Gustavo Gutiérrez, marcado por la realidad del continente latinoamericano y lo que en su momento se definió como la opción preferencial por los pobres, planteó dos interrogantes para desarrollar su propuesta conceptual desde la teología:
“¿Existen dos órdenes paralelos, es decir, un fin autónomo y secular del ser humano y una revelación sobrenatural, de tal modo que el hombre se moverá en dos ámbitos del saber y de la vida, completamente separados e independientes uno del otro? y luego la que constituye una grave cuestión ¿cómo decirle al pobre que Dios lo ama?”
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Y es urgente responderla ya que, “la pobreza no es una fatalidad, es una condición; no es un infortunio, es una injusticia. Es resultado de estructuras sociales y de categorías mentales y culturales, está ligada al modo como se ha construido la sociedad, en sus diversas manifestaciones”.
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Y algo tan cristiano tenía que poner de los nervios a los poderosos, por eso, ante los críticos vaticanos… En 2015, Gustavo Gutiérrez hablando sobre su obra publicada y traducida a 20 idiomas en 1971 con el título ”Una teología de la liberación: historia, política, salvación” afirmaba que esta propuesta teológica no podia asociarse con el marxismo porque:
“La teologia de la liberación, desde la primera hasta la ultima linea del libro, está en contra del marxismo porque para Marx el cristianismo era opresión y el trabajo de mi vida está comprometido con la idea de que el cristianismo es liberación”
Teólogo católico peruano. Ha estudiado filosofía y teología en Lovaina, Lyon y Roma y ha sido uno de los fundadores y quizá el mayor de los promotores de la Teología de la liberación, escribiendo en esa línea algunas de las obras cristianas más significativas de la segunda mitad del siglo XX.
Compartí su mesa y casa en Lima a finales de los años 70 del siglo pasado. He presentado y defendido su teología en diversos lugares y obras. Él me estimó con su amistad. Reproduzco aquí las páginas que le dedique en Diccionario de Pensadores Cristianos, VD, Estella 2010, 401-404 en cuya portada aparece en línea 4, columna 4, tras Congar, Juan de la Cruz y Tony de Mello, buena compañía.
En el día de su muerte estamos de luto todos los que le hemos querido y hemos aprendido de su escuela. Somos un poco más felices y cristianos porque él ha vivido y se ha comprometido por el evangelio verdadero de la vida
Ha vivido básicamente en Perú, donde, por presiones de la jerarquía, no ha podido enseñar de un modo consecuente en la Facultad de Teología de la Universidad Católica, ni ha podido fundar escuela. El año 1998 ha ingresado en la Orden Dominicana desde donde realiza una intensa labor testimonial y cultural al servicio de lo que siempre ha sido pasión: que la teología pueda ser voz de libertad para los pobres.
Se le considera fundador y primer representante de la Teología de la liberación, no sólo por la obra de ese nombre, publicada por primera vez en Montevideo (1969), sino por su trayectoria personal, al servicio de un pensamiento cristiano que se arraigue en la realidad social cristiano y que esté comprometido al servicio de una liberación de los hombres, desde la perspectiva de la Iglesia. Gutiérrez ha elaborado su pensamiento en un contexto de cristianismo establecido que ha sacralizado de hecho las estructuras existentes de colonización (siglo XVI-XVII) y después de opresión generalizada.
De esa forma ha querido pasar de un cristianismo “sacral” (que legitima desde Dios el orden existente, para anunciar un Reino de Dios que vendrá de forma trascendente en el futuro) a un cristianismo “social”, que anuncia y prepara el Reino de Dios en este mismo mundo. Frente a un orden “fijista”, donde se supone que las estructuras sociales existentes (que oprimen a los pobres) han sido queridas por Dios, en su forma actual, Gutiérrez propone un cambio de estructuras económicas, sociales y políticas, desde el evangelio, para servicio de los hombres (y especialmente de los pobres).
Su propuesta y proyecto, vinculado a los diversos movimientos de promoción social y de concientización que estaban surgiendo en América Latina, vino a presentarse como un programa de transformación del pensamiento y de la vida cristiana, en una línea práctica, no teórica. Había sonado la hora de un cambio mayor en el pensamiento y en la vida de los cristianos.
Teólogo sospechado
Es normal que muchos aplaudieran y secundaran la propuesta de Gutiérrez, mientras que otros muchos se sintieron amenazados, no sólo en un plano social, sino incluso en un plano eclesial. No se trataba de un pequeño cambio de matices, sino de una orientación distinta de toda la teología y la vida cristiana. Se trataba de poner la “praxis” (el compromiso activo) en el punto de partida de la reflexión y de la vida cristiana.
Se iniciaba un camino “epocal”, un giro copernicano. Muchos cristianos se dieron cuenta de que se estaba poniendo en marcha un movimiento imparable de transformación cristiana, en un plano práctico y teórico. La mayoría de los cristianos del pueblo de alegraron del cambio. Algunos gobiernos que apoyaban el orden social existente (y las doctrinas de seguridad nacional) tuvieron miedo. En el mismo Vaticano fueron muchos los que tuvieron miedo de los cambios y, entre ellos, el Cardenal Ratzinger, que velaba por la ortodoxia tradicional.
Un intento de condena
El año 1983, El Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, envió a la Conferencia Episcopal de Perú unasObservaciones sobre la Teología de Gustavo Gutiérrez, de tipo crítico, en las que le acusaba de los siguientes “errores”:
a. utilización de un método de interpretación marxista de la realidad, abandonando la filosofía clásica de la escolástica;
b. una lectura selectiva y parcial de los textos bíblicos, identificando de una forma poco crítica el símbolo religioso de los pobres de Yahvé con los explotados sociales del capitalismo moderno;
c. una noción reducida y poco exacta del término “Reino de Dios”, como si ese Reino se edificara a través de unos medios económicos y políticos y se abandonaran los aspectos más específicamente religiosos de la iglesia.
En la primavera de 1985 los obispos de Perú fueron convocados a Roma, para tratar del “asunto Gutiérrez” y el Cardenal Ratzinger ejerció sobre ellos una fuerte presión para que le condenaran.
Yo vivía por aquellos meses en Roma y puedo recordar la emoción con que algunos venerables obispos peruanos (nada partidarios de audacias teológicas) me contaron su oposición al intento de Ratzinger, añadiendo que no tenía sentido “obligarles” a condenar a un hermano creyente comprometido con los pobres. Gutiérrez no fue condenado, pero tuvo que escribir y escribió una Respuesta a las observaciones que le habían enviado (está publicada en R. Jiménez, Teología de la Liberación, Bogotá 1986).
Gutiérrez mantuvo su compromiso eclesial de base y así, con el paso de los años, ha venido a convertirse en una figura venerable de la teología y del pensamiento católico, un hombre reconocido a quien han galardonado con los más diversos premios: Es Caballero de la Legión de Honor (Francia); Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Marcos de Lima y miembro de la Academia Peruana de la Lengua.
El año 2003, junto con el periodista polaco R Kapuscinski, recibió en España el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (el más significativo en un país de lengua castellana) por su preocupación por los sectores más desfavorecidos y por ser modelo ético admirable de tolerancia y de profundidad humanística. A pesar de esas distinciones, no ha logrado un reconocimiento básico en su iglesia diocesana de Lima (Perú), donde su vida y obra se ha mirado con sospecha. Para mantener su libertad y para encontrar un espacio de fraternidad solidaria en la Iglesia, como ya he señalado, el año 1998, ingresó en la Orden de Santo Domingo, viviendo de ordinario en la comunidad de Lyon, en Francia.
Teología y realidad social
El rasgo más significativo del pensamiento de G. Gutiérrez está en su forma de entender el método teológico. La teología de occidente, a partir de su encuentro con el helenismo, en el siglo IV, se ha venido desarrollando como una “ciencia teórica”, que vincula la aportación bíblica con el pensamiento teórico, en el plano del conocimiento, dentro de una visión sacralizada y jerárquica de la realidad. Ha sido en el fondo una teología para el sostenimiento del orden establecido, tanto en plano político como económico.
Pues bien, la teología de la liberación no comienza con elementos teóricos, sino observando la realidad y adentrándose en ella, de un modo comprometido, al servicio de la causa de Dios, como hicieron los profetas y como hizo, de un modo especial, Jesús de Nazaret, que no era un teórico, sino un mensajero y promotor del Reino de Dios. Para eso, sin olvidar el aporte de la filosofía, la teología de la liberación se sitúa, más bien, en la línea de las ciencias sociales, no para dejarse manejar por ellas, sino para conocer mejor el mundo real y para transformarlo, a partir de la escucha de la Palabra de Dios. En ese campo puede apelarse (y a veces se ha apelado) al análisis del marxismo, pero no como filosofía teórica (o como metafísica atea), sino como herramienta de análisis social y de conocimiento de la realidad.
El marxismo no ha sido, por tanto, un presupuesto ni un punto de partida, sino una posible ayuda para el mejor conocimiento de la realidad en un plano económico y social (no metafísico, ni religioso). La palabra central de la teología de la liberación no proviene del marxismo, ni de ninguna teoría sociológica, sino de la experiencia bíblica, es decir, de la Palabra de Dios, tal como resuena en el Éxodo en la voz de los Profetas, de un modo especial, en la vida y pascua de Jesús.
Eso ha permitido que la teología deje de estar en manos del pensamiento establecido (al servicio de la sacralidad de un sistema que se entiende como expresión de la voluntad de Dios), y pueda desarrollarse como ciencia práctica, al servicio de la expansión del evangelio y de la liberación de los hombres. En esa línea, como introducción al pensamiento de Gutiérrez recojo algunos pasajes de su obra clásica, donde pone de relieve la unión que existe entre Dios-Trinidad y los pobres. La opción liberadora a favor de los deriva de la misma experiencia de Dios.
«Liberación del hombre y crecimiento del Reino se encaminan hacia la comunión plena de los hombres con Dios y de los hombres entre ellos. Tienen el mismo objetivo, pero no se dirigen a él por caminos paralelos, ni siquiera convergentes.
El crecimiento del Reino es un proceso que se da históricamente en la liberación en tanto que está significa una mayor realización del hombre, la condición de una sociedad nueva, pero que no se agota en ella. Realizándose en hechos históricos, liberadores, denuncia sus límites, sus ambigüedades, anuncia su cumplimiento pleno y lo impulsa efectivamente a la comunión total. No estamos ante una identificación. Sin acontecimientos históricos liberadores no hay crecimiento del Reino, pero el proceso de liberación no habrá vencido las raíces mismas de la opresión, de la explotación del hombre por el hombre, sino con el advenimiento del Reino, que es ante todo un don… En Cristo y por el Espíritu, la globalidad del proceso liberador alcanza su pleno sentido» (cf. Teología de la liberación, Salamanca 1972, 238-240).
«La iglesia está en un mundo escindido en clases sociales antagónicas, tanto a escala universal como a nivel local. Presente en nuestra sociedad, la iglesia no puede pretender ignorar un hecho que se impone a ella, más todavía, que está dentro de ella. En efecto, los cristianos son hombres pertenecientes a clases sociales opuestas. Los cristianos son hombres pertenecientes a clases sociales opuestas, lo que significa que la comunidad cristiana misma está atravesada de parte a parte por esta división social. No es posible hablar de unidad de la iglesia sin tener en cuenta las condiciones concretas de su situación en el mundo…
En un mundo radicalmente escindido la función de la comunidad eclesial es luchar contra las causas profundas de división entre los hombres… Los caminos que llevan a acoger en la historia el don de la unidad en Cristo y su Espíritu atraviesan parajes no eclesiásticos. Nace así un nuevo tipo de ecumenismo» (Ibid 258-262).
Un testimonio nada sospechoso. Gerhard L. Müller
que ha sido Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la fe y que es ahora una de las voces críticas más duras contra el Pontiicado de Francisco, publicó ha publicado en diversos medios una reflexión a favor de G. Gutiérrez. Müller ha sido catedrático de Teología Dogmática en la Universidad Ludwig Maximilian, de Munich y es autor de Dogmática: teoría y práctica de la teología (Herder 1998) que se ha difundido entre los medios tradicionales de la Iglesia. Por eso, su testimonio sobre G. Gutiérrez puede ser más significativo.
«La teología de la liberación está para mí unida al rostro de Gustavo Gutiérrez. En el año 1988 participé junto con otros teólogos de Alemania y Austria… en un curso con esta temática, que tuvo lugar en el ya entonces famoso Instituto Bartolomé de las Casas. En aquel momento yo llevaba ya dos años enseñando Dogmática en la universidad de Munich. Como profesor de Teología me eran naturalmente familiares los textos y los representantes conocidos de este movimiento teológico, surgido en Latinoamérica, pero sobre el que se discutía en todo el mundo, sobre todo a raíz de las observaciones en parte críticas de la Comisión Internacional de Teólogos de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de las declaraciones en 1984 y 1986 de la Congregación misma, presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, nuestro actual Papa Benedicto. Con el seminario dirigido por Gustavo Gutiérrez se produjo en mí un giro de la reflexión académica sobre una nueva concepción teológica hacia la experiencia con los hombres para los que había sido desarrollada esa teología. Para mi propio desarrollo teológico ha sido decisiva esta inversión en el enfoque de prioridad de la teoría a la práctica hacia un proceder en tres pasos “ver, juzgar, actuar”.
Los participantes en ese seminario llegábamos abarrotados de innumerables conocimientos sobre el origen y el desarrollo de la teología de la liberación y por eso discutimos ante todo sobre el análisis de la situación a la que se le reprochaba una ingenua cercanía con el marxismo. Nos eran familiares las declaraciones de la Conferencia del episcopado latinoamericano de Medellín y Puebla. De ahí el debate de si en esas declaraciones se pretendía hacer del cristianismo una especie de programa político de liberación, en el que, en determinadas circunstancias, se tolerara incluso la violencia revolucionaria contra personas y cosas.
Algunos sospechaban que la teología de la liberación servía para legitimar la violencia terrorista al servicio de la legítima revolución, mientras que otros la usaron como argumento para ese fin. Lo primero que nos enseño Gustavo fue a comprender que aquí se trata de teología y no de política. En línea con las grandes encíclicas sociales de los papas, Gutiérrez marcó también de forma clara la diferencia entre teología de la liberación y ética social católica. Mientras que la ética social se fundamenta en el derecho natural y pretende asegurar las bases de un estado social y justo apoyándose en los principios de personalidad, subsidiaridad y solidaridad, la teología de la liberación es un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del hombre» (cf: www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=36660 ).
El pensamiento de G. Gutiérrez
Se ha convertido en uno de los lugares de referencia fundamentales de la teología de segunda mitad del siglo XX y de comienzos del XXI. Lo que él ha propuesto y pensado forma parte del mejor tesoro del pensamiento cristiano de la actualidad. Entre sus obras básicas:
Hacia una teología de la liberación (Montevideo 1969); Teología de la liberación (Salamanca 1972);
La verdad os hará libres (Lima 1986);En busca de los pobres de Jesucristo (Lima 1983);
Beber en su propio pozo. En el itinerario espiritual de un pueblo (Salamanca 1984),
El Dios de la vida (Lima 1982);
Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, una reflexión sobre el Libro de Job (Salamanca 1988);
Comentarios desactivados en “Hoy nos quedamos sin ‘un Teólogo’ (así, con mayúsculas)”: Gustavo Gutiérrez, el teólogo del Dios liberador
“Bienaventurados los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela“
Lc 12, 35-38
Con un gran dolor recibimos esta noticia. Como dice José Manuel Vidal, ha fallecido una “Buena persona, ‘padre de la Teología de la liberación’ y mártir de la causa”. Aprendimos de él a vivir el Evangelio desde la “opción preferencial por los pobres”. Su aporte abrió el camino a la esperanza liberadora de los pobres y los pequeños, quizá, por ello, su magisterio provocó la ira de los poderosos y de los dos anteriores pontífices quienes le condenaron y del nefasto y homófobo arzobispo de Lima, miembro del Opus Dei, Cipriani. Francisco lo rehabilitó, pero el daño que hicieron aunque no acabó con su magisterio si lo hirió gravemente… “¡Gracias Gustavo por haberme acompañado en esta andadura!” Descansa en Paz, hermano Gustavo.
‘Si quieres saber si una persona cree en Dios, no te fijes en lo que dice de Él, sino en lo que dice del mundo’.
Simone Weil
‘Si tengo hambre, es un problema material. Si otra persona tiene hambre, es un problema espiritual para mí’.
Nicolás Berdiaeff,
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“Gutiérrez fue un pensador extraordinario, un pionero y un profeta que supo encarnar el mensaje del Vaticano II en la realidad de los oprimidos y puso a la Iglesia ante la inevitable tesitura de la “opción preferencial por los pobres”
“Además de una eminencia teológica, era una gran persona, una buena persona, uno de esos santos de la puerta de al lado de los que habla Francisco”
“La fidelidad a la causa de los pobres lo llevó, durante la época de la involución eclesial, a su martirio incruento a lo largo de todos estos años de marginación y de intentos de linchamiento”
Pequeñito (no creo que llegase al metro y medio), con grandes gafas de pasta y rasgos de indígena, Gustavo Gutiérrez (Lima, 1928-2024) revolucionó las aguas de la teología neoescolástica, ya agitadas por el Concilio Vaticano II, al publicar, en 1971, su obra “Teología de la Liberación“. Era el comienzo de una corriente de teología y teopraxis que sembró una oleada de esperanza en las masas desfavorecidas latinoamericanas y de recelo en la Curia vaticana.
Gutiérrez fue un pensador extraordinario, un pionero y un profeta que supo encarnar el mensaje del Vaticano II en la realidad de los oprimidos y puso a la Iglesia ante la inevitable tesitura de la “opción preferencial por los pobres“, si quería seguir siendo fiel al ideario de Jesús de Nazaret. Y como todos los profetas pagó un alto precio por su osadía.
Además de poder entrevistarle y asistir a algunas de sus conferencias, tanto en España, como en Latinoamérica, tuve la suerte de poder compartir una semana entera de convivencia diaria con él y con más de 45 teólogas y teólogos de América Latina, USA, Quebec y España en el I Encuentro Iberoamericano de Teología. Una experiencia de profunda comunión, de gran profundidad intelectual y humana, en un ambiente de cordialidad y amistad, de intercambio y de unidad en la diversidad. Por eso, los organizadores, los teólogos venezolanos Rafael Luciani y Félix Palazzi, quisieron denominarlo I Encuentro (no Congreso) Iberoamericano de Teología.
Gustavo Gutiérrez, en el I encuentro iberoamericano de Teología
En ese clima compartimos misas, oraciones, comidas y sobremesas. Todas las noches, tras la cena, se elegía a uno de los participantes para que contase a los presentes sus experiencias, sus vivencias y lo que le pareciese oportuno. En un clima distendido, iban surgiendo espontáneos los comentarios y las confidencias.
Era el 2017 y Gutiérrez ya tenía, entonces, 88 años, pero una lucidez total y, como figura destacada del encuentro, le ‘obligamos’ a ser el centro de la sobremesa dos veces. Todos le mirábamos con respeto y admiración. Casi veneración. Como un santón de la Teología y un resistente. De ésos que permanecieron en la senda de la opción por los pobres, cuando estaba mal visto en Roma. Y, por eso, sufrieron persecución. Y de los que, con la llegada de Francisco al solio pontificio, descubrieron, con enorme satisfacción, que el propio Papa recogía sus teologías y las iba haciendo suyas.
En las charlas, en las comidas y cenas y en las convivencias pude descubrir a un Gustavo sencillo, humilde, asequible, que nunca presumía de nada, que participaba en todo como uno más, que escuchaba con atención a todos y que nos deleitaba con sus relatos, mientras jugaba con la empuñadura de su bastón. Tras esa semana de convivencia, todos pudimos concluir que Gustavo Gutiérrez, además de una eminencia teológica, era una gran persona, una buena persona, uno de esos santos de la puerta de al lado de los que habla Francisco.
El teólogo latinoamericano Gustavo Gutiérrez OP presenta su reflexión sobre la opción por los pobres a cincuenta años del Concilio Vaticano II, en el marco del Primer Encuentro Iberoamericano de Teología celebrado del 6 al 10 de Febrero del 2017 en el Boston College
Además de buena persona, Gustavo Gutiérrez fue el ‘padre’ de la Teología de la Liberación. Con ese apelativo se le denominó durante toda su vida. Y para explicar esta paternidad, siempre solía decir que la TL había nacido de la convergencia de tres procesos: La situación de Latinoamérica en los años 60, la celebración del Concilio y su continuación en la Conferencia de Medellín.
En los años 60 -decía- tuvo lugar “la irrupción de los pobres en América Latina”. Juan XXIII y el Concilio “hablan de la Iglesia de los pobres”. Y Medellín “forma parte, para mí, del acontecimiento conciliar”. “En ésa confluencia de factores se ubica la TL y, en ese proceso, se alimentan mutuamente”, explicaba.
