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Sagrada Familia. Domingo dentro de la Octava de Navidad

Domingo, 27 de diciembre de 2020
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circuncisionDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Suele decirse que la familia está en crisis. Los matrimonios por la Iglesia, y también los civiles, disminuyen de forma notable; los divorcios y las separaciones crecen. En la fiesta de la Sagrada Familia esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras, mientras que el evangelio nos depara una sorpresa.

Hijos adultos y padres ancianos (Eclesiástico 3,3-7.14-17a)

Curiosamente, la primera lectura no se dirige a los padres, sino a los hijos. Pero no se trata de hijos pequeños, sino de personas adultas, casadas, que conviven con sus padres ancianos (cosa frecuente en el siglo II a.C.). El texto de Jesús ben Sira (autor del libro del Eclesiástico) da por supuesto que esos hijos tienen suficientes recursos económicos y, al mismo tiempo, vivencia religiosa. Son personas que rezan y piden perdón a Dios por sus pecados. Pero, según ben Sira, el éxito a todos los niveles, humano y religioso, dependerá de cómo trate a sus padres ancianos. En una época en la que no existía la Seguridad Social, «honrar padre y madre» implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata solo de eso. La actitud de respeto y cariño hacia el padre y la madre es lo único que garantiza que la oración sea escuchada y que los pecados «se deshagan como la escarcha bajo el calor».

El Señor honra más al padre que a los hijos

y afirma el derecho de la madre sobre ellos.

Quien honra a su padre expía sus pecados,

y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros;

Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos,

y cuando rece, será escuchado.

Quien respeta a su padre tendrá larga vida,

y quien honra a su madre obedece al Señor.

Hijo, cuida de tu padre en su vejez,

y durante su vida no le causes tristeza.

Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él

y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.

Porque la compasión hacia el padre no será olvidada

y te servirá para reparar tus pecados.

Maridos, mujeres, hijos y padres (Colosenses 3,12-21)

El texto de la carta a los Colosenses comienza con una serie de consejos válidos para toda la comunidad cristiana, entre los que destacan el amor mutuo y el agradecimiento a Dios. Pero ha sido elegido para esta fiesta por los breves consejos finales a las mujeres, los maridos, los hijos y los padres.

El que resulta más problemático en la cultura actual es el que se dirige a las mujeres: «vivid bajo la autoridad de vuestros maridos». Pero en la situación del imperio romano durante el siglo I, cuando sobre todo las mujeres de clase alta presumían de independencia y organizaban su vida al margen del marido, no es raro que el autor de la carta pida a la esposa cristiana un comportamiento distinto. El consejo a los maridos, amar a sus mujeres y no ser ásperos con ellas sigue siendo válido en una época donde abunda la violencia de género. Los consejos finales a padres e hijos sugieren el ideal de las relaciones entre ambos: un hijo que obedece con gusto, un padre que no se impone a gritos e insultos.

Hermanos: como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos.

La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.

Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cantos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.

Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor.

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo.

Un evangelio atípico (Lucas 2,22-40)

Si san Lucas hubiera sabido que, siglos más tarde, iban a instituir la Fiesta de la Sagrada Familia, probablemente habría alargado la frase final de su evangelio de hoy: «El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba». Pero no habría escrito la típica escena en la que san José trabaja con el serrucho y María cose sentada mientras el niño ayuda a su padre. A Lucas no le gustan las escenas románticas que se limitan a dejar buen sabor de boca.

Como no escribió esa hipotética escena, la liturgia ha tenido que elegir un evangelio bastante extraño. Porque, en la fiesta de la Sagrada Familia, los personajes principales son dos desconocidos: Simeón y Ana. A José ni siquiera se lo menciona por su nombre (solo se habla de «los padres de Jesús» y, más tarde, de «su padre y su madre»). El niño, de solo cuarenta días, no dice ni hace nada, ni siquiera llora. Solo María adquiere un relieve especial en las palabras que le dirige Simeón.

Sin embargo, en medio de la escasez de datos sobre la familia, hay un detalle que Lucas subraya hasta la saciedad: cuatro veces repite que es un matrimonio preocupado con cumplir lo prescrito en la Ley del Señor. Este dato tiene enorme importancia. Jesús, al que muchos acusarán de ser mal judío, enemigo de la Ley de Moisés, nació y creció en una familia piadosa y ejemplar. El Antiguo y el Nuevo Testamento se funden en esa casa en la que el niño crece y se robustece.

La misma función cumplen las figuras de Simeón y Ana. Ambos son israelitas de pura cepa, modelos de la piedad más tradicional y auténtica. Y ambos ven cumplidas en Jesús sus mayores esperanzas.

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».

Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.

Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción –y a ti misma una espada te traspasará el alma–, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

Sorpresa final

Las lecturas de hoy, que comenzaron tan centradas en el tema familiar, terminan centrando la atención en Jesús. Con dos detalles fundamentales:

  1. Jesús es el importante. La escena de Simeón lo presenta como el Mesías, el salvador, luz de las naciones, gloria de Israel. Ana deposita en él la esperanza de que liberará a Jerusalén. José y María son importantes, pero secundarios.
  2. Jesús es motivo de desconcierto y angustia. Lo que Simeón dice de él desconcierta y admira a José y María. Pero a ésta se le anuncia lo más duro. Cualquier madre desea que su hijo sea querido y respetado, motivo de alegría para ella. En cambio, Jesús será un personaje discutido, aceptado por unos, rechazado por otros; y a ella, una espada le atravesará el alma. Lucas está anticipando lo que será la vida de María, no solo en la cruz, sino a lo largo de toda su existencia.

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“Fiesta de la Sagrada Familia”. Ciclo B. 27 Diciembre, 2020

Domingo, 27 de diciembre de 2020
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«Una profetisa, Ana, se presentó en ese mismo momento y daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban que Jerusalén sería liberada.»

(Lc 2, 22-40)

En el evangelio de hoy nos encontramos a Jesús todavía como un bebé. A sus pocas semanas aún no puede explicar quién es, pero ya hay quienes lo reconocen.

En la escena, María y José suben al templo de Jerusalén para presentar a su hijo al Señor. Están cumpliendo con la Ley judía y con la costumbre. Pero lo que podría haber sido un simple trámite se convierte en una fiesta de alabanza a Dios. En la entrada del templo se encuentran con Simeón, «un hombre justo y piadoso», y con Ana, una profetisa. Las dos son personas mayores y mantienen una relación muy cercana con Dios: Simeón «tenía el don del Espíritu Santo», y Ana «daba culto a Dios noche y día».

Donde la mayoría solo verían a una familia más, Ana y Simeón reconocen al Mesías, quien liberaría a su pueblo. Si son capaces de verlo en un bebé, su mirada tiene que ser necesariamente especial: miran desde sus esperanzas más antiguas y profundas, desde la gratuidad, con unos ojos limpios de expectativas y pretensiones. Reconocen porque su corazón está lleno de Dios. Así, no dudan ni por un momento de quién es ese niño. Bendicen y dan gracias a Dios llenos de alegría y con naturalidad: la experiencia de su larga vida les dice que Dios está especialmente en lo humilde, por eso no se extrañan ante tal Mesías.

Ana y Simeón reconocen la maravilla delante de ellos, el tesoro que Dios les regala y pone en sus manos, y lo aceptan dando gracias y bendiciendo.

Oración

«Enséñanos, Trinidad Santa, a reconocerte en los acontecimientos más sencillos. Concédenos una mirada capaz de asombrarse ante la maravilla. Y que no nos olvidemos nunca de alabarte y agradecerte.»

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Toda familia es divina si es verdaderamente humana.

Domingo, 27 de diciembre de 2020
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medjugorje-junio-2014-pentecostes-078Lc 2, 22-40

Debemos aclarar que el modelo de familia de aquella época tenía muy poco que ver con el nuestro. Los estudios sociológicos que se han hecho sobre la familia en tiempo de Jesús no dejan lugar a duda. Si no tenemos en cuenta los resultados de esos estudios será imposible entender nada del ambiente en que se desarrolla la infancia de Jesús. El tipo de familia de Nazaret, que se nos ha propuesto durante siglos, no ha existido. El modelo de familia del tiempo de Jesús era el patriarcal. La familia molecular era inviable, tanto por motivos sociológicos como económicos. ¿Qué podían hacer dos jóvenes de 13 y 14 años con un recién nacido en los brazos?

Cuando el evangelio nos dice que José recibió en su casa a María, no quiere decir que fueran a vivir a una nueva casa. María dejó de vivir en la casa de su padre y pasó a integrarse en la familia de José. Esto no quiere decir que no tuvieran su intimidad y sus relaciones más estrechas los tres. El relato de la pérdida del Niño en Jerusalén es impensable en una familia de tres. Pero cobra su verosimilitud si tenemos en cuenta que es todo el clan el que hace la peregrinación y vuelven a casa todos juntos.

El relato evangélico que acabamos de leer es muy rico en enseñanzas teológicas. Está escrito sesenta o setenta años después de morir Jesús. Lucas quiere dejar claro, desde el principio de su evangelio, que la vida de Jesús estuvo insertada plenamente en las tradiciones judías. Su persona y su mensaje no son realidades caídas del cielo, sino surgidas desde el fondo más genuino del judaísmo tradicional.

Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Sus relaciones, aunque se hayan desarrollado en un marco familiar distinto, pueden servirnos como ejemplo de valores humanos que debemos desarrollar, cualquiera que sea el modelo donde tenemos que vivirlos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó el amor, es decir, la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió él. Todo ser humano nace como proyecto que tiene que ir desarrollándose a lo largo de toda la vida con la ayuda de los demás.

Debemos tener mucho cuidado de no sacralizar ninguna institución. Las instituciones son instrumentos que tienen que estar siempre al servicio de la persona, que es el valor supremo. Las instituciones no son santas, menos aún sagradas. Nunca debemos poner a las personas al servicio de la institución, sino al contrario. Con demasiada frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos de ellas con uñas y dientes. Claro que no son las instituciones las que tienen la culpa. Son algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para conseguir sus propios intereses a costa de los demás.

No debemos echar por la borda una institución porque me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer en mi verdadero ser me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano; ni siquiera cuando me reporte ventajas o seguridades egoístas. La familia sigue siendo el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no solo durante los años de la niñez o juventud, sino que debe ser el campo de entrenamiento durante todas las etapas de nuestra vida. El ser humano solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. Y la familia es el marco idóneo.

La familia es insustituible para esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones, la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio. Si en la familia superamos la tentación del egoísmo amplificado, aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad: exigir cada día menos y darse cada día más.

No tenemos que asustarnos de que la familia esté en crisis. El ser humano está siempre en constante evolución; si no fuera así, hubiera desaparecido hace mucho tiempo. En el evangelio no encontramos un modelo de familia. Se dio siempre por bueno el existente. Más tarde se adoptó el modelo romano, que tenía muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal era muy avanzado. Los cristianos de los primeros siglos hicieron muy bien en adoptar ese modelo. Lo malo es que se sacralizó y se vendió después como modelo cristiano, sin hacer la más mínima crítica.

Con el evangelio en la mano, debemos intentar dar respuesta a los problemas que plantea la familia hoy. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas. No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio, aunque la estadística nos diga que el 50 % se disuelven. No se trata de que las personas sean peores que hace cincuenta años. Hoy, para mantener un matrimonio, se necesita una madurez mayor.

Al no darse esa madurez, los matrimonios fracasan. Dos razones de esta mayor exigencia son: a) La estructura nuclear de la familia. Antes las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más amplio. Hoy al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos. b) La mayor duración de la relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta años juntos. Es más fácil que surjan dificultades.

Como cristianos tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús predicó no hace referencia a las instituciones, sino a las actitudes que debían tener los seres humanos en sus relaciones con los demás. Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse con los demás como exige su verdadero ser; a esta exigencia le llamaba voluntad de Dios. Cualquier tipo de institución que permita esta relación puede ser cristiana.

No solo no es malo que se separen dos personas que no se aman. Es completamente necesario que se separen, porque no hay cosa más inhumana que obligar a vivir juntas a dos personas que no se aman. Esto no contradice en nada la indisolubilidad del matrimonio, porque lo único que demostraría es a la falta de amor que ha hecho nulo, de todo derecho, lo que hemos llamado matrimonio. Si hay sacramento, ciertamente es indestructible. Pero para que haya sacramento es imprescindible que se dé el amor.

Meditación

Éste es el Jesús que nos interesa de verdad.
Un ser humano que recorre nuestro propio camino.
Solo así nos puede indicarnos la verdadera dirección.
En nuestra vida espiritual
lo importante es no instalarse ni apoltronarse.
Paso a paso debemos avanzar, aunque sea en la oscuridad.
Mientras sigas dando pasos, estás en el buen camino.

Fray Marcos

 Fuente Fe Adulta

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Una Familia más en el Pueblo.

Domingo, 27 de diciembre de 2020
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Sagrada_Familia_iconoMe sostengo con el amor de mi familia (Maya Angelou)

27 de diciembre.

