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“José María Castillo, la fuerza profética de lo débil”, por Pedro Miguel Lamet

Miércoles, 15 de noviembre de 2023
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La Universidad de Granada despide a José María Castillo, “maestro de generaciones, ciudadano fiel a sus compromisos y amigo de tantos

Juan Cejudo: “Castillo nos ha iluminado con su teología abierta”

José María Castillo, el gran teólogo de la teología popular, por Julio Millán Medina

¿Qué hubiera dicho José María Castillo?, por Jesús Lozano Pino

Para ti, José María Castillo, por Faustino Vilabrille

Leído en su blog:

Ante la muerte de un teólogo del pueblo

Un pintor habría utilizado para retratarlo colores pálidos para trazar suavemente un rostro entre frágil e inteligente, solitario y cordial, humilde y respondón

Un rasgo de sus comienzos nos emociona especialmente, su confesión de que de niño fue pastor literal de ovejas

Sobre el sustrato de una psicología frágil y sensible, como él mismo confiesa que es la suya, eso ha supuesto tener que afrontar muchas noches oscuras, incomprensiones, soledad e incluso tener que superar en varias ocasiones la depresión

El motor de lo que hago y deseo seguir haciendo, hasta el final de mis días, es la experiencia de Jesús, el Señor de mi vida, tal como lo he encontrado en el Evangelio.”

Adolfo Nicolás, al despedirse, le dijo: “Reza mucho por la Iglesia; porque más bajo de lo que ha caído, ya no puede caer”

“Ahora, que hemos entrado, en picado, en la crisis de la Religión y de Dios, empezamos a tomar conciencia de que al Dios trascendente solamente podemos conocerlo en la humanización de Dios, tal como lo vemos y lo palpamos en el Evangelio, en la vida y en las obras de Jesús.”

Acaso nunca habría podido imaginar José María Castillo, como ha sucedido a otros teólogos oficialmente proscritos, que un papa llegara a leer sus libros, llamarle personalmente y revalidar su trabajo de conciencia profética en la Iglesia.

 A los noventa y cuatro años de edad, después de una vida llena de estudio, búsqueda de la verdad evangélica y profunda bondad, pero difícil y plagada de obstáculos, se nos ha ido en Granada el teólogo popular libre y disidente, pero profundamente cristiano, José María Castillo. Sus datos biográficos y obituario se encuentran ya en otros sentidos y lúcidos artículos de RD. (José Manuel VidalJesús Bastante, Xavier Pikaza).

En estos momentos, con el dolor de su pérdida, más que los datos fríos y académicos de su vida nos interesa su perfil humano e intelectual.  Un pintor habría utilizado para retratarlo colores pálidos para trazar suavemente un rostro entre frágil e inteligente, solitario y cordial, humilde y respondón. Pero esa es solo la apariencia. Pepe Castillo es mucho más. Pueblo pequeño, escasez de la Andalucía oprimida, guerra y posguerra, franquismo y transición; Trento y Vaticano II, le configuran como marco político y vital. Un rasgo de sus comienzos emociona especialmente, su confesión de que de niño fue pastor literal de ovejas. Cuenta que durante años le dio vergüenza relatar esta vivencia infantil. Pero no solo es hermosa esa conexión primitiva con la naturaleza y la imagen bíblica del pastoreo, sino que viene a simbolizar lo que va a ser el eje de toda su vida: la centralidad del Evangelio como columna vertebral de su actividad teológica.

 Un continuo salto de obstáculos

Como en una película hay secuencias que se alternan en su relato: el proceso de ir descubriendo al verdadero Dios contra la falsa religión en su hijo, Jesús de Nazaret, y, como en un salto continuado de obstáculos, superar los escollos que le irá poniendo la Iglesia institucional o real. Sobre el sustrato de una psicología frágil y sensible, como él mismo confiesa que es la suya, eso ha supuesto tener que afrontar muchas noches oscuras, incomprensiones, soledad e incluso tener que superar en varias ocasiones la depresión. Pero nunca ha claudicado en su lucha hasta alcanzar la libertad e incluso, en la medida que es posible en este mundo, la felicidad.

En este proceso ha estado muy presente la Compañía de Jesús. Yo creo que en cierto modo ser jesuita imprime carácter. Con sus defectos -entre ellos cierto orgullo corporativo-, la orden que fundó San Ignacio no deja indiferentes. De los muchos ex jesuitas que he conocido pocos no sienten cierta añoranza, y la mayoría asegura que la experiencia a fondo de los Ejercicios ha marcado para siempre su vida. Lo curioso de Castillo es que, a pesar de que abandona dos veces la Orden (la primera por enfermedad en el noviciado, la segunda por conflictos que el resume como “higiene mental”), mantendrá siempre un vínculo de gratitud y aprecio, tanto que le  dedica a la Compañía sus memorias y le atribuye muchos de sus logros de formación y vivencia.

Como novelista y biógrafo he llegado a la conclusión de que una de las cualidades más destacadas de la Compañía, sobre todo los últimos tiempos, es su flexibilidad y tolerancia para albergar entre sus filas hombres tan distintos como Teilhard de Chardin y Karl Rahner, Gerald M. Hopkins y Carlo María Martini, generales como Janssens y Arrupe, y entre los españoles singularidades tan acusadas como los padres Llanos y Díez-Alegría. De estos dos grandes hombres, como Castillo, libres, proféticos y rompedores, he escrito biografías documentadas. La de José María Díez-Alegría la titulé “Un jesuita sin papeles: la aventura de una conciencia”. Precisamente por su objeción de conciencia Alegría tuvo que abandonar legalmente la Orden, aunque el simpar Arrupe, entonces superior general, le permitió seguir viviendo como un jesuita más en casas de la Compañía. No sé de otro instituto eclesial que haya tenido un gesto de este calibre.