Apuntes de Gutiérrez
Gutiérrez siempre quiso dejar claro que, a su juicio, el Vaticano II no fue un Concilio pastoral, como algunos tratan de repetir hasta la saciedad en un intento de desactivarlo. “El Vaticano II es el Concilio más teológico de todos los de la historia de la Iglesia”, sentenciaba.
Esta fidelidad a la causa de los pobres lo llevó, durante la época de la involución eclesial, a su martirio incruento a lo largo de todos estos años de marginación y de intentos de linchamiento. La ‘gárgola‘, como llamaban en Lima al cardenal Cipriani, “quiso eliminarlo de la presencia pública eclesial, pero no lo ha conseguido, porque la fuerza de los pobres, que es la de Dios, está con él”, explicaba, en la presentación de uno de sus libros, el teólogo Andrés Gallego. Y, después, Francisco y hasta el cardenal Müller, el que fuera conservador presidente de Doctrina de la Fe, le rehabilitaron.
Teólogos de la Liberación
Aunque él, siempre decía al respecto: “A mí me obligaron al diálogo, pero nunca me incoaron un proceso. Por eso, cuando los periodistas me preguntan si el Papa me va a rehabilitar, siempre contestó que no puede rehabilitarme, porque nunca fui deshabilitado. Eso sí, hubo una fregadera de cartas y de idas y venidas”.
Rehabilitado o no, Gustavo Gutiérrez pasa a ocupar el lugar que le corresponde en el firmamento teológico católico y puede presumir de que, gracias a su martirio incruento, la Iglesia pasó de la época de la involución y de los principios innegociables a la de la Iglesia en salida, casa de los pobres, vicarios de Cristo.
Comentarios desactivados en “San Juan de la Cruz: mística de la compasión”, por Juan José Tamayo.
Leído en su blog:
Prólogo de ‘San Juan de la Cruz. Clave para la liberación y la esperanza’ (Tirant)
“Antonio es un excelente conocedor de la vida, la obra y el pensamiento del más reconocible carmelita descalzo del siglo XVI y quizá de todos los tiempos, sobre el que ha escrito páginas de gran hondura mística y humanista”
“La obra está escrita desde una hermenéutica creativa de la personalidad de Juan de la Cruz con un enfoque que es difícil encontrar en otros estudios de especialistas sanjuanistas”
“Me parece de gran fuerza intelectual el diálogo que Mialdea establece entre el místico descalzo y algunas tendencias teológicas actuales. Me parece de gran originalidad la aproximación a su pensamiento a través de cuatro categorías: liberación, esperanza, compasión y a-teología”
“Me ha sorprendido gratamente la relación que establece entre Juan de la Cruz y la teología de la liberación”
Muchas veces oí decir a mi padre: “El agua y los consejos cuando te los pidan”. Yo aplico este refrán a los prólogos: “Los prólogos cuando te los pidan”. A decir verdad, no faltan peticiones de personas amigas que me piden prólogos para sus libros. Mi respuesta es siempre afirmativa, y no considero que con ella esté haciendo un favor. Todo lo contrario: para mí la petición en sí ya es un privilegio, porque me permite leer el libro, unas veces en temas en los que puedo aportar algo y otras en los que tengo mucho que aprender.
Cuando mi entrañable amigo y colega Antonio Mialdea me pidió con voz queda que escribiera el prólogo a su libro San Juan de la Cruz. Clave para la liberación y la esperanza(Tirant, Valencia, 2024) acepté desde el minuto uno. En primer lugar, porque me resultaba atractivo el tema o, mejor, la figura del carmelita descalzo Juan de la Cruz. Y junto a su figura, el tratamiento y el enfoque tan originales y creativos, de los que voy a dar cuenta a continuación. La tercera razón fue porque Antonio es un excelente conocedor de la vida, la obra y el pensamiento del más reconocible carmelita descalzo del siglo XVI y quizá de todos los tiempos, sobre el que ha escrito páginas de gran hondura mística y humanista. Con tan favorable predisposición me puse a leer el libro y no he quedado defraudado.
La obra está escrita desde una hermenéutica creativa de la personalidad de Juan de la Cruz con un enfoque que es difícil encontrar en otros estudios de especialistas sanjuanistas. Su perfil humano, religioso y literario comienza con una primera experiencia que va a iluminar su vida posterior: “consigue la plenitud de su libertad de ser desde los primeros años de su vida”, afirma Mialdea. Pobreza como práctica evangélica -que la teología de la liberación traduce hoy como “opción por los pobres”-, inconformismo, heterodoxia, espíritu reformador y, como consecuencia, persecución religiosa son los rasgos de su personalidad y de su estilo de vida, que no dejan de sorprendernos en tiempos de fanatismo e intransigencia dentro de la teocracia entonces vigente, como era la época en la que vivió Juan de la Cruz.
Este perfil coincide con el que traza Lola Josa, una de las mejores especialistas mundiales en la obra sanjuanista, en su edición del Cántico espiritual: “Qué incómodo tuvo que ser el místico para las fuerzas y la vigilancia oficiales, poco menos que un revolucionario que defendía la no necesidad de absolutamente nada de lo que pudiera ofrecer el orden implantado. Él, pobre de nacimiento, que cuidó a enfermos desahuciados, sabía que la bondad y la caridad, atributos de la voluntad del vacío, pueden más que cualquier gobierno”. Juan de la Cruz, persona compasiva con las personas más vulnerables, como desarrollaré más adelante.
Juan de la Cruz no necesitó nada de lo que ofrecía el poder, del que tan alejado estuvo. Me recuerda a otra figura poética, mística, pobre por opción, subversiva del desorden establecido y comprometida con la liberación de las personas y colectivos empobrecidos del siglo XX: Pedro Casaldáliga, que define su vida en pobreza en el poema “Pobreza evangélica” de esta guisa:
No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada, no matar nada;
no callar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada.
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo dada.
Y este sol y estos ríos
y esta tierra comprada,
para testigos de la Revolución ya estallada.
¡Y “mais nada”!
Entrando ya en el contenido del pensamiento de Juan de la Cruz, me parece de gran fuerza intelectual el diálogo que Mialdea establece entre el místico descalzo y algunas tendencias teológicas actuales. Me parece de gran originalidad la aproximación a su pensamiento a través de cuatro categorías: liberación, esperanza, compasión y a-teología. Leyendo esta aproximación me ha recordado la afirmación del padre de la Iglesia Gregorio Nacianceno: “la Biblia crece con sus lectores”. Efectivamente, con su nueva interpretación Mialdea ha dado actualidad, relevancia y resignificación al autor del Cántico espiritual.
Me ha sorprendido gratamente la relación que establece entre Juan de la Cruz y la teología de la liberación. No, no es fruto de alucinaciones mentales del autor, ni de una cercanía forzada y ajena a la realidad de los textos sanjuanistas, sino que ambos se encuentran en sintonía. Mialdea habla certeramente de la liberación de todas las esclavitudes, interiores y exteriores, en el carmelita descalzo, y vincula la libertad con la liberación, ambas inseparables: “la libertad solo se alcanza si hay un proceso de liberación previa”, afirma. Son los propios teólogos y teólogas de la liberación quienes confirman dicha sintonía al alimentar su teoría y praxis de liberación y su espiritualidad en las fuentes de la poesía y la experiencia sanjuanistas. Estos son algunos ejemplos: Gustavo Gutiérrez, Segundo Galilea, Camilo Maccise, Ernesto Cardenal, Pedro Casaldáliga, el papa Francisco, etc.
En el caso de Casaldáliga la convergencia no solo es ideológica, sino literaria, ya que ambos hablan de la liberación poéticamente. La mejor forma de comprobarlo es la reciente publicación Antología poética, del obispo-profeta hispano brasileño de Mato Grosso (Monte Carmelo, Burgos, 2023), que inaugura un nuevo género literario en la teología de la liberación: la teo-poética de la liberación, junto con Ernesto Cardenal y Rubem Alves. He leído los poemas mayores de Juan de la Cruz y el libro de Casaldáliga y he podido comprobar la afinidad entre ambas concepciones de la liberación. El obispo poeta y místico dedica un poema a San Juan de la Cruz. Considero, por ello, magistrales y sólidamente argumentadas la páginas dedicadas a la relación entre el carmelita descalzo y la teología de la liberación. Las he leído con verdadera fruición.
Lúcido, extenso y creativo es el estudio de Mialdea sobre la centralidad de la esperanza en la obra sanjuanista, cuyo rastro sigue en detalle en cada uno de sus libros. Para Juan de la Cruz, la esperanza no es la huida hacia adelante, sino la posibilidad del ser humano de escapar de situaciones-límite extremadamente negativas y la apertura hacia la U-topía: “vuelo de esperanza hacia las cosas que no se poseen”, subraya el místico.
Especial interés me ha causado la conexión que establece Antonio entre Juan de la Cruz y algunos pensadores de los orígenes del cristianismo como Pablo de Tarso y de los actuales como el filósofo de la utopía Ernst Bloch, el teólogo de la esperanza Jürgen Moltmann y yo mismo. Le agradezco que me cite junto a los pensadores mayores en torno a la esperanza. De Bloch subraya la esperanza no solo como virtud, sino como Principio (Das Prinzip Hoffnung) y el Todavía-no-ser (Noch-Nicht-Sein). En mi caso retoma la definición que doy de la persona como ser-en-esperanza y su carácter proyectivo. De Moltmann cabe destacar la esperanza como anticipación del futuro y como virtud subversiva y desestabilizadora. Con Pablo de Tarso concuerda en la idea fontal de la esperanza contra toda esperanza cuya mejor demostración es que logra vencer incluso a la muerte. Así lo manifiesta en la petición que hizo al prior de la comunidad en su lecho de muerte de que le leyera el siguiente verso del Cantar de los cantares: “Fuerte como la muerte es el amor” (8,6).
Quizá la principal aportación del Mialdea a la categoría de la esperanza en Juan de la Cruz sea que implica el olvido del propio yo egoísta y lleva derechamente al reconocimiento de la alteridad, a la apertura a los otros. La identidad se convierte entonces en alter-identidad o inter-identidad, en consonancia con la antropología africana Ubuntu: “Yo solo soy si tú también eres”.
La tercera categoría a la que recurre el autor para interpretar la obra y la vida de Juan de la Cruz es la compasión que, si bien aparece pocas veces en sus escritos, constituye el horizonte de su senti-pensar y relaciona con mi definición del ser humano como “ser compasivo”. Hoy la compasión es una palabra devaluada, incluso en los diccionarios, y se ha convertido en una virtud bajo sospecha porque se entiende y se vive como sentir pena y lástima ante el sufrimiento de las víctimas desde fuera y con cierto complejo de superioridad, sin asumir como propio el dolor de los otros. Antonio depura esa palabra de sus connotaciones negativas y la presenta como el fundamento de la ética, de los juicios morales y de los comportamientos humanos. La compasión no es misericordia, ni debilidad, sino, en palabras de Mialdea, “el único camino hacia la nueva Humanidad”. O dicho en otras palabras: la compasión es la que nos hace realmente humanos; su ausencia nos torna inhumanos.
Juan de la Cruz relaciona la compasión con la “Noche oscura”: “grande compasión -afirma- debe tener el alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda Noche”, y vincula su crecimiento con la unión amorosa con Dios: “la compasión de los prójimos tanto más crece cuanto más el alma se junta con Dios por amor”. Experiencia religiosa, compasión y amor: he aquí los tres elementos que conforman la personalidad del místico descalzo y uno de los mejores legados que nos deja.
La cuarta categoría, de reciente creación, es a-teología. Mialdea establece una certera distinción entre ateísmo y a-teología y sitúa a Juan de la Cruz del lado de esta última o, si se prefiere, de la teología apofática, que, en la tradición cristiana, arranca del Peudo-Dionisio y tiene su culminación en las diferentes tradiciones místicas. Asimismo, pone en relación al místico descalzo con el Maestro Eckhart. Los dos hablan de la nada de Dios, Juan de la Cruz lo hace implícitamente en la primera estrofa del Cántico espiritual. Eckhart define a Dios como la Nada. Los dos coinciden en que Dios es Misterio, inescrutable, inmanipulable, innombrable. Pero es Juan de la Cruz quien lo lleva hasta las últimas consecuencias al no nombrar a Dios en ninguno de sus grandes poemas.
Otro coincidencia entre Juan de la Cruz y Eckhart radica en que el vacío y la desnudez son las formas de acceder a Dios. Para encontrarlo y saborearlo hay que desnudarse, descalzarse y vaciarse. En su edición del Cántico espiritual Lola Josa afirma que la espiritualidad judía convirtió la desnudez del cuerpo humano en la mejor representación física del vacío y llega a aseverar que en el Cántico la desnudez es el mismo Dios.
Aquí termina mi función, que no es otra que la de pórtico para acceder al libro y ofrecer algunas claves de lectura para no perderse en tan maravilloso recorrido por la vida, la obra y pensamiento de San Juan de la Cruz. Ahora dejo a las lectoras y los lectores con el libro cara a cara, que les llevará a conocer mejor y reconocer la personalidad irrepetible de Juan de la Cruz, autor del Cántico espiritual, uno de los poemas mayores de la literatura universal y una de las cumbres de la poesía mística de todos los tiempos. Gracias, Antonio, por este regalo.
Comentarios desactivados en ‘Gente Humilde’: un homenaje y una reflexión, por Leonardo Boff.
Leído en su blog La fuerza de los pequeños:
Chico Buarque, humano, amante de la justicia y cantor del amor
‘Gente humilde’ es una canción de Chico Buarque hecha en colaboración con otros. De su vasta y compleja obra, esta canción es para mí la más hermosa y significativa
“Habla de los anhelos que animan a la teología de la liberación que da centralidad a la ‘gente humilde’ y reconoce en ellos una fuerza histórica, poco valorada por los analistas sociales”
“En mi oficio de teólogo, andando desde hace 50 años con un pie en la academia y el otro en los medios pobres, considero que esta obra de Chico es la más conmovedora y perfecta. Ella traduce de maravilla dos realidades·
“Quiero hacerle un homenaje por sus 80 años con una pequeña reflexión a partir de esta canción. En ella todo es verdadero”
“Gente humilde” es una canción de Chico Buarque hecha en colaboración con otros. De su vasta y compleja obra, esta canción es para mí la más hermosa y significativa. Ella habla de los anhelos que animan a la teología de la liberación que da centralidad a la “gente humilde” y reconoce en ellos una fuerza histórica, poco valorada por los analistas sociales. Quiero hacerle un homenaje por sus 80 años con una pequeña reflexión a partir de esta canción. En ella todo es verdadero.
Las cosas verdaderas e identificadoras de las personas se realizan más allá de la conciencia refleja. Son fuerzas que actúan a partir de lo profundo de la vida y del universo, del inconsciente abismal y de arquetipos ancestrales que asoman a la conciencia de las personas y a través de ellas se anuncian y emergen en la historia. Digo esto para superar cierta interpretación que da valor absoluto al sujeto y al sentido consciente que él pretende conferir a su obra.
El sentido de la producción de Chico Buarque va más allá del sentido que él mismo haya querido tal vez darle. Seguramente él no pretende tener el monopolio del sentido de la realidad por él cantada y descrita. Hay múltiples facetas de sentido que pueden ser captadas por los oyentes y lectores, que entonces se hacen co-autores de la obra.
La letra de la canción dice así:
Hay ciertos días en que pienso en mi gente Y siento así todo mi pecho apretado Y es que sucede que me viene de repente Como un deseo de vivir sin ser notado
Igual a ellos cuando voy por los suburbios Y yo muy bien llegado en tren de algún lugar Y ahí me da como una envidia de esa gente Que va adelante sin tener con quien contar
Casas sencillas con sillas en las aceras Y en la fachada escrito encima que es un hogar En el balcón flores tristes y baldías Como alegría que no tiene donde asentar
Y ahí me viene una tristeza en el pecho Me siento inútil por no tener cómo luchar Y yo que no creo, le pido a Dios por mi gente Es gente humilde, ay qué ganas de llorar”
En mi oficio de teólogo, andando desde hace 50 años con un pie en la academia y el otro en los medios pobres, considero que esta obra de Chico es la más conmovedora y perfecta. Ella traduce de maravilla dos realidades.
La primera, la “de la gente humilde”, su completo desamparo social. Nadie está de su parte. Van adelante con sus pocas fuerzas, sin poder contar con nadie, ni con el Estado, ni con la sociedad cerrada en sus intereses excluyentes de clase, a veces ni con las iglesias, aunque una parte de la Iglesia Católica hizo una opción por los pobres, contra su pobreza y por su liberación. Pero por lo general sólo cuentan con Dios y con ellos mismos. Las casas, cuando las tienen, son sencillas, con sillas en las aceras desde donde ven el mundo y comparten amistades. Tienen un elevado sentido ético y un sentido sagrado de familia. La casa es pobre, pero es “un hogar”. Flores tristes, raquíticas, semejantes a ellos, adornan la casa, pero reina una discreta alegría y serenidad.
La segunda realidad, que la canción traduce con fina percepción ética y psicológica, esla reacción de quien no es “gente simple” pero es sensible, humano y solidario con esta condition humaine, en este caso, Chico, Vinicius de Morais y Garoto, co-autores de la letra y de la música. El compositor piensa “en mi gente”, o sea, para Chico esa gente existe y está ahí, cuando para tantos no solo es invisible, sino que no existe o es vergonzosamente despreciada. Percibe la diferencia de estatuto social: él viene muy bien en tren; ellos, seguramente a pie, caminando mucho. Su “pecho se aprieta”, le gustaría vivir como ellos, anónimo, sin ser notado. Mas aún, tiene “envidia de esa gente” por su valor de enfrentar la vida sola, luchar y sobrevivir sin nadie que la ayude.
Y ahí irrumpe la solidaridad y la compasión en el sentido noble del término: ¿cómo ayudar y estar junto a ellos? Surge el sentimiento de impotencia, “la tristeza en el pecho […] por no tener cómo luchar”.
La Teología de la Liberación, que envuelve todavía a miles de cristianos en los distintos continentes, comenzó al enfrentarse con esta situación relatada por Chico. Esos cristianos asumieron un compromiso liberador, confiando en la “gente humilde” y en su fuerza histórica. Pero la llaga es demasiado grande. Tal vez ni nuestra generación ni la próxima consigan cerrarla. Nos asola un sentimiento de impotencia pero sin perder nunca la esperanza de que otro mundo es posible y necesario.
Entonces es cuando recurrimos a la Última referencia. Debe haber Alguien, señor del mundo y del curso de las cosas, que dé respuesta a esa humillación. Incluso alguien que no cree, pero que no ha perdido su sentido de humanidad, percibe el sentido liberador de la categoría “Dios”. Y ahí, con emoción incontenida, canta el poeta: “Y yo que no creo, le pido a Dios por mi gente/es gente humilde, ay qué ganas de llorar”.
“Incluso alguien que no cree, pero que no ha perdido su sentido de humanidad, percibe el sentido liberador de la categoría ‘Dios'”
La impotencia es superada porque triunfa la conmoción del corazón. Dios es invocado, desesperadamente, como última fuente de sentido. Delante de la gente humilde, sufrida, anónima, toda descreencia sería cinismo, toda indiferencia, inhumanidad. El efecto final es justamente ese: “tengo ganas de llorar”. Y lloramos o enjugamos discretamente lágrimas de conmoción, de indignación y de compasión.
Siempre que escucho esta canción me vienen lágrimas a los ojos, pues la verdad es tanta y el sentimiento tan verdadero que la única reacción digna son las lágrimas que, según san Pablo, son un don del Espíritu Santo. Esto es puro humanismo, testimoniado también por Jesús de Nazaret que se conmovió delante de su pueblo abandonado como ovejas sin pastor.
Y aquí cabe una reflexión de teólogo sobre “la no creencia” de Chico, mencionada en esta canción. Tenemos que discernir bien y rescatar la creencia verdadera de la falsa. Eso aparece claro cuando tomamos conciencia del sentido verdadero de “Dios” y dónde Él se deja encontrar bajo otros nombres.
Están los que dicen que no creen, pero se preocupan de la “gente sencilla”, son sensibles a la justicia y se niegan a aceptar el mundo perverso que encuentran. Y están los que creen en Dios pero no ven a la “gente sencilla”, son insensibles a la injusticia social y se introducen tranquilamente en el mundo perverso en el que se encuentran.
¿Dónde está Dios? ¿De qué lado se encuentra? De todo lo que aprendimos de los profetas y de la reflexión cristiana, Dios está infaliblemente del lado de quien se acerca a la “gente sencilla”, se compromete con la justicia y se llena de iracundia sagrada contra ese mundo perverso. Esto es porque el verdadero nombre de Dios es justicia, es solidaridad y es amor.
“Chico se situó, sin pretenderlo, al lado del Dios vivo y verdadero porque se puso al lado de la ‘gente humilde'”
Quien tiene a Dios continuamente en sus labios y Lo profesa en sus palabras pero se distancia de la “gente humilde”, se hace mudo a los reclamos de la justicia y se desentiende de la solidaridad, está lejos de Dios y falto de su gracia. El Dios en que cree no deja de ser un ídolo porque no hay amor, solidaridad ni justicia.
