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Toda familia es sagrada.

Domingo, 29 de diciembre de 2019
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1 imagenMt 2,13-23

El tipo de familia de Nazaret que se nos ha propuesto, es muy probable que no haya existido nunca. Los evangelios no nos dicen nada sobre el tema. Lo razonable es pensar que fue una familia normal. Mientras más nos alejemos de lo normal, se convertirá en más improbable. El modelo de familia del tiempo de Jesús era el patriarcal. La familia molecular (padres e hijos) era inviable, tanto social como económicamente. Cuando nos dice que José recibió a María en su casa. Quiere decir que María dejó de pertenecer a la familia de su padre y pasó a integrarse en la familia de José. El relato de la pérdida del Niño es impensable en una familia de tres.

El valor supremo de la familia era el honor. En la honorabilidad estaban basadas todas las relaciones sociales, desde las económicas hasta las religiosas. Si una persona no pertenecía a un clan respetado, no era nadie. En consecuencia, el primer deber de todo miembro de la familia era el mantener y aumentar su honorabilidad. Esto explica las escenas evangélicas donde se dice que su madre y sus hermanos vinieron a llevarse a Jesús, porque decían que estaba loco. Querían evitar a toda costa el peligro del deshonor de la familia. Lo que pasó confirmó sus temores.

Las instituciones son entes de razón, son medios que el hombre utiliza para regular sus relaciones sociales. Son imprescindibles para su desarrollo como persona humana. Como todo instrumento, ni son buenas ni son malas en sí mismas. La bondad o malicia depende de su utilidad para conseguir el fin. Todas las instituciones pueden ser mal utilizadas, con lo cual, en vez de ayudar al ser humano a perfeccionarse, le impiden progresar en humanidad. La familia también puede ser utilizada para oprimir y someter. La familia debe estar al servicio de cada persona y no al revés.

En los evangelios no encontramos ningún modelo especial de familia. Se dio siempre por bueno el ya existente. Más tarde se adoptó el modelo romano, que tenía muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal, era muy avanzado. No sólo se adoptó sino que se vendió después como cristiano, sin hacer la más mínima crítica a los defectos que conllevaba. Voy a señalar sólo tres:

No contaba para nada el amor. El contrato era firmado por la familia según sus conveniencias materiales o sociales. Una vez firmado por las partes, no había más remedio que cumplirlo, sin tener en cuenta para nada a los contrayentes.

La mujer quedaba anulada como sujeto de derechos y deberes jurídicos. De un plumazo se reducían a la mitad los posibles conflictos legales. Esto ha tenido vigencia prácticamente hasta hoy. Hasta hace unos años, la mujer no podía abrir una cuenta corriente sin permiso del marido.

El fin del matrimonio era tener hijos. Al imperio romano lo único que le importaba es que nacieran muchos hijos para nutrir las legiones romanas que eran diezmadas en las fronteras. Hoy se sigue defendiendo esta ideología en nombre del evangelio. El número de hijos no tiene por qué afectar a la calidad de una paternidad; siempre que la ausencia de hijos no sea fruto del egoísmo.

Aunque esos fallos no están superados del todo, hoy son otros los problemas que plantea la familia. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas. No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio indisoluble, indisoluble, aunque la estadística nos diga que el 50 % se separan.

Dos razones de esta mayor exigencia son: a) La estructura nuclear de la familia. Antes, las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más amplio. Hoy, al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos. b) La mayor duración de esa relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta u ochenta años juntos. En un tiempo tan prolongado, es más fácil que en algún momento surjan diferencias insuperables.

Como cristianos, tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús predicó no hace referencia a las instituciones, sino a las actitudes que debían tener los seres humanos. Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse con los demás como exige su verdadero ser, a esta exigencia le llamaba voluntad de Dios. Cualquier tipo de institución que favorezca esta actitud humana, es válido y cristiano.

Es verdad que la familia está en crisis, pero las crisis no tienen por qué ser negativas. Todos los cambios profundos en la evolución de la humanidad vienen precedidos de una crisis. La familia no está en peligro, porque es algo completamente natural e instintivo. Como cristianos tenemos la obligación de colaborar con todos lo hombres en la búsqueda de soluciones que ayuden a todos a conseguir mayores cuotas de humanidad. Tenemos que demostrar con hechos, que el evangelio es el mejor instrumento para conseguir una humanidad más justa, más solidaria, más humana.

Si tenemos en cuenta que todo progreso verdaderamente humano es consecuencia de las relaciones con los demás, descubriremos el verdadero valor de la familia. En efecto, la familia es el marco en que se pueden desarrollar las más profundas relaciones humanas. No hay ningún otro ámbito o institución que permita una mayor proximidad entre las personas. En ninguna otra institución podemos encontrar mayor estabilidad, que es una de las condiciones indispensables para que una relación se profundice.

Podemos estar seguros que las primeras lecciones de humanidad las recibió Jesús en el entorno familiar. Este entorno no se redujo a José y a María; comprendía también a sus hermanos (si los tuvo) a sus primos, a sus tíos y abuelos (sobre todo paternos). En una familia auténticamente israelita, la base de todo conocimiento y de todo obrar era la Biblia. Sin este trasfondo sería impensable el despliegue de la figura del hombre Jesús. Jesús fue mucho más allá que el AT en el conocimiento de Dios y del hombre, pero allí encontró las orientaciones que le permitieron descubrir al verdadero Dios.

Debemos olvidarnos de espectacularidades externas y descubrir su infancia como la cosa más normal del mundo. Fue una familia completamente normal. Nada de privilegios ni protecciones especiales, ni su familia ni sus vecinos pudieron enterarse de lo que ese niño iba a ser, porque también él fue completamente normal. Es en esa absoluta normalidad donde tenemos que ver lo extraordinario, su vida interior y su cercanía a Dios, que era lo que les mantenía unidos y entregados unos a otros, como soporte de la convivencia.

Jesús fue un ser humano, aunque en esa humanidad se estaba manifestando la plenitud de la divinidad. Es Dios el que se hace hombre, no Jesús el que se hace Dios. Si a Jesús le hacemos Dios, nosotros quedamos al margen de ese acontecimiento. Si descubrimos que Dios se hace hombre, podré experimentar que se está haciendo en mí. Este es el verdadero mensaje del evangelio. Esta es la buena noticia que nos aportó Jesús.

Meditación

La familia es el marco más íntimo de relaciones humanas.
Es, por tanto, el marco privilegiado de humanización.
Ahí debe manifestarse y potenciarse nuestra plenitud humana.
Dentro de mí, en lo hondo de mi ser, debo descubrir esa necesidad de amar.
Los lazos familiares me ayudan a salir de mí e ir al otro.
La familia es el mejor campo de entrenamiento para hacerme más humano.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Una familia cariñosa.

Domingo, 29 de diciembre de 2019
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fam-felizDebes recordar que la familia nace a menudo de la sangre, pero no depende de la sangre. Tampoco es exclusivo de la amistad. Los miembros de tu familia pueden ser tus mejores amigos. Y los mejores amigos, estén o no relacionados contigo, pueden ser tu familia (Trenton Lee Stewart)

29 de diciembre. DOMINGO DE LA SAGRADAFAMILIA

Mt 2, 13-15 y 19, 23

Así se cumplió lo que el señor anunció por el profeta: Llamé a mi hijo que estaba en Egipto

En el Antiguo Testamento, la familia es núcleo de vida civil y religiosa, y en los tiempos patrimoniales abarca, varias generaciones, ramas colaterales y empleados, es tema que domina el las relaciones hereditarias en el Génesis, y puede ser responsable de penas y sanciones, como se dice en Números 16.

En la familia se transmite la propiedad, el nombre, y a veces el oficio.

En la literatura sapiencial, las relaciones son tema permanente, y se habla específicamente de la educación de los hijos, de los deberes de éstos para con los padres, de la esposa y de la convivencia; temas que aparecen igualmente referidos a la plegaria, y de modo partículas en los Salmos, siendo objeto de imágenes teológicas.

La familia es la unidad cúltica de Pascua.

Y en el Nuevo, en Mateo 7, 8-12 se resalta el deber de sustentar a los padres y cuidar de los hijos. ¡Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? (Mt 7, 8).

Y en el mismo evangelista, 13, 12, Jesús pone límites al amor a la familia, subordinándola al amor a su persona, y estableciendo una nueva familia, cuyo vínculo es cumplir la voluntad del Padre (Mt. 12, 46).

Pablo dice en Colosenses 3 que los empleados formaban parte de la unidad familiar.

¡¡ Qué maravillosamente siguen los del Opus estas doctrinas cuando dicen a sus aspirantes que “vosotros ya no pertenecéis a vuestra, familia, nosotros somos la familia vuestra” !! (Ojalá fuera cierto en sentido recíproco)

 

Cuando los conquistadores españoles llegaron al área de las Islas Filipinas, nos cuenta el italiano Antonio Pigafetta en su libro Primer viaje en torno del globo, lo siguiente: Y cosa sorprendente lo de que aquellos empleaban, como Jesús en el Padrenuestro quince siglos antes, la palabra Abba, que para ellos significaba Dios.

En un documento del IV domingo de Adviento, el papa Francisco propone tres aptitudes para ir al encuentro de Dios, diciendo en una de ellas:

“Estamos en camino para encontrarle a él, en camino para encontrarme, y cuando nos encontremos veamos que la gran sorpresa es que él me está buscando antes de que yo comenzara a buscarle”.

Pero lo que no sabía el italiano, es que en aquellas tierras filipinas todos sus habitantes eran moros, y que los relatores de Mahoma habían heredado esa palabra aramea, del judaísmo.

Como en el Acto II de ópera I Pagliacci de Ruggiero Leoncaballo, el público encuentra espléndida la representación y grita: ¡Bravo!, mientras Neda se da cuenta de lo que está ocurriendo; que estamos regresan do de Egipto a la Familia Prometida.

El poeta Christian Manríquez escribió este poema:

Uno se siente como en su hogar, el confort cálido y suave
de todas las cosas familiares.

Uno se siente como en el hogar,
un lugar seguro, tranquilo y confortable,
donde uno se puede relajar y ser libre.

