Un interesante trabajo:
La salvaje ley de la selva de la prostitución: la droga, la noche, los clientes, la familia, el desarraigo, el sexo, la soledad son diversos aspectos en torno a los que giran las vidas de estos hombres.
Dentro del universo de la prostitución hay un sector que sigue resultando invisible: el de los hombres que ofrecen servicios sexuales. La prostitución masculina sigue siendo la gran desconocida en nuestra sociedad y así lo demuestran los pocos estudios que hay sobre la materia.
El trabajador social Iván Zaro invierte esta tendencia con La difícil vida fácil. Doce testimonios sobre prostitución masculina. Escrito a caballo entre el ensayo y la investigación sociológica, el libro se adentra en los distintos escenarios donde se desarrolla la prostitución masculina en nuestro país.
Gracias a su experiencia como trabajador social con hombres que ejercen la prostitución, el autor describe en cada capítulo, sin tapujos y en profundidad cómo trabajan quienes ejercen en la calle (en lugares tan míticos como la calle Almirante o la Puerta del Sol de Madrid), en saunas, en locales de ocio nocturno, en pisos gestionados por proxenetas o a través de las nuevas tecnologías.
Estas historias, además, darán a conocer aspectos hasta ahora silenciados como los servicios sexuales llevados a cabo por un amo profesional experto en bondage y sadomasoquismo, un travesti o una estrella del porno internacional. Además y como cierre, se reservan tres historias de hombres que abandonaron el ejercicio de la prostitución.
La soledad y el aislamiento al que se enfrentan los chicos obligándoles a llevar una doble vida, las secuelas que les quedan tras haber ejercido, la opinión de los clientes, cómo les ha afectado la crisis económica o la amenaza de las enfermedades de transmisión sexual son algunos de los aspectos más íntimos que llenan las páginas del libro.
Así lo describe Juanjo, un joven español experto en lo que se conoce como servicios especiales: “En mi experiencia, he sufrido más el estigma interno que el externo. Al final, lo interiorizas tanto que tú mismo lo haces más real de lo que es. A ello hay que añadir la competitividad entre nosotros, que es muy alta, que no favorece ni ayuda, porque a veces necesitas hablar con alguien de igual a igual y no tienes con quien. Todos son competidores, así que no vas a dar a conocer tus debilidades”.
Zaro, experto en prostitución masculina con formación en Trabajo Social y Sociología, lleva más de doce años coordinando un programa de atención sociosanitaria en dicho colectivo.
Este libro es el fruto de su experiencia con ellos: “Tenía muy claras las historias de vida que quería contar”, reconoce.
Como, por ejemplo, la vida de Javier, un madrileño de 36 años que comenzó a ejercer prostitución callejera a los 12 cuando quedó huérfano: “Cuando murió mi madre, mi familia decidió ingresarme en un colegio de curas a las afueras de Madrid. De allí, claro, yo me escapaba, y ya desde entonces empecé a callejear. Empecé a hacerme mis primeros clientes con doce años.“ Este joven es testigo vivo de la prostitución callejera madrileña: “Hay que ser cauteloso, en la calle se está expuesto, siempre entraña peligros”.
Adentrarse en los pisos privados territorio de proxenetas, donde los hombres extranjeros en situación irregular encuentran un medio para sobrevivir. Un ejemplo de ello es Sega, un subsahariano que escapó de Gambia persiguiendo un futuro mejor.
En su caso, como el de otros muchos, ejercer la prostitución les enfrenta al tabú y al fuerte estigma, la homofobia internalizada: “El ambiente para los homosexuales era muy hostil, ahora lo es mucho más. Cerca del 95 % de la población es musulmana y la homosexualidad es ilegal. Puedes ir a la cárcel.” Con este bagaje sobre los hombros, no resulta extraño que Sega sufriera al entrar en este mundo. “Al principio es duro aceptar a la gente con la que te acuestas. La gente es lo más duro de todo; las primeras veces vomitaba después de estar con una persona y sentía tanto asco que no paraba de llorar y llorar. Me sentía mal conmigo mismo, me sentía sucio”.
