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Dice Queiruga…

Lunes, 10 de noviembre de 2014
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jesus-crucificado1Leído en Cristianismo y Justicia:

Josep CoboA propósito de la charla inaugural del curso de CiJ, valgan estas anotaciones, al menos como estímulo para el debate. Cada entrada o párrafo gira en torno a las tesis del ponente, Andrés Torres Queiruga, sobre la oración de petición, el Mal, el silencio de Dios…

I

Según Torres Queiruga la oración de petición es, de por sí, absurda. ¿Acaso Dios no sabe qué podamos querer o necesitar? Y, ciertamente, algo de absurdo tiene. Sin embargo, ¿es lo mismo pedirle a Dios que te ayude a aprobar un examen que dirigirse a Dios con el cadáver de tu hijo en brazos, degollado por los hutus de turno? El niño soldado que ha tenido que comerse a sus padres ¿acaso se equivoca cuando dirige su mirada al cielo, mejor dicho, a un cielo vaciado de divinidad? ¿Es absurda la oración del publicano en los últimos bancos del Templo? ¿Se equivocó Jesús de Nazareth al caer de rodillas en Getsemaní? ¿Acaso no cabe un implorar que no se dirija al deus ex machina y que, sin embargo, se encuentre ante Dios? ¿No hay ningún resto de verdad en el hecho de que los judíos se lamenten ante Dios… encarando un muro? ¿Es que el clamor de los que se encuentran hundidos en la miseria es puro grito animal, como si fueran cerdos que chillan cuando notan en la garganta el cuchillo del carnicero? Es posible que ante Dios y a la vista de tanto sufrimiento indecente no podamos ser otra cosa que cuerpos arrodillados. No es verdad que por el solo hecho de ponernos de rodillas ya estemos ante Dios. Pero sí que cualquiera que esté en verdad ante Dios no puede menos que caer de rodillas. ¿A quién se dirige, pues, Torres Queiruga cuando dice lo que dice acerca de la oración de petición? Sospecho que a nosotros: hombres y mujeres lo suficientemente satisfechos como para permanecer de pie ante Dios. Y es cierto: nosotros, los que no nos hallamos en la situación de quienes son capaces de Dios, no podemos pedirle nada sin caer en el absurdo, sin hacer de Dios un deus ex machina o un fantasma bueno. Pues nosotros no podemos hacernos una idea de Dios que no implique una deformación de Dios. Para nosotros, solo vale la meditación. Pero es posible que quienes permanecen de rodillas ante Dios no sean más que ese permanecer de rodillas: ni siquiera pueden hacerse una idea de Dios. Aunque lo esperen absurdamente.

II

Dice Torres Queiruga que en el fondo del corazón de los hombres no puede haber más que bondad. Incluso en el de los grandes genocidas. Hitler, en el fondo, era bueno. Así, según Torres Queiruga, el Mal no alcanzaría ese resto de bondad que habita en las profundidades del alma humana. Se supone que porque es de Dios. Esa bondad última, subyacente, sería algo así como un depósito de reserva en el que arraigaría la esperanza del hombre, la posibilidad de su redención. Desde esta óptica, la redención consistiría, precisamente, en liberar ese repositorio de bondad de las losas del egoísmo. Esto sin duda es muy bonito, muy roussoniano, aunque también muy gnóstico. Al menos en la medida en que nos recuerda a esa chispa divina que, según los gnósticos, se hallaría enquistada en lo más íntimo. Sin embargo, la realidad del Mal nos obliga a admitir que la chispa divina puede morir. El infierno, sin duda, existe. Y está en este mundo. El Mal puede encarnarse en los hombres de modo indeleble. Lucifer no deja de ser, aunque caído, un ángel de Dios. Poca coña, pues. Tomarse en serio el Mal supone, por tanto, creer que cualquiera de nosotros es capaz de ahogar con sus propias manos al niño que lleva dentro. ¿O acaso quienes vieron arder el cuerpo de sus hijos en los hornos de los campos de la muerte pueden creer que el Mal es simplemente un error existencial? De ahí que digamos que solo un Dios puede salvarnos. Como también que solo Dios puede resucitar a los muertos. Pues, si es cierto que hay algo en el hombre que no puede morir con la muerte, entonces no hace falta un Dios para levantar a los muertos. Basta con la muerte.

