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“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”. Domingo 08 de noviembre de 2020. 32º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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55-OrdinarioA32Leído en Koinonia:

Sabiduría 6,12-16:Encuentran la sabiduría los que la buscan.
Salmo responsorial: 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
1Tesalonicenses 4,13-18: 
A los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Mateo 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
En estos domingos «finales» del año litúrgico, los textos nos dirigen una invitación a reflexionar sobre el «fin» de toda existencia. Éste fin es considerado no sólo como la meta en que la vida adquiere realización o acabamiento, sino también como la meta del caminar histórico colectivo del ser humano y de la realidad toda. Semanas para contemplar este aspecto ineludible de nuestras vidas.

La primera lectura, del Libro de la Sabiduría, es un himno que canta los maravillas de la Sabiduría. Ésta sale al encuentro de quienes la buscan, de quienes la aman, y ella misma se muestra. La sabiduría es una cualidad, una manera en que Dios se manifiesta a quienes realmente le buscan. La única condición para que este encuentro se llegue a dar, es estar abierto a la sabiduría, buscarla; como se busca a Dios. (Importante darse cuenta de que la Sabiduría es presentada en este libro como «personificada», pero no «hipostasiada»: la personificación es simplemente una figura literaria, una forma de hablar).

Por su parte Pablo, en la carta a los Tesalonicenses, intenta responder las dudas de algunos hermanos que han ingresado hace poco a la comunidad. Estos hermanos consideran desfavorecidos a los difuntos porque iban a estar ausentes de la cercana venida del Señor. Pablo reafirma la enseñanza que él recibió. Los que murieron en Jesús estarán presentes con él en el último día. Ellos resucitarán en primer lugar y los que quedemos seremos llevados al Señor. Por que si creemos que Jesús murió y resucitó, Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús, pues para Pablo en el bautismo, expresión de conversión, nos sumergimos en la muerte del Señor para resucitar con él; así mismo quienes murieron con Cristo resucitan con él porque han participado del camino, del seguimiento, y la alegría por continuar anunciando la Utopía de Dios, que llamamos Reino. Terreno difícil para distinguir lo que es sustancia de nuestra fe –o de nuestra esperanza- sin confundirla con una cosmología o mitología del tiempo y de la cultura helenista que no era la de Jesús… teniendo en cuenta que la cosmología o representación de la vida y la muerte en la cultura de la sociedad en que vivió Jesús tampoco son para nosotros «Palabra de Dios»…

El evangelio del día de hoy nos trae la parábola de las diez vírgenes, prudentes y necias, que estaban esperando al novio. No dice a sus novios o a los novios. «El novio» designa a Jesús mismo (Mateo 9, 15). Y recordemos que el reino de Dios también es simbolizado con un banquete de bodas…

La parábola nos enseña que el final de cada persona depende del camino que se escoja, que de alguna manera, la muerte es consecuencia de la vida –prudente o necia- que se ha llevado. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús pero no lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido en su vida, por eso entran al banquete del Reino. De esta manera, la lectura del evangelio se enmarca en la preocupación de los cristianos recién convertidos de la comunidad de Tesalónica, Grecia, (los Tesalonicenses), la preocupación por el final de los tiempos.

La parábola es una seria llamada de atención para nosotros. “ustedes velen, porque no saben el día ni la hora“. No dejen que en ningún momento se apague la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. Estén atentos, porque la fiesta de la vida está teniendo lugar ya, ahora mismo. El Reino está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, con el aceite de la fraternidad, de la caridad mutua. Nuestros corazones llenos así de luz nos permitirán vivir la auténtica alegría aquí y ahora. Los demás, los que viven a nuestro alrededor se verán también iluminados, conocerán también el gozo de la presencia del Novio esperado. Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.

Ciertamente tenemos que aprovechar el momento presente, pero para construir fraternidad, no para buscar de manera egoísta nuestro propio bienestar. Las vírgenes necias pusieron otro aceite en sus lámparas: el que sólo sirve para alumbrar egoístamente nuestro camino. No pudieron entrar en la fiesta de la boda. Y si hubiesen entrado no hubiesen entendido absolutamente nada. En la fiesta de la hermandad los que sólo miran por su propio interés se aburren.

Sería bueno preguntarnos de qué tipo es el aceite que alimenta nuestras lámparas. Sería bueno examinar cómo trabajamos día a día para aumentar la intensidad de nuestro fuego, y de nuestras reservas. ¿O acaso desperdiciamos las ocasiones de crear fraternidad, de amar y servir a los hermanos?

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Domingo 32 tiempo ordinario. El juicio de Dios en Mateo Dom 8.XI 20. Las diez “vírgenes”: Parábola de amor y de aceite en la noche (Mt 25, 1-13)

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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the-ten-virgins-debi-bondDel blog de Xabier Pikaza:

Se dice que todos hemos recibido (¿es cierto?) el mismo aceite, pero unos lo conservan, se enriquecen y se salvan, mientras otros lo malgastan, empobrecen y se pierden. Así parece suponer esta parábola, que evoca la comedia o tragedia de la vida, representada por diez muchachas que esperan de noche a su novio, unas con, otras sin aceite.

Esta es una imagen que parece injusta, injuriosa contra las muchachas (en disputa por un novio) y contraria al evangelio (las “buenas” no comparten su aceite…). Por ese fondo duro, por su toque de amor machista (10 novias para un novio en la noche), de división social y personal (necias/prudentes, ricas pobres) es una parábola para ser discutida y sacar conclusiones, como irá viendo quien siga. Mi exposición tendrá dos partes: Una más expositiva, otra más exegética. Buen domingo del aceite a todos.

1. PARTE EXPOSITIVA

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:

— ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!

Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: –Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.

Pero las sensatas contestaron: –Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:

— Señor, señor, ábrenos.Pero él respondió: — Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.” (Mt 25, 1-13)

1. Una parábola conocida. Elementos comunes

Esta parábola de “vírgenes” necias y prudentes está contada desde el trasfondo de la historia de Israel… Quizá tiene un fondo que proviene de Jesús (que se ha referido, sin duda a las bodas del reino: cf. Mc 2, 18-22). Pero tal como aparece aquí parece obra del mismo evangelista (o de la escuela de Mateo) que ha creado un gran “retablo” escatológico, con temas vinculados a la culminación (o sentido más profundo) de la historia, a lo largo de Mt 25 (vírgenes, talentos, ovejas y cabras). Sus datos son bien conocidos, tanto en el AT como en el contexto del mensaje de Jesús:

Las diez muchachas (vírgenes) son signo de la humanidad entera, como esposa-amiga ante Dios, esperando las Bodas finales de la historia.

El aceite recibido (alumbrando en la alcuza de su propia vida) es el don de la existencia, la vida entera. Hombres y mujeres son “aceite” que alumbra en la medida en que se consume, haciéndose luz para sí mismo, luz para los otros.

La división (cinco necias, cinco prudentes), cinco y cinco, buenas y malas, prudentes y sensatas, es propia de gran parte de las “historias” de ese tipo. Tiene un fondo parenético, y sirve para insistir en la posibilidad del bien y del mal… y en la exigencia de conversión (para que al fin todas puedan ser buenas).

Malgastar el aceite, dar aceite…
–Puede entenderse en sentido personal (que es el más importante en la parábola)
— Pero también puede entender en sentido social y político (desde la perspectiva de nuestro tiempo, gran crisis del 2020, con países que parece que han perdido el aceite, con millones de pobres… con la sombra de la Covid 19, sobre novias y novios…

Amigas de la Novia, todas novias… el texto no lo pone de relieve, es parábola (no pura alegoría). Son la humanidad en busca de la plenitud de Dios, simbolizado no ya como Padre (Abba) sino como partner, amigo, esposo de la humanidad.

La tardanza es quizá signo del retraso de la “parusía” (la venida del Novio)… Es el paso del tiempo, es la noche… Todas se durmieron… Parece que el texto está evocando la muerte… Aquí no hay muchachas “vivas” cuando llega el esposo (como dice Pablo en 1 Tes). Todas se duermen, todas mueren en el gran “cementerio” (dormitorio) que es la vida humana…

Las muchachas duermen/mueren, pero su aceite queda… La buenas obras, la buena memoria, el valor de la vida… para el Esposo

2 Una parábola escandalosa. Principios

Resulta escandalosa, por muchos motivos, y así la cuenta Jesús, para que la pensemos y pensemos nuestra vida.

a) ¿Han recibido todas el mismo aceite? La alcuza de aceite de una niña de Guinea no es igual que la alcuza de una chica de Kansas o Virginia. Unas parecen que vienen al mundo con mucho aceite, otras parece que no tienen nada. Sea como fuere, las muchachas llevan «lámparas» (lampadas) en la noche de la espera. ¿Se podrá decir que ellas mismas son lámparas, puras lámparas de Dios (de la vida), cuya función es arder y dar luz y se fuego?

b) Diferencia entre las novias. Externamente hablando, todas son novias de un esposo polígamo, que va a casarse, al mismo tiempo, con diez o con aquellas de las diez que sean prudentes. ¿O son sólo simples compañeras/asistentes de la Novia, que aquí no se presenta? La imagen del esposo polígamo de diez muchachas que esperan en la noche puede evocar quizá el signo del Dios distinto y universal, Dios esposo/esposa de todos los seres humanos. Pero el tema de fondo no es la poligamia, sino la diferencia entre las novias: ¿Vienen todas con el mismo aceite?

c) En otro plano, es una parábola machista: El novio viene, como dueño y señor, las novias aguardan… ¿Por qué son chicas que esperan al novio-señor y no chicos que esperan a la Novia/Diosa, la divinidad materna y total, novia infinita y personal de cada uno de los seres? ¿Cómo superar la imagen masculina y pasar a la imagen/experiencia total de de un amor de fuego que arde y emociona y enamora…?

d) Como la “parábola de la hormiga y la cigarra… Éste es un tema que aparece en muchas tradiciones de oriente y occidente. Unos malgastas, otros guardan el aceite… ¿Es bueno siempre guardar? ¿No será bueno arriesgar y gastar? ¿Cómo han perdido las necias el aceite? ¿Lo han malgastado en borracheras y cenas?

— Alguien podría decir que las “necias” han perdido el aceite porque se lo han robado precisamente las llamadas prudentes
— ¿No vivimos en un sistema donde se invita a malgastar… de manera que las “necias” han hecho simplemente lo que debían hacer?

e. ¿Es bueno que las “homiguitas” no presten a las necias su aceite? En contra de toda la enseñanza del evangelio, aquí se dice que las prudentes no deben dar aceite a las necias… ¿Por qué no comparten la luz, haciéndose luz todas, unas para otras, luz compartida para iluminar el camino del novio/novia universal? ¿O hay un aceite personal que no puede compartirse, pues cada uno tiene el suyo y debe guardarlo?

