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EPIFANÍA (A)
Mt 2,1-12
Epifanía significa manifestación. En el origen significó la primera luz que aparece en el horizonte antes de salir el sol. Esa luz se tomó como símbolo de la iluminación espiritual en todas las religiones; por eso la luz viene siempre de oriente. Toda manifestación de Dios es universal. Dios no puede tener privilegios. No estamos celebrando la fecha de un acontecimiento, sino la realidad de lo que es Dios y la alegría de poder descubrirle. Es una narración fantástica que ni siquiera es original del cristianismo. En otras muchas culturas se habla de una estrella que anuncia el nacimiento de un gran hombre, de tiranos que persiguen a un niño salvador y de inocentes que mueren para salvar al escogido.
La Natividad de Jesús se celebró el 6 de Enero en toda la Iglesia durante varios siglos. Más tarde, en Occidente, se comenzó a celebrar el 25 de Diciembre para suplantar la fiesta pagana de las “Saturnales”, fiesta del sol invicto. En Oriente se sigue celebrando la Navidad el día 6 de Enero. Al celebrarse en occidente la Natividad de Jesús el 25 de Diciembre, se reservó la fecha del 6 de Enero para celebrar las Epifanías, que incluía otras dos fiestas, el Bautismo del Señor y las Bodas de Caná, que hoy celebramos separadas.
Dejemos bien claro, desde el principio, que cuando nació Jesús no pasó absolutamente nada fuera de lo normal. Todo el relato se desarrolla en un lenguaje específicamente mateano. Se trata de dejar claro que los de cerca rechazan de plano a Jesús por lo que significa, y los de lejos lo buscan y lo aceptan como lo que es: la luz que ilumina a todos.
A través de los siglos se ha ido adornando el relato con afirmaciones que no están en el texto, pero que hoy todo el mundo cree a pies juntillas. El relato no dice que eran tres. Mucho menos sus nombres. Ni dice que eran reyes. Ni “Mago” tiene, para nada, el significado que hoy damos a la palabra mago. En su origen el termino magoi significaba un miembro de la casta sacerdotal persa. Más tarde designó a otros representantes de la teología, de la filosofía y de la astronomía. Según el texto, los “magos” son unos paganos que, orientados por signos extraordinarios que solo ellos saben interpretar, llegan a descubrir a Jesús. Mateo nos advierte de la llamada a todos los hombres a descubrirle.
Los intentos, que se han hecho a través de la historia de explicar la posibilidad de un fenómeno celeste que explicara la estrella, no merecen mayor comentario. Ni cometa, ni estrella, ni conjunción de astros tiene sentido alguno, porque se trata de un relato simbólico. Una estrella no puede pararse “encima de donde estaba el niño”. Pero desde el punto de vista teológico, sí es relevante que el signo de la presencia de Dios se detenga donde se encuentra Jesús. Al que busca, Dios lo guía y encontrará lo que busca.
También queda la historia fuera de toda lógica cuando nos dice que se sobresaltó toda Jerusalén con Herodes. Herodes era odiado por todos los judíos. El anuncio de un rey distinto solo podía provocar alegría entre los habitantes de Jerusalén. Mateo piensa en la Jerusalén que dio muerte a Jesús. Para Mateo el rechazo de los judíos es constante y anterior a cualquier manifestación de Jesús. A pesar de la estrategia de Herodes, Dios está allí para salvarlo. Tanto la intervención de Dios por medio de la estrella y de los sueños, como la derrota de Herodes, están hablando de la experiencia de la comunidad de Mateo.
Si analizamos en profundidad nuestra actitud ante el Niño, resulta que el miedo de Herodes es también nuestro miedo. El reinado de Dios es una amenaza para nuestro egoísmo. Cuántas veces en nuestra vida hemos dicho: esto no lo creo, cuando queríamos decir: esto no me gusta. Estaríamos dispuestos a adorar a un Dios que potenciara nuestras seguridades y nuestro poder. Un Dios que reine sin hacernos reinar a nosotros, no nos interesa. Como los magos salen de su tierra para buscar, nosotros tenemos que salir de nuestras seguridades terrenas para buscarle. Sin esa actitud, aunque haya nacido el Niño y aparecido la estrella, seguiremos sin enterarnos y el encuentro no se producirá.
Los letrados lo saben todo sobre el Mesías, pero, instalados en sus privilegios, no mueven un dedo para comprobar. Se quedan con su conocimiento y sus libros. El mensaje de este relato puede advertirnos a nosotros de que el amor a la verdad crea nómadas, no instalados satisfechos. Cuantas veces, los cristianos nos hemos conformado con marcar a los demás la dirección sin mover un dedo para acompañarles. Esta actitud de los magos nos tiene que hacer pensar. Los paganos adoran al Niño, los judíos intentan matarlo. Los paganos reconocen al Niño, los judíos no lo reconocen. Son tesis del evangelio de Mateo.
El hecho de que los magos pregunten a Herodes y éste pregunte a su vez a los que conocen las Escrituras es muy interesante. Las Escrituras pueden servir de pauta, pueden indicarnos el camino a seguir cuando atravesamos lugares o tiempos sin estrella. Pero el valor de la Escritura depende de la actitud del que las estudia. A la Biblia hay que acercarse sin prejuicios; no para buscar argumentos a favor de lo que ya creemos, sino abiertos a lo que nos va a decir, aunque sea distinto a lo que yo espero. Ante millones de estrellas que brillan en el firmamento, lo magos descubren la de Jesús. Ante las miles de estrellas que llaman la atención en nuestro mundo, tenemos que descubrir la nuestra.
El hombre tiene que dejarse iluminar por su estrella, pero también debe ser guía para los demás. No se trata de “convertir” a nadie. Nuestra obligación es hacer ver a los demás el Dios de Jesús, manifestando con nuestra vida su cercanía. Hacemos presente lo que es Dios, siempre que salimos de nosotros mismos y vamos en ayuda de los demás. No debemos presentarnos como poseedores de la verdad, sino como compañeros en la búsqueda. El verdadero creyente será siempre un buscador de la verdad, no su guardián. Fijaos lo que tiene que cambiar la actitud de los cristianos, sobre todo la de sus jefes.
Esta celebración nos lanza más allá del marco de una iglesia. Dios se manifiesta siempre a todos los pueblos de todas las épocas. Todos los hombres están a la misma distancia de Dios. En el momento que nos sentimos privilegiados, hemos hecho polvo el mensaje de esta fiesta. Todos recibimos todo de Dios y todos tenemos la obligación de aprender de los demás y enseñar a los demás. Todos tenemos la obligación de encender una cerilla, en lugar de maldecir las tinieblas. No podemos seguir mirándonos al ombligo con autocomplacencia. Debemos completar nuestra verdad aceptando la verdad de los otros.
El Reino de Dios no se limita a una Iglesia. El amor, la entrega, la capacidad de salir de sí e ir al otro, son posibilidades que abarcan a todos los hombres. Lo que celebramos hoy es la apertura de Dios a todos los hombres. Allí donde haya un hombre que crece en humanidad, amando a los demás, allí está Dios. No podemos entender la apertura a los gentiles como propuesta para que se conviertan a nuestra religión. Lo importante es descubrir y potenciar lo que hay de cristiano en cada hombre, aunque no conozca a Jesús.
Meditación-contemplación
Dios está siempre revelándose y siempre ocultándose.
En cuanto dejo de buscarlo, desaparece.
Dios no es un ser concreto que puedo buscar con un candil.
Está en todas las cosas, pero no soy capaz de descubrirlo.
Está dentro de mí, formando parte de mi propio ser.
Si encuentro mi verdadero ser, ya lo he encontrado a Él.
Hay muchos magos. Están un poco iluminados y por eso luchan por causas raras. Ven estrellas y horizonte de servicio y de un mundo nuevo, donde los demás solo vemos negocio. Se montan en un barco y pelean por rescatar, entre pesadísimas dificultades, a los náufragos. Son personas que siguen una estrella en su camino, se van a tierras con peligro para su integridad. Pero la fuerza de la estrella les atrae; hombres y mujeres que corren riesgo gordo en sus vidas. Pero sobre todo, llegan a amar a las personas en peligro. El amor es más fuerte en ellos que el miedo. No hacen caso a las opiniones de los Herodes del momento. Hasta navegan a ratos sin estrella, solamente guiadas por su corazón. Y llegan hasta los cayucos donde yacen los niños y cada uno de ellos que sacan con vida, para ellos es una Navidad, un logro, una Vida.
Vivimos normalmente demasiado cuerdos. Necesitamos un poco de locura, de ilusión más allá de los peligros y de la cordura que nos marca el capital. Débiles, refugiados, inmigrantes. Y gracias a ello, la vida tiene sentido. Miles de personas, iluminadas por la Luz del Amor. Voluntarios, misioneros, miembros de ONGs.
¿Os imagináis un año navidad sin la fiesta de los magos? No podemos pensar en este mundo sin la osadía, sin la iluminación de muchas personas que arriesgan su vida por ir en búsqueda de los olvidados del mundo.
Herodes no supo en realidad quién era el Niño ese. Por eso no fue, se limitó a quedar bien políticamente y luego, por si acaso “ocupan nuestro poder”, quitó a los niños de en medio, no vaya a ser que sean un poder alternativo.
Unos magos ilusos, buscan, caminan, preguntan. Quieren ver al Salvador. En Belén de Judá. En muchos lugares pequeños, casitas pequeñas, lugares sin casa, tiendas de campaña, chozas, cayucos. Ahí encontramos a Jesús. Es preciso cambiar nuestros criterios y nuestra orientación. No lo busquemos entre los salvadores del mundo, internacionales. Lo veremos, más bien, entre mantas, ropas sucias, portales, cuevas. Así es la realidad. La Salvación sigue viniendo de los débiles, de los pobres, de los sencillos entre las grandes multinacionales, entre los premios a los famosos.
Encuentran al niño los arriesgados, los valientes, los buscadores, los no acomodados.
Por favor, magos, haced parada en el mediterráneo, porque son muchos miles, las personas que van muriendo ahí y las que luchan buscando una pequeña seguridad en tierra. Generalmente tienen la piel de otro color. Pero de eso, vosotros sabéis mucho. Y por favor, dadles no ya oro, incienso o mirra, sino ropa, comida, medicinas, y como buenos magos, dadles, sobre todo, el cariño de vuestro amor. Vamos a ponernos de acuerdo y a acogerles en nuestras casas, porque ahí encontraremos a Jesús, con María y José.
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Domingo 6 de enero 2023
El evangelio de Mateo nos acerca al nacimiento de Jesús a través de un relato cargado de símbolos que nos orientan en el significado que el autor quiere ofrecer a la comunidad a la que se dirige. Por eso es importante no leer de forma lineal sino atendiendo a los diferentes escenarios que se entrecruzan para dar una visión panorámica de todo lo que está ocurriendo.
El espacio que salva
El primer escenario que abre y cierra el relato es el hecho sencillo y cotidiano del nacimiento de un niño en una pequeña aldea. Un niño en el que se transparenta la salvación de Dios renovada y persistente en su deseo de invitar a vivirla a todo ser humano Mt 2, 9-11).
Pero esa iniciativa divina carga de gratuidad y ternura es leída como amenaza por Herodes y la elite de Jerusalén que protagonizan la acción del segundo escenario. Herodes emplea estrategias para reconducir la amenaza que supone para su poder el anuncio de que la salvación de Dios brota desde abajo, entre los pliegues cotidianos de la historia (Mt 2, 3-8)
Por su parte los magos venidos de oriente, considerados ignorantes de los grandes designios divinos solo conocidos por Israel aparecen como buscadores honestos, poniendo todo su conocimiento y su esfuerzo en encontrar lo que salva y da vida. Para ello no dudan en ponerse en camino, en cuestionar su propia verdad y arriesgarlo todo a una intuición del corazón (Mt 2 2.9-10.12).
A través de estos tres espacios Mateo sitúa al lector o lectora ante las amenazas y posibilidades con las que se va a encontrar la Buena Noticia de Jesús. Quienes temen que el anuncio liberador de Jesús remueva los fundamentos de su poder o cuestione las razones de sus certezas van a defenderse e intentarán bloquear cualquier camino que lleve a donde que no hayan decidido ir. Sin embargo, quienes necesitan nuevas razones para esperar, quienes saben de perdón y sufrimiento, de ternura y vulnerabilidad, quienes no se conforman con lo que hay y saben que la novedad es oportunidad, están dispuest@s a ponerse en camino y seguir esas estrellas que Dios pone en su horizonte.