Chico se situó, sin pretenderlo, al lado del Dios vivo y verdadero porque se puso al lado de la “gente humilde”. Su compromiso lo sitúa infaliblemente del lado de Dios y en el corazón de su proyecto de un Reino de amor, de justicia y de paz.
Más aún. En el atardecer de la vida, cuando se va a decidir todo, el criterio según Jesús (véase el evangelio de san Mateo 25, 41-46) será cuán sensibles hayamos sido a la “gente humilde”, a los hambrientos, a los sedientos, a los pobres y castigados de nuestra historia. Los que así lo hicieron, oirán las palabras de infinita bienaventuranza: “a mí me lo hicisteis”; “venid, pues, benditos de mi Padre y tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.
Para mí, bastaría “Gente humilde” para eternizar a Chico en el corazón de todos los que no pasan de largo ante los caídos en el camino, se detienen como samaritanos, sufren y lloran junto a ellos. Chico vivió la misma experiencia de su patrono Francisco de Asís. Esa experiencia lo convirtió de hijo de un rico comerciante en amigo y compañero de los más pobres de los pobres, los leprosos (hansenianos). Él hablaba de ellos como su “gente poverella”, gente humilde de la Toscana. De burgués y miembro de la “jeunesse dorée” que era, dejó todo y se hizo un pobrecillo como ellos. Era llamado sencillamente “el poverello de Asís”.
“Para mí, bastaría ‘Gente humilde’ para eternizar a Chico en el corazón de todos los que no pasan de largo ante los caídos en el camino”
Y ahora digo como teólogo: detrás de esta “gente humilde”, de todos los “poverellos” se esconde el Hijo de Dios. Dignificar a la “gente humilde”, como lo hizo Chico, es rescatar lo mejor de la herencia humanista de nuestra historia y del Jesús histórico que vio en los pobres los primeros herederos de su sueño. Siempre estuvo al lado del ciego, del cojo, del psicológicamente afectado (poseído, en el lenguaje de la época), y él se hizo también un pobre.
“Detrás de esta ‘gente humilde’ se esconde el Hijo de Dios. Dignificar a la “gente humilde”, como lo hizo Chico, es rescatar lo mejor de la herencia humanista de nuestra historia y del Jesús histórico … Para vivir esta dimensión no es necesario ser religioso ni creer en Dios”
Para vivir esta dimensión no es necesario ser religioso ni creer en Dios. Lógicamente quien es religioso y cree en Dios se ve reforzado, pero no es indispensable. Basta ser humano, amante de la justicia y cantor del amor. En eso se realiza la religión auténtica y ahí se encuentra el verdadero Dios.
Traducción de Mª José Gavito Milano
*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y escritor.
Comentarios desactivados en Lluís Espinal, profeta de la libertad y la esperanza
“Señor Jesucristo, … líbranos de la prudencia cobarde”
Finales de los años 70. Bolivia está sometida a los intereses de unas minorías nacionales y extranjeras que han empobrecido la mayoría del país y lo han convertido en escenario de continuos golpes y contragolpes militares. La Iglesia, por su parte, desde Medellín está abriendo los ojos a la nueva tarea de liberación que le exige el evangelio
En este contexto, humano y eclesial, típicamente latinoamericano, desarrolló los mejores años de su vida y murió Luis Espinal. Sacerdote jesuita de Manresa, nacionalizado boliviano (1970), toda su vida se consagra a la crítica de la producción cinematográfica, en la TV, la radio y al periodismo
El 21 de marzo de 1980 fue secuestrado a media noche, torturado y asesinado por un grupo de paramilitares. Dos días después era asesinado en San Salvador Monseñor Oscar Romero
(Cristianisme i Justícia).- Estamos a finales de los años 70. Bolivia es un país maravilloso, situado en el corazón geográfico de América del Sur. Pero su gran riqueza humana y material se encuentra sometida a los intereses de unas minorías nacionales y extranjeras que han empobrecido la mayoría del país y lo han convertido en escenario de continuos golpes y contragolpes militares. La Iglesia, por su parte, acostumbrada al régimen de cristiandad y bendecir más que a profetizar, desde Medellín está abriendo los ojos a la nueva tarea de liberación que le exige el evangelio.
En este contexto humano y eclesial, típicamente latinoamericano, desarrolló los mejores años de su vida y murió Luis Espinal.
Había nacido en el pueblo catalán de St.. Fruitós de Bages, cerca de Manresa, en 1932, y había ingresado en la Compañía de Jesús en 1949. Terminada su formación sacerdotal, estudió Periodismo y Medios Audiovisuales en Bérgamo (Italia).Tras dos años de trabajo en T.V.E. y de crítica de cine en Barcelona, ?? el 68 marcha a Bolivia, donde vivió doce años, hasta su muerte.
Nacionalizado boliviano (1970), toda su vida se consagra a la crítica de la producción cinematográfica, en la TV, la radio y al periodismo. Colabora en Radio Fides, los diarios ”Presencia” y ”Ultima hora” de La Paz, produjo varios cortometrajes para la Televisión Boliviana, forma parte del grupo productor cinematográfico Ukamau, escribió diez libros sobre cine, fue profesor de Medios de comunicación social de las Universidades Mayor de San Andrés y Católica de La Paz, y desde el 79 dirigía el semanario “Aquí”.
El 21 de marzo de 1980 fue secuestrado a media noche, torturado y asesinado por un grupo de paramilitares. Dos días después era asesinado en San Salvador Monseñor Oscar Romero.
Este hombre, dotado de una especial sensibilidad artística y poética (siendo estudiante había descubierto y traducido los poemas del inglés Hopkins) no se limitó a ser un profesional de los medios de comunicación, sino que hizo el instrumento de su servicio al pueblo, desesperanzado y sin voz, de Bolivia. La experiencia de la dictadura franquista que había sufrido en España, y sobre todo, su integridad personal y un elemental sentido de la justicia, lo convirtieron en profeta de la libertad y la esperanza.
Se encontró en una encrucijada bien definida: entre la muerte y la vida, entre los ídolos del poder que causan la muerte y la vida del pueblo amenazada. Y optó por la vida y el Dios de la vida. Su palabra se consagró a exorcizar los dioses de la muerte ya potenciar la fe en la vida. Y ello con una radicalidad y coherencia tal, que lo llevaron a entregar su vida por el pueblo, haciendo de ella el gesto existencial que verificaba la sinceridad de sus palabras.
Luís Espinal apoyaba la democracia y las causas sociales. En esta foto marcha junto a mineros y gente de la industria fabril boliviana, en enero de 1979. (Alfonso Gumucio)
***
Oración “Gastar la vida” de Lluís Espinal
Jesucristo ha dicho: “Quien quiera economizar su vida, la perderá; y quien la gaste por Mi, la recobrará en el vida eterna”. Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas. Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo, y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida. Tenemos seguros por todas partes, para evitar los riesgos. Y sobre todo está la cobardía…
Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla; no se la puede economizar en estéril egoísmo. Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no va a devolver; gastar la vida es lanzarse aún al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo. Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos; solamente entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.
Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño, como el sudor humilde del sembrador.
Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible
está tu gracia y tu presencia; no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla;
pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando
en la noche, con mil ojos llenos de lágrimas.
Comentarios desactivados en Significado de monseñor Romero hoy: “Modelo y referente del cristianismo liberador”
Desde San Salvador, en el Natalicio de Monseñor Romero
Cristianismo liberador, ciudadanía crítica, pedagogía de la liberación, democracia participativa y cultura de paz
“La figura de Monseñor Romero no ha caído en el olvido, sino que sigue viva, activa y muy presente en el pueblo salvadoreño”
“Este pueblo centroamericano está sufriendo un fuerte retroceso en el proceso de democratización que costó tanta sangre en las décadas de los ochenta y los noventa del siglo pasado”
Me encuentro en San Salvador invitado por el colectivo Encuentro Romeriano para participar en la primera celebración del Natalicio de Monseñor Romero, con el apoyo de la Escuela Política para un Nuevo Proyecto, la Fraternidad Teológica de América Latina y la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). El Encuentro Romeriano es un movimiento laico que se inspira en Monseñor Romero, tiene una vocación ecuménica, promueve la formación, concientización y organización popular, e intenta recuperar y actualizar la herencia de los mártires salvadoreños.
Estoy participando también en conferencias en la UCA, en el encuentro de rectores de las Universidades Evangélicas y Protestantes y en la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Dichos eventos son la mejor demostración de que la figura de Monseñor Romero no ha caído en el olvido, sino que sigue viva, activa y muy presente en el pueblo salvadoreño.
El Salvador está viviendo una situación represiva de los derechos humanos y especialmente contra los activistas defensores de dichos derechos, a quienes se culpabiliza de colaborar con las maras y se les detiene arbitrariamente. Esa situación represiva es particularmente aguda en las poblaciones más pobres y en el área rural, considerando que la gran mayoría de los arrestos masivos y arbitrarios, los cateos de las casas y los cercos militares suceden precisamente en las zonas marginadas.
Este pueblo centroamericano está sufriendo un fuerte retroceso en el proceso de democratización que costó tanta sangre en las décadas de los ochenta y los noventa del siglo pasado. De una democracia incipiente y apenas experimentada de 1992 a 2019, El Salvador ha pasado ahora a un Gobierno autocrático. Todo ello supone una fuerte merma de los derechos y las libertades de la ciudadanía salvadoreña, sometida a un régimen de control en su vida cotidiana y en sus actividades cívicas.
En tan dramática situación creo necesario recuperar la figura profética de Monseñor Romero como modelo y referente del cristianismo liberador y de una ciudadanía crítica, activa y protagonista de la vida política y social, y activar su dimensión política subversiva y su teología de la liberación a servicio de las personas más vulnerables, de los sectores empobrecidos y al pueblo oprimido y sufriente.
Monseñor Romero nos enseña una serie de lecciones a aprender y a practicar, que resumo en las siguientes:
1. Cristianismo liberador. Romero es un símbolo luminoso de un cristianismo liberador en el horizonte de la teología de la liberación frente a las tendencias alienantes y neoconservadoras y comprometido con la causa de los pobres. Puso en práctica, la afirmación de Paulo Freire: “No podemos aceptar la neutralidad de las iglesias ante la historia”.
2. Ciudadanía crítica, activa y participativa. Romero fomentó a través de sus homilías, la emisora de la arquidiócesis, los programas radiofónicos, el ejercicio de una ciudadanía crítica, activa y participativa. Romero reconocía la existencia de una conciencia crítica que iba formándose en el cristianismo salvadoreño, un cristianismo consciente, no de masas. Citando la Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en Puebla de los Ángeles (México) en 1979, Romero defendía la necesidad de “ser forjadores de nuestra propia historia”, no permitiendo que sean otros quienes desde fuera nos impongan el destino a seguir. La Iglesia tiene que implicarse en dicha ciudadanía activa: “En la medida en que seamos Iglesia, es decir, cristianos verdaderos, encarnadores de Evangelio, seremos el ciudadano oportuno, el salvadoreño que se necesita en esta hora” (Homilía 17/1/1979).
3. Pedagogía concientizadora desde la opción por los pobres. Monseñor Romero fue un excelente pedagogo que siguió el método jocista del ver-juzgar-actuar y el de concientización de Paulo Freire: paso de la conciencia ingenua e intransitiva a la conciencia transitiva y activa, de la conciencia mítica a la conciencia histórica, de la conciencia a la acción transformadora y a la praxis liberadora.
4. Espiritualidad liberadora. Monseñor Romero fue una persona espiritual, un místico, pero sin caer en el espiritualismo. Fue una persona profundamente piadosa, pero no con una piedad alienante ajena a los conflictos sociales. Fue un pastor, pero de los que huelen como pide el papa Francisco a los sacerdotes y obispos católicos. Vivió la devoción a María, pero no la María sumisa, sino la María de Nazaret del Magnificat que declara destronados de los poderosos y empoderados a los humildes, despojados de sus bienes a los ricos y saciados a los pobres.
5. Monseñor Romero fue un referente en la lucha por la justicia para creyentes de las diferentes religiones y no creyentes de las distintas ideologías. Igualmente lo fue para los políticos por su nueva manera de entender la relación crítica y dialéctica entre poder y ciudadanía, así como para los dirigentes religiosos por su correcta articulación entre espiritualidad y opción por los pobre, ejercicio pastoral y actitud profética.
6. Democracia participativa. La democracia hoy está enferma, gravemente herida, y, si no sabemos defenderla, es posible que esté herida de muerte. Se encuentra sometida al asedio del mercado y acorralada por múltiples sistemas de dominación, que son más fuertes que ella y amenazan con derribarla. Estos sistema de dominación son: el capitalismo en su versión neoliberal; el colonialismo en su versión neocolonial extractivista, anti-indigena y anti-afrodescendiente; el patriarcado en su versión más extrema de la violencia de género (machista), que el año pasado se saldó con 60.000 feminicidios en todo el mundo; los fundamentalismos religiosos y su irracional y destructora deriva terrorista; el modelo científico-técnico de desarrollo de la modernidad, que destruye nuestra casa común, la naturaleza; la violencia estructural del sistema, que somete a miles de millones de personas a situaciones de extrema e inhumana pobreza.
Como respuesta frente a la democracia herida de muerte es necesario, en palabras del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, democratizar la revolución y revolucionar la democracia. Monseñor Romero puede ser un referente en esta tarea.
7. Trabajo por la paz y la justicia a través de la no violencia activa. Ignacio Ellacuría dijo que: “Con monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”. Yo me atrevería a decir: monseñor Romero es piedra angular en el edificio de la cultura de paz que estamos llamados a construir todas y todos en El Salvador, América Latina y en todo el mundo. Eso sí, desde la opción por los pobres. Él ejemplificó como nadie la propuesta del poeta cubano José Martí: “Con los pobres de la tierra mi suerte yo quiero echar”.
8. Invitación a la utopía. La utopía sufre hoy un enorme desdén, cuando no un grave desprecio, un largo destierro y un maltrato semántico. Calificar a una persona, a un colectivo o a un proyecto de utópico no es precisamente un piropo, sino una descalificación en toda regla, es como llamarla ingenua, fantasmagórica, ilusa, ajena a la realidad, etc. La utopía vive un largo destierro. Es excluida de todo los campos del saber y del quehacer humano y natural: de la ciencia, donde impera la razón científico-técnica; de la filosofía, donde impera la razón instrumental; de las ciencias sociales, por ejemplo, de la economía, donde impera la razón contante y sonante; de la política, donde se impone la razón de Estado; de las religiones, donde se tiende a proponer la salvación espiritual más allá de la historia.
La utopía sufre también un maltrato semántico por parte de los diccionaristas, que suelen definirla como plan bueno y muy halagüeño, pero irrealizable, subrayando su imposibilidad de realización y sometiendo a los seres humanos a una especie de fatalismo histórico que da por buena la afirmación “las cosas son como son y no pueden ser de otra manera”, los lleva a instalarse cómodamente en la realidad y a renunciar a todo cambio.
Monseñor Romero no se instaló cómodamente en el (des)orden establecido, ni con-sintió con el pecado estructural, ni hizo las paces con el gobierno, como le pedía Juan Pablo II. Encarnó en su vida, su mensaje y su práctica liberadora la realización de la utopía, no como un ideal irrealizable y fantasmagórico, sino conforme a los dos momentos que la caracterizan: la denuncia y la propuesta de alternativas.
– Denuncia de la negatividad de la historia, encarnada en los poderes que oprimían y explotaban a las mayorías populares: oligarquía, ejército, escuadrones de la muerte, gobierno de la Nación.
– Propuesta de alternativas, en lenguaje cristiano del reino de Dios como la gran utopía, que Romero traducía en la construcción una sociedad no violenta, justa e igualitaria, y de una “Iglesia de la esperanza”.
La mejor expresión de la utopía de Romero fue la respuesta que dio a un periodista, unos días antes de ser asesinado: “Si me matan, resucitaré en el pueblo”. No estaba hablando del dogma de la resurrección de los muertos, ni de la vida eterna, sino de la nueva vida del pueblo salvadoreño liberado de la violencia, la injusticia y la pobreza. Su resurrección era la resurrección del pueblo. Tristemente tal resurrección no se ha producido, pero habrá que continuar caminando por la senda de la esperanza con la mirada puesta en la utopía de Otro Salvador Posible y la resistencia popular para que se haga realidad.
Comentarios desactivados en Juan Pablo II y Benedicto XVI frente a la Teología de la Liberación: Encarnizamiento y hostilidad
“La Teología de la Liberación no es una ideología o una teoría. Es una manera de vivir el Evangelio”
“El 6 de agosto de 1984 la Curia Vaticana dio a conocer la ‘Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación’, firmada por Ratzinger que señalaba graves errores en la Teología de la Liberación. Se trataba de una interpretación subjetiva y equivocada de la misma”
“La Teología de la Liberación no es una ideología o una teoría. Es una manera de vivir el Evangelio en la proximidad y solidaridad con las personas excluidas y empobrecidas que tiene tres elemntos claves: la opción por los pobres y desvalidos, la memoria viva de los mártires y la esperanza de que otro mundo es posible”
“La Teología de la Liberación nació en las periferias sociales cristianas. Recoge el clamor de millones de pobres, de pueblos enteros oprimidos y excluidos”
“La liberación comienza por la transformación personal: Hasta que no hayamos derrotado el egoísmo, no habremos todavía realizado la liberación del ser humano”
“Los nuevos sujetos no nacen espontáneamente con las nuevas estructuras, sino que habrá que forjarlos al ritmo de la resistencia y de la lucha. La revolución ética es todavía una asignatura pendiente”
El 6 de agosto de 1984 la Curia Vaticana dio a conocer la “Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación”, firmada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y ratificada por el papa Juan Pablo II.
Este documento señalaba graves errores en la Teología de la Liberación. Pocos días después un grupo de teólogos y teólogas (laicos y laicas, sacerdotes y religiosas) nos reunimos en la ciudad de México. Leímos y analizamos la Instrucción y llegamos a la conclusión que era un documento injusto, ajeno a la realidad, porque lo que ahí se condenaba no era realmente lo que es en sí la Teología de la Liberación sino una interpretación subjetiva y equivocada de la misma.
“No comprendemos este encarnizamiento y hostilidad de Juan Pablo II y del cardenal Ratzinger con respecto a la teología de la liberación. Tal vez viene bien recordar aquellas palabras de Nietzsche “no se piensa igual de Dios en un palacio que en una choza”
Consideramos que es indecente condenar a los creyentes que han consagrado su vida —y somos decenas de miles de laicos y laicas, religiosas y religiosos, obispos, sacerdotes y misioneros de todas partes— los que hemos seguido el mismo camino. Ser discípulos de Jesús es imitarlo, seguirlo y actuar como él vivió. No comprendemos este encarnizamiento y hostilidad de Juan Pablo II y del cardenal Ratzinger con respecto a la teología de la liberación. Tal vez viene bien recordar aquellas palabras de Nietzsche “no se piensa igual de Dios en un palacio que en una choza”.
Ese día se encontraba entre nosotros un catequista refugiado guatemalteco y animador de una comunidad cristiana. Escuchaba en silencio. Al finalizar el análisis que hicimos, expresó: “Como el papa Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger no sufren lo que nosotros los campesinos sufrimos, por eso no nos entienden”.
En verdad no hemos necesitado leer a Karl Marx para descubrir la opción para los pobres. Es el mensaje y la práctica de Jesús de Nazaret quien nos ha revelado que los pobres son un lugar teológico. Todo el Evangelio refleja la opción preferencial de Jesús por los pobres, los débiles y su oposición a los que abusan de ellos y los oprimen.
Un catequista refugiado guatemalteco: “En verdad no hemos necesitado leer a Karl Marx para descubrir la opción para los pobres. Es el mensaje y la práctica de Jesús de Nazaret quien nos ha revelado que los pobres son un lugar teológico”
La Teología de la Liberación no es una ideología o una teoría. Es una manera de vivir el Evangelio en la proximidad y solidaridad con las personas excluidas y empobrecidas. Esta teología tiene dos fuentes. Una es la experiencia de fe en el Dios de la vida, Padre y Madre de todos los hombres y mujeres, revelado en Jesús; y otra, el análisis de la realidad socioeconómica y política. Ha llevado a cabo una verdadera revolución metodológica al “incorporar las ciencias sociales y humanas en la epistemología teológica”, en palabras de Juan José Tamayo. Se mueve por el hambre y sed de Dios que hay en el pueblo y por el hambre de pan y de justicia. Es una teología que nace en el corazón del pueblo de Dios.
Juan Pablo II y José Ratzinger
Hay tres elementos claves de la Teología de la Liberación:
*La opción por los pobres y desvalidos, siguiendo la práctica y el mensaje de Jesús. La parábola del buen samaritano (Lc 10, 30-23) ilumina esta opción, que es una exigencia evangélica: “Haz tú lo mismo”. Consecuentemente, existe siempre para el creyente una pregunta referencial: ¿Qué posición tomó Jesús frente a la realidad socioeconómica de su tiempo?
