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“¡Un poquito de humildad teológica, por favor!”, por Carlos Osma

Viernes, 6 de septiembre de 2024
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IMG_6919De su blog Homoprotestantes:

Me rindo, llevo varios días dándole una oportunidad a un libro y ya no puedo más. No es que esté mal escrito -todo lo contrario-, ni pésimamente traducido, que el tema no me interese, o que no esté aprendiendo muchísimas cosas -el autor es un pozo de sabiduría-. La razón es que no me gustan los teólogos trileros, sobre todo cuando ni siquiera ellos son conscientes de que no quieren que sepamos donde han puesto sus bolitas.

No soporto los libros de teología, los artículos de opinión, las grandes declaraciones dogmáticas de quienes pretenden hablar desde la Verdad -ahora algunes han sustituido este lugar de poder, por el de la centralidad que trata de alejarse de los extremismos-. No puedo, soy alérgica a quienes nos venden sus investigaciones, reflexiones, opiniones -muchas de ellas muy rigurosas- como si fueran el mismo Moisés entregándonos las tablas de la ley. ¡Un poquito de humildad teológica, por favor!, que llevamos milenios así y este comportamiento no os deja en buen lugar.

Mira que he tenido entre mis manos libros malos de teología, con los que no estaba para nada de acuerdo, o que hubiera preferido quemar en una hoguera el día de San Juan antes que regalárselo a mi peor enemigo. Y es que he leído libros sobre cosas absurdas, intrascendentes, o incluso peligrosas -durante un tiempo leí pseudoteología lgtbiqfóbica para saber a qué me enfrentaba-, pero en la mayoría de ocasiones sus autoras reconocen el pie del que cojean, a qué amo sirven, y qué dinerito les cobija. Sin embargo, cuando me encuentro con autores tan deshonestos como el del libro que hasta hoy me estaba leyendo, aunque trate de resistirme poniendo en valor todo lo que estoy aprendiendo, más pronto que tarde termino por perder la paciencia y lo abandono a su suerte en la estantería. ¡Qué desperdicio de tiempo y dinero! Y encima, a partir de ahora, tendré que ir quitándole el polvo de vez en cuando -esa será mi penitencia-.

Hay teólogas, articulistas, profesoras, que se mueven en la abstracción como pez en el agua, olvidando que las reflexiones abstractas tienen unas reglas que hay que cumplir para jugar limpio, no se pueden utilizar a nuestro antojo -y si lo hacemos, habrá que justificarlo-. Pretenden hacer teología desde arriba, como si fueran matemáticas puras, para luego bajar sus reflexiones hasta el común de los mortales como si trajesen un regalo del mismísimo Dios. Personalmente, soy de la opinión que el sentido de la reflexión teológica debe ser el opuesto, tiene que ir de abajo hacia arriba -o mejor de abajo al prójimo-. Además, creo que la teología no es la búsqueda de palabras nuevas para seguir diciendo lo que siempre se ha dicho, no es hacer razonamientos irrefutables para no moverse ni un milímetro de la centralidad, de la Verdad. No es tratar de explicar científicamente que la Biblia tenía razón, o que ciencia y teología no son enemigas irreconciliables. La teología evangélica solo es útil -en mi opinión- cuando se hace desde lo concreto, desde lo creado, para que esa creación sea liberada y llegue a la plenitud. Pero liberada no sobre el papel, sino sobre la piel, sobre el estómago, sobre el cerebro, sobre los genitales.

Y para hacer esta teología, mi experiencia me dice que la neutralidad y la centralidad no son buenas compañeras -aunque evidentemente es mucho más cómodo y placentero, no hay como levantarse y decirse a una misma: ¡Qué bien que no soy como esos ni como aquellas!-. Seré yo, o será mi mirada degenerada, pero me cuesta ver a Jesús jugando a ocupar el centro, y huyendo de los extremos. No he conocido nunca a una persona con una teología neutral y centrada -es decir, la teología del Imperio al que se debe- que haya sido crucificada, normalmente las he visto aguantando los clavos en silencio, esperando a que algún extremista se atreva a dar el golpe que haga que los clavos traspasen el cuerpo de un extremista de signo contrario y quede colgado de una cruz.

No, no aguanto los libros, los artículos, las enseñanzas y reflexiones teológicas de quienes pretenden hacernos creer que lo hacen desde el conocimiento, la neutralidad, y la más absoluta rigurosidad. ¿Por qué el autor del libro que hasta hoy trataba de leer me explica que es un reputado profesor de una universidad católica europea, y no es capaz de reconocer -por ejemplo- que es occidental, blanco, hombre cis, heterosexual, católico conservador, de clase medio-alta, y eso condiciona sus reflexiones? ¿Por qué lo tenemos que leer entre líneas? Me parece una actitud cobarde y soberbia. Y creo que tras sus Verdades -muchas de ellas interesantes y en mi opinión valiosas-, se esconde la voluntad de hacer de ellas mismas y sus condicionamientos la Verdad absoluta. Una Verdad que no pueda ser cuestionada por nadie. ¡Que se la quede para él!

Yo creo que la teología es otra cosa, es una reflexión limitada, condicionada, compartida, experimentada, práctica, liberadora. Es algo que no sabemos el porqué, nos surge de las entrañas, nos atraviesa, y nos transforma. Al hacer teología no hay que esconder quienes somos para llegar a la Verdad, sino mostrarnos tal y como somos para dar espacio a la Vida, la nuestra y la de las demás.

Carlos Osma

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“Jürgen Moltmann: El teólogo de la esperanza y del Dios crucificado”, por Juan José Tamayo

Jueves, 20 de junio de 2024
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Leído en su blog:

“Sus obras cambiaron el rumbo del pensamiento teológico cristiano en varias direcciones”

“El 3 de junio falleció a los 98 años en Tubinga (Alemania) Jürgen Moltmann, uno de los teólogos cristianos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX y de los más creativos”

“Llevó a cabo una verdadera revolución en la teología cristiana con importantes repercusiones en los campos de la cultura, la política, la ecología y el diálogo con el ateísmo”

“El principio esperanza, del filósofo alemán Ernst Bloch, le liberó de una especie de sonambulismo: ‘¿Por qué la teología cristiana ha pasado de largo ante el tema del futuro y de la esperanza cuando eran el fundamento y el resorte del pensar teológico?'”

“Sus libros siguen siendo hoy fuente de inspiración para caminar hacia la utopía por el camino de la esperanza. Creo que él fue el teólogo que mejor supo articular teórica y prácticamente la relación, siempre compleja, entre esperanza cristiana y utopías históricas”

El 3 de junio falleció a los 98 años en Tubinga (Alemania) Jürgen Moltmann, uno de los teólogos cristianos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX y de los más creativos en diálogo con los nuevos climas cultuales y en respuesta a los grandes desafíos y problemas de la humanidad con especial sensibilidad hacia el sufrimiento de las personas y los colectivos oprimidos por los diferentes sistemas de dominación. Llevó a cabo una verdadera revolución en la teología cristiana con importantes repercusiones en los campos de la cultura, la política, la ecología y el diálogo con el ateísmo.

IMG_5333Nacido en Hamburgo en 1926, perteneció a la Iglesia Evangélica Protestante, ejerció el pastorado en varias comunidades evangélicas y desde 1967 hasta su jubilación fue profesor de teología sistemática en la Universidad de Tubinga. De 1963 a 1983 colaboró activamente en el Consejo Mundial de Iglesias. Fue esposo de Elisabeth Moltman-Wendel, referente de la teología feminista de la primera hora en Alemania, con quien compartió innovadores proyectos teológicos y escribió obras de gran relevancia teológica como Pasión por Dios. Una teología a dos voces (Sal Terrae) y Hablar de Dios como hombre y como mujer (PPC). Recomiendo la lectura de la Autobiografía de Elisabeth.

Sus obras cambiaron el rumbo del pensamiento teológico cristiano en varias direcciones. Moltmann fue el creador de la teología de la esperanza con su obra del mismo título publicada en 1964. Cuenta él mismo que la lectura El principio esperanza, del filósofo alemán Ernst Bloch, le liberó de una especie de sonambulismo en el que estaba sumido entre un Dios sin futuro y un futuro sin Dios. Si Heidegger había ayudado a Rudolf Bultmann a redescubrir las dimensiones existenciales del cristianismo, Bloch mostró a Moltmann las dimensiones utópicas de la religión judeocristiana.

“¿Por qué la teología cristiana ha pasado de largo ante el tema del futuro y de la esperanza cuando eran el fundamento y el resorte del pensar teológico?”

Tras la lectura de la obra de Bloch, surgió espontánea la pregunta: ¿Por qué la teología cristiana ha pasado de largo ante el tema del futuro y de la esperanza cuando eran el fundamento y el resorte del pensar teológico? Dio la respuesta en 1964 con la publicación de Teología de la esperanza, una de las obras más significativas del pensamiento cristiano de los últimos sesenta años, traducida a numerosos idiomas y todavía hoy ampliamente reeditada y citada.

IMG_5330Su intención no era heredar a Bloch, y menos aún entrar en concurrencia con él, sino hacer en la teología lo que su maestro había hecho en la filosofía, a partir de una hermenéutica liberadora y subversiva de la Biblia, libro de las promesas de Dios y abierto al futuro que alienta la esperanza de los pobres. Fue precisamente la lectura de Moltmann la que me condujo al encuentro con la filosofía de la esperanza de Bloch, sobre la que escribí mi tesis doctoral bajo la dirección del filósofo Carlos París, que se definía a sí mismo como “un creyente sin fe, pero con esperanza” (Religión, razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch (Tirant lo Blanch, Valencia, 2015, 2ª ed. con prólogo nuevo, biografía y bibliografía actualizadas).

A principios de la década de los setenta del siglo pasado escribió El Dios crucificado. Si en Teología de la esperanza su interlocutor fue Bloch, ahora sus interlocutores preferentes fueron Adorno y Horkheimer y su “Dialéctica negativa”. El libro supuso una verdadera revolución en la imagen de Dios: del Dios “motor inmóvil” de Aristóteles, que ni sufre, ni padece, ni es capaz de amar, al Dios crucificado, que se identifica con las víctimas y él mismo es víctima, como recuerda citando el relato de Elie Wiesel en su trilogía El alba, La noche y El día sobre la crucifixión de tres reos en un campo de concentración.

El sufrimiento de Dios, de Cristo, del mundo y de los seres humanos constituye la más severa crítica a los viejos atributos divinos: omnipotencia, omnisciencia, omnipresencia, impasibilidad, infinitud, felicidad celeste no compartida, indiferencia ante el mundo, etc. Revela, asimismo, otros valores menos mayestáticos de Dios y más a ras de humanidad, como impotencia, debilidad, solidaridad, compasión, sensibilidad ante el sufrimiento.

Uno de los textos bíblicos que mejor y más bellamente describe la nueva imagen de Dios en sintonía con los mejores sentimientos humanos es el libro de Judit, donde podemos leer: “Tu poder no está en el número ni tu imperio en los guerreros, eres Dios de los humildes, defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados” (Jdt 9, 11).

El sufrimiento precede al pensamiento y constituye el marco de la pregunta por la justicia humana y por la acción o inacción de Dios en el mundo. La categoría central de la historia universal es, según Walter Benjamin, “la historia de la pasión del mundo”. El espejo roto del mundo distorsiona la realidad y lleva a preguntar si es posible el ideal de un mundo sin sufrimiento y sin dolor.

El Dios crucificado y la esperanza le llevaron a sintonizar con la teología latinoamericana de la liberación, reconocer su solidez, considerarla “la primera teología cristiana contra el capitalismo” y defender la necesidad de una lucha común de esta teología y de la teología política europea “por la vida contra la muerte, por la liberación contra la opresión”. Moltmann afirma que lo que más honda y profundamente le unió a la teología latinoamericana de la liberación fue el brutal asesinato de seis jesuitas y dos mujeres en la Universidad de San Salvador el 16 de noviembre de 1989 para silenciar la voz de denuncia de Ellacuría. Hasta allí peregrinó en 1994.

Los militares asesinos arrastraron el cuerpo del padre Ramón Moreno hasta la habitación de Jon Sobrino, que no se encontraba allí, y cayó de la estantería el libro El Dios crucificado, que luego fue encontrado bañado en sangre”

IMG_5329Él mismo recuerda que la noche del asesinato los militares asesinos arrastraron el cuerpo del padre Ramón Moreno hasta la habitación de Jon Sobrino, que no se encontraba allí, y cayó de la estantería el libro El Dios crucificado, que luego fue encontrado bañado en sangre. “Ahora yace -afirma- bajo un cristal como interpretación simbólica del martirio de hermanos y hermanas” Lo cuenta en Experiencia De Dios (Sígueme, Salamanca, 2009). Cada vez que vuelo a la UCA contemplo en actitud orante el libro ensangrentado de Moltmann bajo el cristal interpretando al “Dios crucificado” a la luz del “pueblo crucificado”, categoría mayor de la teología de Ignacio Ellacuría y de Jon Sobrino.

Aportación mayor de Moltmann fue la incorporación del horizonte ecológico en su teología de la creación, que critica el antropocentrismo opresor de la naturaleza, una de cuyas bases es la incorrecta interpretación del mandato divino del Géneris de “dominar la tierra”, busca conciliar los derechos humanos, los derechos sociales, los derechos económicos y los derechos de la tierra, y armoniza la justicia económica con la justicia ecológica.

No quiero terminar el recuerdo del teólogo alemán sin referirme a su original diálogo con el ateísmo y a su consideración de la teología cristiana como teología pública. Lo primero que reconoce es que los ateos tienen sus razones contra Dios y contra la fe en él. El Anticristo, de Nietzsche, afirma, tiene mucho que enseñarnos sobre el verdadero cristianismo. Considera, asimismo, que la crítica de la religión de Feuerbach, Marx y Freud es teológica en su anti-teología.

“El Anticristo, de Nietzsche, afirma, tiene mucho que enseñarnos sobre el verdadero cristianismo. Considera, asimismo, que la crítica de la religión de Feuerbach, Marx y Freud es teológica en su anti-teología”

También es profundamente teológico el ateísmo de protesta que lucha con Dios como lo hizo IMG_5334Job y, por causa del sufrimiento de los seres humanos que clama al cielo, niega que exista un Dios justo que gobierne el mundo con amor y justicia. La pregunta si hay un Dios bueno, ¿por qué todo está mal?” es también la pregunta fundamental de toda teología cristiana, que toma en serio la pregunta de Cristo moribundo en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.

Esto le lleva a definir la teología cristiana como una “teología pública. Su razonamiento es el siguiente. Una teología cristiana exclusivamente para creyentes sería una ideología de un sociedad cristiana religiosa o una doctrina esotérica para personas “iniciadas”. Su retirada del espacio público de la sociedad constituye una renuncia a la relevancia universal del mensaje cristiano. Llegado aquí, se pregunta provocativamente: “¿no es también un teólogo toda persona incrédula que tiene una razón su deseo de no creer y su ateísmo?”, para concluir que la teología cristiana no pertenece al círculo de personas “iniciadas” en la fe, sino igualmente a las personas que se sienten “fuera de la puerta”.

“Sus libros siguen siendo hoy fuente de inspiración para caminar hacia la utopía por el camino de la esperanza. Creo que él fue el teólogo que mejor supo articular teórica y prácticamente la relación, siempre compleja, entre esperanza cristiana y utopías históricas”

Jürgen Moltmann ha fallecido tras un recorrido casi centenario por la historia, que él mismo ha contribuido a construir con su esposa Elisabeth Moltmann-Wendel. Pero nos queda su memoria, que coincide con la memoria subversiva de las víctimas a quienes siempre recordó compasivamente y a cuya autoridad siempre obedeció. Sus libros siguen siendo hoy fuente de inspiración para caminar hacia la utopía por el camino de la esperanza. Creo que él fue el teólogo que mejor supo articular teórica y prácticamente la relación, siempre compleja, entre esperanza cristiana y utopías históricas. Estamos esperando que se publique pronto en castellano su Ética de la esperanza, otra de sus obras mayores.

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Fuente Religión Digital

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Jürgen Moltmann (1926-2024). La puerta de la esperanza

Martes, 18 de junio de 2024
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IMG_5300Del blog de Xabier Pikaza:

José Ignacio González Faus: La esperanza RECUPERADA

Acaba de fallecer. Ha sido uno de los grandes pensadores cristianos del siglo XX. Teólogo protestante alemán, nacido de una familia religiosamente secularizada. Participó al final de la guerra mundial (1939-1945) y estuvo dos años prisionero en Inglaterra (1945-1947), donde entró en contacto con el cristianismo.

