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Dejarse llevar

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Jesus_en_el_desiertoSigue a tu corazón, pero lleva contigo a tu cerebro. (Alfred Adler)

10 de marzo. Domingo I de Cuaresma

Lc 4, 1-13

Jesús, lleno del Espíritu santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por es Espíritu al desierto

No es un dejarse llevar por las sirenas al mundo de los sueños, donde la mente no piensa y se pierde en pensamientos yermos que desvalijan cosechas dejando los graneros de las conciencias vacíos, ni un caminar por el desierto, tentados por el demonio con una oferta de poder, semejante a la que Lady Macbeth hacía al protagonista de la ópera Macbeth, de Giuseppe Verdi, con estas tentadoras palabras de señorío:

“¡Ven! ¡Apresúrate! ¡Quiero encender
tu frío corazón!
Yo te daré valor para cumplirl
a audaz empresa;
las videntes te prometieron
el trono de Escocia”.

Son brisas que estimulan voluntades y empujan los sentidos a recoger las mieses del verano, sembradas con esperanza en el campo personal de primavera.

“Sigue a tu corazón, pero lleva contigo a tu cerebro”, dijo el Alfred Adler, médico y psicólogo austríaco, que. me invita a poner rumbo sobre las olas hacia un perenne crecimiento.

Del viento aprendemos a dejarnos llevar. No puedes guiar al viento, pero puedes cambiar tus velas de dirección. Navegando hacia el Norte a todo trapo, descubrirás una isla de belleza desnuda, milagrosamente virginal en apariencia, aunque milagrosamente embarazada por el Espíritu Santo para que tu puedas transformarla tratándola con mimo.

Claude Debussy compuso una obra en la que invita a los niños a dejarse llevar, y disfrutar de muchas cosas. Un concierto que integra la narración, la manipulación de objetos, la visualización de obras de arte y la interpretación al piano para hacer de la música de Debussy una auténtica aventura para niños y mayores, un monumento musical construido sobre siete movimientos:

Todo comienza en París – Vals ‘La plus que lente’
Juegos bajo la lluvia – Jardins sous la pluie
Cae la noche – Claire de lune
Amigos furtivos – La danse de Puck
Nieva – The snow is dancing
Ruge la tormenta – Ce qu’a vu le vent d’ouest
Hay otros mundos – Minstrels

La Caja de Música -todo aquello que le gustaba de la vida- estaba dentro del piano  y en él cabían muchas cosas: un paraguas, un libro, la nieve, el viento…, porque el piano es la caja en la que Debussy metía sus cosas favoritas, sacando de ella esas formas convertidas en música.

¿Incluso la luna estaba dentro del piano? (“¡Chi lo sa!…”)

Cuando buscamos dentro de nosotros mismos lo encontramos siempre

En la cara oculta de esta frase: ama y haz lo que quieras, está la historia del cristiano. Jesús de Nazaret, un Maestro que con su vida en la que tienen cabida silencios y palabras; oración y acción, porque quizá, sólo con él y como él, sí que podemos decir con San Agustín “Ama Deum et fac quod vis”.

En la película X, uno de los protagonistas dice: “¿Y qué pretendes con esto?” A lo que otro responde: “Encontrarme a mí mismo”. Una búsqueda que cuando es sincera, produce siempre abundante fruto.

Escena cuarta del Acto II, de la ópera Nabuco, de Giuseppe Verid, en la que los hebreos, desterrados a Babilonia, entonan el famoso Coro “Va’, pensiero, sull’ale dorate”;

VA´, PENSIERO

¡Vuela pensamiento, con alas doradas,
pósate en las praderas y en las cimas
donde exhala su suave fragancia
el aire dulce de la tierra natal!

¡Saluda a las orillas del Jordán
y a las destruidas torres de Sión!
¡Ay, mi patria, tan bella y abandonada
¡Ay recuerdo tan grato y fatal!
Arpa de oro de los fatídicos vates,
¿por qué cuelgas silenciosa del sauce?

Revive en nuestros pechos el recuerdo,
¡háblanos del tiempo que fue!
Canta un aire de crudo lamento
al destino de Jerusalén
o que te inspire el Señor una melodía
que al padecer infunda virtud.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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No tentarás al Señor, tu Dios

Domingo, 10 de marzo de 2019
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158524_desierto.jpgI Cuaresma. (Lc 4, 1-13)

Cuaresma y tentaciones. Cuaresma: Psicodrama de nuestra vida: Del miércoles de ceniza al domingo de la Resurrección. En compañía (comunidad) y con la confianza de un final feliz. Tentaciones: De usar a Dios a nuestro servicio o ponernos nosotros a su servicio en los hermanos.

Cuaresma es un tiempo de preparación, con ayuno, oración y limosna, para lo que nos aguarda: la Pascua de Resurrección. La Cuaresma es tiempo de reflexión, aprendizaje y discernimiento sobre la evolución y desarrollo de nuestras posibilidades como ser humano pleno. Revisión de vida, de proyectos y metas, de objetivos y rutas. Lo podemos comparar con el trabajo necesario para preparar unas oposiciones a notaría.

El primer domingo de Cuaresma, en los tres ciclos litúrgicos, leemos el relato de las tentaciones de Jesús, en sus distintas versiones: Mt 4, 1-11. (Ciclo A); Mc 1, 12-15. (ciclo B); Lc 4, 1-13. (Ciclo C). Esto nos debe hacer pensar que es importante, para la tarea de preparación a la Pascua y revisión de nuestra vida, empezar por las tentaciones, las de Jesús y las nuestras. Cuaresma y tentaciones se conjugan.

El relato de las tentaciones de Jesús en el desierto tiene un carácter simbólico que las primitivas comunidades cristianas lo supieron traducir e interpretar como mensaje de liberación para ellas. Jesús, al iniciar su tarea como mesías libertador, tuvo tentaciones que le proponían desviaciones de su propósito y misión. Que Jesús fuera tentado lo humanizaba a su vista. Que lejos de ver en las tentaciones de Jesús un menoscabo de su personalidad, las tentaciones le hacían más cercano a la vida de sus seguidores. Si Jesús fue capaz de vencer las tentaciones, con la fuerza del Espíritu, ellos también podrían. La vida de Jesús y su mensaje así les parecía un modelo posible humanamente. Nosotros también podemos sacar las mismas conclusiones y alguna más. Por ejemplo: La tentación no significa nada negativo ni desmoralizante. Es ocasión de reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y límite, pero también de la posibilidad de superación y crecimiento.

Los textos evangélicos sitúan las tentaciones de Jesús en un lugar y tiempo muy precisos aunque esas tentaciones, por genéricas y ejemplarizantes, le debieron de rondar a Jesús, como a cada uno de nosotros, siempre y en todo lugar mientras vivió en la tierra. Las tentaciones nos presentan la humanidad de Jesús. Tentado como todo humano. Con ellas nos da ejemplo de la vivencia de la vulnerabilidad, límites, errores y debilidades que los humanos tenemos.

La tentación, en Jesús y nosotros, es la posibilidad de desviarse del buen camino emprendido. Renunciar al proyecto empezado. Es la lucha que todo humano sostiene entre las pulsiones de vida y las de muerte, el bien y el mal, la humanidad y la inhumanidad que nos constituyen. A su vez, vencer la tentación es mantenerse fiel a la misión emprendida a pesar de la duda y la incertidumbre. El afrontamiento y éxito contra la tentación exige lucidez en el discernimiento de la meta propuesta, vigilancia y esfuerzo en el camino, y fidelidad al compromiso.

El denominador común de las tres tentaciones que, a vía de ejemplo, los textos bíblicos narran es: Servir a Dios o servirse de Dios. Dios y yo.  Tomemos como prototipo la tercera tentación. “Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo, y le dijo:  Si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y también: Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le contestó: Está mandado: No tentarás al Señor, tu Dios”.

En Jerusalén, en lo alto del templo, el maligno tienta a Jesús con la seguridad, la garantía, la tranquilidad que le dará saber que Dios hará todo por él. Que mandará a legiones de ángeles en su ayuda si lo precisa. Dios será su servidor. Estará al quite de cualquier demanda. La propuesta es “tentadora”. La respuesta es misteriosa: No tentarás al Señor, tu Dios. Es decir, si Jesús hace lo que el maligno le propone, “probar” a Dios, usar a Dios a su capricho, instrumentalizar a Dios, está tentando a Dios. Esto nos tiene que hacer pensar cuándo nosotros podemos estar tentado a Dios.

En la educación cristiana tradicional la imagen de Dios aprendida es bastante negativa para Dios y para sus creyentes.  Dios era un factotum, que  estaba en los cielos y desde allí intervenía, a su voluntad, en la marcha de la creación. El creyente, con creer (no se sabía muy bien que era eso) y cumplir los mandamientos tenía bastante. Frente a esta educación, ahora sabemos que otras imágenes de Dios y del creyente son posibles y necesarias. Que esas imágenes son evolutivas que tienen que ir cambiando al unísono con nuestra propia evolución como personas en constante desarrollo. Ejemplo de ese cambio: Del dios en los cielos al Dios encarnado en toda realidad, en la creación y en cada ser humano. Del Dios todopoderoso al Dios que me necesita, al Dios que tengo yo que ayudar (Etty Hillesum).  A su vez, la evolución de la idea de Dios arrastra la evolución de la idea de lo humano.

Si tentar a Dios es usarle de mala manera, tengo que revisar mi modo de usar a Dios desde la idea actualizada de Dios. Si pienso en un Dios encarnado en su creación como fundamento de todo lo que existe. También encarnado en mí y constituyendo mi esencia, siendo el ser de mi ser, el fondo de mi ser profundo y verdadero. Si Dios es inmanente y transcendente a la vez. Si me ha hecho a su imagen y semejanza.  Si Dios me ha creado creador para que continúe su obra, si me ha dotado de todo lo necesario para esa misión, no puedo ridiculizarle haciendo de Él un bombero que acude a todos los fueguitos que monto, ni haciéndole venir de ninguna parte. No está fuera de la creación. Tengo que poner a Dios en su sitio: en todo y descubrir la unidad de todo en el Todo, sin confusión. Y es segundo lugar tengo que asumir mi autonomía, libertad y responsabilidad en la creación.

Como conclusión: Examina tus tentaciones en este tiempo de cuaresma, tentaciones no solo ni principalmente de orden moral. También las de orden social y espiritual. Revisa cómo puedes estar “tentando” a Dios. Por ejemplo: No usando todo lo que te ha dado para tu crecimiento y logro de tu plenitud humana. Todo ya te lo ha dado. Pero tú lo tienes que poner en rendimiento. Activarlo. Tienes que desplegar tus recursos y posibilidades. Eres un ser con posibles. Ya eres lo que quieres ser. No esperes lo que ya tienes. “Tientas” a Dios si renuncias a tus posibilidades. Si renuncias a tu vocación. Dios te ha creado cocreador con Él en esta creación continuada que es la historia humana. Te ha dotado de recursos para que los gestionen en favor de tus hermanos. Lo que has recibido gratis, gratis lo tienes que dar. Este es el salto mortal que debes ensayar esta cuaresma: De pedir que Dios te ayude a ayudar tu a Dios (Etty Hillesum). Para ello: Oración, ayuno y limosna.

África de La Cruz Tomé

Fuente Fe Adulta

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Tener, poder, aparentar

Domingo, 10 de marzo de 2019
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Peru_Hunger_Cloth_Luke4_71010 marzo 2019

Lc  4, 1-13

Los evangelios sinópticos –Marcos (1,12-13) apenas mencionándolo; Mateo (4,1-11) y Lucas (4,1-13) desarrollándolo ampliamente– construyen el “relato de las tentaciones” de Jesús, justo al inicio de su actividad pública, con una clara intencionalidad: mostrar que esas trampas acecharían al Maestro a lo largo de toda su existencia.

De hecho, una de ellas –la tercera, en el relato de Lucas; la segunda, en el de Mateo– aparecerá incluso con las mismas palabras en las imprecaciones que dirigen al crucificado: “Si es rey de Israel, que baje ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mt 27,42).

Que se trata de una “construcción” legendaria parece claro, no solo por el hecho de que no aparece en el evangelio de Marcos, al que los otros dos siguen, sino porque, tal como lo relatan, es claro que no hubo ningún testigo de lo que ahí se narra.

La finalidad del relato es, por tanto, teológica y, más profundamente aún, antropológica. Por un lado, muestra a Jesús enfrentándose al mal –personificado en el diablo– y venciéndolo. Por otro, nombra con precisión las que constituyen las trampas que acechan a todo ser humano y que se erigen en programa de vida en cuanto nos identificamos con el ego.

Dado que el ego se define por la carencia, todo su empeño consiste en tratar de colmarla. Como un parásito que vive de la energía que roba, el ego funciona a través del mecanismo de la apropiación, aferrándose a todo aquello que puede otorgarle una sensación de existir. Y tal afán se concreta, justamente, en el tener, el poder y el aparentar.

Mientras ve que posee riquezas, ostenta poder y refleja una imagen plausible, el ego se siente vivo y cree haber logrado la seguridad de la que, por su propia naturaleza, carece. Lo cual significa que, en tanto dure la identificación con el yo, es imposible sortear aquellas trampas.

Son trampas porque son inconsistentes, generan sufrimiento –personal y colectivo– y nos mantienen en la ignorancia acerca de quiénes somos.

Son inconsistentes: todo aquello a lo que nos aferramos, lo acabaremos perdiendo; la vida es un soltar permanente. Como alguien ha dicho, “hay quienes se inflan como un globo de helio con un título, un cargo, un cuerpo fit, un apellido o una cuenta bancaria, y se olvidan de que vivimos en un mundo lleno de alfileres”.

Generan sufrimiento: todo apego genera sufrimiento porque, debido a la naturaleza impermanente de todo objeto, conlleva frustración. Sufre la persona que se había aferrado a algo y, en el camino, provoca dolor de todo tipo a los demás.