Estrellas que iluminan y guían
Hoy seguimos necesitad@s de estrellas que iluminen nuestros caminos y guíen nuestro corazón porque la noche es oscura, las certezas a veces se debilitan y otras se enquistan, porque los abusos de poder violentan, destruyen y marginan, porque la esperanza sigue siendo un reto para quien ha consentido en creer.
Esas estrellas son personas, gestos, conversaciones que iluminan nuestra vida cotidiana y nos recuerdan la verdad salvadora que se encarna en Jesús. Pero también son acontecimientos, signos de los tiempos, cambios que ayudan a crecer y a mejorar porque guían hacia esos lugares que nos hacen más humanos, que nos ayudan a comprender que no está todo dicho y nos recuerdan que Dios sigue siendo novedad e impulso, que su salvación no es algo del pasado o de un futuro lejano y enigmático sino presente y actuante en cada generación y en cada persona.
La Buena Noticia de Jesús nos levanta, nos invita a caminar con la certeza de que siempre habrá estrellas que mantengan nuestra esperanza, orienten nuestros proyectos, nos sostengan en los momentos vulnerables, nos abracen en la oscuridad. No siempre es fácil ponerse en pie, huir de las seguridades del poder o el éxito, empezar de nuevo… pero ahí están multitud de estrellas que seguirán empeñadas en acompañarnos en todos nuestros intentos.
Una vez más estamos invitad@s a ser esos magos/as caminantes y buscadores que saben seguir la estrella sin miedo a que los lleve a lugares desconocidos, sorprendentes o inesperados. Magos/as que regalen perdón, bondad y solidaridad sin esperar otra cosa a cambio que sororidad y empatía. Magos, en definitiva, que pongan la confianza en lo que construye y libera y abandonen todo aquello que, impuesto, violento o interesado aunque parezcan oportunidades o den seguridad.
No es fácil… pero es epifanía (manifestación de Dios)…
Comentarios desactivados en Herodes y los Magos buscan al niño, pero por motivos distintos. Como siempre.
Del blog de Tomás Muro La verdad es libre:
01.- Fiesta de luz
Epifanía significa “manifestación”·, revelación, luz.
Tanto en Navidad como en la Epifanía celebramos la manifestación de la luz en nuestras tinieblas.
La luz, que existía desde el comienzo, se hace presente en la historia de la humanidad e ilumina nuestra existencia.
En el mundo occidental vivimos en gran medida como descendientes que somos de la Ilustración, del “siglo de las luces” (siglo XVIII). La razón, las ciencias, la tecnología nos fascinan. La sociedad cuenta con muchos medios técnicos para la vida cotidiana, medicina, transportes, alimentación, etc. ¿Pero tenemos luz en la vida? ¿Tenemos luces?
Quizás podríamos decir que las generaciones actuales transmiten a los que van viniendo lo que ellas no tuvieron: “cosas”, ropa, estudios, viajes, tecnología. Pero no transmitimos lo que recibimos: la fe, el humanismo, el pensamiento.
Nos parecemos más a Herodes que a los Magos. Herodes vive instalado en el poder, en el tener y por eso no sabe “dónde está la luz”. Los Magos buscan la luz y por eso siguen la estela de la estrella.
02.- La luz amanece para todos (Universalismo).
Las tres lecturas de hoy nos hablan de que la luz amanece para todos, por tanto de ser universales:
+ Caminarán los pueblos a tu luz. (Isaías / 1ª lectura)
+ Los gentiles son coherederos, partícipes de la Promesa en Jesucristo (Efesios / 2ª lectura)
+ Los Magos (extranjeros y paganos) ven la luz, la estrella en la noche de la vida (Evangelio)
El evangelista Mateo tiene mucho cuidado en decir a las comunidades cristianas de origen judío, que la luz no es solo para los judíos, sino para todo el mundo, representado en estos Magos extranjeros.
El cristiano es una persona abierta a los demás. Ello significa que el cristiano estima, valora a los demás, a los extranjeros, a los emigrantes, a los débiles.
Y el cristiano aprecia a los demás, porque todo ser humano es persona humana e hijo de Dios.
Solemos tener un cierto orgullo racista interior (y exterior) y una cierta prepotencia: mi nacionalidad, nuestra cultura y tradición, el poder económico que tenemos, lo “grande” que es nuestra historia, etc…
Miremos al ser humano como tal, no por su pasaporte, ni como extranjero, ni como mano de obra barata, menos todavía como explotación sexual, etc.
El cristiano es católico, que significa: “universal”.
En la Biblia se repite con frecuencia:
No maltratarás ni oprimirás al extranjero, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. (Éxodo 22,21)
Seamos abiertos de mente y corazón
03.- Los magos se vuelven a su casa por otro camino.
Los magos, como José, son sensibles y reciben el mensaje de Dios en sueños. Oyen y escuchan al Señor.
Los Magos se vuelven a su casa por otro camino. Y no cambian de camino para evitar a Herodes, sino porque han encontrado el camino.
En plena postmodernidad, Jesús, la luz no está en los caminos y pretensiones de Herodes (y hay mucho Herodes y faraones sueltos por la historia), sino en un niño débil y marginado acostado en un pesebre.
Comentarios desactivados en Mirando las estrellas.
¿Y qué son las estrellas
sino velas puestas en el firmamento
para que no nos sintamos perdidos
en este mundo en el que vivimos?
¿O quizá sean lucernas
que alumbran y calientan
nuestros pasillos y alcobas
cuando el sol ya no brilla?
¿O serán tal vez candiles
lejanos que parpadean
porque necesitan aceite
para continuar su tarea?
Hay quienes dicen que son llamas,
sólo llamas de amor vivas
que susurran tu ternura
a todos los que las miran.
¿O serán hogueras que nos recuerdan
desde hace millones de años
que tú nos recreas y acrisolas
con tu presencia gratuita?
Yo creo que las estrellas son todo eso
-velas, llamas, hogueras,
candiles, lucernas- y mucho más:
¡son la esperanza de la humanidad entera!
¡Así es para mí tu Navidad:
regalo de estrellas vivas,
tarea de encenderlas,
gozo de verlas desde la tierra!
Sólo una y a ratos nos hubiera bastado,
pero tú nos has regalado millones y millones
para que disfrutemos y no nos perdamos
en este tiempo de crisis y apagones.
Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré
El Señor habló a Moisés:
“Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti
y te conceda la paz”.
Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.”
*
Salmo responsorial: 66
El Señor tenga piedad y nos bendiga.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R.
*
Gálatas 4,4-7
Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer
Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: “¡Abbá! (Padre).” Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
*
Lucas 2,16-21
Encontraron a María y a José, y al niño.
A los ocho días, le pusieron por nombre JesúsEn aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Con el saludo bíblico que Dios mandaba cuando se dirigía a su pueblo, ya que los cristianos hoy somos el Israel espiritual de Dios, somos el pueblo de Dios, y para nosotros es este precioso augurio de Año Nuevo: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”, no podía hacerse un saludo más oportuno y espléndido para el año nuevo que estas palabras que la Biblia pone a nuestra consideración esta mañana, y al mismo tiempo unir a esta buena voluntad de Dios la presencia de María, la Virgen Madre.
Hay una fiesta oficial de la Iglesia en honor de María y es hoy, 1º de enero. Ocho días después de dar a luz al Redentor del mundo la Iglesia quiere llamar la atención de todos sus hijos para celebrar la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Así se inicia el año bajo la bendición directa de Dios y bajo este título que es toda una inspiración de confianza en el poder de la Virgen, por ser de Dios. Leer más…
Comentarios desactivados en “María, la madre de Jesús”. Santa María, Madre de Dios – A (Lucas 2,16-21)
Después de un cierto eclipse de la devoción mariana, provocado en parte por abusos y desviaciones notables, los cristianos vuelven a interesarse por María para descubrir su verdadero lugar dentro de la experiencia cristiana.
No se trata de acudir a María para escuchar «mensajes apocalípticos» que amenazan con castigos terribles a un mundo hundido en la impiedad y la increencia, mientras ella ofrece su protección maternal a quienes hagan penitencia o recen determinadas oraciones.
No se trata tampoco de fomentar una piedad que alimente secretamente una relación infantil de dependencia y fusión con una madre idealizada. Hace ya tiempo que la psicología nos puso en guardia frente a los riesgos de una devoción que exalta falsamente a María como «Virgen y Madre», favoreciendo, en el fondo, un desprecio hacia la «mujer real» como eterna tentadora del varón.
El primer criterio para comprobar la «verdad cristiana» de toda devoción a María es ver si repliega al creyente sobre sí mismo o si lo abre al proyecto de Dios; si lo hace retroceder hacia una relación infantil con una «madre imaginaria» o si lo impulsa a vivir su fe de forma adulta y responsable en seguimiento fiel a Jesucristo.
Los mejores esfuerzos de la mariología actual tratan de conducir a los cristianos a una visión de María como Madre de Jesucristo, primera discípula de su Hijo y modelo de vida auténticamente cristiana.
Más en concreto, María es hoy para nosotros modelo de acogida fiel de Dios desde una postura de fe obediente; ejemplo de actitud servicial a su Hijo y de preocupación solidaria por todos los que sufren; mujer comprometida por el «reino de Dios» predicado e impulsado por su Hijo.
En estos tiempos de cansancio y pesimismo increyente, María, con su obediencia radical a Dios y su esperanza confiada, puede conducirnos hacia una vida cristiana más honda y más fiel a Dios.
La devoción a María no es, pues, un elemento secundario para alimentar la religión de gentes «sencillas», inclinadas a prácticas y ritos casi «folclóricos». Acercarnos a María es, más bien, colocarnos en el mejor punto para descubrir el misterio de Cristo y acogerlo. El evangelista Mateo nos recuerda a María como la madre del «Emmanuel», es decir, la mujer que nos puede acercar a Jesús, «el Dios con nosotros».
Comentarios desactivados en “Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús”. Domingo1 de enero de 2023. Santa María Madre De Dios. Jornada Mundial de la Paz
De Koinonia:
Números 6,22-27: Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré. Salmo responsorial: 66: El Señor tenga piedad y nos bendiga. Gálatas 4,4-7: Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer. Lucas 2,16-21: Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.
Litúrgicamente, hoy es la fiesta de «Santa María Madre de Dios»; es también la «octava de Navidad», y por tanto el recuerdo de «la circuncisión de Jesús», celebración judía que se celebraba al octavo día del nacimiento de los niños, y en la que se les imponía el nombre. Para nosotros, hombres y mujeres de hoy, esos tres componentes de la festividad litúrgica de hoy nos aparecen como muy lejanos, extraños, tal vez irrelevantes para nuestra vida… tanto por el lenguaje que en que son expresados, como por el «imaginario religioso» al que pertenecen…
Pero, por otra parte, hoy es también el primer día del año civil, «¡Año Nuevo!», y la Jornada Mundial por la Paz, celebración esta que, aunque originalmente procede una iniciativa eclesiástica católica, ha alcanzado una notable aceptación en la sociedad, gozando ya de un cierto estatuto civil.
Como se puede ver, pues, hay una buena distancia entre la conmemoración litúrgica y los motivos «modernos» de celebración. Esta distancia, que se repite en otras fechas, con bastante frecuencia, habla por sí misma de la necesidad de «actualizar» el calendario litúrgico, y, mientras esa tarea no sea acometida oficialmente por quien corresponde, será preciso que los agentes de pastoral tengan creatividad y audacia para reinterpretar el pasado, abandonar lo que está muerto, y recrear el espíritu y a veces la letra misma y los símbolos de las celebraciones.
Pero veamos en primer lugar los textos bíblicos que la ordenación litúrgica posconciliar nos deparó.
Nm 2,22-27 es la llamada bendición aaronítica (de Aarón), porque se afirma que Dios la reveló a Moisés para que éste a su vez la enseñara a Aarón y a sus hijos, los sacerdotes de Israel, para que con ella bendijeran al pueblo. Seguramente fue usada ampliamente en el antiguo Israel. Incluso se ha encontrado grabada en plaquetas metálicas para llevar al cuello, o atada de algún modo al cuerpo, como una especie de amuleto. Arqueológicamente dichas plaquetas datan de la época del 2º templo, es decir, del año 538 AC en adelante. Bien nos viene una bendición de parte de Dios al comenzar el año: que su rostro amoroso brille sobre todos nosotros como prenda de paz. La paz tan anhelada por la humanidad entera, y lamentablemente tan esquiva. Pero es que no basta con que Dios nos bendiga por medio de sus sacerdotes. No basta que él nos muestre su rostro. Aquí no se trata de bendiciones mágicas sino de un llamado a empeñarnos también nosotros en la consecución y construcción de la paz: con nosotros mismos, en nuestro entorno familiar, con los cercanos y los lejanos, con la naturaleza tan maltratada por nuestras codicias; paz con Dios, Paz de Dios.
