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Teología y unidad.

Miércoles, 20 de julio de 2022
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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El fundamento último de la unidad de la Iglesia es la propia unidad de Dios, que trasciende nuestra comprensión. La tentación en estos tiempos de tensión es el triunfo del fundamentalismo teológico, tanto dentro como fuera de la Iglesia; el que las partes en conflicto afirmen poseer a Dios, haber capturado a Dios dentro de sus propios sistemas teológicos. Pero la teología nos mantiene en la unidad desterrando esa arrogancia y recordándonos que, como dice santo Tomás, “sólo conocemos verdaderamente a Dios cuando creemos que Dios está por encima de todo lo que nos es posible conocer de El“. Los teólogos curan las heridas de la Iglesia liberándonos de la estrechez de la ideología. Entonces podemos ser libres para el gozo de encontrar a Dios en la otra persona, el Deus Humanissimus…”.

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Timothy Radcliffe

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El pecado de la mala teología.

Viernes, 3 de junio de 2022
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Pienso que Robinson tiene razón cuando dice que el cristianismo ha tendido cada vez más a predicar la «palabra desencarnada», a reducir a Cristo a conceptos abstractos formales con que la gente corriente ya no es capaz de arreglárselas. Ha de haber teología, y la teología ha de ser abstracta, al menos hasta cierto punto. Lo que importa es que el propio teólogo no trate con una fría «desencarnación», un Cristo mental que ya no le sea visible cuando encuentra a su prójimo. El pecado de la mala teología ha sido ese precisamente: poner a Cristo contra el hombre, y considerar a todos los hombres de carne y hueso como «no Cristo», hasta el punto de suponer que muchos hombres, enteras clases de hombres, naciones y razas son, de hecho, «anti-Cristo». Dividir a los hombres arbitrariamente según su conformidad con nuestro propio Cristo limitado, mental y desencarnado, y decidir sobre esa base que la mayor parte de los hombres son «anti-Cristo». Eso deja al descubierto a nuestra teología. En tal momento, no tenemos que poner en cuestión a la humanidad, sino a nuestra teología. Una teología que acaba en desamor no puede ser cristiana.

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Thomas Merton

Conjeturas

no-a-los-muros

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El decálogo del buen teólogo, ‘comadrona’ de la fe

Viernes, 20 de mayo de 2022
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3023050F-B841-48F9-859B-429F988F3462Discurso de Mariano Delgado, Decano de la Facultad de teología de Friburgo, en la ceremonia de graduación

“Ser teólogo es una de las profesiones más hermosas del mundo, porque un teólogo es sencillamente una ‘comadrona’ de la fe, alguien que tiene que realizar servicios de partería para que las personas nazcan de nuevo ‘de agua y de Espíritu'”

“Y debemos ser intelectualmente honestos al hacerlo, por ejemplo admitiendo que no tenemos respuestas a todas las preguntas, ciertamente no a la gran pregunta del sufrimiento de los inocentes”

“El teólogo debe beber abundantemente de esta agua, es decir, debe guardar la Palabra de Dios en su corazón, meditarla y digerirla”

“Hoy, las mujeres pueden estudiar teología y ejercer la profesión teológica; pero todavía tienen que luchar contra mucha desconfianza en una Iglesia que aún no ha sacado todas las consecuencias teológicas de la preferencia de Jesús por las mujeres”

Una de las primeras cosas que hice como decano fue bajar a las “catacumbas” de nuestro edificio, a los archivos de la Facultad de Teología. Para mi sorpresa, no encontré allí ningún documento polvoriento, sino una sala muy limpia y equipada con un moderno sistema de estanterías: ¡no es de extrañar, ya que también sirve de archivo para el rectorado! En un estante había una caja de archivo gris con la inscripción “Decanus ordinis theologorum: Discursos no pronunciados”. Curioso como soy como historiador, abrí la caja para ver el contenido: dentro y bien ordenados alfabéticamente estaban todos los discursos que mis predecesores habían escrito desde la fundación de la Facultad en 1891, pero que por diversas razones no habían pronunciado.

Me llamó la atención un discurso en particular, sin fecha y firmado únicamente por un “Decanus anonymus”. Cuanto más lo leía, más me convencía de que sería un buen discurso para la ceremonia de graduación. Como he estado muy ocupado en las últimas semanas y no he tenido tiempo de escribir mi propio discurso, pensé que, al menos por esta vez, podría hacer lo que no está permitido hacer bajo ninguna circunstancia en el mundo académico, es decir, difundir el trabajo de otra persona con tu propio nombre, porque eso sería “plagio“.

Por otro lado, pensé, el decano anónimo podría alegrarse al final de que sus pensamientos se presentaran públicamente. El escrito anónimo se titula “El decálogo del buen teólogo“, y dice lo siguiente:

1. “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3,5)

Estas palabras del Señor en la conversación nocturna con Nicodemo nos recuerdan la profesión del teólogo: ser teólogo es una de las profesiones más hermosas del mundo, porque un teólogo es sencillamente una “comadrona” de la fe, alguien que tiene que realizar servicios de partería para que las personas nazcan de nuevo “de agua y de Espíritu”, es decir, para que se reorienten según el Evangelio de Jesucristo. En la situación social actual, esto significa que, como teólogo, hay que dedicar tiempo a las conversaciones con las personas que preguntan por Jesús y por el Evangelio; y que hay que conducir estas conversaciones con una sabiduría especial: para desvelar las huellas de Dios que hay en la vida de cada persona, pero también para acompañar discretamente la obra de Dios, único Buen Pastor y Guía. Y debemos ser intelectualmente honestos al hacerlo, por ejemplo admitiendo que no tenemos respuestas a todas las preguntas, ciertamente no a la gran pregunta del sufrimiento de los inocentes. Sólo podemos expresar nuestra esperanza de que Dios mismo nos dé una respuesta.

2. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada“ (Jn 15,4)

La primera condición para ejercer la profesión de teólogo es que nosotros mismos permanezcamos unidos con “el” teólogo por excelencia: con Jesucristo, que se hizo hombre para mostrarnos más claramente que Dios es amor. Ser teólogo significa estar unido al Señor en la oración, en todas las formas de oración, incluso en la oración de la amarga queja, si tenemos un motivo para hacerlo. La oración es el alimento de la vida cristiana. El objetivo de la oración es que, como “recién nacidos de agua y de Espíritu“, nos parezcamos cada vez más a Cristo. Todas las grandes figuras de la historia del cristianismo han practicado este tipo de oración.

Lo encontramos en el “Fiat” de María (“hágase en mí según tu palabra”, Lc 1,38), en la petición del Padre Nuestro “Hágase tu voluntad…”, pero también en la oración del hermano Klaus, tan querido en Suiza:

Mi Señor y mi Dios, 

quita de mí todo

lo que me impide parecerme a ti.

Mi Señor y mi Dios 

dame todo 

lo que me conduce a ti.

Mi Señor y mi Dios 

tómame… 

y confórmame por completo a ti”.

3. “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla“ (Jn 4,15) 

En estas palabras de la samaritana en el pozo de Jacob, Santa Teresa vio un símbolo para su propia vida de oración. El teólogo debe beber abundantemente de esta agua, es decir, debe guardar la Palabra de Dios en su corazón, meditarla y digerirla. Sólo los que han encontrado en Jesús “el camino, la verdad y la vida” pueden conducir a otros al agua de la vida. La profesión del teólogo en los distintos ámbitos (pastoral de parroquia, de los enfermos y prisioneros, educación religiosa, trabajo en los medios de comunicación, etc.) implica también el peligro del activismo. Entonces nos apresuramos de una cita a otra, de una tarea a otra, sin el tiempo necesario para atender a las personas y para el cuidado pastoral de nosotros mismos: no debemos olvidar precisamente este cuidado pastoral “de uno mismo”. Si olvidamos lo que realmente nos sostiene y para qué hemos elegido la profesión de teólogo, entonces es como la sal “que se desvirtúa” (Mt 5,13). Puede que todavía parezca sal, pero ya no sirve para su propio fin.

4. “Haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen“ (Mt 23,3)

Como teólogos, debemos tener siempre muy presente la crítica de Jesús a los teólogos de su tiempo. La tradición profética está llena de ello. Lo peor de la historia de la iglesia, incluso en el presente, es el antitestimonio de los que trabajan en el ministerio. Hay que esforzarse por la unidad de la fe y de la vida, porque nada es más convincente que la propia forma de vida: las palabras entran por el oído, pero las obras por los ojos, y el corazón es más receptivo a lo que se ve que a lo que se oye. Y no olviden las terribles palabras del Señor a los que se convierten en un escándalo para los pequeños: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar” (Mt 18,6).

5. “Y, saliendo afuera, lloró amargamente“ (Lc 22,62)

Como teólogos siempre siguen siendo también seres humanos, y como seres humanos caerán a menudo, porque todos somos falibles: incluso como renacidos “de agua y de Espíritu”, conservamos la naturaleza del hombre viejo con la tendencia a todo tipo de tentaciones, concupiscencia  y errores. La teología católica, que han aprendido en nuesra facultad, enseña que podemos caer, pero que siempre debemos levantarnos de nuevo y mirar hacia Dios. Incluso Pedro negó al Señor, hasta tres veces. Pero “salió afuera y lloró amargamente”… y se levantó.

6. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna“ (Jn 6,68)

En la sociedad actual, caracterizada por el pluralismo religioso y la libertad de elección, es más necesario que nunca saber quién es Jesús y qué significa su Evangelio. No tenemos por qué ser cristianos, también podemos ser musulmanes o budistas con toda libertad. Por eso, es importante que consideremos la respuesta de Pedro a la pregunta de Jesús a los discípulos: “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,67) como nuestra propia respuesta: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna“.

7. “Mujer, ¿por qué lloras?“ (Jn 20,13)

Una mujer, la Virgen María, fue la primera en recibir el mensaje de la encarnación de Dios; y otra mujer, María de Magdala, escuchó las primeras palabras del Resucitado: “Mujer, ¿por qué lloras?” A pesar de esta preferencia de Dios por las mujeres, éstas han sentido mucha desconfianza en la historia de la Iglesia. En el siglo XVI, las mujeres no podían estudiar teología ni leer la Biblia. Santa Teresa, que como María de Magdala había sentido la bondad de Jesús, le presentó su queja en la oración: “no aborrecistes, Señor de mi alma, cuando andávades por el  mundo, las mujeres , antes las favorecistes con mucha piedad y hallastes en ellas tanto amor y más fe que en los hombres”.

Hoy, las mujeres pueden estudiar teología y ejercer la profesión teológica; pero todavía tienen que luchar contra mucha desconfianza en una Iglesia que aún no ha sacado todas las consecuencias teológicas de la preferencia de Jesús por las mujeres. Deseo que las mujeres entre Ustedes no desesperen, no se amarguen, porque la Iglesia no está a su altura, sino que pongan su esperanza, como Teresa, en Jesús.

8. “Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer“ (Mc 8,2)

Misereor”, “tengo compasión”, son las palabras de Jesús cuando vio a la gente que le seguía y no tenía nada que comer. También tuvo compasión del ciego de Jericó (cf. Lc 18,38) y de muchos enfermos y sufrientes. Antes del Concilio, el cardenal Frings de Colonia utilizó la palabra “Misereor” para fundar la primera y mayor organización de ayuda de una Iglesia local. Este ejemplo sentó un precedente: más tarde se fundó “La acción de cuaresma” en Suiza y en otros países. “Un cristiano es aquel que muestra compasión y misericordia hacia todos”, decían los Padres de la Iglesia. El Concilio Vaticano II lo expresó así al comienzo de la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” (nº 1): “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo todo tipo, son también el gozo y la esperanza, el dolor y la angustia de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.” Como teólogos en el mundo de hoy, guíense por la compasión de Jesús y el Magisterio del Concilio.

9. “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación“ (Mc 16,15)

Pero no debemos olvidar que Jesús tenía una doble compasión por la gente. En otro pasaje del Evangelio de San Marcos tuvo “compasión” de la gente, “porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas (Mc 6,34). El anuncio del Evangelio como buena noticia del Dios que se hizo hombre, que es amigo del hombre (Tit 3,4), misericordioso (2 Cor 1,3), como “mensaje de libertad y fuerza de liberación” (Libertatis conscientia, n. 43) es en todo tiempo, también y especialmente en el nuestro, un acto de “compasión”.

Y ustedes, como teólogos, también deberían practicar esta compasión. Especialmente en nuestra época, en la que la forma eclesiástica post-tridentina con las parroquias por doquier, que constituían el centro de la vida social, está llegando a su fin, es esencial que pasemos de la pastoral de espera y de instalación en las estructuras eclesiásticas a la pastoral de salida. Como teólogos de hoy, ya no pueden limitarse al cómodo pastoreo del rebaño, a la pastoral de “sacramentalización y contabilidad”. Más bien, como el sembrador, hay que preparar el campo laboriosamente para la siembra y luego sembrar (Mc 4,3). Puede que sean otros, los que recojan los frutos, pero nosotros tenemos que hacer lo que debemos, y en estos tiempos difíciles ejercer la profesión de teólogo con honestidad.

10. “En verdad os digo, el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él“ (Lc 18,17)

Filósofos como Sören Kierkegaard o Paul Ricoeur hablan de una “segunda ingenuidad” que necesitamos hoy después de la Ilustración. Traducido teológicamente, esto significa que incluso después de estudiar teología, la fe de la infancia es necesaria. Para usar una imagen: Hace unos años comenzaron sus estudios en la Facultad de Teología de Friburgo, y hoy pueden coronarlos con el éxito que merecen. Cuando entraron en la Facultad, dejaron sus abrigos y sombreros, es decir, la fe infantil que les reconfortaba, en el guardarropa. Porque en la teología hay que enfrentarse a todas las preguntas y desafíos de la fe y buscar razones para nuestra esperanza (1 Petr 3,15): así que no debemos acostumbrarnos a tener demasiado calor, cuando hay tantas cuestiones in aclarar y hace tanto frío en el mundo.

Pues bien, si salen de la casa de la teología y se “olvidan” el sombrero y el abrigo en el guardarropa, entonces han estudiado una mala teología que ha secado las razones del corazón, “les raisons du coeur”, de las que hablaba Blas Pascal. No olviden el sombrero y el abrigo, la fe infantil, y traten de llegar a una segunda ingenuidad, a una fe que ha pasado por el fuego de la crítica pero que sigue calentando nuestro corazón. No desvelo demasiado si les digo que todavía, peinando canas, sigo rezando al ángel de la guarda, como me enseñó mi abuela, y que cuando canto la Salve Regina con la gente de mi pueblo, que no ha estudiado teología, siento la misma emoción interior de la infancia. La fe es también una cuestión del corazón, no sólo del entendimiento. No lo olviden en su trabajo.

Todo esto estaba en el discurso anónimo que encontré en los archivos de la Facultad de Teología. Como me gustó tanto, se lo he contado. Pueden decir que todos los decanos de la Facultad de Teología de Friburgo estarían dispuestos a firmar este discurso; pero para que no siga siendo anónimo en los archivos de la Facultad, lo firmaré con mi nombre. Espero que sus estudios en nuestra Facultad les hayan enriquecido académica, espiritual y humanamente. Y espero que podamos seguir contando con Ustedes: como antiguos alumnos, amigos de “nuestra” facultad y como embajadores de la misma. No duden en decir por ahí que el decálogo del buen teólogo se observa en la Facultad de Teología de Friburgo… y pasen de vez en cuando a visitar a sus antiguos profesores.

Fuente Religión Digital

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La múltiple influencia de Kierkegaard en la teología

Martes, 22 de marzo de 2022
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Fotografi efter blyantstegning udført ca. 1840 af N. C. KierkegaardBoceto inacabado de Søren Kierkegaard c. 1840 por su primo Niels Christian Kierkegaard.

Uno de mis filósofos de cabecera; os recomiendo la lectura de sus obras y la de la reciente biografía editada en español de las profesora de Filosofía Clare Carlisle El filósofo del corazón’ (Taurus), una nueva biografía sobre el danés que se adentra más en su vida personal y que abandona un tanto su imagen del hombre presa de la angustia y precursor del existencialismo para centrarse más en el carisma de este pensador que lo dejó todo por amor… a Dios y a la filosofía.

La intensa personalidad y la compleja obra de Kierkegaard ha sido ocasión de muchos despertares de autenticidad cristiana en grandes autores protestantes y católicos, y ha irradiado luz sobre una enorme cantidad de temas. 

Juan Luis Lorda·21 de diciembre de 2021·Tiempo de lectura: 7 minutos

Hay tres pensadores cristianos del XIX que fascinan a la teología del siglo XX: Newman, Dostoyevski y Kierkegaard. Curiosamente, llegan por cauces casi comunes a Alemania y Francia, y al conjunto del universo cristiano. Los tres tienen biografías, o partes de ellas, “dramáticas”. En Newman, su conversión. En Dostoyevski, su vida entera. En Kierkegaard (1813-1855), la segunda parte y sobre todo el final de su corta vida (1846-1855), cuando asume plenamente lo que considera su misión: hacer cristianos a los cristianos que no son cristianos.

Una vida dramática

Solo su (larga) estancia en la universidad tiene, en general, un tono despreocupado y juvenil, donde disfruta de la vida, de los amigos, de la cerveza y de la ópera (y de los cursos). Aunque siempre amenazado por la “melancolía” (depresión) y con la huella de una educación luterana seria y de la muerte de cinco hermanos.

El periodo de enamoramiento con Regina Olsen, bastante dramático también, da paso a la misión. Incluso el romper con ella es su forma de quemar las naves e iniciar su misión, en parte inspirado en Sócrates y en parte en Cristo. Como Sócrates, se siente llamado a interpelar con la ironía a sus conciudadanos daneses para que se den cuenta de que no son cristianos. Él se adelanta y quiere ser “cristiano” y trabajar por Cristo, y sabe que ese camino lleva a la cruz. Lo experimenta en las contradicciones y dificultades que padece hasta morir agotado física, psíquica y también económicamente.

Un conflicto de interpretaciones

Claro es que todo esto hace crecientemente intensa su vida y personalidad. Tenía mucha conciencia de ser “intenso”. Y esto, al mismo tiempo que nos admira, es una barrera para entenderlo, porque la mayoría no somos así. Además, lo puso difícil. Como parte del ejercicio de su ironía socrática (motivo de su tesis doctoral), escribió con distintos pseudónimos sus primeras obras. No es un mero juego, realmente quieren representar posiciones distintas, en las que él parece situarse perfectamente, pero la crítica no.

Su obra ha generado un “conflicto de las interpretaciones”. Atraídos por su oposición a Hegel, por su defensa a ultranza de la personalidad del “individuo” y por su concepto de “angustia” (existencial), se le considera inspirador del existencialismo de Heidegger y Sartre. Pero esto habría sorprendido y decepcionado a Kierkegaard. Porque, para Heidegger o Sartre, el existencialismo es asumir que no hay Dios y, por tanto, que hay que arreglárselas en la existencia sin esperar nada. Y para Kierkegaard es lo contrario: la verdadera realización de la existencia del individuo es cuando se pone delante de Dios, cuando supera el estadio estético (vivir buscando gustos) y el ético (intentar ser moral o decente por su cuenta) para reconocerse pecador y necesitado delante de Dios (estadio religioso). Así se encuentra a sí mismo (resuelve su angustia), así se hace individuo y así se hace cristiano.

Influencia en el personalismo 

En cambio, le habría emocionado saber que su defensa del individuo tuvo un efecto directo en los “filósofos del diálogo”. Para Ebner y después para Buber fue un revulsivo espiritual, una conversión intelectual y personal. Los dos lo reconocen explícitamente. Para Martin Buber fue también una gran inspiración de su pensamiento social, para oponerse a los totalitarismos fascista y comunista, que de alguna manera siguen a Hegel, donde el individuo pasa a ser solo una pieza o un momento de la construcción de la sociedad, que es el verdadero fin y sujeto de la política. Con Ebner, la influencia de Kierkegaard entra en el conjunto de fermentos personalistas que renuevan la moral católica y, con Buber, también en la antropología cristiana.