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

Una fiesta de la “Familia del Carpintero” -si es que pudiera llamarse así en aquellos tiempos- y, por igual, de todas las demás familias. En la carpintería, José atendía los múltiples encargos que los vecinos de la zona le encargaban; María atendía los quehaceres de la casa, y Jesús colaboraba con ambos, honrándoles como aconseja el Eclesiástico 3, 2. Pero de modo particular todos ellos “crecían en sabiduría y gracia a los ojos de Dios y de los hombres”.

En ella y de ella, aprendió Jesús a ser hombre entre los hombres; a incorporar, el anhelo que entona Luis Rosales:

“La espiritualidad es saber guiarse de noche
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía

De noche iremos, de noche,
que para encontrar la fuente
sólo la sed nos alumbra.”

Y así, creciendo y anhelando, eran una familia más del pueblo, que vivían dichosos porque, como canta el Salmo 127, temían al Señor y seguían sus caminos. O más bien porque amaban al Señor y no necesitaban mandamiento alguno para hacerlo. Les era suficiente reconocer que eran hijos suyos; filiación que les hacía sentirse inmersos en un espacio humano de cariño, fraternidad, respeto y acogida con todos los demás seres creados.

“Estamos en la fiesta de las familias”, dijo el Papa Francisco en Filadelfia. “La familia tiene carta de ciudadanía divina, ¿está claro? La carta de ciudadanía que tiene la familia se la dio Dios para que en su seno creciera cada vez más la verdad, el amor y la belleza”.

Una familia más en el pueblo la de Jesús, José y María. Nada de excepcional, y menos de “Sagrada”. Una de tantas como poblaban aquella humilde aldea galilea. En el relato de su historia no hubo dogmas de inmaculadas concepciones, anuncios de ángeles gabrieles, ni concepciones y partos virginales. Y menos, Madres de Dios que luego exigen asunciones. Y sin embargo, muy digno todo ello de seguir escrito con letras de oro en los Anales de nuestra cotidiana Historia.

Dice Lucas que sus padres se “pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos”. Encontrar a Jesús no ha sido nunca cosa fácil. A María se lo anunció un ángel, y a José otro se lo dijo en sueños. Herodes, por más que preguntó, no logró hacerlo y los Magos necesitaron la guía de una estrella hasta llegar y verlo. Hoy mucha gente todavía sigue repitiendo la pregunta del poderoso y de los sabios: “¿Dónde está el rey de los judíos?”

Para el hombre del siglo XXI encontrar a Jesús en los demás es problema del que busca. Jesús está presente en ellos, como Dios está en todas las cosas. Somos un Cuerpo Místico al que todos y todo pertenecemos. Sólo nos falta creer en él, acudir al oftalmólogo, comprar gafas de amor y comprensión, y recorrer con ellas puestas las calles de la vida.

Familia tiene que ver con hijos. Con Navidad -Natividad- y el Papa identifica a todos los cristianos con lo que esta fiesta ha de significar para ellos.

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA NAVIDAD

La Navidad suele ser una fiesta ruidosa, pero nos vendría bien un poco de silencio para oír la voz del Amor La Navidad eres tú, cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma: el pino de Navidad eres tú,

Los adornos de las Navidades eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan tu existencia.

Las campanas de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y buscas unir, pues eres también luz de Navidad cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la bondad, la paciencia, la alegría y la generosidad.

Los ángeles de Navidad eres tú, cuando mandas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor. y la estrella de Navidad eres igualmente tú, cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor. Eres también lo mejor de los Reyes, cuando das lo mejor que tienes sin importar a quién.

La música de Navidad eres tú, cuando conquistas la armonía en ti cuando eres de verdad amigo y hermano de todo ser humano.

La tarjeta de Navidad eres tú, cuando la verdad está escrita en tus manos.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Mutantes.

Domingo, 27 de diciembre de 2020
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presentacio0301n-de-jesu0301s-en-el-templo-01-0028010029Aunque lo parezca, no es el título de una película de terror. Es una invitación navideña a dirigir la mirada a las mutaciones, cambios y transfiguraciones que vivieron algunos personajes de los relatos evangélicos del nacimiento de Jesús. Con la secreta intención de que a quien lo lea, le entren ganas de apuntarse también a “mutante”.

Zacarías e Isabel abren el pórtico del evangelio de Lucas, viejísimos ellos, cumplidores modélicos de la Ley y acostumbrados (mayormente él) al Templo, sus horarios y sus inciensos; estériles ambos (mayormente ella) y con poco futuro por delante. Pero después de la visita del ángel, él se queda mudo (¿se habría vuelto todo él escucha?), pero vuelve a casa rejuvenecido y ella se queda embarazada (rejuvenecida también vía consorte). Y de puro contenta, se quita de en medio durante cinco meses para saborear, sin que nadie la moleste, su pequeño magnificat: ¡Así me ha tratado Dios!

María entra en escena como una mujer de su casa, calladita ella como corresponde a muchacha honesta, casadera, vecina y residente en Nazaret. Pero sale de escena transformada en una mujer intrépida y caminante que se atraviesa medio país para encontrar a Isabel y poder contarse la una a la otra (pero ¿de qué se ríen las mujeres?) cómo las ha tratado Dios y lo contentas que están con Él y con las primeras pataditas de sus niños.

De lo de José tiene un poco de culpa su propio nombre (“que el Señor añada…”), y vaya que si le añadió: como hombre justo, prudente y temeroso de Dios, había decidido cerrar sigilosamente la puerta de su vida y de su casa dejando fuera a María, por puro respeto y por pura discreción. Pero no le quedó más remedio que abrírsela de par en par y dejar que entrara, no sólo ella, sino también y como “añadido” el que iba a asociarle a su torbellino mesiánico.

A los pastores los vemos al principio en lo suyo de cuidar ovejas, amedrentados y un poco liados en medio de aquella noche loca de ángeles, cánticos y resplandores en torno a una cuadra. Pero al final ya no parecen los mismos y, en vez de hablar de sus temas de siempre (“Estos piensos ya no son como los de antes”; “Lo que faltaba: Estrellita de parto precisamente esta noche”; “A ver si se van pronto los ángeles, que ya va siendo la hora de ordeñar…”), se ponen a “glorificar y a alabar a Dios”, dejando inventados de golpe el canto gregoriano, la Filarmónica de Viena y el Orfeón Donostiarra.

Para Simeón y Ana lo de subir cada día al Templo formaba parte de su rutina, eso sí, empleando cada día más tiempo en el recorrido: “Cada día distingo peor estos dichosos peldaños”, “No te quejes que subirlos con artritis es muchísimo peor…” Pero cuando él tuvo al Niño en sus brazos (¿qué hace un Niño como tú en un Templo como este…?) le reverdeció todo el ser, como si se le llenaran los ojos de candelas y sus rodillas vacilantes recobraran vigor. Se le fue del todo el miedo a la muerte y era como si en vez de sostener él al Niño, fuera éste quien le sostuviera.

Ana decidió aquella mañana que para ella se habían acabado los ayunos, las penitencias y las vigilias: se puso un pañuelo blanco en la cabeza y, en plan abuela de la Plaza del Templo, daba vueltas por allí, con la imagen del Niño grabada en sus pupilas y contándole a todo el mundo cómo era.

Y sintieron ellos, lo mismo que todos los demás (lo mismo que nosotros si estamos dispuestos a “mutar”), que habían llegado por fin a sí mismos.

Dolores Aleixandre

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Familias

Domingo, 27 de diciembre de 2020
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FamiliaDomingo después de Navidad. Fiesta de la “Sagrada Familia”

27 diciembre 2020

Lc 2, 22-40

Como ocurre con los relatos de la infancia, Lucas construye un episodio cargado de mensaje teológico. Recurriendo a la imagen de dos ancianos –que simbolizan al Israel fiel–, presenta a Jesús como “el Salvador, luz de las naciones y gloria de su pueblo”. Se trata de un tema-eje que desarrollará más tarde a lo largo de todo su evangelio.

  En realidad no disponemos de documentos acerca de aquella familia de Nazaret. Fueron la piedad popular y la insistencia de predicadores las que construyeron la imagen idílica de la “Sagrada Familia”. Sin embargo, los escasísimos datos de que disponemos no parecen avalar tal imagen. Según el evangelio de Marcos, sus parientes desconfiaron de Jesús desde el primer momento de su actividad, hasta el punto de que quisieron llevarlo a casa porque decían que estaba “trastornado” (Mc 3,21).

  Todo ello parece indicar que, con el tiempo, se produjo un proceso de proyección, en el que se fue “adornando” la imagen de la familia de Nazaret de acuerdo con las ideas, los deseos y las expectativas que se iba teniendo acerca de la vida familiar. No es raro, por tanto, que la “Sagrada Familia” reflejara los roles y los estereotipos de la sociedad patriarcal en la que esa imagen nació. Y que tal imagen religiosa adoleciera de un carácter meloso y poco creíble, por no hablar de la extraña mezcla de paternalismo y de infantilismo que promovía.

  Como suele ocurrir en las proyecciones, se idealizaba “fuera” el tipo de familia que los propios fieles deseaban para sí, en una sociedad rígidamente jerarquizada.

  Tal proceso de construcción de un estereotipo no es difícil de comprender. Sin embargo, comprenderlo no significa justificarlo ni mucho menos absolutizarlo, como si fuera un modelo a imitar literalmente, hasta el punto de considerarlo como el único tipo posible de familia.

  Frente a los riesgos que se derivan de ahí, parece importante una doble advertencia: por un lado, acabar con la idealización, por lo que tiene de falta de ajuste con la realidad; por otro, asumir la existencia de diversas formas y tipos de familia, renunciando a imponer una de ellas sobre todas las demás.

  Desde nuestra perspectiva, apreciamos cada vez más, como valores que construyen una familia humana, el respeto mutuo, el cuidado cotidiano de la relación entre sus miembros y la transparencia. El cuidado sienta las bases para que la familia constituya un espacio de vida y de crecimiento gozoso, aun en medio de dificultades e incluso tensiones.

 Cuando hay hijos, aparece otro elemento fundamental a tener en cuenta: la atención de las necesidades de los niños –en el triple nivel: físico, emocional y espiritual–, conjugando una doble actitud que, para ser eficaz, ha de ser simultánea: el cariño y la firmeza.

  En cualquier caso, no se trata de perseguir ningún “ideal”, sino de vivir también esa dimensión fundamental desde la mayor comprensión posible, conscientes de que constituye, al mismo tiempo que un espacio de vida, un “campo de aprendizaje” cotidiano.

¿Cómo vivo la familia? ¿Me sitúo en actitud de aprendizaje?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Familia: seguro que María conocía mejor a Jesús que Dios

Domingo, 27 de diciembre de 2020
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Foto-no-Facebook-muda-vida-de-uma-família-no-litoral-de-SPDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. La familia

Dentro de las fiestas de Navidad celebramos hoy la fiesta de la familia de Jesús, la Sagrada familia. Es un buen momento para pensar un poco en esta institución en la que hemos nacido y que tanto está cambiando por diversos motivos socio-culturales.

  1. Cambios en la vida familiar
  2. La familia en el mundo rural, todavía no lejano, eran amplias: muchos miembros vivían en el caserío, en la casa rural: al menos tres generaciones: abuelos, padres, hijos / nietos y siempre había algún otro miembro, algún tío o pariente que quedaba “descolgado” en la vida.

Hoy la familia es mínima: apenas padres y uno / dos hijos.

Una civilización montada en el carro del placer no puede soportar la ancianidad y la vejez. Por ello, los ancianos y las personas mayores son un estorbo. Los ancianos, ni son jóvenes, ni producen, más bien son una carga y atan demasiado.  Pero esto antropológicamente no es sano: hay que vivir y ser consciente de las raíces propias, de nuestros antepasados, de las etapas de la vida, hay que tener noticias de la finitud de la vida, de la vejez, de la experiencia y, cuando llegue hay que saber que la muerte está presente en la vida … La vida no es siempre joven, ni bonita, ni de color de rosa …

  1. Las relaciones de pareja y la concepción de la sexualidad han cambiado mucho.

En esta postmodernidad que vivimos no se entiende ni se admite el compromiso por largo tiempo, se tiene miedo al esfuerzo, a las dificultades, a las crisis. De ahí que el compromiso matrimonial (como en muchas ocasiones el religioso) dura poco tiempo.

Naturalmente que todo el mundo tiene derecho a rehacer su vida, pero el divorcio, las separaciones aunque necesarias, son un fracaso de las personas. No es ningún éxito en la vida el separarse.

  1. En modelos de sociedad anteriores, los hijos eran un bien, hoy en día los hijos son una carga. Y es natural que se eviten. Si el ideal de vida es económicamente tan alto y tan vacío, lo normal es que los hijos se eviten.

