cristianos.

Es verdad –y hay que decirlo en voz alta– que en la Iglesia hay muchas, muchísimas personas, grupos, organismos, congregaciones, misioneros, voluntarios laicos, que no solo se preocupan de los pobres, sino que, impulsados por el mismo espíritu de Jesús, dedican su vida entera y hasta la arriesgan por defender la dignidad y los derechos de los más desvalidos, pero ¿cuál es nuestra actitud generalizada en las comunidades cristianas de los países ricos?

Mientras solo se trata de aportar alguna ayuda o de dar un donativo no hay problema especial. Las limosnas nos tranquilizan para seguir viviendo con buena conciencia. Los pobres empiezan a inquietarnos cuando nos obligan a plantearnos qué nivel de vida nos podemos permitir, sabiendo que cada día mueren de hambre en el mundo no menos de setenta mil personas.

Por lo general, entre nosotros no son tan visibles el hambre y la miseria. Lo más patente es la vida injustamente marginada y poco digna de los pobres. En la práctica, los pobres de nuestra sociedad carecen de los derechos que tenemos los demás; no merecen el respeto que merece toda persona normal; no representan nada importante para casi nadie. Encontrarnos con ellos nos desazona. Los pobres desenmascaran nuestros grandes discursos sobre el progreso y ponen al descubierto la mezquindad de nuestra caridad. No nos dejan vivir con buena conciencia.

El episodio evangélico en el que Jesús alaba a la viuda pobre nos deja avergonzados a quienes vivimos satisfechos en nuestro bienestar. Nosotros tal vez damos algo de lo que nos sobra, pero esta mujer que «pasa necesidad» sabe dar «todo lo que tiene para vivir». Cuántas veces son los pobres los que mejor nos enseñan a vivir de manera digna y con corazón grande y generoso.

José Antonio Pagola

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“Esa pobre viuda ha echado más que nadie”. Domingo 10 de noviembre de 2024. Domingo 32º ordinario

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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59-ordinarioB32 cerezoLeído en Koinonia:

1Reyes 17, 10-16: La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías.
Salmo responsorial: 145: Alaba, alma mía, al Señor.
Hebreos 9, 24-28: Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
Marcos 12, 38-44: Esa pobre viuda ha echado más que nadie.

La primera lectura tomada de 1Re nos presenta el caso de una viuda que comparte lo poco y único que tiene con el profeta Elías. El pasaje está ambientado en una sequía que el mismo profeta había pedido a Yavé para Israel. Ante una situación tan extrema, todo el mundo evita gastar lo poco que tiene como una forma de mantenerse aferrado a la vida. Eso es lo que ha hecho esta viuda. Sin embargo se ve «obligada» por el profeta a compartir con él aquello que solamente le proporcionará unas horas más de vida. Este gesto de la viuda tiene un final feliz: no faltó harina en la tinaja ni aceite en la jarra. Significa esto que cuando se comparte con generosidad lo poco que se tiene, parece que se multiplicara, y esa es una de las características principales del pobre. Donde más disponibilidad hay para compartir, donde más desprendimiento uno encuentra es entre los pobres; con toda razón se puede decir que los pobres nos evangelizan. Con razón están ellos en primer lugar en el corazón de Dios, no sólo porque es Él lo único que a ellos les queda, sino porque entre ellos, los signos de la presencia de Dios son más visibles; son ellos por medio de los cuales Dios se hace ver con mayor claridad en el mundo; ellos son el sacramento de Dios en el mundo y el testimonio permanente de cuán lejos estamos del proyecto de solidaridad y de la igualdad querido por Dios.

Nos encontramos en el reino del Norte. El país está pasando por una de las etapas más difíciles de su historia: la dinastía de Omrí ha ido dejando el país en la miseria; el último de los monarcas de esa monarquía, Ahab, gobierna veintidós años (nunca un largo gobierno es benéfico para ninguna institución, más frecuentemente termina por arruinarla), y también él ha hecho su aporte al desastre nacional: se casó con una extranjera: Jezabel, hija de Et-Baal, rey de Sidón, y acabó por adorar y rendir culto a Baal (1Re 16,29-31). Es fácil entonces imaginar el ambiente del reino en todos sus ámbitos: político, económico, social y religioso. El autor bíblico lo simboliza en una sequía que el profeta hace venir sobre Israel. En esa situación de extrema urgencia, el profeta hará ver que sólo Yavé es la salvación para el pueblo, y que esa salvación de la que está urgido el pueblo Dios la realizará con y desde los desheredados, con los pobres. En el Segundo Testamento vamos a encontrar esta misma realidad: Dios actuado en medio de los pobres, y con los pobres llama a la construcción de un orden de cosas distinto en donde los pobres parece que fueran los únicos capaces de aportar.

El evangelio de hoy nos presenta dos perícopas: la primera, todavía en conexión con la del domingo anterior sobre la declaración del mandamiento más importante o, mejor, los dos mandamientos más importantes. Jesús previene a sus discípulos para que no repitan el modo de ser de los escribas que se las dan de mucho cuando en su interior no existe ni amor a Dios ni al prójimo, sólo amor a sí mismos.

La segunda perícopa está más en consonancia con la primera lectura del primer libro de los Reyes. El dar implica renuncia, desprenderse no de lo que abunda y sobra, sino desde la misma escasez.

A Jesús, que observa cómo los fieles van pasando a depositar su ofrenda para el tesoro del templo, no lo ha impresionado, como al común de los observadores, la cantidad que cada rico ha depositado en el cofre de las ofrendas; sus criterios y parámetros de juicio son completamente diferentes a los criterios mercantilistas y economicistas que se basan en la cantidad, en el binomio inversión ganancia (costo beneficio se diría hoy).

A partir de esta imagen Jesús instruye a sus discípulos y en definitiva alecciona hoy a las iglesias. Esa viuda que a duras penas sobrevive, objeto de la caridad y del recibir, se mete a pesar de todo en la fila para dar, no desde lo que le sobra, y sin intención alguna de aparentar, todo lo contrario lo haría con cierto disimulo para que nadie viera la «cantidad» que depositó. Aún si pensáramos que ella también deposita lo que tiene con el fin de ser retribuida, y lo más seguro es que así fue porque ya la falsa religión había alienado su conciencia, aún admitiendo eso, no deja ser un caso aleccionador que Jesús no deja pasar por alto. Mientras los demás teniendo ya suficiente para vivir desean tener mucho más, para lo cual realizan la inversión que sea, esta mujer echa lo único que tiene y seguro lo ha hecho con amor, con toda seguridad no se atreve a pedirle a Dios le multiplique esa mínima cantidad, tal vez su único «interés» es que Dios no le falte con aquello con lo cual sobrevive.