III

Dice Torres Queiruga: “yo porque creo en Dios no creo en los milagros”. De acuerdo. En realidad, tampoco podría creer en ellos, aunque no creyese en Dios. Para ver un milagro como tal —para verlo como una intervención de Dios— deberíamos pertenecer a un mundo que ya no es el nuestro. Nosotros honestamente no podemos ver milagros. Un antiguo, por contra, no podía dejar de verlos. Así, nosotros decimos, por ejemplo, que si alguien oye voces es porque sufre una alteración mental, pues damos por descontado que no hay voces que oír. En cambio, un antiguo hubiera dicho que, debido a la alteración mental, puede oír las voces que hay que oír, las voces del más allá. Por tanto y al menos hasta cierto punto, hemos de darle la razón, cómo no, a Torres Queiruga cuando dice lo que dice. Sin embargo, ¿no deberíamos igualmente decir que nuestra incredulidad con respecto a una posible intervención de Dios afecta también al acontecimiento, pongamos por caso, de la Resurrección? Sabemos que Torres Queiruga defiende que ya no podemos leer literalmente los relatos de la Resurrección. Nuestras claves de lectura no son, ciertamente, las mismas que antes. Y lo que esto significa es que, si hoy en día tuviéramos la experiencia que, se supone, hay detrás de la fe en la Resurrección, no la expresaríamos en los términos de una resurrección. Ahora bien, sea como sea, lo cierto es que no parece que cristianamente pueda renunciarse a la declaración nuclear de dicha fe, a saber, aquella que proclama que el crucificado en nombre de Dios resucitó de entre los muertos por el poder de Dios. Jesús de Nazareth no resucita como quien no quiere la cosa. Es Dios quien libera a Jesús de la muerte para sentarlo a su derecha, como quien dice. ¿Es esto lo mismo que decir que Jesús sigue vivo por ahí, vete tu a saber cómo? No lo parece. Sin duda, uno es muy libre de creer en cualquier cosa que se le ocurra. Pero diría que creer en el Dios cristiano supone creer en la imposibilidad de Dios, mejor dicho, en la inconcebible intervención de Dios. Aquí conviene recordar que la fe en la resurrección responde, al menos de entrada, al problema del Mal. El problema no es si la muerte es el final, sino si la Injusticia, con mayúscula, es el final. ¿Qué pueden esperar las víctimas de la Historia, aquellos que murieron injustamente antes de tiempo, aquellos a los que la vida de Dios les fue impunemente arrebatada? ¿Cuál es el lugar de Dios en un mundo que parece abandonado por Dios? Ante la evidencia del Mal —ante el hecho innegable de que no parece que Dios esté por la labor de librar al justo de la desdicha—, creer en el poder de Dios es creer que Dios será capaz de hacer finalmente justicia… aunque para ello tenga que resucitar a los muertos. Esto es literalmente increíble. Tanto hoy en día como, probablemente, lo fue en su momento. Tampoco puede ser de otro modo, tratándose de Dios. Las imágenes de la esperanza creyente siempre fueron difíciles de tragar. De hecho, la prueba de fuego de la fidelidad creyente sería este esperar sin expectativa. Debe ser lo que no puede ser. En cualquier caso, una buena pregunta es si aún somos capaces de creer en la resurrección de la carne. Pero lo que parece intelectualmente deshonesto es decir que, puesto que nosotros no podemos ya creer, quienes sí pudieron, en realidad, tuvieron que creer en otra cosa.

IV

Dice Torres Queiruga que Dios no puede impedir el Mal como tampoco podría hacer círculos cuadrados. Un mundo sin Mal sería algo así como una imposibilidad lógica, una contradicción en los términos. Aquí hay una intuición profunda. Pues el Mal difícilmente puede ser enteramente imputado al error o a la ignorancia del hombre. El Mal se encuentra arraigado en la estructura del mundo. Donde hay luz, hay también oscuridad. Una cosa va con la otra. De hecho, donde no hubiera más que luz, no habría luz. Con todo, Dios no permanece en el más allá como si fuera el espectador de un naufragio. Dios está de nuestro lado —insiste Torres Queiruga—, apoyándonos en nuestra lucha contra el sufrimiento injusto. Ahora bien, ¿hemos de entender que Dios es algo así como una cheerleader de la humanidad sufriente? Cuesta de imaginar. Y es que un Dios de apoyo ¿acaso no supone que, por encima de Dios, se encuentran, como quien dice, el Bien y el Mal pugnando por la supremacía? Un Dios de apoyo ¿no implica de algún modo volver a navegar las antiguas aguas del maniqueísmo? ¿Cómo entender, desde esta óptica, el extraño verso de Isaías (Is 45, 7): “yo soy el Señor y no hay otro; el que forma la luz y crea las tinieblas, el que da el bienestar y crea calamidades”? Tampoco me imagino qué consuelo pueda llegar a tener la madre tutsi que ha perdido a todos sus hijos a golpe de machete, una vez se entera de que Dios está de su lado, ofreciéndole todo su apoyo. No sé. Quizá simplemente es que no puedo imaginármelo.