Nos mantienen en la ignorancia: porque nos llevan a identificarnos con aquello a lo que nos aferramos: la riqueza, el poder o la imagen. Con lo cual, se cumple lo que han advertido los sabios: lo que poseemos, nos posee. Somos libres de todo aquello que soltamos y esclavos de todo aquello a lo que nos apegamos.

Jesús, hombre sabio, supera la trampa, apelando a la sabiduría, es decir, a la comprensión profunda de su verdad –eso es lo que significa la referencia a los textos sagrados de la Torá–. Solo cuando comprendemos que no somos el yo separado, sino la Vida misma que toma temporalmente forma en este yo, se produce la liberación de los apegos. Hemos encontrado la “casa” y la seguridad, que no son separadas ni distintas de lo que somos. La comprensión de nuestra verdad hace cesar las pesadillas de pedigüeño.

¿Dónde busco la seguridad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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El Diablo no es un señor al que Dios le permite tentar al personal.

Domingo, 10 de marzo de 2019
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

La Creación un acto de Amor

  1. El diablo.

         En el primer domingo de cuaresma leemos y recordamos las tentaciones del Cristo y del ser humano.

         Era natural que se echase mano de la figura del diablo. Pero a estas alturas de la vida y del pensamiento cristiano no podemos creer que el diablo sea un personaje, un señor al que Dios le permite que ande por ahí haciendo el “canelo” con un tridente, oliendo a azufre y a la caza y captura de clientes para el infierno. Sería -es- un infantilismo carnavalero.

         Diablo es lo contrario de símbolo.

Los símbolos centran, concentran significados: banderas, colores, anagramas, etc. representan pueblos, instituciones, movimientos, etc.

Diablo es lo que puede descentrar la libertad humana. Hay realidades en la vida que pueden despistar nuestra libertad: el dinero, la comida, el sexo, etc.

         La cuestión del diablo y de las tentaciones radican en la libertad humana, no en un señor que pulula por ahí.

  1. un relato entramado de símbolos.

         El relato de las tentaciones de Jesús es un entramado de símbolos que evocan el Éxodo, la libertad, los cuarenta días / años de desierto, es decir: toda la vida caminando para llegar a la Tierra de Promisión.

         Toda vida humana es un Éxodo, un camino, una nostalgia (un intento) de absoluto, una promesa de tierra de plenitud.

  1. ¿Dios nos creó, pero le salió mal la creación?

         Decimos y creemos que Dios es creador. Pues bien, cuando Dios crea, lo hace con amor y con todas sus consecuencias.

         Si Dios crea la tierra, no pensemos que luego va a evitar los terremotos. La tierra, el universos y los pluriversos tienes sus leyes y pueden ocurrir catástrofes, que Dios no va a evitar.

         Si Dios crea los mares, luego no va a evitar que se den maremotos.

         Si Dios crea libre al ser humano, el hombre puede equivocarse y hacer el mal (pecado).

         Las criaturas no somos dioses, somos limitados, corruptibles porque así nos ha creado Dios. Los humanos somos débiles y estamos llamados a morir. Dios nos ha creado siendo muy consciente de que podemos fallar.

04    La creación no es un acto de poder, sino de amor.

La clave para acercarse al misterio de Dios creador no es su poder, sino su amor.

Aunque Dios es todopoderoso, sin embargo la relación de Dios con el hombre no es desde la omnipotencia, sino desde el amor. Dios es amor (1Jn 4,16).

Cuando Dios emplea su poder (como su justicia), está regido por su amor hacia el mundo y hacia los seres humanos, (27).

Si Dios usara sin más el poder para suprimir todo mal, violentaría la creación, y, sobre todo, al hombre en su dignidad y libertad. Y la condición del amor es dejar a los otros ser lo que son en su identidad profunda. La permisión del mal es inherente a un Dios que transmite y respeta la vida, (Segundo Galilea).

        El ser humano es libre y en el ejercicio de su libertad puede elegir, decidir, y se puede equivocar incluso puede actuar mal. La única manera de evitar las equivocaciones y el mal es no creando al ser humano, no creando las cosas ni la creación. Pero es mejor vivir la miseria humana con esperanza, con Éxodo y Tierra de Promisión que no vivir.

Mundo (360)Por eso Dios crea con amor, aun a riesgo de que el ser humano se corrompa y se frustre.

Estamos en el núcleo del problema del mal, del misterio del mal.

La clave para iluminar el problema del mal es otra vez el amor de Dios. Por el amor que Dios nos tiene, es el único que puede transformar los males en bien final.

La solución al problema del mal humano, del pecado está en JesuCristo. Jesús crucificado es la razón última de la esperanza cristiana, de la liberación, de la Tierra de promisión. Jesús crucificado y no mis fuerzas, ni mi voluntarismo, es donde queda superado el aparente absurdo del mal inevitable.

Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

(rezamos todos juntos estas palabras de San Pablo)

¿Quién nos separará del amor de Cristo?

¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre,

 la desnudez, el peligro, la muerte violenta?

Estamos siempre expuestos a la muerte.

Pero en todo esto salimos más que vencedores

por medio de aquel que nos amó.

Nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente ni lo futuro,

ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios.

¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús,

 nuestro Señor!

(Romanos 8, 35-37)

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Las tres tentaciones del ministerio.

Martes, 29 de mayo de 2018
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Del blog de Henri Nouwen:

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He dedicado tiempo a la lectura y estudio de algunos libros de Henri NOUWEN que hablan acerca de los ministerios en la Iglesia, desde una perspectiva espiritual; ahora caigo en la cuenta, tras una reelectura, que otro título, el último que compré de este autor hace ya un tiempo, también va en esa misma línea. Me refiero a “El estilo desinteresado de Cristo. Movilidad ascendente y vida espiritual” (Sal Terrae, Breve, 2007). Lo compré hace mucho, pero no lo leí en profundidad, o tal vez no en el momento apropiado para que me aprovechara bien; el libro tiene tres capítulos: el primero habla de la movilidad descendente como elemento fundamental de la vocación cristiana (Vs. Movilidad ascendente); el segundo, acerca de la tentación (ser competentes, ser espectaculares y ser poderosos); el tercero, las diversas disciplinas para la formación espiritual (la disciplina de la Iglesia, la disciplina del Libro y la disciplina del corazón). Son los temas habituales que encontramos en Nouwen, pero siempre enriquece volver a ellos desde una perspectiva diferente.

Así aparece resumido al final de este libro: “Vocación, tentación y formación han sido las tres palabras clave en estas reflexiones sobre la íntima relación existente entre ministerio y vida espiritual. Somos llamados a seguir a Cristo por el camino de la movilidad descendente, sintiendo siempre la tentación de elegir el camino ancho del éxito, la fama y la influencia, y desafiados a someternos a disciplinas espirituales para conformarnos, poco a poco, a la imagen de nuestro Señor Jesucristo. La vocación, la tentación y la formación son desafíos que duran toda la vida. No somos llamados una sola vez, sino día a día, y nunca sabremos con certeza a dónde somos llevados. Somos tentados en cada momento del día y de la noche, y nunca sabremos con precisión dónde van a aparecer nuestros demonios. Esta tensión entre vocación y tentación, que se prolonga durante toda la vida, pone ante nosotros la difícil tarea de escuchar: a la Iglesia, al Libro y nuestros corazones, descubriendo así la presencia real del Espíritu de Dios en nuestro interior y en medio de nosotros”.

LAS TRES TENTACIONES:

1. La tentación de ser competente: de hacer algo necesario y que pueda ser valorado por la gente; la tentación de hacer de la productividad la base de nuestro ministerio. Esta tentación incide en el centro mismo de nuestra identidad. Se nos hace creer de mil maneras que somos aquello que producimos, lo cual nos hace preocuparnos por el producto, por los resultados visibles, por los bienes tangibles y el progreso (Convertir las piedras en pan… pero no sólo de pan vive el hombre).

2. La tentación de ser espectaculares: Es la tentación de forzar a Dios a responder acudiendo a lo inusual, lo sensacional, lo extraordinario, lo inaudito… y así obligar a la gente a creer. Actuamos como si la notoriedad y la visibilidad fueran los principales criterios de valor de lo que hacemos (Lánzate del alero del templo… pero, no tentarás a Dios).

3. La tentación de ser poderosos: Creemos que la lucha por el poder y el deseo de servir son, a efectos prácticos una misma cosa; buscamos posiciones de influencia porque así serviremos mejor por el bien del Reino. Olvidamos que nuestra fuerza está en nuestra debilidad y nuestra impotencia (Todo esto te daré si te postras ante mí, pero solo ante tu Dios te arrodillarás).

Frente a estas tentaciones, las tres disciplinas.

*

Henri Nouwen

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“El Viajero Gay” o El País banalizando la homofobia en Dubái

Lunes, 23 de abril de 2018
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inigo-ayuso-event-one-dmcEl “viajero” Iñigo Ayuso

Por la importancia que supone que un medio de comunicació, supuestamente serio difunda semejante artículo y porque nos parece certero, publicamos íntegramente este artículo que publica EstoyBailando

Por Jordi García

Lo siento, El País; lo siento Íñigo; pero esto no es una guía de viajes “desde un punto de vista gay”. Esto es un insulto y una falta de respeto. Y si creéis que ése es el único “punto de vista” que un gay puede aportar a un viaje, apaga y vámonos.

Cuando uno se prepara para hacer un viaje es habitual buscar información en internet sobre el sitio que quieres visitar. Cuando un gay se prepara para hacer un viaje además de buscar puntos turísticos, tarifas y demás información básica también se informa sobre la situación del colectivo en ese país. ¿Es legal la homosexualidad? ¿Puedo ir a la cárcel si me olvido de dónde estoy y cojo a mi novio de la mano?

Y algunos incluso se hacen la pregunta del millón: ¿Quiero colaborar con mi dinero en la industria turística de un país que condena a prisión o a muerte a otros como yo que no tuvieron la suerte de nacer en mi país?

Si Íñigo Ayuso se hizo todas esas preguntas antes de viajar a Dubái… las respuestas no debieron incomodarle demasiado. En un artículo publicado hoy en Tentaciones (suplemento de El País) Íñigo estrena la sección “El Viajero Gay” y, de paso, se marca un texto que podría ser el equivalente “periodístico” a Dulceida regalando gafas del Zara a niños africanos y haciéndoles una foto para subirla a su Instagram.

¿Un país musulmán?” Se pregunta Íñigo al principio del texto, un texto que por más que releo sigue sin decirme exactamente qué tiene de especial Dubái para que yo, hombre gay, quiera visitarlo. Ayuso repite una y otra vez que Dubái es una ciudad prefabricada, en la que hay mil opciones de ocio (todas importadas), en la que todo es muy caro y en la que el único interés que parece poder despertar en un viajero es el de gastarse una millonada aparentando en un lugar creado para aparentar.

el-pais-viajero-gay-dubai-696x522Pero dejando a un lado el lamentable clasismo que desprende el artículo (los trabajadores “no cualificados del subcontinente indio” se mezclan con la clase media que “ocupa las recepciones, consejerías o barras de bar” y con una clase media alta formada por “jóvenes, guapos, dinámicos, bien formados y que conducen coches de gama alta“) Ayuso no tiene problema en darle glamour a la homofobia del país. Así, por ejemplo, El Viajero Gay recomienda que “si eres gay no vayas de la mano ni beses a tu pareja en público. Ni te pasees con tacones por el metro elevado. No es Madrid durante el Orgullo“. Es cierto que Ayuso explica que las estrictas leyes sobre la decencia en Dubái también afectan a heterosexuales; pero olvida que la heterofobia no existe y que ningún heterosexual ha sido condenado a prisión o a muerte por ser heterosexual.

El acto homosexual está penalizado con hasta 10 años de prisión, incluso dormir en la misma casa sin estar casado, hetero o gay“; explica Ayuso, que en lugar de denunciar ese hecho (que puedes ir a la cárcel, Íñigo, por follar como follas tú) prefiere pasarlo por alto (como hacen los hoteles de lujo que no aplican la ley) y recomendar que pidas camas separadas porque “son enormes y sirven para dos personas de todas formas“. ¿Para qué se va a preocupar el Viajero Gay Cis y con dinero de las leyes homófobas si total, la cama de tu hotel de lujo es grande y puedes llevarte a un ligue a pasar la noche porque la recepcionista no llamará a la policía?

En Dubái tampoco hay ambiente gay, pero según Ayuso sí hay ciertas zonas en los bares de los hoteles (llenos de ex-pat, a los que parece venerar casi como si fueran Dioses) donde se juntan hombres gais y algunos locales que cada viernes organizan una fiesta gay. Eso sí, “ve de punta en blanco, el look de moderna desaliñada no se lleva para nada. Dubái es todo brilli brilli, camisas impolutas, vaqueros ajustados, marcas de diseñador internacional. Y mucho músculo.” Y ahí está otro gran error de Ayuso: creer que todos los gais del mundo viajamos únicamente con la intención de follar. Porque ¿qué si no va a hacer un gay de viaje?

Por eso recomienda cómo utilizar las apps de contactos (apps muchas veces utilizadas por las policías de países homófobos para detener a hombres gai, como se hizo en Chechenia durante la purga de 2017 que acabó con centenares de muertos y desaparecidos). Primero, instálate un VPN para deslocalizar tu teléfono; algo que reconoce es ilegal y te pueden expulsar del país pero… ¿a quién le importa eso cuando puedes “hacer match con cientos de atractivos árabes de los países colindantes y ex-pat deseosos de gente nueva“? Y, por supuesto, no subas una foto de tu cara en el perfil. “Por seguridad“, dice; y recomienda poner una foto “de pecho o abdominales“. Porque si estás gordo o muy delgado no viajas, y si lo haces no vas a Dubái, un lugar en el que se llevan las marcas de diseñador internacional y mucho músculo.

viaje-gay-600x678¿Alguien le ha explicado a este señor que hay gais sin abdominales?