         Por otra parte, unas viviendas tan pequeñas y tan caras, no permiten ni acceder a una vivienda ni vivir muchas personas en ellas. (En el fondo el control de natalidad no está en manos de los padres, sino del Estado, de la Kutxa y de la mentalidad consumista en la que vivimos).

  1. La mujer ha accedido, gracias a Dios, a puestos y lugares que habitualmente no ocupaba: diversos tipos de trabajo, cultura, vida política, etc. Esto hace que las funciones del hombre y de la mujer en otros tiempos bien -o mal- definidas, hoy no lo estén tanto y creen a veces, ciertos desajustes en la vida familiar.
  1. En otros tiempos la familia, la vida familiar era el lugar natural en el que uno iba creciendo, conviviendo, conociendo la vida. Las largas conversaciones familiares, las fiestas, las tradiciones, etc., hacían que la familia fuese la cuna de la vida. Hoy en día la familia o la casa son una pensión, porque la vida anda por la calle, la conversación la rige la televisión, la gente vive en las ideologías, en los grupos. Para muchos adolescentes y jóvenes los amigos, la pandilla es su lugar natural, más que la familia.
  1. Otro factor importante en nuestro tiempo es que los jóvenes malamente llegan a formar su propia familia. Al no tener un trabajo seguro, no pueden comprometerse en un proyecto de vida: familia, matrimonio, un piso, etc. Pueden tener un contrato temporal que les proporciona un dinero inmediato, pero no pueden pensar en el futuro. Y todo el mundo debe hacer algo serio en la vida, porque si no lo hacemos, esta, la vida se convierte en un mero vagar o deambular por la vida.
  1. Evangelio de hoy y familia.

         Es una mera coincidencia, pero en el evangelio que acabamos de escuchar han aparecido no pocas personas que forman el entramado familiar: padres, padre y madre, primogénito, anciano Simeón, mujer muy anciana, Ana / jovencita, casada, viuda, el niño. Cada uno según su recorrido en la vida, pero, más o menos, hemos conocido y, quizás, vivido estas etapas de la vida o estos estados de vida. Hemos tenido padres, hemos sido niños, adolescentes y jóvenes, nuestros padres, nuestros mayores, quizás nuestros propios hermanos han envejecido y ahora lo estamos haciendo nosotros. Muchos habéis hecho la vida en matrimonio, quizás habéis enviudado, quizás el matrimonio se rompió.

         Y así hemos ido creciendo.

  1. La familia como lugar natural acceso a la vida.

         La familia es el lugar natural de acceso a la vida.[1] No solamente a la vida física, sino que en la familia hacemos y tenemos las primeras grandes y decisivas experiencias de nuestra existencia: la acogida en la vida. ¡Qué importante es que un niño sea y se sienta bien acogido en la vida, en la familia!

El afecto inicial paterno, materno, fraterno, la convivencia como lugar de crecimiento y realización. Al mismo tiempo recibimos en la familia la mayor parte los grandes valores: el amor, la protección, así como nuestra propia traditio: el sentido festivo, el valor del trabajo, la cultura, el idioma, la pertenencia a un pueblo, a una comunidad, la fe: el sentido de la vida. (Estamos en Navidad: la mayor parte de nosotros hemos recibido la fe -al menos parte de la fe- cantando villancicos y comiendo turrón en aquellas “mágicas y entrañables nochebuenas”).

  1. En la familia no hace falta dni ni ningún tipo de carnet.

         En la familia estamos como en nuestro habitat natural. Conocemos y nos conocen espontáneamente. En la familia no nos hace falta carné de identidad.

         Hay otros tipos de conocimiento. Cuando una persona, un niño se pone enfermo en la familia y le llevamos a la Residencia, allí le harán radiografías, analítica de todo tipo, etc. pero quien mejor conoce a ese niño, es su madre. No dudemos de que Dios conocía perfectamente a Cristo: nadie conoce al Padre, sino el Hijo y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, pero seguro que María conocía mucho mejor a Jesús que Dios. En la familia conocemos y somos conocidos y aceptados naturalmente, sin ambages.

  1. En ocasiones no es fácil la vida familiar

         Todos somos conscientes de que hay situaciones, etapas, circunstancias de la vida familiar que no son nada fáciles de vivir y sobrellevar.

         La familia de Jesús tampoco fue un romanticismo con lazo rosa incluido. José y María no entendían una palabra del comportamiento de Jesús: con quién andaba: pecadores y prostitutas, con zelotas, con quién comía: publicanos y pecadores; el comportamiento de Jesús con las autoridades no era precisamente de seda: vuelca las mesas del Templo, discute a brazo partido con los fariseos y, finalmente, Jesús termina como termina. (María llegó a creer -fe- en su hijo Jesús, pero no entendía su modo de pensar, de vivir…

         La vida familiar no es fácil.

         Por mil motivos: afectivos, psicológicos, ideológicos, económicos, muchas veces la situación familiar se resquebraja y, Dios quiera, que no se produzcan enfrentamientos y rupturas.

         Hay que buscar la paz y el respeto personal-familiar a toda costa.

         Cuanto más profunda es la relación que se disloca o se rompe, mayor es la herida. Si uno se enfada con la persona que le atiende en el supermercado, no tiene mayor transcendencia, pero cuando uno se enfrenta a su hermano (Caín y Abel), o a su padre, o a un miembro familiar o a un gran amigo, la herida es profunda y difícil de restañar.

         Hay que cuidar mucho la vida familiar; y no con grandes cosas, sino con la buena educación, discreción, saber callar y callarse. Saber guardar cuestiones, defectos, pecados. No estar siempre aireando viejas cuestiones familiares, supuestas afrentas, etc. Estar cerca en la medida de lo posible -y sin meternos donde no nos llaman- en situaciones difíciles de crisis, enfermedad. Personalmente pienso que el silencio y la discreción son una gran medicina preventiva y, si llega el caso, terapéutica en la vida familiar y no familiar. Mostrar estima hacia los miembros de la familia es igualmente valioso, apreciar sus cuestiones: trabajos, sus intereses humanos, aspiraciones, ilusiones; igualmente estar cerca en los sufrimientos, en las desgracias.

  1. Pensemos.

         Estas consideraciones son, naturalmente, discutibles. Únicamente pretenden ayudarnos a pensar un poco en estas cosas y a ser conscientes de ellas.

Nosotros sabemos por experiencia que en la familia se nace y se crece bien, con dificultades, pero es una buena plataforma (y no disponemos de otra) Cuando celebramos la fiesta de la Sagrada Familia es porque pensamos que la familia es un lugar sagrado de la vida y en ella se protege y se cuida la vida de todos sus miembros, especialmente de los más débiles: los niños y los ancianos.

[1] En otras culturas y momentos de la historia se ha accedió a la vida por la tribu (todavía en muchos sitios de África, es así). En Guinea Ecuatorial, por ejemplo, es más importante la tribu que la familia. Recordemos aquel momento en los años 1960 en que algunos jóvenes formaron aquellas “comunas”, que era otro modo -fallido- de acceder a la vida.

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Natividad del Señor

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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05-Navidad (B) cerezo

Misa del día

Isaías 52,7-10

Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

*

Salmo responsorial: 97

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.

*

Hebreos 1,1-6

Dios nos ha hablado por el HijoEn distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado que los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado”, o: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios.”

*

Juan 1,1-18

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotrosEn principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

 

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(25 de diciembre de 1977)

Hoy llega a nosotros la noticia del nacimiento de Cristo a través de su Iglesia. Cómo María, como nos cuenta el evangelio, al irse los pastorcitos que vinieron invitados por los ángeles a adorar al Niño Jesús, María se quedó reflexionando todo esto en su corazón. Para una comunidad cristiana la Navidad no tiene sentido si no es a base de una profunda reflexión, por eso para muchos cristianos la Navidad no es más que una fiesta que se espera y que luego pasa efímera, como la pólvora que se quema, y no deja más que basura en las calles. Para el cristiano es algo más que un cohetillo, es la gran noticia que debe reflexionarse y comprometer al hombre con este episodio en que Dios se hace hombre, no en una forma transitoria, sino para siempre, y el hombre debe también reflexionar ante el Señor.

Ese Cristo en Belén lo podemos representar hoy en esta homilía con este título: Cristo manifestación de Dios, Cristo manifestación del hombre y en tercer lugar, la Iglesia manifestación de Cristo.

PROLONGAR LA ENCARNACIÓN

Por eso la Iglesia, que prolonga la encarnación, o sea el Dios hecho hombre, no puede prescindir de la historia. Desde aquel momento Dios ha asumido la humanidad y ha dejado ese encargo de seguir asumiendo hacia Dios a todos los hombres, a la Iglesia, la cual, por tanto, peregrina en la historia, va recogiendo, no puede dejar de vivir las circunstancias en las cuales ella va prolongando esa encarnación. Por eso hermanos, estas noticias en las cuales yo reflejo lo más sobresaliente de la semana, no es con el afán de hacer aquí un noticiero. Lo hace mucho mejor cualquier instrumento de comunicación social, sino que es simplemente decirles a todos mis queridos hermanos, que vivimos en esta semana, en esta hora, que esta Navidad de 1977, siendo la eterna Navidad de Cristo, se ha vivido aquí en El Salvador en estas circunstancias de las cuales no podemos prescindir.

NAVIDADES TRISTES

Así es como tienen un sentido profundo, en medio de tarjetas y telegramas de Navidad, me hayan llegado cartas que son lamentos profundos, por ejemplo de aquellas madres y esposas que “en esta celebración de Navidad que con júbilo espera todo el pueblo cristiano, nosotras expresemos no una Navidad sino el profundo dolor de un calvario al albergar en nuestro corazón esa separación insuperable de nuestros hijos y esposos”. En otra carta parecida dice: “Estamos angustiadas y tristes por el llanto de nuestros hijitos que a cada momento que se despiertan en la noche están llamando a sus padres y de ellos no nos dan ninguna razón en los cuerpos de seguridad”. Y cartas de expresión así dolorosa, pues, son muchas las que llegan. Por nuestra parte hemos tratado de hacer todo lo que está a nuestro alcance recurriendo a recursos jurídicos y estamos dispuestos siempre, pues, a ayudar el dolor de la humanidad. Leer más…

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“Dios encarnado”. Natividad del Señor – B (Lucas 2,1-14)

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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05_Natividad_B_1429669La Navidad nos obliga a revisar ideas e imágenes que habitualmente tenemos de Dios, pero que nos impiden acercarnos a su verdadero rostro. Dios no se deja aprisionar en nuestros esquemas y moldes de pensamiento. No sigue los caminos que nosotros le marcamos. Dios es imprevisible.

Lo imaginamos fuerte y poderoso, majestuoso y omnipotente, pero él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en la más absoluta sencillez y pobreza. Lo colocamos casi siempre en lo extraordinario, prodigioso y sorprendente, pero él se nos presenta en lo cotidiano, en lo normal y ordinario. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos hace pequeño y cercano.

No. Este Dios encarnado en el niño de Belén no es el que nosotros hubiéramos esperado. No está a la altura de lo que nosotros hubiéramos imaginado. Este Dios nos puede decepcionar. Sin embargo, ¿no es precisamente este Dios cercano el que necesitamos junto a nosotros? ¿No es esta cercanía a lo humano la que mejor revela el verdadero misterio de Dios? ¿No se manifiesta en la debilidad de este niño su verdadera grandeza?

La Navidad nos recuerda que la presencia de Dios no responde siempre a nuestras expectativas, pues se nos ofrece donde nosotros menos lo esperamos. Ciertamente hemos de buscarlo en la oración y el silencio, en la superación del egoísmo, en la vida fiel y obediente a su voluntad, pero Dios se nos puede ofrecer cuando quiere y como quiere, incluso en lo más ordinario y común de la vida.

Ahora sabemos que lo podemos encontrar en cualquier ser indefenso y débil que necesita de nuestra acogida. Puede estar en las lágrimas de un niño o en la soledad de un anciano. En el rostro de cualquier hermano podemos descubrir la presencia de ese Dios que ha querido encarnarse en lo humano.

Esta es la fe revolucionaria de la Navidad, el escándalo más grande del cristianismo, expresado de manera lapidaria por Pablo: «Cristo, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, haciéndose uno de tantos y presentándose como simple hombre» (Filipenses 2,6-7).

El Dios cristiano no es un Dios desencarnado, lejano e inaccesible. Es un Dios encarnado, próximo, cercano. Un Dios al que podemos tocar de alguna manera siempre que tocamos lo humano.

José Antonio Pagola

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“Natividad del Señor. Tres misas el mismo día”. 25 de diciembre

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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62A8447D-D6C4-4A16-A106-872D8E4E133ADel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Natividad del Señor

Tres misas el mismo día

La celebración de tres misas el día de Navidad debe de ser muy antigua, porque la famosa misa del Gallo, por la noche, se remonta al siglo V. Sigue la misa de la aurora y se termina con la del día. Cada una de ellas tiene sus lecturas propias, las mismas en los tres ciclos (A, B, C). No es normal que la gente asista a las tres misas. Por eso indico brevemente el mensaje global de los tres evangelios.