Desde la óptica de Jesús, esta pobre viuda, representación de lo más pobre entre los pobres, salió del templo justificada; fue quien recibió un mayor don a cambio de su desprendimiento: la gracia divina, mas desde la óptica de un donante rico, esta mujer tendría muy poca, casi ninguna recompensa.

El reino que Jesús proclama no puede regirse por los mismos criterios de personas como los dirigentes de Israel; el reino se construye desde los criterios de la calidad y disponibilidad para aportar desde una genuina generosidad, desde las propias carencias, no desde lo superfluo.

Se necesita discernir continuamente nuestro comportamiento y actitudes con aquellas personas que dan generosas ofrendas a nuestros centros religiosos comparado con aquellos que ofrecen poco o definitivamente no tienen nada qué ofrecer, ¿quiénes son los de mayor objeto de nuestra «consideración» y aprecio? Seamos sinceros en esto y reconozcamos con humildad que las más de las veces nos sentimos muy a gusto con aquellos que dan más, que tienen más y mejores medios; y el evangelio… ¿dónde está?

La viuda del evangelio que hoy escuchamos simboliza aquella porción del Israel empobrecido, que entró en la dinámica de Jesús, que está dispuesto a dar, a darse, a entregarse con lo que tiene a la causa del reino del Padre. Esos que dedican tiempo desinteresadamente en nuestras obras nos evangelizan con su generosidad, y especialmente ellas que no escatiman nada para que la obra del reino continúe su marcha, ¿captan esas personas nuestra atención como aquella viuda a Jesús, y nos dejamos interpelar realmente por ellas? Leer más…

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Mc 12, 38-44 (10.11.24, Dom 32 T0). Contra escribas y ricos de templo. Una viuda “sacerdote”

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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IMG_8372Del blog de Xabier Pikaza:

Jesús polemiza  contra escribas de ley (que viven a costa de las viudas) y ricos de templo, que dan lo sobrante  para dominar sobre el pueblo y defiende a una viuda , que no puede dar dinero pues no tiene, pero entrega su vida al servicio de los oros.  Ella es, para Jesús, el verdadero sacerdote de la religión de Dios, que es la vida humana

Ese tema de poder emerge aquí de nuevo en el centro de la discusión: Los escribas (jueces, gobernantes, funcionarios de templo) no quieren el bien de los demás, sino el dominio propio. Ellos son representantes de un poder que lleva a la opresión de los más débiles (12, 38-40) y a la exclusión de una viuda, que entrega todo lo que tiene, para quedar así sin nada (corriendo el riesgo de morir) en las manos del Dios, en quien confía su existencia (12, 41-44).

Entre estos dos polos (los escribas hipócritas, ansiosos de dinero, y la viuda pobre que regala todo lo que tiene) sitúa Jesús a sus discípulos.

38 En su enseñanza decía también:

(a. Escribas y viuda) Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.

(b. Ricos y viuda) 41 Y estando sentado frente al gazofilacio (=al lugar de las ofrendas), observaba cómo la gente iba echando dinero en el gazofilacio. Muchos ricos depositaban en cantidad. 42 Pero llegó una viuda pobre, que echó dos moneditas (leptá), que son dos cuartos. 43 Jesús llamó entonces a sus discípulos y les dijo: Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el gazofilacio más que todos los demás. 44 Pues todos han echado de lo que les sobraba; ella, en cambio, ha echado de su carencia, toda su vida [1].

 Ésta es una discusión de Jesús con los “escribas de fuera” (representantes de un judaísmo de ley y dinero), pero también contra un un cristianismo que quieren edificar su propio templo  en claves de poder, como muestran estos dos pasajes, que se encuentran entrelazados.

(a) El primero (12, 38-40), construido en forma de advertencia general, es una diatriba contra los escribas, que pretenden ser representantes del mesianismo de David pero que sólo buscan sus ventajas y su poder de grupo; no dan su vida, sino que viven del aplauso de los otros y devoran la casa de las viudas.

(b) El segundo (12, 41-44), que empieza con un gesto de limosna de una viuda, se expande como alabanza de esa viuda, que aparece como el signo más perfecto de Jesús a quien el texto anterior ha llamado señor de David (cf. 12, 37).

Jesús no es Señor porque tiene poder para imponerse (como el mesías que quieren los escribas) sino, al contrario, porque entrega todo lo que tiene, como esta pobre viuda generosa. En ambos pasajes el tema de fondo es la riqueza-honor y la palabra que los vincula es precisamente viuda (khera): los escribas «comen las casas de las viudas» (12, 40), mientras éstas (algunas viudas) ponen todo lo que tienen al servicio del templo (10, 42).

Diatriba contra los escribas

                               38 Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.

Su signo distintivo es el deseo de prestigio, interpretado como poderío. Precisamente ellos, hombres del libro, han convertido su saber (leen la Escritura, interpretan la Ley) en fuente de dominio sobre los demás (en la línea del Hijo de David). Así aparecen como representantes de la imposición sagrada y expresan la patología de lo religioso, propia de un grupo que utiliza su prestigio sacral en beneficio propio. Su poder no es de tipo militar (no brota de las armas), económico (no proviene directamente del dinero) o administrativo, sino que deriva de su pretendida sabiduría (conocen el Libro) y de su apariencia religiosa, pues “oran” (dicen tener relación con Dios) para provecho propio [2].

Los escribas, un riesgo. Ellos forman uno de los centros de autoridad del nuevo judaísmo que va a nacer (aunque es muy posible que Marcos esté criticando también a unos escribas cristianos). Ellos son profesionales del libro, es decir, aquellos que debían estudiar bien la palabra para interpretarla en favor de los más pobres. A su lado se encuentran, formando el sanedrín o gran Consejo, los sacerdotes (profesionales del culto) y los ancianos (representantes de las grandes familias, especialmente los propietarios de la tierra).