De vuelta a Alemania estudió teología y se doctoró en la Universidad de Göttingen (1952), ordenándose ministro de la Iglesia Reformada. Fue por unos años Pastor en Bremen-Wasserhorst. Después se dedicó al cultivo del pensamiento cristiano y fue profesor en Wuppertal y en la facultad de teología de la Universidad de Bonn (1963), para pasar finalmente a Tübingen (1967), donde ha enseñado hasta su jubilación (1994).Escribiré otro día sobre su teología, con alguna foto que tengo. Hoy recojo la página que le dediqué en mi diccionario. Ha sido y sigue siendo para mi y para muchos una puerta de esperanza.

Moltmann, J. (1926-2024 ).

Pikaza, Diccionario pensadores 534-636

Teología de la esperanza, una teología completa. Moltmann es uno de los maestros de la teología dogmática contemporánea; ha contribuido a la renovación del pensamiento protestante y ha ejercido una gran influencia sobre la teología católica, en especial en Latinoamérica, por su compromiso al servicio de una reflexión y de una praxis abierta a la esperanza trascendente, pero comprometida con el cambio social e histórico de los hombres, en línea de evangelio.

Así ha querido superar la “subjetividad trascendental” de → Bultmann (centrado en el sujeto humano) y la “objetividad trascendental” de → Barth (centrado en el Dios que se revela), para desarrollar un tipo de teología mesiánica centrada en la promesa de Dios (siempre futuro) y en la creatividad de los hombres, llamados a responder de un modo social (comunitario), para crear de esa manera el Reino. Éste es el planteamiento básico de la más famosa de sus obras: Teología de la Esperanza (Salamanca 1968, original alemán del ).

Moltmann es el teólogo de la esperanza, entendida de forma receptiva y activa, como expresión de una Palabra de Dios (que es promesa de futuro) y como principio impulsor de una palabra humana, que ha de expresarse como protesta contra lo que existe y como impulso de perdón y reconciliación futura.

De esa manera ha vinculado el mejor protestantismo (teología de la gracia) con el impulso de la modernidad, que se ha expresado en los movimientos de liberación de los siglos XIX y XX. No ha sido nunca marxista en el sentido dogmático de la palabra, pero ha recibido el influjo de E. Bloch, con su versión de un marxismo humanista, de raíces judías, abierto a la trascendencia de la esperanza. Por eso, él no entiende la verdad como adecuación entre el pensamiento y la realidad que ahora existe (conforme a una visión esencialista de la realidad), sino como descubrimiento de la profunda inadecuación entre lo que hay y lo que debe haber (lo que debemos hacer). En ese sentido, la verdad es la expresión de un desequilibrio y de una tarea creadora, impulsada por la promesa de Dios (el Dios Promesa), a quien debemos entender como “el que viene”, en línea mesiánica.

Partiendo de esa visión, Moltmann ha elaborado una gran obra teológica, que quiere ser fiel a todos los rasgos y momentos del cristianismo y de la realidad social, desde un mundo cuya violencia él ha experimentado de manera intensa en los años de la Gran Guerra, que han marcado su vida y el comienzo de su teología. Esa experiencia ha definido su pensamiento, abierto a las raíces del misterio de Dios desde la ruptura y dolor de un tiempo presente, marcado por la inadecuación entre lo que hay y lo que debe haber. Así ha distinguido y vinculado los dos rasgos principales del misterio cristiano.

  1. La promesa de comunión final con Dios, que será todo en todos, fundando la reconciliación entre los hombres.
  2. 2. La experiencia del dolor de la historia, vinculada a la Cruz de Cristo, como lugar de la revelación trinitaria. En un mundo marcado por el gran dolor y la lucha de unos hombres contra otros, sólo la Cruz puede ser punto de partida y centro de nuestro lenguaje de Dios. En esa línea, asumiendo algunos rasgos de la tradición protestantes, releídos desde Hegel (más allá de Marx), Moltmann ha puesto de relieve el carácter dramático de la Trinidad, que resulta inseparable de la Cruz de Jesús y del sufrimiento de los hombres.

La Cruz como acontecimiento trinitario. Moltmann ha vinculado la esperanza humana, como principio de transformación social, con el misterio de la Cruz, entendida en forma trinitaria, como expresión del dolor supremo de Dios. De esa manera, él ha tenido la osadía de penetrar en el misterio de Dios, de una forma que puede vincularse a la cábala judía, pero que responde a la experiencia cristiana de la Trinidad, manifestada en la Cruz de Cristo.

IMG_5301«Nosotros interpretamos así la muerte de Cristo no como un acontecimiento entre Dios y el hombre, sino principalmente con un acontecer intra-trinitario entre Jesús y su Padre, del cual procede el Espíritu. Con esta postura, (1) ya no es posible una comprensión no teísta de la historia de Cristo: (2) es superada la antigua dicotomía entre la naturaleza común de Dios y su Trinidad intrínseca, y (3) resulta superflua la distinción entre Trinidad inmanente y económica. Así, se hace preciso un lenguaje trinitario para llegar a la plena comprensión de la cruz de Cristo y se sitúa en su verdadera dimensión la doctrina tradicional sobre la Trinidad. La Trinidad ya no es entonces una especulación sobre los misterios de un Dios “sobre nosotros”, al que es preferible adorar en silencio a investigar vitalmente, sino que en definitiva constituye la expresión más concisa de la historia de la pasión de Cristo. Este lenguaje trinitario preserva a la fe tanto del monoteísmo como del ateísmo, manteniéndola adherida al Crucificado y mostrando la cruz como inserta en el ser mismo de Dios y el ser de Dios en la cruz.

El principio material de la doctrina trinitaria es la cruz. El principio formal de la teología de la cruz es la doctrina de la Trinidad. La unidad de la historia del Padre, del Hijo y del Espíritu puede luego, en un segundo término, ser denominada “Dios”. Con la palabra “Dios” se quiere expresar entonces este acontecer entre Jesús y el Padre y el Espíritu, es decir, esta historia determinada. Ella es la historia de Dios a partir de la cual sobre todo se revela quién y qué es Dios. Aquel que quiera hablar cristianamente de Dios deberá “contar” y predicar la historia de Cristo como historia de Dios, es decir, como la historia entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, a partir de la cual se establece quién es Dios, y ello no solamente para el hombre, sino también en el seno de su propia existencia. Esto significa, por otra parte, que el ser de Dios es histórico y existe en esta historia concreta. La historia de Dios es así la historia de la historia del hombre» (cf. Concilium76 [1972] 335-347).

De esta manera, vinculada a la Cruz de Jesús, dentro de un camino de dolor y de esperanza, desde el centro de una humanidad caída que busca su redención, Dios viene a manifestarse como historia de amor salvador. Por eso, el teólogo cristiano no especula en abstracto sobre Dio, sino que descubre y cuenta el sentido de su presencia en Cristo, para inaugurar e impulsar de esa manera un camino de reconciliación. Desde sí misma, sin necesidad de una aplicación posterior, la teología cristiana es esencialmente práctica

Teoría política de la cruz. Sobre esa base, como continuación de la Teología de la Esperanza, el libro quizá más denso de Moltmann ha sido El Dios Crucificado (Salamanca 1977, original alemán), un texto clave para entender la teología de la segunda mitad del siglo XX, en su línea vertical (de experiencia de Dios) y en su línea horizontal (de compromiso de liberación humana). Así lo quiero poder de relieve, citando y comentando su capítulo octavo, que se titula “caminos para la liberación política del hombre”, que contiene unas páginas muy hondas sobre el sentido de la experiencia política del evangelio.

«La primitiva cristiandad fue perseguida como impía y enemiga del estado tanto por el poder estatal romano como por los filósofos gentiles. Por ello fue mayor el empeño que los apologetas cristianos pusieron en quitar fuerza a tales acusaciones, proponiendo a la religión cristiana como el verdadero sostén del Estado. Se llegó a la elaboración de una teología política cristiano-imperialista ya antes de Constantino, y luego expresamente en la teología imperial de → Eusebio de Cesarea. Con ella se debían asegurar la autoridad del césar cristiano y la unidad espiritual del imperio. Constaba de dos ideas fundamentales, una jerárquica y otra histórico-filosófico-quiliástica.

La autoridad del césar se aseguró mediante la idea de la unidad: un Dios, un logos, un nomos, un césar, una iglesia, un imperio. Su imperio cristiano se celebró quiliásticamente como el reino de paz prometido por Cristo. La pax Christi y la pax romana debían estar unidas por la providentia Dei.Con ello se convirtió el cristianismo en religión única del único estado romano. El recuerdo del destino del Crucificado y sus seguidores se ocultó… Pero, como → E. Peterson y H. Berkhof han mostrado, cómo este primer intento de una teología política cristiana fracasó, dada la fuerza de la fe cristiana, por razón de dos puntos teológicos y uno práctico.

  1. El monoteísmo político-religioso fue superado con la elaboración de la doctrina trinitaria en el concepto de Dios. El misterio de la trinidad sólo se cumple en Dios, sin imagen alguna en la creatura (sin que el emperador pueda ser su imagen). La doctrina trinitaria describe la unidad esencial de Dios Padre con el Hijo humanado y crucificado en el Espíritu Santo. Por eso este concepto de Dios no puede utilizarse como trasfondo religioso de un césar divino (de un hombre no crucificado).
  2. La identificación de la pax romana con la pax Christi fracasó por razón de la escatología. Sólo Cristo (ningún césar del mundo) puede conceder esa paz de Dios, que es superior a toda razón. De ello se dedujo políticamente la lucha a favor de la libertad y de la independencia de la Iglesia frente al césar cristiano… El cristianismo no comenzó como religión nacional o de clase. Como religión dominante de los dominadores, el cristianismo tendría que negar su origen en el Crucificado y perder su identidad. El Dios crucificado es, de hecho, un Dios sin estado ni clase. Pero no por ello es un Dios apolítico, sino que es de los pobres, oprimidos y humillados.

diccionario-de-pensadores-cristianosEl señorío del Cristo crucificado por política, sólo se puede extender liberando a los hombres de unas formas de dominio que les hacen menores de edad y les vuelven apáticos, sacándoles de las religiones políticas que les esclavizan. La culminación de su reino de libertad debe traer, según Pablo, la destrucción de todo señorío, autoridad y poder… Los cristianos intentarán anticipar el futuro de Cristo, según las posibilidades existentes, mediante el desmontaje del dominio y la construcción de la vivencia política de cada uno».

De esa manera ha interpretado Moltmann su teología de la esperanza, situándola en el centro de la experiencia de la cruz, no para negar la esperanza, ni para impedir el desarrollo político y social, sino para fundar y expresa la esperanza de un modo político, pero no en línea de poder (imperio), sino de transformación humana, en gratuidad y comunión activa. Estos planteamientos de Moltmann, expresados de un modo ejemplar en el conjunto de sus libros, constituyen una de las aportaciones más significativas del pensamiento cristiano del siglo XX. Moltmann ha seguido y sigue siendo protestante, pero su teología desborda los límites confesionales, de manera que ha podido influir casi por igual en protestantes y católicos (y casi más en los católicos). Una parte considerable de la teología del último tercio del siglo XX habría sido impensable sin su influjo y su palabra, sin su presencia y testimonio creyente.

Entre sus obras, traducidas al castellano, además de las citadas, cf.

  • Planificación y esperanza de futuro (Salamanca 1971);
  • Trinidad y Reino de Dios (Salamanca 1986); Dios en la creación (Salamanca 1987); La iglesia, fuerza del Espíritu (Salamanca 1989);El camino de Jesucristo (Salamanca
  • 1993); Cristo para nosotros hoy (Madrid 1997);
  • El Espíritu de la vida. Una Pneumatología integral (Salamanca 1998); El Espíritu Santo y la teología de la vida (Salamanca 2000); La venida de Dios. Escatología cristiana (Salamanca 2004).

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50 años de ‘Ser cristiano’: En la historia de la teología contemporánea hay hitos que merecen ser recordados

Miércoles, 13 de marzo de 2024
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IMG_2518Del blog de Ricardo Miguel Martí Pensar un cristianismo incómodo:

El texto del teólogo suizo Hans Küng, publicado en 1974, entre las obras teológicas más sorprendentes

“En 1974, el teólogo suizo, Hans Küng publica “Ser cristiano” (Christ sein, Piper, 1974), un libro que se cuenta entre las obras teológicas más sorprendentes, no sólo de la década de los setenta, sino de toda la época posterior a la segunda guerra mundial”

“Su mérito es haber roto con las normas que regían en la teología sistemática católica y que encontrará con el paso de los años, tenaz resistencia entre los especialistas de esta disciplina, una resistencia que muchas veces se ha agotado en la crítica global o en el silencio altanero”

“En su autobiografía, Küng hace una confesión reveladora: “¿Cuánto tiempo llevo trabajando ya en mi “Introducción al cristianismoʺ, que pronto me gustaría tener lista?”

“Dejo de lado por ahora el entrecomillado donde refiere a ‘su’ introducción al cristianismo, que oculta una larga amistad y enfrentamiento con Joseph Ratzinger, y me detengo en el surgimiento de la obra”

“Con “Ser cristiano” se inauguró un tipo muy peculiar de libro teológico, una síntesis muy pensada de narración y reflexión. Pero lo que Küng narra como historia dramática, lo que ha de ser narrado, deja ver que este teólogo no ha “entendido” (“se ha apropiado”) una figura como la de Jesús”

En la historia de la teología contemporánea hay hitos que merecen ser recordados.

En 1974, el teólogo suizo, Hans Küng publica “Ser cristiano (Christ sein, Piper, 1974), un libro que se cuenta entre las obras teológicas más sorprendentes, no sólo de la década de los setenta, sino de toda la época posterior a la segunda guerra mundial. Su mérito es haber roto con las normas que regían en la teología sistemática católica y que encontrará con el paso de los años, tenaz resistencia entre los especialistas de esta disciplina, una resistencia que muchas veces se ha agotado en la crítica global o en el silencio altanero.

En su autobiografía, Küng hace una confesión reveladora: “¿Cuánto tiempo llevo trabajando ya en mi ‶Introducción al cristianismoʺ, que pronto me gustaría tener lista? En efecto, para terminar un libro tan abarcador y elaborado hasta el más mínimo detalle, hace falta paciencia y más paciencia. Requiere sentarse al escritorio una y otra vez y trabajar hasta bien entrada la noche; y ello, en medio de todas las controversias y luchas” (H. Küng, Verdad controvertida. Memorias. Madrid, Trotta, 2009, p. 415). Quien por oficio se dedica a estos menesteres y se gana la vida con ello, puede entender “algo” de lo que estas palabras significan. Dejo de lado por ahora el entrecomillado donde refiere a “su” introducción al cristianismo, que oculta una larga amistad y enfrentamiento con Joseph Ratzinger, y me detengo en el surgimiento de la obra.

El itinerario de la obra en su gestación

En 1970 Küng había tenido una ponencia en un Congreso en Bruselas del “grupo Concilium” con el título “¿En qué consiste el mensaje cristiano?”, a la par, venía impartiendo varios seminarios en la Facultad de teología católica de la Universidad de Tubinga, relacionados con temas como: “la esencia del cristianismo” según los grandes teólogos del siglo XX, sobre “nuevos libros sobre Jesús” y “lo distintivamente cristiano en la ética contemporánea”. Ese año aparece su obra “La encarnación de Dios. Introducción al pensamiento de Hegel como prolegómenos para una cristología futura” (Menschwerdung Gottes. Eine Einführung in Hegels theologisches Denken als Prolegomena zu einer künftigen Christologie, Band 7, Verlag Herder, Freiburg im Breisgau, 2016), que ofrece su primera síntesis entre filosofía y teología.

Küng gestó el primer borrador de “Ser cristiano” en el marco de un viaje alrededor del mundo en 1971, que lo lleva por Afganistán y la India. En Bangalore toma contacto con el más importante teólogo evangélico indio, Medathilparampil Mammen Thomas, del United Theological College, por entonces moderador del Consejo Mundial de Iglesias y autor del muy difundido libro “El desconocido Jesús del hinduismo” (The Unkown Jesus in Hinduism, SCM, Press, London, 1969). En este centro de estudios, tiene una disertación sobre el tema desarrollado en Bruselas. La presencia de Küng en Bangalore inquieta a la jerarquía episcopal india, sobre todo al arzobispo de Bombay, el cardenal Valerian Gracias, a quien había conocido en época del Concilio. Afortunadamente su conferencia sobre la actualidad del mensaje cristiano es bien entendida y el debate resulta agradable y constructivo. Por aquellos meses, el conflicto desatado por su obra ¿Infalible? Una pregunta (1970), se halla en plena ebullición: correspondencia con Roma, obispos alemanes y teólogos de alto calibre.

