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El bautismo de Jesús es su momento de “salir del armario”. También puede ser el nuestro.

Lunes, 13 de enero de 2025

IMG_9462El artículo de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Donna McGartland, una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious publicado por New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy del Domingo del Bautismo del Señor, están disponibles aquí.

Durante las últimas semanas, hemos estado celebrando la llegada de Jesús a este mundo como uno de nosotros. Hoy, celebramos su bautismo, su “salida” al mundo como adulto.

Jesús tiene 30 años cuando va a ver a Juan, que está bautizando en el desierto. Juan está advirtiendo a todo el que quiera escuchar que el Reino de Dios está cerca. Está llamando a las personas a arrepentirse de su pecado y volverse a Dios. Cuando se le pregunta cómo hacerlo, Juan les dice que den a los pobres y compartan su comida con los hambrientos.

Tenga en cuenta que Juan no está en el templo mientras predica. La Buena Noticia es proclamada a todos para que “todos vean la salvación enviada por Dios”, como nos recuerda la primera lectura litúrgica de hoy. En la predicación de Juan, nadie es considerado privilegiado ni exento de tomar una decisión personal de volverse a Dios.

Jesús acepta el mensaje de Juan y decide ser bautizado. Cuando lo hace, su verdadera identidad se revela cuando el Espíritu Santo desciende sobre él y se escucha una voz: “Tú eres mi amado; en ti tengo mis complacencias”.

La vida de Jesús cambia drásticamente después de eso. Su verdadera identidad ahora es conocida. ¡Ya no puede volver atrás!

Solo puedo imaginar lo que sintió Jesús en ese momento. ¿Aceptó las palabras de Isaías? “Aquí está mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco, en quien he puesto mi espíritu”. ¿Se sintió amado? ¿O estaba confundido por el mensaje del Espíritu? ¿Tenía miedo? Jesús era completamente humano. Supongo que estaba sintiendo muchas emociones después de esta experiencia y por eso se fue al desierto durante 40 días.

Recuerdo mi propio proceso de salir del armario. Definitivamente no me sentí elegida ni amada. Más que nada, me sentí traicionada. Había internalizado mucha de la homofobia que me rodeaba: en mi familia y amigos, en la escuela católica a la que iba y en la iglesia. No quería ser parte de una identidad LGBTQ+ para mí. Luché por comprender mi orientación sexual e identidad de género.

Sin embargo, a medida que crecí en mi identidad, descubrí a los Juanes Bautistas en mi vida que me invitaron a la plenitud y a reconocer que es en el desierto dentro de mí donde escucharé y conoceré a Dios. Me llaman una y otra vez a ser bautizada, a rechazar la negatividad interior y a abrazar el Evangelio. Abrí mi corazón al Evangelio y escuché que Dios está complacido conmigo como soy y que el Espíritu de Dios habita dentro de mí. Mi verdadera salida del armario se produjo cuando finalmente pude escuchar la voz de Dios en mi interior: “¡Tú eres mi Amado, mi elegido! Estás hecho a mi imagen y semejanza”. ¡Mi vida nunca ha sido la misma!

¿Quiénes son los Juan Bautistas en tu vida? ¿Puedes escuchar su desafío y sus afirmaciones para reconocer que Dios vino a traerte libertad y amor? ¿Qué necesitas hacer para aquietarte y poder escuchar la voz del Espíritu en tu interior? La Voz del Espíritu te habla: “Tú eres mi amado, mi elegido, en quien tengo complacencia”. ¿Puedes escucharla?

–Sr. Donna McGartland, 12 de enero de 2025

Fuente New Ways Ministry

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“No ahogar el amor solidario”. Bautismo del Señor – C (Lc 3,15-16.21-22)

Domingo, 12 de enero de 2025

Bautismo_CEl amor es la energía que da verdadera vida a la sociedad. En toda civilización hay fuerzas que generan vida, verdad y justicia, y fuerzas que provocan muerte, mentira e indignidad. No siempre es fácil detectarlo, pero en la raíz de todo impulso de vida está siempre el amor.

Por eso, cuando en una sociedad se ahoga el amor, se está ahogando al mismo tiempo la dinámica que lleva al crecimiento humano y a la expansión de la vida. De ahí la importancia de cuidar socialmente el amor y de luchar contra todo aquello que puede destruirlo.

Una forma de matar de raíz el amor es la manipulación de las personas. En la sociedad actual se proclaman en voz alta los derechos de la persona, pero luego los individuos son sacrificados al rendimiento, la utilidad o el desarrollo del bienestar. Se produce entonces lo que el pensador norteamericano Herbet Marcuse llamaba «la eutanasia de la libertad». Cada vez hay más personas que viven una «no libertad confortable, cómoda, razonable, democrática». Se vive bien, pero sin conocer la verdadera libertad ni el amor.

Otro riesgo para el amor es el funcionalismo. En la sociedad de la eficacia lo importante no son las personas, sino la función que ejercen. El individuo queda fácilmente reducido a una pieza del engranaje: en el trabajo es un empleado; en el consumo, un cliente; en la política, un voto; en el hospital, un número de cama… En esta sociedad, las cosas funcionan; las relaciones entre las personas mueren.

Otro modo frecuente de ahogar el amor es la indiferencia. El funcionamiento de la sociedad moderna concentra a los individuos en sus propios intereses. Los demás son una «abstracción». Se publican estudios y estadísticas tras los cuales se oculta el sufrimiento de las personas concretas. No es fácil sentirnos responsables. Es la administración pública la que se ha de ocupar de esos problemas.

¿Qué podemos hacer cada uno? Frente a tantas formas de desamor, el Bautista sugiere una postura clara: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo». ¿Qué podemos hacer? Sencillamente compartir más lo que tenemos con aquellos que viven en necesidad.

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

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“Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo”. Domingo 12 de enero de 2025. Bautismo del Señor

Domingo, 12 de enero de 2025

09-bautismodelsenor (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 42, 1-4. 6-7: Mirad a mi siervo, a quien prefiero. 
Salmo responsorial: 28: El Señor bendice a su pueblo con la paz. 
Hechos de los apóstoles 10, 34-38: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Lucas 3, 15-16. 21-22: Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo

Hoy celebra la liturgia el bautismo de Jesús. Las lecturas de este día nos ofrecen tres elementos para reflexionar sobre el bautismo en el Señor.

Un primer elemento lo encontramos en el texto de Isaías, quien nos habla de la actitud del siervo de Dios; éste ha sido llamado y asistido por el Espíritu para llevar a cabo una especial misión en el pueblo de Israel: hacer presente con su vida la actitud misma de Dios para con la humanidad; es decir, evidenciar que Dios instaura su justicia y su luz por medio de la debilidad del ser humano. Por tanto, es tarea de todo bautizado testimoniar que Dios está actuando en su vida; signo de ello es su manera de existir en medio de la comunidad; debe ser una existencia que promueva la solidaridad y la justicia con los más débiles, pues en ellos Dios actúa y salva; en ellos se hace presente la liberación querida por Dios.

El segundo elemento está presente en el relato de los Hechos de los Apóstoles. La intención central de este relato es afirmar que el mensaje de salvación, vivido y anunciado por Jesús de Nazaret, es para todos. La única exigencia para ser partícipe de la obra de Dios es iniciar un proceso de cambio (respetar a Dios y practicar la justicia), que consiste en abrirse a Dios y abandonar toda clase de egoísmo para poder ir, en total libertad, al encuentro del otro, pues es en el otro donde se manifiesta Dios. A ejemplo de Jesús, todo bautizado tiene el deber de «pasar por la vida haciendo el bien»; tiene la tarea constante de cambiar, de despojarse de todo interés egoísta para poder así ser testigo de la salvación.

El evangelio de Mateo desarrolla el tercer elemento que identifica el verdadero bautismo: La obediencia a la voluntad del Padre. “La justicia plena” a la que se refiere Jesús en el diálogo con Juan el Bautista manifiestamente la íntima relación existente entre el Hijo de Dios y el proyecto del Padre. Esto significa que el bautismo es la plenitud de la justicia de Dios, ya que las actitudes y comportamientos de Jesús tienen como fin hacer la voluntad de Dios. Esta obediencia y apertura a la acción de Dios afirma su condición de hijo; es hijo porque obedece y se identifica con el Padre. Esta identidad de Jesús con el Padre (ser Hijo de Dios) se corrobora en los sucesos que acompañan el bautismo: el cielo «se abre», desciende el Espíritu, y una voz comunica que Jesús es Hijo predilecto de Dios. Es «hijo» a la manera del siervo sufriente de Isaías (Is 42,1): hijo obediente que se encarna en la historia y participa completamente de la realidad humana. El bautismo, en consecuencia, provoca y muestra la actitud de toda persona abierta a la divinidad y voluntad de Dios; y hace asumir, como modo normal de vida, el llamado a ser hijos de Dios, identificándonos en todo con el Padre y procurando, con nuestro actuar, hacer presente la justicia y el amor de Dios.

Por desgracia, en la actualidad el bautismo se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es un hecho fundamental del ser cristiano, pues tendría que ser la expresión de la opción fundamental de la persona, opción que toma a la luz del ejemplo de Jesús y por la que se compromete a ser cristiano. Leer más…

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Domingo, 12 de enero de 2025

“Bautismo de Jesús”. Ciclo C

Domingo, 12 de enero de 2025

imagePerugino, Bautismo de Cristo (ca. 1482)

Del blog  El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Hace seis días celebrábamos la visita de los Magos de Oriente, cuando Jesús tenía unos dos años de edad, según Mateo. Hoy celebramos su bautismo, cuando tenía unos treinta años, según Lucas. Si exceptuamos la visita al templo de Jerusalén con doce años, de la infancia, adolescencia y vida adulta, hasta el bautismo, no sabemos nada.

 El bautismo de Jesús (Lucas 3,15-16.21-22)

             Es uno de los momentos en que más duro se hace el silencio. ¿Por qué Jesús decide ir al Jordán? ¿Cómo se enteró de lo que hacía y decía Juan Bautista? ¿Por qué le interesa tanto? Ningún evangelista lo dice. La versión de Lucas es la siguiente:

En aquel tiempo, como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:

«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».

Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajo el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma, y vino una voz del cielo:

«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». 

            Lucas sigue muy de cerca al relato de Marcos, pero añade dos detalles de interés: 1) Jesús se bautiza, “en un bautismo general”; con ello sugiere la estrecha relación de Jesús con las demás personas; 2) la venida del Espíritu tiene lugar “mientras oraba”, porque Lucas tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos fundamentales de su vida, para que nos sirva de ejemplo a los cristianos.

            Por lo demás, Lucas se atiene a los dos elementos esenciales: el Espíritu y la voz del cielo.

La venida del Espíritu tiene especial importancia, porque entre algunos rabinos existía la idea de que el Espíritu había dejado de comunicarse después de Esdras (siglo V a.C.). Ahora, al venir sobre Jesús, se inaugura una etapa nueva en la historia de las relaciones de Dios con la humanidad. Porque ese Espíritu que viene sobre Jesús es el mismo con el que él nos bautizará, según las palabras de Juan Bautista.