En este momento, en el final de su gran enseñanza en el templo, Jesús se dirige a los escribas de Jerusalén, y de esa forma a todos los que tienden a convertir la ley (libro-religión) en principio de poder sobre los otros. Éstos son sus signos distintivos:

Largos vestidos (stolais: 12, 38).No son nada en sí, no se sienten seguros por dentro y por eso necesitan crear una apariencia. Viven de fachada, enmascarados detrás de unas telas y adornos que sirven para distinguirse de los otros e imponerles su dominio. En ellos critica Jesús la mentira de un tipo de vestiduras que la Ley israelita (y las costumbres rituales de muchas iglesias, incluidas las cristianas) ha preceptuado para sacerdotes y ministros religiosos (no sólo cuando ofician en el culto, sino en la vida diaria). Jesús la condena como expresión de poder falso (en la línea de 7, 3-5).

Saludos en las plazas (12, 38). La religión les convierte en funcionarios y así ellos, por oficio, la pervierten, haciéndola principio de autoridad pública: utilizan el Libro para representar su teatro de prestigios. Quieren ser superiores (y hacerse honrar) sobre las bases de un conocimiento religioso que utilizan para así imponerse sobre los demás. Es evidente que no viven para crear comunidad sino al contrario, para elevarse sobre ella.

Las primeras cátedras (prôtokakhedrias) en las sinagogas (12, 39). Pasamos de la calle a la casa, de la plaza al recinto donde se reúnen los creyentes. También en ese espacio imponen su dominio los escribas, convirtiendo el lugar y tiempo comunitario de estudio y plegaria en medio para imponerse sobre los demás. Así buscan las primeras cátedras (que aquí son de enseñanza, pero que podrían ser y serán pronto de “episcopado”)para controlar o dirigir desde allí a los menos dignos o sometidos, imponiéndoles su ley.

Los primeros asientos (prôtoklisias) en los banquetes (12, 39). Jesús invitaba a comer a los demás, en grupos fraternos, ofreciéndoles los panes y los peces de su grupo. En contra de eso, los escribas se aprovechan de su religión (su dominio del Libro) para comer a costa de los otros. No forman iglesia, no crean verdadera comunión, sino que emplean su pretendida superioridad para vivir a costa de los demás.

Estos signos desembocan en un mismo final: «¡Devoran las casas de las viudas con pretexto de largas oraciones!» (12, 40). El teatro de apariencias (vestidos, saludos, privilegios en sinagogas y mesas) se ha vuelto umbral de muerte para los pobres. Quien empieza aparentando como los escribas acaba destruyendo (matando) a los demás (poniéndolos a su servicio). Ésta es la iniquidad que 3, 29 interpretaba como blasfemia contra el Espíritu Santo (impedir la curación de los posesos) y 9, 42-47 como escándalo contra los pequeños (aprovecharse de ellos) [3].

  1. Una religión al servicio de la muerte. De esa manera, los escribas de Dios, profesionales de la Escritura y de la oración, que debían ser fuente y principio de vida para los demás, se han vuelto buscadores de sí mismos y portadores de muerte para los “pobres”. Marcos había vinculado la oración con la misión salvadora (1, 35-39), la expulsión de los demonios (9, 29) y el perdón interhumano (11, 25).
  2. En esos casos, el encuentro con Dios se explicitaba en forma de comunicación, creando una familia acogedora y abierta a los expulsados del sistema. En contra de eso, los escribas judíos (y quizá los cristianos que Marcos está criticando) utilizan la oración para servicio propio, se aprovechan de Dios para imponerse a los demás: devoran las casas de las viudas. Han pervertido la religión, son cueva de bandidos (cf. 11, 17) [4].

Hemos llegado al culmen de la anti-religión, al lugar donde el cultivo técnico y profesional de lo que parece divino (conocimiento del libro sagrado y manejo legal de la palabra) convierte a sus representantes en un tipo de locos perversos y peligrosos. Estos representantes de la religión son locos porque han construido su mundo a base de inversiones, de necesidades de apariencia: piensan que son (valen) únicamente en la medida en que lo muestran hacia fuera (vestidos), y por eso necesitan recibir la confirmación externa de su valía (saludos públicos). No son nada por dentro, carecen de verdad personal; lógicamente, para demostrar su aparente realidad, deben andar llamando la atención, buscando de esa forma el reconocimiento de los otros [5]. Leer más…

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Viudas buenas y teólogos malos. Domingo 32 ciclo B

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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maxresdefaultDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El evangelio del domingo anterior nos dejó en el templo de Jerusalén. Por delante de Jesús han ido desfilando autoridades religiosas, fariseos, saduceos, y un escriba que le preguntó por el mandamiento principal y terminó recibiendo un gran elogio de Jesús. Al parecer, ya no queda nadie importante a quien presentar. Sin embargo, falta el personaje más desconcertante: una viuda que no se interesa por Jesús. La primera lectura, tomada de la historia del profeta Elías, ayuda a entender y valorar la actitud de esta viuda.

Una viuda generosa y con mucha fe (1 Reyes 17,10-16)

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda, que recogía leña. La llamo y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»

Mientras iba a buscarla, le grito: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»

Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciara, la alcuza de aceite no se agotara, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.

Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

            Se trata de un relato muy sencillo, que recuerda a las leyendas sobre San Francisco de Asís (las “Florecillas”). Lo importante no es su valor histórico sino su mensaje. Destaco algunos detalles.

  1. La pobreza de los protagonistas. En el mundo antiguo, las personas con mayor peligro de marginación y miseria eran las viudas y los huérfanos de padre, al carecer de un varón que las protegiese. En nuestro relato, esta situación se ve agravada por la sequía, hasta el punto de la mujer está segura de que ni ella ni su hijo podrán sobrevivir.
  2. La fe y la obediencia de la mujer. Muchas veces, comentando este texto, se habla de su generosidad, ya que está dispuesta a dar al profeta lo poco que le queda. Pero lo que el autor del relato subraya es su fe en lo que ha dicho el Señor a propósito de la harina y el aceite, y su obediencia a lo que le manda Elías.
  3. La categoría excepcional de Elías, al que Dios comunica su palabra y a través del cual realiza un gran milagro.