En ese contexto álgido, avanza su investigación para la hechura del libro. La cuestión de fondo es presentar no un Jesús eclesiásticamente “domesticado” sino el verdadero Jesús. En la segunda parte de la obra, que Küng titula “lo distintivo”, desarrolla tres temas centrales: lo peculiar del cristianismo, el Cristo real y Cristianismo y judaísmo. En los tres capítulos ofrece una “cristología fundamental”, que incorpora los mejores estudios sobre el “Jesús histórico” hasta el momento conocidos. Autores del ámbito alemán, como: Schweitzer, Dibelius, Bultmann, Bornkamm Conzelmann, Jeremías, Cullmann, Marxsen, Lohfink, Haag, Fuchs y Käsemann; del mundo anglosajón, Dodd, Taylor, McKenzie, Robinson y un centenar de otros estudios en campo protestante, aparecidos a partir de 1933, en importantes comentarios bíblicos, como el dirigido por G. Kittel y G. Friedrich (Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament), o el Comentario teológico al Nuevo Testamento, dirigido por A. Wikenhauser y A. Vögtle (Herders Theologischer Kommentar zum Neuen Testament), en 1953.

El “horizonte”, primera parte de la obra, está planteado por Küng desde “El reto de las grandes religiones”, una cualidad de “su” enfoque cristológico y de la esencia del cristianismo que atraviesa “toda” su obra, particularmente lo que serán sus estudios sobre El cristianismo y las grandes religiones (Europa, 1987), El Judaísmo. Pasado, Presente, Futuro (Trotta, 20198), y El Islam. Historia, Presente, Futuro (Trotta, 20113).

Küng reconoce que el cristianismo, debido principalmente al Vaticano II y a la nueva mentalidad misionera del Consejo Ecuménico de las iglesias, ha cambiado en sentido positivo la actitud de la Iglesia católica con respecto a las religiones universales; al desprecio del pasado ha sucedido la alta estimación, a la desantención, la comprensión, al proselitismo; el estudio y el diálogo (H. Küng, Ser cristiano, Madrid, Cristiandad, 1977, p. 105-141). Küng ve la esencia del Ser cristiano en la persona de Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, Mesías y profeta del reino, muerto y resucitado, que en los días de su ministerio público, generó entorno a sí un “movimiento” de discípulos y discípulas, con el encargo de anunciar y descubrir el reino que ya operaba en ellos.

Se trata de comprender a Cristo desde su “indispensable” contexto judío, pero en la apertura cósmica de su figura y mensaje, que integra y abraza las culturas, religiones y sabidurías de la tierra. Aquí late mucho de lo novedoso de su aporte, que algunos verán como límite y cuestionamiento. Küng opta por un enfoque “ascendente” que considera más difícil que el “descendente”. La tarea en extremo fascinante, es poner de relieve con ayuda de la moderna exégesis bíblica, cómo el joven hombre de Nazaret, con su mensaje y su conducta, hace saltar por los aires todos los esquemas que la religión construye a lo largo del tiempo. La palabra “escándalo”, pequeña piedra en la que se puede tropezar, es una de las claves de su obra. Jesús en persona vino a ser la piedra de escándalo; todo lo que él dijo e hizo fue un escándalo ininterrumpido. ¡A qué tremendas consecuencias teóricas y prácticas le llevó su particular identificación radical con la causa de Dios que es la causa del hombre! Combativo hacia todas las direcciones, desde todas partes fue también combatido (Ser cristiano, p. 350).

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Con la vista puesta en la situación epocal (los 70’), Küng deja claro que este Jesús no anuncia una nueva teoría teológica ni una nueva ley, pero tampoco se anuncia a sí mismo. Anuncia el reino de Dios, lo cual para nuestro tiempo, quiere decir lo siguiente: la causa de Dios, la voluntad de Dios, es la causa del ser humano, el bien del ser humano. Si se acepta esto, se comprenden los reproches dirigidos contra él: ¿no se trata, como dicen los sacerdotes y los escribas, de un hereje, un falso profeta, un embaucador del pueblo, un blasfemo? En último término, la disputa gira, de hecho, en torno a Dios, en cuyo nombre, Jesús actúa y como cuyo enviado se presenta. Sin embargo, Jesús no apela a un nuevo Dios, sino al Dios de Israel, pero entendido de una manera nueva; no sencillamente como Dios de los devotos de la ley, de los “justos”, sino como padre de los perdidos, los débiles, los pobres, los oprimidos, los pecadores. A este Dios se dirige de forma totalmente insólita como “Padre” suyo y nuestro. Está claro que con este mensaje, el camino de Jesús debía ineludiblemente pasar por el “conflicto” con los poderosos en el ámbito del Estado como en el de la religión.

La detención, la condena y la muerte violenta de Jesús fueron consecuencia lógica de su actitud hacia Dios y el ser humano. Los guardianes de la ley, el derecho y la moral reaccionaron con violencia a su acción no violenta, su muerte en la cruz. Que Jesús de Nazaret fue ejecutado en una cruz es una de las realidades más ciertas de la historia que narran los relatos evangélicos. El sufrimiento al que se vio sometido con este suplicio extremo se interpreta como una maldición de la ley: aquel al que sus discípulos consideran Enviado y Mesías de Dios, aparece ante los fieles a la ley como representante del criminal, del “pecador”. Y así, Jesús muere abandonado de los hombres y de Dios. Pero Dios, el Padre de Jesús, “interviene” en la historia y como dice la fórmula antigua “lo hizo resucitar librándolo de las angustias de la muerte”. Los testimonios auténticos y decisivos de fe de la comunidad son inequívocos: ¡el Crucificado vive para siempre junto a Dios! Y al mismo tiempo, es el “Señor” presente por el Espíritu en su Iglesia y, en fin, el escondido Señor del mundo (“cosmocrátor”) con cuyo señorío ha empezado ya el reinado definitivo de Dios (Ser cristiano pp. 374, 395, 397, 400, 428, 442, 447).

Unas palabras sobre el “destinatario” del libro considero una primera “clave” para entender la propuesta de Küng: “Este libro ha sido escrito para aquellos que por una u otra razón quieren, honrada y sinceramente, informarse de lo que es el cristianismo, saber en qué consiste propiamente ser cristiano. También ha sido escrito para aquellos que no creen, pero preguntan seriamente; que han creído, pero están insatisfechos de su incredulidad; que creen, pero no se sienten seguros en su fe; que andan indecisos tanto frente a sus convicciones como frente a sus dudas en la fe. Ha sido escrito, pues, para cristianos y ateos, gnósticos y agnósticos, pietistas y positivistas, católicos tibios y católicos fervientes, protestantes y ortodoxos” (Ser Cristiano p. 15).

La segunda “clave” se halla al final del libro, en lo que enuncia como sugerencias: “Imitando a Cristo Jesús, el ser humano puede en el mundo actual, vivir, actuar, sufrir y morir realmente como ser humano: sostenido por Dios y ayudando a los demás en la dicha y en la desdicha, en la vida y en la muerte” (Ser cristiano p. 759). Un detenido examen de la obra, muestra que Küng intenta hablar del mensaje cristiano de manera científicamente responsable, para ello, considera como condiciones imprescindibles la exactitud histórica y la interpretación crítica de la historia. En este aspecto, se siente cercano y en plena sintonía con Edward Schillebeeckx, que acababa de publicar en holandés “Jesús. La historia de un Viviente” (E. Schillebeeckx, Jezus. Het verhaal van een Levende, Bloemendaal, Nelissen, 1974), obra que caerá recién en observación en 1980, una vez que fuera traducida al inglés, bajo el implacable control de la “Sagrada” Congregación para la Doctrina de la Fe, en manos del celoso doctrinero polaco el cardenal Franjo Šeper, el mismo, que el 15 de diciembre de 1979, firmará la declaración con la que Küng ya “no podrá ser considerado como teólogo católico, no pudiendo ejercer como tal el oficio de enseñar” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Documentos 1966-2007, Madrid, BAC, 2008, p. 185).

Tanto Küng como Schillebeeckx, consideran que la exégesis fundada sobre el método histórico-crítico exige una teología dogmática con responsabilidad histórico-crítica. Otro aporte de “Ser cristiano” absolutamente en línea con los avances del Vaticano II en el declaración “Nostra aetate”, es que el diálogo teológico serio con el judaísmo, sólo puede desarrollarse de manera razonable sobre la base de una cristología “ascendente”. Una idea que retoma Küng en su Teología para la postmodernidad (Theologhie im Aufbruch. Eine ökumenische Grundleguung, München, Piper, 1987, pp. 186-187) es que quien quiera dialogar con judíos o musulmanes a partir de las doctrinas clásicas helenísticas de la Trinidad y la encarnación comienza un diálogo aparente que en seguida llega a su fin.

Una palabra sobre el trabajo diario que implicó la redacción de “Ser cristiano”. Küng escribió cada página dos veces a mano, luego la dictaba al “magnetófono” y la volvía a controlar y corregir; a partir de allí, pasaba a ser leída y mejorada por sus colaboradores más cercanos, Hermann Häring y Karl-Josef Kuschel; el texto volvía de nuevo a sus manos para pulirlo literalmente y darle lustre. Cuando terminaba un capítulo, su amigo y compañero Walter Jens se encargaba de revisarlo con ojos críticos.

Dada la “amplitud” temática y los múltiples cruces con otras especialidades, procuraba que los capítulos difíciles fueran examinados por expertos en los distintos temas, por ejemplo, para las secciones sobre las grandes religiones, recurrió a su colega y amiga Julia Ching, nacida en Shangai que enseñaba en la Catholic University of America (Washington, DC) y que había adquirido fama mundial como experta en el neoconfucianismo; los capítulos sobre el Nuevo Testamento los hacía revisar por su amigo y profesor en Tubinga, Gerhard Lohfink; como también las secciones sobre ética teológica, las compartía con Alfons Auer y Wilhem Korff. Mientras tanto se ha clarificado el título del libro. Quien recorre la entera obra de Küng y sus centenares de capítulos sabe que le encantaban los títulos en forma interrogativa, de allí que su primera intención fue: “¿Ser cristiano? Una introducción”.

El editor Klaus Piper, con un certero instinto para los títulos, le propone “Ser cristiano” (Christ sein); un título poco habitual, que en alemán ni siquiera deja claro si se ha de añadir al final un punto o un signo de exclamación o de interrogación; o sea, si “Ser cristiano” alude a una forma de ser o un deber. Pero precisamente eso le confiere interés al título, y de hecho, éste se impone con tanta rapidez que pronto se hace usual hablar de “Ser cristiano”. El 3 de octubre de 1974, en Sursee (su patria chica), Küng ya tiene el primer ejemplar en sus manos, y el 10 de octubre, en el vigésimo aniversario de su ordenación sacerdotal, lo presenta a la opinión pública en una rueda de prensa en la Feria del libro de Frankfurt.

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Leonardo Boff: “Solo nos queda la esperanza.”

Sábado, 27 de enero de 2024
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IMG_2362Un árbol que se dobla pero no se quiebra

En 2023 han ocurrido hechos que nos asombran y nos obligan a pensar: en Brasil hubo un intento frustrado de golpe de estado, dos eventos extremos sobrecogedores: grandes inundaciones en el Sur y sequías devastadoras en el Norte, seguidas de inmensos incendios. Todo indica que esta situación se va a repetir con frecuencia.

A nivel internacional la prolongación de la guerra Rusia-Ucrania, el atentado terrorista del brazo armado de Hamas de la Franja de Gaza que provocó una reacción violentísima por parte del gobierno de extrema-derecha de Israel y sus aliados sobre toda la población de la Franja de Gaza, con visos de genocidio. Y lo más grave, con el apoyo ilimitado del presidente católico Joe Biden.

Un hecho que tal vez no puede en modo alguno ser pasado por alto es la Sobrecarga de la Tierra (The Earth Overshoot), anunciado por la ONU a finales de agosto. Esto quiere decir que todos los bienes y servicios naturales que la Tierra ofrece para la continuidad de la vida llegaron a su límite. Necesitamos más de una Tierra y media para atender el consumo humano, muy especialmente el de los países ricos y consumistas. Como está viva, la Tierra reacciona a su modo, enviándonos más enfermedades víricas, más eventos extremos y calentándose cada vez más. Este último hecho es de consecuencias imprevisibles, pues hemos sobrepasado el punto crítico. El año 2023 ha sido el más caliente desde hace miles de años. La ciencia y la técnica solo nos ayudan a prevenir y aminorar los efectos dañinos, pero ya no pueden evitarlos. Este cambio climático es responsabilidad de los países industrialistas y consumistas y poquísimo de las grandes mayorías pobres del mundo. Por tanto, es un grave problema ético.

Existe además el peligro de un conflicto nuclear, pues Estados Unidos no renuncia a ser el único polo que controle todos los espacios del planeta, no aceptando la multipolaridad. Si esa guerra nuclear generalizada ocurriera, sería el fin de la especie humana y de gran parte de la biosfera. Algunos analistas piensan que será inevitable; va a ocurrir no sabemos cuándo ni cómo, pero las condiciones ya están dadas.

Además hay que reconocer que está en auge la crisis del modo de habitar el planeta (devastándolo) y de organizar las sociedades, en las cuales reinan injusticias inhumanas. Bien nos lo ha advertido innumerables veces el Papa Francisco: tenemos que cambiar, en caso contrario, estando todos en el mismo barco, nadie se salvará.

Estos escenarios tenebrosos han llevado a una buena parte de la humanidad al desamparo y a la conciencia del fracaso de la especie humana, particularmente con el ocaso completo del sentido ético y humanístico que permite presenciar, a cielo abierto y a la vista todos, el exterminio de un pueblo en la Franja de Gaza, principalmente miles de niños asesinados bajo los bombardeos ininterrumpidos de las fuerzas de guerra de la ocupación israelí. No son pocos los que se preguntan: ¿merecemos aún estar sobre la faz de la Tierra a la que destruimos sistemáticamente violentando sin escrúpulos a sus humanos hijos e hijas así como a los organismos de la naturaleza que nos sustentan? ¿no es eso el preaviso de nuestro fin como especie? Cabe recordar que nosotros entramos en los ultimísimos momentos en el largo proceso evolutivo, dotados de gran agresividad. ¿Será que entramos para destruir trágicamente nuestro mundo?

En este contexto enmudecen las grandes utopías. La razón moderna se ha mostrado irracional al construir el principio de autodestrucción. Las propias religiones, fuentes naturales de sentido, participan de la crisis de nuestro paradigma civilizatorio y en muchas de ellas está vigente el fundamentalismo violento.

¿A qué agarrarse? El espíritu humano rechaza el absurdo y busca siempre un sentido que vuelva la vida apetecible. Nos queda un único soporte: la esperanza. Ella es como un árbol: se dobla pero no se quiebra. Como nos fue mostrado antropológicamente, la esperanza es más que una virtud junto a otras virtudes. Ella representa, independientemente del espacio y del tiempo histórico, ese motor interior que nos hace proyectar sin cesar sueños de días mejores, utopías viables, caminos aún no recorridos que pueden significar una salida hacia otro tipo de mundo.

Se atribuye a San Agustín, el mayor genio intelectual y cristiano de Occidente, africano del siglo V de la era cristiana, la siguiente afirmación que eventualmente puede animarnos:

Todo ser humano está habitado por tres virtudes: la fe, el amor y la esperanza. Dice el sabio: si perdemos la fe no por eso morimos. Si fracasamos en el amor, siempre podemos encontrar otro. Lo que no podemos es perder la esperanza, pues la alternativa a la esperanza es el suicidio por la absoluta falta de sentido de vivir.

Entre tanto, la esperanza tiene dos hermosas hermanas: indignación y coraje. Por la indignación rechazamos todo lo que nos parece malo y perverso. Mediante el coraje, empeñamos todas nuestras fuerzas para cambiar lo malo en bueno y lo que es perverso en benéfico.

No tenemos más alternativa que enamorarnos de estas dos hermosas hermanas de la esperanza: indignarnos y rechazar firmemente ese tipo de mundo que impone tantos sufrimientos a la Madre Tierra y a toda la humanidad y la naturaleza. Si no podemos superarlo, por lo menos resistir y desenmascarar su deshumanización. Y tener el coraje de abrir caminos, sufrir por el parto de algo nuevo y alternativo. Y creer que la vida tiene sentido y que le cabe a ella escribir la última página de nuestra peregrinación por esta Tierra.