Por otra parte, sería injusto no reconocer aquí el papel que el converso e intelectual Theodor Haecker tuvo en la recepción de Kierkegaard en el ámbito de lengua alemana. Captó inmediatamente la fuerza de su mensaje, lo tradujo y lo introdujo. Por él, muchos pensadores de lengua alemana encontraron a Søren Kierkegaard. Y además, Haecker escribió notables ensayos sobre él, como La joroba de Kierkegaard.

La renovación del protestantismo 

Kierkegaard veía que los cristianos de Dinamarca estaban perfectamente acomodados y que se llamaban cristianos porque inscribían sus nombres en el registro civil, porque participaban esporádicamente en ceremonias y porque procuraban vivir con unos estándares de decencia pública. Todo era cristiano por inercia, pero sin ninguna tensión, sin ningún dramatismo, sin ninguna cruz. En otro tiempo aquella sociedad había sido transformada por el cristianismo, pero después todo iba al revés: El bienestar había transformado el cristianismo en una decoración inofensiva.

Precisamente esa crítica fue la que provocó el despertar de la conciencia de muchos teólogos protestantes, y especialmente de Karl Barth. La teología liberal protestante había hecho precisamente lo que Kierkegaard criticaba: limar todos los aspectos incómodos del cristianismo para que fuera aceptable a una sociedad acomodada, convertirlo en una vaga apertura a “lo divino” y en una inspiración de solidaridad (Schleiermacher) para personas que procuraban ser honrados ciudadanos.

Leyendo a Kierkegaard, Barth se dio cuenta de la disolución que esto entrañaba. No es la razón con la cultura de cada época la que debe juzgar la fe (porque la disuelve). Al contrario: es la fe, la revelación, la que va a juzgar a todas las épocas y todo lo humano, para convertirlos en cristianos. Es el famoso cambio de Barth entre la primera y la segunda edición de su comentario a la Carta a los Romanos. Aunque, más adelante, el Barth maduro no se sentiría tan cercano a Kierkegaard, en la medida en que aumentaba su conciencia eclesial. Kierkegaard, al final, resulta bastante individualista. Luego lo veremos.

El cristianismo de Kierkegaard

Entre la dificultad de interpretar a Kierkegaard y los tics intelectuales de las historias de la filosofía, se pueden encontrar presentaciones donde se omite que es cristiano o se menciona como un rasgo secundario, o incluso se le dibuja como un anticristiano, más o menos próximo a Nietzsche, por su crítica a la iglesia establecida.

Existe un pequeño libro de la editorial Aguilar (Mi punto de vista, 1988), con una traducción (probablemente del italiano) del poeta José Miguel Velloso. De paso hay que decir que la historia de las traducciones castellanas de Kierkegaard es “interminable”. Y es obligado mencionar a Unamuno, que quiso aprender danés para leerlo directamente y lo imitó todo lo que pudo. La traducción de Velloso (a pesar de su deuda italiana) tiene algunas ventajas: la primera, que se lee muy bien; la segunda, que reúne tres escritos claves de Kierkegaard donde declara cómo se siente cristiano y cómo entiende su misión. El más largo, Mi punto de vista, es de 1846 y fue editado póstumamente por su hermano (obispo de la iglesia de Dinamarca). Además, el breve texto Ese individuo, donde defiende que llegar a ser plenamente individuo es también llegar a ser cristiano. Después, muy breves también, Sobre mi labor como escritor (1849) y Mi posición como escritor religioso(1850). Estos escritos, firmados por él sin pseudónimo, no dejan lugar a dudas sobre la intensidad con la que Kierkegaard quería ser y dar testimonio cristiano. Son como su testamento intelectual.

Kierkegaard y Cristo 

Desde luego, Kierkegaard no es un cristiano convencional. Precisamente su misión era oponerse a convertir el cristianismo en una convención social. Había recibido una educación intensamente cristiana y piadosa de su padre, aunque a veces se exagera este punto. La guardó en el corazón toda la vida.

Lo más emocionante es que se puede observar una especie de identificación creciente con Cristo, sobre todo en su última época. En eso recuerda mucho a Dostoyevski. No solo admira la figura de Cristo y mueve su devoción, también se ve identificado con él cuando padece las incomprensiones a que le lleva su misión.

Consultando sobre esto a José García Martín, especialista español en Kierkegaard, me escribía: “Respecto a su adhesión a Cristo, he de decir que fue total y comprometida existencialmente a partir de su conversión espiritual, aunque sin llegar a un ‘martirio de sangre’, aunque sí que sacrificó su vida y fortuna. De hecho, la podemos considerar la figura más significativa y determinante en su vida y obra”.

Por cierto, que este autor tiene un notable ensayo sobre la recepción de Kierkegaard en América latina. Muchos artículos que se pueden encontrar online, y, entre ellos, una excelente Introducción a la lectura de Søren Kierkegaard.

Cornelio Fabro, los Diarios y la Ejercitación

Para acceder al alma de Kierkegaard están, ciertamente, esas obritas que hemos mencionado en Mi punto de vista. Y están sus Diarios. No disponemos en castellano más que de una selección.

En este terreno y en el de la interpretación general cristiana de Kierkegaard ha jugado un papel importantísimo el filósofo tomista Cornelio Fabro. Hizo una muy meritoria traducción italiana en muchos volúmenes, así como muchos estudios y una excelente introducción a los diarios, que ocupa un volumen entero de la edición italiana y da una panorámica clarividente de su vida y obra. Existe una interesante entrevista grabada, que se encuentra online. Fabro hizo también una edición italiana de su Ejercitación del cristianismo.

La ejercitación del cristianismo (1848) es una de las grandes obras cristianas de Kierkegaard. Fue publicada con el pseudónimo de Anticlímacus. Como hemos dicho, los pseudónimos en la obra de Kierkegaard suelen introducir cambios de perspectiva difíciles. Pero aquí usa el pseudónimo porque, por así decir, no se ve a la altura para hablar en nombre propio. En el prólogo aclara: “En este escrito […] la exigencia: ser cristiano, es forzada por el seudónimo hasta el más alto grado de idealidad […]. Ha de oírse la exigencia; y entiendo lo dicho como dicho solamente a mí mismo –que debería aprender no sólo a buscar amparo en la ‘gracia’, sino a confiarme en ella respecto del empleo que hago de la ‘gracia’”. Cito por el primer volumen de la meritoria traducción que hizo Guadarrama de varias de sus obras (1961).

Kierkegaard ecuménico 

Al observar estas menciones a la ‘gracia’, así como su crítica a la iglesia protestante establecida, algunos lo entendieron cercano al catolicismo.

La cuestión es compleja. Quizá sería mejor decir que Kierkegaard es un personaje “ecuménico”, no cuadra del todo con ninguno, aunque tiene un mensaje para todos, porque afecta a algunos aspectos auténticos y centrales del cristianismo: un apasionado amor a Cristo, una conciencia de la necesidad de Dios en el ser humano, y un anhelo de su salvación.

Kierkegaard no llegó a percibir la hermosura de la liturgia y su relación profunda con el ser de la Iglesia. Esa experiencia no pertenecía a su mundo. Él veía una iglesia establecida que se confundía con la sociedad tradicional danesa y cuyo centro más auténtico era la predicación.

Él se había preparado en la universidad para ser pastor; era la ilusión de su padre, y, en distintos momentos, lo deseó con fuerza y dio pasos. También le atrajo y ejerció de diversos modos la predicación, dejando un curioso y complejo legado de “sermones edificantes”. Pero pronto comprendió que su misión era mucho más solitaria y socrática cristiana. No era desde dentro del sistema, sino más bien desde fuera, desde donde él tenía que interpelar y morir por la causa.

Conclusión 

Una de las cosas que más sorprende en la inmensa bibliografía sobre Kierkegaard es la obra del filósofo americano Jon Stewart. Además, de varias monografías escritas por él, ha dirigido una amplísima serie de colaboraciones sobre la influencia de Kierkegaard en todos los aspectos del pensamiento, incluyendo la teología (3 volúmenes). Desde el punto de vista católico, hemos mencionado a Cornelio Fabro, y también se deben mencionar los clásicos ensayos de Régis Jolivet. En filosofía, Mariano Fazio tiene una Guía del pensamiento de Kierkegaard, que se puede consultar online, y la voz correspondiente en la enciclopedia online Philosohica. Y Sellés, un estudio sobre la antropología de Kierkegaard.

Por supuesto, hay muchísimo más. Kierkegaard es un autor que necesita introducciones para no perderse en los laberintos que él mismo montó y en los que han montado sus comentaristas. Sin olvidar nunca que Mi punto de vista, con sus ampliaciones, es realmente su punto de vista.

Fuente Omnes

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“El pueblo crucificado en Ignacio Ellacuría y Michael Novak”, por Adán Vaquerano

Miércoles, 28 de abril de 2021
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f5e969af3a004b68917a3a37cc2f05cd“Ignacio Ellacuría fue y sigue siendo un importante exponente de la Teología de la Liberación, que puso su capacidad intelectual y escribió desde la realidad latinoamericana, especialmente la salvadoreña, como un compromiso y servicio a la liberación de los pobres y oprimidos de este mundo, o sea del pueblo crucificado”

“Michael Novak por su parte representa a un hombre de cuya vida y obra intelectual se desprende un tipo de pensamiento impregnado de conceptos de corte neoliberal”

“Aunque no lo creamos y nos escandalice, cristianamente los sujetos de la historia son aquellos individuos que padecen activamente las consecuencias de la historia, en otras palabras, el pueblo crucificado, los eschatoi, los últimos”

“Es en la realidad histórica del pueblo crucificado; de los pobres y oprimidos de ayer, de hoy y de siempre, que se ha jugado, se juega y se seguirá jugando el problema de la salvación para todos”

“San Romero e Ignacio Ellacuría establecían una relación directa entre Jesús de Nazaret y el pueblo crucificado”

La línea sobre la cual se guía esta reflexión es la de presentar un esbozo que ayude a explicar y visualizar cómo la palabra de Dios, ilumina la historia de los oprimidos, marginados, colonizados, explotados, etcétera, de este mundo. Focalizando la atención en responder la pregunta siguiente: ¿quiénes son el siervo de Yahvé y el pueblo crucificado en Ignacio Ellacuría y Michael Novak?; cuestionamiento que como cristianos nos debe hacer preguntarnos sobre cuál de los dos planteamientos teológicos responde más fielmente a la pregunta. Porque dar respuesta al cuestionamiento antes señalado, desde un punto vista cristiano es fundamental, dado que nos pone en línea con los sujetos de la historia descritos en las sagradas Escrituras.

El artículo se ha trabajado en cinco secciones, a saber: El tema y su importancia; Acerca de Ignacio Ellacuría y Michael Novak; Sobre los sujetos de la historia; El pueblo crucificado como el siervo de Yahvé hoy y; Reflexión teológica-crítica sobre el pueblo crucificado.

El tema y su importancia

Para dar respuesta al cuestionamiento de quién o quiénes son realmente el siervo de Yahvé y el pueblo crucificado, en este ensayo se ha recurrido a dos trabajos que han tomado como punto de reflexión teológico el siervo de Yahvé: El pueblo crucificado. Ensayo de soteriología histórico” de Ignacio Ellacuría y “Hacia una Teología de la Corporación” de Michael Novak.

En la búsqueda de una respuesta cristianamente aceptable al cuestionamiento antes planteado, es importante tener presente que el planteamiento teológico que mejor responda a esa interrogante será aquel que esté más apegado a la palabra escrita de Dios contenida en la Biblia y a la realidad de los pobres. Por lo tanto, el que mejor ilumina la historia de los oprimidos y marginados de este mundo.

Además, el cuestionamiento anterior resulta ser clave puesto que la respuesta al mismo, nos conectará con aquella visión teológica que esté más en concordancia con el Evangelio y la realidad del pueblo crucificado. En consecuencia será ese el planteamiento y percepción teológica que es más afín con la verdad; o sea, con la palabra escrita de Dios y la realidad de los crucificados.

En definitiva, es la visión teológica que está en línea con la promesa de Dios, que indiscutiblemente ha sido el motor de la historia tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Promesa que siempre es seguida de un cumplimiento, y que cuando se cumple da origen a otra promesa que también deberá ser cumplida y así, hasta el fin de los tiempos. Sin olvidar que ese encadenamiento de acontecimientos: promesa–cumplimiento, es el que apunta a Dios; al Dios verdadero.

Acerca de Ignacio Ellacuría y Michael Novak

avatars-000142155627-kof9aw-t240x240Ignacio Ellacuría fue y sigue siendo un importante exponente de la Teología de la Liberación, que puso su capacidad intelectual y escribió desde la realidad latinoamericana, especialmente la salvadoreña, como un compromiso y servicio a la liberación de los pobres y oprimidos de este mundo, o sea del pueblo crucificado. Su espíritu inquieto lo llevó constantemente a la búsqueda de un saber y praxis teológica objetiva y rigurosa que lo acercaba cada vez más a la realidad. Realidad que para el caso latinoamericano, y por ende, salvadoreño y mundial está saturado de estructuras de pecado que se materializan en sendas estructuras de poder que oprimen y crucifican a los pobres de El Salvador, América Latina y el mundo.

Se trata de un hombre cuya vocación a la verdad se desprende rápidamente en toda su obra teológica. Obra en la cual fácilmente se puede encontrar un hilo conductor que da continuidad a la misión profética iniciada pos san Oscar Arnulfo Romero de anunciar y promover la realización del reino de Dios en la historia.

Ignacio Ellacuría, hombre con una gran fe cristiana. Fe que enriqueció y potenció toda su labor intelectual. Fe que también fue grandemente influenciada por la labor profética desarrollada por san Oscar Arnulfo Romero, quien como la voz del sufrido pueblo salvadoreño marcó su hacer y praxis teológica comprometida con la libertad, la justicia y la paz. Razón por la cual su vida e intelecto son una fiel expresión de un comprometido servicio para la liberación, como manifestación histórica de la Buena Noticia anunciada por el Evangelio, en el que la causa de los pobres y oprimidos, o sea del pueblo crucificado fue su prioridad.

En definitiva, en el hacer teológico de Ignacio Ellacuría se descubre un hombre comprometido con hacerse cargo de la realidad desde la dimensión cognoscitiva, de cargar con la realidad desde un ámbito ético y de encargarse de la realidad desde su carácter práxico.

índiceMichael Novak por su parte representa a un hombre de cuya vida y obra intelectual se desprende un tipo de pensamiento impregnado de conceptos de corte neoliberal. Sin embargo, se debe recalcar que en un inicio, su labor como pensador se centró en solicitar que la Iglesia después del concilio Vaticano II se abriese a los problemas del desarrollo económico de la humanidad, promoviendo soluciones prácticas y concretas. Pero después de un tiempo dio un giro radical de 360 grados hacia un pensamiento sólidamente fundamentado en la teoría neoliberal; en el sistema capitalista neoliberal.

Según su visión, el juego de las dimensiones sociales de la economía libre, la libertad y la creatividad, están firmemente arraigados en la tradición ética católica. Puesto que el capitalismo forma moralmente mejores personas que el socialismo o cualquier otro sistema social. Dado que el sistema capitalista enseña a las personas a mostrar iniciativa e imaginación, a trabajar cooperativamente en equipos, amar y cuidar la ley. Es más, es el único Sistema que obliga a las personas no solo a confiar en sí mismas y en sus propias cualidades morales, sino también a reconocer esas cualidades morales en los demás y a cooperar con los demás libremente.

Michael Novak, es un fiel defensor de la idea que el sistema capitalista o el capitalismo democrático es la mejor opción para superar la pobreza en el mundo, pues en su ADN se encuentran las claves para aliviarla, así como para fomentar el crecimiento moral y cultural.

Definitivamente se trata de la primera persona que ha desarrollado un intento serio por construir una teología del capitalismo. Construcción teológica que busca señalar teológicamente las verdaderas bondades morales-culturales presentes en el sistema capitalista o capitalismo democrático, así como en sus principales instrumentos de expansión: las corporaciones o empresas.

 Sobre los sujetos de la historia

Una realidad que aquí se debe tener presente es que para afirmar que realmente se camina con el Espíritu, hay que liberarse de las tiranías autoritarias y legalistas, así como de la esclavitud de los superegos, situación que para muchos resulta un tanto escandalosa. Porque para hacer realidad el camino hacia la verdad y la justicia, es fundamental aquella iluminación del camino que viene dada en gran medida a través de los consejos y guías que nos ha proporcionado Dios a través de otras personas.

En tal sentido, en la búsqueda de una respuesta apropiada al cuestionamiento que nos atañe, una primera ruta debe ser el estudio o análisis de la realidad pasada, presente y futura de la humanidad en su totalidad. Al respecto, se debe apuntar que basta con echarle un vistazo rápido pero profundo a la historia, para caer en la cuenta que el sujeto de la historia no es Dios, dado que si así fuera, los seres humanos nos volveríamos unas marionetas en sus manos; o sea, unos seres sin libertad. Pero tampoco los sujetos de la historia son aquellas grandes figuras o personalidades que se presentan con tremendas autobiografías, es decir, los grandes líderes y hasta quizá aquellos que se nos presentan como los grandes héroes de la historia.

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En consecuencia, si no es Dios y tampoco son los grandes líderes de este mundo los sujetos de la historia, entonces ¿quiénes lo son?

Aunque no lo creamos y nos escandalice, cristianamente los sujetos de la historia son aquellos individuos que padecen activamente las consecuencias de la historia, en otras palabras, el pueblo crucificado, los eschatoi1, los últimos. Se trata por lo tanto de los pobres, los marginados, las víctimas, o sea, el conjunto de hombres y mujeres que en el Antiguo Testamento son llamados los anawim.

Porque al volverse las víctimas por excelencia del sistema de injusticias que impera en el contexto que envuelve a la historia, al dar el todo por el todo hasta las últimas consecuencias, se vuelven los mártires de la historia, y por lo tanto, los sujetos de la misma.

Solamente entendiéndolos así, podemos dimensionar lo que significa que cuando evitamos ver la realidad por la que pasa el pueblo crucificado, estamos evitando ver a los pobres, los marginados, las víctimas. En definitiva, a todo este conjunto de hombres y mujeres que representan vivamente a los anawim. O sea los responsables de decir la última palabra, de ser la voz de los sin voz y que hoy en día representan a las masificadas cruces de la historia, con lo cual nuestra sabiduría se convierte en un absurdo.

 En tal sentido, solamente caeremos en la cuenta de que la vida es bella y rica cuando nos hace querer creer en Dios, y por tanto, nos dejamos guiar por el buen Espíritu de Dios en este caminar hacia los últimos días. Es aquí donde el lúcido planteamiento teológico de Ignacio Ellacuría nos recuerda que la resurrección de Jesús de Nazaret en el Cristo no se debe ver como algo ahistórico, sino que debe verse en el contexto de las palabras del apóstol Pablo, que anuncian persecución para quienes continuarán la obra y misión de Jesús de Nazaret [cfr. ET II 143-144].

Porque en definitiva la pasión de Cristo todavía está en proceso a través de aquellos que continúan su obra, que para el caso ha sido, es y será el pueblo crucificado. Con lo cual debe quedar claro que el hecho que día a día nazcan y desaparezcan empresas o corporaciones, no tiene nada que ver con la continuación de la obra y misión de Jesús de Nazaret, tal como lo plantea la Teología del Capitalismo de Novak2. Aun cuando algunas de esas empresas o corporaciones promuevan una gran labor social.

El pueblo crucificado como el siervo de Yahvé hoy

bajarcruzpobresEl pueblo crucificado es el pueblo que ha sido, es y seguirá siendo crucificado por causa de lo que ocurre día tras día en el mundo. Se trata de un pueblo que se caracteriza por tener impregnado en su ADN la existencia y experiencia del pecado. Un pecado que se apodera del corazón del hombre, es decir, de todo su ser. Se trata de un pecado histórico que reina sobre el mundo de manera colectiva y que es el mismo tipo de pecado que le dio muerte a Jesús de Nazaret. Se trata, por lo tanto, del pecado teologal y colectivo que mató a Jesús de Nazaret por nuestros pecados y que sigue haciendo reinar la muerte sobre el mundo [cfr. ET II 148].

