Hoy recordamos la visita de unos sabios extranjeros a Jesús acabado de nacer. La historia es como un juego de reyes muy diferentes entre ellos: en primer lugar, para entrar en el espíritu del Evangelio, podemos olvidarnos de todas las ideas sobre Melchor, Gaspar y Baltasar que pueblan nuestro imaginario. El segundo rey es Herodes, el rey de Judea. Y el tercer rey es Jesús, el Mesías judío que ya desde el comienzo atrae a gente de otras naciones.
En la escena, los sabios son quienes van de acá para allá. Vienen de lejos siguiendo una estrella que les ha de llevar hasta el rey de los judíos, a pesar de que ellos no lo son. Mirándoles sentimos el sabor que nos dejan las personas libres: lo que les guía es una estrella del cielo, están en movimiento, les llena la alegría. Van sin expectativas, prejuicios ni intereses, saben reconocer a Jesús. Y, lo más importante saben adorarle.
Esto es lo que la liturgia nos invita a hacer en este tiempo: como los sabios, ponernos delante de Jesús vacías de nosotras mismas, sin pedir, sin querer comprender, sin esperar nada. Solo permanecer en silencio.
La actitud de Herodes es completamente diferente. Quiere saber dónde está el Mesías, pero tiene miedo. Teme por su propio poder. Pretende encontrar a Jesús sin moverse de su palacio. Ahora diríamos que convoca a los expertos y quiere pruebas y evidencias científicas de lo que está sucediendo fuera de su control. Actúa con secretismo y engaño, con cálculo e interés.
Y Jesús, tan pequeñín, ya mueve a tanta gente. Este tiempo nos ayuda tal vez a acercarnos a él con más sencillez, confianza, silencio. Cuando crece, a veces sentimos que no le comprendemos, que le pedimos demasiado y hacemos demasiado poco, que no tenemos ganas de acercarnos a él por miedo a que la vida se nos complique más de lo que ya está… Hoy se nos regala una buena ocasión para estar, para poner el corazón, sin más propósito, delante del Señor de nuestra vida.
Oración
Padre, que tu Santa Ruah nos vaya transformando en personas sabias y libres, capaces de cruzar oasis y desiertos buscando a tu Hijo en nuestro mundo y adorarle.
Comentarios desactivados en Dios se está manifestando siempre en todo lo que es.
EPIFANÍA (C)
Mt 2,1-12
Es una de las fiestas más antiguas, anterior a la Navidad. “Epifanía” significa en griego manifestaciones. Parece ser que, en su primer significado hacía referencia a la primera luz que aparecía en Oriente y anunciaba el nuevo día. Hasta hace bien poco se conmemoraban este día tres ‘manifestaciones’: la adoración de los magos, la boda de Caná y el bautismo de Jesús. Hoy celebramos en occidente la adoración de los magos, más conectada con la Navidad y como símbolo de la llamada de todos los pueblos a la salvación ofrecida por Dios en Jesús. En oriente se sigue celebrando hoy la Navidad.
El relato que hoy leemos del evangelio de Mateo no hay la más mínima posibilidad de que sea histórico. Esto no nos debe preocupar en absoluto, porque lo que se intenta con esa “historia” es dar un mensaje teológico. Dios se está manifestando siempre. El que lo descubre tiene que convertirlo en imágenes para poder comunicarlo a los que no lo han descubierto. Si nos quedamos en la letra, no descubriremos la realidad. Dios se manifiesta siempre pero lo descubren solo algunos en situaciones muy singulares.
El concebir la acción de Dios como venida de fuera y haciendo o deshaciendo algo en el mundo material, sigue jugándonos muy malas pasadas. Muchas veces he intentado explicar como es la actuación de Dios, pero acepto que es muy difícil de comprender mientras sigamos creyendo en un Dios todopoderoso, apto para hacer o deshacer cualquier entuerto. Pensemos, por ejemplo, en el comienzo de la mayoría de las oraciones de la liturgia: “Dios todopoderoso y eterno… para terminar pidiendo algo.”
Debemos superar la idea de Dios creador como hacedor de algo que deja ahí fuera. Dios no puede desentenderse de la criatura, como hacemos nosotros al ‘crear’ algo. Lo que llamamos creación es manifestación de Dios, que está ahí sosteniendo en el ser a su criatura. Imaginad que la creación es la figura que se refleja en el espejo. Si quitamos del medio la realidad reflejada, el espejo no podría reflejar ninguna imagen. Dios crea porque es amor y en la creación manifiesta su capacidad de unir. Al crear, Dios solo puede buscar el bien de las criaturas, no puede esperar nada de ellas.
La creación no falla nunca. Siempre está manifestando a su creador. En el Génesis se repite una y otra vez, que lo que iba haciendo Dios era “bueno”. Cuando llega a la creación del hombre, dice: “era todo muy bueno”. La idea de un Dios que tiene que estar haciendo chapuzas con la creación es mezquina. La idea de una salvación, como reparación de una creación que le salió mal, es consecuencia de un maniqueísmo mal disimulado. Cada ser humano puede no ser consciente de lo que es y vivir como lo que no es, pero seguirá siendo manifestación de Dios y como tal, único y perfecto.
Podemos seguir diciendo que Dios actúa puntualmente en la historia, que se sigue manifestando en los acontecimientos, pero conscientes de que es una manera impropia de hablar. Con ello queremos indicar que el hombre, en un momento determinado, se da cuenta de la acción de Dios, y para él es como si en ese momento Dios hiciera algo. Como Dios está en toda criatura y en todos los acontecimientos, está ahí en todo momento. La manifestación de Dios es siempre la misma para todos, pero solo algunos, en circunstancias concretas, llegan a descubrir su teofanía.
La presencia de Dios nunca puede ser apodíctica, nunca se puede demostrar, porque no tiene consecuencias que se puedan percibir por los sentidos y por lo tanto no se puede obligar a nadie a admitir esa presencia. Es indemostrable. Tener esto claro equivaldría a desmontar todo el andamiaje de las acciones espectaculares como demostración de la presencia del poder de Dios. No digamos nada cuando ese poder se quiere poner al servicio de los “buenos”, e incluso, en contra de los “malos”. Pascal decía: “Toda religión que no confiese un Dios escondido, es falsa”.
Dios es el Dios que se revela siempre y el que siempre está escondido. La experiencia de los místicos les llevó a concluir que Dios es siempre el ausente. S. Juan de la Cruz lo dejó claro: “A donde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido. Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras ti clamando y eres ido.” Y el místico sufí persa Rumi dice: “Calla mi labio carnal. Habla en mi interior la calma, voz sonora de mi alma, que es el alma de otra Alma eterna y universal. ¿Dónde tu rostro reposa, Alma que a mi alma das vida? Nacen sin cesar las cosas, mil y mil veces ansiosas de ver Tu faz escondida”.
El relato de los Magos no hace referencia a personas sino a personajes. Ni eran reyes ni eran magos ni eran tres. Eran sabios que escudriñaban el cielo para entender la tierra. Porque estaban buscando, encontraron. Fijaos que lo descubren los que estaban lejos, pero no se enteraron de nada los que estaban más cerca del niño. Para descubrir la Presencia, lo único definitivo es la actitud. Al descubrir algo sorprendente, se pusieron en camino. No sabían hacia donde encaminarse, pero arriesgaron.
Otro mensaje importantísimo para los primeros cristianos, casi todos judíos, es que todos los seres humanos están llamados a la salvación. Para nosotros hoy esto es una verdad obvia, pero a ellos les costó Dios y ayuda salir de la conciencia de pueblo elegido. Pablo lo propone como un misterio que no había sido revelado en otro tiempo: “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la de la promesa”. Lo definitivo no es pertenecer a un pueblo sino estar en búsqueda.
Preguntan por un Rey de los judíos, clara contraposición al rey Herodes. La ciudad se sobresaltó con él, es decir, identificada con el rey en su tiranía. Es Herodes el que lo identifica con el Mesías. Los sacerdotes y escribas “sabían” donde tenía que nacer, pero no experimentan ninguna reacción ante tal acontecimiento tan significativo. Una vez más se demuestra que el conocimiento puramente teórico no sirve de nada.
En aquellas culturas, el signo de la presencia extraordinaria de Dios en una vida humana era la estrella. Se creía que el nacimiento de toda persona estaba precedido por la aparición de su estrella. El relato nos dice que la estrella de Jesús, solo la pudo ver el que estaba mirando al cielo. Solo los que esperan algo están en condiciones de aceptar esa novedad. Los magos insatisfechos siguen escudriñando el cielo y por eso pueden detectar la gran novedad de Jesús. En Jerusalén nadie la descubre.
Los dones que le ofrecen son símbolo de lo que significa aquel niño para los primeros cristianos después de haber interpretado su vida y su mensaje. El oro, el incienso y la mirra son símbolos místicos de lo que el niño va a ser: el oro era el símbolo de la realeza. El incienso se utilizaba en todos los cultos que solo se tributan a Dios; la mirra se utilizaba para desparasitar el cuerpo y para embalsamarlo, como hombre.
Comentarios desactivados en Epifanía. – 6 enero 2025
Comentario a la lectura evangélica (Mateo 2, 1-12). Epifanía. – 6 enero 2025 –
“Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, he aquí unos magos vinieron del oriente a Jerusalén” Es difícil decir quiénes eran estos Reyes Magos, normalmente identificados como personajes extranjeros o como símbolos de las distintas razas humanas; según el evangelio “vienen de oriente“, cuna y laboratorio de la sabiduría antigua, según la cual el sabio sabe por experiencia.
Los Reyes Magos son sabios en la experiencia de la fe.
Su historia comienza con la aparición de una estrella, el brillo de una luz en la noche: la vieron, le dieron sentido y partieron, en busca de ese Dios que hizo brillar una luz en la oscuridad.
La fe no vive del sentido del deber, sino del discreto resplandor de una luz, que no sabes de dónde viene ni adónde va, escuchas su voz, sientes que puedes confiar en ella y confiar tu camino hacia ello.