Buen comienzo del año éste de la bendición. El refrán popular ha consagrado ese deseo de “volver a comenzar” que sentimos todos al llegar esta fecha: “Año nuevo, vida nueva”. Uno quisiera olvidar los errores, limpiarse de las culpas que molestan en la propia conciencia, estrenar una página nueva del libro de su vida, y empezarla con buen pie, dando rienda suelta a los mejores deseos de nuestro corazón… Por eso es bueno comenzar el año con una bendición en los labios, después de escuchar la bendición de Dios en su Palabra.
Bendigamos al Señor por todo lo que hemos vivido hasta ahora, y por el nuevo año que pone ante nuestros ojos: nuevos días por delante, nuevas oportunidades, tiempo a nuestra disposición… Alabemos al Señor por la misericordia que ha tenido con nosotros hasta ahora. Y también porque nos va a permitir ser también nosotros una bendición en este nuevo año que comienza: bendición para los hermanos y bendición para Dios mismo. Año nuevo, vida nueva, bendición de Dios.
Gál 4,4-7 es una apretada síntesis de lo que Pablo nos enseña en tantos otros pasajes de sus cartas. En primer lugar, nos dice que el tiempo que vivimos es de plenitud, porque en él Dios ha enviado a su Hijo, no de cualquier manera, sino «nacido de mujer y nacido bajo la ley», es decir, semejante en todo a nosotros, en nuestra humanidad y en nuestros condicionamientos históricos. Pero este abajamiento del Hijo de Dios, nos ha alcanzado la más grande de las gracias: la de llegar a ser, todos nosotros los seres humanos, sin exclusión alguna, hijos de Dios, capaces de llamarlo «Abba», es decir, Padre. Nuestra condición filial fundamenta una nueva dignidad de seres humanos libres, herederos del amor de Dios. Parecerían hermosas palabras, nada más, frente a tantos sufrimientos y miserias que todavía experimentamos, pero se trata de que pongamos de nuestra parte para que la obra de Jesucristo se haga realidad. Se trata de que nos apropiemos de nuestra dignidad de hijos libres, rechazando los males personales y sociales que nos agobian, luchando juntos contra ellos. Esto implica una tarea y una misión: la de hacernos verdaderos hijos de Dios, a nosotros y a nuestros hermanos que desconocen su dignidad.
Nacido de mujer, nacido bajo la ley, nos recuerda Pablo (Gál 4,4). Nació en la debilidad, en la pobreza, fuera de la ciudad, en la cueva, porque no hubo para ellos lugar en la posada… Nace en la misma situación que el conjunto del pueblo, los sencillos, los humildes, los sin poder.
Este nacimiento real y concreto es asumido por Dios para abrazar en el amor a todos los que la tradición había dejado fuera. Es la visita real de aquel que, por simple misericordia, nos da la gracia de poder llamar a Dios con la familiaridad de Abba -“papito”- y la posibilidad de considerar a todos los hombres y mujeres hermanos muy amados.
En Jesús, nacido de María -la mujer que aceptó ser instrumento en las manos de Dios para iniciar la nueva historia- todos los seres humanos hemos sido declarados hijos y no esclavos, hemos sido declarados coherederos, por voluntad del Padre. La bendición o benevolencia de Dios para los seres humanos da un gran paso: Dios ya no bendice con palabras, ahora bendice a todos los seres humanos y aun a toda la creación, con la misma persona de su Hijo, que se hace hermano de todos. Y nadie queda marginado de su amor.
“Ha aparecido la bondad de Dios” en Jesús, y es hora de alegría estremecida, para hacer saber al mundo -y a la creación misma- que Dios ha florecido en nuestra tierra y todos somos depositarios de esa herencia de felicidad.
Lc 2,16-21, en el lenguaje «intencionado» que por ser un género literario (“evangelio de la infancia”) utiliza con sus signos, Jesús no nace entre los grandes y poderosos del mundo sino, muy en la línea de Lucas, entre los pequeños y los humildes; como los pastores de Belén, que no son meras figuras decorativas de nuestros «belenes», pesebres o nacimientos, sino que eran, en los tiempos de Jesús, personas mal vistas, con fama de ladrones, de ignorantes y de incapaces de cumplir la ley religiosa judía. A ellos en primer lugar llaman los «ángeles» a saludar y a adorar al Salvador recién nacido. Ellos se convierten en pregoneros de las maravillas de Dios que habían podido ver y oír por sí mismos. Algo similar pasa con María y José: no eran una pareja de nobles ni de potentados, eran apenas un humilde matrimonio de artesanos, sin poder ni prestigio alguno. Pero María, la madre, «guardaba y meditaba estos acontecimientos en su corazón», y seguramente se alegraba y daba gracias a Dios por ellos, y estaba dispuesta a testimoniarlo delante de los demás, como lo hizo delante de Isabel, entonando el Magníficat.
Todo ello dentro de una composición teológica más elaborada de lo que su aparente ingenuidad pudiera insinuar. En todo caso, la simplicidad, la pobreza, la llaneza del relato y de lo relatado casan perfectamente con el espíritu de la Navidad.
La «maternidad divina de María», motivo oficial de la celebración litúrgica de hoy, y uno de los tres «dogmas» marianos -si se puede hablar así-, es una formulación que hace tiempo «chirría» en los oídos de quien la escucha desde una imagen de Dios adulta y crítica. Como ocurre con tantos otros «dogmas» y tradiciones tenidas como tales, el pueblo cristiano las ha amalgamado fantásticamente con los evangelios, llegando a pensar que provienen directamente del evangelio.
Pablo no conoció a Jesús, ni tampoco se encontró con María. El versículo Gál 4,4 que hoy leemos, es «todo lo que Pablo dice de María». Ni siquiera cita su nombre. En el cristianismo, la maternidad divina de María es, claramente, una construcción eclesial: ni los evangelios ni Pablo saben nada de ella, y no será formulada ni «declarada» hasta el siglo V.
En este contexto, es importante desempolvar y recordar la historia de tal «dogma», con la conocida «manipulación» del concilio de Éfeso, en el año 431, cuando Cirilo de Alejandría forzó y consiguió la votación antes de que llegaran los padres antioqueños, que representaban en el Concilio la opinión contraria. Se dice que el Pueblo cristiano acogió con entusiasmo esta declaración mariana, pero hay que añadir que se trata de los habitantes de Éfeso, la ciudad de la antigua «Gran Diosa Madre», la originaria diosa-virgen Artemisa, Diana… La fórmula de Éfeso, en cualquier caso, ha sido siempre tenida como sospechosa de concebir la filiación divina y la encarnación en términos «monofisitas», que hasta cosifican a Dios, como si se pudiera procrear a Dios y no más bien a un hombre en el que, en cuanto Hijo de Dios, Dios mismo se nos hace patente a la fe… (Nos estamos refiriendo a lo que dice Hans Küng, en Ser cristiano, Cristiandad, Madrid 1977, pág. 584ss).
El título «madre de Dios» no es bíblico, como es sabido. Para el evangelio María es siempre, nada más y nada menos que «la madre de Jesús», un título tan entrañable, real e histórico, que acabará sepultado y abandonado en la historia bajo un montón de otros títulos y advocaciones construidos eclesiásticamente. San Agustín (siglos IV y V) todavía no conoce himnos ni oraciones ni festividades marianas. El primer ejemplo de una invocación directa a María lo encontramos en el siglo V, en el himno latino Salve Sancta Parens.
La Edad Media europea dará rienda suelta a su imaginario teológico y devocional respecto de María. Mientras los primitivos Padres de la Iglesia todavía hablan de las posibles imperfecciones morales de María, en el siglo XII aparece la opinión de su exención del pecado, tanto del personal como del «original». En el mismo siglo XII aparece el Avemaría. El ángelus en el XIII. El rosario en el XIII-XIV. El mes de María y el mes del rosario en el XIX-XX. Los puntos culminantes de esta evolución serán la definición de la «inmaculada concepción de María» (1854, por Pío IX) y la definición de la «asunción de María en cuerpo y alma al cielo» (1950, por Pío XII). Momentos finales de este apogeo mariano son la «consagración del mundo al Corazón de María» en 1942 y 1954, por Pío XII.
Pero todo este marianismo remitió con sorprendente rapidez con el Concilio Vaticano II, que renunció a nuevos «dogmas» y desechó la anterior mariología «cristotípica» (característica de la escuela mariológica española preconciliar), dando paso a una comprensión mariológica mucho más sobria, bíblica e histórica, en la línea «eclesiotípica» (de la escuela alemana principalmente). Aunque la veneración a María (hyper-dulía), superior a la tributada a los santos (dulía), siempre fue distinguida teóricamente de la dada a Dios (latría), lo cierto es que en la religiosidad popular muchas veces María fungió como un verdadero «correlato femenino de la divinidad», y su condición de criatura, de discípula de Jesús y miembro de la Iglesia casi fueron olvidadas (en forma paralela a lo que ocurrió con Jesús respecto de su humanidad).
Hoy, la imagen conciliar de María que la Iglesia tiene es la de «la madre de Jesús», desmitificada, despojada de tantas adherencias fantásticas como se le habían puesto encima a lo largo de la historia: María es una cristiana, muy cercana a Jesús, una «discípula» suya, un destacado miembro de la Iglesia: la «madre de Jesús», en un título insustituible que le da el mismo evangelio, y a cuyo uso muchos creyentes vuelven en la actualidad, prefiriéndolo al creado en el siglo V. La Constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, en su capítulo octavo (nn. 52-69) ofrece todavía la mejor síntesis de la mariología para nuestros tiempos. El Concilio Vaticano II nos sigue marcando el camino, también en mariología. A la hora de predicar sobre María, debemos remitirnos, necesariamente, a ese capítulo octavo de la Lumen Gentium.
Concluimos. Seguimos estando en tiempo de Navidad, tiempo en el que la ternura, el amor, la fraternidad, el cariño familiar… se nos hacen más palpables que nunca. La ternura de Dios hacia nosotros, que se expresó en el niño de Belén, inunda nuestra vida, en las luces de colores, los adornos navideños, los villancicos y las reuniones familiares. Todo ayuda a ello en este tiempo todavía de Navidad. Dejemos recalar estos sentimientos en nuestro corazón, para que perduren a lo largo de todo el año.
Al comenzar el año, al poner el pie por primera vez en este nuevo regalo que el Señor nos hace en nuestra vida, vamos a agradecerle con todo el corazón la alegría de vivir, la oportunidad maravillosa que nos da de seguir amando y siendo amados, y la capacidad que nos ha dado para cambiar y rectificar.
Otro enfoque válido y provechoso de la homilía podría orientarse hacia el tema de la Jornada Mundial de la Paz… así como hacia el hecho del Año Nuevo, que si bien es algo simplemente convencional, astronómicamente insignificante, tiene el valor simbólico inevitable y profundo de recordarnos el inexorable paso del tiempo… Leer más…
Comentarios desactivados en 1.1.23 Canto de Año Nuevo: Tota Pulchra, Qué hermosa eres María, qué hermosa es la vida
Del blog de Xabier Pikaza:
Presenté ayer, en FB y RG una semblanza de Judit, la vencedora de Israel, la heroína del libro de su nombre. Los judíos de su tiempo cantaron su gloria de mujer triunfadora.
Millones de cristianos, ortodoxos y católicos, aplican ese canto a María, la madre de Jesús, no como canto de guerra y victoria militar, sino himno exultante al Dios de la vida, por María y por millones de hombres y mujeres que dan gracias por el amor y la belleza de la vida.
| X Pikaza Ibarrondo
Este es un canto de gozo por la vida, no un himno de mujer guerrera, sino un canto de amor al Dios de la vida. Así aparece en una de las más hermosas antífonas marianas, que lleva el nombre de Tota Pulchra, que puede traducirse “Qué hermosa eres María”.
Con este canto quiero iniciar este año 2023: Tota Pulchra, que hermosa eres más… qué hermosa, que gozosa, que gloriosa es la vida, contigo María, contigo José, contigo James o Adolfo, con Antonio, con cientos de personas que me (nos) acompañan y alegran cada día. Por encima de todo pecado, original o posterior, a pesar de tánta injusticia y violencia, el mundo (con María y millones y millones de personas), por gracia de Dios es un prodigio de belleza, de honor y de gozo.