Con tu sonrisa de complicidad,
me puedes poner a reír de gusto,
porque maravillosamente eres mi madre.

Cuando vives con tu familia no lo sabes apreciar,
el amorque te dan de forma incondicional, demostrándote
que te querían ya antes de nacer,
sin necesidad de demostrarles nada.

Han pasado muchos años desde entonces,
viviendo solo y sin mirar atrás,
pero el amor que en su momento me demostrasteis
es algo que no se olvida ni en el mayor de los tormentos.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Sabes, José?… te admiro.

Domingo, 29 de diciembre de 2019
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552625620dfa0c8d469d565befd68aa0Mt 2, 13-15.19-23                                                        

El espacio del sueño era para ti, José, rico en mensajes que no te tomabas a la ligera. Soñabas, y al despertar, en ese misterioso espacio entre el sueño y el no-sueño, espabilabas interpretando el mensaje.

Podrías haber dejado de lado los sueños, que ya sabemos se evaporan si no llegan a ser entendidos como mensajes a discernir y valorar.

soñabas y, aun superándote la responsabilidad a la que te habías comprometido, te ponías en marcha.

Pero no sólo tú soñabas, también “los magos, avisados en sueños(Mt 2, 12)  de las maniobras del  poder manipulador, faltaron a la cita del embaucador, que al sentirse “burlado por los magos, se enfureció terriblemente y mandó matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, menores de dos años” (Mt 2, 16-18). Eligió la violencia, como suele pasar.

¿Sabes, José?… por aquí se sueña poco, y lo poco que se sueña suele hacerse  despiertos; son sueños que tiene que ver con el dinero, el poder, la imagen. Se sueña con la inmediatez de ver realizado el sueño instantáneamente; se sueña pidiendo resultados rápidos que liberen de preocupaciones, de compromisos, de esfuerzo. Se sueña con cosas que puedan adquirirse, consumirse, atesorarse, con la ilusión de que traerán la suprema felicidad, pero que cuando se esfuman dejan un vacío incómodo que ha de ser llenado a toda prisa. ¿Llenado de qué?, de lo mismo.

En el primer sueño “tomas al niño y a su madre” y os convertís en una familia de refugiados en país extranjero.

¿Sabes, José?… en el mundo en que vivo millones de familias están en movimiento huyendo de la violencia, del hambre, de la falta de oportunidades para llevar una vida digna. Caminan y topan con alambradas, muros de hormigón, desiertos imposibles y mares en la noche, y lo que es peor: rechazo, incomprensión, violencia, violación, degradación, abandono y torturas burocráticas que invisibilizan a las personas convirtiéndolas en datos estadísticos.

Hace unos días se celebraba el Día del Migrante y según datos de Naciones Unidas “en 2019, el número de migrantes alcanzó la cifra de 272 millones, 51 millones más que en 2010”. Esto va mal y no parece que haya voluntad política internacional de querer arreglarlo.

Pero sigamos con tus sueños“el ángel del Señor se te apareció de nuevo en sueños” en Egipto y te dijo: “Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han  muerto los que atentaban contra la vida del niño”.

Puedo imaginar tu alegría en medio de la noche o a punto del amanecer, recogiendo lo poco que puede recoger una familia migrante para volver a su tierra, al lugar de donde salió a toda prisa y de noche.

¿Sabes, José?… Creo que te mueves bien entre el sueño y el no-sueño; sabes que  suceden cosas, llegan mensajes en forma de intuición, despertando y sobresaltando…  Tú sabías que esos susurros venían directos del corazón de un Dios-Padre que ama y protege pero que no limita la libertad humana: pudiste haber elegido quedarte en la tierra que te acogió, o sencillamente seguir durmiendo no sólo de noche como sucede tantas veces en la vida cuando nos dejamos llevar por la rutina sin plantearnos cambios.

De vuelta a casa, pisando ya la tierra de Israel, supiste quien era el sucesor del que os hizo huir. El miedo te puso en guardia e hicisteis un alto en el camino. Otra vez se repite la historia: “Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret”. Dejaste el desvío hacia Judea y emprendiste camino hacia Galilea.

¿Sabes, José?… ¡Te admiro! Vives contando con la presencia de Dios, aun durmiendo, pero tomas decisiones, eres responsable y sabes parar cuando hay que parar. Para mí eso significa que colaboras en primera persona. Practicas una obediencia activa. Y recordemos que obedecer viene de escuchar. Reconozco en tu modo de actuar que esa obediencia es la de alguien que ha comprendido que su pequeño proyecto de vida está insertado en un Proyecto Mayor: el que Dios quiere para cada uno de nosotros que se cumple estando a la escucha y poniendo toda la carne en el asador, es decir, comprometiéndose en la misión encomendada confiando en Quien envía.

La familia se instaló en Nazaret, lugar del que después supimos que se decía que “no podía haber nada bueno” (Jn 1, 46).  El niño fue creciendo en estatura y sabiduría dentro de una familia sencilla rodeado de amor. Sin lugar a dudas podemos decir que de Nazaret salió Alguien muy bueno.

Mari Paz López Santos

Fuente Fe Adulta – 29 diciembre 2019

Fuente Fe Adulta

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Fiesta de la “Sagrada Familia”: Reaccionar o responder

Domingo, 29 de diciembre de 2019
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Mt 2, 13-15.19-23

           Parece seguro que el presente texto –exclusivo de este evangelio– ha sido construido por Mateo con un objetivo bien definido: presentar a Jesús como el “nuevo Moisés” que habría de liberar al pueblo y dar razón del nombre de “nazareno” aplicado a Jesús.

          En el relato destaca la disponibilidad y prontitud de José para responder a lo que le es indicado: se percibe a José como un hombre lúcido, consciente y disponible, que responde adecuadamente a las situaciones que se le presentan. En una lectura simbólica, la respuesta resulta adecuada para liberar a Jesús del peligro.

          Ante los diferentes acontecimientos o circunstancias, los humanos podemos responder o reaccionar, con resultados completamente diferentes.

          La reacción se define por el automatismo ante cualquier estímulo. Nace de las necesidades, de las frustraciones o de las defensas –ese es el triple “nivel” en el que nos movemos mientras estamos atrapados por la herida emocional–. Su tema es la venganza y/o la culpa. Y siempre que reaccionamos lo hacemos para defendernos o para atacar. El resultado es obvio: vamos por la vida como víctimas o como verdugos o, quizás más exactamente, alternando ambos papeles.

          La respuesta, por el contrario, nace de lo mejor de la persona, porque se es capaz de “tomar distancia”, tanto del estímulo como del propio ego (necesidades, frustraciones y defensas). Su tema es la responsabilidad. Y vivimos como cauces desapropiados, permitiendo que la vida se exprese a través de nosotros. Requiere situarse en el lugar del “observador” de los propios movimientos mentales y emocionales, y recibir todo lo que nos ocurre como un “despertador” o “mensajero”.

          Todo ello queda recogido en este esquema:

REACCIÓN RESPUESTA
Automatismo.Desde las necesidades, frustraciones o defensas.

Tema: venganza o culpa.

Para defendernos o atacar.

Víctimas o/y verdugos.

Toma de distancia.Desde lo mejor de la persona.

Tema: responsabilidad.

Dejar que la Vida se exprese.

Cauces desapropiados.

         El paso de la reacción a la respuesta requiere un trabajo psicológico –solo la curación o gestión adecuada de las propias heridas permite la toma de distancia frente a los estímulos– y espiritual –gracias al cual va cesando o menguando la identificación con el ego–. Son las dos condiciones para crecer en libertad interior, sin la que es imposible salir de los automatismos reactivos.

¿Cuándo reacciono y cuándo respondo? ¿Lo distingo con facilidad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Cambios socio-culturales en la familia

Domingo, 29 de diciembre de 2019
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índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Lo que no es una homilía.

         La homilía de hoy va a consistir en unas consideraciones, algunos soliloquios sobre la familia. No serán afirmaciones tajantes porque ni yo mismo tengo las cosas claras y definidas acerca de esta realidad primaria y elemental, así como tampoco tengo resueltas todas las dimensiones que la familia implica. Esta homilía será un apuntar los problemas para los que yo mismo no tengo respuesta. (Absténganse fanáticos, frívolos de pensamiento y legislación, así como eclesiásticos “sabelotodo”).

Tampoco en una homilía se pueden tratar todos los aspectos de la familia y probablemente se me pase por alto más de uno.

“Todo” lo que voy a decir es discutible. No pretendo tener razón, porque no tengo la verdad. La única finalidad de esta homilía es ayudar a pensar un poco y, quizás, pro-vocar (“llamar a”) pensar las cosas, tal vez una conversación ulterior (conversar no es discutir).

  1. La familia que hemos conocido.

         Gran parte de los que estamos aquí reunidos hemos nacido en el seno de una familia “tradicional” más o menos amplia, con sus problemas, pero bien estructurada.

Ahora bien: ¿Qué es la familia? Vayan dos aproximaciones a una definición de lo que es la familia: una de la Declaración de los derechos Humanos y otra entresacada de un discurso de Benedicto XVI:

La declaración Universal de los derechos humanos dice que la familia es: el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado, y se fundamenta en la afinidad y el matrimonio.

Benedicto XVI en un discurso[1] a un Congreso de la Diócesis de Roma dice:

Matrimonio y familia no son una construcción sociológica casual, fruto de situaciones particulares históricas y económicas. Por el contrario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano.

  1. dimensiones, cambios y problemas implícitos en la familia

         La familia es, pues,  la institución primaria en la que el ser humano inicia y realiza su existencia afectiva y en la que accedemos a la vida en el más pleno sentido.

         La familia se compone de amor, encuentro, afectos, sexualidad, convivencia, acceso a la vida y múltiples elementos culturales. Es una amalgama de muchas dimensiones y criterios, muchos de los cuales han dado un giro copernicano o han entrado en crisis:

  • o Nosotros conocemos la monogamia. Es nuestro modo de entender y vivir la sexualidad, la afectividad, el amor. Hubo otra forma de vivir estas cosas, de hecho en África viven en poligamia, como Abraham. La monogamia parece que es más humanista-humanizadora que la poligamia. ¿Y si el mundo islámico propusiera la poligamia como modelo cultural? ¿Occidente valora o soporta la monogamia?
  • o amor – sexualidad. Hemos sido educados y hemos y vivido una concepción más bien negativa de la sexualidad (pensamiento griego) y represora (una moral en la que todo era pecado y pecado mortal).