Las estrellas no se pueden ver durante el día. Hay, pues, una dimensión nocturna de la fe, donde no todo está claro. ¡Los Reyes Magos parten, juntos, aunque no lo entiendan todo! Probablemente habrán tanteado un poco ese camino, por momentos incluso se habrán perdido y habrá sido necesario el aporte de todos para no ceder al desánimo, a la nostalgia, a la decisión de volver atrás; sobre todo, todos habrán prestado atención a aquellas señales que podrían guiar sus pasos. Respecto a la fe, nadie está todavía en pleno mediodía, todos somos caminantes que hemos visto una pequeña luz, pero nadie la posee; ésta es la condición previa para una Iglesia verdaderamente acogedora, abierta y en diálogo con todos, escucha y dócil a los “signos de los tiempos“, para continuar el camino y no retroceder. Los signos de los tiempos no son cosas que merezcan atención a lo largo de la historia, son cosas de las que la Iglesia debe aprender, para comprender y vivir mejor el evangelio, para estar donde está Dios, encarnado en mujeres y hombres de todos los tiempos.
Con el resplandor de esa estrella, viviendo en la noche, los Reyes Magos llegan a Jerusalén.
Sabemos cómo van las cosas. Su visita al Rey de la Paz desata violencia y muerte: la masacre de los Inocentes es la cara negativa de la moneda, la oscuridad que envuelve la luz, la cizaña mezclada con el trigo. La fe no es un seguro del bien, de la salud, de la paz, de la vida, y no es automático que el bien responda al bien, que el compromiso, el esfuerzo, la dedicación, la amistad, el amor, tengan un resultado positivo, una reciprocidad. Incluso el Niño no se librará de esto: entre los regalos de los Magos está la mirra, utilizada para la sepultura de los cuerpos: Jesús sabrá inmediatamente la amenaza del poder del mal y, como ocurre hoy, también para él escapar será el único que puede escapar de la muerte.
Los Magos, sin embargo, llegan a Él, al sentido de su historia y de su camino, a la Luz que vino al mundo; se dejaron involucrar en una historia más grande, que abarca todo y a todos, y tal vez frente a esa mansedumbre y humildad comprendieron que él no había venido para ser adorado, sino para encontrarse con los hombres y llenar de amor la carne de su frágil humanidad. Ese Rey no los mantuvo a su servicio y ellos no se quedaron “para hacerle compañía”: regresan a su país, entre sus familiares, amigos, sus vecinos de siempre, pero regresan por otro camino. Algo ha cambiado, algo cambiará.
A la fe del mediodía no le gustan los cambios, piensa que Dios necesita de sus servicios, sólo escucha a escribas y sacerdotes… y pronto deja de caminar, paralizada por sus certezas.
Pero la verdadera esperanza está confiada al resplandor de una estrella en la oscuridad, una luz que Dios nunca faltará en las noches de la humanidad, porque estamos hechos para la luz y no para las tinieblas.
Aquellos hombres eran un pequeño grupo misterioso de eruditos paganos que, desde Oriente, siguiendo la estrella, se dirigen al encuentro del Niño, el “rey de los judíos”. Se postran en tierra ante aquel que vislumbran más grande que Salomón y ofrecen sus ricos presentes, felices de poder regresar a sus tierras para hablar de esa estrella brillante enviada a los hombres por Dios.
Pero se les invita a seguir “otro camino”.
Un camino diferente a seguir. Inmediatamente, desde el principio, el Evangelio nos introduce en un tema que será fundamental: hay un camino diferente a seguir.
El propio Jesús, poco después de su nacimiento, fue llevado a Egipto, tras la visión del ángel que se apareció a José. Tenía que cambiar de dirección, no la del palacio de Herodes ni la que conduce a los sacrificios y al incienso del templo de Jerusalén. Le tocó tomar el camino de los fugitivos, de los exiliados, de los perseguidos de todos los tiempos.
Es el itinerario de quien deja lo conocido, lo que hasta ayer era tranquilizador, familiar, para afrontar lo desconocido, lo incierto, lejos de todo lo que ha quedado sedimentado por las experiencias pasadas y el olor a casa.
Son los caminos insólitos del Evangelio.
Así son los caminos del Evangelio. Son caminos inusuales. No los de la “sabiduría de este mundo”, sino los que experimentan los humildes. En primer lugar las calles de Nazaret, las callejuelas oscuras y malolientes de tierra batida y piedras, habitadas por gente que no cuenta, invisible para los que están en el poder. Son las personas que se ganan la vida día a día, personas que, como la mayoría de la humanidad, no dejan rastro de sí mismas. Pero no escapa a los ojos de Dios.
Y aquí mismo, en este pueblo desconocido al borde del imperio, Jesús vivió durante treinta años, niño, adolescente, hombre, en todo parecido a los demás.
Y después, de Galilea a Samaria y a Judea, estará siempre en camino de “pueblo en pueblo”, incansable.
Muchos caminos, recorridos por hombres y mujeres de todos los tiempos. Está el camino donde Jesús se encuentra con los primeros discípulos llamándolos a estar con él, el camino hacia la fiesta de Caná. Luego está el camino de los niños y el de los lirios del campo, el camino de la samaritana y el de la mujer adúltera. Y luego nuevamente el camino de los leprosos, los ciegos y los cojos, el camino de los amigos de Betania y el de Jericó en la casa de Zaqueo, para finalmente llegar a Jerusalén para recorrer el camino del Calvario.
También está el camino de regreso de los dos de Emaús.
Jesús se sale de los caminos trillados, supera las barreras de los prejuicios, abre nuevos horizontes mientras viaja con quienes encuentra y se une a sus compañeros de Emaús. Con ellos comparte la palabra y el pan, haciéndolos pasar de la desilusión a la esperanza, del sinsentido a lo que da sentido a todo.
Ahora los dos peregrinos regresan, abandonan el camino anterior, emprenden un nuevo camino para compartir con los Once la alegría de haber encontrado al Resucitado.
Es el camino de quien se da cuenta de que lo que había hasta ahora es estéril, embalsamado, no tiene vida.
Entonces decide emprender, peregrino nómada, hacia un nuevo horizonte, cansado de refugios obsoletos, de nichos demasiado protegidos, de lugares asfixiados, por “otro camino”, libre, para encontrarse con el Señor y permanecer con Él.
Comentarios desactivados en La Revelación en un mundo convulso
6.1.2025
La fiesta de la epifanía nos recuerda que la manifestación de Dios es una realidad accesible para todos. De hecho, el relato mateano (Mt 2,1-12) se refiere a magos que vienen de lejos siguiendo las señales inscritas en el cosmos. El relato sorprende porque justamente se trata de un texto mateano que es el más insistente en considerar a la tradición judía como base del nuevo acontecimiento salvador.
La revelación de la salvación es entonces universal y se manifiesta siguiendo los signos que son inteligibles para quienes los reciben. Los magos leen el cielo y sus cambios. La revelación entonces se ofrece en un lenguaje asequible y comprensible para ellos. Y, si para los magos la mediación está en el firmamento, para los principales sacerdotes escribas estará en las Escrituras. Cada uno sabrá interpretar los signos según sus propias mediaciones. Y más aún, no será necesario para recibir la revelación, ser mago experto en cosmología o un experto en religión o en interpretación de los sueños -como en el caso de pastores-, pero sí hará falta estar atentos, buscar e indagar en donde cada uno está y ponerse en camino.
Según el relato, los tres magos se dirigen en primer lugar a Jerusalén. Lo que les podía parecer evidente es que si tenía que nacer un rey había de tener conexión con el imperio, en este caso, con Herodes. Pero el rey mesías no está en los palacios ni en el templo. Está en Belén de Judea y en casa de una familia exiliada y más tarde perseguida.
El contacto con el poder de Herodes no quedará inocuo. Los magos han advertido al rey sobre la presencia del posible rey judío y Herodes tomará las riendas del asunto, incluido el asesinato de los varones pequeños de los judíos (acción que puede tener como causa política el debilitamiento de un pueblo creciente como en los relatos paralelos de Ex 2). La pobreza económica de la familia de Nazaret se unirá a la tragedia del pueblo y a su propio destino de migración, exilio.
La presencia mesiánica es descrita así como un catalizador de intenciones y como un disparador de los acontecimientos políticos. Todos la perciben a su manera porque no puede quedar oculta. Nadie quedará impasible. En el seno de un mundo convulso se revela siempre la presencia del mesías, para algunos como amenaza, para otros como germen de esperanza.
Comentarios desactivados en La estrella y el camino de la verdad. Fiesta de Epifanía.
Epifanía
Mt 2, 1-12
Parece claro que el presente texto es una construcción del evangelista, que le sirve para mostrar la dimensión universal del nacimiento de Jesús, como apertura o “epifanía”(manifestación) a todos los humanos, personificados en los “magos de Oriente”.
Con ello prepara el próximo relato –debido a la persecución de Herodes, los padres del niño huirán con él a Egipto–, en el que se hace presente la intención de Mateo de presentar a Jesús como el “nuevo Moisés”que vendrá de Egipto para liberar a su pueblo.
Más allá de la intencionalidad del evangelista, el texto encierra un profundo simbolismo, cargado de sabiduría.
Todo empieza con una “estrella”. Es la luz interior (intuición, insight) la que desencadena el proceso de búsqueda y nos pone en camino. Puede aparecer de manera inesperada en cualquier momento y, con frecuencia, suele surgir en una situación de crisis que, al remover nuestros hábitos, hace que nos abramos a una dimensión más profunda.
En cualquier caso, se trata siempre de la voz del anhelo que nos habita, y que no es otra cosa que expresión de nuestra verdadera identidad que nos llama para “volver a casa”.
La estrella no tiene otra finalidad que la de conducirnos a “casa”. Pero apenas iniciamos el camino aparecen las dificultades: los apegos que no estamos dispuestos a soltar, las formas de funcionar que se nos han hecho habituales, el miedo a la incomodidad que supone todo cambio, el susto ante lo desconocido… y, en último término, la ignorancia básica que nos hace tomarnos por lo que no somos y nos mantiene en esa noria de insatisfacción que empieza y acaba en el yo.
El relato dice que los magos llevaron oro, incienso y mirra. La meta a la que apunta la voz del anhelo requiere desapego y desprendimiento de nuestros “tesoros”. Y eso solo es posible cuando comprendemos que aquello a lo que nos habíamos aferrado palidece ante la verdad de lo que somos.
En efecto, el camino en el que nos introduce el anhelo es el camino de la verdad: la estrella siempre conduce a la verdad. Y sabemos o intuimos que la verdad nos va a desnudar de todo aquello que habíamos absolutizado. Por ese motivo es importante que nos preguntemos si realmente buscamos la verdad… o nos conformamos con cualquier sucedáneo.