Teólogos presumidos y una viuda generosa (evangelio)

El relato tiene dos partes: la primera denuncia a los escribas; la segunda alaba a una viuda. Lo que las relaciona es la actitud tan contraria de los protagonistas: los escribas “devoran los bienes de las viudas”, la viuda echa en el arca “todo lo que tenía para vivir”.

            ¡Cuidado con los escribas!

 En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

– «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Los escribas eran especialistas en cuestiones religiosas, dedicados desde niños al estudio de la Torá. Tenían gran autoridad y gozaban de enorme respeto entre los judíos. Pero Jesús no se fija en su ciencia, sino en su apariencia externa y sus pretensiones. La descripción que ofrece de ellos no puede ser más irónica, incluso cruel. Forma de vestir (amplios ropajes), presunción (les gustan las reverencias en la calle), vanidad (buscan los primeros puestos en la sinagoga y en los banquetes), codicia (devoran los bienes de las viudas), hipocresía (con pretexto de largos rezos). Todo esto es completamente contrario al estilo de vida de Jesús y a lo que él desea de sus discípulos. Por eso los amonesta severamente: «¡Cuidado con los escribas!».

No es preciso añadir que los discípulos le hicieron poco caso y terminaron vistiendo como los escribas, exigiendo reverencias y besos de anillos, ocupando primeros puestos, y devorando bienes de viudas, viudos y casados. Por desgracia, de este evangelio no se puede decir: «Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia», aunque debemos reconocer que la situación ha mejorado bastante.

            Elogio de la viuda

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echo dos leptas, que equivale a un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo:

– «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

En la 1ª lectura y en esta segunda parte del evangelio tenemos personajes parecidos: una viuda y un profeta (Elías-Jesús). Pero la relación entre ellos se presenta de manera muy distinta. Basta fijarse en los siguientes detalles:

            ¿De qué hablan la viuda y el profeta? Elías y la viuda mantienen un diálogo, mientras que Jesús no dirige ni una palabra a la viuda. Cuando ve lo que ha hecho, no la llama para dialogar con ella, sino que llama a sus discípulos para darles una enseñanza. (La imagen inicial resulta engañosa porque coloca frente a frente a Jesús y a la viuda).

            ¿Qué hace la viuda por el profeta? La viuda entrega todo lo que tiene a Elías y trabaja para él; la viuda del evangelio no hace nada por Jesús.

            ¿Qué hace el profeta por la viuda? Elías hace un gran milagro para resolver el problema económico de la viuda; Jesús no le da ni un céntimo.

            La enseñanza silenciosa de la viuda

            Los relatos anteriores de Marcos (que no se han leído en las misas del domingo) hablan de una serie de personas y grupos que se presentan ante Jesús para discutir con él las cuestiones más diversas: de dónde procede su autoridad, si hay pagar tributo al César, si hay resurrección de los muertos, cuál es el mandamiento principal, etc. Al final aparece esta viuda, que no se preocupa de cuestiones teóricas ni teológicas, ni siquiera se interesa por Jesús; sólo le preocupa saber que hay gente pobre a la que ella puede ayudar con lo poco que tiene.

            La viuda es un símbolo magnífico de tantas personas de hoy día que no tienen relación con Jesús, pero que se preocupan por la gente necesitada e intentan ayudarlas, sin considerarse ni ser cristianos. Pero es importante advertir que la preocupación de la viuda no es de boquilla, entrega todo lo que tiene.

            Jesús, que no llama a la viuda para dialogar con ella ni pedirle que pase a formar parte del grupo de sus discípulos, nos puede servir de ejemplo para la actitud que debemos adoptar ante esas personas. No hay que intentar convertirlas a toda costa.

      En el contexto de las desgracias provocadas por la DANA en Valencia, muchos voluntarios y voluntarias, que quizás no pisan ningún domingo la iglesia, nos han dado un magnífico ejemplo de preocupación por los más necesitados, como la viuda del evangelio.

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Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. 10 de Noviembre de 2024

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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“-¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.”

(Mc 12, 38-44)

Y es así, todas tenemos el gen “letrado”. El evangelio no deja de prevenirnos acerca de lo que ocurre cuando nos dejamos llevar por él. Marcos es especialmente insistente y nos dice de una manera muy clara que ni siquiera el hecho de ser de los colaboradores más próximos a Jesús nos evita el peligro.

Nos advierte que los primeros discípulos, e incluso el mismísimo Pedro,tuvieron grandes dificultades para comprender a Jesús y seguir su camino.

Pero al mismo tiempo salpica todo su evangelio de pequeñas chispas de esperanza, cada vez que nos dice que los discípulos no entienden, o cuando nos cuenta un episodio como el de Santiago y Juan y su deseo de ser los primeros. También nos va mostrando otros personajes secundarios que son capaces, en su debilidad, de encarnar las verdaderas actitudes del discipulado.

Hace unas semanas teníamos a Bartimeo, hoy nos presenta a una viuda pobre. Pero su pobreza no le impide ser generosa.

Se acerca al Templo no con lo que tiene, sino “con TODO lo que tiene para vivir”. De hecho, para algunas personas, más que generosa puede resultar exagerada, inconsciente. Dejando en la ofrenda del Templo esas dos monedillas de escaso valor no enriquece al Templo y sin embargo ella se queda en una completa indigencia.

Ciertamente es una actitud que se escapa de toda lógica humana. No es una actitud razonada ni razonable. Nada tiene que ver con los esquemas mentales. Es una realidad, pertenece al ámbito del amor.

Esa viuda pobre hace un gesto de entrega total muy parecido al del propio Jesús. Quizá por eso Jesús se siente profundamente vinculado con esa mujer anónima. Por eso la observa y le cuenta a sus discípulos lo que ha hecho.

La entrega de Jesús, su muerte en cruz, es tan paradójica como la gestión de estas dos monedillas. Ante nuestra razón su muerte podría haberse evitado. Sin embargo, esa muerte es el más bello gesto de amor. El más sublime y gratuito.

Oración

Ayúdanos, Trinidad Santa, a entrar en la lógica del Amor que es entrega y generosidad sin límites, sin razón.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El valor religioso de la limosna no está en remediar una necesidad.