V

Para Andrés Torres Queiruga el silencio de Dios es teológicamente irrelevante, aunque no lo sea antropológicamente. Esto es, el silencio de Dios no tiene que ver con Dios —carece, podríamos decir, de poder revelador—, sino con nosotros los hombres, en concreto, con nuestra dificultad para percibir la presencia de Dios. A mí esto me parece cuanto menos desconcertante, sobre todo si tenemos en cuenta el sufirmiento indecente de las víctimas. ¿Es que Jesús de Nazareth, en Getsemaní, no fue capaz de escuchar a Dios? ¿Es que aquellos que fueron gaseados en la más absoluta oscuridad no fueron capaces de percibir la cercanía del espíritu divino? ¿Podríamos mantenerlo sin tomar el nombre de Dios en vano ante quienes murieron injustamente en los Gulag de la Historia? No me parece casual que la única vez que aparece en los evangelios la palabra Abba sea en el contexto del máximo desconcierto y desesperación (Mc 14,36): el hombre que venía de Dios es entregado a sus verdugos como un abandonado de Dios. Como si el momento de la máxima intimidad con Dios sea el momento en que el Hijo (re)clama inútilmente por su Padre. Como si no hubiera otra oración que la de quien se enfrenta a un Dios que se muestra como un muro de silencio. Como si solo fuera posible ponerse en manos de Dios como un abandonado de Dios. Como si, al fin y al cabo, solo sin Dios pudiéramos estar ante Dios. Así, uno puede preguntarse qué imagen de Dios hay detrás de la afirmación de Torres Queiruga. Qué Dios presuponemos cuando decimos que su silencio es el reverso de nuestra sordera. Me atrevería a decir que el Dios del positivismo religioso, algo así como un espectro invisible, cuya presencia cabe constatar, aunque sea indirectamente (como quien constata el fuego por el humo que provoca). Sin embargo, no diría que Dios, bíblicamente hablando, se dé según el modo de los entes (y un ente invisible no deja de ser un ente). Si la realidad de Dios se encuentra más allá de los entes —que se encuentra—, entonces Dios propiamente no habla, aunque todo hable de Dios. Podríamos decir, parafraseando a Pablo, que el mundo entero, en tanto que pendiente de Dios, clama a Dios por Dios. Sabemos que Dios es el que llama. Pero lo que a menudo se olvida es que Dios llama con la voz —el grito— de los marcados por el hambre. De ahí que su silencio sea tan revelador. Pues solo a través de su silencio podemos escuchar el clamor de los hombres como la voz imperativa de Dios. Ciertamente, hay Palabra de Dios. Ciertamente, Jesús de Nazareth muere perdonando a sus verdugos. Ciertamente, hubo una Etty Hillesum en los campos de la muerte. Pero me atrevería a decir que ese perdón no podría ser de Dios si no estuviera sostenido por su silencio. Pues es este silencio el que quiebra el mito del positivismo religioso, al fin y al cabo, el que nos permite confesar al que colgó de una cruz como Señor. Y es que cristianamente Dios no aparece como dios, sino como un Crucificado en nombre de Dios. Esto es, en su lugar.

Imagen extraída de: Karl Barth en Latinoamérica

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“El futuro del Evangelio”, por José María Castillo, teólogo.

Sábado, 27 de septiembre de 2014
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9788433027146_04_mDe su blog Teología sin Censura:

La estimación comúnmente aceptada entre los expertos sitúa los orígenes del ser humano en torno a los cien mil años (Ernst Mayr, Bioastronomy News, 7, 3 (1995). De esos cien mil años, unos siete mil nos son suficientemente conocidos, ya que es en el tercer milenio (a. C.) donde se sitúa el “nacimiento de la civilización”, cuando en Oriente Medio (Mesopotamia) aparecieron la agricultura, la metalurgia y la escritura (Jean Bottéro, Mésopotamie, Paris, 1987, 8). Nacieron así las primeras “ciudades-estado”, con su organización, sus jerarquías y las consiguientes desigualdades sociales. Y fue entonces cuando dieron la cara dos grandes fenómenos culturales que han crecido sin cesar hasta el día de hoy: la evolución de la tecnología y la evolución social. Pero ahora caemos en la cuenta de que estos dos grandes fenómenos, que han marcado la historia de la humanidad, han crecido en sentido opuesto: la evolución tecnológica como progreso imparable, la evolución social como degradación inhumana que ahonda cada día más y más las desigualdades, las humillaciones y el sufrimiento de los mortales. (María Daraki, Las tres negaciones de Yahvé, Madrid, 2007, 8).

¿Qué papel ha desempeñado el Evangelio en esta apasionante y amenazante historia de la humanidad? Por los datos más fiables que nos proporcionan los cuatro evangelios, sabemos que Jesús tenía muy claro el peligro que representan, en la historia de los mortales, el dinero de los ricos y el poder de los grandes. De ahí que “servir al dinero” y “servir a Dios” son dos cosas incompatibles (Mt 6, 24). Como “mantener riquezas” y “seguir a Jesús” son igualmente incompatibles (Mc 10, 17-31). Y en cuanto al asunto del poder de los grandes de este mundo, Jesús fue tajante: lo que hacen es “dominar” y “tiranizar” (Mt 20, 25). Por eso, el mismo Jesús cortó en seco las apetencias de poder y mando que ya asomaron en los primeros apóstoles (Mt 20, 26; Lc 22, 25-26). Y el ejemplo supremo lo dio el propio Jesús cuando, al despedirse de sus discípulos, hizo con ellos el oficio de un esclavo (Jn 13, 1-15).

Más aún, las tres grandes preocupaciones de Jesús, un hombre profundamente religioso (por su relación con el Padre y su frecuente oración), no fueron de orden religioso, sino preocupaciones laicas, comunes a todos los humanos: la salud de los enfermos (relatos de curaciones), compartir mesa y mantel con toda clase de personas (relatos de comidas), y las mejores relaciones humanas de todos con todos (sermón del monte, (Mt 5-7), o de la llanura, Lc 6, 12-49). Pero sabemos que Jesús realizó todo esto de tal manera, que entró en conflicto con los dirigentes de la religión (José M. Castillo, La laicidad del Evangelio, Bilbao 2014, 121-137). Hasta el extremo de tener que aceptar “la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado” (Gerd Theissen, El movimiento de Jesús. Historia de una revolución de valores, Salamanca, 2005, 53).