Puede ser que afirmemos alegremente que deseamos la verdad y, sin embargo, nos embarquemos en el llamado “camino espiritual” buscando sencillamente bienestar, tranquilidad o seguridad, es decir, una situación que podamos controlar. Si es así, no será extraño que nos veamos zarandeados por la Vida y, antes o después, confrontados con la motivación real que mueve nuestra búsqueda.
¿Busco la verdad por encima de cualquier otra cosa o busco que se puedan realizar mis expectativas?
La fiesta de la Epifanía (manifestación) es un canto a la luz y a la alegría. “Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría”.
El relato de los Magos es crítico y alentador a un tiempo.
Crítico con una concepción estrecha y fanática de Pueblo de Dios; alentador de una visión universal y generosa de Pueblo de Dios.
Crítico
Ninguno de los que pertenecen al ámbito judío ha visto nada. Herodes, lo mismo que los sacerdotes y los maestros de la ley, y toda Jerusalén con él se llevan un susto de muerte al hablar del “rey de los judíos nacido en Belén”. (El poder siempre tiene miedo),
Alentador
Y es alentador porque quien ve la luz, la estrella son unos magos extranjeros, paganos, unos que no pertenecen al “partido oficial”, “a la iglesia”.
¿Habrá que estar en la periferia como dice el papa Francisco (con los pobres / pastores / magos) o en camino (los magos) para ver la luz?
Dios nos libre de quien cree poseer la verdad y no la busca como los magos.
02.- Hemos visto salir su estrella.
El relato tiene un doble movimiento y enfrentado:
02.1 Universalismo
Los magos -extranjeros- han visto salir la luz de la estrella en la noche de la vida. Los magos son gente extranjera: como los emigrantes, los que no son de nuestra nación, de nuestra cultura.
Por otra parte están los judíos, los “nacionales y autóctonos”, quienes que pretenden tener toda la verdad y todos los derechos.
¿Sigo la estela de la estrella?
02.2 El rey Herodes y el rey de los judíos.
El rey Herodes está donde suelen estar los reyes y poderosos: en su palacio, en el poder.
El rey de los judíos de momento está en un pesebre, al final de su vida Jesús le dirá a “otro rey”, Pilato, que Él es rey y el título de rey estará colgado en la cruz, en el calvario.
En mi vida ¿de qué lado estoy? ¿de los poderosos, de los fuertes o de los pobres del evangelio?
03.- ¿Dónde está?
Los magos y Herodes buscan al niño.
Dos veces aparece en el evangelio de hoy la pregunta ¿Dónde está?¿Dónde está el rey de los judíos? /
La pregunta no es meramente local como cuando preguntamos dónde está tal persona o determinada calle.
Hay preguntas que tienen un calado más hondo.
Cuando unos padres un día hablan con su hijo adolescente despistado y le preguntan ¿dónde estás?, es evidente que no se trata de una cuestión geográfica.
Cuando uno mismo se pregunta en determinados momentos de la vida ¿dónde estoy? No es un asunto local.
Tras el asesinato de Aldo Moro en 1978, Pablo VI pronunció aquella oración en la que interpelaba a Dios: ¿Dónde estabas mientras asesinaban a este hombre?
En los mitos del origen, (Génesis) aparece ya está densa pregunta:
Tras el mal uso de la libertad, Dios le pregunta a Adán ¿Dónde estás), (Gn 3,9).
Cuando Caín mata a Abel, Dios le pregunta ¿Dónde está tu hermano? (Gn 4,9).
Job en su desgracia se encara con Dios con una pregunta semejante a la del evangelio de los Magos: ¿dónde está Dios), (Job 20,7)
Job se pregunta: el hombre dónde estará a su muerte? (Job 17,15)
Ojalá si pudiera saber dónde hallar a Dios (Job 23,3 / 35,1).
¿Dónde me encuentro en la vida?, ¿dónde está Dios? Son cuestiones de hondo calado para la existencia humana.
Quien busca en la vida la verdad, la libertad, la justicia, está en camino, tal vez es ya un creyente, quizás un cristiano anónimo que diría Rahner.
La misma pregunta se puede hacer honesta o deshonestamente. Los magos y Herodes se hacen la misma pregunta, pero por motivos diversos y encontrados.
El “hacia dónde” del ser humano es Dios.
03.1 Las estrellas.
Abraham vivió hacia el año 1950 a.C. Era un nómada, “era un arameo errante” (Dt 26,5): iba de aquí para allá con sus rebaños de ovejas, su familia, su gente. No tenía un sitio fijo para vivir. Por eso no tenían templo, ni casa, ni lugar estable. Dios estaba en el cielo, en las estrellas: Mira las estrellas… (Gn 15,5).
Hay situaciones y etapas en la vida en las que un creyente ha de mirar al cielo, a las estrellas para encontrar a Dios, porque no parece estar en las instituciones socio-político-eclesiásticas. Tal vez es la actitud en la que hemos de vivir muchos de nosotros la Epifanía de este año: elevar nuestra mirada por encima de las mediaciones eclesiásticas para tratar de encontrarnos con Dios en las estrellas, en el seguimiento de la estrella, de la propia conciencia. En ocasiones es difícil intuir a Dios entre la cordillera de mitras…
¿Busco a Dios en el horizonte, en la transcendencia?
03.2 Encontraron al niño en un pesebre
Claro que también podemos encontrar al Señor acostado en un pesebre o en una patera, o con su madre dormitando en unos cartones o cajeros automáticos.
Los magos no encontraron al rey de los judíos en Jerusalén. Allí estaba el rey Herodes, los sacerdotes, los fariseos y abogados, etc. Cristo está con toda seguridad en los pobres y débiles de la tierra. Dar limosna es una ofrenda al Señor, ayudar a un emigrante, a un enfermo es adorar al niño. ¿Veo a Dios en la debilidad, en los pobres y marginados?
En resumidas cuentas: puedo pasarme la vida criticando todo y a todos, pero ¿busco a Dios y sigo la estrella?
0.3.2.1. Vieron al niño: se llenaron de inmensa alegría
La búsqueda de la verdad es siempre un camino, una preocupación, ¿qué he de hacer, por dónde tirar, cuál será la solución? Cuando tras una reflexión o un tiempo de discernimiento, de estudio; tras una conversación con un médico, con la familia, con un sacerdote, un psicólogo, un buen amigo uno halla la luz, al menos una dosis razonable de verdad, uno descansa, se llena de paz, de alegría.
03.2.2.- Volvamos a casa por otros caminos
Los magos recibieron noticia en sueños de volverse a su casa por otro camino.
Herodes fue un rey, y todos llevamos un Herodes dentro de nosotros mismos, podemos tener temores de que nos quiten nuestra cota de poder.
Cuando uno escucha a Dios se da cuenta de que los caminos de Herodes: del poder, del anquilosamiento y de no caminar, producen muerte (inocentes).
Comentarios desactivados en Hemos visto su estrella
Las narraciones de los evangelios de la infancia de san Lucas nos son entrañables. Pero, para sacarles su jugo cristiano, es necesario ahondar. De lo contrario podemos quedarnos en la mera superficie.
En este relato de aquellos chamarileros paganos que fueron en busca de un niño judío nacido en Belén tiene un papel muy importante la estrella: HEMOS VISTO SU ESTRELLA. La aparición de signos celestiales extraordinarios acompañando el nacimiento de una persona importante era cosa conocida en el tiempo. Una estrella acompaña el nacimiento de Jesús. Tal es así que ese signo ha sido el más empleado para indicar la Navidad.
¿Qué significa la estrella? Que ese a quien acompaña, Jesús, está conectado a Dios y que quien ve el signo en el cielo, nosotros, estamos también llamados a conectarnos con Dios. Siempre se ha preguntado la persona creyente: ¿está Dios con nosotros o no está? ¿Nos lleva Dios en su mano o no nos lleva y estamos solos y abandonados? El signo de la estrella dice en su lenguaje simbólico: tu vida y Dios pueden estar conectados.
¿Cómo conectarnos con Dios hoy?
· Cuanto más humano, más conectado: la inhumanidad nos desconecta; el comportamiento humano nos conecta. Si te descubres inhumano, estás desconectado; si, por el contrario, has sido humano durante el día, estás conectado.
· Cuanto más bondadoso, más conectado: si eres bueno y crees en la bondad, más conectado; si piensas que el mal es más fuerte que el bien y no te plantas ante él, más desconectado.
· Cuanto más compasivo, más conectado: si encuentran en ti eco las heridas humanas, si te acercas y das algo de apoyo y consuelo, si te echas al hombro al caído, más conectado; si das un rodeo y pasas de largo, más desconectado.
Días pasados asistíamos a la inauguración de la catedral de Notre Dame de París. Una hermosura que nos causa, a la vez, una perplejidad: ha costado 700 millones de euros, una enorme suma. ¿Qué nos pasa a los humanos que nos unimos rápidamente para restaurar una obra de arte y nos cuesta tanto unirnos para restaurar la vida de los humildes? ¿Se conecta uno con Dios cuando se entra en ese maravilloso templo o cuando tiende la mano a uno que anda mal?
Ha pasado la Navidad. Quizá hemos estado distraídos con su jolgorio. Tenemos un año por delante para conectarnos con Dios. Tendremos muchas ocasiones para ello. No las desaprovechemos y recordemos lo dicho días atrás: Dios acontece cuando un mortal ayuda a otro. Esa es la mejor estrella para conectarse con Dios.
Comentarios desactivados en “ Epifanía: otra imagen de la Navidad”, por Gabriel Mª Otalora
De su blog Punto de Encuentro:
| Gabriel Mª Otalora
Partiendo de la base que la fiesta de los Reyes Magos (Epifanía) es parte sustancial de la Navidad, aprovecho para resaltar aspectos que no quedan resaltados suficientemente por el envoltorio glamuroso de los regalos en esta fecha tan singular. Miro la Natividad en su conjunto, y lo que veo es que alrededor del pesebre y el Niño, están María, José, un par de animales (según cuentan los evangelios apócrifos)… y una serie de personajes, todos ellos impuros, bien por su profesión, en el caso de los pastores; bien por ser extranjeros los magos de Oriente… en el caso de que históricamente existieran.