A este respecto Pepe Castillo me contó una anécdota muy repetida en su encuentro con el papa Francisco, cuando le invitó a una audiencia en Roma. Después de haberle hecho varias de esas llamadas telefónicas que suele hacer a algunas personas por sorpresa, el ex jesuita granadino le dijo al papa jesuita argentino: “Convénzase, santidad, los dos somos jesuitas sin papeles”, lo que desencadenó un torrente de risas en el Papa. Castillo resume así lo mejor que sacó de sus dos noviciados, lo que “hay en la base y fundamento de mi vida es una “experiencia-clave”, que se mantiene firme en mí, tal como yo la siento, la percibo y es el motor de lo que hago y deseo seguir haciendo, hasta el final de mis días. Es la experiencia de Jesús, el Señor de mi vida, tal como lo he encontrado en el Evangelio”.

Contradicciones de nuestra Iglesia

Otro punto es su experiencia humana e intelectual en los centros de estudio donde ha ejercido su profesorado como Córdoba, Granada, Roma, El Salvador y otros muchos lugares. De ello afirmaba: “Esta Iglesia, a la que tanto debo, es la Iglesia que vive en una enorme y palpable contradicción. Es la contradicción que consiste en que la Iglesia enseña (o pretende enseñar) exactamente lo contrario de lo que vive. Y es el “clero”, lo digo sin rodeos, el que lleva la batuta de esta enorme orquesta ruidosamente desafinada”. Particularmente sensible a las contradicciones, estas estallan en su vida cuando se le prohíbe enseñar en Granada y al mismo tiempo se le admite, e incluso se le anima, a hacerlo en la UCA de San Salvador. “¿En Granada yo era peligroso y en El Salvador no lo era? ¿Cómo se explica esta contradicción?”. ¡Por lo visto la razón formal es que la de Granada era facultad eclesiástica y la de San Salvador civil! Como si la verdad dependiera de etiquetas.

Pepe admiraba la libertad profética de Pedro Arrupe, que le trató con gran comprensión y delicadeza, o las confidencias de su sucesor en el generalato, Adolfo Nicolás, que al despedirse le dijo: “Reza mucho por la Iglesia; porque más bajo de lo que ha caído, ya no puede caer”. Castillo se atreve a decir que Wojtyla y Ratzinger, “aunque hombres muy distintos, cada uno a su manera, le dieron más importancia a la fiel observancia de la Religión que a la presencia del Evangelio en la vida de los individuos y de la sociedad”.

Sea como fuere la trayectoria teológica de Pepe Castillo, insuflada de una enorme cultura y cientos de libros asimilados y otros escritos por él, es una continua superación de censuras y de problemas de libertad de cátedra. Llega a afirmar que la Teología es “un saber sometido a censura”. Su clave para entenderla es la encarnación como humanización de Dios. Por eso afirma en una estrecha unión de inmanencia y trascendencia: Si luchamos en serio por ‘humanizar’ esta sociedad y este mundo, entonces y sólo entonces, podremos pensar en serio que estamos luchando por ‘divinizar’ nuestra existencia.  Para señalar lo que distingue a un cristiano del que no lo es, afirma que se produce cuando “sólo queda en pie el amor, la bondad y el comportamiento que cada cual ha tenido en su vida con sus semejantes”.

Solo queda el amor

Muy esclarecedor es cuando se pregunta por su identidad de los últimos años: “¿Laico o jesuita arrepentido?”. De pronto se descubrió viejo y libre por primera vez, en el sentido de no estar atado para realizar lo que uno quiere hacer. Esto le supuso vivir contrastes, como tropezarse con gente que le felicitaba  y otros le evitaban,  como aquel compañero que se escondía detrás de un libro para no saludarle. Pero lo mejor es su conclusión: “¿Laico o jesuita arrepentido? Ni lo uno ni lo otro. Yo quiero creer en Jesús, buscar – en Jesús – a Dios. Y para alcanzar mi búsqueda, hacer lo que hizo Dios. O mejor –para hablar con precisión– intentar hacerlo. Que es, ni más ni menos, hacer lo que hizo Dios: “encarnarse”. Es decir, “humanizarse”: “La Palabra se hizo carne”. Dios se “humanizó”. Siendo profundamente humanos, así es como encontramos a Dios.”  O lo que le dijo Adolfo Nicolás en Roma: “Me alegra que te hayas salido de los jesuitas. Porque te conozco. Y sé que, tal como piensas y te comunicas, tú no podías ser feliz en la Vida Religiosa. Y no olvides que venimos a este mundo para ser felices. No para vivir siempre contrariados”.

Castillo piensa que el problema del hombre es Dios, y solamente en el Evangelio en Jesús, algo que en su opinión la Iglesia ha olvidado, volvemos a la centralidad. “Hizo falta pasar por la crisis religiosa, que provocó la Ilustración, para darnos cuenta de que a Dios no lo conocemos. Y ahora, que hemos entrado, en picado, en la crisis de la Religión y de Dios, empezamos a tomar conciencia de que al Dios trascendente solamente podemos conocerlo en la humanización de Dios, tal como lo vemos y lo palpamos en el Evangelio, en la vida y en las obras de Jesús”. De ahí la importancia que el profesor Castillo concedía al Dios humanizado, que veía como única vía de hacer presente a Dios en nuestro lacerado mundo, y para la Iglesia que esté centrada en el Evangelio, porque “una Iglesia empeñada en observar fielmente la Religión es una institución que vive y comunica un Evangelio falsificado”.

Pepe ha declarado siempre su amor a la Iglesia, “pero precisamente porque la quiero tanto, por eso no me puedo callar lo que yo veo como el fenómeno de fondo que ha desquiciado lo que quiso Jesús, mi verdadero Señor, cuando se despojó de todo rango y dignidad, de toda posesión de bienes y grandeza”. Por eso la Iglesia no tiene futuro si no es desde el seguimiento de Jesús y recuperando como centro el Evangelio. En su opinión lo que la gente de hoy rechaza de la Iglesia no es la “maldad”, sino la “mentira”, la contradicción entre lo que predica y lo que vive, y será creíble cuando sea capaz de romper las fronteras discriminatorias entre el clero y el laicado, el hombre y la mujer, y no convierta los ritos en una forma de liberarse de los miedos o de enorgullecerse como el fariseo frente al pobre publicano.