            La voz del cielo. A un oyente judío, las palabras «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» le recuerdan dos textos con sentido muy distinto. El Sal 2,7: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy», e Isaías 42,1: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero». El primer texto habla del rey, que en el momento de su entronización recibía el título de hijo de Dios por su especial relación con él. El segundo se refiere a un personaje que salva al pueblo a través del sufrimiento y con enorme paciencia. Lucas quiere evocarnos las dos ideas: dignidad de Jesús y salvación a través del sufrimiento.

            El lector del evangelio podrá sentirse en algún momento escandalizado por las cosas que hace y dice Jesús, que terminarán costándole la muerte, pero debe recordar que no es un blasfemo ni un hereje, sino el hijo de Dios guiado por el Espíritu.

El programa futuro de Jesús (Isaías 42,1-4.6-7)

            Pero las palabras del cielo no sólo hablan de la dignidad de Jesús, le trazan también un programa. Es lo que indica la primera lectura.

Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.

            El programa indica, ante todo, lo que no hará: gritar, clamar, vocear, que equivale a amenazar y condenar; quebrar la caña cascada y apagar el pabilo vacilante, símbolos de seres peligrosos o débiles, que es preferible eliminar (basta pensar en Leví, el recaudador de impuestos, la mujer sorprendida en adulterio, la prostituta…).

            Dice luego lo que hará: promover e implantar el derecho, o, dicho de otra forma, abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión; estas imágenes se refieren probablemente a la actividad del rey persa Ciro, del que espera el profeta la liberación de los pueblos sometidos por Babilonia; aplicadas a Jesús tienen un sentido distinto, más global y profundo, que incluye la liberación espiritual y personal.

            El programa incluye también cómo se comportará: «no vacilará ni se quebrará». Su misión no será sencilla ni bien acogida por todos. Abundarán las críticas y las condenas, sobre todo por parte de las autoridades religiosas judías (escribas, fariseos, sumos sacerdotes). Pero en todo momento se mantendrá firme, hasta la muerte.

Misión cumplida: pasó haciendo el bien (Hechos 10,34-38)

            La segunda lectura, de los Hechos de los Apóstoles, Pedro, dirigiéndose al centurión Cornelio y a su familia, resumen en estas pocas palabras la actividad de Jesús.

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

“Pasó haciendo el bien”. Un buen ejemplo para vivir nuestro bautismo.

 

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12 de Enero. Bautismo del Señor. Ciclo C

Domingo, 12 de enero de 2025

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“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”

(Lc 3, 15-16. 21-22)

Todavía con la resaca de Navidad, del comienzo de año y de la Epifanía, y ya se nos presenta a Jesús tomando sus propias opciones.

En los versículos anteriores Lucas nos presenta a Juan anunciando un tiempo nuevo y aclarando que él no era el Mesías esperado. Jesús, como tantos israelitas, también escucha esta buena noticia por boca de Juan. También quiere Jesús participar de este cambio comenzando por el bautismo. Se mezcla con el pueblo, es uno más de tantos; también hace fila, también espera en el calor del desierto… ¿Y nosotras? ¿En qué nos toca esperar? ¿Cómo esperamos? ¿En qué situaciones optamos por ser una persona entre tantas?

Para Jesús, este momento está cargado de contenido, se da una íntima comunión con el Padre y con su Espíritu. En ese momento en el que Jesús está orando es cuando recibe la confirmación personal: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.

El destinatario de ese mensaje es exclusivamente Jesús. Será más adelante en su vida cuando tres discípulos (Pedro, Santiago y Juan) escuchen esta misma frase, en el monte Tabor, al ser testigos de la Transfiguración de Jesús (Lc 9, 28-36). En esa ocasión se les pedirá que lo escuchen.

¿Y nosotras? ¿Hemos escuchado nuestro mensaje personal de parte de Dios? ¿Estamos atentas para escucharlo? ¿Nos sabemos sus hijos e hijas amadas?

Dios Trinidad se hace presente en este pasaje de forma palpable. También el Espíritu Santo, al que parece que es más difícil describir, aparece hoy en forma de paloma. Dios Trinidad se hace presente en la historia, también en la actualidad. Dios es comunión, una comunión a la que también estamos llamadas nosotras.

Oración

Trinidad Santa, que nuestras esperas sean oportunidades de comunión íntima contigo.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Hoy celebramos que Jesús nació del agua y del Espíritu.

Domingo, 12 de enero de 2025

2754-neonian-baptistery-ravenna-dome-mosaic-baptism-christ-detailDOMINGO 1º BAUTISMO DE JESÚS (C)

Lc 3,15-22

Comenzamos el “tiempo ordinario”. El bautismo es el primer acontecimiento que los evangelios nos narran de la vida de Jesús. Es, además, el más significativo desde su nacimiento hasta su muerte. Lo importante no es el hecho en sí, sino la carga teológica que el relato encierra. El bautismo y las tentaciones hablan de la profunda transformación que produjo en él una experiencia que se pudo prolongar durante años. Jesús descubrió el sentido de su vida, lo que Dios era para él y lo que tenía que ser él para los demás.

Los cuatro evangelistas resaltan la importancia que tuvo para Jesús el encuentro con Juan el Bautista y el descubrimiento de su misión. A pesar de que es un reconoci­miento de cierta dependencia de Jesús con relación a Juan. Ningún relato nos ha llegado de los discípulos de Juan. Todo lo que sabemos de él lo conocemos a través de los escritos cristianos. Si a pesar de que se podía interpretar como una subordinación, lo han narrado todos los evangelistas, quiere decir que tiene grandes posibilidades de ser histórico.

Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús. Él mismo nos dijo que el nacimiento del agua y del Espíritu era lo importante. Si seguimos celebrando con mayor énfasis el nacimiento carnal, es que no hemos entendido el mensaje evangélico. Nuestra religión sigue empeñada en que busquemos a Dios donde no está. Dios no está en lo que podemos percibir por los sentidos. Dios está en lo hondo del ser y allí tenemos que descubrirlo. El bautismo de Jesús tiene un hondo calado porque nos lanza más allá de lo sensible.

Lucas no da ninguna importancia al hecho físico. Destaca los símbolos: Cielo abierto, bajada del Espíritu y voz del Padre. Imágenes que en el AT están relacionadas con el Mesías. Se trata de una teofanía. Según aquella mentalidad, Dios está en los cielos y tiene que venir de allí. Abrirse los cielos es señal de que Dios se acerca a los hombres. Esa venida tiene que ser descrita de una manera sensible para poder ser percibida. Lo importante no es lo que sucedió fuera, sino lo que vivió Jesús dentro de sí mismo.

El gran protagonista de la liturgia de hoy es el Espíritu. En las tres lecturas se hace referencia directa a él. En el NT el Espíritu es entendido a través de Jesús; y a la vez, Jesús es entendido a través del Espíritu. Esto indica hasta que punto se consideran mutuamente implicados. Comprenderemos esto mejor si damos un repaso a la relación de Jesús con el Espíritu en los evangelios, aunque no en todos “espíritu” significa a lo mismo.

Marcos:      1,10 Vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él.

                       1,12 El Espíritu lo impulsó hacia el desierto.

Mateo:         3,16 Se abrieron los cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como paloma.

Lucas:          3,22 El Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma.

                        4,1 Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo.

                        4,14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea.

                        4,18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Juan:            1,32Yo he visto que el Espíritu que bajaba del cielo y permanecía sobre él.

                      1,33 Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu, es quien bautiza con E. S. y fuego.

                        3,5 Nadie puede entrar en el Reino, si no nace del agua y del Espíritu.

                        6,63 El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada.

 

Hay que recordar que estamos hablando de la experiencia de Jesús como ser humano, no de la segunda o de la tercera persona de la Trinidad. Lo que de verdad nos debe importar a nosotros es el descubrimiento de la relación de Dios para con él, como ser humano, y la respuesta que el hombre Jesús dio a esa toma de conciencia. Lo singular de esa relación es la respuesta de Jesús a esa presencia de Dios-Espíritu en él. El bautismo no es la prueba de la divinidad de Jesús, sino la prueba de una verdadera humanidad.

En el discurso de Juan en la última cena, Jesús hace referencia al Espíritu que les enviará, pero también les dice que no les dejará huérfanos, volveré. Esas dos expresiones hacen referencia a la misma realidad. También dice que el Padre y él vendrán y harán morada en aquel que le ama. Jesús se siente identificado con Dios, que es Espíritu. No tenemos datos para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, pero los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación mucho más que personal. Se atreve a llamarle Abba, (papá) cosa inusitada en aquella época y aún en la nuestra.

Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios. El único objetivo de su predica­ción fue que también nosotros lleguemos a esa misma experiencia. La comunicación de Jesús con su “Abba“, no fue a través de los sentidos ni a través de un órgano portentoso. Se comunicaba con Dios como nos podemos comunicar cualquiera de nosotros. Tenemos que descartar cualquier privilegio en este sentido. A través de la oración, de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. En este caso, Lucas dice que esa manifestación de Dios en Jesús se produjo “mientras oraba”.

El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de criatura. Dios como creador está en la base de todo ser creado, constituyéndolo en ser. Yo soy yo porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está comunicando Dios; es el mismo ser de Dios en mí. Solo una cosa me diferencia de Dios; mis limitaciones. Esas sí son mías y hacen que yo no sea Dios, ni criatura alguna pueda identificarse absolutamente con Dios. Lo importante para nosotros es intentar descubrir lo que pasó en el interior de Jesús y ver hasta qué punto podemos nosotros aproximarnos a esa misma experiencia.

La experiencia de Dios que tuvo Jesús no fue un chispazo que sucedió en un instante. Más bien tenemos que pensar en una toma de conciencia progresiva que le fue acercando a lo que después intentó transmitir a los discípulos. Los evangelios no dejan lugar a duda sobre la dificultad que tuvieron los primeros seguidores de Jesús para entender esto. Eran todos judíos y la religiosidad judía estaba basada en la Ley y el templo, es decir, en una relación puramente externa con Dios. Para nosotros esto es muy importante. Una toma de conciencia de nuestro verdadero ser no puede producirse de la noche a la mañana.

¿Cómo interpretaron los primeros cristianos, todos judíos, este relato? Dios, desde el cielo, manda su Espíritu sobre Jesús. Para ellos Hijo de Dios y ungido era lo mismo. Hijo de Dios era el rey, una vez ungido; el sumo sacerdote, también ungido; el pueblo elegido por Dios. Lo más contrario a la religión judía era la idea de otro Dios o un Hijo de Dios. ¿Cómo debemos interpretar nosotros esa interpretación? Hoy tenemos conocimientos suficientes para recuperar el sentido de los textos y salir de una mitología que nos ha despistado durante siglos. Jesús es hijo de Dios porque salió al Padre, imitó en todo al Padre, le hizo presente en todo lo que hacía. Pero entonces también yo puedo ser hijo como lo fue Jesús.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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El Espíritu.