¿En qué ha quedado todo esto? En un programa heroico y raro, para pocas personas. ¿Y para la Iglesia? Es imposible contarlo en un breve artículo. Pero el hecho es que, con el paso de los tiempos, en la Iglesia terminó por imponerse más la Religión (con sus jerarquías, sus poderes, sus rituales, sus dogmas…) que el Evangelio (con las convicciones tan claras que Jesús transmitió). Como igualmente es un hecho que la cultura de Occidente, tan marcada por la Iglesia, ha sido una cultura de guerras y violencias, colonizaciones y poderes, a los que la misma Iglesia se ha tenido que acomodar, a los que la Iglesia “legitima” y de los que la Iglesia recibe, tantas veces, dinero y privilegios. Es cierto que en Occidente se han elaborado los derechos humanos (que, por cierto, no han sido aún suscritos por el Vaticano). Pero no es menos verdad que Occidente representa el ideal del desarrollo tecnológico (con su contrapartida de degradación social), la cuna del capitalismo, y el mantenedor de las más brutales desigualdades entre los pueblos y entre los seres humanos.

¿Se puede decir que el futuro de la Iglesia es el futuro del Evangelio?
Lo será, en la medida en que la Iglesia se ajuste al Evangelio. Pero, ¡atención!, el Evangelio no es una doctrina, ni es una organización. El Evangelio es un proyecto de vida. De manera que quien viva ese proyecto, ése será el que se entere de lo que es el Evangelio. Y de lo que debe ser, y cómo debe ser, la Iglesia de Jesús. La Iglesia del Jesús de la vida, no de la religión que ha discutido con las demás religiones para ver cuál de ellas es la verdadera; o para buscar a las otras religiones, con el buen deseo de ver si, por fin, nos ponemos de acuerdo.

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“Orientación sexual, identidad de género e imagen de Dios”, por Teresa Forcades OSB

Viernes, 1 de agosto de 2014
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teresa-forcades-conferencia-sobre-orientacion-sexual-identidad-de-genero-e-imagen-de-dios-8-jul-13-en-la-parroquia-san-carlos-de-borromeo-entrevias-madridHace unos días, en el Foro, el hermano JJoan  nos dejó el enlace de este video de la benedictina Teresa Forcades que ya habíamos publicado en su momento pero que se perdió, como tantos otros posts, nto pero que se perdió, como tantos otros posts, cuando Cristianos Gays sufrió el último percance. Por eso, y por su interés, lo traemos de nuevo al blog.

Esta excepcional charla de formación tuvo lugar el lunes 8 de julio de 2013 a las 19:30h en el Centro Pastoral San Carlos Borromeo (Parroquia de Entrevías, calle Peironcely 2, 28053 Madrid, Tel. 91.477.85.78).

Estuvo a cargo de  Teresa Forcades, monja, médico y teóloga que anuncia un evangelio no excluyente, no dogmático y busca una sociedad más justa, equilibrada, igualitaria y respetuosa. En esta charla, Teresa nos ha enseñado lo importante que es aplicar el pensamiento crítico y la teología crítica: una teología liberadora que incluye la experiencia personal de cada persona.

También ha hablado con gran libertad del matrimonio igualitario, la intersexualidad, la transexualidad, la asexualidad, etc.

La charla fué organizada por Área de Asuntos Religiosos de la FELGTB, Colectivo San Lázaro de Málaga, Crismhom y Nueva Magdala. El vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=vEntk7JRIqI. Para escuchar y descargar el registro de audio, pulsar en el siguiente enlace.

Ha sido una conferencia excelente. El Centro Pastoral San Carlos Borromeo – Parroquia de Entrevías, se llenó a rebosar de público, ya antes del comienzo de la conferencia. Se tuvieron que sacar bastantes sillas adicionales a los bancos de la iglesia para evitar que muchas personas se quedaran de pie.

 


Hemos recibido muchas felicitaciones y agradecimientos por este acto, muy emotivo, muy interesante. Gracias a todas y todos los que lo habéis hecho posible.

Teresa Forcades nos ha enseñado lo importante que es aplicar el pensamiento crítico, la teología crítica, una teología liberadora que incluye la experiencia personal de cada una de nosotras. Teresa Forcades ha hablado con gran libertad del matrimonio igualitario, la intersexualidad y transexualidad, la asexualidad, etc. Muchas gracias Teresa, por habernos hecho este enorme regalo.

Además el público asistente ha sido muy heterogéneo: heterosexuales, transexuales, gays, bisexuales, lesbianas, monjas, sacerdotes, personas del barrio, personas de muchas partes de Madrid, incluso de otras comunidades autónomas, viajando expresamente para escuchar a Teresa Forcades.

Muchas son ya las teólogas y teólogos, incluso monjas, sacerdotes y obispos, reconocidos autores, las y los que se han acercado a los grupos de personas formados por lesbianas, gays, bisexuales y transexuales creyentes.

teresa-forcades-8-jul-13-sobre-orientacion-sexual-identidad-de-genero-e-imagen-de-diosTeresa Forcades presentada por Aurelio Lepe Gil

Son diversas las intelectuales que nos han enseñado, inspirado, con quienes hemos intercambiado valiosas experiencias. Hemos compartido muy buenos momentos con Benjamín Forcano, Dolores Aleixandre, Evaristo Villar, James Alison, Juan Larios, John Shelby Spong (repitiendo en octubre de 2013), Juan José Tamayo, Marciano Vidal, Margarita Pintos, Renato Lings, Xabier Pikaza, etc. Incluso científicos con cientos de publicaciones en revistas internacionales como Javier Alonso, doctor en biología y profesor en la Universidad Complutense de Madrid, o psicólogos y terapeutas como Enrique Martínez Lozano. Personas de fe con una visión muy diferente a esa tan rígida, impositiva, dogmática, aparentemente incuestionable, que tiene una parte de la jerarquía católica y otros sectores fundamentalistas del mundo protestante.