Cuídelo, Margarita” (Papa Francisco)

Con este pensamiento la irrupción del papa Francisco en estos últimos años del teólogo Castillo ha sido capital. Pocos días antes de que Benedicto XVI presentara su dimisión, el padre Adolfo Nicolás le hizo esta confesión en Roma: “Ten en cuenta que la Iglesia lleva más de treinta años sin gobierno”. Y añadió: “Juan Pablo II se ha dedicado a viajar por el mundo. Y Benedicto XVI ha ocupado su tiempo leyendo libros de alta especulación filosófica y teológica, a lo que añade la música clásica, que le encanta”. ¿Quién gobernaba la Iglesia? Responde Nicolás: “Los cardenales, que presidían los distintos dicasterios de la Curia Romana. Cardenales que han gobernado en una auténtica lucha entre ellos. Y así está la Iglesia”. Pepe reconocía que el papa Francisco es muy sencillo, pero al mismo tiempo difícil de entender. Él lo cifra todo en su bondad, “la fuerza más poderosa que tiene el ser humano”, junto a la valentía al atreverse a denunciar los desafueros de la sociedad actual y la propia Iglesia.

Pero quizás lo más impresionante fue la manera que el papa Francisco tuvo de recibir a José María Castillo y a Margarita, en cuya casa vive actualmente el teólogo en compañía de los hijos de esta. No deja de ser sorprendente que todo un papa invite a un ex jesuita con su compañera a la eucaristía, que a ambos les dedique un rato para charlar, y que al despedirse le diga a esta señora: “Cuídelo, Margarita, la Iglesia lo necesita”. “Naturalmente -comenta Castillo-, aquello fue, no sólo anular lo que motivó mi salida de la Compañía de Jesús, sino sobre todo reconocer mi servicio a la Iglesia. Y mi utilidad en ella”. ¡Qué diferencia de los que le daban esquinazo cuando se lo encontraba en la calle por “haber colgado los hábitos”, como se decía antes”!

Acaso nunca habría podido imaginar José María Castillo, como ha sucedido a otros teólogos oficialmente proscritos, que un papa llegara a leer sus libros, llamarle personalmente y revalidar su trabajo de conciencia profética en la Iglesia.

Algunos, aun después de muerto, seguirán tachándole de radical, rebelde, herético y fracasado. Compañero tengo que lo ha calificado incluso de “loco”. No importa. También a algunos profetas que han permanecido dentro de la institución les ha pasado lo mismo. Recuerdo que el padre Arrupe se encontró en el servilletero del comedor de Loyola una nota en la que algunos compañeros inmovilistas le acusaba de que “un vasco fundó la Compañía y otro se la estaba cargando”, y nunca olvidaré la humildad con que, medio paralizado por el ictus, me decía en su cuarto de enfermo de sí mismo: “Pobre hombre, ya no sirvo para nada. Pero yo lo veía claro, teníamos que dar ese paso; era algo muy hermoso, era algo de Dios”. Se refería a la opción por la justicia de los jesuitas como una consecuencia vertebral de la fe. Hoy un centenar de miembros de la Compañía han dado la vida por esos valores. Vivió nueve años de martirio incruento e incomprensión. Hoy finalmente va camino a los altares. Como otros muchos que nunca obtendrán aureola y viven desde la fidelidad y el silencio su mejor contestación, ya que el trigo que se pudre en la tierra también es profecía. Tuve el privilegio de prologar sus memorias y presentar en Madrid su libro “Declive de la Religión y futuro del Evangelio. En esta última ocasión mostró una gran humildad cuando le señalé que hoy existe una mística popular o religión por libre buscadora de la verdad más allá del mensaje evangélico.

Las comparaciones son odiosas. Pero somos muchos los que hemos vivido la conculcación de derechos humanos como los de libertad de expresión, de investigación teológica o de cátedra en la Iglesia. Dicen algunos que es ahora cuando finalmente un papa, con las limitaciones de una institución que se mueve con pasos paquidérmicos, está empezando a aplicar el Concilio Vaticano II. Eso también se debe a muchos años de sufrimiento y represión orgánica que estamos superando gracias a testigos y voces proféticas como la de José María Castillo. También él nos ha dejado miles de páginas, escritas por cierto con un estilo popular, fluido y asequible, sobre la esperanza en el futuro, siempre que destaquemos como imprescindibles “la oración y el seguimiento de Jesús”. Se pueden resumir en su proyecto, que sintetiza en tres palabras: “creer en Jesús de Nazaret. Gracias, querido Pepe, sigue recordándonoslo, libre ya de ataduras, censuras y miopías, desde esa dimensión donde ahora vives la verdad, perdido en el mar de amor en que siempre creíste.

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Muere José María Castillo, el ‘padre’ de la Teología Popular

Domingo, 12 de noviembre de 2023
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jose-maria-castilloUna inmensa pena la que sentimos por el fallecimiento de un maestro cuyas reflexiones nos han acompañado desde los inicios de esta página Web. Descansa ya, hermano, de las censuras vaticanas y las injusticias que sufriste…

 El teólogo falleció en su querida Granada esta mañana

Ha muerto como vivió. Sin querer hacer ruido, sin avisar. Y dejando mucho cariño alrededor. El téologo y ‘jesuita sin papeles’, nuestro querido José María Castillo, acaba de fallecer en su amada Granada. Lo ha hecho rápido, junto a Marga, la mujer que lo acompañó en las últimas décadas, también en el tránsito final

Hace más treinta años, publicó los temas de Teología Popular, la teología que ahora renace, “puesta al día”. Esto se lee en su biografía ‘oficial‘. Aunque José María es más, mucho más, que eso

Echaremos de menos su voz recia, fuerte, su palabra siempre precisa. Y intentaremos que se culminen los últimos proyectos que ha dejado sobre su mesa en Granada. Y le leeremos, porque Castillo nos ha dejado una vida entregada, y su palabra. Su palabra escrita, profética, que resuena en los corazones de mucha gente de buena voluntad. Descansa en paz, amigo.