*La memoria viva de los mártires que nos desafía a continuar con la lucha y sueños por los que ellos dieron la vida. América Latina es tierra de mártires, tierra regada con la sangre de numerosos hombres y mujeres, laicos y laicas, religiosas y religiosos, sacerdotes y obispos, comprometidos con la justicia.
*La esperanza de que otro mundo es posible. Las comunidades cristianas son conscientes de que su causa es invencible porque es el sueño de Dios para la humanidad. Dios quiere hijos e hijas no esclavos, quiere hermanos y hermanas, no enemigos unos de otros. A veces las comunidades que han optado por la liberación integral de los pobres se sienten golpeadas, derrotadas e incomprendidas, pero siguen firmes en la esperanza. Como bien señalaba Pedro Casaldáliga, se sienten como soldados derrotados de una causa invencible. Es por eso que la esperanza es una característica fundamental del cristianismo liberador. La Teología de la Liberación manifiesta que el cambio que el mundo necesita exige hombres nuevos y mujeres nuevas que viven lo que proclaman y proclaman lo que viven.
La Teología de la Liberación nació en las periferias sociales cristianas. Recoge el clamor de millones de pobres, de pueblos enteros oprimidos y excluidos, indígenas, afroamericanos, campesinos, mujeres, pobladores de las barriadas marginales de las grandes ciudades…
El movimiento de la Teología de la Liberación cobró impulso con Juan XXIII y el Concilio Vaticano II y recibió reconocimiento oficial en la reunión del episcopado latinoamericano en Medellín, cuyo documento comienza diciendo que “No hay historia de la salvación sin salvación de la historia”.
Los teólogos de la liberación no han hecho sino sistematizar la experiencia de fe del pueblo creyente. Recordamos entre estos, con especial admiración y respeto, a Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la Liberación; a Leonardo Boff, a Ivone Guevara, Ignacio Ellacuría, Jon Sobrino, Carlos Bravo, Pablo Richard, Carlos Mesters, Giulio Girardi, José Comblin, Frei Beto, Oscar Beoso, Teófilo Cabestrero, Raquel Saravia, José Marins, Marcelo Barros, Benjamín Forcano, Juan José Tamayo…Y muchos más. Sería interminable mencionarlos a todos. Entre los teólogos y teólogas de la liberación los hay también de las iglesias protestantes, como Jorge Pisley, Elsa Támez, Julia Esquivel, Montiner… La teología de la liberación es de carácter ecuménico
El cristianismo liberador no tiene un proyecto socioeconómico propio, sino que analiza y descubre los signos del Espíritu de Dios en las distintas expresiones que buscan otro modelo económico alternativo y las apoya críticamente. Es consciente de que el mundo no necesita parches ni una refundación del capitalismo, sino que se requiere un cambio profundo y revolucionario, que comienza por uno mismo.
Al hablar de revolución muchos piensan en violencia. Las comunidades cristianas de América Latina entienden que la revolución es esencialmente defensora y promotora de la vida y la paz. No quieren la muerte. Quieren la vida, una vida digna para todos los hombres y mujeres. Si en una revolución hay violencia, ésta viene de los de arriba, de los que se resisten a que haya cambios. Por eso que defienden a capa y espada sus privilegios. La revolución hoy en América Latina apunta a cambios estructurales del sistema socioeconómico, que son interpretados como signos de la presencia del reino de Dios, cuya plenitud está más allá de la historia.
“Al hablar de revolución muchos piensan en violencia. Las comunidades cristianas de América Latina entienden que la revolución es esencialmente defensora y promotora de la vida y la paz. No quieren la muerte. Quieren la vida, una vida digna para todos los hombres y mujeres”
La conquista de una sociedad justa, libre y equitativa, sin explotados ni explotadores, no es el reino de Dios. El Reino es mucho más, infinitamente más. Pero el Reino exige pasar por ahí. Los procesos históricos de liberación son signos de la presencia del Reino. No puede haber reino de Dios si unos pocos acaparan los bienes de la tierra dejando en la pobreza a la mayoría, si hay gente que muere de hambre, si hay hombres y mujeres que son marginados por su condición social, étnica, cultural o religiosa.
Todo cambio sociopolítico exige transformaciones profundas en la conciencia de las personas. La liberación comienza por la transformación personal. Giulio Girardi se plantea: “¿Cuál es el objetivo fundamental de todo proceso liberador? Es conseguir la liberación humana. Que el rico se libere de la codicia que lo tiene alienado y que el pobre se libere de su indigencia y los egoísmos que pueda tener. La liberación del ser humano no significa sólo realizar la justicia social, no significa sólo derrotar la ignorancia. No podemos limitarnos a construir carreteras, viviendas, hospitales…
“Hasta que no hayamos derrotado el egoísmo, no habremos todavía realizado la liberación del ser humano”
Ciertamente, un día haremos posible el viejo sueño de construir casas para todo el pueblo… Esto, sin embargo, es sólo un aspecto de la liberación del hombre. Pero, hasta que no hayamos derrotado el egoísmo, no habremos todavía realizado la liberación del ser humano. Los sueños revolucionarios serán realidad cuando el ser humano viva para la comunidad, cuando no viva para sí mismo, sino que será capaz de abrir las puertas de su corazón y entregarlo a los demás.
Sólo los hombres y mujeres impregnados de actitudes éticas, serán capaces de aportar a la construcción de una nueva sociedad. Sólo los hombres y mujeres justos y libres podrán ser agentes de un mundo de justicia y libertad. Los nuevos sujetos no nacen espontáneamente con las nuevas estructuras, como bien señalaba Pablo Richard, sino que habrá que forjarlos al ritmo de la resistencia y de la lucha. La revolución ética es todavía una asignatura pendiente.
Comentarios desactivados en “Si me matan, resucitaré en el pueblo”: Actualidad de monseñor Romero en el 42 aniversario de su asesinato
Cristianismo liberador, ciudadanía crítica, pedagogía de la liberación, democracia participativa y cultura de paz
“Estoy en San Salvador invitado a participar en las celebraciones del 42 aniversario del asesinato de monseñor Romero y en el 105 aniversario de su nacimiento. Su figura no ha caído en olvido, todo lo contrario”
“Creo, empero, que sin embargo que en algunos sectores jerárquicos y movimientos cristianos conservadores se está desenfocando su verdadera personalidad, como muchos temíamos una vez fuera elevado a los altares”
“Urge recuperar la figura profética y liberadora de Monseñor Romero, su dimensión política subversiva y su teología de la liberación hecha realidad a nivel personal, eclesial y social”
“En el clima actual de integrismo que se respira en importantes sectores de la curia romana y del fenómeno nuevo que califico de ‘cristoneofascista’, es necesario recuperar la figura de Romero como modelo y referente de un cristianismo liberador y de una ciudadanía crítica, activa y participativa”
“Ofrezco a continuación el siguiente decálogo que actualiza su vida, su mensaje y su práctica y constituye un desafío para el cristianismo instalado en el sistema”
Estoy en San Salvador invitado a participar en las celebraciones del 42 aniversario del asesinato de monseñor Romero y en el 105 aniversario de su nacimiento. Su figura no ha caído en olvido. Todo lo contrario, como demuestran los numerosos actos conmemorativos organizados por las diferentes organizaciones romeristas de las diferentes iglesias estos días en la ciudad salvadoreña, de la que fue arzobispo de 1977 a 1980.
Creo, empero, que sin embargo que en algunos sectores jerárquicos y movimientos cristianos conservadores se está desenfocando su verdadera personalidad, como muchos temíamos una vez fuera elevado a los altares. Con frecuencia las canonizaciones lejos de acercar a las personas convertidas en santas al pueblo las colocan en una hornacina y las convierten en inaccesibles.
La imagen que se está difundiendo de Romero en algunos sectores es la de un obispo piadoso, devoto de la Virgen María, milagrero, obediente a Roma… No pongo en duda dichas actitudes, al menos durante una etapa de su vida, pero no fueron por las que destacó durante los tres años de arzobispo de San Salvador, ni la función principal que ejerció y menos aún el motivo de su asesinato.
Urge recuperar la figura profética y liberadora de Monseñor Romero, su dimensión política subversiva y su teología de la liberación hecha realidad a nivel personal, eclesial y social. Yo creo que la canonización de monseñor Romero constituye un reconocimiento de la teología de la liberación, perseguida durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI y seguida y practicada hoy por el papa Francisco.
En el clima actual de integrismo que se respira en importantes sectores de la curia romana, de no pocos obispos y sacerdotes católicos, contrarios a las reformas del Papa Francisco, y del fenómeno nuevo que califico de cristoneofascista, que consiste en la alianza entre la extrema derecha política y organizaciones integristas dentro de la iglesia católica, como Hazte Oír, Germinans germinabit, Asociación de Abogados Cristianos, etc. (cf. Juan José Tamayo, La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye?, Icaria, Barcelona, 2022, 3ª ed.) es necesario recuperar la figura de Romero como modelo y referente de un cristianismo liberador y de una ciudadanía crítica, activa y participativa. Él sigue siendo faro y antorcha que ilumina la oscuridad del presente y transmite esperanza para la construcción de la utopía de “Otro Mundo Posible”.
Ofrezco a continuación el siguiente decálogo que actualiza su vida, su mensaje y su práctica y constituye un desafío para el cristianismo instalado en el sistema.
1. Cristianismo liberador. Romero es el símbolo luminoso de un cristianismo liberador en el horizonte de la teología de la liberación que asumió la opción ética-evangélica por las personas y los colectivos empobrecidos de su país, frente a las tendencias alienantes y neoconservadoras. Puso en práctica, la afirmación de Paulo Freire: “No podemos aceptar la neutralidad de las iglesias ante la historia” y ejemplificó con su vida y su muerte martirial el ideal del poeta cubano José Martí: “Con los pobres de la tierra mi suerte yo quiero echar”.
2. Ciudadanía crítica, activa y participativa. Romero fomentó a través de sus homilías, cartas pastorales, emisora de la arquidiócesis y programas radiofónicos, el ejercicio de una ciudadanía crítica, activa y participativa. Reconocía la existencia de una conciencia crítica que iba formándose en el cristianismo salvadoreño, un cristianismo consciente, no de masas. Citando la Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en Puebla de los Ángeles (México) en 1979, defendía la necesidad de “ser forjadores de nuestra propia historia”, no permitiendo que sean otros quienes desde fuera nos impongan el destino a seguir. La Iglesia tiene que implicarse en dicha ciudadanía activa: “En la medida en que seamos Iglesia, es decir, cristianos verdaderos, encarnadores de Evangelio, seremos el ciudadano oportuno, el salvadoreño que se necesita en esta hora” (Homilía 17/1/1979).
3. Pedagogía concientizadora desde la opción por los pobres. Monseñor Romero fue un excelente pedagogo que siguió el método jocista del ver-juzgar-actuar y el de concientización de Paulo Freire: paso de la conciencia ingenua e intransitiva a la conciencia transitiva y activa, de la conciencia mítica a la conciencia histórica, de la conciencia crítica a la acción transformadora y a la praxis liberadora.
4. Espiritualidad liberadora. Monseñor Romero fue una persona espiritual, un místico, pero sin caer en el espiritualismo alejado de la realidad. Fue una persona profundamente piadosa, pero no con una piedad alienante ajena a los conflictos sociales. Fue un pastor, pero de los que huelen a oveja, como pide el papa Francisco a los sacerdotes y obispos. Vivió la devoción a María, pero no la María sumisa, sino la María de Nazaret del Magnificat que declara destronados a los poderosos y empoderados a los humildes, despoja de sus bienes a los ricos y sacia a los pobres.
5. Monseñor Romero fue un referente en la lucha por la justicia para creyentes de las diferentes religiones y no creyentes de las distintas ideologías. Igualmente lo fue para los políticos por su nueva manera de entender la relación crítica y dialéctica entre poder y ciudadanía, así como para los dirigentes religiosos por la necesaria articulación entre espiritualidad y opción por los pobres, ejercicio pastoral y actitud profética.
6. Democracia participativa.La democracia hoy está enferma, gravemente herida, y, si no sabemos defenderla, es posible que esté herida de muerte. Se encuentra sometida al asedio del mercado y acorralada por múltiples sistemas de dominación, que son más fuertes que ella y amenazan con derribarla. Estos sistema de dominación son: el capitalismo en su versión neoliberal; el colonialismo en su versión neocolonial extractivista, anti-indigena y anti-afrodescendiente; el patriarcado en su versión más extrema de la violencia de género (machista), que se salda con decenas de miles de feminicidios en todo el mundo; los fundamentalismos religiosos y su irracional y destructora deriva terrorista; el modelo científico-técnico de desarrollo de la modernidad, que destruye nuestra casa común, la naturaleza; la violencia estructural del sistema, que somete a miles de millones de personas a situaciones de extrema e inhumana pobreza y de muerte.
Como respuesta frente a la democracia herida de muerte es necesario, en palabras del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, democratizar la revolución y revolucionar la democracia. Monseñor Romero puede ser un referente en esta tarea. Creo que es aplicable al cristianismo liberador lo que afirma Ellacuría de la relación entre revolución y universidad:
“Si la revolución no pasa por la universidad, en el sentido de que no es ella su motor principal, la universidad debe pasar por la revolución, porque revolución y razón no tienen por qué estar en contradicción; más bien, en las cuestiones históricas se reclaman y se exigen mutuamente”.
Cierto: entre cristianismo y revolución no hay contradicción.
7. Trabajo por la paz y la justicia a través de la no violencia activa. Ignacio Ellacuría dijo que: “Con monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”. Yo me atrevería a decir: monseñor Romero es piedra angular en el edificio de la cultura de paz que estamos llamados a construir todas y todos en El Salvador, en América Latina y en todo el mundo. Eso sí, desde la opción por los pobres.
8. Invitación a la utopía.La utopía sufre hoy un enorme desdén, cuando no un grave desprecio, un largo destierro y un maltrato semántico. Calificar a una persona, a un colectivo o a un proyecto de utópico no es precisamente un piropo, sino una descalificación en toda regla, es como llamarla ingenua, fantasmagórica, ilusa, ajena a la realidad, etc. La utopía vive un largo destierro. Es excluida de todos los campos del saber y del quehacer humano y natural: de la ciencia, donde impera la razón científico-técnica; de la filosofía, donde impera la razón instrumental; de las ciencias sociales, por ejemplo, de la economía, donde impera la razón contante y sonante; de la política, donde se impone la razón de Estado; de las religiones, donde se tiende a proponer la salvación espiritual más allá de la historia.
La utopía sufre también un maltrato semántico por parte de los diccionaristas, que suelen definirla como plan bueno y muy halagüeño, pero irrealizable, subrayando su imposibilidad de realización y sometiendo a los seres humanos a una especie de fatalismo histórico que da por buena la afirmación “las cosas son como son y no pueden ser de otra manera”, los lleva a instalarse cómodamente en la realidad y a renunciar a todo cambio.
Monseñor Romero no se instaló cómodamente en el (des)orden establecido, ni con-sintió con el pecado estructural, ni hizo las paces con el gobierno, como le pedía Juan Pablo II. Encarnó en su vida, su mensaje y su práctica liberadora la realización de la utopía, no como un ideal irrealizable y fantasmagórico, sino conforme a los dos momentos que la caracterizan: la denuncia y la propuesta de alternativas.
–Denuncia de la negatividad de la historia, encarnada en los poderes que oprimían y explotaban a las mayorías populares: oligarquía, ejército, escuadrones de la muerte, gobierno de la Nación.
–Propuesta de alternativas, en lenguaje cristiano del reino de Dios como la gran utopía, que Romero traducía en la construcción una sociedad no violenta, justa e igualitaria, y de una “Iglesia de la esperanza”. Alternativas realizables a través de los movimientos populares, que el apoyó durante su ministerio pastoral mediado políticamente en San Salvador.
La mejor expresión de la utopía de Romero fue la respuesta que dio a un periodista, unos días antes de ser asesinado: “Si me matan, resucitaré en el pueblo”. No estaba hablando del dogma de la resurrección de los muertos, ni de la vida eterna, sino de la nueva vida del pueblo salvadoreño liberado de la violencia, la injusticia y la pobreza. Su resurrección era la resurrección del pueblo.
9. Actitud antiimperialista. Romero se enfrentó al Imperio estadounidense en una carta dirigida al presidente Jimmy Carter en la que se oponía a la ayuda económica y militar de Estados Unidos al Gobierno y al Ejército de El Salvador porque constituía una injerencia inaceptable en los destinos de su país y agudizaba la injusticia y la represión contra el pueblo. Al final la ayuda llegó y sucedió lo que Romero había anunciado: intervencionismo estadounidense, más represión contra el pueblo y masacres contra poblaciones enteras. En eso derivó la ayuda del Pentágono.
10. ¡Cese la represión! Constantes fueron las llamadas a la reconciliación, pero no en abstracto, sino acompañadas del reparto equitativo de la tierra, que pertenece a todos los salvadoreños. No justificó la violencia revolucionaria como respuesta a la violencia del sistema, sino que apeló al diálogo y la negociación, y a buscar soluciones racionales. Exigió al Ejército, a la Guardia Nacional, a la Policía y a los soldados que dejaran de matar a sus compatriotas en una llamada entre dramática y desesperada: “En nombre de Dios… y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!’”
#23deMarzo Tal día como hoy, en 1980, Monseñor Óscar Romero pronunciaba esta impresionante homilía en San Salvador. Al día siguiente le asesinaron.Ojalá pudieran escucharla hoy todos los soldados de todas las guerras. "En nombre de Dios,cese la represión"https://t.co/Mpvupag2OA
Comentarios desactivados en ‘Llegaron de noche’, la película sobre la matanza de los jesuitas en El Salvador, se presentó en Málaga
La cinta ya puede verse en las salas españolas
Imanol Uribe presentó en Málaga su última película, “Llegaron de noche”, con un guion basado en la historia real de la única testigo del crimen de los jesuitas en El Salvador
“Creo que esta película tiene, por lo menos, la función de traer al presente lo que ocurrió y rememorarlo“, ha dicho el director vasco. “Y si puede aportar algo, fantástico”, ha resumido, con una sonrisa en la cara
El realizador compareció junto a Juana Acosta, que da vida a Lucía, la testigo, Carmelo Gómez, como el padre Tojeira y a Ben Temple, que interpreta al padre Tipton, mediador cuando la familia de Lucía peor lo estaba pasando
Uribe, nacido en El Salvador y educado con los jesuitas, tenía pendiente contar esta historia ocurrida en 1989, un suceso que ha permanecido fresco en su memoria
El título de la cinta, viene de la premonición del propio Ellacuría (Karra Elejalde) quien, en un momento de la película, comenta a sus compañeros “Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche, serán los militares”
| RD/EFE
Imanol Uribe ha llegado hoy a Málaga para presentar su última película, “Llegaron de noche“, con un guion basado en la historia real de la única testigo del crimen de los jesuitas en El Salvador, en la que fue asesinado el sacerdote y teólogo de la liberación, Ignacio Ellacuría.
“Creo que esta película tiene, por lo menos, la función de traer al presente lo que ocurrió y rememorarlo“, ha dicho el director vasco en una rueda de prensa en Málaga, donde la película compite en la Sección Oficial de la 25 edición del Festival de Cine de Málaga.
El realizador compareció junto a Juana Acosta, que da vida a Lucía, la limpiadora de la universidad donde vivían y fueron asesinados los sacerdotes, y única testigo del crimen; Carmelo Gómez, como el padre Tojeira, en su regreso “puntual” al cine, según se ha apresurado a precisar el leonés, y a Ben Temple, que interpreta al padre Tipton, mediador cuando la familia de Lucía peor lo estaba pasando.
“En este momento en el que la verdad está tan disociada y todo son ‘fakes’ y no sabes qué defender, el ejemplo de esta mujer humilde, que se jugó la vida -literalmente-, por defender la verdad, aun sin entender por qué no podía contarla -ha explicado Uribe-, me parece el mejor hilo conductor para contar la matanza de los jesuitas que defendían la Teología de la Liberación, a los que yo admiraba muchísimo”.
Uribe, nacido en El Salvador y educado con los jesuitas, tenía pendiente contar esta historia ocurrida en 1989, un suceso que ha permanecido fresco en su memoria.
Con guion de Daniel Cebrián, también presente en Málaga junto a los productores Gerardo Herrero (Tornasol) y María Luisa Gutiérrez (Bowfinger), “Llegaron de noche” se ha puesto inesperadamente de actualidad debido a que, 32 años más tarde, el caso de la matanza se ha reabierto tras la anulación el pasado año del proceso contra los autores intelectuales del asesinato.
El juicio, celebrado en la Audiencia Nacional de España hace un par de semanas, concluyó con uno de los militares implicados, Inocencio Montano, condenado a 133 años y 4 meses de cárcel por aquel asesinato la noche del 15 al 16 de noviembre de 1989.