Esa situación nos recuerda la profecía según la cual Jesús de Nazaret, tras su muerte, celebrará de nuevo la pascua y organizará un banquete en el reino de Dios. Reino que llegará necesariamente, dado que con la muerte de Jesús de Nazaret no se impidió la salvación futura de todos nosotros. Con lo cual queda claro que él no fue presa definitiva de la muerte. Percepción teológica ellacuriana que deja bien claro que el pueblo crucificado; es decir, los pobres y oprimidos que aparecen como los condenados de este mundo, son más bien los salvadores y liberadores del mismo [cfr. ET II 143].

 En consecuencia, un planteamiento teológico que no vea a la muerte de Jesús de Nazaret y la crucifixión del pueblo como hechos y resultados de acciones históricas debe ser considerada como una percepción teológica no congruente con el Evangelio. Dado que el mensaje contenido en las sagradas Escrituras es el punto medular y necesario que nos permite entender y caer en la cuenta de que en la realidad el que salva es el pueblo crucificado, pero comprendido desde un punto de vista histórico y no natural [cfr. ET II 147].

Realidad que en el hacer teológico de Ellacuría, está clara al plantear que la muerte de Jesús de Nazaret no se debe de entender como un discurso con el hilo lógico siguiente: pecado–ofensa–víctima–expiación, dado que su muerte no se explica a partir de consideraciones expiatorias y sacrificiales, sino más bien por la vida histórica que llevó. Vida de hechos y de palabras que incomodó a las estructuras responsables de promover el pecado colectivo–teologal. Pues él vio antes el valor salvífico de su persona, más en su vida que en su muerte. Porque es su vida la que le dio sentido a su muerte. Razón por la cual su muerte no debe ser vista como un sacrificio, pues fue con su vida que nos dio la salvación [cfr. ET II 149-153].

En tal sentido, la realidad de hoy en día al igual que en el pasado nos indica que es realmente la vida y muerte del pueblo crucificado la fuente de salvación, porque dicha vida y muerte les ha llevado a las mismas consecuencias que le llevaron la vida y muerte de Jesús de Nazaret. Porque efectivamente se trata de una vida y muerte que continúa aquí en la tierra y no solamente en los cielos. Situación que requiere de un tipo especial de espiritualidad de parte de la comunidad de Jesús de Nazaret, para que le siga dando continuidad histórica, a lo que él realizó y cómo él lo realizó [cfr. ET II 149-152].

Con lo cual, otra vez debemos caer en la cuenta de que resulta imposible el negar que la opresión de la gran mayoría de la humanidad representada por el pueblo crucificado tenga su origen en una necesidad material histórica que obliga a que muchos sufran para que unos pocos gocen; de que muchos sean desposeídos para que unos pocos posean. Porque, en efecto, se trata de una realidad material ante la cual no se puede negar la presencia masiva del pecado y de la muerte en la historia del hombre, pero de igual forma, tampoco se puede negar la presencia del bien y la gracia. Porque solamente ante la presencia del bien y la gracia, se puede entender el triunfo de la vida sobre la muerte. Triunfo preanunciado con la resurrección de Jesús de Nazaret, pero que debe ser ganado, siguiendo sus propios pasos [cfr. ET II 174].

 En definitiva, es en la realidad histórica del pueblo crucificado; de los pobres y oprimidos de ayer, de hoy y de siempre, que se ha jugado, se juega y se seguirá jugando el problema de la salvación para todos. Razón por la cual no debería resultar insostenible y mucho menos increíble el verlos como los sujetos responsables de la evangelización y salvación de la humanidad. Es decir, como un concepto escatológico, pues ellos tuvieron una presencia importante tanto en la predicación de los profetas como en la evangelización de Jesús de Nazaret, así como en los mejores tiempos de la Iglesia [cfr. ET II 171-173].

3ec6b39d07987d8743bf833b1afa0e6dAdemás, las enseñanzas bíblicas nos indican claramente que es en el pueblo crucificado donde se hace presente Dios, porque desde ellos es desde donde mejor se puede saber quién es Dios. Es decir, el Dios que recorre conjuntamente con el hombre el camino de la creación–encarnación y el camino de la muerte–resurrección, o sea, el Dios que con Jesús de Nazaret hace de los pobres y oprimidos su causa y misión, y por ende, la salvación [cfr. ET II 177].

Cabe afirmar también que es en ese sentimiento de incredulidad en donde se encuentra el problema fundamental de identificar al pueblo crucificado y a la pobreza como un concepto escatológico, con un carácter soteriológico. Sin embargo, si real, verdadera y cristianamente se mira a Jesús de Nazaret, entonces en él sí se descubre o encuentra la clave para revelar el carácter escatológico-soteriológico del pueblo crucificado y la pobreza, en el sentido que tanto el Jesús de Nazaret histórico como el pueblo históricamente pobre y oprimido terminan en la cruz, abatidos por la persecución. En consecuencia, tanto Jesús de Nazaret como el pueblo crucificado son los que traen la salvación real a este mundo. Y no las empresas o corporaciones que en un afán de lucha competitiva en el mercado mueren o se declaran en banca rota [cfr. ET II 184-185].

Aquí otra vez resuenan fuertemente aquellas palabras de Ellacuría que plantean que a Dios Padre le salieron muchos hijos pobres y oprimidos. Incluyendo entre ellos a Jesús de Nazaret. Realidad que abre el espacio para que muchos argumenten que la existencia del pueblo crucificado es el reflejo del fracaso de Dios [cfr. ET II 179].

Pero como verdaderos cristianos, les debemos recordar que el reflejo del triunfo de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo, está en el pueblo crucificado, dado que desde ellos es que se puede ver y encontrar a Dios. Porque solamente desde ellos se puede descubrir el Dios trinitario cristiano [cfr. ET II 179].

 De igual forma, se les debe recordar que es la existencia masiva de pobres en el mundo, la que sitúa en su justa proporción el “ya” pero “todavía no”. Creándose así una tensión real que implica un compromiso que hace sentir al pueblo crucificado realmente bienaventurado, al abrirle esperanza y volverlo digno en su lucha por liberarse de la opresión y la miseria [cfr. ET II 179].

En tal sentido, se debe concluir que si Cristo cumplió la redención en pobreza y persecución, dimensiones que en él y en el pueblo crucificado están estrechamente ligadas, entonces, la pobreza y la persecución llevan adelante la salvación, y es en ese sentido, que se debe hablar de un pueblo crucificado. Es decir, de un siervo de Yahvé colectivo e histórico, que carga con la mayor parte de los dolores del mundo, que apenas tiene figura humana, y que sin embargo, está llamado a implantar el derecho y la justicia, y así alcanzar la salvación para los hombres [cfr. ET II 185].

En definitiva, es la cruz histórica del pueblo crucificado la que interpela a sus verdugos y les demanda su conversión personal e histórica, para así liberar de la opresión y pobreza a la gran mayoría de la humanidad. Porque de lo que se trata es de evangelizar a los pobres y oprimidos, o sea al pueblo crucificado, para que desde su pobreza material alcance la conciencia y el espíritu necesario para salir de su indigencia y opresión, y así, terminar con las estructuras opresoras. Dado que solamente de esa forma se estaría dando vida al verdadero pueblo de Dios, donde el compartir prime sobre el acumular y donde siempre haya tiempo para escuchar y gozar la voz de Dios. Verdad que resulta insostenible en el ser y práctica cotidiana de las corporaciones o empresas alrededor del mundo [cfr. ET II 185-186].

Reflexión teológica-crítica sobre el pueblo crucificado

Toda reflexión teológica sobre la realidad humana debe tener como punto de inicio o principio fundamental el proceso salvífico de la humanidad. Proceso que abarca a todo el hombre y a toda la historia humana. En tal sentido, se hace necesario hoy en día el reflexionar teológica y cristianamente sobre este tema, centrándose en el hecho que la existencia de pobres y oprimidos como pueblo crucificado de Dios se convierte en un signo inequívoco con el cual Dios se nos manifiesta en la historia. Con lo cual, el propósito de este tipo de reflexiones teológicas y cristianas centrado en la opción por los pobres y oprimidos, es decir, por el pueblo crucificado adquiere un carácter soteriológico histórico, dado que él es el continuador de la obra salvífica de Dios a través de Jesús de Nazaret [cfr. ET II 190].

 En tal sentido, como cristianos debemos ser conscientes de que dependiendo de la corriente teológica, la interpelación a los verdugos puede encontrar opiniones diferentes. Así por ejemplo, para los defensores de la Teología del Capitalismo, que se guían por el enfoque de la teoría de la competitividad; es decir, aquella que sugiere que si alguien trabaja duro y gana, su recompensa debe aumentar significativamente. Con lo cual el ganar, acumular y reinvertir los recursos obtenidos a través de la actividad empresarial se ve como una lucha natural y normal, donde el más fuerte gana, sin importar las consecuencias o efectos que ello conlleve para las personas en su totalidad; es decir, la sociedad en general 3.

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Hans Küng, el primer teólogo del Vaticano II sancionado por Juan Pablo II, muere en Tubinga a los 93 años

Miércoles, 7 de abril de 2021
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Wojtyla y Ratzinger lo condenaron por cuestionar la infalibilidad papal

Falleció “en paz en su casa de Tubinga”, dijo una portavoz de la Fundación Weltethos sobre el teólogo, considerado uno de los mayores divulgadores de los temas católicos en el mundo con una obra traducida a más de 20 idiomas

Juan XXIII le nombró consejero oficial del Concilio Vaticano II y Küng actuó como experto y asesor de los obispos de su país entre 1962 y 1965

Küng se convirtió en el primer sancionado del pontificado de Juan Pablo II. En 1980 dejó de pertenecer a la Facultad de Teología de la Universidad de Tubinga, pero conservó, por un estatus especial, su cátedra de Teología Ecuménica y Dogmática, así como la dirección del Instituto de Investigación Ecuménica.

Hans Küng, 91 años en camino: “Libertad conquistada”, por Juan José Tamayo

† Hans Küng (1928-2021). Itinerario teológico fecundo

Castillo: “Hans Küng ha sido uno de los creyentes y pensadores más determinantes que ha tenido la Iglesia desde el Vaticano II”

Hans Küng, teólogo crítico y pensador universal, por Erwin Koller*

Andrés Torres Queiruga: “Muerto Hans Küng, su teología sigue viva y pide futuro”

Manuel Fraijó: “Los dos últimos Papas, Benedicto XVI y Francisco, han dejado marchar a Hans Küng como ‘teólogo no católico'”

Félix Gmür: “Hans Küng era un amante de la Iglesia, incluso del Papa”

El Papa bendijo a Hans Küng antes de morir: “Se sintió en paz con la Iglesia y con Francisco”

| RD/EFe

El teólogo católico suizo Hans Küng, conocido por haber negado la infalibilidad del papa, lo que le causó la suspensión del Vaticano en 1979, murió este martes en Tubinga (suroeste) a los 93 años, informó su fundación.

Küng falleció “en paz en su casa de Tubinga”, dijo una portavoz de la Fundación Weltethos sobre el teólogo, considerado uno de los mayores divulgadores de los temas católicos en el mundo con una obra traducida a más de 20 idiomas.

Nacido en Sursee, Lucerna, Suiza el 19 de marzo de 1928, Küng se licenció en 1953 en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma, se ordenó sacerdote en 1954 y fue destinado a la diócesis de Basilea. Amplió estudios y obtuvo el doctorado en Teología con la tesis “La justificación en Karl Barth”

Consejero oficial de Vaticano II

El papa Juan XXIII le nombró consejero oficial del Concilio Vaticano II y Küng actuó como experto y asesor de los obispos de su país entre 1962 y 1965.

Publicó entre sus primeras obras “El concilio y la unidad de la Iglesia”, “Las estructuras de la Iglesia”, de 1964 y “La libertad hoy”, de 1966.

Fue en 1967 cuando publicó “La Iglesia”, una de sus obras polémicas en la que se pronunciaba sobre la supresión del “imprimatur” o censura previa de los libros teológicos y la abolición del celibato y a la que en 1976 siguió “¿Infalible?: una pregunta”, en la que se manifestaba contra el dogma de la infalibilidad pontificia.

Por esta obras, la Congregación para la Doctrina de la Fe, antiguo Santo Oficio, abrió un sumario en 1967 y otro en 1971.

El 21 de febrero de 1975 el Vaticano realizó una declaración mediante la cual no se dictaban sanciones disciplinarias contra el teólogo pero se le amonestaba a que no siguiera enseñando tesis “que se oponen a la doctrina de la iglesia católica”, pero se negó a retractarse.

“Ya no puede ser considerado un teólogo católico”

En 1979 la Congregación para la Doctrina de la Fe le sancionaba con la retirada de la autorización eclesiástica para ejercer la enseñanza y precisaba: “ya no puede ser considerado un teólogo católico”.

Küng se convirtió en el primer sancionado del pontificado de Juan Pablo II. En 1980 dejó de pertenecer a la Facultad de Teología de la Universidad de Tubinga, pero conservó, por un estatus especial, su cátedra de Teología Ecuménica y Dogmática, así como la dirección del Instituto de Investigación Ecuménica.

Desde 1995 presidía la Fundación Ética Mundial “Weltethos” (Ethos universal), que él creó y a través de la que se encargó de estudiar y fomentar el diálogo entre religiones.

Pese a que en 2003 los líderes políticos y religiosos alemanes destacaron los méritos de Küng y solicitaron a la Iglesia católica su rehabilitación, en 1997 el cardenal Ratzinger, entonces precepto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, y que después llegaría al Papado como Benedicto XVI, descartó la posibilidad de la rehabilitación del teólogo suizo.

Fue amigo personal en el pasado del ahora papa emérito y compañero suyo en la Universidad de Tubinga. Benedicto XVI recibió al teólogo Küng en Castelgandolfo, la que fue residencia de verano de los papas, en septiembre de 2005, en una entrevista que el teólogo calificó de “esperanzadora“.

Francisco, “una primavera católica”

Sobre el papa Francisco, Küng confió en una entrevista concedida en 2013 al semanario alemán “Der Spiegel” que confiaba en que pondría fin al celibato entre los sacerdotes católicos, al tiempo que criticó el proceso de beatificación de Karol Wojtyla.

 Aseguró que con Jorge Bergoglio al Vaticano llegó una “primavera católica” a la Iglesia, tanto en la forma como en los contenidos, y dijo que ello supuso una “ruptura” con lo que “representó” Benedicto XVI.

Ese mismo año Küng dijo que se planteaba recurrir al suicidio asistido para poner fin a su vida, ante la progresión que sufría de la enfermedad de Parkinson.

No quiero seguir viviendo como una sombra de mí mismo”, escribió en el tercer y último volumen de sus memorias.

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La Iglesia alemana reivindica el “compromiso teológico con el Evangelio” de Hans Küng

Pontificia Academia por la Vida: “Sus ideas y análisis siempre deben hacernos reflexionar sobre la Iglesia, las Iglesias, la sociedad, la cultura”

Somos Iglesia’ lo reconoce como uno de los padres de la Iglesia participativa y horizontal

El Instituto de Ética Global, fundado por Küng, se compromete a “continuar con sus valores de responsabilidad y diálogo con todos”

La Universidad de Tubinga reconoce su “compromiso mundialmente reconocido con la reforma de la iglesia y el diálogo entre religiones”

Somos Iglesia’ subrayó “la perseverancia vital de Küng por renovar la Iglesia católica romana, y su compromiso con el ecumenismo y el diálogo de las religiones de mundo”

Jesús Bastante

Los obispos alemanes lamentaron la pérdida de Hans Küng, un “investigador reconocido y controvertido”, cuya mayor preocupación fue “hacer comprensible el mensaje del Evangelio y darle un lugar en la vida de los fieles”, tal y como señaló en una declaración pública el presidente del Episcopado, Georg Bätzing.

El líder de la Iglesia germana agradeció al teólogo suizo su compromiso por “vivir el ecumenismo” y trabajar por el diálogo interreligioso, que se visibilizó en el Instituto por la Ética Global,encargado de anunciar su muerte, a los 93 años, y asegurar que su compromiso “con los valores, la responsabilidad global y el diálogo” continuarán tras su muerte.

Bätzing, aunque admitió que “hubo tensiones y conflictos entre el teólogo y la Iglesia oficial”, quiso agradecer a Küng “sus muchos años de trabajo y su compromiso como teólogo católico en la mediación del Evangelio”. Una reivindicación que, todavía, no ha llegado de la Santa Sede que hace cuarenta años condenaba a uno de los mayores teólogos del siglo XX, aunque la Pontificia Academia por la Vida sí ha reconocido que “sus ideas y análisis siempre deben hacernos reflexionar sobre la Iglesia, las Iglesias, la sociedad, la cultura”.

Por su puarte, la Universidad de Tubinga, donde durante tantos años ejerciera de profesor, también quiso rendir homenaje al teólogo, quien siguió enseñando desde el Instituto Ecuménico. Para el centro, con la marcha de Küng se pierde “un investigador productivo, un erudito extremadamente creativo y un teólogo excelente”, tal y como afirmó su rector, Bernd Engler. “Con el Instituto de Investigación Ecuménica y el Instituto de Ética Global de nuestra universidad, Küng ha creado instituciones de importancia duradera y, por lo tanto, ha moldeado profundamente la universidad. Con su compromiso mundialmente reconocido con la reforma de la iglesia y el diálogo entre religiones, ha hecho una contribución significativa”, añadió.

Finalmente, desde ‘Somos Iglesia’ se subrayó “la perseverancia vital de Küng por renovar la Iglesia católica romana, y su compromiso con el ecumenismo y el diálogo de las religiones de mundo”. En opinión de este movimiento, Küng fue uno de sus ‘padres espirituales’.

Fuente Agencias/Religión Digital

 

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† Uta Ranke-Heinemann (1927-2021). Teóloga, con R. Bultmann y H. Schlier

Lunes, 29 de marzo de 2021
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Del blog de Xabier Pikaza:

Uta Ranke-Heinemann,primera profesora de Teología en una Universidad de la Iglesia Católica. Había nacido en Essen (Alemania), donde acaba de morir el pasado 25 de este mes de marzo.

(La nota de la foto del periódico alemán que anuncia su muerte dice: Papas y papisas deberían alternarse. A los 2000 años en que el Papado ha estado en manos de varones deberían seguir otros 2000 en que los papas fueran papisas).

9F755BB3-EE49-4FE3-B84C-025214C7538AUta era hija de Gustav Heinemann, de una familia alemana muy significativa, dirigente de la Iglesia luterana, y  presidente de Alemania Occidental (1969 a 1974).

Su madre Hilda  pidió a Rudolf Bultmann(del que había sido alumna) que acogiera por un tipo a su hija Uta, en los últimos años de la guerra  (1939-1945) pues ellos (los Heinemann) habían perdido casa y bienes en un bombardeo y no podían ofrecer seguridad a su hija adolescente.

 R. Bultmann (el teólogo más famoso de Alemania en aquel tiempo) y su esposa acogieron a Uta como hija,y ella aprendió la mas radical teología protestantes, para así vivir con hondura personal (existencial y social) el evangelio. Pocos teólogos cristianos han tenido la fortuna de estudiar y asumir vivir como la hondura personal liberadora de la Palabra de Dios, desde la raíz del cristianismo.

   Acabado la guerra, Uta estudió teología protestante en Bonn, Oxford y Montpellier, y fue alumna preferida de Heinrich Schlier (otro inmenso teólogo, amigo de Bultmann, que se convirtió por entonces al catolicismo, queriendo unir así la libertad existencial y la tradición más amplia de la Iglesia).

4579B4C1-FB2D-4E4F-8A13-8281BC0BEB43Quizá por influjo de H. Schlier (quien dirigió de hecho mi tesis doctoral sobre Bultmann) y buscando una Iglesia que fuera más consecuente (a su juicio) con el primer cristianismo, Uta se “convirtió” al catolicismo, y fue, incluso, por un tiempo, compañera de Joseph Ratzinger.

Se doctoró en teología, siendo la primera mujer que regentó una Cátedra de Nuevo Testamento e Historia de la Iglesia Antigua en una Universidad Alemana (en Essen). Pero el año 1987 fue privada de la cátedra, dentro de la Facultad de Teología Católica, por cuestionar la virginidad “biológica” de María, la madre de Jesús.

No dejó por eso la Iglesia Católica, sino que ha seguido siendo hasta el fin cristiana y católica,”bultmanniana” mujer de Iglesia,   muy influyente en la iglesia alemana por su opción a favor del pacifismo y de la libertad integral en la Iglesia.