Entrevista a Castillo: “El poder de la Iglesia de hoy me da lástima y coraje”

José M. Vidal: “Castillo fue un gran teólogo, un profeta, una partera de la primavera y un cielo de persona”

Xabier Pikaza: J. M. Castillo (1929-2023). Alternativa cristiana, un teólogo del pueblo

Los últimos libros de José María Castillo, en Religión Digital

Ha muerto como vivió. Sin querer hacer ruido, sin avisar. Y dejando mucho cariño alrededor. El téologo y ‘jesuita sin papeles’, nuestro querido José María Castillo, acaba de fallecer en su amada Granada. Lo ha hecho rápido, junto a Marga, la mujer que lo acompañó en las últimas décadas, también en el tránsito final.

José Mª Castillo nació en Puebla de Don Fadrique (Granada), en 1929. Ha sido jesuita durante más de cincuenta años. Doctor en Teología Dogmática (Universidad Gregoriana de Roma). Profesor de teología dogmática (Facultad de Teología de Granada). Profesor invitado en diversas Universidades (Gragoriana, de Roma; Comillas, de Madrid; UCA, de El Salvador). Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada. Autor de más de treinta libros y de numerosos artículos en revistas de investigación, de divulgación y de prensa diaria. Hace más treinta años, publicó los temas de Teología Popular, la teología que ahora renace, “puesta al día”. Esto se lee en su biografía ‘oficial‘. Aunque José María es más, mucho más, que eso.

Sacerdote, teólogo, escritor. Amigo, siempre atento y preocupado por su Iglesia,enamorado de ella, y de la libertad que, en los últimos años, trajo a la misma el Papa Francisco, quien le recibió y confesó que le leía, y le admiraba. Se hace difícil escribir sobre él en estos momentos, porque todavía estamos esperando su último artículo, que iba a dedicar a la situación de la mujer en la Iglesia.

Echaremos de menos su voz recia, fuerte, su palabra siempre precisa. Y intentaremos que se culminen los últimos proyectos que ha dejado sobre su mesa en Granada. Y le leeremos, porque Castillo nos ha dejado una vida entregada, y su palabra. Su palabra escrita, profética, que resuena en los corazones de mucha gente de buena voluntad. Descansa en paz, amigo.

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Rehabilitado por Francisco

Fuente Religión Digital

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Gonzalo Haya: La teología popular en los refranes (II)

Sábado, 8 de octubre de 2022
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CD34FC86-A3E2-4B13-BB26-85ABDF3716E4II. La Religión

En el Diccionario de 2.500 refranes de Luis de Uceda encuentro 90 sobre la religión en general, la mayoría más bien de crítica.

I. Me extraña que no haya refranes sobre la práctica de la religión.

Solamente vagas referencia a las vírgenes y a los santos como costumbres populares o fechas del calendario.

En cambio abundan temas éticos o espirituales, pero están tratados desde la sabiduría humana, con pocas alusiones a la interpretación o a la práctica específicamente religiosa.

Algunos ejemplos:

La muerte

Suele decirse que el origen de la religión es el miedo a la muerte; sin embargo entre los casi cien refranes que recoge Luis Junceda sobre la muerte, no he encontrado ninguno que ofrezca un consuelo religioso. Solamente alguna referencia a Dios en la que, como ya dijimos, reconoce con sencillez nuestra dependencia: “Matrimonio y mortaja, del cielo bajan”; “Nadie se muere hasta que Dios quiere”.

Algunas vagas alusiones, difíciles de interpretar, sobre los espíritus o el alma en otra vida: “No venga al alma cuando el cuerpo pasa”; “Yo pongo, Dios preste; si muere, fino estése”, que Junceda interpreta como crítica a los falsos curanderos.

En general son reflexiones muy sensatas, “Genio y figura, hasta la sepultura”; “Como se vive, se muere”; “Veinte con sesenta, o sepultura o cornamenta”; especialmente sobre la certidumbre de la muerte, “A todo hay remedio, sino a la muerte”, “

Muestra cierto resentimiento o ironía por la presunción de los más ricos: “Por grande que sea el barco, se lo tragó el charco”; De cenas y magdalenas están las sepulturas llenas”; “Más mató la cena, que sanó Avicena”; o con una cierta envidia por esas cenas: “Muera Marta, muera harta”; o la aceptación de las contrariedades de la vida: “Muerto el perro, se acabó la rabia”;Mala hierba nunca muere”; o con resignado realismo, “Dolor de mujer muerta dura hasta la puerta”; El muerto, al hoyo, y el vivo, al bollo”.

Amor

Encuentro 65 refranes de sabiduría y picardía humana: “Obras son amores, que no buenas razones”; “Galán atrevido, de las damas preferido”; “El amor y el vino, sacan al hombre de tino”. Alguna alusión bíblica: “Más fuerte era Sansón, y le venció el amor”; pero sólo encuentro un refrán que penetra en lo humano más profundo, y excede la norma habitual humana: “Ama a quien no te ama, y responde a quien no te llama”, que puede estar inspirado por el evangelio.

Riqueza y pobreza

Es un tema clave en los evangelios pero apenas se refleja en los refranes, porque la religión cristiana no ha sabido transmitirlo; se transmite con el ejemplo, pero la Iglesia no ha vivido el mensaje evangélico sobre riqueza y pobreza; solamente lo han vivido algunos santos, o algunas Órdenes religiosas en sus comienzos.