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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da3253a9f8751f3430b78afe36008fd4DOMINGO 32º (B)

Mc 12,41-44

Nos encontramos en los últimos versículos del c. 12. Jesús una vez más, enseña. A pesar de que el episodio que hemos leído se reduce a cuatro versículos, tiene una profundidad enorme. Es el mejor resumen que se puede hacer del evangelio. La parafernalia religiosa no tiene ningún valor espiritual; lo que importa es el interior de cada persona. Seguramente el relato fue en su origen una parábola que se convirtió en relato real.

Este simple relato deja clara la crítica de Jesús a la religión de su tiempo. Señala la diferencia entre religión y espiritualidad; entre cumplimiento y vivencia; entre rito y experiencia de Dios. Hoy seguimos dando más importancia a lo externo que a una actitud interior. A la religión sigue interesándole más que seamos fieles a doctrina, ritos y normas. Seguimos estando más pendientes de lo que hacemos que de nuestra actitud vital.

Queda claro el talante de Jesús. Hoy le hubiéramos dicho a la viuda: no seas tonta; no des esas monedas a los sacerdotes; tienen más que tú. Utilízalas para comer. Pero Jesús, que acaba de criticar los trapicheos del templo, descubre la riqueza espiritual que manifiesta la viuda y reconoce que a ella sí le sirve ese modo de actuar, porque es reflejo de su actitud con Dios. Alejada de todo cálculo, se deja llevar por el sentimiento religioso más genuino.

Muchos ricos echaban cantidad. Las monedas se depositaban en una especie de embudos enormes en forma de bocina, colocados a lo largo del muro. La amplia boca de las bocinas de bronce permitía lanzar las monedas desde una distancia considerable. Los ricos podían oír con orgullo el sonido de sus monedas al chocar con el metal. Lo que echó la viuda fueron dos monedas del más bajo valor. Hoy serían dos céntimos, cantidad ridícula.

Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. El comienzo “en verdad os digo” indica que lo que sigue es muy importante. La idea de que Dios mira más el corazón que las apariencias no es nueva en la religiosidad judía; se encuentra en muchos comentarios del AT. Jesús profundiza en la idea y se la propone a los discípulos como ejemplo de auténtica actitud religiosa. Esta es la originalidad de la propuesta.

Dio todo lo que tenía para vivir. Para captar la fuerza de esta frase final, debemos tener en cuenta que en griego “bios” significa no sólo vida, sino también, modo de vida, recursos, sustento; sería el conjunto de bienes imprescindibles para la subsistencia. Hoy nosotros podíamos emplear otros términos: “víveres” o “sustento”. Dio todo lo que constituía su posibilidad de vivir. Equivaldría a poner su vida en manos de Dios.

Jesús ya había llevado a cabo la “purificación del templo”. Sabemos su opinión sobre la manera como se gestionaba el culto y su crítica al expolio de los pobres en nombre de Dios para que los sacerdotes vivieran como reyes. El templo era el centro económico de todo el país, basada en la obligación de ofrecer sacrificios y de dar al templo el diezmo de todo lo que cosechaban, además de proponer encarecidamente donativos voluntarios. También era el lugar donde todos los judíos, incluso de la diáspora, guardaban sus bienes más preciados.

En contra de lo que solemos pensar, el evangelio nos está diciendo que el principal valor de la limosna no es socorrer una necesidad perentoria de otra persona, sino mostrar una verdadera actitud religiosa. La limosna de la viuda, a pesar de su insignificancia, demuestra una actitud de total confianza en Dios y de total disponibilidad. En nuestra relación con Dios no sirven de nada las apariencias. La sinceridad es la única base para que la religiosidad sea efectiva. No podemos engañar a Dios ni debemos engañarnos con acciones calculadas.

No se trata directamente de generosidad, sino de desprendimiento. Lo que el evangelio deja claro es que el egoísmo y el amor son dos platillos de la misma balanza, no puede subir uno si el otro no baja. Nuestro error consiste en creer que podemos ser generosos sin dejar de ser egoístas. Lo que Jesús descubre en la viuda pobre es que, al dar todo lo que tenía, el platillo del ego bajó a cero; con lo que, el platillo del amor había subido hasta el infinito. Si mi limosna no disminuye mi egoísmo, no tiene valor espiritual.

El evangelio de hoy, ni cuestiona ni entra a valorar la limosna desde el punto de vista del necesitado, porque lo que la viuda echó en el cepillo no iba a solucionar ninguna necesidad. Se trata de valorar la limosna desde el punto de vista del que la hace. Es una perspectiva que solemos olvidar, por eso nuestros donativos terminan valorándose según la repercusión bienhechora que tengan en los destinatarios de la limosna. Es un error.

La limosna de la que hoy se habla no es la que salva al que la recibe, sino la que salva al que la da. La diferencia es tan sutil que corremos el riesgo de hablar hoy de tanta necesidad acuciante y, por tanto, de la necesidad de hacer limosna para remediar esas necesidades. Hoy se trata de dilucidar si ponemos nuestra confianza en la seguridad que dan las posesiones o en Dios, que no nos va a dar ninguna seguridad.

La motivación de la limosna no debe ser remediar la necesidad de otro sino el manifestar el desapego de las cosas materiales y afianzar nuestra confianza en lo que vale de verdad. La cuantía de la limosna en sí no tiene ninguna importancia; solo tendrá valor espiritual si el hacerla, supone privarme de algo. Dar de lo que nos sobra, puede aliviar la carencia de otro, pero no tiene ningún valor religioso para mí. Mi limosna valdrá solo cuando me duela.

El que recibe una limosna puede estar necesitado de lo que recibe; en ese caso, la limosna ha cumplido un objetivo social. Ese objetivo no es lo esencial. El que recibe una limosna, puede aceptarla sin descubrir la calidad humana del que se la ha dado. O puede darse cuenta de que la actitud del otro le está invitando a ser también él más humano. Si esto segundo no sucede, es que la limosna como acto religioso ha fallado para el que la recibe.

El que la da, puede dar de lo que le sobra; o puede ser que se prive de algo que necesita. En el primer caso podía demostrar la renuncia al afán de acaparar y buscar en las riquezas la única seguridad que me tranquiliza. En el segundo, entramos en una dinámica de desprendimiento que expresa auténtica religiosidad. Un necesitado podría dar una limosna al que no la necesita. En ese caso, el objetivo religioso, del que la da, se cumple. A veces no damos limosna, porque pensamos que no va a utilizarse para remediar una necesidad.