C71A5B8B-92DD-4851-BC25-48B38163B836Sus obras (Eunucos por el Reino y No y amén. Invitación a la duda) han influido mucho en la visión cristiana de la mujer y de la relación con la modernidad.

En toda su obra, Uta puso de relieve el espíritu más “católico” (en el sentido de Universal) de Bultmann, con su forma de entender la secularización, la desmitologización y la apertura a un tipo de modernidad existencial.

Pude estudiar su obra cuando preparaba mi tesis sobre Bultmann, publicada de nuevo, como ensayo teológico en Ediciones Clíe.

Descanse en paz, Uta.

cf. .https://es.wikipedia.org/…/Eunucos_por_el_reino_de_los…

 

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Luis Lorenzo: “El pensamiento de Metz sigue vivo, vigente, actual y necesario”

Martes, 19 de enero de 2021
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8209En el primer aniversario de la muerte de J. B. Metz, el teólogo de la compasión

J.B. Metz muestra la mirada y el rostro de los que sufren. Pasión por la justicia en un mundo de tantas injusticas. No fue una tarea fácil para él, ni sigue siéndolo en nuestros días

Metz nos enseña que la fe es un don, un optimismo existencial primario, un acto de resistencia contra toda desesperanza, un grito desde la profundidad de esta pandemia. Una fe con sensibilidad solidaria

Tras un año de su fallecimiento, nos deja en herencia una teología, que puede dar respuesta “horizontal” a la situación cultural en esta nueva realidad tras la pandemia

Metz, Auerbach, Alto Palatinado, Alemania, 5 de agosto de 1928-Múnich, Baviera, 2 de diciembre de 2019

Cuando está en juego la dignidad y la fe del ser humano que sufre, el destino esperanzador del cristiano y la integridad de la cultura en la historia, todo esfuerzo que se haga (en ese ser para los demás), tiene su peso a pesar de la dificultad. Los comienzos del cristianismo, tampoco fueron fáciles, como se refleja en la Epístola a Diogneto. Texto emblemático de cómo era la presencia en aquella comunidad, donde los cristianos eran una minoría, pero una minoría con conciencia de hacer una aportación a la sociedad. Metz también hizo la suya, en clave teológico-política.

 En nuestros días, hay: muerte (la “pandemia” de los muertos en el Mediterráneo), genocidios, contaminación, persecución, mal , incomprensión, pérdida de esperanza (ni siquiera se habla de realidad, sino de nueva realidad)…etc.

Eso hace, que la teología no exista en abstracto, sino que de forma activa, responsable y consciente, abrace todas esas oscuridades, y no pueda callar.

J.B. Metz muestra la mirada y el rostro de los que sufren. Pasión por la justicia en un mundo de tantas injusticas. No fue una tarea fácil para él, ni sigue siéndolo en nuestros días.

Con Teología de ojos abiertos, también hoy, debemos mostrar una mirada realista y esperanzada al entorno, de sentir, abordar y tocar las necesidades del prójimo. En el centro el amor a Dios y a los hermanos que sufren las pérdidas de sus seres queridos, prácticamente en soledad y que serán golpeados duramente por otra crisis económica.

 El mismo Papa Francisco nos exhorta a actuar, a ser actores en el mundo y a comprometerse en la sociedad para intentar cambiar la realidad y transformarla profundamente. Empatía con las víctimas reales y que en algunos casos en este tiempo de pandemia, han sido auténticos mártires entregando su vida. Quizás ahora podamos entender mejor las palabras de Martin Buber. “cada uno de nosotros hemos sido un nosotros antes de ser un yo.”

Metz nos enseña que la fe es un don, un optimismo existencial primario, un acto de resistencia contra toda desesperanza, un grito desde la profundidad de esta pandemia. Una fe con sensibilidad solidaria.

Nuestro-enfoque-determina-nuestro-equilibrio-incluso-cuando-nuestros-ojos-estanDe hecho, el sufrimiento, no lo contempla desde fuera, separado del universo como el Primer Motor aristotélico, sino desde dentro, soportando en su carne toda clase de escarnios y agravios. Pascal, que lo entendió perfectamente, afirmó que Jesús estará en la Cruz hasta el final de los tiempos.

Dios no consintió la infamia de Auschwitz, sino que la soportó como una víctima más. Su presencia hoy Divina-humana en los crematorios y cementerios de nuestro País, no es un hecho empírico, sino la garantía de que la injusticia en nuestros días, no es lo último y definitivo.

La Cruz preserva el rostro de las víctimas, clamando por un mañana. No es un canto al dolor, sino una promesa de reparación y una exigencia ética que concierne indistintamente a todos los hombres, convocados a mantener viva la memoria de los inmolados por el odio, el fanatismo y la indiferencia.

Su pensamiento, sigue vivo, vigente, actual y necesario. Tras un año de su fallecimiento, nos deja en herencia una teología, que puede dar respuesta “horizontal” a la situación cultural en esta nueva realidad tras la pandemia. Volvamos, a poner a Dios, como luz en el sufrimiento del hombre de hoy, con una memoria hermenéutica y comprometida (la cooperación en este tiempo de Covid 19 ha sido clave).

El Dios de la compasión y la misericordia, sigue abrazando la historia pobre del hombre en la interpretación de la vida. El Reino de Dios, como proyecto, tiene que seguir siendo el centro. Este mundo sufriente y golpeado por la pandemia mundial, es templo de Dios. Dios nos habla a través de las personas, las cosas y los acontecimientos que hay en ellos. Tengamos una actitud misionera, escuchando su clamor y actuando proféticamente en un horizonte escatológico de humanización universal.

Fuente Religión Digital

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“¿Qué teología y para qué? “, por José Arregi

Viernes, 3 de julio de 2020
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Teologia_2243185679_14717767_660x371Leído en su blog:

Un balance y una nueva etapa

Tras haber dedicado 40 años a estudiar y enseñar teología, tengo muchas menos certezas y creo en mi saber mucho menos que cuando empecé. He desaprendido todo lo que creía, todo menos lo esencial, así lo creo

Durante los últimos 13 años, a petición del Grupo NOTICIAS, he trababajo en esta columna, semanal primero, quincenal después

Ha sido un placer y un privilegio, y me siento profundamente agradecido a los Diarios y a las lectoras y lectores. Pero hay un tiempo de empezar y un tiempo de acabar

A los 24 años, en plena ebullición espiritual e intelectual y en medio de todas mis dudas, en aquel Arantzazu de 1976, tuve una firme certeza interior: quería estudiar y enseñar teología. No sabría distinguir con claridad lo que aquella decisión tenía de verdadera fidelidad a lo más hondo de mí o de huida de mis propios miedos y sombras. Sea como fuere, entonces creía saber mucho más que hoy sobre Dios, Jesús, la Iglesia, el pecado y la salvación, la muerte y el más allá, sobre el Credo entero.

Se me había dado una verdad que enseñar, la respuesta última de todas las preguntas sobre lo divino y lo humano, y eso deseaba ofrecer a la nueva sociedad urbana, moderna, secular de aquel tiempo. Las “dudas de fe” me asaltaban a menudo, pero a mis 18 años alguien me descubrió –¡qué liberación aquella noche en Olite!– que tal era la condición del creyente, inherente a la fragilidad humana, que bastaba decir como el hombre del evangelio, padre sufriente de un niño enfermo: “Creo, pero ayúdame a creer más”.

Me liberé de la angustia de la duda, pero no del conceptode fe. Todavía seguí pensando que la fe conllevaba la profesión de unas creencias, por extrañas que pudieran parecer. Eran los años del Postconcilio y se nos planteaba el reto de ser creyentes modernos, de profesar una fe compatiblecon la razón, aunque a menudo hubiera que hacer encaje de bolillos para hacer “creíbles” dogmas como la concepción virginal de Jesús, su muerte expiatoria, su resurrección física, la inmaculada concepción de María o la infalibilidad del papa. Justamente, la teología se había definido desde antiguo como “intelligentia fide”, inteligencia de la fe. Y esa era la misión del teólogo en la Iglesia y en el mundo: justificar –más que criticar o depurar– los dogmas, entenderlos de manera “razonable”. Esa tarea me apasionaba como vocación personal, más aun, como reto cultural.

¡Cuán cerca queda todavía todo eso, y cuán lejos ya! Y no reniego de nada, pero, ya desde finales de los años 80, estoy en otro mundo. Simplemente, hablo otra lengua, el lenguaje de la verdad estallada, del pluralismo irrenunciable, de las ciencias innovadoras, de la relatividad o relacionalidad de todo con todo, del conocimiento acelerado y de la incertidumbre creciente, la “gloriosa incdertidumbre”. Otro mundo, otra teología.

Ahí me sitúo, abierto a todas las preguntas. Hoy, tras haber dedicado 40 años a estudiar y enseñar teología, tengo muchas menos certezas y creo en mi saber mucho menos que cuando empecé. He desaprendido todo lo que creía, todo menos lo esencial, así lo creo. He aprendido que ninguna creencia es esencial ni necesaria, pues todas dependen de la visión que tenemos de la realidad en general, y de la lengua que hablemos. He aprendido que lo esencial del “creer” no es la creencia, sino la entrega del corazón”, como sugiere la propia etimología del término latino credere, que viene de kerd (corazón) y dheh (entregar). Entrega el corazón: todo lo demás son añadiduras.

He ahí también lo esencial de la teología, que viene del griego y significa “palabra o discurso sobre Dios” (theos, logos). Dediqué mucho tiempo a estudiar el griego y el latín, e incluso hebreo, y no me arrepiento, pero acabé por descubrir lo evidente: que el Dios Ente Supremo, celeste, de los hebreos, griegos y latinos no existe. Que “Dios” es lo que su etimología (deiv) evoca: luz. Simplemente Luz. Fondo de luz invisible de todas nuestras sombras. Gloria del puro Ser de cuanto es. Fuente, Alma, Corazón latiente del mundo. Hoy busco nuevas palabras para evocar el Misterio, reanimar la Llama, librarnos de tanto miedo y asfixia planetaria, respirar y vivir más humanamente. Eso es teología.

Y eso es lo que he querido hacer durante los últimos 13 años, a petición del Grupo NOTICIAS, en esta columna, semanal primero, quincenal después. Ha sido un placer y un privilegio, y me siento profundamente agradecido a los Diarios y a las lectoras y lectores. Pero hay un tiempo de empezar y un tiempo de acabar, y me ha parecido que era tiempo de poner fin a esta etapa, tan crucial para mí, y de abrir otra, llena de interrogantes: en septiembre abriré una página web, llamada Umbrales de luz, cuya portada puedes ver ya en esa dirección.

Si nos encontramos allí para seguir caminando juntos hacia los umbrales de la Luz de la que todo brota, será un placer. Te deseo paz y bien, como gustaba de decir el hermano Francisco, el Poverello de Asís.

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Félix Placer: “Se hace ahora especialmente urgente una teología con Espíritu”

Viernes, 5 de junio de 2020
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10-Pintura-primitivista-de-Olga-Maradiaga“En nuestro afán de mayor velocidad productiva y consumista”

“Desde una teología holística, en diálogo, implicada en el sufrimiento, vivir se comprende como solidaridad, es compartir, dar y recibir; en última instancia, amar y ser amado”

“Es necesario comprender que lo importante no es dominar/poseer, sino relacionarse/dar; que no somos el centro de todo”

“Necesitamos otra visión del mundo, recuperar y cultivar valores de relación con los demás, de respeto y cuidado de la naturaleza”

En varias ocasiones ha insistido el Papa Francisco que una ‘Iglesia en salida’ debe estar en los lugares donde el sufrimiento se hace presente, que sea un ‘hospital de campaña’, que se le encuentre allí donde la gente sufre y pide ayuda, cercanía, apoyo. Ahora la pandemia global que ha conmocionado al mundo y ha generado una radical incertidumbre, profunda inseguridad, preocupante indefensión, plantea preguntas y pide respuestas urgentes, por supuesto, sanitarias, pero también otras que afectan a nuestra manera de vivir, a nuestras formas de relacionarnos, de comprendernos, de encontrar   sentido y orientación ante la vulnerabilidad y levedad profundas de nuestra existencia, de toda la humanidad y del sentido de la afirmación de Dios.

Estas preguntas ponen de manifiesto y exigen apremiantes respuestas. En este caso, por supuesto, la atención sanitaria es imprescindible y urgente; pero también otras y, entre ellas, las que den razón  de esta situación, parte visible de un profundo iceberg contra el que hemos chocado en nuestro afán de mayor velocidad productiva y consumista, de salvaje competitividad por conseguir beneficios incontrolados, de injusto enriquecimiento a costa de la pobreza de muchos y depredación de la naturaleza.

¿Cómo interpretar este estado de cosas? ¿Cómo responder a los dramas y sufrimiento que este proceso vírico está generando y, por supuesto, a un futuro próximo de incertidumbre? Pienso que la teología puede abrir horizontes de sentido, proponer pautas éticas que marquen caminos nuevos y fundamenten una esperanza teológica profundamente humana en el crítico momento actual. Para ello necesita encontrar su lugar teológico en esos hospitales del dolor, ser hospital de campaña.

Esta teología debe ser elaborada, por tanto, en el compromiso con la experiencia humana actual, ahora en este proceso pandémico tan complejo y doloroso, y desde ahí ofrecer  respuestas con su testimonio y ayudar a descubrir el sentido de lo que significa el ser humano, ser personas, ser humanidad en un mundo y universo donde todo es relación e interdependencia en Dios.

No es una teología nueva. Teólogos y teólogas actuales la están elaborando y ofrecen respuestas que tratan de abrir caminos de sentido, compromisos y actitudes solidarias. Su línea fue ya abierta por otros teólogos que ofrecieron con su vida y pensamiento  importantes y decisivas aportaciones para una teología comprometida. Subrayo ahora  dos inolvidables compañeros recientemente fallecidos: Johann Baptist Metz (1928-2019) y Juan de Dios Martín Velasco (1934-2020).

El conocido teólogo alemán ofreció una teología desde el holocausto de Auschwitz y desde el sufrimiento del mundo que le indujeron a elaborar un pensamiento creyente implicado en lo político para afrontar un esfuerzo colectivo hacia la justicia, la libertad y la paz; sin pretender dar respuesta a todas las preguntas que brotan del dolor humano  y que, afirmaba, aunque algunas sean incontestables, nunca pueden olvidarse. Por eso propuso una ‘mística de ojos abiertos’, es decir, una solidaridad espiritual con la justicia que conduce al compromiso concreto.

El fenomenólogo y teólogo abulense abogó por una teología del encuentro de Dios en los hombres dentro de la problemática social y cultural desarrollando el diálogo con otras religiones sin exclusivismos ni inclusivismos sino  unificadas en una mística que se vive y realiza en la vida diaria a través de cuyos acontecimientos entramos en relación con Dios.

Desde estos lúcidos planteamientos la primera constatación teológica es, a mi entender, experimentar nuestra carencia como individuos. Aunque poseamos y consumamos sin límite, no estamos llenos; somos vacío, es decir, una realidad abierta que no se satisface con tener cosas, poder, dinero, como una falsa promesa de un mundo feliz, si asumíamos sus imperativos de sometimiento y que hubiera condenado a muerte a Jesús hoy: ¿acaso el sistema global capitalista no lo está haciendo con tanta gente pobre del mundo?

Ese vacío existencial (que no es carencia de cosas) solo se realiza en la apertura  comunicativa y relación ética con los demás, con la naturaleza, con el cosmos de cuya energía vivimos; donde Dios es sentido, compasión, esperanza y fortaleza. Desde esta teología holística, en diálogo, implicada en el sufrimiento, vivir se comprende como solidaridad, es compartir, dar y recibir; en última instancia, amar y ser amado.

La respuesta auténticamente teológica nos abre entonces a soluciones solidarias y trasformadoras, también políticas, a un progreso creativo que se está realizando en el cosmos y al que contribuimos desde nuestro lugar, desde la sencillez de nuestra vida, tejiendo con nuestras relaciones una urdimbre de pluralidad y diálogo desde la diversidad, la atención y cuidado, la ternura, el amor.

Necesitamos, por tanto, una teología entendida como reflexión que parte de la vida, de la experiencia y de su implicación dialogante y comprometida con ella; que nos ayuda a contactar con los acontecimientos, a interpretarlos, a descubrir su sentido, a aprender y emprender acciones creativas y solidarias, como ahora las del  mundo sanitario, con su  entrega profesional ejemplar, y de  otras muchas personas según sus posibilidades, donde está actuando la energía liberadora de Dios.

Albert Camus concluye en su libro ‘La peste’: “Algo se aprende en medio de las llagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio… El final de la peste no fue una victoria definitiva… Hay que seguir haciendo contra el terror y su arma infatigable a pesar de los desgarramientos personales… La alegría está siempre amenazada porque el vacilo de la peste no muere ni desaparece jamás”.

Esta constatación del premio nobel nos ayuda a comprender que hay algo profundo en el ser humano, que aparece en estas situaciones límite,  revelándonos lo que somos en el fondo, más allá de las falseadas convicciones trasmitidas por intereses egoístas. En definitiva, nos descubre la energía profunda que nos mueve, el espíritu que nos alienta y nos impulsa y motiva, desde la alteridad reconocida, a superar todo dualismo, para experimentar la unidad y la felicidad que no consiste en poseer y estar lleno, sino en la relación con todo lo que es. Nos une, por tanto, a todas las personas, a toda la tierra, al cosmos en el que vivimos y somos;  desde esta experiencia holística, desde esta espiritualidad,  podemos intuir  las razones de nuestra existencia y su inspiración latente más profunda: Dios.

Pero la pregunta inmediata permanece: ¿cómo resolver ahora, con humanidad y eficacia, la urgencia de situaciones tan urgentes y dolorosas para tantas personas? Es indudable que esta teología nos motiva a la solidaridad y sinergia, a la cooperación y ayuda   mutua, a ser hospital de campaña, al diálogo como conducta básica para encontrar respuestas comunes, a la ayuda, colaboración, solidaridad.

Aun así y de todas formas permanece una pregunta inquietante. Este episodio se superará, aunque con un elevado coste humano; pero vendrán otros, como recordaba el  autor de ‘La peste’. Además sus graves consecuencias económicas, políticas, sociales son de largo alcance. Es necesario, en consecuencia, un cambio cualitativo de mentalidad, otro modo de pensar y de vivir, de creer.

Las respuestas, por tanto, no pueden ser ocasionales. Necesitamos otra visión del mundo, recuperar y cultivar valores de relación con los demás, de respeto y cuidado de la naturaleza. La teología puede aproximarnos a orientaciones y formas nuevas de pensar, ofrecernos una hermenéutica que nos abra a nuevos sentidos; proponernos una profunda motivación, otras convicciones, una interiorización personal y colectiva  que nos lleve a afrontar lo real en toda su complejidad y totalidad, a situarnos ante la vida con responsabilidad compartida, a comprender y comprendernos en Dios. Es decir, se hace ahora especialmente urgente una  teología con Espíritu  que, junto a  las  grandes tradiciones religiosas (J.M. Velasco), nos abra a la profunda conexión de todas las cosas; que nos descubra que la persona, la tierra, el cosmos están animados por el Espíritu que les confiere unidad y conduce a experimentar una conciencia vital para  buscar la relación consigo mismo en todas sus dimensiones, con los demás, con la tierra, con Dios.

“La urgencia nos impulsa a la cooperación y al diálogo como conducta básica para encontrar respuestas comunes”

En el universo, tal como lo conocemos, la mujer y el hombre son la expresión histórica más acabada del dinamismo cósmico; con sus grandes limitaciones, ciertamente, constituyen la única existencia concreta capaz de interpretar la vida, de tomar conciencia de ella, de expresarla simbólicamente, de sentirse libres, de progresar, de trascenderse, de amar. Para ello es necesario comprender que lo importante no es dominar/poseer, sino relacionarse/dar; que no somos el centro de todo, sino parte de un todo dentro de una inmensa complejidad: que estamos dentro del cosmos, de su vida y el cosmos y su vida están en nosotros.