Reflejo del evangelio pueden ser “Caridad con trompeta, no me peta”; “Dar limosna nunca mengua la bolsa”; “Cuando pobre, franco; cuando rico, avaro”.

La sabiduría popular va al fondo al reconocer que “El dinero, de unos es señor, y de otros, siervo”; “La pobreza no es vileza, mas deslustra la nobleza”.

Con más frecuencia se deja arrastrar con realismo por el aprecio al dinero, “Entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero”, pero “Entre salud y dinero, salud quiero”.

La mayoría de estos refranes se aferran a lo poco que el pueblo tiene: “Para pasar el agua y dar dinero, nunca seas el primero”; “Si te dan dinero, tómalo al punto; si te lo piden, cambia de asunto”; “Hoy no se fía aquí, mañana sí”.

En otros temas como familia, hijos, honor, matrimonio, prudencia, sabiduría, vejez, vicios, virtudes, apenas hay alusiones a prácticas religiosas.

II. De estos refranes, saco la impresión de que:

El pueblo vive una religión natural

“Bien predica quien bien vive”;“Bien predica fray ejemplo, sin alborotar el templo”; “Cuando el abad está contento, lo está todo el convento”; “Lo que han de comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos”; “La campana no va a misa, pero avisa”; “Con tanto decir amén, no sale la misa bien”.

Reconoce la igualdad de todos y las debilidades humanas

“De pobres pañales, obispos y cardenales”; “Caga el rey, caga el Papa; sin cagar, nadie se escapa”.

Y aprecia la ayuda de una religión

“La fe Fe, sin ojos ve”; “Al médico, confesor y letrado, hablarles claro”; “Cuando caen los altares, se alzan los muladares”; “Los truenos y el mar, enseñan a rezar”.

A pesar de que relativiza las creencias y los excesos

“Hágase el milagro, y hágalo el diablo”; “A santo que no me agrada, ni padre nuestro ni nada”; “Cuando el corsario promete misas y cera, mal anda la galera”; “Del agua bendita, poquita”; “Largos sermones, más mueven culos que corazones”; “La monja y el fraile, recen y callen”. Como dice un “refrán” romano: “Ne quid nimis”, Nada en demasía.

Y ha experimentado las incongruencias del clero

“El hábito no hace al monje”; “Al fraile y al cochino, no les enseñes el camino”; “Comunicación con Dios, dijo el fraile, y la puerta cerró”; “A la Virgen salves, a Cristo credos; pero los cuartos quedos”; “Reniego del sermón que acaba en daca”; “Tres cosas hacen al hombre medrar: Iglesia, mar y casa real”.

Así como la hipocresía de muchas prácticas religiosas de los feligreses

“Detrás de la cruz está el diablo”; “Fe sin obras, comida de agua sola”; “El Infierno está lleno de buenos deseos; y el cielo, de buenas obras”.

II. Conclusiones

Creo que los refranes del pueblo coinciden inconscientemente con el consejo de Bonhäffer: “Ante Dios y con Dios… como si Dios no existiera”.

Dios se comunica mejor con nosotros a través de la conciencia que a través de una religión organizada, aunque ésta ha despertado muchas conciencias dormidas.

En la parábola del buen samaritano, la voz de Dios quedó distorsionada por la tradición religiosa del sacerdote, pero llegó limpia a la conciencia del samaritano.

Los primeros cristianos dieron testimonio en todo el mundo conocido, y Esteban afrontó el martirio, movidos por su adhesión a Jesús y a su proyecto, no por unas ideas sobre la Iglesia o la cristología, que apenas comenzaban a elaborarse.

Como reconoce el Papa Francisco, existe una tensión bipolar entre la idea y la realidad, pero “la realidad es más importante que la idea” (Evangelii gaudium nº 231-33).

La realidad de la conciencia, la realidad de la experiencia ética, mejor o peor expresada en los refranes, es más importante que las formulaciones teóricas de las religiones, aunque ambas son complementarias y deben depurarse mutuamente.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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Gonzalo Haya: La teología popular en los refranes (I)

Viernes, 7 de octubre de 2022
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AF6D3839-3D1F-4F56-B167-4CF5D747D77A“Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero,
porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia,
madre de las ciencias todas”

MIGUEL DE CERVANTES

Creo que de los refranes puede decirse algo semejante a lo que Manuel Machado le comentaba a Jorge Guillén sobre las coplas:

Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Cada refrán pudo tener su origen en una expresión afortunada de alguien que comentó su propia experiencia, pero el refrán no llega a ser refrán hasta que el pueblo lo repite una y otra vez, porque expresa su propia experiencia. Por eso creo que los refranes que se refieren a Dios o a la religión expresan el pensamiento, la teología popular.

En cuanto a la opinión de Don Quijote, creo que todo refrán es verdadero porque expresa una experiencia que han tenido muchos; sin embargo verdadero no significa que se cumpla siempre y en todas las circunstancias. El refranero recoge refranes contradictorios: “A quien madruga / Dios le ayuda” pero también “No por mucho madrugar / amanece más temprano”.

Porque las experiencias son verdaderas, pero son circunstanciales; por el contrario, los conceptos pretenden ser permanentes y conservar su valor como verdaderos en todas las circunstancia. Cada persona experimenta la vida de manera muy distinta según sus circunstancias y su ambiente.

Los refranes serán más válidos cuanto más repetidos, pero nunca tendrán garantía de permanentemente válidos. También encontramos en los evangelios consejos o decisiones contradictorias, porque están pronunciados para diversas personas o en momentos diferentes.

El Diccionario de refranes de Luis de Uceda recoge 2.500 refranes; de ellos, 64 se refieren a Dios, y 90 a la religión.

Entre los refranes que se refieren a Dios, algunos lo mencionan de una manera indirecta: “Después de Dios, la casa de Quirós”; “Dios los cría, y ellos se juntan”; “Del agua mansa nos libre Dios, que de la brava me libro yo”, aunque implícitamente reconocen su supremacía, no conozco ningún refrán que dude o niegue la existencia de Dios.