“La noticia nos pilló con la película rodada y terminando. Por lo menos a este le han caído 130 años, pero a la mayoría de los culpables los amnistiaron inmediatamente y prácticamente todos están de rositas por la calle”, se ha lamentado el director, aunque celebra que el caso se haya reabierto en El Salvador y haya una orden de detención contra el presidente Cristiani “para que se presente a juicio, porque quería escabullirse”.
“Algo se mueve ahí, y si la película puede aportar algo, fantástico”, ha resumido, con una sonrisa en la cara.
La imposibilidad de rodar en El Salvador hizo que la producción se trasladara a Cali, ciudad natal de Juana Acosta, que por su parte dedicó meses a preparar el papel de Lucía con la propia Lucía, en su casa de California -no dice el lugar concreto por miedo, explica la actriz colombiana-, aun cuando han pasado más de 30 años de la terrorífica experiencia.
Lucía y su familia fueron engañados por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, que los retuvieron y torturaron para que se echasen atrás en la versión de que los autores de la matanza de los jesuitas habían sido militares.
De ahí viene el nombre de la película, de la premonición del propio Ellacuría (Karra Elejalde) quien, en un momento de la película, comenta a sus compañeros “Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche, serán los militares”.
Carmelo Gómez interpreta al padre Tojeira, uno de los supervivientes de la matanza, “no como un personaje, sino alguien lo mas parecido a la persona”, ha explicado Gómez, que asegura haberse conmovido el tiempo que convivió con los jesuitas para preparar la película por “cómo afrontan el compromiso con la vida, y con la muerte”.
“Llegaron de noche”, explica Gómez, “es una tragedia, con todos sus ingredientes, contada a través de una mirada fascinante, que es la de Juana (Lucía)”.
Gerardo Herrero ha agradecido la colaboración de los jesuitas, que aportaron “un montón de información” y el magnífico contacto de Lucía.
Por su parte, Gutiérrez ha abundado que “esta película había que contarla; desgraciadamente, es muy actual, y ojalá sirva para remover conciencias y que se haga justicia sobre lo que pasó”.
“Yo creo que solo porque se haga justicia para esa familia que ha tenido que huir de su país del horror de una guerra como estamos viendo ahora tantas familias en Ucrania, solo por ellos, por honrarlos a ellos, debería ser vista esta película”, ha concluido Acosta.
Tras esta presentación, la cinta llegó el pasado viernes 25 a las salas españolas.
Comentarios desactivados en Leonardo Boff: “Levanto mi voz en defensa del Papa Francisco desde la periferia del mundo, del Gran Sur”, por Leonardo Boff
Ataques despiadados contra el Papa Francisco, “justo entre las naciones”
“Los conservadores europeos, con excepción de notables organizaciones católicas de cooperación solidaria, alimentan un soberano desdén por el Sur, especialmente por América Latina”
Si Jesús se apareciese al Papa en su paseo por los jardines del Vaticano, seguramente le diría: “Pedro, sobre estas piedras palaciegas jamás construiría mi Iglesia”. Esta contradicción es vivida por el Papa Francisco, pues renunció al estilo palaciego e imperial
Desde el principio de su pontificado hace nueve años, el Papa Francisco viene recibiendo furiosos ataques de cristianos tradicionalistas y supremacistas blancos casi todos del Norte del mundo, de Estados Unidos y de Europa. Hasta hicieron un complot, involucrando millones de dólares, para deponerlo, como si la Iglesia fuese una empresa y el Papa su CEO. Todo en vano. Él sigue su camino en el espíritu de las bienaventuranzas evangélicas de los perseguidos.
Las razones de esta persecución son varias: razones geopolíticas, disputa de poder, otra visión de Iglesia y el cuidado de la Casa Común.
Levanto mi voz en defensa del Papa Francisco desde la periferia del mundo, del Gran Sur. Comparemos los números: en Europa vive solo el 21,5% de los católicos, el 82% vive fuera de ella, el 48% en América. Somos, por lo tanto, amplia mayoría. Hasta mediados del siglo pasado la Iglesia Católica era del primer mundo. Ahora es una Iglesia del tercero y cuarto mundo, que, un día, tuvo origen en el primer mundo. Aquí surge una cuestión geopolítica. Los conservadores europeos, con excepción de notables organizaciones católicas de cooperación solidaria, alimentan un soberano desdén por el Sur, especialmente por América Latina.
La Iglesia-gran-institución fue aliada de la colonización, cómplice del genocidio indígena y participante en la esclavitud. Aquí fue implantada una Iglesia colonial, espejo de la Iglesia europea. Pero a lo largo de más de 500 años, no obstante la persistencia de la Iglesia espejo, ha habido una eclesiogénesis, la génesis de otro modo de ser iglesia, una iglesia, ya no espejo sino fuente: se encarnó en la cultura local indígena-negra-mestiza y de inmigrantes de pueblos venidos de 60 países diferentes. De esta amalgama, se gestó su estilo de adorar a Dios y de celebrar, de organizar su pastoral social al lado de los oprimidos que luchan por su liberación. Proyectó una teología adecuada a su práctica liberadora y popular. Tiene sus profetas, confesores, teólogos y teólogas, santos y santas, y muchos mártires, entre ellos el arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero.
Este tipo de Iglesia está compuesta fundamentalmente de comunidades eclesiales de base, donde se vive la dimensión de comunión de iguales, todos hermanos y hermanas, con sus coordinadores laicos, hombres y mujeres, con sacerdotes insertados en medio del pueblo y obispos, nunca de espaldas al pueblo como autoridades eclesiásticas, sino como pastores a su lado, con “olor a ovejas”, con la misión de ser los “defensores et advocati pauperum” como se decía en la Iglesia primitiva. Papas y autoridades doctrinarias del Vaticano intentaron cercenar y hasta condenar tal modo de ser-Iglesia, no pocas veces con el argumento de que no son Iglesia por el hecho de no ver en ellas el carácter jerárquico y el estilo romano. Esa amenaza perduró durante muchos años hasta que, por fin, irrumpió la figura del Papa Francisco. Él vino del caldo de esta nueva cultura eclesial, bien expresada por la opción preferencial, no excluyente, por los pobres y por las distintas vertientes de la teología de la liberación que la acompaña. Él dio legitimidad a este modo de vivir la fe cristiana, especialmente en situaciones de gran opresión.
Pero lo que más está escandalizando a los cristianos tradicionalistas es su estilo de ejercer el ministerio de unidad de la Iglesia. Ya no se presenta como el pontífice clásico, vestido con los símbolos paganos, tomados de los emperadores romanos, especialmente la famosa “mozzeta”, aquella capita banca llena de símbolos del poder absoluto del emperador y del papa. Francisco se libró rápidamente de ella y vistió una “mozzeta” blanca sencilla, como la del gran profeta de Brasil, dom Helder Câmara, y su cruz de hierro sin ninguna joya. Se negó a vivir en un palacio pontificio, lo cual habría hecho a san Francisco levantarse de la tumba para llevarlo adonde él escogió: en una simple casa de huéspedes, Santa Marta. Allí entra en la fila para servirse y come junto con todos. Con humor podemos decir que así es más difícil envenenarlo. No calza Prada, sino sus zapatones viejos y gastados. En el anuario pontificio en el que se usa una página entera con los títulos honoríficos de los Papas, él simplemente renunció a todos y escribió solamente Franciscus, pontifex. En uno de sus primeros pronunciamientos dijo claramente que no iba a presidir la Iglesia con el derecho canónico sino con el amor y la ternura. Un sinnúmero de veces ha repetido que quería una Iglesia pobre y de pobres.
Todo el gran problema de la Iglesia-gran-institución reside, desde los emperadores Constantino y Teodosio, en la asunción del poder político, transformado en poder sagrado (sacra potestas). Ese proceso llegó a su culminación con el Papa Gregorio VII (1075) con su bula Dictatus Papae, que bien traducida es la “Dictadura del Papa”. Como dice el gran eclesiólogo Jean-Yves Congar, con este Papa se consolidó el cambio más decisivo de la Iglesia que tantos problemas creó y del cual ya nunca se ha liberado: el ejercicio centralizado, autoritario y hasta despótico del poder. En las 27 proposiciones de la bula, el Papa es considerado el señor absoluto de la Iglesia, el señor único y supremo del mundo, volviéndose la autoridad suprema en el campo espiritual y temporal. Esto nunca ha sido desdicho.
Basta leer el Canon 331 en el cual se dice que “el Pastor de la Iglesia universal tiene el poder ordinario, supremo, pleno, inmediato y universal”. Cosa inaudita: si tachamos el término Pastor de la Iglesia universal y ponemos Dios, funciona perfectamente. ¿Quién de los humanos sino Dios, puede atribuirse tal concentración de poder?No deja de ser significativo que en la historia de los Papas haya habido un crescendo en el faraonismo del poder: de sucesor de Pedro, los Papas pasaron a considerarse representantes de Cristo. Y como si no bastase, representantes de Dios, siendo incluso llamados deus minor in terra. Aquí se realiza la hybris griega y aquello que Thomas Hobbes constata en su Leviatán: «Señalo, como tendencia general de todos los hombres, un perpetuo e inquieto deseo de poder y más poder, que sólo cesa con la muerte. La razón de esto radica en el hecho de que no se puede garantizar el poder si no es buscando todavía más poder». Esta ha sido, pues, la trayectoria de la Iglesia Católica en relación con el poder, que persiste hasta el día de hoy, fuente de polémicas con las demás Iglesias cristianas y de extrema dificultad para asumir los valores humanísticos de la modernidad. Dista años luz de la visión de Jesús que quería un poder-servicio (hierodulia) y no un poder-jerárquico (hierarquia).
De todo eso se aleja el Papa Francisco, lo que causa indignación a los conservadores y reaccionarios, claramente expresado en el libro de 45 autores de octubre de 2021: De la paz de Benedicto a la guerra de Francisco (From Benedict’s Peace to Francis’s War) organizado por Peter A. Kwasniewski. Nosotros le daríamos la vuelta así: De la paz de los pedófilos de Benedicto (encubiertos por él) a la guerra a los pedófilos de Francisco (condenados por él). Es sabido que un tribunal de Múnich encontró indicios para incriminar al Papa Benedicto XVI por su lenidad con curas pedófilos.
Existe un problema de geopolítica eclesiástica: los tradicionalistas rechazan a un Papa que viene “del fin del mundo”, que trae al centro de poder del Vaticano otro estilo, más próximo a la gruta de Belén que a los palacios de los emperadores. Si Jesús se apareciese al Papa en su paseo por los jardines del Vaticano, seguramente le diría: “Pedro, sobre estas piedras palaciegas jamás construiría mi Iglesia”. Esta contradicción es vivida por el Papa Francisco, pues renunció al estilo palaciego e imperial.
Hay, en efecto, un choque de geopolítica religiosa, entre el Centro, que perdió la hegemonía en número y en irradiación pero que conserva los hábitos de ejercicio autoritario del poder, y la Periferia, numéricamente mayoritaria de católicos, con iglesias nuevas, con nuevos estilos de vivencia de la fe y en permanente diálogo con el mundo
Hay, en efecto, un choque de geopolítica religiosa, entre el Centro, que perdió la hegemonía en número y en irradiación pero que conserva los hábitos de ejercicio autoritario del poder, y la Periferia, numéricamente mayoritaria de católicos, con iglesias nuevas, con nuevos estilos de vivencia de la fe y en permanente diálogo con el mundo, especialmente con los condenados de la Tierra, que tiene siempre una palabra que decir sobre las llagas que sangran en el cuerpo del Crucificado, presente en los empobrecidos y oprimidos.
Tal vez lo que más molesta a los cristianos anclados en el pasado es la visión de Iglesia vivida por el Papa. No una Iglesia-castillo, cerrada en sí misma, en sus valores y doctrinas, sino una Iglesia “hospital de campaña” siempre “en salida rumbo a las periferias existenciales”. Ella acoge a todos sin preguntar su credo o su situación moral. Basta que sean seres humanos en busca de sentido de la vida y sufridores de las adversidades de este mundo globalizado, injusto, cruel y sin piedad. Condena de forma directa el sistema que da centralidad al dinero a costa de vidas humanas y a costa de la naturaleza. Ha realizado varios encuentros mundiales con movimientos populares. En el último, el cuarto, dijo explícitamente: «Este sistema (capitalista), con su lógica implacable, escapa al dominio humano; es preciso trabajar por más justicia y cancelar este sistema de muerte». En la Fratelli tutti lo condena de forma contundente.
Se orienta por aquello que es una de las grandes aportaciones de la teología latinoamericana: la centralidad del Jesús histórico, pobre, lleno de ternura con los que sufren, siempre al lado de los pobres y marginalizados. El Papa respeta los dogmas y las doctrinas, pero no es por ellas por donde llega al corazón de la gente. Para él, Jesús vino a enseñar a vivir: la confianza total en Dios-Abbá, a vivir el amor incondicional, la solidaridad, la compasión con los caídos en los caminos, el cuidado con lo Creado, bienes que constituyen el contenido del mensaje central de Jesús: el Reino de Dios. Predica incansablemente la misericordia ilimitada por la cual Dios salva a sus hijos e hijas, pues Él no puede perder a ninguno de ellos, frutos de su amor, “pues es el apasionado amante de la vida” (Sab 11,26). Por eso afirma que «por más que alguien esté herido por el mal, nunca está condenado sobre esta tierra a quedar para siempre separado de Dios». En otras palabras: la condenación es solo para este tiempo.
Convoca a todos los pastores a ejercer la pastoral de la ternura y del amor incondicional, formulada resumidamente por un líder popular de una comunidad de base: “el alma no tiene frontera, ninguna vida es extranjera”. Como pocos en el mundo, se ha comprometido con los emigrantes venidos de África y de Oriente Medio y ahora de Ucrania. Lamenta que los modernos hayamos perdido la capacidad de llorar, de sentir el dolor del otro y, como buen samaritano, de socorrerlo en su abandono.
Su obra más importante muestra la preocupación por el futuro de la vida de la Madre Tierra. La Laudato Sì expresa su verdadero sentido en el subtítulo: “sobre el cuidado de la Casa Común”. Elabora no una ecología verde, sino una ecología integral que abarca el ambiente, la sociedad, la política, la cultura, lo cotidiano y el mundo del espíritu. Asume las contribuciones más seguras de las ciencias de la Tierra y de la vida, especialmente de la física cuántica y de la nueva cosmología el hecho de que «todo está relacionado con todo y nos une con afecto al hermano Sol, a la hermana Luna, al hermano río y a la Madre Tierra» como dice poéticamente en la Laudato Sì. La categoría cuidado y corresponsabilidad colectiva adquieren completa centralidad hasta el punto de decir en la Fratelli tutti que «estamos en el mismo barco: o todos nos salvamos o nadie se salva».
Nosotros latinoamericanos le estamos profundamente agradecidos por haber convocado el Sínodo Querida Amazonia para defender ese inmenso bioma de interés para toda la Tierra y cómo la Iglesia se encarna en aquella vasta región que cubre nueve países.
Grandes nombres de la ecología mundial afirmaron: con esta contribución el Papa Francisco se pone a la cabeza de la discusión ecológica contemporánea.
Casi desesperado, pero aun así lleno de esperanza, propone un camino de salvación: la fraternidad universal y el amor social como los ejes estructuradores de una biosociedad en función de la cual están la política, la economía y todos los esfuerzos humanos. No tenemos mucho tiempo ni sabiduría suficientemente acumulada, pero este es el sueño y la alternativa real para evitar un camino sin retorno.
El Papa caminando solo por la plaza de San Pedro bajo una lluvia fina, en tiempos de la pandemia, quedará como una imagen indeleble y un símbolo de su misión de Pastor que se preocupa y reza por el destino de la humanidad
El Papa caminando solo por la plaza de San Pedro bajo una lluvia fina, en tiempos de la pandemia, quedará como una imagen indeleble y un símbolo de su misión de Pastor que se preocupa y reza por el destino de la humanidad.
Tal vez una de las frases finales de la Laudato Sì revela todo su optimismo y esperanza contra toda esperanza: «Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten la alegría de la esperanza».
Tienen que ser enemigos de su propia humanidad quienes condenan inmisericordemente las actitudes tan humanitarias del Papa Francisco, en nombre de un cristianismo estéril, convertido en un fósil del pasado, en un recipiente de aguas muertas. Los ataques feroces que le hacen pueden ser todo menos cristianos y evangélicos. El Papa Francisco lo soporta imbuido de la humildad de San Francisco de Asís y de los valores del Jesús histórico. Por eso él bien merece el título de “justo entre las naciones”.
“En este contexto Tamayo ha intuido que la compasión ha de dejar de ser una virtud bajo sospecha para convertirse en algo esencial a la vida y a la convivencia humana”
“Su itinerario tiene tres momentos que corresponden al VER, JUZGAR y ACTUAR de la teología de la liberación latinoamericana, pero acentuando aquí que el ver no es una simple mirada sociológica sino un ver la realdad desde las víctimas”
“Examina ampliamente el tema de la compasión en las diversas religiones: Islam, hinduismo, budismo y religiones originarias de América latina y concluye que hay una gran convergencia en todas ellas”
“El libro es un asumir el Principio compasión como clave de lectura, interpretación, cuestionamiento y conversión transformadora tanto personal como colectiva. Es algo original, actual y necesario”
| Víctor Codina
El libro‘La compasión en un mundo injusto’, de Juan José Tamayo, es fruto de la pandemia, en muchos sentidos. No solo porque el confinamiento en casa ofrecía tiempo para leer y escribir, sino sobre todo porque la pandemia ha desvelado la vulnerabilidad humana y la injusticia a nivel nacional y mundial
En este contexto Tamayo ha intuido que la compasión ha de dejar de ser una virtud bajo sospecha para convertirse en algo esencial a la vida y a la convivencia humana, común a todas las religiones y central en la fe cristiana, que cree en el amor entrañable de Dios mostrado en Jesús de Nazaret. La compasión no es simple sentimiento de conmiseración y lástima sino una empatía con las víctimas que lleva al compromiso con la justicia.
Así Tamayo completa de modo original el Principio esperanza de Ernst Bloch y el Principio misericordia de Jon Sobrino, con el Principio compasión. Este principio compasión da unidad y originalidad a toda la obra.
Su itinerario tiene tres momentos, que constituyen las tres partes del libro, pero cada una de estas tres partes es tan completa que en realidad podríamos decir que hay tres libros en uno.
Comienza por analizar el mundo estructuralmente injusto y desigual que vivimos, en sus diferentes manifestaciones.
Luego sigue una reflexión sobre la compasión como valor ínsito en el ser humano y opción de Dios, manifestado en Jesús de Nazaret. El Principio-compasión es necesario para que nuestra teología no se convierta en cómplice de los victimarios. Se examina la compasión en el judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo, budismo y religiones originaras de Amerindia. Es la parte nuclear y central del libro.
Finalmente se aborda la historificación de la compasión para que la compasión se convierta en lucha contra los grandes grupos económicos de poder, mostrando así que la compasión se traduce en solidaridad con las víctimas y un amor políticamente eficaz.
Estos tres momentos del itinerario corresponden al VER, JUZGAR y ACTUAR de la teología de la liberaciónlatinoamericana, pero acentuando aquí que el ver no es una simple mirada sociológica sino un ver la realdad desde las víctimas, desde abajo y sentirse afectado por ella.
“Lo más original y extenso es la profundización del Principio-compasión en las tradiciones humanistas, religiosas y bíblicas”
I.En la primera parte Tamayo se aproxima al mundo injusto y desigual de hoyque se manifiesta, entre otras cosas, en la injusticia ecológica, la insolidaridad con inmigrantes y refugiados, la injusticia de género contra las mujeres, la necropolítica y el descarte de los marginados, la injusticia económica, cultural y cognitiva, la vuelta del fascismo y del cristo-fascismo (el nacional-catolicismo y el cristo´-fascismo en la España hoy) y finalmente la constatación de que la pandemia es selectiva, no ha afectado a todos igualmente.
II.En la segunda parte se analiza el Principio compasión que caracteriza al ser humano en su dimensión más profunda, aunque no siempre se traduce en una práctica compasiva y solidaria. La compasión está presente en las tradiciones humanistas y religiosas, aunque no siempre las personas, creyentes y no creyentes han mostrado empatía con los que sufren, con los crucificados de la historia. Este referente ético de las religiones constituye su principio teológico.
El ser humano no es solo homo sapiens; es también homo patiens, ser compasivo, no solo vale el “atrévete a pensar” sino también el “atrévete a sufrir con el que sufre y con la creación que sufre dolores de parto (Rm 8,22).
Tamayo observa que los diccionarios bíblicos hablan más de misericordia divina que de compasión. Sin embargo. el Dios bíblico aparece como compasivo ante el dolor humano, el sufrimiento y la opresión. La escritura usa los términos rahamin y hesed. Rahamin significa entrañas, vientre materno. Hesed es compadecerse tener cariño y compasión.