Pero el mensaje es claro: el Niño Dios, Emmanuel, nació en una cueva que servía de establo, y tuvo por toda compañía a personas que religiosamente se les consideraban excluidas por ser impuras. Casi tanto como a los leprosos según aquella escala de exclusiones. En Israel había una larga lista de “oficios impuros” que despreciaban y excluían a quienes los ejercían. En la lista estaban los pastores y asimilados (los arrieros de asnos, los camelleros, los cocheros), así como los marineros. Oficios especialmente vilipendiados porque se entendía que llevaban por sí mismos a la maldad.
Por lo tanto, lo que aquél niño representaba era todo lo contrario: la apertura fraterna a todos y para todos, ampliando el pueblo elegido a la humanidad toda, sin que tenga espacio religioso la exclusión purista a los extranjeros por este nuevo concepto de fraternidad universal. Y en segundo lugar, la impureza solo cabe dentro del ser humano, no en razón de la profesión, el sexo o cualquier otro atributo. Nada externo al ser humano puede hacerlo impuro. Lo que realmente hace impuro es lo que sale del corazón, resalta el evangelista Marcos (7,15). La diversidad, por tanto, debe ser respetada, asumida e integrada porque son espacios sagrados ante la uniformidad excluyente. Jesús va lejos cuando comienza a predicar al ponerse de ejemplo como “el buen Pastor” y elegir entre sus discípulos a varios marineros… de profesión también impura.
Una llamada de atención “intra muros”, ahora que tanto cristiano se rasga las vestiduras de pura intransigencia en cuanto el Papa Francisco se acerca a las periferias, como así parece indicar todo el Mensaje de los evangelios. Jesús de Nazaret, él mismo fue uno de esos impuros al nacer en un pesebre, es decir, el recipiente donde comen los animales. Y doblemente impuro porque sus padres también lo fueron al acoger y agradecer la alegría de los pastores en lugar de ahuyentarles; María y José entraron así en el círculo de la impureza, a ojos de cualquiera que se sintiera judío cumplidor de la Ley.
En todo ello resalta la humanidad por encima de la legalidad, e incluso de la ejemplaridad, tantas veces revestida de hipocresía -duramente criticada por el propio Jesús. Miremos, pues, la Navidad con otros ojos más inclusivos; admiremos de la audacia de la Encarnación ocurrida de manera inimaginable, rompedora por lo radicalmente inclusiva, difícil de asimilar también entre nosotros; en suma, difícil de practicar el espíritu navideño que atesora. Pero maravillosa Buena Noticia porque ¿Quién no se ha sentido alguna vez excluido?
Feliz jornada entrañable de “los reyes Magos”, y todavía mejor propósito de vivir el espíritu inclusivo y fraterno de la Navidad entre nosotros… durante todo el año. Ojalá así sea, al menos para que se nos note que creemos y acogemos en nuestra vida la Buena Noticia, la Plenitud, el gozo de sentirnos amador por Dios, da igual lo que nos hagan o cómo nos sintamos. Laus Deo.
Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré
El Señor habló a Moisés:
“Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti
y te conceda la paz”.
Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.”
*
Salmo responsorial: 66
El Señor tenga piedad y nos bendiga.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R.
*
Gálatas 4,4-7
Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer
Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: “¡Abbá! (Padre).” Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
*
Lucas 2,16-21
Encontraron a María y a José, y al niño.
A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Con el saludo bíblico que Dios mandaba cuando se dirigía a su pueblo, ya que los cristianos hoy somos el Israel espiritual de Dios, somos el pueblo de Dios, y para nosotros es este precioso augurio de Año Nuevo: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”, no podía hacerse un saludo más oportuno y espléndido para el año nuevo que estas palabras que la Biblia pone a nuestra consideración esta mañana, y al mismo tiempo unir a esta buena voluntad de Dios la presencia de María, la Virgen Madre.
Hay una fiesta oficial de la Iglesia en honor de María y es hoy, 1º de enero. Ocho días después de dar a luz al Redentor del mundo la Iglesia quiere llamar la atención de todos sus hijos para celebrar la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Así se inicia el año bajo la bendición directa de Dios y bajo este título que es toda una inspiración de confianza en el poder de la Virgen, por ser de Dios. Leer más…
Comentarios desactivados en “Alegría para todo el pueblo”. Santa María, Madre de Dios – C (Lucas 2,16-21)
Hay cosas que solo la gente sencilla sabe captar. Verdades que solo el pueblo es capaz de intuir. Alegrías que solamente los pobres pueden disfrutar.
Así es el nacimiento del Salvador en Belén: No algo para ricos y gente pudiente; un acontecimiento que solo los cultos y sabios pueden entender; algo reservado a minorías selectas. Es un acontecimiento popular. Una alegría para todo el pueblo.
Más aún. Son unos pobres pastores, considerados en la sociedad judía como gente poco honrada, marginados por muchos como pecadores, los únicos que están despiertos para escuchar la noticia. También hoy es así, aunque, con frecuencia, los más pobres y marginados hayan quedado tan lejos de nuestra Iglesia.
Dios es gratuito. Por eso es acogido más fácilmente por el pueblo pobre que por aquellos que piensan poder adquirirlo todo con dinero. Dios es sencillo, y está más cerca del pueblo humilde que de aquellos que viven obsesionados por tener siempre más. Dios es bueno, y le entienden mejor los que saben quererse como hermanos que aquellos que viven egoístamente, encerrados en su bienestar.
Sigue siendo verdad lo que insinúa el relato de la primera Navidad. Los pobres tienen un corazón más abierto a Jesús que aquellos que viven satisfechos. Su corazón encierra una «sensibilidad hacia el Evangelio» que en los ricos ha quedado con frecuencia atrofiada. Tienen razón los místicos cuando dicen que para acoger a Dios es necesario «vaciarnos», «despojarnos» y «volvernos pobres».
Mientras vivamos buscando la satisfacción de nuestros deseos, ajenos al sufrimiento de los demás, conoceremos distintos grados de excitación, pero no la alegría que se anuncia a los pastores de Belén.
Mientras sigamos alimentando el deseo de posesión no se podrá cantar entre nosotros la paz que se entonó en Belén: «La idea de que se puede fomentar la paz mientras se alientan los esfuerzos de posesión y lucro es una ilusión» (Erich Fromm).
Tendremos cada vez más cosas para disfrutar, pero no llenarán nuestro vacío interior, nuestro aburrimiento y soledad. Alcanzaremos logros cada vez más notables, pero crecerá entre nosotros la rivalidad, el conflicto y la competencia despiadada.
Comentarios desactivados en Octava de Pascua, la fiesta de María 1.1.22. Santa María, madre de Dios: Iniciadora, Amiga, Hermana (Propuesta mariana para el 2025)
El Año del Señor a.D. (anno Domini) 2025, ha comenzado con la Solemnidad de María, Madre de Dios, a quien la tradición ha llamado Ianua Coeli, Puerta del Cieloy Virgen de Enero, mes de la Puerta del Cielo, Ianua Coeli Dios que es María.
Pero de hecho, siendo la más importante de las fiestas de María (viene del IV d.C.) apenas se conoce, pues, gran parte del mundo católico pasa directamente de la Navidad a la Epifanía (Reyes).
Es una fiesta antigua, reinstaurada tras el Vaticano II y fechada (con el nuevo Ordo Litúrgico) el 1 de Enero, Octava de la Navidad, que solía dedicarse a la Circuncisión de Jesús.
Es importante recuperar la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (del siglo IV-V d.C.) y así lo hago insistiendo en tres de sus notas y presentándolas como deseos (propuestas) eclesiales para el año 2022.
| X. Pikaza
ntroducción
Ésta es una fiesta poco conocida. Eso se debe, quizá, a que la renovación litúrgica del Vaticano II no ha culminado y al hecho de que los nuevos movimientos apostólicos(como Acción católica, Caritas, HOAC, Cristianos por el Socialismo, Hijas de María, Legión de María, Opus Dei, Cursillos de Cristiandad, Neopentecostales, Neocatecumenales, Focolares, Comunión y Liberación, Comunidad de San Egidio, Legionarios etc.), variados y distintos entre sí, no han creado ni impulsado, que yo sepa, una nueva y verdadera mariología(devoción mariana), que pueda encarnarse en formas populares.
Por otra parte, el “marianismo” de algunos de algunos movimientos resulta menos evangélico (incluso regresivo), no logra conectar con el movimiento de Reino de Jesús, ni con la nueva misión la Iglesia, en línea de gozo real de la vida, de amor-amistad, en valoración de la mujer, fraternidad y justicia etc.
Por poner un ejemplo, el último libro “serio” sobre mariología publicado en castellano es el Nuevo Diccionario, del año 1988. Desde entonces estamos en un desierto, con fugaces espejismos que el viento borra en un momento, y con una mariología a servicio de un poder y de una devoción poco evangélica.
Evidentemente, no se puede resolver el tema de un modo general, aunque pienso que puedo ofrecer algunas indicaciones, en la línea de un trabajo publicado en RD sobre la devoción mariana, con la semblanza sobre el Diccionario de Mariología y lo que he dicho ayer sobre el fin de año con María. En ese contexto quiero presentar de nuevo unas ideas tomadas de la entrada “Libertad”, que publique en el diccionario. Tres son, a mi juicio, los rasgos que puede destacar esta fiesta de Santa María, Madre de Dios, puerta de enero, puerta de renovación cristiana este año 2022:
1.María es, ante todo, iniciadora de Fiesta, como destaca Jn 2, en el relato de las Bodas de Caná. Ella “pone en marcha” la celebración del Reino de Jesús, el paso del agua de las purificaciones penitenciales al vino de la vida. Seguimos en una iglesia más penitencial y legalista que festiva. No proclamamos y vivimos el evangelio como fiesta de vino y libertad. Es como si María no estuviera ya en Caná de Galilea.
2.María es, en segundo lugar, madre-amiga del discípulo amado, amiga de los creyentes de Jesús, como ha puesto de relieve Jn 19, 25-27: Ella forma parte de la “casa del amigo”, de los compañeros de Jesús que tienen en el mundo la tarea de celebrar el amor. Ella parece secuestrada por una iglesia de observantes legales “pietistas”, pero sin humanidad. No parece tampoco que éste sea animadora y amiga de los que aman la vida y la regalan a los otros.
3.María es, finalmente, la hermana más significativa de los hermanos de Jesús, que forman la iglesia, conforme al relato de Pentecostés (Hch 1,12-14). Según el texto de los Hechos ella está entre todos y con todos (apóstoles, parientes de Jesús y las mujeres amigas), como hermana universal, la gran Hermana, como signo de arraiga en la vida y de entrega por la comunión de todos.