El de la misa del Gallo nos habla de un niño que nace muy pobremente, sin nada que envidiarle a los más pobres de la actualidad. Pero, inmediatamente después, un ángel nos presenta a ese niño como Salvador, Mesías y Señor.

El de la misa de la aurora indica diversas reacciones ante ese niño: los pastores corren a visitarlo y vuelven alabando y dando gloria a Dios; los presentes se admiran; María medita todo lo que oye.

El evangelio de la misa del día, el Prólogo de Juan, dice de ese niño algo más grande que el ángel a los pastores: es el Verbo de Dios, que lo acompaña desde el principio, antes de la creación. Y, aunque fue ignorado por el mundo y rechazado por su propio pueblo, se hizo carne, habitó entre nosotros y nos concede poder ser hijos de Dios.

Misa de media noche

Aunque desconocemos el día y la hora en que nació Jesús, imagino que fueron estas palabras del libro de la Sabiduría las que animaron a situar el nacimiento a medianoche: «Un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó desde el trono real de los cielos» (Sab 18,14-15).

En cualquier caso, el papa Sixto III (siglo V d.C.), introdujo en Roma la costumbre de celebrar en Navidad una vigilia nocturna, a medianoche, «en seguida de cantar el gallo», en un pequeño oratorio situado detrás del altar mayor de la Basílica de Santa María la Mayor. Ya que los antiguos romanos denominaban Canto del Gallo al comienzo del día, a la medianoche, se quedó con el nombre de Misa de Gallo la que se celebraba a esta hora.

La liturgia, con tres lecturas preciosas y muy ricas de contenido, suponen un desafío para quien pretenda comentarlas sin agotar al auditorio.

Tres motivos de alegría (Isaías 9,2-7)

En El Danubio rojo, película ambientada en la Segunda Guerra Mundial, la noche de Navidad, en medio del frío y la nieve, un grupo numeroso de soldados y refugiados comienza a cantar en un tren el villancico «Noche de Dios». Ese es el ambiente más adecuado para entender la primera lectura. El profeta se dirige a un pueblo que camina en tinieblas, que ha sufrido durante un siglo la opresión del imperio asirio, y le anuncia un cambio prodigioso: un mundo de luz y alegría. Por tres motivos:

-el fin del opresor, el imperio asirio, que oprime a Israel con el yugo y el bastón, como si fuera un animal de carga; será derrotado, igual que lo fueron los madianitas en tiempos de Gedeón;

-el fin de la guerra, simbolizado por la desaparición, no de lanzas y espadas, sino de los elementos menos peligrosos del soldado: bota y túnica;

-la aparición de un niño, que se puede interpretar como el nacimiento de un príncipe o su entronización. Influido por el ritual egipcio, se coloca sobre sus hombros un manto que simboliza el poder, y se le dan diversos nombres: en Egipto eran cinco, aquí son cuatro, que expresan las cualidades más admirables que se pueden esperar de un gobernante: que sepa aconsejar, que sepa defender, que se comporte como un padre con sus súbditos, que traiga un reinado de paz. Por último, abandonando el influjo egipcio y con mentalidad plenamente judía, se relaciona a este niño con David. Y su labor de paz, justicia y derecho, aparentemente imposible, será obra del celo de Dios.

Dos motivos de compromiso (Carta a Tito 2,11-14).

El autor une la primera venida de Jesús («se ha manifestado la gracia de Dios») con la segunda y definitiva («la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo»). ¿Motivos de alegría? Sin duda. Pero estas dos venidas son también motivo de compromiso. Amor con amor se paga. Hay que renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, llevar una vida sobria y honrada, esperar la vuelta del Señor, dedicarse a las buenas obras.

¿Un niño pobre o un personaje maravilloso? (Lucas 2,1-14)

El evangelio de esta noche consta de dos escenas radicalmente distintas, pero que se complementan.

El nacimiento de un niño pobre

La primera escena, que se desarrolla únicamente en la tierra, contrasta a poderosos y débiles. Empieza hablando del emperador Augusto, con autoridad para dar órdenes a todos sus súbditos, y del gobernador de Siria, Cirino, que manda empadronarse a la población de su provincia, cada cual en su ciudad, sin preocuparle las molestias que eso puede causar.

Frente a los poderosos, los débiles, representados por una familia muy modesta, a la que solo le cabe obedecer, aunque la esposa deba recorrer, embarazada, los 150 km de Nazaret a Belén. Según Lucas, cuando llegan a su destino no encuentran alojamiento y deben pasar algunos días en la parte baja de una casa, donde están los animales. Son pobres, y para ellos no hay sitio en el piso de arriba («la posada»).

Los «nacimientos» que se montan actualmente en iglesias, casas particulares y otros sitios, ofrecen un pesebre bonito y limpio. Lucas piensa en uno muy distinto, en el que habrá comido un animal poco antes, arreglado aprisa para recostar al niño.

Es una escena de pobreza y humillación. Basta pensar en José, un padre que no tiene otra cosa que ofrecer a su mujer y a su hijo. La escena no se presta a comentarios románticos, sino a preguntas candentes: ¿por qué Gabriel no le dijo a María toda la verdad? ¿Por qué le anunció que su hijo sería el rey de Israel sin advertirle que no tendría riqueza ni poder? ¿Por qué elige Dios el camino de la pobreza y la humillación? ¿Por qué rechazamos los cristianos a quienes no pueden pagarse un pasaje en avión o en barco para llegar hasta nosotros? ¿Por qué no imaginamos que Dios pueda nacer en una chabola de mala muerte, en una familia pobre que trabaja recogiendo la aceituna? ¿Se puede esperar algo de este hijo de emigrantes, que no tendrá cultura ni formación?

El Salvador, el Mesías, el Señor

La segunda escena se desarrolla en cielo y tierra. Es también de poderosos y débiles, de ángeles y pastores. La profesión de pastor, aunque a algunos le recuerde a los antiguos patriarcas de Israel, era de las más despreciadas y odiadas en aquel tiempo, sobre todo por los campesinos. En la escala social de la época, los pastores ocupan el penúltimo lugar, el de las clases impuras, porque su oficio se equipara al de los ladrones. Y pasar la noche al aire libre, vigilando el rebaño, no es la ocupación más agradable. El hecho de que el ángel se dirija a ellos deja clara la «política incorrecta» de Dios. El gran anuncio del nacimiento del Mesías no se comunica al Sumo Sacerdote de Jerusalén, ni a los sacerdotes y levitas, ni a los estudiosos escribas, ni a los piadosos fariseos.

Por otra parte, el anuncio modifica totalmente la imagen de la escena anterior. El niño que ha nacido no es un simple niño pobre. Su nacimiento supone «una gran alegría para todo el pueblo», porque es Salvador, Mesías y Señor. Este ángel anónimo es muy escueto. No comenta ninguno de los tres títulos. Pero es más sincero que Gabriel. No oculta que, a pesar de su grandeza, el niño está envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Afortunadamente, los pastores no son especialistas en la Biblia ni teólogos. En tal caso habrían preguntado de inmediato de qué o de quién iba a salvar ese niño; si era un mesías-rey, como David, o un mesías-sacerdote, como Aarón; si su señorío era igual que el de Dios o que el del César; si los pañales y el pesebre debían ser interpretados de forma real o simbólica… y cómo se compagina la «gran alegría para todo el pueblo» con el hecho de que, años después, el pueblo termine alejándose del Calvario golpeándose el pecho. En realidad, los pastores no tienen tiempo de preguntar nada porque, de pronto, aparece una legión del ejército celestial alabando a Dios y proclamando la paz.

¿Qué harán los pastores? Quien desee saberlo tendrá la respuesta en el evangelio de la Misa de la Aurora.

Pero el lector del evangelio puede ponerse en su lugar y advertir el mensaje que le está proponiendo Lucas. La vida de Jesús se puede interpretar de dos formas muy distintas: desde una óptica puramente humana o desde la fe. La primera resulta descarnada y dura. La segunda puede parecer ingenua; si no de cuento de hadas, de cuento de ángeles. Si se mantiene en la primera, terminará viendo a Jesús como un personaje peligroso y considerando justa su condena a muerte. Si acepta la segunda, a pesar de todas las dudas, terminará creyendo en él como su Salvador.

25 de diciembre

Misa de la aurora

El evangelio de la misa del Gallo nos dejaba con una duda: ¿qué harán los pastores tras escuchar al ángel y al coro celeste? No han recibido ninguna orden, solo una buena noticia. Lucas no se limita a contar su reacción.

Tres reacciones ante la noticia (Lucas 2,15-20)

El evangelio empieza y termina con los pastores, que corren a Belén y vuelven alabando y dando gloria a Dios. Esta gente, tan despreciada socialmente, corre hacia Jesús, cree que un niño envuelto en pañales y en un pesebre puede ser el futuro salvador, aunque ellos no se beneficiarán de nada, porque, cuando ese niño crezca, ellos ya habrán muerto. La visita de los pastores simboliza lo que dirá Jesús más tarde: «Te alabo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla».

Está también presente un grupo anónimo, que podría entenderse como referencia a la demás personas de la posada, pero que probablemente representa a todos los cristianos, que se admiran de lo que cuentan los pastores.

Finalmente, el personaje más importante, María, que conserva lo escuchado y medita sobre ello. En los relatos de la infancia, Lucas ofrece dos imágenes muy distintas de María. En la anunciación, Gabriel le comunica que será la madre del Mesías, y ella termina alabando en el Magnificat las maravillas que Dios ha hecho en ella. Sin embargo, cuando Jesús nace, Lucas habla de María de forma muy distinta. A partir de ese momento, todo lo relacionado con Jesús le resulta nuevo y desconcertante: lo que dicen los pastores, lo que dirá Simeón, lo que le dirá Jesús a los doce años cuando se quede en Jerusalén. En esas circunstancias, María no repite: «proclama mi alma la grandeza del Señor». Se limita a callar y meditar, igual que hará a lo largo de toda la vida pública de Jesús.

Estas tres actitudes se complementan: la admiración lleva a la meditación y termina en la alabanza de Dios.

Lucas juega con el lector, lo desafía. ¿Qué salvador les ha nacido a los pastores? ¿Qué señal portentosa puede ser un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre? Al día siguiente, los pastores estarán de nuevo con el rebaño, vigilando en medio del frío. Pero su vida ha cambiado, y la dureza de su vida no les impide alabar y dar gloria a Dios. Con ello se convierten en un ejemplo perfecto para el cristiano.

Una buena noticia para Jerusalén y la Iglesia (Isaías 62, 11-12)

Este breve pasaje recoge una imagen típica de la época del destierro en Babilonia: Jerusalén como esposa y madre. Como esposa, su marido, el Señor, la ha abandonado; como madre, ha perdido a su hijos, ha quedado despoblada. El profeta le anuncia un cambio radical: su marido vuelve, como salvador, acompañado de sus hijos.

La liturgia aplica este anuncio de la llegada de un salvador al nacimiento de Jesús. Y en los pastores podemos ver a ese «pueblo santo» y a «los redimidos del Señor». Cuando se piensa en los millones de cristianos que celebran la Navidad, vemos cómo se cumple la antigua profecía.

Una buena noticia para nosotros (Carta a Tito 3,4-7)

El evangelio habla de tres reacciones ante el nacimiento de Jesús. La carta de Pablo se centra en Dios y en nosotros.

Ante todo, lo ocurrido es una manifestación de la bondad de Dios y de su amor al hombre. Como diría el cuarto evangelio: «De tal manera amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único» (Juan 3,16). Si la gente se admiró de lo que decían los pastores, igual debemos admirarnos nosotros de esta prueba del amor de Dios. Sobre todo, teniendo en cuenta que no es algo que nosotros hayamos merecido ni ganado por nuestros propios méritos.

Además, la salvación que entonces tuvo lugar se actualiza en nuestro bautismo, que nos hace nacer de nuevo, nos concede abundantemente el Espíritu Santo, y nos hace herederos de la vida eterna, donde «estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4,17).

Misa del día

La misa de la aurora nos presentó a María meditando lo que han contado los pastores. Es una pena que Lucas, que transmitió en el Magnificat su reacción a las palabras de Isabel, en este caso guarde silencio. Dos teólogos cristianos, los autores del cuarto evangelio y de la carta a los Hebreos, sí nos dejaron su reflexión sobre Jesús y su nacimiento. La liturgia les antepone la visión de un profeta-poeta.

«El Señor ha consolado a su pueblo» (Isaías 52,7-10)

El texto de Isaías de la misa de la aurora presentaba a Jerusalén como esposa y madre, que recupera a su esposo y sus hijos. Este la presenta como ciudad, sin rey y en ruinas después de la caída en manos de los babilonios. Pero el mensaje de esperanza es el mismo: Dios vuelve a ella como rey, y las ruinas, reconstruidas, cantarán de alegría. Como en el caso anterior, la liturgia aplica la venida de Dios-rey a Jesús, que nace como Mesías y Salvador.