Algunos se empeñan en rediseñar cursos para cambiar, modificar o incluso curar la orientación sexual o identidad de género, a pesar de que muchos intelectuales y profesionales han señalado los peligros de tales terapias (cabe mencionar que recientemente, tras reconocer el gran fracaso de los métodos que empleaban, la organización más grande para “curar” la orientación sexual, Exodus Internacional, ha cerrado sus puertas, y sus responsables ya se están poniendo manos a la obra para trabajar por la igualdad y dignidad de las personas LGTB).

Afortunadamente, cada vez son más las personas de gran talla intelectual que se siguen sumando a nuestra causa, que nos acompañan y creen que las personas LGTB tienen el derecho a iguales oportunidades, a compartir su vida con sus parejas y familias, como las demás.

“Tenemos que rendirnos a las evidencias positivas y los avances que nuestro siglo XXI nos trae, basta ya de desigualdades, de prejuicios que ponen cargas innecesarias a las personas LGTB; es hora de apoyar y dignificar la vida de éstas y la de cualquier persona que haya sido discriminada o haya tenido menos derechos, por la condición que sea. Es hora de que la mujer y todas las personas LGTB sean iguales en las congregaciones de fe, en las iglesias, las sinagogas, las mezquitas. Que puedan casarse, tener un proyecto de vida con la persona a la que aman, que puedan predicar, enseñar, decidir. Ha sido un honor para nosotras, haber podido contar con la sabiduría de Teresa Forcades”, señala Aurelio M. Lepe Gil, Coordinador del Área de Asuntos Religiosos de la FELGTB.

Fuente Área de Asuntos Religiosos de la FELGTB

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José María Arbizu: “A todos los que tenemos pasión por Jesús se nos pega una fe profunda en el ser humano”.

Domingo, 20 de julio de 2014
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Leemos en Religión Digital:

Autor de “Aproximación de Jesús de Nazaret”, cree que fue “un obrero del universo”

“No es fácil ser cristiano, porque el que vaya a ser discípulo de Jesús tiene que comprometerse a ser auténtico”

“Muchas veces los creyentes, cristianos y católicos, situamos las grandes verdades en unos espacios muy reducidos, y es por eso que somos enormemente dogmáticos”

(Jesús Bastante).- José María Arbizu viene a presentarnos su libro Aproximación de Jesús de Nazaret”, en el que presenta a Jesús como “el gran sacerdote, el gran trabajador y elaborador de lo mejor de la humanidad”.

Al contrario de lo que nos han hecho pensar,Jesús de Nazaret ni es cura ni es fraile, sino un paisano sagrado, un hijo del hombre, dice el autor, que explica que llama a Jesús de Nazaret “obrero del universo” porque “entra en la humanidad en plan de faena”.

José María opina que el Papa Francisco “es un hombre sagrado, un sacerdote que está recogiendo y expresando lo más sagrado que tiene la humanidad: la inocencia, el amor, la misericordia…”. Por otro lado, Arbizu hace una crítica al reduccionismo de la fe: “Muchas veces los creyentes, cristianos y católicos, situamos las grandes verdades en unos espacios muy reducidos, y es por eso que somos enormemente dogmáticos”, afirma.

“No es fácil ser cristiano, porque el que vaya a ser discípulo de Jesús tiene que comprometerse a ser auténtico”, dice para finalizar. Pero al mismo tiempo asegura que “a todos los que tenemos pasión por Jesús se nos pega una fe profunda en el ser humano“.

Estamos acostumbrarnos a aproximarnos a Jesús de Nazaret. ¿Pero qué significa una aproximación de Jesús?

Lo que he pretendido no es nada más que decir lo que yo considero que es la verdad del relato evangélico y de la acción de Jesús de Nazaret en nuestra historia. Entonces, he hecho una lectura desde dentro (la llevo haciendo ya 50 años), y lo que he visto a partir de mis reflexiones desde esta perspectiva es que el que se presenta es Él. Que su encarnación y su humanización coinciden con el propio ser de las cosas, con la historia de la humanidad y con la búsqueda del problema tan hondo de la presencia y acción de la forma de vida del ser divino en el universo total.

¿Cómo sientes que es Jesús?

Él es la humanidad vista y vivida en toda su claridad y en todo su realismo. No realiza una encarnación en una sublimación, ni en una evasión, ni en un arquetipo religioso o teológico; sino que Él comienza su presentación frente a la humanidad que necesita justicia, amor, y darle un sentido puro a este existir humano que es tan complejo. Y esto lo hace de una manera muy gráfica, diciéndoles a los discípulos: “Se os dijo…. Yo os digo”. En referencia a la ley de los escribas y los fariseos. Por eso cuando Jesús dice “Yo os digo” inicia un nuevo periodo, un nuevo sentido de las cosas desde una lectura honda de toda la ley, los salmos y los profetas; y de lo que Él, hijo de Dios e hijo del hombre va a proyectar como la humanidad limpia y pura. Porque toda su tarea no va a ser hacer una ficción humana, no va a evadirse de lo humano, sino que va a hacer un recorrido hondamente humano, en el cual estará este proceso maravilloso de la encarnación del Verbo (el Verbo que se encarna en la historia humana) y que lleva a la encarnación en el Espíritu. Es decir, va a llevar toda la historia humana a la propia historia del Espíritu divino, de la resurrección.