Leonardo Boff

Fuente Atrio

Traducción de María José Gavito Milano

*Leonardo Boff ha escrito Tierra madura, una teología de la vida, São Paulo, Editora Planeta, 2023; Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo evitar el fin del mundo, Rio de Janeiro, Record&Madrid, Nueva Utopía 2010.

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“¿Ecología teológica?”, por Isabel Gómez Acebo

Martes, 28 de noviembre de 2023
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IMG_1313Leído en su blog:

Siempre estamos hablando de los problemas que ha producido en la naturaleza el ser humano, pero hacemos poco, al menos yo, para resolver la situación. Sólo recojo papeles y latas en la calle y reciclo los alimentos que se consumen en mi casa. Aunque nuestro Papa habla constantemente del cariño con el que se debe tratar el cosmos me ha sorprendido el libro de un amigo, Victorino Pérez Prieto, que ha publicado recientemente con el título Hacia una ecoteología. Me sorprendió el tema y me llamó la atención

            El autor sostiene que estamos ante el fin del pensamiento binario y que cuerpo y espíritu, naturaleza y hombre incluso el mismo Dios, navegamos en el mismo barco lo que nos introduce en un gran cuerpo muy complejo, una palabra que viene del latín complexus y que según el pensador francés Bruno Latour es “el tejido sin costuras de la Realidad”. Estamos hechos como el sudario de Jesucristo, de una tela única sin cortes

Si ya no estamos en condiciones de separar la materia del espíritu, el final de toda ciencia tendrá que tratar los temas espirituales lo que nos hace toparnos con los místicos de todas las religiones que se dan la mano con la moderna filosofía cuántica. El autor,  gran conocedor de la obra de Raimon Panikkar, nos sumerge en su pensamiento cuando hablaba de la ontonómica que contrapone tanto a la heteronomía- la sumisión del pensamiento o unas esferas determinadas – como a la autonomía, que es la independencia de una idea particular

Para hacernos ver que vivimos dentro de un círculo con un movimiento incesante sometido a una gran crisis cuya solución sólo está, nos sugiere el autor, en una espiritualidad nueva que no esté desconectada del Dios creador que es nuestra fuente común. Nos lleva a esta conclusión tras cinco capítulos que nos hablan de la complejidad del mundo actual, de la relación de la Biblia entre otras relaciones y culturas, de la fe cristiana “verde” haciendo especial hincapié en la encíclica el Papa Francisco Laudato Si para finalmente llevarnos a una conclusión que supone una nueva manera de concebir a Dios en nuestra relación con Él como hicieron en su momento místicos ecologistas como Francisco de Asís, San Juan de la Cruz y Teilhard de Chardin.

En una breve y humilde conclusión nos sugiere que intentemos situarnos en el mundo de una manera interrelacionada, vernos como parte inseparable del Todo para conseguir una armonía total de los humanos con el cosmos y con Dios. El libro termina con un pensamiento de Teilhard de Chardin “está claro a los ojos de todos que la cuestión vital del cristianismo hoy está en saber qué actitud adoptarán los creyentes ante la preocupación por el Todo ¿Le abrirán su corazón o lo rechazarán con un espíritu malo?

A pesar de la complejidad que puede tener algunos temas el libro se lee fácilmente y me ha supuesto un recuerdo de la encíclica papal Laudato Si por su compromiso con la tierra y la gente que vive en ella. Hoy estamos tocando con la mano las amenazas del cambio climático y si no hacemos nada por frenarlo terminará con el planeta tierra. Me he vuelto a convencer de que no basta con lo que hacía, con lo que hacemos la mayoría de nosotros, y tenemos que aportar nuestro granito de arena haciendo un esfuerzo mayor para no seguir bajando escalones en la escala de la degradación

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En el pozo, Alex conoce a Grace y encuentra el amor

Lunes, 13 de marzo de 2023
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481BCCB3-DACD-4FF4-A3A4-7C1F09FEFD90Hna. Donna McGartland

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Sr. Donna McGartland. La Hna. Donna está en el Equipo de Liderazgo de las Hermanas de San Francisco de las Comunidades Neumann. También es una de las autoras de Love Tenderly: Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious publicado por New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el tercer domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

Esta reflexión sobre el evangelio de hoy, la historia de la mujer samaritana en el pozo (Juan 4:5-42), viene desde mi perspectiva y experiencia como lesbiana. Yo uso pronombres femeninos, she/her/hers. Invito a los lectores a sustituir sus propios pronombres y nombres mientras oran con esta reflexión.

En el siguiente diálogo me coloco en el papel de la mujer samaritana que, considerando que va al pozo al mediodía, en lugar de a la mañana con el resto de la comunidad, ha sido rehuida por la sociedad y se mantiene escondida para evitar cualquier ridículo. Al no ser nombrada, la mujer tiene poco o ningún valor como individuo en esta historia. Cuántas veces me he identificado con ella: sintiéndome avergonzado y no aceptado, queriendo mantener oculto el secreto de mi identidad y finalmente no dispuesto a reclamar mi verdad. En este diálogo, le daré un estatus y una identidad nombrándola Alex.

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ALEX (para sí misma): Es mediodía, hora de recoger agua. Nadie debería estar cerca ahora, ya que es hora de la siesta. No debería llevar mucho tiempo.

Desde la distancia, veo a otra mujer que es una extraña simplemente relajándose junto al pozo. ¿Quién es ella? ¿Por qué está ella allí? Tal vez debería venir mañana. No puedo. Realmente necesito agua y no hay mejor momento hoy para regresar. Parece bastante inocente, bastante atractiva. Por favor, deja que me ignore. Ella debe saber que soy gay y no quiere hablar conmigo.

¡Maldita! ¡Ella me está mirando! ¡Ella solo me sonrió! ¡Incluso guiñó un ojo! ¿Se está acercando a mí? ¿Está tratando de ridiculizarme? ¿Quien es esta mujer?

EXTRAÑA: Hola.

ALEX (a la extraña): Hola. (para sí misma): Esta extraña es bastante inocente, pero no confío en ella.

EXTRAÑA: Tengo sed. ¿Puedes darme un trago?

ALEX (algo molesto): Ok, ya he tenido suficiente. ¿Porqué me hablas? Obviamente me conoces; sabes que soy…”

EXTRAÑA (interrumpiendo): Tengo sed.

ALEX: ¿Y quieres agua de mí? Ni siquiera deberías estar aquí, y mucho menos hablar conmigo. No quiero tu sarcasmo y mucho menos tu burla. Déjame en paz.

EXTRAÑA: Claro, si quieres. Vienes aquí todos los días por agua. Te ofrezco mucho más. Tengo agua viva.

ALEX: ¡Ni siquiera tienes un balde para llevar agua! ¿Cómo puedes ofrecerme “agua viva”? ¿Qué es eso de todos modos?

EXTRAÑA: Como quieras.

ALEX: Tú no eres de aquí. ¿Quién eres? ¿Por qué estás hablando conmigo? Más importante aún, ¿por qué estás aquí ahora al mediodía? Este es el momento para la gente como yo. Marginados. Tienes estatus, pero me invitas a beber tu agua. ¿Quién eres?

EXTRAÑA: (riendo, con una sonrisa cálida y acogedora): ¿Puedo conocer a tu cónyuge?

ALEX: No tengo uno.

EXTRAÑA: Cierto. Has tenido cinco maridos en tu intento de sentirte aceptada. Y finalmente, la que tienes ahora es tu pareja, una mujer, a través de la cual has encontrado el amor verdadero.

ALEX: ¿Cómo sabes eso?

EXTRAÑA: Alex, mi nombre es Grace. Estoy encantada de que hayas encontrado la felicidad en ella.

ALEX: ¿Me estás ridiculizando?

GRACE (anteriormente Extraña): No, Alex. Mi agua viva fluye a través de ti y tu pareja. Es el amor lo que los une. Por favor, bebe de mi agua viva para que puedas saber la Bendición que eres. Eres preciosa para mí. Nunca dejes que nadie te diga lo contrario.

ALEX: Hablas en serio, ¿no? Sabes que soy gay, pero me bendices.

GRACIA: Sí, Alex. Nunca tendrás que volver aquí avergonzada. Eres amada.

ALEX: ¡Gracias, Gracia! ¡Gracias! ¡Me siento amada y tan viva! me has liberado. Ahora puedo correr a casa para compartir las Buenas Nuevas con mi pareja.

-fin-

Ruego que tú también puedas saber cuánto eres amado.

—Sr. Donna McGartland, 12 de marzo de 2023

Fuente New Ways Ministry

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Tengo sed.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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El que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed (Juan 4:14).

Al que tenga sed le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida.” (Ap 21, 6)

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Mientras que los teólogos discuten sobre el origen del agua,

los místicos la beben.

***

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:

-“Dame de beber.”

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:

-“¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”

Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó:

“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”

La mujer le dice:

“Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?”

Jesús le contestó:

“El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

La mujer le dice:

“Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”

Él le dice:

-“Anda, llama a tu marido y vuelve.”

La mujer le contesta:

“No tengo marido.

Jesús le dice:

“Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.”

La mujer le dice:

“Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.”

Jesús le dice:

“Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.”

La mujer le dice:

“Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.

Jesús le dice:

“Soy yo, el que habla contigo.”

En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo:

-“¿Qué le preguntas o de qué le hablas?”

La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:

“Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?”

Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.

Mientras tanto sus discípulos le insistían:

-“Maestro, come.”

Él les dijo:

“Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.”

Los discípulos comentaban entre ellos:

“¿Le habrá traído alguien de comer?”

Jesús les dice:

“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.”

En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer:

-“Me ha dicho todo lo que he hecho.

Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:

-“Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

*

Juan 4, 5-42

***

La encarnación y la pasión son la locura de amor de Dios para que el pecador pueda acogerlo. Desde esta locura se comprende cómo el mayor pecado es no creer en el amor de Dios por nosotros. No podemos olvidarnos de Dios: él no nos olvida; no podemos alejarnos de Dios, él no se aleja.

Dios nos espera en todos los caminos de nuestro destierro, en cualquier brocal de no sé qué pozo al pie de cualquier higuera […]. Nos espera no para reprocharnos, ni siquiera para decirnos: “Mira que te lo había dicho”, sino para cubrirnos con su amor, que nos salva incluso del mirar atrás con demasiada pena. DostoievsKi pone en labios de la mujer culpable: “Dios te ama a causa de tus pecados”. No es exacto: Dios nos ama como somos para hacernos como él quiere que seamos. ¡Gracias, Señor! Si me hubiese contentado con el deseo de ti, que me llevaba a buscarte sin saber dónde te podría encontrar, todavía estaría errando por los caminos, con la angustia de mi deseo insatisfecho o con la ilusión de haber encontrado algo. Te he encontrado de verdad porque has salido a mi encuentro en mis caminos de pecado: hombre entre los hombres, cuerpo bendito que yo mismo ayudé a despojar, a flagelar; rostro bendito besado por mis labios, como Judas; corazón que atravesé…

Ninguna sed creó jamás las fuentes, ni hizo brotar agua en las arenas. Tu sed, sin embargo, ha apagado mi sed porque si no hubieses seguido mis huellas, si no te hubieses dejado crucificar por mí quizás te hubiera buscado, pero nunca te habría encontrado. Señor, gracias por haberte dejado clavar en la cruz, por dejarte encontrar por el que te crucificó. Amén

*

P. Mazzolari,
La piu bella aventura,
Brescia 1974, 218.223.

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“La religión de Jesús”. 3 Cuaresma(A). Juan 4, 5-42.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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La-bona-samaritana

Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob, en las cercanías de la aldea de Sicar. Pronto llega una mujer samaritana a apagar su sed. Espontáneamente, Jesús comienza a hablar con ella de lo que lleva en su corazón.

En un momento de la conversación, la mujer le plantea los conflictos que enfrentan a judíos y samaritanos. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizín, cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué piensa el profeta de Galilea?

Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto.

No lo hemos de olvidar. Para encontrarnos con Dios no es necesario ir a Roma o peregrinar a Jerusalén. No hace falta entrar en una capilla o visitar una catedral. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo podemos elevar nuestro corazón hacia Dios.

Jesús no habla a la samaritana de «adorar a Dios». Su lenguaje es nuevo. Hasta por tres veces le habla de «adorar al Padre». Por eso no es necesario subir a una montaña para acercarnos un poco a un Dios lejano, desentendido de nuestros problemas, indiferente a nuestros sufrimientos. El verdadero culto empieza por reconocer a Dios como Padre querido que nos acompaña de cerca a lo largo de nuestra vida.

Jesús le dice algo más. El Padre está buscando «verdaderos adoradores». No está esperando de sus hijos grandes ceremonias, celebraciones solemnes, inciensos y procesiones. Lo que desea es corazones sencillos que le adoren «en espíritu y en verdad».

«Adorar al Padre en espíritu» es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como él por el Espíritu del Padre, que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: «Dios es Espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu». Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador… y quienes lo adoran deben parecerse a él.

«Adorar al Padre en verdad» es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras. Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?

José Antonio Pagola

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“Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Domingo 12 de marzo de 2023. Domingo 3º de Cuaresma, ciclo A.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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16-CuaresmaA3Leído en Koinonia:

Ex 17,3-7: Danos agua de beber
Salmo responsorial 94: Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: “No endurezcan el corazón”
Rom 5,1-2.5-8: El amor ha sido derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado
Jn 4,5-42: Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna

 Recordemos el carácter más o menos aleatorio que tiene la distribución de los textos bíblicos en la liturgia católica. No existe ninguna explicación de cómo se ha hecho tal distribución, ni de por qué tal texto en tal fecha. Una comisión lo decidió así, y no se conocen los criterios que siguió. Quien quiera puede conjeturar sobre ellos. Se observa una “asociación de ideas” o de imágenes entre la primera y la tercera lecturas, mientras la segunda con frecuencia va por sus caminos propios, sin ninguna relación a las otras. La sucesión de los domingos tampoco muestra un criterio claro (como podría ser el de dar pie a un proceso sistematizado de formación teológica o bíblica), ni se da oficialmente la libertad para que al menos algunas comunidades especiales (jóvenes, grupos de formación, ambientes especiales…) pudieran hacer su propio «calendario litúrgico»… Son temas que quedan pendientes para una próxima reforma litúrgica…

 Por lo demás, es claro que los textos propuestos en la liturgia están siempre a disposición de una interpretación libre. Son como una poesía o una imagen simbólica: cada comunidad es libre de abordarlos desde el punto de vista que prefiera, y es casi imposible que dos cristianos, dos biblistas o agentes de pastoral encuentren la misma resonancia ante un mismo texto: a cada uno le evocará recuerdos y sugerencias de acción distintos. «Lo que se recibe, se recibe según el modo de ser de quien recibe», dice el adagio clásico. Aquí también.

 Nuestro Servicio Bíblico Latinoamericano ofrece estos comentarios teológico-pastorales a los textos bíblicos de la liturgia (católica) también desde una sensibilidad propia, con un transfondo de opciones, de visión del mundo y de vivencia de la fe, propios. Y los ofrece con humildad, sabiendo que no son los únicos, ni los mejores; son simplemente los nuestros, los que podemos compartir con quienes sintonizan con esta espiritualidad que con frecuencia llamamos «latinoamericana», no necesariamente de un modo geográfico-material, sino en referencia a una «geografía espiritual»…

 Después de esta introducción que no es “propia de este domingo”, entremos de lleno al comentario de los textos.

 El texto estrella es el de la samaritana. Prácticamente, el capítulo cuarto entero del evangelio de Juan. El famoso episodio del encuentro de Jesús con la samaritana.

 Algo que nos parece importante siempre que se comenta un texto del evangelio de Juan, es la apelación a su carácter simbólico peculiar. Juan no es un evangelio sinóptico, no es un texto narrativo, ni lo que nos cuenta es probablemente histórico. Juan es un evangelio enteramente simbólico, en el que los símbolos han sido extrapolados hasta desplazar a la realidad. En Juan no hay símiles, sino identificaciones: «Yo soy la vid», le hará decir Juan a Jesús; no “yo soy como la vid”. Más aún: “yo soy la vid verdadera”, las demás vides -las de la realidad- no son verdaderas. “Yo soy el Pan verdadero”: el resto de los panes serían… sucedáneos. Yo tengo el agua verdadera, la que “salta hasta la vida eterna”; la otra, la del H2O, tal vez no quita la sed…

 Al comenzar a comentar cualquier texto del evangelio de Juan es bueno recordar este estilo literario y simbólico enteramente peculiar de Jesús. Por respeto al público oyente sencillo, es conveniente recordar muy claramente que no estamos escuchando sencillamente la narración de una conversación tal como fue, sino que se trata de una sofisticada composición teológica, con intenciones muy profundas y nada fáciles de detectar. Y que, claro está, se inscribe en el mundo mental e ideológico peculiar de Juan, enormemente alejado del nuestro; y que esta barrera cultural que nos separa del autor exige prudencia para no dar por válida cualquier conclusión.