«El Señor nos ha hablado por su Hijo» (Hebreos 1,1-6)

Imaginemos al autor de la carta ante el pesebre. Pero el niño no acaba de nacer, él escribe bastantes años después. Es mucho lo que ya se ha dicho y discutido sobre Jesús. Y él comienza su carta con un resumen ambicioso, que abarca desde el comienzo de los siglos hasta la glorificación del Señor.

Lo primero que destaca es la novedad de que Dios nos hable a través de su Hijo, no a través de profetas. Un hecho tan grande que no debemos esperar algo distinto y mayor: estamos en la «etapa final».

Luego acumula palabras para describir la dignidad del Hijo. Retrocede del momento en el que hereda todo (se supone que tras la resurrección) al momento en el que intervino en la creación del mundo. Habla de su identidad e identificación con Dios con expresiones misteriosas: «reflejo de su gloria, impronta de su ser». Dedica una frase, casi de pasada, a la vida terrena, en la que solo sugiere, de forma velada, su muerte, que purifica nuestros pecados. Y termina con su triunfo a la derecha de la Majestad y su encumbramiento por encima de los ángeles.

San Ignacio de Loyola, al hablar del nacimiento de Jesús, sugiere al ejercitante pensar cómo el Señor nace en suma pobreza «y al cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz» (Ejercicios espirituales, nº 110). El autor de la carta a los Hebreos tiene una perspectiva más amplia. No menciona aquí los sufrimientos y la muerte (tema que desarrollará más adelante) sino su triunfo y su gloria.

La historia del Verbo de Dios (Juan 1,1-5.9-14) (forma breve)

Dos advertencias:

1. Según muchos comentaristas, el autor del cuarto evangelio utilizó al comienzo un himno sobre el Verbo Dios, introduciendo por medio, en dos ocasiones, sendas referencias a Juan Bautista. La liturgia permite elegir entre la forma larga, con todo el texto actual, y la breve, que suprime lo referente a Juan. Es esta la que comentaré brevemente, presentando el himno como una historia del Verbo de Dios en cinco etapas.

2. Para comprender esta historia habría que conocer las reflexiones sobre la Sabiduría de Dios en los dos siglos antes de Jesús. En el segundo domingo después de Navidad se vuelve a leer el prólogo de Juan, y la lectura que lo acompaña es, con razón, la del libro del Eclesiástico.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios.

«En el principio creó Dios el cielo y la tierra». Así comienza el libro del Génesis. Para el autor del prólogo, en ese momento existía ya el Verbo, junto a Dios. Es lo mismo que se dice de la Sabiduría en el libro de los Proverbios y en el Eclesiástico.

Segunda etapa: el Verbo y la creación

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Aunque parece una nueva matización del Génesis, supone un desarrollo. Allí se dice que Dios crea por su palabra («dijo Dios») y su acción. Aquí, esa palabra se convierte en compañera suya imprescindible durante el acto creador. Todo fue creado por el Verbo: sol, luna, estrellas, montañas, mar, animales de toda especie, ser humano. Además de habernos creado, es también nuestra vida y nuestra luz. Dos términos claves en la teología del cuarto evangelio, que presentará a Jesús como «el camino, la verdad y la vida». En esa misma teología encaja la referencia a la tiniebla como símbolo de la oposición a Jesús y a Dios.

Tercera etapa: el mundo, creado por el Verbo, lo ignora.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. El autor del Prólogo piensa en los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra se instala en Israel; unos lo rechazan, otros la acogen.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

¿Qué hará el Verbo cuando se vea ignorado por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la Sabiduría: «Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad». Pero el Verbo se encuentra con una desagradable sorpresa: «los suyos no lo recibieron». Da la impresión de que un autor posterior consideró esta afirmación demasiado pesimista y añadió que algunos lo recibieron, convirtiéndose en hijos de Dios. Pero este aparente añadido destruye el dramatismo del himno primitivo.

Quinta etapa: el Verbo se hace carne y habita entre nosotros. 

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. El Verbo toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Reflexión final

El fiel cristiano que haya acudido a la iglesia pensando escuchar unas lecturas bonitas y sencillas sobre Jesús niño y los pastores se encuentra en la misa del día con unas lecturas muy teológicas, pero que le recuerdan la dignidad e importancia de ese niño que ve en el pesebre.

 

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25 Diciembre. Solemnidad de la Natividad del Señor, ciclo B

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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No era él la luz, sino testigo de la luz”

(Jn 1, 1-8)

¡El comienzo del Evangelio de Juan me parece tan poético! Si trato de no intentar entenderlo todo y solo escucho… me quedo embobada… La repetición de las palabras (al principio, la Palabra, Dios, el mundo…) nos llevan más y más a nuestro interior sin que nos demos cuenta.

Se nos dice que Juan el Bautista no es la luz, sino testigo de la misma. A menudo nos gustaría ser nosotras la luz, alumbrar y deslumbrar, que nos aplaudan, que nos feliciten, que alaben nuestro trabajo… Hoy se nos muestra a Juan no como el centro, sino como aquel que sabe reconocer en Jesús que Dios Trinidad se involucra con la humanidad. Juan no puede callárselo, sino que necesita compartirlo con los demás. ¿Y nosotras? ¿Queremos ser la luz o dar testimonio? ¿Cómo compartir este testimonio?

Tenemos una figura en el Belén que ponemos en la iglesia, de un pastor con el brazo estirado hacia lo alto. Está indicando a los demás que miren, que escuchen la Buena Noticia que el ángel, mensajero de Dios, anuncia. Me llama la atención que el brazo está realmente separado del cuerpo. Nos invita a salir de nosotras y a señalar allí donde está la luz, allí donde hay personas mensajeras de Dios. Allí donde el silencio acompaña un momento de dolor. Varias personas reunidas celebrando la vida. Una comunidad de laicos acogiendo a una familia refugiada. Un proyecto de ayuda a mujeres obligadas a prostituirse. Jóvenes con y sin discapacidad divirtiéndose juntos. Una mirada de aceptación y una conversación con una persona que vive en la calle…

En estas semanas de correos electrónicos y whatsapps de buenos deseos, podríamos aportar nosotras esas “buenas noticias” que se dan a nuestro alrededor. Podemos ser testigos de la luz.

No nos dejemos engañar. Como dice el versículo 5, “la luz resplandece en las tinieblas”. La oscuridad no apaga la luz. En nuestra sociedad, invadida de malas noticias, tampoco. Sepamos ver la luz, la alegría, la entrega, el amor.

Oración

Gracias, Jesús, por hacerte persona como nosotras. Envíanos tu Espíritu que nos haga vivir conscientes de tu presencia en la humanidad.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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La Vida que había en la palabra es la misma que hay en mí.

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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index_clip_image002_0000Jn 1, 1-18

En el evangelio de Lucas que leíamos anoche, encontramos un relato folclórico pero simbólico del nacimiento de Jesús. En el de Juan, que acabamos de leer, afrontamos un relato metafísico que se remonta a la esencia de Dios. Es casi imposible descubrir que hacen referencia al mismo ser. En ambos textos se quiere comunicar el misterio de la encarnación. En ambos, con lenguaje muy diverso, se nos quiere decir lo que es Dios. Pero lo que Dios es, solo podemos conocerlo si descubrimos lo que es Jesús. Por eso es tan importante esta fiesta. Mientras más nos acerquemos al Jesús de Nazaret, mejor podremos vivir lo que él vivió.

El misterio de la encarnación no es cosa de niños sino algo muy serio. Tan serio que en él nos va la Vida. Retomamos la idea central de la Navidad: La encarnación es la verdad fundamental del cristianismo, pero no siempre la hemos entendido bien. Estamos, sin duda, ante la página más sublime de toda la literatura universal que yo conozco. Se trata de un himno cristológico anterior al evangelio, fruto de la experiencia de una comunidad eminentemente mística. Es una condensación de todo su evangelio. Es prólogo, pero podía ser epílogo sin perder nada de su esencia. El problema es que si lo afrontamos racionalmente no podemos entender nada.

En la encarnación estamos celebrando que Dios se identifica con la creación entera. Los primeros cristianos vivieron la implicación de Dios en Jesús y en cada uno de los seres humanos. Algo incomprensible a la razón pero simple para el corazón. Cuando en el s. II se encontró el evangelio con la Razón griega, los Santos Padres trataron de explicarlo racionalmente y lo complicaron hasta hacerlo irreconocible. Esa complicación se plasmó definitivamente en los s. IV y V, hasta hacerlo inútil para la vivencia espiritual. Nuestra tarea es superar la racionalidad y volver a la vivencia.

El primer versículo nos dice ya tres cosas sobre Dios y el Logos: Que el Logos está en el origen (en el principio ya existía la Palabra); Que los dos estaban volcados el uno sobre el otro (la Palabra estaba junto a Dios); Que aunque distintos, uno y otro eran lo mismo (la Palabra era Dios). No se trata de conceptos trinitarios posniceanos. Al comenzar con la misma palabra que el Génesis, nos está diciendo que la encarnación no es el comienzo de algo nuevo, sino la culminación de la creación. El Logos no comenzó, porque es el origen de todo. Luego, se hace carne (comienza a ser en el tiempo) para terminar la creación del hombre.

Al traducir ‘Logos’ por Palabra, se pierde la originalidad del concepto que quiere expresar el texto. La palaba ‘Logos’ ya existía, pero el concepto que Juan aporta es nuevo. ‘Logos’ se encuentra por primera vez en Heráclito, s. VI a C, (precisamente en Éfeso, donde se escribió este evangelio) y significaba la realidad permanente dentro del devenir de la realidad material. La utilizan los estoicos, Platón, y Filón de Alejandría que la emplea 1.200 veces. En NT tiene un amplísimo significado; desde palabra engañosa hasta el sentido cristológico del prólogo que estamos comentando.

Repito que aquí el concepto es original; no deducible de las distintas tradiciones. No se repite más, ni siquiera en Juan. El concepto es incomprensible sin la experiencia pascual. Sin una profunda experiencia mística no se puede acceder al significado que se quiere expresar. Podíamos decir que es el Proyecto eterno que esa comunidad descubrió realizado en Jesús. Es muy interesante la expresión: “junto a Dios”, en griego: vuelto hacia…, volcado sobre. Expresa proximidad pero también distinción. Está en íntima unión por relación pero no se confunda con Dios. Se deja un margen para el misterio. Este dato no siempre lo hemos tenido en cuenta.

Por medio de la Palabra se hizo todo”. En el AT Dios crea siempre por su Palabra. No se trata de un sonido que emite Dios. Otra vez tenemos que ir más allá del significado primero. Quiere decir que Dios, al concebir una idea, está creando lo que significa esa idea. Nos está diciendo que el Logos es origen de todo. Con una redundancia, intenta llevarnos más allá de la misma palabra. Al margen de Dios y del Logos, no existe nada. No se trata solamente de lo que existe en el tiempo, sino de todo lo que existe en absoluto: material y espiritual.

Y la tiniebla no la recibió. El mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Esta insistencia tiene que hacernos reflexionar. En Juan se percibe esa lucha incesante entre la luz y la tiniebla. Era una idea que flotaba en el ambiente de la época. En un escrito de Qumrán se dice: Que la luz no sea vencida por las tinieblas. Ni siquiera los suyos fueron capaces de descubrirla. Tenemos aquí el primer reproche al pueblo judío que no fue capaz de ver en Jesús la Vida que podía llevarle a la comprensión de la ley. Dudo que lo hayamos descubierto nosotros.

Pero a cuantos la recibieron… Vemos que lo anterior era una exageración. Unos no la recibieron pero otros sí la recibieron. Se habla aquí de creer en sentido bíblico. No se trata de la aceptación de verdades sino de la aceptación de su persona. Sería: a los que confían en lo que significa Jesús y lo viven, les da poder para ser hijos de Dios. Tenemos aquí la buena noticia. El que cree es engendrado como hijo de Dios. En Juan se advierte una diferencia clara en el concepto de hijo cuando se dice de Jesús y cuando se dice de otros. Se descubre que Jesús es Hijo porque actúa como Dios, no porque conozcamos su naturaleza.

Y la Palabra se hizo carne. Meta de toda lo anterior. Se trata de una nueva presencia de Dios. Dios no está ya en el templo, ni en la tienda del encuentro. Ahora está en Jesús. No se identifica Palabra y Jesús. Se deja una margen para el misterio. En la antropología semita, el hombre se podían apreciar cuatro aspectos: hombre-carne, hombre-cuerpo, hombre-alma, hombre-espíritu. Se hizo hombre-carne; limitado pero susceptible de Espíritu. Se hizo carne sin dejar de ser Logos, sin dejar de estar volcado sobre Dios se identifica con lo más bajo del hombre.