Tota pulchra. Así dice el texto latino
Tota pulchra es, Maria… Et macula originalis non est in te. Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri. Tota pulchra es, Maria
Texto castellano
Toda hermosa eres, María, y no hay en ti pecado…
Tú eres la gloria de Jerusalén, tú (eres) la alegría de Israel, Tú (eres) la honra de nuestro pueblo… Qué hermosa, qué amable y admirable, eres María, y sois millones de personas, varones y mujeres, caminantes de amor sobre la tierra.
Recuerdo también a Judit, a las mujeres que se han arriesgado para superar el mal de la tierra.
Judit ha tenido que apelar al Dios de la venganza… y como representante del Dios vengador ha matado a los enemigos de su pueblo y de toda la humanidad. En contra de ellos, fuertes guerreros, invencibles en el plano militar, aparece y actúa ella como signo del pueblo judío: es una mujer débil, una simple viuda (Jd 9, 9), pero cuenta con la protección de Dios y de esa forma, sin espada ni ejército, vence a los enemigos de Dios, que son los opresores de su pueblo.
Así lo entiende Ozías, jefe de Betulia, general israelita, que enaltece a Judit diciendo:
¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de nuestros enemigos… Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo rectamente ante nuestro Dios (Judit 13 18-20).
Así lo entiende y Canta el sumo sacerdote de Jerusalén
8 El sumo sacerdote, Joaquín, y el consejo de ancianos de Jerusalén acudieron desde Jerusalén para ver por sí mismos las maravillas realizadas por el Señor en favor de su pueblo y para felicitar a Judit. 9 Cuando estuvieron ante ella, la alabaron a una voz, diciendo:
Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el alegría/orgullo de Israel, tú eres el honor de nuestro pueblo.10 Lo has hecho todo con tu mano. | Has devuelto la dicha a Israel, | y Dios se muestra complacido. | La bendición del Señor todopoderoso | te acompañe por todos los siglos». Y todo el pueblo respondió: «¡Amén! ¡Amén!». (Judit 16, 8-10)
Ésta es la liturgia oficial del Sacerdote, que canta la grandeza de Dios que se ha revelado (ha realizado su nuevo Éxodo salvador) a través de una mujer. Así sigue la liturgia de todas las mujeres
Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las mujeres que estaban a su lado. Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo; después, dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de todo el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas, llevando coronas y cantando himnos. Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:
«¡Alabad a mi Dios con tamboriles, elevad cantos al Señor con címbalos, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e invocad su Nombre! Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras… (Judit 15, 8 – 16, 5)
Este libro de Judit recoge y reproduce así, de un modo simbólico, la victoria de Israel, conseguida a través una mujer. A lo largo de su desarrollo y, de un modo especial, en el canto final (Judit 16, que sólo hemos citado en parte), este libro se asume y recrea toda la historia de los grandes héroes de Israel (desde Moisés hasta Judas Macabeo), todos ellos condensados en una mujer, que así aparece como portadora de la victoria de Dios para el pueblo, como signo mesiánico.
Tota pulchra. Canto cristiano de principio de año: a la hermosura, al amor y la vida, en forma de mujer.
El himno del “tota pulchra”, inspirado en el Canto de Judir, es uno de los más populares del mundo católico… y así he querido recordarlo este 1 de enero de 2023. No es un canto de victoria tras la guerra, sino un himno de mundo sin guerra…, canto de hombres y mujeres, representados por María, la madre y amiga de Jesus, cantora del Magnificat (Lc 1, 55-66).
Derriba del trono a los poderosos/potentados, eleva a los humildes y oprimidos. A los ricos los despide vacíos, a los hambrientos los sacia de bienes….
De Judit a María va un camino de liberación… de victoria de los humillados y oprimidos… Un canto de paz universal, duradera… conforme a las palabras de Isaías 2, 2-4, donde se dice que, empezando por Jerusalén, en centro del nuevo Israel liberado, se firmará la paz entre todos los pueblos: De las espadas forjarán arados de paz, de las bombas de guerra harán juguetes para niños, instrumentos de labranza. Ya no se adiestrarán para la guerra
Este es el tema del canto de María, canto a la belleza de los hombres y mujeres,canto al honor, canto a la dulzurza.
Es un canto a la belleza y gracia de la vida, al principio del año
– Es un canto a la mujer, signo de gozo,(de honor, de alegría, de gloria, en medio de un mundo que parece amenazado de muerte.
No es un himno a Judit, mujer guerrera, sino a María, mujer creyente, bellza y dulzura de amor, para varones y mujeres, gsigno de la humanidad cuya victoria no se alcanza por la guerra, matando enemigos, sino por el amor por la belleza.
El 1 de enero suele ser día de un concierto musical… Por muchos años, en Poio, donde yo estudiaba teología, a la caída de la tarde del sábado se cantaba la Salve y el Tota Pulchra como himno gozoso al Dios de la creación, de la belleza y de la vida.
Quizá este día uno de Enero, día que los católicos celebramos como fiesta de María, al principio de año, alguno de vosotros, pueda teclear en su celular Tota Pulchra es María (¡que hermosa/so eres María o Mario….), para escuchar en alguna de sus versiones esta canto de belleza, de alegría y honor, de alabanza y agradecimiento, elevado al Dios de la Vida, no sólo por María, sino por todas las mujeres y los hombres de la tierra
Hacía el año 500 comenzó a celebrarse en las iglesias orientales una fiesta de Santa María, Madre de Dios. La iglesia católica romana la aceptó, y fijo su celebración el 11 de octubre; pero en 1970 la trasladó al 1 de enero, para relacionarla más estrictamente con la Navidad y comenzar el año poniéndolo bajo la protección de María. Pero el 1 de enero se cumplen los ocho días desde el nacimiento; por eso el evangelio termina haciendo referencia a la circuncisión de Jesús.
¡Feliz Año Nuevo! (Números 6,22-27)
A pesar de lo dicho sobre la Virgen, el saludo que más se repetirá el 1 de enero será: ¡Feliz Año Nuevo! ¿Qué nos deseamos? ¿Salud, dinero y amor, como dice la canción? ¿Quién nos va a garantizar algo de eso? ¿Y si ocurre algo muy distinto, incluso lo contrario? La primera lectura de hoy, tomada del libro de los Números (en hebreo tiene un título más bonito: “En el desierto”), ofrece unas pistas muy buenas:
El Señor habló a Moisés: Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz.” Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»
Ante todo, hay alguien que garantiza lo bueno que deseamos: el Señor. Dos veces se lo nombra, y los seis verbos de la bendición lo tienen como sujeto. Podemos agrupar las peticiones en dos bloques: 1) El Señor te bendiga, ilumine su rostro sobre ti, se fije en ti. 2) Te proteja, te conceda su favor, te conceda la paz.
El primer bloque se refiere a la actitud de Dios con cada uno de nosotros. Cabrían tres posibilidades: que nos bendijera, que nos mostrase un rostro airado, que se desinteresase de nosotros. Se pide su bendición, su actitud benévola, su interés.
El segundo bloque indica los tres grandes regalos: no son salud, dinero y amor, sino protección, favor y paz. A alguno le resultará demasiado etéreo. Preferirá cosas más concretas. Pero, en la práctica, cuando el año nos enfrente a situaciones difíciles, no habrá nada mejor que la protección, el favor y la paz de Dios.
De esclavos a hijos (Gálatas 4,4-7)
Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su hijo nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Cómo sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! (Padre). Así que ya no eres esclavo sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
El texto se ha elegido porque es el único de las cartas de Pablo que hace referencia a María («nacido de una mujer»). Pero se relaciona perfectamente con el anterior del libro de los Números. Pedía la bendición de Dios, su benevolencia, y el Señor responde enviando a su Hijo para liberarnos de la esclavitud y convertirnos en hijos suyos y herederos.
Tres actitudes para el nuevo año (Lucas 2,16-21)
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores.
María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloriay alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
El texto relaciona dos acontecimientos muy distintos, separados por ocho días de distancia. El primero, la visita de los pastores, es lo mismo que leímos el 25 de diciembre en la segunda misa, la del alba. En la escena se distinguen diversos personajes:
Empieza y termina con los pastores, que corren a Belén y vuelven alabando y dando gloria a Dios. Los pastores simbolizan la “política incorrecta” de Dios. El gran anuncio del nacimiento del Mesías no se comunica al Sumo Sacerdote de Jerusalén, ni a los sacerdotes y levitas, ni a los estudiosos escribas, ni a los piadosos fariseos. Se comunica a unos pastores que, en la escala social de aquel tiempo, ocupan el penúltimo lugar, el de las clases impuras, porque su oficio se equipara al de los ladrones. Sin embargo, esta gente tan poco digna socialmente, corre hacia Jesús, cree que un niño envuelto en pañales y en un pesebre puede ser el futuro salvador, aunque ellos no se beneficiarán de nada, porque, cuando ese niño crezca, ellos ya habrán muerto. La visita de los pastores simboliza lo que dirá Jesús más tarde: “Te alabo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla.”
Está también presente un grupo anónimo, que podría entenderse como referencia a la demás gente de la posada, pero que probablemente nos representa a todos los cristianos, que se admiran de lo que cuentan los pastores.
Finalmente, el personaje más importante, María, que conserva lo escuchado y medita sobre ello. En los relatos de la infancia, Lucas ofrece dos imágenes muy distintas de María. En la anunciación, Gabriel le comunica que será la madre del Mesías, y ella termina alabando en el Magnificat las maravillas que Dios ha hecho en ella. Pero, cuando Jesús nace, Lucas habla de María de forma muy distinta. A partir de ese momento, todo lo relacionado con Jesús le resulta nuevo y desconcertante: lo que dicen los pastores, lo que dirá Simeón, lo que le dirá Jesús a los doce años cuando se quede en Jerusalén. En esas circunstancias, María no repite “proclama mi alma la grandeza del Señor”. Se limita a callar y meditar, igual que hará a lo largo de toda la vida pública de Jesús.
Estas tres actitudes se complementan: la admiración lleva a la meditación y termina en la alabanza de Dios. Tres actitudes muy recomendables para el próximo año.
La segunda escena tiene lugar ocho días más tarde. Algo tan importante y querido para nosotros como el nombre de Jesús lo cuenta Lucas en poquísimas palabras. Su sobriedad nos invita a reflexionar y dar gracias por todo lo que ha supuesto Jesús en nuestra vida.
En vez de propósitos y buenos deseos, una buena compañía
El comienzo de año es un momento ideal para hacer promesas que casi nunca se cumplen. La liturgia abre el año ofreciéndonos la compañía de Dios Padre, que nos bendice y protege, de Jesús, que nos salva, de María, que medita en todo lo ocurrido.
Comentarios desactivados en 01 Enero. Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Ciclo A
“Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón.”
Celebramos hoy la Solemnidad de María, Madre de Dios y con ella estrenamos este nuevo año, con toda la ilusión y con toda la resaca de ayer.
Si la noche de ayer estaba llena de propósitos y bueno deseos el día de hoy es un reclamo para “ponernos en marcha”. Para hacer realidad todas esas ilusiones.
María tiene en sus brazos al hijo que acaba de nacer. La realidad de un bebé frágil y necesitado que depende en gran medida de ella. Pero recibe la visita de los pastores que hablan de ilusiones, de cosas que sucederán, de lo que llegará a ser ese niño… Y ella escucha.
Como buena israelita escucha. Escucha con atención y medita en su corazón lo que oye y lo que vive. Une, con esfuerzo y empeño, la fragilidad del bebé que sostiene en sus brazos, con las ilusiones que despierta en los pastores. El presente con la promesa de futuro.
De nuevo confía y se compromete. Aunque sus ojos ven fragilidad (acaba de dar a luz en un establo fuera de la ciudad porque no había sitio para ellos…) confía en las promesas de Dios.
Sabe escuchar, en la voz de los pastores, el acento de la voz de Dios y también sabe ver más allá de las apariencias. Porque seguro que tampoco ella había imaginado que el Mesías esperando nacería en un establo.
Confía, piensa, espera y actúa. Tiene entre los brazos al Hijo de Dios, a su hijo. Y mientras espera a ver cómo se las arregla Dios para que ese bebé sea el Mesías Salvador, ella lo cuida.
Lo mira, lo contempla mientras resuenan en sus oídos las palabras de los pastores. Mientras vuelven a su corazón las palabras del ángel: “-El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios.”
Y mira a Jesús dormido en su regazo. “Será santo”, ahora solo es un bebé. Ahora es mi hijo pequeño que ha nacido en un establo y todo ha ido bien.
Oración
María, Madre de Dios y madre de un niño nacido en un establo, enséñanos a descubrir las promesas de Dios presentes en nuestra realidad. Pide para nosotras una visión larga y profunda como la tuya. ¡Amén!
Comentarios desactivados en En María descubrimos a Dios como Madre.