Éstos son mis deseos “marianos” para el 2025, con María, Madre de Dios: (a) que se extienda la fiesta del vino de la vida a todos los “impotentes y oprimidos” afectivos, sociales… (b) Que se extienda la iglesia del “amado”, que se extienda por la Iglesia la comunidad de los aman y son amados. (c) Que triunfe la fraternidad, entre todos, apóstoles, hermanos de Jesús, mujeres…
(Imagen 1: Madre de Dios,centro de la Iglesia (icono del Monasterio de S. Catalina del Sinaí, con San Teodoro y san Jorge, siglo VI). Imagen 2: María, Salus Populi romani( icono romano del siglo VI-VII).
1.MARÍA INICIADORA DE LA FIESTA. BODAS DE CANÁ
Esas bodas son un compendio de la historia de Jesús y de los hombres. Lógicamente, “la madre de Jesús estaba allí”, representando al pueblo de Israel, el pueblo de los primeros invitados (cf. Jn 2,1). Jesús viene después, cuando se ha empezado a celebrar la fiesta. María actúa en esas bodas como iniciadora-animadora de la fiesta de Jesús, realizando un programa de vida (de liberación) semejante al que realiza, en otro plano, en el Magníficat de Lc 1, 46-55.
Viene Jesús, pero el ayuno sigue porque los novios de este mundo no han podido conseguir el vino de la vida, como indica certeramente la madre (2,3): solamente tienen el agua de las purificaciones judías, el agua de los ritos y las leyes, que limpia una vez, externamente, para que volvamos a descubrir después que las manos siguen estando manchadas, como ha precisado en un contexto semejante la carta a los hebreos (9,23-10,18).
Pues bien, sobre ese fondo de ayuno, de insuficiencia israelita y de bodas que no pueden culminar viene a situarse la palabra de María. Ella habla precisamente como madre (Jn/02/01-05), es decir, como persona que está abierta al nuevo nacimiento. Habla por dos veces.
En esta primera palabra ella explícita su solidaridad respecto a los que viven de manera insuficiente, incompleta sobre el mundo: sabe que los hombres han sido creados para celebrar las fiestas del amor, para En primer lugar, se dirige hacia Jesús, indicándole la necesidad de los hombres:
“¡No tienen vino!” no pueden celebrar la fiesta de las bodas (2,3).
las bodas del vino escatológico, y por eso sufre al verlos incompletos, deprimidos, sometidos al agua de los ritos y las purificaciones de este mundo.
La respuesta de Jesús parece dura: “¡Qué tenemos que ver tú y yo, mujer; aún no ha llegado mi hora!” (Jn 2,4). Ciertamente lo es, si la miramos desde una perspectiva intimista, como expresión de ruptura con la madre: ¡Jesús está en manos de Dios y no puede recibir mandatos de María! Sin embargo, si miramos a más profundidad, descubriremos que en la misma respuesta va implicado un asentimiento implícito: Jesús no rechaza la observación de su madre, no niega la carencia de vino. Simplemente indica que la solución del problema no depende ahora de las palabras de su madre, sino de la hora (voluntad de Dios).
Así lo ha entendido la madre. Respecto a Jesús ya ha cumplido su misión: ya le ha indicado que no existe vino de amor y libertad sobre la fiesta de la tierra. En ese aspecto está tranquila, confía en Dios y en la promesa mesiánica del Cristo. Por eso, ahora, sólo le queda una cosa: ponerse al lado de los hombres (servidores del banquete) y advertirles:
“¡Haced lo que él os diga!” (2,5).
Esta es la palabra de su fe suprema: es la palabra de una fe personal, que confía en la acción salvadora de Jesús allí donde Jesús le dice que no es ella la que tiene que marcarle su camino; es la palabra de una fe expandida y misionera que se pone al lado de los “servidores” del banquete y les prepara, de manera que también ellos estén dispuestos a cumplir la voluntad de su hijo Jesucristo, allí donde el agua del mundo (leyes judías) se convierte en gracia de las bodas, vino del reino. Leer más…
Hacía el año 500 comenzó a celebrarse en las iglesias orientales una fiesta de Santa María, Madre de Dios. La iglesia católica romana la aceptó, y fijo su celebración el 11 de octubre; pero en 1970 se trasladó al 1 de enero para relacionarla más estrictamente con la Navidad y comenzar el año bajo la protección de María. El 1 de enero se cumplen también los ocho días desde el nacimiento, fecha en la que había que circuncidar a un niño judío; por eso el evangelio termina haciendo referencia a la circuncisión de Jesús.
¡Feliz Año Nuevo! (Números 6,22-27)
A pesar de lo dicho sobre la Virgen, el saludo que más se repetirá el 1 de enero será: ¡Feliz Año Nuevo! ¿Qué nos deseamos? ¿Salud, dinero y amor, como dice la canción? ¿Quién nos va a garantizar algo de eso? ¿Y si ocurre algo muy distinto, incluso lo contrario? La primera lectura de hoy, tomada del libro de los Números (en hebreo tiene un título más bonito: “En el desierto”), ofrece unas pistas muy buenas:
El Señor habló a Moisés:
Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas:
“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz.” Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»
Ante todo, hay alguien que garantiza lo bueno que deseamos: el Señor. Dos veces se lo nombra, y los seis verbos de la bendición lo tienen como sujeto. Podemos agrupar las peticiones en dos bloques: 1) El Señor te bendiga, ilumine su rostro sobre ti, se fije en ti. 2) Te proteja, te conceda su favor, te conceda la paz.
El primer bloque se refiere a la actitud de Dios con cada uno de nosotros. Cabrían tres posibilidades: que no nos bendijera, que nos mostrase un rostro airado, que se desinteresase de nosotros. Se pide su bendición, su actitud benévola, su interés.
El segundo bloque indica los tres grandes regalos: no son salud, dinero y amor, sino protección, favor y paz. A alguno le resultará demasiado etéreo. Preferirá cosas más concretas. En la práctica, cuando el año nos enfrente a situaciones difíciles, no habrá nada mejor que la protección, el favor y la paz de Dios.
De esclavos a hijos (Gálatas 4,4-7)
Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su hijo nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Cómo sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! (Padre). Así que ya no eres esclavo sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
El texto se ha elegido porque es el único de las cartas de Pablo que hace referencia a María («nacido de una mujer»). Pero se relaciona perfectamente con el anterior del libro de los Números. Pedía la bendición de Dios, su benevolencia, y el Señor responde enviando a su Hijo para liberarnos de la esclavitud y convertirnos en hijos suyos y herederos.
Tres actitudes para el nuevo año (Lucas 2,16-21)
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores.
Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
El texto relaciona dos acontecimientos muy distintos, separados por ocho días de distancia. El primero, la visita de los pastores, es el que leímos el 25 de diciembre en la segunda misa, la del alba. En la escena se distinguen diversos personajes:
* Empieza y termina con los pastores, que corren a Belén y vuelven alabando y dando gloria a Dios. La visita de los pastores simboliza lo que dirá Jesús más tarde: “Tealabo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla”.
* Está también presente un grupo anónimo, que podría entenderse como referencia a la demás gente de la posada, pero que probablemente nos representa a todos los cristianos, que se admirande lo que cuentan los pastores.
* Finalmente, el personaje más importante, María, que conserva lo escuchado y medita sobre ello. En los relatos de la infancia, Lucas ofrece dos imágenes muy distintas de María. En la anunciación, Gabriel le comunica que será la madre del Mesías, y ella termina entonando el Magnificat, alabando las maravillas que Dios ha hecho en ella. Cuando Jesús nace, Lucas habla de María de forma muy distinta. A partir de ese momento, todo lo relacionado con Jesús le resulta nuevo y desconcertante: lo que dicen los pastores, lo que dirá Simeón, lo que le dirá Jesús a los doce años cuando se quede en Jerusalén. En esas circunstancias, María no repite “proclama mi alma la grandeza del Señor”. Se limita a callar y meditar, igual que hará a lo largo de toda la vida pública de Jesús.
Estas tres actitudes se complementan: la admiración lleva a la meditación y termina en la alabanza de Dios. Tres actitudes muy recomendables para el próximo año.
La segunda escena tiene lugar ocho días más tarde. Algo tan importante y querido para nosotros como el nombre de Jesús lo cuenta Lucas en poquísimas palabras. Su sobriedad nos invita a reflexionar y dar gracias por todo lo que ha supuesto Jesús en nuestra vida.
En vez de propósitos y buenos deseos, una buena compañía
El comienzo de año es un momento ideal para hacer promesas que casi nunca se cumplen. La liturgia abre el año ofreciéndonos la compañía de Dios Padre, que nos bendice y protege, de Jesús, que nos salva, de María, que medita en todo lo ocurrido.
Comenzamos el año de estas dos maneras: contemplando a María de Nazareth como madre de Jesús, Dios y hombre, y orando por la paz. Si tenemos en cuenta que Jesús es el príncipe de la paz, enseguida nos puede venir la idea de que su madre sería la reina de la paz. Por pura lógica; lógica puramente humana.
Muchas veces se nos olvida que la lógica de Dios va por otra parte muy diferente a la nuestra. Tiene mucho que ver, o todo, mejor dicho, que ver con el amor, la humildad y la sencillez. No se trata de títulos, riquezas, ni de adornos; tampoco de tener ni de hacer. Va más bien por ser, solo y complicadamente: ser y dejarse hacer.
Volvamos de nuevo nuestra mirada hacia María, la mujer bendita de Nazareth. Para ello te propongo una imagen y una canción. La imagen nos sitúa en Israel, concretamente Ain Karen, en el lugar en el que la tradición cristiana ubica el encuentro de María con su prima Isabel. Se trata de una escultura que representa a dos mujeres judías embarazadas, una frente a otra agarrándose con ternura. No hay distinción entre ambas, ni adornos, ni riquezas. Nada indica quién es quién.
En cuanto a la canción, describe ese encuentro y bien podría ser la banda sonora de la imagen anterior: “Risas en el aire, gozo hecho canción; música de encuentro, danza de dos cuerpos al ritmo de un abrazo, dos vidas multiplicadas por el AMOR…”. Ser y dejarse hacer.
Así es María de Nazareth, toda una mujer de paz; la que guarda en su corazón diversos momentos, situaciones, sean buenos o no tan buenos, y no deja que pasen sin más, sino que vuelve a ellos para mirarlos con ternura.