 De entre las muchas interpretaciones de que este texto puede ser objeto, nos vamos a fijar en dos dimensiones menos acostumbradas, y muy elocuentes para hoy: la de la superación de la religión y, consecuentemente, la apertura al diálogo interreligioso.

 Está de moda el diálogo interreligioso en la teología y en el cristianismo en general. La situación del mundo actual no sólo lo posibilita sino que lo hace inevitable. El mundo actual está “barajado’ religiosamente. A diferencia del pasado, en el mundo actual las sociedades son plurales, cultural y religiosamente. Las migraciones, los intercambios de todo tipo, y la misma «mundialización», hacen que todas las religiones se encuentran hoy diariamente con las demás, mientras que durante milenios vivieron prácticamente aisladas, tan distantes, que cómodamente podían pensarse a sí mismas como únicas.

 Jesús no vivió en un contexto religiosamente plural, como el nuestro, pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes entre Galilea y Jerusalén. Este episodio simbólico del evangelio de Juan nos permite representarnos el comportamiento de Jesús respecto a este pueblo que, si bien no era propiamente de “otra religión”, era considerado incluso como más distante, por ser tenido como hereje, o cismático.

 Jesús dialoga con la samaritana, incluso por propia iniciativa. Juan no nos lo presenta como a la defensiva o sólo respondiendo. La iniciativa original, el acercamiento al diálogo es de Jesús.

 Puede ser importante destacar que Jesús dialoga interreligiosamente porque tiene un transfondo de «teología pluralista de las religiones», como podríamos decir en lenguaje actual, con evidente anacronismo. No es primero el diálogo, y después la teología de las religiones, sino al revés: porque se tiene una visión abierta de la relación entre las religiones, es por eso por lo que se puede dialogar interreligiosamente.

 «¿Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín?», le pregunta la samaritana. O sea, más claramente, ¿cuál es la religión verdadera? Y Jesús tiene una respuesta verdaderamente revolucionaria, que todavía no han asimilado los teólogos del pluralismo religioso. Jesús no dice que Jerusalén o Gartizín resulten opciones inválidas (religiones falsas), pero sí dice que quien quiera ir más al fondo («los verdaderos adoradores») no va a tener que ir ni a un lugar ni a otro, no van a tener que vivir con una u otra religión, sino «en espíritu y en verdad», es decir, adentrándose verdaderamente en la «religación» profunda.

 Es una respuesta revolucionaria: las religiones son relativas, hay algo más allá de ellas, a cuyo servicio están todas –o debieran estarlo–. No hay «una religión absoluta», a la que todas las demás deban ceder el paso. La única religiosidad absoluta (la “única religación verdadera”) es la «adoración en espíritu y en verdad», más allá de una u otra religión.

 Un autor como Thomas Sheehan (The First Coming: How the Kingdom of God Became Christianity, Random House 1986), sostiene que la novedad de Jesús consiste en la abolición de todas las religiones, de forma que podamos redescubrir nuestra relación con Dios («religación») en el mismo proceso de la creación y de la vida, en la historia. Puede asustar semejante afirmación, pero sólo de entrada. Pensándolo bien, recordaremos que Jesús no «fundó» la Iglesia (es ésta la que se fundó después, y se fundó en Jesús). Jesús siempre se mantuvo judío, y nunca pensó en fundar otra religión, sino en todo caso en superarla. ¿Habrá sido el cristianismo una dimidiada inteligencia de lo que Jesús quería, aquello que luego cristalizó en el siglo IV en medio de los enormes condicionamientos históricos de aquella época marcada por un imperio en decadencia? ¿Será que hoy, en medio de una grave crisis de las religiones y particularmente de las instituciones religiosas, se nos presenta una nueva y mejor oportunidad de entender y poner en práctica el mensaje de Jesús? No sabemos, pero la vuelta a Jesús nos invita a reflexionar y discernir con humildad, y a buscar con paciencia.

 Se extiende y se cita cada día más la distinción entre «religión y religación»… y aparece como más importante la segunda, la «religación» -sin atarse demasiado a su etimología-, mientras que la religión, las religiones, no serían más que formas concretas diferentes que esa dimensión profunda del ser humano ha adoptado en una determinada época de la historia. Lo importante -es obvio- no son las formas, sino el contenido que vehiculan, la dimensión profunda a la que responden. ¿Y quién nos dice que esa dimensión profunda de «religación» no puede asumir otras formas diferentes, o que no las está asumiendo ya, y que eso que llamamos «crisis de la religión» no sea más que una transformación hacia las formas que la religación va a adoptar en el próximo futuro? Probablmente la crisis de la religión va a ser -o está siendo ya- la mejor oportunidad de la religación. Leer más…

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Dom 12. 3. Buen samaritano, Samaritana buena (Jn 4) . La iglesia mujer: Cinco maridos tenías, el que ahora tienes no es tuyo

Domingo, 12 de marzo de 2023
Comentarios desactivados en Dom 12. 3. Buen samaritano, Samaritana buena (Jn 4) . La iglesia mujer: Cinco maridos tenías, el que ahora tienes no es tuyo

481E6F4E-1C1A-4E6A-9992-B3CDE8ED6655Del blog de Xabier Pikaza:

Son dos textos esenciales de la Biblia El “buen samaritano” (Lc 10) es la iglesia de fuera, aquellos que sin formar parte de la comunidad son auténticos cristianos, cumplen el mandamiento de Dios.

Por el contrario, la “buena samaritana” de hoy (Jn 4) es la iglesia de dentro, expresada simbólicamente por una mujer de vida libre: Cinco maridos ha tenido pasando de uno a otro, para quedar al fin sola, aunque dicen que anda a ratos con uno, que no es  su marido: no le satisface, ni le da bebida, y por eso tiene que ir al pozo público donde encuentra “por casualidad” a Jesús.

Samaritano de camino, samaritana  de pozo.

 Si alguien sigue leyendo, presentaré al final una historia de samaritanos, a quienes muchos judíos odiaban y envidiaban al mismo tiempo. Aquí empezaré recordando que el samaritano de Lc 10 iba por los alrededores  del templo,pasaba de largo con su animal de negocios.

Alguien podría suponer que era amante ocasional de la samaritana de Jn 4, que quedaba a solas, buscando amores en el pozo de Sicar  de Siquem. Pero no parece que Lc 10 y Jn 4 (que tienen textos e ideas parecidas) quisieran relacionar estas dos historias de samaritanos,  aunque podían hacerlo, pues van como anillo al dedo.

            Queda clara la historia del samaritano, hombre de negocios, poco amigo de templos, viajante de dinero), hombre de corazón. Por eso, allí donde el Sumo Sacerdote y el Levita de Jerusalén (que  van a lo suyo) pasan de largo ante  herido, desnudo y machacado (impuro) del camino, este samaritano le ve, le cura como puede, le lleva en su caballo al hospital/hostal mas vecino, saca la cartera y paga a tocateja al hospedero/médico de campo, diciéndole que le cure , que a la vuelta le pagará lo que falte, si no llega lo que ha dado.

            Evidentemente, el relato del samaritano es simbólico, una historia del siglo I d.C.  Sin duda, Jesús era igualmente un buen samaritano, de caballo o de a pie. Pero, tras esa historia del Jesús   viene la historia de esta mujer; no sé si llamarla samaritana buena o buena samaritano (pues los matices sin distintos,  y los dos parecen apropiados).  Ésta historia de la samaritana la no la cuenta Lucas, sino el evangelio de Juan, que sabe más de amores sabrosos (por eso es el evangelio de discípulo amado).

Lo primero que sorprende en esta historia es que, llegando a la zona, Jesús  manda de comprar a sus doce compañeros  “súper” más vecino ,pues necesitan  alimento  para seguir caminando, mientras él se queda junto al pozo de viejas historia de amores bíblico; a un pozo vino Eliezer, criado de confianza de Abraham, para encontrar mujer para su hijo Isaac, poco experto en amores; a pozos como éste vinieron buscando mujeres Jacob (que encontró dos) y Moisés que encontró siete.  s.

Jesús queda allí junto al pozo, esperando de antemano la cita, que tiene que suceder. Y así pasa lo que tiene que pasar. Vino ella, no sabemos ni su nombre, una samaritana galante y dudosa,  buscando en el pozo un agua que no acababa de saciarle.

Según el evangelio de Juan esta mujer  será el primer apóstol y testigo de Jesús, antes que Pedro y los doce, antes incluso que Magdalena, que Marta y María de Betania, fundadora de primera Iglesia , mientras los varones andan por ahí comprando comida.

La “historia” de esta mujer de Jn 4 ha sido recordada por la iglesia posterior de un modo “sentimental” y piadoso,  pero el evangelio de Juan la presenta como mujer dudosa y fundadora de Iglesia, una figura especial para siglo XXI, un momento en que la nueva iglesia “samaritana” ha de ser refundada por mujeres como ella 

Texto:  Juan 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber.”

Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”

La mujer le dice: “Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?;¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.” La mujer le dice: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”

[Él le dice: “Anda, llama a tu marido y vuelve.” La mujer le contesta: “No tengo marido.” Jesús le dice: “Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.” La mujer le dice: “Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.” Jesús le dice: “Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. …

[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: “¿Qué le preguntas o de qué le hablas?” La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: “Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él…

En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: “Me ha dicho todo lo que he hecho.”] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

 Mujer, fundadora y símbolo de la primera iglesia

La Samaritana es  el primer apóstol, fundadora de la Iglesia de Samaría, más queun obispo o presbítero posterior, de forma que no tiene sentido afirmar que la Biblia impide el acceso de la mujer a los ministerios de la Iglesia.

Según  Hechos 8, el fundador de la iglesia de Samaría fue Felipe,el diácono, pero su labor tuvo que ser completada por los apóstoles, Pedro y Juan, porque Felipe no tenía “autoridad para crear iglesias”. Según Jn 4 la fundadora fue una mujer, sin que tengan que venir apóstoles de Jerusalén, Antioquía o Roma para completar su obra.

UN TEXTO BÁSICO. DIEZ PRINCIPIOS

(1) Una mujer «prostituida»: ha tenido cinco maridos y que ahora vive con uno que no es suyo (Jn 4, 18). Posiblemente, en el fondo de la escena está el recuerdo de las conversaciones que Jesús ha mantenido a lo largo de su vida con publicanos y prostitutas, varones y mujeres que han tenido que vender dignidad y cuerpo por dinero (cf. Mt 21, 31-32; Lc 7, 36-50)… Ésta mujer es el símbolo de la “prostituta Samaría” y de todos los excluidos y condenados de la sociedad,.Pronto veremos que el “pecado” de esta mujer no es una prostitución sexual(que podría ser), ni es un pecado personal, sino pecado de todo el pueblo que la ha prostituìdo. En una ciudad como aquella, en un tiempo como el nuestro, sólo una mujer utilizada que ha sabido seguir buscando en la fuente de la vida puede ser fundadora de iglesia, de nueva humanidad 

(2) Esta mujer es símbolo de los samaritanosque, según la tradición muy parcial de los judíos, habiendo abandonado el solar del auténtico Israel, se «prostituyeron» desde antiguo adorando a dioses extraños (los cinco maridos de Jn 4, 18). Ahora Jesús rompe las barreras de los judíos, cerrados en su ley, y expande su misión a los «herejes» de Samaría, representados por ésta mujer que sale al pozo de Jacob en busca del agua de la vida.  Los mejores para Jesús empiezan siendolos de fuera. Por eso va a buscarles a su pozo.

(3) Esta mujer es la primera que superando las divisiones de Israel (unos centrado en la Ley de Jerusalén y otro en el Pozo de Jacob: Garizim, Samaría), han comenzado a creer en Jesús y han propagado su evangelio. Solo unamujer como ella (que busca agua del pozo, mientras los doce “apóstoles” solo buscan comida) puede ser misionera denuea humanidad  (cf. Ez 16 y 23). Pero, al mismo tiempo, ella es una persona concreta que ha escucha a Jesús y ha expandido su palabra.

(4) Esta mujer es el primer apóstol (profetisa, mensajera) de Jesús Por eso deja el cántaro del agua, vuelve a la ciudad y dice a sus paisanos. «Venid, ved al hombre que me ha dicho todo lo que hice ¿no será el Cristo?» (Jn 4, 29) Ella es la primera que pone  a los hombres en contacto con Jesús, profeta (cf. Jn 4, 19.25) y Mesías de la humanidad, superando las divisiones que separan a Jerusalén del Garizím, montaña santa de los samaritanos, porque los verdaderos adoradores han de hacerlo en espíritu y verdad (Jn 4, 19-23).

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(5) Una mujer para la Iglesia, una Iglesia de mujeres. Ella es primera persona que transmite un evangelio universal de salvación más allá del judaísmo y así precede a los apóstoles que cosecharán donde otros han sembrado (Jn 4, 37-38). La samaritana conduce a sus paisanos hacia aquel lugar donde culmina el camino de la humanidad, formada por pueblos que se dividen por ciudades y montes santos, para descubrir así, más allá de los montes sagrados (antiguos y modernos) la nueva humanidad unida en el amor de Jesús, que es Espíritu y Vida. Sólo una mujer así puede recrear hoy la iglesia.

(6) Mujer‒profeta de las nuevas mujeres creadoras de iglesia del siglo XXI. Una iglesia de varones‒jerarcas, de estilo judío y romano, está llegando a su tope en este siglo, de forma que con ellos es difícil crear nueva iglesia… a no ser que vengan  mujeres, como esta Samaritana, que se descubran “animadas” por Jesús, junto al pozo de la vida, portadoras de un mensaje de intimidad y apertura universal. Por eso, debo repetir que, siendo símbolo de Samaría y de toda humanidad buscadora de “agua superior”, ella ha sido una persona concreta, una mujer apóstol que precede a todos los restantes apóstoles del Cristo en el principio de la iglesia.

(7) Esta mujer nos sitúa en el principio del apostolado cristiano; en su línea, y en la del Buen Samaritano de Lc 10, la iglesia del siglo XXI será samaritana o no será.  Ante este evangelio de Jn 4 resultan patéticos y en el fondo pre-cristianos todos los esfuerzos de los que dicen que no puede haber ministros de Jesús mujeres. Sin samaritanas del siglo XXI la iglesia morirá de sed, teniendo a mano el pozo de Jacob, es decir, de la historia israelita, samaritana, universal.

(8) Ésta es la mujer del pozo de Dios (de Jacob, de Jesús) donde buscan agua para saciar la sed millones de personas que vienen de muy lejos. Cientos de millones de mujeres, varones y niños viven todavía sin agua corriente y potable, sin agua de vida verdadera. Más son aún los que necesitan “del agua de Jesús”, que es la libertad, el amor, la superación de las mentiras y batallas de unos contra otros.

(9) El agua de este pozo es bebida de amor y bodas de vida, de muchachos y muchachas que se encuentran para celebrar la vida, como en las más bellas historias de la Biblia, donde los buenos “matrimonios”, las historias de amor , se dan junto al pozo: Así en el caso Isaac y de Jacob, en el Génesis (Gen 24.29) así en el de Moisés en el Éxodo (Ex 2).En un pozo como éste se juntan y se dan de beber los enamorados, así aparece aquí esta mujer que da de beber a Jesús del agua que ella tiene, mientras Jesús le ofrece la suya. Estamos en el pozo de Jacob, donde se centra la historia de Israel, el pozo donde empieza la revelación del mesías. Sin una historia de fondo de amor en libertad creadora carece de sentido la historia humana.

(10) Éste es un pasaje clave de mística y de historia cristiana, un pasaje que nos abre al infinito de la VidaTeresa de Jesús reflexionó sobre las formas de sacar agua del pozo de Dios y de la vida. Gustavo Gutiérrez ha escrito un bello libro titulado: “Beber del propio pozo”. Yo poco puedo aportar, a no ser mi pequeña experiencia bíblica. Yo mismo he desarrollado el tema en Gran Diccionario de la Biblia.

ELEMENTOS PARA UN COMENTARIO MÁS AMPLIO

 (Imagen: Retablo catedral vieja Salamanca). Jn 4 ofrece una exposición simbólica, pero de fondo histórico, de aquello que debió ser la predicación cristiana en Samaría, con recuerdos y argumentos antiguos y, sobre todo, con la reflexión teológica que surgen a partir de la misión de Samaría.