Obviamente cada uno puede viajar a donde le dé la gana y hacer con su dinero lo que le salga de ahí abajo, y también es cierto que a pesar de sus leyes y tradiciones Dubái puede considerarse un destino relativamente seguro para gais, lesbianas y bisexuales. Y déjalo ahí. Las experiencias turísticas de una persona trans en un país así puede que no tengan tanto brilli brilli, ni tantas copas a 20 dólares, ni tantos ex-pats simpatiquísimos y guapísimos con los que ligar… por mucho sentido común con el que viajen. Banalizar la persecución homófoba y moral en un destino turístico y quitarles hierro con frases como “en Dubái no tienes garantizado el derecho al habeas corpus ni el acceso inmediato a un abogado. Viaja con sentido común” es un acto profundamente egoísta y que roza la xenofobia; hay tantas excusas y consejos para sortear lo que a todas luces son violaciones de los derechos humanos que al final lo que te están diciendo es un “mala suerte si vives allí, pero si vas de visita y tienes pasta te lo vas a pasar de la hostia”.

No sé qué próximos destinos visitará Íñigo ni si seguirá hablando de ellos como si los gais únicamente supiéramos viajar para ir a fiestas gais y ligar con hombres musculados y ligar. Es evidentísima la homofobia interiorizada en ese planteamiento de que el gay no tiene ningún tipo de utilidad social y, por lo tanto, su existencia ha de basarse únicamente en pasárselo bien sin incomodar al patriarcado (algo que vemos constantemente en medios gais y sobre lo que el caso de Dolce&Gabbana es un ejemplo clarísimo). Tan evidente que resulta hiriente. Tanto para mí como para los centenares de miles de personas que no pueden vivir su sexualidad o identidad de forma libre por la homofobia institucional financiada (no en el caso de Dubái, pero sí en el caso de países como Indonesia) con el dinero de los turistas que prefieren hacer la vista gorda incluso cuando el gobierno les ataca a ellos.

3855740236El rascacielos Burj Khalifa

Lo siento, El País; lo siento Íñigo; pero esto no es una guía de viajes “desde un punto de vista gay“. Esto es un insulto y una falta de respeto. Y si creéis que ése es el único “punto de vista” que un gay puede aportar a un viaje, apaga y vámonos. Es tal la falta de solidaridad, de empatía, en el texto de Ayuso respecto al colectivo LGTB+ natural de Dubái; es tal la banalización que hace de la persecución que sufren (y que él se salta instalando una app para deslocalizar su móvil, como si eso fuera algo aceptable); es tan asquerosa la forma en que glorifica los estereotipos tóxicos sobre el colectivo de hombres gais y su propio privilegio que acaba convirtiendo la homofobia en un juego del ratón y el gato y por eso ni se plantea que esté mal, ni qué hacer para luchar contra eso: se inventa formas de sortearla porque él puede hacerlo.

Si El Viajero Gay decide quedarse en casa y no volver a publicar sobre el tema… Nadie lo echará de menos. Porque el “punto de vista gay” respecto a un viaje a Dubái es otro muy diferente, por mucho que los 828 metros de altura del Burj Khalifa se iluminen “con miles de colorines formando dibujos y banderas frente a una fuente con chorros de agua de 50 metros. No puede ser más gay.

Fuente EstoyBailando

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“Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían”. Domingo 18 de febrero de 2018. Domingo primero de cuaresma

Domingo, 18 de febrero de 2018
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19-cuaresma B1 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 9,8-15: El pacto de Dios con Noé salvado del diluvio.
Salmo responsorial: 24:Tus sendas, Señor, son mi misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza.
1Pedro 3,18-22: Actualmente os salva el bautismo.
Marcos 1,12-15:Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían.

La primera lectura, Génesis 9, contiene la «alianza de Dios con Noé». La alianza famosa, la más importante, tendrá lugar más tarde, la alianza con Abraham. La Alianza con Noé pertenece a un segundo plano de “la economía de la salvación”. ¡Nunca más habrá diluvio para destruir la tierra!, le asegura Dios a Noé (Gn 9,11). Y esta promesa va acompañada de un memorial: el arco iris, señal del nuevo pacto entre Dios y la humanidad.

¡El miedo al “diluvio” ha sido quebrado! Ahora tenemos una nueva alianza a partir de una alternativa de vida para todos los seres vivientes. El arca que ha abrigado a la familia se transforma en una gran casa acogedora de la vida, en donde el cuidado con los animales se destaca de una manera especial (Gn 9,1-7). Es la casa de la vida que coloca al ser humano en comunión con la tierra, con la naturaleza, con el cosmos.

El río Jordán, el desierto, y la Galilea son como un mismo “hilo conductor” de un desplazamiento fundamental que da inicio al evangelio de Marcos. Ahí percibimos el movimiento del reino de Dios que nos invita a movilizarnos en búsqueda de nuestros propios “lugares del Reino” donde se concreten y desarrollen nuestras opciones por la vida, por la dignificación de las personas y de las comunidades.

El río Jordán evoca grandes y significativos hechos de la historia de Israel. El más importante, sin duda, cuando Josué y el grupo del desierto atraviesan el río para entrar en la tierra prometida (Jos 3-4). Relato de los orígenes de aquel proyecto de vida igualitaria revelado por Dios a los esclavos fugitivos de Egipto. A partir de esta memoria primordial, Juan el Bautista convoca al pueblo alrededor de una nueva esperanza mesiánica. Allí también acude Jesús, procurando “las aguas de Juan”.

El desierto es muy frecuentemente mediación de discernimiento, formación y maduración en el proyecto de Dios. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, lugar por excelencia donde Israel aprendió a ser pueblo. Sujeto y proyecto anudados alrededor de la memoria del éxodo dando inicio al evangelio de Jesús.

Galilea es el lugar donde Jesús concreta su opción de humanidad y de humanización. Esta geografía es para Jesús el espacio vital del Reino. Es un mar, una tierra y un pueblo abierto a las naciones del entorno. Las fronteras se “cruzan” dando lugar a la inclusión de lo diverso en múltiples “misturas”. Favorabilidad donde madura e irrumpe el kairós del reino de Dios.

El paso del Jordán al desierto, plantea la articulación de movimientos mesiánicos proféticos que tienen en esos lugares, sus fuentes de inspiración y de organización. La confrontación con Satanás, como principio cósmico del mal que Marcos lo vincula con la enfermedad, la marginación y la muerte de los pobres, será para Jesús la definición de su vida por la ruta del reino de Dios. El desierto deja de ser lugar de prueba y penitencia según la tradición judía, para convertirse en lugar de aprendizaje definitivo en la confrontación y el desequilibrio. El Espíritu de Dios lleva a Jesús hasta la memoria fundacional de Israel, donde, venciendo a Satán, la vida se torna en fidelidad hacia Dios y hacia lo humano.

El simbolismo de los “cuarenta” tiene que ver con el trauma del nuevo nacimiento. Los poderes de la historia se hallan enfrentados: Jesús como principio de la humanidad liberada desde Dios, y Satanás, que es signo y causa de la muerte en el mundo. Nos hallamos frente al relato de un nuevo origen. Marcos re-escribe la historia, llevándonos del agua del bautismo a la re-construcción de la humanidad, para decirnos que Jesús está ahí apostando por una opción de vida, dignidad y felicidad humana. Pero Jesús no asume el combate solitario. Está junto con los animales y los ángeles como evocando un nuevo paraíso. El servicio angélico comunica esperanza y porta salvación. Al retomar el “paraíso” para re-iniciar el camino de lo humano, Jesús cuenta con fuerzas naturales y angelicales (la tierra y el cielo) favorables. Jesús se encuentra entre la tentación satánica y el servicio angélico. Es el dilema que permanentemente enfrentaremos. Marcos ha evocado estos poderes como en un espejo para que podamos mirarnos en ellos. Nos ha dicho lo que es tentar y servir, nos ha arraigado en la “historia original”. Ya en la historia concreta esos actores sobrenaturales desaparecen y es cuando Jesús nos enseña a servir, sirviendo a su comunidad discipular.

Obviamente, los cuarenta días del desierto no desaparecen. Duran todo el evangelio, toda la vida. Son paradigma de la contradicción y el desequilibrio que permanentemente atraviesan la historia. En la trama de la vida humana se ha venido a introducir y decidir la trama de pecado y esperanza de todos los vivientes (incluidos los animales, los ángeles y los diablos).

En definitiva, la liturgia nos presenta este evangelio del comienzo del ministerio de Jesús, por paralelo con el comienzo de la cuaresma. La Cuaresma es la vida humana… Leer más…

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Tentación sin tentaciones. Primer domingo de Cuaresma. Ciclo B

Domingo, 18 de febrero de 2018
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tentaciones“… y los ángeles le servían”

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Volver a empezar

El primer domingo de Cuaresma, en cualquiera de los tres ciclos, se dedica siempre a recordar las tentaciones de Jesús. Eso supone que debemos dar marcha atrás, olvidarnos de que ya estaba recorriendo Galilea con sus discípulos y volver a empezar. Jesús acaba de bautizarse, ha recibido una misión de Dios. Pero antes de lanzarse a una actividad pública, el espíritu lo impulsa al desierto. Con este relato, muy simbólico y que no se presta a conclusiones piadosas, Marcos quiere plantearnos desde el comienzo el misterio de la persona de Jesús.

Un relato sin tentaciones

Si se hiciera una encuesta a los cristianos sobre las tentaciones de Jesús (suponiendo que hayan oído hablar de Jesús y de las tentaciones) algunos mencionarían la de convertir una piedra en pan; otros, que Satanás le ofreció toda la gloria y riqueza si lo adoraba; los más listos incluso recordarían lo de tirarse desde el pináculo del templo. Con eso, demostrarían conocer los relatos de las tentaciones que cuentan Mateo y Lucas. Pero Marcos no dice nada de eso.

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.

Más que un relato parece un guion con seis datos que el catequista deberá desarrollar.

El Espíritu. En las tradición bíblica, el Espíritu es el que impulsa a los Jueces y a los profetas a realizar la misión que Dios les encomienda: salvar al pueblo de sus enemigos o transmitir su palabra. En este caso, con notable diferencia, el Espíritu impulsa a Jesús al desierto.

 El desierto es el lugar de la prueba, como lo fue para el pueblo de Israel cuando salió de Egipto, camino de la Tierra Prometida. Allí fue tentado, para ver si eran fieles. Y la inmensa mayoría sucumbió en la prueba, mostrándose un pueblo de corazón duro y obstinado. Jesús, en cambio, superará en el desierto la tentación.

 Los cuarenta días equivalen a los cuarenta años que, según la tradición bíblica, pasó Israel en el desierto. Es número de plenitud, de tiempo redondo (recuérdense los cuarenta días del diluvio, los cuarenta días entre la resurrección de Jesús y la Ascensión, etc.).

Satanás. Nosotros hemos adornado este personaje con tantos elementos (incluidos cuernos y rabo) que conviene dejar claro cómo lo concibe Mc. El evangelista usa el nombre de Satanás en cinco ocasiones (1,13; 3,23.26; 4,15; 8,33), y desaparece en la segunda parte del evangelio (cc.9-16); curiosamente, la última vez que se menciona a Satanás no se refiere al demonio sino el apóstol Pedro, que quiere apartar a Jesús de la pasión y la cruz. Por consiguiente, Satanás es el símbolo de la oposición al plan de Dios. Satanás quiere apartar a Jesús del camino que Dios le ha trazado en el bautismo: hacer que se olvide de pobres y afligidos, dejar de consolar a los tristes, no anunciar la buena noticia. O, como hará Pedro más adelante, pedirle que cumpla su misión, pero sin pensar en cruz ni sufrimientos.

 Fieras y ángeles. Esta curiosa mención está cargada de simbolismo. Los animales del desierto no son los que ve cualquier campesino galileo a su alrededor: mulos, vacas, ovejas… Son escorpiones, alacranes, etc. Y esto nos recuerda el Salmo 91,11-13, donde aparecen mencionados junto con los ángeles:

«A sus ángeles ha dado órdenes

para que te guarden en todos tus caminos;

te llevarán en sus palmas

para que tu pie no tropiece en la piedra;

caminarás sobre chacales y víboras,

pisotearás leones y dragones».

Jesús, en el desierto, sufre la tentación de Satanás. Pero Dios está a su lado, lo protege mediante sus ángeles, y hace que triunfe de todos los peligros.

Estos elementos (tentación, vivir con los animales, servicio de los ángeles) recuerdan al relato de Adán en el paraíso, tal como se contaba en las tradiciones rabínicas. De este modo, Mc presenta a Jesús como el nuevo Adán, que, a diferencia del primero, no sucumbe a la tentación, sino que la supera.

Primera actividad de Jesús y síntesis de su predicación

El relato de las tentaciones en Mc es tan breve que la liturgia ha añadido las frases siguientes. Aunque tratan un tema muy distinto (el comienzo de la actividad de Jesús) y ya las leímos en el Domingo 3º, la invitación a la conversión encaja muy bien al comienzo de la Cuaresma.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Esas palabras ya las leímos el domingo 3º. Recuerdo lo que comenté a propósito de ellas. Marcos ofrece tres datos: 1) momento en que comienza a actuar; 2) lugar de su actividad; 3) contenido de su predicación.

 Momento. Cuando encarcelan a Juan Bautista. Como si ese acontecimiento despertase en él la conciencia de que debe continuar la obra de Juan. Nosotros estamos acostumbrados a ver a Jesús de manera demasiado divina, como si supiese perfectamente lo que debe hacer en cada instante. Pero es muy probable que Dios Padre le hablase igual que a nosotros, a través de los acontecimientos. En este caso, la desaparición de Juan Bautista y la necesidad de llenar su vacío.