MARÍA MADRE (A) (año nuevo)
Lc 2,16-21
Es una fecha cargada de connotaciones profundamente humanas: la circuncisión e imposición del nombre a Jesús, la maternidad de María, el comienzo del año, el día de la paz. No me gusta tratar más de un tema en la homilía, pero hoy haremos una excepción. La fiesta quedaría incompleta si omitiéramos alguno de estos aspectos. De todas formas, desde el punto de vista litúrgico, la más importante es la de María Madre.
María madre de Dios. Es la fiesta más antigua de María que se conoce. Pablo VI la recuperó y la colocó en este día de la octava de Navidad. La maternidad de María es un dogma. Esto no nos tiene que asustar, porque lo que de verdad importa es la manera de entender hoy esa verdad. Fue definido en Éfeso en el 431. No es de un dogma mariológico, sino cristológico. Los evangelios y los primeros escritos cristianos no se preocuparon de María.
La prueba de que en la definición de Éfeso no querían decir lo que se entendió, es que tuvo que ser aclarada veinte años después por el concilio de Calcedonia (451), afirmando que María era madre de Dios, “en cuanto a su humanidad”. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de la humanidad de Dios? Efectivamente, llamar a María “madre de Dios”, porque fue la madre de Jesús, es violentar los conceptos. Jesús fue un ser humano que comenzó a existir en un momento determinado de la historia. El niño que lloraba y que mamaba, se meaba y se cagaba, no puede ser identificado sin más con Dios, que está fuera del tiempo.
Para entender el dogma de la “Theotokos” (la que pare a Dios), debemos tener en cuenta el contexto. Fue un intento de afirmar que el fruto del parto de María era una única persona, contra Nestório que afirmaba dos personas en Jesús, una humana que era Jesús y una divina, la segunda de la trinidad. No debemos olvidar que el concilio de Éfeso lo promovió el mismo Nestório para condenar a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo. Faltó el canto de un duro para que condenaran como herejía lo que se definió como dogma.
Aunque no fue la intención del concilio, lo que se entendió del dogma, no deja de tener su importancia a la hora de pensar la realidad de Dios. Que nos hayamos atrevido a dar una madre a Dios tiene unas connotaciones psicológicas incalculables. Manifiesta la necesidad de comprender a Dios desde nuestra realidad humana. Somos hijos de Dios y Él es a la vez Hijo de una mujer… Dios entrando en la dinámica humana y el hombre entrando en la dinámica divina. Llamar a María Madre es manifestar la presencia de Dios en Jesús.
La circuncisión se hacía a los ocho días y era el rito religioso fundamental para el pueblo judío. Mucho más que el bautismo para nosotros. Implicaba ponerle un nombre, que en aquella época era muy importante y que en este caso, según el relato, no lo eligen ellos, sino que viene impuesto. Lo que significa el nombre “Jesús” (Dios salva) resume toda su vida. La circuncisión era el signo de adhesión al pueblo de Israel. Si era primogénito, como en este caso, había que rescatarlo de la obligación de ofrecer al Señor todo primogénito.
El comienzo del año supone traspasar una frontera. En el NT encontramos dos palabras que traducimos por “tiempo”, pero tienen significado diferenciado. “Chronos” es el tiempo astronómico. Se refiere al paso de las horas, días y años… es lo que estamos celebrando hoy. “Kairos” sería el tiempo humano. Es el tiempo oportuno para hacer algo importante que atañe a la condición humana. Éste es mucho más importante desde el punto de vista religioso. Es el tiempo que se me da como oportunidad de crecer en el ser. No debía traspasar la frontera del año sin hacer una reflexión sobre mí mismo, y valorar como estoy haciendo uso de algo tan importante y tan efímero como el tiempo cronológico.
Sabemos que Dios es amor, don total y absoluto. Siempre será lo que es para nosotros. Pero ese don no se impone desde fuera. Si el hombre no lo descubre y lo acepta, no significará nada para él. La aceptación de ese don, que es Dios, tenemos que hacerla desde la más profunda humanidad. No es suficiente una vida animal y racional plena. Es necesaria una perspectiva humana que solo se da más allá de lo biológico y lo racional. Para que Dios llegue a nosotros, como humanos, debemos tomar conciencia de ello y aceptarlo.
Día mundial de la paz. Tal vez sea una de las carencias que más afecta al ser humano de hoy, porque la ausencia de paz es la prueba de una falta de humanidad a todos los niveles. Ahora bien, la reflexión que hacemos no puede quedarse en aspavientos y quejas sobre lo mal que está el mundo. No descubriremos lo que significa la paz, hablando de guerras y conflictos, quedándonos en una crítica externa sin mover un dedo para cambiar las cosas.
No son las contiendas internacionales, por muy dañinas que sean, las que impiden a los seres humanos alcanzar su plenitud. Los grandes conflictos internacionales los originamos nosotros con nuestras riñas y pendencias individuales. Si no hay paz a escala mundial, la culpa la tengo yo, que lucho a brazo partido por imponer mis criterio o caprichos egoístas a los que están a mi alrededor. El egoísmo que impide la armonía en nuestras relaciones personales es el causante de las más feroces guerras a todos los niveles.
La paz no es una realidad que podamos buscar con un candil. La paz será siempre la consecuencia de unas relaciones humanas entre nosotros. Es muy deprimente que nos sigamos rigiendo por el proverbio latino: “si vis pacem parat vellum”. Si te preparas para la guerra, es que estás pensando en quedar por encima del otro. Si no existe una calidad humana no puede haber una verdadera paz, ni entre las personas ni entre las naciones.
El primer paso hacia la paz, tengo que darlo yo entrando dentro de mí. Si no he conseguido una armonía interior, si no descubro mi verdadero ser y lo asumo como la realidad fundamental en mí, ni tendré paz ni la puedo llevar a los demás. Este proceso de maduración personal es el fundamento de toda verdadera paz. Pero es también lo más difícil porque exige la superación de todo egoísmo. Una auténtica paz interior se reflejaría en nuestras relaciones, comenzando por las familiares y terminando por las internacionales.
¡Recuperemos el shalom judío! En esa palabra se encuentra resumido todo lo que intento deciros. Nuestra palabra “paz” tiene connotaciones exclusivamente negativas: ausencia de guerra, ausencia de conflictos, etc. Pero el shalom se refiere a realidades positivas. Decir shalom significaría un deseo de que Dios te conceda todo lo que necesitas para ser tú.
El ser humano auténtico es el que ha dejado de pretender que todo giren en torno a él. Aprender a amar, preocuparse de los demás, entrar en armonía, no sólo con los demás sino con toda la creación, es la única preparación para la paz. El que ama no pelea por nada ni pretende nada, sino que está encantado de que todos saquen provecho de él.
Meditación
¡Convertir el Chronos en Kairos! Esta es mi principal tarea como ser humano.
Tengo que aprovechar el “tiempo” que se me da.
Mi tiempo no puede ser sólo geológico o biológico.
Mi tiempo tiene que ser siempre “humano”
El tiempo que dedico a mí mismo,
puede ser el más humano y el más inhumano.
«Los pastores fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre».
Para los ricos, los poderosos, los sagrados, los sabios y los santos, aquella noche fue una noche más; no se enteraron de nada de lo que había ocurrido en Belén. Solo los pastores analfabetos y marginados recibieron la buena noticia. «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
No es casual la permanente alusión a los humildes como destinatarios de la Palabra, lo que nos lleva a recordar aquella invocación de Jesús que nunca jamás tomamos en serio porque es una malísima noticia para nosotros: «Te doy gracias Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has revelado a la gente sencilla» …
Y es que nosotros somos muy sabios. Sabemos mucho más del evangelio que lo que nadie ha sabido en ninguna otra época de la historia. Somos capaces de conocer de manera fidedigna la fe de las primeras comunidades y, a través de los Testigos, el mensaje genuino de Jesús. Pero eso no es todo, sino que además sabemos filosofía clásica y filosofía oriental, y nos encanta elaborar teorías metafísicas respecto a la esencia de Dios y del ser humano y darles el rango de verdades incuestionables.
Somos tan sabios, que corremos el riesgo de creernos más listos que los cristianos de las primeras comunidades en cuyo seno surgieron los evangelios, y elaborar una fe a nuestra medida; mucho más erudita, mucho más propia de gente iniciada, y mucho menos interpelante; una fe a la medida de los sabios y prudentes e inasequible a la gente sencilla. Corremos el riesgo de supeditar la Palabra a la gnosis; de aceptarla solo en la medida en que nos parezca razonable y acorde a los principios metafísicos que mejor cuadren a nuestra condición ilustrada.
Corremos el riesgo de olvidar que el cristiano no es el que escucha la Palabra, sino el que la escucha y responde a ella; que lo que puede dar sentido a nuestra vida no es el mero conocimiento, sino la respuesta; y que, sin respuesta, acabaremos siendo muy sabios, pero nos estaremos perdiendo la buena Noticia… Que, para un cristiano, responder es aceptar la misión de crear humanidad; es decir, la misión de colaborar en el proyecto de Dios: «Id por el mundo y proclamad el evangelio a todas las gentes».
Corremos el riesgo de no sentirnos concernidos; de sustituir la compasión por la elucubración estéril y el servicio por la crítica (a los demás, claro). Corremos el riesgo de no acercarnos al evangelio desde la fe, sino desde la razón y la prepotencia; en definitiva, de quedarnos mirando al dedo que nos señala la luna, y perdernos el espectáculo fascinante de la luna brillando en la noche rodeada de un cortejo de miles de estrellas.
«Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Comentarios desactivados en María meditaba y saboreaba en su corazón.
Lc 2,16-21
“En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre.” Lc 2, 16
Con el cuerpo muy dolorido después del parto, María meditaba todo lo que se le había comunicado y lo guardaba dentro para saborearlo profundamente en su corazón. Su gozo era inmenso en medio de un hecho tan cotidiano como dar a luz aunque las circunstancias fueran más que difíciles, contradictorias. En su corazón guardaba ese misterio que iría descubriendo a lo largo de su vida.
Ella abrió las puertas de su casa para acoger a la Palabra. Ya la había acogido cuando recibió el anuncio del ángel y la fue acogiendo siempre, aunque no la entendiera, como verdadera discípula, incluso cuando le producía un dolor casi insoportable: ver el rechazo hacia su hijo hasta llegar a ser testigo de su muerte.
Acoger la Palabra y vivir su mensaje liberador no es tarea fácil para nadie. Hay mucha gente que la acoge con alegría al principio pero luego la va abandonando no de una manera drástica sino con una cierta indiferencia, mediocridad que hace que la luz que un día entró en su vida se vaya apagando hasta dejarla apagar del todo.
Por eso hoy, primer día del año celebramos la presencia de María en medio de nosotrxs como compañera de camino; como madre de quien nos muestra el camino de irnos haciendo hijos e hijas de Dios.
El Antiguo Testamento nos presenta mediadores, como Moisés, que se comunican con Dios para que ellos después se comuniquen con el pueblo. Los israelitas no pensaban que era posible un “cara a cara con Dios” a pesar de la cercanía de sus palabras, de la ternura expresada una y otra vez a través de los profetas. Dios, Padre-Madre, sólo busca la felicidad de sus hijos e hijas.
Esa bendición que hemos oído: El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti…el Señor se fije en ti y te conceda la paz suena todavía lejano…viene a través de un mediador.
Jesús, nacido de mujer es hijo, Hijo de Dios, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
¡Despertad!, parece que nos dice San Pablo en la carta a los Gálatas. Se os ha regalado el Espíritu de Jesús porque sois hijos para que paséis de ser esclavas a ser hijas, para que disfrutéis de la herencia que se os regala, no por vuestros méritos sino por ser quienes sois.
Cuando nos mantenemos en una relación infantil con Dios, en el nivel básico de buscar que mis necesidades queden cubiertas, que cumpla con mis deseos de salud, de bienestar económico…estoy todavía en ese nivel de niño-niña que ni intuye lo que supone ser hijo-a.
Irse haciendo hijo es ir tomando responsabilidad de mi propia vida, sin culpar a las circunstancias ni a los demás de mi destino. Es saberme rodeada de un amor sin límites, mirada, protegida, respetada, sostenida. Pero sobre todo es saber cuál es mi ADN, dónde están mis raíces y a qué familia pertenezco.
A los hijos solo nos nace bendecirles –“decir bien”– de ellos y ellas, porque sí, son nuestros, pero no nos pertenecen, de eso nos damos cuenta enseguida; les creemos capaces de lograr mucho más de lo que hemos logrado nosotros; sólo buscamos su bienestar, su máxima realización. Y cuando “bien decimos” de ellos vemos cómo la palabra crea, hace posible, transforma la realidad, cambia la mirada…y por eso no nos cansamos de recordarles de qué son capaces y a qué están llamadas.