3. Una reflexión sobre el aceite

a) ¿De que aceite-luz se trata? ¿Tiene más luz una muchacha/estrella de la propaganda mediática, dueña de millones de barriles de petróleo, que una niña estellada de un país empobrecido, sin más riqueza que el hambre? Además, la luz que son las muchachas: ¿para qué sirve? ¿a quien dirige y guía? ¿Sirve para alumbrar al novio/novia que viene… o para dirigirles a ellas/ellos (novias en fiesta), a la humanidad que espera y camina con su propia luz en la noche de la vida, hacia el amor total que llega?

b) ¿Se puede hablar así de buenos y malos? Ésta es una parábola con buenos y malos, parábola extraña de muchachas necias y sabias…entre las que parece dividirse el mundo… ¿No se podría dar una respuesta compasiva, de manera que las prudentes ayudaran a las necias, para que al fin todas pudieran ser buenas…? ¿No podría traer el esposo/esposa su aceite y ponerla en las manos y en el corazón de cada una de las que esperan sin fuego ni luz, en medio de la noche? ¿No podríamos hablar de un esposo/esposa aceitero, que ofrece su propio combustible de amor infinito para todos/todas?

c) El gozo de la vida, a la espera de las bodas… Aquí se vincula luz con matrimonio, aceite con bodas. Éste es, por tanto, una parábola gozosa que habla de una luz que puede “alumbrar” la fiesta de las bodas, una luz que es el mismo brillo del amor que emerge allí donde unos seres humanos se aman y se encuentran en la noche y entran en su propio espacio luminoso, dándose la vida… Pero hay personas, vírgenes quizá necias, que no quieren bodas, sino líos y más líos… ir derramando el aceite “infinito” que piensan que tienen en muchos amores que pasan en la noche. ¿Se puede decir que en el fondo todas esperan, todos esperamos?

4. Una reflexión sobre la vida

a) Quizá la parábola evoque un amor personal y total, el amor de aquellos que esperan y el amor de los vienen, todos envueltos en luz… un amor hermoso, abierto a todos (todos reciben el aceite), pero también “arriesgado”, pues se puede perder y gastar el aceite de un modo equivocado, quedando al fin vacios. Estas bodas de luz están abiertas a todos, pero algunos se pueden perder (derramando en vano su aceite), malgastando la propia vida. Leer más…

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“Preparando el examen final”. Domingo 32. Ciclo A.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“Tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo…”

Se acerca el fin del año (litúrgico)

Nos acercamos al final del año litúrgico, que terminará el 22 de noviembre. Como si nos aproximáramos al final de curso y tuviéramos que hacer un examen, la Iglesia quiere que nos preparemos a fondo y con tiempo. Para ello, en estos tres últimos domingos del año (32-34º), se leen tres parábolas que se complementan: las diez muchachas, los talentos, el Juicio Final. Estas parábolas solo se encuentran en el evangelio de Mateo, que las añade con un fin muy concreto. El evangelio de Marcos termina la enseñanza de Jesús con el discurso sobre el fin del mundo. Era un final consolador, que promete la vuelta del Señor y nuestra victoria. Pero Mateo añadió estas tres parábolas, que animan a tomarse la vida muy en serio.

Un terremoto inesperado

             El 30 de octubre tuvo lugar un terremoto en el mar Egeo que afectó a Turquía y algunas islas griegas. Los cien muertos contabilizados hasta el día 2 de noviembre, si pudieran volver a la vida estarían plenamente de acuerdo con las palabras del evangelio: «Estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora».

Vigilar no es vivir angustiado

San Luis Gonzaga estaba un día jugando al frontón y le preguntó un compañero: “Hermano Luis, si supieras que ibas a morir dentro de poco, ¿qué harías?” Y él respondió: “Seguir jugando”. ¿Cómo se conjugan la vigilancia y el juego? La parábola de hoy puede ayudarnos a comprenderlo.

La parábola de las diez muchachas

«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos. “Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

En tiempos de Jesús, cuando se celebraba una boda, un grupo de muchachas acompa­ñaba al novio a recoger a la novia para acompañarlo a la ceremonia. A partir de este hecho tan trivial crea Jesús la parábola. Nos encon­tramos ante diez muchachas divididas en dos grupos de cinco: unas necias, que se olvidan del aceite para los candiles; otras sensatas, que llevan aceite de repues­to. Hasta aquí todo es posible. Pero la parábola adquiere de repente un tono irreal, porque quien da el plantón no es la novia, sino el novio, que se retrasa hasta la medianoche.

Mientras, las diez se han quedado dormidas. Y los candiles siguen consumiendo aceite. Al llegar el novio, unas pueden reponerlo fácilmente, los otros están casi agotados. Las sensatas no quieren darles aceite, y el novio se niega a admitirlas después de cerrada la puerta.

La conclusión de la parábola es desconcertante: “Por tanto, estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora”. Es desconcer­tante, porque ninguna de la diez ha velado, todas se quedaron dormidas. Lo cual significa que la vigilancia, en este caso, equivale a la sensatez de llevarse la provisión de aceite. Pero, ¿qué significa esto en la práctica?

Dos interpretaciones posibles

La parábola se ha interpretado en dos líneas principales.

Una concede especial importancia al aceite, viéndolo como imagen de la fe, del fervor, de las buenas obras, de lo que debemos estar provistos cuando llegue el esposo, Cristo.

Otra no presta atención al aceite; lo importante es estar preparados ya, y no retrasarlo hasta un momento que resulte demasiado tarde. Esta segunda línea parece la más exacta, como lo demuestra su traducción al lenguaje moderno. Diez universitarios se acercan al fin de curso. Cinco han estudiado durante todo el año, asistido a las prácticas, tomado apuntes; otros cinco han empalmado movida con movida. En el momento de entrar al examen piden a los primeros que les pasen las respuestas. Los otros se niegan, como es lógico. El examen se prepara con tiempo, no se improvisa ni se copia.

            De todos modos, las dos interpretaciones se complementan. Si decimos: «Lo importante es estar preparados», ¿en qué consiste la preparación? «En llevar aceite de repuesto». Y ¿qué es el aceite? Mateo dejará claro dentro de dos domingos, en la parábola del juicio final, que el aceite del que debemos estar provistos son las buenas obras: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, etc.

La clave de la 1ª lectura

La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, ofrece una perspectiva muy interesante. Se ha elegido porque su tema empalma con el de la sensatez de la cinco muchachas.

La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.

En esta lectura, la sabiduría no es algo intelectual, un conjunto de conocimientos, sino una persona a la que se ama, se busca y se encuentra, o que se encuentra sentada a nuestra puerta esperándonos. Los primeros cristianos aplicaron esta imagen personalizada de la sabiduría a Jesús, que es la Sabiduría de Dios.

Con esto, la parábola adquiere un sentido nuevo. ¿Cómo podemos estar preparados? ¿En qué consiste la vigilancia? En tener ese contacto con Jesús, pensar en Él, hablar con Él, dejarnos encontrar por Él. Para que no nos ocurra lo que dice el novio a las cinco muchachas insensatas: “No os conozco”. La amistad con Jesús, la capacidad de diálogo con Él, no se improvisan. Hay que ejercitarlas todos los días para poder disfrutar luego del banquete de bodas.

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08 noviembre, 2020. Domingo XXXII del Tiempo Ordinario.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite, en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.”

(Mt 25, 1-13)

Si la realidad fuera tan clara y distinta como nos la presenta la parábola de hoy todo sería mucho más sencillo.

La parábola de las vírgenes, como otras muchas de Mateo, divide el mundo entre buenos y malos. No cabe duda de que las necias son quienes no llevaron aceite y se quedaron en la puerta por su propia necedad, pero en la vida cotidiana las cosas son mucho más complejas, nuestro esquema de buenos y malos se cae por su propio peso. Sin embargo, seguimos viviendo como si fuera cierto y nos acabamos creyendo que los “nuestros”, los de nuestro color, los de nuestro partido, los de nuestro equipo, son los buenos, los acertados, frente a los demás, que no les queda más remedio que ser los malos, los equivocados.

En este dualismo solo hay un camino: la violencia. Cada grupo quiere imponer su verdad. Probablemente aquella primitiva comunidad de Mateo se vio en la necesidad de defenderse. Como grupo marginal que era se veía amenazado por todos los costados. Necesitaba distinguirse y marcar un camino claro y distinto y hasta aquí es comprensible, pero no deja de tener sus peligros. El “buenismo” en nuestra Iglesia ha hecho mucho daño. Cuando la Iglesia ha sido poderosa ha aplastado a quienes eran diferentes.

Creo que en el único lugar donde funciona el esquema de bueno/malo es en el corazón de cada una. Todas las personas somos una mezcla de bueno y malo, luz y oscuridad. Todas llevamos dentro una sensata y una necia. Cuando alimentamos la luz, la oscuridad cede. Si agrandamos el espacio de lo bueno, lo malo empequeñece.

Ojalá esta parábola nos sirva para entrar en nosotras mismas a poner más luz, en lugar de quedarnos a oscuras señalando errores ajenos.

Oración

Derrama, Trinidad Santa, tu aceite generoso y sé Tú la llama que ilumine nuestro interior. ¡Amén!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Despertar o seguir dormido, esa es la cuestión.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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depositphotos_11203345-stock-photo-man-waking-upMt 25, 1-13

En los tres domingos que quedan vamos a leer todo el capítulo 25 de Mt (el último, antes del relato de la pasión). Los tres episodios que en él se narran (diez doncellas, los talentos y juicio definitivo) siguen siendo advertencias a su comunidad, con el fin de poner en guardia a los cristianos de las consecuencias definitivas de sus actitudes vitales. Dios no puede hacer ya nada. La pelota está en nuestro tejado y depende de nosotros que la juguemos o no, que la juguemos bien o mal. En cualquier caso, pitarán el final del partido.

Los textos de estos últimos domingos de año litúrgico nos invitan a despertar, a estar preparados. Por fortuna, ya no pensamos en ese Dios vengativo que está al acecho para ver como puede cogernos en un renuncio y condenarnos. Ya no se oye la tremenda frase: “Dios te coja confesado”, que es un insulto a Dios y a todo el mensaje de Jesús. Dios no nos espera al final del camino para someternos a un juicio. No, Dios es el principio y está en nosotros todos los instantes de nuestra vida para que podamos llevarla a plenitud.

Hoy no tiene sentido meter miedo: No sabéis el día ni la hora. ¡Temblad! Y eso que, en el ciclo (A) nos libramos de textos apocalípticos, que son todavía más terroríficos. No es la muerte la que tiene que dar sentido a nuestra vida, sino al revés, solo viviendo a tope, se aprende a morir. Aunque solo os quedara un segundo de vida, haríais mal en pensar en la muerte. Sería mucho más positivo el vivir plenamente ese segundo. La muerte ni quita ni añade nada; el sentido debemos dárselo a la vida, mientras estamos de pie.

Recordad. Después de un año, o más, de desposorios, se celebraba la boda, que consistía en conducir a la novia a la casa del novio, donde se celebraba el banquete. Esta ceremonia no tenía ningún carácter religioso. El novio, acompañado de sus amigos y parientes, iba a casa de la novia para conducirla a casa de su propia familia. En su casa le esperaba la novia con sus amigas, que la acompañarían. Todos estos rituales empezaban a la puesta del sol y tenían lugar de noche, de ahí la necesidad de las lámparas.

La importancia del relato no la tiene el novio ni la novia, ni siquiera los acompañantes. Lo que el relato destaca es la luz. La luz es más importante que las mismas muchachas, porque lo que determina que entren o no entren en el banquete es que tengan o no tengan el candil encendido. Una acompañante sin luz no pintaba nada en el cortejo. Ahora bien, para que dé luz una lámpara, tiene que tener aceite. Aquí está la madre del cordero. Lo importante es la luz, pero lo que hay que procurar es el aceite.

Jesús había dicho: Yo soy la luz del mundo. Y también: vosotros sois la luz del mundo. El ser humano es luz cuando ha desplegado su verdadero ser; es decir, cuando trasciende y va más allá de lo que le pide su simple animalidad. No es que nuestra condición de animales sea algo malo, al contrario, es la base para alcanzar nuestra plenitud, pero si no vamos más allá cercenamos nuestras posibilidades de humanidad.

