Con temor y temblor…
No te imagines que el Seńor en su sublimidad esté lejos: aunque es infinitamente sublime, está cercano a ti, más cercano que los hombres que se aproximan cada día (…) más cercano a ti que tú mismo. Vigila tus pasos, cuando entren en la casa del Seńor. Por qué? Pues porque en la casa del Seńor se ofrece lo único que puede salvar, el consuelo más dichoso (…).
Pero, !atención! Ten cuidado sobre todo de hacer buen uso de cuanto se te ofrece. Usarlo con fe. No existe una certeza tan interior, tan fuerte y tan dichosa como la fe. Sin embargo, la fe no nos viene por nacimiento, no es la confianza de un ánimo juvenil y rebosante del gozo de la vida. Menos aún: la fe no es vivir en las nubes.
La fe es certeza, certeza dichosa que se posee con temor y temblor. Vista la fe desde este ángulo, es decir ef celeste, aparece como un reflejo de la bienaventuranza.
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Søren Kierkegaard,
Pensieri che fenscono alie spalle, Padua 1982, 33ss).
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