No celebramos estos días únicamente el nacimiento de Jesús, celebramos que ese niño es hijo, y que aquellos que le acogemos nos vamos haciendo hijos por la adhesión a su persona: hijos e hijas como Jesús, libres y con capacidad de liberar a muchos del yugo de la Ley que esclaviza.
Cada año celebramos la venida de Jesús, la llamada a descubrir nuestra condición, a entrar en otro nivel de conciencia. Para ello hace falta silencio, soledad, desprendernos de muchas cosas para llegar a lo esencial, para llegar a la libertad plena.
Cuando de veras nos sentimos, no solo nos sabemos, hijos e hijas el gozo es inmenso: hemos dado con el tesoro. El tesoro que viene en forma de pobreza de pequeñez, de anonimato…
Ese tesoro que guardamos en el corazón y que nos impulsa a compartir después con tantos hermanos y hermanas de muy diversas maneras.
Estrenamos un nuevo año y tenemos motivos para dejarnos llevar por el pesimismo ante tanto dolor y muerte, ante tanto sufrimiento sin sentido; también tenemos motivos para la esperanza. Dios camina con nosotros y nos bendice.
Comentarios desactivados en Navidad: estar naciendo a lo que ya somos
Fiesta de María, «Madre de Dios»
1 enero 2023
Lc 2, 16-21
Para la tradición cristiana, Navidad evoca el nacimiento de Jesús, a quien se recibe como “el Hijo único de Dios”. Sin embargo, la comprensión profunda de lo que somos invita a dar un paso más, reconociendo que lo que es Jesús lo somos todos.
Tal comprensión constituye la clave fundamental de lectura de todos los llamados “misterios” cristianos. Todos ellos hablan de lo que somos. En concreto, Navidad es, a la vez, celebración y cuestionamiento. Celebración de nuestra verdadera identidad: somos lo no nacido. Y cuestionamiento sobre nuestro recorrido existencial: ¿vivo en coherencia con lo que soy?
En el nivel de la personalidad, somos como una persona que hubiera perdido u olvidado el mayor tesoro -nuestra verdadera identidad-, aquel capaz de liberarla de todas sus estrecheces. Ante ese hecho, puede sencillamente resignarse y seguir apenas sobreviviendo o puede ponerse en camino e iniciar la búsqueda, teniendo el anhelo como guía.
Caminar y buscar son modos concretos y operativos de “estar naciendo”, que -tal como enseñan todas las tradiciones sapienciales- no es otra cosa sino “recordar” o “despertar” a lo que ya somos (y habíamos “olvidado”).
Tal “olvido” -que alguna tradición ha nombrado como “pecado original”- se halla íntimamente relacionado con la naturaleza apropiadora de la mente. Es justamente la apropiación la que hace que, haciéndonos decir “mío” a todo lo que se halla a nuestro alcance, nuestra mente nos identifique con el yo particular -en el que nos estamos experimentando- y nos lleve a ignorar nuestra identidad real, la consciencia ilimitada.
Desde esta perspectiva, Navidad es una invitación a ponernos en camino, a iniciar la búsqueda, a dejarnos sorprender por la Totalidad que se hace manifiesta en un bebé “acostado en un pesebre”.
El bebé (el yo) es nuestra forma particular; lo que vive en él (la consciencia) es nuestra identidad.
¿Echo de menos el tesoro olvidado? ¿Estoy en actitud de búsqueda?
Comentarios desactivados en No os aconsejo la paz, sino la victoria (Nietzsche) / La paz os dejo, pero no como la del mundo (Jesús)
Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:
01.- Feliz año nuevo.
En primer lugar feliz tiempo, feliz año nuevo 2023, que el tiempo y la vida transcurran en paz.
De los tres aspectos que contiene la celebración de hoy: el día de María la Madre del Señor, el comienzo del año nuevo y la Jornada por la paz, me voy a fijar y centrar la homilía en la paz, y ello porque llevamos casi un año con la guerra entre Rusia y Ucrania, guerra en la están implicadas muchas naciones de Europa y América. Además existen otras guerras más o menos larvadas: Haití, Afganistán, Etiopía, Israel-Palestina, etc.
02.- Paz personal.
El primer paso (no en el tiempo, pero sí en la vida personal) es la paz interior. Si no estoy en paz conmigo mismo, difícilmente viviré y construiré paz.
El miedo e incertidumbre ante la vida, ante la culpa, el sentimiento de culpabilidad, el ansia de poder,, el complejo de superioridad étnica, racial, la prepotencia económica, el sentimiento de no sentirse amado pueden generar desasosiego, falta de serenidad y paz interior.
En muchas situaciones no vivimos ni transmitimos paz, porque no la tenemos nosotros mismos.
La aceptación serena de mi existencia –y la de los demás- con las limitaciones que podamos tener es fuente de paz interior.
La paz interior comienza cuando no somos ambiciosos ni pretendemos grandes cosas en la vida más allá de nuestra debilidad. Lo expresa bien el salmo 130:
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
La paz es serenidad del alma, tranquilidad del espíritu, sencillez del corazón.
Y una vez que mi vida está en calma: estando ya mi casa sosegada, que dice S Juan de la Cruz habremos iniciado el camino de la paz.
03.- Paz social / mundial.
Tensiones y conflictos, guerras, han surgido y surgen siempre por el instinto de dominio del ser humano. Han habido y hay guerras por pretensiones de prepotencia territorial (fronteras), por razones y odios étnicos (el super-hombre), por fanatismos religiosos (guerras de religión), por motivos económicos, etc…
Y las guerras nunca terminan en la paz. No es cierto el dicho latino que ha llegado hasta nuestros días: si vis pacem, para bellum: si quieres la paz, prepara la guerra.
El resultado de la guerra nunca es la paz. De una guerra salen vencedores y vencidos, pero no pueblos y gentes en paz.
A este respecto –y por desgracia- hay que recordar a Nietzsche, que por medio de Zaratustra (“Así habló Zaratustra”) decía. “No os aconsejo el trabajo, sino la lucha. No os aconsejo la paz, sino la victoria. La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo”.
¿No es esta la actitud de algún o algunos líderes políticos y religiosos fanáticos de nuestro tiempo?
04.- Con humildad creemos y amemos la paz
Jesús, como buen judío dijo: “shalom” (paz, bienestar). Aunque Jesús dijo y sembró una paz, pero no como la desea el mundo: mi paz os dejo, mi paz os doy, pero no como la da el mundo, (Jn 14, 27-28)
Todavía hoy, cuando un judío saluda a otro con “shalom” (paz) no le desea sólo que no le hagan la guerra y que no le acosen sus vecinos. “Shalom” no es sólo bíblicamemte la ausencia de guerra. Es como un resumen de todos los bienes salvíficos. Desear “shalom” es desearle a uno la paz interior y exterior, la acogida, la fraternidad, el estar a favor del bien del otro, la armonía consigo mismo y con la naturaleza, la sintonía profunda con la vida y con el cosmos, la inefable paz con Dios.
05.- La paz os dejo, mi paz os doy.
Jesús fue hombre de paz: bienaventurados los que trabajan por la paz. Pero la paz que Jesús nos deja no es como la de este mundo: mi Reino no es como los de este mundo. La paz que Jesús nos deja: la paz os dejo, mi paz os doy, no brota de los misiles y bombardeos, de la destrucción bélica o de la prepotencia nacional, racial o económica, sino que la paz de Jesús surge de otros criterios y valores como el respeto y estima de los seres humanos, el amor, el perdón.
La paz de Jesús serena el alma y el corazón: No se turbe vuestro corazón, ni tengáis miedo. (Jn 14,17)
Que durante el año que comenzamos y durante toda nuestra vida vivamos en la paz del Señor, seamos trabajadores de la paz.
Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
*
Salmo responsorial: 97
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.
Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.
*
Hebreos 1,1-6
Dios nos ha hablado por el Hijo
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado que los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado”, o: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios.”
*
Juan 1,1-18
La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros
En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]
Hoy llega a nosotros la noticia del nacimiento de Cristo a través de su Iglesia. Cómo María, como nos cuenta el evangelio, al irse los pastorcitos que vinieron invitados por los ángeles a adorar al Niño Jesús, María se quedó reflexionando todo esto en su corazón. Para una comunidad cristiana la Navidad no tiene sentido si no es a base de una profunda reflexión, por eso para muchos cristianos la Navidad no es más que una fiesta que se espera y que luego pasa efímera, como la pólvora que se quema, y no deja más que basura en las calles. Para el cristiano es algo más que un cohetillo, es la gran noticia que debe reflexionarse y comprometer al hombre con este episodio en que Dios se hace hombre, no en una forma transitoria, sino para siempre, y el hombre debe también reflexionar ante el Señor.
Ese Cristo en Belén lo podemos representar hoy en esta homilía con este título: Cristo manifestación de Dios, Cristo manifestación del hombre y en tercer lugar, la Iglesia manifestación de Cristo.
PROLONGAR LA ENCARNACIÓN
Por eso la Iglesia, que prolonga la encarnación, o sea el Dios hecho hombre, no puede prescindir de la historia. Desde aquel momento Dios ha asumido la humanidad y ha dejado ese encargo de seguir asumiendo hacia Dios a todos los hombres, a la Iglesia, la cual, por tanto, peregrina en la historia, va recogiendo, no puede dejar de vivir las circunstancias en las cuales ella va prolongando esa encarnación. Por eso hermanos, estas noticias en las cuales yo reflejo lo más sobresaliente de la semana, no es con el afán de hacer aquí un noticiero. Lo hace mucho mejor cualquier instrumento de comunicación social, sino que es simplemente decirles a todos mis queridos hermanos, que vivimos en esta semana, en esta hora, que esta Navidad de 1977, siendo la eterna Navidad de Cristo, se ha vivido aquí en El Salvador en estas circunstancias de las cuales no podemos prescindir.
NAVIDADES TRISTES
Así es como tienen un sentido profundo, en medio de tarjetas y telegramas de Navidad, me hayan llegado cartas que son lamentos profundos, por ejemplo de aquellas madres y esposas que “en esta celebración de Navidad que con júbilo espera todo el pueblo cristiano, nosotras expresemos no una Navidad sino el profundo dolor de un calvario al albergar en nuestro corazón esa separación insuperable de nuestros hijos y esposos”. En otra carta parecida dice: “Estamos angustiadas y tristes por el llanto de nuestros hijitos que a cada momento que se despiertan en la noche están llamando a sus padres y de ellos no nos dan ninguna razón en los cuerpos de seguridad”. Y cartas de expresión así dolorosa, pues, son muchas las que llegan. Por nuestra parte hemos tratado de hacer todo lo que está a nuestro alcance recurriendo a recursos jurídicos y estamos dispuestos siempre, pues, a ayudar el dolor de la humanidad. Leer más…
Comentarios desactivados en “La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.” Domingo 25 de diciembre de 2022. Natividad del Señor
Leído en Koinonia:
Misa del día
Isaías 52,7-10: Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios. Salmo responsorial: 97: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Hebreos 1,1-6: Dios nos ha hablado por el Hijo. Juan 1,1-18: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
Hoy celebramos la fiesta del nacimiento de Jesús de Nazaret, pero en realidad en esta fiesta hay muchos componentes, de muy diverso género, y no sería bueno tratarlos todos como dimensiones teológicas racionalmente interpretables. Hay también elementos culturales, sociales, históricos, afectivos… Esta mezcla hace desaconsejable echar mano sólo de la lupa teológica racional. Quizá es ésta una fiesta en la que hay que dejar a un lado esa perspectiva racional, y hacernos niños, y celebrar con la ingenuidad del niño/a que todos/as llevamos dentro.
Pero digamos en todo caso una palabra sobre cada lectura.
La lectura de Isaías es un canto de alabanza de la próxima liberación de Jerusalén. Dos imágenes enmarcan la lectura, por una parte la de los mensajeros que sobre los montes de Judá traen la noticia de la próxima liberación, y gritan: ¡Yahvé reina! La segunda imagen es la de los centinelas que prorrumpen en júbilo porque ven el retorno de Yahvé a Sión y exclaman alborozados cómo el Señor ha consolado a su pueblo y ha rescatado a Jerusalén. Y es que en el contexto en que se escribe el libro de Isaías, la mayoría del pueblo de Israel se encuentra exiliado en Babilonia, son esclavos de los asirios. Sin embargo, ven como muy positivo que Darío asuma el poder, y ponen sus esperanzas en que el será el «rescatador», que les permitirá retornar a su tierra. Esta realidad es inminente, por lo que el escritor canta ya la alegría del retorno a la tierra. Para nosotros hoy, esos pies del mensajero anuncian el nacimiento del Señor, y nosotros, como los centinelas, proclamamos alegres la presencia del Salvador que se hace vida en medio de nosotros.