Unos destacan la acción de Dios: “Nadie se muere hasta que Dios quiere”; “Cuando Dios no quiere, los santos no pueden; “El hombre propone y Dios dispone”; “Donde Dios no está ¿qué bien habrá y qué mal faltará?”.

Y reconocen sus preferencias. “A quien Dios quiere bien, la perra le pare lechones”; pero la providencia de Dios abarca a todos los seres: “Al erizo, feo y todo, Dios lo hizo”. “Casa de Dios, casa de toos”.

No faltan quejas porque Dios envía también enfermedades:Dios castiga sin palo ni piedra”; “Da Dios almendras al que no tiene muelas”, pero ni aun así niegan la providencia:“Dios, que da la llaga, da la medicina”.

Este poder de Dios está compensado por la necesaria colaboración y esfuerzo humano:A quien no habla, no le oye Dios”; “A quien se ayuda, Dios le ayuda”; “No da Dios pan sino en ero sembrado”; “En la Iglesia manda Dios, y en el campo los pastores”; “Gracias a manos mías, que voluntad de Dios visto habías”; “Palo dado, ni Dios lo ha quitado”.

Aunque destacan nuestros egoísmos: “Dice el sano al doliente: Dios te dé salud, hermano”, “Van a misa los zapateros; ruegan a Dios que mueran carneros”; pero Dios se encarga de enderezar estos egoísmos: “Dios escribe derecho con renglones torcidos”.

La teología popular no se ha planteado el problema teológico de conciliar las afirmaciones del Antiguo y del Nuevo Testamento sobre sobre la gratuidad absoluta de la acción de Dios y la retribución por méritos. Se limita a mantener ambos extremos en la vida de cada día. Tampoco Ignacio de Loyola se planteó el problema conceptual y se atuvo a la acción práctica: “trabajar como si todo dependiera de ti, y confiar como si todo dependiera de Dios”.

El refranero español lo expresó con una síntesis más plástica: “A Dios rogando y con el mazo dando”.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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90 años de José María Castillo, el ‘padre’ de la Teología Popular

Sábado, 17 de agosto de 2019
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jose-maria-castilloDesde Cristianos Gays, que seguimos diariamente sus comentarios, nos sumamos a este momento de Gracia. Felicidades José María. Una vida fecunda de seguimiento de Jesús.

“¡Que el Dios del Evangelio de los pobres, al que dedicaste toda la vida, te siga bendiciendo!”

Larga vida y fecunda labor, amigo José María Castillo

“Un teólogo, un profeta, una partera de la primavera y un articulista consumado, que escribe fácil y divulgativo (de los pocos teólogos capaces de hacer algo así) y que, además, tiene vis periodística”

“Que es un gran teólogo, no lo discute nadie. Tiene obra y obra consolidada. Quizás sea uno de los mejores especialistas mundiales en sacramentos”

“Ésa fue siempre la gran virtud de Castillo: saber divulgar. Saber colocar los grandes conceptos teológicos al alcance de la gente sencilla. Todo un don y una virtud que sólo está al alcance de los más sabios y de los más grandes”

“Tuve la oportunidad, además, de estar a su lado el año pasado, cuando el Papa nos recibió en Santa Marta, y ser testigo directo de la rehabilitación en toda regla de su persona y de su obra

Agradecimiento público de un jesuita a José María Castillo en su 90 cumpleaños Enhorabuena, Pepe. Y mil gracias a ti, y a Dios, por ser quien eres, por Esteban Velázquez Guerra S.J

90 años, como 90 soles, los que hoy cumple mi amigo, el teólogo José María Castillo. Un buen momento para reconocer su impagable servicio de tantos años a la reflexión teológica y al ‘santo pueblo de Dios‘.

Como periodista y director de RD he conocido a decenas de teólogos españoles y extranjeros. Pero con pocos he conectado tan en profundidad como con Castillo. Tanto a nivel personal como profesional. Porque Pepe es una persona especial, que llama la atención y que se hace querer.

Un hombre que mezcla sus humildes orígenes en Puebla de Don Fadrique con un brillante recorrido eclesiástico y, sobre todo, teológico, modelado por su ser y hacer jesuítico.

Un recorrido largo y apretado, que le permite ser memoria viva de la Iglesia española del postconcilio, una etapa que vivió a fondo, en la misma Roma, como perito del cardenal Tarancón. Allí se codeó con los grandes teólogos centroeuropeos de la época y ayudó a la jerarquía española más abierta a desmontar su teología preconciliar y acompasar su tarea pastoral a los nuevos vientos conciliares.

Esa misma jerarquía que, en los 80, cuando cambian los aires de Roma y el Concilio se congela por mor de la involución, a Castillo (y a otros muchos, como Juan Antonio Estrada o Benjamín Forcano) le retira la venia docendi y le destituye como profesor de la Facultad de Teología de Granada. Sin juicio, sin posibilidad de defensa, sin que nadie le dijese jamás cuál fue el motivo exacto de su destitución.

Represaliado y marginado oficialmente, Castillo sigue en la brecha teológica. La investigación no se la pueden prohibir y la docencia que le quitan en España se la dan en la Universidad Centroamericana de San Salvador, junto a su amigo y compañero Ignacio Ellacuría, y en contacto con los pobres de Latinoamérica. La Compañía de Jesús, entonces en el punto de mira de la Curia romana, maniobra con su clásica astucia y circunvala la prohibición docente de Castillo en España, trasladándolo a Centroamérica.

Al final, pasados los años, la rectitud moral de Castillo no le permitía seguir jugando a dos aguas. Es consciente de que su Compañía no podía ir más allá en el pulso con Roma y sabedor de que sus libros, charlas, conferencias y entrevistas podían ser utilizadas por los enemigos para atacar a los jesuitas (que, con Arrupe al frente, estaban pasando su particular calvario romano). De hecho, en 1980, Castillo es apartado de la docencia y, en 1981, el Prepósito General, Pedro Arrupe, sufre una trombosis y unos días después Juan Pablo II interviene la Compañía y nombra interventor de la misma al padre Paolo Dezza.