Domingo, 12 de enero de 2025

bautismo_de_jesusLc 3, 21-22

«Tú eres mi hijo amado; en ti tengo complacencia»

Lo que vieron los ojos fue un galileo entrando en las aguas del Jordán y siendo bautizado por Juan el Bautista. El cielo abierto, la paloma, la voz… son fruto de la fe de sus autores, y solo con los ojos de la fe pueden ser percibidos. Los evangelistas van a iniciar el relato de la vida pública de Jesús, y quieren dejar claro desde el inicio quién es su protagonista.

Las comunidades a las que va dirigido su mensaje definen a Jesús como “El hombre lleno del Espíritu”; una cristología muy prudente comparada con la de la comunidades de Juan, que se basa en el capítulo segundo del Génesis donde se describe así la creación del primer hombre: «Modeló Yahvé Dios al hombre de la arcilla y le sopló en el rostro aliento de vida»

Barro con aliento de Dios; con espíritu de Dios. Excelente definición de ser humano. En todo ser humano sopla el viento de Dios, su espíritu, aunque en algunos este soplo sea imperceptible, y en la mayoría de nosotros no pase de ser una brisa que solo en ocasiones pone de relieve nuestra humanidad.

Pero a lo largo de la historia, ese soplo, ese aliento, esa acción de Dios en definitiva, se ha manifestado de forma poderosa en muchos hombres y mujeres de cualquier tiempo, lugar o condición. Y no es preciso acudir a la biografía de los grandes santos para sentir el soplo de Dios en los seres humanos; basta con que miremos a nuestro alrededor para que lo veamos en ese pariente, o ese amigo, o aquel compañero de trabajo… Es muy difícil sustraerse a esta realidad si uno va un poco atento por la vida.

Ahora bien, por encima de todos, hay un hombre en quien el espíritu de Dios se manifiesta de una forma tan extraordinaria, que somos incapaces de entenderla o formularla; un hombre tan lleno del Espíritu que se le transparenta; al que basta con mirar para conocer el corazón de Dios y para conocer también al ser humano en plenitud; libre de la opresión del pecado.

En él, en Jesús, hemos visto cuáles son los frutos del espíritu de Dios. Hemos visto a un hombre compasivo en extremo; que toma siempre partido por los necesitados, que se le revuelven las entrañas ante el sufrimiento ajeno, que está siempre rodeado de enfermos, lisiados, pobres y pecadores, que se compadece de ellos, los sana, les enseña y les devuelve la esperanza que habían perdido… Que les dice que no son unos pobres desgraciados como todos aseguran, sino los más importantes a los ojos de Dios.

Y éste es nuestro modelo, y también es una excelente piedra de toque para analizar mi vida de cristiano, porque si me siento movido a compadecer, a servir, a sanar, a enseñar, a dar esperanza… será el espíritu de Jesús el que sopla en mí… y si no, será otro espíritu el que dirige mis pasos.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

 Fuente Fe Adulta

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El bautismo de Jesús. Humanizar y buenear la vida.

Domingo, 12 de enero de 2025

bautismo-jesus12 de enero 2025

Lc 3,15-16.21-22

El Evangelio de este domingo nos narra el bautismo de Jesús y con ello el inicio de su misión, es decir, su decisión de comprometer su vida con las esperanzas de aquellos y aquellas que soñaban una realidad y una religión diferente, liberada de la opresión de las leyes injustas y de los valores del imperio, centrada en el amor, y la misericordia, Un proyecto vital basado, como nos dice la segunda lectura en “pasar por la vida haciendo el bien”.  En buenear la vida, en humanizarla.

La primera frase con que se inicia el relato es muy importante, pues lo sitúa en un contexto de expectación, de anhelo de nuevas referencias y sentido, de esperanzas necesarias que no terminan por hacerse históricas, y por tanto también de frustraciones y desánimos. Jesús es hijo también de ese contexto, como nosotros hoy lo somos del nuestro, y acude al valle del Jordán movido por el interés a participar de los acontecimientos que allí están ocurriendo y el movimiento espiritual liderado por Juan Bautista.

Si el contexto es importante también lo es la referencia geográfica: el valle del Jordán es el lugar por el que el antiguo Israel entró en la tierra de la Promesa después de la esclavitud en Egipto. Un lugar por tanto que evoca, desde la memoria colectiva del pueblo, que las cosas pueden cambiar, que creer en Dios no es asumir la realidad resignadamente, sino ponerse en camino atravesando incertidumbres, sostenidos en una esperanza capaz de engendrar futuros inéditos y comprometida con la liberación del sufrimiento y la injusticia.

Pero si Jesús es atraído inicialmente por el movimiento reformador y el profetismo de Juan Bautista, Juan reconoce y proclama públicamente la novedad radical, el cambio de paradigma que encarna Jesús: El amor y la compasión como única ley, la projimidad como el culto que agrada a Dios más que que ningún sacrificio ni ofrenda. El Dios samaritano, todo cuidadoso e inclusivo que revela en sus palabras, gestos y prácticas. La Buena Noticia esperada por los más olvidaos y olvidadas.

Jesús queda afectado por lo que acontece en el Jordán, por la expectación del pueblo, por sus deseos de cambio, de búsqueda de una espiritualidad y una religión más auténtica, por el anhelo de justicia y liberación y como ellos, pide ser bautizado. El bautismo de Jesús es un también gesto con el que Jesús expresa su deseo de identificarse y sentirse pueblo y comunidad buscadora.

Pero también más allá de cualquier interpretación mítica el bautismo de Jesús constituye una de sus experiencias de filiación más significativas, en la que experimentó la fuerza de Dios en su vida: su Espíritu, reconociéndole y confirmándole en su deseo de ser cauce de su solidaridad amorosa con una humanidad ávida  de otro mundo posible, de vida enabundancia, de vidas que merezcan el sentido y la alegría plena de ser vividas.

¿Dónde experimentamos nosotras y nosotros hoy la fuerza y la confirmación del Espíritu de Dios urgiéndonos y confirmándonos a humanizar y buenear la vida?

Pepa Torres Pérez

 Fuente Fe Adulta

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El cielo abierto

Domingo, 12 de enero de 2025

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12 enero 2025

Lc 3, 15-16.21-22

En la simbología mítica, la imagen del “cielo abierto” era una forma de expresar la comunicación entre los dioses y los humanos. Seguían siendo dos planos netamente diferenciados -cielo y tierra-, pero habían entrado en contacto. A partir de ahí, los humanos podían beneficiarse de los favores divinos.

En el relato de su bautismo, se da a entender que, para la creencia cristiana, el cielo “se abre” definitivamente con Jesús, que es confirmado como “el hijo amado, el predilecto”.

Desde nuestra comprensión, esas palabras van dirigidas a todo ser humano. Abrirse el cielo significa acceder a aquello que somos en profundidad, vivir en conexión con nuestra verdadera identidad. Y, al hacerlo, descubrimos que cada uno y cada una somos “hijos/as” amados, que equivale a decir que somos hijos e hijas del Amor, en cuanto naciendo del mismo y único Fondo de donde brota todo lo que es.

Al “abrirse el cielo” -al vivir conscientes de nuestra verdadera identidad y en conexión con ella-, todo se llena de luz, de gozo y de amor. Se siguen notando los límites y fragilidad de nuestra forma impermanente, pero también todo eso se vive desde la nueva comprensión.

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Jesús no solamente se hizo hombre, sino que se hizo pecado (Bautismo de Jesús)

Domingo, 12 de enero de 2025

20160WDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. relatos de revelación

        El relato del Bautismo de Jesús (y después la Transfiguración) es la expresión de la experiencia que aquellos primeros  cristianos tienen de que Dios nos habla por medio de Jesús, él es la Palabra: Éste es mi hijo amado, escuchadle.

02.- Bautismo de Jesús.

        Siguiendo lo que nos dicen los evangelios, sobre todo S Lucas, Jesús fue creciendo en sabiduría, gracia… Por ello podemos pensar que Jesús creció también junto a Juan Bautista en los grupos que acudían a escuchar su predicación en el desierto.

        Muy posiblemente en un momento dado, Juan Bautista bautizaría a Jesús ya adulto.

03.- Algunas consideraciones desde el bautismo de Jesús.

03.1 El que no tenía pecado se sumergió en las aguas del Jordán.

Jesús no tenía pecado, pero asumió el nuestro y descendió a las aguas bautismales del Jordán para liberarnos a todos. Jesús se sumergió en las “aguas turbulentas” de la humanidad.

Jesús no solamente se hace hombre, sino que se hace pecado. Durante toda su vida Jesús será amigo de pecadores y publicanos.

                        El agua es un símbolo bautismal. El agua purifica y da vida. En las aguas bautismales siempre queda sepultado el mal, el pecado: En las aguas del diluvio quedó sepultado el mal de la humanidad. En las aguas del Mar Rojo quedó sepultada la opresión del faraón, sus carros de combate… En las aguas del Jordán queda sepultado nuestro pecado.

03.2 Mientras oraba….

Jesús oraba. La luz y la consciencia brotan en la oración.

Orar es “estar en sí”: quietud, demorarse en el Señor. La oración es sosiego: Estando ya mi casa sosegada (S Juan de la Cruz).

Ya Santo Tomás hablaba de que no es buena la dispersión en las muchas realidades y actividades de la vida (spargi ad multa). La dispersión descentra, despista… Llenamos y nos llenan la vida de actividades y ansiedad: trabajos, reuniones sin fin, viajes, compras y no tenemos tiempo ni calma “para “estar en sí”.

Se trata de “estar en sí”. En castellano “estar en otro”: “enajenado” significa algo más negativo.

La luz y la lucidez amanecen cuando ponemos nuestra existencia en Dios, cuando en el fondo de nuestro ser nos ponemos en Dios. Los problemas, la ansiedad, la angustia, la salud-enfermedad, la muerte, el pecado encuentran paz y serenidad  en el silencio con Dios.

03.3 Se abrieron los cielos

Los cielos “estaban cerrados” y por JesuCristo los cielos se abren para la humanidad.

Esto significa que se abrieron los cielos pero no solamente para después de la muerte, sino ya en esta vida. Hay veces que “se nos abren los cielos

El ser humano sin Dios está cerrado, bloqueado: las grandes cuestiones no hallan salida. En el silencio cercano con Dios (oración), se abren los cielos y se intuye una salida definitiva a la vida y sus problemas: “se me han abierto los cielos”, ¡y es verdad!

03.4 Descendió el Espíritu de Dios

Los relatos del Bautismo de Jesús son narraciones que nos hablan de la presencia de Dios en JesuCristo: Este es mi Hijo amado.

Jesús vive en y del espíritu de Dios.

Bueno sería que el espíritu de Jesús configurara nuestra existencia, estuviera presente en la Iglesia, en la sociedad…

Decía el patriarca oriental Ignacio IV de Antioquía en el Consejo Ecuménico de Upsala 1968, decía con gran luci dez:

Sin Espíritu, Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos.