La primera lectura nos puede ayudar a encontrar el sentido de la parábola. La verdadera Sabiduría es encontrar el sentido de la vida. Dar sentido a la vida es más importante que la vida misma. Ese sentido no viene dado, tenemos que buscarlo. Esa es la tarea específicamente humana. Nuestra vida puede quedar malograda como vida humana. Esa es la advertencia de la parábola. Hay que estar alerta, porque el tiempo pasa. Hay que despertar, porque de lo contrario, perderás la oportunidad de ser tú.

¿Cuál es el aceite que arde en la lámpara? Si acertamos con la respuesta a esta pregunta, tenemos resuelto el significado de la parábola. En (Mt 7,24-27) se dice: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre rocaY todo aquel que no las pone por obra, se parece al necio que edificó sobre arena. La luz, son las obras. El aceite que alimenta la llama, es el amor. El ser sensato no depende de un conocimiento mayor, sino de la plenitud de Vida.

Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No es egoísmo. Es que resulta imposible amar en nombre de otro. Nuestra lámpara no puede arder con aceite prestado. Dar sentido a la vida no se puede improvisar en un instante. Solo con lo que hay de Dios en mí, descubierto, reconocido, desplegado, puede considerarse encendido nuestro ser. Ese despliegue constituye la Sabiduría de la que nos hablaba la primera lectura. Sin esa llama, seremos irreconocibles incluso para el mismo Dios.

Interpretar la parábola en el sentido de que debemos estar preparados para el día de la muerte, es tergiversar el evangelio. El esperar una venida futura de Jesús, es pura mitología que nos lleva a un callejón sin salida. La parábola no hace especial hincapié en el fin, sino en la inutilidad de una espera que no va acompañada de una actitud de amor y de servicio. Las lámparas deben estar encendidas siempre; si esperamos a prepararlas en el último momento, toda la vida transcurrirá carente de sentido.

Obsesionados por la “salvación eterna” y para el más allá, hemos interpretado esta parábola como una advertencia de preparación para la muerte, o peor aún, para el juicio. Nada más lejos del sentido del relato. Si el aceite es el amor, que hace funcionar la vida cristiana, no podemos pensar en el último día para que tenga sentido. Hay que buscar una interpretación más de acuerdo a todo el mensaje de Jesús.

La venida de Jesús al final de los tiempos, es una imagen escatológica que no podemos tomar al pie de la letra; tiene un significado mucho más profundo. Jesús, con su muerte en la cruz, consumió todo su aceite en una llamarada que sigue iluminándonos. El don total de sí mismo trasformó todo lo humano en divino. Allí culminó su “historia” porque solo permanecerá identificado con Dios, y Dios está fuera del tiempo y del espacio.

Los cristianos cayeron en la trampa de entender la segunda venida de Jesús de una manera temporal. Nosotros seguimos esperando esa segunda venida en la que no se hablará de cruz, sino de gloria para todos. No nos gusta cómo terminó Jesús su paso por la tierra. Esta es la causa por la que hemos inventado un futuro a nuestro gusto para él y para nosotros. Nos sentiríamos muy a gusto si volviera lleno de gloria y nos comunicara a los “buenos” esa misma gloria. Esta visión raquítica, la hacemos desde nuestro falso yo, que nunca aceptará el desaparecer, mucho menos consumirse en beneficio de los demás.

Si de verdad queremos dejar de ser necios y empezar a ser sensatos, debemos desplegar nuestra vida desde otra perspectiva. Tenemos que abandonar todo proyecto de glorificación, sea en este mundo o sea en el otro, y entrar por el camino del servicio a los demás hasta la entrega total. El aceite solo da luz a costa de consumirse. Si aceptamos el programa del evangelio solo porque nos han prometido una “gloria”, la cosa no puede funcionar. Estamos completamente equivocados si pretendemos alzarnos con el santo y la limosna.

Meditación-contemplación

“Yo soy la luz del mundo”.
Su experiencia de Dios, fue su lámpara encendida.
Dentro de ti debes descubrir el aceite.
Si prende, dará luz que alumbrará tus pasos.
Tú eres la lámpara, el aceite y la luz.
Nadie te lo puede prestar, porque es tu propia vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Lámparas encendidas.

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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jesus-parabola-10-virgenes-09-parabola_10_verginiMt 25,1-13

El evangelio de hoy es un texto, como mínimo, provocador. En las ocasiones en las que lo he profundizado con otros, sobre todo con jóvenes, ha surgido siempre alguna pregunta por el comportamiento de las llamadas “prudentes” en la parábola. “¿Dónde queda el ser solidario y compartir lo que se tiene?” – preguntan algunos. “¿Esta enseñanza no fomenta el egoísmo?” – cuestionan otros. Si nos quedamos en una primera lectura puede parecer que en el Reino de los cielos no hay cabida para todos o que, si no andamos con cuidado, no se nos perdona un despiste ni se acepta el arrepentimiento. La sabiduría (de la que se habla con entusiasmo en la primera lectura de hoy), relacionada con una postura aparentemente egoísta, no resulta atractiva.

La interpretación más convencional es la escatológica, fundamentada sobre todo en la sentencia final (velad, pues no sabéis el día ni la hora): la figura del novio se identifica con Cristo y se acentúa la invitación a estar preparados para reconocer su presencia y acoger su venida. Adentrándonos en la estructura y composición del texto, encontramos la combinación de dos relatos distintos, fusionados en uno por alguna necesidad pastoral surgida en el seno de la comunidad mateana. Uno de ellos sería el que narra la historia de las jóvenes que celebraron el banquete de bodas con el novio e iría en la línea de parábolas que subrayan la alegría del encuentro, como la de quien halla un tesoro en el campo (13,44) o la del que lo vende todo para comprar una sola perla (13,45). El otro relato sería el que introduce al grupo de quienes no han previsto lo necesario para la fiesta y estaría relacionado con la enseñanza sobre la prudencia/sabiduría o imprudencia/necedad, como en el conflicto con los fariseos (22,15ss).

Esta doble perspectiva nos posibilita sacarle más jugo a la parábola, porque nos recuerda la dimensión de celebración por el encuentro con el novio y de alegría por ser invitados a la fiesta; realidades que, en una lectura rápida, quedan escondidas ante el sinsabor que nos suscita la desesperación de quienes pierden la oportunidad y quedan fuera del banquete.

La realidad es que, desde el inicio del texto, el autor nos hace posicionarnos ante las diez mujeres reconociendo dos grupos absolutamente diferenciados: “cinco eran necias y cinco prudentes”. Nuestra atención se centra en ellas y el símbolo del banquete nupcial pierde fuerza. De hecho, resulta llamativo que se hable del novio, pero no de la novia. Tampoco se nombran otros invitados (aunque sí hay una voz externa que avisa de la llegada del esperado), ni se sabe nada del banquete en sí o de otros preparativos para la fiesta. Es significativo igualmente que se indique el retraso del personaje principal (¡en su propia boda!) y que nos sumerjamos en la narración en una noche profunda que hace que todas (también las prudentes) se duerman.

Desde la perspectiva de los primeros receptores del evangelio de Mateo, en los inicios del cristianismo, podemos captar que están surgiendo dificultades. El retraso de la segunda venida del Mesías, que esperaban inminente, hace dudar a quienes han proclamado su fe en Jesucristo, perdiendo la esperanza y modificando su conducta. Con esta parábola el evangelista los cuestiona. Es el momento de preguntarse sobre qué están, realmente, asentando su esperanza.

Nosotros también podemos hacernos esta pregunta. El texto provoca que, nada más comenzar, tengamos que posicionarnos: ¿en cuál de los dos grupos me encuentro? ¿en cuál de ellos deseo estar? La narración utiliza las lámparas y el aceite como símbolos que marcan la diferencia entre un grupo y otro. Nuestra vida, asentada en la de Quien es la Luz del mundo (Jn 8,12), está llamada a irradiar luz, a iluminar la realidad en la que habitamos, aunque a veces nos envuelva la noche oscura. ¡Vosotros sois la luz del mundo! (5,14).

¿Cómo está mi lámpara? ¿y mi reserva de aceite? ¿de qué modo colaboro para que el Novio pueda celebrar la fiesta? ¿cómo soy luz en medio de tantas noches por las que atraviesa nuestro mundo? Porque la realidad es que todas las jóvenes tenían lámpara. Todas habían sido invitadas a la fiesta. Todas tenían la misma encomienda. El hecho de pertenecer a un grupo o a otro no se les impone desde fuera. Cada uno de los personajes de la parábola, en el fondo, ha sido libre y ha decidido con su actitud (previsora y sabia, o imprudente y descuidada), en qué grupo situarse.

También todos nosotros somos portadores de una lámpara y todos estamos invitados a la fiesta. Podemos alentarnos unos a otros para vivir desde nuestra verdad más profunda, desde la Luz que nos habita, pero, al final, que a nuestra lámpara le falte o no aceite depende de cada una/o, de nuestra responsabilidad, de nuestra previsión, del cuidado delicado y agradecido de todo lo recibido, de la capacidad para sostener la esperanza en las noches, aunque a veces sobrevenga el sueño y… sobre todo, del amor y la alegría que alimentemos en el deseo de encontrarnos, día a día, con el Novio, seguros de que siempre viene. Sólo así seremos luz creíble para otros, alumbraremos -humildemente- alguna oscuridad, y contagiaremos la alegría de sabernos, ¡todos!, invitados a la Fiesta.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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Lo que alimenta nuestra luz

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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Lampara-aceite-amp.Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

8 noviembre 2020

Mt 25, 1-13

Leída en una estricta literalidad, la parábola parece caer en una contradicción, ya que las doncellas “sensatas” (“buenas”) aparecen como egoístas, al negarse a compartir su aceite con las del otro grupo. La contradicción estriba en el hecho de que no hay “sensatez” –comprensión– posible cuando no hay amor.

  Pero una parábola busca ser evocadora, por lo que carece de sentido una lectura literalista de la misma. Se trata, más bien, de identificar el objetivo al que la parábola apunta. Y en este caso parece claro que busca poner el foco en otra cuestión: la importancia decisiva de proveerse de “aceite”.

  En el relato, el aceite es aquello que alimenta la lámpara, es decir, lo que hace posible la luz. Con lo cual, el eje de la parábola remite a esta cuestión: ¿qué es aquello que posibilita, mantiene y alimenta la luz en nuestras vidas?

  En nuestra identidad profunda, somos luz, afirmación que el cuarto evangelio pone en boca de Jesús: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12). Ahora bien, es indudable que con frecuencia vivimos ignorantes de esa realidad, desconectados de ella y, en consecuencia, en la oscuridad de la ignorancia esencial, con la confusión y el sufrimiento que conlleva. En esas condiciones, se hace vital la cuestión: ¿cuál es el “aceite” que alimenta nuestra luz y nos permite vivir en conexión con ella?

 La respuesta solo puede ser una: la comprensión experiencial de lo que somos. Para empezar, la persona interesada puede verificarlo por sí misma a partir de un cuestionamiento elemental: ¿qué es lo que me aporta serenidad, paz, ecuanimidad, plenitud, amor, desegocentración, vitalidad, creatividad…? ¿De dónde brota todo eso y –lo que es más importante– qué lo mantiene aun en circunstancias adversas? Indaga con rigor…

  O puede hacerse el mismo cuestionamiento desde otro ángulo: si evito la trampa de atribuir la causa de mis malestares al exterior y dejo de buscarla fuera, ¿qué es lo que me altera, me encierra, me hace sufrir, me desconecta de la vida…?