Solo cuando das lo último que te queda, demuestras que confías absolutamente. El primer céntimo no indica nada; el último lo expresa todo, decía S. Ambrosio: Dios no se fija tanto en lo que damos, cuanto en lo que reservamos para nosotros. Un famoso escritor actual dijo en una ocasión: solo se gana lo que se da; lo que se guarda se pierde. La viuda, al renunciar a toda seguridad, pone de manifiesto la verdadera pobreza.

Fray Marcos.

Fuente Fe Adulta

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En el Reino todo es al revés.

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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218900532ead951fc31d821b3697dfadMc 12, 38-44

«¿Veis a aquella mujer?»

Imaginemos el inmenso Templo abarrotado de gente. Los sacerdotes paseando en grupos de dos o tres embutidos en sus magníficas vestimentas. Los doctores de la Ley luciendo sus ostentosas túnicas a franjas. Los ricos saduceos echando con estruendo sus monedas de plata en el arca del tesoro. El mármol del Templo brillando esplendoroso bajo los rayos del sol. Sus cientos de columnas de cedro sosteniendo los pórticos interminables y proyectando su sombra sobre los suelos enlosados del mejor mosaico… Todo rezuma grandeza y esplendor.

Y allí en medio, en claro contraste con el resto, hay una pobre viuda insignificante que pasa desapercibida de todos… menos de Jesús: «¿Veis aquella mujer?»… Nadie se había fijado en ella porque a los ojos del mundo era sin duda la última, pero a los ojos de Jesús era la primera… porque en el Reino todo es al revés.

Para el mundo el más importante es el que más tiene; para el Reino el más importante es el que más sirve. Para el mundo el primero es el más dotado; para el Reino el primero es el más necesitado. El Reino no se impone como los reinos del mundo, el Reino se siembra, y cuando cae en buena tierra da el ciento por uno. El Reino se construye de dentro a fuera; crece por la fuerza interior de la Palabra… desde dentro, por conversión, no por imposición; desde abajo, desde el servicio, no desde el poder.

El objeto primero del mensaje de Jesús es el Reino, o lo que es lo mismo, el reinado de los criterios de Abbá en el mundo; unos criterios de locos si los comparamos con los criterios que nos propone el mundo. Veamos:

Bienaventurados los pobres, los humildes, los misericordiosos, los que lloran, los que trabajan por la paz, los limpios de corazón, los perseguidos por defender la justicia… Antes de orar ve a reconciliarte con tu hermano… Si te abofetean la mejilla derecha, ofréceles la otra… Da a quien te pida… Perdona hasta setenta veces siete… Quien aspire a ser grande sea vuestro servidor, y quien quiera ser el primero sea vuestro esclavo… Haced el bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os atormentan… No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y se os perdonará, dad y se os dará… Todo cuanto quisiereis que hicieren con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos…

…Y todo esto por construir; no somos así.

Como decía Ruiz de Galarreta: «El Reino no es huir de la realidad humana, sino dar pleno sentido a toda realidad humana. Por eso, el Reino no es esencialmente renunciar a nada, sino dirigirlo todo hacia ese fin. Ninguna dimensión humana está fuera de esta categoría esencial: medios para construir el Reino»

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Compartir y compartir-se desde la totalidad.

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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viudaMc 12, 38-44

El Evangelio de este domingo es un discurso de enseñanzas de Jesús en continuidad con diversas discusiones que ha mantenido previamente con la “gente de bien” del templo, con los “expertos en Dios”: fariseos y herodianos (12,13-17), saduceos (12,18-27), escribas (12,28-34). En este contexto se ubica la denuncia de Jesús contra quienes utilizan y manipulan la religión al servicio de su ego, sus intereses personales o corporativos y se aprovechan de las viudas.

No olvidemos que en una sociedad tan patriarcal como la de Jesús, las viudas representan uno de los colectivos más empobrecidos y excluidos de Israel por su doble condición: por ser mujeres y por carecer de un varón que las legitime socialmente, las proteja y mantenga. Teniendo en cuenta este dato podemos imaginar la fuerza de la denuncia de Jesús sobre la hipocresía y la corrupción de los escribas y el escándalo que supondría ante el satus quo del templo.

El texto presenta dos tipos de personas: unos hombres prestigiosos que se aprovechan de su situación de privilegio ignorando el sufrimiento de las viudas (escribas) y las mujeres pobres (viudas). Jesús no solo va a condenar a los primeros por sus prácticas manipulativas y corruptas, sino que va a ensalzar y poner como ejemplo ante los ojos de Dios y de los hombres la autenticidad y generosidad de la viuda pobre al compartir y no reservarse lo poco que tiene.

Pero antes de adentrarnos en el significado de este gesto es importante resaltar un detalle que se nos puede pasar desapercibido y que resulta enormemente significativo. Jesús pudo percibir la limosna de la viuda porque su lugar en el templo no era un lugar de privilegio, sino que se ubicó próximo al atrio de las mujeres, un lugar marginal. Este dato es muy importante ya que nos recuerda que donde y como nos situemos en la realidad nos permitirá descubrirla de una manera u otra. Desde los lugares de poder o privilegio, la realidad se percibe de forma muy diferente a como se descubre desde el lugar de la debilidad, la pobreza o la marginación.

Volviendo de nuevo al gesto de la viuda pobre que conmovió a Jesús, ella es símbolo de la entrega en totalidad, de la solidaridad no desde lo que sobra, sino desde lo que se necesita para vivir, de la autenticidad religiosa que es inseparable de la projimidad y de la generosidad con la vida, del compartir y compartir-se en totalidad, como huella de verificación de la experiencia creyente.

También como comunidades cristianas, Jesús nos invita hoy a interrogarnos sobre los lugares desde donde contemplamos la realidad, si son los del poder o los de la debilidad. Nos invita a hacernos conscientes de nuestros privilegios, de cómo los hemos conseguido y de qué hacemos con ellos. En definitiva si nuestra fe se parece más a la del escriba o a la de la viuda pobre del Evangelio. Nos recuerda que la cercanía y la amistad con quienes menos cuentan hoy en nuestra sociedad nos abre también no sólo a su carencia, que reclama justicia, sino a la solidaridad y la generosidad sumergida que habita también el mundo de los empobrecidos y empobrecidas.