Lugar de actividad. A diferencia de Juan, Jesús no se instala en un sitio concreto, esperando que la gente venga a su encuentro. Como el pastor que busca la oveja perdida, se dedica a recorrer los pueblecillos y aldeas de Galilea, 204 según Flavio Josefo. Galilea era una región de 70 km de largo por 40 de ancho, con desniveles que van de los 300 a los 1200 ms. En tiempos de Jesús era una zona rica, importante y famosa, como afirma el libro tercero de la Guerra Judía de Flavio Josefo (BJ III, 41-43), aunque su riqueza estaba muy mal repartida, igual que en todo el Imperio romano.

Los judíos de Judá y Jerusalén no estimaban mucho a los galileos: “Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venga al sur”, comentaba un rabino orgulloso. Y el evangelio de Juan recoge una idea parecida, cuando los sumos sacerdotes y los fariseos dicen a Nicodemo: “Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta” (Jn 7,52).

Mensaje. ¿Qué dice Jesús a esa pobre gente, campesinos de las montañas y pescadores del lago? Su mensaje lo resume Marcos en un anuncio (“Se ha cumplido el plazo, el reinado de Dios está cerca”) y una invitación (“convertíos y creed en la buena noticia”).

El anuncio encaja en la mentalidad apocalíptica, bastante difundida por entonces en algunos grupos religiosos judíos. Ante las desgracias que ocurren en el mundo, y a las que no encuentran solución, esperan un mundo nuevo, maravilloso: el reino de Dios. Para estos autores era fundamental calcular el momento en el que irrumpiría ese reinado de Dios y qué señales lo anunciarían. Jesús no cae en esa trampa: no habla del momento concreto ni de las señales. Se limita a decir que “está cerca”.

Pero lo más importante es que vincula ese anuncio con una invitación a convertirse y a creer en la buena noticia.

Convertirse implica dos cosas: volver a Dios y mejorar la conducta. La imagen que mejor lo explica es la del hijo pródigo: abandonó la casa paterna y terminó dilapidando su fortuna; debe volver a su padre y cambiar de vida. Esta llamada a la conversión es típica de los profetas y no extrañaría a ninguno de los oyentes de Jesús.

Pero Jesús invita también a “creer en la buena noticia” del reinado de Dios, aunque los romanos les cobren toda clase de tributos, aunque la situación económica y política sea muy dura, aunque se sientan marginados y despreciados. Esa buena noticia se concretará pronto en la curación de enfermos, que devuelve la salud física, y el perdón de los pecados, que devuelve la paz y la alegría interior.

El recuerdo del bautismo (dos primeras lecturas)

Desde antiguo, la celebración de la Pascua quedó vinculada con el bautismo de los catecúmenos el Sábado Santo, y eso ha influido en la selección de las lecturas de la Cuaresma, que pretenden recordar episodios que jugaron un gran papel simbólico en la preparación para el bautismo. La carta de Pedro (llamada así aunque no la escribió san Pedro) ve en el diluvio un simbolismo del bautismo: Noé y sus hijos se salvaron cruzando las aguas del diluvio, el cristiano se salva sumergiéndose en el agua bautismal. Menos clara es la relación de la lectura del Génesis con el bautismo; aunque también ella habla de Noé, todo se centra en la promesa de Dios de no volver a destruir la tierra. Es posible que se haya elegido el texto por la convivencia de hombre y animales, que recuerda a lo que dice el evangelio sobre Jesús viviendo con las fieras.

Jesús y nuestro bautismo

La presentación de Jesús como nuevo Adán está estrechamente relacionada con la nueva vida que comienza en el cristiano con el bautismo. La Cuaresma es el mejor momento para profundizar en este sacramento que, en la mayoría de los casos, recibimos sin ser conscientes de lo que recibíamos.

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Primer Domingo de Cuaresma. 18 de febrero, 2018

Domingo, 18 de febrero de 2018
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cuaresma-i

El Espíritu impulsó a Jesús al desierto”.

(Mc 1, 12-15)

Parece que al leer esto, lo primero que nos sale es: “¡Ay, ay, Jesús no vayas! ¡Ten cuidado! Van a intentar liarte y hacerte mal… ” Pero se nos olvida, o no prestamos atención, al sujeto de la frase: el Espíritu. Es Dios quien le empuja… No va a estar solo… Además, el evangelista Marcos nos lo presenta justo después del Bautismo donde Jesús escuchó: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.

Nos olvidamos de la acción del Espíritu de Dios en nuestro día a día. Nos podemos preguntar: ¿qué pasaría si fuesemos consciente de la acción de Dios en cada momento, en este mismo instante? ¿Cómo sería si nos dejásemos empujar libremente por su Espíritu? Nuestra vida cambiaría, ¿verdad? Seríamos personas llenas de agradecimiento, de confianza, de esperanza.

El desierto… ese lugar que nos atrae y nos da miedo al mismo tiempo… Silencio y soledad. Escucha atenta. Mirada profunda. Encuentro con nuestras sombras, con aquello que tratamos de esconder en nuestra vida porque duele… Dios está aquí, con nosotras, siempre.

Jesús fue puesto a prueba, y no solo en el desierto. Dios decidió hacerse persona, y eso incluía las pruebas, los miedos y el dolor. Conoce nuestra fragilidad, nuestros límites. Y, con toda nuestra realidad, nos llama a amar, a servir y a anunciar su Reino.

Se nos invita hoy también a convertirnos, a volver el corazón a Dios, a creer en el Evangelio. ¿Creemos en la Buena Noticia de Jesús? ¿Nos habla la Palabra de Dios? ¿Nos interpela y nos mueve a hacerla vida?

Tenemos tarea para esta Cuaresma (y para toda nuestra vida): volver nuestro corazón a Dios, creer en la Buena Noticia de Jesús y ponerla en práctica, y dejarnos impulsar por el Espíritu. ¡Ánimo, que promete salir bien!

Oración

Trinidad Santa, vuelve nuestro corazón a ti. Haz que nos dejemos impulsar por tu Espíritu en cada momento de nuestra existencia.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sin lucha no puede haber victoria.

Domingo, 18 de febrero de 2018
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20130418-jesus_tentacion_en_el_desierto_pinturaMc 1, 12-15

Durante siglos, hemos puesto en el perdón de Dios la meta de nuestras relaciones con Él. Esta idea de Dios está en las antípodas del evangelio. Jesús nos dice que el perdón es el punto de partida. Nuestro concepto de pecado se basa en el mito de la ruptura. A partir de ahí, la religiosidad consistirá en una recuperación de lo perdido. Hoy tenemos datos para intentar otras explicaciones. Somos fruto de la evolución y seguimos avanzando.

El pecado es una de las experiencias más dolorosas y humillantes del ser humano. Lo que tenemos que superar es una explicación demasiado primitiva de fallo y descubrir un modo de afrontarlo que pueda ser útil para superarlo eficazmente. El mal no tiene nada de misterio. Es consecuencia inevitable de nuestra condición de criaturas limitadas. Una inercia de tres mil millones de años de evolución, que nos empuja hacia el individualismo, no puede ser contrarrestada por unos cientos de miles de años de trayectoria humana.

El primer objetivo de todo ser vivo fue mantener esa vida contra todas las agresiones externas e internas. Esta experiencia se va almacenando en el ADN. Gracias a él, la vida no solo se conservó, sino que fue alcanzando cotas más altas de perfección, hasta llegar al “homo sapiens”. Su relativa perfección permite al hombre unas relaciones completamente distintas; ahora fundadas en la armonía. Pero permanece el instinto de conservación que le lleva al individualismo. La visión miope tiene que ser superada por un nuevo conocimiento.

Fijaos bien que los tres temas clásicos de la cuaresma son: Oración, ayuno, limosna. En ellos quedan resumidas todas las posibles relaciones humanas: con Dios, con uno mismo, con los demás. La calidad humana del hombre depende de la calidad de sus relaciones. Si no sobrepasan lo puramente instintivo, esas relaciones estarán basadas en un individualismo feroz, buscando el provecho biológico inmediato. Si esas relaciones están basadas en el conocimiento de tu auténtico ser, te llevarán a la armonía con todos los seres.

El hecho de que Mc sea tan breve, siendo el primero que escribió, nos está diciendo que en Mt y Lc, se trata de una elaboración progresiva, y no de un olvido de los detalles por parte de Mc. También pudiera ser que Mt y Lc encontraran ya el relato ampliado en la fuente Q, anterior a Mc. En todo caso, esas diferencias nos estarían demostrando el carácter simbólico del relato, más allá de las limitaciones de tiempo y lugar. Mc está planteando en tres líneas toda la trayectoria humana de Jesús.

El objetivo del relato es muy distinto en Mt y Lc, y en Mc. Este último no pretende ponernos en guardia sobre las clases de tentaciones que podemos experimentar. En Mc no hay tres tentaciones, porque plantea toda su vida como una constante lucha contra el mal. En el evangelio de Mc, no vuelve a aparecer Satanás. Su lugar lo van a ocupar instituciones y personas de carne y hueso, que a través de toda la obra intentarán apartar a Jesús de su misión liberadora. La tentación está siempre a nuestro alrededor.

Inmediatamente. Comienza la lectura de hoy con la anodina frase de siempre “en aquel tiempo”. Es interesante saber que en el versículo anterior nos habló de la bajada del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Es muy significativo que el Espíritu se ponga a trabajar, de inmediato. Toda la actuación de Jesús se realiza bajo la fuerza del Espíritu. Este Espíritu, no es todavía el “Espíritu Santo” según la idea que nosotros tenemos; se trata de la fuerza de Dios que le capacita para actuar.

El Espíritu le empujó. El verbo griego empleado es “ekballo” = Empujar, echar fuera. No se trata de una amable invitación, sino de una acción que supone una cierta violencia. El Espíritu no abandona a Jesús, pero le arrastra a otro lugar: el desierto. Al recibir el Espíritu en el bautismo, Jesús no queda inmunizado y apartado de la lucha contra el maligno. Como todo hijo de vecino (hijo de hombre), Jesús tiene que debatirse en la vida para alcanzar su plenitud. Precisamente por haber alcanzado la meta como ser humano, está capacitado para marcarnos el camino a nosotros.

Al desierto. El desierto es el lugar teológico de la lucha, de la prueba; y, superada la prueba, del encuentro con Dios. Es imposible comprender todo el simbolismo del desierto para el pueblo judío. La clave de su historia religiosa se encuentra en el desierto. Jesús sufre las mismas tentaciones que Israel, pero las supera. No se trata del desierto físico, sino del símbolo de la lucha. Es muy significativo que todos los evangelios nos hagan ver cómo Jesús encontrará a Satanás en su mismo pueblo.

Se quedó en el desierto cuarenta días. El número cuarenta es otra clave simbólica para entender el relato: 40 días duró el diluvio, 40 años pasó el pueblo judío en el desierto. 40 días estuvo Moisés en el Sinaí. 40 días fueron necesarios para que se conviertan los ninivitas. 40 días camina Elías por el desierto. No se trata de señalar un tiempo cronológico, sino de evocar una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que quedarán superados por la experiencia de Jesús.

Tentado por Satanás. “Peireo” indica más bien una prueba que hay que superar. No puede haber un aprobado si no hay examen. ‘Satán’ significa el que acusa en el juicio, exactamente lo contrario que ‘paráclito’, el que defiende en un juicio. En Mt y Lc, las tentaciones tienen lugar al final de los cuarenta días de ayuno. En Mc no aparece el ayuno por ninguna parte, y la tentación abarca todo el tiempo que duró el retiro en el desierto. Mc no nos habla de penitencia, sino de lucha.

Estaba entre las fieras. La traducción oficial de “alimañas” condiciona la interpretación. El texto griego y el latino dice: animales salvajes concretos, conocidos por todos. Puede entenderse como que Jesús está en la vida en medio de todas las fuerzas que condicionan al hombre, unas buenas (Espíritu, ángeles), otras malas (Satanás, fieras). Pero también podría aludir a los tiempos idílicos del paraíso, donde la armonía entre seres humanos y la naturaleza entera era total. Recordemos que el tiempo mesiánico se había anunciado como una etapa de armonía entre hombres, naturaleza y fieras.

Y los ángeles le servían. El verbo que emplea es “diakoneô”, que significa servir, pero con un matiz de afecto personal en el servicio. En el NT “diaconía” es un término técnico que expresa la actitud vital de servicio, de los seguidores de Jesús. Su primer significado era, “servir a la mesa”. Pero aquí este significado iría en contra de todo el sentido del relato, porque indicaría que en vez de ayunar era alimentado por los ángeles. Podría significar las fuerzas del bien, o expresar que Dios estaba de su parte.

Nada ni nadie puede malearnos sustancialmente; ni el pecado de Adán, ni nuestros propios pecados. Nuestra tarea consiste en ir descubriendo lo que nos deteriora como seres humanos y lo que nos va construyendo como personas.

Meditación

La tentación fundamental es hacer un dios a mi medida,
dejándome llevar por una cómoda idolatría.
El antídoto es el Dios de Jesús,
el Abba que me hace vivir su misma Vida.
Si descubro mi verdadero ser,
surgirán dentro de mí la armonía y la capacidad de amar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Hambre de Evangelio.

Domingo, 18 de febrero de 2018
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003-jesus-waterHay que hablar del anhelo, de la sed interior y del deseo de la plenitud con las palabras que utiliza hoy la gente. A menudo, el discurso eclesiástico engarza poco con la sensibilidad y el lenguaje de la gente común (Pablo D’Ors)

18 de febrero. Domingo I de Cuaresma

Mc 1, 12-15

Era tentado por Satanás. Vivía con las fieras y los ángeles lo servían

La parábola de Lázaro y el rico Epulón (Lc 16, 19-31) termina con una advertencia, que siguiendo a la teóloga americana Amy-Jill Levine (1956) en su obra Relatos cortos de Jesús, podríamos glosar con este comentario: Haz caso a los mandamientos que te ordenan ayudar a los pobres, a los enfermos y a los hambrientos, o acabarás sufriendo una pobreza peor, un sufrimiento mayor, un hambre más terrible. No solo contribuyas a la colecta de alimentos, sino que además invita al hambriento a tu casa. No solo pongas dinero en la bandeja, sino que además usa tus recursos para proporcionar empleo y apoyo a los necesitados. No trates al enfermo como una carga, sino como a un miembro querido de la familia que merece amor y cuidado. Conoce el nombre de los indigentes, cada uno de los cuales tiene una historia que contar. Admite, como dice Jesús, que no puedes servir a Dios y a Mamón (Lc 16, 13).