En esta espiritualidad la persona se siente ella misma y da razón del sentido de su existencia. En ella  expresa su conciencia relacionada que implica corporeidad,  interioridad y aliento vital. Significa los valores más profundos y vitales que nos animan a vivir, a actuar, a amar. “Es la fuerza inspiradora del pensar, del sentir y del actuar de una determinada persona o comunidad”, como la describe Marià Corbí .

Esta forma de espiritualidad nos lleva a interpretar de una nueva manera los acontecimientos positivos y negativos y a afrontarlos con un sentido diferente al que el individualismo y el egocentrismo nos han habituado; nos abre al biocentrismo que nace como energía desde lo más profundo del cosmos, superando dualismos y antropocentrismos. Nos conduce a una ética cósmica de relación con las personas y  pueblos, con la tierra y el universo, buscando y creando bien común, humanismo planetario donde cambia el sentido de la economía, de la política. Es una ecoética liberadora de solidaridad, de igualdad, de dignidad sin exclusiones.

Cuando nuestro modo de vida se ha desestabilizado profundamente, no solo por el COVID-19, sino porque nuestra civilización occidental había ya causado ese profundo desequilibrio con un desarrollo suicida, esta pandemia ha provocado un dramático shock que ha conmovido al mundo. Esta traumática y dolorosa experiencia puede ser comprendid  desde esa mística de ojos abiertos (J.B.Metz) que nos abre, nos convierte a un nuevo modo de vida y descubre un mundo de esperanza donde la seguridad anhelada no viene de la posesión y acumulación de bienes, sino de la  solidaridad; donde el bienestar no es aislamiento y egoísmo, sino relación y encuentro (J.M. Velasco); donde vivir no es consumir, sino compartir; donde la tierra no es un instrumento inanimado y explotable sin límites, sino un ser vivo, generador de vida, que debe ser cuidado y querido, porque ella nos cuida y quiere; donde la fuente de la vida no está en el dinero acumulado, en la producción ilimitada y en el consumo desenfrenado de unos pocos a costa de la pobreza de muchos, sino en la igualdad y  la justicia; donde, en definitiva, el hombre-mujer no son el centro del mundo, sino una profunda relación holística donde nadie puede prescindir de los demás en la tierra que habitamos, donde personas y pueblos debemos ser hospital de acogida y sanación para todos.

En última instancia, tanto la teología que interpreta la vida, como la espiritualidad que la vive, nos  disponen a una radical conversión hacia el ‘buen vivir’ que despliega actitudes creativas de cercanía, amistad, hospitalidad, colaboración, sinergia, confianza, solidaridad. Ahí iremos buscando con garantía de éxito las respuestas a los decisivos desafíos  a los que la situación de nuestro mundo nos  confronta, descubriéndonos su raíz más honda y abriéndonos a respuestas holísticas que laten en la energía espiritual que nos mueve, anima y  envuelve en el misterio de la Pascua cósmica.

“Nuestro modo de vida se ha desestabilizado profundamente, no solo por el COVID-19, sino porque nuestra civilización occidental había ya causado ese profundo desequilibrio con un desarrollo suicida”

Fuente Religión Digital

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Tengo sed.

Domingo, 15 de marzo de 2020
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El que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed (Juan 4:14).

Al que tenga sed le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida.” (Ap 21, 6)

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Mientras que los teólogos discuten sobre el origen del agua,

los místicos la beben.

***

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:

-“Dame de beber.”

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:

-“¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”

Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó:

“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”

La mujer le dice:

“Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?”

Jesús le contestó:

“El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

La mujer le dice:

“Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”

Él le dice:

-“Anda, llama a tu marido y vuelve.”

La mujer le contesta:

“No tengo marido.

Jesús le dice:

“Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.”

La mujer le dice:

“Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.”

Jesús le dice:

“Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.”

La mujer le dice:

“Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.

Jesús le dice:

“Soy yo, el que habla contigo.”

En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo:

-“¿Qué le preguntas o de qué le hablas?”

La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:

“Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?”

Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.

Mientras tanto sus discípulos le insistían:

-“Maestro, come.”

Él les dijo:

“Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.”

Los discípulos comentaban entre ellos:

“¿Le habrá traído alguien de comer?”

Jesús les dice:

“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.”

En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer:

-“Me ha dicho todo lo que he hecho.

Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:

-“Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

*

Juan 4, 5-42

***

La encarnación y la pasión son la locura de amor de Dios para que el pecador pueda acogerlo. Desde esta locura se comprende cómo el mayor pecado es no creer en el amor de Dios por nosotros. No podemos olvidarnos de Dios: él no nos olvida; no podemos alejarnos de Dios, él no se aleja.

Dios nos espera en todos los caminos de nuestro destierro, en cualquier brocal de no sé qué pozo al pie de cualquier higuera […]. Nos espera no para reprocharnos, ni siquiera para decirnos: “Mira que te lo había dicho”, sino para cubrirnos con su amor, que nos salva incluso del mirar atrás con demasiada pena. DostoievsKi pone en labios de la mujer culpable: “Dios te ama a causa de tus pecados”. No es exacto: Dios nos ama como somos para hacernos como él quiere que seamos. ¡Gracias, Señor! Si me hubiese contentado con el deseo de ti, que me llevaba a buscarte sin saber dónde te podría encontrar, todavía estaría errando por los caminos, con la angustia de mi deseo insatisfecho o con la ilusión de haber encontrado algo. Te he encontrado de verdad porque has salido a mi encuentro en mis caminos de pecado: hombre entre los hombres, cuerpo bendito que yo mismo ayudé a despojar, a flagelar; rostro bendito besado por mis labios, como Judas; corazón que atravesé…

Ninguna sed creó jamás las fuentes, ni hizo brotar agua en las arenas. Tu sed, sin embargo, ha apagado mi sed porque si no hubieses seguido mis huellas, si no te hubieses dejado crucificar por mí quizás te hubiera buscado, pero nunca te habría encontrado. Señor, gracias por haberte dejado clavar en la cruz, por dejarte encontrar por el que te crucificó. Amén

*

P. Mazzolari,
La piü bella aventura,
Brescia 1974, 218.223.

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¿Puede la Biblia legitimar la homosexualidad?

Jueves, 26 de diciembre de 2019
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FF40F7D5-030E-48EA-9015-0355B654E23BLos biblistas van varios lustros por delante de los teólogos”, resaltan los expertos

Distintos expertos analizan para eldiario.es los aspectos más polémicos del documento de la Comisión Bíblica, que ofrece una relectura de la homosexualidad

“La Iglesia católica necesita estudiar la Biblia; así evitaremos errores como dar credibilidad histórica a Adán y Eva o dogmatizar la homosexualidad”, opina el director de ‘Reseña Bíblica’, Jaime Vázquez

El amor homosexual no es invitación a la promiscuidad, sino una llamada a la creatividad personal, en un plano de comunión libre de seres que han nacido para el amor y que se aman”, sostiene el biblista Xabier Pikaza

¿Tiene la Biblia respuestas para todo? ¿Y la Tradición? ¿Se puede juzgar hoy con la mirada de hace seis mil años? En la Iglesia, todo el posible. Se ha visto esta semana, con la filtración del nuevo documento encargado por el Papa Francisco a la Comisión Bíblica Internacional, y en el que a través de 330 páginas se intenta abrir el debate sobre la interpretación que las Escrituras hacen del celibato, la igualdad hombre-mujer, el divorcio, el matrimonio o las relaciones homosexuales.

Éste último punto ha abierto la polémica entre los sectores más conservadores de la Iglesia, que consideran que los biblistas se han extralimitado en sus funciones al abrir el debate sobre “la homosexualidad y las uniones homosexuales como expresión legítima y digna del ser humano”.

“La relación erótica homosexual no debe ser condenada”, se lee en el texto encargado por el Papa, que aunque admite que no existen “ejemplos de unión legalmente reconocida entre personas del mismo sexo” en la tradición bíblica sí invita a “aceptar la homosexualidad y las uniones homosexuales como expresión legítima y digna del ser humano” frente a las “reservas” de las tesis más rigoristas.

No a las condenas

“La Biblia poco o nada dice acerca de este tipo de relación erótica, que por lo tanto no debe ser condenada, también porque a menudo indebidamente se confunde con otros comportamientos sexuales aberrantes”, se lee en el documento, que subraya cómo “ciertas formulaciones de los autores bíblicos, como las directivas disciplinarias del Levítico, requieren una interpretación inteligente que salvaguarde los valores que el texto sagrado intenta promover evitando, por lo tanto, repetir literalmente aquello que también trae consigo rasgos culturales de aquel tiempo. Será requerida una atención pastoral, en particular frente a las personas individuales, para llevar a cabo aquel servicio de bien que la Iglesia debe asumir en su misión para los hombres”.

Sin embargo, casi de inmediato el secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Giacomo Morandi, emitía una declaración en la que sostiene que “no existe ninguna apertura a las uniones de personas del mismo sexo” y calificaba el documento de la Comisión Bíblica de favorecer “una visión distorsionada e instrumentalizada” de estas cuestiones. Obviando, a propósito, que ha sido el propio Papa el que ha solicitado el estudio.

Xabier Pikaza y los rigoristas

¿Por qué esta diferencia de criterio? El biblista Xabier Pikaza, uno de los mayores expertos de nuestro país en esta temática, asegura tajante que “los biblistas vamos tres o cuatro lustros por delante de los teólogos”. El problema, insisten los expertos consultados por RD, es que el peso de la Tradición y de la normativa eclesiástica llevan siglos ganando preso frente a un análisis sin prejuicios de los textos sagrados.

El propio secretario de la Comisión Bíblica, Pierto Bovati, afirmaba que “hay preguntas que la gente se hace hoy que no encuentran una respuesta inmediata y precisa en la Biblia”. Lo cual no quiere decir que no se sigan buscando, con los ojos de hoy.

Esta es la opinión de Jaime Vázquez, director de Reseña Bíblica, la principal publicación en castellano de esta temática. Para Vázquez “Este texto tiene mucho mérito”, sostiene Vázquez quien admite que “muchas de las narraciones de la Biblia están contextualizadas en un momento concreto. Hoy, o no nos hacemos esas preguntas, o las respuestas han cambiado muchísimo”.

Interpretar la Biblia en el siglo XXI

El objetivo del documento de la Comisión Bíblica, en opinión del experto es “intentar que releamos la Biblia en el siglo XXI, y que la interpretemos”, porque “si no, terminamos haciendo lecturas literales y fundamentalistas, que llevan al prejuicio y a la condena”.

En lo tocante a la homosexualidad, el director de Reseña Bíblica señala cómo “hay textos del Antiguo Testamento, como el Levítico, que condenan expresamente la homosexualidad, pero otros que reflejan escenas aparentemente homosexuales”, como el libro de Samuel, con la ‘amistad entre David y Jonatán’. “Lo mismo en el Nuevo Testamento, con un san Pablo condenando a la homosexualidad, y unos Evangelios en los que Jesús, en ningún momento, condena”. ¿Hay contradicción? “No, lo que hay que hacer es interpretar y actualizar. Ése es nuestro trabajo”, sostiene Vázquez.

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Leyes impuestas, debates reabiertos

“Hay una línea sacerdotal que ha querido fijar la realidad del hombre y la mujer en un contexto de leyes sagradas impuestas, pero el mismo Antiguo Testamento ha rechazado una y otra vez estos esquemas”, explica Pikaza, citando cómo la Ley del Talión fue superada por el Jesús del sermón de la montaña. “Durante muchos siglos, volvió a dominar un tipo de derecho eclesiástico”, más centrado en la prohibición y el pecado. Sólo desde el Concilio Vaticano II y, muy especialmente, con el Papa Francisco, se está volviendo a abrir debates ya cerrados sólo con la doctrina más férrea.

“Por eso, Francisco ha querido acudir a los biblistas”, señala Pikaza, quien ve “notoria la oposición que han en Roma entre la dogmática y la teología bíblica” que busca “escuchar la Palabra y estudiarla en el mundo de hoy”. “el Papa no ha acudido a los dogmáticos, com habrían hecho algunos papas anteriores, que pensaban que la norma había dejado los temas sexuales atados y bien atados”.

Frente a eso, añade el biblista, “Francisco parece dispuesto a desatar esos nudos pre‒dogmáticos, no para establecer una nueva dogmática, sino para poner de nuevo a los hombres y mujeres en el camino de la revelación y presencia de Dios en Cristo”. ¿Le dejarán hacerlo? Esa es otra historia.

Apertura a la comunicación

Para Pikaza, el estudio de la Comisión Bíblica apunta a que “el amor homosexual no es invitación a la promiscuidad, sino una llamada muy honda a la creatividad personal, en un plano de comunión libre y gratuita de seres que han nacido para el amor y que se aman”. En esa línea, “el sexo no es desahogo de la naturaleza, ni “descanso del guerrero macho”, ni “consolamento” de mujeres sumisas, sino apertura a la comunicación más alta del amor personal y de la vida, en libertad y comunión gratuita, en responsabilidad creadora, en camino de resurrección, como insinúa ya este documento”, concluye.

“La Iglesia católica necesita, como han hecho otras iglesias, estudiar la Biblia, algo que hasta hace poco los católicos teníamos prohibido. Y si la conocemos, evitaremos errores como otorgar credibilidad histórica a Adán y Eva, o dogmatizar con temas como la homosexualidad”, sostiene Jaime Vázquez. “Eso es lo que ha pedido el Papa Francisco. Y después de los biblistas, más tarde, que vengan los teólogos. Estoy seguro de que este documento dará lugar a un interesante debate en la Iglesia”.

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“La Divinidad y las Mujeres. Recorrido genealógico urgente”, por Carolina Narváez

Miércoles, 18 de diciembre de 2019
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abundanciaCarolina Narváez M.*

Y es tanto lo que me abrasa mi alma en su divino amor que me saca de mí,
y quisiera y le pido rompa mi pecho y se entre en lo más íntimo de mi alma y mi corazón.
Y con la fuerza del incendio me propaso atrevida a darle tantos ósculos que no me satisfago,
porque el amor me ase querer asta comerme a su Magestad…
Isabel Manuela de Santa María,
De Conciencia
[c.1720, México]

El libro presentado por la teóloga y escritora feminista colombiana Carmiña Navia Velasco, Entrelazar miradas y palabras. Ensayos de teología feminista, me llega como viento fresco en medio de una relampagueante tormenta que habla de vida y movimiento. Si bien, la vivencia de Dios está estructurada a partir de las reglas y los acuerdos de las grandes instituciones eclesiales, es claro que ningún principio jerárquico ha llegado hasta el punto de la colonización total de la espiritualidad.

El recorrido genealógico que desarrolla de manera erudita y entrañable Carmiña Navia permite un acercamiento inesperado a la historia de las mujeres y la relación con la divinidad. De manera sincera, la autora se descubre en los primeros párrafos dando a conocer la forma desde donde ha escrito, pensado y sentido cada una de las reflexiones que componen el libro; para ella, la experiencia y el contacto con diversas comunidades de mujeres le ha ofrecido parte de su inspiración como también lo ha sido su propio recorrido espiritual, místico y teológico.

Carmiña Navia ha dedicado gran parte de su vida como investigadora y teóloga a pensar de forma crítica la fe y las mediaciones patriarcales que han edificado los varones de la iglesia. El libro se presenta como un relato que cruza perspectivas históricas, sociológicas, teológicas y feministas en aras de ofrecer rutas o señuelos para la desaparición de la mediación de la palabra masculina como única y universal.

La reflexión que acompaña transversalmente el libro hace parte de una tradición de pensadoras, especialmente teólogas feministas y filósofas, que han luchado para que al interior y fuera de la iglesia se nombre y se dé la importancia que merece la experiencia espiritual de las mujeres; deja claro que tal experiencia está, material y psíquicamente, construida por la diferencia sexual. Esto implica reconsiderar al Hombre como el modelo universal y por tanto desmontar la figura de Dios como varón. Muchas mujeres a lo largo y ancho de este sur nos hemos nombrado como no creyentes; tal vez como respuesta a la imposición de una mediación masculina, y también a la ausencia del compromiso de la iglesia hacia el bienestar total de las mujeres en la sociedad. El desorden simbólico construido desde la institución eclesial ha reverberado hacía la fe y la vivencia de la espiritualidad de las mujeres, afectándola hasta el punto de producir rechazo, y negación. El resultado ha sido para algunas el vaciamiento total del deseo genuino de una comunicación con el misterio.

Entrelazar miradas y palabras… Es un texto severo en tanto que describe y caracteriza la derrota religiosa de lo femenino, el enfrentamiento cruel al que se han visto expuestas las mujeres de fe que han conducido su espiritualidad bajo el principio de lo intangible, del lenguaje impreciso del amor y de la inexactitud de las experiencias de la fe. Carmiña Navia muestra con relatos claros y bien documentados cómo occidente, y especialmente la iglesia católica, ha descreído y desacreditado los legados espirituales y místicos de las mujeres. Remontándose a la antigüedad y pasando por la edad media, la autora revela la riqueza de la experiencia trascendente recordando a María de Magdala, Hildegarda de Bingen, Teresa de Ávila, Margarita Porete, Juana Inés de la Cruz, entre otras, esto con el ánimo de entenderlas como fuentes de conocimiento para la historia de la espiritualidad femenina, pero también como tipos de sensibilidad que han impulsado la asociación entre la libertad y lo sagrado.

Caminar de la mano de Carmiña Navia es un placer y lo es porque aquellos senderos que parecen infranqueables se despliegan en este libro para transitar del pasado hacía el presente y viceversa. La autora logra con exactitud mostrar a través del Speculum a manera de Lucy Irigaray, un reflejo que es solo posible a través de nosotras mismas. Es ahí cuando expone de manera tan reveladora que los sentimientos místicos y/o espirituales son muchas veces contradictorios, ambivalentes y a veces indescifrables. Tomada de su mano comprendí, a lo largo de la lectura, que la relación de las mujeres con la Divinidad no tiene por qué marcarse necesariamente bajo la sensación de la extrañeza, idea alimentada por la forma como los varones de la iglesia han estipulado la relación con Dios enmarañada de jerarquía y lejanía. Por el contrario, la tradición de la mística femenina demuestra cómo lo activo, lo juguetón, lo impreciso o lo inenarrable son condiciones necesarias para el gran complejo tejido de la vivencia espiritual.

En definitiva usted se encontrará con un libro que le ofrece elementos analíticos y críticos para formular una opinión o una idea del convulsionante tema de la divinidad y las mujeres. No me cabe la menor duda que se topará también con la energía trascendente. Hallará en sus páginas un sendero dibujado para la vivencia espiritual de una mujer como yo en el siglo XXI. He de resaltar que el libro ofrece un recorrido por la historia de la teología de la liberación, movimiento espiritual que logró desde América Latina la inclusión de otros sujetos y que aun así, no alcanzó a las mujeres y al problema de la invisibilización de sus prácticas y experiencias al interior de la tradición cristiana.

“Caminos espirituales” decide llamar la autora a los apartados que se muestran como mapas para el laberinto; es aquí donde Carmiña Navia mezcla extraordinariamente el pensamiento y la práctica política feminista con la teología y la filosofía. Retoma conceptos como el de affidamento, autoridad en lengua materna, mediación y orden simbólico en aras de mostrar la composición de la espiritualidad femenina.

El feminismo de la diferencia sexual plantea que el patriarcado no lo ha ocupado todo. Por eso las experiencias de grupos de mujeres en el pasado, asociadas entorno a una vivencia de la espiritualidad y de la práctica de la fe, como es el caso de las Beguinas, y también el de las comunidades de mujeres creyentes actualmente, muestran que la creación de nuevas relaciones y vínculos potencian realidades y personas libres.

El libro de la profesora Carmiña se convierte para mí en un intento de imaginar nuevas relaciones con el pasado, con nosotras mismas y con otras. Esa otra puede ser María de Nazareth, importante figura que ha sido mitificada y a la que paulatinamente se le han borrado las intersecciones con la mujer autónoma e independiente, para dejarla solo inmovilizada y vestida de un manto inmaculado usado como pretexto para demarcar las reglas de género impuestas a las mujeres en occidente.

La cultura patriarcal ha enfermado a las mujeres. Las ha conducido a cárceles de las que aparentemente no pueden escapar. La colonización de lo simbólico ha llevado a un sentimiento de confusión y extravío profundo en donde las mujeres hemos aprendido a percibirnos como intrusas o extranjeras de esta cultura; los resultados han sido casi mortales: la escisión, el rechazo al amor desnudo y crudo por sentir que aquella experiencia fragiliza y asfixia, la inhibición de la creatividad, la amargura y la enemistad entre nosotras mismas.