¿Hasta dónde llega la humanidad de Jesús, qué le pone freno?

Él se entrega totalmente a la realidad. No hay realidad en la que no se sitúe y no la viva. Y no la percibe como una realidad compleja, en la que tengamos que estar inclinados y doblegados por la situación histórica, sino que la humanidad que Él busca y que encuentra es la unidad perfecta.
Perfecta quiere decir que al que está enfermo lo sitúa en la salud; a los que tienen ansiedad existencial (como los “endomoniados o posesos” de los Evangelios) los sitúa también en la salud más hermosa… En definitiva, sitúa toda la realidad en una humanidad limpia.

Cuando el ser humano es genial y distinguido como es el caso de Jesús, se le adhiere o le persigue la maldad humana, que es profunda y muchas veces diabólica. Pero Él no rehuye ese encuentro. Toda su historia, desde los comienzos de la vida pública hasta la muerte en la cruz, está profundamente inmersa y recocida la maldad humana. Pero Jesús a ese odio le da siempre la maravillosa perspectiva del perdón de Dios.

¿Cómo se conjuga esa rotunda humanidad de Jesús con el hecho maravilloso y extraño de la resurrección?

En el estudio que hago hay tres puntos, el primero de ellos es el viviente. El segundo es el humano, y el tercero el divino. El viviente significa que la encarnación que hace Jesús en la historia de la humanidad es una encarnación en su primera forma, es decir, bio-psíquica. Es decir, el fenómeno tan sorprendente que encontramos en la existencia de un ser vivo al que se le complican y se le entretejen tantas situaciones hondas y profundamente vivenciales. Entonces, Él hace esta primera encarnación desde una especie de espíritu generoso total.
A la segunda, que es el humano, la llamo también el obrero de la existencia. Es cuando Jesús realiza su encarnación en el hondo misterio (más hondo y más trascendente que el simplemente viviente) en el que el ser humano tiene una serie de interrogantes mediante los que se plantea el problema de la relación humana, el problema de la verdad, de la justicia, del amor y del odio…

Dicho de otra manera, Jesús de Nazaret ni es cura ni es fraile, sino un paisano sagrado, un hijo del hombre. Él entra en la humanidad en plan de faena, por eso le llamo obrero. Y si nos fijamos, toda acción de la vida pública de Jesús, incluidas su pasión, muerte y resurrección, las realiza Jesús de una forma directa. El mejor símbolo sería el lavatorio de los pies. Leer más…

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José Antonio Pagola: “El ‘Jesús’ me ha hecho más creyente”

Domingo, 8 de junio de 2014
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jose-antonio-pagolaPagola: “Este libro me ha hecho más creyente”

Entrevista con el teólogo y escritor vasco autor de Jesús. Aproximación histórica

Su Aproximación histórica” (PPC), premio a la excelencia en EE.UU.

“Bergoglio fue uno de los primeros en comprar mi libro en la librería Claret de Buenos Aires”

No tengo por dentro ninguna herida. Es bueno sufrir alguna vez un poco por Jesús. Te identifica para siempre con Él”

Este libro me ha hecho más creyente. Ya no soy el mismo que empezó a escribir esta obra hace doce años. Jesús ha centrado totalmente mi vida.

 

JOSÉ LUIS CELADA. FOTOS: SERGIO CUESTA | Siete años después de su publicación, y tras sortear no pocas dificultades, Jesús. Aproximación histórica (PPC, 2007) sigue cosechando éxitos, el último de ellos, el Premio a la Excelencia Editorial 2014 que concede anualmente la Association of Catholic Publishers (ACP) de los Estados Unidos.

Aunque si algo conmueve a José Antonio Pagola (Guipúzcoa, 1937) son “los cientos y cientos de correos” de personas que le cuentan cómo, gracias a su libro, el encuentro con Jesús ha transformado sus vidas.

PREGUNTA: ¿Aquí se cumple también aquello de que “nadie es profeta en su tierra”? ¿Qué supone este reconocimiento que acaba de recibir su Jesús por parte de la Asociación de Editores Católicos de los Estados Unidos?

RESPUESTA: Creo que no. En primer lugar, porque yo no soy profeta; y, segundo, porque mi libro ha sido muy bien acogido entre nosotros, sobre todo por la gente sencilla.

Este último reconocimiento me llena de alegría porque contribuirá a que la Buena Noticia de Jesús pueda ser difundida en lugares como Australia, Canadá, India… Al menos, eso me han dicho. Me alegra también por Convivium Press, que, siendo una editorial modesta, ha logrado en poco más de tres años llegar a la quinta edición de mi libro en un mercado tan complejo como el de los Estados Unidos.

P: ¿Cómo asimila el éxito de una obra traducida ya a una decena de idiomas y con más de 120.000 ejemplares vendidos en todo el mundo?

R: Mira, yo soy hijo de mi madre. Sé quién soy. Eso que llamáis “éxito” me da mucha alegría y me estimula a seguir trabajando, pero no pasa de ahí. Lo que me conmueve son los cientos y cientos de correos que sigo recibiendo de todas partes, sobre todo de Latinoamérica, de personas que me dicen cómo se han encontrado con Jesús y cómo Jesús ha trasformado su vida, después de muchos años de indiferencia, agnosticismo e, incluso, de ateísmo militante.