El salmo responsorial corresponde a un himno de alabanza dirigido a Yahvé porque ha obrado maravillas y porque ha revelado la justicia a las naciones acordándose de la lealtad de Dios a Israel. El salmista invita a toda la creación (mar, ríos y montes) a aclamar a Yahvé que llega a juzgar el mundo con justicia y los pueblos con equidad. Esa felicidad la compartimos nosotros con el salmista cuando recibimos a Jesús que llega, que nace. Él es Dios mismo que se convierte en Buena Noticia, anuncio de salvación para todos los pueblos, que asume nuestra condición humana y por ello estamos alegres y cantamos llenos de júbilo y esperanza.
La carta a los hebreos refuerza aún más la alegría de esta celebración de la Natividad del Señor Jesús. Expresa que «muchas veces y de múltiples maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas, pero en estos últimos tiempos nos habló por medio de su Hijo a quien instituyó heredero de todo». Hermanos, estamos en los últimos tiempos pues la revelación a llegado a su plenitud en Jesucristo. Él es imagen de Dios invisible, quien le ve a él ve al Padre; pues al asumir la condición humana y al nacer en un establo, como un hombre pobre; Dios se ha manifestado como solidario con todos los hombres de la tierra y por medio de Jesús ha mostrado el camino de la salvación.
La liturgia de hoy, la de la misa del día, como la más solemne –porque otra es la de la media noche–, proclama el prólogo del evangelio de Juan. Un texto bien solemne, y muy especial. Haríamos mal en leerlo como cualquier otro de los relatos evangélicos de la Navidad, en torno al nacimiento de Jesús, como los evangelios de la infancia. El texto de Juan pudo ser escrito treinta años más tarde, el último de entre los textos evangélicos hoy canónicos, en torno al año 100 d.C. Entenderlo como un relato «descriptivo» que nos trasmite información sobre «cómo sucedieron las cosas», información transmitida a Juan evangelista como por revelación directa, sería un error. Hoy la ciencia bíblica enfoca este texto con otra luz, conoce mejor su naturaleza y sabe que se trata de otra cosa.
En todo caso, es un texto clave, uno de los pocos textos de los que se puede decir que han sido sencillamente decisivos para la configuración concreta del desarrollo del cristianismo. Muchos opinan que fue Pablo el creador del cristianismo, más que los evangelios sinópticos por ejemplo. Otra opinión también común es la de que quien fundó el cristianismo fue en realidad Juan, al fundamentarlo con esta visión fantástica genial que nos entrega este texto, que catapultó la reflexión sobre Jesús a su máxima dimensión.
Más allá de lo que de este texto hubiera de ser retenido o no, la dimensión de encarnación que daría al cristianismo lo ha marcado, realmente. Encarnación, y su complemento, la divinización, son como una columna vertebral del cristianismo, y una de las marcas registradas de su espiritualidad y su compromiso histórico.
En la dimensión concreta de la historicidad, ya sabemos: no tenemos ninguna noticia histórica de la fecha del nacimiento de Jesús. El 25 de diciembre fue tomado de la fiesta romana del nacimiento del Sol, pues a partir de ese día –hoy sabemos que no exactamente– comienza a aumentar el tiempo de insolación (en el hemisferio norte, obviamente, y locontrario en el sur); el Sol en estos días superaba su período anterior invernal, de muerte y disminución. Si a Jesús se le llamaba «el Sol de Justicia», qué mejor fecha para datar su nacimiento que el día del re-nacimiento del Sol astronómico, que en el mundo romano era considerado divino. Leer más…
Comentarios desactivados en Navidad 2022. La gloria de Dios es la Paz entre los hombres
Del blog de Xabier Pikaza:
Este es el canto (villancico) principal de Navidad, la teología. experiencia y tarea principal honda de la Biblia.
No hay primero Gloria de Dios y después, además, Paz entre los hombres, como si fueran cosas distintas (separables), sino que según el canto de los ángeles de Navidad (Lc 2,14), la gloria de Dios se identifica con la paz entre los hombres, de manera que la Gloria divina (Kabod, Doxa) se identifica con la Paz (Shalom, Eirênê) entre los hombres.
Esto lo sabían de algún modo los judíos anteriores, pero sólo lo ha mostrado el Judío Jesucristo, que es encarnación de la gloria/paz de Dios(como he mostrado en Dios “se hizo carne, teología de la Biblia”).
Esto es algo que a veces se ha olvidado, como ha mostrado una mala traducción o interpretación de Lc 2,14, que tiende a separar gloria de Dios y paz humano, hablando además de la paz como efecto del puro esfuerzo humano (expresión de su buena voluntad), y no como revelación de la “buena voluntad de Dios”, esto es, de su amor, hecho Vida en la vida de los hombres y mujeres de la tierra.
| X.Pikaza
Introducción, un tema clave. La gloria de Dios es la paz entre los hombres.
Tenemos que empezar traduciendo bien el texto que dice Gloria a Dios en las alturas “y” paz en la tierra a los hombres que ama el Señor (=de la buena voluntad del Señor). La gloria de Dios y la paz entre (en) los hombres no son dos cosas, de manera que una se pueda sumar a la otra, sino que son lo mismo:
La gloria de Dios es la paz entre los hombres, pues el “y/kai” que une los dos “esticos” o elementos del verso es un “y/kai” epexegético”, que no separa y suma ambas expresiones, sino que las identifica, como sabe cualquier alumno de poesía hebrea de los salmos o textos semejantes.
El ejemplo teológico más conocido y famoso es el adagio de Ireneo de Lyon, cuando dice gloria dei / vivens homo, la gloria de Dios es el hombre viviente, traduciendo así el sentido y alcance de la encarnación de Dios (en contra de una gnosis que termina separando a Dios del hombre). Pues bien, en esa línea, el canto de los ángeles de Lc 2, 14 puede traducirse gloria dei / pax in/inter hominibus,es decir, la gloria de Dios en el cielo es la paz en la tierra enre los hombres, no porque los hombres sean Dios y construyan por sí mismos la paz, sino porque en ellos se expresa y encarna, por Cristo la buena voluntad, la eudokía de los hombres.
Ésta es la expresión más honda de la Navidad, la teología de la encarnación, que Jn 1, 14 ha expresado de una forma, diciendo (y el Verbo se hizo Carne) y que Lc 2, 14 expresa de otra, pero que en el fondo es idéntica: La gloria (doxa) de Dios se encarna en la paz (eirênê) entre los hombres.
No se podía haber dicho de un modo mejor, ni en un momento más oportuno, por boca del canto de los ángeles que son los mensajeros de la verdad de Dios, tal como se revela en la encarnación de Dios que es gloria en la paz entre los hombres (que son depositarios de la buena voluntad de Dios.
Éste es el himno supremo de la Navidad, el himno/canto emocionado de los ángeles que identifica la gloria de Dios con la paz entre los hombres. Una palabra como esa está latente en todo el AT, pero sólo se revela y despliega, se canta y acoge plenamente ahora. Hay muchos que no se han enterado todavía, incluso dentro de los órdenes más altos de la iglesia, pensando que hay un tipo de “piedad/religión” que se expresa como gloria de Dios (en forma litúrgica o pietista), fuera del camino de paz entre los hombres. En contra deeso, según este canto de Navidad, la gloria de Dios (religión, piedad) se identifica con la paz/amor entre los hombres. No hay religión, no hay culto, no hay misa, no hay santidad… a no ser que se exprese en forma de paz entre los hombres
El Dios de Navidad no es obligación, imposición, ni miedo; no es amenaza ni castigo… sino gloria divina y principio de paz para cada familia, para todos los hombres y pueblos, que son familia de Dios sobre la tierra. La gloria/culto de Dios consiste en que los hombres se amen, es decir, reciban y desplieguen en su vida la paz de la vida de Dios. Este es el lenguaje, éste es el canto y el “dogma” glorioso de la Navidad.
Será bueno crear un momento de silencio, para que cada uno y todos podamos escuchar, la palabra del canto de paz que nos llega a todos, desde la noche de Belén, con los ángeles del cielo y los pastores de la tierra, acompañándonos unos a otros, acogiéndonos en amor, de manera que no quede nadie expulsado, condenado y rechazado sobre el mundo.
No dijeron más los ángeles en la noche de Belén, ni más se necesitaba; pero tampoco dijeron menos. Sólo acogiendo, viviendo y comunicando la paz del Cristo de Belén podemos celebrar la Navidad. Todo lo demás son consecuencias…A no ser que acojamos y expresemos nuestra vida como paz no podremos celebrar la Navidad Cristiana, por muchos cultos religiosos que podamos organizar. Con esto ha terminado mi “pregón de Navidad 2022. Los que piensen que esto es suficiente, o no tengan más tiempo o más ganas de leer/meditar que queden aquí. Si alguno tiene más tiempo o ganas siga leuendo Para unos y para otros. Shalam aleikum,Eirêê hymin, Paz a vosotros, “feliz navidad Gabon, Egun barri: Noche Buena noche, feliz día nuevo… y así en todas las lenguas
PRINCIPIO BÍBLICO
Esta una de las palabras y experiencias centrales del judaísmo y del conjunto de la Biblia, en Navidad y siempre. El hombre se halla en guerra, dominado por diversos tipos de violencia, en un proceso que puede llevar a la destrucción total de la vida humana, es decir, a la muerte que anuncia Gen 2, 27 (para el día en que los hombres quieran hacerse dueños del bien y del mal), a la muerte que propone el gran texto del pacto: hoy pongo ante ti bien y mal, vida y muerte (cf. Dt 30, 15). Pues bien, en ese contexto, la experiencia de Israel, su religión, viene a mostrarse como una llamada y camino de paz, que se dirige hacia la vida.
La religión no es una experiencia puramente interior (de pura quietud del alma), sino que, siendo luz del alma, puede y debe ser principio y camino de paz del hombre entero, para todos los hombres, reconciliación entre los pueblos, como ha puesto de relieve el mensaje fundamental de los profetas, desde Is 9, 6 (¡Príncipe de la paz!) hasta Is 66, 12 (¡yo extiendo sobre ella la paz como un río…!). Esa paz se expresa y despliega en diversos niveles.
Es una paz histórica, vinculada a la presencia del Dios soberano que “truena y cabalga” sobre las nubes de la tormenta, conforme a la palabra solemne deSal 29: desde el alto cielo, sentado sobre el trono, al final del huracán, Dios extiende su mano y bendice a su pueblo con la paz (cf. Sal 29, 11). Ésta es la paz del reino mesiánico, cuya venida se espera y se canta en el templo:
«Oh Dios, da tu juicio al rey, y tu justicia al hijo del rey. Él juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con rectitud. Los montes producirán paz para el pueblo; y las colinas, justicia. Juzgará a los pobres del pueblo; salvará a los hijos del necesitado y quebrantará al opresor. Durará con el sol y la luna, generación tras generación… En sus días florecerá el justo; habrá abundancia de paz, hasta que no haya más luna» (Sal 77, 1-7; cf. 86, 8-10). Ésta es la paz de una vida que puede extenderse gozosa, abundante, por toda la tierra, desde el centro de Jerusalén.
Es una paz para el mundo entero. Arco iris, paloma tras el diluvio
Muchos decían que el mismo mundo se encuentra pervertido, que llega un diluvio que va a matar a todos, una guerra universal… Pero el “Dios de la guerra” y de la maldición del diluvio ha sido superado por el Dios de la paz de Jesucristo. Así lo empieza dicie3ndo la misma Biblia, cuando Dios se “arrepiente” de haber querido juzgar y destruir el mundo, y dice, de verdad y para siempre:
«No volveré jamás a maldecir la tierra por causa del hombre… Tampoco volveré a destruir todo ser viviente… Mientras exista la tierra, no cesarán la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche» (Gen 8, 21-22). «Ésta será la señal del pacto que establezco entre yo y vosotros…: Yo pongo mi arco en las nubes como señal del pacto que hago entre yo y la tierra. Y sucederá que cuando yo haga aparecer nubes sobre la tierra, entonces el arco se dejará ver en las nubes…» (Gen 9, 12-14).