Eran tiempos de invierno eclesiástico y Castillo decide salir de la Compañía físicamente, sin dejar nunca de pertenecer afectiva y realmente a ella. Otro jesuita sin papales, en la estela de José María Díez Alegría.

Jose-Maria-Castillo-Margarita_2149595028_13842449_667x375José María Castillo y Margarita

El teólogo se queda sin el respaldo de su congregación, pero, al fin, vuela totalmente libre, acompañado de sus innumerables seguidores y, además, con la suerte de encontrar a Margarita, la mujer que, a partir de entonces, comparte su vida, le enseña a amar en lo concreto, le cuida y le mima, para que pueda seguir volando.

Que es un gran teólogo, no lo discute nadie. Tiene obra y obra consolidada. Quizás sea uno de los mejores especialistas mundiales en sacramentos. Pero, a mi juicio, su mayor virtud es la de no haberse quedado, como otros muchos de sus compañeros, en ser un mero teólogo de gabinete.

José María Castillo es, desde siempre, el teólogo del pueblo, la referencia de las Comunidades Cristianas Populares, que se alimentaron con sus libros, charlas y conferencias. ¿Quién no utilizó, desde los años 60 en adelante, sus famosos ‘Cuadernos de Teología Popular? Esos cuadernillos, fotocopiados o ciclostilados, en los que en tres o cuatro páginas resumía los conceptos teológicos más complicados? Con unas preguntas finales, que no dejaban indiferente a nadie y aterrizaban en la vida la doctrina teológica, y con unos dibujillos manifiestamente mejorables, pero también interpeladores.

Tengo que preguntarle quién le hacía los dibujos de aquellos cuadernos, que utilizábamos tanto los curas como los laicos y que igual servían para dar clases en la Universidad o para una catequesis parroquial.

9788433026064Porque ésa fue siempre la gran virtud de Castillo: saber divulgar. Saber colocar los grandes conceptos teológicos al alcance de la gente sencilla. Todo un don y una virtud que sólo está al alcance de los más sabios y de los más grandes. De esos pájaros libres, los que saben tanto y vuelan tan libres y tan alto que son capaces de entregar la comida teológica masticada a sus polluelos pequeños o ya creciditos.

Y, a sus 90 años, ahí sigue, sin desviarse un ápice de su trayectoria, escribiendo un artículo semanal por lo menos en su blog de Religión Digital. Cortos, directos, claros y enjundiosos. Desde la vida y para la vida. Y, precisamente por eso, siempre conectados con la actualidad.

Todo un lujo tenerlo con nosotros y alimentarnos semanalmente de su sabiduría enraizada en la vida diaria, en los signos de los tiempos, en las reformas de Francisco y en la cultura actual.

Un teólogo, un profeta, una partera de la primavera y un articulista consumado, que escribe fácil y divulgativo (de los pocos teólogos capaces de hacer algo así) y que, además, tiene vis periodística, para buscar las perchas de actualidad y ceñirse a ellas. Y un cielo de persona. Expulsado a los márgenes durante muchos años, hoy puede presumir (aunque no lo hace) de haber recibido llamadas y cartas del mismísimo Papa. “Te perdí en los ochenta y ahora te vuelvo a encontrar”, le dijo en una ocasión.

Tuve la oportunidad, además, de estar a su lado el año pasado, cuando el Papa nos recibió en Santa Marta, y ser testigo directo de la rehabilitación en toda regla de su persona y de su obra. «Leo con mucho gusto sus libros, que hacen mucho bien a la gente». Con esta frase, Francisco ‘bendijo’ Francisco al teólogo español en el Vaticano, donde hace dos décadas le retiraron la ‘venia docendi’.

Castillo, emocionado hasta las lágrimas, agradecía el gesto del Papa, mientras le entregaba a Francisco dos de sus últimas obras: ‘La humanización de Dios’ y ‘La humanidad de Jesús’ (Trotta).

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Primero asistimos a la misa de Santa Marta. Sencilla, austera, auténtica. Es su misa, la que Francisco celebra con unción e intimismo. Como susurrando. Como un párroco que celebra en su pequeña capilla.

 Eramos una treinta de personas. Un obispo italiano, acompañado de 8 de sus curas, otro par de curas sueltos, entre ellos el párroco de San Esteban de Sevilla, el secretario del Papa, padre Yoannis, y una veintena de fieles de diversos países y procedencias.

Con su habitual capacidad seductora y didáctica, Francisco expuso, en la homilía, un tratado sobre la forma de evangelizar hoy, en no más de cinco minutos. Con la ayuda del Espíritu y tres verbos: levantarse, acercarse y partir de las preguntas de la gente. Tres actitudes necesarias de la evangelización, pero que sin ponerse en manos del Espíritu, tampoco conducen a nada. Tres actitudes que encarnó siempre el teólogo Castillo.

Tras la misa, el Papa se sentó en una silla en medio de la gente y estuvo dando gracias un rato largo. Después, como cualquier párroco, se fue a la salida de la capilla y se puso a saludarnos a los asistentes, uno a uno.

El Papa aprecia mucho a José María Castillo y, de hecho durante estos años de pontificado, primero le mandó una carta y, después, le hizo una llamada telefónica. Aquel 18 de abril del año pasado, se vieron frente a frente, se saludaron efusivamente y el teólogo le dijo: «Santidad, somos dos jesuitas sin papeles”.

El Papa se sonrió y agradeció la ocurrencia. Y, mirándole a los ojos, recibió sus libros y ‘bendijo’ su teología: «Leo con mucho gusto sus libros, que hacen mucho bien a la gente», dijo Francisco a Castillo.