En el Éxodo Dios se compadece del sufrimiento del pueblo Ex 3, 7-12-Los sapienciales y salmos expresan la compasión de Dios (Sal 103)
Pero esta compasión está unida al Mispat (derecho) y sedaqa (justicia) que son atributos bíblicos de Dios que los profetas proclaman y denuncian a sus incumplidores; jefes, sacerdotes, y comerciantes que son injustos, aunque aparezcan como piadosos. Los profetas realizan un cambio de paradigma religioso: el ayuno es abrir prisiones injustas, la verdadera religión es hacer el bien, el sacrificio y holocausto es reconocer a Dios y ayudar al prójimo. Conocer a Dios es hacer justicia al prójimo (Jer 22,15-16).
La utopía profética es utopía de paz y comunidad ecohumana (Is 11, 6-8) La utopía bíblica es la de la vida, del sustento y de la vida cotidiana.
Todo esto se refuerza y profundiza en el Nuevo Testamento. Jesús de Nazaret se compadece del sufrimiento, cura a enfermos, incluso en sábado, pone la vida del pueblo por encima del sábado y la ley, afirma “misericordia quiero y no sacrificios”, expulsa a los vendedores del templo; las bienaventuranzas y el juicio final de Mt 25 son alegatos a favor de la compasión. Pero esta compasión de Jesús es conflictiva: las autoridades religiosas le llevarán a la cruz.
Jesús fue un indignado contra la religión oficial y sus teólogos, contra el poder religioso, económico y político, con la sociedad patriarcal y siente el abandono de Dios en la cruz.
El buen samaritano, muestra una ética de la compasión, se le conmueven las entrañas, ayuda y de su tiempo al que sufre. La iglesia ha de ser samaritana y compasiva.
Tamayo examina ampliamente el tema de la compasión en las diversas religiones: Islam, hinduismo, budismo y religiones originarias de América latina yconcluye que hay una gran convergencia en todas ellas, expresada en principios como “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”, “no somos extraños para nadie, somos amigos de todos”, “yo soy yo si tú también eres”.
Sin embargo, durante mucho tiempo, la teología, incluso cristiana, aplicaba a Dios términos como omnipotente, motor inmóvil, causa sui, principio de todo, un Dios incapaz de sentir, amar, sufrir, insensible al dolor humano. Esta imagen es más cercana a los amigos de Job que a Jesús. A pesar de ello todas las religiones han tenido personas compasivas y el sufrimiento ha entrado en la teología. La teología no puede pasar de largo ante el sufrimiento, sería cinismo. Para Horkheimer, la teología es la esperanza de que la injusticia no sea lo último, la esperanza de que el asesino no triunfe sobre la víctima inocente.
III. La tercera parte mira a la praxis. La compasión no es solo individual, interpersonal e intersubjetiva, sino que la compasión debe historificarse para poder ser liberadora y encarnarse en instituciones sociales, ejerciendo una crítica, resistencia y solidaridad transformadora de las vidas dañadas, atender al anawim, al otro me pide ayuda (Levinas).
Tamayo critica los sistemas contrarios a la compasión y deja muy claro que no hay compasión sin justicia sin reconocimiento de la dignidad humana, sin igualdad y justicia de género, sin cuidado de la tierra, sin defensa de los derechos humanos, sin hospitalidad, sin considerar que el centro es la tierra, sin pluralismo cultural, étnico y religioso, sin espiritualidad liberadora. La práctica de justicia y implica participación en movimientos sociales, renuncia a nuestra arrogancia y superioridad, asumir nuestra ambigüedad, etc.
Dentro de la parte de la historificación de la compasión, Tamayo incluye la reflexión de algunos autores sobre la compasión. Metz, en su teología política critica la reducción de la razón a una ilustración privatizante que no escucha la voz de las víctimas y propone una memoria subversiva de las víctimas, lejos de una teología de la gloria y de todo triunfalismo. Defiende un ecumenismo de la compasión con empatía hacia el sufrimiento ajeno. Cita a Schopenauer para quien la compasión es el fundamento de la ética; para Levinas, la responsabilididad por el otro es la filosofía primera. Para Joan Carles Mélich, el ser humano es doliente, quaerente y deseante, debe vivir bajo la dimensión patética de la existencia: lo contingente, corpóreo, provisional, situacional, frágil, circunstancial, no lo absoluto ni lo categórico. La ética comienza cuando los demás entran en esfena, cuando nos ponernos al lado de las personas sobrantes, desechos de la sociedad. La ética es una relación compasiva, una respuesta al dolor del otro, es transgresora del orden social establecido. Hay que ver al mundo no desde la razón pura sino desde la razón desvalida, una razón encarnada en la historia, trágica, no separada del tiempo ni del cuerpo, que sospecha del mito del progreso. Frente a la razón ilustrada está la razón desvalida, frente al bien, la bondad, frente al deber cumplido, la vergüenza.
Metz propone una mística de ojos abiertos, con un corazón solidario y un amor políticamente eficaz. La mística no es algo pre-lógico, antirracional, sino una experiencia antropológica fundamental (Zambrana), forma parte de la historia, para ir más allá, crea personas de incansable entrega a los demás, aunque resulten extrañas y sospechosas como Eckhart y Juan de la Cruz, recuerda Tamayo
Hay una relación intrínseca entre mística y política, Dios es justicia (Jeremías 23,6), la justicia es tema no sólo político sino teológico, Dios hace justicia a las víctimas. El cristianismo ha sido más sensible al pecado que al dolor de las víctimas (Metz), en cambio Jesús fue liberador y compasivo
Conclusión
El libro de Tamayo no es solo una toma de conciencia de nuestra realidad injusta y discriminatoria, ni solo un diálogo con las tradiciones religiosas y las éticas contemporánea, sino un asumir el Principio compasión como clave de lectura, interpretación, cuestionamiento y conversión transformadora tanto personal como colectiva. Es algo original, actual y necesario. Le agradecemos a Tamayo este esfuerzo.
Personalmente, luego de vivir casi 40 años en Bolivia, he sintonizado mucho con este Principio-compasión de Tamayo.
Comentarios desactivados en “ ¿Jesús fue comunista?: El Evangelio y la preocupación por los pobres”, por Javier Sánchez
“Y Monseñor Romero, los mártires de la UCA, don Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, Rutilio Grande…”
”No podemos entender el evangelio de Jesús y su proyecto de vida por antonomasia, si no es desde la preocupación que tiene, el Hijo de Dios, por los pobres, los sufridos, los desgraciados, los que en definitiva no contaban en su sociedad y siguen sin contar en la nuestra”
“El poder es el que da muerte a Jesús de Nazaret, justamente porque no aguanta que alguien, desde abajo, desde la llamada “exousía”, o la autoridad moral que tiene, les pueda arrebatar lo que para ellos es el sentido de su vida: el poder como opresión”
“Hace unos días, la vicepresidenta del gobierno español, Yolanda Díaz, fue recibida por el papa Francisco, y desde la derecha reaccionaria y poderosa, se tachó esa visita de ‘cumbre comunista'”
“Si ellos son comunistas, ojalá yo también lo sea, si ellos viven el evangelio desde ahí, ojala también yo sea capaz de vivirlo así. Y toda la comunidad de cristianos y cristianas”
| Javier Sánchez, capellán de la cárcel de Navalcarnero
Cuando pensamos en el Evangelio y en lo que supone la persona de Jesús, quizás, desde algunos sectores, siempre parece que nos viene a la cabeza la figura de alguien muy “angelical”, en el sentido de una persona “que no se metía en problemas de ningún tipo”, y que su objetivo era “dedicarse a las cosas de su Padre”, entendiendo precisamente por esas cosas, “las del cielo”, es decir lo que está apartado del mundo y de la vida de cada día. Pero entender así a Jesús, el Evangelio y el proyecto que El llamó “Reino de Dios”, y que le llegó a costar la vida, es no entender nada, a mi juicio, de quién es realidad Jesús de Nazaret, y cual es realmente su proyecto de felicidad para todos los hombres y mujeres del mundo.
El proyecto de Jesús, el llamado Reino de Dios, solo puede entenderse desde el texto que El mismo proclama en lo alto del monte, según el Evangelio de San Mateo (lugar típico de encuentro con Dios en el mundo judío), y en un llano, según el Evangelio de San Lucas ( entendiendo por llano el lugar donde está la persona, el ser humano, y donde en ese lugar se encuentran Dios y el hombre). Pero lo que está claro es, que en cualquiera de las dos versiones, no podemos entender el evangelio de Jesús y su proyecto de vida por antonomasia, si no es desde la preocupación que tiene, el Hijo de Dios, por los pobres, los sufridos, los desgraciados, los que en definitiva no contaban en su sociedad y siguen sin contar en la nuestra.
Los pobres y los marginados, los que nadie quiere, son los preferidos del Jesús del Evangelio, y son por ellos por los que Jesús da la vida. Por ellos es vilmente asesinado y por eso son precisamente los pobres, los que entienden el mensaje de Jesús. Y frente a ellos, los ricos, los poderosos, los que se creen los buenos y cumplidores de la fe judía, son los que no solo no lo entienden, sino que son los que precisamente lo asesinan.
El poder es el que da muerte a Jesús de Nazaret, justamente porque no aguanta que alguien, desde abajo, desde la llamada “exousía”, o la autoridad moral que tiene, les pueda arrebatar lo que para ellos es el sentido de su vida: el poder como opresión, incluso desde su mismo “sillón religioso”. Ese poder encarnado en los que detentan la fuerza a nivel civil y religioso en la sociedad judía de su tiempo: sumos sacerdotes, fariseos, escribas….Y es curioso, que ese mismo poder es el que sigue matando a millones y millones de seres humanos en todo el mundo.
Ese poder sigue haciendo que cada día la brecha entre pobres y ricos, sea cada vez mayor. Y por eso igual que a Jesús, a los que se ponen de su parte también se les martiriza y se les llega a asesinar. El poder de cualquier tipo e institución, no entiende “de lavar los pies”, sino solo entiende “de comer del fruto prohibido”, para llegar a ser como Dios, porque desde ese poder llegan a considerarse auténticos dioses, que atentan como Caín, contra aquel que quiere solo insinuar que todos somos iguales, que todos nos merecemos lo mismo, que todos somos Hijos e Hijas de Dios y que “no hay distinción entre judíos, y gentiles, esclavos y libres” ,en el lenguaje paulino de Gálatas (Gal 3, 28).
Dichosos los pobres, y Ay de vosotros los ricos, llegará a decir el Evangelio, dichosos los que lloran y son perseguidos por causa de la justicia, y ay de aquellos satisfechos que tenemos de todo. Y esas palabras le causaron a Jesús de Nazaret la entrega de la vida; el Jesús del Evangelio no puede soportar que sean los ricos los que avasallen y que los poderosos sean siempre los primeros. Por eso la comunidad lucana pone en boca de María el maravilloso himno del Magnificat, después de su visita a Isabel: “Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1, 52-53). Y no entender esto, en el fondo es no entender el Evangelio, aunque vayamos a misa “todos los domingos y fiestas de guardar”. No entender esto, significa no entender la causa auténtica de la muerte de Jesús: su preocupación por los pobres y crucificados de la tierra y su crítica feroz hacia los poderosos que crean millones de desheredados cada día, en la sociedad judía de entonces y en el hoy de nuestro mundo.
Pero tuvieron que pasar muchos siglos, para que surgiera un pensador, llamado Carlos Marx, ateo como el se confesaba, que criticaba profundamente la religión y la manera de entender equivocadamente a Dios, y ese pensador creara el marxismo, para decirnos a los creyentes que había cosas que nuestro Dios no podía entender, y que a nuestro Dios seguro que le dolían: la brecha entre pobres y ricos, tan criticada por Marx, hizo que la Iglesia también se fuera preguntando en aquella sociedad de mediados del siglo diecinueve, cuál era su papel en esa sociedad dividida y dual que estábamos creando los seres humanos. Pero Marx, no fue el autor de ese pensamiento, ya lo había dicho el Evangelio, muchos siglos antes. Ya había dicho Jesús que Dios y el dinero eran incompatibles y que no se podía servir a dos señores. Ya el Evangelio de San Mateo había juzgado a aquellos que “no asistían a los pobres, los encarcelados, los hambrientos, los sedientos, los enfermos, los desnudos….”(Mt 25, 31 ss ) .
Y por eso, desde que Marx nos lo recordó, parece que todos los que se preocupan por el destino y la vida de los pobres, son tachados de comunistas, y de ir en contra del Evangelio. Esta crítica no es nueva, no es de los que ahora lo dicen. Y son tachados de ellos por los que tienen el poder y la riqueza; en tiempos de Jesús, El era tachado de blasfemo por el poder establecido, en nuestros tiempos, los que así actúan son tachados de comunistas, por los mismos que detentan el poder en nuestro tiempo.
Hace unos días, la vicepresidenta del gobierno español, Yolanda Díaz, fue recibida por el papa Francisco, y desde la derecha reaccionaria y poderosa, se tachó esa visita de “cumbre comunista”. Pero precisamente porque ha tenido que venir un papa del hemisferio sur, un papa del otro lado del atlántico, a recordarnos que la Iglesia tiene que estar al servicio de los pobres, y que solo cuando es pobre y acoge en su seno a los más pobres, es la auténtica Iglesia de Jesús. Desde el comienzo de su pontificado, así lo anuncio Francisco, en su mismo nombre , diciendo que la Iglesia es la comunidad de los pobres, es el espacio de acogida para todos. Y a lo largo de todos estos años, así lo ha ido manteniendo; su preocupación fundamental son los inmigrantes, los encarcelados, los enfermos… los que nadie quiere. En el fondo, los mismos a los que prefirió Jesús de Nazaret. De nuevo los poderosos, no lo entienden, y quizás no se atreven a asesinarlo, como hicieron con el maestro, pero si se atreven a difamarlo y a crear corrientes en su contra, por la misma razón: porque se les quita su poder, porque son criticados por hacer del poder el eje de su vida, incluso a algunos eclesiásticos, que también lo detentan hoy sí.
Es conocida la anécdota del papa Francisco, en el cónclave donde fue elegido papa: “En las elecciones, tenía a mi lado al arzobispo emérito de Sao Paulo, el cardenal Claudio Humes, un gran amigo. Cuando la cosas se iba poniendo peligrosa (iba ganando), él me confortaba, ja ja… Y cuando los votos llegaron a los dos tercios, vino el aplauso porque había sido elegido papa. Y él me abrazó, me besó y me dijo: no te olvides de los pobres. Y aquella palabra entró aquí (señalándose la cabeza). Los pobres, los pobres. Mientras continuaba el recuento, pensé en San francisco, el hombre de la paz. Y así llegó el nombre a mi corazón. El hombre de paz. El hombre pobre. ¡Cómo desearía una Iglesia pobre y para los pobres…!”.
Y sin duda que está siendo el eje de su vida y su desvelo en cada momento. Por eso es criticado. Y por eso también ha sido criticada esta visita con la vicepresidenta del gobierno español, y ella misma ha dicho que con el papa le unen muchas cosas y planteamientos.
No ha sido al único que han tachado de comunista, en los últimos tiempos, incluso desde dentro de la propia Iglesia. Son conocidas las palabras del gran don Helder Cámara, obispo de Brasil, “Cuando doy pan a u pobre, dicen que soy un santo. Cuando pregunto por qué el pobre no tiene pan, me llaman comunista”. Este hombre que vivió y murió para los pobres fue tachado por eso de lo mismo, cuando lo único que hacia era llevar a cabo , a la vida de cada día el Evangelio de Jesús.
De la misma manera se hablaba del comunismo de San Romero de América, la voz de los sin voz en América latina, que fue asesinado por los poderosos de El Salvador, mientras celebraba la Eucaristía. Muchas veces dijeron que era un “obispo comunista”, incluso también le han criticado ahora al papa Francisco que lo haya canonizado. San Romero, canonizado por los pobres de El Salvador, desde el mismo momento de su asesinato, ha tenido que esperar a que venga un papa del otro hemisferio para reconocer lo que los pobres ya hicieron. Lo que la misma Iglesia le negó, es lo que ahora Francisco ha reconocido.
Porque lo más espectacular de su asesinato es que, como en el caso de Jesús de Nazaret, Romero fue asesinado por el poder opresor de los mismos creyentes. A Jesús lo mató el poder judío, a Romero lo mató el poder de los falsos cristianos de la sociedad salvadoreña, que se sentían criticados por él. “ El cristiano no debe tolerar que el enemigo de Dios, el pecado, reine en el mundo. El cristiano tiene que trabajar para que el pecado sea marginado y el Reino de Dios se implante. Luchar por esto no es comunismo. Luchar por eso no es meterse en política. Es simplemente el Evangelio que le reclama al hombre, al cristiano de hoy, más compromiso con la historia” (Homilía 16 de Julio de 1977). La misma derecha poderosa que criticó y apoyó Santo de América, y que sin duda estuvo detrás de su asesinato, es la que critica ahora de cumbre comunista, el encuentro entre el papa Francisco y Yolanda Díaz.
Los “mismos comunistas” que fueron asesinados en la UCA, en El Salvador, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989, simplemente por defender que los pobres tienen algo que decir, y que los ricos son los causantes de que el mundo haya crucificados. Los poderosos tampoco pudieron soportarlos, y por eso los asesinaron vilmente, junto a Elba, la mujer que los cuidaba, y su hija Celina, de 16 años. Su asesinato, como el de muchos mártires, fue por causa de la justicia y por hacer del Evangelio la norma de su vida, en todo momento.
De comunista fue también tachada la llamada “Teología de la liberación”, que surgió en la década de los 70 en el continente latino americano, y que era simplemente una manera nueva de leer el evangelio desde los pobres. “He oído el clamor de mi pueblo”, que dice el texto del Exodo, es lo que oyeron esos teólogos y teólogas que intentaron vivir esa experiencia del evangelio, a partir de la realidad crucificada y machada por el poder de los poderosos en ese continente. Teólogos como Jon Sobrino, que se salvó milagrosamente de la matanza de la UCA, ha sido calumniado y difamado, incluso desde el interior de la misma Iglesia católica.
El otro Santo de América, Pedro Casaldáliga, fallecido hace poco más de un año fue también “apodado de comunista”, por su lucha en favor de los sin tierra brasileños, y haciendo de su episcopado y de su poder como obispo, un servicio al pueblo, a los más débiles, a los más sufrientes de su diócesis. Cuando se jubiló quería “dedicarse a los más pobres”, quería ir a morir a Africa, porque él decía que allí eran aun más pobres que en su América, donde vivió siempre . La enfermedad terrible del parkinson se lo impidió, pero resulta emocionante que alguien que ha vivido como él en el Brasil pobre, diga que quiere irse con los pobres, muchos pensamos, dónde había estado toda su vida; el obispo sin anillo y sin mitra tradicionales vivió, y murió entre los desheredados, y con ellos encontró la “plena bienaventuranza y felicidad de la que habla el Evangelio”; hizo carne en su vida el proyecto de Jesús: conseguir que todos fuéramos felices, desde la igualdad y el servicio a los más débiles.
El 12 de marzo de 1977 asesinaron “a otro comunista” en la carretera de Aguilares a El Paisnal, Rutilio Grande, y su único delito fue decir y anunciar que todos somos iguales, que Dios no acepta la pobreza, y que los ricos son responsables de la pobreza de muchos seres humanos. Rutilio fue asesinado, acribillado su coche a balazos, junto a un campesino de 72 años, Manuel, y un adolescente de 15, Nelson Rutilio y un niño. Los pobres de Aquilares le recuerdan como un “hombre tremendamente humano que se comprometió con la causa y la vida de los pobres”. Fueron asesinados cuando iban a celebrar la Eucaristía en medio de su pueblo, y su asesinato tanto conmovió a Monseñor Romero que fue capaz de producir en él, el gran milagro.
Romero, amigo personal de Rutilio descubre un nuevo rostro de Dios al contemplar el cadáver de su amigo asesinado. Y desde ahí comienza una andadura nueva que le llevará a él también al martirio. Ahora “el comunista Rutilio”, va a ser beatificado por el papa Francisco; será el segundo santo salvadoreño, que el pontífice venido de América beatifique. Muchos serán también los que incluso dentro de nuestra iglesia critiquen este acontecimiento, porque el padre Tilo, como así le llamaban popularmente a Rutilio, tuvo la osadía de hacer vida el mensaje de Jesús en el Evangelio. Y de nuevo será, Francisco, el que después de más de cuarenta años, reconozca que este hombre, modesto, pobre, humilde y ejemplar sacerdote de Jesús, es modelo para los que queremos seguir al Jesús del Evangelio.
Y habrá quien siga diciendo que “de nuevo un comunista, beatifica a otro comunista, el próximo 22 de enero de 2022”. Será beatificado en la catedral de San Salvador, donde yace también Monseñor Romero, su amigo íntimo y personal, y seguramente a esa celebración, además de acudir obispos, sacerdotes y gente venida de otros países, acudirá “todo el pobrerío salvadoreño”, como llamaba cariñosamente Monseñor Romero a los pobres. El pobrerío por el que Rutilio se sacrificó, será el auténtico protagonista de la celebración, como lo fue hace más de dos mil años en aquel calvario de Jerusalén, donde fue crucificado el mártir Jesús de Nazaret.