(1) El pozo de Jacob. El episodio se produce en un lugar cargado de simbolismo. Ciertamente, existió y existe ese pozo, pero no tiene importancia en el AT. El evangelio de Juan lo introduce como lugar simbólico de encuentro, vinculado a  la heredad que Jacob dio a su hijo José (cf. Gen 33,18-20).   Éste es, como digo, un pozo teológico, en la línea de las tradiciones antiguas de los “pozos matrimoniales” y en la línea de la tradición de Pablo (de fondo rabínico), en la que se habla de una “roca mesiánica” de la que brota el agua de vida para todos los que forman parte del pueblo de Dios (cf. I Cor 10.1-3).

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Jesús en Samaria y un borracho en La Coruña. Domingo 3º de Cuaresma. Ciclo A.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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samaritanaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Acto I: Jesús y la mujer

Al alzarse el telón, se ve un valle, no muy grande, entre dos montes; a la derecha el Ebal, a la izquierda el Garizim. En el centro un pozo. Los discípulos han ido al pueblo a comprar provisiones. Solo se ve a Jesús, sentado en el brocal, con aspecto cansado. Entra por el fondo una mujer con un cántaro. Lo mira un momento, deja el cántaro en tierra y se dispone a sacar agua del pozo. Jesús, sin ningún preámbulo, sin saludar siquiera, le dice.

― Dame de beber.

(La mujer lo mira sorprendida y le responde con tono irónico.)

― ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Los judíos no se tratan con los samaritanos.

(Jesús sonríe ligeramente y le habla con igual ironía)

― Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.

(La mujer lo mira con recelo, pensando que se trata de un loco inofensivo. Ata la soga al cubo y se dispone a tirarlo al pozo)

― Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?

― El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

(Se oye el golpe seco del cubo contra el agua. Al cabo de un momento, la mujer comienza a tirar mientras le dice sonriendo).

― Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.

(Jesús también sonríe. Cuando la mujer apoya el cubo en el brocal, antes de que empiece a llenar el cántaro, le dice)

― Anda, llama a tu marido y vuelve.

― No tengo marido.

― Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.

(La mujer lo mira sorprendida)

― Señor, veo que tú eres un profeta.

(Su actitud cambia por completo, ya no lo mira como a un bicho raro ni le habla en broma. Se siente desconcertada y curiosa. Cuando termina de llenar el cántaro mira a la montaña que tiene enfrente, el Garizim, y le comenta).

― Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.

― Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.

(La mujer no se ha enterado de mucho, pero no pide aclaraciones).

― Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.

― Soy yo, el que habla contigo.

            (La mujer lo mira con una mezcla de asombro y miedo. Está a punto de decir algo pero en ese momento comienzan a entrar los discípulos. Coge el cántaro, pero cuando se lo lleva a la cintura, se detiene un momento y lo deja en tierra, junto al pozo. Sale apresurada sin llevárselo.)

Acto II: La mujer y sus paisanos

(La escena se desarrolla en Sicar, pueblecito cercano al pozo. Pocas casas, niños pequeños jugando. La mujer entra corriendo y llama a las vecinas.)

― Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho.

(Una vecina, irónica)

― ¿Todo?

― Sí, todo. Que he tenido cinco maridos.

― ¿Y te ha dicho algo del que tienes ahora?

― Sí. También lo sabe. ¿Será éste el Mesías?

(Comienzan a entrar hombres que vuelven del campo. La mujer les repite lo ocurrido)

― Está en el pozo. Si queréis, vamos a verlo.

(Todos se ponen en marcha)

Acto III: Jesús y los discípulos

            El mismo escenario del primer acto. Jesús sigue sentado en el brocal del pozo. Los discípulos le ofrecen pan y queso, pero no los toca. Ellos se sientan en el suelo y empiezan a comer. Al cabo de un rato, Pedro y Juan se acercan a Jesús.

― Maestro, come.

(Jesús no se dirige a ellos, habla a todo el grupo)

― Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.

(Andrés le comenta a Santiago)

― ¿Le habrá traído alguien de comer?

― Como no haya sido la mujer que estaba aquí cuando llegamos… Pero ésa sólo llevaba un cántaro cuando nos la cruzamos por el camino.

(Jesús oye el comentario y se dirige de nuevo a todos)

― Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.

(Felipe mira a Tomás)

― ¿Te has enterado de algo?

― De nada. Bueno, de lo primero que dijo: que cumplir la voluntad de Dios le alimenta tanto como el pan y el queso.

― Pues tiene mérito. Ya lo quisiera yo para mí.

Acto IV: Jesús y los samaritanos

            Van entrando los habitantes de Sicar con la mujer al frente y rodean a Jesús mientras lo miran con curiosidad. La mujer le habla esta vez con enorme respeto.

            ― Señor, nos gustaría que te quedaras unos días en nuestro pueblo.

            (Jesús los mira con una sonrisa irónica)

― ¿Cómo vosotros, que sois samaritanos, le pedís a un judío que se quede en el pueblo?

― La mujer dice que tú lo sabes todo. Y que la salvación viene de los judíos.

(Jesús guarda silencio mientras los del pueblo lo miran expectantes)

― Está bien. Me quedaré con vosotros dos días.

― ¿No pueden ser más? ¿Tanta prisa tienes?

― Yo no tengo que enseñarlo todo. Como dice el proverbio: «Uno siembra y otro siega». Más adelante vendrán algunos de éstos a recoger el fruto de lo que yo he sudado.

Final

Han pasado los dos días. En el centro de la escena un grupo numeroso de samaritanos rodea a la mujer mientras contemplan cómo Jesús y sus discípulos desaparecen camino de Galilea.

― ¿Llevaba yo razón cuando os dije que podía ser el Mesías?

― Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

COMENTARIO

Los evangelios de los domingos 3º, 4º y 5º de Cuaresma del ciclo A, tomados de san Juan, presentan a Jesús como fuente de agua viva (Samaritana), luz del mundo (ciego de nacimiento) y vida (resurrección de Lázaro). Son tres símbolos de nuestras necesida­des más fuertes (agua, luz, vida), y de cómo Jesús puede llenar­las.

Tres aguadores y tres tipos de agua

Las lecturas del domingo 3º hablan de tres personajes famosos (Jacob, Moisés, Jesús) relacionándolos con el don del agua. En gran parte del mundo, beber un vaso de agua no plantea problemas: basta abrir el grifo o servirse de una jarra. Pero quedan todavía muchos millones de personas que viven la tragedia de la sed y saben el don maravilloso que supone una fuente de agua.

            En el evangelio, la samaritana recuerda que el patriarca Jacob les regaló un pozo espléndido, del que se puede seguir sacando agua después de tantos siglos. En la primera lectura, Moisés sacia la sed del pueblo golpeando la roca. De vuelta al evangelio, Jesús promete un manantial que dura eternamente.

            Aparentemente, el mismo problema y la misma solución. Pero son tres aguas muy distintas: la de Jacob dura siglos, pero no calma la sed; la de Moisés sacia la sed por poco tiempo, en un momento concreto; la de Jesús sacia una sed muy distinta, brota de él y se transforma en fuente dentro de la samaritana. Este milagro es infinitamente superior al de Moisés: por eso la samaritana, cuando termina de hablar con Jesús, deja el cántaro en el pozo y marcha al pueblo. Ya no necesita esa agua que es preciso recoger cada día, Jesús le ha regalado un manantial interior.

Interpretación histórica y comunitaria

            Quizá la intención primaria del relato era explicar cómo se formó la primera comunidad cristiana en Samaria. Aquella región era despreciada por los judíos, que la consideraban corrompida por multitud de cultos paganos. De hecho, en el siglo VIII a.C., los asirios deportaron a numerosos samaritanos y los sustituyeron por cinco pueblos que introdujeron allí a sus dioses (2 Reyes 17,30-31); serían los cinco maridos que tuvo anteriormente la samaritana, y el sexto (“el que tienes ahora no es tu marido”) sería Zeus, introducido más tarde por los griegos. Sin embargo, mientras los judíos odian y desprecian a los samaritanos, Jesús se presenta en su región y él mismo funda allí la primera comunidad. Los samaritanos terminan aceptándolo y le dan un título típico de ellos, que sólo se usa aquí en el Nuevo Testamento: «el Salvador del mundo». En esa primera comunidad samaritana se cumple lo que dice Jesús a los discípulos: «uno es el que siembra, otro el que siega». Él mismo fue el sembrador, y los misioneros posteriores recogieron el fruto de su actividad. Y en esa labor misionera tendría especial valor la actividad de aquella mujer que puso en contacto a sus paisanos con la persona de Jesús.

Interpretación individual

            Pero el mensaje de este evangelio no se limita a esta interpretación. Hay dos detalles que obligan a completar la lectura comunitaria con una lectura más personal. El primero es la curiosa referencia al cántaro de la samaritana. Lo ha traído para buscar agua, pero al final, después de hablar con Jesús, lo deja en el pozo. Jesús le ha dado un agua distinta, que se ha convertido dentro de ella en un manantial. El segundo detalle es la relación estrecha entre la promesa de Jesús de dar agua, su invitación posterior, durante la fiesta en Jerusalén: «el que tenga sed, que venga a mí y beba» (Juan 7,37-38), y lo que ocurre en el calvario, cuando lo atraviesan con la lanza y de su costado brota sangre y agua (Juan 19,34). El tema central no es ahora la fundación de una comunidad, sino la relación estrecha de cualquier creyente con él. La persona que tiene su sed material cubierta, aunque sea con el esfuerzo diario de buscarse el agua, pero que siente una distinta, una insatisfacción que sólo se llena mediante el contacto directo con Jesús y la fe en él.

Otra agua y otro pan

            Un último detalle sobre la enorme riqueza simbólica de este episodio. La samaritana se olvida de beber. Jesús se olvida de comer. Aunque los discípulos le animen a hacerlo, él tiene otro alimento, igual que la mujer tiene otra agua.

            ¿Cuál es esa agua que Jesús ha dado a la samaritana? Releyendo el relato, se advierte que la mujer va cambiando su imagen de Jesús. Al principio lo considera un simple judío, que no le merece gran respeto. Luego lo descubre como profeta, conocedor de cosas ocultas. Más tarde se pregunta si no será el Mesías, alguien que merece toda su consideración, aunque destruya sus convicciones religiosas precedentes; alguien que le revela la recta relación con Dios.

            En el Antiguo Testamento se usa a veces la metáfora de la sed y del agua para expresar el deseo de Dios: «Como suspira la cierva por las corrientes de agua, así suspira mi alma por ti, Dios mío» (Sal 42). Ese nuevo conocimiento de Dios y de Jesús es el agua que se ha llevado la samaritana, la que no necesita el viejo cántaro, que puede quedar olvidado junto al pozo de Jacob.

Tres policías mueren por salvar a un borracho (Romanos 5,1-2.5-8)

            Ocurrió en La Coruña en la madrugada del 27 de enero de 2012, cuando un universitario eslovaco, con más cubatas de la cuenta, se empeñó en bañarse por la noche en la playa a pesar de que las condiciones del mar lo desaconsejaban. Cuando se estaba ahogando, tres policías se lanzaron al agua para salvarlo. Los tres murieron ahogados, igual que el muchacho. Me indignan estas personas irresponsables que ocasionan la muerte de gente inocente, mejores que ellos.

            Pero este hecho me trae a la memoria las palabras de Pablo en la segunda lectura: «Por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros». Nosotros nos parecemos al universitario borracho; si arriesgamos estúpidamente nuestra vida, nadie debe perder la suya por salvarnos. Sin embargo, eso es precisamente lo que hizo Jesús y lo que celebraremos en la próxima fiesta de Pascua. Algo que nunca podremos agradecer debidamente.

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Tercer Domingo de Cuaresma. 12 Marzo, 2020

Domingo, 12 de marzo de 2023
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«Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que quienes quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.

Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.”

(Jn 4,’5-42)

Damos un paso más en este camino de la Cuaresma y dejamos atrás el monte, el día de retiro y convivencia, el día de intimidad y experiencia de Dios.

El evangelio de este domingo nos planta en medio de Sicar, un pueblo de Samaría. Junto a un manantial a una hora tranquila. El paisaje de hoy es un encuentro.

Un hombre junto a un pozo y una mujer con un cántaro. Jesús que, una vez más, se ha querido quedar solo. Dice el texto que estaba cansado del camino.

Quizá también nosotras a estas alturas de la Cuaresma también necesitamos sentarnos junto a un pozo y descansar. Y si además de descansar llega alguien que nos puede dar un poco de agua todavía mejor.

Así pasó aquella tarde. Jesús cansado junto al pozo ve llegar a una mujer y le pide de beber. Provoca un encuentro. Se cuela en la vida de esta mujer y la transforma.

Todo el diálogo entre Jesús y la mujer es precioso y profundo, daría para muchas páginas de reflexión, pero sobre todo, para muchos ratos de oración. Nos introduce de lleno en esa manera de adorar a Dios en espíritu y en verdad.

Una manera de relacionarnos con Dios que supera y trasciende geografías, culturas e incluso religiones. Que desborda leyes, preceptos y normas.

El Dios que nos anuncia Jesús se nos escapa del Templo y sobre todo de sus mentiras y anda de pueblo en pueblo, de corazón en corazón con la verdad desnuda.

Oración

Danos, Trinidad Santa, el agua de tu Espíritu, el agua de la verdad que apaga nuestra sed. Amén

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Ni en este monte, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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 samaritanaDOMINGO 3º DE CUARESMA (A) Jn 4,5-42

Hoy y los dos próximos domingos vamos a leer evangelios de Juan: La Samaritana, el ciego de nacimiento y Lázaro. El “yo soy” de Juan, se repite en los tres: yo soy agua viva, soy luz, soy vida. Todo son símbolos que quiere trasmitirnos la teología, más avanzada del NT. El relato de hoy es una catequesis que invita al seguimiento de Jesús como dador de Vida. Ni en este templo, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo se puede dar el verdadero culto a Dios. Nuestro culto es idolatría.

Jesús se encuentra de paso por Samaria. Samaria y Galilea eran una misma nación antes de su división. Aunque tenían los mismos antecedentes religiosos, su trayectoria había sido muy distinta. Por eso, los samaritanos eran despreciados por los judíos como herejes. El peor insulto para un judío era llamarle samaritano.

Jesús va ocupar el lugar del pozo. Él es el agua viva, que va a sustituir la Ley y el Templo. La sustitución de Templo y Ley por Jesús es la clave de todo el relato. La mujer no tiene nombre, representa la región de Samaría que va a apagar su sed en la tradición. Jesús está solo. Se trata del encuentro del Mesías con Samaría, la infiel. El profeta Oseas de Samaría había denunciado la prostitución de esta tierra.

Jesús toma la iniciativa y pide de beber a la Samaritana. Se acerca a la mujer implorando ayuda. Ella tiene lo que a él le falta y necesita, el agua. Es lógica la extrañeza de la mujer. Jesús acaba de derribar una doble barrera: la que separaba a judíos y samaritanos y la que separaba a hombres de mujeres. Se presenta como un ser humano sin pretensiones. Reconoce que una mujer puede aportarle algo.

Jesús le ha pedido un favor, pero es para corresponder con otro mucho mayor. Jesús se muestra por encima de las circunstancias que separan a judíos y samaritanos; se niega a reconocer la división, causada por las ideologías religiosas. La mujer no conoce más agua que la del pozo (la ley) que solo se puede conseguir con el esfuerzo humano. No ha descubierto que existe un don de Dios gratuito.

El agua-Espíritu que da Jesús se convierte en manantial que continuamente da Vida. Esa Vida contiene la energía suficiente para desarrollar a cada ser humano desde su dimensión personal más profunda. No se trata de añadidos externos (Ley). El Hombre recibe Vida en lo profundo de su ser. Como el agua hay que extraerla del pozo, el agua del Espíritu hay que sacarla de lo hondo de uno mismo.

La dificultad de comprender el mensaje está muy bien expresada con el equívoco que se mantiene durante la conversación. Juan es un experto en la utilización de la falsa comprensión de un aserto para insistir en la explicación. Jesús habla de la Vida y la Samaritana habla del agua para beber. La mejor demostración de que mantenemos la ambivalencia es que la primera lectura es el pasaje del Éxodo donde la prueba de que Dios está con el pueblo es que les dé agua para beber.

El sentido de los versículos, que se refieren a los maridos, hay que buscarlo en el trasfondo profético, que nos lleva a la infiel relación de Samaría con Dios. En Os 1,2 la prostituta y en Os 3,1 la adúltera, son la imagen del reino de Israel que tenía a Samaría como capital. Su prostitución consistía en haber abandonado a Dios, con el que había hecho una ‘alianza’ y haberse ido detrás de cinco ídolos.