Pero en el Espíritu, Cristo resucita­do está aquí, el Evangelio es fuerza de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es un pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, el actuar humano queda divinizado.

El espíritu de Jesús es bueno, es santo: el amor, el perdón, las bienaventuranzas, son un espíritu de vida, creativos. El espíritu es aliento vital, “ganas de vivir”, esperanza en el futuro.

Que el Espíritu de Dios, de JesuCristo, descienda a nuestras vidas.

Este es mi Hijo amado, escuchadle

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“ Abrirnos a la acción del Espíritu para ser reconocidos también como predilectos del Padre”, por Consuelo Vélez

Domingo, 12 de enero de 2025

IMG_9388De su blog Fe y Vida:

Comentario a la Fiesta del Bautismo de Jesús 12-01-2025

El bautismo de Juan es con agua, el de Jesús con Espíritu Santo y fuego

El desafío estará en que la gente entienda el mesianismo de Jesús y sea capaz de acoger su novedad o se quede, en cierto sentido, “atrapado” en el bautismo de conversión predicado por Juan.

Estamos llamados a ser continuadores de la misma misión de Jesús para también ser, como Él, los hijos e hijas, predilectas del Dios Padre/Madre

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban por dentro si Juan no sería el Mesías, Juan se dirigió a todos:

–Yo los bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno para soltarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.

(…) Todo el pueblo se bautizaba y también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó una voz del cielo:

–Tú eres mi hijo querido, mi predilecto.

(Lc 3, 15-16. 21-22)

La fiesta del bautismo de Jesús señala el comienzo de su vida pública. La primera parte del texto corresponde a la presentación de Juan el Bautista y la diferencia radicalentre el bautismo que él practica y el de Jesús. El de Juan es con agua, el de Jesús con Espíritu Santo y fuego. Esta aclaración resultaba necesaria porque el pueblo se preguntaba si el Mesías no era Juan. Pero este conoce su lugar y no se atribuye lo que no le corresponde. Él es solamente el precursor y no es digno de desatarle las sandalias a Jesús. El desafío estará en que la gente entienda el mesianismo de Jesús y sea capaz de acoger su novedad o se quede, en cierto sentido, “atrapado” en el bautismo de conversión predicado por Juan. Esto nos ayudaría a pensar en la praxis cristiana de muchos cristianos hoy que parece se quedan “atrapados” también de las formas externas, de los tradicionalismos, de las normas, del pecado y no logran entender la Buena Noticia de salvación que trae Jesús con la libertad que ella implica: una ley, una liturgia, una norma, una espiritualidad al servicio de la vida y no la vida al servicio de estas. Conviene discernir para entrar en la dinámica del reino de Dios anunciado por Jesús, abriéndonos a la novedad que Él nos trae.

Notemos que la segunda parte del texto que hoy consideramos, no dice que Juan bautice a Jesús, sino que él se bautiza con todo el pueblo -por supuesto se puede sobreentender que es Juan el bautizador- pero es interesante notar la diferencia entre los evangelistas y los énfasis que cada uno señala. Marcos y Mateo explícitamente dicen que Juan lo bautiza, mientras que Juan no habla del bautismo de Jesús. Esto tal vez se deba a que el bautizo de Jesús causó problemas en los primeros siglos del cristianismo porque surgía la pregunta de si era necesario que Jesús se bautizara, sabiendo que él no tenía pecado. En realidad, hay que ver este bautismo en solidaridad con el pecado del pueblo y, como ya dijimos, como inicio de su misión, más que en el sentido de conversión de pecados que claramente Jesús no tenía.

Otro dato interesante de Lucas es que presenta a Jesús en actitud de oración y es, precisamente estando en oración, que se abre el cielo, baja el Espíritu Santo y se oye la voz que confirma la identidad de Jesús como Hijo de Dios. El evangelio de Lucas nos invita en muchos momentos a esta actitud de oración o, en otras palabras, de apertura a la presencia del Espíritu Santo entre nosotros. La paloma significa la forma corporal de lo que está aconteciendo, la encarnación real del Hijo de Dios entre nosotros y la misión que comienza a realizar Jesús entre los suyos.

Estamos, entonces, llamados a acoger la misión de Jesús y a abrirnos a la acción del Espíritu, para ser continuadores de su misma misión, esperando que el Padre pueda decir también de cada uno de nosotros que somos sus hijos e hijas, predilectos de su corazón.

Para ver el comentario en video: Comentario al evangelio Bautismo de Jesús 12 01 25

(Foto tomada de: https://amerindiaenlared.org/contenido/21458/los-bautismos-de-juan-y-jesus-/)

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“Hijos en el Hijo”. El Bautismo del Señor, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 12 de enero de 2025

bautismo-4Comentario a la lectura evangélica (Lucas 3, 15-16. 21-22) de la Misa del Bautismo del Señor – 12 enero 2025 –

La gente espera.

Confían, desean, esperan.

Porque la esperanza y el deseo forman parte de nuestra naturaleza profunda. Anhelo insuprimible de plenitud. Búsqueda inagotable de sentido que llene nuestros agotados días.

Confían. Esperan.

Una solución, una salida, algo de salud, algo de bienestar, algo de amor, el fin de…

(Todos esperamos). Y se preguntan, en sus corazones, si el Bautista no es la respuesta, el Mesías.

Alguien que resuelve. Que ofrece soluciones. Quien mágicamente nos ayuda a superar las muchas ataduras que nos impiden ser felices hasta el final.

La multitud no tiene el valor de explicitar ese pensamiento, de darle contenido. Es el Bautista quien responde, el gigantesco Bautista que podría aprovecharse de ese deseo, de esa ansiedad reprimida.

Es honesto, muy honesto. No se hace pasar por Dios. No juega a ser el Mesías.

Y habla utilizando tonos fuertes, propios del lenguaje profético.

Aquí viene alguien más fuerte, más decidido, más intransigente. Nada comparado con el rudo bautizador. Y usará el fuego para consumir a los culpables, para aniquilar a los réprobos.

Se equivoca, Juan, pero no lo sabe.

Sí, traerá fuego, el Mesías. Pero no el que castiga, sino el que enciende la abundancia del amor y el consuelo. Traerá el fuego arrollador de la pasión por Dios.

Si nuestra vida es la búsqueda obsesiva del dinero, al acercarnos al fuego, nos quemaremos.

Si nuestra vida es rendida y quejumbrosa, como la paja, el desperdicio del grano, arderemos.

Si nuestra vida es búsqueda, capas de cera, como las velas, nos encenderemos.

Todo el pueblo

La comunidad de Lucas ya ha recibido el bautismo, al igual que nosotros.

Y el evangelista, a diferencia de Marcos y Mateo, no relata el acontecimiento, lo da por supuesto. Al describir lo que hace Jesús después de recibir el bautismo, invita a su comunidad y al lector a imitarle.

Jesús recibe el bautismo junto con todo el pueblo. Penitente con los penitentes. Pobre con los pobres.

Ese primer gesto ya lo dice todo de él. De su estilo. De la salvación que vino a traer.

Jesús reza, después de haber recibido el bautismo. El primero de una larga serie de momentos de oración. No para enseñarnos a imitarle, sino para hacernos comprender que sólo en la pausa prolongada y silenciosa ante Dios podemos hacer florecer verdaderamente la semilla de eternidad depositada en nuestro corazón.

La oración es el ámbito privilegiado para hacer crecer en profundidad lo que somos.

Y los cielos se abren.

Esos cielos que Israel percibía cerrados y hostiles, como si Dios, ofendido o resignado por la dureza de corazón del pueblo, hubiera tirado la toalla. Largos siglos sin profecía, sin guía, sin palabras que vinieran directamente de Dios.

Ahora se abren los cielos y desciende una paloma en busca de su nido: Jesús.

Él es el lugar donde habita la plenitud del Espíritu Santo. Él es el lugar de su morada.

Él es el hijo que imita al Padre en todo, el amado, como Isaac para Jacob, el que da alegría al Padre.

Y nosotros con él, hijos en el Hijo, conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (Ef 2,19).

En el exilio

Han pasado cuarenta años desde la deportación a Babilonia. Dios suscita un profeta, un gran profeta, discípulo del profeta Isaías. Este profeta mira lejos. Muchos, entre el pueblo, han olvidado Jerusalén, se han integrado, algunos incluso han hecho carrera con los babilonios. Ya ni siquiera les interesa regresar.

Como nos pasa a nosotros, ya integrados, acostumbrados, resignados.

Que sufrimos el pensamiento corriente que confunde compasión con bondad, que nos enseña a ser discípulos, que reduce el acontecimiento de la fe a una opción cultural o social, o política.

Nos resignamos a proceder sin demasiados sobresaltos.

E Isaías les llama y nos llama a atrevernos. A consolarnos. A volver a ser antorcha, nuevo camino hacia Dios, aunque sea en medio del desierto que divide físicamente Babilonia de Jerusalén, morada del Espíritu, para todos los que aún quieren esperar.

Porque ha aparecido el consuelo, la compasión, la gracia de Dios, como escribe Pablo a su fiel discípulo Tito. Y como hemos celebrado en estos intensos días de Navidad. Como hemos descubierto si, como los magos, sabemos perseguir nuestra curiosidad.

Por eso vivimos de otra manera. Porque estamos agraciados, es decir, habitados por la compasión.

Hijos en el hijo, nos hemos descubierto amados y queridos. Bien amados.

No amados despertando culpas, manipulando, chantajeando, como estamos acostumbrados a hacer.

El amor reducido a sentimiento impulsivo, a satisfacer nuestra necesidad de ser el centro de atención.

Bien amados. Con una libertad que nos hace libres.

Como sólo Dios sabe amar. Porque, en Cristo, nos sabemos amados.

Y nos descubrimos capaces de amar con la sobreabundancia del amor recibido.

Cristiano, conviértete en lo que eres

Hoy estamos llamados a recordar el momento en que fuimos injertados en Cristo. Una elección casi siempre inconsciente y sufrida. Pero que podemos hacer nuestra, hoy, día tras día.

Convertirnos en hijos en el Hijo.

Portadores del Espíritu.

Alimentados por la Palabra, en la oración, en la compasión.

No somos el Mesías, pero podemos ser habitados por él, inflamados por él.

Vivir en la consolación. Y convertirnos en consolación.

***

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Navidad “El Bautismo del Señor. ”, por el pastor Rubén Bernal Pavón

Domingo, 12 de enero de 2025

09_baut_bAgentes de un mundo nuevo

Comentario del San Lucas 3:15-17, 21-22

Juan el bautista, la voz que “clama en el desierto (Lc 3:4), agitaba las conciencias de las multitudes y promovía la conversión y la transformación del pueblo hacia una vida comprometida con el Reinado de Dios. Impulsaba una reorganización ética del mundo en la que de poco serviría tener el pedigrí de ser “hijos de Abraham (Lc 3:8). Exponía que, en la justicia del Reinado de Dios, hay que compartir los bienes propios con quienes no tienen (Lc 3:11), y no se debe abusar ni explotar los recursos de otras personas como solían hacer los publicanos (Lc 3:13), ni extorsionar a la gente por medio de imposiciones violentas para extraerles beneficios, como acostumbraban hacer los soldados (Lc 3:14).

