29.09.18. Domingo 16, ciclo C. Lc 16, 19-31. Lázaro puede ayudar al epulón (pero aquí, ahora mismo…)
Del blog de Xabier Pikaza:
En un mundo de epulones ciegos, suicidas y asesinos
(Imágenes 1:Lázaro recibe a los “epulones”, de A. y O. 2. San Lázaro de Verín recibe a los que vienen… 3. Una ciudad con muro entre lazaros y epulones. 4. Jerusalén ¿una ciudad para todos?)
Ésta es quizá la parábola más “escandalosa” y verdadera del evangelio.Estoy convencido de que el 80 por ciento de la clase acomodada piensa que es inmoral y falsa… Algo parecido piensa, a mi entender, un 50 por ciento de la iglesia (aunque no se atreva a decirlo en alto). Ciertamente, el contenido de esta parábola de Lucas 16 es fuerte, pues va en contra del orden establecido… y muchos no loa aceptan.
El orden establecido está hecho para que los ricos puedan comer en sus casas, disfrutando de aquello que han ganado, sin abrir su puerta (en USA o España, GB o Italia…) a los pobres Lázaros del mundo entero, del Sahel o de Indostania, del Cercano Oriente o de algún tipo de Lazaria de su misma tierra (en USA, España…).
Hay incluso partidos políticos y gobiernos que van directamente en contra de esta parábola… porque a su juicio destruye el buen orden de la tierra, es decir, del orden establecido. Pues bien, la parábola dice que los “epulones” se destruyen a sí mismo, y destruyen el mundo, mientras los los Lázaros tienen asegurado un camino de vida y de futuro, en el “seno de Abraham”, que no es el cielo sin más (en el ultramundo), sino la vida de la promesa que Dios hizo al patriarca de los pobres.
El epulón no tiene nombre… El pobre se llama Lázaro
El rico no tiene nombre personal, ni identidad propia. El evangelio le llama simplemente “el plousios, es decir, el rico (adjetivo sustantivado, no nombre). La tradición latina posterior le llamará epulón (de epulare, que significa “banquetear”), esto es, aquel que no hace más que consumir. En la antigua Roma había un “colegio sacerdotal” de “epulones” (los comedores, es decir, los que comen mucho y dirigen los banquetes de los ricos).
El pobre tiene en cambio un nombre, le llama Lázaro (del hebreo Eleazar, aquel que ha sido compadecido por Dios). Es, por tanto, una persona ante Dios y debe serlo ante los hombres, a quienes pide ayuda con su necesidad (hambre, heridas…). Este evangelio nos sitúa ante la ruina de “epulonia” (la tierra o colegio sacerdotal de los ricos epulones, que consumen todos los recursos de la tierra), dejando morir a los Lazaros de hambre, a la puerta de su casa o tierra.
Epulonia y Lazaria
Los epulones y Lázaros forman según eso dos tipos de seres humanos: los anti‒personas (ricos sin nombre) y lase personas (los lázaros con nombre). Son “figuras humana”: Una es la “clase” de los parásitos epulones (que todo lo consumen banqueteando) y otra la clase de la humanidad de los “Lázaros”, compadecidos de Dios.
Sería hermoso trazar un mapa de las dos tierras, la Epulonia de los que todo lo consumen, hasta morir sin remedio y matar la misma tierra, y la Lazaria, que constituye el gran “lazareto” de la humanidad enferma, expulsada, dominada. Antiguamente, Lazaria o tierra de los “lazaretos” solía ser una ermita‒hospital (o un tipo de cárcel) donde se expulsaba a los enfermos‒pobres, porque “contaminaban” la ciudad…, una ermita‒hospital donde tenían que pasar “cuarenta días” (cuarentena de vigilancia) cuando venían de viajes de tierras de peste, hasta mostrar que no tenían enfermedades.
Tema de sermón, la parábola del Santo de los Lazaretos
Conozco bien la ermita del Lázaro de Verín (Ourense), a las afueras de la villa, donde en otro tiempo se expulsaba o tenía en cuarentena a los hermanos, antes de cruzar el río y pasar a la ciudad. Si mal no recuerdo, celebré el año 1986 el solemne triduo del San Lázaro (fiesta: el 28 de junio). Como se sabe, hay dos Lázaros en el Nuevo Testamento, uno más histórico (el hermano de Marta y María, el resucitado, cf. Jn 11‒12) y este más alegórico, de la parábola de Lc 16. Prediqué tres días sobre este Lázaro de alegoría, creo que con provecho del pueblo; algunos se acordarán, sin duda del evento.
Con esto podemos pasar a la parábola‒alegoría, una de las más fuertes del evangelio, una parábola absolutamente actual, cuyos rasgos están tomados del judaísmo anterior (los personajes son judíos, el “cielo” se identifica con la “casa” o morada de Abraham…), que divide la humanidad en dos “clases”: La clase de los epulones‒parásitos que lo consumen todo y que se condenan a sí mismos a la muerte… Y la “comunidad” de los Lázaros (preferidos de Dios), expulsados de la tierra, a la puerta de la Casa‒Epulonia (la casa del rico y sus hermanos‒mafia destructora), sin más riqueza que su necesidad.
La parábola es “escandalosa” y muchas quisieran arrancarla del evangelio (empezando por particos políticos con nombre latinos como VOX), pues los epulones se condenan, simplemente por ser ricos‒tragones (que todo lo consumen); no se dice si son buenos o manos en otros rasgos de moral, no se añade cómo han conseguido las riquezas, sin son del Banco Central o de la OMC. Su capital es un gran “vientre”, y con el vientre se consumen, destruyendo el mundo, y destruyéndose a sí mismo; sin dejar que pasen o lleguen a su puerta los “Lázaros” (de quienes tampoco se dice que tengan virtudes especiales, sino sólo que son pobres, que no comen, que necesitan cuidados médicos…).
Les ha tocado mala suerte a los epulones, que son los que viven para organizar su fiesta y comer/consumir las riquezas (minerales, energía, buenas comidas…) del mundo. Ellos mueren y pasan sin más, sin que Abraham, el Padre, pueda hacer algo por ellos.
Los Lázaros, en cambio, tienen la suerte Dios que es la Vida… Ciertamente, morirán al fin (lo mismo que los epulones, quizá antes), pero su vida ha merecido la pena, y los ángeles de Abraham les reciben su en casa, la casa donde todo se comparte…
Desde el fondo anterior se comprende la historia mundialmente famosa de un rico (=epulón, un hombre centrado en la buena comida), que comía y gastaba sin preocuparse de nadie, mientras moría a su puerta de hambre y de llagas un mendigo (=lázaro, de donde viene lazareto). Pero el rico también murió, y así la historia pudo contarse también desde el otro lado[1]:
Parábola, texto
16, 19-21 Primera escena. A la puerta de la casa del rico, en este mundo: Había un hombre rico (=Epulón) , que se vestía de púrpura y de lino finísimo, y celebraba cada día banquetes espléndidos. Y cierto pobre, llamado Lázaro, estaba echado a su puerta, lleno de llagas, y deseaba saciarse con las migajas que caían de la mesa de Epulón, pero no podía; y los perros venían y le lamían las llagas.
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