Los samaritanos eran descendientes de dos grupos: a) resto de los israelitas que no fueron deportados cuando cayó el reino del norte en el 722 a, C.: b) Colonos extranjeros traídos de Babilonia y Media por los conquistadores. Estos trajeron sus dioses que, con el tiempo, fueron aceptados por todos de los habitantes.

El número 5 es simbólico: Los samaritanos admitían solo los 5 libros del Pentateuco. Los colonos traídos por los asirios eran de 5 ciudades y de cada una habían traído su propio dios. En 2 Re 17,24 se mencionan 5 ermitas en Samaría. Se usaba el término “Ba´al” (señor) para designar al esposo. Samaría ha tenido cinco dioses, y el que tiene ahora (Yahvé) al compartirlo, tampoco es su dios.

Samaría se ha entregado a otros maridos-señores-dioses. Está alejada de Yahvé. Debe recuperar su verdadero esposo (Dios). Os 2,18: “Aquel día… me llamarás esposo mío, ya no me llamarás baal mío. Le apartaré de la boca los nombres de los baales”. Jesús le dice que su culto está prostituido. Ella pasa al tema del templo.

En Jesús se personifica la actitud de Dios que no ha roto con Samaria, sino que la busca. El agua tradicional (Ley) no había conseguido apagar la sed del pueblo que seguía buscando. La búsqueda le había llevado a la multiplicidad de maridos-señores-dioses. El agua que da Jesús es el encuentro definitivo con Yahvé.

La Samaritana descubre que Jesús es un profeta. La imagen de profeta que tiene la mujer es la de (Dt 18,15) profeta semejante a Moisés (Taheb) que restauraría el verdadero culto. La mujer sigue aferrada a la tradición “nuestros padres”. Piensa que hay que encontrar la solución sin salir de lo antiguo, que es la única realidad que conoce. No ha descubierto aún la novedad de la oferta de Jesús.

Jesús parte de una perspectiva muy distinta. También el templo de Jerusalén está prostituido. Las dos alternativas son equivocadas. Su oferta es algo nuevo. Se trata de un cambio radical. Jesús mismo será el lugar de encuentro con Dios. Dios adquiere un nombre nuevo: “Padre“. Esta paternidad excluye privilegios. Esta relación con Dios directa, sin intermediarios, hará posible la unidad.

“Dios es Espíritu”. Debemos tener en cuenta que ‘Espíritu’, desde la mentalidad griega, significa simplemente un ser no material. Desde la mentalidad judía, tiene una gama de significados mucho más rica. Significa que Dios es fuerza, dinamismo de amor, Vida. El agua viva es la experiencia constante de la presencia y el amor del Padre. Padre, porque comunica su Vida, trasformando al hombre en Espíritu.

El culto antiguo exigía del hombre una renuncia de sí. Era una humillación ante un Dios soberano. El nuevo culto no humilla, sino que eleva al hombre, haciéndole al Padre. El culto antiguo subrayaba la distancia; el nuevo la suprime. Dios no necesita ni espera dones. Los samaritanos aceptan a Jesús y le piden que se quede un tiempo con ellos. Los herejes están más cerca de Dios que los ortodoxos judíos.

Meditación

Dios es todo Espíritu y solo Espíritu.
Como Espíritu (Neuma, Ruaj) está difundido por toda la realidad.
Adorarle en espíritu, es tomar conciencia de lo que es en nosotros.
Es experimentarlo como el aspecto fundamental de nuestro ser.
Como verdadero centro del ser, irradia el resto de nuestro ser.
Como Absoluto, nos invade, identificarnos con él.

Para profundizar

1) Ni en Garicín ni en Jerusalén ni en Roma ni en la Meca ni en Prado Nuevo,
nuestro culto sigue siendo idolátrico.
Seguimos cosificando y localizando a Dios.
2) Dios es Espíritu. No es un espíritu más.
Es el Único Espíritu que lo llena todo.
Es la Única Realidad. Lo que no es Realidad es apariencia.
Yo mismo soy esa Realidad y nunca dejaré de serlo.
Lo que creo ser, es una ilusión que me he creado.
3) No tiene sentido buscar lo que siempre he sido.
Si creo que lo he encontrado, me he fabricado el ídolo.
4) Soy el pez que busca desesperadamente el océano.
Soy la ola que nunca deja de ser mar.
Si me considero ola, pensaré que nada sería sin el mar.
5) Nunca podrás conseguir lo que ya eres.
Esta es la mayor trampa de la espiritualidad.
Nunca vas a ser más de lo que en este instante eres.
6) Abandona toda búsqueda y queda donde estás.
Toma conciencia de que eres el Absoluto sin limitaciones.
Vive la Realidad que eres sin complejos ni miedos.
7) Abandona todos tus proyectos y programaciones.
En este instante eres lo que siempre has sido y lo que siempre serás.
No existe ningún dios-ídolo que te pueda dar nada.
8) No esperes nada porque tu vaso está colmado.
Derrámate en los demás sin miedo, nunca podrás ser menos.
Nunca más sientas sed porque el Agua Viva te llena.
9) Confía en lo que eres y no en lo que puedes llegar a ser.
Vive en la paz absoluta porque nada ni nadie te puede aniquilar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Palabra y eucaristía.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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SAMARITANA_Y_JESUSJn 4, 5-42

«El que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed»

Con este signo, Juan nos viene a decir que tan importante como es el agua para la vida normal, lo es Jesús para la vida humana. Jesús es el agua, Jesús es la Palabra que nos conforta y da sabor a nuestra vida; la que se convierte en la luz para que no tropecemos y en alimento para el camino; la que nos anima a tener esperanza a pesar de la muerte… la que está concebida para llevar al mundo a su plenitud.

Hoy el mundo está herido de muerte, y el simple sentido común nos permite afirmar que sus criterios acabarán de rematarlo. El cambio climático es ya una certeza que avanza a mucha más velocidad que la pronosticada en los peores augurios, y con él, las sequías, las pérdidas de cosechas, la destrucción de los fondos marinos, la escasez de recursos necesarios para la vida, las migraciones masivas, los conflictos para acceder a esos recursos… el hambre… la muerte…

Y no solo eso, porque las relaciones humanas también están sumidas en una crisis profunda y angustiosa. La deshumanización de nuestra sociedad, la mercantilización de toda actividad humana, la sacralización de la cultura de la muerte y el conflicto, el deterioro de la convivencia o la desigualdad trágica que lleva a unos a derrochar y a otros a morir de hambre, son hechos que nos deben hacer reflexionar, porque en lugar de mejorar, van a peor, y a un ritmo que nos produce vértigo.

También nos dice el sentido común que los criterios de Jesús pueden librar al mundo del desastre al que parece abocado, y en esta coyuntura, los cristianos podemos optar por alinearnos con el mundo, o ponernos de perfil, o ser fieles a nuestro compromiso con la misión y empezar a dar testimonio en serio de los criterios evangélicos. Pero para poder hacerlo debemos estar guiados y alimentados por la Palabra; dispuestos a responder a ella… y esto implica que primero debemos conocerla. El problema es que hemos dinamitado los cauces de transmisión de la Palabra y corremos el riesgo de que se convierta en patrimonio de media docena de eruditos iniciados.

Hubo un tiempo, y no lejano, en que el contacto de los cristianos con la Palabra era permanente, porque cada domingo asistían a la eucaristía y allí se leía el evangelio y se comentaba. Y eso se manifestaba en sus vidas. Había una forma específicamente cristiana de vivir que todo el mundo identificaba como tal y que, sin duda, contribuía a humanizar el mundo. Pero en un momento dado, la eucaristía dejó de constituir el centro de la vida cristiana, los templos se vaciaron, se perdió el contacto con la Palabra, y esa actitud de servicio motivada por la relación permanente con ella dejó de ser la norma para convertirse en excepción.

Tampoco está funcionando la cadena secular de transmisión de la Palabra de padres a hijos porque los padres la desconocen. Por eso necesitamos recuperar la eucaristía por encima de todo; y si ya no nos sirven los argumentos de antaño, procuremos recuperar sus orígenes. La vida de las primeras comunidades cristianas giraba en torno a “la cena del Señor”. Allí se reunían, se confortaban mutuamente, atendían las necesidades, leían la Palabra… y eran contagiosos, y en su seno no había pobres.

Oímos hablar de muchos y variados problemas de la Iglesia, pero muy poco, o nada, de la amenaza real de la pérdida de la Palabra, y quizás sería oportuno hacerse esta pregunta: ¿No estaremos colando el mosquito y tragándonos el camello?

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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La samaritana y Jesús. Un encuentro más allá de lo esperado.

Domingo, 12 de marzo de 2023
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Jesús-enseña-a-una-mujer-Samaritana1Juan 4, 1-41

El evangelio de Juan, antes de narrar el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, informa de que Jesús había abandonado el territorio de Judea y se volvía a Galilea debido a la incomprensión que había experimentado por parte de quienes se aferraban a las cosas tal como habían sido siempre y no querían abrirse a la novedad que él proclamaba (Jn 3, 22-4, 3). Por eso, para seguir posibilitando que su mensaje siga siendo Buena Noticia para todas y todos, se pone de nuevo en camino.

Al atravesar la región de Samaria, hizo una parada en Sicar junto al pozo de Jacob donde una mujer de la zona llegó a coger agua (Jn 4, 7). Como judío, Jesús se encuentra en un lugar poco seguro, pues judíos y samaritanos estaban enfrentados por su diversa manera de entender la común religión (Jn 4, 9). El diálogo comienza a partir de una sencilla petición de Jesús: dame de beber, presentándose así ante la mujer sin prejuicios y expresando con sencillez su necesidad (Jn 4,7).

A la mujer le sorprende la osadía de Jesús y se lo hace saber: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Jn 4, 9). Estas palabras traducen con nitidez los obstáculos que las formas estáticas de pensar y de actuar generan en el encuentro entre los seres humanos y la prevención instintiva que nos produce lo diferente, lo que no responde a lo que consideramos adecuado o válido.  Jesús, por su parte, con su sencilla petición le propone “cambiar las reglas del juego” e iniciar un diálogo desde otra perspectiva, con nuevas preguntas y respuestas insospechadas.

Jesús no justifica su atrevimiento, sino que la desafía de nuevo, cuestionándole su modo condicionado de ver a Dios y su incapacidad para ver la novedad que podía surgir en el encuentro: “¡Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice ‘dame de beber’, tú le habrías pedido y te habría dado agua viva!” (Jn 4, 10).

La samaritana tiene dificultad para comprender las palabras de Jesús porque no es capaz de ubicarlas en ningún lugar conocido. Ella solo puede interpretarlas desde su tradición y su cotidianeidad: “Señor, no tienes cubo y el pozo es profundo, ¿de dónde sacas agua viva? ¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob, que nos legó este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños?” (Jn 4, 11-12). Pero el Dios que se revela en Jesús es don, gratuidad, derroche… vida que no se deja atrapar en “los pozos” donde siempre hemos ido a beber, en los que saciamos nuestras preguntas, refrescamos nuestras ideas y conceptos  y abrevamos nuestras costumbres y rituales cada día. Jesús cuestiona ese modo de proceder y nos invita a dirigirnos al manantial donde todo fluye y nada se estanca, a ese manantial que “brota para producir vida eterna” (Jn 4, 13-14), porque lo propio de Dios no es la eterna estabilidad sino el continuo dinamismo que nos acoge en nuestras circunstancias, en el crecimiento y el límite, en los avances y retrocesos.

La mujer por fin descubre el valor de la propuesta de Jesús y la desea, pero busca recibirla desde fuera, que sea otro el que se la proporcione: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla”  (Jn 4, 15). Pero Jesús la invita a hacer un camino interior, personal acogiéndola sin prejuicios, sin culpabilidades (Jn 4, 16-18). El dialogo con él la va llevando a encontrarse consigo misma, con sus heridas, con sus miedos, pero también con sus posibilidades y riqueza. Poco a poco va descubriendo en Jesús un horizonte más amplio para su existencia y se atreve a hacerle la pregunta, que le permitirá abrirse a una nueva conciencia no sólo de sí misma sino del Dios que la sustenta: “Señor, veo que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, pero vosotros decís que el sitio donde hay que adorar está en Jerusalén” (Jn 4, 19-20).

En su respuesta Jesús le ofrece algo más de lo que ella esperaba, invitándola a buscar a Dios más allá de los espacios acostumbrados, de las fronteras que separan lo sagrado de lo profano. Ella le interroga sobre el lugar adecuado para Dios en la historia y él le propone encontrarlo en “espíritu y verdad” (Jn 4, 21-24), es decir, en el camino de la vida, a través de los procesos de discernimiento, desde una nueva conciencia más holística del mundo y del cosmos.

Las palabras de Jesús, leídas desde nuestro hoy, no solo denuncian la falsedad de una religión centrada en sus propias seguridades, sino que está proponiendo una nueva experiencia religiosa que, sustentada en el dinamismo creador de la Ruah de Dios, nos impulsa a salir de lo conocido para abrirnos a acoger las semillas del Reino que preñan nuestro mundo y nos sostiene para vivir en él como agentes transformadores y corresponsables de su presente y de su futuro.

La samaritana, a través del encuentro con Jesús, descubre lo más auténtico de sí misma y es capaz de conocer a Jesús de forma diferente, creer en él con una fe renovada. Su descubrimiento la dinamiza y le hace abandonar el pozo y su cántaro y regresar a su ciudad, con una mirada nueva y una palabra de anuncio (Jn 4, 28-29).

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Lo que apaga la sed

Domingo, 12 de marzo de 2023
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F28B6875-9AC9-40D6-8D20-7C433101AD15Domingo III de Cuaresma 

12 marzo 2023

Jn 4, 5-26

En este hermoso relato, seguramente creado por el autor del evangelio, se pone en boca de Jesús una afirmación sorprendente: ofrece un agua que apaga la sed de modo definitivo. ¿Qué agua es esa?

Como sabemos, la sed habla del anhelo humano -el humano es un ser anhelante- y el agua se refiere a la plenitud que puede saciarlo y, también, al modo de alcanzarla.

La enseñanza religiosa cristiana ha entendido que la plenitud se alcanzaba gracias a la fe en Jesús. Él sería el único salvador y el portador de aquella agua “que salta hasta la vida eterna”. Lo cual encaja bien con una creencia humana bastante generalizada, sobre todo en la época en que se escribe el evangelio, según la cual, la respuesta a nuestro anhelo debemos buscarla fuera, en un dios que nos salve. Creencia que conecta de modo inmediato con lo que es la experiencia infantil.

Sin embargo, parece claro que no hay “algo” -ningún objeto, ni siquiera divino- que sacie nuestro anhelo y mucho menos que venga de “fuera” (¿de dónde?). Nuestra plenitud no es algo ni viene del exterior. Nuestra plenitud consiste en ser lo que somos y el camino para verla es la comprensión.

Lo que apaga la sed de modo definitivo es la comprensión experiencial de lo que somos. Una vez comprendido, todo se ilumina, ya estamos en casa. Luego habrá de continuar nuestra existencia cotidiana, con todas las limitaciones que conlleva, pero habrá cambiado algo decisivo.

A falta de esa comprensión, vivimos entre brumas de creencias, atados en todo caso a la suerte del yo, con el que nos habíamos identificado. La comprensión nos permite caer en la cuenta de que no somos el yo -otro objeto más dentro del campo de la consciencia-, sino la consciencia misma, siempre a salvo.

Seguiremos viendo cómo el yo -nuestro cuerpo, mente y psiquismo- sigue sintiéndose afectado por lo que nos sucede: somos seres sintientes. Pero estaremos capacitados para vivirlo desde la comprensión que nos desvela que nuestra verdadera identidad -una con la vida y con la Totalidad- es inafectada. La comprensión nos habrá regalado plenitud y la clave para vivir con acierto.

¿Dónde busco la respuesta a mi anhelo profundo?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra, (Luis Rosales)

Domingo, 12 de marzo de 2023
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samaritan-woman-with-jesusDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01. La sed

    Este tercer domingo de cuaresma nos ofrece en la primera lectura y en el Evangelio el tema de la sed y el agua del ser humano.

    El relato del encuentro de Jesús con la samaritana es una larga y densa catequesis de San Juan sobre el Yo soy. En este caso “Yo soy” el agua con la que ya no tendremos más sed.

La sed de la samaritana y la de Jesús es la misma sed de todo ser humano: es nuestra insatisfacción radical que no puede ser saciada por nada humano.

En forma más oracional podemos leer en la Biblia: tenemos “sed del Dios vivo” (Salmo 42,3), sed que brota en nuestra tierra reseca, angostada, sin agua, (Salmo 63,2).