Juan, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, reclamaba un cambio de actitud en la vida de la gente para que el compromiso con Dios se manifestara a nivel social en el trato con el prójimo. La forma externa de este cambio de vida se manifestaba con el bautismo. Seguramente no era visto con buenos ojos por parte de las autoridades religiosas que los judíos, “hijos de Abraham,” tuviesen que realizar este rito tan parecido al bautismo de prosélitos, es decir, los gentiles convertidos al judaísmo (Lc 20:4-6).1

Este bautismo se realizaba en el río Jordán porque fue el río que el pueblo cruzó para entrar en la tierra prometida (Jos 3). Efectuarlo allí implicaba de algún modo que, cada persona, sin perder de vista la dimensión comunitaria, debía realizar su propio éxodo tomando conciencia de la acción de Dios en la historia (y en su propia historia), y procurando acatar la voluntad divina.2(Aquí puede haber un fondo interesante para orientar el sermón).

El ministerio de Juan despertaba grandes expectativas y muchos suponían que era el mesías esperado. Para desmarcarse de esta confusión, Juan indicó que su bautismo (que solo era de agua) contrastaría con el bautismo de aquel que era más poderoso, un bautismo en Espíritu Santo y fuego (v. 16). La idea del fuego frente a la del agua era familiar en esta época (1 Hen 67:13); implicaba una purificación del mal en el imaginario de un fuego santo que destruye y produce una criba.3 Conllevaba la idea de un fuego que devora lo que no puede hallarse ante Dios,4 o el juicio venidero del que no hay escapatoria (Lc 3:7).5 En cualquier caso, desde una actitud poiménica (cura de almas) centrada en Jesús, en nuestro quehacer homilético conviene enfocarlo desde la comparativa del agua (que lava por fuera) y el fuego (que purifica lo más íntimo de cada uno de nosotros).Desde un enfoque pastoral podemos relacionarlo con la democratización del Espíritu en las lenguas de fuego en Pentecostés (Hch 2:1-4), y con la manera en que nuestro corazón arde de gozo por la salvación del Señor. Sin embargo, no hay que olvidar la dimensión purificadora de juicio, pues viene confirmada seguidamente en el v. 17. Aunque, si hemos de hablar de un “fuego consumidor” (Heb 12:29), que sea el que hace desaparecer las malas actitudes y pecados que anidan en nuestro interior.

Jesús aparece para bautizarse (v. 21). Eso significa que se identifica y solidariza con el pueblo7porque el pecado no se entendía de modo individual, sino en su dimensión socio-colectiva. Se trataba de algo que dañaba la sociedad, tanto a nivel relacional con Dios, como en los seres humanos entre sí.

En el bautismo, el Espíritu viene a Jesús (cf. Is 11:2); aparece con forma de paloma, un símbolo que representaba a Israel8 y que recuerda al ave que envió Noé tras el diluvio para indicar un nuevo comienzo. Como la de Noé, esta segunda paloma, indica otro comienzo, señala una era donde Dios por medio de Jesús se relacionará de un modo nuevo con su pueblo y con la humanidad.9 Sin dar pie al adopcionismo, quizá es interesante destacar que el bautismo fue un paso más en la conciencia mesiánica de Jesús, quien no nació sabiendo, sino que tuvo un proceso de crecimiento en sabiduría (Lc 2:40; 2,52). Podemos suponer que fue un momento en que se sintió confirmado en su vocación.10 La voz del Padre en esta escena trinitaria otorga reconocimiento a Jesús como su Hijo amado en el que se complace y da respaldo al ministerio que va a desempeñar.

Tal vez convenga recordar en nuestro sermón que nuestros bautismos remiten a que el Señor “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (Tit 3:5) y que todas y todos hemos sido bautizados por un solo Espíritu, constituyendo un solo cuerpo que bebe de ese mismo Espíritu (1 Co 12:13). Por tanto, nuestro bautismo apunta al de Jesús, con quien somos conjuntamente crucificados/as, quien ha abierto un camino nuevo y por cuyo Espíritu nos hace participantes de su cuerpo. En el bautismo morimos y expresamos el nacimiento a una nueva vida en Cristo.

Gálatas 3:27 señala que por nuestra fe tenemos un bautismo distinto al que Juan realizaba; hemos sido bautizados/as en Cristo y eso nos lleva a ser también hijas e hijos de Dios ( Gá 3:26), con lo cual se nos otorga el verdadero linaje de Abraham (Gá 3:29). Participamos de una nueva y cálida relación filial con Dios y nos proyectamos, como nuevas criaturas (2 Co 5:17), hacia una nueva (re)creación. Somos agentes, aquí y ahora, del soñado mundo nuevo que anunciaba el bautista en el desierto.


Notas

  1. En realidad se debate si el origen ritual del bautismo de Juan debe buscarse en las repetidas abluciones de los esenios (teniéndose en cuenta las similitudes de Juan con estos grupos), o si, por el contrario se encuentra en el ritual del único bautismo de prosélitos. Cf. J. DRANE, Jesús, 3ªed. (Estella: Verbo Divino, 1996), 34.
  2. Cf. B. PÉREZ ANDREO, La revolución de Jesús. El proyecto del Reino de Dios (Madrid: PPC, 2018), 60.
  3. Cf. B. PÉREZ ANDREO, Op. Cit., 30; R. P. MENZIES, The development of early Christian pneumatology with special reference to Luke-Acts (Sheffield: Academic Press, 1991), 135-145.
  4. Cf. E. SCHWEIZER, El Espíritu Santo, 3ª ed. (Salamanca: Sígueme, 2002), 73.
  5. Cf. H. KÖSTER, Introducción al Nuevo Testamento (Salamanca: Sígueme, 1988), 576.
  6. Cf. H. ALVES, Símbolos en la Biblia (Salamanca: Sígueme, 2008), 196.
  7. Cf. G. E. LADD, Teología del Nuevo Testamento (Tarrasa: CLIE, 2002), 241. Cf. También M. GREEN, Creo en el Espíritu Santo (Miami: Caribe, 1977), 154, y J. DRANE, Op. Cit., 35.
  8. J. DUNN, Jesús y el Espíritu (Salamanca: Secretariado Trinitario, 1981), 38.
  9. Ibíd. 36.
  10. Cf. J. M. CASTILLO, Símbolos de libertad. Teología de los sacramentos (Salamanca: Sígueme, 1981), 194.

 


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Rubén Bernal Pavón


Fuente Working Preacher

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“Con la vista en el Bautismo de Jesús, Amigo de pecadores”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Sábado, 11 de enero de 2025

lillianalachapelle-6Han pasado los días desde la Epifanía de Jesús a los Magos sabios, y la liturgia nos lleva en un salto cronológico que parece no atender al largo silencio sobre la infancia de Jesús. Según el Evangelio de San Mateo, transcurren treinta años y más desde Belén hasta su bautismo en el Jordán, sin que nos diga nada sobre sí mismo.

Nuestra curiosidad querría saber cómo vivió Jesús su juventud, quién le enseñó a leer y escribir, cómo llegó a ser un hombre maduro… Los Evangelios no nos dan respuestas. Sólo podemos decir que, en los años inmediatamente anteriores a su bautismo, Jesús fue discípulo del Bautista en el desierto de Judá, como nos atestigua el mismo Juan en su predicación mesiánica: «El que viene detrás de mí es más fuerte que yo» (Mt 3,11), por lo que Jesús bien puede contarse entre los discípulos del Bautista.

Y es precisamente como discípulo que Jesús pide a Juan, su rabino, recibir la inmersión en las aguas del Jordán, colocándose en la fila de los pecadores que desean profesar un deseo de conversión, un retorno a Dios. Es la presentación del Jesús adulto, su primer acto público. Él que es el Mesías, el Ungido del Señor, el Salvador de Israel, el Hijo de Dios que vino al mundo… se presenta en una fila con pecadores, una presentación que persigue ese rebajamiento, esa humilde sencillez que desde su nacimiento prefiere no exhibir sus prerrogativas divinas, o al menos lo que suponemos que son sus prerrogativas divinas.

Él, el Cristo de Dios que no necesita el bautismo para la remisión de los pecados, estando libre de pecado, no sólo está en la fila, a la cola, sino que pasará el resto de sus años siempre entre pecadores, hasta el último día en que incluso su muerte en la cruz será entre malhechores. Los fariseos le llamaban, no por casualidad ni mucho menos como un cumplido, «el amigo de los publicanos y de los pecadores» (Mt 11,19). Sin embargo, todavía hoy nos cuesta aceptar tal manifestación, basta pensar en los títulos con los que reconocemos a Jesús, su concepción, su nacimiento, sus naturalezas… ¡hasta «Cristo Rey»!

Es curioso que la tradición cristiana nunca haya pensado que «amigo de los pecadores» pudiera ser un título cristológico. Y, sin embargo, ésta es la primera salida pública que marca las intenciones del hombre, es decir, que dice su programa de vida.

Por eso Jesús es sumergido por Juan en el Jordán. Jesús hace un gesto pascual de descenso al río de una humanidad perdida, descorazonada, cansada, y luego se levanta, no se queda en esas aguas, sale de ellas, profecía de su resurrección a una vida nueva, y con Él nos arrastra a todos nosotros fuera de esa esclavitud, de ese miedo al pecado que siempre nos mantiene esclavizados.

En ese momento se abren los cielos, signo que en el lenguaje bíblico sugiere la reapertura de una comunicación entre Dios y la humanidad, y el Espíritu Santo desciende como una paloma, suavemente, sobre él y una voz proclama: «Este es mi Hijo, el Amado: yo le amo». Palabras que acompañan la vida como una caricia.

Y uno se da cuenta enseguida cuando una vida no ha sido acompañada por la caricia de la palabra que dice “te amo”. Es la historia de la humanidad, es la historia de Adán y Eva, de siempre… por eso en el relato el evangelista trata de evocar el comienzo, el principio, para decir que en Jesús se inaugura una nueva creación, Él es el nuevo Adán, el nuevo tipo de hombre, que es acariciado por el Espíritu, con toda la dulzura de la Palabra de Dios y sólo un hombre así será capaz de amar.

Consideremos cómo Jesús cambia profundamente el significado del bautismo. Hubo abluciones, baños purificadores antes de Él y habrá más después de Él, pero la transformación que tiene lugar en el Jordán es única: la Palabra de Dios transforma el bautismo de un acto de penitencia en una proclamación de amistad. En la inmersión en el Jordán, la penitencia deja paso a la declaración de un Dios que se hace nuestro amigo, nuestro compañero de viaje. Y la prueba viene del hecho de que los fariseos, cuando quieran criticar a Jesús y burlarse de él, le llamarán precisamente eso “¡Aquí hay un comilón y un borracho, un amigo de publicanos y pecadores!”, Sí, lo somos. Somos pecadores, pero en buena compañía, Jesús es nuestro amigo.