Nada es igual después de la lectura de este libro, las palabras de Carmiña Navia Velasco deben ser leídas porque nos permiten una sanación genealógica, esa que tanto necesitamos creyentes y no creyentes, feministas y no feministas. Sanación reclamada y requerida después de la ancestral herida dejada por la separación impuesta entre naturaleza, cuerpo y espíritu. Luisa Muraro, en el libro El Dios de las mujeres, refiriéndose a las místicas lo dice con más claridad que yo: “Leyendo sus textos se nota que, en su libertad de pensamiento, o sea en el pensamiento con el que interpretaban libremente su experiencia, la naturaleza humana no está separada de la divinidad, ni el cuerpo del alma. En su pensamiento libre, el amor transforma el cuerpo y el alma en Dios, anulando la diferencia entre la naturaleza humana y la naturaleza divina…”[1] Lo anterior explica parte de nuestra tradición espiritual, esa misma tradición que la Profe Carmiña ha decidido compactar en este escrito agradable y sencillo de leer, no por eso superficial o simple sino más bien, clave para comprender que los discursos lógicos en nuestras genealogías espirituales se componen de lo imprevisto y lo impensable.

México, Noviembre de 2019

Carolina Narváez, es doctora en Historia, especialista en estudios de género, profesora de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MÉXICO

[1] Luisa Muraro, El Dios de las mujeres, trad. María Milagros Rivera Garretas, Horas y Horas, Madrid, pág. 136, 2006.

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Fallece Johann Baptist Metz, padre de la “teología política” y uno de los grandes del postconcilio

Jueves, 5 de diciembre de 2019
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8209Metz, el hombre que colocó a las víctimas en el centro

Su trabajo sobre la ‘nueva teología política’ fue la semilla que sirvió a Gustavo Gutiérrez para crear la Teología de la Liberación

Metz fue uno de los cofundadores de la revista Concilium, junto a personalidades de la talla de Antonie van den Boogaard, Paul Brand, Yves Congar, Hans Küng, Karl Rahner o Edward Schillebeeckx.

No hacer teología de espaldas al atónito sufrimiento de los pobres y oprimidos del mundo”

“Ha sido uno de los teólogos que más ha influido en mi manera de vivir y de entender el cristianismo”

“La fe no es puramente contemplativa, sino operativa; no se orienta al pasado en actitud añorante, sino al futuro en busca de alternativas. La esperanza cristiana es creadora. La caridad se verifica en la acción transformadora tanto de las estructuras como de las conciencias”

“En su metodología incorpora el grito de los pobres, de los marginados, de los excluidos, de las mayorías populares que viven en situación de extrema pobreza”

Es esa “mística de los ojos abiertos”, unida de forma indisoluble a la política, que ve (mira) y acoge solidariamente todas estas asimetrías, sufrimientos y muerte que padecen las víctimas, esa pasión de los pueblos crucificados por el mal e injusticia.

90 años de Johann Baptist Metz, padre de la “teología política”

Juan José Tamayo Johann Baptist Metz: la voz de las víctimas en la teología

Xabier Pikaza: J. B. Metz (1928-2019). Teología política, memoria de las víctimas

Mariano Delgado: “Como ‘correctivo judío’, la teología de Metz es una de las aportaciones más importantes de la teología postconciliar”

El legado del pensamiento de J. B. Metz y la teología política

El teólogo alemán Johan Baptist Metz, considerado por muchos fundador de la Nueva Teología Política’, germen de lo que posteriormente fue la Teología de la Liberación, falleció ayer Münster, tal y como confirmó la Universidad de esta localidad. Uno de los grandes, el teólogo que se preguntó si se puede hablar de Dios después de Auschwitz.

Metz nació el 5 de agosto de 1928 en Welluck. Coetáneo de Ratzinger, fue profesor de Teología fundamental en la Universidad de Münster entre 1963 y 1993 en cuyas aulas defendió el paradigma de la teología política, y el protagonismo de los sufrientes anónimos. La experiencia del exterminio nazi fue clave para entender su teología, y también el Concilio Vaticano II.

Así, Metz fue uno de los cofundadores de la revista Concilium, junto a personalidades de la talla de Antonie van den Boogaard, Paul Brand, Yves Congar, Hans Küng, Karl Rahner o Edward Schillebeeckx.

Ordenado sacerdote en 1954, su obra teológica da una importancia fundamental a la política, desde la experiencia de la Shoah y el recuerdo de los ‘anónimos sufrientes’. “¿Cómo se puede hablar de Dios después de Auschwitz?”, se preguntó Metz, rebatiendo la ‘teología de los triunfadores’.

Cristo en AuschwitzCristo en Auschwitz

Tal y como señala Saturnino Rodríguez, “el análisis y la crítica de la teología política contemporánea de Europa, presenta puntos de convergencia con la teología de la liberación de América Latina, que aporta como ingredientes fundamentales para una nueva sociedad y una nueva cultura, la larga historia de resistencias y luchas de las clases explotadas, las razas despreciadas y las culturas discriminadas, resultado de la modernidad. Lo que no tiene nada que ver con los actuales movimientos reaccionarios de centralización, subordinación, sometimiento y estandarización, dentro y fuera de la Iglesia”.

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90 años de José María Castillo, el ‘padre’ de la Teología Popular

Sábado, 17 de agosto de 2019
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jose-maria-castilloDesde Cristianos Gays, que seguimos diariamente sus comentarios, nos sumamos a este momento de Gracia. Felicidades José María. Una vida fecunda de seguimiento de Jesús.

“¡Que el Dios del Evangelio de los pobres, al que dedicaste toda la vida, te siga bendiciendo!”

Larga vida y fecunda labor, amigo José María Castillo

“Un teólogo, un profeta, una partera de la primavera y un articulista consumado, que escribe fácil y divulgativo (de los pocos teólogos capaces de hacer algo así) y que, además, tiene vis periodística”

“Que es un gran teólogo, no lo discute nadie. Tiene obra y obra consolidada. Quizás sea uno de los mejores especialistas mundiales en sacramentos”

“Ésa fue siempre la gran virtud de Castillo: saber divulgar. Saber colocar los grandes conceptos teológicos al alcance de la gente sencilla. Todo un don y una virtud que sólo está al alcance de los más sabios y de los más grandes”

“Tuve la oportunidad, además, de estar a su lado el año pasado, cuando el Papa nos recibió en Santa Marta, y ser testigo directo de la rehabilitación en toda regla de su persona y de su obra

Agradecimiento público de un jesuita a José María Castillo en su 90 cumpleaños Enhorabuena, Pepe. Y mil gracias a ti, y a Dios, por ser quien eres, por Esteban Velázquez Guerra S.J

90 años, como 90 soles, los que hoy cumple mi amigo, el teólogo José María Castillo. Un buen momento para reconocer su impagable servicio de tantos años a la reflexión teológica y al ‘santo pueblo de Dios‘.

Como periodista y director de RD he conocido a decenas de teólogos españoles y extranjeros. Pero con pocos he conectado tan en profundidad como con Castillo. Tanto a nivel personal como profesional. Porque Pepe es una persona especial, que llama la atención y que se hace querer.

Un hombre que mezcla sus humildes orígenes en Puebla de Don Fadrique con un brillante recorrido eclesiástico y, sobre todo, teológico, modelado por su ser y hacer jesuítico.

Un recorrido largo y apretado, que le permite ser memoria viva de la Iglesia española del postconcilio, una etapa que vivió a fondo, en la misma Roma, como perito del cardenal Tarancón. Allí se codeó con los grandes teólogos centroeuropeos de la época y ayudó a la jerarquía española más abierta a desmontar su teología preconciliar y acompasar su tarea pastoral a los nuevos vientos conciliares.

Esa misma jerarquía que, en los 80, cuando cambian los aires de Roma y el Concilio se congela por mor de la involución, a Castillo (y a otros muchos, como Juan Antonio Estrada o Benjamín Forcano) le retira la venia docendi y le destituye como profesor de la Facultad de Teología de Granada. Sin juicio, sin posibilidad de defensa, sin que nadie le dijese jamás cuál fue el motivo exacto de su destitución.

Represaliado y marginado oficialmente, Castillo sigue en la brecha teológica. La investigación no se la pueden prohibir y la docencia que le quitan en España se la dan en la Universidad Centroamericana de San Salvador, junto a su amigo y compañero Ignacio Ellacuría, y en contacto con los pobres de Latinoamérica. La Compañía de Jesús, entonces en el punto de mira de la Curia romana, maniobra con su clásica astucia y circunvala la prohibición docente de Castillo en España, trasladándolo a Centroamérica.

Al final, pasados los años, la rectitud moral de Castillo no le permitía seguir jugando a dos aguas. Es consciente de que su Compañía no podía ir más allá en el pulso con Roma y sabedor de que sus libros, charlas, conferencias y entrevistas podían ser utilizadas por los enemigos para atacar a los jesuitas (que, con Arrupe al frente, estaban pasando su particular calvario romano). De hecho, en 1980, Castillo es apartado de la docencia y, en 1981, el Prepósito General, Pedro Arrupe, sufre una trombosis y unos días después Juan Pablo II interviene la Compañía y nombra interventor de la misma al padre Paolo Dezza.

Eran tiempos de invierno eclesiástico y Castillo decide salir de la Compañía físicamente, sin dejar nunca de pertenecer afectiva y realmente a ella. Otro jesuita sin papales, en la estela de José María Díez Alegría.

Jose-Maria-Castillo-Margarita_2149595028_13842449_667x375José María Castillo y Margarita

El teólogo se queda sin el respaldo de su congregación, pero, al fin, vuela totalmente libre, acompañado de sus innumerables seguidores y, además, con la suerte de encontrar a Margarita, la mujer que, a partir de entonces, comparte su vida, le enseña a amar en lo concreto, le cuida y le mima, para que pueda seguir volando.

Que es un gran teólogo, no lo discute nadie. Tiene obra y obra consolidada. Quizás sea uno de los mejores especialistas mundiales en sacramentos. Pero, a mi juicio, su mayor virtud es la de no haberse quedado, como otros muchos de sus compañeros, en ser un mero teólogo de gabinete.

José María Castillo es, desde siempre, el teólogo del pueblo, la referencia de las Comunidades Cristianas Populares, que se alimentaron con sus libros, charlas y conferencias. ¿Quién no utilizó, desde los años 60 en adelante, sus famosos ‘Cuadernos de Teología Popular? Esos cuadernillos, fotocopiados o ciclostilados, en los que en tres o cuatro páginas resumía los conceptos teológicos más complicados? Con unas preguntas finales, que no dejaban indiferente a nadie y aterrizaban en la vida la doctrina teológica, y con unos dibujillos manifiestamente mejorables, pero también interpeladores.

Tengo que preguntarle quién le hacía los dibujos de aquellos cuadernos, que utilizábamos tanto los curas como los laicos y que igual servían para dar clases en la Universidad o para una catequesis parroquial.

9788433026064Porque ésa fue siempre la gran virtud de Castillo: saber divulgar. Saber colocar los grandes conceptos teológicos al alcance de la gente sencilla. Todo un don y una virtud que sólo está al alcance de los más sabios y de los más grandes. De esos pájaros libres, los que saben tanto y vuelan tan libres y tan alto que son capaces de entregar la comida teológica masticada a sus polluelos pequeños o ya creciditos.

Y, a sus 90 años, ahí sigue, sin desviarse un ápice de su trayectoria, escribiendo un artículo semanal por lo menos en su blog de Religión Digital. Cortos, directos, claros y enjundiosos. Desde la vida y para la vida. Y, precisamente por eso, siempre conectados con la actualidad.

Todo un lujo tenerlo con nosotros y alimentarnos semanalmente de su sabiduría enraizada en la vida diaria, en los signos de los tiempos, en las reformas de Francisco y en la cultura actual.

Un teólogo, un profeta, una partera de la primavera y un articulista consumado, que escribe fácil y divulgativo (de los pocos teólogos capaces de hacer algo así) y que, además, tiene vis periodística, para buscar las perchas de actualidad y ceñirse a ellas. Y un cielo de persona. Expulsado a los márgenes durante muchos años, hoy puede presumir (aunque no lo hace) de haber recibido llamadas y cartas del mismísimo Papa. “Te perdí en los ochenta y ahora te vuelvo a encontrar”, le dijo en una ocasión.

Tuve la oportunidad, además, de estar a su lado el año pasado, cuando el Papa nos recibió en Santa Marta, y ser testigo directo de la rehabilitación en toda regla de su persona y de su obra. «Leo con mucho gusto sus libros, que hacen mucho bien a la gente». Con esta frase, Francisco ‘bendijo’ Francisco al teólogo español en el Vaticano, donde hace dos décadas le retiraron la ‘venia docendi’.

Castillo, emocionado hasta las lágrimas, agradecía el gesto del Papa, mientras le entregaba a Francisco dos de sus últimas obras: ‘La humanización de Dios’ y ‘La humanidad de Jesús’ (Trotta).

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Primero asistimos a la misa de Santa Marta. Sencilla, austera, auténtica. Es su misa, la que Francisco celebra con unción e intimismo. Como susurrando. Como un párroco que celebra en su pequeña capilla.

 Eramos una treinta de personas. Un obispo italiano, acompañado de 8 de sus curas, otro par de curas sueltos, entre ellos el párroco de San Esteban de Sevilla, el secretario del Papa, padre Yoannis, y una veintena de fieles de diversos países y procedencias.

Con su habitual capacidad seductora y didáctica, Francisco expuso, en la homilía, un tratado sobre la forma de evangelizar hoy, en no más de cinco minutos. Con la ayuda del Espíritu y tres verbos: levantarse, acercarse y partir de las preguntas de la gente. Tres actitudes necesarias de la evangelización, pero que sin ponerse en manos del Espíritu, tampoco conducen a nada. Tres actitudes que encarnó siempre el teólogo Castillo.

Tras la misa, el Papa se sentó en una silla en medio de la gente y estuvo dando gracias un rato largo. Después, como cualquier párroco, se fue a la salida de la capilla y se puso a saludarnos a los asistentes, uno a uno.

El Papa aprecia mucho a José María Castillo y, de hecho durante estos años de pontificado, primero le mandó una carta y, después, le hizo una llamada telefónica. Aquel 18 de abril del año pasado, se vieron frente a frente, se saludaron efusivamente y el teólogo le dijo: «Santidad, somos dos jesuitas sin papeles”.

El Papa se sonrió y agradeció la ocurrencia. Y, mirándole a los ojos, recibió sus libros y ‘bendijo’ su teología: «Leo con mucho gusto sus libros, que hacen mucho bien a la gente», dijo Francisco a Castillo.

Más tarde, José María explicaba: «De la Compañía se sale por arriba, como en el caso del Papa, o por abajo, como en el mío, pero, en ambos casos somos y seremos siempre jesuitas…ahora sin papeles».

Y el Papa se fue a desayunar, mientras Castillo, su mujer Margarita y yo nos fundíamos en un abrazo, no sin antes darle las gracias al padre Yoannis, que había posibilitado nuestro encuentro con Francisco.

Al salir de Santa Marta, en la explanada que da a la parte trasera de la Basílica de San Pedro, Castillo, todavía emocionado, decía: «Tenemos que disfrutar de este Papa, que es una bendición de Dios para su Iglesia y apoyarlo con todo nuestro ser. Porque, al hacerlo, estamos apoyando la Iglesia del Vaticano II y, lo que es más importante, el Reino De Dios».

Así lo estamos haciendo, maestro. Y lo seguiremos haciendo. Remando juntos con Francisco, son su primavera y, sobre todo, con el Evangelio de los pobres al que has dedicado toda tu vida. Y lo que te queda. ¡Que Dios te bendiga y te guarde, amigo!

Fuente Religión Digital

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Carlos Mendoza: “La homosexualidad es otra condición humana y no una enfermedad”

Lunes, 8 de julio de 2019
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carlos_mendoza_alvarez“Los apuntes del Papa emérito sobre los abusos me parecen una visión sesgada, falta de rigor histórico y desafortunada”

“La Iglesia tiene que rehacer su teología y su vivencia de la sexualidad y del cuerpo”

“La esperanza está en los movimientos eclesiales. En la gente que camina con la gente”

“Falta mucha radicalidad profética y evangélica en nuestros pastores”

“Trump quiere construir su muro y lo hará. Y los traficantes de drogas y de personas harán túneles. Es decir, no puede parar la migración masiva”

“Creo que la Iglesia necesita reformarse para volver a sus fuentes evangélicas”

“Habría que pensar en cómo desmantelar estas estructuras que generan abusos y que se sitúan, en el fondo, no solo en lo sexual sino en el poder: el poder clerical”

“Me parece relevante es que el Papa abra un foro en el Vaticano para escuchar a los pueblos amazónicos y ayudarles a que su voz se escuche en el mundo. Porque de eso se trata el Sínodo Panamazónico: no solo es la cuestión religiosa, sino más bien geopolítica y de territorios”

Carlos Mendoza Álvarez OP es teólogo, investigador y miembro del grupo de teólogos y pastoralistas que desde 2017 forman parte del proyecto iberolatinoamericano, para profundizar sobre las líneas básicas de las reformas de Francisco. Hablamos con él en el marco del tercer encuentro iberoamericano de Teología, titulado “La Sinodalidad en la vida de la Iglesia. Aportes para avanzar en la reforma de la Iglesia”. Verbo claro e incisivo, el teólogo diminico apunta a lo esencial y,colocando a las víctimas en el centro de su reflexión teológica, está abriendo una de las vías más novedosas y atractivas de la teología actual.

Dice, por ejemplo que la Iglesia tiene que revisar “su teologías y su vivencia de la sexualidad”; denuncia la “basurización” de las víctimas y apoya los cambios que Francisco está implementando en la Iglesia, para que “vuelva a sus fuentes evangélicas”.

Asegura, asimismo, que la “homosexualidad no es una enfermedad” y que los abusos sexuales del clero se explican en clave de poder. Por eso, los apuntes del Papa emérito sobre el tema le parecen “una visión sesgada, falta de rigor histórico y desafortunada”.

Hablamos también de otros temas que preocupan a la Iglesia que camina con el pueblo como son los migrantes, los muros y la basurización de la vida de las personas provocada por la sociedad extractivista en la que estamos sumergidos.

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¿Se consolida el grupo de estos congresos iberolatinoamericanos, tras tres convocatorias?

Parece que es un proceso todavía en ciernes. Hemos avanzado. Primero fue Boston, luego Bogotá y ahora, Puebla. Hay un grupo base, que somos treinta teólogas y teólogos de todo el continente y algunos de la península ibérica. Me parece que en la metodología aún nos falta afinar, para escuchar mejor la diversidad de voces y de tradiciones teológicas y encontrar los puntos de amarre.

Distingo que hay, al menos, tres grupos importantes que conforman este grupo americano, latinoamericano e ibérico. La Teología de la liberación como corriente fundante, de recepción del Vaticano II, en América Latina. La Teología del pueblo, más situada en el Cono Sur, con su metodología propia. Y los teólogos y teólogas latinos de los EE.UU. Tres tradiciones teológicas muy del continente americano, que han tenido buena recepción en España y Portugal.

Para entendernos, tres tradiciones inscritas en el ala “progresista” de la teología católica

Por supuesto. Yo diría que con sus especificidades, pero sí una teología más liberal, en diálogo con el mundo moderno, con las grandes metrópolis latinoamericanas y los cambios sociales, políticos y culturales. Cada una de esas tres ramas hace más énfasis en distintos contextos. En el sociopolítico y económico, la Teología de la liberación. En el cultural y popular, la Teología del pueblo. En la migración y los mestizajes culturales en los EE. UU., la Teología hispana en USA, por decir tres grandes rasgos.

Pero sí, efectivamente hay otras corrientes teológicas latinoamericanas que han sido, más bien, apologéticas. Y están todavía muy activas en algunas en algunas instituciones.

¿Qué consistencia tenéis en cuanto a número e incidencia en la teología global eclesiástica, en estos momentos?