Este hambre de Lázaro y los pobres, que no es sólo de pan material, sino espiritual, se satisface proporcionando ayuda de todo orden a quienes lo necesitan. Jesús los invitó a su mesa, y nos dice que Dios los sentará en el Banquete del Reino. En la parábola del Banquete de Bodas, Jesús aconseja que se invite a “pobres, mancos, cojos y ciegos” (Lc, 14, 13).

¡Qué hermoso es cultivar la “Creaturidad”! Un neologismo, quizás, que podríamos definir como el hecho de ponernos en contacto con los seres creados y -¡cómo no!- con el su Creador. ¿Podríamos considerar ésto como “hambre de Dios”? Es posible que no dejara de tener sentido interpretándolo como una invitación a participar todos en la mesa del Banquete de Bodas y del Reino. Todos, como en Tatiana Blue The Nightingale Serenade, de André Rieu: la música, la ardilla, el ruiseñor, los patos, los gansos, la mariposa, el río, el bosque, las nubes y las flores. Música, Naturaleza, Espiritualidad, Evangelio.

La necesidad de la poesía en el mundo actual, y de la poesía mística en particular, la expresó Fernando Rielo en 1985, en un discurso ante la UNESCO: “la poesía es forma de una cultura que pasa por una espiritualidad insobornable; privada de este paso, no puede darnos el fruto de la paz. (…) la cultura es sabiduría que eleva a sistema las intuiciones de la vida. Su lenguaje, la poesía; su fruto, la paz”. Y otro tanto podríamos decir de la espiritualidad que nos oferta el Evangelio. Éste, en términos que entiende el mundo entero. En un lenguaje capaz de ser comprendido incluso por los que los letrados llaman analfabetos. “Hay que hablar del anhelo, de la sed interior y del deseo de la plenitud con las palabras que utiliza hoy la gente. A menudo, el discurso eclesiástico engarza poco con la sensibilidad y el lenguaje de la gente común”, ha dicho en una ocasión Pablo D’Ors, consejero del Papa Francisco.

José Paz, amigo mío y poeta, ha escrito unos hermosos versos en su último libro, Poemas en el tiempo, en el que internacionaliza la sublime tarea -¿divina, humana, evangélica?- de apagar el hambre de pan y de Evangelio.

LA HAMBRUNA DE ETIOPÍA (Fragmento)

(…) Si entre todos los hombres del mundo

existiese un poco de amor,

ante tamaño dolor

digamos un no rotundo;

no perdamos ni un segundo;

vayamos a socorrer

las plantas, que en su nacer,

habrían de echar corolas.

¡No las dejemos tan solas

ni de hambrunas perecer!

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Qué experiencias de desierto sostienen mi vida?

Domingo, 18 de febrero de 2018
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hombre_rezando_en_el_desiertoMc 1, 12-15

El texto del evangelio de este domingo empieza diciéndonos que el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Parece que el texto contradice lo que nos enseña el apóstol Santiago: “Nadie diga en la tentación que es tentado por Dios. Porque Dios ni puede ser tentado al mal, ni tienta a nadie; sino que cada uno es tentado por su concupiscencia, que lo atrae y seduce” (1, 13-14)

A muchas generaciones nos han educado diciéndonos que las tentaciones eran pruebas que teníamos que pasar, luchas en las que muchas veces perderíamos, porque vencería la fuerza del mal. Nos enseñaron a temerlas, como algo negativo. Hoy vamos a ver su dimensión positiva, tanto si proceden de estímulos de fuera de nosotros, como si son nuestros deseos y miedos las que desencadenan el proceso.

A Israel se le hizo muy laaaargo el tiempo de prueba en el desierto, de lucha contra sus propias debilidades y miedos. Lo expresó diciendo que habían estado 40 años de prueba, porque cuarenta años era el tiempo que tardaba toda una generación infiel en desaparecer y dejar paso a otra generación que fuera capaz de empezar algo nuevo.

Una generación tuvo que aprender de los errores cometidos por la anterior y reflexionaron de este modo:

“Acuérdate del camino que el Señor te ha hecho andar durante cuarenta años a través del desierto con el fin de humillarte, probarte y conocer los sentimientos de tu corazón y ver si guardabas o no sus mandamientos. Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre para alimentarte luego con el maná, desconocido de tus mayores; para que aprendieras que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. No se gastaron tus vestidos ni se hincharon tus pies durante esos cuarenta años. Reconoce en tu corazón que el Señor, tu Dios, te corrige como un padre hace con su hijo. Guarda los mandamientos del Señor, tu Dios; sigue sus caminos y respétale”. (Deuteronomio 8, 26)

Han pasado más de tres mil años y los errores de entonces son sabiduría para nosotros.

Moisés necesitó 40 días, para ser transformado en lo alto del Sinaí. Necesitó mucho tiempo para captar el sueño de Dios sobre su pueblo, para comprender que era imprescindible un comportamiento moral para que pudieran respetarse unos a otros. La raíz de ese comportamiento tenía que ser una profunda experiencia de Dios: podrían amar a Yahvé con todo su corazón, su mente y sus fuerzas si antes caían en la cuenta que, de ese modo, eran amados por Dios.

Pero, al bajar del monte para compartir esta revelación, el pueblo se había hecho su becerro de oro. Se les hizo larga la estancia de Moisés en la cima del monte, y organizaron una fiesta para distraerse y gozar de lo tangible.

También este error se ha convertido en sabiduría para todo el pueblo judío y para la Iglesia.

Jesús, en una profunda soledad, tuvo una experiencia fundante, que marcó su vida y le dio un giro. Se enfrentó a lo que todos los seres humanos nos tenemos que enfrentar una y otra vez:

· Que nacemos con un germen de poder. Esa semilla intenta crecer y expandirse por todos los medios posibles. Fijémonos en los poderosos de la tierra, para ver los efectos devastadores del crecimiento de este germen. Para conseguir ese poder, para tener parte en el banquete de los poderosos, podemos llegar a arrodillarnos ante los demás y “adorarlos”.

Jesús nos dice: el amor y el servicio son dos formas de poder que dan vida.

· Queremos quitar los obstáculos de nuestro camino para tener la vida más fácil. Intentamos convertir “las piedras en panes” con lo tenemos a mano: amenazas, extorsión, enchufes, mentiras…

Jesús nos dice: que la Palabra sostenga tu vida.

· Nos sentimos tentados a poner a Dios a nuestro servicio, a comprarle con nuestros ritos y cumplimiento, a negociar, creyendo que está en deuda con nosotros.

Jesús nos invita a vivir como hijos e hijas, sin tentar a Dios.

¿Cuál es nuestro desierto hoy? El espacio interior, vacío, en el que no cabe nada, ni nadie, de lo que nos sostiene a diario. Allí no pueden entrar ni nuestros seres queridos ni ningún objeto, por preciado que sea. Es un enfrentamiento, cuerpo a cuerpo con el mal… ¡incluso con Dios!

¿Cuántas veces hemos experimentado este desierto? ¿Cuánto tiempo hemos pasado en él, sin huir? Igual que Israel, cuando nuestras experiencias de desierto se nos hacen largas, tenemos la tentación de construirnos un “becerro de oro” que dé por finalizada la experiencia. Eso nos permite “bajar inmediatamente de la cima del monte” donde el encuentro con Dios puede llegar a ser casi insoportable, por su densidad y hondura.

Es bueno luchar “cuerpo a cuerpo con Dios”. Es bueno dialogar, preguntar, protestar… ante Dios, porque también crecemos en esta confrontación. Recordemos las palabras de Job: “Voy a quejarme en la amargura de mi alma…” (7, 11) “¿Qué es el hombre para que lo visites todas las mañanas y a cada instante lo sometas a prueba?” (7, 17-18) “Quiero hablar con el Omnipotente, quiero discutir con Dios” (13,3) “Siempre mi queja es una rebelión” (23,2).

Es bueno luchar en el desierto, en nuestro propio desierto, y es imprescindible que la lucha acabe en rendición, para poder experimentar lo mismo que Dios le dijo a Job: “Atiende, escúchame, calla hasta que yo haya terminado de hablar. Si tienes algo que decir, habla, pues yo deseo darte la razón. Si no tienes nada, escúchame; calla y yo te enseñaré la sabiduría” (33, 31-33)

Que en esta cuaresma podamos acoger esta sabiduría, personalmente y en los grupos o comunidades de los que formamos parte.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Imaginemos el impacto que pudo suponer para Jesús y su entorno el brutal asesinato de Juan Bautista en medio de un espectáculo, con danza incluida, para entretener a los poderosos. Era un hombre que había anunciado la conversión y reavivado la esperanza del pueblo.

Para Marcos, la muerte de Juan marcó un antes y un después en la vida de Jesús. Cuando los poderosos consiguieron acallar la voz del precursor, era el momento apropiado –el Kairós- para salir a predicar la Buena Noticia y mostrar los signos del Reino.

Pero empezar predicando en Galilea era como perder el tiempo, en la mentalidad de entonces. Era como “echar perlas a los cerdos”, porque una buena parte de la población estaba contaminada por lo que entonces se consideraba pecado: no subir a Jerusalén a celebrar la Pascua, no respetar el sábado, vivir en estado de impureza, etc. Muchos hombres y mujeres galileos tenían pocas esperanzas de salvación.

Precisamente allí, donde apenas quedaba esperanza humana, llegó Jesús con un mensaje sorprendente y unos signos que hicieron que muchos marginados pudieran ponerse en pie, se liberaran del mal que les aprisionaba y comenzaran un nuevo tipo de vida.

¿Podemos imaginar el impacto que supondrían las palabras y curaciones de Jesús en la gente marginal y desesperanzada? ¿No se nos reaviva nuestra pasión evangelizadora, para ofrecer hoy caminos de liberación hoy?

El gesto de recibir la ceniza ha sido como calzarnos las botas de montaña, ponernos la ropa adecuada, colocarnos la mochila al hombro y empezar “a caminar hacia el centro de nuestro ser”, conscientes de que este camino nos humaniza y diviniza al mismo tiempo. Desde ahí podemos salir al encuentro de los demás con otra hondura, con un amor más limpio y la fuerza del Espíritu; más libres de enredos emocionales y con más gratuidad.

Marifé Ramos (www.mariferamos.com)

Fuente Fe Adulta

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¿Tentaciones o intentos?

Domingo, 18 de febrero de 2018
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icono_cristo_pantocratorDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. LA VIDA ES CAMINAR POR EL DESIERTO.

Los cuarenta días cuaresmales evocan los 40 años que las tribus hebreas caminaron por el desierto (de la vida) hasta llegar a la tierra de libertad.

La vida es caminar por el desierto de las dificultades, crisis, enfermedades, problemas con una gran nostalgia de libertad, de tierra de promisión.

02. LAS TENTACIONES DE JESÚS.

Hemos escuchado cómo Jesús vivió también la tentación. Jesús fue hombre como nosotros, menos en el pecado.

Las tentaciones de Jesús no pensemos que se producen materialmente en el desierto y, de la noche a la mañana, una vez vencidas, Jesús queda libre de todo peligro. Por tanto hemos de pensar que Jesús fue tentado, como todos nosotros, a lo largo de toda su existencia.

Marcos no especifica las tentaciones que sufrió Jesús. Pero hemos de pensar que sufrió las mismas tentaciones que padecemos todos en la vida, pues Jesús se hizo hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado.

La escena del evangelio de hoy se sitúa “a continuación” del bautismo de Jesús en el Jordán, donde el Espíritu desciende sobre Jesús: este es mi Hijo.

“Cuarenta días” es toda la vida.

Jesús atravesó el desierto de la vida, y durante toda su vida tuvo sus tentaciones, como todos.

03. ¿LA GRAN TENTACIÓN (INTENTO) NO SERÁ EL DESEO DE ABSOLUTO?

b01_8La tentación no es una invitación al pecado, sino una llamada al infinito.

En lo más hondo de nuestro ser, todos tenemos una nostalgia infinita de vida y bienestar. Somos un eterno deseo incumplido, al menos hoy por hoy. Somos una pasión infinita.

Todo ser humano es una búsqueda infinita. Esta eterna búsqueda no es una cuestión religiosa. La llamada de la felicidad no depende de que uno sea creyente o no. Todos, creyentes y no creyentes, tenemos “hambre y sed de todo y del Todo.” “Todo placer reclama eternidad. El gozo quiere ser eterno”, decía Nietzsche, irreligioso terminal.

Somos siempre para nosotros mismos una asignatura pendiente. Somos una diferencia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser y vivir.

Ninguna realidad humana llena nuestro corazón. Nunca el placer es bastante, nunca el dinero colma el corazón de ser humano. El hombre se supera a sí mismo infinitamente porque siempre está en camino hacia la plenitud infinita.

Sobrepasamos el mundo de la naturaleza, superamos el listón de nuestros instintos, pero nuestro corazón no se aquieta con la simple satisfacción de nuestras pulsiones e instintos.

San Agustín escribía aquello de: Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto, pues solamente descansará cuando te encuentre.

Un salmo expresa muy bien estas cosas:

Mi alma tiene sed de ti, mi vida ti ansia de Ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua, (Salmo 63,2)

La misma expresión: “tentación”, viene de “intentar”. Intentamos hacernos con la plenitud, “ser como dioses”. La tentación es la continua tentativa de llegar al absoluto. Las tentaciones son momentos concretos y expresiones de ese deseo “irremediable” de felicidad que todos llevamos dentro.