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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De letrados vanidosos y viudas pobres.

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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IMG_8415Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

10 noviembre 2024

Mc 12, 38-44

En cada uno de nosotros vive un letrado, al que le encantan las reverencias, y una viuda pobre, a la vez vulnerable -una viuda pobre era el ser más desvalido en la Palestina del siglo I- y sumamente generosa. Y me parece que no será posible un crecimiento armonioso hasta que no reconozcamos a ambos habitando nuestro interior. El olvido de cualquiera de ellos distorsiona y confunde.

Si olvidamos a la viuda, viviremos seguramente en la impostura de la imagen, en una carrera interminable por lograr reconocimientos de todo tipo, que jamás lograrán saciar nuestra hambre, dado que la necesidad que late tras aquella búsqueda insaciable es como una cuba sin fondo: todo lo que recibe se termina escapando. Habremos olvidado nuestra vulnerabilidad y nuestra generosidad.

Ahora bien, por una parte, ignorar la propia vulnerabilidad nos lleva a vivir en la mentira, porque estamos desconociendo una dimensión inseparable de la condición humana. Solo quien se conoce y se acepta vulnerable puede abrirse a su verdad y ser capaz de compasión. Y, por otra parte, ignorar la generosidad -entendida como bondad- nos hace vivir desconectados de nuestro fondo, que es amor y entrega.

Me parece importante caer en la cuenta de que la ignorancia de esa doble realidad es consecuencia del miedo: tememos la vulnerabilidad y tememos entregarnos. En ambos casos, tememos “perdernos”.

Si, en el otro extremo, olvidamos al letrado, terminaremos igualmente en la impostura, alimentando tal vez una imagen ideal, que ignora necesidades y tendencias egoicas que anidan en todo psiquismo humano.

La sabiduría -de cuya mano vienen la paz, la alegría y el amor- requiere abrazar esas dos figuras en nuestro interior: por un lado, los movimientos egoicos que rompen nuestra imagen ideal; por otro, la bondad humilde y gratuita que constituye nuestra identidad.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Mujeres, pobres y viudas: pero generosas

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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53225_n_19-08-12-0-15-50Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

Las dos lecturas de hoy están centradas en dos mujeres viudas pobres y débiles, pero de buen corazón y generosas.

01. –    El relato de la generosidad.

        Esta pobre mujer viuda del evangelio nos vuelve a recordar y situar en el espíritu de Jesús: una actitud bondadosa, humilde, generosa.

Dios Padre y Jesús aman a los pobres y débiles, sienten una profunda alergia  al orgullo y prepotencia: Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos… (Lucas 2, 48.53: Magnificat).

02.- Mujer, viuda y pobre.

Llama la atención que Jesús ponga como modelo de comportamiento a una mujer, a una mujer pobre  y a una mujer viuda.

En tiempos de Jesús, en aquel pueblo judío la mujer era  prácticamente decir: “nadie”; porque una mujer pobre y viuda era el prototipo de la carencia de recursos y del desvalimiento. Una viuda en aquel tiempo, además de no tener nada, no era ni sujeto de derechos.

 Esta mujer viuda echa en el cepillo del templo unos céntimos, una cantidad pequeña, pero echa todo lo que tenía para vivir. Los demás damos de lo que nos sobra. Esta mujer tiene un corazón grande: una generosidad sin límite…

03.- Algunas consideraciones:

Se podría decir que este relato de la viuda pobre es la “última palabra” de Jesús (unida al mandamiento del amor) en cuestión moral. Es como el “testamento moral” de Jesús. Y estas últimas palabras las pronuncia Jesús en el Templo, en el sancta sanctorum de Israel.

La conclusión que Jesús nos viene a decir es que el encuentro con Dios no pasa a través del poder cultual o institucional, sino a través del corazón pobre y sencillo, es decir del corazón generoso y abierto a Dios, como el de aquella pobre viuda.

Dios y Jesús acogen un corazón sencillo y humillado.

La moralidad cristiana no se mide por la cantidad, por el brillo o el éxito social, sino por el  buen corazón, por la generosidad y el amor hacia todos, pero sobre todo hacia los humildes: “viudas, huérfanos y emigrantes”, además de los pobres, enfermos, etc.

Generosidad y cantidad no coinciden.

Al comienzo de su actividad pública Jesús había atacado duramente el mercado y tráfico comercial  en el que había caído la religión, el templo y los sacerdotes. Jesús había desaprobado y criticado duramente la fanfarronería y prepotencia de los dirigentes, del clero y había criticado igualmente la mentira e hipocresía como “tono vital” en la que vivían los fariseos y  la clase alta: los saduceos. Jesús ha intentado que los suyos desistan de sus pretensiones de ocupar los primeros puestos y de querer ser los más importantes. Ahora pone como ejemplo de cristianismo a esta pobre mujer viuda

Hace unos días terminaba en Roma el sínodo que había despertado tantas expectativas. Llama mucho la atención – que al finalizar el sínodo se diga que la cuestión de la mujer en la Iglesia -entre otras cosas- “no está madura”.

La pobre viuda, Magdalena, las mujeres que acompañaban a Jesús, Marta y María, la Virgen María vivieron hace dos mil años… ¿Cuánto tiempo se necesita para caer en cuenta de estas cosas? ¿O ya en la Iglesia no leemos en Nuevo Testamento? ¿O quizás en la Iglesia tenemos miedo al Evangelio? ¿O tal vez, tenemos miedo a las ideologías y grupos de poder que pululan en el seno de la Iglesia?

04.- Hoy también hay generosidad.

Gracias a Dios, también hoy en día hay personas  que, parten el pan con el hambriento, que acogen, sirven, dan limosna, trabajo a un emigrante, etc.

La solidaridad con los damnificados de la catástrofe del Mediterráneo de estas semanas es un buen ejemplo de ello.

También hoy hay personas e instituciones que trabajan con una mentalidad más solidaria y menos consumista.

05.- Nosotros.