Primero una consistencia en las facultades teológicas desde Buenos Aires hasta Boston College, pasando por diferentes universidades en todo el continente. Algunas, como Comillas, en España. Quiero decir que hay una consistencia académica que creo que le da autoridad científica, por llamarlo así.

También una consistencia pastoral, porque hay vínculos con movimientos eclesiales y con movimientos sociales, como, por ejemplo, las comunidades de base o Amerindia que, en la visión de la Teología de la liberación, están en acompañamiento con el pueblo y, en particular, con el pueblo pobre y marginado.

Está siendo una teología desde las bases. Con una consistencia pastoral en nuevos campos de la misma pastoral, en relación con mujeres, con pueblos originarios, con la comunidad LGTB. Creo que eso nos da cierta consistencia, tanto académica como pastoral.

¿Y en un ámbito más internacional?

En los contextos más internacionales, es decir, fuera del continente americano y la Península ibérica, hay contactos con facultades teológicas europeas, con revistas internacionales como, por ejemplo ‘Concilium’, con la que trabajamos algunos de los que estamos en este grupo. Y con otras publicaciones, digamos más científicas, de diferentes disciplinas.

Es un grupo que, predominantemente, está centrado en un tema que yo calificaría como eclesiológico-pastoral. Están la Teología moral, la Teología dogmática y la Teología fundamental, pero como disciplinas que apoyan esta reflexión de la actualidad en la urgencia de una teología para tiempos de globalización.

Vuestra relación con el papa Francisco es de un “do ut des”: él os anima y os impulsa y vosotros le apoyáis en sus reformas

De eso se trata, según entiendo. En particular el liderazgo del Boston College y, en concreto, los profesores que vienen de allá, como Rafael Luciani, Félix Palazzi y otros. Las autoridades del Boston College han tenido una claridad meridiana en la necesidad de apoyar esta renovación eclesial del papa Francisco, en desarrollar esas intuiciones teológicas fundamentales de su magisterio pontificio y, desde el contexto de la tradición teológica plural Latinoamericana y en los EE.UU., poder aportar un desarrollo de esta teología.

¿La sinodalidad, que fue el tema del Congreso de Puebla, es una asignatura pendiente?

Claro, derivada de la conciliaridad. Es decir, de la gran experiencia de colegialidad del Concilio Vaticano II, su recepción en Medellín y Puebla, hasta llegar a Aparecida. Pero, la sinodalidad la estamos viendo aquí como una contraparte que está por desarrollarse y que es la vida del Pueblo de Dios. Un camino de sínodo, de discipulado, de seguimiento de Cristo y de su diversidad de carismas, de ministerios con sus diferentes instancias, también de gobierno.

Pero hay que reinterpretar esa gobernanza, no solo frente a la crisis social que vivimos. Ayer fue magníficamente expuesto un ángulo de esa crisis por Carlos Schickendantz: el tema de la perderastia y cómo hay una exigencia de la cultura contemporánea a la Iglesia, para que revise a fondo sus estructuras de gobierno que, a veces, favorecen un clima, de homofobia, por ejemplo, o de disfuncionamiento de la homosexualidad. Es un asunto de justicia para con las víctimas -y esto viene de voces externas a la Iglesia- la necesidad de que el cristianismo revise procesos internos: cómo respeta la dignidad humana, cómo promueve prácticas de buen gobierno y los fundamentos teológicos en los que muchas veces este modelo clerical y patriarcal dominó durante siglos a la Iglesia.

¿Estás de acuerdo en que las reformas pueden, y deben, ayudar a la solución del problema de los abusos sexuales en el clero? ¿Crees que si hay reformas de los ministerios, se puede conseguir erradicar esa lacra?

Es un elemento estratégico importante. Para analizarlo, me parece fundamental echar mano de un libro de Christian Duquoc que ya tiene 30 años, “Precariedad institucional y Reino de Dios”. Duquoc hablaba de tres disfuncionamientos de la Iglesia moderna: en su relación al cuerpo y la sexualidad, al trabajo y los bienes, y al poder.

Creo que la Iglesia necesita reformarse para volver a sus fuentes evangélicas. Y tenemos que tratar esos tres ámbitos: Respecto a la sexualidad humana (porque no es solo la sexualidad de los clérigos), preguntarnos cuál es la moralidad oficial de la Iglesia en la vida matrimonial, en la vida de los jóvenes, etc. Cuál es nuestra relación al cuerpo para hacer una reinterpretación de nuestra condición humana sexual. Pero también de nuestros cuerpos vulnerados. Las teólogas feministas han sido las más creativas en ver que los cuerpos son territorios de autonomía pero, también, de compasión y de cuidado.

¿Cómo rehacer una teología del cuerpo?

Eso se está haciendo. Lo hacen las mujeres, en particular. Y la Iglesia tiene que rehacer su teología y su vivencia de esta sexualidad/cuerpo.

Pero también hay que tratar el tema del trabajo y los bienes: la cuestión de la riqueza en la Iglesia, del trabajo, de los derechos de las personas que colaboran en nuestras instituciones. Y la cuestión del poder. Este coloquio, hablando del sínodo de acá, ha centrado sus análisis en la cuestión del poder eclesiástico y clerical que, yo creo, es uno, pero no el único que hay que debatir.

¿Qué te han parecido los apuntes del Papa emérito sobre el tema de los abusos?

Me parece una visión sesgada, falta de rigor histórico y que es desafortunada en el momento presente de la crisis de la Iglesia, porque creo que no abona a una reflexión de las causas de fondo sobre el problema: no es un asunto, simplemente, de un libertinaje sexual respecto de una revolución sexual que se vivió en los años 60 y que, después, una parte de la Iglesia la asumió como bandera. Yo creo que el problema de la pederastia es un problema multifacético, que hay que analizarlo con sus bases psiquiátricas y jurídicas, porque es un delito, pero también hay un problema psiquiátrico. Es un problema que no está vinculado a la homosexualidad, que es otra condición humana y no es una enfermedad.

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Hans Küng, teólogo en la frontera con lealtad crítica

Martes, 8 de enero de 2019
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HansKung01“Su teología busca la identidad cristiana en diálogo con otras identidades religiosas”

“Una de las figuras más relevantes de la teología cristiana del siglo XX”

(Juan José Tamayo).- El año que termina ha sido fecundo en efemérides de colegas y entrañables amigos teólogos. Hemos celebrado el centenario del nacimiento de Raimon Panikkar, los 90 años de Gustavo Gutiérrez, de Hans Küng, de Pedro Casaldàliga y de Johan Baptist Metz, y los 80 años de Jon Sobrino y de Leonardo Boff. En mi blog amerindiaenlared.org he dedicado varios artículos a Panikkar, Casaldàliga, Sobrino y Boff.

Ahora publico el primero de los artículos dedicados a Hans Küng, una de las figuras más relevantes de la teología cristiana del siglo XX, que, con su extensa y rigurosa obra elaborada ininterrumpidamente durante más de sesenta años de actividad docente e investigadora, ha ejercido una significativa influencia en el panorama religioso mundial. Es la expresión de mi reconocimiento, sintonía y amistad.

La teología de Hans Küng es, sin duda, una de las más sólidas y creativas de la segunda mitad del siglo XX y del siglo XXI. Se caracteriza por la búsqueda de la identidad cristiana en diálogo con otras identidades religiosas y culturales a la luz de la conciencia crítica de la Modernidad, por el cuestionamiento de las instituciones eclesiásticas desde una rigurosa fundamentación histórica, filosófica y teológico-bíblica.

Por la crítica de los dogmatismos y fundamentalismos religiosos, por el trabajo ecuménico a favor de la reconciliación entre las iglesias cristianas en el seguimiento de Jesús de Nazaret y la fidelidad evangélica, por el diálogo entre las religiones como contribución necesaria a la paz en el mundo, por la construcción de una ética mundial en tiempos de globalización.

Por la sensibilidad hacia las inquietudes de los hombres y mujeres de nuestro tiempo y por su ubicación en la frontera con lealtad crítica a la Iglesia católica .

Convergencias entre catolicismo y protestantismo

Su tesis doctoral sobre la doctrina de la justificación en la obra de su compatriota el teólogo evangélico suizo Karl Barth (La justificación. Doctrina de Karl Barth y una interpretación católica, Editorial Estela, Barcelona, 1967) constituye el horizonte ecuménico en el que va a moverse su trabajo teológico y marca un hito en la teología ecuménica.

vida

En ella intenta demostrar la coincidencia entre la doctrina de la justificación de Barth y la católica en sus elementos fundamentales.

El propio teólogo suizo reconocía que la exposición de Küng respondía en lo esencial a su reflexión sobre la justificación y que le había interpretado correctamente: “Usted me hace decir lo que yo digo y yo pienso como usted me hace hablar”, comenta Barh en “Una carta al autor”, fechada el 31 de enero de 1957, cuando Küng tenía 28 años. (La diferencia de edad entre ambos es de 42 años: Barth nació en 1886; Küng, en 1928).

Tras leer el libro de Küng -yo lo hice en 1970 y sigo leyéndolo casi cincuenta años después-, uno no puede menos que preguntarse con R. Muñoz Palacios si todas las guerras de religión, las luchas teológicas, los enfrentamientos y las divisiones entre católicos y protestantes no habían sido un inmenso error. La respuesta tiene que ser afirmativa. El problema es que las guerras religiosas siguen produciéndose.

El papa, ¿infalible?

En la década de los sesenta y principios de los setenta, Küng se centró en temas eclesiológicos como el ecumenismo, el Concilio Vaticano II, la Iglesia y la infalibilidad, siempre en clave ecuménica, que adquirió carácter académico con la creación del Instituto de Investigaciones Ecuménicas en la universidad de Tubinga, del que fue director.

Tres son las principales obras de este período: Estructuras de la Iglesia, La Iglesia -fue el tratado de eclesiología que yo estudié- e ¿Infalible? Una pregunta.

Elabora una eclesiología crítica a partir del Evangelio y bajo la inspiración del Concilio Vaticano II. Aborda la “esencia” de la Iglesia en su forma histórica mutable. Parte de la Iglesia real encarnada en el mundo, y no de una Iglesia ideal que se encuentre en las abstractas esferas de la teoría teológica.

Con honestidad teológica y lucidez intelectual se pregunta si la Iglesia puede apelar razonablemente a Jesús de Nazaret y si está fundada en su Evangelio. Su respuesta es que entre Cristo y la Iglesia no se da una compenetración física y necesaria, sino una unidad peculiar: unidad en la dualidad y dualidad en la unidad; unidad como dinamismo histórico y no como estatismo ontológico.

La Iglesia no se encuentra al mismo nivel que el reino de Dios, sino bajo el reino de Dios y a su servicio. La índole carismática no es algo accidental en la Iglesia, sino que forma parte de su estructura fundamental.

En su obra La Iglesia católica Küng avanza algunas líneas de futuro por las que habrán de caminar las iglesias cristianas. Deben enraizarse en el Evangelio, en el movimiento de Jesús de Nazaret y en los orígenes cristianos, que es donde se encuentra su inspiración más auténtica.

No pueden depender de modelos organizativos jerárquico-patriarcales del pasado, que excluyen a las mujeres de los ministerios y de las funciones directivas en las iglesias en razón de su sexo.

En continuidad con Küng, creo que las iglesias deben reconocer a las mujeres como sujetos morales, eclesiales y teológicas, y a partir de ahí desarrollar una reflexión teológica desde la perspectiva de género, que no justifica la lucha de las mujeres contra los varones ni la de éstos contra aquéllas, sino que es inclusiva de hombres y mujeres.

La unidad de las iglesias cristianas no se logra con el retorno de una iglesia a otra o con la salida de una hacia la otra, y menos aún con la sumisión de una iglesia a la otra, sino a través del retorno por ambas partes, la mutua aceptación, la comunión en un dar y recibir recíprocos, y, en definitiva, de la conversión de todas a Cristo y su mensaje.

Una de las cuestiones más problemáticas y conflictivas de las tratadas por Küng es la infalibilidad del Papa, que divide a la cristiandad -incluso dentro de la Iglesia católica-y que, desde que se produjo la Reforma protestante, espera una respuesta de la teología católica.

Küng aborda esta cuestión de manera sistemática, con profundidad teológica, rigor histórico y fundamentación exegética, pero sin hablar ex cátedra. Lo que Küng se pregunta es si “la infalibilidad de la Iglesia necesita proposiciones infalibles”.

Ateniéndose a la filosofía del lenguaje establece una serie de principios que deben aplicarse también a las distintas proposiciones de fe, cuales son las fórmulas de fe, los símbolos de la fe y las definiciones de fe. Ninguna de ellas está exenta de seguir las leyes que rigen todo tipo de proposiciones y todas ellas participan del carácter problemático de las proposiciones humanas.

Las proposiciones van a la zaga de la realidad; son equívocas; sólo pueden traducirse condicionalmente; están en movimiento; propenden a las ideologías. La teología debe tomar en serio la dialéctica de verdad y error, si no quiere caer en el dogmatismo, el juridicismo, el autoritarismo, el formalismo, el objetivismo y el positivismo.

para confirmarlo apela a la historia, siguiendo las investigaciones del teólogo francés Yves Marie Congar (1904-1995) -con quien coincidió como asesor en el concilio Vaticano II (1962-1965)- sobre la Iglesia en la Edad Media, marcada como estuvo por el absolutismo papal.

Durante esa época se admite en general que el Papa puede errar y caer en la herejía. Lo que se enseña es la indefectibilidad de la Iglesia, no la infalibilidad del Papa.

Durante las épocas oscuras del cristianismo la indefectibilidad de la Iglesia no se manifestó precisamente en la jerarquía, ni siquiera en la teología, tampoco entre los poderosos, sino entre los humildes, entre numerosos cristianos la mayoría de las veces desconocidos que escucharon el mensaje del Evangelio y vivieron conforme a él.

¿Hans Küng contra el papado? No exactamente. Escribe en su libro La Iglesia católica: “Defiendo el papado para la Iglesia católica, pero al mismo tiempo reclamo infatigablemente una reforma radical de acuerdo con los criterios del Evangelio” (Mondadori, Barcelona, 2002, p. 14).

Fuente Religión Digital

Budismo, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Hinduísmo, Islam, Judaísmo ,

Misericordia y justicia ante la desigualdad global.

Lunes, 17 de diciembre de 2018
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dibujo grises18Comunicado de la XIX Semana Andaluza de Teología.

ECLESALIA, 03/12/18.-

La producción de “residuos humanos” -es decir, las poblaciones “superfluas” de migrantes, refugiados y demás parias empobrecidos- es una consecuencia del proceso globalizador a nivel mundial y su ensalzado progreso económico. Dicha globalización provoca un número cada vez más elevado de personas privadas de medios adecuados de subsistencia, al mismo tiempo que el planeta se está quedando sin lugares habitables para ellas y tal vez algún día también para todos los humanos en un desastre ecológico global.

La Unión Europea carece de respuestas ante los desafíos que plantea nuestro entorno geoeconómico y geopolítico. No tiene visión estratégica ni a largo ni a medio plazo. Deja al Mercado gestionar “automáticamente” la demanda migratoria y no quiere asumir su responsabilidad política y moral para con refugiados y migrantes. Su falta de visión y decisión, de previsión y de gestión de las migraciones beneficia directamente a los movimientos y partidos políticos xenófobos y a los traficantes de personas. Podemos decir que la crisis de las migraciones es la crisis de la propia Europa como proyecto humanizador y civilizatorio que pretendía ser un verdadero espacio de libertad, justicia y seguridad al servicio del reconocimiento e igual garantía de los derechos humanos.

Las migraciones interpelan: o apostamos por ser humanos en una sola humanidad, o se agudizarán las diferencias practicando la cultura del “descarte” que dice el Papa Francisco. Leyes de extranjería cada vez más severas y criminalizadoras, crueles medidas de control de fronteras, políticas de extrema dureza contra los “fugitivos” (migrantes o refugiados), miles de ahogados en el mar, gobiernos que no quieren ver ni hacer justicia, trabajadores extranjeros a explotar y sin derechos, auge de la xenofobia y de populismos que propagan el odio étnico, el temor y el rechazo a quienes llegan hasta aquí: personas con la muerte a su espalda y un muro ante su rostro. Vivimos enredados en una dinámica de rechazo de “los otros”, víctimas silenciadas, olvidando que en ellas nos jugamos nuestro propio ser, personal y colectivo.

Discriminar, invisibilizar, ignorar, minusvalorar, marginar, explotar son prácticas cada vez más extendidas en nuestras sociedades y forman parte de la experiencia cotidiana de las personas y colectivos que las sufren: mendigos, los sin techo, migrantes y refugiados, desempleados y parados, mujeres víctimas de trata, pensionistas empobrecidos, desahuciados, barrios marginales y marginados, minorías de todo tipo, etc.

La discriminación femenina es un hecho evidente en toda sociedad y en todo el mundo. Aunque es verdad que la desigualdad no se presenta con la misma intensidad en todas partes y culturas, lo cierto es que dicha desigualdad está presente en todas ellas y siempre obedece a la misma causa: el patriarcado como sistema simbólico y social creado y organizado por los varones. Un sistema que vive en los discursos ideológicos y se concreta en las estructuras sociales que priorizan el ejercicio del poder masculino con instituciones y normas opresoras para las mujeres.

El duro recorrido histórico del feminismo por lograr la igualdad de género tiene aún muchos retos hasta alcanzar la autonomía personal y el reconocimiento social de las mujeres. Frente al patriarcado dominador y dominante ya no hay marcha atrás en lo conseguido por las mujeres, que apuestan por rozar lo increíble y tener su lugar en un mundo no pensado para ni por ellas. Vivir como diferentes y a la vez como iguales y construir una sociedad igualitaria es un largo camino siempre por hacer.

Ante la irracionalidad, silenciamiento e indiferencia de cuanto sucede en el mundo y en nuestros entornos más próximos, no podemos olvidar nuestra misión como ciudadanos/as y como cristianos/as: ACOGER. La acogida debe prevalecer sobre leyes, normas y protocolos. Hemos de cuidarnos mutuamente. Porque la acogida no es algo unidireccional. Acojo si me dejo acoger. Me acogen si soy capaz de disponerme a la acogida. Esos cuidados recíprocos son los que nos constituyen como personas y como comunidad cristiana. Acogida, cuidados, comunidad, solidaridad, gratuidad, etc. son obligación de justicia y son adjetivos necesarios que pueden hacer de la vida colectiva y personal algo completamente diferente y más feliz. He aquí la tarea que nos queda: salvar lo que nos salva y contar con los que no cuentan.

Sabemos que el compromiso del seguimiento evangélico conlleva un decidido combate contra la idolatría del dinero, del poder, del consumo, de la violencia. En otras palabras, un combate a favor de la justicia que se desborda en la solidaridad como plenitud de aquella. Misericordia y justicia son los criterios para discernir, probar y comprobar que nuestra adhesión a Jesús de Nazaret es creíble y nos aproxima a la propuesta de que otro mundo es posible y necesario.

23, 24, 25 noviembre 2018.Torrox (Málaga)

Comunicado de la XIX Semana Andaluza de Teología.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Reformular a la iglesia: un camino urgente y necesario

Viernes, 23 de noviembre de 2018
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jeans-patch-13202589“Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!” (Mc 2, 21-22).

“¡A vino nuevo, odres nuevos!” (Mc 2, 22)

Stefano Cartabia, Oblato,
Uruguay

ECLESALIA, 08/06/18.- Es este el icono evangélico que, a mi manera de ver, mejor muestra la situación actual de la iglesia y del cristianismo. Por todos lados se pide renovación y desde muchos lugares surgen experiencias renovadoras o intentos de renovación. Es la frescura de la espiritualidad que se abre camino entre los senderos casi desiertos de una religión en agonía: ¡Es el vino nuevo que se hace presente para regalarnos el amor y celebrar la vida! Pero insistimos en poner este vino nuevo en odres viejos. Ese es el drama de la iglesia: aferrada a los odres de la doctrina y sus obsoletas estructuras no sabe aprovechar ni disfrutar del vino nuevo. A menudo no sabe que hacer con este vino nuevo y se desperdicia.

Necesitamos odres nuevos para este vino espumante y gracioso, un vino lleno de vida y de burbujas, un vino de buen cuerpo y robusto. Un vino con tanta fuerza que va rompiendo sin piedad los odres desgastados y rajados. Es el vino nuevo que pide reformular al cristianismo y a la iglesia.