Oración
Trinidad Santa, bendícenos y guárdanos;
haz brillar tu rostro sobre nosotras y concédenos tu favor;
Comentarios desactivados en Año nuevo María madre: Dios está más allá del concepto de Padre y de Madre
AÑO NUEVO 3 MARÍA MADRE (C)
Lc 2,16-21
Hoy tenemos cuatro frentes abiertos: La circuncisión, la paz, María Madre y el tiempo. Empezaremos hablando de la circuncisión. Era el signo de pertenencia del pueblo judío. Para nosotros es imposible tomar conciencia de lo que la circuncisión significó y sigue significando para un judío. Es mucho más que un rito de iniciación. Significa la seña de identidad religiosa. Debemos desmontar el mito del “pueblo judío”. Un examen genético ha demostrado que no hay tal raza judía. Los judíos no vinieron de ninguna parte. Surgieron en la misma Palestina y se fueron aislando del resto. No tienen por padre a Abrahán ni a David. Tampoco es realista hablar de pueblo elegido.
A todos se nos llena la boca hablando de la paz, pero a nadie le interesa afrontar los retos que plantea. Todos pedimos a Dios que nos libre de la guerra, de los conflictos, de las peleas, pero no estamos dispuestos a exigir en nuestro entorno justicia y libertad, que son las condiciones de una auténtica paz. Luchar por la paz haciendo la guerra garantiza el fracaso. El concepto de guerra preventiva es perverso. El ser humano se puede defender de toda agresión sin tener que luchar contra nada ni contra nadie.
Juan XXIII, en su encíclica “Pacis in terris”, advirtió que la paz será la consecuencia de la Verdad, la Justicia, la Libertad y el amor. Esto lleva consigo tener claro que ningún ser humano es más que otro. Mientras no nos enteremos de esto, mientras haya un solo hombre, grupo o nación que se sienta superior, no podrá haber paz. Esta utopía debía ser el fundamento de toda relación humana. Hay muchas personas que intentamos ser justos, ser amables, ser comprensivos, pero con la condición de que no se ponga en duda nuestra superioridad. Esta postura tan generalizada es de auténtica hipocresía.
Unos buscamos la paz de los cementerios: ¡Que nadie se mueva! ¡Ay de aquel que se atreva a vivir! Ahí están los “vivos” de siempre, impidiendo el más ligero signo de vida a los demás. Otros nos contentamos con la paz romana: todos bajo la bota del imperio. Una paz que responde a la ley del más fuerte, sostenida con las armas. Que mueren personas inocentes, “daños colaterales”. Que quedan seres humanos destrozados, da lo mismo, lo importante es cumplir el objetivo. Paz conseguida gracias a que la inmensa mayoría no tiene capacidad de reivindicar los más elementales derechos y libertades.
La que debíamos buscar todos es la paz armonía, fruto de la Justicia. Pero el mayor enemigo de la justicia es la legalidad que unos pocos privilegiados imponemos a todos, buscando siempre nuestro provecho. ¿Qué pasaría si las leyes del comercio mundial las hicieran los países más pobres, en los que pasan hambre hasta la muerte? El primer objetivo de las grandes coaliciones entre las naciones es defender sus intereses económicos. ¿Contra quién? Es demencial. Y encima tenemos que estar oyendo todos los días que somos los buenos. ¡Qué iba a ser del mundo, si no fuera por nosotros!
María Madre. Es la fiesta más antigua de María que se conoce. Pablo VI la recuperó del olvido. Es bonito empezar el año mirando a María Madre, sobre todo si aprendemos a verla sin capisayos y abalorios. Se cree que la primera imagen que se tuvo de Dios fue la de Madre. María suple las carencias que conllevaba la idea de un Dios exclusivamente Padre. La maternidad de María es un dogma, definido en Éfeso en el 431. Es interesante constatar que ese dogma tuvo que ser aclarado y en cierto modo limitado, veinte años después por el concilio de Calcedonia (451) afirmando que María era madre de Dios “en cuanto a su humanidad“. Seguimos interpretando mal lo que el dogma quiso decir.
El dogma se definió para confirmar que el fruto del parto de María fue una única persona, contra la tesis nestoriana que afirmaba dos personas en Jesús. Fue una definición cristología, no mariológica. María no era aún motivo de la reflexión teológica. No debemos olvidar que este concilio lo promovió Nestóreo para condenar a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo y por lo tanto que María era con pleno sentido, madre de Jesús. A punto estuvo de condenarse como herejía el dogma definido.
La expresión “Theotokos” (que pare a Dios) se ha entendido mal, porque no se ha tenido en cuenta el sentido de la palabra en aquel contexto. Es ejemplo de cómo, conservando la palabra, estamos diciendo algo completamente distinto de lo que se quiso definir. En aquella época se creía que la nueva criatura procedía solo del padre. La madre no tenía otra misión que la de ser recipiente donde se desarrollaba la semilla. No se tenía ningún inconveniente en aceptar que alguien pudiera ser hijo de un dios naciendo de una mujer.
En la concepción de Jesús, no podemos mezclar lo biológico y lo divino. Se trata de dos planos de naturaleza distinta que no tienen posibilidad de interferir uno en otro. En el orden espiritual, lo biológico no tiene ninguna importancia. Hay que defender con rotundidad que lo que Jesús fue y significó, solo podía ser obra del Espíritu. Eso nadie lo pone en duda. En los relatos del nacimiento y bautismo, se ve con claridad: “Concebido por el Espíritu Santo”; “Nacido del Espíritu Santo”; “Ungido por el Espíritu Santo”; “Movido por el Espíritu Santo”; “El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada”.
Lo que estamos celebrando es que María hace presente a Dios (Emmanuel). S. Agustín dice que María fue madre de Dios, no por su relación biológica, sino por haber aceptado el proyecto de Dios. En eso, María puede seguir siendo modelo porque todos tenemos a Dios en el centro de nuestro ser y todos tenemos que dar a luz a Dios (Eckhart). Los primeros padres llamaban a la Iglesia partera, porque su misión era ayudar a los seres humanos a alumbrar a Dios. Dios sigue dándose a todos y cada uno de los hombres. Experimentar ese don es la tarea más importante que puede llevar a cabo un ser humano.
El cuarto tema es el tiempo (Año Nuevo). El comienzo del año nos tiene que hacer pensar en el tiempo y en la eternidad. Como seres construidos de materia, formamos parte del tiempo, del devenir, de la evolución. Pero a la vez, la eternidad, de alguna manera, nos está atravesando. Si camináramos por el tiempo con los ojos bien abiertos, descubriríamos horizontes de eternidad en la misma temporalidad. El concepto de eternidad que manejamos, como algo que está más allá del tiempo, nos está jugando una mala pasada. Alcanzaremos la eternidad sumergiéndonos en la temporalidad hasta el fondo.
En el NT se manejan dos conceptos muy distintos de tiempo. Uno es “Chairos” el tiempo astronómico (la medida del movimiento), que nos permite conectar con la realidad material y sentirnos inmersos en la contingencia. El otro concepto es el “Kairos”, que sería el tiempo psicológico o espiritual. Este nos permite ir más allá de lo temporal y experimentar en cualquier momento lo trascendente, lo divino, la eternidad. Para nuestra mente cartesiana es imposible hacernos a esta idea, pero es la base de toda espiritualidad.
Comentarios desactivados en Se admiraban de lo que les habían dicho los pastores.
Estas narraciones de los evangelios de la infancia de san Lucas necesitan ahondamiento para sacarles todo el provecho espiritual. Son muchos más que simples anécdotas.
Los pastores son en esta narración algo más que unas figurillas del Belén. Tienen un papel preponderante: anuncian, incluso a María y a José, el sentido del nacimiento de Jesús.
Tengamos en cuenta de que ser pastor era en aquel contexto social ejercer uno de los oficios considerados malditos porque los pastores vivían al raso descuidando a sus mujeres en casa durante la noche (eso decían), no iban a los rezos de la sinagoga, eran considerados ladrones, andaban siempre con vísceras y sangre, etc. Gente sin honor, los que no cuentan. Resulta que ellos son los mensajeros del nacimiento. Tiene la cosa metralla: los menos honorables son los mensajeros.
¿Qué mensaje traen esta gente de mal vivir? Que un envuelto en pañales y puesto en un pesebre es el que puede salvar. Que un humano pobre tiene la clave de la dicha y del éxito. Que lo humano, con toda su pobreza, es el camino para dar sentido a esta vida nuestra. Que la clave está en lo humano.
Algunos cristianos espirituales tuercen el gesto cuando se les dice que la clave de todo está en si eres humano o no. Piensan que la fe es algo más grande. Pero el asunto del creer es una cuestión de humanidad. Esa es la señal: unos pañales y un pesebre. Lo humano nos salva. ¿Cómo?
· Si piensas con humanidad: que es lo mismo que si piensas con bondad. Si dentro de ti hay uno que piensa con bondad, con amabilidad, con humanidad estás en la fe de Jesús.
· Si tienes un corazón sensible: si te importan los sufrimientos ajenos, si te conmueven las lágrimas de los pobres, si te mueves en la dirección de las pobrezas estás en la fe de Jesús.
· Si brota en ti la empatía: si conectas con la persona sencilla, si escuchas con agrado, si te interesas por el otro, si ayudas en lo que está en tu mano estás en la fe de Jesús.
Los pensadores de hace siglos, del tiempo de Jesús (Plinio el Viejo) decían ya que Dios se hace visible cuando un mortal ayuda a otro mortal. La sensatez nos dice que la cuestión religiosa, por la que a veces discutimos y clasificamos a las personas, se resuelve en algo tan simple: ayuda o no ayudas, cuidas al necesitado de cuna y pañales, al humano, o no lo cuidas.
Siguiendo las buenas tradiciones, muchos de nosotros ponemos en nuestra casa un sencillo belén que nos recuerda el nacimiento de Jesús. Está muy bien. Pero el verdadero belén es este que dicen los pastores: reconoce en el humano frágil la presencia de Dios. Y si la reconoces, ayúdale si lo necesita. Siempre dando vueltas a la misma masa. ¿Pero es que hay otra?
Comentarios desactivados en María arquetipo de una espiritualidad para nuestro tiempo.
(Definimos arquetipo como prototipo ideal que sirve como ejemplo o pauta para reproducirlo).