Éste es el pacto de la paz del arco iris, expresada en la estabilidad básica del mundo la paz cuando parece que estalla la tormenta La paz de la liturgia del templo, con los sacrificios pacíficos o de la paz (shelamim), que se expresaba en la comida compartida, el cordero de paz de la pascua… Ésta es sore todo la paz de la gran bendición de los sacerdotes y fieles del templo, que decían: , la carne de las que vinculaban a los oferentes entre sí y con Dios y servían para ratificar las alianza de paz:
«El Señor te bendiga y te guarde.
El Señor resplandezca sobre ti y tenga misericordia de ti.
El Señor levante hacia ti su rostro y te conceda la paz» (Num 6, 24-26).
Ésta es una paz mesiánica, para todos los hombres, desde Jerusalén.
Es la paz del mensajero de Dios (evangelista) que llega a su ciudad, para anunciar la concordia. Es la paz de los que vienen a Sión, para aprender el oficio de la concordia, destruyendo sus armas, haciendo de las espadas arados y de las lanzas podaderas, conforme a la visión y esperanza final de Is 2, 2-4. En el fondo, el mesianismo israelita se identifica con la paz, entendida como plenitud y justicia, como reconciliación y alabanza. Por eso se dice ante el Mesías, portador de paz:
«Alégrate mucho, hija de Sion! ¡Da voces de júbilo, oh hija de Jerusalén! He aquí, tu rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado sobre un asno, sobre un borriquillo, hijo de asna. Destruiré los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén. También serán destruidos los arcos de guerra, y él hablará de paz a las naciones. Su dominio será de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra». Éste es el rey de la paz mesiánica que Jerusalén ha esperado, como sabía Jesús de Nazaret, cuando subió de esa manera a la ciudad, aunque (evidentemente) no todos los judíos hayan aceptado su signo ni todos los cristianos lo hayan seguido (Zac 9, 9-10; cf. Mt 21, 4-7).
LA PAZ DE DOS GRANDES “CREYENTES” JUDÌOS
E. Lévinas(1906-1995).
La paz exige que rompamos el estado de lucha de todos contra todos. Al comienzo de su libro Totalidad e infinito, Lévinas decía que la historia ha sido en su conjunto una lucha sobre Todo, de todos contra todos, pueblos, partidos políticos, estados y naciones… mientras sufre y mueren los pobres y hambrientos, a los “huérfanos, viudas y extranjeros”, incapaces de defenderse según ley, en la batalla de la vida. Eso significa que la guerra, que muchos (de Heráclito a Heidegger) han cantado como condición del hombre y temple de virtudes, constituye una (la) perversión suprema:
«El estado de guerra suspende la moral; despoja a las instituciones y obligaciones eternas de su eternidad y, por lo tanto, anula, en lo provisorio, los imperativos incondicionales. Proyecta su sombra por anticipado sobre los actos de los hombres. La guerra no se sitúa solamente como la más grande entre las pruebas que vive la moral. La convierte en irrisoria. El arte de prever y ganar por todos los medios la guerra –la política– se impone, en virtud de ello, como el ejercicio mismo de la razón».
La guerra nos sitúa así en aquel momento en que la lucha desorganizada de todos contra todos se convierte en organización violenta de algunos para imponerse a los demás y derrotarles, conforme a la “razón” del sacrificio y de la esclavitud. Ella es una expresión y consecuencia de la violencia ontológica, que identifica el ser con el poder y la razón con el pensamiento triunfante.
Tenemos que superar la guerra no por la gloria de las naciones, de los rojos o los verdad, no por el triunfo de estados o de imperios… sino por el bien de los pobres, de los enfermos y excluidos de la tierra, a los que quiso ayudar y acompañar Jesús, el judío unoversal, cuyo nacimiento hoy celebramos.
H. Arendt(1906-1975).
Ésta es quizá la mayor antropóloga judía del siglo XX. Conoció y estudió todas las guerras, todas las matanzas de nuestro pasado inmediato, desde Alemania y Rusia, desde USA hasta Israel . Hoy la quiero recordar como judía, “amiga” intensa de Jesús. Éstos son, según ella, los principios judíos y cristianos de la paz.
(1) El primer principio es el Perdón. Ella ha sabido que sin perdón no es posible la paz. .Sólo el perdón rompe la “lógica” de la venganza (del talión que siempre se repite: ojo por ojo, diente por diente) y libera al hombre del automatismo de la violencia, permitiendo que su vida trascienda el nivel de una ley de lucha, donde nada se crea ni destruye, sino que sólo se destruye, en una guerra sin fin. Sólo el perdón nos sitúa en un nivel de gracia creadora y supera el pasado y abre un comienzo allí donde la vida se cerraba en sus contradicciones y luchas de poder
(2) Promesa, compromiso de paz. La paz sólo es posible allí donde los hombres se “prometen” paz, en un ámbito de alianza. La paz es un pacto al servicio de la vida, un compromiso a favor de la concordia entre todos, al servicio de la paz. Que no se fabriquen más armas, ni para Rusia ni para USA, ni para Ucrania ni chinas… Dejar las armas, producir comida para todos, y hablar, hablar en amor, abrazare y llorar abrazados, aprendiendo los camino de la paz, que propuso hace más de tres milenios Isaías 2, 2-4 (de las espadas forjarán arados, comerán juntos el lobo y el cordero).
(3) Nacer de nuevo…Nacimiento de paz. La promesa de la paz sólo es posible allí donde los hombres no se encuentran atados al pasado (que ha sido pasado de violencia), sino que pueden y quieren nacer de una forma distinta. «Sin la articulación de la natalidad estaríamos condenados a girar para siempre en el repetido ciclo del llegar a ser, sin la facultad para deshacer lo que hemos hechos y controlar parcialmente los procesos que hemos desencadenado» (La condición humana, Paidós, Barcelona 1993,265). Sobre esa base, puedo evocar algunos momentos o rasgos esenciales de la paz según el judaísmo.
Éstos siguen siendo según H. Arendt los elementos fundantes de la paz judía, tal como desembocan en el cristianismo, entendido como un judaísmo consecuente, en la línea de Jesús.
(1) La paz sólo puede venir del Infinito (es decir, de un Dios de gracia). No es un producto del Todo, no se identifica con el orden del Sistema, porque en ese caso seguiría vinculada a las leyes del talión, donde cada parte se somete al Todo. Pero Dios no es un Todo a cuyo servicio han de ponerse los hombres y mujeres, como si fueran subordinados suyos, sino el Infinito. De manera consecuente, la paz nunca se impone, porque ella es esencialmente gracia, un regalo de trascendencia, es decir, creación. Por eso, siempre que queremos imponerla o la manipulamos, deja de ser paz infinita, para convertirse en un momento particular del orden del sistema.
(2) En este mundo de violencia, la paz es un regalo de las víctimas, de los crucificados, de aquellos que mueren como Jesús siendo portadores de paz. La paz no puede fundarse en el poder que algunos utilizan para imponerse, según los intereses del sistema, la paz no es resultado de las armas (de la victoria militar) sino regado y don de los perdedores, de las víctima.. Una paz que se consigue con armas no es paz, sino dictadura de los triunfadores; un orden que se logra sometiendo y acallando con violencia a los posibles disidentes no es signo de Dios, sino imposición del sistema. La paz no se impone ni negocia, sino que brota allí donde hoy hombres y mujeres que perdonan, gratuitamente; por eso decimos que ella sólo puede ser un regalo de las víctimas. Leer más…
No sé cuándo comenzó la tradición de celebrar tres misas el día de Navidad; imagino que debe de ser muy antigua. Se comienza con la famosa misa del Gallo, por la noche, sigue la misa del alba y se termina con la del día. Cada una de ellas tiene sus lecturas propias, las mismas en los tres ciclos (A, B, C). Indicaré algo que pueda ayudar en la del Gallo (la de la noche) y en la del día (con el evangelio más difícil).
Misa de la noche
Tres motivos de alegría (Isaías 9,2-7)
En una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial (no consigo recordar su título), la noche de Navidad, en medio del frío y la nieve, un grupo numeroso de soldados y refugiados comienza a cantar el villancico “Noche de Dios”. Ese es el ambiente adecuado para entender la primera lectura. El profeta se dirige a un pueblo que camina en las tinieblas, que ha sufrido durante un siglo la opresión del imperio asirio, y le anuncia un cambio prodigioso: un mundo de luz y alegría. Por tres motivos: el fin del opresor, el fin de la guerra y el nacimiento de un niño. Es esto último lo que atrae la mayor atención. El niño será un heredero de David, adornado con los nombres y cualidades más admirables que se pueden esperar de un gobernante: que sepa aconsejar, que sepa defender, que se comporte como un padre con sus súbditos, que traiga un reinado de paz.
El evangelio de Mateo citará esta profecía, pero aplicará a Jesús solo el comienzo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”. Jesús no termina con el opresor romano, no se acaban las guerras, y no reinstaura el trono de David. Pero su palabra y su acción irradian luz y alegría en toda Galilea.
Dos motivos de compromiso (Carta a Tito 2,11-14).
El autor une la primera venida de Jesús (“ha aparecido la gracia de Dios”) con la segunda y definitiva (“la aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro, Jesucristo”). ¿Motivos de alegría? Sin duda. Pero estos dos venidas son también motivo de compromiso. Amor con amor se paga. Hay que renunciar a la vida sin religión y los deseos mundanos, llevar una vida sobria y honrada, esperar la vuelta del Señor, dedicarse a las buenas obras.
El anuncio más desconcertante a las personas más inesperadas (Lucas 2,1-14)
Lucas, evangelista de los pobres y la pobreza, lo subraya desde el primer momento. Gabriel ha anunciado a María que concebirá un hijo prodigioso, que heredará el trono de David y reinará en la casa de Jacob para siempre. A la hora de la verdad, el niño no dispone ni siquiera de una cuna, solo de un pesebre. Porque la familia no encuentra sitio en el piso de arriba, donde se alojan las personas, y debe permanecer en el de abajo, donde están los animales.
En la misma línea, el anuncio del nacimiento, a pesar de toda la parafernalia del ejército del cielo cantando, se dirige a “unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño”. La profesión de pastor, aunque a algunos le recuerde a los antiguos patriarcas de Israel, era de las más despreciadas y odiadas en aquel tiempo, sobre todo por los campesinos. Y pasar la noche a aire libre vigilando el rebaño no es la ocupación más agradable. A estas personas se dirige el mensaje: “Os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”.
Lucas juega con el lector, lo desafía. ¿Qué salvador les ha nacido a los pastores? ¿Y qué señal portentosa puede ser un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre? Al día siguiente, los pastores estarán de nuevo con el rebaño, vigilando en medio del frío. Pero su vida ha cambiado. Después de encontrar a María, a José y al niño acostado en el pesebre volverán dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído (evangelio de la Misa de la aurora).
Los pastores son un ejemplo perfecto para el cristiano. La Navidad no nos habla de un gran rey, deslumbrante de riqueza y esplendor. El ángel lo presenta “envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y en este ser tan débil y poco aparente debemos depositar la confianza de que nos salvará. Y por él debemos alabar y dar gloria a Dios.
Misa del día
Presupuesto para entender el Prólogo
Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano: Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.
La historia de la Sabiduría de Dios
1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo (Proverbios 8,22-36).
El Señor me estableció al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remotísimo fui formada,
antes de comenzar la tierra.
Antes de los océanos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban encajados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba
ni los primeros terrones del orbe.
2ª etapa: la Sabiduría y la creación
Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano;
cuando sujetaba las nubes en la altura
y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar,
y las aguas no traspasaban su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia;
jugaba con la bola de la tierra
disfrutaba con los hombres.
Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico, 24).
Por todas partes busqué descanso
y una heredad donde habitar.
Entonces el creador del universo me ordenó,
el creador estableció mi morada:
Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.
En la santa morada, en su presencia ofrecí culto
y en Sión me establecí;
en la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad.
Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada (Proverbios 1,22-25).
Os llamé, y rehusasteis;
extendí mi mano, y no hicisteis caso;
rechazasteis mis consejos,
no aceptasteis mi reprensión.
En resumen: la sabiduría de Dios está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación, disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso.
La historia de la Palabra
El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la Palabra.
Primera etapa: la Palabra junto a Dios
Hay una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en presencia de Dios.
Segunda etapa: la Palabra y la creación
Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo. Todo fue creado por la Palabra de Dios; el sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar, el mármol, la madera, el cristal… Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.
Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora.
Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo. El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.
Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza
¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.»
Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros.
La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.
Del optimismo ingenuo al realismo mágico
La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa: se convierten en hijos de Dios, contemplan su gloria, y de su plenitud reciben gracia tras gracia.
Motivos de sobra para estar alegres y desearos a todos FELIZ NAVIDAD.
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