Por ejemplo, me ha llegado el testimonio de alguna persona que había intentado quitarse la vida y ahora vive anunciando el Evangelio; prostitutas que, al terminar su jornada, se lavan y le dicen a Jesús que solo hacen su trabajo para alimentar a sus hijos; enfermos terminales que han muerto abrazados al libro y me dan las gracias por medio de sus viudas…

Anteayer recibí un correo de un ateo que me dice que, seguramente, no abandonará su ateísmo, pero que llora cada vez que lee el capítulo de la crucifixión y se pregunta por el misterio que se encierra en Jesús: me dice que Jesús le está haciendo más humano y más compasivo.

Solo Jesús salvará la fe

Portada de la edición en inglés.

Este libro me ha hecho más creyente. Ya no soy el mismo que empezó a escribir esta obra hace doce años. Jesús ha centrado totalmente mi vida.

P: Más allá del fenómeno editorial en que se ha convertido, ¿a qué achaca esa gran acogida y el impacto que produce entre los lectores?

R: A Jesús. Su poder de atracción es increíble. A veces, los cristianos no sospechamos su fuerza humanizadora y liberadora, cuando es presentado de manera sencilla, con un poco de frescura y autenticidad. Jesús nos libera de imágenes mediocres y poco humanas de Dios, nos atrae a vivir como Él haciendo la vida más humana, llena nuestra vida de alegría y de paz inconfundibles.

Es apasionante seguirlo de cerca. La crisis de las religiones cristianas no arrastrará a Jesús. Liberada de adherencias poco cristianas, la figura de Jesús crecerá. Solo Jesús salvará la fe cristiana. Esto es lo que yo siento por dentro.

P: ¿Todo su atractivo reside en la figura de Jesús de Nazaret que nos descubre? ¿Qué parte de responsabilidad tiene también en ello la aproximación que nos hace el autor?

R: Lo más importante es que el autor no estropee mucho su figura. Al escribir el libro, he pasado muchas horas en silencio “conversando” con Jesús. A veces, como historiador, le he preguntado: “¿Quién eres tú, que has dejado tras de ti tantos interrogantes y conflictos? ¿Qué misterio se encierra en ti para provocar tanto amor y tantos rechazos?”.

Otras veces, como creyente, le he dicho con toda sencillez: “Jesús, y ahora ¿qué puedo contar de ti a la gente de hoy? ¿Qué es lo más importante? Enséñame a encontrar palabras buenas, claras, sencillas, para tocar el corazón de los hombres y mujeres de hoy, tan necesitados de aliento y de esperanza”.

P:Han pasado siete años ya desde que el libro viera la luz. ¿En qué medida estas “buenas noticias” de ahora resarcen de los malos momentos de sospechas y condenas vividos tiempo atrás?

R: Aunque casi nadie me lo cree, ya no recuerdo apenas nada de ese pasado tan sorprendente y curioso. Seguramente, es lo mejor que me podía haber pasado. No tengo por dentro ninguna herida. Es bueno sufrir alguna vez un poco por Jesús. Te identifica para siempre con Él.

P: ¿Qué le ha dado (o le ha quitado) este “hijo” que no lo hayan hecho los demás?

R: Este libro me ha hecho más creyente. Ya no soy el mismo que empezó a escribir esta obra hace doce años. Jesús ha centrado totalmente mi vida. Solo me quiero dedicar a contagiar su Buena Noticia. Estoy convencido de que solo Jesús salvará a su Iglesia.

P: Así que sus futuros proyectos siguen pasando por la figura de Jesús…

R: Quiero contribuir con todas mis fuerzas a que en la Iglesia vivamos un proceso de conversión a Jesús y a su Evangelio. La renovación evangélica de la Iglesia a la que nos llama Francisco dependerá, en buena parte, del desarrollo de pequeños grupos y comunidades que se comprometan a actualizar hoy la experiencia primera que vivió junto a Jesús aquel primer grupo de discípulos y discípulas que escucharon su llamada y le siguieron. Para ello, estoy impulsando ahora los llamados ‘Grupos de Jesús’.

P: ¿Y qué son estos grupos?

R: Su objetivo principal es vivir juntos un proceso de conversión individual y grupal a Jesús, el Cristo, ahondando de manera sencilla en lo esencial del Evangelio. Esto es lo primero y decisivo. Hacer juntos un recorrido que nos lleve a conocer mejor a Jesús, a reavivar nuestra adhesión total a su persona y a seguirlo colaborando con Él en el proyecto humanizador del Reino de Dios.

P: ¿Se imagina por un instante que, como ha sucedido con otros títulos o autores, el papa Francisco sugiera un día en público la lectura de su Jesús?

R: El Papa está haciendo algo mucho más importante. Todos los días, con sus gestos, con sus palabras y con su vida entera, nos está arrastrando hacia Jesús y su Evangelio. Me sé sus palabras de memoria. En octubre del pasado año, decía:

La Iglesia ha de llevar a Jesús: es el centro de la Iglesia. Si alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, sería una Iglesia muerta.

El Papa no habla de aggiornamento o adaptación de la Iglesia a los tiempos de hoy. No se queda tampoco en recuperar el espíritu y las líneas de fuerza del Vaticano II. Nos dice que hemos de volver a Jesucristo, que “puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo”. Dice también que “hemos de volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio”.