Hoy, primer día del año 2022. Empieza un año en nuestro calendario: para la fe, es una continuidad, para el planeta es una millonésima de segundo en el conjunto de los billones de años del Universo. Y aquí estamos, muy puestos en decidir quién es quién en el conjunto de nuestro planeta: Quién toma las decisiones de quién vive y quién se extingue… también en la comunidad cristiana, nuestras decisiones pueden decidir quién se conecta con el Dios Vivo o quién sigue apoyando una religiosidad moribunda.
Y la liturgia de hoy nos viene enmarcada en una gran Bendición o decir-bien, de todo, y ello nos recuerda el deseo y cariño de una madre, lo que necesitamos ser para gestar la nueva humanidad. Empieza así:
…El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor;
el Señor se fije en ti,
y te conceda la paz.
(Números 6, 22-27)
El tiempo actual no es muy distinto del de los orígenes del Cristianismo, por su complejidad socio-política y también religiosa.
El Evangelio de Lucas nos cuenta al principio de su relato que un anuncio al sacerdote del templo, Zacarías, no acogido, le deja mudo, porque interrumpe la comunicación con Dios al no fiarse de su Palabra, él, el que rezaba en nombre de todo el pueblo.
Entiendo la mudez también como el que hablando no dice nada, homilías repetitivas… ausencia de profetismo también en los responsables del templo de hoy.
La mudez de Zacarías, contrasta con la fe de su anciana esposa, que se atreve a creer contra toda lógica, y concibe y da a luz a un profeta, el cual, aprendió de su madre a serlo, anunciando con su vida que venía otro a quien él sólo preparaba el camino.
Esta fue la experiencia de Isabel, que recibe la visita inesperada de Miriam de Nazaret que también está gestando la vida que viene del Espíritu- Ruah.
Ellas toman otra ruta, y fecundadas por el Espíritu del Dios vivo, caminan y corren y se abrazan y danzan y denuncian la injusticia, anunciando un tiempo nuevo.
Isabel acoge el anuncio, y también la joven Miriam, quién a diferencia de Zacarías –el cual pide garantías– pregunta con inteligencia y apertura, cómo será aquello, y en ese diálogo –primera escuela de oración cristiana– la mujer de tú a tú con Dios, es la que propicia la presencia humana del Abba: Jesús.
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer… como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: Abbá, Padre. Así que ya no eres siervo sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios (Gal 4,4-7)
Los signos son para que entendamos por dónde anda Abba. Y nos hablan de una cueva, lugar que solemos esconder, tal vez lo identificamos con nuestra sombra, sin saber que ahí está la luz. Y nos hablan de unos astrólogos que siguiendo las estrellas se encuentran con Su estrella. Y nos dicen por dónde ir para encontrarla y por donde no ir.
Está claro, el único camino es el que evitamos.
Evitamos bajar a nuestra cueva, evitamos la intemperie por donde andan los pastores, los que también se dejan acompañar por las estrellas.
¡Qué poco nos gusta la noche! y sin embargo, es en el único espacio donde se pueden contemplar y disfrutar de las estrellas. Sólo que haya una luz artificial, ya brillan menos, y como consecuencia, nos cuesta discernir por dónde seguir.
Y nos dice Lucas, que la señal es encontrar a un niño envuelto en pañales…maravillosa descripción de la humanidad de Dios. Y a una chica: María que conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior (Lc 2,19).
Y yo sugiero que esta es una señal para nuestro mundo vacío de espiritualidad, cansado de una religión casi muda, o a veces, preferentemente muda.
La señal es que al inicio del cristianismo, está UNA MUJER QUE MEDITA.
Ella nos lo dice todo. Este es el arquetipo que hemos obviado y que mientras no lo atendamos y cultivemos, no veremos las estrellas, ni niños en las fronteras, ni mujeres consagrando la vida. Tampoco la madre de Jesús es digna del sacerdocio, por ser mujer (???)
Ella consagra su vida a educar al que nos dará la siguiente clave, la que llena la meditación silenciosa de Vida y futuro:
Al principio ya existía la Palabra, y la palabra era Dios. Ella contenía vida y la vida era la luz para la humanidad: esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado… a los que la aceptan los hace capaces de hacerse hijos de Dios: a esos que mantienen la adhesión a su persona… (Jn 1, 1ss)
María encuentra en el silencio reflexivo el consuelo, el camino y la fuerza para gestar la Palabra, como nosotros, cuando oramos desde el silencio, escuchando la Palabra que, como en ella, toma la forma del Cristo.
María nos abre el camino, hoy, primer día de un año, que se nos regala, y que es un gran interrogante, para que lo vivamos en plenitud, como hijas de Dios.
Que el Señor nos bendiga y proteja. Que nos ilumine y se fije en nosotrxs para que merezcamos ser llamadxs hijxs de Dios.
La meditación es la llave que abre la puerta a la cueva y que nos conduce a la Fuente. Es en ese silencio donde nos unimos con todas las personas de bien, de todas las religiones y espiritualidades, que han descubierto ahí la vida. Es la gran herramienta que puede enderezar el eje de nuestra vida y el del Planeta. Y, como siempre, todo empieza con una mujer. Feliz Año todas las mujeres, que como María de Nazaret bendecís, consagráis, predicáis, acompañáis la Vida.
Comentarios desactivados en Santa María, Madre de Dios. Encontraron al recién nacido acostado en el pesebre.
Lc 2,16-21
La mujer está presente en la trama, en el tejido de la historia de la salvación. Así como la mujer ocupa un lugar central y único en la existencia de los seres humanos -la madre, la esposa, la hija, la hermana, la novia, la compañera-, así también en la historia de Dios ella tiene un lugar irreemplazable.
Dios actúa a través de realidades y mediaciones concretas que él ha creado, desde ellas y en ellas, encarnándose y encarnado en el mundo real. Por eso, para la llegada del Mesías, la mujer abrirá la puerta cerrada, la puerta de los tiempos mesiánicos. No sólo el hombre, el Bautista. Los dos primeros capítulos del evangelio de san Mateo y san Lucas están dominados por la mujer concreta: “Su nombre era María”.
La acción de la mujer en la historia santa es absolutamente personal. Reposa sobre un acto de confianza, de fe, de intrepidez, de coraje. No es meramente biológica, no se reduce a la gestación. No es una colaboración pasiva, sino eminentemente activa.
De esta historia la mujer recibe un impulso decisivo para emanciparse de la secular situación de humillación y discriminación; para asumir en sus propias manos las riendas de su destino; para entrar en diálogo con el hombre, como interlocutor de igual dignidad y personalidad. Todos los argumentos que esgrime la Iglesia católica sobre la mujer se nos caen de las manos. La relación de la iglesia institucional con las mujeres va más allá del consabido “papel de la mujer en la Iglesia”. Es algo de más calado. Atañe no sólo a la credibilidad de ésta sino a los pilares de la fe. ¿No han entendido el discipulado de iguales que Jesús inaugura? ¿Cuántos años más harán falta para superar la brecha de género fomentada por los discursos teológicos, homilías y formulaciones litúrgicas que promueven la inequidad, la resignación, la sumisión, en definitiva, la opresión, el único pecado que existe? ¿Hace falta crear una comisión para profundizar sobre el diaconado, el sacerdocio femenino y tantos otros planteamientos que atañen a más de la mitad de la humanidad y que no son más que una cuestión de poder? ¿Qué consecuencias se derivan de ello? ¿Cómo están afectando a las comunidades cristianas?
Nuestro Dios, que es comunicación y relación, entra en diálogo con la humanidad. Llegada la plenitud de los tiempos, la Palabra se hace uno de los nuestros, planta su tienda entre nosotros (Jn 1,12-14). El Pueblo de Dios escucha y se abre a esa Palabra, se deja iluminar por la luz que emana de ella. Oramos, pues, con la Palabra hecha carne, con la Luz que nos hace hijas e hijos de Dios.
En la primera lectura recordamos la bendición que ofrece Dios a los israelitas por mediación de Moisés (Nm 6,22-27). Bendecir es poner el nombre de Dios en la asamblea. Dios es la fuente de toda bendición y ésta abarca todo bien material o espiritual, siempre signo de la donación de Dios, de su protección, gracia y paz. “El Señor te bendiga y te proteja, haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te dé la paz. Así invocarán mi nombre y yo los bendeciré”. El reconocimiento de su hondura y significado lo enaltece como revelador.
El nombre de Jesús quiere decir “Dios salva, libera”, aludiendo a Moisés el liberador del pueblo de Israel contra la opresión del faraón. El cristianismo sólo se comprende desde un serio compromiso de liberación humana en todos los sentidos.
Los pastores representan a los sencillos, a los descartados y con no muy buena fama… que están vigilando su rebaño en la noche. Están en la noche quienes aún viven en la ignorancia de su ser sagrado, original. ¿No es lamentable escuchar todavía el relato del pecado original (que leímos el día de la Inmaculada), que es un mito narrado en un género literario y con un lenguaje simbólico, y no haber tenido una pedagogía de los orígenes como el encuentro de Dios con la humanidad, sin el sesgo de culpa, sexual?
Volviendo al texto, un ángel del Señor, presencia de Dios en el ser humano que se abre a lo trascendente, se les aparece y les da la señal: “Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Ellos acuden corriendo y encuentran a María, a José y al niño. ¿A qué se está refiriendo Lucas? ¿No es lo lógico que un recién nacido esté acostado?
En las Escrituras todo tiene un significado profundo, a veces oculto, no tan evidente. Encontrar al Niño implica que la persona, el ser humano concreto, no necesita salir de sí mismo, para encontrar la Verdad, pues Él ya puso su morada en el interior de cada criatura desde el principio. No es tanto buscarlo sino descubrirlo, reconocerlo en el propio corazón, en el hondón de la existencia, e ir retirando las capas que envuelven el preciado tesoro del Dios con nosotros/as para asombrarnos y sobrecogernos en la contemplación del Ser que nos habita, nos sostiene y nos nutre.