Cuando las primeras comunidades volvieron a proponer el bautismo a los nuevos cristianos, cada pila bautismal se convirtió de nuevo en una especie de Jordán, por cuyas aguas el adulto descendía al estanque, como Jesús había descendido al Jordán, para que le dijeran: te quiero de verdad, tú eres mi amigo, tú eres mi hijo.

El bautismo expresaba así el deseo de asociarse a Jesús, de sumergirse en este amor. Por eso nadie se bautiza a sí mismo. Se puede decir que se ama a Dios, que se ama a Jesús, que se hace esto y lo otro… pero el Bautismo se recibe -como los sacramentos de la Iglesia-, lo que dice una verdad tan importante como olvidada, que no somos nosotros los que entramos en la amistad y en la comunidad de Cristo, sino que el hecho de ser acogidos en la comunidad y en la amistad con Jesús, es un don, que por supuesto exige nuestra respuesta, pero al principio es la amistad de Jesús con nosotros, pobres y confundidos.

Es la misericordia de Dios la que viene a nosotros, no el despliegue de nuestros méritos lo que nos hace agradables a Dios. Y la Iglesia, si quiere ser fiel a la amistad de Jesús, está llamada a ser amiga de los pecadores, no para justificar sus pecados, sino porque Ella misma ha tenido la experiencia de que la Palabra, que transforma el agua del pecado en manantial de vida que regenera, es ser amada. Sólo el amor regenera al hombre nuevo.

Pasar de una idea de Iglesia a la que hemos estado acostumbrados durante siglos, y que a pesar del Concilio Vaticano II, de la colegialidad, de la sinodalidad,…, seguimos teniendo en la cabeza y en los hábitos como el modelo de Iglesia gregoriano y tridentino, no es fácil.

Tenemos en la mente un modelo fundado en tres pilares: seminario, sacramentos y catecismo, un modelo que privilegia precisamente la sacramentalización en detrimento de los itinerarios de formación bíblica; un modelo centrado en los niños y en la cura animarum y en la conducta moral de los adultos, y fundado en relaciones comunicativas unidireccionales: del clero a los laicos, del adulto al niño, del varón a la mujer… Un modelo enjuiciador porque se cree el único portador de valores, investido de la misión de moralizar la moral.

Si no cambiamos, en nuestro país, en pocas décadas la realidad subvertirá esa idea y figura de la Iglesia que se ha presentado durante siglos como una institución omnipresente, superorganizada, centralizada en sus procedimientos formativos y decisorios y rígida en sus formas rituales iguales en todas partes… y surgirá finalmente una figura de Iglesia más sinodal y dinámica.

No se trata tanto de un nuevo modelo al que hacer adherir la realidad, sino que se trata precisamente de relativizar todo modelo y, manteniendo un mínimo de estructura, dar vida a pequeñas comunidades capaces de verdadera fraternidad que compartan el Evangelio y sean capaces de expresar carismas y ministerios internamente, en el territorio donde viven.

No es trivial, pero una Iglesia con rostro amable, una Iglesia que sea capaz de decir palabras que acaricien la desesperación del mundo, que sumerja no todavía en un bautismo de purificación para renovar culpas, sino que sumerja en la estima, en el amor, en el valor que cada uno es y aporta… no se improvisa.

Mientras tengamos un laicado predominantemente pasivo, mal formado, desconocedor de sus derechos y deberes, dependiente del clero, y una teología débil marginada por dinámicas censoras o autocensuradoras…. Pero es sobre todo en torno a las figuras de Obispos y sacerdotes donde se coagulan las posibilidades y las resistencias al cambio: son los sujetos centrales de la Iglesia tridentina y quienes tienen el poder de cambiar, pero no tienen -normalmente- el sueño de lo alternativo que es el cambio y la novedad.

No es el modelo lo que nos interesa, es el proceso lo que cuenta, un proceso que parte de la inmersión en el Jordán, un proceso que, como escribe Pablo a los cristianos de Éfeso, sigue el ejemplo de Cristo, de aquel que derriba muros, que derriba esos muros construidos con culpas, con prescripciones, con juicios hipócritas.

Bendito será el día en que la gente, nuestros contemporáneos, dejen de decir que los cristianos son «los que van a misa»… para decir como se dijo de Cristo, ¡aquí están los amigos de los publicanos y de los pecadores!

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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“Nacido en un viaje”, por Dolores Aleixandre.

Martes, 7 de enero de 2025

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De su blog Un grano de Mostaza:

Vivirá marcado para siempre con el sello de la itinerancia y el desplazamiento

“Nacerá en una bodega entre viajeros clandestinos./
Lo calentará el vapor de la sala de máquinas./
Lo acunará el balanceo del mar a través./
Cortarán con los dientes el cordón umbilical./
Lo arrojarán al mar, a la misericordia./
(…) No existe mundo para él./
A estos hijos/
que nunca han llevado un vestido o un nombre/
los marineros los llaman Jesús/
porque nacen en un viaje, sin llegada./
Está con aquellos que viven el tiempo de nacer./
Va con aquellos que duran una hora”.
(Erri de Luca)

Va-con-aquellos-que…” Es una buena traducción del nombre Emmanuel,  llegado al mundo bajo el signo del desplazamiento y marcado para siempre con el sello de la itinerancia. O del caos, como los niños que nacieron en la noche de la dana y siguen naciendo en Gaza, Sudán o Ucrania.

Cuando el recién llegado llegue a adulto, se pondrá instintivamente del lado de los que carecen de un techo seguro, de los que dependen del reconocimiento o la hospitalidad de otros, de quienes no pueden dar la vida por supuesta. Será uno más de los huéspedes del aire, de los que viven como pájaros sin nido. Amigo de sus amigos, caminará con ellos a pie,   durmiendo al raso a veces  o en la popa de una barca;  buscará la proximidad   de la gente más diversa, sostendrá sus vidas, les será fiel hasta el final.

IMG_9264Va-con-aquellos-que” Lo encuentro expresado de manera sorprendente y cautivadora  en un pintor ruso actual,  Andrei Bodko, que – oh dichosa ventura – he descubierto hace poco (https://www.instagram.com/andrei_bodko/?hl=es). Licenciado por la Universidad Ortodoxa de Moscú y artista callejero hasta los 25 años,  en su colección de cuadros Siempre cerca, presenta a Cristo con los rasgos tradicionales  de los iconos,  pero pegado a gente que está en las más diversas situaciones: come con un grupo de obreros, descarga un camión de ayuda humanitaria, pide junto a un vagabundo en la calle, espera turno con otros en el ambulatorio, ofrece agua a un corredor de maratón, acompaña a un preso en su celda, sostiene en sus rodillas el gato de una anciana…

Al verlos, se me ocurre proponer un “Photoshop a lo divino”: imaginar que somos uno de esos a los que se ha arrimado El-que-va-con-nosotros y preguntarnos cómo nos afecta Su presencia a nuestro lado.  Posiblemente experimentemos una repentina des-coincidencia  con lo que creíamos ser, una des-conexión de lo que otros ven, piensan o dicen de nosotros y una liberadora des-preocupación por todo eso. Rendirse al reconocimiento incondicional de El-que-va-con-nosotros,  despeja el camino a nuestra verdadera identidad que emerge con la frescura de la primera mañana de la creación.

Empezamos a entender algo de lo que decía Pablo de la vida “escondida en Cristo Jesús” y nos sentimos  plenamente contemporáneos del mundo,  pero sin perder el ánimo ante sus catástrofes porque está junto a nosotros, sosteniéndonos,  el Experto en fracasos, el  Maestro en resistencias,  el Garante de esperanzas, el Vencedor de la muerte.

En una escena emocionante de la película Los destellos de Pilar Palomero, un hombre cercano a la muerte y su hija bailan abrazados tarareando la canción A tu vera, siempre a la verita tuya, hasta que por ti me muera”.

No sé si hay himno litúrgico o villancico que acierte mejor a dar noticia  cabal del Dios que se nos acerca en Navidad para estar siempre a la verita nuestra.

Dolores Aleixandre rscj ALANDAR Diciembre 2024

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“Seguir la estrella”. Epifanía del Señor – C (Mateo 2,1-12) 06 de enero 2025

Lunes, 6 de enero de 2025

09_EPIFANIA-C_1487581Estamos demasiado acostumbrados al relato de los magos. Por otra parte, hoy apenas tenemos tiempo para detenernos a contemplar despacio las estrellas. Probablemente no es solo un asunto de tiempo. Pertenecemos a una época en la que es más fácil ver la oscuridad de la noche que los puntos luminosos que brillan en medio de cualquier tiniebla.

Sin embargo, no deja de ser conmovedor pensar en aquel escritor cristiano que, al elaborar el relato de los magos, los imaginó en medio de la noche, siguiendo la pequeña luz de una estrella. La narración respira la convicción profunda de los primeros creyentes después de la resurrección. En Jesús se han cumplido las palabras del profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una luz grande. Habitaban en una tierra de sombras, y una luz ha brillado ante sus ojos» (Isaías 9,1).

Sería una ingenuidad pensar que nosotros estamos viviendo una hora especialmente oscura, trágica y angustiosa. ¿No es precisamente esta oscuridad, frustración e impotencia que captamos en estos momentos uno de los rasgos que acompañan casi siempre el caminar del ser humano a lo largo de los siglos?

Basta abrir las páginas de la historia. Sin duda encontramos momentos de luz en que se anuncian grandes liberaciones, se entrevén mundos nuevos, se abren horizontes más humanos. Y luego, ¿qué viene? Revoluciones que crean nuevas esclavitudes, logros que provocan nuevos problemas, ideales que terminan en «soluciones a medias», nobles luchas que acaban en «pactos mediocres». De nuevo las tinieblas.

No es extraño que se nos diga que «ser hombre es muchas veces una experiencia de frustración». Pero no es esa toda la verdad. A pesar de todos los fracasos y frustraciones, el hombre vuelve a recomponerse, vuelve a esperar, vuelve a ponerse en marcha en dirección a algo. Hay en el ser humano algo que lo llama una y otra vez a la vida y a la esperanza. Hay siempre una estrella que vuelve a encenderse.

Para los creyentes, esa estrella conduce siempre a Jesús. El cristiano no cree en cualquier mesianismo. Y por eso no cae tampoco en cualquier desencanto. El mundo no es «un caso desesperado». No está en completa tiniebla. El mundo está orientado hacia su salvación. Dios será un día el fin del exilio y las tinieblas. Luz total. Hoy solo lo vemos en una humilde estrella que nos guía hacia Belén.

José Antonio Pagola

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”Venimos de Oriente para adorar al Rey”. Miércoles 6 de enero de 2025. Ciclo C.

Lunes, 6 de enero de 2025

08-epifania (C) cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 60, 1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti.
Salmo responsorial: 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.
Efesios 3, 2-6: Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos.
Mateo 2, 1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey

Hoy la Iglesia católica celebra con gozo desbordante la fiesta de los reyes magos. Litúrgicamente se denomina “epifanía”que significa manifestación de la salvación de Dios. Con esta fiesta vamos concluyendo el ciclo de navidad que nos permitirá contemplar a Jesús pequeño, humilde y pobre… niño que, a su vez, revela la grandeza del amor de Dios.