La tentación está llena de sentido: es un querer salir de la limitación, de la pobreza de todo tipo, del sufrimiento para llegar al puerto de la plenitud. La tentación en el fondo es como un querer llegar rápidamente a la felicidad.

Lo que pasa es que en ocasiones nos equivocamos.

04. ¿TENTACIONES, PECADO, EQUIVOCACIONES O DESEQUILIBRIOS?

viewMuchas opciones en la vida más que pecado, son desequilibrios, errores, viejos problemas psíquicos, costumbres inveteradas, tendencias que tienen que ver más con la psicología, cuando no con la patología, que con la moral. Un drogadicto, un ludópata, un alcohólico no tienen tentaciones. La libertad la tienen, la tenemos dañada. Ya San Pablo experimentaba en sí mismo aquello de: hago el mal que no quiero, (Rom 7,19).

Muchas veces las tentaciones son las diversas crisis con las que nos debatimos en la vida: la desesperación, la desconfianza, las amarguras que pueden terminar por llevarnos a una pérdida de la fe, de la esperanza, del amor.
Hay casos límite como puede ser el suicidio, las adicciones a la droga, el erotismo, cleptomanías, ludopatías, etc. En el fondo se busca calmar y salir de un gran dolor existencial: el dolor del rechazo, de la soledad, el dolor del desafecto, de los fracasos, de la ansiedad, del mal trato de la infancia, de las culpabilidades morales, el dolor de “muchas asignaturas pendientes en la vida” o cualquier otro tipo de dolor.

Probablemente las adicciones consisten en buscar salidas (compulsivas) a grandes sufrimientos y ansiedades. Eso no son tentaciones, ni pecado y no sería cristiano culpabilizar (nunca es cristiano culpabilizar). En estas cosas de tentaciones y tendencias del ser humano, se entremezclan y funcionan mecanismos psicológicos, subconscientes e inconscientes, “viejas historias”, etc., que pueden requerir atención médica, psiquiátrica, también espiritual y, sobre todo, cristiana. La bondad y el sentirse querido sana más que mil ritos religiosos.

VOLUNTARISMOS.

Voluntarismo viene de voluntad, fuerza de voluntad.

Demasiado “olímpicamente” decimos que hay que tener fuerza de la voluntad para dominar tal situación, tentación, etc. Pero no siempre las tentaciones, los desequilibrios, adicciones, etc., se resuelven desde la voluntad. No siempre es cierto el refrán castellano: querer es poder. No siempre ni todo el que quiere, puede.

Hay búsquedas y tentaciones que han de ser tratadas desde la medicina, psicología, logoterapia, desde la apertura a la misión, a los demás, desde la bondad.

Los voluntarismos pueden terminar siendo patológicos. Basta recordar directores espirituales, confesores y confesiones que hemos padecido.

05. LA CUARESMA Y LA VIDA SON TIEMPO DE GRACIA Y EVANGELIO

panLa vida es tiempo de gracia y de evangelio.

Que el espíritu, la fuerza de Dios nos atraiga y nos impulse en la vida, de modo que no nos cansemos de caminar, que, tal vez sea la gran tentación

Tentaciones no nos van a faltar, probablemente el pecado estará presente en nuestra vida, pero con toda seguridad quien estará siempre con nosotros es Dios, como la nube que cubría al pueblo por el desierto.

La conversión no equivale a evocar culpabilidades y remordimientos, sino a poner nuestra mirada en Dios. No significa mirar atrás con amargura, sino mirar hacia adelante con esperanza.

Los cristianos vivimos aquello que dice el salmo 31,1:

Dichoso aquel a quien Dios no le tiene en cuenta su culpa,
a quien le han sepultado su culpa.

Con este espíritu vivamos la cuaresma desde el Evangelio: confiad en el evangelio.

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“Nuestra gran tentación”. 5 de marzo de 2017. 1 Cuaresma (A). Mateo 4, 1-11.

Domingo, 5 de marzo de 2017
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20130418-jesus_tentacion_en_el_desierto_pinturaLa escena de “las tentaciones de Jesús” es un relato que no hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que se nos describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de que podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del camino que sigue Jesús.

La primera tentación es de importancia decisiva, pues puede pervertir y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece algo bien inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.

Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios”. No hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.

Nuestra necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado nuestro pan. El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad.

Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos; hacer de la obsesión por un bienestar siempre mayor o del consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas.

Nos engañamos si pensamos que ese es el camino a seguir hacia el progreso y la liberación. ¿No estamos viendo que una sociedad que arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia la autosatisfacción, no hace sino generar vacío y sinsentido en las personas, y egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad en la convivencia?

¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de manera trágica el número de personas que se suicidan cada día? ¿Por qué seguimos encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez más inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no lleguen hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?

La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no sólo de bienestar vive el hombre. El ser humano necesita también cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar su conciencia con responsabilidad, abrirse al Misterio último de la vida con esperanza.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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”Jesús ayuna cuarenta días y es tentado”. Domingo 5 de marzo de 2017. Domingo 1º de Cuaresma, ciclo A.

Domingo, 5 de marzo de 2017
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14-CuaresmaA1Leído en Koinonia:

Gn 2,7-9; 3,1-7: Creación y pecado de los primeros padres
Salmo responsorial 50: Misericordia, Señor: hemos pecado
Rom 5,12-19: Si creció el pecado, más abundante fue la gracia
Mt 4,1-11: Jesús ayuna cuarenta días y es tentado

 Los comentarios bíblico-litúrgicos para ayudar a la elaboración de las homilías dominicales de este típico “domingo de las tentaciones”, el primero de cuaresma, suelen presentar en esta ocasión un sencillo paralelismo antagónico: la primera tentación fue la que se le presentó a Eva, que acabó en el pecado; pero ha habido otra tentación, la que sufrió Jesús en el desierto, que acabó en victoria, de la que podemos tomar ejemplo. En esta línea es muy fácil encontrar comentarios en la red. Por eso mismo quisiéramos nosotros hacer esta vez una aportación diferente, en sentido crítico. Obviamente, este aspecto no será apropiado en cualquier caso para convertirlo sin más en una homilía… pero creemos que tampoco sería bueno que una homilía olvide este aspecto crítico. En todo caso, cada agente de pastoral sabrá lo que su comunidad necesita, y sabrá encontrarlo en otros puntos de servicio bíblico-litúrgico de la red.

 La primera lectura de este domingo reúne, resumidamente, dos importantes relatos bíblicos: el de la creación y el del pecado original. Son muy significativos, muy importantes, y hoy día, también muy problemáticos.

 Es importante hacer recordar a los oyentes que estos textos, y todos los que forman el grupo de los once primeros capítulos del Génesis, que se refieren a los inicios de la «historia de la Salvación», han sido entendidos desde siempre de un modo literal. Todas las generaciones que nos precedieron en la fe los entendieron así. Seguramente que nuestros padres -y ciertamente nuestros abuelos- nunca pensaron otra cosa, y muchos cristianos mayores también lo piensan hoy día. Desde tiempo inmemorial, estos textos han fungido para muchísimas generaciones, como una fuente capital de su comprensión del mundo y de la historia. Las “coordenadas generales” que estos mitos trazan (Dios arriba, naturaleza abajo, un acto divino de creación que pone en marcha el cosmos, una creación del ser humano distinta a la creación de todos los demás seres, Dios que prohíbe comer el fruto del árbol, la desobediencia del ser humano que se convierte en el «pecado original» que transformará la suerte de toda la humanidad posterior –¡y del cosmos!–, el protagonismo principal de la mujer en este pecado, el enfado de Dios, su consecuente ruptura de relaciones con la Humanidad por haber comido ésta el fruto prohibido…), han sido para toda esa humanidad judeocristiana de los tres mil últimos años, el “paradigma” desde el que han entendido tanto el mundo, como a Dios, como a sí mismos, es decir, la realidad global. Estamos ante unos mitos religiosos ante los que hay que descalzarse, como quien pisa tierra sagrada.

 Hace apenas cien años, en 1906, la Pontificia Comisión Bíblica –respaldada obviamente por la Inquisición romana, la actual Congregación para la Doctrina de la Fe, que todavía no se llamaba Santo Oficio–, reafirmaba solemnemente, y bajo pena de excomunión a quien no lo aceptara, que el contenido de los once primeros capítulos del Génesis es histórico, no mitológico.

 Es importante recordar a los oyentes que hoy no creemos que estos relatos haya que entenderlos así, literalmente. Es decir: que hoy sabemos que la Biblia no puede decirnos cómo fue el origen del cosmos, ni el del ser humano. Que la Biblia no contiene mensajes de física, ni de química, ni de biología evolutiva, ni de geofísica o astrofísica… que nos informen sobre todos esos campos. Y que por tanto se puede ser cristiano y aceptar lo que la ciencia nos dice hoy, incluidas las opiniones contrarias a tantas afirmaciones y supuestos incluidos en estos relatos bíblicos.

 Es importante hacer caer en la cuenta de que esta nueva manera de entender los textos bíblicos no fue fruto de un descubrimiento fácil e ingenuo, sino una intuición laboriosamente trabajada por los biblistas y teólogos, que durante varios siglos han tenido que enfrentarse a la oposición y a la condena de las autoridades de sus respectivas Iglesias. Todavía hoy, en tiempo de Benedicto XVI, el biblista argentino Ariel Álvarez Valdés, doctor en teología bíblica por la universidad de Salamanca, fue públicamente adversado y perseguido por la Secretaría de Estado del Vaticano por no sostener de la historicidad de Adán y Eva y su pretendido pecado original (véase su propio testimonio en Youtube [http://www.youtube.com/watch?v=2Ys3kcwjbSY&list=PL84001F9AB27C6E32].

 Todo cristiano medianamente culto puede tener su opinión sobre el origen del mundo, igual que puede tener sus opiniones en medicina, en astronomía o en psicología, libremente, sin coacción, y sin que haya ninguna opinión «oficial» de la Iglesia en esos campos que pudiera ser «obligatoria». Los relatos bíblicos están en otro plano, un plano simbólico, que no afecta al campo autónomo de la ciencia. Esto es al menos lo que solemos decir hoy día, después del Vaticano II, pero sería más correcto reconocer que aquellos relatos no fueron concebidos, como decimos, meramente en un plano simbólico; para nuestros ancestros religiosos-y-culturales, esos relatos eran históricos, y con esa historia inventada, sin ningún fundamento científico, trataban de encontrar respuestas a problemas humanos y existenciales de muy diverso género (el mal, la felicidad, la vida, nuestro origen, nuestro fuuro…). Es ahora, sólo ahora, cuando nosotros, al ver que sus creencias expresadas en esos mitos estaba profundamente equivocadas –como hoy sabemos por la ciencia– sostenemos que esos mitos sólo podemos interpretarlos de un modo puramente simbólico. Nuestros antepasados –hasta nosotros mismos hace 50 años entre los católicos– los hemos considerado obligadamente históricos, literales, contados directamente por la misma boca reveladora de Dios.

 Hay que dar claramente al público cristiano la buena noticia de que hoy no sostenemos que el símbolo judeo-cristiano del llamado «pecado original» tenga un fundamento histórico. No hay por qué sostenerlo. Más bien resulta prácticamente imposible que lo tenga, por cuanto lo más probable es que no hubo un solo filum biológico evolutivo de surgimiento de nuestra especie, y el poligenismo es hoy la opinión más común de la ciencia. La proclamación que la Iglesia católica hizo del monogenismo en el siglo pasado se debió al espejismo (que todavía sufría) de pensar que el significado del símbolo del pecado original dependía efectivamente de un pecado histórico real que habría cometido una primera pareja de la que descendemos absolutamente todos los hombres y mujeres.

 Resulta especialmente importante aclarar que hoy día resulta del todo inverosímil -teológicamente hablando- todo el conjunto simbólico de la tentación y el pecado original: pensar que toda la humanidad esté en una situación de postración espiritual (que sea una massa damnata, una «muchedumbre condenada», como repetía san Agustín) a raíz de un supuesto primer pecado de una inexistente primera pareja, y pensar que debido a ello Dios habría roto sus relaciones con la Humanidad, y que esa ruptura no podría ser superada sino nada menos que con la sangre de la muerte en cruz del Hijo de Dios, tal y como ha sido presentado por la tradición más común y constante del cristianismo, resulta hoy absolutamente inaceptable. Deben por tanto sentirse aliviados todas las personas que se sienten incómodas ante las acostumbradas explicaciones homiléticas al respecto, tan parecidas a las catequesis infantiles que recibimos cuando fuimos niños, y como nosotros, todas las generaciones cristianas durante más de milenio y medio.

 Otras varias salvedades y comentarios críticos también muy importantes se podrían hacer entre los temas implicados en esos dos grandes relatos bíblicos que han sido juntados en la primera lectura de este domingo (por ejemplo sobre la «transcendencia» de Dios, que ahí se presenta como obvia, sobre la imagen misma de “theos”, la visión negativa de la realidad que conlleva la creencia en un primer «pecado primordial», la terrible inferiorización y culpabilización de la mujer causada por ese texto…). Ya hemos dicho que no pretendemos que esta lista de advertencias críticas sea el contenido de una homilía, sino simplemente el trasfondo crítico a tener en cuenta a la hora de hablar de las “tentaciones” y del “pecado”, para lo que sin duda se encontrará mucho material en los numerosos portales de servicio bíblico de la red.

 Es importante que digamos claramente, e insistamos, en que se puede ser cristiano y ser «persona de hoy» en las propias opiniones científicas. Y que hay otras formas de hablar del la realidad del mal y del pecado, que la de tomar como referencia unos mitos religiosos elaborados hace dos milenios y medio.