Más tarde, José María explicaba: «De la Compañía se sale por arriba, como en el caso del Papa, o por abajo, como en el mío, pero, en ambos casos somos y seremos siempre jesuitas…ahora sin papeles».

Y el Papa se fue a desayunar, mientras Castillo, su mujer Margarita y yo nos fundíamos en un abrazo, no sin antes darle las gracias al padre Yoannis, que había posibilitado nuestro encuentro con Francisco.

Al salir de Santa Marta, en la explanada que da a la parte trasera de la Basílica de San Pedro, Castillo, todavía emocionado, decía: «Tenemos que disfrutar de este Papa, que es una bendición de Dios para su Iglesia y apoyarlo con todo nuestro ser. Porque, al hacerlo, estamos apoyando la Iglesia del Vaticano II y, lo que es más importante, el Reino De Dios».

Así lo estamos haciendo, maestro. Y lo seguiremos haciendo. Remando juntos con Francisco, son su primavera y, sobre todo, con el Evangelio de los pobres al que has dedicado toda tu vida. Y lo que te queda. ¡Que Dios te bendiga y te guarde, amigo!

Fuente Religión Digital

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Francisco, a José María Castillo: “Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar”

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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matecas_560x280De izquierda a derecha, Manuel Guerrero, José Manuel Vidal, José María Castillo y Reyes Mate

El teólogo granadino admite que el Papa le escribió, “de su puño y letra” el pasado mes de agosto

Sentido homenaje al padre de la “Teología Popular” en el Colegio Mayor Chaminade

“Me preocupa mucho la Iglesia porque la quiero con toda mi alma, en contra de los que me tachan, acusan y ofenden con exceso de hacerla daño”

(Jesús Bastante).- Fue la guinda al homenaje que tuvo lugar anoche en el Colegio Mayor Chaminade. El protagonista, el maestro José María Castillo, admitió, a preguntas de sus cercanos, que el pasado mes de agosto recibió “una carta del Papa, que está escrita, hasta el sobre, de su puño y letra”. “Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar”, anunció, emocionado, el padre de la Teología Popular. Décadas después de ser condenado, sin pruebas ni juicio, por Doctrina de la Fe, el propio Pontífice es quien -como ha hecho recientemente con Gustavo Gutiérrez- aboga por su necesaria rehabilitación.

“Él me tenía que conocer cuando era provincial de los jesuitas en Argentina, y el pasado mes de abril, a través de la periodista Elisabetta Piqué, le mandé mi libro La Laicidad del Evangelio -explicó Castillo-. Un día, en agosto, me llegó una carta del Papa, que está escrita, hasta el sobre, de su puño y letra. Y allí me decía:Padre José María Castillo…‘. Eso se lo podía haber ahorrado, porque no hay más padre que Dios (bromeó). Y en la carta me dice: ‘Te perdí en los años 80, y ahora te vuelvo a encontrar’. Me dijo que le ha dado mucha alegría, y ‘te pido reza por mí como yo rezo por ti’, y acaba con un gran abrazo”.

“Son unas letras breves, pero de su puño y letra. Eso, expresado de esa manera, para mí representa muchísimo. Por eso me gustaría poder hablar con él”, subrayó Castillo, quien definió al Papa Francisco como uno de los hombres más influyentes del mundo“, que utiliza esa influencia para cambiar las cosas para todos. “El mundo, a su vez, vislumbra por dónde va Francisco, que posee una humanidad, cercanía, saber estar y firmeza que nos sirve a todos como ejemplo“.

En cuanto al futuro de la Iglesia, Castillo reclamó, y creímos escuchar al mismo Papa, recuperar cuanto antes un gobierno sinodal en la Iglesia, que toda la gestión del gobierno no esté centrada en Roma. Irle quitando poderes a la curia y dándoselos a las conferencia episcopales, y que éstas procedieran como en el primer milenio, hasta la reforma gregoriana, donde las decisionesla tomaban los sínodos”.

“Cuanto antes se haga esto, ya está dando pasos que veo difícil que tengan retorno, muy decisivos. No es quitar poder al papado, sino redistribuir su poder, hacer la tarea más compartida, más internacionalizada…”, insistió Castillo.

Tras la carta del Papa, el teólogo confesó que “me gustaría poder hablar con él un rato, aunque solo fueran diez minutos. Me pondría nervioso, pero le agradecería el bien que está haciendo y le pediría, en nombre de tanta gente que espera mucho de él, que no se canse, que siga adelante, todo el tiempo que su salud le permita. ¡Y que no venga con renuncias ahora!”.

El acto arrancó con unas breves palabras del editor de Desclée, Manuel Guerrero, quien admitió que “a José María le conozco desde antes que él lo sepa: quedé prendado y enamorado por su mensaje”, y presentó los últimos libros de su autor: La laicidad del Evangelio, Teología Popular, o La Religión de Jesús. “Estos libros te oxigenan, te echas para atrás tranquilo, en el asiento, te liberas…. Yo quiero de esto”.

Por su parte, el director de Religión Digital, José Manuel Vidal, incidió en que “somos muchos los que admiramos, queremos, seguimos y debemos mucho a José María Castillo”. En su intervención, el periodista, que se autodefinió como “seguidor, discípulo y amigo” del homenajeado, apuntó a Castillo con tres palabras: Alimento, pontífice y primavera”.

Alimento, porque Castillo es “un gran teólogo, que tiene una gran obra, pero que además sabe transmitirla”. Y es que “su teología es capaz de dialogar de tú a tú, con los grandes pensadores, pero también la virtud de poder conectar con la gente sencilla. Una teología clara, fecunda, divulgativa y al alcance de cualquiera”. “Ésta es la Teología de Francisco. Él no es teólogo ni divulgador. Ha bebido su teología de teólogos y pensadores como Castillo y otros muchos. El Papa ha leído a Castillo, y que ha estado muy cerca del Papa, y ha sido uno de sus referentes claros“, apuntó Vidal, antes de que el teólogo hablase de la carta del Papa. Leer más…

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