Los cristianos no hemos sido aún capaces de armonizar la trascendencia con la inmanencia en Dios y en nosotros. En nuestra estructura mental cartesiana, no cabe que una realidad sea a la vez inmanente y trascendente. Nuestra racionalidad no puede comprender las realidades que están más allá del tiempo y el espacio. Por eso nuestro lenguaje sobre Dios es siempre ambiguo. Dios está más allá que toda realidad, pero a la vez es el fundamento de todo, está siempre encarnándose. En Jesús, esa encarnación se manifestó claramente. De esa manera nos abrió el camino para vivirla nosotros. Les da poder para ser hijos de Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿En el principio era el absurdo? (Nietzsche). Más bien en el principio era el Logos

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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31803518206_a8dc0b97a0_kDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. En el principio.

         El prólogo, el comienzo del evangelio de Juan es himno solemne, tiene un cierto tono de majestuosidad, quizás porque en el prólogo de San Juan se encuentran todos los temas que irá desarrollando en este Evangelio: Palabra, vida, luz, tinieblas, etc.

Por otra parte, Juan comienza su evangelio como una transparencia del comienzo del libro del Génesis:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

La tierra era caos y confusión y oscuridad, (Gn 1).

         San Juan inicia su evangelio: eu-angelion con énfasis:

En el principio existía no un caos, confusión y oscuridad,

sino la Palabra y la luz.

Sin embargo hoy, nuestro momento cultural vive -vivimos- más bien en otro contexto:

La parodia más seria que he oído es esta: En el principio era el absurdo y el absurdo era Dios y Dios era el absurdo.

(NIETZSCHE, F. (1844-1900) Demasiado humano).

         ¿No es difícil sobrevivir por largo tiempo en el absurdo. Vacunas aparte, ¿no es difícil sobrellevar la pandemia, el sufrimiento, el dolor, la muerte en el absurdo?

         Evangelizar no es repetir fórmulas doctrinales, palabras y más palabras, sino transmitir sentido. ¿Por qué hoy la Iglesia, el Magisterio no acierta a transmitir un poco de esperanza, de sentido? Los cristianos no vamos a descubrir la vacuna maravillosa, pero sí que podemos vivir y comunicar sentido de la vida, esperanza, ganas de vivir.

  1. Logos: Palabra.

Me decía un amigo, Juan Miguel Díaz Rodelas (muerto recientemente), gran biblista y director de la traducción de la Biblia de la Conferencia episcopal española, que, a la hora de fijar la traducción del término “palabra – logos” del prólogo de San Juan: en el principio existía la Palabra, el Verbo, dudaban si no dejar el término griego: logos. En el principio existía el logos. Porque “Palabra” no recoge todo el contenido del término logos: que es sentido, razón, sensatez, verdad.

         La Palabra de Dios no es un “vademecum” de verdades religiosas. La Palabra de Dios no es el catecismo, sino que la Palabra de Dios es JesuCristo. San Juan de la Cruz, (1542-1591), lo dice espléndidamente: una vez que Dios había pronunciado su palabra en su Hijo, ya no tenía más que decir.

Pon los ojos sólo en Él, porque en Él lo tengo todo dicho y revelado. Él es toda mi Palabra y respuesta. [1]

         JesuCristo es la Palabra, el sentido, el logos, lo que Dios nos quería decir.

  1. La Palabra era y es luz y vida.

         JesuCristo es la Palabra, la luz y la vida de Dios. Son vivencias de fe expresadas continuamente en san Juan.

         Es cierto que las cosas siguen mal, y ahora con la pandemia, peor. Podríamos decir que “el Reino de Dios” no termina de llegar, pero Cristo está ya entre nosotros

         La Navidad es un momento para encontrar a Dios en la debilidad, que es luz y vida. La fragilidad de Jesús es La Palabra se hizo carne, (Jn 1,14).

         El conocido argumento sobre quién es Dios de San Anselmo (1033-1109):

Dios es aquel que mayor no puede ser pensado, en Navidad se puede invertir y decir que: Dios es aquel que menor no puede ser pensado: un pobre niño nacido en una humilde familia.

La debilidad de Dios hecho ser humano es la Palabra de Dios, transparenta a Dios. Los cristianos (si lo somos) vemos a Dios y estamos con Dios, cuando tocamos periferias, enfermos, pateras, Lampedusas, pobreza, que son sacramento de JesuCristo.

         Dios es como el sol, no lo podemos mirar porque quema nuestras pupilas. Es una luz demasiado intensa. Necesitamos un filtro y un camino para “ver” a Dios. Tal camino es JesuCristo. En Él vemos reflejado a Dios.

  1. Celebrar a Dios en la tierra.

         Este año la Navidad, la vida está siendo dura. La pandemia es un mundo oscuro, una amenaza. La Navidad es luz, paz.

Quién sabe por qué caminos: quizás por el de la búsqueda en la noche de los Magos, tal vez por el camino de la decepción y desesperanza de los dos de Emaús, quizás por la travesía del desierto de la libertad del Éxodo, vamos llegando a la luz, a la Palabra y así, buscando fragmentos de luz, hilvanamos nuestra vida construyendo nuestra biografía.

La palabra, (el Logos, es quien confiere sentido a nuestro ser y acontecer. La luz y la Palabra nos pueden iluminar tenuemente en

Un encuentro personal (palabra) con un familiar o compañero, en una conversación (palabra) con el médico, en la intimidad y sinceridad matrimonial (palabra),en una conversación (palabra) con un amigo, en una lectura (palabra), en un rato de oración y pensamiento (palabra), desde la misma Palabra. Con la Palabra, el Logos, la razón llegamos a intuir, a ver y a dar salida a los problemas y situaciones difíciles en la fe, en la configuración humilde de nuestro pequeño mundo conceptual y sensitivo.

Lo propio, lo específico de Dios y del hombre es la Palabra. ¿Qué es lo que nos constituye en seres humanos, en personas sino la Palabra, el lenguaje, la cultura, la revelación?

Lo que humaniza la vida personal, la alimentación, la sexualidad, el amor, la convivencia, la política: la vida comunitaria, las negociaciones en los conflictos, la enfermedad, la depresión, es la Palabra

Podemos orar en nuestro interior con Blas de Otero [2]:

Si he perdido la vida, el tiempo,

todo lo que tiré, como un anillo, al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo

lo que era mío y resultó ser nada,

si he segado las sombras en silencio,

me queda la palabra.

         Todo tiene una luz y una palabra sensata en la vida: en el caos personal, en las tinieblas, en el pecado y en la muerte.

  1. Celebrar la navidad.

         Algo de esto, y mucho más, que escapa a nuestra razón y palabra humanas, es celebrar la Navidad y la Palabra.

         El viento de Dios aleteaba por encima de las aguas (Gn 1,1). Es el mismo viento (Espíritu) que majestuosamente sobrevuela las aguas y tempestades humanas. Es el viento que dio aliento a María de la que nació el que es Palabra, razón y sentido del Universo y de nuestro ser y acontecer. La Palabra se hizo uno de nosotros, (Jn 1,14).

         Si no feliz, al menos sí, una esperanzada Navidad.

[1] Subida al Monte Carmelo, II, 22,5.

[2] Poeta bilbaíno (1916-1979).

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Presencia, suya y nuestra.

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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nacimiento-mesias_mdsvid20130328_0051_3La presencia de la Sabiduría de Dios, que sigue acampando entre nosotros, no es un misterio oculto, sino que “hemos visto su luz”. El texto del prólogo de Juan señala que el acontecimiento de la encarnación es accesible a todos cuantos creen en su nombre; antes, ahora y para el futuro. Así, para cualquier lector del evangelio de Juan, el misterio de la encarnación no es un mero recuerdo de algo que aconteció en el pasado. Es la actual transformación de quienes creen en su Palabra, en su Sabiduría y son por ello vueltos a una nueva vida, nacidos de Dios.

Esta presencia no nos deja incólumes, sino que Dios es justamente la “luz que alumbra a todo hombre” y por quien “todos hemos recibido gracia tras gracia”. El evangelio nos habla de este modo de la plenitud que ofrece Dios. Es transformación de la persona y el texto habla especialmente de quienes “no han nacido de sangre ni de amor humano ni carnal, sino que han nacido de Dios”.

Esta idea de nacer de Dios nos muestra esta imagen de Dios que engendra y da a luz a todos los que creen en su Palabra. El texto, que parece referirse en un primer momento a la presencia de la Sabiduría entre nosotros, da un giro inesperado hacia nuestro nuevo nacimiento. Hacia una nueva manera de presencia vinculada a la Sabiduría en medio nuestro y a una nueva manera de ser para quienes hemos nacido de Dios. Así puede resumirse muy bien el mensaje de Navidad resumido en el prólogo del Evangelio de Juan. De hecho, este prólogo representa una síntesis y un adelanto de todo el evangelio; podríamos decir, por poner una comparación, que es como el tráiler de una película en el que podemos intuir todo lo que se desarrollará en adelante.

El prólogo centra nuestra atención en la Sabiduría de Dios que está en medio nuestro. Y no de cualquier manera sino en la carne y “acampando” entre nosotros. El texto dice que “vino a su casa” y no contrapone esta presencia en casa con la gloria de Dios. Por el contrario, afirma que todos hemos contemplado, a partir de esta vida entre nosotros, su gloria.

Hoy quiero poner el acento en esas dos palabras “presencia” y “transformación”. La presencia de Dios también nos muestra maneras de estar presentes, aquí y ahora, justamente porque es transformadora. Este movimiento activo de Dios sigue hoy y nos enseña el verdadero significado de la Navidad: la completa transformación; el nuevo nacimiento. Y este hecho de engendrar, gestar, dar a luz… bien puede utilizarse como metáfora para la vida espiritual. En doble sentido: Dios nos da la vida; nosotros dejamos que él se encarne ahora. Se trata de una presencia real de Dios que nos transforma y de una presencia nuestra en su sentido más verdadero, como quienes hemos nacido de Dios.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Natividad de Jesús.

Viernes, 25 de diciembre de 2020
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nacimientolr_3Hermanos y hermanas, todo un Dios en pañales y en el más completo anonimato. Los caminos de Dios no son nuestros caminos.

El que va a destronar a los poderosos no se presenta como un poderoso sino como un niño pobre e indefenso. Oremos.

Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad

• Que nuestros ojos se desconcierten pues están acostumbrados a detenerse en lo que brilla y necesitan descubrir esa señal que está en la penumbra de lo pequeño y de lo escondido.

Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad

• Que nuestro corazón se estremezca al descubrir la necesidad de hacerse vulnerable al descubrirse llamado a transitar por caminos de ternura, de desarme, de esperanza e ilusión.

Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad

• Que nuestros pies se pongan hacía los descampados y periferias, abandonar el descanso, sin dar importancia al polvo y salir al encuentro de los que andan perdidos.

Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad

• Que nuestra fe se sienta débil al descubrir que por debajo de tantas vidas endurecidas, yermas, arrugadas y rotas, se esconde un niño perdido que espera que alguien reconozca su presencia.

Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad

• Que nuestro orgullo se sienta amenazado porque para encontrar a un niño hay que bajar y no subir, hay que desprenderse de todo título y vestirse de sencillez, no hay que mandar sino amar.

Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad

Padre Madre buena, despierta el niño que llevamos dentro, que crezca en nosotros el deseo de la sencillez, de lo pequeño, de lo bondadoso, de lo oculto… Gracias por el Niño de Belén.

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“Aprender a adorar a Dios”. Epifanía del Señor – A (Mateo 2,1-12)

Lunes, 6 de enero de 2020
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epifaniaHoy se habla mucho de crisis de fe, pero apenas se dice algo sobre la crisis del sentimiento religioso. Y, sin embargo, como apunta algún teólogo, el drama del hombre contemporáneo no es, tal vez, su incapacidad para creer, sino su dificultad para sentir a Dios como Dios. Incluso los mismos que se dicen creyentes parecen estar perdiendo capacidad para vivir ciertas actitudes religiosas ante Dios.

Un ejemplo claro es la dificultad para adorarlo. En tiempos no muy lejanos parecía fácil sentir reverencia y adoración ante la inmensidad y el misterio insondable de Dios. Es más difícil hoy adorar a quien hemos reducido a un ser extraño, incómodo y superfluo.

Para adorar a Dios es necesario sentirnos criaturas, infinitamente pequeñas ante él, pero infinitamente amadas por él; admirar su grandeza insondable y gustar su presencia cercana y amorosa que envuelve todo nuestro ser. La adoración es admiración. Es amor y entrega. Es rendir nuestro ser a Dios y quedarnos en silencio agradecido y gozoso ante él, admirando su misterio desde nuestra pequeñez.

Nuestra dificultad para adorar proviene de raíces diversas. Quien vive aturdido interiormente por toda clase de ruidos y zarandeado por mil impresiones pasajeras, sin detenerse nunca ante lo esencial, difícilmente encontrará «el rostro adorable» de Dios.

Por otra parte, para adorar a Dios es necesario detenerse ante el misterio del mundo y saber mirarlo con amor. Quien mira la vida amorosamente hasta el fondo comenzará a vislumbrar las huellas de Dios antes de lo que sospecha.