        Revisemos un poco nuestra vida y analicemos cuál es nuestra actitud respecto de los bienes. ¿Qué uso hacemos del dinero? Somos generosos y  desprendidos para con necesidades de todo tipo que hay en nuestro mundo, quizás en nuestra propia familia, enfermedades, paro, pobreza, misiones, etc…

Procuremos ser buenos y buenos cristianos, pero no tanto legal y cultualmente, sino más bien en la vida: seamos generosos en lo que somos y tenemos…

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“Una viuda pobre como ejemplo de discipulado”, por Consuelo Vélez

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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IMG_8450De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XXXII del Tiempo Ordinario 10-11-2024

Jesús presenta el contraste entre dos personajes: los escribas y una viuda pobre

El “honor”, tan importante para los escribas en la sociedad judía, no cabe entre los valores del reino

Jesús hace una denuncia del comportamiento de los escribas: devoran los bienes de las viudas, mientras que una viuda pobre echa todo lo que tiene para vivir

El discipulado va en la línea de aquella viuda pobre que da lo que tiene para vivir porque su amor es efectivo, su solidaridad entrañable.

Decía también en su instrucción:

Guárdense de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.

Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro; muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo:

+ Les digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuando poseía, todo lo que tenía para vivir.

(Marcos 12, 38-44)

Jesús enseña los valores del reino y lo hace con ejemplos fáciles de entender y que se evidencian en su entorno. En el caso del evangelio de hoy, Jesús presenta el contraste entre dos personajes: los escribas y una viuda pobre. De los primeros, hace una crítica fuerte: se pasean con amplio ropaje, quieren ser saludados en las plazas y ocupar los primeros puestos. Todas estas actitudes son las que garantizan el honor en la sociedad del tiempo de Jesús y, salvadas las distancias del contexto, siguen siendo actitudes que garantizan la importancia de las personas en la sociedad actual. Jesús mira todo eso con recelo. El “honor”, tan importante para la sociedad judía, no cabe entre los valores del reino. El valor importante es el de “servir” como Jesús se lo ha dicho a sus discípulos de tantas maneras. Además, Jesús hace una denuncia del comportamiento de los escribas: devoran los bienes de las viudas so capa de largas oraciones. No es ajena esta actitud tampoco en el tiempo de hoy frente a tantas estafas que, en nombre de Dios, hacen algunos predicadores y negociadores de la fe.

Pero volvamos al texto. Jesús después de reprochar esa conducta de los escribas, se sienta frente al arca del Tesoro del templo y hace un juicio crítico sobre lo que pasa allí: ciertamente, muchos ricos van y echan mucho dinero. Pero la viuda pobre(podría pensarse que es una de estas viudas estafadas por los escribas o las mujeres viudas que quedaban totalmente indefensas al morir su marido) echa todo lo que tiene para vivir. Jesús se refiere a la moneda de menor valor en aquella época y es esta la que mujer deposita en el arca. Con este contraste Jesús muestra el verdadero significado del compartir de bienes que en nuestro contexto podríamos interpretar cómo dar de lo que sobra o dar de lo poco que se tiene. En el primer caso, no hay una solidaridad efectiva. Si le sobraba es porque estaba acaparando algo que no le pertenecía o viviendo la dependencia del acumular y del tener, convencido que en ello está la felicidad. La verdadera solidaridad es la de la viuda que saber dar y darse, repartir y compartir. La solidaridad no se mide por el exceso de bienes dados sino por la capacidad de sentir con el otro su situación y hacerse solidario con ella.

Ahora bien, estos ejemplos no se refieren a temas a considerar sino a actitudes que han de vivir los discípulos de Jesús. A ellos se dirige al final del texto y les muestra con hechos reales en que consiste el verdadero discipulado. Ni honores, ni prestigio, sino servicio, en el caso de los escribas. Ni vanagloria por las muchas riquezas valiéndose, también de ellas, para ser alabado, en el caso de los ricos. El discipulado va en la línea de aquella viuda pobre que da lo que tiene para vivir porque su amor es efectivo, su solidaridad entrañable.

Si el domingo pasado el evangelio nos mostró que el escriba que dialoga con Jesús sabía que el primer mandamiento era amar a Dios y al prójimo, en este nos muestra que es la viuda la que no “sabe”, sino que “hace” y, en esto, consiste el verdadero discipulado. Las obras son las que dan testimonio de lo que somos, las que muestran que nuestro seguimiento sí está guiado por los valores del reino.

(Foto tomada de: https://www.dominicaslerma.es/home-2/rincon-para-orar/1797-el-obolo-de-la-viuda.html)

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“Lo primero de todo”. Domingo 31 Tiempo ordinario – B (Marcos 12,28-34)

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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IMG_8022Hay pocas experiencias cristianas más gozosas que la de encontrarnos de pronto con una palabra de Jesús que ilumina lo más hondo de nuestro ser con una luz nueva e intensa. Así es la respuesta a aquel escriba que le pregunta: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

Jesús no duda. Lo primero de todo es amar. No hay nada más decisivo que amar a Dios con todo el corazón y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. La última palabra la tiene siempre el amor. Está claro. El amor es lo que verdaderamente justifica nuestra existencia. La savia de la vida. El secreto último de nuestra felicidad. La clave de nuestra vida personal y social.

Es así. Personas de gran inteligencia, con asombrosa capacidad de trabajo, de una eficacia sorprendente en diversos campos de la vida, terminan siendo seres mediocres, vacíos y fríos cuando se cierran a la fraternidad y se van incapacitando para el amor, la ternura o la solidaridad.

Por el contrario, hombres y mujeres de posibilidades aparentemente muy limitadas, poco dotados para grandes éxitos, terminan con frecuencia irradiando una vida auténtica a su alrededor sencillamente porque se arriesgan a renunciar a sus intereses egoístas y son capaces de vivir con atenta generosidad hacia los demás.

Lo creamos o no, día a día vamos construyendo en cada uno de nosotros un pequeño monstruo de egoísmo, frialdad e insensibilidad hacia los otros o un pequeño prodigio de ternura, fraternidad y solidaridad con los necesitados. ¿Quién nos podrá librar de esa increíble pereza para amar con generosidad y de ese egoísmo que anida en el fondo de nuestro ser?

El amor no se improvisa, ni se inventa, ni se fabrica de cualquier manera. El amor se acoge, se aprende y se contagia. Una mayor atención al amor de Dios revelado en Jesús, una escucha más honda del evangelio y una apertura mayor a su Espíritu pueden hacer brotar poco a poco de nuestro ser posibilidades de amor que hoy ni sospechamos.

José Antonio Pagola

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