Estamos asistiendo a una revolución copernicana en la comprensión y vivencia de la sexualidad. La sexualidad es una hermosa dimensión y potencia humana, pero no es un juguete, no es un juego, un divertimento, al menos no es solamente eso.

Posiblemente la nuestra es una civilización una sociedad obsesivamente erotizada: desde el turismo erótico, programas de tv de un erotismo de “baja -o alta- intensidad”, medios de comunicación: pornografía en internet (adicciones) criterios a la hora de las parejas, de comprender el matrimonio, etc.

El amor es algo distinto de la genitalidad y del enamoramiento eternamente adolescente. Amar (agapé-caridad) es la capacidad de querer y entregarse a una persona (a un ideal) más allá de lo físico.

Por otra parte el sexo, el género y la identidad se valoran y se viven hoy en día de modo muy diferente a como se hacía hace tan sólo unas décadas. Así surgen “núcleos familiares” que tienen poco que ver con lo que tradicionalmente hemos conocido como familia.

¿Los hijos que hemos vivido los polos (educativos) masculino – femenino desde nuestro padre y madre, verán por igual los modelos de identidad en las parejas del mismo sexo? ¿El sexo oscila como uno puede cambiar la ideología?

  • o virtudes y actitudes (valores).

Uno de los significados de la palabra virtud es energía, fuerza. Algunas virtudes, cualidades y maneras que alentaban nuestra existencia en gran medida han sido aparcadas o incluso se tienen antiguallas: el trabajo bien hecho, la capacidad de esfuerzo y de sufrimiento, la paciencia, la fidelidad, el perdón, saber que la vida es lo que es y da de sí lo que da, saber que la muerte está presente en la vida, etc.

Sin estas “herramientas” o sin estos “programas”, ¿el “ordenador” familiar, convivencial, comunitario podrá funcionar?

  • o Los hijos y los “roles” familiares. En otros momentos culturales los hijos eran un bien. ¿Hoy los hijos más que un bien, no son una carga? El papel de la madre era tener hijos, cuidar de la casa y tareas domésticas; el padre trabajaba en el campo, en la oficina o en la fábrica. Como paradigma eso ya no es así. La mujer y el hombre son iguales en competencias, derechos, tareas, etc. La mujer trabaja fuera de casa, el hombre también. Los pocos hijos, si los hay, pasan a manos de los abuelos o de la guardería… ¿Esto es así, tiene que ser así? ¿Sabemos cuál es el papel del hombre y de la mujer, del padre y de la madre?
  • o El concepto de persona se ha vuelto inestable. El problema del aborto y el de la “eutanasia” es el mismo sea por el principio o por el final de la vida. Se trata de una cuestión tan importante como delicada. Aquí hay muchos y graves problemas implícitos. Influye mucho el concepto de persona y de realización de la misma que circula en nuestro habitat socio-cultural. Si el ideal de vida es “pasarlo bien”, entonces lo mejor que podemos hacer ante un cáncer es terminar cuanto antes. Si una chiquita de quince años queda embarazada, no se va a desgraciar la vida por un hijo.
  • o Yo creo que estas cosas -y otras- no se pueden ventilar de un plumazo y dos leyes. Me parece a mí que se legisla demasiado frívolamente y sin pensamiento. Muchas leyes no tienen detrás el más mínimo respaldo filosófico y humanista. Y lo que es peor, se legisla por el impacto social que una ley puede causar y el número de votos que puede aportar o restar a una ideología. Las realidades de persona, de familia, de padres-hijos, divorcio, fecundación in vitro, aborto, homosexualidad, bio-ética son demasiado importantes como para dejarlas en manos de los políticos. Estas cosas no pueden estar únicamente en manos de los parlamentos, sino que han de ser pensadas por la Universidad, la ética, la iglesia, por la fe, la medicina (humanista), la sociología, etc. Conviene que los bueyes vayan por delante del carro.
  • o Acceso a la vida.

La familia es la cuna y el humus en el que se accede a la vida física, cultural, religiosa, a la sociedad. Sentirse acogido en la vida después de esa expulsión del paraíso terrenal que es el parto-nacimiento acontece en la familia.

El universo de sentido: relaciones de afecto de los padres y fraternales, la fiesta, la vivencia del dolor, la responsabilidad, el sentido del trabajo, de la transcendencia, el amor a lo propio: pueblo, cultura, el idioma, todo eso se transmite inicial e insensiblemente en la familia.

¿Cómo será capaz la sociedad de comunicar –socializar y educar- a los niños / adolescentes cuyos padres se han separado / divorciado y que son ya más de la mitad de los que se casan? ¿Cómo accederán a la vida: serena o turbulentamente?

Tiene que haber separaciones y divorcios (nulidades), pero que no se nos olvide que el divorcio es un fracaso en el amor. No pensemos que el divorcio es un éxito en la vida, si bien todo el mundo tiene derecho a rehacer la vida.

¿Todo el mundo puede casarse sin más?

  • o La economía: No es cierto, creo, que la escasez de medios lleve a la ruptura familiar y la riqueza lleve al éxito. Muchas de nuestras familias que vivimos en mucha estrechez y penuria económica, vivimos más unidos que familias que hoy en día viven boyante en el plano económico. Riqueza y felicidad no son sinónimos, ni pobreza e infelicidad.

No es lo mismo nacer en la emigración por razones de trabajo, de exilio, etc. a nacer en el propio pueblo y cultura.

No es lo mismo que los jóvenes tengan o no tengan trabajo y, por tanto, no puedan pensar en construir su futuro y tener una cierta estabilidad de trabajo.

Agradezcamos la familia en que nacimos.

[1] 17 de junio de 2005.

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Natividad del Señor

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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05-navidad (C) cerezo

 

Leído en Koinonia:

Misa del día

Isaías 52,7-10

Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

*

Salmo responsorial: 97

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.

*

Hebreos 1,1-6

Dios nos ha hablado por el Hijo

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado que los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado”, o: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios.”

*

Juan 1,1-18

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros

En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(25 de diciembre de 1977)

Hoy llega a nosotros la noticia del nacimiento de Cristo a través de su Iglesia. Cómo María, como nos cuenta el evangelio, al irse los pastorcitos que vinieron invitados por los ángeles a adorar al Niño Jesús, María se quedó reflexionando todo esto en su corazón. Para una comunidad cristiana la Navidad no tiene sentido si no es a base de una profunda reflexión, por eso para muchos cristianos la Navidad no es más que una fiesta que se espera y que luego pasa efímera, como la pólvora que se quema, y no deja más que basura en las calles. Para el cristiano es algo más que un cohetillo, es la gran noticia que debe reflexionarse y comprometer al hombre con este episodio en que Dios se hace hombre, no en una forma transitoria, sino para siempre, y el hombre debe también reflexionar ante el Señor.

Ese Cristo en Belén lo podemos representar hoy en esta homilía con este título: Cristo manifestación de Dios, Cristo manifestación del hombre y en tercer lugar, la Iglesia manifestación de Cristo.

PROLONGAR LA ENCARNACIÓN

Por eso la Iglesia, que prolonga la encarnación, o sea el Dios hecho hombre, no puede prescindir de la historia. Desde aquel momento Dios ha asumido la humanidad y ha dejado ese encargo de seguir asumiendo hacia Dios a todos los hombres, a la Iglesia, la cual, por tanto, peregrina en la historia, va recogiendo, no puede dejar de vivir las circunstancias en las cuales ella va prolongando esa encarnación. Por eso hermanos, estas noticias en las cuales yo reflejo lo más sobresaliente de la semana, no es con el afán de hacer aquí un noticiero. Lo hace mucho mejor cualquier instrumento de comunicación social, sino que es simplemente decirles a todos mis queridos hermanos, que vivimos en esta semana, en esta hora, que esta Navidad de 1977, siendo la eterna Navidad de Cristo, se ha vivido aquí en El Salvador en estas circunstancias de las cuales no podemos prescindir.

NAVIDADES TRISTES

Así es como tienen un sentido profundo, en medio de tarjetas y telegramas de Navidad, me hayan llegado cartas que son lamentos profundos, por ejemplo de aquellas madres y esposas que “en esta celebración de Navidad que con júbilo espera todo el pueblo cristiano, nosotras expresemos no una Navidad sino el profundo dolor de un calvario al albergar en nuestro corazón esa separación insuperable de nuestros hijos y esposos”. En otra carta parecida dice: “Estamos angustiadas y tristes por el llanto de nuestros hijitos que a cada momento que se despiertan en la noche están llamando a sus padres y de ellos no nos dan ninguna razón en los cuerpos de seguridad”. Y cartas de expresión así dolorosa, pues, son muchas las que llegan. Por nuestra parte hemos tratado de hacer todo lo que está a nuestro alcance recurriendo a recursos jurídicos y estamos dispuestos siempre, pues, a ayudar el dolor de la humanidad. Leer más…

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“Volver a Belén”. Natividad del Señor – A (Lucas 2,1-14)

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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En medio de felicitaciones y regalos, entre cenas y bullicio, casi oculto por luces, árboles y estrellas, es posible todavía entrever en el centro de las fiestas navideñas «un niño recostado en un pesebre». Lo mismo sucede en el relato de Belén. Hay luces, ángeles y cantos, pero el corazón de esa escena grandiosa lo ocupa un niño en un pesebre.

El evangelista narra el nacimiento del Mesías con una sobriedad sorprendente. A María «le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo». Ni una palabra más. Lo que realmente parece interesarle es cómo se acoge al niño. Mientras en Belén «no hay sitio» ni siquiera en la posada, en María encuentra una acogida conmovedora. La madre no tiene medios, pero tiene corazón: «Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre».