Solo Dios es adorable. Ni las cosas más valiosas ni las personas más amadas son dignas de ser adoradas como él. Por eso solo quien es libre interiormente puede adorar a Dios de verdad.

Esta adoración a Dios no aleja del compromiso. Quien adora a Dios lucha contra todo lo que destruye al ser humano, que es su «imagen sagrada». Quien adora al Creador respeta y defiende su creación. Están íntimamente unidas adoración y solidaridad, adoración y ecología. Se entienden las palabras del gran científico y místico Teilhard de Chardin: «Cuanto más hombre se haga el hombre, más experimentará la necesidad de adorar».

El relato de los magos nos ofrece un modelo de auténtica adoración. Estos sabios saben mirar el cosmos hasta el fondo, captar signos, acercarse al Misterio y ofrecer su humilde homenaje a ese Dios encarnado en nuestra existencia.

José Antonio Pagola

 

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“Venimos de Oriente para adorar al Rey”. 7 de enero de 2020. Epifanía del Señor

Lunes, 6 de enero de 2020
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08-epifania (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 60, 1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti¡ .
Salmo responsorial: 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.
Efesios 3, 2-6: Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos.
Mateo 2, 1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey.

La época en que se escribe esta parte del libro del profeta Isaías (parte llamada del «Tercer Isaías») corresponde a «la restauración», es decir, al regreso a Jerusalén de los israelitas que habían sido deportados a Babilonia. (Es el tiempo en el que ha sido escrita la mayor parte de la Biblia). Isaías anima la fe de su pueblo, los invita a poner nuevamente su fe y su corazón en la fuerza salvífica de Yahvé, quien traerá la paz y la justicia a su pueblo, con lo que Jerusalén volverá a ser una ciudad radiante, llena de luz, en donde la presencia de Dios como rey hará de ella una nación grande, ante cuya presencia se postrarán todos los pueblos de la tierra. El profeta manifiesta con esta gran revelación que Dios es quien dará inicio a una nueva época para Israel, una época donde reinará la luz de Dios y serán destruidas todas las fuerzas del mal, pues Dios se hace presente en Israel y ya más nadie podrá hacerle daño.

Esta visión profética posee una comprensión muy reducida de la acción salvífica de Dios, ya que es asumida como una promesa que se cumplirá en beneficio única y exclusivamente del pueblo de Israel y no de toda la tierra. Pablo, a través de la carta a los Efesios, ampliará esa comprensión, afirmando que la salvación venida por Dios, a través de Jesús, es para “todos”, judíos y paganos. El plan de Dios, según Pablo, consiste en formar un solo pueblo, una sola comunidad creyente, un solo cuerpo, una sola Iglesia, un organismo vivo capaz de comunicar a toda la creación la vida y la salvación otorgada por Dios. La carta a los Efesios expresa que el misterio recibido por Pablo consiste en que la Buena Nueva de Cristo se hace efectiva también en los paganos, ellos son coherederos y miembros de ese mismo Cuerpo; esto significa que Dios se ha querido revelar a toda la humanidad, actúa en todos, salva a todos, reconcilia a todos sin excepción.

El evangelio que leemos hoy, en la Fiesta de la «Epi-fanía» [manifestación], confirma este carácter universal de la salvación de Dios. Mateo expresa, por medio de este relato simbólico, el origen divino de Jesús y su tarea salvífica como Mesías, como rey de Israel, heredero del trono de David; para ello el evangelista no duda en ubicar con exactitud el lugar donde nació Jesús, Belén, para decirnos que con su presencia en la historia se estaría dando cumplimiento a las palabras de los profetas… Por otro lado, el rechazo de este nacimiento por parte de las autoridades políticas (Herodes) y religiosas (sumos sacerdotes y escribas) del pueblo judío y el gozo infinito de los magos, venidos de Oriente, anuncian desde ya ese carácter universal de la misión de Jesús, la apertura del Evangelio a los paganos y su llamado a formar parte de la comunidad cristiana. La Epifanía del Señor es la celebración precisa para confesar nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas (religiones), que actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual.

En un tiempo como el que vivimos, marcado por la conciencia del pluralismo religioso, el sentido de lo «misionero» y de la «universalidad cristiana» han cambiado profundamente. Hasta ahora, en demasiados casos, lo misionero era sinónimo de proselitismo, o sea, de un esfuerzo por ir a «convertir» al cristianismo a los «gentiles» o «paganos». La «universalidad cristiana» era entendida desde la centralidad del cristianismo: éramos la religión central, la (única) querida por Dios, y por tanto, una religión que era el destino establecido por Dios para toda la raza humana… Todos los pueblos (universalidad, sí) estaban destinados a abandonar su religión ancestral y a hacerse cristianos… Tarde o temprano el mundo llegaría a su destino: ser «un sólo rebaño, con un solo pastor»… (y al decir esto, los católicos imaginábamos una Iglesia católico-romana felizmente extendida a todo el mundo, extendida incluso a las demás confesiones cristianas, que habrían aceptado finalmente al Papa como pastor supremo y único…). Es decir, se trataba de una universalidad, sí, pero cristianocéntrica: la universalidad se da en nosotros, en el cristianismo, y fuera del cristianismo, todos los valores religiosos son inferiores y están destinados a subsumirse o a desaparecer…

Hoy todo esto está cambiando, aunque muchos cristianos (incluidos no pocos de sus pastores y la teología más oficial) todavía siguen anclados, incluso inamovibles, en la visión tradicional. Buen día hoy, la fiesta de la Epifanía, para replantearse estos desafíos y para reflexionar sobre ellos en la homilía y en la comunidad cristiana. No desaprovechemos esta oportunidad para actualizar también personalmente nuestra visión en estos temas. En la RELaT (servicioskoinonia.org/relat) hay bastantes materiales para estudiar el tema, así como para debatirlo en grupos de estudio o de catequesis (véase por ejemplo los artículos nº 351, 419, 277, 366, 409, 363, 445…). El último de ellos nos resulta novedoso: nunca habíamos leído un texto teológico desde una visión de la misión misionera que no incluye la conversión del otro al cristianismo; merece la pena estudiarlo y debatirlo.

En el Nuevo Testamento, además de Juan 7,42, encontramos referencias a Belén en las narraciones de Mateo 2 y Lucas 2 acerca del nacimiento de Jesús. La tradición de que el Mesías debía nacer en Belén tiene su base en el texto de Miqueas 5,2, donde se señala que de Belén Efrata debería salir quien gobernaría Israel y sería pastor del pueblo. Hoy ya sabemos que Jesús nació probablemente en Nazaret, y que la afirmación de que nació en Belén es una afirmación simplemente teológica, no histórica.

El término “magos” procede del griego “magoi”, que significa matemáticos, astrólogos, es decir, estudiosos del cielo. Más tarde el teólogo y abogado cartaginés Tertuliano (160-220 d.C.) aseguró que los magos eran reyes y que procederían de Oriente. En los regalos de los magos a Jesús, los Padres de la Iglesia ven simbolizadas la realeza (oro), la divinidad (incienso) y la pasión (mirra) de Cristo. Por cierto, la mayor parte de nuestras celebraciones litúrgicas nunca hacen referencia a las religiones no cristianas; nos mantenemos en una esfera férreamente cerrada a todo lo ajeno: no dejamos entrar ninguno de los regalos magníficos que otras religiones nos hacen… Buen día hoy para referirnos a esos dones que Dios mismo nos hace a través de las demás reigiones, sus prácticas religiosas tan diferentes de las nuestras, sus métodos de oración, sus acentos éticos diversos… Como la familia de Jesús aceptó los dones que aquellos «paganos» le trajeron, así nosotros deberíamos abrirnos a ese intercambio de bienes… Leer más…

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Tres Magos (Elifaz, Bildad y Sofar). La Gran Marcha del Niño: “En realidad, los ‘Magos’ son los niños”

Lunes, 6 de enero de 2020
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Reyes-Magos_2191890842_14222269_660x371Del blog de Xabier Pikaza:

 Ellos son los magos, la magia de la vida de Dios que nace en un mundo amenazado, pero donde sigue habiendo magos y magas, como Elifaz, Bildad y Sofar (los tres magos‒magas de la tradición antigua) o como Melchor, Gaspar y Baltasar (que son los nombres posteriores de los magos)

Son sabios, no reyes guerreros, no vienen a conquistar países, con drones de muerte, sino a ofrecer y expandir los dones de la vida, oro que brilla, incienso que perfuma, mirra que fortalece y cura

Van a “rescatar” al niño perseguido, amenazado de muerte: Al niño al que quieren matar, al acusado de intruso, de emigrante malo (¡siendo recién nacido!)

| Xabier Pikaza , Quique (ilustración)

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Este es el día de la gran misión de Jesús, que es ofrecer vida (dones de amor y esperanza) a los niños. Con este relato de los magos (Mt 2, 1‒2) que comentaré por extenso culmina y se cumple la Navidad, el nacimiento de Dios en la historia de los hombres. Así lo diré en las dos partes que siguen:

  1. Evocación actual: Marcha de los magos, la gran cabalgata (caminada, peregrinación, en pateras, o camellos…) a favor del Niño… Ésta es la gran “peregrinación”, la única importante de la historia humana: El Éxodo de Egipto, el camino de todos los pueblos que buscan patria y libertad. Es la marcha que han de iniciar, cambiando de vida, los pederastas de diverso pelo (que se buscan a sí mismos, a cosa de los niños), los soldados de varias banderas que luchan en realidad para matar a niños, los ricos de un oro homicida, es decir, paido‒cida.
  2. Lectura exegética del texto (Mt 2, 1‒12). Algunos lectores podrán quedarse en la parte anterior, dejen la “exégesis” para otro día. Otro preferirán la exégesis del texto más largo, que es lo mío (soy exegeta) y que he tomado básicamente de mi comentario de Mateo.

    81578895_1426282877548900_6493427309540802560_nBuen día a todos, los de la primera lectura y los de la segunda. Buen día, sobre todo, a los niños. Ellos son los magos, la magia de la vida de Dios que nace en un mundo amenazado, pero donde sigue habiendo magos y magas, como Elifaz, Bildad y Sofar (los tres magos‒magas de la tradición antigua) o como Melchor, Gaspar y Baltasar (que son los nombres posteriores de los magos).

La primera imagen está tomada del primer “icono” de los magos, de la Basílica de San Apolinar (siglo V‒VI d.C.) con  persas presurosos que corren a Belén. Las demás son fáciles de entender. La de la “madre” dando de mamar al niño tras la alambrada USA es un fake‒imagen de Argentina, como todo el mundo sabe, y los “dueños” de FB la están queriendo brorrar… pero viene bien para situar el tema (con Persia‒Irán y USA de fondo, como en la lucha de drones‒estrellas mortales de estos días).   Feliz Pascua de Epifanía a todos.  Colección espléndida de imágenes de Epifanía en FB José Luis Navarro, de donde tomo algunas (!gracias!). He publicado otras en mi muro de FB.

EVOCACIÓN ACTUAL DEL RELATO DE LOS MAGOS ( Mt 2, 1‒12)

76706752_10221602695486764_3009981242167787520_nDe Oriente, lugar de donde viene el Sol cada mañana, vienen los magos Israel, al mundo entero. Son magos y magas, de Arabia y de Persia, de India de China, con su de la sabiduría que es la Estrella del cielo de la Vida.

Son sabios, no reyes guerreros,  no vienen a  conquistar países, con drones de muerte, sino a ofrecer y expandir los dones de la vida, oro que brilla, incienso que perfuma, mirra que fortalece y cura. Son expertos en signos del “cielo”, es decir, en el mundo misterioso de los “astros”, donde se refleja como en un espejo de adivinar el sentido y futuro de la historia humana, centrara en el Niño, en todos los niños, que son los verdaderos “magos”, la magia de amor de la vida.

Conocen el camino… Los libros antiguos (de Job y de Isaías, de Hermes y de Henoc) dicen que ellos conocían las “vías del cielo”, mejor que las callejas de sus viejas ciudades: Susa o Samarcanda, la Meca, Isfahán o Benarés, y que las conocían para trazar con ellas los caminos de de bendición de la tierra. Saben que está para nacer la estrella de la nueva humanidad, que será Jesús, y de esa forma esperan caminando, y caminan aún más para que crezca la esperanzar.

81726474_10221602700926900_6001373140029014016_nLa tradición les presenta como “magos” pero son también “magas” porque las mujeres son más importantes en  la “magia de amor de la vida”, y ellas han estado siempre interesadas en la promesa de los astros: Las Pléyades, la Osa, la vía de la Leche…  Por eso dice el texto, Mt 2, que ellas van y van buscando a la Madre con el Niño, hasta Belen que significa antaño Casa de la Guerra (Bet‒ha‒Milhama), pero que después se ha convertido en Casa del Pan  (Bet‒ha‒Lehem), porque como saben ellas cada niño viene con un pan en la mano.