  Tal como yo lo veo, la respuesta solo es una: todo se ventila en el hecho de vivir o no conectados a lo que realmente somos. Esa comprensión experiencial es luz; su carencia es oscuridad.

 El paso siguiente surge por sí mismo: ¿cómo provisionarnos de “aceite”?, es decir, ¿qué podemos hacer para favorecer la comprensión? Seguramente necesitemos trabajar con constancia la inercia que nos hace vivir identificados con el yo, en una especie de estado hipnótico, y volver a conectar una y otra vez, de manera consciente, con aquello que somos, lo que está más allá del cuerpo, de la mente, del psiquismo, del yo, de la personalidad…

  Más en concreto, me parece necesario vivir un triple cuidado, que puede expresarse en tres palabras: acogerse, atender y estar. Cuidar el amor humilde e incondicional hacia si, como fuente de unificación psíquica; cuidar la atención, como condición de libertad interior frente a los movimientos mentales; y cuidar el silencio consciente hasta, acallada la mente, reconocernos en él.

¿Qué alimenta la luz en mí? ¿Cómo lo cuido?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Seremos en el Señor

Domingo, 8 de noviembre de 2020
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VIRGENES-PRUDENTESVírgenes prudentes, catedral de Estrasburgo

Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Hacia el final del año litúrgico

Poco a poco vamos llegando al final del año y también del año litúrgico. (El domingo 29 de este mes de noviembre comenzaremos el nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento). Durante estos cuatro domingos que nos quedan, las lecturas nos irán hablando del final, -mejor, de la finalización-, del futuro que nos cabe aguardar.

  1. Hacia el futuro. ¿Qué pasa con los que van muriendo?

¿Qué nos cabe esperar en la vida y en la muerte?

En los primeros años de la vida de la Iglesia: más o menos por los años 40-60, los cristianos pensaban, creían que el Hijo del Hombre estaba al llegar “cualquier día de estos”, muy pronto, tal vez “la semana que viene”. Y cuando llegara el Hijo del Hombre, se acabaría el mundo y nos llevaría con él.

(1ª Tesalonicenses es el escrito más antiguo del NT. La carta data del año 50)

         Pero el Hijo del Hombre no llegaba y entonces el problema que se les plantea a aquellos cristianos era ¿cuál es la suerte de los difuntos y de los que seguimos vivos en la historia?

San Pablo también tenía esta mentalidad, y por ello ha de dar un giro a su pensamiento y trata de alentar la esperanza de aquellos cristianos. Pablo dejará de pensar en términos de tiempo, porque el tiempo cuando llegue el Hijo del Hombre no tiene importancia alguna. Y Pablo pasa a pensar más sencillamente: Seremos en Cristo.

San Pablo fortalece la fe y esperanza de aquellos cristianos -y la nuestra- con la idea -realidad- de que seremos en Cristo.

Solemos preguntarnos y, a veces, dudamos acerca de cómo será el cielo, cuándo será, ¿vendrá el Hijo del Hombre?

Mejor dejar de lado el “cómo”, el “dónde y el cuándo”. Lo decisivo que es que será, seremos en Cristo o con Cristo.

Sobre todo, los católicos (más los fundamentalistas) tienen miedo no tanto a la muerte, sino a condenación, al infierno. Nos han mandado tantas veces al infierno y por cosas tan nimias, que se tiene miedo a morir, porque el fracaso y el fuego eterno lo tenemos garantizado. Quizás por ello sentimos miedo ante la muerte.

         Tengamos muy presente la fe de San Pablo y de aquellas primeras comunidades cristianas: seremos, terminaremos en el Señor.

  1. Velad: estad despiertos.

00167f195a4a8ce0c22fe2abf1829748Vírgenes necias, catedral de Estrasburgo

En la parábola de la espera lúcida o adormecida del esposo por parte de aquellas vírgenes, no se trata de una cuestión matrimonial, sino que es un mundo de símbolos para expresar la fe en la vida eclesial.

Todo ser humano tenemos “instalado en nuestro Windows personal” el problema de la muerte, que probablemente, es el problema más serio que tenemos en la vida: la muerte.

      La cosa ya viene de siglo y medio atrás, pero en esta pandemia resalta que no haya una sola palabra humanista sobre la muerte. Todo son números, cuando no morgue. La ciencia no “toca” de modo humanista la muerte.

         Hoy ya no vivimos en la secularización, (la secularización gestionaba la vida con la razón en vez de con la religión: la libertad, la sociedad, la política, la justicia, la enfermedad, la muerte, etc.). Al menos la secularización echaba una “pensada a la vida”). Hoy en día ni tan siquiera somos secularizados, sino que vivimos en un espeso nihilismo, que no cree en nada. Quien da razón del presente no es la secularización, sino el nihilismo

Es decir, no es que la cultura actual (al menos en la Europa occidental) no sea cristiana, sino que no cree en nada, pero en nada de nada. Vivimos en la época del “vacío”, del “gran vacío”. Ni hay nada al comienzo ni habrá nada al final. Ni venimos ni vamos.

Los medios de comunicación social han hecho del mundo una especie de sala de fiestas, un show permanente para entretener a la gente. Diviértete hasta morir.

Vivir despiertos.

         La primera lectura de hoy es como un canto a la Sabiduría, que no es lo mismo que ciencia.

(Hace unos pocos años, en la lección inaugural de curso de la Facultad de Teología Vitoria, el ponente: -un científico del Centro de Investigaciones científicas-, decía con cierta y sabia ironía: “¡Hombre! entre los científicos, algunos piensan…”).

La sabiduría es saber -saborear- lúcidamente la vida. La sabiduría es radiante (lúcida, despierta) (1ª Lectura). Se puede ser un gran científico, pero no saber vivir. Y, por otro lado, gran parte de la humanidad no ha tenido mucha ciencia, ni hoy en día los tenemos, pero ha sabido vivir. Pensemos en el mundo rural. Jesús mismo no tenía un mundo científico en su mente, pero si sabía vivir y enseñar a vivir.

         La Sabiduría es luz, criterios, esperanza que ilumina la vida y el futuro.

si3la04_tmEs importante que la Iglesia, tanto la Iglesia institucional, como todos nosotros, -pequeños grupos de fe- miremos al futuro y vivamos esperando la llegada del Reino de Dios: justicia, paz, libertad, la venida de Cristo.

Cuando la Iglesia pierde o perdemos el horizonte futuro absoluto y la mirada escatológica, se instala y se constituye en un cuerpo de funcionarios y de curias; y esto no es bueno, porque la Iglesia termina sustituyendo a Cristo. Una Iglesia sin apremio hacia el futuro se instala en este mundo: en la “pompa y circunstancia” de este mundo: Estados Pontificios, poder, institucionalización y afincamiento en este mundo.

Velad

         Velar no significa temer a que venga el Hijo del Hombre, nos juzgue y nos condene. Estar despiertos es abrir la vida a la esperanza de que seremos en el Señor.

Mejor acallar nuestra curiosidad y descansemos (consolaos) en que estaremos siempre en el Señor. El lugar del hombre es Dios

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“Se vende iglesia “, por Isabel Gómez Acebo

Sábado, 3 de octubre de 2020
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                El suplemento inmobiliario del Financial Times de este fin de semana, trae un largo artículo sobre la reconversión de los templos en el Reino Unido para pisos. Empieza hablando del complejo residencial que, se ha hecho con una iglesia gótica en Woodside Park de Londres, tras mucho papeleo y dificultades arquitectónicas, ha conseguido realizar 21 apartamentos exclusivos por un precio entre medio millón y un millón de euros

                La entidad que se ocupa de los edificios de la Iglesia Anglicana publicó un estudio sobre el tema con el título: Luchando y cerrando iglesias” en el que analizaba todos los templos que se habían cerrado entre el 2004 y el 2018, la mayoría en las zonas más deprimidas del país. El informe terminaba con una noticia en la que comentaba que era una situación inédita desde el siglo XVI y que el principal motivo era la mudanza de los fieles a otros lugares

                A cada diócesis le corresponde la decisión de cerrar un templo, pero la Comisión que se ocupa de este asunto tiene que dar su aprobación. Los templos se cierran porque están en un lugar inadecuado, los fieles se han marchado a otros sitios y el edificio está viejo y necesitado de costosas reparaciones. Otros motivos, aparte del Covid, es que la Lotería Nacional ha dejado de aportar fondos

                El proceso para desacralizar el templo es largo y requiere paciencia a potenciales compradores. El precio se calcula comparándolo con otros edificios históricos de la zona y la compra se puede hacer a través de un agente inmobiliario o de la página web que tiene la Iglesia. Hay que tener en cuenta que las iglesias caen dentro de la clasificación de edificios no residenciales con lo que en general se convierten en museos, colegios o entidades de utilidad pública

                Pero hay excepciones que consiguen permisos para apartamentos después de un periodo de 28 días de información pública. Algunas Iglesias tienen un jardín con tumbas y el promotor debe permitir que los parientes accedan para cuidar a sus deudos muertos. En la mayoría de los casos, el edificio perdura y sólo se arregla su interior que suele albergar, por la altura que tenía el templo, dos pisos. El artículo menciona una iglesia que conservó el altar mayor, el órgano, las vidrieras y el púlpito que se veían desde el salón de los nuevos pisos. La verdad es que me asombra que alguien compre un piso de estas categorías pero hay gustos para todo. Al final, oímos al constructor decir que con su actuación había salvado un edificio ruinoso, pero hay mucha gente que no está de acuerdo con estos arreglos pues prefiere que los templos alberguen edificios públicos

                Al terminar la lectura de este artículo me invadió la pena, un dolor como el que sentí viendo una ópera bufa en una iglesia desacralizada en Nueva York rodeada de vidrieras con la historian de Jesucristo  ¿Qué va a pasar con nuestras preciosas iglesias rurales, antiguas y costosas de mantener? ¿Con el paisaje europeo de grandes templos rodeados por pequeñas casitas? ¿Con un cristianismo que no valora la liturgia de la eucaristía comunitaria? Con la venta de nuestros templos renunciamos a una parte de nuestra religión e historia, pero me temo que a mucha gente no le importa y la ley de memoria histórica no toca este punto ¡Una pena!

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Cuerpo

Miércoles, 9 de octubre de 2019
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Del blog Nova Bella:

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“Hay un solo templo en el mundo, el cuerpo humano.

Nada es más santo que esta forma suprema

(…)

Se toca el cielo cuando se acaricia un cuerpo humano”.

*

Novalis

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“Ni Jesús fundó templo alguno, ni quería templos”, por José Mª Castillo

Sábado, 27 de julio de 2019
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pompa-boato-Iglesia_2138196181_13753616_660x371De su blog Teología sin censura:

“¿Qué tiene que ver el esplendor litúrgico de nuestras catedrales (mal imitado en tantas parroquias) con la sencillez pobre y humilde que se relata en el Evangelio?”

“Lo que tiene que hacer la Iglesia no es poner al día la religión del templo y de los sacerdotes, que es la religión a la que se enfrentó Jesús, sino vivir y explicar el Evangelio”

El papa Francisco, sólo con su forma de ser y de vivir, le ha dado una nueva orientación al papado. Una orientación más humana y más evangélica. Esto es capital. Pero no basta.