El lector no puede continuar el relato sin expresar su primera sorpresa: ¿En este niño se encarna Dios? Nunca lo hubiéramos imaginado así. Nosotros pensamos en un Dios majestuoso y omnipotente, y él se nos presenta en la fragilidad de un niño débil e indefenso. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos ofrece en la ternura de un recién nacido. ¿Cómo sentir miedo de este Dios? Teresa de Lisieux, declarada en 1997 doctora de la Iglesia, dice así: «Yo no puedo temer a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí… ¡Yo le amo!».

El relato ofrece una clave para acercarnos al misterio de ese Dios. Lucas insiste hasta tres veces en la importancia del «pesebre». Es como una obsesión. María lo acuesta en un pesebre. A los pastores no se les da otra señal: lo encontrarán en un pesebre. Efectivamente, en el pesebre lo encuentran al llegar a Belén. El pesebre es el primer lugar de la tierra donde descansa ese Dios hecho niño. Ese pesebre es la señal para reconocerlo, el lugar donde hay que encontrarlo. ¿Qué se esconde tras ese enigma?

Lucas está aludiendo a unas palabras del profeta Isaías en las que Dios se queja así: «El buey conoce a su amo; el asno conoce el pesebre de su señor. Pero Israel no me conoce, no piensa en mí» (Isaías 1,3). A Dios no hay que buscarlo en lo admirable y maravilloso, sino en lo ordinario y cotidiano. No hay que indagar en lo grande, sino rastrear en lo pequeño.

Los pastores nos indican en qué dirección buscar el misterio de la Navidad: «Vayamos a Belén». Cambiemos nuestra idea de Dios. Hagamos una relectura de nuestro cristianismo. Volvamos al inicio y descubramos un Dios cercano y pobre. Acojamos su ternura. Para el cristiano, celebrar la Navidad es «volver a Belén».

José Antonio Pagola

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“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.” Miércoles 25 de diciembre de 2019. Natividad del Señor

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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08-navidada4-cerezoLeído en Koinonia:

Misa del día

Isaías 52,7-10: Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Salmo responsorial: 97: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Hebreos 1,1-6: Dios nos ha hablado por el Hijo.
Juan 1,1-18: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

Hoy celebramos la fiesta del nacimiento de Jesús de Nazaret, pero en realidad en esta fiesta hay muchos componentes, de muy diverso género, y no sería bueno tratarlos todos como dimensiones teológicas racionalmente interpretables. Hay también elementos culturales, sociales, históricos, afectivos… Esta mezcla hace desaconsejable echar mano sólo de la lupa teológica racional. Quizá es ésta una fiesta en la que hay que dejar a un lado esa perspectiva racional, y hacernos niños, y celebrar con la ingenuidad del niño/a que todos/as llevamos dentro.

Pero digamos en todo caso una palabra sobre cada lectura.

La lectura de Isaías es un canto de alabanza de la próxima liberación de Jerusalén. Dos imágenes enmarcan la lectura, por una parte la de los mensajeros que sobre los montes de Judá traen la noticia de la próxima liberación, y gritan: ¡Yahvé reina! La segunda imagen es la de los centinelas que prorrumpen en júbilo porque ven el retorno de Yahvé a Sión y exclaman alborozados cómo el Señor ha consolado a su pueblo y ha rescatado a Jerusalén. Y es que en el contexto en que se escribe el libro de Isaías, la mayoría del pueblo de Israel se encuentra exiliado en Babilonia, son esclavos de los asirios. Sin embargo, ven como muy positivo que Darío asuma el poder, y ponen sus esperanzas en que el será el «rescatador», que les permitirá retornar a su tierra. Esta realidad es inminente, por lo que el escritor canta ya la alegría del retorno a la tierra. Para nosotros hoy, esos pies del mensajero anuncian el nacimiento del Señor, y nosotros, como los centinelas, proclamamos alegres la presencia del Salvador que se hace vida en medio de nosotros.

El salmo responsorial corresponde a un himno de alabanza dirigido a Yahvé porque ha obrado maravillas y porque ha revelado la justicia a las naciones acordándose de la lealtad de Dios a Israel. El salmista invita a toda la creación (mar, ríos y montes) a aclamar a Yahvé que llega a juzgar el mundo con justicia y los pueblos con equidad. Esa felicidad la compartimos nosotros con el salmista cuando recibimos a Jesús que llega, que nace. Él es Dios mismo que se convierte en Buena Noticia, anuncio de salvación para todos los pueblos, que asume nuestra condición humana y por ello estamos alegres y cantamos llenos de júbilo y esperanza.

La carta a los hebreos refuerza aún más la alegría de esta celebración de la Natividad del Señor Jesús. Expresa que «muchas veces y de múltiples maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas, pero en estos últimos tiempos nos habló por medio de su Hijo a quien instituyó heredero de todo». Hermanos, estamos en los últimos tiempos pues la revelación a llegado a su plenitud en Jesucristo. Él es imagen de Dios invisible, quien le ve a él ve al Padre; pues al asumir la condición humana y al nacer en un establo, como un hombre pobre; Dios se ha manifestado como solidario con todos los hombres de la tierra y por medio de Jesús ha mostrado el camino de la salvación.

La liturgia de hoy, la de la misa del día, como la más solemne –porque otra es la de la media noche–, proclama el prólogo del evangelio de Juan. Un texto bien solemne, y muy especial. Haríamos mal en leerlo como cualquier otro de los relatos evangélicos de la Navidad, en torno al nacimiento de Jesús, como los evangelios de la infancia. El texto de Juan pudo ser escrito treinta años más tarde, el último de entre los textos evangélicos hoy canónicos, en torno al año 100 d.C. Entenderlo como un relato «descriptivo» que nos trasmite información sobre «cómo sucedieron las cosas», información transmitida a Juan evangelista como por revelación directa, sería un error. Hoy la ciencia bíblica enfoca este texto con otra luz, conoce mejor su naturaleza y sabe que se trata de otra cosa.

En todo caso, es un texto clave, uno de los pocos textos de los que se puede decir que han sido sencillamente decisivos para la configuración concreta del desarrollo del cristianismo. Muchos opinan que fue Pablo el creador del cristianismo, más que los evangelios sinópticos por ejemplo. Otra opinión también común es la de que quien fundó el cristianismo fue en realidad Juan, al fundamentarlo con esta visión fantástica genial que nos entrega este texto, que catapultó la reflexión sobre Jesús a su máxima dimensión.

Más allá de lo que de este texto hubiera de ser retenido o no, la dimensión de encarnación que daría al cristianismo lo ha marcado, realmente. Encarnación, y su complemento, la divinización, son como una columna vertebral del cristianismo, y una de las marcas registradas de su espiritualidad y su compromiso histórico.

En la dimensión concreta de la historicidad, ya sabemos: no tenemos ninguna noticia histórica de la fecha del nacimiento de Jesús. El 25 de diciembre fue tomado de la fiesta romana del nacimiento del Sol, pues a partir de ese día –hoy sabemos que no exactamente– comienza a aumentar el tiempo de insolación (en el hemisferio norte, obviamente, y locontrario en el sur); el Sol en estos días superaba su período anterior invernal, de muerte y disminución. Si a Jesús se le llamaba «el Sol de Justicia», qué mejor fecha para datar su nacimiento que el día del re-nacimiento del Sol astronómico, que en el mundo romano era considerado divino. Leer más…

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Dios en Salida: La Tierra, Planeta de Navidad

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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D8ED4929-29B6-4171-8BDB-0213A3DA8E99Del blog de Xabier Pikaza:

Feliz Navidad 2019

Que los hombres se hablen y amen: Así nace Dios

 

De manera sorprendente  el evangelio de Juan (1, 12-13) amplía y aplica la Navidad de Jesús (nacer de Dios, concepción por el Espíritu) a todos los que escuchan y acogen la Palabra:

A quienes la recibieron (a la Palabra de Dios) les dio el poder de ser Hijos de Dios; los cuales no han nacido (no han sido engendrados) ni de las sangres, ni del deseo (=voluntad) de la carne, ni del deseo (voluntad) de un varón, sino que han nacido de Dios.

               Desde ese fondo quiero ofrecer una sencilla Teología de la Navidad, como introducción a esta gran fiesta de Dios y del Hombre que celebran (celebramos) los cristianos. Nace Dios en nosotros, es su fiesta. Nacemos nosotros en Dios, es nuestra fiesta.

Nacemos todos y somos, unos en los otros, ésta es la fiesta universal de la vida sagrada, en este diminuto Planeta de la Navidad, que es la tierra, perdida en un espacio infinito de fuerzas, movimientos, astros y asteroides que parecen vagar y perderse en su nada. Dios en salida, esto es la tierra, es Navidad.

Jesús, nacimiento universal

 410F6C62-ACD8-42D8-BC46-AA8155E2AD77        Conforme al texto citado de Jn 1, 12‒13, todos los que confían en el Dios de la Vida y de él provienen (provenimos) son Palabra de Dios encarnada, como ha sido Jesús (Palabra hecha carne: Jn 1, 14). En esa línea quiero hablar de un mesianismo universal de la Palabra proclamada y compartida, en contra de otros de tipo particular[1]:

‒ Éste no es un mesianismo guerrero, Cristo no es un conquistador.Los Salmos de Salomón recuerdan que Dios escogió a David por rey y aseguró con juramento que sus hijos gozarían del reino para siempre (Sal Sal 17, 5). Pero ese salmo sigue diciendo que el pecado de Israel truncó la promesa (Sal Sal 17, 6-22), de forma que debe elevarse la voz del orante: “Mira, oh Señor, y ensalza entre ellos a su rey…; cíñele de fuerza, de manera que pueda aniquilar a los poderes enemigos y limpie a Jerusalén de los paganos…” (17, 23-24).

            El rey a quien espera el orante de este salmo es Hijo de David (17, 5. 23) y Ungido del Señor (17, 36; 18, 6. 8). Su tarea primordial será instaurar el reino de Israel, venciendo a los poderes enemigos y logrando así el dominio sobre todos los pueblos de la tierra (17, 23-27). Pues bien, conforme a todo lo que venimos indicando, un reino extendido por dominio militar va en contra del Cristo Jesús. En la Navidad no celebramos, por tanto, un mesianismo guerrero de grandes vencedores, sino la Navidad de la Vida en los pequeños y los pobres, en los niños.