Reformular a la iglesia”: propuesta un tanto atrevida y arriesgada. Fiel a mi sentir y mi conciencia siento también que es un camino necesario, urgente e imprescindible. También porque, por un lado, ya se está dando. Se está dando naturalmente, a partir de la base, de la gente común, de los laicos. Y también por algunos que otros gestos del Papa Francisco. Pero, en general, la jerarquía parece “no saber” o hacer la vista gorda. Así, también, la teología “oficial” y el magisterio.

Acompaño a muchas personas y grupos que ya no se sienten reflejados en esta iglesia. Muchos se alejan paulatinamente buscando otras fuentes de agua viva y no cisternas agrietadas (Jer 2, 13). Otros resisten e intentan el cambio desde dentro.

En fin: algo se mueve y se está moviendo, que la jerarquía lo sepa o no, lo quiera o no. Quiero dar mi aporte en este sentido. ¿Por qué reformular? Me pareció el termino más correcto: respetuoso del pasado y audaz con el futuro. Hubiera podido usar “renovar”: pero hablar de renovación en muchos casos no tiene toda la profundidad necesaria. A menudo el “renovar” se esfuma y diluye como una simple mano de pintura sobre un revoque en ruina. Reformular es más contundente: mantiene la esencia y a la vez permite enterrar definitivamente algunos aspectos y dar cabida a otros.

Unas premisas que me parecen importantes:

  • Escribo desde el amor a la iglesia. La iglesia me dio vida y me ayudó a crecer y a madurar. En la historia de la iglesia y del cristianismo hay una riqueza infinita que también contribuyó a alimentar grandes valores humanos: arte, literatura, poesía, educación, espiritualidad, arquitectura… Estoy muy agradecido por todo eso. Eso mismo me empuja a ser transparente, directo, incisivo en mis apuntes y mi compartir. Mis “criticas” (en realidad no quieres ser tales) – a veces contundentes – están formuladas con la intención de construir y aportar para que la iglesia sea realmente signo e instrumento del Reino de Dios en el mundo de hoy y vehículo de autentica espiritualidad.
  • Uno de los ejes de mis criticas será la jerarquía y el nivel institucional de la iglesia. No tengo nada personal con ningún representante oficial de la jerarquía, más allá de no compartir a menudo posturas y modelos de iglesia; y a veces no puedo evitar esbozar una sonrisa frente a evidentes signos de búsqueda de poder y privilegios, incoherencias y apariencias. Nada personal con nadie, más allá de sentirme marginado y excluido no raras veces. Más aún: hacia la gran mayoría de sacerdotes y obispos que conozco tengo un profundo afecto y estima. Todas personas entregadas a sus ministerios, generosas, autenticas. El blanco de mis criticas es el “sistema” jerárquico e institucional. “Sistema” – dígase lo mismo por la sociedad civil – tanto más difícil de descifrar y desmantelar cuanto más invisible, oculto e impersonal es. “Sistema” difícil de quebrar cuanto más se ampara en una supuesta autoridad divina: nada más peligroso que el fanatismo religioso. La historia enseñó y enseña. Cada “sistema” está obviamente hecho y sostenido por personas concretas, pero va también más allá y se pierde en algo indefinido e intocable. Es la experiencia común cuando para un tramite civil te derivan de ventanilla en ventanilla sin que nadie pueda dar con un responsable y un rostro concreto. Experiencia común cuando en la iglesia te dicen “que siempre se hizo así” y nadie sabe fundamentar y dar respuestas coherentes.
  • Este compartir no deja de ser una reflexión abierta, sin ninguna pretensión ni intentos polémicos. Estoy feliz con mi silencio, feliz con mi gente amada y amante. Feliz con el Dios de la Vida que me sonríe en cada cosa. Sereno y en paz desde el Silencio que me habita. No busco aprobación ni aplausos. Simple y sencillamente comparto desde el Amor que es y que somos. Me gustaría que mi escrito fuera tomado así y que se pudiera leer sin prejuicios. Sin duda habrá varias cosas que a muchos les rechinarán: no hay problema. Solo invito a una simple operación, que vale por este escrito, como por todo: no tiren todo por uno o más puntos que no comparten. Sepan rescatar lo que si comparten. Tal vez empiecen por ahí, con actitud positiva y abierta. Anoten con humildad y sencillez los puntos que comparten y los que no.
  • Tal vez a algunos pueda surgir impetuosa la rebelde pregunta: ¿quién es este que se atreve a “reformular a la iglesia”? Pregunta lícita, tal vez. Respondo: nadie. Por eso me atrevo a hacerlo. Es la suprema libertad de la nada.

Mi propuesta para reformular a la iglesia pasa por siete caminos. Siete. Número no casual. Número de la plenitud que ya somos y a las cual estamos llamados.

  • Camino jurídico-institucional
  • Camino teológico-doctrinal
  • Camino interior-espiritual
  • Camino artístico-poético
  • Camino realista-antropológico
  • Camino ecuménico-dialógico
  • Camino pastoral-misionero

Camino jurídico-institucional

La iglesia institución es uno de los grandes obstáculos para el hombre moderno y, a menudo, también para el creyente. Las instituciones en general están en crisis y están mal vistas. Muchas veces con razón: toda institución con el pasar del tiempo pierde el espíritu originario que la suscitó y se enreda en una sinfín de incoherencias: “hacer carrera”, corrupción, fanatismo, exterioridad, legalismo. No es necesario poner ejemplos para la iglesia, me parece.

La institución iglesia va repensada y reformulada. Muchas veces se tiene la impresión que la iglesia sigue más el derecho canónico que el evangelio, se preocupa más de cumplir con sus reglas y normas que de atender al Espíritu, defender doctrinas que acompañar al ser humano en su búsqueda y dolor.

Con todo esto no se quiere negar que cierto nivel institucional y jurídico sea necesario, al contrario. Lo necesitamos por nuestra existencia concreta y frágil, marcada muchas veces por el egoísmo. Pero no podemos permitir que lo institucional sofoque al genuino Espíritu –hecho muy recurrente lamentablemente–.

Repensar lo jurídico-institucional en la iglesia significa reformular sus propios fundamentos a partir de la evolución de la humanidad y de los logros de estos siglos en el campo de los derechos humanos, la antropología, la psicología, la sociología, la espiritualidad.

La iglesia institución funciona casi como una monarquía. El Papa, amparado por el derecho, puede hacer prácticamente cualquier cosa. Así los obispos en sus diócesis. Todo organismo eclesial es simplemente “consultivo”. En un mundo que, después de tanto sufrir, logró en su mayoría el modelo democrático y participativo, una visión de iglesia monárquica o casi es inaceptable. Y esto, más allá de las fallas de los sistemas democráticos y su – sin duda – posible y necesaria mejoría.

Obviamente en la iglesia se habla de comunión. Hasta existe una propia eclesiología de comunión. Hay experiencias muy lindas y positivas en este sentido: pero casi siempre a partir de la base. Comunión sí, pero si decide la jerarquía y como decide: ¡Qué extraña comunión!

¿Dónde fundamenta la iglesia esta proceder muy poco evangélico?

En una lectura parcial, interesada y superficial de los evangelios y en un criterio tautológico, es decir, que se explica en sí mismo.

Simplificando, el razonamiento es el siguiente: la iglesia afirma que su autoridad le viene de la Palabra de Dios. ¿Y quién afirma lo que es Palabra de Dios y la interpreta? La iglesia.

Algo así no es transparente y no resiste a la critica de la razón y a la autonomía del ser humano que es uno de los grandes logros de la modernidad. No reconocer la autonomía del ser humano y de las leyes del universo supondría relegar a “Dios” en un cuarto aislado e inaccesible y quedarse en un oscurantismo, esclavos de creencias.

Hay aún más: muchas leyes eclesiásticas se fundamentan en interpretaciones de pasajes evangélicos. En dichas interpretaciones muchas veces no hay coherencia ni igual criterio.

Las doctrinas del Papado, del pecado original y de la indisolubilidad del matrimonio por ejemplo se fundamentan en muy pocos versículos e interpretados literalmente o casi.

Las preguntas se hacen solas: ¿Por qué algunos versículos se toman al pie de la letra o se interpretan rígidamente y otros no? ¿El criterio de interpretar el mensaje evangélico en su conjunto no vale para estos versículos? Parece que hay distintos criterios de interpretación, según convengan o menos al poder establecido o a la necesidad o menos de confirmar tesis teológicas y doctrinales. Un camino hacia una mayor coherencia y autenticidad es necesario.

La iglesia, si quiere ofrecer al mundo una palabra autentica, debe poder abrirse a un dialogo a 360 grados con sus críticos y con todo el mundo. Tiene que poder ofrecer argumentos validos anclados en la experiencia y en la razón, no en una supuesta autoridad recibida de Dios (fideísmo) y de la cual es imposible un comprobante.

Otros ejemplos pueden esclarecer: la elección del Papa y los obispos y el magisterio. La elección del Papa es sumamente anti-democrática y no tiene en cuenta la eclesialidad. El Papa elige los cardenales que, a su vez, elegirán al Papa sucesivo. No hay ninguna forma de participación del pueblo. Y ni que decir, que los cardenales son todos varones. Obviamente se fundamenta todo esto bíblicamente. Fundamento que no existe por supuesto y que se intenta crear estirando y manipulando los textos.

La elección de los obispos es sumamente autoritaria y falta total de transparencia. El rol de los nuncios es fundamental y muchas veces el Nuncio de turno no conoce fehacientemente la realidad. Las consultas son parciales y envueltas en un oscuro misterio. Los informes que llegan a Roma no se conocen y también están rodeados de misterio. Por no decir que también acá juegan simpatías, acuerdos, etcétera…

El pueblo cristiano, la enorme mayoría de los cristianos, prácticamente no tiene ninguna voz en la elección de sus pastores. Lo mismo se puede decir, tal vez matizando un poco, de los párrocos.

El magisterio está también envuelto en una sacralidad que no tiene. Con Francisco – sus palabras, gestos y pedidos de perdón– quedó claro, por ejemplo, que la doctrina de la infalibilidad papal no se puede sostener. La jerarquía exige obediencia al magisterio: no se puede pensar ni opinar distinto. Por lo menos “oficialmente”. Se crea así una brecha hipócrita terrible. Varios obispos y sacerdotes (y , mucho más, catequistas y laicos) no concuerdan con las posturas “oficiales” de la iglesia pero no se atreven a expresarlo y,  menos, a ponerlas arriba del tapete. Sería muchos más honesto, humanizador y evangélico que el magisterio pierda su carácter absoluto y dogmático para volverse abierto, dialogante y orientativo.

En la práctica concreta en definitiva, lo que se vive en la iglesia, es autoritarismo y no autoridad. La autoridad, bien lo sabemos, no se impone, sino que se reconoce. Y la jerarquía sigue exigiendo obediencia y fidelidad en detrimento de la libertad de conciencia. El evangelio es también testigo clarividente de todo eso, pero la jerarquía hace oídos sordos. A Jesús se le reconoce autoridad, él no la exige en ningún momento. La gente misma le reconoce a Jesús cierta autoridad por su coherencia de vida. El “principio autoridad” de la iglesia tiene que dejar lugar al “principio autenticidad”, como afirma el teólogo italiano Vito Mancuso.

La autenticidad de una vida es reconocida por la gente sin necesidad de imponer ningún tipo de autoridad. Todo esto conduce al respeto de la conciencia, cosa afirmada por el catecismo pero muy poco practicada por la jerarquía. “La conciencia es el nucleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (1795. El texto reenvía al documento conciliar Gaudium et Spes 16). Sigue –de manera menos violenta pero más oculta y perniciosa– cierta inquisición: la libertad de pensamiento que también la iglesia reconoce en sus documentos, en la práctica no es reconocida. Roma controla los obispos, los obispos se sienten controlados y controlan a los sacerdotes, los sacerdotes se sienten controlados y controlan a los laicos… ¡terrible circulo vicioso y tan poco evangélico!

¿Se puede ser cristiano así? Ya di mi respuesta, como podrán imaginar. Obviamente todo este planteamiento – supongo – no le gustará mucho a la jerarquía: su poder está amenazado. Y siempre buscarán respaldo en la tradición y en la subjetiva suposición de que su autoridad viene de Dios. Hasta que se escudan en este argumento todo sincero dialogo es imposible. También porque este “dios” del cual vendría su autoridad, ha muerto. O, tal vez, nunca ha existido. Todo esto está profundamente unido al segundo camino.

Camino teológico-doctrinal

Desde la teología surge la doctrina y desde la doctrina se exigen maneras de vivir, de entender la vida, de comportarse. Después de los primeros concilios ecuménicos la doctrina fue marcando el camino del cristianismo y la vida concreta de muchas personas.

La teología y la doctrina de la iglesia, después de los primeros siglos de frescura y mística, fueron empapando la vida del cristiano. La iglesia, unida al poder político, fue desarrollando la teología y la doctrina a partir del imperio y se fue estableciendo con las características propias de un imperio/estato: poder legislativo, ejecutivo, judicial. La liturgia misma tiene una importante derivación imperial… ¿y tiene que ver con el evangelio?

Ahora bien: al leer el evangelio uno no se ve apabullado por disquisiciones teológicas ni oprimido por pesadas doctrinas. Al contrario: trasluce en cada pagina libertad y frescura. Notamos a un Jesús amante de la vida, hombre libre, preocupado por hacer el bien y revelar el rostro misericordioso del Padre.

Todo esto obviamente –no soy tan ingenuo– no significa que teología y doctrina no tengan su lugar y no sean también importantes. La teología… ¡hasta me gusta! Significa volver a priorizar la experiencia y la vida por encima de la teología y la doctrina: criterio clave en todo camino espiritual y criterio usado por el mismo Jesús. Sin duda la teología y la doctrina católica marcaron una época y tuvieron sus logros y sus importantes aportes. Leer más…

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“Nueva ola teológica evangelical hispana”, por Carlos Osma.

Miércoles, 20 de junio de 2018
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leerSarcasmo del bueno en este post de su blog Homoprotestantes:

Según el profesor de Antíguo Testamento de la Facultad de Teología Evangélica de la Cruz Chispeante, Natanael Baleia, a Jonás se lo tragó un pez. Anna Whitemind, conocida especialista y licenciada en el gélido Seminario de Fair Bannks, pero que trabaja como misionera en un pueblecito soleado de la costa de Cádiz, afirma que hay pruebas bíblicas concluyentes de que Dios creó el mundo en siete días. Por su parte, el teólogo (por aclamación popular, aunque no pudo asistir a ninguna de las clases del Seminario Unido del Cristo Exaltado) Paco Gata, ha escrito un libro explicando que Moisés redactó el Pentateuco porque la Biblia lo dice. El profeta Juan Patmos, que recibe directamente los títulos teológicos gracias al Espíritu Santo, demostró en el pasado encuentro de hombres heterosexuales con Biblia negra y corbata azul, que sin lugar a dudas estamos viviendo los últimos tiempos tal y como claramente relata el libro del Apocalipsis. Éstas son solo cuatro muestras del alto nivel teológico del evangelicalismo “made in Spain” que tiene como máxima: “Si sabes leer… eres un gran teólogo”.

¡Qué haríamos sin personas tan formadas como éstas que conocen tan bien la Biblia y que nos transmiten sus enseñanzas de manera pura y sin mancha! Gracias a ellas el evangelicalismo está manteniéndose como el último remanente fiel que hace frente a la poderosísima ideología de género. Allí están ellos, y algunas de ellas, expulsando a diestro y siniestro a quienes se atrevan a poner en entredicho la autoridad de la Biblia. Su guerra es sin cuartel, y además de hacer manifestaciones, intentan llegar a lugares de influencia política para imponer la Santa Palabra de Dios (que sin duda se equivoco haciendo nacer a su Hijo en casa de unos donnadies, cuando podría haberlo hecho en la cuna del Emperador Julio César, y así le hubiera sido mucho más sencillo imponer políticamente el Reino de Dios). Lo más destacable de las puntas de lanza de la teología patria es que no se han dejado llevar por los discursos ideológicos de la izquierda más radical, y se mantienen a lo suyo, luchando contra degenerados peligrosos que quieren destruir el orden, la familia y la Iglesia; en vez de (por ejemplo) perder sus energías en denunciar la corrupción política, o el empobrecimiento de la población. No, ellos no van a caer en el engaño, saben que su enemigo más importante no es la incoherencia, sino dos personas del mismo sexo retozando felizmente una encima (o detrás) de la otra a la hora de la siesta.

La próxima semana El Concordato Evangélico Hispano de la Biblia Totalmente Abierta, entregará un premio al Doctor en Teología por la Universitat Evangèlica de Castelldefels Pau Llest, por haber demostrado que a Daniel no se lo comieron los leones porque, además de en un dibujo que tuvo que colorear en la escuela dominical cuando era pequeño, lo pone en la Biblia. Me he enterado de este importantísimo premio, porque mis amigos Chencho y Dimas, a los que conocí en un encuentro de Cristianos Exploradores cuando teníamos cinco años, pero con los que no volví a coincidir hasta que el año pasado los reconocí bailando en el pódium de la discoteca Furor Gay; me lo dijeron la semana pasada. Me llamaron para explicarme que han dejado lo del pódium, lo de las discotecas, y también lo de ser gais. Lo de acostarse juntos todavía no lo han dejado del todo, pero están seguros que con oración, un poco de tiempo, y la ayuda de la profetisa Elisa Mg Boses (que estudió en la Facultad Pentecostal Filipina de Torremolinos especializada en profetismo y curaciones divinas); dejarán de hacerlo. Y cuando les pregunté por qué querían dejar de acostarse juntos, me respondieron que porque la Biblia lo dice. Además, me invitaron a la entrega de premios en Castelldefels para que conozca a Pau Llest, Elisa Mg Boses, y a Marcelo Atraente; que es un exgay brasileño guapísimo con el que han creado un trío para cantar, bailar y adorar a Dios. Se supone que ese tal Marcelo ha hecho también un posgrado en la Universidad Rey Juan Carlos (milagrosamente no hacía falta asistir a las clases ni hacer exámenes), demostrando que Satanás existe, porque lo dice la Biblia, y además es gay. Esto último, aunque no lo diga explícitamente la Biblia, lo deduce por lo peligroso que es su tridente para todos los hombres de bien.

Nada, que no me ha hecho falta esperar hasta la próxima semana para conocer a tan ilustres personajes de la teología hispana, que ya me he decidido a estudiar teología en alguno de los reputadísimos centros superiores de teología evangelical del Estado. Y aunque me niego a hacerme heterosexual (al menos por el momento), si me lo preguntan, pondré en sus formularios de inscripción que sí lo soy. Quiero formar parte de la nueva ola teológica hispana que bucea en las profundidades bíblicas para extraer todas sus enseñanzas. De hecho, esta misma tarde he empezado a leer la Biblia y he descubierto cosas increíbles, yo que siempre he sido un amante de la naturaleza, me he quedado anonadado al saber que Dios salvó de una gran inundación a todos los animales de la Tierra haciéndoles entrar en un arca… En realidad a todos no, solo a una pareja de cada, al resto incluyendo a los seres humanos, los fulminó. Pero bueno, parece ser que se lo merecían. Dios siempre sabe lo que hace. No sé si este descubrimiento me permitirá entrar en segundo o tercer curso directamente en alguna facultad que tenga denominación de origen evangelical, pero por si acaso voy a pedir que me hagan un examen que valore mi nivel inicial.  En tres años me veo Doctor en Teología… y de ahí a escribir en las mejores revistas evangelicales y ser invitado a dar grandes conferencias, hay solo un paso. Quiero servir al Señor… y estoy dispuesto a leer y leer la Biblia, a aprenderme sus versículos de memoria, y el nombre de cada uno de los personajes que intervienen. Quiero ganar todos los esgrimas bíblicos, y dejar boquiabierto al personal. Después montaré una iglesia, y llamaré a Chencho, Dimas y a Marcelo Atraente, para que amenicen con su música y sus bailes el tiempo de alabanza, antes de que yo suba al púlpito y predique la verdad que pone en la Biblia a todo el mundo que quiera escucharme.

Carlos Osma

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