Lo importante ahora es concretar esta nueva orientación, tomando decisiones que modifiquen la Iglesia, en cosas concretas, cosas que vea y palpe la gente. Y, sobre todo, cosas que son necesarias y apremiantes.

Empezando por la liturgia, que suele ser lo que la gente ve, oye y palpa en cuanto entra en una iglesia. Es un hecho que las ceremonias, a las que asistimos en los templos, tienen su origen no precisamente en la forma de vida que llevó Jesús y que nos relatan los evangelios.

Ni Jesús fundó templo alguno, ni quería templos. Y menos aún las solemnidades, la pompa y el boato de la corte imperial, que es lo que la Iglesia copió, en los siglos IV y V, para recordar la vida de Jesús, que nació en un establo; y la muerte de Jesús que acabó colgado como un delincuente subversivo.

¿Qué tiene que ver el esplendor litúrgico de nuestras catedrales (mal imitado en tantas parroquias) con la sencillez pobre y humilde que se relata en el Evangelio?

Además – y por si era poco – abundan los templos y catedrales en los que hay que pagar dinero para entrar a verlos. Y se cobra dinero por los sacramentos que se administran, se le saca dinero al Estado, se obtienen privilegios fiscales, etc., etc.

Por supuesto, los problemas que tiene que afrontar la Iglesia en la Amazonía son muy distintos de los problemas que tiene que resolver en Europa. Pero, lo mismo en la Amazonía que en Europa, lo que tiene que hacer la Iglesia no es poner al día la religión del templo y de los sacerdotes, que es la religión a la que se enfrentó Jesús, sino vivir y explicar el Evangelio, que consiste esencialmente en actualizar la forma de vida que practicó el mismo Jesús.

Desde este punto de vista, lo que más urge en este momento es analizar a fondo si la vida de los sacerdotes y religiosos ayuda a la gente a entender y vivir el Evangelio. Y si la liturgia y los sacramentos son, en este momento, las prácticas adecuadas y comprensibles, para que la gente encuentre respuesta a las muchas preguntas que hoy nos preocupan y hasta nos asustan en tantas situaciones que ya no admiten espera.

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Encontrar a Dios

Lunes, 25 de febrero de 2019
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      En un sentido verdadero, los cristianos son gente que ya no tiene templo: con la venida de Cristo, el templo material, el edificio, ya no es el signo por excelencia de la presencia de Dios entre nosotros. Nuestro modo de encontrarnos con Dios ya no será el «subir al templo»; por lo demás, también los israelitas podían ir a él y desarrollar ritos espléndidos, espectaculares, sugestivos, sin poner en ellos «el corazón» y, por consiguiente, sin llevar a cabo una verdadera comunión con Dios. El lugar de la presencia de Dios para nosotros, aquel en el que Dios se ha manifestado y en el que podemos encontrarle, es «el templo de la humanidad de Cristo».

        Y esto hemos de entenderlo en dos sentidos. En primer lugar, en el sentido de que el lugar de mi encuentro con Dios es el vínculo entre Jesucristo y yo. Llego a ser hijo de Dios como Jesucristo: eso es el encuentro con Dios. Y en segundo lugar, en el sentido de que «el templo de la humanidad de Cristo» es toda la humanidad, que es su esposa y su cuerpo. No es posible encontrar a Dios sin encontrar todo lo que Dios encuentra.

*

Giovanni Moioli,
Los principales temas cristianos,
Milán 1992, pp. 104ss, passim.

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El Papa insta a que las iglesias en desuso se destinen a los pobres antes que al comercio

Lunes, 3 de diciembre de 2018
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iglesiareconvertida_560x280Iglesia ‘reciclada’ en Holanda

Es una “enseñanza eclesial constante” la que los bienes de la Iglesia “no tienen un valor absoluto”

De Obispado a hotel: un escándalo antievangélico

El cierre de templos “debe ser recibido en la Iglesia no con ansiedad sino como una señal de los tiempos”

(C.D./AP).- Es una “enseñanza eclesial constante” la que los bienes de la Iglesia “no tienen un valor absoluto”, sino que “en caso de necesidad deben servir al mayor bien del ser humano y especialmente al servicio de los pobres. Lo ha recordado hoy el Papa Francisco a una conferencia sobre qué hacer con las iglesias que ya no sirven como lugares de culto, añadiendo que el cierre de templos no puede depender solo de cuestiones “técnicas o económicas”.

El Vaticano junto con obispos de Europa y otras regiones están proponiendo directrices para la venta o reutilización de iglesias católicas para asegurar que conserven su herencia cultural y beneficien a la comunidad, no al comercio.

En momentos que algunas iglesias son convertidas en discos, heladerías o directamente demolidas, las normas sugieren que si la iglesia no puede ser entregada a otra colectividad cristiana, que al menos se la use para fines culturales o sociales. Estos pueden ser un museo, una biblioteca o una sala de conferencias, un comedor popular o un centro de ayuda a los pobres.

Las normas estaban siendo elaboradas en una conferencia en el Vaticano el jueves a la que se dio un título intencionalmente provocador: “¿Dios ya no vive aquí?”. La jerarquía católica es consciente de que tiene iglesias que ya no puede mantener, sobre todo en Europa, donde el proceso de secularización ha vaciado los bancos de iglesias.

En un mensaje leído en el inicio de la conferencia, el Papa exhortó a los delegados a recordar que las iglesias y el arte religioso que contienen “son testimonio de la fe de la comunidad”. Toda decisión sobre su uso futuro debe tener en cuenta las necesidades de los pobres y ser tomada “en diálogo” con la comunidad, añadió.

Francisco dijo que el hecho de que ciertas iglesias han dejado de ser necesarias “debe ser recibido en la Iglesia no con ansiedad sino como una señal de los tiempos que nos invita a la reflexión y nos obliga a adaptarnos.

La conferencia, en la que participan académicos, obispos y funcionarios eclesiásticos de Europa, América del Norte y Australia, analizó cómo las diócesis manejaron ciertos casos de propiedades envejecidas y caras, y elaboró normas para los obispos de cara al futuro.

Monseñor Pawel Malecha, un especialista en derecho canónico del alto tribunal del Vaticano, citó estadísticas alemanas según las cuales en el país se cerraron más de 500 iglesias entre 2000 y 2017. Un tercio fueron demolidas y el resto vendidas o destinadas a otros usos.

En Holanda se estima que dos tercios de las 1.600 iglesias católicas serán cerradas en los próximos 10 años.

Tras afirmar que su oficina recibe muchas cartas de los fieles sobre las decisiones, Malecha exhortó a los obispos a recordar que “hablamos sobre la fe del pueblo de Dios. Y mientras haya fe, el pueblo de Dios necesitará iglesias”.

Fuente Religión Digital

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En el dolor, un nuevo templo.

Miércoles, 13 de junio de 2018
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catedral-del-buen-pastorCarolina Abarca
Buenos Aires (Argentina).

ECLESALIA, 02/10/17.- El año pasado viajamos con mi familia a Europa a visitar a mi hermana, quien se encontraba viviendo allá con su marido. Recuerdo que llegamos a Madrid el domingo de Pascua y fuimos a misa juntos, a una iglesia cerca del Templo de Debod, en donde habíamos estado horas antes viendo el atardecer. Me acuerdo con sorprendente nitidez la sensación que tuve en esa misa. La homilía triste, seca y vacía que pronunció un cura entrado en años, contrastaba con el esplendor de la Iglesia en la que estábamos. Sentí que alguien tenía que avisarle al sacerdote y a las imágenes que poblaban la iglesia que era Pascua y estábamos festejando la resurrección de Cristo. A veces, nuestra religión parece olvidarse algo que la sana espiritualidad mantiene presente: Dios está vivo, cerca y presente.

Después de algunos días en Madrid, alquilamos un auto y emprendimos un roadtrip en el que recorreríamos Galicia y Asturias. Durante los diez días que duró, visitamos no solo ciudades emblema como Santiago de Compostela o Bilbao, sino también una innumerable cantidad de pueblitos. Y uno no puede creer que sean tan increíbles y estén ahí, silenciosos, aparentemente perdidos en el camino. No podría especificar con certeza la cantidad de iglesias que visitamos durante esos días, pero vale decir que fueron realmente muchas. Quizás influenciada por el sinsabor que me había dejado la misa de Pascua, no pude dejar notar que en todas ellas había demasiadas imágenes lúgubres y Cristos crucificados.

Recuerdo haber pensado dos cosas. Lo primero fue que difícilmente un niño se sienta a gusto dentro de esas iglesias, lo cual, como mínimo, me genera suspicacia. Cada vez confío más en el criterio de los niños que, en su inocente sabiduría, parecen saber más que los adultos sobre las cosas importantes. Lo segundo fue una pregunta con aire a reclamo: ¿cómo puede ser? ¿No hemos podido, en todos estos años de Iglesia, encontrar espacios, imágenes y signos que representen mejor al Dios de la Vida, de la Misericordia, del Amor y del Perdón? ¿No estamos subrayando demasiado exageradamente un renglón de la historia de Cristo y quitando luz a los demás que le dan sentido? A pesar de mi personalidad ansiosa, ya he aprendido que, si estamos atentos, más tarde o más temprano, Dios responde nuestras preguntas. Y esta no fue la excepción.

Cuando llegamos a San Sebastián, uno de nuestros últimos destinos, el usual ritual de conocer las iglesias de la ciudad nos llevó a la Catedral del Buen Pastor. Entré esperando encontrarla igual a todas las que ya habíamos conocido pero, para mi sorpresa, al terminar de recorrer la nave central noté que detrás del altar, en lugar de la tradicional cruz, se encontraba una escultura de Jesús Buen Pastor. Confieso que me conmovió ver esa imagen de Jesús manso, con su cayado, mirando y acariciando a su oveja. Me pregunté qué tipo de mella habrá hecho en nuestra fe y espiritualidad tanta imagen de Dios sufriente y muerto, y tan poca de buen pastor. Me senté a rezar contemplando esa imagen y, luego de unos minutos, pude casi escuchar a Dios diciéndome: “Mirá Caro, hubo alguien que se animó a construir un templo diferente donde hoy te estás encontrando conmigo. ¿No podés vos también hacer lo mismo?”.

Debo decir que este recuerdo no viene hoy casualmente hasta mí. Este ha sido un año difícil. Un año de pérdidas. El cáncer se llevó en el mismo puñado de meses a mi madrina y a la mamá de una de mis mejores amigas, a quien quería muchísimo. Uno cree que sabe algunas cosas, que es fuerte, que tiene fe, pero cuando la muerte o la pérdida toca de cerca, todo se vuelve difuso y parece quedar patas para arriba. Creemos conocer algunas respuestas por haber reflexionado sobre ellas, pero cuando toca sostener en un abrazo a una mejor amiga desarmada en lágrimas que, con la fe quebrantada pregunta sobre el cielo y dice que extraña tanto los abrazos de su mamá que daría cualquier cosa por tener uno más, todo lo que uno cree saber se vuelve silencio.

Hoy, mientras escribo estas líneas, mi madrina estaría cumpliendo 62 años. Tengo una mezcla de emociones que no logro terminar de procesar. Pienso en mi abuela, que perdió a su hija. En cómo mis primos estarán extrañando a su mamá y mi tío a su mujer. Pienso en mi propia mamá, que durante los meses de enfermedad de su hermana eligió acompañarla incondicionalmente y mantuvo la esperanza hasta el último minuto. Se me escapan algunas lágrimas que no dejan lugar para elucubraciones racionales y, sin tregua, interpelan mi fe. ¿Hay consuelo? Y si lo hay, ¿dónde está?