‒ Éste no es un mesianismo clerical, Cristo no es sacerdote superior, ni un mago celeste de templo. Los ambientes sacerdotales del entorno de Jesús consideraban primordial el orden cúltico y religioso del templo. Por eso, junto al mesías de David (guerrero) insistían en el Mesías de Aarón (Gran Sacerdote). Esta dualidad mesiánica, insinuada en Zac 6, 9-14, ha sido temáticamente desarrollada en Test XII Pat y en algunos textos Qumrán. El rey, mesías de David (o de Israel) dirigirá el combate, como jefe de batalla, pero ha de hallarse sometido a la norma y dirección del Sumo sacerdote, jerarca sacral y mediador de Dios para los hombres. Cf. Test Levi 18; Test Judá 24; CD VII, 18 XIX, 7; 1Q Sa II, 12 1Q Sb V, 20.

  historia-de-jesus          Pues bien, en contra de eso, Jesús se opuso al orden sacerdotal del templo, con su jerarquía de levitas superiores. El Cristo que ha nacido en Belén no ha sido un mesías sacerdotes, sino un niño de pueblo, en el entorno de Jerusalén, un niño de todos, para todos, la humanidad entera como “niño de Dios”, Dios hecho niño, aprendiendo a vivir y viviendo en la trama de dura y tierna historia de los hombres.

En una línea regia y/o sacerdotal, Jesús no hubiera sido mesías para todos. Conforme a la “lógica de Dios”, Jesús (Dios niño) no ha impuesto el Reino por la fuerza, ni ha sido Sumo Sacerdote de Jerusalén,  sino  Mensajero y Presencia (=Palabra) de un Dios que es principio de comunión (=salvación) universal. Posiblemente se consideraba “hijo de Dios”, pero no para imponerse sobre otros, sino para abrir entre (para) todos un camino de Palabra compartida.

No vino de un cielo superior de imposición, de manera sólo transcendente, para realizar un juicio supra-temporal, sino que surgió en la historia de esperanza de su pueblo, centrada, simbólicamente, en la figura de David. En esa línea, él actuó como rey sin reino (sin ejército, dinero o territorio, sin estrategia militar…), como hombre de Dios, Dios-hombre al servicio de los pobres, desde Galilea, mirando hacia Jerusalén, donde subirá para proclamar su (una) Palabra que es presencia salvadora, universal de Dios, nueva humanidad.

Nacer de Dios, ésa es la Palabra

Éste es el testimonio clave de la Navidad, conforme a Jn 1, 14: La Palabra se hizo carne,es decir, un niño. Jesús es la Palabra que nace, el mensaje de la vida que es Dios, esperanza de resurrección (de culminación) para los hombres. . En ese contexto debo insistir en la importancia de una cristología de la Palabra resucitada y resucitadora, mostrando así que Jesús es Cristo por ser (y siendo) palabra de Dios encarnada:

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‒ Jesús es “palabra creadora”, en la línea del Logos-Dabar de Gen 1 y de los profetas. Pero el autor del Génesis y los profetas suponen que Dios‒Palabra no se ha encarnado del todo en los hombres. Ciertamente, ellos han proclamado un mensaje muy hondo, como muestran Amós y Jeremías, Ezequiel e Isaías II, pero (conforme a una visión recogida en Hbr 1, 1‒4, cf. cap. 5‒8, 19) ellos nunca han dicho plenamente la Palabra, de forma que no se identifica con Dios en amor, en sanación, en presencia personal (resucitada).

‒ Jesús es Palabra‒Persona,de manera que en él se identifica lo que él es y lo que dice, con lo que dice y es Dios, de tal forma que sus seguidores le han podido llamar Palabra de Dios (=Dios Palabra humana). Ciertamente, él no ha dicho “yo soy la Palabra de Dios”, pero sus discípulos le han visto así, y así le han comprendido, como ha puesto de relieve el evangelio de Juan. En ese sentido podemos afirmar que él ha muerto por ser Palabra de Dios (como a profeta falso le han condenado), y sólo así, por ser Palabra Viva (=Dios Palabra) ha resucitado.

              Los profetas habían sido “portadores de la Palabra”, y de esa forma ratificaban sus oráculos con la expresión: ¡Así dice Yahvé, Palabra de Dios! Pues bien, Jesús no ha sido sólo Palabra de Dios por lo que ha dicho, sino por lo que ha sido, de manera que le llamamos Mesías (Hijo de Dios, Salvador…) por ser Palabra, principio de comunicación universal, como ratifica su pascua. Ciertamente, en un sentido, “Jesús ha muerto”, pero ha muerto por hacerse (=para hacerse) palabra de comunicación universal, en amor, sobre la muerte.

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“Natividad del Señor”. 25 de diciembre

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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62A8447D-D6C4-4A16-A106-872D8E4E133ADel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Natividad del Señor

Tres misas el mismo día

No sé cuándo comenzó la tradición de celebrar tres misas el día de Navidad; imagino que debe de ser muy antigua. Se comienza con la famosa misa del Gallo, por la noche, sigue la misa del alba y se termina con la del día. Cada una de ellas tiene sus lecturas propias, las mismas en los tres ciclos (A, B, C). Indicaré algo que pueda ayudar en la del Gallo (la de la noche) y en la del día (con el evangelio más difícil).

Misa de la noche

Tres motivos de alegría (Isaías 9,2-7)

En una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial (no consigo recordar su título), la noche de Navidad, en medio del frío y la nieve, un grupo numeroso de soldados y refugiados comienza a cantar el villancico “Noche de Dios”. Ese es el ambiente adecuado para entender la primera lectura. El profeta se dirige a un pueblo que camina en las tinieblas, que ha sufrido durante un siglo la opresión del imperio asirio, y le anuncia un cambio prodigioso: un mundo de luz y alegría. Por tres motivos: el fin del opresor, el fin de la guerra y el nacimiento de un niño. Es esto último lo que atrae la mayor atención. El niño será un heredero de David, adornado con los nombres y cualidades más admirables que se pueden esperar de un gobernante: que sepa aconsejar, que sepa defender, que se comporte como un padre con sus súbditos, que traiga un reinado de paz.

El evangelio de Mateo citará esta profecía, pero aplicará a Jesús solo el comienzo: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”. Jesús no termina con el opresor romano, no se acaban las guerras, y no reinstaura el trono de David. Pero su palabra y su acción irradian luz y alegría en toda Galilea.

Dos motivos de compromiso (Carta a Tito 2,11-14).

El autor une la primera venida de Jesús (“ha aparecido la gracia de Dios”) con la segunda y definitiva (“la aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro, Jesucristo”). ¿Motivos de alegría? Sin duda. Pero estos dos venidas son también motivo de compromiso. Amor con amor se paga. Hay que renunciar a la vida sin religión y los deseos mundanos, llevar una vida sobria y honrada, esperar la vuelta del Señor, dedicarse a las buenas obras.

El anuncio más desconcertante a las personas más inesperadas (Lucas 2,1-14)

Lucas, evangelista de los pobres y la pobreza, lo subraya desde el primer momento. Gabriel ha anunciado a María que concebirá un hijo prodigioso, que heredará el trono de David y reinará en la casa de Jacob para siempre. A la hora de la verdad, el niño no dispone ni siquiera de una cuna, solo de un pesebre. Porque la familia no encuentra sitio en el piso de arriba, donde se alojan las personas, y debe permanecer en el de abajo, donde están los animales.

En la misma línea, el anuncio del nacimiento, a pesar de toda la parafernalia del ejército del cielo cantando, se dirige a “unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño”. La profesión de pastor, aunque a algunos le recuerde a los antiguos patriarcas de Israel, era de las más despreciadas y odiadas en aquel tiempo, sobre todo por los campesinos. Y pasar la noche a aire libre vigilando el rebaño no es la ocupación más agradable. A estas personas se dirige el mensaje: “Os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”.

Lucas juega con el lector, lo desafía. ¿Qué salvador les ha nacido a los pastores? ¿Y qué señal portentosa puede ser un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre? Al día siguiente, los pastores estarán de nuevo con el rebaño, vigilando en medio del frío. Pero su vida ha cambiado. Después de encontrar a María, a José y al niño acostado en el pesebre volverán dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído (evangelio de la Misa de la aurora).

Los pastores son un ejemplo perfecto para el cristiano. La Navidad no nos habla de un gran rey, deslumbrante de riqueza y esplendor. El ángel lo presenta “envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y en este ser tan débil y poco aparente debemos depositar la confianza de que nos salvará. Y por él debemos alabar y dar gloria a Dios.

Misa del día

Presupuesto para entender el Prólogo

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano: Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.

La historia de la Sabiduría de Dios

1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo (Proverbios 8,22-36).

El Señor me estableció al principio de sus tareas,

al comienzo de sus obras antiquísimas.

En un tiempo remotísimo fui formada,

antes de comenzar la tierra.

Antes de los océanos fui engendrada,

antes de los manantiales de las aguas.

Todavía no estaban encajados los montes,

antes de las montañas fui engendrada.

No había hecho aún la tierra y la hierba

ni los primeros terrones del orbe.

2ª etapa: la Sabiduría y la creación

Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo;

cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano;

cuando sujetaba las nubes en la altura

y fijaba las fuentes abismales.

Cuando ponía un límite al mar,

y las aguas no traspasaban su mandato;

cuando asentaba los cimientos de la tierra,

yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano,

todo el tiempo jugaba en su presencia;

jugaba con la bola de la tierra

disfrutaba con los hombres.

Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico, 24).

Por todas partes busqué descanso

y una heredad donde habitar.

Entonces el creador del universo me ordenó,

el creador estableció mi morada:

Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.

En la santa morada, en su presencia ofrecí culto

y en Sión me establecí;

en la ciudad escogida me hizo descansar,

en Jerusalén reside mi poder.

Eché raíces entre un pueblo glorioso,

en la porción del Señor, en su heredad.

Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada (Proverbios 1,22-25).