Pero hace apenas unos días me decían lo mismo de un sacerdote jesuita, salvadoreño, discípulo de Monseñor Romero, que tiene como único lema de su vida sacerdotal y cristiana la entrega al evangelio. Miguel Vasquez, jesuita de Arcatao, en el departamento de Chalatenango, uno de los sitios más vapuleados en la cruenta guerra civil salvadoreña, me decía: “Me trasladan a Honduras, porque el obispo le ha dicho a mi provincial que yo soy más político que pastor”. De nuevo la Iglesia impoluta, que no quiere mancharse, que nunca va a ser criticada ni asesinada, es la que quiere lavarse las manos, como Pilato, en la causa de los pobres y del Evangelio.
¿Cumbre comunista la celebrada hace unos días en Roma? ¿Comunistas Jesús de Nazaret, Monseñor Romero, los mártires de la UCA, don Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, la monjas estadounidenses asesinadas en El Salvador, los miles de catequistas salvadoreños asesinados, los maristas del Congo, Rutilio Grande, los teólogos y teólogas de la liberación, Monseñor Agrelos, Miguel Vasquez….? Si ellos son comunistas, ojalá yo también lo sea, si ellos viven el evangelio desde ahí, ojala también yo sea capaz de vivirlo así. Y toda la comunidad de cristianos y cristianas.
Ojalá que el poder establecido, desde cualquier institución, política, religiosa, militar, económica, cultural…. No tape el auténtico poder que emerge de las bienaventuranzas y del lavatorio de pies del jueves santo, porque sólo así los cristianos, me parece, entenderemos el auténtico sentido del Evangelio. “Lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mateo 25, 40)
Comentarios desactivados en En el Mes de la Biblia, fallece uno de los más insignes biblistas chilenos, el teólogo Pablo Richard
Pablo Richard Guzman (CNS photo/Chaz Muth)
Fue uno de los teólogos que más aportó para que las comunidades cristianas del mundo pobre
Familiares en Chile confirmaron el fallecimiento del sacerdote Pablo Richard Guzmán, quien ejercía su ministerio desde hace cerca de 40 años
El sacerdote Sergio Torres, uno de sus cercanos amigos y con quien Pablo Richard compartió diferentes proyectos, declaró a Kairós News sentirse muy dolido por la partida de su amigo
Los familiares del sacerdote en Chile le confirmaron el sorpresivo fallecimiento ocurrido en San José, esta mañana, porque no estaba enfermo sino que con las dolencias propias de su edad
Pablo fue fundador y activo dirigente del Movimiento de Cristianos por el Socialismo en los inicios de los años 70. Con el golpe cívico militar del 73 partió a Francia exiliado. Antes se había casado y había tenido hijos
En uno se sus últimos escritos, afirmó: “Cuando Dios se hace humano todos los dioses se derrumban. El dios dinero, el dios mercado, con su fuerza el neoliberalismo”
Afirmó, asimismo: “La lucha de los dioses: los ídolos de la opresión y la búsqueda del Dios Liberador’, fue un libro que entregué a Mons. Romero y que impactó la espiritualidad de los años 80 y más“.
(Kairós News).– “En el principio la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios”. “Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (cf. Jn 1, 1-14) Carne significa humanidad en condición de debilidad y mortalidad.(…) Cuando Dios se hace humano todos los dioses se derrumban. El dios dinero, el dios mercado, con su fuerza el neoliberalismo».
Ese fue uno de los últimos escritos de Pablo Richard, registrado por Amerindia en la Red el 10 de abril del año pasado. «La contradicción es con el Dios Palabra que se hizo carne, que se despojó de su condición divina y se hizo esclavo. ‘La lucha de los dioses: los ídolos de la opresión y la búsqueda del Dios Liberador’, fue un libro que entregué a Mons. Romero y que impactó la espiritualidad de los años 80 y más», añadió.
«Ahora se desata una guerra contra la humanidad y la madre tierra. Sentimos que toman vida los dioses de la muerte, los ídolos de la sangre y la muerte. El Dios de la vida aparece como derrotado. Los y las que gritan ¿dónde está Dios?, no reciben respuesta. ¿Dios ha muerto? No, está vivo, vivo en los que luchan contra el Coronavirus. Dios no ha muerto, está luchando por la vida», concluía.
Pablo Richard Guzmán, nació en Chile, en 1939. En 1966 se graduó como licenciado en Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en la que fue alumno deotro de los grandes teólogos, el belga-chileno José Comblin, quien influyó en su énfasis en el estudio de la Biblia. En 1968 obtuvo la licenciatura en Sagradas Escrituras, en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. En 1969 y 1970 estudió Arqueología bíblica, en la Escuela Bíblica de Jerusalén.
Teología de la liberación
Fue fundador y activo dirigente del Movimiento de Cristianos por el Socialismo en los inicios de los años 70. Gon el golpe cívico militar del 73 partió a Francia exiliado. AllÍ se doctoró en Sociología de la Religión, en La Sorbona de Parìs.
Antes de partir al exilio, Richard dejó el sacerdocio y se casó y tuvo hijos.
Posteriormente se radicó en Costa Rica, país que lo acogió y le dio posibilidades de seguir aportando al movimiento popular de la Biblia del que era un importante difusor junto al brasileño Carlos Mester. Así trabajó en el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI)], dedicado a la formación permanente de agentes de pastoral en América latina y del que fue director.
En Costa Rica solicitó volver al sacerdocio, siendo aceptado por el arzobispo de San José quien lo encardinó a su diócesis con el expreso apoyo del entonces prefecto de la Congregación del Clero en Roma, el colombiano Darío Castrillón quien después fuera presidente del Celam.
Con la vuelta a la democracia en Chile, Richard visitó en varias oportunidades nuestro país para participar en foros y dar conferencias y talleres bíblicos a las comunidades cristianas, siendo el Centro Ecuménico Diego de Medellín su casa en Chile para realizar estas actividades.
Misa in Memoriam
El sacerdote Sergio Torres, uno de sus cercanos amigos y con quien Pablo Richard compartió diferentes proyectos, declaró a Kairós News sentirse muy dolido por la partida de su amigo.
PABLO RICHARD (1939-2021). Hoy en la mañana descansó en las manos del DIOS DE LA VIDA mi amigo y mentor Pablo, teólogo de la liberación, biblista, animador de CEBs, profesor de la UNA, cofundador del DEI, sacerdote sabio, padre de familia ejemplar: UN HOMBRE BUENO Y VALIENTE pic.twitter.com/IFTG5ddiwY
Torres señaló haber conversado con los familiares del sacerdote en Chile quienes no solo le confirmaron el sorpresivo fallecimiento ocurrido en San José, esta mañana, porque no estaba enfermo sino que con las dolencias propias de su edad, e informaron que se celebrará una eucaristía en su memoria el miércoles 22 próximo, a las 4 de la tarde, en la capilla del Colegio San Ignacio El Bosque, ubicado en Avenida Pocuro 2801, Providencia, Santiago.
Publicaciones
Publicó numerosas obras, entre ellas, los siguientes libros:
– Origen y desarrollo del movimiento Cristianos por el Socialismo: Chile, 1970-1973, 1975. Centre Lebret Foi et développement.
– Cristianismo, lucha ideológica y racionalidad socialista, 1975. Salamanca, Sígueme.
– Cristianos por el socialismo. Historia y documentación,1976. Salamanca: Sígueme.
– Muerte de las cristiandades, nacimiento de la Iglesia, 1978. París: Lebret.
– Desarrollo de la teología latinoamericana: 1960-1978, 1979. San José, Costa Rica: Seminario Bíblico Latinoamericano.
– La Iglesia latino-americana entre el temor y la esperanza: apuntes teológicos para la década de los años 80, 1980. Bogotá: Indo-American Press Service.
– Religión y política en América Central: hacia una nueva interpretación de la religiosidad popular, 1981. San José, Costa Rica: DEI.
– La iglesia de los pobres en América Central (coautor Guillermo Meléndez), 1984. San José, Costa Rica: DEI.
– La fuerza espiritual de la iglesia de los pobres, 1987. San José, Costa Rica: DEI.
– La lucha de los dioses: los ídolos de la opresión y la búsqueda del Dios liberador, 1989. San José, Costa Rica: DEI.
– Lectura popular de la Biblia en América Latina: una hermenéutica de la liberación, 1987. San José, Costa Rica: DEI.
– Apocalipsis: Reconstrucción de la Esperanza, 1994. San José, Costa Rica: DEI.
– El Movimiento de Jesús después de la Resurrección y antes de la Iglesia. Una interpretación liberadora de los Hechos de los Apóstoles, 1998. Maliaño (Cantabria): Editorial Sal Terrae, 2000.
– 10 palabras clave sobre la Iglesia en América Latina, 2003. Estella (Navarra): Editorial Verbo Divino.
– Fuerza ética y espiritual de la Teología de la liberación en el contexto actual de la globalización, 2004. San José, Costa Rica: DEI.
Adiós a Pablo Richard, biblista insigne, pensador teológico siempre comprometido con la Iglesia. Gracias por darnos tanto, #pablorichardpic.twitter.com/MAZSZwhWD3
Comentarios desactivados en Luis Lorenzo: “El pensamiento de Metz sigue vivo, vigente, actual y necesario”
En el primer aniversario de la muerte de J. B. Metz, el teólogo de la compasión
J.B. Metz muestra la mirada y el rostro de los que sufren. Pasión por la justicia en un mundo de tantas injusticas. No fue una tarea fácil para él, ni sigue siéndolo en nuestros días
Metz nos enseña que la fe es un don, un optimismo existencial primario, un acto de resistencia contra toda desesperanza, un grito desde la profundidad de esta pandemia. Una fe con sensibilidad solidaria
Tras un año de su fallecimiento, nos deja en herencia una teología, que puede dar respuesta “horizontal” a la situación cultural en esta nueva realidad tras la pandemia
| Luis Lorenzo
Metz, Auerbach, Alto Palatinado, Alemania, 5 de agosto de 1928-Múnich, Baviera, 2 de diciembre de 2019
Cuando está en juego la dignidad y la fe del ser humano que sufre, el destino esperanzador del cristiano y la integridad de la cultura en la historia, todo esfuerzo que se haga (en ese ser para los demás), tiene su peso a pesar de la dificultad. Los comienzos del cristianismo, tampoco fueron fáciles, como se refleja en la Epístola a Diogneto. Texto emblemático de cómo era la presencia en aquella comunidad, donde los cristianos eran una minoría, pero una minoría con conciencia de hacer una aportación a la sociedad. Metz también hizo la suya, en clave teológico-política.
En nuestros días, hay: muerte (la “pandemia” de los muertos en el Mediterráneo), genocidios, contaminación, persecución, mal , incomprensión, pérdida de esperanza (ni siquiera se habla de realidad, sino de nueva realidad)…etc.
Eso hace, que la teología no exista en abstracto, sino que de forma activa, responsable y consciente, abrace todas esas oscuridades, y no pueda callar.
J.B. Metz muestra la mirada y el rostro de los que sufren. Pasión por la justicia en un mundo de tantas injusticas. No fue una tarea fácil para él, ni sigue siéndolo en nuestros días.
Con Teología de ojos abiertos, también hoy, debemos mostrar una mirada realista y esperanzada al entorno, de sentir, abordar y tocar las necesidades del prójimo. En el centro el amor a Dios y a los hermanos que sufren las pérdidas de sus seres queridos, prácticamente en soledad y que serán golpeados duramente por otra crisis económica.
El mismo Papa Francisco nos exhorta a actuar, a ser actores en el mundo y a comprometerse en la sociedad para intentar cambiar la realidad y transformarla profundamente. Empatía con las víctimas reales y que en algunos casos en este tiempo de pandemia, han sido auténticos mártires entregando su vida. Quizás ahora podamos entender mejor las palabras de Martin Buber. “cada uno de nosotros hemos sido un nosotros antes de ser un yo.”
Metz nos enseña que la fe es un don, un optimismo existencial primario, un acto de resistencia contra toda desesperanza, un grito desde la profundidad de esta pandemia. Una fe con sensibilidad solidaria.
De hecho, el sufrimiento, no lo contempla desde fuera, separado del universo como el Primer Motor aristotélico, sino desde dentro, soportando en su carne toda clase de escarnios y agravios. Pascal, que lo entendió perfectamente, afirmó que Jesús estará en la Cruz hasta el final de los tiempos.
Dios no consintió la infamia de Auschwitz, sino que la soportó como una víctima más. Su presencia hoy Divina-humana en los crematorios y cementerios de nuestro País, no es un hecho empírico, sino la garantía de que la injusticia en nuestros días, no es lo último y definitivo.
La Cruz preserva el rostro de las víctimas, clamando por un mañana. No es un canto al dolor, sino una promesa de reparación y una exigencia ética que concierne indistintamente a todos los hombres, convocados a mantener viva la memoria de los inmolados por el odio, el fanatismo y la indiferencia.
Su pensamiento, sigue vivo, vigente, actual y necesario. Tras un año de su fallecimiento, nos deja en herencia una teología, que puede dar respuesta “horizontal” a la situación cultural en esta nueva realidad tras la pandemia. Volvamos, a poner a Dios, como luz en el sufrimiento del hombre de hoy, con una memoria hermenéutica y comprometida (la cooperación en este tiempo de Covid 19 ha sido clave).
El Dios de la compasión y la misericordia, sigue abrazando la historia pobre del hombre en la interpretación de la vida. El Reino de Dios, como proyecto, tiene que seguir siendo el centro. Este mundo sufriente y golpeado por la pandemia mundial, es templo de Dios. Dios nos habla a través de las personas, las cosas y los acontecimientos que hay en ellos. Tengamos una actitud misionera, escuchando su clamor y actuando proféticamente en un horizonte escatológico de humanización universal.
Comentarios desactivados en El silencio de Dios cuando no hay profetas
Del blog de Eduardo de la Serna Un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo:
La teología tradicional (o al menos en muchos ambientes) del Israel de tiempos neotestamentarios sostenía que Dios, enojado con su pueblo, había retirado su espíritu y se había “encerrado” en el séptimo cielo. Era por eso que ya no había “profetas” en Israel (una característica de los profetas es que hablaban movidos por el espíritu de Dios).
No existen ya profetas, ni nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo” (Sal 74,9) Tribulación tan grande no sufrió Israel desde los tiempos en que dejaron de aparecer profetas (1 Mac 9,27) Ahora, la justicia se ha convocado y los profetas duermen (Apocalipsis [sir.] de Baruc) … “ya no hubo sucesión exacta de profetas” (Flavio Josefo)
En la Biblia, los y las profetas son aquellos y aquellas que hablan de parte de Dios en un determinado momento histórico. Pero Israel ha experimentado que, en ese tiempo, nadie lo hace. Nadie muestra caminos, confronta errores, alienta esperanzas, y Dios parece callar.
Sería falso, además de infantil, pensar que los profetas fueron un grupo muy pequeño, de un tiempo muy pequeño, de un espacio geográfico muy pequeño de la humanidad. Nuestra historia de América Latina estuvo cargada de profetas (lo cual no significa – en coherencia con los profetas bíblicos, por ejemplo – que estos fueran escuchados).
Antes de avanzar quisiera poner un ejemplo bíblico y compararlo con los tiempos actuales. En su tiempo histórico, el profeta Jeremías la pasó muy mal: fue perseguido, amenazado, combatido y vilipendiado… pero con el tiempo el pueblo supo reconocer que las palabras de Jeremías venían de Dios, mientras que no era así con las palabras oficiales que lo combatían, incluso de “falsos profetas” (ese proceso es el que teológicamente se llama “recepción”; que no es lo que determina la oficialidad, sino la asimilación creyente del pueblo de Dios de las palabras que reconoce como de su parte). Algo semejante podemos mirar en la reacción de cierta oficialidad eclesiástica de los documentos de Medellín, el conflicto en Puebla, la intervención en Santo Domingo y la manipulación de Aparecida… Es evidente que Medellín significó una primavera, Puebla supo mantenerla a pesar de algunos “frenazos”, Santo Domingo pasó al olvido sin pena ni gloria y Aparecida apenas es recordada. Y si miramos la “intervención” vaticana, ausente en Medellín, incipiente en Puebla, total en Santo Domingo y potente en Aparecida, quizás haya que sospechar que la intervención del Espíritu Santo en la comunidad eclesial es inversamente proporcional a las intervenciones vaticanas. No que el Espíritu no sople en la iglesia, sino que la iglesia debe aprender a escucharlo y no a imponerse. Que es distinto.
Y si miramos las voces, las pronunciadas y las calladas, a lo mejor también podamos ver y entender la relación entre el espíritu, los profetas y el “silencio de Dios”.
Hablamos de documentos episcopales, y debemos señalar que hemos tenido obispos profetas (aunque tal cosa parezca un oxímoron). Basta mirar los obispos gestores de Medellín, muchos todavía vigentes en Puebla, ausentes en Santo Domingo y también en Aparecida. No estaría de más una simple pregunta: ¿podemos mencionar 10 obispos proféticos latinoamericanos de tiempos de Pablo VI? Seguramente la respuesta sea fácil y rápida. En cambio, ¿podemos nombrar 10 obispos proféticos latinoamericanos de tiempos de Juan Pablo / Benito / Francisco? Personalmente creo que se tardaría muchísimo en poder llegar siquiera a insinuar tres.
Acaba de morir uno de los últimos obispos profetas: Pedro Casaldáliga. Lo último que hizo, que yo sepa, es firmar, con otros obispos, un texto crítico contra el actual gobierno de su país, Brasil. Hasta desde el silencio de su Parkinson y postración, su voz seguía resonando. Entre tanto, tocará seguir esperando que algún “día” Dios “rasgue” su cielo, y haga soplar su espíritu con una fuerza que no pueda callarse, ni siquiera desde los muros vaticanos, y el espíritu marque caminos siempre nuevos de vida y desafíos, de creatividad y esperanza, de entusiasmo y profecía. Algunos creemos que la iglesia depende de eso.
Comentarios desactivados en Juan José Tamayo: “Ninguna causa que se jugara en la esfera local o internacional le era ajena, tampoco ninguna revolución”
Las manos de Casaldáliga (Joan Guerrero)
Entre la poesía, la mística y la revolución
“La noticia de su fallecimiento nos dejó sumidos en un profundo dolor, pero también en el recuerdo subversivo de su vida igualmente subversiva”
“Cantó a los revolucionarios latinoamericanos: Augusto César Sandino, Carlos Fonseca Amador, Che Guevara, Gaspar Laviana; a los obispos mártires: San Romero de América (El Salvador), Enrique Angelelli (Argentina), a los teólogos de la liberación Gustavo Gutierrez, Leonardo Boff”
“Ofreció narrativas alternativas a los relatos oficiales, construyó espacios de convivencia y diálogo”
“La mejor expresión de su opción por las comunidades indígenas y afrodescendientes son sus dos bellísimas cantatas: la Misa de la Tierra sin Males, donde denuncia el genocidio, el etnocidio y el biocidio del proceso colonizador y sus formas actuales; la Misa de los Quilombos, en la que muestra la originalidad de la cultura afro y su gran potencialidad de acogida, al tiempo que denuncia el sistema de esclavitud”
A las 3 de la tarde, hora española, me comunicaba mi amigo y colega el teólogo claretiano brasileño Mario Fernandes el fallecimiento de Dom Pedro Casaldáliga en la ciudad de Batatais, del Estado de Sâo Paulo. Enseguida lo comuniqué a nuestros amigos comunes. La noticia nos dejó sumidos en un profundo dolor, pero también en el recuerdo subversivo de su vida igualmente subversiva, como él mismo reconoce en uno de sus poemas:
“Me llaman./Me llamarán subversivo./ Y yo les diré: lo soy./ Por mi pueblo en lucha vivo./ Con mi pueblo en marcha voy./ Tengo fe de guerrillero/ y amor de revolución./ Y entre Evangelio y canción/ sufro y digo lo que quiero”. Una vida comprometida con las causas de liberación de los pueblos oprimidos que, según su humilde decir, “son más importantes que mi vida”.
Cataluña fue su patria, y Balsereny (Barcelona), el pueblo donde nació el 16 de febrero de 1928. Allí tenía sus raíces, su familia, sus amigos y amigas, las organizaciones solidarias con sus proyectos humanitarios y ecológicos. En 1968 su vida dio un giro copernicano: partió para Brasil y nunca más volvió a su tierra natal, ni siquiera con motivo del fallecimiento de su madre. Así lo prometió cuando se embarcó camino de América Latina y, fiel a su promesa, lo cumplió. Pero llevaba a Cataluña en el corazón y en la mente. Patria suya fue también Brasil, donde llegó como misionero y ejerció como obispo de la liberación durante más de tres décadas en la diócesis de Sâo Felix do Araguaia, en el Mato Grosso.