Lo que me viene una y otra vez al corazón en este momento está lejos de las lúgubres imágenes de Dios que todavía pueblan gran parte de nuestras iglesias, o de lo que algunos años de estudio me hicieron conocer sobre la religión. Hoy el alma me trae las palabras que me regaló una amiga hace algunas semanas al verme los ojos tristes y notar la fuerza que hacía para que no se notara tanto. Me dijo:  “Carito, no le tengas miedo al dolor, a la tristeza… Tranquila, dejate acompañar. Ya va a pasar y, si te lo permitís, te va a convertir en una mejor persona. Te va a hacer más sensible, menos omnipotente y más sabia. Te va a transformar en alguien mejor”. Me dijo esto, se paró y así, sin que se lo pidiera, me abrazó en silencio.

Es loco, pero nos alejamos de Dios al dejar de encontrarlo en las iglesias, o por dejar de identificarnos con las imágenes que tenemos de Él, sin ser conscientes de que quizás esa crisis es Dios mismo diciéndonos que ya no entra en ellas, que han quedado obsoletas y quiere darnos más. Si ante el dolor y la pérdida nuestra fe no encuentra consuelo, quizás no se trate de que hemos perdido la fe, sino de que ha llegado el momento renovarla. Si es eso lo que sentimos, quizás aún esté vigente la pregunta que, sentí, me hizo Dios en San Sebastián: ¿vas a quedarte al margen, mirando los templos vacíos, o vas a animarte a construir uno nuevo donde podamos encontrarnos?

De seguro, no me siento capaz de responder a todas las preguntas a las que nos enfrenta el dolor de las pérdidas pero, aún así, tengo la irracional certeza de que mientras escribo estas palabras Dios está cerca, pidiéndome que haga lugar para él y ensanche una vez más mi tienda.

Si el dolor ha enfriado nuestra fe y sentimos que Dios se ha convertido en alguien lejano y obsoleto, quizás la clave esté en recordar lo que el alma sabe desde siempre: el Dios verdadero hace nuevas todas las cosas y el templo en donde quiere encontrarse con nosotros, no es ya un lugar físico. Sospecho que tiene mucho más que ver con encuentros como el que tuve con mi amiga ese día en el café de un aeropuerto. En la escena no había ni rastros de lo que tradicionalmente llamamos “templo” pero cuánto tuvo de sagrado: con su abrazo me tocó el alma y no recuerdo la última vez que sentí a Dios tan cerca

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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El verdadero Templo… Predicamos a Cristo crucificado… y resucitado.

Domingo, 4 de marzo de 2018
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Crucifixión 2

“Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres,

pero, para los llamados, sabiduría de Dios.

Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres;

y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.”

*

(1ª Corintios 1,22-25)

***

El templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo.

Por eso, cuando Jesús resucitó de entre los muertos, los discípulos recordaron lo que había dicho y creyeron en la Escritura y en las palabras que él había pronunciado.

(Juan 2,13-25)

La encarnación del Verbo de Dios en el seno de la Virgen María inaugura una etapa absolutamente nueva en la historia de la Presencia de Dios: etapa nueva y también definitiva, pues ¿qué mayor don podrá ser dado al mundo? No hay ya sino un templo en el que podamos adorar, rezar y ofrecer y en el que encontremos verdaderamente a Dios: el cuerpo de Cristo. En él el sacrificio deviene enteramente espiritual al mismo tiempo que real: no sólo en el sentido de que no es otra cosa que el mismo hombre adhiriéndose filialmente a la voluntad de Dios, sino también en el sentido de que procede en nosotros del Espíritu de Dios que nos ha sido dado.

A partir de la Encarnación, ha sido dado el Espíritu Santo verdaderamente; es, en los fieles, un agua que brota en vida eterna (Jn 4,14) y los constituye en hijos de Dios, capaces de poseerle de verdad por el conocimiento y el amor. Ya no se trata sólo de una presencia, sino de una  inhabitación de Dios en los fieles. Cada uno personalmente y todos en conjunto, en su misma unidad, son el templo de Dios, porque son el cuerpo de Cristo, animado y unido por su Espíritu. Así es el templo de Dios en los tiempos mesiánicos. Pero en este templo espiritual, tal como existe en la trama de la historia del mundo, lo carnal continúa todavía no sólo presente, sino dominador y obsesionante. Cuando todo haya sido purificado, cuando todo sea gracia, cuando la parte de Dios aparezca de tal modo victoriosa que “Dios sea todo en todos”, cuando todo proceda de su Espíritu, entonces el Cuerpo de Cristo será establecido para siempre, con su Cabeza, en la casa de Dios.

La alabanza del mundo precisa la del hombre, quien ha de ser su intérprete y mediador por su trabajo y, sobre todo, por el canto de sus labios (Heb 13,15). Mas el culto espiritual del hombre y la gracia que hacen de él un templo de Dios no son perfectos sino en cuanto representan aquella religión filial, única relación auténtica de la criatura con su Dios, que no puede venir sino de Jesucristo. Es Cristo quien es, en definitiva, el único templo verdadero de Dios. “Nadie sube al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo” (Jn 3,13).

*

Yves  Marie Congar,
El misterio del templo,
Barcelona 1964, 264-265.275-276, passim.

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“El culto al dinero”. 3º de Cuaresma – B (Juan 2,13-25)

Domingo, 4 de marzo de 2018
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03_cuar_b-300x300Hay algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciaremos bastante. Vivimos en una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación la secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es, sino lo que uno tiene. Se ha dicho que el dinero es «el símbolo e ídolo de nuestra civilización» (Miguel Delibes). Y de hecho son mayoría los que le rinden su ser y le sacrifican toda su vida.

John KGalbraith, el gran teórico del capitalismo moderno, describe así el poder del dinero en su obra La sociedad opulenta: el dinero «trae consigo tres ventajas fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la posesión real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el prestigio o respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».

Cuántas personas, sin atreverse a confesarlo, saben que en su vida, en un grado u otro, lo decisivo, lo importante y definitivo, es ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un prestigio económico.

Aquí está sin duda una de las quiebras más graves de nuestra civilización. El hombre occidental se ha hecho en buena parte materialista y, a pesar de sus grandes proclamas sobre la libertad, la justicia o la solidaridad, apenas cree en otra cosa que no sea el dinero.

Y, sin embargo, hay poca gente feliz. Con dinero se puede montar un piso agradable, pero no crear un hogar cálido. Con dinero se puede comprar una cama cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero se pueden adquirir nuevas relaciones, pero no despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer, pero no felicidad. Pero los creyentes hemos de recordar algo más. El dinero abre todas las puertas, pero nunca abre la puerta de nuestro corazón a Dios.

No estamos acostumbrados los cristianos a la imagen violenta de un Mesías fustigando a las gentes. Y, sin embargo, esa es la reacción de Jesús al encontrarse con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra cosa que no sea su propio negocio.

El templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un mercado donde solo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación filial con Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás están mediatizadas solo por intereses de dinero. Imposible entender algo del amor, la ternura y la acogida de Dios cuando uno solo vive buscando bienestar. No se puede servir a Dios y al Dinero.

José Antonio Pagola

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“Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Domingo 4 de marzo de 2018. Domingo tercero de Cuaresma

Domingo, 4 de marzo de 2018
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21-cuaresma B3 cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 20,1-17: La Ley se dio por medio de Moisés.
Salmo responsorial: 18: Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
1Corintios 1,22-25: Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero, para los llamados, sabiduría de Dios.
Juan 2,13-25: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

El evangelio de Juan coloca esta manifestación mesiánica de Jesús al comienzo de su actividad pública y en el contexto de una fiesta de Pascua en Jerusalén. Para Juan es muy importante poner a Jesús y a su comunidad en ese marco de la sucesión de las fiestas judías. Eso lo vemos a lo largo de todo el evangelio, pues no hay ningún acontecimiento fuera de ese marco. Juan optó por encuadrar toda la actividad pública de Jesús en el tiempo religioso de los que su propio Evangelio define como “los judíos” (!). Al organizar la narración en función de una serie de fiestas judías, deja entrever una construcción ideológica y cultural rica, articulada e intencionada (hoy sabemos que las cosas no se sucedieron así, sino que se trata de una organización literaria de la narración, con una intención significativa).

La pascua judía es confrontada por Jesús y su comunidad discipular tres veces en el evangelio de Juan. Es evidente el simbolismo: con Jesús irrumpe una nueva Alianza (tres siempre simboliza el nacimiento de algo nuevo). El tiempo del Reino construye una nueva festividad. El tiempo de las fiestas judías es contrapuesto con un tiempo inusual y alternativo. El relato centra su interés en la dialéctica entre la estructura simbólica y temporal del judaísmo, y una estructura nueva alternativa que se quiere afirmar e institucionalizar.

El simbolismo de la revelación mesiánica de Jesús es sumamente resaltado en la confrontación con el templo. El relato necesita hacerlo; al fin y al cabo se está construyendo y afirmando una nueva identidad. El templo de Jerusalén es el centro de las instituciones y símbolo de la gloria y el poder de la nación judía (tanto la residente en Palestina como la que se encuentra en la Diáspora). El evangelio emplea un símbolo conocido para indicar la presentación mesiánica de Jesús: el “látigo con cuerdas”. Era proverbial la frase “el látigo del Mesías” para significar la violencia que implica la irrupción de la era mesiánica. El uso que Jesús hace del “látigo” no deja la menor duda acerca de su identidad y del proyecto que encarna: con él arroja fuera del templo el ganado que se vendía para los sacrificios, las ovejas y los bueyes. Sacrificios, como ovejas y bueyes, así como sus potenciales compradores (sólo los ricos podían ofrecer este tipo de ganado en el sacrificio) son puestos fuera del horizonte del nuevo proyecto mesiánico-profético.

Al echar todos afuera del templo con sus ovejas y sus bueyes, Jesús declara la invalidez del culto de los potentados, del que los sacrificios constituían el momento cumbre. Jesús no denuncia solamente, como habían hecho los profetas, «el culto que encubre la injusticia», sino que declara infame «el culto que es en sí mismo una injusticia», por ser medio de explotación, pero sobre todo «por ser legitimación religiosa de la injusticia y del crimen». No propone una reforma del culto, sino su abolición.

La expulsión de los bueyes tiene que ver con la misma constitución de la sociedad tributaria-monárquica. El primer rey de Israel se constituyó a partir del “grupo de campesinos propietarios de bueyes”. No es de extrañar que a partir de entonces, latifundistas, bueyes y sacrificios en el templo estén articulados en un solo proyecto, y que se correspondan ideológica y religiosamente. Además el dios Baal de los agricultores cananeos se representaba con un buey. La agricultura y la ganadería necesitan su propio dios y su propio culto. Los latifundistas fueron aliados importantes de Herodes para la consolidación de su poder, y él, como retribución, mantuvo en forma opulenta al templo. Así podemos entender por qué el templo estaba lleno de bueyes, si la ideología religiosa dominante cuyo centro simbólico estaba allí era la justificación principal del sistema social estratificado y concentrador en Palestina desde la Reforma de Josías.