Os llamé, y rehusasteis;

extendí mi mano, y no hicisteis caso;

rechazasteis mis consejos,

no aceptasteis mi reprensión.

En resumen: la sabiduría de Dios está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación, disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso.

La historia de la Palabra

El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la Palabra.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

Hay una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en presencia de Dios.

Segunda etapa: la Palabra y la creación

Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo. Todo fue creado por la Palabra de Dios; el sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar, el mármol, la madera, el cristal… Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.

Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora.

Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo. El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza

¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.»

Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros. 

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Del optimismo ingenuo al realismo mágico

La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa: se convierten en hijos de Dios, contemplan su gloria, y de su plenitud reciben gracia tras gracia.

Motivos de sobra para estar alegres y desearos a todos FELIZ NAVIDAD.

 

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25 de diciembre. Natividad del Señor. Ciclo A

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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Natividad

“La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a toda persona. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijas de Dios, si creen en su nombre.”

(Jn 1, 1-8)

Este evangelio es como abrir la ventana una mañana soleada y dejar que la habitación se llene de luz y de frescura. Ese instante en el que el día está por estrenar “todo nuevito”.

Así empieza el cuarto evangelio: lleno de verdadera luz y de novedad. Como una brisa fresca que se lleva el aire viciado. Y así puede ser también este tiempo de Navidad que acabamos de estrenar. Puede ser una brisa fresca que renueve el aire de nuestros corazones.

Aquí está la Luz, la Palabra, Dios mismo con el deseo renovado de entrar en nuestra historia, en nuestra vida cotidiana.

Nos conoce, él ha tejido cada centímetro de nuestro ser… y nos quiere, por eso vuelve. Pero nos respeta y por eso espera a que le recibamos, no entra por la fuerza sino que llama y espera.

Esta puede ser una Navidad más, llena de turrones, regalos y villancicos o puede ser una Navidad nueva llena de LUZ. Y así los turrones y todo lo demás será todavía mejor y más bonito.

Que esta Navidad podamos contarnos entre quienes reciben la luz y así, bien iluminadas nos reconozcamos como lo que somos Hijas e Hijos de Dios.

Porque si hoy vuelve a ser Navidad es porque creemos que Dios se encarna en cada una de nosotras.

Oración

Que tu Palabra, hecha de Verdad y de Luz germine y crezca en esta Navidad en nuestra humanidad. Amén

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Navidad

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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OLYMPUS DIGITAL CAMERAJn 1, 1-18

Anoche nos hablaban de un Niño, del pesebre, de pastores, de ángeles. En esta mañana nos habla del Verbo, Palabra preexistente, de Dios eterno y trascendente. Es una prueba más de que nos encontramos ante algo indecible. Curiosamente termina diciendo exactamente lo mismo: y la PALABRA se hace carne, Niño. Los dos relatos, como buenos subalternos, te colocan ante el misterio, pero el que tienes que torearlo eres tú. Solo tú puedes adentrarte en la realidad que está en ti, “más dentro de ti mismo que lo más íntimo de ti mismo”, como decía Agustín. Pero está ahí, y solo tú puedes descubrir ese tesoro y disfrutar de él.

La encarnación solo tiene realidad dentro de ti, como solo tuvo realidad dentro de Jesús, no fuera en acontecimientos o fenómenos externos. Solamente dentro de ti y dentro del otro. Buscarlo en otra parte es engañarte. Dice un cuento oriental: Un señor que pasaba por la calle, ve a su vecino que está buscando algo enfrente de su casa. ¿Qué es lo que has perdido? Le pregunta. La llave de mi casa. Yo te ayudaré a encontrarla. Pasa media hora y la llave no aparece. ¿Pero dónde la has perdido? Le pregunta el vecino. Dentro de casa. ¿Entonces por que la estás buscado aquí? Es que aquí hay más luz… Si no vivo lo que hay de Dios en mí, jamás lo descubriré ni en los acontecimientos, ni en los demás, ni en Jesús.

Aunque el domingo segundo de Navidad volvemos a leer este evangelio, voy a adelantar una frase: “caí Theos en o Lagos” y en latín: “et Deus erat Verbum”. La traducción puede ser: “y Dios era la Palabra”. También podría traducirse  por  “un ser divino era el proyecto”, puesto que en esta frase “Theos” no lleva artículo. En castellano también podemos traducir: “y la Palabra era Dios”. Pero debemos tener en cuenta que no se explica lo que es la Palabra por lo que es Dios, sino al revés; se explica lo que es Dios por lo que es la Palabra. Dios es el que se hizo hombre, y si se hizo hombre en Jesús, es que se hace hombre en todos los seres humanos. Por el contrario, si es Jesús el que se hace Dios, nosotros quedaremos al margen de lo que allí pasó. El despiste está asegurado y en ese error hemos vivido toda nuestra vida.

Seguimos creyendo y diciendo que Dios se ha hecho hombre, y hacemos decir al evangelio lo que nos interesa que diga. No es el hombre el que tiene que escalar las alturas del cielo para llegar a ser Dios; ha sido Dios el que se ha abajado y ha compartido su ser con el hombre. Eso es lo que significa la encarnación. Por medio de Jesús, podemos llegar a saber lo que es Dios. Pero un Dios que no está ya en la estratosfera, ni en los templos, ni en los ritos, sino en el hombre… Las consecuencias de esta verdad en nuestra vida religiosa serían tan demoledoras que nos asustan; por eso preferimos seguir pensando en un Jesús que es Dios, pero dejando bien claro que eso no nos afecta a nosotros.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El niño de todos los rostros

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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he_risen_christ_710b-“Dios no repara en el color cuando decide desatar un tornado” (Film Criadas y Señoras)

25 diciembre. Navidad

Lc 2, 1-14

El ángel les dijo: No temáis. Mirad, os doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo

Un tercio de la población mundial es cristiana, y es el mayor grupo religioso -2.200 millones- de la población terrestre. Que sigamos celebrando su cumpleaños después de más de dos milenios de su nacimiento no deja de ser, como mínimo, sorprendente.

En la película ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Kapra, George mantiene con su hija pequeña este diálogo: -“Procura dormir un poco”. –“No tengo sueño”.-Lo sé, lo sé, pero tienes que dormir. Así soñarás con ella y será un jardín entero”. Un sueño en el que doblan las campanas de todos los templos, de todos los sonidos y tamaños, celebrando con alegres villancicos el nacimiento de un niño en el pesebre de un establo.

Le había anunciado el profeta Isaías en 9, 5. Hoy le cantan los ángeles del cielo y los pastores; mañana los reyes de la tierra y la Cristiandad plena. Porque este niño de los mil rostros reflejan la identidad de la Humanidad entera y, como dice el convertido apóstol Pablo: “Porque la gracia de Dios salva a todos los hombres…” (Tit 2, 11)

Personalmente le veo como como veía a Treya, su amante esposa, Ken Wilber: “Sus ojos parecían comprometidos con la verdad. Cuando te miraba a los ojos sabías, a ciencia cierta, que esa mujer jamás te mentiría. Todos sus gestos y movimientos parecían impregnados de una integridad que despertaba de inmediato toda tu confianza. Parecía una persona con una gran confianza en sí misma, aunque no, por ello, se mostraba orgullosa ni insolente” (Gracia y Coraje).

Verdad, Integridad y Confianza, expresadas limpiamente en la Totalidad del Espacio y fundiéndose en todo el Universo a través de su palabra, sus gestos y sus hechos. Esta imagen seductora de Jesús trae a mi memoria la película Criadas y señoras (2011), de Tate Taylor, en la que las niñas blancas cuidadas por las criadas negras, las quieren, las abrazan y besan: “Tu eres mi mamá de verdad, Emy”, dice una de ellas. Y yo no me resisto, agradecido, a decirle al Buen Jesús otro tanto.

El Bom-Jesus de Río acoge al mundo entero con sus brazos abiertos. Porque, como dice una de las protagonistas negras en el citado film: “Dios no repara en el color cuando decide desatar un tornado”. Ni se olvida de los olivos, las aves, los peces, las tortugas y las liebres.

LA GACELA

Abrió el Cielo su jaula de podencos
y mi sangre lloró su ácido dolor
sobre la tierra ácida.

Mis oraciones eran cicatrices
en los jirones de la luna nueva.

-¿Por qué estas Navidades no regalas
Tarjetas de Crédito a tus fieles?

“Abres la mano tú, Señor,
y sacias de favores
a todos los vivientes”, dice el Salmo.

Así que no te olvides
de todas tus restantes criaturas:
los olivos, las aves y los peces
ni tampoco las liebres y tortugas.

¿Por qué una vez creadas, si son tuyas,
las dejaste a su suerte abandonadas?

(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Navidad: plenitud, abundancia y totalidad.

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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cuentonavidad-blog_imagenDurante siglos las personas experimentaron en sus vidas la presencia y comunicación de Dios de diversas maneras. Así lo intentan expresar y explican las religiones, desde las más arcaicas a las más contemporáneas.

Ciertamente, de Dios puede decirse que es comunicación y vida. Y comunicación cada vez más próxima.

Con el nacimiento de Jesús esta comunicación se vuelve palpable, cercana, afectuosa. La Navidad nos permite, de esta manera, vislumbrar la cercanía de quien “existe desde el principio”, de aquel en quien reside la vida (“en él estaba la vida”), de la luz, de quien “estaba junto a Dios y era Dios”… (Jn 1).

Este Dios, tan bien narrado en textos bíblicos judíos, se acerca y viene a nuestra casa. La Navidad nos recuerda, así, la corporalidad de la comunicación de Dios. Si Dios ha hablado de muchas maneras, lo ha hecho de manera especial en Jesús; en ese niño que viene en una familia y vive con ellos.

Pero, a la vez, y siendo plenamente persona, Jesús transparenta lo trascendental (“Quien me ve a mí ve al Padre”). Y lo hace justamente en un cuerpo y persona humana.

Gracias a ello, “de su plenitud todos hemos recibido gracias tras gracia” (Jn 1,16). La Navidad también nos habla de plenitud, de abundancia, de totalidad. Nos recuerda que recibimos todo, que tenemos todo lo necesario, que estamos, nosotros al igual que él “llenos de gracia y de verdad”.