El profeta Isaías exalta la grandeza de la ciudad de Jerusalén porque se convertirá en luz para todos los pueblos. Es la luz para toda la humanidad, es la esperanza para los pobres. La oscuridad de la injusticia y la violencia, la opresión y la marginación será vencida definitivamente por la presencia luminosa de Dios manifestada en el niño de Belén. El salmo 71 también canta las maravillas que hace Dios en medio de su pueblo. Manifiesta la esperanza que todos los reyes y poderosos se abajen y se postren ante la pequeñez y la humildad. Los motivos de la alabanza es la justicia de Dios que derrota a los opresores y defiende a los pobres y oprimidos. La justicia de Dios a favor de lo empobrecidos y excluidos de todos los tiempos se hace motivo de regocijo y alabanza para el salmista.

 La época en que se escribe esta parte del libro del profeta Isaías (Tercer Isaías) corresponde a la restauración, es decir, al regreso a Jerusalén de los exiliados en Babilonia, regreso a la gran ciudad de Dios. Cuando este grupo de exiliados llegó a Israel encontró sus ciudades destruidas, sus campos abandonados o apropiados por otras familias, las murallas derruidas y el templo, el lugar donde Yahvé habitaba, incendiado. Esta dramática realidad los desanimó completamente, centrando sus esperanzas y sus motivaciones únicamente en la reconstrucción de sus viviendas y sus campos, dejando de lado la restauración del templo y, con ello, la confianza en la venida gloriosa de Yahvé, quien traería para Israel la salvación plena en la misma historia. Isaías anima la fe de su pueblo, los invita a poner nuevamente su fe y su corazón en la fuerza salvífica de Yahvé, quien traerá la paz y la justicia a su pueblo, por ello Jerusalén será una ciudad radiante, llena de luz, en donde la presencia de Dios como rey hará de ella una nación grande, ante cuya presencia se postrarán todos los pueblos de la tierra. El profeta manifiesta con esta gran revelación que Dios es quien dará inicio a una nueva época para Israel, una época donde reinará la luz de Dios y serán destruidas todas las fuerzas del mal, pues Dios se hace presente en Israel y ya más nadie podrá hacerle daño.

Esta visión profética posee una comprensión muy reducida de la acción salvífica de Dios, ya que es asumida como una promesa que se cumplirá en beneficio única y exclusivamente del pueblo de Israel y no de toda la tierra.

En la carta de Pablo a la comunidad de Éfeso hace caer en cuenta a todos los creyentes que las promesas hechas al pueblo de la ley y la alianza ahora se extienden a los gentiles, es decir, a toda la humanidad. De tal manera que la salvación no será propiedad exclusiva de un pueblo sino de todos los pueblos, del gran pueblo de Dios, es decir, de todos los seres humanos que se abren a la buena noticia de la salvación.

Pablo, a través de la carta a los Efesios, ampliará esa comprensión, afirmando que la salvación venida por Dios, a través de Jesús, es para “todos”, judíos y paganos. El plan de Dios, según Pablo, consiste en formar un solo pueblo, una sola comunidad creyente, un solo cuerpo, una sola Iglesia, un organismo vivo capaz de comunicar a toda la creación la vida y la salvación otorgada por Dios. La carta a los Efesios expresa que el misterio recibido por Pablo consiste en que la Buena Nueva de Cristo se hace efectiva también en los paganos, ellos son coherederos y miembros de ese mismo Cuerpo; esto significa que Dios se ha querido revelar a toda la humanidad, actúa en todos, salva a todos, reconcilia a todos sin excepción.

Dos actitudes totalmente opuestas se reflejan en el relato de la visita de los reyes, sabios o magos de oriente que presenta el evangelista Mateo. Más allá de si es o no es un acontecimiento histórico, lo hermoso de este texto es hacer ver al lector cómo el corazón de los poderosos de Israel se cierra ante la presencia de la pequeñez del niño de Belén. En cambio los gentiles, los paganos o extranjeros se abajan de su realeza para reconocer en la pobreza, humildad y pequeñez de aquel niño la revelación de la propuesta salvífica de Dios ofrecida a toda la humanidad que le busca con sincero corazón. ¿En qué personas y situaciones de la vida reconoces a Jesús?

El evangelio que leemos hoy, en la Fiesta de la «Epi-fanía», confirma este carácter universal de la salvación de Dios. Mateo expresa, por medio de este relato simbólico, el origen divino de Jesús y su tarea salvífica como Mesías, como rey de Israel, heredero del trono de David; para ello el evangelista insiste en nombrar con exactitud el lugar donde nació Jesús y en confirmar, a través del Antiguo Testamento, que con su presencia en la historia se da cumplimiento a las palabras de los profetas. Por otro lado, el rechazo de este nacimiento por parte de las autoridades políticas (Herodes) y religiosas (sumos sacerdotes y escribas) del pueblo judío y el gozo infinito de los magos, venidos de Oriente, anuncian desde ya ese carácter universal de la misión de Jesús, la apertura del evangelio a los paganos y su vinculación a la comunidad cristiana. La Epifanía del Señor es la celebración precisa para confesar nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas, que actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual.

En un tiempo como el que vivimos, marcado radicalmente por el pluralismo religioso, y marcado también, crecientemente, por la teología del pluralismo religioso, el sentido de lo «misionero» y de la «universalidad cristiana» han cambiado profundamente. Hasta ahora, en demasiados casos, lo misionero era sinónimo de proselitismo, de «convertir al cristianismo» a los «gentiles», y la «universalidad cristiana» era entendida desde la centralidad del cristianismo: éramos la religión central, la (única) querida por Dios, y por tanto, la religión-destino de la humanidad. Todos los pueblos (universalidad) estaban destinados a abandonar su religión ancestral y a hacerse cristianos… Tarde o temprano el mundo llegaría a su destino: a ser «un sólo rebaño, con un solo pastor»…

Hoy todo esto ha cambiado, aunque muchos cristianos (incluidos muchos de sus pastores) todavía siguen en la visión tradicional. Buen día hoy, pues, para presentar estos desafíos y para profundizarlos. No desaprovechemos la oportunidad para actualizar también personalmente nuestra visión en estos temas. En la RELaT (servicioskoinonia.org/relat) hay muchos materiales para estudiar el tema, así como para debatirlo en grupos de estudio o de catequesis.

En el Nuevo Testamento, además de Juan 7,42, encontramos referencias a Belén en las narraciones de Mateo 2 y Lucas 2 acerca del nacimiento del Salvador en la ciudad de David. La tradición de que el Mesías debía nacer en Belén tiene su base en el texto de Miqueas 5,2, donde se señala que de Belén Efrata debía salir quien gobernaría Israel y sería pastor del pueblo. Hoy ya sabemos que Jesús nació probablemente en Nazaret, y que la afirmación de que nació en Belén es una afirmación con intenció teológica.

El término “magos” procede del griego “magoi”, que significa matemático, astrónomo y astrólogo. Estas dos últimas disciplinas eran una misma en la antigüedad, por lo que con ambas se podía estudiar el destino y designio de las personas. Es decir, los «reyes magos» no fueron ni reyes ni magos en el sentido actual de estas palabras; habrían sido astrólogos o estudiosos del cielo. Fue el teólogo y abogado cartaginés Tertuliano (160-220 d.C.) quien aseguró que los magos serían reyes y que procederían de Oriente. En la visita de los magos a Jesús, los Padres de la Iglesia vieron simbolizadas la realeza (oro), la divinidad (incienso) y la pasión (mirra) de Cristo. Leer más…

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¿Qué pasaría si nos tomáramos en serio la Epifanía?

Lunes, 6 de enero de 2025

IMG_9351Los Reyes Magos se inclinan ante Jesús” de Ladislav Záborský

Las reflexiones de hoy son de Mark Guevarra, colaborador de Bondings 2.0.

Las lecturas litúrgicas de la Epifanía se pueden encontrar aquí.

Eres una epifanía.

La palabra “epifanía” proviene de la palabra griega que significa revelación o manifestación. En el evangelio de Mateo, la Epifanía se refiere a la manifestación de Cristo a los gentiles presenciada por los magos o sabios del este.

Pero incluso antes del nacimiento de Jesús, como nos recuerda Pablo, toda la creación ha estado revelando la naturaleza y el poder de Dios (Romanos 1:20). Si ese es el caso, entonces tú y yo, cada ballena, cada ameoba, cada átomo y cada galaxia somos una epifanía de Cristo.

Confiar en esa verdad puede resultar difícil, tal vez incluso inaceptable. Si toda la creación revela a Cristo, entonces eso significa que Cristo está en el extraño, en los peores criminales y en aquellos que nos hacen daño. Y si toda la creación revela a Cristo, entonces los seguidores de Cristo deberían ser más responsables de cómo nuestro consumo excesivo afecta a toda la creación ahora y a las generaciones venideras. Entonces, confiar en la creencia de que todos son manifestaciones de Cristo tiene implicaciones éticas y morales que pueden abarcar generaciones. Abrir los ojos a esto puede ser tan cegador que a menudo es más fácil simplemente cerrarlos y permanecer en la oscuridad.

Entonces, ¿cómo aprendemos a ver a los demás y a toda la creación como epifanías? Creo que comienza con verte verdaderamente a ti mismo como la manifestación de Cristo: cada arruga, cada cicatriz, cada vergüenza, cada angustia, cada rechazo, cada dolor, cada opresión, cada privilegio, cada gozo, cada placer.

Y, para que podamos vernos a nosotros mismos como epifanías, necesitamos vulnerabilidad, humildad, coraje y fe. Y para cultivar esas cualidades, necesitamos comunidades que nos apoyen y seres queridos que modelen esta forma de vida y que nos animen a ser personas compasivas. Cada uno de nosotros debemos esforzarnos, ser pacientes con nosotros mismos y estar comprometidos. Cada uno de nosotros requiere visión y dedicación. Hay muchos pasos que debemos dar para ser seguidores de Cristo.

De alguna manera, las personas LGBTQ+, e incluso sus aliados, tienen el “privilegio” de tener que trabajar para verse a sí mismos como epifanías. Con demasiada frecuencia nos han dicho que NO mostramos a Dios al mundo. Debido a ese mensaje, aquellos en la comunidad LGBTQ+ necesitan hacer el trabajo de manera “más profunda” que la mayoría de las personas y, como resultado, a veces pueden tener una base más sólida que la mayoría.

Entonces, ¿cómo serías si realmente te vieras a ti mismo como una epifanía? La vida, las enseñanzas y el ministerio de Jesús revelan cómo se ve eso. Vivir como manifestaciones del amor de Dios nos permite actuar con compasión y generosidad, alimentar y vestir a otros, sanar a otros con nuestras palabras, darles la bienvenida, escuchar sin temor ni juicio, superar nuestros prejuicios y estereotipos y perdonar. Y, cuando realmente vivamos como epifanías, como lo hizo Jesús, trascenderemos nuestras limitaciones, incluido el sufrimiento y la muerte misma.