    Tenemos una gran sed de vida, de felicidad, de infinitud.

Cuando vemos esos grupos de jóvenes que salen de la discoteca al amanecer, son como un reflejo de la sed de la samaritana y de todo ser humano. Cuando vemos los aeropuertos abarrotados de turistas, algo de eso es la sed de felicidad humana.

    También podríamos decir que tenemos sed de Dios, ya que nuestra sed solamente se sacia con el Absoluto.

    Fácilmente podríamos también eludir la cuestión y decir que mucha gente no cree en Dios y vive. Es verdad, pero “con reparos”.

    ¿Tendría razón el filósofo francés JP Sartre (1905-1980) cuando decía que el hombre es una pasión inútil, una sed inútil? Buscamos pero no nos satisfacemos con nada.

Sin embargo es verdad que el agua no existe porque yo tenga sed, pero el agua existe. También existe un agua que satisface la sed infinita del corazón humano.

02.- ¿Con qué satisfacemos nuestra sed?

También nosotros acudimos como la samaritana al “pozo de Jacob”. El pozo de Jacob significaba mucho en Israel: era la memoria histórica del pueblo. Israel era ya un pueblo milenario y el pozo de Jacob era uno de los símbolos de la nación y de la ley.

(El Pozo de Jacob era el símbolo de la unidad nacional judía, la ley, algo así como un signo del Parlamento actual).

Pero el que vuelva a beber, quien o cuando pretendemos saciar nuestra sed de absoluto con agua del Pozo de Jacob, de la política, de los parlamentos, del consumismo, etc., volvemos a tener sed.

Quizás pretendemos saciar nuestra sed con los cinco maridos, que no es una cuestión matrimonial, sino que son los cinco ídolos (baales) a los que adoraban los samaritanos (Samaria). Tales ídolos-maridos pueden ser hoy en día el dinero, el placer, el racismo, el Imperio, etc… Pero volvemos a tener sed

Nosotros acudimos compulsivamente como la samaritana a beber del agua de los esquemas de vida –de las instituciones- de los esquemas culturales en que la sociedad y los grupos religiosos nos insertan. Seguimos acudiendo al “pozo de Jacob” del dinero, de una vida en dispersión, consumista, a un consumo capitalista, también religioso.

El ser humano no puede vivir humanamente de cualquier agua y de cualquier pan.

¿Con qué agua nos saciamos? ¿De qué pan nos alimentamos en la vida?

Hace unos días decía el premio Nobel de física, Albert Fert en el periódico “El Diario Vasco” que: “estamos creando una generación más educada, pero más insatisfecha”. Es posible que las nuevas generaciones sepan más que las anteriores, pero la insatisfacción y la sed es mayor y se refleja en el estilo de vida, en los trastornos mentales (Osakidetza), en el alto índice de suicidios.

Estamos llenando la vida de ídolos, que no satisfacen.

La sed de la samaritana es una constante en la humanidad.

El que beba de esa agua, volverá a tener sed.

03.- JesuCristo el agua de vida eterna.

Jesús se sienta en el brocal del pozo de Jacob.

Las instituciones político, eclesiásticas, culturales pretenden arrogarse la posesión del agua” que satisfaga las masas. Sin embargo el pueblo, el ser humano sigue teniendo sed. Ninguna institución puede sustituir el agua definitiva, Cristo.

Jesús se remonta hasta los orígenes de Israel y evoca el Éxodo:

  • Vuestros padres comieron del maná y murieron.
  • El que beba del agua de estas instituciones volverá a tener sed.

Jesús trata de centrar a la samaritana en Dios, intenta que aquella mujer –como todos nosotros- calme su sed con el agua de Dios que salta hasta la vida eterna.

04  Xto es el agua de vida eterna.

    El relato  de la samaritana nos muestra el proceso de esta mujer para llegar al agua de vida eterna. El texto va in crescendo y la samaritana dice que Jesús es

Jn 4,9     Tú, que eres judío… (Jesús hombre judío)

4,11.15 Señor (Kyrie)

4,19    Profeta.

4,25    Mesías.

4,26    YO SOY, el que habla contigo.

El agua de vida eterna no es el Pozo de Jacob, ni tan siquiera el Templo de Jerusalén / Garizim (Samaria), ni el sistema eclesiástico, ni el mero desarrollo económico, sino que el agua es Cristo y a él llegamos no en este templo de Garizím o Jerusalén o tal catedral, sino que al agua de vida eterna llegamos en espíritu y verdad, siendo honestos, honrados de la vida.

    Jesús se muestra como el agua de vida: Soy yo, el que habla contigo.

    Jesús se muestra como: “Yo soy” (v 26).

    Estamos ante la densa teología de san Juan que presenta a Cristo como Yo soy: el pan, el agua, la luz, el camino, la resurrección, el buen pastor, etc.

    Cristo es el salvador del mundo. (Jn 4,41).

    Es importante en la vida sentir sed, es importante buscar el agua viva, y es importante que lleguemos a las fuentes de donde brota esa agua.

    Resulta un tanto llamativo en el evangelio de San Juan que, quien es el agua de vida eterna, termine en la cruz diciendo: Tengo sed. Y de su costado brotó sangre de redención y agua de vida…

    Quizás puede brotar en nosotros la humilde oración de la samaritana: Señor, dame siempre de esa agua para que no vuelva a tener más sed. Tenemos sed, queremos vivir bien, ser felices, pero no acertamos. Es natural que nos acerquemos a fuentes y “pozos de Jacob”, que no sacian nuestra sed: Señor, dame de beber. Conduce nuestras vidas hacia fuentes tranquilas, (Salmo 22).

 

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Nuevo simposio presenta perspectivas de jóvenes teólogos LGBTQ+ sobre teología política

Sábado, 26 de noviembre de 2022
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18ADBCF1-8D77-4F1F-99BE-A2DD0C4AB8B8Hans Memling – El martirio de San Sebastián

Un nuevo simposio en línea lucha con la pregunta: “¿Cómo cambiaría la ética y la teología política católica romana si se tomaran en serio las experiencias y el pensamiento de los católicos queer?”

El simposio se estrenó en el sitio web de la Political Theology Network’s – Red de Teología Política y fue convocado por Adam Beyt, Profesor Asistente Visitante de Teología y Estudios Religiosos en Saint Norbert College, Wisconsin. Los cinco ensayos del simposio provienen de una nueva generación de teólogos católicos queer. Al presentar los ensayos, Beyt observa que mientras la comunidad LGBTQ+ avanza a pasos agigantados hacia el progreso a nivel mundial, los católicos queer siguen marginados. Tales católicos están atrapados en la tensión de la iglesia entre su tradición de justicia social y su tradición de ética sexual/de género. Adam Beyt describe esta liminalidad:

“Por un lado, las autoridades eclesiales proclaman apoyar y defender la dignidad humana inherente de los católicos queer. Por otro lado, las configuraciones relacionales que muchos persiguen, las identidades de género que muchos habitan o sus formas de expresión de género son castigadas como desviadas de una descripción católica de la humanidad, a veces por medio de la ley natural”.

En lugar de discutir si los católicos LGBTQ+ deberían ser incluidos en la iglesia, el simposio simplemente asume que los católicos LGBTQ+ ya están incluidos y considerados activamente. Los autores rechazan “el mundo actual tal como es y, de hecho, partes de la tradición católica tal como ha sido descrita por muchos dentro de la Iglesia” y miran hacia el futuro de la Iglesia. Beyt dice que varios autores sostienen que “los deseos queer, las experiencias encarnadas, reflejan la belleza, la gloria y la gracia de Dios a través de la transformación social”.

Al enfatizar el rico futuro que la teoría y las experiencias queer pueden aportar a un enfoque católico romano de la vida política y social, los autores brindan una visión de los temas clásicos de las enseñanzas sociales de la iglesia, como la dignidad humana y el bien común. Sin embargo, como describe Adam Beyt, los autores favorecen “nuevos enfoques para el amor radical y la transformación social que se alinea con el Reino de Dios, la nueva comunidad humana esperada anunciada por la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret”.

Dado el alcance de este simposio para ayudar a que la iglesia avance hacia un futuro mejor, los autores reflejan antecedentes diversos que podrían dar forma al trabajo teológico por venir. Beyt escribe:

“Las contribuciones provienen de una variedad multirracial de autores abiertamente homosexuales y católicos. Para enfatizar aún más la idea del “futuro”, todos los colaboradores están en la escuela de posgrado o al principio de sus carreras. Todos los autores ingresaron a la academia varias décadas en la popularización de la teología queer y los enfoques metodológicos queer para el estudio de la religión. Los temas de este simposio cubren áreas que incluyen la escatología, la colonialidad, la ética de la virtud, la encarnación, la política de identidad, el culto a los santos, la teología de la liberación y la ley natural. Los ensayos demuestran las profundas contribuciones políticas y teológicas de las muchas voces queer presentes dentro de la Iglesia”.

Los autores incluyen varios teólogos que han escrito anteriormente para Bondings 2.0, y puede leer sus contribuciones haciendo clic en el nombre de un autor. Puede leer su artículo sobre Teología política haciendo clic en el título del artículo. Estos teólogos incluyen:

Xavier M. Montecel, profesor asistente en St. Mary’s University, Texas, quien escribe sobre “Queer Visions of Virtue Ethics.” (“Visiones queer de la ética de la virtud”).

Barbara Anne Kozee, estudiante de doctorado en ética teológica en Boston College, quien escribe sobre Queer Liberation and the Limits of Identity Politics.”(“La liberación queer y los límites de la política de identidad”).

Craig A. Ford, Jr., profesor asistente en St. Norbert College, Wisconsin, quien escribe sobre “Black Queer Natural Law: On Brownness and Disidentification.”  (“Ley natural negra queer: sobre lo moreno y la disidentificación“).

El simposio también incluye contribuciones del propio Beyt sobren “Butler, Norms, and Mystical-Political Hope,” (“Butler, Norms, and Mystical-Political Hope”) y Flora x. Tang, estudiante de doctorado en la Universidad de Notre Dame, sobre “What Queer Theory Taught Me About the Saints.” (“Lo que la teoría queer me enseñó sobre los santos”@). 

Puede leer todos los ensayos en Teología política haciendo clic aquí.

—Bobby Nichols (él/él), New Ways Ministry, 19 de noviembre de 2022

Fuente New Ways Ministry

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La teología católica negra puede romper el estancamiento de la iglesia en temas LGBTQ+

Viernes, 28 de octubre de 2022
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DrFord cEl teólogo Craig Ford Jr. ha escrito un ensayo en el sitio web de Catholic Theological Ethics in the World Church  (Ética Teológica Católica en la Iglesia Mundial) en el que analiza cómo los problemas LGBTQ+ pueden verse a través de una lente católica afroamericana.

Ford señala en el ensayo que el diálogo católico en torno a los temas LGBTQ+ se ha vuelto menos centrado en la investigación ética y más enfocado en las divisiones políticas dentro de la iglesia: Explica:

“[E] s cada vez más el caso de que el discurso ético dentro de nuestra Iglesia está cada vez más colonizado por la naturaleza polarizada de nuestro discurso político. El diálogo es tenso, sobre todo porque las definiciones que aportamos a los valores fundamentales del Evangelio divergen. Cuando decimos que ‘amamos’ a los miembros de la comunidad LGBTQ+, por ejemplo, ¿este amor requiere la aceptación de su propia autocomprensión y la de sus familias, o el amor significa algo así como ‘amar al pecador, pero odiando el pecado’? . . .

“Hacer este tipo de preguntas es lo que me ha llevado a cambiar mi atención de pensar solo en producir argumentos sobre cuestiones éticas a pensar críticamente sobre las circunstancias que rodean nuestro propio discurso ético. ¿Cuáles son los hechos sobre el terreno que generan el contexto en el que producimos nuestros argumentos éticos?”.

Ford argumenta que la teología católica negra, que entiende cómo es para los eruditos blancos comentar sobre las vidas de los negros, arroja luz sobre la forma en que los líderes cristianos de generaciones pasadas fueron moldeados de manera similar por su falta de compromiso con aquellos que no compartían sus cosmovisiones o ideas. experiencias. Comienza con el ejemplo de la enseñanza actual de la iglesia institucional sobre la homosexualidad, que está informada por la teología de la complementariedad de género del Papa Juan Pablo II. Esta teología, señala Ford, conduce al “… juicio de que los actos homosexuales son gravemente pecaminosos porque ofenden esta complementariedad”.

Ford encuentra esta perspectiva problemática desde la perspectiva del pensamiento católico negro, y lucha específicamente con la forma en que una teología de la complementariedad de género requiere que las personas LGBTQ+ asuman una forma única de sufrimiento que no se requiere de los demás. Él lee ambos temas de sexualidad y género a través de esta lente católica negra, escribiendo primero:

“Como teólogo moral que examina la estructura de este discurso a través de una lente católica afroamericana, me encuentro muy cauteloso con las posiciones adoptadas que brindan una justificación teológica para el sufrimiento experimentado solo por un subconjunto de la humanidad, sobre todo porque tales argumentos se desplegaron en torno a la existencia de la esclavitud en los Estados Unidos. Envalentonados por antropologías teológicas engañosas (como la que explicaba la esclavitud de los negros como consecuencia de la ‘Maldición de Cam’ en Génesis 9), escritores como Jemar Tisby explican con detalles devastadores cómo los esclavistas cristianos blancos defendieron la práctica de la esclavitud sobre la base de que las experiencias deshumanizantes que soportaron los esclavos redundarían en última instancia en su beneficio moral a través de su contacto con una “raza más noble”. Yo diría que hay una situación análoga aquí, no perfecta, sin duda, pero creo que es esclarecedora. sin embargo. “

La afirmación del Catecismo de que una orientación homosexual es “objetivamente desordenada” contrasta con la realidad de muchas personas queer que encuentran esta orientación “simplemente una parte de su existencia”, y la forma del magisterio de armonizar las dos es presentar a las personas homosexuales como sufriendo. Ford explica entonces:

“En otras palabras, el sufrimiento de las personas homosexuales proviene de manejar su condición a la luz de la verdad evangélica sobre quiénes son. Y estos sufrimientos pueden unirse aún más a los de Cristo de una manera que dé un significado salvífico a ese sufrimiento. Por analogía, en la imaginación esclavista de los cristianos blancos, el sufrimiento soportado por los africanos esclavizados proviene de ‘manejar’ su condición inferior después de haber entrado en contacto con los esclavistas cristianos evangelizadores blancos, quienes a su vez ayudan a los africanos esclavizados a darle un buen uso (salvífico) a su sufrimiento. . Pero, ¿no será acaso que, en ambos casos, su sufrimiento no proviene de sus condiciones naturales sino de tener que soportar enseñanzas deshumanizantes, enseñanzas que anticipan y explican por qué sufren estos grupos de personas?

Ford también explora cuestiones en disputa sobre la identidad de género, haciendo una comparación entre las justificaciones teológicas de la segregación racial y cómo transcurren las discusiones de la iglesia sobre las personas transgénero en la actualidad. En los casos más extremos, como en la Diócesis de Marquette, a las personas transgénero se les niegan los sacramentos por completo. Ford concluye:

“Lo que efectivamente producen las políticas es la segregación de las personas transgénero de los espacios católicos. Y al igual que en el caso de la homosexualidad considerado anteriormente, tales reglas se aplican una vez más a un aspecto de su ser que experimentan como fuera de su control. Sin embargo, a diferencia del estado del discurso con respecto a la homosexualidad, apenas está surgiendo un compromiso teológico serio con la experiencia de las personas transgénero. (De hecho, el primer documento del Vaticano que aborda la identidad transgénero se publicó solo en 2019). Lo que debemos hacer para comprender adecuadamente la experiencia transgénero es el tiempo, no la separación. En palabras del Papa Francisco, debemos construir puentes, no muros”.

Ford termina su ensayo con un fuerte pronóstico. La iglesia debe encontrar una manera de experimentar relaciones verdaderas, tanto entre católicos ‘tradicionales’ y ‘progresistas’, como entre católicos y comunidades marginadas, o enfrentar la ruptura por cuestiones LGBTQ+:

“A medida que los debates sobre el género y la sexualidad continúan dividiendo a nuestra Iglesia Católica Romana, ¿encontraremos una forma diferente?”

Si los católicos van a reconocer la dignidad de las personas LGBTQ+, teólogos como Craig Ford Jr. serán un componente importante del diálogo necesario, ya que contribuyen a la visión de una iglesia que encarna el amor universal de Dios.

—Andru Zodrow (él/él), New Ways Ministry, 25 de octubre de 2022

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