Van a visitar, acoger y bendecir al Niño indefenso y perseguido, no al Rey poderoso de Jerusalén. Ésta es la gran procesión, la Marcha de la Leche (de la vía láctea del cielo) de los magos y magas que vienen a saludar, adorar y bendecir al niño que nace para todos y con todos,  no las “pruebas” militares de  los grandes soldados de Arabia, de Persia o de USA, de Rusia de China o de España, que andan con drones, no dones, por los caminos por donde antaño anduvieron con oro de brillar, incienso de perfumar y mirra para fortalecer el amor.

82105083_1424309697746218_184509900955582464_nVan a “rescatar” al niño perseguido, amenazado de muerte: Al niño al que quieren matar, al acusado de intruso, de emigrante malo (¡siendo recién nacido!).  Ésta es la única procesión, la única cabalgada del fin de Navidad: Que todos los sabios (los ricos, los reyes…) se hagan magos y magas para a ofrecer su dones a los niños.

 Imaginemos la gran procesión:

‒ ¡Proletarios y pobres, expulsados y víctimas del mundo entero uníos… para visitar y acompañar a la “prole” de Dios que es el niño Jesús, y con él a todos los miles, millones y millones de niños amenazados de muerte del mundo.

‒ Ésta debería ser la procesión de  los pederastas de la Iglesia y de fuera de la Iglesia,, curas y no curas, que aprovechan su poder “sagrado” o social para pervertirse a sí mismos y destruir a los niños, en solitario o en lobbies de grupos de poder (de mafias e imperios), en locura de “placer solitario y paido-cida” a costa de los niños… Una procesión hasta Belén, casa de la leche y del pan compartido, del amor al servicio de los niños.  Cada uno de los niños violados vale más que toda la Iglesia de los poderes del mundo. Leer más…

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Los reyes magos somos nosotros Fiesta de la Epifanía

Lunes, 6 de enero de 2020
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images21Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El autor del primer evangelio (el de Mateo), que probablemente vive en Antioquía de Siria, lleva años viviendo una experiencia muy especial: aunque Jesús fue judío, la mayoría de los judíos no lo aceptan como Mesías, mientras que cada vez es mayor el número de paganos que se incorporan a la comunidad cristiana. Algunos podrían interpretar este extraño hecho de forma puramente humana: los paganos que se convierten son personas piadosas, muy vinculadas a la sinagoga judía, pero no se animan a dar el paso definitivo de la circuncisión; los cristianos, en cambio, no les exigen circuncidarse para incorporarse a la iglesia.

Mateo prefiere interpretar este hecho como una revelación de Dios a los paganos. Para expresarlo, se le ocurre una idea genial: anticipar esa revelación a la infancia de Jesús, usando un relato que no debemos interpretar históricamente, sino como el primer cuento de Navidad. Un cuento precioso y de gran hondura teológica. Y que nadie se escandalice de esto. Las parábolas del hijo pródigo y del buen samaritano son también cuentecitos, pero han cambiado más vidas que infinidad de historias reales.

La estrella

Los antiguos estaban convencidos de que el nacimiento de un gran personaje, o un cambio importante en el mundo, era anunciado por la aparición de una estrella. Orígenes escribía en el siglo III:

“Se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la tierra siempre han aparecido astros de este tipo que presagiaban revoluciones en el imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo. Yo mismo he podido leer en el Tratado de los Cometas, del estoico Queremón, que han aparecido a veces en vísperas de algún aconteci­miento favorable; de lo que nos proporciona numerosos ejemplos” (Contra Celso I, 58ss).

Sin necesidad de recurrir a lo que pensasen otros pueblos, la Biblia anuncia que saldrá la estrella de Jacob como símbolo de su poder (Nm 24,17). Este pasaje era relacionado con la aparición del Mesías.

El bueno: los magos

De acuerdo con lo anterior, nadie en Israel se habría extrañado de que una estrella anunciase el nacimiento del Mesías. La originalidad de Mt radica en que la estrella que anuncia el nacimiento del Mesías se deja ver lejos de Judá. Pero la gente normal no se pasa las noches mirando al cielo, ni entiende mucho de astronomía. ¿Quién podrá distinguirla? Unos astrónomos de la época, los magos de oriente.

La palabra “mago” se aplicaba en el siglo I a personajes muy distin­tos: a los sacerdotes persas, a quienes tenían poderes sobrenaturales, a propagandis­tas de religiones nuevas, y a charlatanes. En nuestro texto se refiere a astrólogos de oriente, con conocimientos profundos de la historia judía. No son reyes. Este dato pertenece a la leyenda posterior, como luego veremos.

Los malos: Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas

La narración, muy sencilla, es una auténtica joya literaria. El arran­que, para un lector judío, resulta dramático. “Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes”. Cuando Mt escribe su evangelio han pasado ya unos ochenta años desde la muerte de este rey. Pero sigue vivo en el recuerdo de los judíos por sus construcciones, su miedo y su crueldad. Es un caso patológico de apego al poder y miedo a perderlo, que le llevó incluso a asesi­nar a sus hijos y a su esposa Mariamme. Si se entera del nacimiento de Jesús, ¿cómo reaccionará ante este competidor? Si se entera, lo mata.

Un cortocircuito providencial

Y se va a enterar de la manera más inesperada, no por delación de la policía secreta, sino por unos personajes inocentes. Mt escribe con asombrosa habili­dad narrativa. No nos presenta a los magos cuando están en Oriente, observando el cielo y las estre­llas. Omite su descubrimiento y su largo viaje.

La estrella podría haberlos guiado directamente a Belén, pero entonces no se advertiría el contraste entre los magos y las autoridades políticas y religiosas judías. La solución es fácil. La estrella desaparece en el momento más inoportuno, cuando sólo faltan nueve kilómetros para llegar, y los magos se ven obligados a entrar en Jerusalén.

Nada más llegar formulan, con toda ingenuidad, la pregunta más compromete­do­ra: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarlo”. Una bomba para Herodes.

El contraste

Y así nace la escena central, importantísima para Mt: el sobresalto de Herodes y la consulta a sacerdotes y escribas. La respuesta es inmediata: “En Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas”. Herodes informa a los magos y éstos parten. Pero van solos. Esto es lo que Mt quiere subrayar. Entre las autori­dades políticas y religiosas judías nadie se preocupa por rendir homenaje a Jesús. Conocen la Biblia, saben las respuestas a todos los proble­mas divinos, pero carecen de fe. Mientras los magos han realizado un largo e incómodo viaje, ellos son incapa­ces de dar un paseo de nueve kilómetros. El Mesías es rechazado desde el principio por su propio pueblo, anunciando lo que ocurrirá años más tarde.

Los magos no se extrañan ni desaniman. Emprenden el camino, y la reapari­ción de la estrella los llena de alegría. Llegan a la casa, rinden homenaje y ofrecen sus dones. Estos regalos se han interpretado desde antiguo de manera simbólica: realeza (oro), divinidad (incienso), sepultura (mirra). Es probable que Mt piense sólo en ofrendas de gran valor dentro del antiguo Oriente. Un sueño impide que caigan en la trampa de Herodes.

Los Reyes magos no son los padres, somos nosotros

A alguno quizá le resulte una interpretación muy racionalista del episodio y puede sentirse como el niño que se entera de que los reyes magos no existen. Podemos sentir pena, pero hay que aceptar la realidad. De todos modos, quien lo desee puede interpretar el relato históricamente, con la condición de que no pierda de vista el sentido teológico de Mt. Desde el primer momento, el Mesías fue rechazado por gran parte de su pueblo y aceptado por los paganos. La comunidad no debe extrañarse de que las autoridades judías la sigan rechazando, mientras los paganos se convierten.

La mitificación de la estrella

La estrella ha atraído siempre la atención, y sigue ocupando un puesto capital en nuestros naci­mientos. Mt, al principio, la presenta de forma muy sencilla, cuando los magos afirman: “hemos visto salir su estrella”. Sin embargo, ya en el siglo II, el Protoevangelio de Santiago la aumenta de tamaño y de capacidad lumínica: “Hemos visto la estrella de un resplandor tan vivo en medio de todos los astros que eclipsaba a todos hasta el punto de dejarlos invisibles”. Y el Libro armenio de la infancia dice que acompañó a los magos durante los nueve meses del viaje.

En tiempos modernos incluso se ha intentado explicarla por la conjunción de dos astros (Júpiter y Saturno, ocurrida tres veces en 7/6 a.C.), o la aparición de un cometa (detectado por los astrónomos chinos en 5/4 a.C.). Esto es absurdo e ingenuo. Basta advertir lo que hace la estrella. Se deja ver en oriente, y reaparece a la salida de Jerusalén hasta pararse encima de donde está el niño. Puesta a guiarlos, ¿por qué no lo hace todo el camino, como dice el Libro armenio de la infancia? ¿Y cómo va a pararse una estre­lla encima de una cuna? Para Dios «nada hay imposible», pero dentro de ciertos límites.

El número y nombre de los magos

En el Libro armenio de la infancia (de finales del siglo IV) se dice: “Al punto, un ángel del Señor se fue apresurada­mente al país de los persas a avisar a los reyes magos para que fueran a adorar al niño recién nacido. Y éstos, después de haber sido guiados por una estrella durante nueve meses, llegaron a su destino en el momento en que la Virgen daba a luz… Y los reyes magos eran tres hermanos: el primero Melkon (Melchor), que reinó sobre los persas; el segundo, Baltasar, que reinó sobre los indios, y el tercero, Gaspar, que tuvo en posesión los países de los árabes”. Para Mt, el dato esencial es que no son judíos, sino extranjeros.

            Según Justino proceden de Arabia. Luego se impone Persia. En cuanto al número, la iglesia siria habla de doce.

El contraste entre la primera lectura y el evangelio

La liturgia parece ver en el relato de los magos el cumplimiento de lo anunciado en el libro de Isaías (Is 60,1-6).

¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz;

la gloria del Señor amanece sobre ti!

Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos,

pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti.

Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti;

tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, radiante de alegría;

tu corazón se asombrará, se ensanchará,

cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar

y te traigan las riquezas de los pueblos.

Te inundará una multitud de camellos,

de dromedarios de Madián y de Efá.

Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro,

y proclamando las alabanzas del Señor.

            Sin embargo, la relación es de contraste. En Isaías, la protagonista es Jerusalén, la gloria de Dios resplandece sobre ella y los pueblos paganos le traen a sus hijos, los judíos desterrados, la inundan con sus riquezas, su incienso y su oro. En el evangelio, Jerusalén no es la protagonista; la gloria de Dios, el Mesías, se revela en Belén, y es a ella adonde terminan encaminándose los magos. Jerusalén es simple lugar de paso, y lugar de residencia de la oposición al Mesías: de Herodes, que desea matarlo, y de los escribas y sacerdotes, que se desinteresan de él.

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05 de Enero. Solemnidad de la Epifanía. Ciclo A

Lunes, 6 de enero de 2020
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Epifanía

“Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.”

(Mt 2, 1-12)

Aunque con tantos regalos y tanta emoción en los ojos de los niños pueda parecer mentira, hoy los protagonistas no son los Reyes Magos…

Tampoco podemos decir que fueran reyes, solo sabemos que eran magos, pero no de los que hacen magia, sino de los que estudiaban las estrellas. Y tampoco sabemos si eran tres, cuatro o cinco, el texto no nos lo desvela.

Lo que celebramos hoy no es que estas tres simpáticas figuras llegaran con regalos. Aunque fue un gesto loable por su parte. Sino que ese Dios que ha nacido en un pesebre sucio y olvidado, no ha nacido únicamente para el pueblo de Israel sino para TODA la humanidad.

“Epifanía” significa manifestación y hoy es la Solemnidad de la Epifanía. Esas figuras que llamamos Reyes Magos representan a todos los pueblos de la tierra. A todas las personas que buscan con sinceridad. Son el Icono de las buscadoras, de las que permanecen atentas a los signos de los tiempos, de quienes son capacer de salir tras su estrella. Son quienes descubren que hay algo más, que hay Alguien más, una trascendencia que lo colma todo de sentido.

Y estas personas buscadoras, cuando descubren un signo, lo dejan todo y siguen su estrella.

El día de hoy puede ser una ocasión estupenda para dar gracias a Dios por todas esas buscadoras y buscadores anónimos. Seguro que conoces a más de una, a más de uno. Los hay por todas partes, especialmente donde menos lo imaginamos, unas veces resulta ser alguien tan conocido que nos pasa como a los paisanos de Jesús, que no le damos la posibilidad de ser más de lo que nosotras creemos. Otras veces es alguien cuya apariencia no encaja con nuestro perfil de buscador. Y otras veces es quien hace el camino con nosotras y nos alienta, ¡¡las hay de muchos tipos!!

Oración

Trinidad Santa, aumenta nuestra curiosidad, que sigamos buscando con el mismo entusiasmo de los inicios. No dejes que nos creamos que ya conocemos todas las estrellas… ¡ni a todas las buscadoras y buscadores!

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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