P: Dicen que el Papa ha leído su libro…

R: De Argentina me llegan noticias de que Jorge Bergoglio fue uno de los primeros en comprar mi libro en la librería Claret de Buenos Aires, y sé que se lo regaló a un obispo amigo suyo, mientras aquí estábamos distraídos con la polémica. Si es así, me alegra profundamente.

Para leer la entrevista íntegra, pincha aquí:

Fuente En el nº 2.897 de Vida Nueva

Publicado el 06.06.2014

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“El problema está en la teología”, por José Maria Castillo.

Domingo, 25 de mayo de 2014
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teologia-calendasDe su blog Teología sin Censura:

El problema capital, y la raíz de los demás problemas que se nos plantean a los católicos en este momento, no está en la reforma de la Curia Vaticana, ni en el cambio de tales o cuáles cargos en el gobierno de la Iglesia, ni en el nombramiento de nuevos obispos con una mentalidad distinta de la que muchos tienen ahora, ni siquiera en que el papa Francisco se mantenga firme en la conducta y en la imagen pública, tan ejemplar en tantas cosas, que estamos viendo en este hombre tan singular, que es el papa Bergoglio. Por supuesto, todo lo que acabo de indicar es importante. Pero nada de eso es lo verdaderamente decisivo.

La Iglesia tiene su origen y su fundamento en Jesús de Nazaret y en su Evangelio. Como es lógico, y esto supuesto, el problema capital de la Iglesia, y la raíz de todos los problemas que la Iglesia tiene que resolver, está en que sea siempre fiel y coherente con su origen y su fundamento. Es decir, que la Iglesia piense como Jesús pensó. Hable como Jesús habló. Y viva como Jesús vivió. Pero resulta que, con el paso de los tiempos, en la Iglesia se han ido elaborando y afirmando una serie de ideas, de normas, ritos y tradiciones a los que se les concede más importancia que al Evangelio. De ahí, que haya tanta gente, que piensa e incluso dice: “Jesús, sí; Iglesia, no”. Que es tanto como afirmar: “Evangelio, sí; Teología, no”.

Es evidente que, mientras este estado de cosas se mantenga, la Iglesia lo tiene difícil. Y los cristianos, más difícil aún. Porque viviremos divididos dentro de nosotros mismos. Y divididos entre nosotros. Organizados y aparentemente unidos con las enseñanzas de unos concilios y unos dogmas que en realidad no nos unen, ni responden a las preocupantes preguntas que mucha gente se hace. En muchas cosas, tenemos una teología que responde a las preguntas que se hicieron las gentes de otros tiempos. Pero que, en este momento, no sólo no nos dicen nada, sino que incluso nos provocan desinterés o incluso fastidio.

Un ejemplo nada más: a mí me fastidia tener que decir en el “Credo”: “Creo en Dios Padre Todopoderoso”. Porque “Todopoderoso” es la traducción del texto original del concilio Nicea, que afirmó su fe en Dios Padre “pantokrator”, el título imperial que se adjudicó la dinastía de los “antoninos” (del 96 al 192). En semejante “dios”, yo no creo. Y como ésta, tantas otras….

Muchas veces pienso en el papa Francisco. Estoy seguro que a él le gustaría ser menos “personaje sagrado” y más “hombre sencillo” y humilde. Esto, por supuesto. Pero el papa Francisco, como seguramente les pasa a muchos obispos, curas, monjas y laicos, se tiene que sentir – también él – partido en su intimidad secreta. Partido, y no sé si roto, por un Evangelio y una Teología que, seguramente, están en su corazón como dos grandes realidades yuxtapuestas, pero no fundidas. Porque es imposible fundirlas. Por eso el papa se ve, seguramente, en la durísima situación de tener que ser fiel a ambas. Él no puede evidentemente modificar el Evangelio. Pero tampoco puede cambiar la Teología, de la noche a la mañana. De ahí, la contradicción de un hombre que es, al mismo tiempo, tan humano, tan sencillo y tan cercano a los más humildes. Pero que, a veces, cuando tiene que hablar como papa y desde la teología establecida, tengo la impresión de que los humildes ya no lo entienden, ni quizá se interesan mucho por lo que les dice. El papa tiene que vivir y hablar de acuerdo con el Evangelio y de acuerdo con la Teología. Pero, ¿puede hacer ambas cosas íntegramente y sin fisuras?

Hermano Papa Francisco, tú fuiste jesuita y yo también. Tú me conoces y yo te conozco. Desde mi modesto y humilde punto de vista, desde lo que veo y oigo a la gente, creo que soy fiel a la realidad si te digo que, en este momento tan duro que estamos viviendo, si en pocos meses has llegado a ser considerado como uno de los hombres más importantes del mundo, semejante importancia sólo se debe a una cosa: tu desconcertante humanidad, tu sencillez y tu bondad. Al decir esto, afirmo, como es lógico, la primacía del Evangelio sobre la Teología. Pero no sólo eso. Además de eso, afirmo también que, por este camino, la Teología se pone al día por sí sola.

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Iglesia Católica , , , , ,

Tengo sed.

Domingo, 16 de marzo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

 

El que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed (Juan 4:14).

Al que tenga sed le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida.” (Ap 21, 6)

 image

Mientras que los teólogos discuten sobre el origen del agua,

los místicos la beben.

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

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