Durante varias décadas he mantenido una fluida comunicación epistolar con él. He leído sus textos. He seguido su itinerario vital e intelectual. He escuchado testimonios de amigos comunes. Le he enviado mis libros. En 2012 le dediqué mi Invitación a la utopía con estas palabras: “A Pedro Casaldàliga, profeta de la utopía-en-acción con la mirada puesta en Otro Mundo Posible”.
En este artículo voy a ofrecer, en catorce imágenes, algunas de las dimensiones más destacadas de su rica personalidad: la originalidad de su pensamiento, la ejemplaridad de su vida y las causas por las que luchó y que dieron sentido a su existencia.
1. Poeta. Pedro cultivó la poesía desde su juventud. Es uno de los mejores poetas hispano-latinoamericanos junto con Ernesto Cardenal. No fue un simple versificador de Corte, ni contemporizador con el Sistema, ni legitimador del orden establecido, ni se queda en palabrería vacía, sino que provocó revoluciones. Cantó a los revolucionarios latinoamericanos: Augusto César Sandino, Carlos Fonseca Amador, Che Guevara, Gaspar Laviana; a los obispos mártires: San Romero de América (El Salvador), Enrique Angelelli (Argentina), a los teólogos de la liberación Gustavo Gutierrez, Leonardo Boff.
2.Revolucionario internacionalista. “Creo en la Internacional/ de las frentes levantadas,/ de la voz de igual a igual/ y las manos entrelazadas…/ y llamo al Orden del mal/ y al Progreso de mentira”. Ninguna causa que se jugara en la esfera local o internacional le era ajena, como tampoco lo era ninguna revolución: la cubana, la sandinista, la zapatista, la guatemalteca, la salvadoreña. A todas acompañó, visitando a sus líderes, poniéndose del lado de los pueblos en lucha y celebrando con ellos la liberación.
3.Intelectual crítico. Casaldàliga no aceptaba la realidad tal como es, ni se instala cómodamente en ella, sino que se preguntaba cómo debe ser y busca su transformación a través de la praxis. Ofreció narrativas alternativas a los relatos oficiales, construyó espacios de convivencia y diálogo en vez de campos de batalla y argumenta en favor de los binomios paz y justicia, libertad e igualdad. Criticó al poder, a todos los poderes: religioso, eclesiástico, político, económico, a los poderes oscuros del Vaticano, al imperialismo, colonialismo, capitalismo, a todas las discriminaciones: étnica, de género, de clase, de etnia, de religión, de cultura… Pero no fue un iconoclasta sin más, sino que propuso alternativas.
4. Ecologista. Pedro reclamaba el derecho de los pueblos originarios –verdaderos ecologistas- a su territorio y exigía el reconocimiento de los derechos de la Madre Tierra (Pacha Mama) que esos pueblos consideran sagrada y con quien forman una comunidad eco-humana.
5. Defensor de las causas indígena y negra. Desde su llegada a Brasil abrazó ambas causas y fue objeto de persecución por ello, e incluso amenazado de muerte. La mejor expresión de su opción por las comunidades indígenas y afrodescendientes son sus dos bellísimas cantatas: la Misa de la Tierra sin Males, donde denuncia el genocidio, el etnocidio y el biocidio del proceso colonizador y sus formas actuales; la Misa de los Quilombos, en la que muestra la originalidad de la cultura afro y su gran potencialidad de acogida, al tiempo que denuncia el sistema de esclavitud de que fueron objeto los negros en Amerindia. Al proceso colonizador respondió con la lucha por descolonización de las mentes y los sentimientos, las creencias y las culturas, al tiempo que exigió el reconocimiento de los saberes y sabidurías de esos pueblos.
“Criticó al poder, a todos los poderes: religioso, eclesiástico, político, económico, a los poderes oscuros del Vaticano, al imperialismo, colonialismo, capitalismo, a todas las discriminaciones”
6. Defensor de la causa de las mujeres. Entre sus prioridades se encontraba la dignificación de las mujeres campesinas, indígenas, negras, prostitutas, etc, sometidas a las múltiples opresiones del patriarcado, el colonialismo, el capitalismo y la religión dominante. En sus escritos y oraciones huyó siempre del lenguaje patriarcal y recurre al lenguaje inclusivo, llamando a Dios Padre y Madre.
7.Opción por el diálogo intercultural, interreligioso e interético. Casaldàliga no impuso su fe a los otros, ni afirmó que su religión es la única verdadera. Nombró al Dios de todos los nombres. Puso en práctica el poema de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No. La verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”.
8. Obispo en rebelde fidelidad e insurrección evangélica. Estuvo siempre bajo sospecha del Vaticano –al menos durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XI- y de no pocos de sus colegas episcopales de América Latina y especialmente de Brasil, que lo denunciaron a Roma, y de España, donde antiguos compañeros y luego colegas en el episcopado le retiraron la amistad.
9. Profeta. Siguiendo las huellas de los profetas de Israel/Palestina, de Jesús de Nazaret y de Bartolomé de Las Casas, Pedro despertó las conciencias adormecidas, revolucionó las mentes instaladas, denunció las injusticias del sistema y anunció Otro Mundo Posible en la historia.
10. Místico. Encontró a Dios en los rostros de las personas y los colectivos empobrecidos y habló con él en el silencio meditativo. Vivió su experiencia religiosa no evadiéndose del mundo, sino en el corazón de la realidad. La espiritualidad fue la fuente de su compromiso socio-político y este da sentido histórico a la espiritualidad.
11. Teólogo. Pensó la fe liberadoramente, vivió esperanzadamente la practica a través de la solidaridad, que él mismo llamaba “la ternura de los pueblos”, y se puso del lado de las teólogas y los teólogos de la liberación represaliados. Junto con Rubem Alves y Ernesto Cardenal creó la teo-poética de la liberación.
12. Misionero al servicio de la liberación. Casaldàliga no fue al Mato Grosso a convertir infieles, sino a llevar a cabo una evangelización liberadora con el Evangelio como buena noticia para los empobrecidos y pésima noticia para los causantes de la pobreza estructural.
13.Obrero de la utopía en construcción. Practicó la esperanza como principio ínsito en la realidad y como virtud del optimismo militante en dirección a la utopía. En el discurso de recepción del doctorado honoris causa que le concedió el año 2000 la Universidad de Campinas (Brasil) proclamó su “pasión por la utopía. Una pasión escandalosamente desactivada, en esta hora de pragmatismo, de productividad, de mercantilismo total, de posmodernidad escarmentada” y se declaró obrero de la utopía en construcción y a rehabilitar críticamente a contratiempo. Utopía como lugar “donde quepamos todos”, como piden los zapatistas mayas. Su mensaje fue “de esperanza en esperanza caminamos esperanzándonos”.
14. Espiritualidad contra-hegemónica. Propuso el reino de Dios como alternativa al Imperio, a cualquier Imperio, pasado presente o futuro: “Cristianamente hablando –afirmaba-, la consigna es muy clara (y muy exigente) y Jesús de Nazaret nos la ha dado…: Contra la política opresora de cualquier imperio, la política liberadora del Reino. Ese Reino del Dios vivo, que es de los pobres y de todos aquellos y aquellas que tienen hambre y sed de justicia. Contra la ‘agenda’ del impero, la ‘agenda’ del Reino”.
La “Oda a Reagan”, que recuerda la “Oda a Roosevelt” de Rubén Darío, comienza con la excomunión del presidente de los Estados Unidos:“Te excomulgan conmigo los poetas, los niños, los pobres de la tierra”. Y termina declarándole el último (grotesco) emperador: “Yo juro por la sangre de su Hijo,/ que otro Imperio mató/ y juro por la sangre de América Latina/ -preñada de auroras hoy- que tú serás el último (grotesco) emperador”.
Esa fue su espiritualidad: anti-imperial, contra-hegemónica, con la que, cual David contra Goliat, desnudó a los Imperios que por muy poderosos que parezcan y se crean tienen los pies de barro. Para quienes deis profundizar en la figura de Casaldáliga, en mi libro Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2ª ed., 198-202) dedico un capítulo a la “Teopoética de la liberación” de Pedro Casaldáliga: Poesía encarnada en la revolución” .
Comentarios desactivados en Los versos de Casaldáliga, el obispo revolucionario de Brasil
Brillan asociados a la pintura de Cerezo en los ‘Murales de la Liberación‘ Miembro de la congregación claretiana, el religioso catalán reside en Brasil desde hace más de medio siglo y en estos días es centro de atención de la opinión pública, pues se encuentra en delicado estado de salud internado en cuidados intensivos en Batatais
Los 11 murales de Cerezo fueron pintados entre 1977 y 2001 y su obra mezcla motivos religiosos y crítica social, junto a versos de Casaldàliga, el “obispo del pueblo”
| María Angélica Troncoso y Sebastiao Moreira, EFE
Revolucionario, místico y también humanista, el obispo español Pere Casaldáliga, de 92 años, célebre defensor de los indígenas y de los más necesitados en Brasil, cultiva la poesía, en la que plasma el amor que profesa con versos inspirados en su testimonio pastoral.
Miembro de la congregación claretiana, el religioso catalán reside en Brasil desde hace más de medio siglo y en estos días es centro de atención de la opinión pública, pues se encuentra en delicado estado de salud internado en cuidados intensivos en Batatais, un pequeño municipio del interior de Sao Paulo.
Entre el trasiego de visitas y partes médicos, algunos allegados recuerdan la vena poética del prelado catalán, uno de los promotores de la Teología de la Liberación y conocido como el “obispo del pueblo” por su labor en favor de los derechos de los más necesitados y vulnerables, especialmente los indígenas.
Arte y poesía por la liberación
El misionero Ronaldo Mazula, claretiano que coordina la acogida de Casaldáliga en Batatais, muestra orgulloso una de las obras que dan fe de la poética del obispo español: “Murais da Libertaçao”(Murales de la Liberación).
“Esta obra bellísima con las pinturas de Cerezo y con las poesías de Casaldáliga es un gran testimonio del servicio para el pueblo y del servicio para la humanidad”, explicó a EFE Mazula.
Se trata de una obra que mezcla arte y poesía y que fue producida junto al misionero claretiano español Maximino Cerezo Barredo, identificado como el pintor de la Teología de la Liberación, una rompedora corriente nacida a finales de los 60 en Latinoamérica que causó polémica con la Curia romana por su lectura social en favor de los pobres.
El libro contiene imágenes de los murales pintados por el religioso español en la Catedral y en varias iglesias de la Prelatura de Sao Félix do Araguaia, obras que explican los ideales defendidos por Casaldáliga donde la iglesia es una opción pastoral para los más necesitados.
Bajo la cúpula central que cubre la biblioteca de los claretianos en Batatais, Mazula desveló detalles sobre la estrecha amistad que desde la década de los años 70 une a Casaldáliga y Cerezo Barredo, los países que visitaron juntos y cómo el arte y la poesía han complementado su trabajo pastoral.
“Los dos se encuentran en Brasil, en Panamá, en Nicaragua, en Colombia, en Perú, pero será acá en Brasil donde el poeta, el místico, el misionero y el misionero pintor, el artista, van a dar esta gran obra murales de la liberación”, narró.
Los 11 murales de Cerezo fueron pintados entre 1977 y 2001 y su obra mezcla motivos religiosos y crítica social, donde ciertos temas son preponderantes. Los pies descalzos, los brazos en alto, indígenas y negros como protagonistas y la comunidad, son algunos de los rasgos inconfundibles de sus obras así como el vivo color que les da.
El canto de la liberación es una de esas obras, y este, uno de los versos del poema que lo acompaña. “Morena toda nuestra/rostro de cuenco y luna/belleza en carne viva de mujer/ niña madre de todos/ habla por esa boca que beso la primera/la carne de Dios hombre, Cristo…”.
Defensor de los más vulnerables
Casaldáliga está radicado en Brasil desde 1968 y actualmente es obispo emérito de la Prelatura de Sao Felix do Araguaia, en Mato Grosso, una remota región en el centro oeste de Brasil, donde predominan la pobreza, el analfabetismo, la injusticia social y la lucha de tierras entre hacendados e indígenas.
En Brasil, se le reconoce por su intensa labor social y participó en la fundación de la Comisión Pastoral de la Tierra y en el Consejo Misionero Indígena, ambas organizaciones vinculadas a la Iglesia católica.
El obispo, hijo de campesinos y ordenado sacerdote en la España de la dictadura de Francisco Franco, ha llegado a sufrir amenazas de muerte en diversas ocasiones, entre ellas por su defensa de los indígenas Xavante de Marãiwatsédé en la retomada de sus tierras tras ser ocupadas por invasores.
“Placa de suburbio”,
poema de Casaldáliga
“Esta prohibido tirar basura”… Se pueden tirar personas
Comentarios desactivados en Muere Pedro Casaldáliga, con el corazón repleto de nombres
¡Qué profunda tristeza. Se nos van yendo todos…!
Sólo salió de la Amazonía en dos ocasiones. Una, cuando fue llamado por Juan Pablo II en 1988, en los momentos más duros para la Teología de la Liberación, y ahora, para morir lejos de su tierra, donde volverá para ser enterrado junto a los indios. En aquella ocasión, en Roma, Casaldáliga dejó al Papa bien claro que “estoy dispuesto a dar mi vida en cualquier instante por Pedro, pero por el Vaticano es otra cosa”.
Para él, lo importante eran los pobres
“Los del Primer Mundo, si no trabajáis la solidaridad, no os vais a salvar, pese lo que os pese”
Al final del camino me dirán: -¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres…” Pedro Casaldáliga acaba de llegar al final de ese camino que tantas veces dibujó en sus poemas. A sus 92 años, el obispo catalán, llamado por muchos el ‘profeta de la Amazonía’, ha fallecido a las 9,40 horas de Brasil, después de haber sido ingresado en una clínica de los claretianos en Batatais (Sao Paulo).
Como él siempre quiso, su cuerpo será enterrado en Sao Felix do Araguaia, en el Matto Grosso, el lugar que nunca quiso dejar. Así lo anunciaba el provincial de los claretianos en Brasil, padre Marco: “Comunico a todos hermanos de la Congregación el fallecimiento de D. Pedro Casaldaliga”.
Una muerte anunciada después de que hace cinco días el religioso, uno de los inspiradores de la Teología de la Liberación, fuese trasladado desde el Amazonas a Sao Paulo para ser tratado de una neumonía asociada a un derrame pulmonar, del que no pudo salir. Hace unos días, incluso, el presidente de la Conferencia Episcopal, Juan José Omella, publicaba un tweet, en el que subrayaba “Mi oración por el descanso eterno de Pere Casaldàliga, obispo de la prelatura territorial de São Félix do Araguaia. Mis condolencias a los familiares y amigos de este religioso catalán, hijo del Corazón de María. Descanse en paz”. Ahora, debe rescatarlo.
Casaldáliga, reconocido en Brasil por su intensa labor social y defensa de los más pobres, se le conoce como el “obispo del pueblo” por su defensa de los pueblos indígenas de la Amazonia y la lucha contra la violencia en el campo. El prelado catalán, que vivía en Brasil desde 1968, fue uno de los fundadores del Consejo Nacional Indígena del país. Su defensa de los pueblos originarios le costó en más de una ocasión sufrir amenazas de muerte. Pero Casaldáliga jamás abandonó la Amazonía.
Dar mi vida por Pedro, no por el Vaticano
Sólo, en dos ocasiones. Una, cuando fue llamado por Juan Pablo II en 1988, en los momentos más duros para la Teología de la Liberación, y ahora, para morir lejos de su tierra, donde volverá para ser enterrado junto a los indios. En aquella ocasión, en Roma, Casaldáliga dejó al Papa bien claro que “estoy dispuesto a dar mi vida en cualquier instante por Pedro, pero por el Vaticano es otra cosa”. Para él, lo importante eran los pobres.
Si Wojtyla no lo entendió, sí lo hicieron otros dos papas, Pablo VI y Francisco. El primero fue claro al recibir las primeras denuncias contra Casaldáliga: “Quien ataca a Pedro, ataca a Pablo”. El segundo, utilizando sus enseñanzas para escribir la magnífica encíclica Laudato Sí, de cuya publicación acaban de cumplirse cinco años. Sin Pedro Casaldáliga, afirman en el Vaticano, no podía haberse escrito la primera encíclica ‘verde’, en la que se alerta de los peligros de la deforestación y se defiende a los pueblos originarios. Tras Laudato Si, vino el Sínodo de la Amazonía. De hecho, Bergoglio consultó al prelado claretiano durante la redacción de texto.
“Francisco está desmantelando el aparato burocrático eclesiástico”, aseguraba en su día Pedro Casaldáliga, quien veía en Francisco una posibilidad para hacer realidad “la Iglesia de los pobres”. “Los del Primer Mundo, si no trabajáis la solidaridad, no os vais a salvar, pese lo que os pese”, decía el obispo de la Amazonía, que en los próximos días, por fin, descansará “descalzo sobre la tierra roja“, junto a los suyos, los más pobres.
Comentarios desactivados en “Tiempos de gracia”, por Gabriel Mª Otalora
| Gabriel Mª Otalora
Este año se cumplen cuarenta años del asesinato de dos grandes testigos del evangelio en circunstancias trágicas ya que ambos murieron por su fidelidad a Cristo. Me refiero al jesuita Luis Espinal y a Monseñor Óscar Romero, asesinados con una diferencia de tres días; uno en Bolivia y el otro en El Salvador por el único delito de amar a los demás.
Suena extraño explicarlo así, pero una actitud semejante fue la causa del asesinato de Jesús de Nazaret, en este caso por amor extremo, ejemplo al que seguían esos dos seguidores suyos. El amor trinitario del que Bruno Forte afirma que el Padre es el amante, el Hijo el amado y el Espíritu es el encuentro entre ambos en perfecta comunión que la entenderemos cuando veamos a Dios “cara a cara”.
Espinal y Romero murieron por no ser políticamente correctos frente a la injusticia, es decir, por defender al desvalido como a un hermano, por amor. La fiesta del Espíritu Santo y después la Trinidad no se alejan de la Pascua sino que la circunscriben a lo esencial: el amor de Dios al mundo, hoy y aquí, cuando la vida corre peligro por ser fiel al Mensaje frente al ritualismo silente, excluyente, tras un virtuosismo hueco de amor que ignora lo que el Maestro nos enseñó.
Para cambiar las cosas no vale la falsa prudencia, como bien lo saben las personas tocadas por el verdadero amor. La prudencia es virtud mientras que la cobardía es todo lo contrario. Jesús nos habló del reparto de talentos y lo mal que le fue al que recibió uno cuando lo guardó por su cobardía disfrazada de prudencia y por la falta de confianza. En los poemas del mártir Espinal se recoge bien esta idea: Hemos sido prudentes (en realidad, cobardes) y nos hemos cuidado; pero, ¿para qué? Nuestro único ideal no puede ser llegar a viejos… Y en otro poema refuerza estos pensamientos: Líbranos, Señor, del silencio “prudente” (sic) para no comprometernos. Que nunca tu Iglesia sea Iglesia del silencio que no calla ni ante el guante blanco ni ante las armas.
No queremos una prudencia que nos lleve a la omisión, a ser cristianos mudos, que mientras no les toquen a ellos, se quedan tranquilos aunque se cuartee el mundo. Por reflexiones similares a estas de Luis Espinal llevadas a la práctica, asesinaron a Jesús de Nazaret y a muchos de sus seguidores, Espinal y Romero incluidos. La prudencia es virtud que Jesús supo administrar y de qué manera: habló y calló cuando era necesario, no cuando le vino bien. De hecho, no contemporizó con sus enemigos para mejorar su cada vez más difícil situación personal.
¿Por qué confundimos tantas veces el amor cristiano con una especia de platonismo celestial carente de todo compromiso? ¿O con una actitud comprometida desde una ideología política violenta? Cada vez que actuamos así apelando a Cristo, borramos la esencia de lo que Jesús predicó y de su implicación para salvar especialmente a los más desfavorecidos, precisamente por serlo, implicado como estuvo en que la religión no fuera la excusa perfecta para mantener la injusticia basada en la exclusión, ajena al Dios Amor. No podemos en ensalzar al Dios de Jesús templando gaitas con el poder que utiliza a Dios para perpetuarse, ni ser tampoco los abanderados de medios violentos y cainitas que Jesús rehusó. Por ambas cosas murieron Jesús, Espinal y Romero. No traicionemos el amor cristiano disfrazándolo de luchas de poder o de falta de compromiso, parapetados en ritos que solo se representan a sí mismos.
Tampoco se trata de hacer una Contracruzada, sino de vivir nuestra fe, valientes y firmes, dando testimonio allí donde nos ha tocado; dando ejemplo gracias a la fuerza del Dios Trinidad que insufla sobre lo débil para hacerse fuerte entre nosotros. En medio de este tiempo difícil, Dios empuja fuerte para que descubramos mediante una actitud de escucha humilde una experiencia enteramente nueva en medio del infortunio y las debilidades.
La audacia del amor tiene reglas y sus frutos se recogen tras la puerta estrecha.
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