¿Cómo entramos en diálogo con él en la vida cotidiana? ¿Le hacemos un hueco, un espacio en medio de las prisas, trabajos estresantes, atender a la inmediatez de las redes sociales, ocupaciones, reuniones…? Un “yo” que, aliado con mis deseos, mis quehaceres, mis miedos, mis necesidades materiales e incluso espirituales, me evade, me desvía o me aleja del descubrimiento de lo esencial: Dios en mí, en nosotros/as, porque todo ello son capas, envolturas que deben ser reconocidas como lo que son, una ilusión de “ser”, que ocultan y ahogan la Verdad. Una vez metido en esa maraña de cosas y urgencias, supeditado al canto de sirenas del mundo y la sociedad actual, el ser humano no puede por menos de sentir un gran vacío que tratará de llenar creando una identidad que le dé seguridad, defensa y una excusa para no implicarse.
El Yo real permanece, pues, ignorado, oculto. Solo una mirada interior como la de María, una fe confiada que le impulsa a pronunciar su “Hágase en mí”, es capaz de gestar y alumbrar la Luz, la Verdad, el Amor que todo lo invade, que todos/as esperamos y necesitamos. “Y de repente, -escuchamos en lo escondido, en la intimidad de nuestro Ser- se juntó al ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres y mujeres que gozan de su amor”.
“María guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón”. Como María, la comunidad cristiana, reunida para celebrar y reavivar la memoria de Jesús, de su acción liberadora y emancipatoria, hace presente hoy, cada día, la gesta de Jesús en favor de todas y todos los que viven esclavizados, marginados. La vida del cristiano/a con su lucha y participación en favor de la libertad, actualiza la memoria dinámica de la historia de la salvación.
¡Gracias María, Hija de la Promesa, Madre de Jesús, vecina de Nazaret, María de Pentecostés y compañera del Pueblo de Dios que caminas a nuestro lado!
Comentarios desactivados en Año Nuevo: el tiempo humano tiene nostalgia de la eternidad de Dios
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
Tres motivos celebramos en este día 1 de enero: El año nuevo, María como madre de Dios y la jornada por la paz.
01.- Feliz año nuevo.
En primer lugar feliz tiempo, feliz año nuevo, feliz vida.
La duración del ser humano es el tiempo, la duración de Dios es la eternidad. El tiempo tiene nostalgia de eternidad. Los seres humanos tenemos nostalgia de Dios
Nos hará bien comenzar el año y continuar en la vida con la bendición que hemos escuchado en la primera lectura (Dios le dice a Moisés para que Aarón bendiga al pueblo): que el Señor nos bendiga y nos proteja…
02.- Jornada por la Paz
Fue Pablo Vi quien hace 58 años estableció el día de año nuevo como jornada de la paz.
La paz, don y quehacer
En la noche de Belén y en la noche de la historia resuena el cántico: gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz.
La paz no es ausencia de guerra (mera tregua) ni equilibrio de fuerzas adversarias (guerra fría) ni situación de calma impuesta (orden público), ni dominio de alguna potencia.
La paz es «Shalom», armonía con Dios, con los hermanos y con la creación: es serenidad espiritual consecuencia de la justicia, la libertad y el amor.
La paz es un don de Dios en Cristo: creador de la paz. Cuando nace Jesús, el mensaje del cielo, la buena noticia (de los ángeles) es: “paz a los hombres que Dios ama“.
La paz es consecuencia del respeto a la dignidad personal; es cultura solidaria, bienes compartidos, sociedad justa.
Pero la paz es un quehacer. La paz se ve continuamente está amenazada constantemente por el pecado personal y social.
03.- María
Hoy celebramos también a María como madre del Señor.
María vio y vivió muchos acontecimientos de su hijo Jesús que no entendía, o que seguramente le chocaban mucho, por eso fue la “primera creyente”. Desde el nacimiento de su hijo, Jesús, hasta su muerte (y resurrección), muchas cosas le resultaban chocantes e inexplicables. De ahí que María guardara todas estas cosas en su corazón y les daría más de cuatro vueltas.
María (y José) se muestran contemplativos y silenciosos ante la vida y actividad de Jesús.
Esa misma actitud puede ser la nuestra, cuando la sorpresa y el asombro ante los acontecimientos nos superan y “nos dejan sin palabras”.
La actitud contemplativa de María y José pudiera ser también la nuestra vivir en Silencio orante ante el misterio de Dios.
María guardaba en su corazón lo vivido en el tiempo. La memoria, el corazón son el lugar del tiempo, de lo vivido, del kairós.
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado. Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido (Lucas 2, 16-21)
Comenzamos el año con la festividad de Santa María Madre de Dios. No hay tantos textos bíblicos que hablen de María y esta proclamación como “Madre de Dios” es un dogma que pretende remarcar la divinidad de Jesús más que engrandecer la figura de María. Por supuesto, es importante reconocer el papel que ella jugó en hacer posible la encarnación del Hijo de Dios y como podemos considerarla la primera creyente, la primera discípula, la que supo abrirse a la acción del Espíritu para realizar la obra de Dios en el mundo.
Por lo tanto, el texto que Lucas nos ofrece para este domingo, tiene una referencia a María, pero no es lo más importante de todo el texto. Este, en continuación con el nacimiento de Jesús que consideramos en navidad, nos presenta las primeras respuestas ante el Niño que nació en Belén. Y, en coherencia con los destinatarios del evangelio de Lucas -los últimos y despreciados- los que se acercan al pesebre son los pastores a quienes el ángel les había dado la buena noticia del nacimiento de Jesús y ellos, creyendo, van a reconocerlo en el pesebre. Es decir, es un diálogo de pastores pobres con un Niño que nace pobre. Pero allí encontramos la fe sencilla que glorifica y alaba a Dios y produce que todos los demás se asombren por lo que ellos relatan. El texto continúa contando la costumbre judía: llevar al niño a circuncidarlo a los ocho días y ponerle el nombre de Jesús como lo había dispuesto el ángel. Recordemos que el nombre Jesús significa “Dios salva”, precisamente porque, con Jesús, llega la salvación al mundo.
Pero volvamos a la figura de María. De ella se dice que “conservaba y meditaba todo en su corazón”. Desde una lectura patriarcal estas palabras nos llevarían a pensar en la figura de una María sumisa, callada, sufrida, capaz de aguantarlo todo, como se ha pedido a las mujeres en la sociedad patriarcal, para que no pierdan su lugar -en lo privado, no en lo público- y que contribuyan al devenir del mundo desde la aceptación callada, aunque, implique sufrimiento. Pero desde la hermenéutica feminista, reconocida hoy como hermenéutica necesaria e indispensable para rescatar la presencia de las mujeres en la Biblia y su protagonismo en la historia de salvación, estas palabras nos llevan a pensar en una María que reflexiona, medita, busca razones y sentidos a todo lo que vive. Es decir, tiene una actitud proactiva que manifestará a lo largo de la misión de su Hijo, incluso al pie de la cruz, y que da fundamento a lo que luego podemos proclamar de ella.
Que esta celebración de María como Madre de Dios, nos conecte también con la María del evangelio, la que por meditar todo en su corazón, supo también levantar su voz profética, colaborando activamente en la vivencia del reino de Dios en nuestra historia.
(Foto tomada de: https://jabenito.blogspot.com/2013/12/navidad-maria-con-pobres-panales-y-una.html)
Comentarios desactivados en “María de Nazaret, Madre del Hijo y Madre de la Iglesia”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF
María de Nazaret, Madre del Hijo y Madre de la Iglesia. Una reflexión mariana para el 1 de enero de 2025.
La solemnidad de hoy nos ayuda a reconsiderar la figura de María de Nazaret en su calidad de «Madre de Dios».
Los sobrios relatos bíblicos sobre María dejan margen a la interpretación para acomodar esta figura central del cristianismo entre la invocación (actitud más católico-ortodoxa) y la evocación (actitud más protestante).
Pero no cabe duda de que ya desde los primeros años del siglo II, para todos los cristianos María desempeña un papel decisivo en la vida de Cristo y de sus discípulos. En el siglo II, en efecto, la mención de la «concepción virginal» de Jesús, hijo de María, entra en las confesiones de fe y no vuelve a salir de ellas.
Hay que señalar, sin embargo, que tanto el Símbolo de los Apóstoles (entre los más antiguos, aunque sin fecha) como el Símbolo de Nicea-Constantinopla asocian la mención de María al nombre de Pilato. En efecto, los protagonistas son tres: el Espíritu Santo, María y Pilato.
Tres sujetos que expresan tres dimensiones diferentes: dejando de lado la presencia dinámica de Dios (el Espíritu Santo), conviene recordar la tensión/relación entre María y Pilato; el testimonio y la participación activa de María contrastan con la total pasividad e indiferencia de Poncio Pilato.
La participación de María está en orden no sólo a la encarnación, sino también al «homo factus est», al hacerse hombre de Jesús; la pasividad total y laxa de Pilato, un vulgar administrador romano, está en relación con la muerte.
Creo que estos dos polos son interesantes para comprender la «maternidad activa», por un lado, y la «crueldad indiferente», por otro.
Pero hay otro contraste que esta vez nos viene de la narración bíblica: la oposición María-Pilato, dos maneras de vivir y de llegar a ser, se relacionan claramente con otro contraste: la escena tierna, dulce, casi anónima y ordinaria de Lc 2,1-7 revive en Lc 2,8-14: la gloria cantada por «un ejército celestial» y anunciada a los pastores. Y el «signo» sigue siendo el mismo: un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Toda persona lo es cuando es real; y toda mujer y todo hombre lo son cuando no permanecen indiferentes, como María.
María es quien guarda y construye lo que le caracteriza;
María es la que fortalece la determinación de crecer;
María es la que libera las buenas energías;
María es la que canaliza el buen coraje en la dirección correcta.
Pilato es aquel que ama por deber;
Pilato es aquel que espera sin compartir;
Pilato es aquel que no permite presencias ajenas sin instrumentalizarlas;
Pilato es aquel que deja su propia felicidad a la suerte.
No cabe duda, sin embargo, de que María no se queda sólo en un símbolo, sino que es una presencia mansa y humilde que nos acompaña en la historia; esa historia de uno mismo que, sin embargo, permanece en nuestras manos, que no han de lavarse en la prisa, en la distracción, en la rivalidad.
Y bajo el signo de la ‘gloria del niño nacido‘, la liturgia nos ayuda hoy a cantar, a participar en la historia, sin lavarnos las manos anónima y pasivamente, afrontando las guerras con determinación para alcanzar la ‘paz‘, el ‘shalom‘, que traducimos como ‘salvación‘.
Y ‘hoy‘ la salvación ha entrado en la historia y estamos en ella acompañados por María, ‘Madre del Hijo‘ y ‘Madre de la Iglesia‘.
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