Pero al contrario de lo que cabría esperar, no todos los hombres que ejercen prostitución son homosexuales. En este libro hay historias de hombres heterosexuales, casados y con hijos, que obtienen recursos económicos en la prostitución con los que hacer frente a las cargas familiares. Así es la historia de Mitko, un búlgaro que lleva catorce años ejerciendo prostitución en España. Tal y como él mismo dice, “en este mundillo hay muchos heterosexuales trabajando, no soy el único. Algunos de ellos incluso ponen el culo. Y eso a mí no me gusta”.
En cada pasaje también se analiza el impacto de la crisis económica en la prostitución. “La coca, por ejemplo ha pasado de venderse por setenta euros a unos cuarenta el gramo. Las drogas siempre están presentes. Cuando coges a un cliente drogado, suele querer que pases más rato con él, y más horas son más dinero. Eso es bueno para mí, puedo estar horas y sacarles mucho más. Llegué a tener un cliente con el que me quedaba todas las noches, pagándome tres mil euros, y sin tocarnos “.
La prostitución masculina también se viste de noche en bares salpicados por el barrio de Chueca, como bien sabe Damián, un joven español a quien un accidente laboral y los años que llevaba en paro le llevó a buscarse la vida como trabajador del sexo. “Me estaba quedando sin dinero así que, llegado a un punto, me dije: «Pues habrá que probar por aquí». Y bien, por ahí probé”.
Él ha conocido diferentes espacios de prostitución, desde los pisos hasta los cines X de Madrid. Es un superviviente que se busca la vida a cada paso. “Trabajar en los baños lo he hecho muy pocas veces. La primera vez sí que fue allí, con un mexicano que me pagó doscientos pavos. Pero eso fue porque era la primera vez, cuando llegué a Madrid desde Murcia. Pero siempre lo hago en casas, en la mía o la de los otros”.
Se desnuda ante uno de los grandes estigmas, no sólo la prostitución sino también el VIH. “Me diagnosticaron VIH siendo muy joven, con veintitrés años. Eso me cortó mucho en los trabajos previos, siempre tenía que pedir días libres para pasar la revisión médica. Los análisis de sangre tenían que ser siempre un puto martes. He tenido unos problemas laborales de la hostia por ser seropositivo. De alguna manera, dedicándome a la prostitución tengo más libertad, me da igual que me den cita un miércoles o un martes, a las nueve o a las doce del mediodía”.
La incursión de las nuevas tecnologías ha tenido un gran impacto en la prostitución masculina. Mario, nacido en Bilbao, trabaja en su propio domicilio y se anuncia a través de Internet.
Diversos desencuentros laborales le hicieron plantearse introducirse en la prostitución, un mundo que no le resultaba ajeno. “Ya había ejercido la prostitución en Bilbao, pero de manera muy cutre, ¿cómo decirlo?, de manera muy esporádica, porque es algo que siempre me había dado morbo y me atraía. Sólo ofrecía sexo por dinero, por experimentar cosas nuevas”.
Sopesando las ventajas e inconvenientes, lo tiene claro, “Mi apuesta ha tenido cosas buenas y cosas malas. En cuanto a cosas buenas, gestiono mi tiempo, gestiono mi dinero, gestiono cuándo quiero trabajar y cuándo no. Cuando trabajo mucho, también gano mucho. Por otro lado, si trabajo menos, también me aguanto. Pero, de alguna manera, yo soy el dueño y señor de mi vida, gestiono mis cosas, las hago como yo considero y nadie me maneja, por decirlo así”.
Cuando tomó la decisión se instaló en Madrid para ir paulatinamente profesionalizándose hasta tener perfiles en las principales páginas de escorts. Sabe lo importante que es el marketing para vender un producto y, por ello, invierte en sesiones de belleza, gimnasio y fotógrafos profesionales para presentarse ante su público de la mejor manera. Esto le ha permitido lidiar con multitud de clientes “Muchos de ellos casados. Creo que alrededor del 80 % tiene mujer.