La expulsión de las ovejas del templo tiene también un rico sentido simbólico. Las ovejas son figura del pueblo, encerrado en el recinto donde está condenado al sacrificio. Los dirigentes explotan y asesinan al pueblo –verdadera víctima del culto–, sacrifican y destruyen al rebaño, a cuya costa viven. Jesús no se propone reformar aquella institución religiosa propósito por cierto inútil, sino rescatar al pueblo de ella.

Todos los grupos judíos esperaban la utopía del Reino, de forma que la agitación del primer siglo hizo a muchos pensar que la hora estaba próxima. Para los zelotas era la hora de tomar las armas contra la ocupación romana para instaurar el reino de Dios en el cual el templo y su personal ya no estuvieran sujetos a ningún imperio. Los saduceos no esperaban activamente el Reino y se contentaban con mantener como mejor podían el culto del templo con la ayuda de las autoridades romanas. Los esenios, como los zelotas, estaban listos para tomar las armas por el Reino, pero se habían retirado al desierto en espera del momento oportuno (kairós), considerando que el templo estaba en manos ilegítimas. Los fariseos también consideraban que para que llegara el Reino había que acabar con el dominio extranjero y restaurar la autonomía del templo. Sin embargo, no entraron a ninguna guerrilla y se dedicaron a la más riguroso observancia de la ley.

A diferencia de los grupos anteriores, la actitud de Jesús y de su comunidad discipular es de tajante oposición al templo, lo que aparece de una manera mucho más radicalmente –no sólo como rechazo de un culto de los poderosos– en las acciones contra los cambistas, a quienes les desparrama las monedas, y contra los vendedores de palomas, a quienes les ordena quitar de en medio su mercancía.

Los cambistas representaban “el sistema financiero” de la época. Todos los varones judíos mayores de 21 años estaban obligados a pagar un tributo anual al templo, e infinidad de donativos en dinero iban a parar al tesoro del templo. Además, en la antigüedad, los templos, por la inmunidad que les confería su carácter sagrado, eran el lugar elegido por los pudientes para depositar sus tesoros. El templo de Jerusalén llegó a ser uno de los mayores bancos de la antigüedad. Pero pagar el tributo y los donativos no se podía hacer en monedas que llevasen la efigie imperial, considerada idolátrica por los judíos: el templo acuñaba su propia moneda y los que iban a pagar tenían que cambiar sus monedas por las del templo. Los cambistas cobraban, naturalmente, su comisión. Al volcar sus mesas y desparramar sus monedas, Jesús estaba atacando directamente el tributo al templo y, con él, al sistema económico religioso dominante. El templo es para Jesús una empresa que explota económicamente al pueblo. De hecho, el culto proporcionaba enormes riquezas a la ciudad y a los comerciantes, sostenía a la nobleza sacerdotal, al clero y a los empleados. La acción de Jesús toca, por tanto, un punto neurálgico: el sistema económico e ideológico que representaba el templo en Israel.

La acción contra los vendedores de palomas es igualmente de enorme impacto ideológico. Las palomas eran animales sacrificiales de menor importancia, pues con ellas los pobres ofrecían sus cultos a Dios; sin embargo el hecho de que sus vendedores hayan sido los únicos a quienes Jesús se dirige y a los que hace responsables de la corrupción del templo, quiere hacer ver la enorme preocupación de Dios por la suerte de los pobres y su enojo por quienes hacen negocio con su pobreza. En contraste con las dos acciones anteriores, Jesús no ejecuta acción alguna, sino que se dirige a los vendedores mismos acusándolos de explotar a los pobres por medio del culto, del impuesto, y del fraude de lo sagrado.

El templo es “casa del mercado”, y allí el dios es el dinero. Al llamar a Dios mi Padre, Jesús no lo identifica con el sistema religioso del templo. La relación con Dios no es religiosa sino familiar, está en el ámbito de la casa familiar. La relación se desacraliza y se familiariza. En la casa del Padre ya no puede haber comercio ni explotación, siendo casa-familia acoge a quien necesite amor, intimidad, confianza, afecto.

Aún, Jesús da un paso más en su confrontación radical con el templo al proponerse él mismo como santuario de Dios. Frente al poder de Herodes (cuarenta y seis años de construcción del templo) emerge el poder del resucitado (tres días). En el Reino de Dios no se requiere templos sino cuerpos vivos. Éstos son los santuarios de Dios, donde brilla su presencia y su amor, si viven dignamente. Jesús no viene a continuar la línea religiosa tradicional. Vino a proponer una humanidad restaurada a partir del principio de la ultimidad de la vida en cuerpos que viven con dignidad. Sobre esta base es posible soñar y construir otra manera de vivir y otra manera de creer. Leer más…

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4.3.18. Diez Mandamientos. El 8º: No robar personas

Domingo, 4 de marzo de 2018
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28576048_942458862597973_5981452798281484813_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 3 Cuaresma, ciclo b. Del evangelio de este domingo (Jn 2, 13-25) trataré el próximo día , insistiendo en la tarea de limpiar el templo, de forma que no sea mercado al servicio de sus funcionarios (sacerdotes…).

Hoy comento la primera lectura (Ex 20, 1-17), con el Decálogo que recoge los mandamientos de Dios, que son propios del Sinaí, que es también el Dios de la Alianza (así aparecen en Dt 5).

Estos mandamientos son un texto clave de la tradición israelita y universal, con sus mandamientos más “religiosos” (1-4) que sitúan al hombre ante Dios y sus mandamientos más sociales (5-10), formulados de un modo universal, regulando las relaciones de los hombres con otros hombres.

En esta postal expongo y comento los mandamientos de la Biblia (según la lectura de Ex 20), no los que ha matizado después la tradición cristiana, cambiando incluso su numeración, insistiendo en dos temas principales:

220px-decalogue_parchment_by_jekuthiel_sofer_17681. Los mandamientos son una de las primeras y más hondas formulaciones de los derechos (y deberes) humanos,que en esa línea mantienen toda su actualidad.

2. Quiero insistir en el mandamiento 8ª, que dice no robarás, y que se refiere ante todo al robo de personas, un mandamiento que debe recordarse en este tiempo en el que sigue existiendo el robo y trata de personas.

El tema está tomado básicamente del Gran Diccionario de la Biblia. Buen domingo a todos.

Texto. Decálogo (Ex 20, 1-17)

Introducción
En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud.

Primera tabla

1. No tendrás otros dioses frente a mí.

2. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos.

3. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo.

4. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.]

Segunda tabla

5. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.

6. No matarás.
7. No cometerás adulterio.
8. No robarás.
9. No darás testimonio falso contra tu prójimo.

10. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.”

Introducción, Dios habla. Ex 20, 1-2

gran-diccionario-de-la-bibliaEn aquellos días el Señor(=Elohim) pronunció todas estas palabras diciendo: Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saque de Egipto, de la esclavitud.

Los mandamientos aparecen en este contexto (Ex 19-20) como revelación de Dios (Ex 19-24), su palabra más profunda, para iluminar al hombre, a fin de que comprenda el misterio de su ser, el don y tarea de su vida.

El Dios de la teofanía anterior (Ex 19),envuelto en humo y cabalgando en fuego sobre el terremoto (que aparecía en Ex 19), pierde aquí sus rasgos cósmicos de miedo y prepotencia, para presentarse como legislador moral que hace posible (fundamenta) la existencia madura de los hombres.

Esperando al Dios terrible nos ha llevado Moisés hasta la falda de la montaña ardiente (no a una simple zarza como en Ex 3,2), para ponernos cara a cara ante el fuego de Dios y hemos podido sentir por un momento el pavor/admiración sagrada. Pero luego, ese pavor se vuelve palabra de enseñanza. No goza Dios en hacer demostraciones de su fuerza ante nosotros sino en darnos como fuente de vida su palabra.

Entendidos en ese contexto, los diez mandamientos son la revelación de nuestro ser más hondo; emerge en ella algo más grande que nosotros, alguien que al amarnos (liberarnos del lugar de esclavitud, de Egipto) nos permite ser humanos.

Que el ser humano pueda vencerse a sí mismo, superando su egoísmo ; que logre valorar el bien de todos y buscarlo de un modo generoso… esa es la prueba de que Dios se ha revelado en nuestra historia. Evidentemente, no han sido los israelitas los primeros en saberlo y en decirlo; pero ellos lo han sabido y dicho de una forma intensa, concentrada, quizá definitiva.

Los diez mandamientos constituyen el centro de la Ley israelita y así empiezan introducción muy significativa: «Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saque de Egipto, de la esclavitud» (Ex 20, 2; Dt 5, 6). No empiezan siendo reglas de conducta universal, que se fundan en sí mismas, ni mandados de un Elohim o Dios que se revela en todas las naciones, sino expresión de la identidad israelita, palabra del mismo Yahvé liberador.

Ellos expresan el tipo de vida que se deriva precisamente de esa liberación. No son imposiciones para esclavos, ni dictados de un rey sobre sus súbditos, sino expresión de una vida en libertad. Pueden dividirse en dos «tablas», una de tipo más expresamente israelita, otra más universal.

Primera tabla. Mandamientos sagrados, israelitas: 

tencEstos son los mandamientos propios de los israelitas, como pueblo escogido, que ha descubierto la soberanía y unidad de Dios, que no permite a su lado otros dioses. Este monotelismo exclusivista (¡sólo Yahvé!) define la identidad israelita, hasta el día de hoy.Según la tradición bíblica son cuatro mandamientos (no los tres que ha recogido la tradición cristiana, reuniendo los dos primeros).

1. No tendrás otros dioses frente a mí. Dios no forma parte de un “mundo” más amplio de figuras sagradas. Es único, no por egoísmo, sino porque lo da todo, se da todo. Eso significa que en el fondo de toda realidad hay un sentido único, un principio de vida universal, un poder liberador… Lo único que sabemos de él es que nos ha sacado de Egipto, que es un Dios liberador, que nos ha creado y nos hacer.

2. No te harás ídolos, figura alguna…. Aquí no se dice que no hagas figuras de otros dioses (de Zeus o Marduk…), sino que no hagas figura de Yahvé, que no intentes representarlo, con imágenes de astros, de animales… de personas. No intentes manipular a Dios, utilizarle… Sabes que la imagen de Dios es el hombres (¡Dios hizo al hombre a su imagen, varón y mujer los creó…, Gen 1, 27-28). Por eso, si quieres “ver” a Dios mira a los hombres, respétales como divinos, ámales como humanos y necesitados. Del Dios en sí no hagas imagen alguna.

3. No pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en vano. Este mandamiento completa el sentido del anterior. Antes se había dicho “no hagas imagen de Dios”, ahora se añade “no hables de él”, no intentes explicar su misterio, muéstrate ante él con reverencia. Los judíos rabínicos, tomando al pie de la letra esta mandato, no dicen “Yahvé”, no pronuncian su nombres, sino que se callan o ponen en su lugar otra palabra: El Señor, el Nombre, el Poder, el Santo etc. Los cristianos nos atrevemos a interpretar ese mandato diciendo que el nombre de Dios es “Padre”, y que él se ha revelado por Jesús, según el evangelio…

4. Fíjate en el sábado para santificarlo…. No hay en el decálogo ningún mandato “religioso particular” (como los cinco mandamientos de la Iglesia cristiana: ir a misa, confesarse…). El único mandamiento es el “Sábado”, con su sentido más profundo de respetar el ritmo de Dios en nuestra vida: Un día a la semana recordar y agradecer su creación; un día a la semana descubrir que el mundo es sagrado, que no podemos manipularlo… Dejar de “trabajar” (de imponernos, de dominar…), volver al equilibrio de la vida como don de Dios (en un sentido de ecología radical) Leer más…

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Jesús, nuevo templo de Dios. Domingo 3º de Cuaresma. Ciclo B

Domingo, 4 de marzo de 2018
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expulsion-mercaderes-giottoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Giotto

La escena de la expulsión de los mercaderes del templo la cuentan los cuatro evangelios. Pero, como ocurre a menudo, hay algunas diferencias entre ellos, igual que ocurre entre Giotto y El Greco.