Imagínese el mundo en el que viviríamos si todos viviéramos la verdad de que todos somos epifanías. Finalmente pondríamos fin a la espiral descendente hacia la catástrofe climática. Viviríamos la compasión y la comprensión a través de las divisiones y viviríamos en armonía. En conjunto, manifestaríamos a Cristo dentro de nosotros y entre nosotros.

Todo esto es idealista, pero ante la catástrofe ecológica y la angustia civilizatoria, ahora más que nunca necesitamos reformular el sueño. A lo largo de su papado, el Papa Francisco ha llamado una y otra vez a todas las personas a soñar de nuevo. El 24 de diciembre de 2024, el Santo Padre inauguró oficialmente el Año Jubilar 2025. Llamó a todos los cristianos a aprovechar la ocasión para soñar con un “mundo nuevo donde reine la paz y la justicia“.

Sostengo que para que la paz y la justicia reine en el mundo, primero debemos elegir que reine en nuestros corazones. Primero debemos elegir aceptar que somos epifanías de Cristo. A medida que avanzamos hacia este año jubilar, que todos lleguemos a este reconocimiento y veamos unos en otros y en toda la creación, la manifestación de Cristo.

—Mark Guevarra (él/él), 5 de enero de 2025

Fuente New Ways Ministry

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Los reyes magos somos nosotros. Fiesta de la Epifanía.

Lunes, 6 de enero de 2025

images21Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El autor del primer evangelio (el de Mateo), que probablemente vive en Antioquía de Siria, lleva años viviendo una experiencia muy especial: aunque Jesús fue judío, la mayoría de los judíos no lo aceptan como Mesías, mientras que cada vez es mayor el número de paganos que se incorporan a la comunidad cristiana. Algunos podrían interpretar este extraño hecho de forma puramente humana: los paganos que se convierten son personas piadosas, muy vinculadas a la sinagoga judía, pero no se animan a dar el paso definitivo de la circuncisión; los cristianos, en cambio, no les exigen circuncidarse para incorporarse a la iglesia.

Mateo prefiere interpretar este hecho como una revelación de Dios a los paganos. Para expresarlo, se le ocurre una idea genial: anticipar esa revelación a la infancia de Jesús, usando un relato que no debemos interpretar históricamente, sino como el primer cuento de Navidad. Un cuento precioso y de gran hondura teológica. Y que nadie se escandalice de esto. Las parábolas del hijo pródigo y del buen samaritano son también cuentecitos, pero han cambiado más vidas que infinidad de historias reales.

La estrella

Los antiguos estaban convencidos de que el nacimiento de un gran personaje, o un cambio importante en el mundo, era anunciado por la aparición de una estrella. Orígenes escribía en el siglo III:

“Se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la tierra siempre han aparecido astros de este tipo que presagiaban revoluciones en el imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo. Yo mismo he podido leer en el Tratado de los Cometas, del estoico Queremón, que han aparecido a veces en vísperas de algún aconteci­miento favorable; de lo que nos proporciona numerosos ejemplos” (Contra Celso I, 58ss).

Sin necesidad de recurrir a lo que pensasen otros pueblos, la Biblia anuncia que saldrá la estrella de Jacob como símbolo de su poder (Nm 24,17). Este pasaje era relacionado con la aparición del Mesías.

El bueno: los magos

De acuerdo con lo anterior, nadie en Israel se habría extrañado de que una estrella anunciase el nacimiento del Mesías. La originalidad de Mt radica en que la estrella que anuncia el nacimiento del Mesías se deja ver lejos de Judá. Pero la gente normal no se pasa las noches mirando al cielo, ni entiende mucho de astronomía. ¿Quién podrá distinguirla? Unos astrónomos de la época, los magos de oriente.

La palabra “mago” se aplicaba en el siglo I a personajes muy distin­tos: a los sacerdotes persas, a quienes tenían poderes sobrenaturales, a propagandis­tas de religiones nuevas, y a charlatanes. En nuestro texto se refiere a astrólogos de oriente, con conocimientos profundos de la historia judía. No son reyes. Este dato pertenece a la leyenda posterior, como luego veremos.

El malo: Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas

La narración, muy sencilla, es una auténtica joya literaria. El arran­que, para un lector judío, resulta dramático. “Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes”. Cuando Mt escribe su evangelio han pasado ya unos ochenta años desde la muerte de este rey. Pero sigue vivo en el recuerdo de los judíos por sus construcciones, su miedo y su crueldad. Es un caso patológico de apego al poder y miedo a perderlo, que le llevó incluso a asesi­nar a sus hijos y a su esposa Mariamme. Si se entera del nacimiento de Jesús, ¿cómo reaccionará ante este competidor? Si se entera, lo mata.

Un cortocircuito providencial

Y se va a enterar de la manera más inesperada, no por delación de la policía secreta, sino por unos personajes inocentes. Mt escribe con asombrosa habili­dad narrativa. No nos presenta a los magos cuando están en Oriente, observando el cielo y las estre­llas. Omite su descubrimiento y su largo viaje.

La estrella podría haberlos guiado directamente a Belén, pero entonces no se advertiría el contraste entre los magos y las autoridades políticas y religiosas judías. La solución es fácil. La estrella desaparece en el momento más inoportuno, cuando sólo faltan nueve kilómetros para llegar, y los magos se ven obligados a entrar en Jerusalén.

Nada más llegar formulan, con toda ingenuidad, la pregunta más compromete­do­ra: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarlo”. Una bomba para Herodes.

El contraste

Y así nace la escena central, importantísima para Mt: el sobresalto de Herodes y la consulta a sacerdotes y escribas. La respuesta es inmediata: “En Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas”. Herodes informa a los magos y éstos parten. Pero van solos. Esto es lo que Mt quiere subrayar. Entre las autori­dades políticas y religiosas judías nadie se preocupa por rendir homenaje a Jesús. Conocen la Biblia, saben las respuestas a todos los proble­mas divinos, pero carecen de fe. Mientras los magos han realizado un largo e incómodo viaje, ellos son incapa­ces de dar un paseo de nueve kilómetros. El Mesías es rechazado desde el principio por su propio pueblo, anunciando lo que ocurrirá años más tarde.

Los magos no se extrañan ni desaniman. Emprenden el camino, y la reapari­ción de la estrella los llena de alegría. Llegan a la casa, rinden homenaje y ofrecen sus dones. Estos regalos se han interpretado desde antiguo de manera simbólica: realeza (oro), divinidad (incienso), sepultura (mirra). Es probable que Mt piense sólo en ofrendas de gran valor dentro del antiguo Oriente. Un sueño impide que caigan en la trampa de Herodes.

Los Reyes magos, somos nosotros

A alguno quizá le resulte una interpretación muy racionalista del episodio y puede sentirse como el niño que se entera de que los reyes magos no existen. Podemos sentir pena, pero hay que aceptar la realidad. De todos modos, quien lo desee puede interpretar el relato históricamente, con la condición de que no pierda de vista el sentido teológico de Mt. Desde el primer momento, el Mesías fue rechazado por gran parte de su pueblo y aceptado por los paganos. La comunidad no debe extrañarse de que las autoridades judías la sigan rechazando, mientras los paganos se convierten.

Nosotros somos los herederos de esos paganos convertidos. Y debemos preguntarnos hasta qué punto nos parecemos a ellos. No se trata de hacer un largo viaje de miles de kilómetros, ni de llevar regalos costosos. A Jesús lo tenemos muy cerca: en la iglesia, en el prójimo, en nosotros mismos. ¿Tenemos el mismo interés de los Magos en presentarnos ante él y adorarlo? Si buscamos en nuestro interior, encontraremos algo que ofrecerle.

La mitificación de la estrella

La estrella ha atraído siempre la atención, y sigue ocupando un puesto capital en nuestros naci­mientos. Mt, al principio, la presenta de forma muy sencilla, cuando los magos afirman: “hemos visto salir su estrella”. Sin embargo, ya en el siglo II, el Protoevangelio de Santiago la aumenta de tamaño y de capacidad lumínica: “Hemos visto la estrella de un resplandor tan vivo en medio de todos los astros que eclipsaba a todos hasta el punto de dejarlos invisibles”. Y el Libro armenio de la infancia dice que acompañó a los magos durante los nueve meses del viaje.

En tiempos modernos incluso se ha intentado explicarla por la conjunción de dos astros (Júpiter y Saturno, ocurrida tres veces en 7/6 a.C.), o la aparición de un cometa (detectado por los astrónomos chinos en 5/4 a.C.). Esto es absurdo e ingenuo. Basta advertir lo que hace la estrella. Se deja ver en oriente, y reaparece a la salida de Jerusalén hasta pararse encima de donde está el niño. Puesta a guiarlos, ¿por qué no lo hace todo el camino, como dice el Libro armenio de la infancia? ¿Y cómo va a pararse una estre­lla encima de una cuna? Para Dios «nada hay imposible», pero dentro de ciertos límites.

El número y nombre de los magos

En el Libro armenio de la infancia (de finales del siglo IV) se dice: “Al punto, un ángel del Señor se fue apresurada­mente al país de los persas a avisar a los reyes magos para que fueran a adorar al niño recién nacido. Y éstos, después de haber sido guiados por una estrella durante nueve meses, llegaron a su destino en el momento en que la Virgen daba a luz… Y los reyes magos eran tres hermanos: el primero Melkon (Melchor), que reinó sobre los persas; el segundo, Baltasar, que reinó sobre los indios, y el tercero, Gaspar, que tuvo en posesión los países de los árabes”. Para Mt, el dato esencial es que no son judíos, sino extranjeros.

            Según Justino proceden de Arabia. Luego se impone Persia. En cuanto al número, la iglesia siria habla de doce.

El contraste entre la primera lectura y el evangelio

La liturgia parece ver en el relato de los magos el cumplimiento de lo anunciado en el libro de Isaías (Is 60,1-6).

¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz;

la gloria del Señor amanece sobre ti!

Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos,

pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti.

Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti;

tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, radiante de alegría;

tu corazón se asombrará, se ensanchará,

cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar

y te traigan las riquezas de los pueblos.

Te inundará una multitud de camellos,

de dromedarios de Madián y de Efá.

Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro,

y proclamando las alabanzas del Señor.

            Sin embargo, la relación es de contraste. En Isaías, la protagonista es Jerusalén, la gloria de Dios resplandece sobre ella y los pueblos paganos le traen a sus hijos, los judíos desterrados, la inundan con sus riquezas, su incienso y su oro. En el evangelio, Jerusalén no es la protagonista; la gloria de Dios, el Mesías, se revela en Belén, y es a ella adonde terminan encaminándose los magos. Jerusalén es simple lugar de paso, y lugar de residencia de la oposición al Mesías: de Herodes, que desea matarlo, y de los escribas y sacerdotes, que se desinteresan de él.

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