De esta manera, gracia sobre gracia, Dios se sigue comunicando. Sigue siendo la Palabra que existía desde el principio y que “ilumina a todo hombre”.

Y nos invita a ser consecuentemente transparentes. A transparentar la vida y la luz, a volver a nacer del agua y del espíritu (“ellos han nacido de Dios”) y a recibir y ofrecer la energía de quienes son hijos de Dios.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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La vida tiene sentido

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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27E69FFE-2CA9-4DFC-BD54-38B62E2C6133Del blog de Tomás Muro La verdad es Libre:

  1. En el principio: un himno solemne.

        Hemos escuchado el comienzo solemne, majestuoso del Evangelio de San Juan. No es el lenguaje narrativo, “familiar” de San Lucas y San Mateo: con tantos detalles teológico-históricos: el “censo, Belén”, “no hay lugar para ellos en la posada”, “los pastores”, “la noche”, “los ángeles”, “los magos”, “la estrella”, “Herodes”, “la huida a Egipto”, “César Augusto”, “Cirino”, etc.

El evangelio de San Juan solemne y sencillamente dice que: el Verbo, la Palabra, se hizo carne, uno de nosotros.

Este comienzo del evangelio de San Juan es un himno que las comunidades cristianas de tradición joánica cantaban a la Encarnación de la Palabra (logos).

  1. Evocación del Génesis y Nietzsche.

         La tradición de San Juan comienza su evangelio como una transparencia del comienzo del libro del Génesis:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

La tierra era caos y confusión y oscuridad, (Gn 1).

         Así pues, San Juan inicia su evangelio como el Génesis pero con un eu-angelion: con una buena noticia:

En el principio existía no un caos, confusión y oscuridad,

sino la Palabra y la luz.

         Sin embargo hoy, nuestro momento cultural vive -vivimos- más bien en otro contexto:

La parodia más seria que he oído es esta: En el principio era el absurdo y el absurdo era Dios y Dios era el absurdo.

(NIETZSCHE, F. Demasiado humano).

El principio no es el punto inicial sea espacial o temporal: aquí comienza mi casa y allí la del vecino; o dentro de ocho días comenzará el año 2020, sino que principio significa que el Universo, la existencia, nuestra vida está llena de sentido. Mi casa y la tuya, el Universo, la existencia, el tiempo y la eternidad, por principio “son” sentido. No es que el cosmos y la vida tengan sentido, “son” sentido. La tierra no es un caos, confusión y oscuridad, sino un orden, son Palabra, luz y vida.

Pero estas cosas, que parecen “resueltas” en el “macro-cosmos”, en la historia del Universo y en la Biblia, se nos tornan a veces intempestivas y poco evidentes en nuestro pequeño “micro-cosmos” personal y cultural. Por mil caminos y meandros perdemos las evidencias y la confusión puede presidir nuestra vida; nos quedamos a oscuras, se nos apagan la claridad de la vida y podemos entrar en una oscuridad espesa, cuando no en tinieblas. A veces la existencia se convierte en un caos.

         Dimensiones de la vida, que en tiempos más jóvenes y más fuertes física y psicológicamente, estaban integradas y eran fuente de vida y creatividad, pierden -perdemos- su evidencia, su luz y su aliento. Hay momentos y situaciones o etapas en la vida en las que las capacidades humanas, las energías se apagan y no terminamos de digerir o de dar cauce (sentido: logos) a los problemas: pueden ser las crisis personales, la salud-enfermedad, el ocaso de la vida, la debilidad moral y el pecado, los crónicos conflictos familiares, los espasmos eclesiásticos que obturan la serenidad eclesial y evangélica.

  1. La palabra es luz y vida.

Quién sabe por qué caminos: quizás por el de la búsqueda en la noche de los Magos, tal vez por el camino de la decepción y desesperanza de los dos de Emaús, quizás por la travesía del desierto de la libertad del Éxodo, vamos llegando a la luz, a la Palabra y así, buscando fragmentos de luz, hilvanamos nuestra vida construyendo nuestra biografía con sentido.

La palabra, (el Logos, es quien confiere sentido a nuestro ser y acontecer. La luz y la Palabra nos pueden iluminar tenuemente en:

Un encuentro personal (palabra) con un familiar o compañero, en una conversación (palabra) con el médico, en la intimidad y sinceridad matrimonial (palabra),en una conversación (palabra) con un amigo, en una lectura (palabra), en un rato de oración y pensamiento (palabra), desde la misma Palabra. Con la Palabra, el Logos, la razón llegamos a intuir, a ver y a dar salida a los problemas y situaciones difíciles en la fe, en la configuración humilde de nuestro pequeño mundo conceptual y sensitivo.

Lo propio, lo específico de Dios y del hombre es la Palabra. ¿Qué es lo que nos constituye en seres humanos, en personas sino la Palabra, el lenguaje, la cultura, la revelación?

Lo que humaniza la vida personal, la alimentación, la sexualidad, el amor, la convivencia, la política: la vida comunitaria, las negociaciones en los conflictos, la enfermedad, la depresión, es la Palabra

Podemos orar en nuestro interior con Blas de Otero[1]:

Si he perdido la vida, el tiempo, todo

lo que tiré, como un anillo, al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo

lo que era mío y resultó ser nada,

si he segado las sombras en silencio,

me queda la palabra.

         Todo tiene una luz y una palabra sensata en la vida: en el caos personal, en las tinieblas, en el pecado y en la muerte.

  1. Celebrar la navidad.

         Algo de esto, y mucho más, que escapa a nuestra razón y palabra humanas, es celebrar la Navidad y la Palabra.

         El viento de Dios aleteaba por encima de las aguas (Gn 1,1). Es el mismo viento (Espíritu) que majestuosamente sobrevuela las aguas y tempestades humanas. Es el viento que dio aliento a María de la que nació el que es Palabra, razón y sentido del Universo y de nuestro ser y acontecer. La Palabra se hizo uno de nosotros, (Jn 1,14).

         Si no feliz, al menos sí, una esperanzada Navidad.

[1] Poeta bilbaíno (1916-1979) que pasará por o entrelazará tres etapas en su vida: religiosa, existencialista y social.

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Nacimiento de Jesús

Miércoles, 25 de diciembre de 2019
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navidad-sabor-Amazonia_2182591724_14140195_660x371Hermanos y hermanas, es posible ver al Niño sin descubrir; podemos tan sólo ver una pequeña vida humana, sin demasiadas posibilidades de ser significativa. Despertemos nuestra mirada. Oremos

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que la Iglesia sea la comunidad de los que hemos visto, es decir, de los que hemos reconocido y acogido la Buena Noticia del amor de Dios en ese Niño y nos sentimos enviados a todos los niños que hoy se encuentran en la intemperie sin tener cubiertas sus necesidades básicas.

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que los creyentes nos acerquemos a los descampados e intemperies de nuestra historia, en busca de los que andan cargados de dolor y miseria y seamos para todos ellos Buena Noticia.

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que nuestra mirada acostumbrada a detenerse en lo que brilla, en lo que llama la atención, acierte a descubrir la señal que está en el pesebre, en la penumbra de lo pequeño y escondido.

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que nuestro corazón se desconcierte porque a un niño hay que acercarse desde la ternura y no desde el poder, desde la esperanza y no la desilusión, desde abajo y no desde arriba…

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

• Que la mirada atenta de Belén nos encamine hacia los descampados y periferias, a abandonar nuestros cansancios, a no dar importancia al polvo y salir al encuentro de los que andan perdidos.

Que la Buena Noticia de tu venida configure nuestra vida

Padre bueno, concédenos la gracia de enterarnos, de darnos cuenta de que para encontrarnos con tu hijo Jesús tenemos que bajar, ir a lo sencillo y vivir amando sin “peros” ni exclusiones. Gracias por el regalo de Belén.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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“Iniciar la reacción”. Bautismo del Señor – C (Lc 3,15-16.21-22)

Domingo, 13 de enero de 2019
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Bautismo_CEl Bautista no permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los «bautizará con el Espíritu Santo y con fuego».

A juicio de no pocos observadores, el mayor problema de la Iglesia de hoy es «la mediocridad espiritual». La Iglesia no posee el vigor espiritual que necesita para enfrentarse a los retos del momento actual. Cada vez es más patente. Necesitamos ser bautizados por Jesús con su fuego y su Espíritu.

En no pocos cristianos esta creciendo el miedo a todo lo que pueda llevarnos a una renovación. Se insiste mucho en la continuidad para conservar el pasado, pero no nos preocupamos de escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Poco a poco nos estamos quedando ciegos para leer los «signos de los tiempos».

Se da primacía a certezas y creencias para robustecer la fe y lograr una mayor cohesión eclesial frente a la sociedad moderna, pero con frecuencia no se cultiva la adhesión viva a Jesús. ¿Se nos ha olvidado que él es más fuerte que todos nosotros? La doctrina religiosa, expuesta casi siempre con categorías premodernas, no toca los corazones ni convierte nuestras vidas.

Abandonado el aliento renovador del Concilio, se ha ido apagando la alegría en sectores importantes del pueblo cristiano, para dar paso a la resignación. De manera callada pero palpable va creciendo el desafecto y la separación entre la institución eclesial y no pocos cristianos.

Es urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son «espíritu y vida».

Dentro de unos años, nuestras comunidades cristianas serán muy pequeñas. En muchas parroquias no habrá ya presbíteros de forma permanente. Que importante es cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico.

A nosotros se nos pide iniciar ya la reacción. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos.

José Antonio Pagola

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“Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo”. Domingo 13 de enero de 2019. Bautismo del Señor

Domingo, 13 de enero de 2019
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09-bautismodelsenor (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42, 1-4. 6-7: Mirad a mi siervo, a quien prefiero. 
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz. 
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Lucas 3, 15-16. 21-22: Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo

Hoy celebra la liturgia el bautismo de Jesús. Las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos para reflexionar sobre el bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, es tarea de todo bautizado testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de «pasar por la vida haciendo el bien»; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiestamente la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: el cielo «se abre», desciende el Espíritu, y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios.

Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es un hecho fundamental del ser cristiano, pues tendría que ser la expresión de la opción fundamental de la persona, opción que toma a la luz del ejemplo de Jesús y por la que se compromete a ser cristiano. Leer más…

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13.1.19. Bautismo de Jesús, bautismo cristiano. Breve teología.

Domingo, 13 de enero de 2019
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86C0FC36-F34A-48BB-91E4-E3818E03BA2EDel blog de Xabier Pikaza:

La primera fiesta tras la Navidad y Epifanía es la del Bautismo de Jesús. El evangelio dice así:

Lucas 3, 15-16. 21-22
Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo…En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.”

En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”

El bautismo es el primer sacramento cristiano, signo de nuevo nacimiento y de vinculación a la Iglesia. Ayer presenté el tema, al ocuparme de la Navidad y de la Resurrección de Jesús. Hoy lo competo desde la perspectiva del nacimiento de Jesús y de los nuevos cristianos en la Iglesia.

Sería importante tratar de la problemática actual del bautismo en la Iglesia, con las consecuencias que implica para la unidad y libertad de los cristianos (varones y mujeres), pero ése es un tema requiere mayor atención, por eso quiero dejarlo hoy a un lado.

Pero hay una cosa que no me resisto a decir: La iglesia actual ha tendido a olvidar la importancia del bautismo, insistiendo más en otros sacramentos “muy menores”, como son el de la Ordenación ministerial y el Matrimonio. Así nos va.

Otro día me ocuparé del tema. Hoy me limito a presentar un esquema general del bautismo de Jesús y de los cristianos, según la teología del Nuevo Testamento. Buen domingo a todos.

Introducción. Bautismos judíos

Los judíos del tiempo de Jesús destacaban el carácter lustral (purificador) y legal de los bautismos, que limpian y purifican las manchas de los sacerdotes y fieles, capacitándoles para realizar legalmente los ritos. De todas formas, el rito básico de la identidad israelita (para los varones) era la circuncisión y además el perdón oficial no se lograba con agua, sino con sacrificios, como dice Lev 17, 11: “Os he dado la sangre para expiar por vuestras vidas” (cf. Lev 17,11).

Según eso, la purificación legal se realiza con sangre de animales, pues ella es signo de vida, principio de expiación y alianza (cf. Ex 12, 13.23; 24, 3-8; Lev 14, 4-7; 16, 16-19), aunque, como he dicho, la misma Ley pedía lavatorios y bautismos, para que los sacerdotes se purificaran al empezar y terminar sus ritos (cf. 2 Cron 4, 2-6; Lev 16, 24-26) y para aquellos que habían contraído alguna mancha ritual, que les separaba de la comunidad, como los leprosos curados (Lev 14, 8-9; cf. 2 Rey 5, 14) y los que habían tenido relaciones sexuales, poluciones o menstruaciones… (cf. Lev 14, 16-24).

1. Bautismo judío, iniciación de Jesús.

Conforme a lo anterior, las casas de los judíos puros (y ricos) tenían piscinas purificatorias (miqvot), para “limpiarse”. Los esenios de Qumrán se bautizaban al menos una vez al día, para la comida ritual (cf. 1Q 5, 11-14). Había también hemero-bautistas, como Bano, que se purificaban así cada día (incluso varias veces), para estar limpios ante Dios, compartiendo la pureza del principio de la creación. En tiempo de Jesús había surgido además la figura y mensaje de Juan Bautista, que anunciaba e impartir un bautismo, para purificación de los pecados.

En un momento dado, Jesús fue a bautizarse, haciéndose discípulo de Juan.
Éste el primero de los grandes cambios que nosotros conocemos: Él abandoNó la familia, dejó el trabajo como tekton y se integró en una poderosa “escuela bautismal” (como he puesto de relieve en cap. 13). Abandonó así la cultura social del entorno, pensó que el orden socio‒sacral de este munco está acabando, y que todo termina con un juicio de Dios, que hará posible una nueva entrada de los verdaderos israelitas, que cruzarán el Jordán, como en tiempos de Josué (cf. Jos 1-6) y podrán vivir en la Tierra Prometida. En ese contexto se inscribe el bautismo de Jesús:

Y sucedió entonces que llegó Jesús, de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio los cielos rasgados y al Espíritu descendiendo sobre él como paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo Querido, en ti me he complacido (Mc 1, 9-11).

Fue un gesto y momento de “estado naciente”, no un dato pasajero, sino un acontecimiento que marcó la historia de su vida, trazando una ruptura respecto a lo anterior y definiendo su nueva opción mesiánico‒profético al servicio del Reino, retomando, de forma distinta, no sólo la tradición apocalíptico‒mesiánica, sino su forma de entender (y “practicar”) la biblia israelita:

‒ El bautismo fue para Jesús un momento de iniciación y de promesa mesiánica, como ha destacado la tradición cristiana cuando afirma que vio los cielos abiertos y escuchó la voz de Dios Padre diciéndole ¡tú eres mi Hijo! y confiándole su tarea creadora y/o salvadora (¡ofreciéndole su Espíritu!). Ciertamente, esa escena (cf. Mc 1, 9-11 par.), ha sido recreada desde la vida posterior de la Iglesia, pero en su fondo puede y debe haber existido un núcleo fiable, que anticipa la acción posterior de Jesús, vinculada a la promesa del Hijo de David: “Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo” (2 Sam 7, 14), tal como ha sido proclamada por Sal 2, 7: “Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado”.

‒ Fue una experiencia de inversión, esto es, de cumplimiento profético y revelación mesiánica. En ella vino a expresarse un Dios que, conforme a la mejor tradición israelita, actúa a contrapelo de los hombres. Precisamente allí donde, llegando al fin de su mensaje apocalíptico, Juan le colocaba ante la meta de juicio y destrucción, experimentó y descubrió Jesús la verdad más alta de su misión, recuperando su vocación davídica, entendida como impulso y llamada mesiánica de Reino. Es como si aquello que Juan anunciaba se hubiera cumplido, de tal forma que allí donde todo ha terminado (ha llegado el juicio) puede comenzar de otra manera todo, en línea de vida y no de muerte.

‒ Esta experiencia profético-mesiánica marcó la nueva historia de Jesús. No queremos decir que las cosas sucedieran externamente como dice el texto, pero los hilos posteriores de su vida sólo pueden entenderse desde aquí, en una línea que lleva del antiguo Elías, profeta del juicio (como Juan), al nuevo Elías, mensajero de la brisa suave y del nuevo comienzo de Jesús (cf. cap. 5 y 16). Sólo en ese contexto, allí donde descubre que todo lo anterior se ha cumplido (ha muerto), puede iniciar Jesús su nueva trayectoria, desde la voz del Padre, que le dice “tú eres mi hijo”, y con la brisa del Espíritu (que le envía a realizar su obra).

‒Vocación filial de Reino. No ha sido un proceso racional en plano objetivo, algo que puede demostrarse por medio de argumentos, sino un tipo de “intuición” vital, que ha trasformado las coordenadas de su imaginación y de su voluntad, de su forma de estar en el mundo y de su decisión de transformarlo. En ese sentido decimos que se trata de una “vocación”, una llamada que Jesús ha “recibido” y acogido en lo más profundo de su ser, un estado naciente. No es imposible que, en este momento crucial, haya escuchado la voz de Dios que le llama Hijo y haya “sentido” la experiencia del Espíritu, haciéndole asumir su tarea davídica de Reino. Todo el transcurso posterior de su vida se entiende a partir de esta llamada.

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“Bautismo de Jesús”. Ciclo C

Domingo, 13 de enero de 2019
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20160WDel blog  El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 

Un ejercicio sencillo y una sorpresa

            Imagina todo lo que has hecho o te ha ocurrido desde que tenías doce años hasta los treinta (suponiendo que hayas llegado a esa edad). Si pones la lista por escrito necesitarás más de una página. Si la desarrollas con detalle, saldrá un libro.

            La sorpresa consiste es que de Jesús no sabemos nada durante casi veinte años. Según Lucas, cuando subió al templo con sus padres tenía doce años de edad; cuando se bautiza, “unos treinta años”. ¿Qué ha ocurrido mientras tanto? No sabemos nada. Cualquier teoría que se proponga es pura imaginación.

            Este silencio de los evangelistas resulta muy llamativo. Podían haber contado cosas interesantes de aquellos años: de Nazaret, con sus peculiares casas excavadas en la tierra; de la capital de la región, Séforis, a sólo 5 km de distancia, atacada por los romanos cuando Jesús era niño, y cuya población terminó vendida como esclavos; de la construcción de la nueva capital de la región, Tiberias, en la orilla del lago de Galilea, empresa que se terminó cuando Jesús tenía poco más de veinte años. Nada de esto se cuenta; a los evange­listas no les interesa escribir la biografía de su protagonista.

            Pero más llamativo que el silencio de los evangelistas es el silencio de Dios. Al profeta Samuel lo llamó cuando era un niño (según Flavio Josefo tenía doce años); a Jeremías, cuando era un muchacho y se sentía incapaz de llevar a cabo su misión; a Isaías, con unos veinte años. ¿Por qué espera hasta que Jesús tiene “unos treinta años”, edad muy avanzada para aquella época? No lo sabemos. “Los caminos de Dios no son nuestros caminos”. Buscando explicaciones humanas, podríamos decir que Isaías y Jeremías tenían como misión transmitir lo que Dios les dijese; Jesús, en cambio, además de esto formará un grupo de seguidores, será para ellos un maestro, “un rabí”, y esto no puede serlo a los veinte años. Pero esto no soluciona el problema. Seguimos sin saber qué hizo Jesús durante tantos años. Para los evangelistas, lo importante comienza con el bautismo.

El bautismo de Jesús

            Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. La versión de Lucas es la siguiente:

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.”

            En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”

            Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo a los cristianos.

            Por lo demás, Lucas se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

            La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.

            La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.

            El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

El programa futuro de Jesús

            Pero las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura de este domingo, tomada del libro de Isaías (42,1-4.6-7).

Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

            El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

            Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

            El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien

            La segunda lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

            Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

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