Preguntas para un concurso

  1. ¿Cuándo tuvo lugar dicha escena? ¿Al comienzo de la vida de Jesús o al final?
  2. Esta escena ha sido pintada por numerosos artistas, entre ellos el Greco. En todas ellas aparece Jesús empuñando un azote de cordeles. Pero, de los cuatro evangelios, sólo uno menciona dicho azote; en los otros tres Jesús no recurre a ese tipo de violencia. ¿De qué evangelio se trata?
  3. Sólo un evangelio dice que Jesús prohibió transportar objetos por la explanada del templo. ¿Cuál?
  4. ¿Qué evangelista cuenta la escena de la forma más breve?
  5. ¿Quién la cuenta con más detalle, incluyendo una discusión con las autoridades judías?

Respuestas

  1. Juan la sitúa al comienzo de la vida de Jesús. Mateo, Marcos y Lucas al final, pocos días antes de morir.
  2. El único que menciona el azote es Juan.
  3. Esa prohibición sólo se encuentra en Marcos.
  4. El más breve es Lucas.
  5. Juan.

El relato de Juan (Jn 2,13-25)

El concurso anterior no se debe a un capricho. Pretende recordar que los evangelistas no cuentan el hecho histórico tal como ocurrió, sino transmitir un mensaje. Por eso alguno insiste en un detalle, mientras otros lo omiten por no considerarlo adecuado para su auditorio. Lucas, por ejemplo, reduce al mínimo la actitud violenta de Jesús, mientras que Juan la subraya al máximo. El relato de Juan se divide en dos partes: la expulsión de los mercaderes y la breve discusión con los judíos.

Un gesto revolucionario

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:

̶ Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»

A nuestra mentalidad moderna le resulta difícil valorar la acción de Jesús, no capta sus repercusiones. Nos ponemos de su parte, sin más, y consideramos unos viles traficantes a los mercaderes del templo, acusándolos de comerciar con lo más sagrado. Pero, desde el punto de vista de un judío piadoso, el problema es más grave. Si no hay vacas ni ovejas, tórtolas ni palomas, ¿qué sacrificios puede ofrecer al Señor? ¿Si no hay cambistas de moneda, cómo pagarán los judíos procedentes del extranjero su tributo al templo? Nuestra respuesta es muy fácil: que no ofrezcan nada, que no paguen tributo, que se limiten a rezar. Esa es la postura de Jesús. A primera vista, coincide con la de algunos de los antiguos profetas y salmistas. Pero Jesús va mucho más lejos, porque usa una violencia inusitada en él. Debemos imaginarlos trenzando el azote, golpeando a vacas y ovejas, volcando las mesas de los cambistas.

expulsion-mercaderes-grecoEl Greco

Imaginemos la escena en nuestros días. Jesús entra en una catedral o una iglesia. Comienza a ver todo lo que no tiene nada que ver con una oración puramente espiritual, lo amontona y lo va tirando a la calle: cálices, copones, candelabros, imágenes de santos, confesionarios, bancos…  ¿Cuál sería nuestra reacción? Acusaríamos a Jesús de impedirnos decir misa, de poder comulgar, confesarnos, incluso rezar.

Juan intuye la gravedad del problema y añade unas palabras que no aparecen en los otros evangelios: «Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: El celo de tu casa me devora.» El celo por la causa de Dios había impulsado a Fineés a asesinar a un judío y una moabita; a Matatías, padre de los Macabeos, lo impulsó a asesinar a un funcionario del rey de Siria. El celo no lleva a Jesús a asesinar a nadie, pero sí se manifiesta de forma potente. Algo difícil de comprender en una época como la nuestra, en la que todo está democráticamente permitido. El comentario de Juan no resuelve el problema del judío piadoso, que podría responder: «A mí también me devora el celo de la casa de Dios, pero lo entiendo de forma distinta, ofreciendo en ella sacrificios». Quienes no tendrían respuesta válida serían los comerciantes, a los que no mueve el celo de la casa de Dios sino el afán de ganar dinero.

La reacción de las autoridades

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:

̶  ¿Qué signos nos muestras para obrar así?

Jesús contestó:

̶  Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

Los judíos replicaron:

̶  Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

En contra de lo que cabría esperar, las autoridades no envían la policía a detener a Jesús (como le ocurrió siglos antes al profeta Jeremías, que terminó en la cárcel por mucho menos). Se limitan a pedir un signo, un portento, que justifique su conducta. Porque en ciertos ambientes judíos se esperaba del Mesías que, cuando llegase, llevaría a cabo una purificación del templo. Si Jesús es el Mesías, que lo demuestre primero y luego actúe como tal.

La respuesta de Jesús es aparentemente la de un loco: “Destruid este templo y en tres días lo reconstruiré”. El templo de Jerusalén no era como nuestras enormes catedrales, porque no estaba pensado para acoger a los fieles, que se mantenían en la explanada exterior. De todas formas, era un edificio impresionante. Según el tratadoMiddot medía 50 ms de largo, por 35 de ancho y 50 de alto; para construirlo, ya que era un edificio sagrado, hubo que instruir como albañiles a mil sacerdotes. Comenzado por Herodes el Grande el año 19 a.C., fue consagrado el 10 a.C., pero las obras de embellecimiento no terminaron hasta el 63 d.C. En el año 27 d.C., que es cuando Juan parece datar la escena, se comprende que los judíos digan que ha tardado 46 años en construirse. En tres días es imposible destruirlo y, mucho menos, reconstruirlo.

Curiosamente, Juan no cuenta cómo reaccionaron las autoridades a esta respuesta de Jesús. (Resulta más lógica la versión de Marcos: los sumos sacerdotes y los escribas no piden signos ni discuten con Jesús; se limitan a tramar su muerte, que tendrá lugar pocos días después.) Pero el evangelista sí nos dice cómo debemos interpretar esas extrañas palabras de Jesús. No se refiere al templo físico, se refiere a su cuerpo. Los judíos pueden destruirlo, pero él lo reedificará.

Cuaresma y resurrección

Esto último explica por qué se ha elegido este evangelio para el tercer domingo. En el segundo, la Transfiguración anticipaba la gloria de Jesús. Hoy, Jesús repite su certeza de resucitar de la muerte. Con ello, la liturgia orienta el sentido de la Cuaresma y de nuestra vida: no termina en el Viernes Santo sino en el Domingo de Resurrección.

Jesús, nuevo templo de Dios

Hay otro detalle importante en el relato de Juan: el templo de Dios es Jesús. Es en él donde Dios habita, no en un edificio de piedra. Situémonos a finales del siglo I. En el año 70 los romanos han destruido el templo de Jerusalén. Se ha repetido la trágica experiencia de seis siglos antes, cuando los destructores del templo fueron los babilonios (año 586 a.C.). Los judíos han aprendido a vivir su fe sin tener un templo, pero lo echan de menos. Ya no tienen un lugar donde ofrecer sus sacrificios, donde subir tres veces al año en peregrinación. Para los judíos que se han hecho cristianos, la situación es distinta. No deben añorar el templo. Jesús es el nuevo templo de Dios, y su muerte el único sacrificio, que él mismo ofreció.

Portentos y sabiduría (1 Corintios 1,22-25)

En la segunda lectura aparece también el tema de los prodigios. Pablo, judío de pura cepa, pero que predicó especialmente en regiones de gran influjo griego, debió enfrentarse a dos problemas muy distintos. A la hora de creer en Cristo, los judíos pedían portentos, milagros (como se ha contado en el evangelio), mientras los griegos querían un mensaje repleto de sabiduría humana. Poder o sabiduría, según qué ambiente. Pero lo que predica Pablo es todo lo contrario: Cristo crucificado. El colmo de la debilidad, el colmo de la estupidez. Ninguna universidad ha dado un doctorado “honoris causa” a Jesús crucificado; lo normal es que retiren el crucifijo. Pero ese Cristo crucificado es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Quien sienta la tentación de considerar el mensaje cristiano una doctrina muy sabia humanamente, digna de ser aceptada y admirada por todos, debe recordar la experiencia tan distinta de Pablo.

Hermanos:
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados -judíos o griegos-, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 

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Tercer Domingo de Cuaresma. 04 de marzo, 2018

Domingo, 4 de marzo de 2018
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cuaresma-iii

“Jesús fue a Jerusalén.”

(Jn 2, 13-25)

Jesús se dirige a Jerusalén, lugar donde está situado el templo. Templo de piedra, de tradición, donde la ley es la norma. En él se encontraba el arca de la Alianza y, por lo tanto, la presencia de Dios.

Lo que pone de relieve este texto es que la absolutización de la religión trae los totalitarismos. La dualidad entre lo profano y lo religioso ha provocado demasiado enfrentamiento y sufrimiento entre los humanos.

La superación del templo significa la superación de la religión. No en el sentido de que haya que dejarla de lado, sino en darle un nuevo sentido. Refrescar la Buena Noticia.

Jesús lo pone de manifiesto: el templo se corrompe, se llena de consumo, “las monedas al suelo”, y todo esto forma parte de la dinámica del templo.

Sin embargo, Jesús inaugura una época nueva, no la de la ley, sino la de la experiencia, la del Encuentro.

Él también tuvo que expulsar fuera de sí muchos “animales”, todos aquellos que no le permitían vivir en la coherencia, y le sometían a la ira, el miedo, el no entender…

Siento que hoy Jesús nos habla de no vaciar de contenido lo esencial. Las piedras son piedras, pero su cuerpo es templo del Espíritu. Un templo que no admite cambistas, ni trueques, ni animales. Admite ser espacio vacío, desalojado de todo aquello que no le permite vivir en ese silencio y soledad que hacen que el Espíritu haga en Él su morada.

Un cuerpo que no lo pueden destruir los poderes del mundo. Cuerpo que muere para ser transformado. Un cuerpo como el de Jesús que está habitado por el Espíritu y que nadie puede destruir, porque el espíritu vive a pesar de las normas. En la fluidez que da la libertad de pensar, sentir y obrar en coherencia, en esa autenticidad de llevar a cabo la voluntad de Dios.

Jesús es el ser humano libre, que crece en la medida que experimenta el amor por su Padre y por las personas, por eso su ser se dilata y dinamiza a medida que se expone al amor del Espíritu.

Las piedras son duras, rígidas, solo son receptáculos. Si pierden el espíritu, son edificios muertos, son obras de arte que nos recuerdan otros tiempos, por eso Jesús inaugura un templo nuevo, SU CUERPO, un cuerpo que se llena de vida, a medida que se vacía de si mismo para llenarse del Amor de Dios.

La cuaresma es una puesta a punto para ver, sentir si nuestro templo es flexible, dinámico o es rígido, cerrado. ¿Estamos habitadas por nuestros quisiéramos, podríamos, tendríamos, o por el contrario, dejamos espacio al Espíritu?

ORACIÓN

Padre, ayudanos a poner a punto nuestro cuerpo para que sea templo, como lo fue el de Jesús, dinamizado por tu espíritu.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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