 Finalizamos diciendo que ya que tantas veces hemos insistido en el pecado original y en sus fatales consecuencias para toda la humanidad, sería bueno compensar esa actitud refiriéndonos a lo que hoy intuye la teología de frontera: que, más bien, lo original no fue un pecado, sino una bendición… Puede ayudar el libro de FOX, Mathew, “Original Blessing”, Bear & Company 1983; traducido como: La bendición original. Una nueva espiritualidad para el hombre del siglo XXI, Obelisco, Barcelona 2002, 410 pp Leer más…

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Dom 5.3.17. Tentaciones de Jesús ¿pecados de la Iglesia?

Domingo, 5 de marzo de 2017
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acua01bnk01Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 1 de Cuaresma, ciclo A. Mt 4, 1-11. Suelen llamarse tentaciones de Jesús, como si hubiera sido suyas, y no tuvieran nada que ver con la Iglesia o con nosotros. Pero el evangelio las presenta como riesgos de pecado de la Iglesia, esto es, de los seguidores de Jesús (es decir, de nosotros), aunque estén escenificadas en Jesús. Son tres como se sabe:

‒ La primera es la del pan, comerlo todo, asegurar la vida a base de dinero. En esta tentación ha caído bastante la Iglesia, que ha querido tener, conseguir mucho dinero. Y es evidente que a veces ha hecho bien con sus tesoross: catedrales, obras de arte, palacios… y sobre todo asistencia social, comida a los pobres, hospitales…

Pero en ese camino la iglesia ha corrido el riesgo de quedar entrampada en el dinero, destruyendo así el mensaje de Jesús, su propia identidad cristiana. Bueno será que lo recordemos y cambiemos, esa cuaresma.

‒ La segunda tentación es el poder espiritual, saberlo todo, tener todas las respuestas, dominando a los fieles con un tipo de “dictadura espiritual”. Ésta ha sido la tentación de los “milagros”, como si la Iglesia tuviera el monopolio de la sabiduría, en forma un poco máfica: “doctores tiene la Iglesia que os sabrán responder”.

Se trata de por andar por ahí sobrados de razones, dando respuestas de todo, a diestro y siniestro, diciendo a los demás lo que han de hacer… Jesús no quiso eso, ni hizo los milagros “del diablo”, ni intento saber más, ni imponer sus razones a los demás.

‒ La tercera tentación es el poder-poder, sin más: “Todo esto te daré”, los reinos del mundos, las riberas sagradas (como en la novela de Redondo, de ese título). La iglesia ha querido y quiere, en ciertos estamentos, dominar el mundo, como poder supremo, las tres tiaras (sacerdocio, profecía, reino…).

Ciertamente, ella quiere un poder para bien, es evidente, pero en el camino son (somos) muchos los dominados por el ansia de poder, que podemos utilizar la religión como forma de mando: Por el Imperio hacia Dios (por Dios hacia el Imperio). Más claro no se podía decir. Pero ese es el argumento del Diablo, como podrá ver quien siga leyendo.

Estas son las tres tentaciones de la Iglesia, que el evangelio ejemplifica en Jesús,
ellas son la reflexión de la liturgia en este primer domingo de Cuaresma, y así las presento en las reflexiones que sigue (utilizando unas páginas de mi Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2016).

Las reflexiones que siguen no quieren ser una crítica a la iglesia sin más, sino la expresión más honda de su fe, fundada en Jesús, principio de una renovación esencial, que ha de comenzar ya, de un modo radical, si es que ella (¿nosotros?) cree/creemos en el evangelio. Buen fin de semana.

1ª tentación. Mesianismo y pan

imagessinfotogif¡Que las piedras se vuelvan alimento! (4, 2-4).

El primer problema es el hambre, la primera acción mesiánica será ofrecer comida (pan), seguridad económica. A ese nivel nos situaba Gen 2-3: Eva sintió “hambre” de un pan especial (del fruto del conocimiento pleno); también a Jesús le llega el hambre, necesita saciar su deseo. Ésta sigue siendo la principal tentación de nuestro tiempo: saciar para siempre a los hombres (como dice en otro contexto Jn 4, 15, refiriéndose al agua). Parece evidente que sólo es mesías verdadero quien ofrece pan, en programa integral de transformación económica, pero no en la línea del Diablo:

4 2 Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3 Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. 2 Pero él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

Aún admitiendo que resulta necesario alimentar a los hambrientos, Jesús sabe que la solución del Diablo (que actúa como la Serpiente de Gen 3), resulta perversa: abandona a los hombres en manos de su lucha por el pan, les encierra en su necesidad económica, para que ellos vendan así su dignidad, esto es, su palabra, por alimento o dinero. El tentador intenta cerrar a los hombres en el círculo del poder material de la comida, en la línea de Gen 3 donde el mismo tentador dice a los primeros hombres que pueden convertir todo en comida. Se trata de que todo sea pan, todo dinero, al servicio del hambre de posesión ilimitada de los hombres.

16998981_746689895508205_538228153937515892_nEl Diablo dice ahora: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes, Pero él responde: No sólo de vive el hombre, sino de toda palabra… Ser Hijo de Dios significaría imponerse por pan sobre los hombres, convertir todo en alimento, y hacer que todos coman, cumpliendo de inmediato sus deseos materiales y obteniendo así el control material sobre la vida. Ésta es la tentación (la de de Eva, en Gen 3) que ahora se repite en Jesús. El hombre se descubre como ser necesitado, limitado por el mandato (¡no comas!) y el deseo (¡Jesús sintió hambre!). Trascender ese límite, saciar de inmediato la necesidad: esa sería la señal mesiánica, la divinización del humano, que Jesús descubre como tentación diabólica:

Pervivencia y triunfo del Diablo. La humanidad actual (año 2017) sabe producir, de forma que parece estar capacitada para realizar el deseo del Tentador: convertir las piedras en pan, saciar un tipo de hambre. En esa línea, en conjunto, con su desarrollo científico y técnico, el hombre puede resolver el tema de la producción, alimentando a todos los hambrientos de la tierra, y consiguiendo externamente aquello el Diablo que quería. Pues bien, conforme al camino de Jesús, en el fondo de ese deseo (¡convertir las piedras en pan o dinero!) se esconde la tentación de la Mamona (Mt 6, 24), es decir, del dinero/pan convertido en anti-dios, verdad única del hombre que adora algo que él mismo ha producido (¡capital financiero!), un pan que lleva en sí el germen de la división de unos contra otros (como formula en otro plano 25, 31-46, situando junto a la del pan otras necesidades humana, y como ratifica 26, 6-13, hablando de un tipo de pan más elevado).

‒ Verdad de Jesús, la palabra. Frente al pan del Diablo, que sería una especie de capital divinizado, que divide/destruye a los hombres, apela Jesús a un poder más alto: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (cf. Dt 8, 3 LXX), una palabra que se escucha y acoge, que se comunica y comparte en forma de comunicación interhumana. Ciertamente, el pan que sacia el hambre física se debe compartir (como irá mostrando el evangelio: multiplicaciones), pero, cerrado en sí, ese pan puede conducir a la idolatría del poder y a la acumulación y posesión que enfrenta a unos con los otros. En contra de eso, la Palabra de Dios ha de ser por siempre origen y sentido de comunicación humana, en la línea del mensaje de Jesús y de la Última Cena (Mt 26, 25-30). Más que la producción (convertir piedras en pan) y la posesión (amontonar un Capital divinizado), la palabra de Dios suscita y funda un tipo de comunicación universal.

Nuestra humanidad (siglo XXI) sabe producir, pero no ha querido aprender a compartir, no ha conseguido que sus miembros dialoguen de un modo fraterno, desplegando su vida a nivel de palabra, es decir, de búsqueda compartida de fraternidad, en apertura a Dios, en comunión de vida. Allí donde la economía es sólo economía (en manos del deseo impositivo de los potentados) y el poder acaba siendo medio de imposición y engaño (como en el Diablo), el humano corre el riesgo de perderse a sí mismo, cayendo en manos de su pura destrucción. Leer más…

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“Necesidades, miedo y ambición.” Domingo 1 de Cuaresma. Ciclo A.

Domingo, 5 de marzo de 2017
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b22a3fce51f505a5a401188868d40d8272a45212ee87d5e9b9286b3f7d4fbe95Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo.

Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo:

«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.»

Pero él le contestó, diciendo:

«Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”»

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice:

«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras.”» 

Jesús le dijo:

También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios.”»

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:

«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.»

Entonces le dijo Jesús:

«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.”»
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

El primer domingo de Cuaresma se dedica siempre a recordar el episodio de las tentaciones de Jesús. El relato más antiguo, el de Marcos, es muy breve y misterioso. Mateo y Lucas lo completaron con las tres famosas tentaciones que todos conocemos, y que empalman con el episodio del bautismo, en el que la voz del cielo proclama: «Tú eres mi hijo amado, en quien me complazco». ¿Cómo entiende Jesús su filiación divina? ¿Cómo un salvoconducto para pasarlo bien y triunfar? Todo lo contrario. Inmediatamente después marcha al desierto, y allí va a quedar claro cómo entiende su filiación divina.

Primera tentación

Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en benefi­cio propio. Es la tentación de las necesidades imperiosas, la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los cuarenta años por el desierto. Al final, cuando Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades sufridas, le explica por qué tomó el Señor esa actitud: «(Dios) te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios» (Dt 8,3).

En la experiencia del pueblo se han dado situacio­nes contrarias de necesidad (hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber aprendido dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que vivir es algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las necesidades primarias. En este concepto más rico de la vida es donde cumple un papel la palabra de Dios como alimento vivifica­dor. En realidad, el pueblo no aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado. Mientras no estu­viesen satisfechas las necesidades primarias, carecía de sentido la palabra de Dios.

En el caso de Jesús, el tentador se deja de sutilezas y va a lo concreto: «Si eres Hijo de Dios, di que las piedras éstas se conviertan en panes». Jesús no necesita quejar­se de pasar hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero Jesús tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo no asimiló durante años: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que diga Dios por su boca».

La enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es la visión amplia y profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se alimenta de la palabra de Dios.

Segunda tentación

La segunda tentación (tirarse desde el alero del templo) también se presta a interpretaciones muy distintas. Podríamos considerar­la la tentación del sensacionalismo, de recurrir a procedi­mientos extravagantes para tener éxito en la actividad apostóli­ca. La multitud congregada en el templo contempla el milagro y acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle importante. El tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre. Lo que propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios. Por eso parece más exacto decir que la tentación consiste en pedir a Dios pruebas que corroboren la misión encomendada. Nosotros no estamos acostumbrado a esto, pero es algo típico del Antiguo Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1-7), Gedeón (Jue 6,36-40), Saúl (1 Sam 10,2-5) y Acaz (Is 7,10-14). Como respuesta al miedo y a la incertidumbre espontá­neos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un signo milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico (Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tran­quilice y anime a cumplir la tarea.

Jesús, a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido. Basándose en la promesa del Salmo 91,11-12 («a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en la piedra»), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto del Deuteronomio: «No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16). La frase del Dt es más explícita: «No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá (Tentación)». Contiene una referencia al episodio de Números 17,1-7. Aparentemente, el problema que allí se debate es el de la sed; pero al final queda claro que la auténtica tentación consiste en dudar de la presencia y la protección de Dios: «¿Está o no está con nosotros el Señor?» (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús no es así. Su postura supera con mucho incluso a la de Moisés.

Tercera tentación

La tercera tentación, a tumba abierta por parte del tentador, consiste en la búsqueda del poder y la gloria, aunque suponga un acto de idolatría. No es la tentación provocada por la necesidad urgente o el miedo, sino por el deseo de triunfar. Jesús rechaza la condición que le impone Satanás citando Dt 6,13.

Para Mt, Jesús en el desierto es lo contrario de Israel en el desierto. En la época del desierto, el pueblo sucumbió fácilmente a las pruebas inevitables de la marcha: hambre, sed, ataques enemigos. Dudaba de la ayuda de Dios, se quejaba de las dificultades. Jesús, nuevo Israel, sometido a tentaciones más fuertes, las supera. Y las supera, no remontándo­se a teorías nuevas ni experiencias personales, sino a las afirmaciones básica de la fe de Israel, tal como fueron propues­tas por Moisés en el Deuteronomio. Los judíos contemporáneos de Mateo y de su comunidad no tienen derecho a acusar a su fundador de no atenerse al espíritu más auténtico. Jesús es el verdadero hijo de Dios, el único que se mantiene fiel a Él en todo momento.

El problema de la historicidad

Pero el relato de Mt nos obliga a plantearnos el proble­ma de si trata hechos históricos o es ficticio. Porque el diálogo con el tentador, el viaje a la ciudad santa y el otro a una montaña altísima no parecen tener nada de histórico. El hecho de que las tentaciones en Lc sean iguales, sólo que cambiando el orden, no significa nada.

Es interesante recordar que el cuarto evangelio no contiene un episodio de las tentaciones, pero habla de ellas a lo largo de la vida de Jesús. La más fuerte es la del poder, en el momento en que los galileos quieren nombrar a Jesús rey. Y tentaciones muy parecidas en su contenido, no en la forma, se repiten al final de la vida de Jesús, en la cruz: «Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz» (Mt 27,40). Estas tentaciones reflejan otro dato de gran interés: los tentadores son los hombres, no Satanás.

En resumen, podemos decir:

La tentación es un hecho real en la vida de Jesús, a la que se vio sometida por ser verdadero hombre.

Mt ha recogido este tema para dejarnos claro desde el princi­pio cómo entiende Jesús su filiación divina: no como un privile­gio, sino como un servicio.

En el fondo, las tres tentaciones se reducen a una sola: colocarse por delante de Dios, poner las propias necesidades, temores y gustos por encima del servicio incondicional al Señor, desconfiando de su ayuda o queriendo suplantarlo.

Las tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para toda la comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las necesidades, miedos y apetencias y nuestro grado de interés por Dios.

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Primer Domingo de Cuaresma. 5 Marzo, 2017

Domingo, 5 de marzo de 2017
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di-cuaresma

“Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo”.