También los hay que están casados con hombres, y chicos jóvenes solteros gais, así como chicos inexpertos buscando su primera experiencia. Algunos son bisexuales que están tratando de decantarse por las mujeres o los hombres y, de alguna manera, necesitan de un profesional para reafirmarse. Escuchas todo tipo de historias”.
Ha atendido desde personas mayores de 90 años hasta hombres con algún tipo de discapacidad, “Hay momentos que siento estar desarrollando algún tipo de función social. Como cuando atendí a un señor de 91 años o a un chico discapacitado con la espalda rota en once trozos”.
De nuevo otro tabú saltando por los aires, ¿Acaso los ancianos que se encuentren solos no tienen necesidades sexuales? ¿Y las personas con algún tipo de discapacidad? La otra cara del negocio: los clientes No habría prostitución sin clientes, de ellos se habla (y mucho) en esta obra. “Todo el mundo hace uso de la prostitución: entre mi cartera de clientes tengo de todo: curas, banqueros, algún marqués, actores e incluso políticos. Pero la gente tampoco se abre mucho, no te cuenta mucho. Está claro que la diversidad de los clientes es enorme. Eclesiásticos muchos, bienvenido al mundo de la Iglesia. Sus miembros son grandes usuarios de la prostitución”. Los hombres que ejercen prostitución hablan sin tapujos de la diversidad que encuentran entre sus clientes y hasta de los servicios que suelen demandarles.
La salvaje ley de la selva de la prostitución: la droga, la noche, los clientes, la familia, el desarraigo, el sexo, la soledad son diversos aspectos en torno a los que giran las vidas de estos hombres. Quienes por primera vez hablan en voz alta y en primera persona para este trabajador social.
El último capítulo recoge la historia de tres hombres que abandonaron la prostitución, quienes abordan la experiencia vivida y las huellas que esta pudo dejarles en su vida. ¿Les resultó duro abandonar la prostitución? ¿Fue la prostitución quien les expulsó? ¿Recibieron ayuda de su entorno para la inserción laboral? Múltiples cuestiones que se recogen en el cierre de la obra que como bien reza arroja luz sobre “La difícil vida fácil”.
La obra pretende desnudar a estos hombres de cualquier idea preconcebida, mostrando al lector la parte más humana e íntima. Alejado de morbo o sensacionalismo, este libro es un medio por el cual los trabajadores del sexo quieren expresar su realidad a la sociedad. “Ante la sociedad la prostitución está envuelta en un halo de fantasía pero conviene entender que las personas que la practican son de carne y hueso, debemos escucharlas para diseñar soluciones reales”, concluye el autor.
Estas y otras mil cosas más es lo que Iván consigue que desgranen sus entrevistados. Conversaciones en las que se nota que se sienten respetados y escuchados, entendidos y comprendidos, y por eso dan toda clase de detalles sobre lo que les ha tocado ver, hacer, y lo más importante, cómo se han sentido. Si han podido compartirlo con sus familias y amigos, si es posible compatibilizarlo con una pareja. La sensación de indefensión que genera una profesión que no es reconocida por el sistema, su corto recorrido, el cuerpo tiene un límite y hay que preparar otras opciones para cuando se acabe,…
Zaro es trabajador social, además de sociólogo, y lleva más de una década profesional en proyectos relacionados con trabajadores masculinos del sexo y de personas con VIH. Desde 2013 está al frente de Imagina MAS, asociación que lleva a cabo el programa de atención a la prostitución masculina del ayuntamiento de Madrid, por lo que sabe muy bien no solo de quién habla, sino de lo que es más importante, de quién habla.
La difícil vida fácil no es solo un buen libro, profesional en su enfoque y empático con sus protagonistas, sino también innovador y valiente y esperamos que generador de un debate que conlleve a un reconocimiento tanto social como legal de las personas que -sea cual sea el motivo- ejercer la prostitución, y que por tanto, tienen un papel en nuestro modelo de sociedad.
Fuente Cáscara Amarga
Biblioteca, General
Iván Zaro, La difícil vida fácil, Libro, Prostitución masculina, Testimonios
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