Mt 4, 1-11

Así comienza el evangelio de hoy. Llegaremos a las tentaciones pero vamos a detenernos unos segundos en este comienzo. Pocas veces nos encontramos a Jesús como sujeto pasivo: no dice, no sana, no camina, no cruza a la otra orilla, no va, ni viene… es llevado. Y tan pasivo, que no protesta, no pone impedimentos, se entrega, se deja llevar y de esta manera, se deja hacer por el Espíritu.

Podemos dar un paso más y ahondar en la entrega de Jesús, en ese dejarse llevar. Si vamos más lejos de la simple acción de ser llevado, en esta ocasión desde la zona del Jordán donde acaba de ser bautizado al desierto, nos encontramos con que permanece en el desierto, en la soledad, en el silencio. Permanece, no importa el número de días, pero no huye de sus ruidos internos, de su miedo; no se engancha al ipod, móvil, tablet, ni a nada de su época que le anestesie la consciencia y disfrace la realidad. Permanece, a pesar de todo, a pesar de sí mismo… dejándose hacer.

Con el paso de los días y lejos de las distracciones exteriores, es ahí, en la quietud del desierto, de su desierto, en medio de la nada, en su noche cuando le asaltan los temores y la voz de su ego: “si eres hijo de Dios…”.

Claro que lo es. Es Hijo de Dios, y además, Amado. Sentir esa certeza en lo más profundo de su ser es lo que le hace permanecer en la soledad del desierto, en la nada. Y sin embargo, esa misma permanencia le agudiza la escucha de la Palabra llenándole de confianza y seguridad, agarrándose a ella una y otra vez: “está escrito…”. Mira cara a cara a sus ruidos, “conversa” con ellos y les pone nombre: Satanás. Como ve que no le aportan nada bueno les pide que se vayan: “Retírate, Satanás”. Y el diablo lo dejó, dice el texto.

Nos cuesta mucho. Nos cuesta la Cuaresma, el ayuno, el silencio con minúsculas, nuestros ruidos, revisarnos (ay, cuánto más fácil revisar a las demás). Reconozcamos que, sí, eso, que lo que nos ocurre es que nos costamos nosotras mismas, que hay días en los que nos cansan nuestras “cadaunadas”.

¿Qué pasaría si nos dejamos llevar al desierto? ¿si en el Silencio miramos nuestros ruidos y les ponemos nombre? ¿Qué pasaría si les decimos “retírate, Satanás”? ¿Qué pasaría si… en definitiva, nos dejamos hacer? Complicada y costosa tarea la que nos pone delante este comienzo de Cuaresma. A por ella. Nosotras también somos Hijas de Dios, además, Amadas… y encima, lo sabemos.

Oración

Padre nuestro, susúrranos tu Palabra Creadora, tu Palabra de vida eterna.

Jesús de Nazaret, tú eres nuestro Maestro, deseamos dejarnos hacer.

Espíritu Santo, llévanos al desierto, llévanos al Silencio.

Trinidad Santa, en vos confiamos. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La tentación es siempre una oferta engañosa

Domingo, 5 de marzo de 2017
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img_men_2011_2014-3-09_6Mt 4, 1-11

Se nos ha insistido hasta la saciedad que la cuaresma era un tiempo de examen de conciencia para descubrir nuestros fallos, para concienciarnos de que habíamos ofendido a Dios, para sentirnos pecadores. Una vez que descubrimos que estábamos enfangados en la mierda, pedir a Dios que nos sacara de ella y si Dios era reacio a perdonarnos, ahí estaba la muerte de Jesús que nos daba derecho a ese perdón. Pasada la alegría de sentirnos perdonados, llegaba la angustia de volver a fallar. Así año tras año.

La cuaresma es un tiempo privilegiado para analizar la trayectoria humana de nuestra vida y descubrir que, con demasiada frecuencia, nos equivocamos, dando pasos que nos alejan de la meta. No tiene mucho sentido que nos paremos a analizar la piedra en la que tropezamos, ni si nos hemos alejado un paso o un kilómetro. Se trata de tomar conciencia de dónde nos encontramos y desde ahí, enderezar nuestros pasos hacia la meta.

De lo dicho se desprende, que más importante que mirar hacia tras mortificándonos por los pasos mal dados, es descubrir donde está la meta y comenzar a andar en esa dirección. Lo importante es tomar conciencia clara de donde está la meta. Pero resulta que no puedo saber donde está porque nunca estuve allí. Aquí puede venir en nuestro auxilio la experiencia de otros seres humanos que sí se aproximaron a ella. Para nosotros los cristianos, el hombre que más cerca estuvo de ella es Jesús, por eso es nuestro guía.

Las tentaciones de Jesús y las nuestras, nos advierten de la necesidad de esfuerzo para llegar a la meta. Los animales disponen de un piloto automático que les conduce en todo momento a su propia meta. Al ser humano se le han entregado los mandos de la nave y no tiene más remedio que dirigirla él. No podemos conducir un vehículo manteniendo fijo el volante. Tampoco nadie puede conducirlo por nosotros, ni siquiera Dios.

Las dos primeras tentaciones pretenden convertir a Jesús en oprimido u opresor, a cambio de pan, poder o gloria. Tanto oprimir a otro como dejarse oprimir son ofertas satánicas. La opresión es el único pecado, porque es lo único que nos impide ser humanos. Vamos a analizar las tentaciones de Jesús en lo que tienen de común con las trampas que el placer, con apariencia de bien, tiende a todos los hombres.

A nadie se le ocurrirá hoy tomar el relato del Génesis como un hecho histórico. El pecado de Adán es un mito ancestral. Esto no quiere decir que sea simplemente mentira. El mito, en sentido estricto, es un intento de explicar conflictos vitales del ser humano, que no se puede entender de una manera racional. El relato de Adán y Eva intenta explicar el problema del mal, y lo hace partiendo de las categorías de aquel tiempo.

Tampoco el relato de las tentaciones es una crónica de sucesos. Jesús se retiró muchísimas veces al “desierto”. Se trata de resumir todas las pruebas que tuvo que superar a lo largo de su vida. En Jesús la tentación tiene una connotación especial, porque se plantea conforme a su situación personal. La talla de su humanidad tiene que darla en relación con la tarea que se le ha encomendado: cómo desarrollar su mesianismo.

Los posibles tropiezos al recorrer su camino mesiánico, se relatan condensados en un episodio al comienzo de su vida pública, pero resumen la lucha que tuvo que mantener durante toda su vida. A Jesús no le tentó ningún demonio. La tentación es algo inherente a todo ser humano. Por eso es el mejor argumento a favor de su humanidad. Quien no se haya enterado de que la vida es lucha, tiene asegurado el más estrepitoso fracaso.

No se trata de una elección entre el bien y el mal. El ser humano no es el lugar de lucha de dos fuerzas contrarias: el Espíritu y el diablo, el Bien y el Mal. Esa alternativa no es real porque el mal no puede mover la voluntad. Se trata de discernir lo bueno y lo malo, más allá de las apariencias. La lucha se plantea entre el bien auténtico y el aparente. El plantear una lucha contra el mal no tiene ni pies ni cabeza. Una vez que descubro que algo es malo para mí, no tengo que hacer ningún esfuerzo para vencerlo.

Las tres tentaciones de Jesús no son zancadillas puntuales que el diablo le pone. Se trata de contrarrestar una inercia que, como todo ser humano, tiene que superarla. Ni el placer sensible, ni la vanagloria, ni el poder, pueden ser el objetivo último de un ser humano. El poder y las seguridades, como fundamento de una relación con Dios quedan excluidos. El poder podía haber dado eficacia a su mesianismo, pero no llevaría la libertad al hombre. La salvación tiene que llegar al hombre desde dentro de sí mismo.

No necesitamos ningún enemigo que nos tiente. Somos lo bastante complicados para meternos solitos en esos berenjenales. La tentación es inherente al ser humano, porque en cuanto surge la inteligencia y tiene capacidad de conocer dos metas a la vez, no tiene más remedio que elegir. Como el conocimiento es limitado, puede equivocarse y, adhiriéndose a lo que creía bueno, se encuentra con lo que es malo. Si esto no lo tenemos claro, pondremos el fallo en la voluntad que elige el mal, lo cual es imposible.

Si el problema no está en la voluntad, no se podrá resolver con voluntarismo. Aquí está una de las causas de nuestro fracaso en la lucha contra el pecado. Si el problema es de entendimiento, solo se podrá resolver por el conocimiento. Mi tarea será descubrir lo que es bueno o es malo para mí. Ese “para mí”, se refiere a mi verdadero ser, no al yo egoísta e individualista. Ni siquiera podemos esperar de Dios que me saque del dilema.

En nuestra sociedad tendemos a considerar como bueno lo que la mayoría acepta como tal. El esfuerzo por alcanzar una verdadera humanidad es todavía una actitud de minorías. A través de la historia humana, han sido muy pocos los que han manifestado con su vida una plenitud humana. La mejor prueba es que los consideramos seres extraordinarios. La mayoría de los mortales nos contentamos con vivir cómodamente sin valorar el esfuerzo por llegar a ser algo más. Aquí el valor de la democracia queda muy relativizado.

Elestá escrito,repetido por tres veces, tiene un profundo significado. Adán y Eva pretendieron ser ellos los dueños del bien y del mal, es decir, que sea bueno lo que yo determine como tal y que sea malo lo que yo quiero que lo sea. Es la constante tentación de todo ser humano. Cuando Jesús repite por tres veces: “está escrito”, reconoce que no depende de él lo que está bien o lo que está mal, está determinado, no por una voluntad externa de Dios, sino por la misma naturaleza del ser.

Meditación-contemplación

Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu.
La verdadera conquista de lo humano, se consigue en el interior.
Solo lejos del bullicio, del ruido y de la vorágine de los sentidos
te puedes encontrar contigo mismo y dilucidar tu futuro.

No te dejes engañar por los cantos de sirena.
Son cada vez más y con más poder de seducción.
Pero la fuerza del Espíritu, siempre será mayor,
Y, si te dejas guiar, te conducirá a la plenitud.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Tentaciones de Jesús

Domingo, 5 de marzo de 2017
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003-jesus-waterHe cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz (Borges)

5 marzo, I domingo de Cuaresma

Gén 2, 7-9; 3, 1-7 Creación y pecado de los primeros padres

Mt 4, 1-11

No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios

Las tres primeras lecturas sobreabundan en el tema del pecado y sus consecuencias para el hombre: desde Génesis 2 y 3 hasta Romanos 5, pasando por el Salmo 50. El Evangelio, en cambio, hace resaltar la misión de Jesús como proyecto del reino de Dios y la manera concreta de anunciarlo, celebrarlo y llevarlo a la práctica con hechos.

En la tentación referida al hambre –“Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mt 4, 3)- Satanás ataca a Jesús por el flanco más débil de sus preocupaciones por la gente: satisfacer el hambre de los necesitados; lo recodaba Isaías en 58, 7. Las obras de Misericordia son la esencia del Evangelio y, entre las corporales, después de la atención a la salud figura la de “dar de comer al hambriento.

La segunda tentación, la de saltar del pináculo del templo –“Si eres hijo de Dios, tírate abajo, pues está escrito: Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti; te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra”– es la de la prepotencia y el orgullo. Durante las fiestas Saturnales, introducidas por Roma a principios del siglo III a.C., los esclavos eran frecuentemente liberados de sus obligaciones; en ocasiones eran cambiados con los de sus dueños. Jesús se consideró siempre servidor de servidores.

La tentación de los reinos del mundo y su atracción significa la ambición desmedida por las cosas terrenales: “De nuevo se lo llevó el Diablo a una montaña altísima y le mostró todos los reinos del mundo en su esplendor, y le dijo: Todo esto te daré si postrándote me rindes homenaje”Jesús se mostró contrario a ella cuando (Mt 20, 26-28) se puso como ejemplo de servicio: “Lo mismo que este Hombre no vino a ser servido, sino a servir”.

Un representante del Clasicismo, el francés Ary Scheffer (1795-1858), pintó un lienzo –La tentación de Cristo– en el que nos muestra un Jesús victorioso en el pináculo del Templo.

Yo, por mi parte, no mantendré las expectativas rabínicas de que los ángeles me lleven en sus palmas para que mi pie no tropiece en la piedra (Sal 91, 12), ni que herede todos los reinos de la tierra, pero sí me alistaré en el ejército de los que quieren trabajar por la construcción del reino aquí en la tierra. Como hizo Jaime cuando en la película española dirigida por el cineasta Sigfrid Monleón, El cónsul de Sodoma (2009), su madre le tienta con la ambición, el orgullo y el bienestar mundano. A lo que el hijo le contesta: “Eso no es políticamente correcto nunca; es justicia”“Como si el hombre, harto ya de luchar con sus demonios deciden entregarles el gobierno y la administración de su pobreza”. Postura desafiante y valiente que deja luego clara en un Manifiesto: “Pido que España expulse a esos demonios, que la pobreza suba hasta el gobierno, que sea el hombre el dueño de su historia”. Los partidos políticos han sido creados para servir a los ciudadanos. Cosa que no siempre sucede. La Iglesia jerárquica ha quebrantado gravemente esta norma durante muchos siglos.

Con frecuencia nos acompañan en la vida las calles con las luces apagadas, y hay que encenderlas para vencer demoníacas sombras y revivir los más ilusionantes sueños. En una ocasión dijo Borges: “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz”. Y otra argentina, Mafalda, nos proporciona el secreto para hacerlo: “Cuando no sepas qué ponerte… pues ponte feliz… La felicidad combina con todo”. La fórmula mágica de los hechos, como nos muestra el breve pero aleccionador cuento sufí que relatamos.

ENSEÑANZAS

Dos hombres se encontraban de visita en casa de un maestro y uno le preguntó al otro:

-¿Has venido, también, a escuchar sus enseñanzas?

El otro repuso:

-No, para mí es suficiente ver cómo se ata las sandalias.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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